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domingo, 24 de marzo de 2024

Argentina: Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, ¿el primer terrorista argentino?

El primer terrorista moderno de Argentina

Journal of the History of Ideas

Por el escritor colaborador Craig Johnson


Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, el líder de la primera organización terrorista moderna de Argentina, era un desertor del seminario frágil, de cabello oscuro y rostro alargado, rara vez se lo veía sin sus gruesos anteojos negros. El poder y la ideología de derecha eran hereditarios en su familia. Su padre era Alberto Ezcurra Medrano, un importante jurista conservador, que en la década de 1930 era un amigo personal cercano del fascista embajador español en Argentina. Su abuelo paterno fue el dictador general Uriburu, cuyo golpe de principios del siglo XX intentó rehacer la nación en un estado católico y fascista. A través de su madre, Ezcurra era descendiente del caudillo argentino más importante e influyente del siglo XIX, Juan Manuel de Rosas, quien exigía que todos en Buenos Aires usaran insignias con la bandera roja de su facción y exhibieran sus retratos en la iglesia junto al púlpito.
Ezcurra era acomodado y tenía acceso a las más altas esferas de la política y el poder argentino. Pero a los veinte años se encontró con un fracaso. Tras verse obligado a abandonar el seminario jesuita por su “personalidad introvertida y conflictiva”, se dedicó a trabajos administrativos menores e insatisfactorios en su casa de Buenos Aires. Allí, pasó a la división juvenil de la principal organización política de derecha de Argentina, la Alianza de Libertadora Nacionalista. Pero no se quedó mucho tiempo. Una noche de 1957 él y sus disolutos amigos de la élite estaban bebiendo en el popular bar de moda La Perla del Once, y, descontentos con el tibio fervor de la Alianza de Libertadora Nacionalista, decidieron crear una nueva organización: Tacuara, un cuchillo atado a un bastón, la lanza improvisada con la que los campesinos argentinos habían luchado contra los ingleses cuando invadieron Argentina en 1806.
Tacuara pronto se convertiría en la primera organización guerrillera y militante importante de Argentina desde la Segunda Guerra Mundial. Su símbolo iba a ser la Cruz de Malta de los Caballeros Hospitalarios cruzados. En su apogeo, en 1962-63, Tacuara contaba con miles de miembros, repartidos por toda Argentina, desde Córdoba hasta Rosario y La Plata, y en la mayoría de las principales universidades y escuelas secundarias del país. Con estos hombres Tacuara emprendió una campaña de violencia y propaganda.

Ezcurra, de pie y hablando en el podio, junto a otros integrantes de Tacuara


En 1960, Adolf Eichman , un funcionario nazi que se había escondido en Argentina después de la Segunda Guerra Mundial, fue secuestrado por el Mossad en su casa en los suburbios de Buenos Aires y llevado a Israel, juzgado por crímenes de guerra y ejecutado. En respuesta, los tacuaristas pintaron las calles de Buenos Aires con esvásticas negras y lemas brutales: Viva Eichman ; En el futuro no habrá hornos suficientes para los judíos. Atacaron constantemente a los enemigos perennes de la derecha latinoamericana en general: los ingleses, la Unión Soviética y la memoria de la Revolución Francesa. Los graffitis incluso apuntaban a enemigos de los siglos XVIII y XIX, como la Liga Masónica. Lanzaron ladrillos contra las ventanas de políticos, empresarios y funcionarios gubernamentales. La oficina del cónsul británico en Argentina, Sr. Puleston, fue bombardeada con alquitrán y llena de folletos denunciando la ocupación de las Malvinas por el Reino Unido. Aunque no se sabe que el propio Ezcurra haya participado en estos actos, los respaldó y defendió en entrevistas periodísticas y discursos públicos, llamando a más patriotas argentinos a luchar contra la larga lista de enemigos de la nación.


Imagen de graffiti de Tacuara en alquitrán: “Frondizi (entonces presidente de Argentina), Lacayo judío ¡Viva Eichman! ¡Unete!


Ezcurra y los tacuaristas no se limitaron a utilizar consignas y piedras para hacer oír su mensaje. En 1960, un grupo de tacuaristas invadió el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, gritando consignas, rompiendo ventanas y disparando contra la organización estudiantil rival. Tacuaristas asaltaron una manifestación pacífica del Partido Socialdemócrata en Miramar, estrellando un Ford contra la multitud de manifestantes que gritaban “¡Viva Perón! ¡Viva Franco! ¡Viva el Nacionalismo!” Dispararon contra los estudiantes que huían. Un estudiante fue estrellado contra un árbol. Una docena de tacuaristas se pelearon una vez con cien boycouts judíos en la playa; la pelea resultante tuvo que ser dispersada por la policía. Decenas de personas resultaron heridas.
Tacuaristas y Ezcurra tenían un propósito detrás de su violencia. Eran ideólogos, concedían entrevistas a los medios, escribían panfletos y declaraciones, se acercaban a aliados y enemigos políticos y negociaban con el gobierno para proteger a los miembros de la organización. Su violencia tenía un propósito ideológico, nacionalizador y vigorizante: defendía a la nación de sus enemigos; construyó nuevos hombres católicos, curtidos en la batalla; consolidó la preeminencia de la identidad católica y española de Argentina frente a la alternativa occidental modernizadora. Detrás de cada uno de sus objetivos, justificando cada movimiento táctico, había siglos de pensamiento contrarrevolucionario, católico conservador y fascista. El boletín de Tacuara, que Ezcurra editó y escribió, llegó incluso a publicar listas de lectura llenas de textos difíciles en varios idiomas: desde Jacques Maritain hasta Tomás de Aquino (en el latín original, por supuesto), y un tratado sobre la historia del protestantismo. en España a partir del siglo XVI. Los tacuaristas no eran hombres de la calle sin educación sino, como Ezcurra, miembros descontentos de la alta sociedad, las estrellas fugaces de familias en decadencia. Su matonería se equilibraba con su aceptación de la teoría cultural conservadora y la teología escolástica.
Con el tiempo, el grupo de jóvenes de Ezcurra se desintegró en varios grupos disidentes, de la misma manera que Tacuara se había separado originalmente de su organización matriz. Algunos se mantuvieron fieles a los principios originales de la derecha radical de la organización, pero otros se volvieron trotskistas; incluso se dice que uno de sus líderes viajó a Vietnam para luchar contra los imperialistas estadounidenses. Estas traiciones fueron duras para Ezcurra, quien continuó dirigiendo la rama principal de Tacuara hasta finales de la década de 1960, después de lo cual regresó al seminario en Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, y abandonó para siempre el corazón de la civilización y el poder argentinos.
Tras ser ordenado sacerdote secular Ezcurra cumplió diversos oficios en la Iglesia hasta recalar finalmente en San Rafael, una pequeña ciudad en la seca y lejana provincia de Mendoza, donde fue párroco y adscrito al Seminario Mayor local, educando a las futuras generaciones de clérigos. Allí llevó su vida relativamente desconectado del mundo político en el que había influenciado durante su juventud, realizando los ritos de su cargo, desarrollando programas de estudio y dando conferencias en el seminario a jóvenes estudiosos sentados.

