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jueves, 7 de noviembre de 2024
domingo, 27 de octubre de 2024
Patagonia: Las maravillosas aventuras de Mr. Musters
El inglés Musters y los tehuelches
Por Héctor Pérez Morando || Diario Río Negro
Vida muy singular y poco conocida la de George Chaworth Musters. Como para el libro. Inglés de sangre pero nacido en Nápoles, casualmente, «en transcurso de un viaje de sus padres» (13/2/1841). De familia acomodada y huérfano desde pequeño, tal vez los tíos marinos tuvieron que ver en su vida marina -desde los 13 años- y el «Algiers», la escuela. Recibió medallas por su actuación en Crimea. Escritos de Falkner, Darwin, Guinard, Fitz Roy, Viedma, De Angelis y otros fueron los antecedentes documentales para su formidable travesía patagónica que se inició en Punta Arenas, pasando por Gallegos, isla Pavón y finalizó en Carmen de Patagones (abril de 1869-26/5/1870) ¿Cuál fue el motivo principal del viaje? Varias hipótesis se han emitido y hasta la de «una misión especial del almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia» (Balmaceda, Rey 1976). ¿Espía? Tenía permiso de la Marina inglesa. Percibía una renta.
Cualquiera fuera el motivo, la realidad es que dejó un incomparable aporte toponímico y etnográfico principalmente, como nunca había ocurrido hasta poco después de la mitad del siglo pasado, y hasta un «vocabulario parcial de la lengua tsoneca» que incluyó en su libro «At home with the Patagonians. A year»s wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the Río Negro», editado en Londres en 1871 y traducido al castellano en 1911 como «Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el Río Negro». «El mapa de Musters es la primera información cartográfica directa del interior de la Patagonia». (Rey Balmaceda, ídem). Es llamativa la adaptación, el mimetismo que logró entre los tehuelches y sus formas de vida. Dio un «paseo» de 2.750 kilómetros y un año de duración, con los consiguientes peligros, y tuvo que afrontar y participar de la vida tehuelche: vestir quillango, usar boleadoras, andar a caballo, alimentarse con carne de guanaco, de avestruz (y huevos), de yegua y raíces. Debió habitar en toldos, dormir a la intemperie, hacer trenzados de cuero y -lo más importante- anotar los acontecimientos de la gran aventura, con mucha precisión y útiles detalles sobre flora, fauna, topografía y costumbres de los tehuelches. Es largo de detallar. Llegó a afirmar que «no merecen seguramente los epítetos de salvajes feroces, salteadores del desierto, etc. Son hijos de la naturaleza, bondadosos, de buen carácter». Y en cuanto a las creencias, «la religión de los tehuelches se distingue de la de los pampas y araucanos porque no hay en ella el más mínimo vestigio de adoración al sol, aunque se saluda la luna nueva con un ademán respetuoso… creen en un espíritu bueno y grande… no tienen ídolos ni objetos de adoración…».
Según parece, dominaba bien el castellano y una partida de soldados en busca de prófugos de Punta Arenas facilitó el primer tramo de su viaje desde allí hasta la isla Pavón, desembocadura del río Santa Cruz, donde por entonces tenía sus dominios Luis Piedra Buena, a quien no pudo entrevistar por haber viajado poco antes. Llevaba una carta de presentación de Jorge M. Dean, de Malvinas, donde había estado. Carbón y oro son existencias de las que se fue informando. Se encontró con Sam Slick, hijo del cacique Casimiro. Hablaron en inglés. A partir de Pavón se iniciaría la parte más destacada de la aventura de Musters, acompañado por la parcialidad aóni-ken que hablaba el aóni-aish, «lengua que sería entonces la aprendida por Musters». Y desde allí, estuvo acompañado nada menos que por los célebres caciques Casimiro y Orkeke, de quienes llegó a ser muy amigo. ¿Qué método empleó el viajero inglés para llegar a ser admitido en los toldos andantes tehuelches y merecer gran respeto y confianza?
Lo describe a Orkeke: «Había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre su caballo en pelo o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven… abundante cabello negro… ojos brillantes e inteligentes… era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres… desde el momento que fui huésped de él, su conducta para conmigo fue irreprochable». Y de Casimiro: «Cuando no estaba ebrio, este hombre era vivo e inteligente, astuto y político. Sus extensas vinculaciones con todos los jefes, inclusive Reuque y Callfucurá (sic), le daban mucha influencia. Era también obrero diestro en varias artes indígenas, como la de hacer monturas, pipas, espuelas, lazos y otras prendas. Era muy corpulento, de seis pies cabales de estatura». (Musters, G. Ch., Vida, 1964).
Luego de isla Pavón, los tehuelches -más de doscientos entre hombres, mujeres y niños- y el viajero inglés se dirigieron a la precordillera. Llegaron al paraje Yaiken-Kaimak. Una escena de caza: vio un guanaco y «lo boleé con una boleadora para avestruz» y en ese lugar surgió «una inquietud general»: estar preparados «para el caso de que encontráramos a los tehuelches del norte en guerra con los araucanos o manzaneros». Todos se daban un baño diario en los cursos de agua. Llevaba una brújula -que le regaló a Foyel- y anzuelos para pesca que usó. Los tehuelches no comían pescado. Llegaron los tehuelches del norte -comandados por Hinchel- y se produjo un gran parlamento. «Casimiro había tratado de inducirme a que hiciera de capitanejo… por nuestra parte se desplegó orgullosamente la bandera de Buenos Aires, mientras los del norte hacían flamear una tela blanca». (Musters, ídem).
«Después de varias arengas, dichas por Hinchel y otros, se resolvió elegir a Casimiro jefe principal de los tehuelches», anotaría Musters. Musters dedujo que «las relaciones entre los tehuelches o tsonecas de la Patagonia y los indios araucanos de Las Manzanas no habían tenido antes, de ninguna manera, un carácter pacífico». El padre de Casimiro había sido muerto por los araucanos, pese a lo cual «la diplomacia de Casimiro lograba conciliar a todas las partes». En ese lugar recibieron una partida del Chubut, «unos setenta u ochenta hombres, con mujeres y criaturas, y ocupaban unos veinte toldos», la mayoría «jóvenes de sangre pampa o pampa tehuelche… unos cuantos tehuelches puros» cuyo jefe se llamaba Jackechan o Juan (Chiquichano), «un indio muy inteligente, que hablaba corrientemente el español, el pampa y el tehuelche». El «Marco Polo de la Patagonia», como lo llamaron algunos autores, continuaba adentrándose en la vida tehuelche: «atoldándose», haciendo boleadoras y tientos, ganándose los alimentos cazando con ellos y como ellos y participando de acontecimientos muy celebrados por aquellos pobladores de la Patagonia: nacimientos, entrada a la pubertad, casamientos, muertes, etc. y hasta para evitar el efecto nocivo de los vientos «volví a aplicarme la pintura» (en el rostro), sin olvidar beber aguardiente, fumar en pipa y usar armas largas y cortas. En Teckel, por enero de 1870, recordaría que «estaba muy al tanto del género de vida y de las costumbres de los tehuelches, que me consideraban casi uno de ellos (en verdad, había llegado a adquirir cierta posición e influencia entre esa gente)». (Musters, ídem).
