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lunes, 22 de abril de 2024

España Imperial: El capitán Menéndez

Capitán Menendez


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Os voy a explicar la historia del capitán Menéndez, una de las más fascinantes de la América española. Su nombre original era Mandinga y era un criollo natural de la Angola portuguesa. Siendo un adolescente, fue secuestrado por tratantes de esclavos y llevado a la provincia de la Carolina británica.



Mandinga logró huir, viviendo un tiempo entre los indios yamasee, en el nordeste de Florida, uniéndose a su lucha contra los ingleses. En 1724 llegó a San Agustín, en Florida, donde se le concedió asilo. En aquella época, la Florida española era un santuario para los esclavos que huían de las colonias británicas y fue, de hecho, el primer territorio del actual EEUU donde los negros fueron libres.
Se lo explicáis a todos los negrolegendarios que acusan al imperio español de racista.




Tras llegar a Florida y bautizarse en la fe católica, Mandinga tomó el nombre español de Francisco Menéndez y ayudó en la defensa de San Agustín frente a los ingleses en 1727, forjándose una reputación de líder.



Se le otorgó el rango de capitán de las milicias negras del Ejército Español en Florida.
Con 24 años, se convirtió en el comandante del Fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mosé (un día haré un hilo sobre el Fuerte Mosé) tras su construcción en 1738.



Ese asentamiento ya daba cobijo por entonces a 100 esclavos huidos de las colonias británicas entre hombres, mujeres y niños.



Los milicianos negros de Menéndez deseaban vengarse de los ingleses por los sufrimientos que les habían provocado durante la esclavitud. Además, estaban movidos por un fuerte amor y gratitud hacia España, hasta tal punto que juraron ser "los enemigos más crueles de los ingleses




y derramar hasta su última gota de sangre en defensa de la Gran Corona de España y la Santa Fe". Junto a ellos también combatieron indios semínolas.



En junio de 1740 los ingleses lograron tomar el Fuerte Mosé, en su camino hacia la ciudad de San Agustín.



Pero sólo un mes después las tropas regulares comandas por el capitán Antonio Salgado y las milicias negras y seminolas de Francisco Menéndez contraatacaron, en una operación de madrugada que cogió a los ingleses por sorpresa . Fueron masacrados. Se frenó la ofensiva británica sobre San Agustín, dando tiempo a la llegada de refuerzos españoles desde La Habana. Durante la batalla, Fuerte Mosé quedó tan dañado que Menéndez y sus hombres tuvieron que asentarse en San Agustín. Poco después, Menéndez y algunos de sus hombres se unieron a un barco corsario, el cual fue capturado por un buque británico llamado "Revenge". Cuando los ingleses descubrieron la identidad de Menéndez, amenazaron con castrarle como venganza por la victoria de Fuerte Mosé. Al final escogieron otro castigo brutal: 200 latigazos echándole sal en las heridas para que no curasen.



Tras ello, fue enviado como esclavo a las islas Bahamas, de donde consiguió huir de nuevo y volver a San Agustín. Allí ayudó a reconstruir el mítico Fuerte Mosé en 1752, convirtiéndose de nuevo en su comandante, ya con 38 años. En 1763, tras la entrega de la Florida española a Inglaterra, Menéndez y sus milicianos negros se marcharon a Cuba, pues se negaban a vivir bajo la bandera británica. Una vez en la isla, que entonces era parte de España, fundaron una comunidad llamada San Agustín de la Nueva Florida, en la actual provincia cubana de Matanzas.



La historia de Menéndez y sus milicianos negros es reivindicada hoy por negros de EEUU como parte de su legado español, llevándose a cabo recreaciones históricas sobre los combates que los regulares españoles, las milicias negras y sus aliados semínolas contra los ingleses.



viernes, 16 de octubre de 2020

España Imperial: El esclavismo español

La oscura historia del pasado esclavista español

La Vanguardia
Claudia Contente, historiadora, Universitat Pompeu Fabra

 

A pesar de las leyes y compromisos, España fue uno de los últimos países, a finales del siglo XIX, en acabar de forma real con el fenómeno 



Una representación de una plantación de tabaco en Cuba con mano de obra esclava, hacia 1840 (Bettmann / Getty)


En un momento de revisión del pasado en Estados Unidos , pero también en Europa, a menudo se pasa de largo respecto a qué representó y cuánto se prolongó la esclavitud en España y su imperio. Sin embargo, el tráfico de seres humanos vinculado con las colonias tuvo en el caso español uno de los recorridos más largos entre los países europeos. Aunque la legislación prohibió el tráfico de esclavos en 1820, este siguió produciéndose de forma clandestina y masiva durante décadas. Pero una cosa era el tráfico y otra la esclavitud en sí, cuya abolición no fue decretada hasta 1880.

