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sábado, 5 de abril de 2014

Un valiente tanquista español rechaza un ataque estando ciego

García Esteban, el tanquista español que siguió luchando pese a quedar ciego
Manuel P. Villatoro - ABC

En 1923, este heroico sargento detuvo, con su carro de combate, un ataque enemigo en Marruecos a pesar de haber perdido la vista



En el comienzo del SXX, hablar sobre la contienda que España mantenía en el Norte de África contra los cabileños era como hacer referencia a una mala pesadilla. Y es que, decenas de soldados de nuestro país fallecían casi a diario en aquel paraje al verse superados por las tropas rifeñas. Sin embargo, esta guerra pronto se convirtió también en sinónimo de heroicidad y valentía, dos características que, precisamente, pueden atribuirse al sargento de infantería Mariano García Esteban, un valeroso carrista de nuestro país que, embutido en su blindado «Renault», siguió combatiendo contra los marroquíes el 5 de junio de 1923 tras quedarse ciego debido a un disparo enemigo. A la postre, este acto le valió ser galardonado con la Cruz Laureada de San Fernando, lo que le convirtió en el primer tripulante de un carro de combate español en recibir tan alto honor.
Corría por entonces 1921, una época en la que España se encontraba combatiendo, fusilazo para arriba y sablazo para abajo, contra varias tribus del Norte de África. Y es que, en aquellos años nuestro país buscaba afianzar el Protectorado que, décadas atrás, le había sido concedido por decreto internacional en Marruecos. De esta forma, miles de soldados partían continuamente desde la Península hasta las calurosas tierras del Rif con el único objetivo de lograr poner paz en un territorio que, levantado en armas contra la ocupación, dio más quebraderos de cabeza que alegrías a los hispanos.
Sin embargo, y a pesar de lo fácil que parecía en principio acabar con unas fuerzas que carecían de carros de combate y aviación, los rifeños se convirtieron en una constante molestia para las tropas de nuestro país. A su vez, tampoco benefició a los españoles la aparición de líderes como Abd el-Krim, un cabileño que se rebeló contra las autoridades peninsulares y logró poner en jaque a los oficiales hispanos gracias a su extenso conocimiento del terreno.
Finalmente, la situación terminó de recrudecerse cuando, a finales de julio de 1921, los rifeños cercaron el campamento español de Annual (a 60 Km. de Melilla) y, tras varios días, acabaron con la vida de entre 8.000 y 10.000 soldados españoles cuando éstos se retiraban. Tal fue la masacre, que aquel suceso quedó grabado con letras de sangre en los libros de historia peninsulares como el «Desastre de Annual».

El convoy a Tizzi Azza

En los meses siguientes a esta matanza, las tropas de Abd el-Krim continuaron tomando, a base de espada y lanza, los diferentes pueblos y fuertes en los que ondeaba la rojigualda. Al parecer, esto fue demasiado para los oficiales hispanos quienes -hasta el chambergo de cosechar derrotas en sus historiales- decidieron calzarse las botas e iniciar, en 1923, una operación militar para detener el avance enemigo. Ansiosos de cobrarse venganza, los españoles pusieron los ojos sobre el que sería uno de sus primeros objetivos: Tizzi Azza, una posición ubicada a menos de 100 km de Melilla y que necesitaba ayuda por encontrarse asediada por los cabileños.
Así pues, el calendario marcaba el mes de junio cuando los españoles iniciaron los preparativos para socorrer a sus compatriotas cercados. Concretamente, se estableció que un convoy escoltado por varias columnas de infantería atravesaría el Norte de África e introduciría suministros en la desesperada posición de Tizzi Azza. Esta era, por descontado, una tarea difícil, pues los rifeños sabían que la única forma de desalojar a los hispanos de aquel lugar sin perder una gran cantidad de hombres era esperar a que los defensores murieran de hambre y sed o se quedaran sin munición.
«En tan molesta situación (…) se hacía indispensable batir al osado provocador y darle la verdadera sensación de nuestra fuerza y poder. El día 1 (…) se trazó un plan para aprovisionar las posiciones del sector de Tizzi Azza y ocupar y fortificar algunos puntos que asegurasen con toda garantía el camino que, en lo sucesivo, habría de seguir el convoy, batir la harca echándola de los alrededores y evacuar los heridos y enfermos de aquellas posiciones», destaca el Servicio Histórico Militar como autor conjunto de la obra «Historias de las campañas de Marruecos» (ubicada en el Instituto de Historia y Cultura Militar).
Con todo, fue necesario aguardar unas jornadas más de lo esperado para realizar la misión. «Hasta el 5 no fue posible llevar a cabo el referido plan, ya que con el desgaste sufrido en los anteriores combates se habían disminuido los efectivos de las fuerzas de choque, además de que era preciso concentrar un gran número de ellos que nos diera superioridad sobre el enemigo y reunir los elementos de municionamiento, enlaces y ganado para el convoy que había de llevarse tanto a las posiciones ocupadas como a aquellas que se pretendían establecer», se añade en el texto.