Llegaron al campamento Carge-kaik (Cuatro Colinas) y recibieron la amistosa visita de un hijo de Quintuhual, con un mensaje del padre. Hubo danza: «Entré con Golwin (Blanco) y dos más en la danza, apareciendo en traje completo de plumas de avestruz y cinturón de campanillas, y debidamente pintado, para gran delicia de los indios. Mi ejecución arrancó grandes aplausos». Tenía razón Musters, parecía uno más de ellos. Bien manejadas las relaciones públicas para entonces… Recibieron mensajes araucanos. Luego visitaron los toldos de Quintuhual y continuando la marcha llegaron a Diplaik (Moreno lo cita como Dipolokainen), donde un mensajero de Foyel les entregó una noticia: el araucano (chileno) Culfucurá -no emplea la denominación mapuche- incitaba a unirse para «hacer la guerra a Buenos Aires». Ni más ni menos que sus depredadores malones a la zona de Bahía Blanca y el gran espacio bonaerense. Se convocó a parlamento y se decidieron por la negativa. Aquellos tehuelches e «indios mansos» defendían y apoyaban a El Carmen (Carmen de Patagones) y allí se dirigirían en busca de «vicios», ración de ganado y demás que les entregaba el gobierno. Orkeke, Casimiro -«el gran cacique del sur»-, los pellejos con aguardiente y la nutrida caravana seguían la rastrillada para el norte (más o menos la actual ruta nacional 40) hasta llegar al campamento de Foyel, con buen recibimiento. Anteriormente -anotó Musters- un incidente le «facilitó la oportunidad de observar la predisposición de los araucanos para esclavizar y maltratar a todo «cristiano» que podían robar o comprar». Luego de otras bien narradas alternativas, emprendieron viaje a «Las Manzanas», los dominios de Cheoeque (sic), es decir el famoso Sayhueque. Se instalaron en Geylun -posiblemente al sur de Paso Flores y cerca de Pilcaniyeu actuales-, donde quedó la mayoría de los nativos y luego de cruzar el Limay y visitar a Inacayal, donde también son bien agasajados, fueron recibidos por el jefe manzanero: «Hombre de aspecto inteligente, como de 35 años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de cuero»… Este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche». En el toldo estaba «la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación Argentina». Tenían temor al «gualicho» y a otras circunstancias diarias.
Hubo fiesta, aguardiente en abundancia -con las armas guardadas-, manzanas frescas, piñones, carne e intercambio de objetos, alimentos y aguardiente. Pudo comprobar que el intercambio -pieles, tejidos, trenzados, caballos, alimentos, etc.- era moneda corriente. Tal como el trueque actual, que va ganando posiciones por la crisis. Hacían carreras de caballos. Se celebró un parlamento con tres temas: «Paz firme y duradera entre los indios presentes», «protección de Patagones» y «considerar el mensaje de Callfucurá (sic) acerca de un malón a Bahía Blanca, y en general la frontera bonaerense», sobre lo cual los tehuelches ya se habían expedido negativamente antes de llegar al lugar. Estaba allí Mariano Linares -de la tribu de ese apellido-, que había llegado de Patagones en misión de paz. Los picunches -anotaría el viajero inglés- eran «una rama de los araucanos bajo el dominio de Cheoeque… viven cerca de los pasos de la cordillera y saquean a todos los viajeros». Hubo otro parlamento en el que se resolvió unánimemente que «Cheoeque protegería la orilla norte del río Negro y cuidaría a Patagones por ese lado, mientras que Casimiro garantizaría el sur». Se ratificó el no malón a Calfucurá, «pidiéndole que limitara sus hostilidades a Bahía Blanca». Todo eso lo vivió el marino y aventurero inglés, como principal partícipe en aquellos conflictos internos, pero cuyos protagonistas maloneros más feroces y ladrones procedían del otro lado de la cordillera. Aunque Calfucurá estaba asentado en «Las Salinas» (La Pampa).
Luego del regreso a Geylun, se preparó el viaje a Patagones. Fueron de la partida Musters, Orkeke, Casimiro, Quintuhual, Crime, Meña y numerosos tehuelches, mujeres y niños. Es la primera vez que la «línea sur» rionegrina -con ligeras variantes en el trazado caminero y ferroviario actual- ve pasar tan numerosa y heterogénea comitiva. La toponimia incorpora y confirma nombres: Margensho (Maquinchao), Trinita (Treneta), Valcheta. Desde Maquinchao, Musters y dos acompañantes decidieron adelantar el viaje a Patagones. Llevaba una carta para el comandante Murga y la misión de preparar el terreno para la visita de los restantes. En cierta parte del trayecto «alegró nuestros ojos la vista del mar». Cruzaron para el río Negro y entonces «Haciendo a un lado la manta india, volví a ponerme el traje de un inglés de la época, saco de cazador, etc.» Había tenido el equipo bien guardado. Cerca de «San Xavier» (Javier) tuvo contacto con los otros hermanos Linares y las estancias de Kincaid, Alexander Fraser y Grenfell. Estos últimos le facilitaron dinero. Durmió en el toldo de Chalupe. En Patagones se entrevistó con Pablo Piedra Buena -hermano de Luis-, el Dr. Humble, la galesa familia de Morris Humphreys y con Murga. Días después llegaron Casimiro, Orkeke y sus tribus. Recorrió la zona y tomó valiosos apuntes. Se embarcó en el vapor «Patagonia» (ex «Montauxk», de Boston) rumbo a Buenos Aires, que encalló en la desembocadura del Negro, y siguió viaje en la goleta «Choelechoel». El «tehuelchizado» -perdón por el neologismo- inglés había recorrido la Patagonia durante poco más de un año -llegó a Patagones el 26/5/1870- y daría a luz el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de un gran valor documental. Anduvo por otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata (commander). Estuvo casado con una peruana descendiente de ingleses y murió en 1879.
Una estación ferroviaria en Río Negro, un lago en Chubut y varias calles llevan su nombre, recordando la gran hazaña del inglés-tehuelche.
sábado, 26 de octubre de 2024
lunes, 16 de septiembre de 2024
UK: La Revolución de 1688
La Revolución Gloriosa
La Revolución de 1688 fue el derrocamiento de Jacobo II en 1688 a través de una conspiración urdida entre algunos parlamentarios ingleses y el Estatúder holandés Guillermo de Orange. Algunas veces también se llama la Revolución Incruenta, aunque hubo combates y pérdida de vidas humanas en Irlanda y Escocia. Los historiadores católicos y tories prefieren el término «Revolución de 1688», ya que «Gloriosa» o «Incruenta» reflejarían los prejuicios de los historiadores whig. Otros, como el historiador W.A. Speck, señalan que el término «revolución» sería incorrecto, ya que estuvo lejos de ser un espontáneo levantamiento contra Jacobo II. Al contrario, Speck señala que probablemente la mayoría de la nación quería la continuidad de su reinado.