Cuando pensamos en la esclavitud en España, lo asociamos a su cara más visible y sin duda más relevante, la de las explotaciones azucareras caribeñas del siglo XIX, que, con justicia, opacan las demás formas de esclavitud que se conocieron en América y en el propio territorio peninsular.


Antes de la conquista de América, Sevilla o Barcelona contaban con proporciones significativas de esclavos

Sin embargo, en América la esclavitud estuvo lejos de ser patrimonio exclusivo de las plantaciones, y en el propio suelo peninsular también la hubo, y durante siglos, en particular en el área del Mediterráneo. Ciudades como Sevilla o Barcelona contaron con proporciones significativas de esclavos entre sus pobladores, y, un detalle importante, no todos eran de origen subsahariano: los hubo igualmente blancos o moros, tal como los describen las fuentes en épocas medieval y moderna.

En el siglo XV, si Lisboa era la capital del tráfico negrero, Sevilla la seguía en importancia. En ese entonces, esta última era una ciudad multicultural y animada, con un mercado muy dinámico, y, en lo que se refiere a los esclavos, asumía un doble papel: por un lado, de consumidora, para sus propias actividades productivas y comerciales, y, por otro, como se anudaban allí varias rutas comerciales marítimas y terrestres, era un importante punto de redistribución del tráfico negrero.


El cuadro, de Vicente Albán, representa a una mujer con su criada esclava en el Virreinato de Nueva Granada, en 1783 (PHAS / Getty)

Las Canarias y su producción azucarera fueron asimismo consumidores tempranos de esclavos. Pero fue la necesidad de mano de obra en América la que hizo estallar una demanda que, con el tiempo, llevó el tráfico y la explotación a proporciones espeluznantes.

Ya desde principios del siglo XVI, la catastrófica mortalidad entre los aborígenes americanos y la incapacidad para dominar a la población local en algunas zonas hicieron que la mano de obra esclava representara la mejor alternativa. Fue así como, desde los primeros tiempos de la colonización, en 1513, se comenzaron a otorgar licencias puntuales para introducir esclavos en América y se organizó el tráfico que, como tocaba tres continentes, se conoció como “triangular”: desde Lisboa, Sevilla, Canarias y otros puertos europeos zarpaban barcos que recogían negros en las costas africanas, los llevaban a Indias y volvían a Europa, trayendo mercancías americanas.


Ya en el siglo XVI se empezó a introducir en América mano de obra esclava procedente de África

A fines de ese mismo siglo se instituyó el sistema de asientos, que otorgó exclusividad en el tráfico a determinadas compañías. Esto implicó que los españoles intervinieran en mucha menor medida que ingleses, portugueses y franceses, que pagaban a la Corona de España por la concesión. Los navíos con ese pabellón, pues, quedaron oficialmente fuera del comercio atlántico hasta 1789, cuando se liberalizó la introducción de esclavos en América y pudieron participar en el tráfico. Pero que los intereses españoles no participaran en el tráfico no quiere decir que no fueran sus destinatarios en las colonias.

En América, la población esclava se desparramaba a lo largo y a lo ancho del espacio colonizado. Si bien la presencia de esclavos se concentró sobre todo en el Caribe, donde se puso en marcha el cultivo de caña de azúcar o de tabaco –áreas, además, en que las epidemias habían tenido como consecuencia una pronunciada disminución de la población nativa–, también se explotó mano de obra esclava en zonas periféricas del imperio, en áreas rurales y urbanas en todo el continente, donde, más allá de las actividades domésticas que se les suelen atribuir, solían aprender y ejercer oficios por cuenta de sus amos o incluso por cuenta propia.

