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martes, 4 de junio de 2024

Argentina: ¿Quién fue María Remedios del Valle?

Quién fue María Remedios del Valle, la heroína que estará en los billetes de $10 mil


Los soldados la llamaban “la madre de la Patria”
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María Remedios del Valle estará en el billete de $10 mil que comenzará a comenzar a circular en junio, junto con Manuel Belgrano, en un reconocimiento al rol que jugó durante la independencia del país.

El historiador Oscar Larrosa relató en el programa Nunca es Tarde los hechos claves de la vida de esta mujer, a quien en su tiempo se le llamó “La Madre de la Patria”, por su rol esencial para la emancipación de Argentina.

María Remedios del Valle, de tez morena y esposa de un militar, no solo desempeñó un papel destacado en las luchas independentistas, sino que se convirtió en una figura central en el ejército del norte. A pesar de la pérdida de su esposo e hijos en la Batalla de Huaqui, María Remedios continuó sirviendo, atendiendo a los heridos y cumpliendo múltiples roles cruciales.

Su valentía la llevó a ser nombrada capitana del ejército por Manuel Belgrano después de su destacada participación en la Batalla de Salta.

“Todos escuchamos hablar de las Niñas de Ayohuma. Pues bueno, María Remedios del Valle y dos adolescentes morenas eran esas niñas. Ellas estuvieron toda la batalla, llevándole agua en unas tinajas a los soldados y curando a los heridos. En el medio del combate en medio de los cañonazos y los tiros”, precisó Larrosa.

El historiador señaló que la mujer fue herida de bala y cayó prisionera con algunos oficiales, entre ellos Ramón Estomba, el fundador de Bahía Blanca. Allí ayuda a los oficiales a escapar y los realistas la castigan con azotes en público por nueve días.

“En cuanto tuvo la oportunidad y hubo un descuido, se fugó y se volvió a incorporar al Ejército del Norte y retrocedió con el ejército hasta Salta. Y así se puso a las órdenes del general Martín Miguel de Güemes. Una mujer que en ese momento tendría 40 años”, explicó Larrosa.

Los últimos días de María Remedios del Valle estuvieron marcados primero por la pobreza y luego por el reconocimiento de su labor. “Ella retorna a Buenos Aires de donde era originaria y vive en un estado de miseria. Vendía pastelitos en la plaza mayor, lo que es ahora la plaza de Mayo”.

Después de décadas viviendo en la pobreza finalmente recibió reconocimiento cuando el general Juan José Viamonte la identificó como “La Madre de la Patria” y la nombra sargento mayor del ejército con una pensión de 216 pesos por mes.



jueves, 9 de mayo de 2024

Guerra de la Independencia: Lavalle y los Granaderos

Juan Galo de Lavalle, guerrero de la Independencia.

Ilustración: Lucas Cejas

Lavalle, Riobamba y los granaderos de San Martín

Rogelio Alaniz || El Litoral

El 21 de abril de 1822 Juan Lavalle, entonces un soldado de veinticinco años, se ganó el apodo de “León de Riobamba”, una distinción que de alguna manera se hizo extensiva a los noventa y seis granaderos que cargaron contra más de cuatrocientos españoles obligándolos, en una primera instancia, a retroceder. Cuando repuestos de la sorpresa, o el susto, la caballería y la infantería española se lanzaron en la persecución de los granaderos que regresaban a su base trotando como si estuvieran paseando, se produjo un segundo encuentro, en el que otra vez los españoles fueron derrotados.

La batalla de Riobamba se libra en Ecuador y de alguna manera prepara las condiciones para la posterior victoria de las tropas americanas en Pichincha. Los granaderos de San Martín se habían incorporado al ejército dirigido por el mariscal Antonio Sucre y, a juzgar por los resultados, adquirir en “préstamo” a los granaderos fue una de sus mejores ocurrencias.

Según las crónicas, el 22 de abril fue un día lluvioso. El barro dificultaba el desplazamiento de los soldados y obligaba a tomar precauciones especiales a la hora de decidir la batalla con el enemigo. Sucre le ordenó a Lavalle que inspeccionara el terreno. Nada más que eso; una inspección para obtener algunos datos indispensables para el futuro combate. Lavalle avanzó con sus hombres y de pronto se encontró con tres batallones españoles que lo triplicaban en hombres y armamentos. Lo prudente en ese caso hubiera sido retroceder, pero Lavalle nunca fue prudente, mucho menos en esas circunstancias.

Los españoles no podían creer lo que veían sus ojos. Un grupo de hombres avanzaba sobre ellos al grito de “¡a degüello!”. El aspecto de los soldados criollos debe de haber sido temible porque luego de una breve resistencia los que retrocedieron fueron los españoles. Lavalle los persiguió, ordenándoles a sus hombres que se detuvieran cuando advirtió que la caballería española había llegado hasta donde estaba apostada la infantería. Entonces dio orden de retroceder. Lo hicieron despacio, como si estuvieran paseando, “al trote”, dice el informe oficial. Los españoles, tal vez avergonzados por haber sido corridos por noventa soldados, decidieron perseguirlos.

El informe posterior que Sucre le envió a San Martín es elocuente: “Lo mandé a un reconocimiento a poca distancia del valle y el escuadrón se halló frente a toda la caballería enemiga y su jefe tuvo la elegante osadía de cargarlos y dispersarlos con una intrepidez de la que habrá raros ejemplos”. Sucre concluye su informe a San Martín diciendo de Lavalle: “Su comandante ha conducido su cuerpo al combate con una moral heroica y con una serenidad admirable”.

Conviene subrayar una de las frases de Sucre: “La elegante osadía...”. La decisión de Lavalle fue improvisada, no cumplió ninguna orden, no se atuvo a ninguna instrucción, por el contrario lo suyo fue una improvisación o, para ser más precisos, una inspiración, una genial inspiración. El informe que el propio Lavalle hizo por su lado parece coincidir con esta hipótesis. En un primer párrafo describe el momento en que retrocede después de la primera carga y cómo luego observan que la caballería española regresa al galope. Son muchos, están bien armados y se trata de soldados expertos en guerrear, pero... “ el coraje brillaba en el semblante de los bravos granaderos y era preciso ser insensible a la gloria para no haber dado una segunda carga”, ataque que en ese caso contó con el auxilio de los Dragones de Colombia, quienes estando a las órdenes de Sucre se involucraron en el combate .

O sea que la batalla de Riobamba se libró en dos tiempos, y en ambos las tropas americanas salieron airosas. El balance de pérdidas en vidas y armamentos permite asegurar que hubo ganadores y perdedores. Los españoles dejaron en el campo de batalla alrededor de cincuenta muertos y un número similar de heridos, mientras que los criollos sólo tuvieron que lamentar dos bajas.

Diez años antes, con sólo quince años de edad, Lavalle había ingresado al cuerpo de Granaderos a Caballo creado por el entonces teniente coronel José de San Martín. Aún no le había terminado de crecer la barba y ya estaba enredado en combates y batallas. Después de haber guerreado una temporada en la Banda Oriental fue trasladado a Mendoza donde se incorporó al proyecto del Ejército de los Andes. Desde ese momento puede decirse sin exagerar que estuvo en todas y en todas se lució y ganó honores y ascensos. Desde Chacabuco, donde fue ascendido a capitán, hasta Ituzaingó donde le otorgaron el grado de general en el mismo campo de batalla después de haber improvisado una carga de caballería que se hizo célebre y que para más de un observador militar decidió la batalla, Lavalle trazó un itinerario de combatiente que le permitió ganar con justicia el título de guerrero de la Independencia.

El héroe de Riobamba nunca renunció a su condición de granadero y soldado de San Martín. Después de Riobamba siempre lució con orgullo la distinción que le otorgó San Martín, distinción que muchos años después, cuando ya estaba embarrado en las guerras civiles, sacó a relucir para refutar a sus enemigos que lo acusaban de traidor a la patria. “El Perú a los vencedores de Riobamba”, decía el brazalete entregado por San Martín a su granadero.