La Revolución está fuertemente asociada con los sucesos de la guerra de los Nueve Años de la Europa Continental, y se puede ver como la última invasión con éxito de Inglaterra.4 Puede argüirse que con el derrocamiento de Jacobo comenzó el modelo parlamentario inglés. El monarca nunca volvería a tener el poder absoluto, y la Declaración de Derechos se convertiría en uno de los documentos más importantes de Gran Bretaña. La deposición del monarca católico Jacobo II acabó con cualquier oportunidad de que el catolicismo fuese restablecido en Inglaterra. Además, la promulgación de la Ley de Tolerancia condujo a la aceptación de los protestantes no conformistas y a la marginación de los católicos y otros grupos minoritarios, como los judíos y ateos.
Antecedentes de la revolución
Durante sus tres años de reinado, el rey Jacobo II fue víctima de las batallas políticas en Inglaterra entre el catolicismo y el protestantismo, de un lado, y entre el derecho divino de la Corona y los derechos políticos del Parlamento, por el otro. El problema político más importante que tenía Jacobo era su catolicismo, que lo dejaba bajo los ataques de los dos partidos en el Parlamento. Los miembros del partido liberal británico del bajo clero habían fallado en su intento de excluir a Jacobo del trono entre 1679 y 1681, y los seguidores de Jacobo eran los tories del alto clero anglicano. Cuando Jacobo heredó el trono en 1685, tenía gran parte del apoyo del «Parlamento Leal», que estaba compuesto mayoritariamente de tories. Sin embargo, el intento de Jacobo por relajar las leyes penales puso en su contra a sus seguidores naturales, ya que los tories lo vieron como un intento de desestructurar a la Iglesia de Inglaterra. Abandonando a los tories, Jacobo quiso formar un «Partido del Rey», para equilibrar a los tories anglicanos, así que en 1687 Jacobo apoyó la política de la tolerancia religiosa y emitió la Declaración de Indulgencia. Aliándose con los católicos, los disidentes y los no conformistas, Jacobo esperaba construir una coalición que le daría la emancipación católica.Jacobo II
Rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda, Duque de Normandía.
En 1686, Jacobo obligó al Banco de la Corte del Rey a decidir que el rey podía dispensar las restricciones religiosas de las Actas de la Prueba. Jacobo ordenó el cambio de Henry Compton, el obispo anticatólico de Londres, quitó a los compañeros protestantes del Magdalen College en Oxford y los reemplazó con católicos.
Jacobo también creó un gran ejército permanente y empleó a católicos en las posiciones de poder en el ejército. Para sus oponentes en el Parlamento esto era como el preludio a un gobierno arbitrario, así que Jacobo prorrogó el Parlamento sin ganarse el consentimiento de este. En ese momento, los regimientos ingleses estaban acampados en Hounslow, cerca de la capital. El ejército de Irlanda se purgó de protestantes, que fueron reemplazados por católicos, y en 1687 Jacobo tenía más de 34 000 hombres en armas en sus tres reinos.
En abril de 1688, Jacobo volvió a emitir la Declaración de Indulgencia y ordenó a todo el clero que la leyese en sus iglesias. Cuando el arzobispo de Canterbury, William Sancroft, y otros seis obispos (ver los Seis Obispos) le escribieron a Jacobo para solicitarle que reconsiderase su política, fueron arrestados bajo los cargos de libelo sedicioso, pero en un juicio fueron exonerados bajo los vítores de la multitud en Londres.
La situación se hizo insostenible en 1688, cuando Jacobo tuvo un hijo; hasta entonces, el trono habría pasado a su hija, María, una protestante. La perspectiva de una dinastía católica en las islas británicas ahora era algo muy probable. Algunos de los líderes del partido tory se unieron con los miembros whig de la oposición y salieron a resolver la crisis.
Los apoyos de Jacobo II: los repealers
Jacobo II estaba a la cabeza de un sofisticado y popular movimiento reformista al que el historiador Scott Sowerby bautiza como repealers,6 un amplio movimiento nacional e ideológicamente coherente7 cuyo principal objetivo era abolir siglo y medio de leyes penales que proscribían la adoración religiosa fuera de la iglesia oficial, marginando así no solo a católicos, sino a otros grupos protestantes conocidos como dissenters. La Declaración de Indulgencia no se trataba solamente de una libertad de conciencia, sino de una nueva forma de sociabilidad, donde el debate religioso de los últimos siglos era rechazado en favor de un pluralismo cultural suscrito por la cortesía sin restricciones comerciales y un rechazo al rencor y la controversia.8 Promovían su causa a través de panfletos, revistas, cartas, etc. El movimiento repealer, en palabras de Sowerby, «was a curious mixture of top-down state sponsorship and bottom-up popular organizing».Uno de los hombres cercanos al rey, defensor de las intenciones del monarca sobre la libertad de conciencia, y principal ideólogo y colaborador en las campañas de difusión de la declaración de Jacobo, fue el cuáquero William Penn.10 Este argumentaba que el antipapismo era irracional, puesto que los católicos eran muy pocos, menos de un 1%11 de la población.12 Pero para los enemigos del rey, estos eran muchos más y estaban ocultos esperando su oportunidad. Cualquier argumento en defensa de las intenciones del rey era contestado por un contraargumento de sus enemigos, aunque este careciera de sentido. Según Penn, la única solución para realmente anular estas teorías conspiratorias era la abolición efectiva de las leyes penales.
Conspiración
En 1686, un grupo de conspiradores se encontraron en Charborough House, en Dorset, para planear el derrocamiento de «la raza tirana de los Estuardo». En junio de 1688, otra conspiración fue lanzada desde Old Whittington, en Chesterfield, Derbyshire, para deponer a Jacobo y reemplazarlo por su hija María y su marido, Guillermo Enrique de Orange, ambos protestantes y ambos nietos de Carlos I de Inglaterra. Antes del nacimiento del hijo de Jacobo el 10 de junio, María había sido la heredera al trono y Guillermo era el tercero en la línea de sucesión. Jacobo, sin embargo, había querido tratarlos solamente como posibles herederos, con la condición de que aceptasen su posición procatólica, lo cual ellos no habían querido aceptar por miedo a que la influencia francesa llegase a ser demasiado grande. Guillermo también era el estatúder de las principales provincias de la república holandesa, entonces en los estados preliminares para unirse a la guerra de los Nueve Años en contra de Francia. Guillermo ya había adquirido la reputación de ser el principal campeón en Europa de la causa protestante en contra del catolicismo y del absolutismo francés.Guillermo III
Rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda; estatúder de Güeldres, Holanda, Zelanda, Utrecht y Overijssel.
Todavía es materia de controversia si la iniciativa de la conspiración fue tomada por los ingleses o por el estatúder y su esposa. Guillermo había estado tratando de influir en la política inglesa durante más de un año, permitiendo al Gran Pensionario Gaspar Fagel la publicación de una carta abierta al pueblo inglés, en noviembre de 1687, deplorando la política religiosa de Jacobo, y esta acción generalmente ha sido interpretada como una apuesta encubierta por el reinado. El 18 de diciembre, el Duque de Norfolk avisó a Jacobo de una conspiración proveniente del lado de su yerno. Desde el verano de 1687, Guillermo había mantenido una correspondencia secreta con los principales líderes whig. En ella no se comprometió a ninguna acción definida, pero se había alcanzado un compromiso de que, si Guillermo ascendía al trono, lo haría (de acuerdo con su reputación antiabsolutista) con moderación en el uso del poder real, en compensación por un uso total de los recursos militares ingleses contra Francia. En abril de 1688 empezó a considerar seriamente la posibilidad de una intervención militar y a buscar apoyo financiero y político para tal empresa.