Un plan minucioso

Una vez dispuesto el convoy, se estableció que siete columnas abrirían paso y asegurarían el avance a través de las múltiples colinas que rodeaban la posición de Tizzi Azza. Para ello, las fuerzas se dividieron en tres grupos. El primero, al mando del coronel Fernández Pérez, estaría formado por cuatro unidades y se encargaría de proteger el flanco izquierdo. El segundo, a las órdenes del coronel Salcedo, lo compondrían dos subgrupos con la tarea de asegurar las posiciones del ala derecha. Finalmente, un último grupo, dirigido por el general Echagüe, se situaría en reserva.
A pesar de la aparente simplicidad del objetivo, la misión era sumamente peligrosa, pues, cuando los rifeños descubrieran las intenciones de los españoles, podrían usar su mayor conocimiento del terreno para atrincherarse encima de los montículos y, desde una ventajosa posición elevada, soltar una mortal lluvia de fuego sobre los soldados hispanos.
No obstante, los tropas de nuestro país contaban con una novedosa arma que, hacía pocos meses, había llegado de la Península para batir a los rifeños: una compañía de carros de combate «Renault FT-17» -armados principalmente con ametralladoras- y contra los que los moros poco podían hacer. Concretamente, la unidad formaba parte de una de las cuatro columnas del flanco izquierdo y se dividía, a su vez, en dos compañías (cada una de cuatro blindados) dispuestas a dar más de un dolor de cabeza a los rifeños. Su objetivo estaba claro: cubrir el avance de sus compañeros a pie.

Comienza la batalla

La operación comenzó con los primeros despuntes del alba del 5 de junio. Sin embargo, y para sorpresa de los oficiales peninsulares, los rifeños se adelantaron a los movimientos de las tropas españolas y, tras un breve avance hispano, abrieron fuego sobre ellas desde varios barrancos cercanos. Esta acometida fue especialmente violenta en el flanco izquierdo, donde se hallaban las dos compañías de carros «Renault». Bajo un fuego constante, el capitán de los blindados no dudó y ordenó a sus ocho carros dirigirse a toda cadena hacia los hombres de Abd el-Krim para contener el ataque. Inmediatamente, los ingenios acorazados españoles (aunque de fabricación francesa) giraron sus torretas y, ruedas en movimiento, iniciaron el camino atravesando una intensa lluvia de balas.
Fue aproximadamente a las siete y media de la mañana cuando los «Renault» abrieron un fuego ametrallador intenso sobre los rifeños, quienes, lejos de retirarse, se parapetaron tras todo tipo de trincheras y pedruscos y continuaron lanzando balas contra aquellos extraños artilugios. La situación era, cuanto menos, tensa, pues los carristas sabían que debían resistir en aquella posición para evitar que la infantería española fuera hostigada y flanqueada. Una buena parte del peso de la batalla se encontraba, en definitiva, sobre las anchas espaldas metálicas de estos blindados y sobre los hombros de los militares que, desde su interior, disparaban contra los cabileños.

García Esteban, al asalto

Durante los siguientes minutos, el fuego se recrudeció sobre los blindados, los cuales, aunque podían resistir los disparos enemigos, tenían también aberturas y mirillas a través de las que podían entrar las balas enemigas. Para su desgracia, la sección que más balas tuvo que resistir fue la segunda. De hecho, la violencia del ataque cabileño fue tal que el alférez que se encontraba al mando de este grupo fue herido de gravedad y tuvo que retirarse hasta las líneas hispanas para ser atendido.
García Esteban, el carrista español que siguió luchando contra los rifeños tras quedarse ciego
INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR
Mariano García Esteban a los 29 años
Con su superior herido, el mando de la sección de blindados quedó a cargo del sargento de infantería Mariano García Esteban, el encargado del carro de combate número 9. Este militar, lejos de verse superado por el miedo, preparó su arma desde las tripas del «Renault» y, ametralladora en mano, ordenó a su conductor avanzar sobre las posiciones enemigas a toda velocidad. «Esteban avanzó en virtud de órdenes recibidas sobre las trincheras enemigas, siendo recibido con nutridísimo fuego, consiguiendo no obstante desalojarlas y causar numerosas bajas», determina un informe realizado años después en la Península sobre los sucesos y que ha sido cedido a ABC por elInstituto de Historia y Cultura Militar.