Los méritos de Lavalle son también los méritos del cuerpo de granaderos, ese regimiento que recibió su bautismo en San Lorenzo y luego recorrió medio continente, siempre combatiendo contra los enemigos de la Independencia. Los granaderos regresaron a Buenos Aires catorce años después de haber sido creados. Llegaban cargados de glorias y cicatrices. No eran muchos. De los mil hombres que marcharon a Mendoza sobrevivieron 120.

Desde Buenos Aires a Colombia hay miles de kilómetros. Estos bravos soldados los recorrieron peleando sin tregua. Estuvieron en Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia. En todos lados recibieron reconocimientos y elogios. Ganaron y perdieron batallas, mataron y murieron, combatieron en la montaña, en la llanura y en el mar, y siempre defendieron los principios que en su momento les inculcara San Martín, normas de disciplina tan austeras y exigentes que hasta sancionaban al soldado que golpease a una mujer “aunque hubiera sido insultado por ella”.

La suerte de los granaderos estuvo ligada a la de su jefe. Cuando San Martín dejó Perú, ellos iniciaron el retorno a Buenos Aires. El viaje fue largo y cargado de acechanzas. Hubo rebeliones, naufragios y acciones heroicas. El 19 de febrero de 1826, setenta y ocho granaderos a las órdenes del coronel Félix Bogado entraron a la ciudad de Buenos Aires que los recibió como héroes. De los setenta y ocho, había seis que realizaron toda la campaña, desde San Lorenzo a Junín. Importa recordar sus nombres porque lo merecen: Paulino Rojas, Francisco Olmos, Segundo Patricio Gómez, Dámaso Rosales, Francisco Vargas y Miguel Chepaya.

El 23 de abril de ese año, y en homenaje a la batalla de Riobamba, don Bernardino Rivadavia decidió incorporarlos a su escolta, honor que mantienen hasta el día de la fecha. Para 1826 San Martín ya estaba en el exilio, pero cuando se enteró de la noticia no disimuló su satisfacción. Los granaderos habían sido su creación, su primera criatura, la niña de sus ojos, como se decía entonces. San Martín siempre consideró a los granaderos como un regimiento ejemplar, como un modelo de profesionalismo militar. Parco y medido como era en los elogios, dijo de ellos una de las frases más ponderativas que salieron de la boca de ese hombre enemigo de las palabras fáciles y la retórica liviana: “De lo que mis granaderos son capaces, sólo yo lo sé. Habrá quien los iguale, quien los supere, no”.



martes, 7 de mayo de 2024

Guerra de la Independencia: Eufrasio Videla, viejo guerrero

Un Guerrero de la Independencia





Eufrasio Videla: "Así, como allá al frente, estaban los españoles en un cerrillo blanco".
Don Eufrasio Videla es un viejo alto, flaco, nudoso, erguido, casi tan erguido como los álamos que cortan las perspectivas en los alrededores de Mendoza.
Apenas un saludo y le espeté mi invariable pregunta:
— ¿Cuántos años?
— Treinta y ocho.
— ¿Nada más?
El viejo sonríe, baja la cabeza para detener la mirada en el sombrero de anchas alas, color te con leche, al que sus dedos retorcidos como sarmientos hacen girar con porfía. Pienso en que
el pobre hombre ha perdido noción del tiempo, que desvaría su cabeza, que su memoria, más flaca que su cuerpo, yace tendida bajo la nieve de muchas décadas, porque me dijeron que don Eufrasio es hombre que ha traspasado los cien, y recupero mi actitud de moderno inquisidor.
— ¿Treinta y ocho nada más don Eufrasio ?
Sus labios mascullan un "ciento" y sale de nuevo, bien nítido, el ''treinta y ocho''.
Ahora me parecen muchos los años, mas no me detengo a aclarar el punto y prosigo el interrogatorio, haciendo que repita las respuestas dos y tres veces, — y hasta cuatro y cinco, — a fin de alcanzar su sentido, pues resultan ininteligibles la mitad de las palabras en el lento balbucir de sus labios.
Dijéronme que fue soldado de San Martín, pero no estuvo en el Plumerillo, ni se acuerda del general.
— Yo estaba en San Juan, entonces, cuando decían que en Mendoza se formaba el ejército, y pasamos por ahí arriba, por Los Patos.
— ¿Peleó usted?
— ¿Y cómo no? Ahí en el Zanjón de Maipo, cuando ya no quisieron pelear más.
— ¿Pero se acuerda de Maipo?
— Sí que me acuerdo. Fue allí, pues, la última batalla, donde se rindieron.
— ¿Y cómo empezó la cosa?
— Unos cuantos días an­tes yo había llegado con los que salimos de San Juan.
Después fueron, viniendo otros grupos de prisioneros y así se fue formando el ejército. (Pudiera el relato, muy bien, referirse a la llegada de dispersos de Cancha Rayada). Nosotros estábamos de la parte de aquí, —prosigue don Eufrasio, y al hacerlo sale al descanso de la escalera, poniendo ca­ra a los Andes, — y como en la parte de allí enfrente, en un cerrito blanco, estaban los godos.
— Flojanazos, ¿verdad?
— Hum ... ¡Fieros habían sido! Peleamos y peleamos y no aflojaban... Después no quisieron pelear mas cuando vieron que nosotros tampoco aflojábamos. Entonces corrimos atrás pa que se rindieran.
— ¿Y se rindieron?
— ¿Y cómo no? Si ya no tenían más ganas de pelear.
— ¿Y se entregaban?
— Muchos so entregaban, otros querían escapar. Pero nosotros los alcanzábamos.
— ¿Y no decían nada los españoles?
— ¿Quiénes, los godos? Sí, de­cían: ''¡No mate corcho, no mate!'', cuando los alcanzába­mos.
Brillaron un punto sus pupi­las, las arrugas dibujaron con gran esfuerzo una sonrisa y luego enmudeció el hombre, bajó la cabeza, y el sombrero retor­nó a girar entre los dedos.
Lo demás que nos contó for­ma un maremágnum de hechos y episodios confundidos, en que se mezclan sin distinción de épocas, Rozas y Quiroga y las montoneras y la guerra del Paraguay.
El viejecito Videla vive en la casa del ingeniero Fossati en la calle San Martín, 1778. Nos dijo este caballero, que Videla no conserva papel alguno, y que las medallas que poseyó en un tiempo las ha perdido o regalado, según relato del mismo don Eufrasio, y que el coronel Morgado, guerrero del Paraguay, le conoció en el ejército y de aspecto casi tan viejo entonces como ahora.
El gobierno de Mendoza le pasa una pequeña pensión, que le alcanza para cubrir sus modestos gastos. Lo demás se lo otorga la caridad de las personas que le recogen en su casa.
No podemos establecer a ciencia cierta si ha sido o no guerrero de la independencia porque ni siquiera la edad consta por documento público, pero si los 138 años son mu­chos años, es en cambio verdad que por estos pagos no son escasos los hombres de 110 o 115 años, y Videla bien puede oscilar entre estas dos últimas cifras y haber pertenecido a alguna de las milicias o cuerpos auxiliares del ejército de San Martín.
Mendoza, marzo 22.
Así reza esta nota publicada el 21 de Mayo de 1910 en la revista 'Caras y Caretas' Nº607 (Semanario Festivo, Literario, Artístico y de Actualidades).


AR-AGN-CyC01-dr-7-354020. Buenos Aires. Argentina. (AGN│Archivo General de la Nación)

domingo, 21 de enero de 2024

Guerra de la Independencia: El desastre de Huaqui

El desastre de Huaqui



La batalla de Huaqui o Guaqui, también conocida como la batalla del Desaguadero, la batalla de Yuraicoragua o el desastre de Huaqui fue un enfrentamiento militar ocurrido el 20 de junio de 1811, en las entradas norte y sur de la quebrada de Yuraicoragua, a 8 km al oeste del pueblo de Guaqui, intendencia de La Paz, en el que el Ejército Real del Perú venció al ejército de las provincias rioplatenses, autodenominado Ejército Auxiliar y Combinado del Perú, y que puso fin a la llamada primera expedición auxiliadora al Alto Perú, «sellando para siempre la escisión entre el Río de la Plata y el Alto Perú».



