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viernes, 8 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: El desastroso recorrido del submarino Simpson chileno

 

La desconocida historia del submarino Chileno, que estuvo a horas de activar la defensa





La Fuerza de Submarinos de la Armada de Chile en el conflicto de 1978

Al mando del “Simpson”, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina.
Para ello debió enfrentar múltiples desventajas y el peso de una tarea en la que no tenía margen de error.
Hace exactamente 30 años, 81 chilenos aguardaban el inicio de la guerra metidos en un viejo tubo de hierro.
La tripulación del submarino “Simpson” tenía una orden perentoria del almirante José Toribio Merino: impedir por las armas cualquier intento de desembarco argentino en las islas del Beagle.
De máximo riesgo, la misión encerraba además dos problemas que la hacían casi suicida: el “Simpson” era un sumergible veterano de la II Guerra Mundial que difícilmente escaparía del contraataque enemigo; y tendría que enfrentar la hora “H”, el inicio del ataque trasandino, en solitario. Este adverso escenario convirtió la extenuante patrulla de guerra del “Simpson” -duró casi 70 días- en uno de los capítulos más desconocidos de la tensión que a fines de 1978 estuvo a punto de enfrentar a Chile y Argentina. Treinta años después, el comandante de esa nave, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing, revela los secretos de una misión en la que, reconoce, “envejecí algunos años”.

Solo y sin snorkel

A comienzos de 1978, la Armada tenía cuatro submarinos, pero sólo tres disponibles. El “Thomson”, gemelo del “Simpson”, estaba desguazado, y los recién llegados “Hyatt” y “O’Brien” eran de los más modernos de la región.
La Flota de Mar (Flomar) de Argentina también tenía cuatro submarinos, pero todos operativos: dos estadounidenses de la II Guerra Mundial (“Santa Fe” y “Santiago del Estero”) y dos 209 alemanes (“San Luis” y “Salta”) recién comprados.
A fines de año, la ventaja argentina pasó de leve a mayúscula. El “O’Brien” entró a dique para mantención y al “Hyatt” le falló un motor. Tuvo que regresar a Talcahuano.
La noticia caló hondo en el “Simpson”. Durante todo el año, y a medida que las negociaciones diplomáticas con Argentina se empantanaban, la tripulación había entrenado intensamente para repeler una eventual invasión. Ahora tendrían que hacerlo solos.
Y ése no era el único factor en contra. Por su antigüedad, la nave carecía de snorkel, una especie de tubo de escape retráctil que le permite navegar a 20 metros bajo la superficie usando sus motores diésel. Éstos, a su vez, recargan las baterías eléctricas, que son las que pueden llevarlo a silenciosos descensos de hasta 600 pies de profundidad.
Sin snorkel, el “Simpson” estaba obligado a emerger por períodos de hasta ocho horas para recargar baterías, haciéndose detectable para los radares o aviones enemigos.
En la práctica, el buque no podía sumergirse más de 24 horas, y a escasos cinco nudos por hora. Si había que evadir un ataque, las baterías se agotarían antes.
Scheihing recuerda que otra desventaja era el armamento. La “Enmienda Kennedy” había dejado a los submarinos chilenos con antiguos torpedos a vapor MK 14 y MK 27. Los argentinos tenían eléctricos MK 37, de más alcance y confiabilidad. “No había otra cosa. Si había que tirarles piedras, se les tiraban”, explica.
Por eso, cuando recibió la orden de Merino, tomó el sistema de comunicación interna, leyó el mensaje a sus hombres y los arengó: “¡Esto significa que estamos viviendo, a partir de este instante, una situación de guerra con Argentina. Como todos sabemos, es posible que nos hundan, pero me comprometo con ustedes a que antes que eso suceda, a lo menos, nos llevaremos a dos de ellos!”. Tras un momento de silencio, detalla el comandante, “se escuchó como un rugido en todo el submarino: ‘¡Viva Chile, m…!'”.
Pero si atacaba por error, este oficial dejaría a Chile como país agresor y en una compleja perspectiva de cara a una negociación de paz.
“Fue una situación de guerra (…) Yo estaba autorizado para romper las hostilidades. ¡Imagínese! Era el primer contacto. La responsabilidad era tremenda. Primero, porque rompería las hostilidades, y segundo, porque pondría en jaque la seguridad del submarino, que es lo de menos cuando se trata de hundir al resto”, explica.

¿Disparó el “Simpson”?

Ricardo Burzaco, experto argentino en el tema, publicó recientemente una investigación sobre las operaciones submarinas transandinas de 1978 en la revista Defensa y Seguridad.
Allí sostiene que el “Simpson” fue descubierto dos veces por sumergibles argentinos. Primero por el “Santiago del Estero”, que lo encontró cargando baterías en la superficie, y luego por el “Salta”, justo antes de la hora “H”, que también lo divisó a nivel del mar. La máxima tensión reinante llevó a que el capitán argentino ordenara preparar torpedos.
Como no estaban en aguas argentinas, agrega Burzaco, el comandante argentino dudó en atacar. En ese momento el oficial sonarista lanzó una alarma de torpedo enemigo, por lo que ordenó una maniobra evasiva. Luego, el rumor de un supuesto proyectil chileno se desvaneció.
Tajante, Scheihing niega esta versión y asegura que el “Simpson” nunca tuvo contacto con adversarios. “No hubo lanzamiento. Nunca disparamos nada. Estábamos listos, pero le garantizo que no (disparamos)”, sostiene.
Hacia el final de la patrulla, la tripulación del “Simpson” ya sentía el rigor de la tensión bélica. Los víveres eran escasos, no quedaban alimentos frescos y el aire dentro del submarino era pesado, mezcla de aceite y gases. Sólo podían bañarse -si limpiarse el cuerpo con una esponja mojada puede considerarse un baño- cada tres días. Sólo querían que el conflicto se zanjara de una vez, por las armas o por la paz.
La providencial conjunción de una tormenta con olas de hasta 15 metros, que retrasó la operación “Soberanía”, y la mediación del Papa Juan Pablo II, sin embargo, terminarían por impedir el enfrentamiento. El “Simpson” pudo volver a su base.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye el vicealmirante (r) Hernán Rivera.

El “Prat”, primer objetivo argentino

Si el “Simpson” abría fuego contra una invasión argentina, enseguida sería el turno del crucero “Prat”, buque insignia de la Escuadra que debía disparar su artillería contra la flota de desembarco adversaria.
A bordo estaba el ahora vicealmirante (r) Hernán Rivera, por entonces jefe del estado mayor de la Escuadra.
Por su naturaleza, el “Prat” probablemente habría sido el primer objetivo de los ataques argentinos, tanto aéreos como marítimos y submarinos. En el buque insignia lo sabían, pero nadie, dice Rivera, manifestó temor. “En la gente nuestra no había ninguna duda. El espíritu era ir cuanto antes a la guerra y definir esta cuestión”, sostiene.
La gran ventaja de la flota argentina, explica, era el portaaviones “25 de Mayo”, que le daba supremacía aérea y hacía vulnerables a los buques chilenos.
La Escuadra chilena, agrega, tenía a su favor la cohesión alcanzada por las tripulaciones tras un año de intenso entrenamiento, la eficiencia de la aviación naval -informaba cada cuatro horas la posición de los buques argentinos- y el refugio natural que ofrecían los fondeaderos en los canales.
“Ellos sabían que estábamos en el sur, pero no sabían dónde (…) Los fondeaderos de guerra son lugares absolutamente camuflados donde es imposible ver los buques, ni siquiera sobrevolando”, asegura Rivera.
Así, las naves chilenas lograban disimular falencias como la escasez de pertrechos, debido al embargo de Estados Unidos, y el hecho que la iniciativa estaba en manos de los argentinos.
Con todo, admite el retirado oficial, “el ‘Prat’ habría sufrido daños importantes como consecuencia del ataque de los aviones del ’25 de Mayo’. Por eso nos colocamos en una disposición de combate en la que primero estaban los buques misileros, que en el fondo eran los que iban a decidir esta cuestión en el combate de superficie”.
Rivera recuerda como el momento más crítico el 20 de diciembre de 1978, cuando recibieron la orden de salir al paso de la flota argentina. El vicealmirante Raúl López Silva, comandante en jefe de la Escuadra, reunió a los capitanes de todos los buques y les advirtió: “Señores, vamos a definir esta situación de una vez por todas. Se acabaron los ejercicios. La próxima vez que toque un zafarrancho de combate significa que estamos enfrentados a los argentinos”.
Pocas horas después, cuando la Escuadra aún salía hacia el teatro de operaciones, sonó el citado zafarrancho. “Le prometo que nunca vi tanta rapidez para cubrir los puestos de combate”, recuerda Rivera. La alarma, eso sí, resultó falsa. El “contacto” del sonar resultó ser una sonda estadounidense que recolectaba datos atmosféricos.
Así fue que ambas fuerzas llegaron a estar a unas 10 horas de poder atacarse con sus misiles, lo que fue impedido por la mediación papal. Rivera asegura que la Divina Providencia también hizo lo suyo, desatando un temporal que dilató la “Operación Soberanía”, que debía comenzar tres días antes de la “Hora H” con la toma de unas pequeñas islas al sur del Beagle.
“Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye.


Autor: Iván Martinic
diario.elmercurio.cl/
www.youtube.com/watch

domingo, 21 de enero de 2024

Guerra de la Independencia: El desastre de Huaqui

El desastre de Huaqui



La batalla de Huaqui o Guaqui, también conocida como la batalla del Desaguadero, la batalla de Yuraicoragua o el desastre de Huaqui fue un enfrentamiento militar ocurrido el 20 de junio de 1811, en las entradas norte y sur de la quebrada de Yuraicoragua, a 8 km al oeste del pueblo de Guaqui, intendencia de La Paz, en el que el Ejército Real del Perú venció al ejército de las provincias rioplatenses, autodenominado Ejército Auxiliar y Combinado del Perú, y que puso fin a la llamada primera expedición auxiliadora al Alto Perú, «sellando para siempre la escisión entre el Río de la Plata y el Alto Perú».