Un acto abolicionista para recaudar fondos para liberar esclavos en Madrid, 1868 (API / Getty)

Hubo asimismo trabajo intensivo, en condiciones comparables a las de la esclavitud, en regiones donde se disponía de mano de obra indígena sometida a trabajo forzado, como por ejemplo en la mita peruana (un impuesto en trabajo que debía pagar la comunidad). En estos casos y en contextos como el de la explotación minera, aunque los indígenas no pudieran ser oficialmente reducidos a la esclavitud, a menudo sufrieron condiciones de explotación aún peores que las de la población esclavizada, y esto por razones obvias: mientras que los esclavos tenían un precio y, según para quién, resultaría un auténtico esfuerzo procurárselos, la vida de un aborigen no tenía valor monetario alguno, y ya la comunidad proporcionaría un reemplazante si el mitayo venía a fallar o morir.

En las colonias inglesas, entre tanto, la explotación de mano de obra esclava representaba igualmente un negocio que iba viento en popa y que implicaba fuertes intereses. Fue justamente en Inglaterra donde, a finales del siglo XVIII, el movimiento abolicionista, surgido entre sectores protestantes, cobró cada vez más peso e influencia. Hasta lograr, en 1807, gracias a la que el historiador Josep M. Fradera considera la primera campaña humanitaria de la historia, que Gran Bretaña prohibiera el tráfico y se convirtiera en la principal activista para erradicarlo. La siguiente conquista para este grupo fue la prohibición de la esclavitud en los territorios bajo dominio británico, obtenida en 1833 y con el elevado costo consiguiente, puesto que el Estado británico tuvo que indemnizar a los propietarios obligados a liberar sus esclavos.


España firmó un tratado contra el tráfico de esclavos en 1817, pero, en cambio, se produjo un aumento espectacular

Por ese entonces, Inglaterra comenzó a utilizar todos los medios a su alcance para impedir que el infame comercio de esclavos prosiguiera . Presión mediante, España firmó en 1817 un tratado por el cual el tráfico negrero quedaba formalmente prohibido, y daba margen hasta 1820 para la extinción total. Se preveían severos castigos para quienes infringieran la ley.

Pese a eso, el tráfico no solo continuó, sino que cobró un espectacular impulso. La única diferencia fue que pasó a ser clandestino. El historiador Martín Rodrigo considera que, de los casi 900.000 esclavos que desembarcaron en el Caribe español a lo largo de su historia, unos 600.000 llegaron precisamente durante el periodo del tráfico ilegal, entre 1820 y 1867.

La nave británica Black Joke captura al barco español de transporte de esclavos El Almirante, en febrero de 1829 (Print Collector / Getty)

En esos años, la producción de los ingenios azucareros, impulsada por la fuerte demanda, se estaba mecanizando, la rentabilidad crecía exponencialmente, igual que la voraz necesidad de mano de obra. Dadas las circunstancias, la solución adoptada fue el tráfico clandestino. A menudo contó con la connivencia de las autoridades españolas en la isla, que recibían eventualmente alguna generosa recompensa a cambio de no darse por enterados de la mercancía que se descargaba discretamente en lugares apartados. Claro que existía el riesgo de ser interceptados por un navío de patrulla inglés, pero los beneficios eran tan consistentes que bien valía la pena correr el riesgo.

Como es obvio, al haberse convertido en ilegal, ya no hay registros oficiales de entradas y salidas, y se tenía mucho cuidado en cuanto a lo que se dejaba por escrito, de manera que las reconstrucciones se basan en otro tipo de documentos, como correspondencia entre comerciantes, conflictos o denuncias judiciales, diarios íntimos y, sobre todo, la información que recogía el Estado británico en sus intervenciones.


Unos 600.000 esclavos desembarcaron en el Caribe español en el periodo en que el tráfico ya era ilegal

Al mismo tiempo, estas empresas delictivas no tenían una nacionalidad de pertenencia; a menudo eran transnacionales: el barco podía ser propiedad de personas de un país y el capitán de otro, e incluso el barco podía llevar un pabellón diferente de los anteriores. Se sabe que hubo antiguos barcos negreros norteamericanos o británicos que pasaron al tráfico ilegal caribeño. Lo que en todo caso es evidente es que esa creciente producción se originó en plantaciones de propietarios españoles, y que la participación española en el tráfico estuvo lejos de ser irrelevante.