El héroe ciego

«Una vez alcanzado el objetivo propuesto, y ya rebasada la línea de trincheras, (Esteban) ordenó al conductor que hiciese un alto con el doble objetivo de evitar el consumo y hacer fuego con mayor precisión sobre un grupo de moros que descubrió parapetados en un morabito a su izquierda, pero apenas iniciado el fuego, un proyectil disparado a muy corta distancia penetró por la mirilla de la torre desde la que observaba al enemigo, produciéndole heridas que le causaron instantáneamente la pérdida del ojo derecho y grave lesión en el izquierdo con pérdida (severa) de la vista», destaca el documento.
Herido de gravedad y sin apenas visión, lo lógico hubiera sido que García Esteban se retirara hacia la retaguardia española para ser atendido con urgencia. En cambio, el sargento sabía que, si abandonaba su puesto, los cabileños penetrarían por el hueco dejado por su «Renault». Por ello, desoyendo los consejos de su conductor, decidió mantener la posición y seguir disparando sobre los enemigos. «Sobreponiéndose al intenso dolor producido por las heridas, conservando la imagen y situación del enemigo y demostrando una fortaleza de espíritu y una abnegación difícilmente igualada continuó haciendo fuego por ráfagas, (…) con objeto de evitar el efecto moral que hubiera producido en el enemigo si no se continuaba disparando desde el carro», completa el texto cedido pro Instituto de Historia y Cultura Militar.
El sargento continuó disparando durante varios minutos y únicamente consintió ser evacuado cuando hubo disparado cada uno de los proyectiles que quedaban en la ametralladora de su «Renault». Una vez en el campamento hispano, y según varios testigos, García Esteban dirigió la siguiente frase al oficial de la compañía de carros: «¡Todo por la Patria, mi capitán. Qué le vamos a hacer!». Mientras, en el resto del campo de batalla, la contienda se detenía debido al ingente número de enemigos.
Un año después García Esteban se quedó totalmente ciego tras una larga y dolorosa convalecencia. Esta desgracia hizo que fuera derivado al Cuerpo de Inválidos, donde, con el paso del tiempo, llegó a ascender a general de brigada. Por su parte, España reconoció sus méritos y su valentía otorgándole la Medalla Militar Individual en 1923 y, cinco años después, la Cruz Laureada de San Fernando –lo que le convirtió en el primer carrista español en lograr tal distinción-.

domingo, 21 de julio de 2013

PGM: Tanque Renault FT-17 francés

El mejor carro de combate de la Primera Guerra Mundial: el tanque francés Renault FT-17

Por Rafael Mariotti


Si fueron los franceses quienes fabricaron los peores tanques de la guerra (el Saint Chamond y el Schneider), debe notarse también que fabricaron, de lejos, el mejor de todos, el Renault FT-17, un vehículo verdaderamente revolucionario que profetizó la forma y las características de los tanques para el futuro, aún para nuestros días. Surgió del deseo de proporcionar a los tanques Standard como el CA 1 un compañero más liviano, diseñado para estar en mejor condiciones que los tanques pesados de explotar las rupturas. Fue un proyecto semi-privado entre el pionero del arma blindada francesa, Estienne, y la empresa francesa Renault.

Este tanque se encuentra entre los más revolucionarios e influyentes diseños de la historia. Fue el primero con armamento en una torreta completamente rotatoria, y su configuración con la torreta arriba, el motor atrás y el conductor al frente se convirtió en un clásico, repetido en la mayoría de los tanques hasta hoy día, tan familiar a nuestros ojos contemporáneos que hoy día solo con dificultad podemos comprender su naturaleza única y revolucionaria.


Los estudios para producir un nuevo tanque liviano empezaron en mayo de 1916 por el famoso fabricante de autos Louis Renault, sin otra razón aparente que la de involucrar al magnate del acero Paul Thomé en sus planes de negocios. Uno de sus más talentosos ingenieros diseñadores, Rodolphe Ernst-Metzmaier fue el real creador del moderno concepto.



Aunque el proyecto era mucho más avanzado que los dos primeros tanques franceses a punto de entrar en producción: el Schneider CA1 y el pesado St. Chamond, Renault tuvo al principio grandes problemas para conseguir su aceptación. Aún después del primer empleo del tanque por los ingleses el 15 de Septiembre de 1916, cuando el pueblo francés reclamó el desarrollo de sus propios modelos, la producción del tanque liviano fue casi cancelada a favor de la del tanque superpesado (llamado luego Char 2C). Irónicamente, era de nuevo su mismo técnico, Ernst-Metzmaier, quien había diseñado este monstruo cuando Renault estaba colaborando con otra empresa, FCM.