Batalla de Huaqui
Batalla de Guaqui
Guerra de la Independencia Argentina
Guerra de la Independencia de Bolivia
Parte de Guerras de independencia hispanoamericana
Teatro de operaciones de la batalla de Huaqui.


Fecha 20 de junio de 1811
(hace 212 años)
Lugar Guaqui, Partido de Pacajes, Intendencia de La Paz
Coordenadas 16°37′44″S 68°55′08″O
Resultado Victoria realistan. 1
Beligerantes
Virreinato del Perú: resistencia obediente al Consejo de Regencia de España e Indias Resistencia obediente a la Junta Grande de las Provincias Unidas del Río de la Plata
Comandantes
José Manuel de Goyeneche
• Francisco del Rivero
• Juan Ramírez Orozco
• Juan Pío Tristán
• Jerónimo Marrón de Lombera
Antonio González Balcarce
Juan José Castelli
• Juan José Viamonte
• Eustoquio Díaz Vélez
• José Bolaños
•Luciano Montes de Oca
Fuerzas en combate
Ejército Real
Total: 6000-8000
(incluyendo 4700 milicianos)
12 cañones
Ejército Auxiliar
Combinados del Perú
Total: 8000-18.000​
(incluyendo 5000-6000 regulares)
18 cañones
Bajas
Desconocidas, menores 1000 muertos, heridos y prisioneros6

Antecedentes

Dos hechos políticos de importancia se produjeron en el Alto Perú. El 14 de septiembre de 1810, Francisco del Rivero depuso al gobernador de Chuquisaca y se adhirió a la junta de Buenos Aires. Lo mismo ocurrió en Oruro el 6 de octubre. El 22 del mismo mes, ambas intendencias unieron sus fuerzas para cerrar por el norte toda ayuda que Goyeneche pudiera enviar a Nieto. El 27 de octubre de 1810, Balcarce fue rechazado por las fuerzas de José Córdoba y Rojas en el llamado Combate de Cotagaita que Castelli definió como "falso ataque". La vanguardia volvió a Tupiza y para acercarse más al ejército que avanzaba desde el sur se desplazó hacia Nazareno. Castelli envió doscientos hombres y dos cañones a marchas forzadas. El 7 de noviembre de 1810, reforzado con esas fuerzas que llegaron el día anterior, Balcarce logró derrotar a Córdoba y Rojas en la batalla de Suipacha, primer triunfo del Ejército Auxiliar del Perú. "Suipacha no fue más que un combate parcial entre dos pequeñas divisiones de vanguardia".​ Una semana después de Suipacha, el 14 de noviembre, las fuerzas combinadas de Chuquisaca y Oruro, al mando de Esteban Arze, derrotaron a la columna de Fermín Piérola en la planicie de Aroma. La acumulación de todos estos hechos pulverizó el dominio del virrey Abascal sobre el Alto Perú.

El avance de las tropas del gobierno de Buenos Aires continuó hacia el norte del Alto Perú, hasta el límite con el Virreinato del Perú y ambos bandos se acercaron a una zona casi triangular cuyos vértices eran: Puente del Inca sobre el río Desaguadero, la localidad de Huaqui sobre el borde del lago Titicaca al este y la localidad de Jesús de Machaca al sureste. Este fue el teatro de operaciones donde tuvo lugar la batalla.

Orden de batalla

Orden de batalla
Ejército Real del Perú Ejército Auxiliar y Combinado del Perú





Con un total de 7500 hombres y 14 piezas de artillería:

  • Estado Mayor
  • Brigadier Juan Ramírez Orozco. Columna Sur (Pampa de Chiribaya) con 2500 hombres:
    • cuatro piezas de artillería
    • Batallón de Paruro (Martín de Indacoechea).
    • Batallón de Paucartambo (Pablo Astete y Garzón).
    • Batallón de milicias de Abancay (Luis Astete y Garzón).
    • Escuadrón de milicias de Dragones de Arequipa (Pedro Galtier Winthuysen).
  • Brigadier Pío Tristán. Columna Norte (Sierra de Vilavila) con 1000 hombres:
    • 2.º Batallón de línea del Cuzco (Fermín Piérola).
    • Batallón “Fernando VII”.
  • Brigadier José Manuel de Goyeneche. Columna Norte (Pampa de Azafranal) con 2500 hombres:
    • cuatro piezas de artillería
    • 1.º Batallón de línea del Cuzco (Francisco Picoaga).
    • 2.º Batallón de veterano Real de Lima (Antonio Suárez).
    • Batallón de milicias de Puno (Mariano Lechuga).
    • Escuadrón de milicias de Dragones de Tinta (Francisco de Paula González).
    • Escuadrón de Dragones de Chumbivilcas (Andrés Bornás).
    • Una compañía de Gastadores (ingenieros).
  • Coronel Jerónimo Marrón de Lombera.Fuerza de Reserva (Oeste del Puente del Inca) con 2000 hombres
    • seis piezas de artillería (calibres a Cuatro o Tres y medio)

Con un total de 6000 y 19 piezas de artillería:

  • Estado Mayor
  • Coronel Juan José Viamonte. Columna Sur (Pampa de Chiribaya):
    • seis piezas de artillería
    • Una compañía de Pardos.
    • Una compañía de Morenos.
    • Regimiento N.º 6 de la Infantería.
    • Escuadrón de Húsares de Buenos Aires.
  • Coronel Eustoquio Díaz Vélez. Columna Sur (Pampa de Chiribaya):
    • siete piezas de artillería
    • Compañía de Oruro
    • Compañía de Pardos de Córdoba
    • Compañía de Granaderos de Chuquisaca
    • Cuatro compañías de desmontado y otras cuatro de Dragones montados Ligeros de la Patria.
  • Coronel José Bolaños. Columna Norte (Pampa de Azafranal):
    • seis piezas de artillería
    • Regimiento N.º 8 de la Paz.
    • Regimiento N.º 7 de Cochabamba.
  • Teniente coronel Luciano Montes de Oca. Fuerza de Reserva (Pampa de Azafranal)
  • Brigadier Francisco del Rivero. Caballería Cochabambina (Pampa de Machaca) con 1800 hombres.9



Incidentes previos

El 11 de abril de 1811, una patrulla de la vanguardia del Ejército Auxiliar y Combinado, integrada por doce Húsares de La Paz, al mando del teniente Bernardo Vélez, recorría las cercanías del pueblo de Guaqui. Ahí se enteró de que un destacamento de exploración del Ejército Real del Perú se dirigía hacia ese lugar y planeó emboscarla en las afueras del pueblo. Al intentar hacerlo se encontró, sorpresivamente, con un destacamento que tenía unos 100 soldados bien montados y armados. Tras rechazar una intimación de rendición y antes de que esas fuerzas lo pudieran rodear, el teniente Vélez se abrió paso hacia Guaqui y se atrincheró en la iglesia del pueblo. Luego de un enfrentamiento de quince minutos la patrulla de José Manuel de Goyeneche se retiró hacia su base de partida llevándose dos prisioneros. Por orden de Castelli, Díaz Vélez envió un emisario con una nota de protesta y un pedido de devolución de los dos prisioneros. En la nota, Díaz Vélez otorgó un plazo de dos horas para que se retiraran todas las partidas de exploración que pudieran estar al este del río Desaguadero. La respuesta de Goyeneche fue negativa pero devolvió los prisioneros. Por su parte Díaz Vélez ordenó reforzar las avanzadas en la zona de Guaqui. El 23 de abril, desde el campamento de Laja, Castelli envió otro oficio a Goyeneche en el que, mencionando el incidente del 11 de abril , advirtió que había tomado medidas para que se respetaran los antiguos límites virreinales, no se interfirieran las operaciones del Ejército Auxiliar al este del río Desaguadero ni se mortificara a los pueblos de indios existentes en esa zona.

El 16 de mayo, mientras Francisco del Rivero avanzaba con el grueso del regimiento de Voluntarios de Caballería hacia su nueva base de operaciones en el pueblo de Jesús de Machaca, una parte de su vanguardia, al mando del capitán de artillería Cosme del Castillo, partió de esa localidad con una pequeña partida de 15 hombres. En el camino hacia el Azafranal se enteró de que una partida de Goyeneche recorría los pueblos de la zona. A unos 14 kilómetros más acá del Azafranal, sobre el río Desaguadero y por propia iniciativa la atacó ocasionándole varios heridos y muertos. Algunos se ahogaron al pretender escapar cruzando el río. Del Castillo no tuvo ninguna baja.

Puente del Inca. Plano levantado por orden de Goyeneche en 1811

Otra partida de 50 hombres, al mando del capitán José González, que había partido de Jesús de Machaca antes que Cosme del Castillo, avanzó unos 70 kilómetros con dirección oeste. Luego de cruzar el río Desaguadero, ya en territorio del Virreinato del Perú, González se enteró de que en el poblado de Pizacoma operaba una patrulla que Goyeneche había enviado para controlar los caminos que desde el suroeste conducían a Puente del Inca y Zepita. Esta patrulla estaba dispersa en tres sectores: unos 25 hombres se encontraban en Pizacoma, otra custodiaba los caballos que pastaban en los valles de la zona y la tercera estaba en el pueblo de Huacullani, a 32 kilómetros al norte de Pizacoma. El 17 de mayo, la caballería cochabambina cayó sorpresivamente sobre Pizacoma logrando capturar casi todas las armas, caballos y monturas, produciendo cuatro muertos y 41 prisioneros. Goyeneche reclamó en vano que devolvieran lo capturado aduciendo que ya regia el armisticio. Por su parte Díaz Vélez justificó la escaramuza diciendo que esas patrullas que salieron de Jesús de Machaca no estaban al tanto del armisticio pactado. Era cierto que Rivero operaba con autonomía y lejos de Castelli ubicado entonces en Laja. Goyeneche acusó a estas fuerzas de no tener “subordinación y disciplina”, de “tumultuarias”, que “ni atendían reclamaciones ni obedecían las órdenes del que las mandaba y dirigía”.