Batalla de Huaqui
Batalla de Guaqui
Guerra de la Independencia Argentina
Guerra de la Independencia de Bolivia
Parte de Guerras de independencia hispanoamericana
Teatro de operaciones de la batalla de Huaqui.


Fecha 20 de junio de 1811
(hace 212 años)
Lugar Guaqui, Partido de Pacajes, Intendencia de La Paz
Coordenadas 16°37′44″S 68°55′08″O
Resultado Victoria realistan. 1
Beligerantes
Virreinato del Perú: resistencia obediente al Consejo de Regencia de España e Indias Resistencia obediente a la Junta Grande de las Provincias Unidas del Río de la Plata
Comandantes
José Manuel de Goyeneche
• Francisco del Rivero
• Juan Ramírez Orozco
• Juan Pío Tristán
• Jerónimo Marrón de Lombera
Antonio González Balcarce
Juan José Castelli
• Juan José Viamonte
• Eustoquio Díaz Vélez
• José Bolaños
•Luciano Montes de Oca
Fuerzas en combate
Ejército Real
Total: 6000-8000
(incluyendo 4700 milicianos)
12 cañones
Ejército Auxiliar
Combinados del Perú
Total: 8000-18.000​
(incluyendo 5000-6000 regulares)
18 cañones
Bajas
Desconocidas, menores 1000 muertos, heridos y prisioneros6

Antecedentes

Dos hechos políticos de importancia se produjeron en el Alto Perú. El 14 de septiembre de 1810, Francisco del Rivero depuso al gobernador de Chuquisaca y se adhirió a la junta de Buenos Aires. Lo mismo ocurrió en Oruro el 6 de octubre. El 22 del mismo mes, ambas intendencias unieron sus fuerzas para cerrar por el norte toda ayuda que Goyeneche pudiera enviar a Nieto. El 27 de octubre de 1810, Balcarce fue rechazado por las fuerzas de José Córdoba y Rojas en el llamado Combate de Cotagaita que Castelli definió como "falso ataque". La vanguardia volvió a Tupiza y para acercarse más al ejército que avanzaba desde el sur se desplazó hacia Nazareno. Castelli envió doscientos hombres y dos cañones a marchas forzadas. El 7 de noviembre de 1810, reforzado con esas fuerzas que llegaron el día anterior, Balcarce logró derrotar a Córdoba y Rojas en la batalla de Suipacha, primer triunfo del Ejército Auxiliar del Perú. "Suipacha no fue más que un combate parcial entre dos pequeñas divisiones de vanguardia".​ Una semana después de Suipacha, el 14 de noviembre, las fuerzas combinadas de Chuquisaca y Oruro, al mando de Esteban Arze, derrotaron a la columna de Fermín Piérola en la planicie de Aroma. La acumulación de todos estos hechos pulverizó el dominio del virrey Abascal sobre el Alto Perú.

El avance de las tropas del gobierno de Buenos Aires continuó hacia el norte del Alto Perú, hasta el límite con el Virreinato del Perú y ambos bandos se acercaron a una zona casi triangular cuyos vértices eran: Puente del Inca sobre el río Desaguadero, la localidad de Huaqui sobre el borde del lago Titicaca al este y la localidad de Jesús de Machaca al sureste. Este fue el teatro de operaciones donde tuvo lugar la batalla.

Orden de batalla

Orden de batalla
Ejército Real del Perú Ejército Auxiliar y Combinado del Perú





Con un total de 7500 hombres y 14 piezas de artillería:

  • Estado Mayor
  • Brigadier Juan Ramírez Orozco. Columna Sur (Pampa de Chiribaya) con 2500 hombres:
    • cuatro piezas de artillería
    • Batallón de Paruro (Martín de Indacoechea).
    • Batallón de Paucartambo (Pablo Astete y Garzón).
    • Batallón de milicias de Abancay (Luis Astete y Garzón).
    • Escuadrón de milicias de Dragones de Arequipa (Pedro Galtier Winthuysen).
  • Brigadier Pío Tristán. Columna Norte (Sierra de Vilavila) con 1000 hombres:
    • 2.º Batallón de línea del Cuzco (Fermín Piérola).
    • Batallón “Fernando VII”.
  • Brigadier José Manuel de Goyeneche. Columna Norte (Pampa de Azafranal) con 2500 hombres:
    • cuatro piezas de artillería
    • 1.º Batallón de línea del Cuzco (Francisco Picoaga).
    • 2.º Batallón de veterano Real de Lima (Antonio Suárez).
    • Batallón de milicias de Puno (Mariano Lechuga).
    • Escuadrón de milicias de Dragones de Tinta (Francisco de Paula González).
    • Escuadrón de Dragones de Chumbivilcas (Andrés Bornás).
    • Una compañía de Gastadores (ingenieros).
  • Coronel Jerónimo Marrón de Lombera.Fuerza de Reserva (Oeste del Puente del Inca) con 2000 hombres
    • seis piezas de artillería (calibres a Cuatro o Tres y medio)

Con un total de 6000 y 19 piezas de artillería:

  • Estado Mayor
  • Coronel Juan José Viamonte. Columna Sur (Pampa de Chiribaya):
    • seis piezas de artillería
    • Una compañía de Pardos.
    • Una compañía de Morenos.
    • Regimiento N.º 6 de la Infantería.
    • Escuadrón de Húsares de Buenos Aires.
  • Coronel Eustoquio Díaz Vélez. Columna Sur (Pampa de Chiribaya):
    • siete piezas de artillería
    • Compañía de Oruro
    • Compañía de Pardos de Córdoba
    • Compañía de Granaderos de Chuquisaca
    • Cuatro compañías de desmontado y otras cuatro de Dragones montados Ligeros de la Patria.
  • Coronel José Bolaños. Columna Norte (Pampa de Azafranal):
    • seis piezas de artillería
    • Regimiento N.º 8 de la Paz.
    • Regimiento N.º 7 de Cochabamba.
  • Teniente coronel Luciano Montes de Oca. Fuerza de Reserva (Pampa de Azafranal)
  • Brigadier Francisco del Rivero. Caballería Cochabambina (Pampa de Machaca) con 1800 hombres.9



Incidentes previos

El 11 de abril de 1811, una patrulla de la vanguardia del Ejército Auxiliar y Combinado, integrada por doce Húsares de La Paz, al mando del teniente Bernardo Vélez, recorría las cercanías del pueblo de Guaqui. Ahí se enteró de que un destacamento de exploración del Ejército Real del Perú se dirigía hacia ese lugar y planeó emboscarla en las afueras del pueblo. Al intentar hacerlo se encontró, sorpresivamente, con un destacamento que tenía unos 100 soldados bien montados y armados. Tras rechazar una intimación de rendición y antes de que esas fuerzas lo pudieran rodear, el teniente Vélez se abrió paso hacia Guaqui y se atrincheró en la iglesia del pueblo. Luego de un enfrentamiento de quince minutos la patrulla de José Manuel de Goyeneche se retiró hacia su base de partida llevándose dos prisioneros. Por orden de Castelli, Díaz Vélez envió un emisario con una nota de protesta y un pedido de devolución de los dos prisioneros. En la nota, Díaz Vélez otorgó un plazo de dos horas para que se retiraran todas las partidas de exploración que pudieran estar al este del río Desaguadero. La respuesta de Goyeneche fue negativa pero devolvió los prisioneros. Por su parte Díaz Vélez ordenó reforzar las avanzadas en la zona de Guaqui. El 23 de abril, desde el campamento de Laja, Castelli envió otro oficio a Goyeneche en el que, mencionando el incidente del 11 de abril , advirtió que había tomado medidas para que se respetaran los antiguos límites virreinales, no se interfirieran las operaciones del Ejército Auxiliar al este del río Desaguadero ni se mortificara a los pueblos de indios existentes en esa zona.