Saltando al vuelo sobre la oportunidad de atraer a Inglaterra a la coalición antifrancesa, ofrecida por la crisis causada por la aparición del nuevo heredero católico, Guillermo y María planearon cuidadosamente durante meses una invasión. Su principal problema era el evitar cualquier impresión de conquista extranjera y prepararon una invitación formal por parte de un grupo de notables, los Siete Inmortales, que consistían en un obispo y seis nobles, el 30 de junio. También el hombre de confianza de Guillermo, Hans Willem Bentinck, lanzó una campaña de propaganda en Inglaterra, presentando a Guillermo como un verdadero Estuardo, pero uno que estaba «afortunadamente» libre (según los panfletos) de los vicios habituales de los Estuardo, como el criptocatolicismo, el absolutismo y la corrupción. Mucho del apoyo «espontáneo» posterior hacia Guillermo había sido organizado cuidadosamente por él y por sus agentes.
El problema siguiente fue el reunir una poderosa fuerza de invasión. Guillermo, financiado por la ciudad de Ámsterdam, después de secretas y difíciles negociaciones hechas por Bentinck con el vacilante burgomaestre de Ámsterdam, durante el mes de junio, alquiló 400 transportes; Bentinck también negoció los contratos de 14 000 mercenarios alemanes de Brandeburgo, Wurtemberg, Hesse-Kassel y Celle, para guarnecer las fronteras holandesas y liberar un número igual de tropas mercenarias de élite holandesas, para usarlas contra Inglaterra. Se obtuvo más apoyo financiero de las fuentes más disparatadas: el banquero judío Francisco Lopes Suasso prestó dos millones de guilders. Aun así, Guillermo todavía tuvo grandes problemas en convencer a la élite gobernante holandesa, los regentes, de que una expedición tan cara era realmente necesaria.
Sin embargo, la política francesa jugó a su favor. A últimos de septiembre, Luis XIV tomó todos los barcos holandeses presentes en los puertos franceses, probando que la guerra con Francia era inminente. El 27 de septiembre (según el calendario gregoriano), Luis cruzó el Rín y entró en Alemania. El 29 de septiembre los Estados de Holanda se reunieron en sesión secreta y, temiendo una alianza franco-inglesa, aprobaron la operación, resolviendo convertir a los ingleses en «útiles a sus amigos y aliados, y especialmente a este estado». Aceptaron el argumento de Guillermo de que un golpe preventivo era necesario para evitar la repetición de los sucesos de 1672, cuando Inglaterra y Francia habían atacado conjuntamente a la República. Ordenaron a la flota holandesa de 53 barcos de guerra escoltar a los transportes de tropas. Esta flota estaba de hecho comandada por el Teniente Almirante Cornelis Evertsen el joven y por el Vicealmirante Philips van Almonde, pero en consideración a las sensibilidades inglesas se colocó bajo el mando nominal del Contraalmirante Arthur Herbert, el mismo mensajero que, disfrazado como un marinero común, le había traído la invitación a Guillermo en La Haya. Aunque Guillermo mismo era Almirante General de la república, se abstuvo del mando operacional, navegando notoriamente, en el yate Den Briel, acompañado por el Teniente Almirante Willem Bastiaensz Schepers, el magnate naviero de Róterdam que había organizado la flota de transporte. Los Estados Generales permitieron al núcleo de los regimientos del ejército de campo holandés participar bajo el mando del Mariscal Federico Schomberg.
Desembarco de Guillermo de Orange
Las preparaciones holandesas, aunque realizadas con gran premura, no podían permanecer en secreto. El embajador inglés, el Marqués d'Albeville, avisó a su país: «Se va a intentar una conquista absoluta, bajo las pretensiones especiales y ordinarias de la religión, la libertad, la propiedad y un parlamento libre...». Luis XIV amenazó a los holandeses con una declaración de guerra inmediata si se empeñaban en seguir adelante con sus planes. El embarque en las naves comenzó el 22 de septiembre (calendario gregoriano), y se completó el 8 de octubre, y la expedición fue aprobada ampliamente ese mismo día por los Estados de Holanda; ese mismo día Jacobo emitió una proclama a la nación inglesa para que se preparase para una invasión holandesa. Durante tres semanas, sin embargo, la flota de invasión no pudo zarpar del puerto naval de Hellevoetsluis, por las adversas galernas del suroeste que normalmente azotan en ese período, y los católicos, por todos los Países Bajos y las islas británicas, mantuvieron reuniones rezando para que este «viento del Papa» durase, pero a últimos de octubre llegó el famoso «viento protestante», cambiando a del este y permitiendo su marcha el 28 de octubre.Apenas había alcanzado la flota el mar abierto, el viento cambió otra vez a suroeste, forzando a muchos barcos a volver a puerto, volviendo solamente el 9 de noviembre el viento del este. La flota se reagrupó el 11 de noviembre y después navegó hacia el norte en dirección a Harwich, donde Bentinck había preparado un lugar para el desembarco. Sin embargo, fue forzada a ir en dirección sur cuando el viento volvió a rolar al norte, y navegó en una enorme formación cuadrada, de 25 barcos de fondo. Entró en el canal de la Mancha el 13 de noviembre, saludando al Castillo de Dover y Calais simultáneamente para presumir de su tamaño. La armada inglesa colocada en el estuario del Támesis vio pasar por dos veces a los holandeses, pero fue incapaz de interceptarlos; la primera vez debido al fuerte viento del este, y la segunda por una marea no favorable.
Desembarcaron con un gran contingente en Brixham, Devon, el 5 de noviembre de 1688 (calendario gregoriano). Guillermo fue aclamado con grandes muestras de apoyo popular (este era el lugar alternativo para el desembarco de Bentinck), y algunos hombres locales se unieron al ejército. El ejército de Guillermo se componía de aproximadamente 15 000-18 000 tropas de a pie y unas 3000 de caballería. Se componía principalmente de 14 352 tropas regulares mercenarias holandesas (realmente muchos de ellos eran escoceses, escandinavos, alemanes y suizos) y de unos 5000 voluntarios ingleses y escoceses, con un sustancial elemento hugonote en la caballería y en los guardias, así como de 200 negros de las plantaciones de América.14 Muchos de los mercenarios eran católicos. [cita requerida] En febrero de 1688 Jacobo había ordenado a todos sus súbditos británicos abandonar el servicio a los holandeses, pero pocos lo habían hecho. El 7 de noviembre (17 de noviembre según el calendario gregoriano), el viento roló al suroeste, impidiendo a la flota inglesa que los perseguía atacar el lugar del desembarco. Luis, de hecho, no declaró la guerra, esperando que el envolvimiento de los holandeses en una más que probable guerra civil inglesa haría que no pudiesen interferir en su campaña alemana.