A principios de junio, ya en su cuartel de Huaqui, Castelli ordenó al teniente coronel Esteban Hernández, que con 50 Dragones de la Patria, ubique un puesto de vigilancia adelantado en la pampa de Chiribaya, a unos 5 km hacia el oeste de la salida sur de la quebrada de Yuraicoragua, y a unos 10 km antes de llegar al Puente del Inca. La cercanía de esa vanguardia y, sobre todo, la ambigua redacción del armisticio le permitió a Goyeneche interpretar esa presencia como una violación del tratado por parte de Castelli, por lo que envió una columna de 500 hombres, al mando de Picoaga, con la misión de desalojarla. El 6 de junio de 1811, el capitán Eustoquio Moldes, al mando de 20 soldados, mientras patrullaba la zona, capturó un desertor que le informó el avance de Picoaga. Pese a la advertencia, la pequeña patrulla de Moldes fue localizada y sufrió un ataque esa misma noche. Esta escaramuza nocturna, en medio del frío y la oscuridad, a la que se sumaron las fuerzas de Hernández, terminó con muertos, heridos y prisioneros y la retirada de ambos contendientes que se adjudicaron la victoria. Castelli comunicó al gobierno el incidente doce días después, es decir, al día siguiente de haber recibido la respuesta negativa del Cabildo de Lima a un arreglo pacífico y tras una junta de guerra en la que se decidió iniciar las operaciones militares contra Goyeneche. En el mismo oficio, Castelli informó al gobierno que consideraba que el armisticio estaba roto.

La batalla

Juan José Castelli.

Después de acampar durante abril y mayo en Laja para reorganizar sus cuadros, incorporar soldados y adiestrarse, el ahora Ejército Auxiliar y Combinado del Perú avanzó hacia el río Desaguadero, llegando a Huaqui a principios de junio de 1811. Díaz Vélez fue ascendido a coronel graduado el 28 de mayo de 1811.

El 18 de junio, mientras aun regía el armisticio que Castelli había firmado con José Manuel de Goyeneche y que probablemente ninguno de los dos pensaba cumplir, Viamonte inició la marcha de aproximación de su división hacia Puente del Inca, sobre el nacimiento del río Desaguadero. Partiendo de Huaqui, su división cruzó de norte a sur la quebrada de Yuraicoragua y estableció su campamento en la salida sur de la misma, donde comienza el llano que da a la pampa de Machaca hacia el este y Chiribaya al oeste. Al día siguiente, la división de Díaz Vélez recorrió el mismo itinerario y llegó al atardecer sumándose a la división de Viamonte. Así, en la noche del 19 de junio, víspera de la batalla, las fuerzas de Castelli estaban dispersas en un amplio abanico: dos divisiones seguían en Huaqui, otras dos divisiones estaban a 10 kilómetros de distancia, en la salida sur de la angosta quebrada de Yuraicoragua y un tercer grupo, la división de caballería al mando de Francisco del Rivero, estaba en el pueblo de Jesús de Machaca, a 18 kilómetros al sureste de las tropas de Viamonte y Díaz Vélez y distante 29 kilómetros de las fuerzas de Castelli. Las unificadas fuerzas de Goyeneche estaban peligrosamente ubicadas a solo 15 kilómetros del campamento de Viamonte.

Combates en el sur de la quebrada

Al amanecer del día 20, patrullas de seguridad que operaban en la pampa de Chiribaya, llegaron al campamento con la noticia de que a menos de 5 o 6 km avanzaban tropas de infantería, caballería y artillería. Era el ala derecha de Goyeneche al mando de Juan Ramírez Orozco. Díaz Vélez comprendió inmediatamente que toda la planificación del ataque al Desaguadero había quedado obsoleta. Pese a recibir la orden urgente de Viamonte de que su división saliera a contener a Ramírez, Díaz Vélez se dirigió personalmente al puesto de mando de su jefe, «para obviar equivocaciones», proponiendo el inmediato repliegue de las dos divisiones hacia Huaqui y reunirse con González Balcarce ya que no estaba previsto combatir separadamente. Viamonte le respondió que esa propuesta era propia de un cobarde, que el que mandaba era él y que solo debía obedecer. Pese a la extemporánea y violenta respuesta, en la que se notaba la mala relación entre ambos, Díaz Vélez no dijo nada y se retiró para hacerse cargo de su unidad. Viamonte negaría más tarde estas palabras pero los testigos presentes las confirmaron en el juicio, separada y textualmente.

Con una incomprensible demora de 24 horas y con el enemigo a la vista, Viamonte envió al capitán Miguel Araoz con 300 hombres «escogidos» para que ocupara el estratégico cerro ubicado sobre el lado oeste de la salida de la quebrada de Yuraicoragua.

Desde ese cerro se dominaba ampliamente el camino que venía desde el Puente del Inca rumbo a Jesús de Machaca y era ideal para ubicar allí la artillería e impedir el avance enemigo proveniente del Desaguadero por el lado sur del Vilavila. También dominaba el campamento instalado abajo, en la salida sur de la quebrada, y la línea de batalla secundaria integrada por el 2.º batallón del regimiento N.º 6, al mando de Matías Balbastro. Este batallón debía contener un posible ataque desde el norte, proveniente de Huaqui, sobre la derecha de la línea principal que Viamonte y Díaz Vélez habían formado en la pampa de Chiribaya.


Zona sur quebrada Yuraicoragua. Disposición inicial. Color rojo: Ejército Real del Perú. Color Azul: Ejército Auxiliar y Combinado del Perú

Primera fase: Para cumplir la misión de separar a las divisiones de Viamonte y Díaz Vélez de las fuerzas de Castelli-Balcarce, ubicadas al otro lado de la quebrada, Ramírez tenía que ocupar indefectiblemente ese cerro. A tal efecto ordenó a sus guerrillas avanzadas que lo atacaran mientras el grueso de sus fuerzas se dirigían a ocupar su base. En la marcha de aproximación por la pampa de Chiribaya tuvo que soportar durante dos kilómetros el fuego impune de la artillería y fusilería que descargaba Araoz desde la cima hasta que pudo llegar a unos cerros de menor altura que le sirvieron de protección. Por ese punto sus fuerzas salieron a la pampa donde se reorganizaron en escalones para iniciar el combate por el dominio del cerro. Viamonte comprendió que toda la batalla se centraría en sostener esa posición y sus alrededores. Reforzó así las fuerzas de Araoz enviando sucesivas compañías que sacó del primer batallón del regimiento N.º 6 y reforzó la artillería adicionando una culebrina de mayor calibre y un obús. La lucha en ese sector, por el tipo de terreno, fue caótica.


Situación 10:00 horas: 1 y 2)
Ataque de Ramírez y su vanguardia; 3-5) Araoz sostiene su posición y recibe ayuda de Viamonte; 4) Díaz Vélez ataca a Ramírez; 6-7) Balbastro adelanta 4 compañías

Segunda fase: Con la aparición de Ramírez en la pampa a 500 metros del cerro, Viamonte ordenó a Díaz Vélez que se hiciera cargo de todo el combate por el dominio del cerro y sus alrededores. Así, a las dos horas de iniciada la batalla, Díaz Vélez, con los granaderos de Chuquisaca y una compañía de dragones a pie, con un obús y una culebrina de a 4, entró en acción contra las fuerzas de Ramírez. Según Viamonte, se desarrolló entonces «la más formidable acción» que haya conocido.16​ Después de dos horas de combate, pasado el mediodía, la infantería de Ramírez pareció flaquear y su caballería comenzó a retirarse. Díaz Vélez ordenó que la caballería del ejército auxiliar, superior en número a la de Ramírez, entrara en acción. Así se hizo pero, lamentablemente, esas fuerzas se dispersaron en acciones secundarias y no tuvieron ningún peso en la batalla. Entonces Díaz Vélez pidió refuerzos a Viamonte para acelerar el colapso del enemigo. La negativa de este daría lugar a que tanto Díaz Vélez como otros oficiales lo responsabilizaran a posteriori por el resultado de la batalla. La realidad era que, en ese momento, lo que quedaba del regimiento N.º 6 de Viamonte sumando el resto de la división de Díaz Vélez que no habían entrado en combate, se habían reducido a solo 300 hombres. Era la única reserva disponible que tenía Viamonte para hacer frente, por un lado, al combate todavía indeciso que conducía Díaz Vélez y, por el otro, a una nueva columna enemiga que apareció desde el norte marchando por la quebrada y las alturas occidentales de la misma rumbo al cerro y a la línea secundaria defendida por el batallón N.º 2 de Balbastro, que para entonces, ya estaba reducido a la mitad por una desafortunada decisión táctica de avanzar cuatro compañías hacia el centro de la quebrada.

Tercera fase: Para Viamonte, la presencia de estas fuerzas que venían del norte era una señal inquietante de lo que podía estar sucediendo al otro lado de la quebrada y cuya evolución desconocía por completo. Esta columna estaba al mando del mayor general Juan Pío de Tristán, primo de Goyeneche, y eran las mejores tropas del Real Ejército del Perú: el batallón de Puno, el Real de Lima, y una compañía de zapadores. Habían realizado una marcha de aproximación difícil, subiendo y bajando cerros a través de la cadena del Vilavila, sin perder la orientación ni agotarse en el esfuerzo. Cuando atacaron desde una posición más elevada por el lado derecho del cerro, la sorpresa y el aumento de bajas quebró la resistencia de los guerrilleros de Araoz que comenzaron a retroceder en completo desorden. Al bajar a la quebrada arrastraron consigo a las fuerzas de Balbastro que tampoco estaban en condiciones de sostener la posición si el enemigo dominaba las alturas. Lo mismo sucedió con las fuerzas de Díaz Vélez que también retrocedieron desordenadamente. Ante esta favorable situación, Ramírez ordenó la persecución del enemigo.