Ezcurra como sacerdote


Por el contrario, las vidas de la mayoría de los argentinos se habían vuelto mucho más peligrosas y mortales en estos años debido en gran parte a la influencia desestabilizadora de Tacuara. Después de oscilar entre gobiernos civiles y militares desde mediados de los años cincuenta hasta mediados de los setenta, en 1976 el gobierno peronista fue derrocado por un golpe militar que marcó el comienzo de un período conocido como “la Guerra Sucia”, en el que decenas de miles de argentinos sospecharon o acusaron de participación en la política de izquierda fueron asesinados por el gobierno militar de extrema derecha del país y sus aliados paramilitares. Ezcurra era un partidario abierto del gobierno militar, que veía como la culminación de la lucha contra la izquierda marxista y secular. La Iglesia tenía una relación compleja con el gobierno militar, con algunos sacerdotes fervientemente a favor de la limpieza política nacional y otros en una oposición relativamente silenciosa, como el hombre que más tarde se convertiría en el Papa católico Francisco I, que en ese momento era superior provincial. de los jesuitas en Argentina.
Ezcurra murió pacíficamente en San Rafael a principios de la década de 1990, lo que provocó un pequeño florecimiento de elogios y declaraciones de dolor y pérdida por parte de las organizaciones de derecha que todavía buscan inspiración en su Tacuara. Los nacionalistas argentinos han dedicado libros, ciclos de conferencias, homenajes en YouTube , cortometrajes e incluso un webcomic a su legado, y particularmente a Ezcurra, leal a su política nacionalista, católica y de derecha hasta el final.


Webcomic, Ezcurra (gafas) hablando con otro fundador de Tacuara, José Baxter (fumando).


Ezcurra era un reaccionario consumado que creía que sólo la mejor clase de personas debía gobernar, y que él y sus compañeros de élite oprimidos debían formar el centro de un orden político que se remontaba a la Edad Media, antes de la Reforma Protestante, antes del surgimiento de capitalistas y hombres de negocios, antes del gobierno de las masas, cuando los portadores de la autoridad natural y divina gobernaban como reyes y clérigos. Y, sin embargo, en otro sentido, esta historia es tan moderna como parece: un joven, con mala suerte, que se une a amigos para intentar cambiar el mundo de acuerdo con su visión del futuro. Esta tensión, entre la afirmación de Ezcurra de creer sólo en la tradición y la antigua y natural forma de hacer las cosas, y sus métodos y tácticas modernas, atraviesa todas las demás organizaciones de extrema derecha, desde Acción Francoise hasta el Partido Nazi y la extrema derecha de hoy. Este matrimonio inestable entre reaccionario y revolucionario es lo que hace que la política fascista y de extrema derecha sea tan volátil: captura las mentes y los cuerpos de hombres jóvenes, como Ezcurra, y exige que construyan un mundo nuevo a imagen del pasado con las armas. del presente.
Craig Johnson es un doctorado. Candidato en Historia por la Universidad de California Berkeley, y Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Chicago (2011). Su principal interés es el Cono Sur de mediados a finales del siglo XX, principalmente Argentina y Chile, y la confluencia de religión y política. La investigación actual de Craig analiza por qué y cómo la derecha de América Latina se involucró con una esfera católica más amplia, y cómo esto debería informar nuestra comprensión de la política de derecha y el lugar disputado de la religión en el mundo moderno.


sábado, 23 de diciembre de 2023

El hambre y las ganas de comer: Alfonsín se encuentra con Santucho

 

La verdadera historia del encuentro secreto entre Alfonsín y Santucho

En septiembre de 1975, el líder del PRT-ERP había recibido información precisa sobre la fecha del golpe contra el gobierno de Isabel Perón. Le encomendó a Manuel Gaggero que le organizara una reunión con el dirigente radical para advertirle. 44 años después, Gaggero cuenta a Infobae cómo fue aquella reunión