Ahora bien: ¿qué impacto concreto tuvo la esclavitud en la economía peninsular? Es difícil, si no imposible, aventurar cifras. Está claramente establecido que los impresionantes beneficios concentrados gracias tanto al tráfico como a la explotación de esclavos ayudaron a financiar la modernización de la industria, principalmente en el País Vasco y Catalunya , y que facilitaron también la inserción de España en el capitalismo mundial.

Un motín de esclavos en el barco Amistad, cerca de Cuba, en 1839, tal como lo representó la prensa (MPI / Getty)

Aunque es prácticamente imposible reconstruir las cifras, tal como señala el historiador Luis Alonso, la construcción de varias de las magníficas casas que distinguen el Eixample barcelonés coincide con el inicio de la guerra de 10 años en Cuba (1868-1878) y la consiguiente fuga de capitales, que se repatriaron de urgencia a España. En ese sentido, estas construcciones dan una pauta indirecta y mínima de la magnitud del negocio.

Otro punto a destacar es que si la esclavitud tuvo un largo recorrido en España no fue solo por efecto de las acciones emprendidas por los sectores que se beneficiaban directamente de la trata, sino que este fenómeno en sí no generó un rechazo social mayoritario en la Península, al menos no equivalente al que conocieron otras sociedades, como la británica. Probablemente, la debilidad del abolicionismo hizo que se tardara más en reaccionar contra el tráfico negrero y la esclavitud.


martes, 19 de marzo de 2019

Esclavismo: El ADN de las pipas de tabaco revela el pasado

Qué revela el ADN oculto en una pipa de tabaco de plantación 

Los arqueólogos han comenzado a buscar datos genéticos dentro de objetos ordinarios como tuberías, que pueden contener saliva de siglos de antigüedad.

SARAH ZHANG | The Atlantic



Varios fragmentos de tubo de arcilla.

Fragmentos de pipa de tabaco encontrados en Belvoir. Son extremadamente comunes en los sitios arqueológicos del siglo XIX. DMOT SHA
Lo bueno de las pipas de tabaco, según Julie Schablitsky, es que son difíciles de encontrar. Eran omnipresentes en los siglos XVII, XVIII y XIX, hasta el punto, dice ella, que "donde quiera que haya personas durante este período histórico, encontrará estas pipas de arcilla en el suelo". Y donde estas personas quedaron rotas Las pipas de tabaco, también estaban dejando sin saberlo su ADN.

Tradicionalmente, el estudio arqueológico del ADN se ha centrado en restos humanos como huesos y dientes. Pero los genetistas ahora pueden extraer ADN oculto dentro de objetos comunes, incluidas las pipas de tabaco, que pueden contener saliva de siglos de antigüedad. Schablitsky, arqueóloga de la Administración de Carreteras del Estado de Maryland, y sus colaboradores analizaron recientemente el ADN de una de esas tuberías del siglo XIX, descubiertas en los barrios de esclavos de una plantación de Maryland llamada Belvoir.

El ADN mostró que una mujer había usado la tubería y su ascendencia genética más cercana a las personas que viven hoy en Sierra Leona. Probablemente estaba esclavizada en la plantación.



Schablitsky tuvo la idea de analizar el ADN en la tubería de hablar con los descendientes de personas esclavizadas en Belvoir. Cuando su equipo encontró los barrios de esclavos en 2014, se pusieron en contacto con un historiador que se especializa en la historia afroamericana local y que difundió la noticia. La noticia finalmente llegó a Shelley Evans, una maestra de escuela retirada de la ciudad de Baltimore. Ella había encontrado registros de su antepasado Thomas Burley, un hombre libre, que había comprado a su esposa e hija como esclavas en Belvoir. "Mi tercera bisabuela, ella vivió aquí", dice Evans. "Ella nació allí. Su mamá y su papá también tenían que haber estado allí ”. La tubería podría haber pertenecido a uno de sus antepasados.


Un marcador histórico para Belvoir, que se asoció con la familia de Francis Scott Key (Shelley Evans)


Excavaciones en Belvoir, que muestran el piso de ladrillos de los barrios de esclavos (MDOT HSA)

Así que mientras excavaban los cuarteles de los esclavos, Schablitsky y su equipo recolectaron fragmentos de tubería, usando pinzas esterilizadas para prevenir la contaminación. Se enfocaron particularmente en las tuberías, porque la arcilla es porosa, lo que significa que el ADN en la saliva puede penetrar fácilmente en el interior. En contraste, el ADN solo se asienta en la superficie de artefactos metálicos como arpas de mandíbulas o tenedores, y es poco probable que esté presente después de décadas en el suelo.