Guillermo consideraba que su veterano ejército tenía el tamaño suficiente para derrotar a cualquier fuerza (todas bastante inexpertas) que Jacobo pudiera lanzar contra él, pero había decidido evitar los riesgos de una batalla y mantener una actitud defensiva, en la esperanza de que la posición de Jacobo se colapsaría al final por sí misma. Así, desembarcó lejos del ejército de Jacobo, esperando que sus aliados ingleses tomasen la iniciativa actuando contra Jacobo, mientras él aseguraba su propia protección contra ataques potenciales. Guillermo estaba preparado para esperar; había pagado a sus tropas tres meses de campaña por adelantado. Un avance lento tenía el beneficio añadido de no extender demasiado sus líneas de suministro; las tropas holandesas incluso estaban bajo órdenes estrictas de no forrajear, por miedo a que pudieran degenerar en saqueos que pudiesen poner en contra a la población. En sus banderas se leía la proclama "Mantendré las libertades de Inglaterra y la religión protestante». «Je maintiendrai» («Mantendré») era el lema de la Casa de Orange. El 9 de noviembre, Guillermo tomó Exeter. Desde el 12 de noviembre, en el norte, muchos nobles empezaron a declararse a favor de Guillermo. Sin embargo, en las primeras semanas mucha gente evitaba cuidadosamente tomar partido; la nación, como un todo, ni se reagrupaba detrás de su rey ni daba la bienvenida a Guillermo, sino que esperaba pasivamente el resultado de los acontecimientos.
Jacobo rechazó una oferta francesa para enviar una fuerza expedicionaria. Sus fuerzas más adelantadas se congregaron en Salisbury, y Jacobo partió para unirse a sus tropas el 19 de noviembre (calendario juliano). En medio de protestas anticatólicas en Londres, llegó a ser evidente que las tropas no estaban ansiosas por combatir, y que la lealtad de muchos de los comandantes de Jacobo era dudosa. La primera sangre se vertió más o menos en ese momento, en una escaramuza en Wincanton, Somerset, cuando las tropas realistas se retiraron después de derrotar a una pequeña partida de exploradores. El recuento de bajas en ambos bandos fue de unas quince. En Salisbury, un preocupado Jacobo tuvo de pronto un serio derramamiento de sangre por la nariz, lo que él tomó por una mala profecía, indicando que debía ordenar a su ejército la retirada. El 23 de noviembre, Lord Churchill of Eyemouth, uno de los principales comandantes de Jacobo, desertó al campo de Guillermo. El 26 de noviembre, la propia hija de Jacobo, la Princesa Ana, hizo lo mismo. Ambos fueron pérdidas importantes. Jacobo volvió a Londres ese mismo día. El 4 de diciembre, las fuerzas de Guillermo estaban en Salisbury; el 7 de diciembre habían alcanzado Hungerford, donde se encontraron con los comisionados del rey para negociar. En realidad, en ese momento Jacobo solo estaba ganando tiempo, pues ya había decidido huir del país. Jacobo estaba convencido de que no podía confiar en su ejército, y dio órdenes para desbandarlo. El 10 de diciembre hubo un segundo choque entre los dos bandos, en la batalla de Reading, una derrota para los hombres del rey. En diciembre hubo fuertes manifestaciones anticatólicas en Bristol, Bury St. Edmuns, Hereford, York, Cambridge y Shropshire. El 9 de diciembre una turba protestante asaltó el castillo de Dover, donde era gobernador el católico Sir Edward Hales, y lo tomó.
El 10 de diciembre, la reina y el Príncipe de Gales huyeron a Francia. El 11 de diciembre, Jacobo intentó escapar, tirando el Gran Sello del Reino al Támesis, en su huida. Sin embargo, fue capturado al día siguiente por unos pescadores en Faversham, cerca de Sheerness, en la isla de Sheppey. El día 11 de diciembre los Lores espirituales y los Lores temporales decidieron pedirle a Guillermo que restaurase el orden. En la noche del día 11 hubo disturbios y saqueos de las casas de los católicos y muchas embajadas extranjeras de países católicos en Londres. La noche del 12 presenció un pánico de masas en Londres durante lo que se llamaría más tarde la «Noche Irlandesa». Falsos rumores de un ataque inminente por parte del ejército irlandés sobre Londres se extendieron por la capital, y se reunió una multitud de cerca de 100 000 personas para defender la ciudad.
Después de volver a Londres el día 16, Jacobo fue recibido por la multitud con vítores. Ante esto, tomó ánimos e intentó recomenzar el gobierno, incluso presidiendo una reunión del Consejo Privado. Entonces recibió una petición para que se marchase de Londres por parte de Guillermo. Este, al mismo tiempo, ordenó a todas las tropas inglesas el abandono de la capital; no serían permitidas fuerzas locales en un radio de veinte millas hasta la primavera de 1689. La armada inglesa ya se había pronunciado a favor de Guillermo. Jacobo fue llevado a Rochester, Kent, bajo una guardia holandesa el 18 de diciembre (calendario juliano), justo cuando Guillermo entraba en Londres. Jacobo escapó entonces a Francia el 23 de diciembre. La baja vigilancia puesta sobre Jacobo, y la decisión de permitirle estar tan cerca de la costa, indica que Guillermo podría haber esperado que una fuga con éxito de su suegro podía evitarle la dificultad de decidir qué hacer con él. Especialmente cuando todavía era fuerte la memoria de la ejecución de Carlos I. El 26 Guillermo, siguiendo el consejo de sus aliados whig, convocó una asamblea de todos los miembros del parlamento que habían sobrevivido el reinado de Carlos II, puenteando así a los toris del Parlamento Leal de 1685. Esta asamblea convocó una Convención y el 28, Guillermo aceptó las responsabilidades del gobierno. Aunque Jacobo había huido del país, el 30 Guillermo (en una conversación con el Marqués de Halifax) estaba amenazando con no quedarse en Inglaterra «si el rey Jacobo vuelve otra vez», y estaba decidido a regresar a Holanda «si ellos le iban a nombrar (a Guillermo) Regente».