Cuarta fase: Por puro azar, los soldados que huían en desorden no se dirigieron hacia las tropas de la reserva al mando de Viamonte ubicadas en la pampa sino que pasaron lejos, por su derecha, rumbo a Jesús de Machaca. Esta reserva, descansada y en perfecto orden, pudo así rechazar con un violento fuego de fusilería a las tropas que venían en persecución, ya agotadas por tantas horas de marcha y combate. Ramírez suspendió la maniobra sin saber que enfrentaba a solo 300 soldados y un cañón y se dedicó a saquear el abandonado campamento del ejército auxiliar. Díaz Vélez y Araoz, adelantándose a las fuerzas que huían, lograron contenerlas y reorganizar a gran parte de estas. Se formó así una nueva línea a dos kilómetros de la posición inicial, detrás de las fuerzas de Viamonte. Cuando este ordenó a su vez la retirada de la reserva para que salieran del alcance del fuego enemigo que provenía del cerro, estas comenzaron a desorganizarse pero terminaron contenidas por esta segunda línea en formación. Hasta ese momento y teniendo en cuenta la sorpresa inicial, la situación no era tan grave. De unos 2100 soldados iniciales quedaban en la línea 1500, faltaban 600 de los cuales había que descontar 60 bajas por lo que eran 540, en su gran mayoría desertores, los que habían huido hacia Jesús de Machaca o se habían dispersado en los cerros aledaños. Pero lo más sorprendente y decisivo fue la conducta de una gran proporción de oficiales (capitanes, tenientes y subtenientes) que habían huido, algunos incluso antes de entrar en combate, y que pertenecían a las mejores unidades del ejército auxiliar.

Quinta fase: Mientras las tropas del ejército auxiliar se reorganizaban y descansaban en esta nueva línea de combate frente a un enemigo en actitud expectante, tuvieron que presenciar cómo el campamento era saqueado por el enemigo: municiones, carpas, mochilas, efectos personales y, especialmente, abrigos y comida. Antes del mediodía Viamonte había intentado infructuosamente localizar a Francisco del Rivero y su caballería que habían salido de Jesús de Machaca al amanecer rumbo al puente construido sobre el río Desaguadero, es decir, a no más de 10–11 km de la quebrada de Yuraicoragua. Rivero apareció recién a las cuatro, cuando caía la tarde. La relación entre Rivero y los jefes del ejército auxiliar nunca fueron buenas y resultó inexplicable que habiendo escuchado desde las primeras horas del día el accionar de la fusilería y cañones en la salida de la quebrada, no dedujera que el ataque sorpresivo de Goyeneche en ese lugar había reducido a nada el objetivo que tenía que alcanzar en el plan de Castelli. La presencia tardía de Rivero y sus 1500 hombres no alteró la situación. Con prudencia, Ramírez no comprometió sus fuerzas en la pampa. Sencillamente las subió a los cerros donde la caballería no tenía ninguna capacidad ofensiva.

Combates en el centro de la quebrada


Plano ilustración de la batalla en Torrente, 1830, tomo I, p=186 con partes borradas, deficiencias topográficas y errores disposición de tropas

Ni bien el 2.º batallón del regimiento n.º 6 ocupó su posición mirando hacia el norte de la quebrada de Yuraicoragua para contener un posible ataque desde esa dirección, su comandante, el sargento mayor Matías Balbastro, envió patrullas adelantadas de observación que debían avanzar hasta unirse a una compañía de pardos y morenos que estaba posicionada desde la noche anterior en un cerro ubicado en la mitad de la quebrada. Balbastro envió además al capitán Eustoquio Moldes, con 26 dragones montados, que debían superar esa posición y avanzar hasta la entrada norte de la quebrada, es decir, hasta el lugar donde se abre a la pampa de Azafranal. Cuando Moldes llegó a su objetivo pudo constatar que ya las fuerzas enemigas al mando de Goyeneche, unos 2000 hombres, estaban avanzando por el camino Puente del Inca-Huaqui y que, paralelamente, otras fuerzas estaban subiendo a los cerros que dominaban la entrada occidental de la quebrada enviando guerrillas hacia el sur, es decir, contra la compañía de pardos y morenos. Significativamente Moldes, en su declaración del 19 de diciembre de 1811, en la Causa del Desaguadero, no mencionó haber visto a las fuerzas de González Balcarce que debían estar ubicadas a la derecha de su punto de observación. Después de avisar a Balbastro estas novedades se retiró del lugar ante el peligro de quedar aislado. Moldes no volvió por la quebrada ya que omitió en su declaración haberse cruzado con las cuatro compañías que avanzaban por ella rumbo al norte. Moldes perdió todo contacto con sus jefes y desapareció hasta las cinco y media de la tarde cuando se unió a lo que quedaba de las fuerzas de Viamonte y Díaz Vélez en momentos en que, desde su nueva posición, estos disponían la retirada hacia Jesús de Machaca.17​ Enterado Viamonte de lo que ocurría en la entrada norte de la quebrada tuvo que decidir si enfrentar a las fuerzas enemigas que se dirigían hacia el sur o replegar a Balbastro para reforzar el ataque en curso contra Ramírez. Tomó una decisión intermedia: ordenó a Balbastro que enviara la mitad de sus fuerzas, cuatro compañías o sea unos 400 hombres, más dos cañones, hacia el centro de la quebrada. El teniente coronel José León Domínguez, objetó diciendo que esas fuerzas eran muy escasas frente a las fuerzas que los informes había estimado en unos 1500 hombres y sugería que mejor era atacar con todo el batallón o, en su defecto, quedarse en el lugar en actitud defensiva. Balbastro respondió que esa era la orden de Viamonte. Estas cuatro compañías avanzaron lentamente en formación por la quebrada arrastrando los cañones cuando ya la compañía de pardos y morenos, que debía protegerlos desde los cerros de la izquierda, había sido desalojada. Casi de inmediato se enfrentaron con fuerzas que la cuadruplicaban en número, mejor posicionadas y que las atacaban de frente y por la izquierda. Se trataba del batallón de Puno y la compañía de zapadores de Tristán y una parte de las fuerzas del Real de Lima que luego giraría hacia el noreste para atacar el flanco izquierdo de Bolaños. Estas fuerzas prácticamente desintegraron a esas cuatro compañías. Los sobrevivientes se dispersaron trepando los cerros del lado este, porque las fuerzas enemigas, adelantándose por los cerros del lado oeste, ya habían cortado la quebrada más al sur aislándolos de Balbastro. De las cuatro compañías, solo la 5.ª pudo unirse a su jefe y continuar combatiendo, dos se dispersaron hacia Jesús de Machaca y Viacha y la 6.ª, al mando del capitán Bernardino Paz, se dirigió accidentalmente al norte, hacia el lugar donde Castelli, Balcarce y Bolaños estaban formando su línea defensiva. Este breve y desastroso combate, que tendrá importantes consecuencias ulteriores en el desarrollo de la batalla, no suele figurar en la historiografía sobre la batalla de Huaqui.

Combates en el norte de la quebrada

El combate en la zona norte de la quebrada de Yuraicoragua fue considerado de dos maneras: los contemporáneos de la batalla entendieron que era el principal porque en ella participaron los jefes de los dos ejércitos. En cambio, los posteriores historiadores argentinos tendieron a restarle importancia porque en ella participaron mayoritariamente tropas del Alto Perú.

José Manuel de Goyeneche.

La división al mando de Bolaños, formada por los regimientos N.º 8 de infantería de Patricios de La Paz y el N.º 7 de infantería de Cochabamba, debía avanzar desde Huaqui hacia la entrada norte de la quebrada de Yuraicoragua y de allí atacar, por la pampa de Azafranal, las posiciones de Goyeneche en el Puente del Inca. El capitán Alejandro Heredia, custodiaba la quebrada con un fuerte destacamento de dragones y su misión era de seguridad adelantada. Colaboraba en esa tarea de vigilancia un observador ubicado en la torre de la iglesia de Huaqui provisto de un catalejo. El 20 de junio, a las 07:00 horas, el capitán Heredia escuchó disparos provenientes de la salida sur de la quebrada e inmediatamente envió un mensajero hacia Huaqui, distante 8 km. En su frente, hacia el oeste, una densa bruma cubría la pampa de Azafranal. A las 07:30, saliendo de la nada, aparecieron las fuerzas principales de Goyeneche que avanzaban con dirección a Huaqui. En su marcha de aproximación este había ido destacando guerrillas cada vez más importantes sobre las cimas del Vilavila.

Los dos regimientos de infantería que iban a enfrentar a las fuerzas de Goyeneche en el sector norte de la quebrada tenían serios problemas. La mayoría de los oficiales del regimiento N.º 8 de La Paz ya habían combatido y habían sido derrotados en esa zona por Goyeneche, en 1809. Sabían de la capacidad de las fuerzas peruanas y de sus represalias. Pero el actual regimiento paceño era de reciente formación, heterogéneo y del cual se sacaban permanentemente soldados para otras unidades. Tenía un alto porcentaje de deserción por la proximidad con la zona donde los soldados habían sido reclutados. Sus oficiales, pese a su experiencia y voluntad, sabían de estas debilidades y tenían serias dudas sobre el resultado de la operación que se estaba proyectando. Su comandante, el experimentado sargento mayor paceño Clemente Diez de Medina, el que mejor conocía la topografía del teatro de operaciones, fue el que se animó, en la reunión final del 17 de junio, a apoyar a Montes de Oca argumentando que no era conveniente atacar a Goyeneche por la posición ventajosa que ocupaba y los 7000 hombres que tenía. Muchos pensaban lo mismo pero callaron para no aparecer como cobardes. La respuesta tajante de Castelli fue que la reunión era para ver la mejor forma de atacar, no para discutir si se atacaba o no, decisión que ya estaba tomada. El 12 de junio, ocho días antes de la batalla, el veterano José Bonifacio Bolaños había sido nombrado comandante de la división formada por los regimientos N.º 7 y N.º 8. Desde ese día y hasta el 19 junio intentó interiorizarse del estado operativo mediante ejercicios intensos para elevar la falta de pericia militar y el animo de oficiales y soldados. Sin embargo, tal fue su consternación ante la evaluación que pidió 400 hombres del regimiento N.º 6, el mejor del Ejército Auxiliar, para crear un núcleo fuerte dentro del regimiento N.º 8, lo que no pudo conseguir. Así, teniendo "cada día [...] menos esperanza de que [su división] fuera capaz de batir al enemigo" se acercó la fecha del sorpresivo ataque de Goyeneche.22​ El día anterior, Bolaños recorrió lo que sería presumiblemente el campo de batalla hasta llegar casi a las avanzadas de Goyeneche. No vio nada anormal salvo una lejana polvareda que le hizo suponer que el enemigo estaba juntando los caballos, hecho que informó a sus superiores.