Schablitsky envió cuatro muestras de tuberías a un antiguo laboratorio de ADN de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Uno de los cuatro produjo suficiente ADN para un análisis posterior. Desafortunadamente, el ADN todavía estaba demasiado degradado para vincularse a individuos vivos hoy. Pero el laboratorio de Illinois se puso en contacto con Hannes Schroeder en la Universidad de Copenhague, quien se especializa en trabajar con ADN antiguo y degradado.


La pipa de tabaco de la que se extrajo el ADN de una mujer (MDOT HSA)


El laboratorio de Schroeder utiliza algoritmos para comparar el material genético de muestras antiguas con el de las poblaciones de referencia modernas de todo el mundo. Anteriormente había utilizado el ADN para rastrear los orígenes de las personas esclavizadas enterradas en la isla caribeña de Saint Martin. Un documento de 2015 conectó a estas personas con grupos de habla bantú en Camerún y otros en los actuales Nigeria y Ghana.

Schroeder aplicó las mismas técnicas al ADN tomado de la tubería en Belvoir. De las poblaciones de referencia africanas, la mujer en Belvoir era más similar a la gente de Mende en Sierra Leona.

Investigaciones recientes sobre el ADN antiguo han invertido artefactos con un nuevo significado. El ADN en la tubería de arcilla, por ejemplo, contiene un registro del comercio transatlántico de esclavos. "Empiezas con una pequeña pieza insignificante de pipa de tabaco y terminas hablando de uno de los eventos más significativos de la historia de los Estados Unidos", dice Schroeder.


Descendientes de Thomas Burley, quien liberó a su esposa e hijo de Belvoir. De izquierda a derecha: Shelley Evans, Erica Jones, Wanda Watts (Shelley Evans)

Dada la ubicuidad de las pipas de tabaco, Schablitsky espera que otros arqueólogos comiencen a utilizarlas como una fuente de ADN antiguo para llenar los vacíos en la historia. Pocos registros existen, por ejemplo, de dónde exactamente vinieron los esclavos en África. Podrías imaginar un registro alternativo escrito en el ADN dentro de tubos de arcilla que salpican el paisaje. Theresa Singleton, profesora de la Universidad de Syracuse que estudia la arqueología de la esclavitud, dijo que el descubrimiento en Belvoir es una "gran promesa" para futuras investigaciones, pero el costo del análisis de ADN puede ponerlo fuera del alcance de algunos arqueólogos.

Otra limitación es que los genetistas históricamente han tomado muestras de relativamente pocos africanos. "La base de datos de referencia para los africanos y también para la diáspora sigue siendo muy débil", dice Fatimah Jackson, bióloga de la Universidad de Howard. (Jackson está colaborando con Schroeder en otro proyecto, pero no participó en este.) Por ejemplo, la mujer que fuma en la pipa en Belvoir se parece más a la gente de Mende en la base de datos de referencia existente, pero podría estar más relacionada con otro grupo. cuyo ADN ni siquiera está en la base de datos. La única forma de saber es salir y recoger más muestras. Este problema se agrava por el hecho de que las personas en África son más diversas genéticamente que en otros continentes. Genetistas como Jackson están trabajando actualmente para diversificar los conjuntos de datos de referencia, pero es un problema que aún afecta a la investigación genética y las pruebas de ADN del consumidor, como las ofrecidas por 23andMe y AncestryDNA.