El 16 de mayo, mientras Francisco del Rivero avanzaba con el grueso del regimiento de Voluntarios de Caballería hacia su nueva base de operaciones en el pueblo de Jesús de Machaca, una parte de su vanguardia, al mando del capitán de artillería Cosme del Castillo, partió de esa localidad con una pequeña partida de 15 hombres. En el camino hacia el Azafranal se enteró de que una partida de Goyeneche recorría los pueblos de la zona. A unos 14 kilómetros más acá del Azafranal, sobre el río Desaguadero y por propia iniciativa la atacó ocasionándole varios heridos y muertos. Algunos se ahogaron al pretender escapar cruzando el río. Del Castillo no tuvo ninguna baja.

Puente del Inca. Plano levantado por orden de Goyeneche en 1811

Otra partida de 50 hombres, al mando del capitán José González, que había partido de Jesús de Machaca antes que Cosme del Castillo, avanzó unos 70 kilómetros con dirección oeste. Luego de cruzar el río Desaguadero, ya en territorio del Virreinato del Perú, González se enteró de que en el poblado de Pizacoma operaba una patrulla que Goyeneche había enviado para controlar los caminos que desde el suroeste conducían a Puente del Inca y Zepita. Esta patrulla estaba dispersa en tres sectores: unos 25 hombres se encontraban en Pizacoma, otra custodiaba los caballos que pastaban en los valles de la zona y la tercera estaba en el pueblo de Huacullani, a 32 kilómetros al norte de Pizacoma. El 17 de mayo, la caballería cochabambina cayó sorpresivamente sobre Pizacoma logrando capturar casi todas las armas, caballos y monturas, produciendo cuatro muertos y 41 prisioneros. Goyeneche reclamó en vano que devolvieran lo capturado aduciendo que ya regia el armisticio. Por su parte Díaz Vélez justificó la escaramuza diciendo que esas patrullas que salieron de Jesús de Machaca no estaban al tanto del armisticio pactado. Era cierto que Rivero operaba con autonomía y lejos de Castelli ubicado entonces en Laja. Goyeneche acusó a estas fuerzas de no tener “subordinación y disciplina”, de “tumultuarias”, que “ni atendían reclamaciones ni obedecían las órdenes del que las mandaba y dirigía”.

A principios de junio, ya en su cuartel de Huaqui, Castelli ordenó al teniente coronel Esteban Hernández, que con 50 Dragones de la Patria, ubique un puesto de vigilancia adelantado en la pampa de Chiribaya, a unos 5 km hacia el oeste de la salida sur de la quebrada de Yuraicoragua, y a unos 10 km antes de llegar al Puente del Inca. La cercanía de esa vanguardia y, sobre todo, la ambigua redacción del armisticio le permitió a Goyeneche interpretar esa presencia como una violación del tratado por parte de Castelli, por lo que envió una columna de 500 hombres, al mando de Picoaga, con la misión de desalojarla. El 6 de junio de 1811, el capitán Eustoquio Moldes, al mando de 20 soldados, mientras patrullaba la zona, capturó un desertor que le informó el avance de Picoaga. Pese a la advertencia, la pequeña patrulla de Moldes fue localizada y sufrió un ataque esa misma noche. Esta escaramuza nocturna, en medio del frío y la oscuridad, a la que se sumaron las fuerzas de Hernández, terminó con muertos, heridos y prisioneros y la retirada de ambos contendientes que se adjudicaron la victoria. Castelli comunicó al gobierno el incidente doce días después, es decir, al día siguiente de haber recibido la respuesta negativa del Cabildo de Lima a un arreglo pacífico y tras una junta de guerra en la que se decidió iniciar las operaciones militares contra Goyeneche. En el mismo oficio, Castelli informó al gobierno que consideraba que el armisticio estaba roto.

La batalla

Juan José Castelli.

Después de acampar durante abril y mayo en Laja para reorganizar sus cuadros, incorporar soldados y adiestrarse, el ahora Ejército Auxiliar y Combinado del Perú avanzó hacia el río Desaguadero, llegando a Huaqui a principios de junio de 1811. Díaz Vélez fue ascendido a coronel graduado el 28 de mayo de 1811.

El 18 de junio, mientras aun regía el armisticio que Castelli había firmado con José Manuel de Goyeneche y que probablemente ninguno de los dos pensaba cumplir, Viamonte inició la marcha de aproximación de su división hacia Puente del Inca, sobre el nacimiento del río Desaguadero. Partiendo de Huaqui, su división cruzó de norte a sur la quebrada de Yuraicoragua y estableció su campamento en la salida sur de la misma, donde comienza el llano que da a la pampa de Machaca hacia el este y Chiribaya al oeste. Al día siguiente, la división de Díaz Vélez recorrió el mismo itinerario y llegó al atardecer sumándose a la división de Viamonte. Así, en la noche del 19 de junio, víspera de la batalla, las fuerzas de Castelli estaban dispersas en un amplio abanico: dos divisiones seguían en Huaqui, otras dos divisiones estaban a 10 kilómetros de distancia, en la salida sur de la angosta quebrada de Yuraicoragua y un tercer grupo, la división de caballería al mando de Francisco del Rivero, estaba en el pueblo de Jesús de Machaca, a 18 kilómetros al sureste de las tropas de Viamonte y Díaz Vélez y distante 29 kilómetros de las fuerzas de Castelli. Las unificadas fuerzas de Goyeneche estaban peligrosamente ubicadas a solo 15 kilómetros del campamento de Viamonte.

Combates en el sur de la quebrada

Al amanecer del día 20, patrullas de seguridad que operaban en la pampa de Chiribaya, llegaron al campamento con la noticia de que a menos de 5 o 6 km avanzaban tropas de infantería, caballería y artillería. Era el ala derecha de Goyeneche al mando de Juan Ramírez Orozco. Díaz Vélez comprendió inmediatamente que toda la planificación del ataque al Desaguadero había quedado obsoleta. Pese a recibir la orden urgente de Viamonte de que su división saliera a contener a Ramírez, Díaz Vélez se dirigió personalmente al puesto de mando de su jefe, «para obviar equivocaciones», proponiendo el inmediato repliegue de las dos divisiones hacia Huaqui y reunirse con González Balcarce ya que no estaba previsto combatir separadamente. Viamonte le respondió que esa propuesta era propia de un cobarde, que el que mandaba era él y que solo debía obedecer. Pese a la extemporánea y violenta respuesta, en la que se notaba la mala relación entre ambos, Díaz Vélez no dijo nada y se retiró para hacerse cargo de su unidad. Viamonte negaría más tarde estas palabras pero los testigos presentes las confirmaron en el juicio, separada y textualmente.

Con una incomprensible demora de 24 horas y con el enemigo a la vista, Viamonte envió al capitán Miguel Araoz con 300 hombres «escogidos» para que ocupara el estratégico cerro ubicado sobre el lado oeste de la salida de la quebrada de Yuraicoragua.

Desde ese cerro se dominaba ampliamente el camino que venía desde el Puente del Inca rumbo a Jesús de Machaca y era ideal para ubicar allí la artillería e impedir el avance enemigo proveniente del Desaguadero por el lado sur del Vilavila. También dominaba el campamento instalado abajo, en la salida sur de la quebrada, y la línea de batalla secundaria integrada por el 2.º batallón del regimiento N.º 6, al mando de Matías Balbastro. Este batallón debía contener un posible ataque desde el norte, proveniente de Huaqui, sobre la derecha de la línea principal que Viamonte y Díaz Vélez habían formado en la pampa de Chiribaya.