jueves, 7 de diciembre de 2023

Guerra Antisubversiva: El secuestro y asesinato de Larrabure

Guerra Antisubversiva



En la noche del noche del 10 de Agosto de 1974 subversivos del ERP-PRT, ayudados por un soldado traidor, intentan tomar por asalto la Fábrica de Pólvora y Explosivos de Villa María, Córdoba, y asesinan al Cabo 1° Marcelino Cuello de la Policía de la Provincia de Córdoba, secuestrando, para asesinar luego de un año de torturador cautiverio, al Mayor del Ejército Argentino, Julio Argentino del Valle Larrabure en plena democracia, con un gobierno elegido por el 62% de votos, y poco después de haber fallecido el Presidente electo, Teniente General Juan Domingo Perón, sin que jamás haya cesado el accionar extremista comunista que desde 1959 intentaba tomar el poder por la fuerza y nada tuvo nunca que ver ni con el bombardeo a Plaza de Mayo ni con el golpe de Estado de 1955 (golpe de Estado respuesta al inconstitucionalismo y golpismo que Perón puso en marcha desde 1930, y repitió en 1943, y en 1945), habiendo el Presidente Perón, el 28 de abril de 1974 en una conferencia brindada en el Centro Cultural San Martín, dejado bien en claro que el peronismo rechazaba rotundamente al socialismo, e incluso luego, el 1° de Mayo de 1974 y frente a millones de argentinos, habiendo expulsado de Plaza de Mayo y luego del peronismo a todos los comunistas montoneros infiltrados en el peronismo (que son los mismos comunistas montoneros que hoy, simulando ser peronistas, único modo que los voten, gobiernan. Ver enlaces adjuntos), el extremismo de todas las facciones, Montoneros, ERP, FAL, FAR, OCPO, etc., todas izquierdistas y todas a órdenes de potencias externas bajo los lineamientos de la Operación Manuel, ideada por los judíos Raúl Castro Ruz y Ernesto "Che" Guevara, y el cubano Ramiro Valdéz (tal cual consta en el Informe A-00940/67 elaborado por el StB o Státní bezpečnost, en eslovaco, Štátna bezpečnos en checo, los Servicios de Inteligencia checoslovacos, con copia para la Administración Primera, Octavo Departamento, del Partido Comunista Checoslovaco, hoy desclasificados, y existiendo 10.000 documentos más, que revelan que obraban a órdenes de Cuba y la URSS), recrudecieron el accionar extremista al saber debil al gobierno de Doña María Estela Martínez, y dentro de ese recrudecimiento de ofensiva terrorista, principalmente llevado a cabo por Montoneros y ERP, se produjo un audaz golpe de mano en la provincia de Córdoba.
Por esas fechas, la guerra que el extremismo llevaba a cabo en el noroeste argentino cobraba ya dimensiones extremas, y las fuerzas subversivas se movían ya en la campiña y el monte tucumano, desplegando efectivos de nivel Batallón, que en apenas meses alcanzaron el nivel de Brigada, y por ello necesitaba con urgencia proveerse de una cadena de abastecimiento material para mantener operativos a sus cuadros. En ese sentido, su Estado Mayor decidió poner en marcha un vasto plan militar destinado a obtener armamento, con el cual proveer su frente rural.
  Durante una reunión plenaria llevada a cabo en un lugar no determinado, el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), que era la facción militar del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores; donde si algo brillaba por su ausencia era, precisamente, los TRABAJADORES, ya que estaba conformado por acomodados burgueses y aristócratas, igual que Montoneros), decidió ejecutar un ataque simultáneo contra el Regimiento de Infantería Aerotransportada 17 del Ejército Argentino, asentado en Catamarca, y la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos, también del Ejército Argentino, asentada en Villa María, provincia de Córdoba, ambas unidades castrenses que por sus dimensiones y equipamiento requerirían de una planificación meticulosa y una considerable fuerza de asalto para garantizar el éxito de la operación.
  A comienzos del mes de agosto de 1974, el ERP impartió las primeras directivas, seleccionando a una fracción de la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” (de entidad Batallón entonces, y que alcanzaría el mivel de Brigada reducida/Regimiento reforzado para el siguiente año), para batir el primer objetivo, y a la Compañía “Decididos de Córdoba” para el segundo. Siendo en total 147 efectivos, distribuidos en 47 hombres (y mujeres) para el primero y 60 para el segundo objetivo, quienes debían iniciar los aprestos necesarios de manera inmediata para una acción sincronizada.