A las siete de la mañana, la llegada de noticias que envió Viamonte desde el sur produjo una sorpresa total en el campamento de Huaqui. Para una división que estaba tan cerca del enemigo y que debía marchar al frente ese mismo día esto no era normal.23​ Bolaños intentó formar a sus regimientos en la plaza para arengarlos antes de iniciar la batalla pero en ese momento llegó la orden de Balcarce de que debían salir inmediatamente hacia la entrada de la quebrada de Yuraicoragua antes de que lo ocupara el enemigo. La artillería, con las mulas de tiro todavía dispersas, tuvo que ser arrastrada hacia el frente por lanceros que fueron desarmados para tal fin.

Los dos regimientos emprendieron la marcha de aproximación a paso vivo y en total desorden. En la confusión algunos oficiales bisoños desaparecieron abandonando a sus tropas. Cansados, después de más de una hora de marcha forzada recorriendo siete kilómetros y sin conservar sus formaciones, los soldados fueron ocupando sus posiciones. Al comenzar la batalla solo estaban la mitad de los 1500 a 2000 soldados. Pese a todo, el lugar donde se desplegaron ofrecía buenas ventajas topográficas. Frente a la línea de avance de Goyeneche se levantaba una elevación que en forma de suave muralla se extendía en forma perpendicular al lago Titicaca y las serranías del Vilavila cerrando la pampa de Azafranal y el camino hacia Huaqui. El único punto débil estaba hacia el sur, donde comenzaban los cerros del Vilavila, que si eran ocupados por el enemigo le permitiría atacar de flanco y amenazar la retaguardia. Balcarce no tomó ninguna medida al respecto.

A las 9 de la mañana, viendo el despliegue enemigo y teniendo en cuenta el fuerte combate que se desarrollaba en el sur de la quebrada, Goyeneche tomó una decisión fundamental. Dividió sus fuerzas en dos columnas. La de la derecha, al mando de su primo Juan Pío de Tristán, compuesta por las mejores tropas, el Real de Lima, el batallón de Puno, una compañía de zapadores y un cañón debían subir al Vilavila y sumarse a las guerrillas que ya operaban en los cerros. Tenía un doble objetivo, en primer lugar, flanquear desde las alturas a las fuerzas de Viamonte y Díaz Vélez al sur de la quebrada y, en segundo lugar, atacar desde los cerros el ala izquierda de las fuerzas de Balcarce. Con esta maniobra, Goyeneche cambió el eje principal de la batalla, lo llevó desde la pampa de Azafranal a los cerros del Vilavila.

El primer objetivo tuvo sus primeros frutos cuando sorprendió y desintegró, en plena quebrada, a los cuatro batallones que Balbastro había enviado cumpliendo órdenes de Viamonte. El problema principal que enfrentó la columna de Pío Tristán fue vencer las dificultades topográficas del Vilavila: no perder la orientación y superar el esfuerzo de subir y bajar cerros manteniendo la rapidez en la ejecución táctica. Por el otro extremo de su línea de ataque, Goyeneche envió al regimiento de Cuzco para que atacara en una pequeña franja de terreno entre la ventajosa posición ocupada por el enemigo y el lago Titicaca. En el centro, tres compañías tenían como objetivo un ataque de demostración para aferrar al enemigo.

Los problemas en las fuerzas de Bolaños comenzaron en su ala izquierda debido a una sucesión de hechos de diverso origen:

  • La sorpresiva aparición por el Vilavila de las tropas de Bernardino Paz que venían huyendo de la derrota en la quebrada de Yuraicoragua y que a los gritos decían que toda la división estaba muerta o prisionera o que habían sido cortados.
  • Detrás de estas fuerzas aparecieron las primeras guerrillas de Pio Tristán que produjeron algunas bajas.
  • Solo había pasado media hora de combate cuando cesó el fuego de la artillería debido a la descompostura de los cañones. Esto afectó a la infantería que se sintió desprotegida frente al enemigo. Cuando Bolaños quiso enviar dos cañones en reemplazo ya no pudo conseguir quien lo hiciera ni los protegiera.
  • Los soldados, pálidos y casi paralizados, comenzaron a esconderse entre las piedras o ponían pretextos para no disparar. Resultaron inútiles las órdenes, ruegos y amenazas para que cumplieran las órdenes. El terror había quebrado la cadena de mandos.

Bastó entonces que un reducido número de soldados corriera hacia la retaguardia para que todos, contagiados por el pánico, hicieron lo mismo, abandonando armas, equipos y hasta sacándose el uniforme.

"[...] cuando llegué a la cima del cerro miro con dolor huyendo toda mi línea que constaba de 1200 hombres puestos en vergonzosa fuga". José Bonifacio Bolaños en (Bolaños, 1912, p. 79)

A mediodía, y salvo un pequeño grupo de exsoldados de Nieto que se pasaron al enemigo, el resto había huido en tropel hacia Huaqui. En el camino se mezclaron con las débiles fuerzas de reserva al mando de Montes de Oca que avanzaban hacia el frente con cuatro cañones y las desorganizaron completamente. Esa reserva abandonó la artillería y también se dispersó hacia Huaqui.

Castelli y Balcarce, que observaban lo que sucedía desde un cerro ubicado a la izquierda, enviaron a los oficiales que los acompañaban para intentar detenerlos. Al quedar solos temieron ser capturados por las guerrillas del Real de Lima que se estaban aproximando y decidieron retirarse, no hacia Huaqui sino hacia el sur, para unirse a Viamonte o Rivero en Jesús de Machaca. Así terminó la batalla en el lado norte de la entrada a la quebrada de Yuraicoragua.

Consecuencias

Mientras tanto en el Virreinato del Perú, el mismo 20 de junio de 1811 estalló la revolución que había sido convenientemente preparada. El caudillo tacneño Francisco Antonio de Zela previamente se había puesto de acuerdo con Castelli conviniendo que mientras él llevaría la revolución a Tacna el ejército rioplatense avanzaría hacia el Perú para iniciar la campaña para independizarlo de la corona española.​ Pero la derrota de Huaqui dio por tierra cualquier movimiento revolucionario planeado en el virreinato peruano.

La gran impresión que causó en la Junta Grande de Buenos Aires esta derrota militar —por la pérdida de todo el armamento— obligó a que su Presidente, el general Cornelio Saavedra, se dirigiera a las provincias del norte a fin de recomponer la situación. Pero esta debilidad fue utilizada por el grupo revolucionario afín a Mariano Moreno para destituirlo del mando y desterralo creando el Primer Triunvirato.

Tanto el comandante en jefe político, Castelli, como el comandante militar, González Balcarce, fueran relevados y juzgados. Lo mismo le sucedió al coronel Viamonte, acusado de no involucrar a los 1500 efectivos a su mando en la contienda.

Otra consecuencia fue que se pactase una tregua con Montevideo, por el temor del gobierno de Buenos Aires a verse atacado en dos frentes al mismo tiempo.

La derrota de los rioplatenses en Huaqui fue de tal magnitud que a la pérdida momentánea de las provincias del Alto Perú se añadió la debilidad que se instaló en el norte que quedó expuesto a una posible invasión de las fuerzas realistas.

lunes, 31 de julio de 2023

SGM: Las relaciones deterioradas de los altos mandos aliados al final de la guerra


El deterioro de las relaciones de los altos mandos aliados en el noroeste de Europa 1944-45

Introducción

En septiembre de 1944, estalló una gran discusión entre los comandantes aliados durante la campaña de Normandía. Este argumento se refería a la futura dirección estratégica de la campaña dada la escasez de logística, derivada de la imposibilidad de capturar los puertos de Bretaña a tiempo. 1Esto siguió a enfrentamientos anteriores en junio-julio en torno a la velocidad a la que se desarrollaba la campaña y el fracaso en agosto para destruir el ejército alemán en el río Sena. El enfoque principal de la mayoría de los relatos académicos ha atribuido estos desacuerdos a un choque de personalidades entre el mariscal de campo Montgomery y el teniente general Eisenhower y otros comandantes estadounidenses. Sin embargo, otros factores no han recibido tanta atención, porque eran una parte inherente de la estructura del comando aliado y, por lo tanto, menos susceptibles de cambio. Además, estos factores estructurales habrían seguido siendo influyentes, incluso si Montgomery hubiera sido reemplazado por el mariscal de campo Harold Alexander, y habrían seguido generando conflictos entre los aliados.

Este ensayo buscará examinar el más influyente de estos factores 'estructurales', en primer lugar, la cuestión conceptual no resuelta de cómo librar grandes guerras, remanente del fracaso del paradigma de Clausewitz al comienzo de la Primera Guerra Mundial. En segundo lugar, el papel de las diferentes estrategias británicas y estadounidenses y, en tercer lugar, la influencia de la estructura de mando a medida que evolucionó durante la Campaña de Normandía. Como en todos los escenarios multifactoriales, el desafío es sopesar cada factor en relación con los demás y con el todo. En este caso, la influencia de cada factor se medirá frente a tres puntos de decisión clave de la campaña. En primer lugar, tras la ruptura de la Operación Cobra , la decisión de capturar los puertos de Bretaña por un solo cuerpo en lugar de un ejército. 2En segundo lugar, la lucha a principios de agosto para cerrar el Falaise Gap 3 y, finalmente, el fracaso a finales de agosto para destruir a los ejércitos alemanes en el río Sena. 4 Si el Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada (SHAEF) hubiera tenido éxito en cualquiera de estos puntos de decisión, la campaña habría cumplido el Plan Overlord de destruir el ejército alemán frente al Sena. El fracaso de los tres dejó al ejército alemán maltratado pero intacto, y a los aliados sin una base logística suficientemente fuerte para perseguirlos a través de Francia hasta el Rin.