Guillermo de Orange se convierte en Rey de Inglaterra
En 1689, la Convención del parlamento llegó a un acuerdo y declaró que la huida de Jacobo significaba una declaración de abdicación. El trono les fue ofrecido a Guillermo y a María como gobernantes conjuntos, un arreglo que ambos aceptaron (Guillermo demandó el título de rey y desdeñó el papel de regente). El 13 de febrero de 1689 (calendario gregoriano), María II y Guillermo III accedieron conjuntamente al trono de Inglaterra. Aunque su sucesión al trono inglés fue relativamente pacífica, se vertería mucha sangre antes de que la autoridad de Guillermo fuese aceptada en Irlanda y Escocia.Levantamientos jacobitas
Jacobo había fomentado sus apoyos en la católica Irlanda y en las Highlands de Escocia. Los seguidores de Jacobo, conocidos como jacobitas, estaban preparados para resistir lo que consideraba como un golpe ilegal mediante la fuerza de las armas. Un levantamiento se produjo en Escocia en apoyo de Jacobo en 1689, la Primera rebelión jacobita, dirigida por John Graham de Claverhouse, conocido como «Bonnie Dundee», que reunió un ejército de clanes de las Highlands. En Irlanda, los católicos locales dirigidos por Richard Talbot, I conde de Tyrconnell, que había sido discriminado por anteriores monarcas ingleses, tomó todos los lugares fortificados del reino excepto Derry, conservando el reino para Jacobo. Este mismo desembarcó en Irlanda con 6000 soldados franceses para tratar de recuperar el trono en la Guerra Guillermita de Irlanda. La guerra duró desde 1689-1691. Jacobo huyó de Irlanda después de una humillante derrota en la batalla del Boyne, pero la resistencia jacobita no terminó hasta después de la batalla de Aughrim, en 1691, cuando aproximadamente la mitad de su ejército fue muerto o prisionero. Los jacobitas irlandeses se rindieron por el Tratado de Limerick, 3 de octubre de 1691. Inglaterra se mantuvo relativamente en calma durante todo este episodio, aunque algunos ingleses jacobitas lucharon en Irlanda. El levantamiento jacobita en las Highlands de Escocia fue reducido a pesar de la victoria jacobita en la batalla de Killiecranckie, debido a la muerte de Claverhouse, su líder.Los sucesos de 1688 y sus consecuencias pueden verse de esta manera más como un golpe de Estado, conseguido por la fuerza de las armas, que como una auténtica revolución. Muchos, particularmente en Irlanda y Escocia, continuaron viendo a los Estuardo como los monarcas legítimos de los Tres Reinos, y hubo aún más rebeliones jacobitas en Escocia, en 1715 y 1745.
Legado
La Revolución de 1688 se considera por algunos como uno de los sucesos más importantes en la larga evolución de poderes poseídos por el parlamento y por la corona de Inglaterra. Con el paso de la Declaración de Derechos se erradicó cualquier posibilidad para una monarquía católica, y hacia cualquier movimiento en pro de la monarquía absoluta en las islas británicas, mediante el acotamiento de los poderes del monarca. Los poderes del rey fueron restringidos fuertemente: ya no podía suspender las leyes, crear impuestos o mantener un ejército permanente durante tiempos de paz sin el permiso del Parlamento. Desde 1689, Inglaterra, y más tarde el Reino Unido, ha sido gobernado bajo un sistema de monarquía parlamentaria, y lo ha sido ininterrumpidamente. Desde entonces, el parlamento ha ganado cada vez más poder, y la corona lo ha perdido progresivamente. A diferencia de la guerra civil de mediados del siglo XVII, la «Revolución de 1688» no involucró a las masas de gente corriente. Esto ha conducido a muchos historiadores a sugerir que los sucesos se parecen más a un golpe de Estado que a una revolución social.El nuevo rey de Inglaterra, Guillermo III de Inglaterra, había pertenecido a la Iglesia reformada neerlandesa, tan opuesta a la iglesia de Inglaterra, antes de su llegada. Consecuentemente, la Revolución condujo al Acta de Tolerancia de 1689, que garantizaba la tolerancia a los protestantes no conformistas, pero no a los católicos. La victoria de Guillermo en Irlanda todavía se conmemora por la Orden de Orange, por preservar el dominio británico y protestante en el país.
La Revolución Gloriosa (o Revolución de 1688) espoleó un reexamen de muchas creencias políticas. Habiendo esperado largo tiempo el aumentar la autoridad del parlamento a expensas de la monarquía, un grupo disidente conocido como whigs se puso al servicio del nuevo régimen.
jueves, 1 de agosto de 2024
SGM: Cuando quisieron matar a Churchill y mataron a un actor en vez
Espionaje, un mensaje de Churchill para Franco o una confusión: por qué los nazis mataron al famoso actor británico Leslie Howard
Participó en numerosas películas y obras de teatro, pero la fama total le llegó con el papel de Ashely Wilkes en “Lo que el viento se llevó”. En 1943 el avión en el que viajaba fue derribado por la Luftwaffe. ¿Creían que el premier británico iba a bordo o el objetivo era Howard? El misterio continúa ocho décadas después
Por Alberto Amato || Infobae
Era un gran actor, porque todos los actores británicos llevan una molécula del ADN de Shakespeare en las venas. Pero no supo que lo era hasta que fue un chico grande y después de jugarse la vida en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Hizo una gran carrera, acaballado en el nacimiento del cine sonoro y el boom mundial que eso implicó; tenía cuarenta y seis años en 1939 cuando conquistó Hollywood, ya casi un galán maduro, como coprotagonista de una leyenda del cine: “Lo que el viento se llevó”, encarnando al gran amor de Scarlett O’Hara, muchacha caprichosa si las hubo, metida en la piel de Vivien Leigh. Leyenda pura.
Leslie Howard, el británico trasplantado al cine americano, pudo ser un grande en aquella industria bulliciosa y millonaria, pero el 1 de junio de 1943, los nazis ametrallaron el avión que lo llevaba desde Portugal a Londres frente a las costas gallegas de La Coruña. Su cuerpo, y el de los otros dieciséis ocupantes de la nave -cuatro eran tripulantes- nunca fue recuperado. Entre ellos estaba el de un misterioso viajero, rechoncho, que fumaba puros y de alguna forma se parecía mucho a Winston Churchill. El primer ministro británico andaba por esas márgenes de Europa en aquellos días, porque regresaba del norte de África después de entrevistarse con Franklin Roosevelt; había hecho escala en Gibraltar en su viaje de retorno al 10 de Downing Street.
La muerte de Leslie Howard se adjudicó siempre a un yerro de los espías alemanes que confundieron, o quisieron confundir, o les importó nada confundir a Churchill con un señor muy parecido al primer ministro. Junto a Howard viajaba su agente, Alfred Chenhalls, que era robusto, solía fumar puros y, muy bien mirado, podía parecerse en algo a Churchill. Fue eso, o el señor muy parecido a Churchill era otro, el legendario doble que siempre le adjudicaron a Churchill y que era candidato seguro a la muerte en caso de un atentado contra el primer ministro. Pero eso también es leyenda: no hay evidencias de que haya existido un doble de Churchill, salvo la pergeñada en la película “El águila ha llegado”, sobre novela de Jack Higgins.
Churchill sí tuvo un doble, pero no físico: era un imitador, un tipo que sacaba perfecto la voz del primer ministro; se llamaba Norman Shelley, era un actor del montón, con la molécula de Shakespeare es verdad, y que murió de un infarto en una estación de subte en 1980. El famoso discurso que se escucha, vibrante y sonoro, pronunciado el 4 de junio de 1940 por Churchill, “lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza en el aire, defenderemos nuestra isla a cualquier costo. Lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas; jamás nos rendiremos”, ese discurso que se escucha no es Churchill, es Shelley.