Zona sur quebrada Yuraicoragua. Disposición inicial. Color rojo: Ejército Real del Perú. Color Azul: Ejército Auxiliar y Combinado del Perú

Primera fase: Para cumplir la misión de separar a las divisiones de Viamonte y Díaz Vélez de las fuerzas de Castelli-Balcarce, ubicadas al otro lado de la quebrada, Ramírez tenía que ocupar indefectiblemente ese cerro. A tal efecto ordenó a sus guerrillas avanzadas que lo atacaran mientras el grueso de sus fuerzas se dirigían a ocupar su base. En la marcha de aproximación por la pampa de Chiribaya tuvo que soportar durante dos kilómetros el fuego impune de la artillería y fusilería que descargaba Araoz desde la cima hasta que pudo llegar a unos cerros de menor altura que le sirvieron de protección. Por ese punto sus fuerzas salieron a la pampa donde se reorganizaron en escalones para iniciar el combate por el dominio del cerro. Viamonte comprendió que toda la batalla se centraría en sostener esa posición y sus alrededores. Reforzó así las fuerzas de Araoz enviando sucesivas compañías que sacó del primer batallón del regimiento N.º 6 y reforzó la artillería adicionando una culebrina de mayor calibre y un obús. La lucha en ese sector, por el tipo de terreno, fue caótica.


Situación 10:00 horas: 1 y 2)
Ataque de Ramírez y su vanguardia; 3-5) Araoz sostiene su posición y recibe ayuda de Viamonte; 4) Díaz Vélez ataca a Ramírez; 6-7) Balbastro adelanta 4 compañías

Segunda fase: Con la aparición de Ramírez en la pampa a 500 metros del cerro, Viamonte ordenó a Díaz Vélez que se hiciera cargo de todo el combate por el dominio del cerro y sus alrededores. Así, a las dos horas de iniciada la batalla, Díaz Vélez, con los granaderos de Chuquisaca y una compañía de dragones a pie, con un obús y una culebrina de a 4, entró en acción contra las fuerzas de Ramírez. Según Viamonte, se desarrolló entonces «la más formidable acción» que haya conocido.16​ Después de dos horas de combate, pasado el mediodía, la infantería de Ramírez pareció flaquear y su caballería comenzó a retirarse. Díaz Vélez ordenó que la caballería del ejército auxiliar, superior en número a la de Ramírez, entrara en acción. Así se hizo pero, lamentablemente, esas fuerzas se dispersaron en acciones secundarias y no tuvieron ningún peso en la batalla. Entonces Díaz Vélez pidió refuerzos a Viamonte para acelerar el colapso del enemigo. La negativa de este daría lugar a que tanto Díaz Vélez como otros oficiales lo responsabilizaran a posteriori por el resultado de la batalla. La realidad era que, en ese momento, lo que quedaba del regimiento N.º 6 de Viamonte sumando el resto de la división de Díaz Vélez que no habían entrado en combate, se habían reducido a solo 300 hombres. Era la única reserva disponible que tenía Viamonte para hacer frente, por un lado, al combate todavía indeciso que conducía Díaz Vélez y, por el otro, a una nueva columna enemiga que apareció desde el norte marchando por la quebrada y las alturas occidentales de la misma rumbo al cerro y a la línea secundaria defendida por el batallón N.º 2 de Balbastro, que para entonces, ya estaba reducido a la mitad por una desafortunada decisión táctica de avanzar cuatro compañías hacia el centro de la quebrada.

Tercera fase: Para Viamonte, la presencia de estas fuerzas que venían del norte era una señal inquietante de lo que podía estar sucediendo al otro lado de la quebrada y cuya evolución desconocía por completo. Esta columna estaba al mando del mayor general Juan Pío de Tristán, primo de Goyeneche, y eran las mejores tropas del Real Ejército del Perú: el batallón de Puno, el Real de Lima, y una compañía de zapadores. Habían realizado una marcha de aproximación difícil, subiendo y bajando cerros a través de la cadena del Vilavila, sin perder la orientación ni agotarse en el esfuerzo. Cuando atacaron desde una posición más elevada por el lado derecho del cerro, la sorpresa y el aumento de bajas quebró la resistencia de los guerrilleros de Araoz que comenzaron a retroceder en completo desorden. Al bajar a la quebrada arrastraron consigo a las fuerzas de Balbastro que tampoco estaban en condiciones de sostener la posición si el enemigo dominaba las alturas. Lo mismo sucedió con las fuerzas de Díaz Vélez que también retrocedieron desordenadamente. Ante esta favorable situación, Ramírez ordenó la persecución del enemigo.

Cuarta fase: Por puro azar, los soldados que huían en desorden no se dirigieron hacia las tropas de la reserva al mando de Viamonte ubicadas en la pampa sino que pasaron lejos, por su derecha, rumbo a Jesús de Machaca. Esta reserva, descansada y en perfecto orden, pudo así rechazar con un violento fuego de fusilería a las tropas que venían en persecución, ya agotadas por tantas horas de marcha y combate. Ramírez suspendió la maniobra sin saber que enfrentaba a solo 300 soldados y un cañón y se dedicó a saquear el abandonado campamento del ejército auxiliar. Díaz Vélez y Araoz, adelantándose a las fuerzas que huían, lograron contenerlas y reorganizar a gran parte de estas. Se formó así una nueva línea a dos kilómetros de la posición inicial, detrás de las fuerzas de Viamonte. Cuando este ordenó a su vez la retirada de la reserva para que salieran del alcance del fuego enemigo que provenía del cerro, estas comenzaron a desorganizarse pero terminaron contenidas por esta segunda línea en formación. Hasta ese momento y teniendo en cuenta la sorpresa inicial, la situación no era tan grave. De unos 2100 soldados iniciales quedaban en la línea 1500, faltaban 600 de los cuales había que descontar 60 bajas por lo que eran 540, en su gran mayoría desertores, los que habían huido hacia Jesús de Machaca o se habían dispersado en los cerros aledaños. Pero lo más sorprendente y decisivo fue la conducta de una gran proporción de oficiales (capitanes, tenientes y subtenientes) que habían huido, algunos incluso antes de entrar en combate, y que pertenecían a las mejores unidades del ejército auxiliar.

Quinta fase: Mientras las tropas del ejército auxiliar se reorganizaban y descansaban en esta nueva línea de combate frente a un enemigo en actitud expectante, tuvieron que presenciar cómo el campamento era saqueado por el enemigo: municiones, carpas, mochilas, efectos personales y, especialmente, abrigos y comida. Antes del mediodía Viamonte había intentado infructuosamente localizar a Francisco del Rivero y su caballería que habían salido de Jesús de Machaca al amanecer rumbo al puente construido sobre el río Desaguadero, es decir, a no más de 10–11 km de la quebrada de Yuraicoragua. Rivero apareció recién a las cuatro, cuando caía la tarde. La relación entre Rivero y los jefes del ejército auxiliar nunca fueron buenas y resultó inexplicable que habiendo escuchado desde las primeras horas del día el accionar de la fusilería y cañones en la salida de la quebrada, no dedujera que el ataque sorpresivo de Goyeneche en ese lugar había reducido a nada el objetivo que tenía que alcanzar en el plan de Castelli. La presencia tardía de Rivero y sus 1500 hombres no alteró la situación. Con prudencia, Ramírez no comprometió sus fuerzas en la pampa. Sencillamente las subió a los cerros donde la caballería no tenía ninguna capacidad ofensiva.