La historiografía de este período ha sido hábilmente expuesta tanto por John Buckley en su libro 'Monty's Men' como por David French en 'Raising Churchill's Army', por lo que aquí solo se requiere una breve descripción general. 5 El período inmediatamente posterior a la guerra hasta la década de 1960 se llenó en gran medida con la publicación de las memorias personales de los principales protagonistas, lo que condujo a una amarga 'batalla de las memorias'. 6 El debate giraba esencialmente en torno a la calidad del generalato aliado y las habilidades de combate de su tropa. El período de 1950 a 1969 vio la publicación tanto de las Historias Oficiales Británicas como de los 'Libros Verdes' del Ejército de los EE. UU., los cuales buscaban establecer los eventos básicos a partir de la documentación existente. 7Otros autores, como d'Este, Lamb, van Creveld y Hastings en las décadas de 1970 y 1980 criticaron tanto al mando como a los soldados aliados, especialmente a los británicos y Montgomery. 8 Desde entonces, un giro revisionista ha restaurado en gran medida la reputación de los soldados aliados, en particular los británicos y canadienses, y ha revelado las limitaciones bajo las cuales lucharon. 9

El deterioro de las relaciones de alto mando aliado

En 1899, Ivan Stanislavovich Bloch asistió a la Conferencia de Paz de La Haya para distribuir copias de su libro '¿Es la guerra ahora imposible? Siendo un compendio de 'La guerra del futuro...'. 10Un banquero polaco, su estudio de la guerra había llegado a la conclusión de que el armamento moderno había avanzado hasta el punto de que la defensa tenía una ventaja considerable sobre cualquier ofensiva, que los ejércitos ahora eran tan grandes que era imposible derrotarlos en una sola batalla y que, en consecuencia, una guerra prolongada causaría estragos en las economías de las naciones a través de la interrupción de su comercio y comercio interconectados. En general, se considera que Bloch tuvo razón en general en su evaluación y, dado esto, la pregunta principal que enfrentaban los generales era cómo hacer que la guerra fuera decisiva rompiendo defensas fijas profundamente escalonadas. La complejidad de esta batalla revolucionaria condujo a una concentración en este tema en detrimento de la siguiente explotación y en una estrategia más amplia. Entonces, cuando los alemanes lograron un gran avance en marzo de 1918, la siguiente explotación fue lenta y solo cubrió 70 km hasta Amiens. De manera similar, el gran avance aliado en 1918 apenas cubrió 100 km y dejó la línea alemana prácticamente intacta.11 Teóricos de la posguerra como Basil Liddell Hart y JFC Fuller presentaron ideas centradas en las nuevas tecnologías de tanques, armas químicas y aeronaves como solución a estos problemas. Por ejemplo, el 'Plan 1919' de Fuller preveía un ataque masivo de tanques:

El objetivo del ataque era penetrar la zona de defensa enemiga y atacar directamente la infraestructura organizativa y de comunicaciones alemana. Con el colapso de la jerarquía de mando-control de la oposición, sus fuerzas de combate se volverían impotentes por el aislamiento, la falta de suministro y la severa pérdida de moral que afectaría a estas unidades aisladas. 12

Sin embargo, los escritores de doctrina estadounidenses en Fort Leavenworth y los británicos en Camberley se concentraron en producir doctrinas tácticas centradas en ataques frontales y destruir al enemigo en el lugar o atravesar su línea. 13 Lo que esto significó para Eisenhower y Montgomery fue que no tenían un marco conceptual de trabajo para pelear guerras con ejércitos masivos, y que el concepto de explotación después de un gran avance seguía sin estar claro. Falta de un nivel operativo comúnLa doctrina dificultaba la coordinación de los ejércitos aliados y la priorización de objetivos. Incluso los comandantes talentosos como Patton sufrieron esta falta de dirección, ya que fue muy criticado por pasar por alto demasiadas posiciones enemigas en la velocidad de su avance, sin poder destruir al enemigo al final de la operación, simplemente ocupando territorio. 14 Sin embargo, un sorprendente grupo de pensadores había logrado producir con éxito tal marco conceptual. 15

La escuela soviética de pensadores militares no puede considerarse como un cuerpo uniforme de oficiales, ya que algunos eran ex oficiales de estado mayor zaristas, "especialistas militares" en la jerga bolchevique, mientras que otros eran jóvenes oficiales bolcheviques completamente inmersos en el "materialismo dialéctico" del marxismo. Leninismo. No obstante, en 1936 habían producido tres conceptos clave que se expresaron en las Regulaciones de campo provisionales de 1936 ( Vremennyi Polevoy Ustav 1936 ). 16 El primero de ellos fue escrito por AA Svechin, en Strategy (1927), quien acuñó la frase "arte operativo" y concibió la idea de que las guerras se ganaban mediante un flujo continuo de operaciones vinculadas, aunque las veía más en términos de guerra de desgaste. 17El creador del concepto de 'batalla profunda' y uno de los principales contribuyentes al concepto de 'operaciones profundas' fue VK Triandafillov con su trabajo, The Character of Operations of the Contemporary Army (1929) y se le unió GS Isserson con su obra seminal, The Evolución del Arte Operacional (1932). 18Entonces, en un momento en que el país más pobre de Europa tenía solo 90 tanques en funcionamiento, sus pensadores militares habían concebido una serie de conceptos que podían ganar guerras a gran escala y aprovechar su poder militar mediante el uso del 'choque' de un enemigo. Las purgas y los recortes de personal de finales de la década de 1930 casi acabaron con esta ventaja, pero Isserson había entrenado a tantos oficiales superiores en tiempos de guerra como Malinovskii, Bagramian, Zakharov, Konev, Vatutin, Voronov, Vasilevskii y Antonov que comandaban a nivel del ejército, del frente y del STAVKA. que fueron capaces de modificar las teorías en la práctica operativa de la vida real. 19

La opinión de que este arte operacional confería una ventaja significativa a las fuerzas soviéticas y su ausencia, una desventaja para los aliados occidentales, está respaldada por una cantidad considerable de evidencia que comienza con el artículo seminal de Luttwak, quien afirmó: "Tampoco el carácter radicalmente diferente del Mundo War II es suficiente para establecer el nivel operativo en la conducción, planificación y análisis de la guerra anglosajona.' 20 No obstante, a nivel estratégico, los aliados tenían claros sus objetivos generales, la derrota de Alemania y Japón, aunque no estaban de acuerdo sobre la ruta para lograrlos.

Para junio de 1944, Estados Unidos tenía la voz dominante en la alianza, ya que proporcionaría dos de cada tres hombres y la mayor parte del material. Esto hizo que el presidente Roosevelt y su jefe de personal, el almirante Leahy, fueran los principales determinantes de la dirección estratégica general. 21 Bajo la presidencia, el Estado Mayor Conjunto (JCS) determinó la estrategia detallada y trabajó junto con otras agencias para determinar las prioridades económicas y las asignaciones. 22La figura dominante en este arreglo fue el Almirante Leahy en su papel de Jefe de Estado Mayor del Comandante en Jefe (es decir, Roosevelt) y Presidente del JCS. Phillips O'Brien ha argumentado que la posición de Leahy fue mucho más influyente incluso que la de Marshalls y el resto del Estado Mayor Conjunto y señala que Leahy se salió con la suya en todas las decisiones importantes sobre Marshall, incluido el tamaño del ejército, mientras Roosevelt estaba vivo. 23 Luego, el JCS emitió directivas amplias a los comandantes del teatro, como Eisenhower, quien determinó el método para cumplir con estos objetivos y tuvo una libertad de mando considerable. Sin embargo, el Teatro de Operaciones Europeo (ETO) fue tan clave que atrajo un nivel considerable de escrutinio e interferencia en las decisiones de nivel inferior. 24

Si bien en 1944 los estadounidenses eran la principal fuerza impulsora en la dirección estratégica, debían tener en cuenta la opinión y los deseos de su principal aliado, el Imperio Británico, así como de las demás Naciones Unidas. Más tarde, Churchill describiría la posición relativa de los EE. UU. como un "socio grande, fuerte y dominante". El sistema de dirección estratégica del Imperio Británico reflejaba el papel del Primer Ministro como responsable ante el Parlamento y jefe de los Dominios y colonias. Mientras Churchill era Primer Ministro, aumentó su nivel de participación en la toma de decisiones, al crear el puesto de Ministro de Defensa, y Churchill ocupó ambos cargos simultáneamente. 25Esto le permitió una voz mucho mayor en las operaciones diarias que bajo el modelo estadounidense y esto se adaptaba muy bien a Churchill, si no a la jerarquía militar. 26 La dirección estratégica estuvo a cargo del Comité de Jefes de Estado Mayor (COS), que comprendía el jefe de cada servicio, con el General de División Ismay como secretario y Jefe de Estado Mayor del Ministro de Defensa. Como jefes de su servicio, y en particular el Primer Lord del Mar que ocupaba un puesto tanto administrativo como operativo, el COS asumió un papel más directo controlando a los comandantes de nivel de teatro y emitiendo órdenes sobre circunstancias específicas.

Sin embargo, esto cambió en el transcurso de la guerra, ya que el Comité de Jefes de Estado Mayor Combinado (CCOS), compuesto por los Jefes de Estado Mayor británico y estadounidense, asumió este papel, representando las opiniones conjuntas de ambos aliados ante sus líderes políticos. Dado que el CCOS se reunió en el Edificio de Salud Pública en Washington DC, el COS británico estuvo representado por la Misión de Estado Mayor Conjunto bajo el Mariscal de Campo Sir John Dill, y se debió en gran parte a las habilidades diplomáticas de Dill que el sistema funcionó tan bien como lo hizo. 27 También fueron clave para el funcionamiento de este sistema las conferencias periódicas celebradas entre los aliados occidentales y más tarde la URSS, para discutir cuestiones de estrategia.