  La Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos era una de las unidades más significativas del Ejército Argentino. Creada por decreto oficial en el año 1937, tuvo por finalidad el autoabastecimiento para las Fuerzas Armadas y de Seguridad, de acuerdo a las exigencias del sistema de producción para la Defensa Nacional. Sus instalaciones abarcaban un predio de 316 hectáreas distante a 7 kilómetros del centro de Villa María; y comenzando de manera inmediata la producción de éter dietílico, pólvoras monobásicas, pólvoras de doble base, nitrocelulosas, de ácidos, de nitroglicerina y de dinamitas para uso militar y civil. Posteriormente se comenzó a elaborar nitrocelulosa para lacas y todo tipo de pinturas y pólvoras. En 1947 fue tema de controversia internacional, por parte de Chile, debido a la extracción ilegal de azufre que las Fuerzas Armadas argentinas efectuaban en el cerro Julia, de la Corrida de Cori, territorio de la Puna atacameña perteneciente a Chile. El producto era cargado en camiones militares y conducido a las industrias que el Ejército poseía en Villa María y Río Tercero, hecho denunciado por el ciudadano croata nacionalizado chileno Danko Zlozilo Pavlicevic, en 1954, un año antes de la caída de Perón. Para el año 1974, la planta, de unos 700 empleados castrenses y civiles, entre personal especializado, la mayoría técnicos e ingenieros, y operarios (lo que da una buena idea no sólo del volumen de producción, sino de lo grandiosa que era Argentina antes de que los argentinos, votando cualquier cosa una y otra vez, arruináramos todo), contaba con una dotación de entre 60 y 70 conscriptos a las órdenes de un Teniente Coronel, un Mayor y un Capitán.
  De este modo, y contando con labores de inteligencia previa, y un "as en la manga", la noche del 10 de agosto de 1974, siendo las 21.30 horas, una pareja joven ingresó en el motel “El Pasatiempo” (o "El Descanso" según algunos medios de prensa), sito en la Ruta Provincial N° 2, a un kilómetro al sudoeste de Villa María. Cuando el conserje se disponía a entregarle las llaves de la habitación, la muchacha extrajo de su bolso una pistola de puño y le ordenó ponerse de pie, a lo que éste obedeció atemorizado en momentos que varios sujetos armados irrumpían en el local, dirigiéndose resueltamente, habitación por habitación, para reducir a todos los clientes y garantizar el dominio absoluto de las instalaciones. Detrás de ellos ingresaron Juan Eliseo (nombre de guerra “Comandante Pedro”) Ledesma, y otros dos desconocidos, quienes se instalaron en la recepción para montar el puesto de comando de la operación, con una central de comunicaciones.
  A través de radios portátiles, Ledesma comenzó a impartir directivas a subversivos que se encontraban afuera en tanto los extremistas obligaban a las parejas a abandonar las habitaciones, concentrándolas en un pequeño recinto, junto al conserje y los nuevos huéspedes que iban llegando. Casi todos lo hicieron en paños menores o desnudos, pues algunas de ellas fueron sorprendidas en pleno acto sexual, y a pesar del frío extremo que hacía, tampoco les permitieron arroparse.
  Según el plan operacional, el grueso de la fuerza de asalto debía avanzar rumbo al objetivo, la mayoría luciendo uniformes militares, para lo cual se valían de un ómnibus y varios vehículos robados, entre ellos dos camiones y un jeep; pero mientras ello tenía lugar, llegó al motel una pareja en su automóvil la cual, al notar movimientos extraños, así como advertir parte del establecimiento a obscuras, decidió retirarse retrocediendo hacia la ruta. Los extremistas les hicieron señas indicándoles detenerse pero lejos de obedecer, el conductor aceleró y se alejó hacia Villa María, recibiendo varios disparos desde diferentes posiciones.
  El vehículo logró escapar y una vez en la ciudad se detuvo en la seccional sudoeste de la Policía de la Provincia de Córdoba, alertando a la guardia de lo que estaba sucediendo en el motel, la cual, de manera inmediata dio aviso al Comando Radioeléctrico, que dispuso el envío de 2 móviles para determinar lo que sucedía. Al llegar al inmueble, los móviles patrulleros se detuvieron y al menos dos de los agentes policiales descendieron, para dirigirse resueltamente a la entrada.
  Al advertir su presencia, los extremistas abrieron fuego sobre el personal policial, obligando a los policías a retroceder y retirarse. Ante el brutal fuego recibido, era evidente no se trataba de delincuentes comunes, por lo que uno de los patrulleros se encaminó a la ciudad, en busca de refuerzos, mientras el otro lo hizo hacia la unidad militar donde esperaba obtener apoyo.
  A su vez y sin amedrentarse, a las 23:30 Ledesma impartió la orden de ataque y los subversivos iniciaron el avance.
  El grueso de su fuerza partió desde el motel, atravesando 40 metros a campo descubierto hasta dar con un camino al que los lugareños llamaban “El Arenero”. Se detuvieron unos instantes frente a una chacra contigua al Cuartel, reconocida previamente durante la planificación y al notar el área despejada se introdujeron en ella para avanzar hacia los fondos del mismo, en el más absoluto silencio. Lo hicieron agazapados, encolumnados de a dos, sin pronunciar palabra, atentos a las señas que les hacían sus jefes.
  Tras cruzar los 150 metros del terreno, llegaron a un alambrado al cual cortaron para seguir campo traviesa.
  El Polígono de Tiro del Cuartel era el punto donde los pelotones extremistas debían concentrarse y hacia allí dirigirse hasta un segundo cerco de alambres, bordeando el Río Tercero, donde aguardaba el "as en la manga" que poseían, y les había facilitado toda la información para el acceso, el soldado conscripto Mario Eugenio Antonio Pettigiani, un acaudalado burgués que estando obligado a realizar su Servicio Militar Obligatorio por la Patria, aprovechó a traicionar la Patria sirviendo a potencias externas; quien primero les hizo señas y luego los ayudó a cortar el tejido para ingresar en la unidad. Lo hicieron siempre encolumnados de a dos pero en esta ocasión mucho más espaciados, lo más agazapados posible a efectos de no llamar la atención de los centinelas que si bien permanecían alejados, pues la ruta de irrupción había sido cuidadosamente elegida, podrían notar movimientos y que ahora estaban en un sector al alcance de las potentes luces de la fábrica y las armas de los centinelas, y siempre existía la posibilidad de la inesperada aparición del Cabo de rondín.
  Precedidos por el conscripto traidor, los extremistas cubrieron los 40 metros hasta el puesto de guardia Nº 5 y una vez allí, Pettiggiani extrajo su pistola y redujo al centinela. Ese fue el punto donde se dividieron, enfilando cada pelotón hacia los objetivos asignados, la Compañía, la Guardia Central, la Administración y el Casino de Oficiales, donde precisamente se daba una cena.