Para volver al gran Leslie Howard, hay algo más que hace de su muerte una leyenda: tal vez los nazis lo mataron porque pensaban que en ese avión volaba Churchill. Pero también es posible que lo hayan asesinado porque Howard era un poco espía. Con el espionaje pasa lo mismo que con la muerte: no se puede estar un poco muerto, no se puede ser un poco espía. Pero Howard era, en todo caso, un propagandista, un tipo que había apartado un poco su carrera de actor para volcarse a la defensa de su país; daba conferencias pro británicas en la Europa no ocupada por los nazis.
Dice la leyenda que su último viaje encerraba una especie de misión secreta que había sido encargada o por el MI5, o por el propio Churchill: entrevistarse en España con Francisco Franco para pasarle un mensaje del primer ministro que le sugería, recomendaba o pedía que no entrara en la Segunda Guerra y mucho menos del lado alemán. Ni falta que hacía: Franco, que había salido triunfante de la Guerra Civil Española en 1939 no tenía intención de soportar más guerra. Apoyó todo lo que pudo a los nazis, permitió el reabastecimiento de sus submarinos por ejemplo, y se abrazó a Hitler en Hendaya, pero sin hundir a España en otro conflicto.
La supuesta misión de Leslie Howard ante Franco tiene un viso de realidad. Y la probable muerte del actor a manos de los nazis porque los alemanes sospecharon que en ese avión volaba Churchill, también tiene visos de realidad. Sobre todo porque en sus frondosas memorias sobre la Segunda Guerra, que le valieron el Nobel de Literatura, Churchill hace mención a Howard y le rinde un homenaje sentido: es el único actor del que Churchill habla en sus memorias.
¿Quién era Leslie Howard? Había nacido en junio de 1893, era hijo de un corredor de comercio, fue empleado de banco y, a los veintiún años, con el estallido de la Primera Guerra, sirvió en la caballería del ejército británico. Padeció algunas dolencias psíquicas por el estrés del combate, un médico le recomendó que, a manera de terapia, se dedicara a la interpretación y estaba sin trabajo y en la pobreza cuando llegó la paz. Se acercó entonces al teatro para descubrir que tenía un potencial insospechado: tuvo un éxito inmediato y en 1921, a sus veintiocho años, se instaló en Hollywood que ya entonces era una meca para los actores: embrionaria, pero meca al fin. Para entonces, Howard estaba casado con Ruth Evelyn Martin y tenía un hijo, Ronald, que había nacido en 1918. En 1924 nacería su hija Leslie Ruth.
En Estados Unidos Howard filmó veinticuatro películas, entre ellas algunas muy famosas como “La Pimpinela Escarlata” y “El bosque petrificado”. El Nobel de Literatura, George Bernard Shaw le cedió su obra, “Pigmalión”, para que la llevara al cine: fue un gran éxito y la base para la película que en 1964 filmaron Audrey Hepburn y Rex Harrison, “My Fair Lady”, dirigida por George Cukor. Howard actuó en veinticinco obras de teatro en Broadway y vivió veinte años, de una costa a la otra del país, convertido en una celebridad. Humphrey Bogart le debe gran parte de su carrera: ambos habían hecho en teatro “El bosque petrificado” y Howard lo recomendó para la versión fílmica que también protagonizaron ambos junto a Bette Davis. Fueron muy amigos y Bogart llamó Leslie a una de sus hijas. La fama total le llegó con el papel de Ashely Wilkes en “Lo que el viento se llevó”.
La Segunda Guerra cambió su vida. Regresó a Londres, alternó entre Inglaterra y Estados Unidos y se centró en Europa. Una tesis, sostenida por el escritor español José Rey Ximena, es que Howard prestó servicios en el Grupo de Operaciones Especiales (SOE por su sigla en inglés) un organismo creado por Churchill para luchar contra Hitler. Era más bien un grupo de propaganda, más que de espionaje. O de propaganda y espionaje, que suelen estar emparentados. Rey Ximena lo explica en su libro “El vuelo del Ibis”, que narra la odisea de Howard que siguió con su actividad actoral en el cine americano, pero ya en películas que retrataban la guerra, como “Los invasores”, de 1941, “El gran Mitchell”, de 1942 y “Sangre, sudor y lágrimas”, también de 1942.
En 1943, Howard viajó en mayo a España para dar una conferencia sobre Hamlet, la obra teatral de William Shakespeare, en el Instituto Británico de Madrid. La verdad es que en España y en Europa las cosas no parecían estar en una armonía tal capaz de escuchar una conferencia sobre Hamlet: la guerra se había dado vuelta, los nazis derrotados en Stalingrado en enero regresaban a Berlín perseguidos por el Ejército Rojo, los aliados preparaban la invasión a Sicilia y el ejército alemán empezaba a intuir con certeza que su guerra estaba perdida. Pero gustos son gustos y Howard anduvo por Portugal y España con sus conferencias sobre cine y los trágicos personajes de Shakespeare.
También llevaba la misión de hablar con Franco. Algunas cartas que Howard intercambió con el canciller británico Anthony Eden dan pie a pensar que esa misión existió y que, si no fue pedida por Eden, lo fue por Churchill. El mensaje que llevaba Howard para Franco tiene dos versiones: una afirma que se trataba de palabras de esperanza y fortaleza que ni falta ni gracia le hacían al dictador español; la otra afirma que la sugerencia británica era que Franco se mantuviera al margen de la guerra y de una eventual alianza con los nazis, a cambio del apoyo inglés para el reconocimiento internacional de su régimen. Esta es la más creíble de las dos hipótesis, aunque también es débil: Franco ya le había dejado en claro a Hitler, en octubre de 1940, que España no iba a formar parte del Eje.
Que Howard llevaba un mensaje del Foreign Office a Franco parece ser muy cierto: “Para eso había venido, no para dar conferencias”, le dijo a Rey Ximena la actriz Conchita Montenegro, poco antes de morir en 2007. Conchita Montenegro era Concepción Andrés Picado, una vedette y actriz de la época; había nacido en 1911 en San Sebastián y había triunfado como corista en París, donde se desnudaba en escena. Había sido amante de Howard y, a su muerte, lo había llorado como si hubiese sido su viuda y hasta guardó luto por él. Cuando Howard llegó a España, Conchita estaba en buenas relaciones con Ricardo Giménez Arnau -se casaría luego con él-, delegado de la Falange franquista en el Servicio Exterior, que fue quien le facilitó al actor un breve encuentro con Franco. Hay una versión del diálogo entre Franco y Howard que cubre la realidad: dice que ambos hablaron de un megaproyecto cinematográfico sobre la vida de Cristóbal Colón. Pese a su relación con Giménez Arnau, Conchita y Howard tuvieron un último encuentro apasionado en el Hotel Ritz de Madrid.
El 1 de junio de 1943, Howard, su agente Chenhalls y uno de los miembros del equipo de seguridad de Churchill, Gordon Thompson McLean, abordaron un avión de línea, identificado como avión civil, de la BOAC (British Overseas Airways Corporation) que se disponía a partir del aeropuerto de Portela, en Lisboa, rumbo a Londres. Era un Douglas DC3, bimotor, al que los pilotos habían bautizado “Ibis”, como la elegante ave adorada por los antiguos egipcios. ¿Pudo ser Thompson McLean un objetivo militar a abatir por los nazis, junto al “espía” Howard? En el avión viajaba también Wilfrid Israel, un activista germano-británico que en los nueve meses previos a la guerra, había salvado de la muerte en la Alemania nazi a una gran cantidad de chicos judíos. También había creado en Londres una organización destinada a sacar a judíos de la Alemania nazi y refugiarlos en Gran Bretaña. ¿Abatieron los nazis el avión en el que viajaba Howard porque en él viajaba Israel? ¿Creyeron de verdad que en ese vuelo viajaba Churchill, que había visitado África y Gibraltar y bien podía haber llegado a Lisboa para regresar a Londres?