Combates en el centro de la quebrada


Plano ilustración de la batalla en Torrente, 1830, tomo I, p=186 con partes borradas, deficiencias topográficas y errores disposición de tropas

Ni bien el 2.º batallón del regimiento n.º 6 ocupó su posición mirando hacia el norte de la quebrada de Yuraicoragua para contener un posible ataque desde esa dirección, su comandante, el sargento mayor Matías Balbastro, envió patrullas adelantadas de observación que debían avanzar hasta unirse a una compañía de pardos y morenos que estaba posicionada desde la noche anterior en un cerro ubicado en la mitad de la quebrada. Balbastro envió además al capitán Eustoquio Moldes, con 26 dragones montados, que debían superar esa posición y avanzar hasta la entrada norte de la quebrada, es decir, hasta el lugar donde se abre a la pampa de Azafranal. Cuando Moldes llegó a su objetivo pudo constatar que ya las fuerzas enemigas al mando de Goyeneche, unos 2000 hombres, estaban avanzando por el camino Puente del Inca-Huaqui y que, paralelamente, otras fuerzas estaban subiendo a los cerros que dominaban la entrada occidental de la quebrada enviando guerrillas hacia el sur, es decir, contra la compañía de pardos y morenos. Significativamente Moldes, en su declaración del 19 de diciembre de 1811, en la Causa del Desaguadero, no mencionó haber visto a las fuerzas de González Balcarce que debían estar ubicadas a la derecha de su punto de observación. Después de avisar a Balbastro estas novedades se retiró del lugar ante el peligro de quedar aislado. Moldes no volvió por la quebrada ya que omitió en su declaración haberse cruzado con las cuatro compañías que avanzaban por ella rumbo al norte. Moldes perdió todo contacto con sus jefes y desapareció hasta las cinco y media de la tarde cuando se unió a lo que quedaba de las fuerzas de Viamonte y Díaz Vélez en momentos en que, desde su nueva posición, estos disponían la retirada hacia Jesús de Machaca.17​ Enterado Viamonte de lo que ocurría en la entrada norte de la quebrada tuvo que decidir si enfrentar a las fuerzas enemigas que se dirigían hacia el sur o replegar a Balbastro para reforzar el ataque en curso contra Ramírez. Tomó una decisión intermedia: ordenó a Balbastro que enviara la mitad de sus fuerzas, cuatro compañías o sea unos 400 hombres, más dos cañones, hacia el centro de la quebrada. El teniente coronel José León Domínguez, objetó diciendo que esas fuerzas eran muy escasas frente a las fuerzas que los informes había estimado en unos 1500 hombres y sugería que mejor era atacar con todo el batallón o, en su defecto, quedarse en el lugar en actitud defensiva. Balbastro respondió que esa era la orden de Viamonte. Estas cuatro compañías avanzaron lentamente en formación por la quebrada arrastrando los cañones cuando ya la compañía de pardos y morenos, que debía protegerlos desde los cerros de la izquierda, había sido desalojada. Casi de inmediato se enfrentaron con fuerzas que la cuadruplicaban en número, mejor posicionadas y que las atacaban de frente y por la izquierda. Se trataba del batallón de Puno y la compañía de zapadores de Tristán y una parte de las fuerzas del Real de Lima que luego giraría hacia el noreste para atacar el flanco izquierdo de Bolaños. Estas fuerzas prácticamente desintegraron a esas cuatro compañías. Los sobrevivientes se dispersaron trepando los cerros del lado este, porque las fuerzas enemigas, adelantándose por los cerros del lado oeste, ya habían cortado la quebrada más al sur aislándolos de Balbastro. De las cuatro compañías, solo la 5.ª pudo unirse a su jefe y continuar combatiendo, dos se dispersaron hacia Jesús de Machaca y Viacha y la 6.ª, al mando del capitán Bernardino Paz, se dirigió accidentalmente al norte, hacia el lugar donde Castelli, Balcarce y Bolaños estaban formando su línea defensiva. Este breve y desastroso combate, que tendrá importantes consecuencias ulteriores en el desarrollo de la batalla, no suele figurar en la historiografía sobre la batalla de Huaqui.

Combates en el norte de la quebrada

El combate en la zona norte de la quebrada de Yuraicoragua fue considerado de dos maneras: los contemporáneos de la batalla entendieron que era el principal porque en ella participaron los jefes de los dos ejércitos. En cambio, los posteriores historiadores argentinos tendieron a restarle importancia porque en ella participaron mayoritariamente tropas del Alto Perú.

José Manuel de Goyeneche.

La división al mando de Bolaños, formada por los regimientos N.º 8 de infantería de Patricios de La Paz y el N.º 7 de infantería de Cochabamba, debía avanzar desde Huaqui hacia la entrada norte de la quebrada de Yuraicoragua y de allí atacar, por la pampa de Azafranal, las posiciones de Goyeneche en el Puente del Inca. El capitán Alejandro Heredia, custodiaba la quebrada con un fuerte destacamento de dragones y su misión era de seguridad adelantada. Colaboraba en esa tarea de vigilancia un observador ubicado en la torre de la iglesia de Huaqui provisto de un catalejo. El 20 de junio, a las 07:00 horas, el capitán Heredia escuchó disparos provenientes de la salida sur de la quebrada e inmediatamente envió un mensajero hacia Huaqui, distante 8 km. En su frente, hacia el oeste, una densa bruma cubría la pampa de Azafranal. A las 07:30, saliendo de la nada, aparecieron las fuerzas principales de Goyeneche que avanzaban con dirección a Huaqui. En su marcha de aproximación este había ido destacando guerrillas cada vez más importantes sobre las cimas del Vilavila.

Los dos regimientos de infantería que iban a enfrentar a las fuerzas de Goyeneche en el sector norte de la quebrada tenían serios problemas. La mayoría de los oficiales del regimiento N.º 8 de La Paz ya habían combatido y habían sido derrotados en esa zona por Goyeneche, en 1809. Sabían de la capacidad de las fuerzas peruanas y de sus represalias. Pero el actual regimiento paceño era de reciente formación, heterogéneo y del cual se sacaban permanentemente soldados para otras unidades. Tenía un alto porcentaje de deserción por la proximidad con la zona donde los soldados habían sido reclutados. Sus oficiales, pese a su experiencia y voluntad, sabían de estas debilidades y tenían serias dudas sobre el resultado de la operación que se estaba proyectando. Su comandante, el experimentado sargento mayor paceño Clemente Diez de Medina, el que mejor conocía la topografía del teatro de operaciones, fue el que se animó, en la reunión final del 17 de junio, a apoyar a Montes de Oca argumentando que no era conveniente atacar a Goyeneche por la posición ventajosa que ocupaba y los 7000 hombres que tenía. Muchos pensaban lo mismo pero callaron para no aparecer como cobardes. La respuesta tajante de Castelli fue que la reunión era para ver la mejor forma de atacar, no para discutir si se atacaba o no, decisión que ya estaba tomada. El 12 de junio, ocho días antes de la batalla, el veterano José Bonifacio Bolaños había sido nombrado comandante de la división formada por los regimientos N.º 7 y N.º 8. Desde ese día y hasta el 19 junio intentó interiorizarse del estado operativo mediante ejercicios intensos para elevar la falta de pericia militar y el animo de oficiales y soldados. Sin embargo, tal fue su consternación ante la evaluación que pidió 400 hombres del regimiento N.º 6, el mejor del Ejército Auxiliar, para crear un núcleo fuerte dentro del regimiento N.º 8, lo que no pudo conseguir. Así, teniendo "cada día [...] menos esperanza de que [su división] fuera capaz de batir al enemigo" se acercó la fecha del sorpresivo ataque de Goyeneche.22​ El día anterior, Bolaños recorrió lo que sería presumiblemente el campo de batalla hasta llegar casi a las avanzadas de Goyeneche. No vio nada anormal salvo una lejana polvareda que le hizo suponer que el enemigo estaba juntando los caballos, hecho que informó a sus superiores.

A las siete de la mañana, la llegada de noticias que envió Viamonte desde el sur produjo una sorpresa total en el campamento de Huaqui. Para una división que estaba tan cerca del enemigo y que debía marchar al frente ese mismo día esto no era normal.23​ Bolaños intentó formar a sus regimientos en la plaza para arengarlos antes de iniciar la batalla pero en ese momento llegó la orden de Balcarce de que debían salir inmediatamente hacia la entrada de la quebrada de Yuraicoragua antes de que lo ocupara el enemigo. La artillería, con las mulas de tiro todavía dispersas, tuvo que ser arrastrada hacia el frente por lanceros que fueron desarmados para tal fin.

Los dos regimientos emprendieron la marcha de aproximación a paso vivo y en total desorden. En la confusión algunos oficiales bisoños desaparecieron abandonando a sus tropas. Cansados, después de más de una hora de marcha forzada recorriendo siete kilómetros y sin conservar sus formaciones, los soldados fueron ocupando sus posiciones. Al comenzar la batalla solo estaban la mitad de los 1500 a 2000 soldados. Pese a todo, el lugar donde se desplegaron ofrecía buenas ventajas topográficas. Frente a la línea de avance de Goyeneche se levantaba una elevación que en forma de suave muralla se extendía en forma perpendicular al lago Titicaca y las serranías del Vilavila cerrando la pampa de Azafranal y el camino hacia Huaqui. El único punto débil estaba hacia el sur, donde comenzaban los cerros del Vilavila, que si eran ocupados por el enemigo le permitiría atacar de flanco y amenazar la retaguardia. Balcarce no tomó ninguna medida al respecto.