  Fue en ese preciso instante, cuando se escucharon disparos procedentes del motel. La policía había rodeado el edificio y después de formar un semicírculo comenzó a batir la posición intentando neutralizar a sus ocupantes, que desde las aberturas respondieron con nutrido de armas automáticas, generándose un violento tiroteo que obligó a los policías a retroceder y ponerse a cubierto para devolver la agresión.
  Fue en esa circunstancia que al menos dos proyectiles alcanzaron al Cabo Primero Marcelino Cuello, de la Policía cordobesa quien cayó sin vida sobre el pavimento. El oficial Miguel Ángel Liendo Moral resultó herido y quedó tendido en el suelo mientras los extremistas intentaban acribillar a ambos policías caídos, zumbando y rebotando las balas cerca de sus cabezas.
  En la habitación donde habían encerrado a los rehenes, las mujeres gritaban y lloraban aterradas mientras los hombres intentaban calmarlas. En la Fábrica Militar, en tanto, la fuerza atacante continuaba su desplazamiento, hasta que se toparon con un inesperado escollo. En la puerta principal, Jorge Carlos Fernández, el Soldado Conscripto de guardia, advirtió la presencia de la columna en aproximación, y tras dar la voz de alto, y no obtener respuesta, abrió fuego y se trabó en desigual lucha, pero increiblemente clavando al terreno a los incursores.
  Así estaba la situación, el Soldado Fernández no había cedido ni un centímetro de terreno, y disparaba hacia la obscuridad cuando el traidor Pettiggiani obrando de la misma manera que en el otro puesto de guardia, entró; Fernández se volvió un instante para ver quién era y al reconocer a su compañero, incluso con la pistola en la mano, pensó era el primer apoyo que llegaba, e incluso le dijo a Pettiggiani que se cuidara, y siguió tirando contra los extremistas. No imaginaba lo que estaba a punto de suceder. Llegándole por detrás, el traidor alzó su mano, le apoyó su pistola .45 en la cabeza y le descerrajó un disparo. Fernández cayó prácticamente inconsciente aunque alcanzó a sentir dos balazos más en el hemitórax y los golpes que le propinó su agresor, una vez estaba ya indefenso en el suelo; pues Pettiggiani se le acercó, le dio al menos un culatazo y varios puntapiés en tanto sus compañeros se adueñaban de la posición y tomaban control del puesto de guardia, dando por muerto a Fernández.
  Justo en ese momento, se detuvo frente al acceso el patrullero proveniente del motel. Sus ocupantes no imaginaban que los soldados parados enfrente eran elementos subversivos y por eso no tuvieron inmediata reacción. Ni bien bajaron del móvil se vieron encañonados pero lejos de amilanarse, extrajeron sus armas y comenzaron a tirar. Pero todo fue inútil, pues terminaron por ser rodeados, desarmados y capturados.
  Con la Guardia Central en su poder, entre 4 y 5 extremistas vestidos con uniforme militar abordaron un jeep de la unidad y partieron rumbo al Puesto Nº 1, al cual dominaron sin inconvenientes.
  En el motel, mientras tanto, el tiroteo arreciaba. Bien pertrechados, los extremistas pusieron fuera de combate a los agentes Pedro Aguilera, Juan Bruno y Juan Carlos Gutiérrez, obligando al resto a aferrarse al terreno. Aun así, un disparo alcanzó al extremista Justino César "Chechi" Argañaraz, hiriéndolo gravemente.
   Contando con el apoyo de un segundo entregador, el soldado Tagassich, familiar de uno de los atacantes, una sección se encaminó al Casino de Oficiales, donde tenía lugar un evento social (la despedida de un médico recientemente trasladado); otras dos lo hicieron hacia los arsenales y el polvorín y una tercera a la casa del jefe de la unidad, Teniente Coronel Osvaldo Jorge Guardone, quien no había acudido a la fiesta por encontrarse enfermo.
  Posicionados frente a la residencia de este alto oficial, los insurgentes la rodearon y valiéndose de un megáfono intimaron al mismo a rendirse. La idea era secuestrarlo para mantenerlo en una de las infames "cárceles del pueblo" para usarlo como rehén en un intercambio o algo similar, pero lejos de lo esperado, el Teniente Coronel se asomó por una ventana y con enorme valor repelió la agresión.
  Lo hizo utilizando armamento diverso y efectuando constantes cambios de posiciones con la intención de confundir al enemigo. Su esposa tomó parte en el combate al abrir fuego desde la parte posterior, todo ello permaneciendo los cinco hijos de la pareja en el interior de la vivienda, el mayor de ellos de 13 años de edad.
  El intercambio de disparos fue intenso y sostenido, y es de resaltar que los extremistas que en sus publicaciones, comunicados y partes de guerra, solían poner énfasis en su coraje y valentía al enfrentar, como ciertamente lo hicieron, a un enemigo poderoso y algunas veces superior, bien evitaban remarcar cuando el oponente era quien les hacía frente disminuido como sucedía la mayoría de las veces, y más cuando ese enemigo disminuido los ponía en fuga y provocándoles bajas, como sucedió en esta oportunidad. Aún enfermo, solo y desprevenido como se encontraba, Guardone mostró un temple inesperado y logró herir de muerte a Ivar "Manuel" Brolo, jefe de la sección de asalto y rechazar la embestida.
  Repelida por la firme determinación de Guardone y su esposa, la sección encargada de su secuestro emprendió la retirada, llevándose a la rastra a Brolo, quien morirá una hora después.
  En mérito a su valerosa acción, al Teniente Coronel Guardone le fue conferida la medalla "La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate". Curiosamente, el extremista caído en combate en plena Democracia mientras intentaba asesinar a un militar y su familia en su casa, figura como "víctima" del Estado argentino, y el Estado argentino ha premiado a su familia mediante una injustificada "indemnización" millonaria.
  La acción más violenta tuvo lugar en el Casino de Oficiales, donde los subversivos irrumpieron a los gritos, esgrimiendo sus armas. Sorprendidos cuando cenaban, rodeados de mujeres y niños, los militares que allí había no tuvieron la más mínima oportunidad de defenderse. Al verlos ingresar, el Mayor Julio Argentino del Valle Larrabure, Subdirector del establecimiento, se dio a conocer y les pidió mantener la cordura. Los insurgentes lo tomaron de la solapa (vestían todos de civil), le colocaron unas improvisadas esposas hechas a base de sogas y se lo llevaron junto al Capitán Roberto A. García, oficial de fábrica recientemente ascendido.