Sin embargo, con el incansable aliento del Brigadier General Jean Baptiste Eugéne Estienne (1860-1936), el “Padre de los Tanques”, y los sucesivos dirigentes político-militares franceses que vieron a los tanques livianos como una opción más práctica y realista, Renault pudo al fin continuar con su diseño. Sin embargo, la competencia con el Char 2C habría de durar hasta el mismo final de la guerra, el 11 de Noviembre de 1918.


Luego de muchas demoras burocráticas, los primeros prototipos fueron probados a comienzos de 1917 y fueron un éxito inmediato. Poseían un cierto número de características muy novedosas, como una torreta giratoria de fácil giro – movida manualmente.
El prototipo fue lentamente perfeccionado durante la primera mitad de 1917 pero 2.697 fueron entregados antes del final de la guerra. Al menos 3.177 fueron fabricados en total –y quizá más: algunos estiman tantos como 4.000 para todas las versiones combinadas. Sin embargo, los 3.177 son la entrega total al ejército francés, 514 fueron quizás directamente entregados al ejército norteamericano y 3 al italiano, dando una producción total de 3.694.

Esta torreta hacía que emplear el armamento fuese mucho más flexible y efectivo, y todo el vehículo era considerablemente más ágil y fácil de manejar que sus parientes más pesados, aunque mejor protegidos. Aunque la escasa longitud del vehículo –resuelta en parte con la adición de una cola especial- a menudo hacía difícil el cruce de trincheras, el sistema de orugas con su gran rueda frontal proporcionaba al tanque una buena capacidad para trepar por obstáculos elevados. También probó ser fácilmente adaptable para numerosas versiones (al lado de los modelos básicos ya sea con una ametralladora o con un cañón de 37 mm).



Tanto los franceses como los norteamericanos emplearon el FT 17 durante la Primera Guerra Mundial, y también los ingleses y los canadienses utilizaron algunos, pero como vehículo de transporte y reconocimientos: con el armamento retirado y el orificio delantero abierto, permitía al pasajero una buena visual frontal.

El tanque fue ampliamente empleado por los franceses y americanos en las últimas fases de la guerra. El tanque era barato y bien adaptado para la producción en masa. De hecho, la sola producción fue empleada como un arma en si debido a que se había fijado una meta de fabricar 12.260 (4.400 en EE.UU.) para antes del final de 1919. Esta preocupante perspectiva fue uno de los muchos factores que decidió al Alto Mando Alemán a lanzar las gigantescas ofensivas al todo-o-nada de la primavera de 1918, que a su vez debilitaron su ejército de tal manera que colapsó en el verano de ese año.

El FT-17 en acción 

El Renault FT-17 –el término FT siendo un número de producto interno de la Renault, y el 17 el año de su construcción- fue empleado por vez primera en combate el 31 de mayo de 1918, apoyando el ataque de la infantería marroquí en el bosque de Retz, como parte de los esfuerzos por detener la Ofensiva Alemana de Primavera. El siguiente es un extracto de un parte escrito por uno de los protagonistas, capitaine Aubert de la Compañía 304va:


La señal fue dada, “Avancen”. Luego de unos cientos de metros, de repente ya no había el campo de maíz. Estábamos en campo abierto, no cultivado. Tan pronto como salimos estuvimos sujetos a un nutrido fuego de ametralladoras pesadas dirigido principalmente contra las mirillas y las escotillas. El golpe de las balas contra el blindaje, seguido del chispazo, nos indicó la dirección general del fuego. En nuestro caso provenía de la izquierda. Muchas balas pegaban la camisa blindada del cañón lo que hacía el giro de la torreta difícil. Pero giramos la torreta y allí estaba la ametralladora, a no más de 45 metros de distancia. Nos tomó 5 disparos ponerla fuera de combate, y las orugas completaron el trabajo. Todos los tanques estaban alineados. Todos estaban en acción disparando y maniobrando, lo que significaba que estábamos en la línea enemiga de resistencia”. 

El FT-17 era un tanque sencillo, demandando un quinto del costo de producir un tanque mayor, como el Schneider o el Saint Chamond. Esta fue otra de sus grandes ventajas, haciendo posible producirlo en grandes cantidades, lo que posibilitó emplearlos con el método francés de “enjambre de abejas”, que significaba simplemente abrumar las defensas alemanas, específicamente los cañones empleados para defensa anti-tanque.

Se puede notar también su simplicidad en su diseño interno. El interior contenía apenas lo esencial –nótese por ejemplo que el comandante no tiene asiento, sino que emplea una especie de cinta para sentarse.

inserto alqunas imágenes: esquema de interior del tanque, su diseño de colores de camouflage, y 2 fotografías