En 2018, cuatro años después de la excavación de Belvoir, los arqueólogos descubrieron que, después de todo, no podían estar limitados al ADN de la pipa de tabaco. A pocos pasos de los barrios de esclavos hay un cementerio con tantas personas como docenas. El equipo arqueológico preguntó a los descendientes, incluido Evans, si querían probar el ADN en los huesos enterrados allí. "Espero que eso suceda", dice Evans. Sus antepasados ​​pueden ser enterrados allí. La mujer que fumó la pipa puede ser enterrada allí.

martes, 12 de marzo de 2019

Esclavismo: Fort Mose, lugar español libre de esclavos en Florida

Fort Mose, el santuario español donde los esclavos fugitivos de EEUU fueron libres


Javier Sanz — Historias de la Historia



San Agustín (Florida) es el asentamiento europeo más antiguo ocupado hoy en día en la parte continental del actual territorio de los EEUU. Fue fundado por Pedro Menéndez de Avilés el 28 de agosto de 1565, y no por motivos coloniales o económicos, sino militares. España ubicó un contingente militar para atajar los ataque de los piratas. En 1568 recibió al visita de Francis Drake, al servicio de la corona inglesa, que arrasó gran parte del asentamiento pero no consiguió echar a los españoles. En mayor o menor intensidad, los ataques de los piratas se repetían periódicamente pero nunca consiguieron su objetivo.

En 1687 llegaron a San Agustín once esclavos negros (ocho hombres, dos mujeres y un niño) huidos de los colonias inglesas. Solicitaron asilo a las autoridades españolas y se lo concedieron a cambio de bautizarse y colaborar en la construcción del Castillo de San Marcos -incluso recibieron una paga por el trabajo-. Se corrió la voz entre los esclavos y muchos se jugaron la vida para escapar de la esclavitud y llegar al santuario de la libertad. A todo esto contribuyó que en 1693 el rey Carlos II de España decretó que todos los esclavos fugitivos que alcanzasen Florida fuesen liberados… si se convertían al catolicismo y cumplían cuatro años al servicio de la corona española luchando con la milicia. En 1738, el gobernador de la Florida, el vasco Manuel de Montiano, les permitió establecer un asentamiento a unos tres kilómetros de San Agustín al que llamaron Gracia Real de Santa Teresa de Mosé –Fort Mose-. Aquel lugar se convirtió en el primer asentamiento legal de negros libres en el actual territorio de los EEUU.



Fort Mose estaba formado por 20 barracones y un iglesia protegidos por un muro perimetral alrededor del que se situaban los campos de cultivo. Su población, de unas 100 personas, la formaban hombres nacidos libres en África y llevados al continente como esclavos que habían conseguido escapar de las colonias británicas, junto con sus mujeres, también esclavas fugitivas, y sus hijos nacidos ya en libertad. Al frente del fuerte, que gozaba de gran autonomía respecto de San Agustín, estaba un africano bautizado como Francisco Menéndez. Como los esclavos libertos estaban obligados a permanecer cuatro años en la milicia, Fort Mose se convirtió en un bastión defensivo de San Agustín en la frontera norte. Después de algunas escaramuzas británicas que lograron repeler sin problemas, en 1740 el general James Oglethorpe atacó el fuerte con un ejército muy numeroso ante el que Francisco Menéndez y sus hombres apenas pudieron oponer resitencia. Recibieron la orden de abandonar el fuerte y refugiarse en San Agustín… los británicos tomaron Fort Mose. Poco tiempo les duró la alegría a los ingleses, porque los milicianos, apoyados por tropas españolas, lograron recuperar el fuerte en pocos días.



Durante más de 20 años estuvieron llegando esclavos fugitivos y repeliendo nuevas incursiones británicas, hasta que… todo se perdió en 1763. Por cuestión de un tratado de paz, en este caso el de París tras la Guerra de los Siete Años, que no son más que mercadillos del trueque, España cedía la Florida a los británicos -es verdad que, a cambio, conseguimos la Luisiana francesa que volvimos a perder en 1800-. Tanto Fort Mose como San Agustín fueron abandonados y la mayoría de esclavos libres y españoles se establecieron en la isla de Cuba. Se volvió a recuperar en 1783, tras derrotar a los ingleses en la batalla de Pensacola donde participaron milicianos y españoles, alguno incluso con sus hijos nacidos en el exilio cubano, que 20 años atrás tuvieron que abandonar el emplazamiento. Florida retornó oficialmente a manos españolas pero ya nadie volvió a las ruinas de Fort Mosé para reconstruirlo. Definitivamente, en 1821, España vendía Florida a los EEUU por 5 millones de dólares que deben estar con el oro de Moscú.

En 1994 el Estado de Florida compró los terrenos de este reducto de libertad -unos 23 acres- y declaró la zona de interés histórico: Fort Mose Historic State Park.