A las 9 de la mañana, viendo el despliegue enemigo y teniendo en cuenta el fuerte combate que se desarrollaba en el sur de la quebrada, Goyeneche tomó una decisión fundamental. Dividió sus fuerzas en dos columnas. La de la derecha, al mando de su primo Juan Pío de Tristán, compuesta por las mejores tropas, el Real de Lima, el batallón de Puno, una compañía de zapadores y un cañón debían subir al Vilavila y sumarse a las guerrillas que ya operaban en los cerros. Tenía un doble objetivo, en primer lugar, flanquear desde las alturas a las fuerzas de Viamonte y Díaz Vélez al sur de la quebrada y, en segundo lugar, atacar desde los cerros el ala izquierda de las fuerzas de Balcarce. Con esta maniobra, Goyeneche cambió el eje principal de la batalla, lo llevó desde la pampa de Azafranal a los cerros del Vilavila.

El primer objetivo tuvo sus primeros frutos cuando sorprendió y desintegró, en plena quebrada, a los cuatro batallones que Balbastro había enviado cumpliendo órdenes de Viamonte. El problema principal que enfrentó la columna de Pío Tristán fue vencer las dificultades topográficas del Vilavila: no perder la orientación y superar el esfuerzo de subir y bajar cerros manteniendo la rapidez en la ejecución táctica. Por el otro extremo de su línea de ataque, Goyeneche envió al regimiento de Cuzco para que atacara en una pequeña franja de terreno entre la ventajosa posición ocupada por el enemigo y el lago Titicaca. En el centro, tres compañías tenían como objetivo un ataque de demostración para aferrar al enemigo.

Los problemas en las fuerzas de Bolaños comenzaron en su ala izquierda debido a una sucesión de hechos de diverso origen:

  • La sorpresiva aparición por el Vilavila de las tropas de Bernardino Paz que venían huyendo de la derrota en la quebrada de Yuraicoragua y que a los gritos decían que toda la división estaba muerta o prisionera o que habían sido cortados.
  • Detrás de estas fuerzas aparecieron las primeras guerrillas de Pio Tristán que produjeron algunas bajas.
  • Solo había pasado media hora de combate cuando cesó el fuego de la artillería debido a la descompostura de los cañones. Esto afectó a la infantería que se sintió desprotegida frente al enemigo. Cuando Bolaños quiso enviar dos cañones en reemplazo ya no pudo conseguir quien lo hiciera ni los protegiera.
  • Los soldados, pálidos y casi paralizados, comenzaron a esconderse entre las piedras o ponían pretextos para no disparar. Resultaron inútiles las órdenes, ruegos y amenazas para que cumplieran las órdenes. El terror había quebrado la cadena de mandos.

Bastó entonces que un reducido número de soldados corriera hacia la retaguardia para que todos, contagiados por el pánico, hicieron lo mismo, abandonando armas, equipos y hasta sacándose el uniforme.

"[...] cuando llegué a la cima del cerro miro con dolor huyendo toda mi línea que constaba de 1200 hombres puestos en vergonzosa fuga". José Bonifacio Bolaños en (Bolaños, 1912, p. 79)

A mediodía, y salvo un pequeño grupo de exsoldados de Nieto que se pasaron al enemigo, el resto había huido en tropel hacia Huaqui. En el camino se mezclaron con las débiles fuerzas de reserva al mando de Montes de Oca que avanzaban hacia el frente con cuatro cañones y las desorganizaron completamente. Esa reserva abandonó la artillería y también se dispersó hacia Huaqui.

Castelli y Balcarce, que observaban lo que sucedía desde un cerro ubicado a la izquierda, enviaron a los oficiales que los acompañaban para intentar detenerlos. Al quedar solos temieron ser capturados por las guerrillas del Real de Lima que se estaban aproximando y decidieron retirarse, no hacia Huaqui sino hacia el sur, para unirse a Viamonte o Rivero en Jesús de Machaca. Así terminó la batalla en el lado norte de la entrada a la quebrada de Yuraicoragua.

Consecuencias

Mientras tanto en el Virreinato del Perú, el mismo 20 de junio de 1811 estalló la revolución que había sido convenientemente preparada. El caudillo tacneño Francisco Antonio de Zela previamente se había puesto de acuerdo con Castelli conviniendo que mientras él llevaría la revolución a Tacna el ejército rioplatense avanzaría hacia el Perú para iniciar la campaña para independizarlo de la corona española.​ Pero la derrota de Huaqui dio por tierra cualquier movimiento revolucionario planeado en el virreinato peruano.

La gran impresión que causó en la Junta Grande de Buenos Aires esta derrota militar —por la pérdida de todo el armamento— obligó a que su Presidente, el general Cornelio Saavedra, se dirigiera a las provincias del norte a fin de recomponer la situación. Pero esta debilidad fue utilizada por el grupo revolucionario afín a Mariano Moreno para destituirlo del mando y desterralo creando el Primer Triunvirato.

Tanto el comandante en jefe político, Castelli, como el comandante militar, González Balcarce, fueran relevados y juzgados. Lo mismo le sucedió al coronel Viamonte, acusado de no involucrar a los 1500 efectivos a su mando en la contienda.

Otra consecuencia fue que se pactase una tregua con Montevideo, por el temor del gobierno de Buenos Aires a verse atacado en dos frentes al mismo tiempo.

La derrota de los rioplatenses en Huaqui fue de tal magnitud que a la pérdida momentánea de las provincias del Alto Perú se añadió la debilidad que se instaló en el norte que quedó expuesto a una posible invasión de las fuerzas realistas.

miércoles, 17 de enero de 2024

Argentina: Primer registro de la bandera flameando en Buenos Aires

Acuarela del Fuerte de Buenos Aires en 1816 mostrando orgullosa la albiceleste





6 de septiembre de 1816:
Emeric Essex Vidal, acuarelista británico, desde la borda de la fragata inglesa “Hyacinth”, pintó una acuarela de gran valor documental, donde se ve a pleno color la insignia celeste y blanca tremolando en la torre del Fuerte de la ciudad. Es la primer representación de la Bandera Nacional.
Esta acuarela sobre papel, mide 25 x 37 cm. Firmado E. E. Vidal y fechada 1816 abajo a la derecha.
Ref: En el reverso una detallada descripción de la costa de la ciudad de Buenos Ayres, debajo lleva la inscripción "The Castle of Buenos Ayres, and the beach beneath taken from the Mole Head: 6 sept. 1816 -
E.E. Vidal".
Reproducida en la lámina 58 del libro "Iconografía de Buenos Aires" de Bonifacio del Carril y Anibal Aguirre Saravia. Citamos el comentario de esta acuarela tomada del libro ".. En la primera acuarela que Vidal pintó al llegar a Buenos Aires el 6 de septiembre de 1816 dibujó, precisamente la imagen del Fuerte. Se estaban realizando en esos días las ceremonias del juramento de la independencia, declarada el 9 de julio en Tucumán.
Aparece enarbolada en el bastión norte la bandera adoptada como símbolo patrio por el Congreso. Es también la primera representación pictórica de la Bandera que se conoce. Para ejecutar esta acuarela, Vidal se situó en el antiguo muelle que existía desde la época colonial a la altura de las calle Cangallo y Sarmiento, frente a la Alameda ...".

miércoles, 10 de enero de 2024

Biografía: Lamadrid, el Inmortal

“Lamadrid el Inmortal” – Un poco de nuestra historia argentina.