En la Conferencia de Casablanca en enero de 1943, Churchill insistió en su estrategia mediterránea, de un avance aliado desde la cabecera del mar Adriático hacia los Balcanes, cuyo objetivo era establecer una presencia aliada en la zona antes de que llegaran los soviéticos. 28 Este punto de vista está respaldado por la discusión de Churchill con Stalin en la cuarta Conferencia de Moscú, acordando "porcentajes" de influencia en Europa del Este. Tanto él como Sir Alan Brooke, el Jefe Británico del Estado Mayor Imperial (CIGS) continuaron presionando esta estrategia en la Conferencia de Teherán e incluso retrasaron el regreso de Roosevelt a los EE. UU. con la conferencia de El Cairo II para presionar aún más. 29Esta campaña continuó tanto antes como después del lanzamiento de Overlord, ya que Brooke intentó cancelar la invasión del sur de Francia, la Operación Anvil , para mantener los recursos para la Campaña italiana. 30 En el centro de este problema estaba la temprana decisión estadounidense de librar una "guerra rápida y decisiva" para reducir costos y mantener a bordo a la opinión pública estadounidense. Había poco gusto por un acuerdo europeo de posguerra en la línea del plan de 14 puntos del presidente Wilson de 1919.

En realidad, tanto el CCOS como el SHAEF eran los únicos niveles de mando que representaban las decisiones aliadas conjuntas, con estructuras nacionales por encima y ejércitos nacionales por debajo. Entonces, el CCOS no pudo superar estos desacuerdos estratégicos, ya que el JCS estadounidense descubrió que el COS británico continuaba con sus viejas costumbres y, aunque la conferencia de Teherán fijó la fecha de la Operación Overlord, los británicos pronto revirtieron su decisión y propusieron esperar y ver . política a la que se resistieron los estadounidenses. 31Esta visión divergente era conocida por todos los principales altos mandos aliados. Visto desde esta perspectiva, la defensa de Montgomery del concepto de "empuje único" encajaba con los objetivos estratégicos británicos de excluir a los soviéticos de la mayor parte de Europa posible, llegando primero a Berlín. En las comunicaciones diarias con Brooke, Montgomery podría promover su idea con el amplio apoyo de la COS.

En muchos sentidos, el Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada se encontraba fuera de las estructuras de mando nacionales de ambos Aliados, y sus oficiales reflejaban los propios puntos de vista estratégicos y de nivel de teatro del SHAEF, en lugar de los más estrechos de los comandantes nacionales. 32 En virtud de la composición de sus fuerzas, tenía más en común con la práctica estadounidense, ya que Eisenhower emitió directivas en lugar de órdenes y dejó que los comandantes de los grupos de ejércitos tomaran sus propias decisiones. Además, SHAEF abarcaba una amplia gama de responsabilidades, incluida la presentación de informes a las administraciones nacionales, la administración civil de los territorios liberados y la propaganda. Esto llevó a que SHAEF fuera bastante grande, con 4.914 efectivos en julio de 1944 (3.476 estadounidenses y 1.438 británicos), aumentando a 16.312 efectivos en febrero de 1945 con el aumento de los deberes de ocupación.33

Sin embargo, no controlaba todo, ya que los Grupos de Ejércitos 12 y 6 eran fuerzas estadounidenses que venían con su propio sistema de suministro proporcionado por COMZ bajo el mando del General Lee (cuyo cuartel general contenía la asombrosa cantidad de 29.000 efectivos) y el Grupo de Ejércitos 21 británico/canadiense cuyo sistema de suministro fue proporcionado por el Royal Army Service Corps. 34Inicialmente, esto no presentó un problema ya que ambas organizaciones operaban en las playas, sin embargo, una vez que se capturaron los puertos, esto significó que el Grupo de Ejércitos 21 era independiente ya que controlaba los puertos del Canal, las rutas de suministro y la distribución a las tropas británicas / canadienses. COMZ operaba desde Cherburgo y más tarde desde los puertos de Bretaña más al oeste. Una de las razones por las que el puerto de Amberes más tarde se convirtió en un problema de este tipo fue simplemente porque el Grupo de Ejércitos 21 podía abastecerse con relativa facilidad desde los puertos del Canal, mientras que los Grupos de Ejércitos 12 y 6 estaban ubicados en una posición menos favorable. SHAEF tenía un Jefe de Estado Mayor Adjunto (Administración) en el Teniente General Sir Humfrey Gale, sin embargo, no comandaba ninguno de los servicios de suministro, actuando simplemente como coordinador y presidente de comités de suministro de alto nivel. Lo único que podía dirigir era el flujo de material hacia los puertos y podía obtener algo de influencia de esta manera. Esto contrastaba directamente con su tiempo en el Mediterráneo en el Cuartel General de las Fuerzas Aliadas (AFHQ) bajo Eisenhower, donde era directamente responsable del suministro y la administración.35

Otro ejemplo de cómo SHAEF se vio debilitado por las disputas entre aliados y entre servicios, es el caso del mariscal jefe del aire Sir Trafford Leigh-Mallory, quien fue designado para comandar todas las fuerzas aéreas aliadas, tanto los comandos de bombarderos estratégicos como las fuerzas aéreas tácticas. y la Defensa Aérea de Gran Bretaña (ADGB). Sin embargo, ninguno de los comandantes de bombarderos estratégicos serviría bajo un comandante táctico y Tedder no apoyó a Leigh-Mallory en su mando de las fuerzas aéreas tácticas, prefiriendo comandarlas directamente él mismo. 36 En realidad una vez Operación Overlordse completó hubo menos necesidad de coordinación entre las fuerzas aéreas estratégicas y tácticas y ADGB, por lo que Leigh-Mallory fue marginado y luego enviado a Birmania. No obstante, Tedder tenía deberes importantes como Comandante Supremo Adjunto, siendo enviado en una misión a Moscú y el comando podría haber trabajado con el oficial adecuado en el puesto como lo había hecho en el Mediterráneo. Un problema similar acosaba la operación de un 'comandante de fuerzas terrestres' general.

Para la Operación Overlord, Montgomery se desempeñó como 'comandante de las fuerzas terrestres' y comandante del 21 Grupo de Ejércitos para los desembarcos y la batalla de fuga. Sin embargo, no logró coordinar los Grupos de Ejércitos 21 y 12 en su intento de rodear a las fuerzas alemanas en agosto. Eisenhower asumió el cargo en septiembre, para establecer objetivos de nivel operativo y coordinar tres comandantes de grupos de ejércitos para cumplir con éxito esos objetivos, como la captura de Amberes. Sin embargo, ni el tamaño ni el alcance de las responsabilidades de SHAEF ayudarían a Eisenhower en el cumplimiento de estas tareas que se encontraron con la resistencia de los comandantes de los Grupos de Ejércitos 21 y 12. Uno puede especular cómo le habría ido a un Subcomandante Supremo SHAEF designado como 'comandante de las fuerzas terrestres' al proporcionar continuidad de mando y seguir el plan de nivel del teatro,

Cuando los Aliados desembarcaron en Normandía, su plan básico, elaborado por COSSAC y más tarde por SHAEF, era enfrentarse al OB Oeste de Alemania entre las playas y el río Sena y destruirlo en esta área geográfica. Este plan estaba condicionado por dos factores fijos, en primer lugar, la velocidad a la que los Aliados podían acumular sus fuerzas y, en segundo lugar, la capacidad de los Aliados para abastecerse en las playas abiertas. Los aliados tenían 37 divisiones en el Reino Unido y otras 40 divisiones en los EE. UU., alrededor de dos millones de hombres y una gran cantidad de equipos y suministros para llevar a Europa. Su capacidad para hacer esto estaría seriamente limitada hasta el D+23 del plan, cuando Cherburgo estaba operativo y el D+53 del plan cuando Brest entró en funcionamiento. Estaba previsto que estuviera en el río Sena para D+90 (5 de septiembre de

Sin embargo, no todo salió según lo planeado con un avance por etapas. En cambio, los alemanes se quedaron cerca de las playas hasta julio, cuando estalló la Operación Cobra de la cabeza de puente. Este repentino colapso alemán le presentó a Eisenhower tanto una oportunidad como un dilema, ya que, según el plan, el Tercer Ejército de los EE. UU. debería entrar en Bretaña para capturar Brest y los puertos de Bretaña. Sin embargo, ahora existía la oportunidad de que un rápido avance aliado permitiera rodear al 7. Armee defensor.frente al río Sena, pero si esto no tenía éxito, los aliados se quedarían sin los medios logísticos para continuar la campaña y tendrían que detenerse en el Sena. Eisenhower tomó la decisión el 7 de agosto (D + 61) de enviar solo el VIII Cuerpo de EE. UU. Fue enviado hacia el oeste 300 km para capturar Brest en lugar del Tercer Ejército. 37 El resultado fue que Brest no cayó hasta D+110 (25 de septiembre o 53 días de retraso), y esto condujo a una mala situación logística de los Aliados más adelante en la campaña.