  Mientras eso ocurría, en otros puntos de la unidad continuaban los combates entre atacantes y conscriptos. Un pelotón subversivo se acercó al depósito de explosivos donde se guardaba el armamento pesado pero fue contenido y rechazado. De todas maneras, logró ingresar en los arsenales y comenzó a extraer el armamento para cargarlo en los dos camiones recientemente arribados, los cuales llegaron escoltados por otros vehículos.
  En medio del tiroteo, pero cubiertos por tiradores, se apoderaron de 100 fusiles FAL, 2 FAP, 10 ametralladoras Madsen con sus portacargadores, 4 ametralladoras FN MAG, 60 subfusiles PAM-M3A1, cajones con granadas antitanque y municiones, todo lo cual, comenzaron a colocar en la parte posterior de los rodados.
  A García y Larrabure los subieron a una ambulancia y un automóvil, respectivamente para partir a toda velocidad, siguiendo a los camiones y los vehículos restantes, algunos de ellos sustraídos a los militares frente al Casino.
  Durante la huida, el Capitán García pudo liberar sus manos y saltar fuera de la ambulancia, pero fue alcanzado por dos certeros disparos, cayendo agonizante al suelo. Los insurgentes frenaron bruscamente, lo subieron nuevamente a la ambulancia y se alejaron, siempre disparando para cubrir su salida.
  Mientras era conducido en la ambulancia, el Capitán García fue sometido a interrogatorio. Sus captores procedieron salvajemente al golpearlo esposado, aplicarle quemaduras y finalmente descerrajarle dos disparos, abandonándolo moribundo en el interior del rodado.
  Los conscriptos presentaron una fuerte resistencia, sobre todo en el sector de depósitos pero al no contar con sus oficiales por hallarse prisioneros, lo hicieron desordenadamente y terminaron por ser desbordados. De todas maneras, las manchas de sangre en distintos puntos del establecimiento, así como en los vehículos abandonados (también en su interior encontraron armas y vainas servidas), fueron prueba elocuente de que la fuerza agresora había sufrido numerosos heridos, no pudiendo probarse jamás si de ellos alguno falleció luego (y hoy bien podría ser parte de esa lista de supuestas "víctimas" desaparecidas/asesinadas por el Estado argentino, pero en realidad  terroristas muertos en combate).
  Finalizadas las acciones, los pelotones subversivos abandonaron la fábrica y se replegaron al hotel-base para dispersarse por diferentes caminos, iniciándose de manera inmediata la persecución, bloqueándose las rutas y estableciéndose retenes en torno a la localidad.
  En horas de la madrugada, un Fiat 128 robado la noche anterior en Villa María, se desplazaba velozmente por la ruta 35, en dirección a la capital provincial. Lo conducía el médico José Luis Buscaroli, integrante de la división sanitaria del ERP y partícipe del copamiento; cuando en inmediaciones de Alta Gracia, el facultativo advirtió a la distancia el control policial montado por efectivos del departamento de Santa María e intentando evadirlo tomó un camino de tierra, buscando alejarse del lugar, pero advertidos de la maniobra, los policías se lanzaron en su busca iniciando una cinematográfica persecución que finalizó de manera abrupta, cuando el conductor perdió el control del rodado y volcó de costado, dando numerosos tumbos, falleciendo Buscaroli en el acto (y por lo cual, increiblemente, hoy figura como víctima del Estado argentino, o sea que es parte de esa mentira del supuesto "Terrorismo de Estado", y parte de los miles de millones U$D de los argentinos que como premios disfrazados de "indemnizaciones" por ser víctimas de nada, esos terroristas o sus deudos recibieron con el "curro de los derechos humanos"), ni así su compañero, un sujeto de apellido González (que en un primer momento los medios de prensa dijeron que se llamaba Sánchez y luego Fernández), oriundo de Tucumán, quien emergió aturdido de los restos del rodado, manifestando haber tomado parte en el ataque. Al ser reducido, los agentes le encontraron una pistola calibre 11.25 y algunos cargadores junto a 2.500 $ Ley 18.188.
  Horas después, comenzaron a aparecer abandonados los automotores utilizados por la guerrilla, el primero en Laboulaye, el segundo en Villa Nueva y un tercero en Oliva, todos con manchas de sangre.
  En el Barrio Clínicas de la ciudad de Córdoba fue hallado un Ford Falcon con indicios de haber participado en el hecho.
  El automóvil sedán del capitán Elicardi quedó en la localidad de La Payosa; poco después se recibió una denuncia dando cuenta de la presencia de otros en Hernando, cerca de Villa Nueva, en Las Predices y Alta Gracia, puntos por los cuales huyeron los atacantes.
  A las 17:00 del 11 de agosto se hizo presente en la Fábrica el comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, General Ernesto Federico Della Croce, quien venía dispuesto a dirigir personalmente la represión en tanto desde Buenos Aires viajaba el General Santiago Omar Riveros, director de Fabricaciones Militares, a efectos de prestar su colaboración e interiorizarse de los pormenores.
  Para el Mayor Julio Argentino del Valle Larrabure en cambio, comenzaba una larga odisea, soportando un torturador cautiverio (en el que jamás reveló secreto alguno, admirablemente), que finalizaría en forma cruenta más de un año después, cuando resultó estrangulado con un alambre, para ser su cuerpo abandonado en la vía pública como un mafioso mensaje de terror.
  La ambulancia con el Capitán García fue dejada en la calle Neuquén, cerca del Bulevar Sarmiento de la ciudad de Córdoba, donde la policía lo encontraron con un hilo de vida, un brazo y una pierna rotos, y dos impactos en el vientre, además de algunas quemaduras. Fue primeramente derivado al Hospital Aeronáutico “Agesilao Milano” situado en Avenida Colón al 500 de Córdoba y luego al Hospital Militar Regional de la misma ciudad. Al soldado Fernández, se lo derivó al hospital de Villa María, donde quedó internado con pronóstico reservado.
  Posteriormente fue conducido al Hospital Fernández de Buenos Aires, donde permaneció varias semanas en espera de una recuperación que solo se produjo en parte. Quedó hemipléjico de por vida, terminó por perder a su novia y apenas le concedieron una mínima pensión por los servicios prestados a la patria. Inexplicablemente, el Proceso de Reorganización Nacional que reivindicaba la lucha antisubversiva, le retiró la pensión y en su lugar le entregó un diploma de honor. Le consiguieron un trabajo en Fabricaciones Militares, en la Capital Federal (con el tiempo logró volver a caminar), se ofreció como voluntario para ir a Malvinas aunque fue rechazado por su estado físico y con el tiempo regresó a Villa María, donde vive de su escasa jubilación, olvidado e ignorado por la ciudadanía. Por el contrario, el soldado traidor y asesino Mario Pettiggiani fue merecedor de honores y reconocimientos en su falsa condición de “detenido-desaparecido” por la dictadura. En su memoria de descubrió una placa en una escuela de Oliva y se le rinde tributo en el desmemoriado Parque de la Memoria subversiva cada vez que las organizaciones de derechos humanos arremeten con el tema del terrorismo de Estado. Hay quienes dicen que aún vive en Barcelona según refiere Alfonso Ludueña en “Homenaje al TERRORISTA, TRAIDOR y ASESINO ‘MARIO EUGENIO PETTIGGIANI’" (Mendoza Transparente. Autopista de Información Confiable, 21 de octubre de 2016 http://www.mendozatransparente.com.ar/.../pettigianitraidor).