Otro de los personajes olvidados y a los que le recortaron el apellido

Uno de los personajes más literalmente extraordinarios, es decir fuera de lo común, y más olvidados de nuestra historia es Gregorio Aráoz de Lamadrid (o La Madrid, se han encontrado documentos también escritos así). Nació en Tucumán el 28 de noviembre de 1795. El apellido Aráoz, que le venía dado por su madre, era un importante pasaporte en cualquier lugar del país. Se casó en Buenos Aires con María Luisa Díaz Vélez Insiarte con quien tuvo nada menos que trece hijos, algunos de los cuales fueron apadrinados por sus futuros enemigos Juan Manuel de Rosas y Manuel Dorrego.

Allá por 1811 se incorporó a las milicias que comandaba el General Belgrano, que tendría en Lamadrid a uno de sus hombres más cercanos y confiables. Estuvo junto a don Manuel en las gloriosas batallas de Salta y Tucumán, pero también en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Volviendo con aquellas tropas destrozadas obtuvo las victorias de Colpayo y Costa de Quirbe.

Lamadrid no era para estarse quieto y marchó a una nueva campaña al Alto Perú esta vez a las órdenes de Rondeau. En aquella batalla de Venta y media que le inutilizó el brazo a José María Paz, se vio nítidamente la temeridad de Lamadrid que, sin importarle nada, salvó al herido General De la Cruz, que estaba a punto de caer en manos del enemigo español. Esta corajeada le valió el ascenso a Teniente Coronel.

Peleó junto al caudillo popular de las Republiquetas del Alto Perú, Vicente Camargo, derrotando a una importante partida de realistas.

Volvió a la carga con Belgrano quien le encargó misiones imposibles, pero el hombre siempre iba por más. El 15 de abril de 1817 al mando de ciento cincuenta hombres sitió y ocupó la ciudad de Tarija tomando prisioneros a tres tenientes coroneles y diecisiete oficiales y un gran parque de artillería. Siguió aquella temeraria campaña batallando sin parar y llegando a Tucumán con 386 soldados, más del doble del número original porque se le fueron sumando voluntarios en el camino. Belgrano lo ascendió a Coronel. Para entonces las batallas por la independencia ya se mezclaban con nuestras guerras civiles y Lamadrid optó por el bando unitario.

Será el gran enemigo de Quiroga, que lo derrotó en El Tala el 27 de octubre de 1826. Aquí ocurrió una de esas escenas de película en la vida de Lamadrid: se le vino encima un pelotón de quince montoneros a los que decidió enfrentar solo. Terminó con el tabique nasal roto, varias costillas quebradas, una oreja cortada, una herida punzante en el estómago y un tiro de gracia en la cabeza.

En ese momento a uno de sus atacantes le entró la duda de si no habían matado nada menos que a Lamadrid, pero eso era imposible. La duda siguió y el hombre convenció a sus compañeros para que regresaran a revisar el cadáver, pero ya no estaba.

Sacando fuerzas de vaya a saber dónde, el malherido logró arrastrarse muchos metros hasta un rancho y sobrevivir. El Tala fue una derrota tremenda, pero también la partida de nacimiento de la leyenda de “Lamadrid el inmortal”. Algo de eso había porque para diciembre ya había recuperado no sólo la salud sino el mando de su provincia y las ganas de revancha frente a Quiroga que lo volvió a derrotar en el Rincón de Valladares el 6 de julio de 1827. Eligió el camino del exilio en Bolivia, aunque al enterarse de la sublevación de Lavalle, a fines de 1828, se unió a sus filas, pero trató por todos los medios a su alcance de impedir el fusilamiento del gobernador derrocado, el federal Manuel Dorrego.

La revancha con su pesadilla, Facundo Quiroga, le llegaría en las batallas de La Tablada y Oncativo, tras las cuales desataría su furia y una verdadera y horrenda carnicería contra los montoneros derrotados. Un hecho inesperado pondría en jaque a los unitarios del interior: la captura de su máximo jefe político-militar, el General Paz en el paraje de El Tío, por hombres de Estanislao López. El hecho era tremendamente desequilibrante y Lamadrid debió asumir la jefatura en un contexto muy desfavorable, con la creciente influencia de Rosas en todo el país y el predominio federal en el Litoral.

Llegaría la hora señalada para Quiroga, el tigre de Los Llanos, en La Ciudadela de Tucumán el 4 de noviembre de 1831. La derrota para los unitarios fue total y Lamadrid marchó nuevamente a Bolivia y de allí pasó a Montevideo en 1834.

Por uno de esos extraños misterios de la historia, su enemigo Rosas le encomendó la misión de poner orden en el Norte y limpiar de unitarios aquellos territorios controlados por la “Coalición del Norte”. Lamadrid fue para aquellas latitudes, pero para seguir militando en la causa unitaria con los recursos de la Buenos Aires federal.

Lavalle, que venía de fracasar en su intento de invadir Buenos Aires con apoyo francés, decidió unir fuerzas con Lamadrid en Córdoba. Pero los hombres se desencontraron fatalmente y Lavalle fue completamente derrotado en Quebracho Herrado y partió para La Rioja; Lamadrid decidió entonces hacerse fuerte en su reducto de Tucumán desde donde lanzó una ofensiva sobre Cuyo que terminaría en la derrota de Rodeo del Medio el 24 de septiembre de 1841.

Las noticias corrían muy lentas por entonces y Lamadrid no pudo enterarse a tiempo de que su compañero Lavalle había muerto asesinado en Jujuy. En 1846 decidió volver a Montevideo para unirse al activo exilio antirosista. Cinco años más tarde sería contactado por emisarios de Justo José de Urquiza para que comandara una de las alas principales de su “ejército grande” que pondría fin al período rosista en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852. Cuando la tropa hizo su entrada a Buenos Aires hubo un solo oficial llevado en andas por la gente: Don Gregorio Aráoz de Lamadrid.

Poco después comenzaría a escribir sus célebres memorias que son, junto a las del general Paz, una fuente imprescindible para conocer nuestra historia desde la mirada unitaria. Murió en Buenos Aires el 5 de enero de 1857, pero sus restos fueron trasladados a su querida Tucumán y depositados en la catedral.

Fuentes: “Lamadrid, federal "sospechoso" o unitario "vendido" // Biografías de José María Paz, Juan Lavalle y Juan Manuel de Rosas // Digesto Municipal

Link:
Antes de ser calle

YAPA: Por Carlos Páez de la Torre H.

Serias fueron las lesiones que recibió en la acción de El Tala, en 1826, contra Facundo Quiroga, donde fue dejado por muerto en el campo. Derrotado otra vez por Quiroga, pasó a Bolivia y luego partió a Buenos Aires. Llegó en mayo de 1828. Narra en sus “Memorias” que, al arribar,
“Las heridas de la espalda y 15 más de la cabeza y el brazo estaban curadas”, pero seguía abierta una incisión en la costilla.
El médico Hougham le dijo que no cerraba, porque contenía un cuerpo extraño, una astilla de hueso; pero aseguró que lo curaría. Mientras, “me estaba administrando una bebida de un cocimiento de zarza, orosú y no sé qué otros ingredientes compuestos por él”, cuenta el general. La herida se cerró, pero volvió a abrirse, y otra vez se cerró. Esta última vez, de “un modo que no la había visto en todas las veces anteriores, formando una hendidura como si se hubiese contraído la carne para unirse al hueso”.
La Madrid fue a la casa de Hougham a manifestarle que ya estaba curado. El médico no aceptó eso. Dijo: “No puede ser. No sanará de firme mientras no salga el hueso solo, pues está ya casi desprendido enteramente”. La Madrid replicó.
“En mi concepto no volverá a abrirse, porque veo en ella una señal que no he visto en las veces anteriores”. Y, narra, “desprendiéndome los suspensores se la enseñé”.
Al ver la herida cerrada, Hougham “se sorprendió y me dijo:
¡En efecto, ha obrado en usted la naturaleza un prodigio que no he visto en los años que cuento de médico!
¡Ha soldado el hueso y no volverá a abrirse!”.

Fuente:
La Gaceta

GREGORIO ARÁOZ DE LA MADRID. Daguerrotipo lo retrata con Berenice, una de sus hijas.