Mirando esta decisión desde el punto de vista del 'arte operativo', esta fue sin duda la correcta y también cumplió con los criterios estratégicos aliados de derrotar al ejército alemán cerca de las playas. Sin embargo, lo que falló en este punto fue la estructura de mando. Montgomery era tanto Comandante de Tierra como Comandante del Grupo de Ejércitos 21, con Bradley como Comandante del Grupo de Ejércitos 12, y Eisenhower aún no había asumido su mando operativo. En un acuerdo entre ellos, tramaron este importante cambio de plan, pero la supervisión del mayor general Middleton fue laxa hasta el 5 de septiembre, cuando pasó a estar bajo el mando del 9º Ejército de EE. UU. 38 Ningún comandante superior supervisaba este plan, Montgomery estaba completamente ocupado con la Operación Totalizar y Bradley mantenía una comunicación mínima con él como su oficial superior.39

El hecho de no capturar Brest a tiempo no habría importado si los otros dos aspectos del plan se hubieran materializado. Sin embargo, el plan para rodear y destruir una gran parte del OB West alemán en Falaise Pocket en agosto también fracasó. Bradley envió solo a su XV Cuerpo más débil a Argentan para cerrar la brecha, envió a los otros dos al Sena y luego impidió que el comandante del cuerpo, el general de división Haslip y su superior en el Tercer Ejército, el general Patton, avanzaran más allá de la ciudad. El II Cuerpo Canadiense del teniente general Simmond se había visto empantanado en intensos combates durante tres días y, por lo tanto, no pudo cerrar la brecha desde el norte. 40Este fue un fracaso colosal del arte operativo, dos cuerpos que intentaban rodear a un ejército alemán de más de 100.000 hombres estaban condenados al fracaso. Sin embargo, Leavenworth no proporcionó una guía doctrinal sobre los cercos, sin comprender el nivel operativo 41 y las directivas de Eisenhower y Montgomery, junto con los problemas de los límites de los grupos de ejércitos, lo que oscureció aún más la situación. Esto también fue un fracaso de la estrategia aliada, ya que el ejército alemán escapó de la destrucción. La estructura de mando tampoco funcionaba según lo previsto, ya que Bradley no mantuvo informado a Montgomery, Montgomery se centró en las operaciones Totalize y Bluecoat, no en el nivel operativo y Eisenhower aún no estaba al mando. ¡Sin embargo, esta operación fue propuesta de Bradley! 42

La tragedia fue que los mismos errores se repitieron con menos excusa aún, en un segundo intento de destruir OB West el 26 de agosto a lo largo del río Sena. Las causas eran las mismas; falta de comprensión operativa, falta de integración de la estrategia aliada en el plan y una estructura de mando incapaz de entregar un plan concreto por encima del nivel de un grupo de ejércitos. Además, la situación empeoró con la decisión de Eisenhower del 19 de agosto de abandonar la pausa logística en el río Sena y continuar la persecución hacia el Rin, sabiendo que carecía de los recursos para alcanzarlo. 43

Conclusión

La guerra de coalición siempre ha presentado un conjunto único de desafíos, y ninguno más que durante la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, los aliados occidentales crearon una de las alianzas más integradas de la historia, especialmente cuando se compara con la posición de Foch como Comandante Supremo en la Primera Guerra Mundial. 44

A pesar de esto, los altos mandos de las fuerzas aliadas en Normandía tuvieron un serio desacuerdo sobre la estrategia (concepto de Frente Amplio de Eisenhower versus el Empuje Único de Montgomery, 45 ) y sobre la estructura de mando (la propuesta de Montgomery para un comandante de fuerzas terrestres 46 ) en septiembre de 1944. La génesis de este argumento radicaba en los fracasos de agosto para destruir al ejército alemán en Falaise, o en el Sena, o en prepararse para una larga persecución hasta el río Rin capturando un número suficiente de puertos en Bretaña y Normandía.

Los historiadores se han centrado en las coloridas personalidades involucradas como la razón principal detrás de estos importantes desacuerdos, sin embargo, investigaciones más modernas han demostrado que los factores estructurales de la falta de arte operativo, las estrategias aliadas divergentes y los problemas en la estructura del Comité de Jefes de Estado Mayor Combinado , SHAEF ya nivel de Grupo de Ejércitos fueron tan importantes, si no más. Si bien equilibrar la importancia de un factor frente a otro es problemático, no obstante, está claro que la falta de un concepto de nivel operativo y los problemas asociados de la estructura de mando jugaron al menos, si no más, un papel importante en el deterioro de las relaciones de alto mando aliado.

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1 John Buckley, Montys Men - the British Army and the Liberation of Europe. (London: Yale University Press, 2014), p.203.

2 Joachim Ludewig and David T Zabecki, Ruckzüg: The German Retreat from France, 1944 (Lexington, KY: University Press of Kentucky, 2012), p.98.

3 John A Adams, The Battle for Western Europe, 1944: An Operational Assessment (Bloomington, IN: Indiana University Press, 2010), pp.6.

4 Russell F. Weigley, Eisenhower’s Lieutenants: The Campaigns of France and Germany, 1944-45 (Bloomington, IN.: Indiana University Press, 1990), p.246.

5Buckley, Montys Men - the British Army and the Liberation of Europe., pp.7; David French, Raising Churchill’s Army: The British Army and the War against Germany 1919-1945. (Oxford: Oxford University, 2001), pp.2.

6 Bernard Law Montgomery Montgomery of Alamein, The Memoirs of Field-Marshal the Viscount Montgomery of Alamein. (London: Collins, 1958); Dwight D Eisenhower, Crusade in Europe. (New York, N.Y.: Doubleday, 1948).

7 ‘U.S. Army in World War II Series - U.S. Army Center of Military History’, accessed 8 December 2020, https://history.army.mil/html/bookshelves/collect/usaww2.html; ‘United Kingdom Official Histories’, HyperWar: a hypertext history of the Second World War, accessed 2 March 2021, https://ibiblio.org/hyperwar/UN/UK/.

8 Carlo D’Este, Decision in Normandy (New York, N.Y.: Dutton, 1983); Max Hastings, Overlord: D-Day and the Battle for Normandy (London: Michael Joseph, 1984); Martin Van Creveld, Fighting Power: German and US Army Performance, 1939-1945 (Westport, CT: Greenwood Press, 1982); Richard Lamb, Montgomery in Europe 1943-1945: Success or Failure? (London: Buchan & Enright, 1983).

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10 Ivan Stanislavovich Bloch, Is War Now Impossible? Being an Abridgment of ‘The War of the Future ...’, trans. W. T. Stead (London: Richards, 1899), https://archive.org/stream/iswarnowimpossib00bloc#page/n3/mode/2up.

11 Richard W. Harrison, Architect of Soviet Victory in World War II: The Life and Theories of G.S. Isserson (Jefferson, N.C: McFarland & Co, 2010), p.107.

12 Albert Palazzo, ‘Plan1919—The Other One’, Journal of the Society for Army Historical Research 77, no. 309 (1999): p.41.

13 Charles J. Dick, From Victory to Stalemate: The Western Front, Summer 1944 Decisive and Indecisive Military Operations, Volume 1 (Lawrence, KS: University Press of Kansas, 2016), p.306; Adams, The Battle for Western Europe, Fall 1944, p.287 for General Denvers role.

14 Weigley, Eisenhower’s Lieutenants, p.244-5.

15 James J Schneider, The Structure of Strategic Revolution.: Total War and the Roots of the Soviet Warfare State. (Novato, CA: Presidio Press, 1994), pp.163.

16 ‘Provisional Field Regulations for the Red Army - VPU 1936’ (Defense Technical Information Center, 12 June 1986), JPRS, https://apps.dtic.mil/dtic/tr/fulltext/u2/a361873.pdf.

17 David R Stone, ‘Misreading Svechin: Attrition, Annihilation, and Historicism’, The Journal of Military History 76 (July 2012): p.676.

18 Harrison, Architect of Soviet Victory in World War II, p.91 & 96.

19 Harrison, pp.300.

20 Edward N. Luttwak, ‘The Operational Level of War’, International Security 5, no. 3 (1980): p.62, https://doi.org/10.2307/2538420; Shimon Naveh, In Pursuit of Military Excellence: The Evolution of Operational Theory (London,: Frank Cass Publishers, 1997), p.179.

21 David Rigby, Allied Master Strategists: The Combined Chiefs of Staff in World War II (Annapolis, MD: Naval Institute Press, 2012), p.159.

22 Rigby, p.47.

23 Phillips Payson O’Brien, The Second Most Powerful Man in the World: The Life of Admiral William D. Leahy, Roosevelt’s Chief of Staff. (New York, N.Y.: Dutton, 2020), p.203.

24 Rigby, Allied Master Strategists, p.122.

25 Forrest C. Pogue, The Supreme Command, United States Army in World War II European Theater of Operations, CMH Publication 7-1 (Washington DC: Office of the Chief of Military History Department of the Army, 1957), p.36, http://www.ibiblio.org/hyperwar/USA/USA-E-Supreme/.

26 Rigby, Allied Master Strategists, p.145.

27 Rigby, p.64.

28 O’Brien, Second Most Powerful Man, p.217; Rigby, Allied Master Strategists, p.123.

29 O’Brien, Second Most Powerful Man, p.263.

30 D. K. R. Crosswell, Beetle: The Life of General Walter Bedell Smith, Illustrated edition (Lexington, KY: University Press of Kentucky, 2010), pp.583.

31 Rigby, Allied Master Strategists, p.139.

32 Crosswell, Beetle, p.553 for the example of the British General Morgan ‘(Morgan)has hurt himself with Brooke by his square dealing with our people’.

33 Pogue, The Supreme Command, pp.533 Table 4 & 5; Crosswell, Beetle, p.568 For differences between Morgan’s and Bedell-Smith’s concepts.

34 Great Britain, War Office, and D. W Boileau, Supplies and Transport, vol. II, Red Books Official Histories (Great Britain: War Office, 1954), p.420; Roland G Ruppenthal, Logistical Support of the Armies Volume I: May 1941--September 1944, United States Army in World War II (Washington DC: Office of the Chief of Military History Department of the Army, 1953), p.201.

35 Crosswell, Beetle, pp.429.

36 Vincent Orange, Tedder: Quietly in Command (London: Routledge, 2004), p.271, Google-Books-ID: gWXPH8oy050C.

37 Ludewig and Zabecki, Ruckzüg, p.98.

38 Ludewig and Zabecki, p.352 n.30.

39 Weigley, Eisenhower’s Lieutenants, p.216.

40 Adams, The Battle for Western Europe, Fall 1944, p.7; John Buckley, The Normandy Campaign 1944 Sixty Years On, Military History and Policy Series 24 (London: Routledge, 2006), p.110.

41 Buckley, The Normandy Campaign 1944 Sixty Years On, p.30.

42 Dick, From Victory to Stalemate, p.165.

43 Adams, The Battle for Western Europe, Fall 1944, p.87.

44 Rigby, Allied Master Strategists, p.50; Crosswell, Beetle, p.568.

45 Dick, From Victory to Stalemate, p.223.

46 Dick, pp.201.