  Al ser revisada la barraca donde dormía Pettiggiani, se encontraron varios objetos personales, entre ellos una carta donde revelaba su ideología y su pertenencia al ERP.
  Ni bien se tomó conocimiento del hecho, se adoptaron las primeras medidas para neutralizar el accionar de los subversivos y cortarles las vías de escape.
  El 11 de agosto se practicaron cerca de treinta allanamientos en diferentes puntos de la provincia, el primero, en el domicilio del soldado traidor Mario Eugenio Pettigiani, en la localidad de Oliva, donde su padre era un prominente médico y el segundo en la vivienda ocupada por José Buscaroli. Al mismo tiempo, la policía pudo determinar que el acompañante de este último era Manuel "Luis" Alberto González, oriundo de Tucumán, quien quedó a disposición de la justicia en tanto se lo trataban de heridas.
  Buscaroli era intensamente buscado por las autoridades luego de la detención de María Cristina Bollatti, esposa de Hugo Alfredo Irurzún, implicados ambos en varios atentados.
  La nómina de bajas incluía un muerto por el lado de las fuerzas legales, el Cabo Primero Marcelino Cuello, fallecido durante el enfrentamiento frente al motel “El Pasatiempo”; siete heridos: el Oficial de la policía provincial Miguel Ángel Liendo Moral, los Agentes Pedro Aguilera, Juan Carlos Gutiérrez y Juan Bruno, el Capitán del Ejército Roberto A. García, oficial de fábrica atacado a mansalva durante su cautiverio; el Suboficial Mayor del Ejército Ramón Albornoz, alcanzado por varios impactos y, el Soldado Conscripto clase 1954 Jorge Carlos Fernández, quien quedó hemipléjico de por vida, con el lado derecho inmovilizado, además de otros dos reclutas con heridas leves.
  Del lado extremista los muertos conocidos fueron tres, Ivar "Manuel" Brolo, abatido por el Teniente Coronel Guardone cuando los terroristas intentaban ingresar en su domicilio; Justino César Argañaraz, al recibir una bala policial dentro del motel-base (falleció esa misma noche y fue enterrado en un lugar clandestino) y José Luis Buscaroli, fallecido durante la fuga, como consecuencia del accidente. En cuanto a los heridos, no se puede precisar exactamente su número pero debió ser elevado a juzgar por las manchas de sangre encontradas en la unidad militar y los autos abandonados, y es muy probable que entre ellos varios puedan haber fallecido y al igual que en toda guerra contra insurgencia y como hacen todas las fuerzas insurgentes, ocultaron las bajas, y desde ya hoy muchos de ellos son los que están dibujados como víctimas del Estado, como desaparecidos.
  Durante todo aquel día y hasta altas horas de la noche, el Ministro Robledo mantuvo permanentemente contacto con el Estado Mayor Conjunto y altos funcionarios civiles y militares, informándose de la situación o poniéndolos al tanto de la investigación.
  En el Edificio Libertador la actividad fue intensa durante toda la jornada. A las 05.00 del 11 de agosto se hizo presente en su despacho del 3º piso el General Leandro Anaya, urgido por conocer la situación; detrás suyo lo hicieron los Generales de División Luis Alberto Betti, jefe del Estado Mayor Conjunto y Emiliano Antonio Fiouret, Director General de Fabricaciones Militares, seguidos poco después por los Generales de Brigada Jorge Rafael Videla, jefe del Estado Mayor; Roberto Eduardo Viola, secretario del comando; Carlos Alberto Dalla Tea y Eduardo Pedro Epíscopo, ambos jefes de Inteligencia, quienes procedieron a evaluar los hechos junto a otros altos oficiales. Ignoraban que en pocas horas tendría lugar un nuevo enfrentamiento en el norte, más vasto y mucho más violento que el anterior.
  Pasadas las 14.30 del 11 de agosto, el Teniente Coronel Justo José Villanueva, jefe de Prensa del Estado Mayor Conjunto, leyó el comunicado oficial titulado “Ataque a una fábrica militar por parte de un grupo subversivo”. Decía el mismo:
"Aproximadamente a la 1 hora del día 11 de agosto de 1974, un numeroso grupo de la guerrilla armada atacó la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos Villa María, ubicada en la localidad homónima de la provincia de Córdoba.
  Dicho grupo subversivo estaba constituido por aproximadamente 70 hombres fuertemente armados, vistiendo uniformes militares y a quienes acompañaban algunas mujeres.
  El grupo subversivo contó con la complicidad de un soldado entregador que presta servicios en la citada fábrica.
  En la acción llevada a cabo se apoderaron de armamento y munición y tomaron como rehenes al mayor D. Julio Argentino del Valle Larrabure y al capitán D. Roberto A. García, subdirector y oficial de fábrica, intentando hacer lo propio con el director de la misma, teniente coronel D. Jorge Osvaldo Guardone quien repelió el ataque con un intercambio de más de cincuenta disparos de armas largas, lo que motivó la fuga del grupo atacante.
  Al huir llevaron consigo a los guerrilleros heridos y al mayor Larrabure, abandonando al capitán García quien fue posteriormente encontrado dentro de una ambulancia gravemente herido.
  Como resultado de la acción perdió la vida el suboficial Cuello de la policía de Córdoba, resultando heridos el agente Aguilera y cuarto soldados pertenecientes a la fábrica.
  Además de los guerrilleros heridos durante la acción, resultó muerto el médico cordobés José L. Buscaroli, cuando trataba de eludir el control policial de Alta Gracia al dirigirse al valle de Calamuchita y detenido un apellido de apellido Fernández [sic] de la provincia de Tucumán, quien manifestó ser integrante de una organización declarada fuera de la ley y haber recibido la cantidad de m$n 250.000 por su participación en el hecho.
  El establecimiento atacado es parte de un grupo de 14 que integran Fabricaciones Militares y viene trabajando desde 1937 en la producción de elementos químicos para la actividad privada, particularmente pólvora y dinamita para uso minero, nitrocelulosa para pinturas, esmaltes lacas, barnices y películas radiográficas y nitroglicerinas para productos farmacéuticos. Trabajan en la misma más de 700 operarios.
Se sustancia el correspondiente sumario."
CABO PRIMERO MARCELINO CUELLO, CORONEL JULIO ARGENTINO DEL VALLE LARRABURE, ¡SALUDO UNO!
▪️Imágenes:


•1: Mayor ingeniero químico
Julio Argentino del Valle Larrabure
subdirector de la Fábrica Militar de
Pólvora y Explosivos de Villa María
•2: Cabo Primero Marcelino Cuello de la Policía de la Provincia de Córdoba, caído el 10 de agosto de 1974.
•3: El soldado Jorge Carlos Fernández siendo condecorado por el Jefe del Ejército Argentino, General Claudio Pasqualini. Solo, resistía el embate extremista, quedó inválido tras ser atacado por la espalda por el conscripto traidor Eduardo Pettiggiani.
•4: Portada de la revista "Estrella Roja", órgano de difusión subversiva del ERP, dando cuenta del ataque a la Fábrica de Pólvora y Explosivos de Villa María, y el secuestro del Mayor Larrabure.
•5: Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María.
•6 y 7: Acceso principal a la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María, vista en el momento del ataque, y como se ve hoy.
•8: Personal policial conduce armamento y uniformes utilizados por los atacantes (foto La Nación)


•9: Motel "El Pasatiempo" utilizado por la guerrilla como base de operaciones (foto diario La Nación)


•10: Lugar frente al motel "El Pasatiempo" donde cayó asesinado el Cabo Primero Marcelino Cuello (foto La Nación)
•11: Vainas servidas y esposas hechas con soga utilizadas por los terroristas. Fueron halladas en el interior del motel (foto diario La Nación)
•12: Capitán Ingeniero Químico Roberto A. García (foto diario La Nación)
•13: Ambulancia con la cual los subversivos evacuaron securstrados al Mayor Larrabure y al Capitán García. Policías cordobeses la hallaron en la calle Neuquën, cerca del boulevard Sarmiento, de la ciudad de Córdoba, con el Capitán García en su interior, que los extremistas lo habían abandonado agonizando.
•14: Para todos los ignorantes de hoy, y los porfiados que se hacen los desmemoriados, el 28 de abril de 1974, el Presidente de la Nación, Teniente General Juan Domingo Perón, en una conferencia de prensa en el Centro Cultural San Martín, dejó bien en claro que ni él ni el peronismo eran socialistas, y nada tenían que ver con esa corriente, como los socialistas y comunistas que Perón luego expulsó de Plaza de Mayo y ordenó aniquilarlos, pero hoy dirigen el peronismo, no cuentan. En ese clima, estando Argentina en plena Guerra Antisubversiva, se dio el asalto a la Fábrica de Pólvora y Explosivos.
•15: El 1° de Mayo de 1974 el Presidente de la Nación Argentina, Teniente General Juan Domingo Perón, expulsó de Plaza de Mayo y del peronismo, y luego ordenó aniquilarlos, a todos los comunistas montoneros. Los que sobrevivieron, son los antiperonistas que hoy dirigen el peronismo y gobiernan Argentina.
•16: El soldado conscripto traidor Mario E. Pettigiani, era un comunista infiltrado que, aprovechando que realizaba su Servicio Militar Obligatorio, aprovechó para servir a potencias externas que atacaban a la Argentina. Hasta el día de hoy permanece prófugo e impune por los crímenes que cometió, no obstante figura como "víctima" del Estado y se le rinden honores de Estado a pesar de haber sido un delincuente y un enemigo que le hacía la guerra a la Argentina (foto diario La Razón)
•17: El soldado Jorge Carlos Fernández, que defendiendo la Patria se estaba enfrentando, solo, contra docenas de extremistas, fue baleado en la cabeza por la espalda por de el.soldado traidor Pettiggiani, cuando Fernàndez pensó que lo venía a ayudar. Fernández quedó inválido de por vida. Aquí muestra la gorra de servicio que llevaba puesta y el agujero que dejó el balazo que le pegó a traición Pettiggiani, le estalló el cráneo. La guarda como recuerdo.
•18: Zona donde se produjo el combate (foto diario La Nación)
•19: Plano de la fábrica y desplazamiento de los grupos subversivos (foto "Estrella Roja")
•20 al 22: De Cadete del Colegio Militar de la Nación, a Mayor, y con su familia, una buena parte de su vida Julio Argentino del Valle Larrabure la dedico al servicio de la Patria.
•23 al 26: Los medios de todo el país reflejaron los trágicos hechos de Villa María y Catamarca.
•27: El mayor Larraburre estuvo un año en torturador cautiverio. Sin embargo, las actas de interrogatorio luego secuestradas por la policía, demuestra que, increiblemente, jamás reveló secreto alguno.
•28 al 36: Finalmente fue asesinado por sus captores, y la autopsia reveló la desnutrición y torturas padecidas encerrado en las jaulas y pozos que lo tenían cautivo y pueden ver en imágenes. Todo esto cuando ya los juzgados y fiscalías no podían actuar, acosados por el terrorismo, y mucho antes del golpe de 1976...
•37 y 38: Las posibilidades que los conocimientos de Larrabure, en el desarrollo de propelentes sólido, para el programa coheteríl argentino, hayan sido útiles, no se pueden descartar, y es uno de los tantos capítulos de la historia argentina ocultos por los mafiosos terroristas que gobiernan en Argentina desde 1983 a hoy.
•39 y 40: Acción-reacción. Quienes atacaron primero, sucia e irregularmente, a la Argentina, fueron los comunistas a partir de 1959, por más que se quieran hacer las víctimas; en 1975 el PERONISMO en el poder respondió LEGAL Y CONSTITUCIONALMENTE, y las Fuerzas Armadas y de Seguridad sólo obedecieron.
•41 al 44: Hoy se rinden humilde tributo institucional a los caídos y supervivientes de aquella gesta patria contra la subversión. Sin embargo, a la subversión que atacaba a la Argentina, atentaba contra el estado de derecho y contra el pueblo argentino, se le rinden pompososos honores de Estado, y se han gastado entre 2.300 y 14.000 millones U$D en promover la mentira terrorista y ayudar a los terroristas.