En el momento en el que el Douglas DC3 “Ibis” despegaba de Portela, ocho bombarderos alemanes Junkers Ju 88 de la 40ª Escuadrilla despegaron de una base nazi en Burdeos, Francia. Los alemanes giraron al sur y entraron en el Golfo de Vizcaya con la misión de dar escolta a dos submarinos alemanes, pero el mal tiempo y pesados nubarrones los obligaron a desviarse y así quedaron en la ruta aérea del vuelo civil de la BOAC. A las 12.45, uno de los bombarderos al mando del teniente Herbert Hinze avistó al “Ibis” a la altura del Cabo Ortegal, en la gallega provincia de La Coruña. Hinze transmitió a sus compañeros de vuelo un mensaje: “Indios a las 11. A.A.”, en la convicción de que se trataba de un avión militar enemigo. El resto de la flota aérea nazi se ubicó encima y debajo del bimotor inglés y lo ametrallaron en las alas y el fuselaje. El Douglas DC3 se incendió, se partió y cayó al mar: murieron sus diecisiete pasajeros, incluido Leslie Howard, que tenía cincuenta años.
La historia oficial alemana hace agua por todos lados: no había forma de que el piloto de un bombardero, ni el resto de su escuadrilla de Junkers 88, confundieran un avión militar aliado, un único avión sobre el Cabo Ortegal, con un avión de línea de la BOAC, identificado con claridad como aeronave civil.
Hasta aquí la historia, condimentada con la sal y la pimienta de la conspiración, habida cuenta de que las casualidades no existen en estos casos. Sin embargo, al drama le falta un acto. Winston Churchill se refiere al episodio en sus fantásticas memorias de la Segunda Guerra. Y da pie a la versión de que en el vuelo que llevaba a Howard de regreso a Londres viajaba una persona a la que los espías nazis pudieron haber confundido con él. Dice Churchill:
“(…) Eden y yo regresamos por vía aérea haciendo escala en Gibraltar. Como mi presencia en el norte de África había sido ampliamente divulgada, los alemanes ejercían por doquier una vigilancia excepcional, y esto dio lugar a una tragedia que me afligió de un modo extraordinario. Cuando el avión regular de la línea comercial Lisboa-Londres se disponía a despegar del aeródromo de la capital portuguesa, un hombre de cuerpo rechoncho, que fumaba un cigarro, fue visto dirigirse a él, suponiéndose que se trataba de un viajero. En consecuencia, los alemanes comunicaron que yo me encontraba a bordo. Aunque estos aviones neutrales de pasajeros habían volado por espacio de muchos meses entre Portugal e Inglaterra sin ser molestados, y se habían limitado a un tráfico estrictamente civil, un avión de guerra alemán recibió al instante orden de salir e interceptarlo, y el indefenso aparato fue despiadadamente derribado. Perecieron trece pasajeros civiles, entre ellos el famoso actor británico Leslie Howard, cuyo arte y dotes han sido perpetuados para goce nuestro en los fotogramas de muchas y deliciosas películas en que tomó parte. La brutalidad de los alemanes no pudo ser igualada en este caso más que por la estupidez de sus agentes. Se hace difícil concebir cómo alguien pudo imaginar que yo, con todos los recursos de la Gran Bretaña a mi disposición, hubiera de hacerme reservar un pasaje en un avión neutral de Lisboa y efectuar el viaje a plena luz del día. Nosotros, por supuesto, dimos un amplio rodeo sobre el océano a poco de salir de Gibraltar y llegamos a la metrópoli sin incidentes. Fue para mí una dolorosa sorpresa enterarme de lo ocurrido a los infortunados pasajeros del avión, víctimas de los inescrutables manejos del destino”.
De inescrutables manejos del destino, nada. El de Churchill parece el homenaje de un combatiente a otro.
lunes, 29 de julio de 2024
lunes, 22 de julio de 2024
Araucanos: La organización británica que defiende y difunde la causa Mapuche
The Mapuche Nation, el pueblo originario con sede en Bristol, Inglaterra
El centro de operaciones de la "lucha por la autodeterminación" de los mapuches de Chile y Argentina está ubicado desde 1978 en el nº 6 de Lodge Street, en la ciudad portuaria inglesa. Desde allí abogan por la causa
Por Claudia Peiró || Infobae
"El día 11 de mayo de 1996, un grupo de mapuches y europeos comprometidos con el destino de los pueblos y naciones indígenas de las Américas, y en particular con el pueblo mapuche de Chile y Argentina, lanzaron la Mapuche International Link (MIL) en Bristol, United Kingdom", explican las autoridades de esta organización; a saber, Edward James (Relaciones Públicas), Colette Linehan (administradora), Madeline Stanley (coordinadora de Voluntarios), Fiona Waters (a cargo del equipo de Derechos Humanos), entre otros.
Reynaldo Mariqueo –el único mapuche– hace las veces de secretario general secundado por Dame-Nina Saleh Ahmed, vice secretaria general.
La organización remplaza al Comité Exterior Mapuche que, recuerdan, "opera internacionalmente desde 1978 a partir de su oficina ubicada en Bristol".
El objetivo perseguido es contribuir al pleno desarrollo de los pueblos indígenas y, "en última instancia, conquistar el derecho a la autodeterminación".
Mientras en el sur de nuestro continente, grupos mapuches, como la agrupación Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) o la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), le declaran la "guerra a Argentina y Chile", y protagonizan actos de sabotaje, incendios y amenazas, la MIL explica –en inglés– que "the Mapuche Nation está situada en lo que se conoce como el Cono Sur de Sudamérica, en el área actualmente ocupada (sic) por los Estados argentino y chileno".
"Su identidad como nación autónoma, unida a la conciencia de ser parte de una cultura, una herencia histórica y una espiritual diferentes ha creado un movimiento sociopolítico inspirado en esas aspiraciones comunes", dice The Mapuche Nation.
EL MAPA DE LA MAPUCHE NATION
Lo que según el sitio británico es el "territorio histórico ancestral" de los mapuches abarca la "Pampa and Patagonia of Argentina" y el sur de Chile. Así lo explican: "La Nación Mapuche está ubicada en el sur de los territorios que hoy ocupan los Estados de Chile y Argentina –afirma la MIL–. Hace un poco más de 130 años su territorio ancestral, y el de otros pueblos originarios aliados, se extendía desde el sur del río Bío-Bío (Chile) hasta el extremo austral del continente, y en Argentina desde los ríos Colorado y Salado hasta el estrecho de Magallanes", agregan.
Y eso no es todo. Para los miembros británicos de la nación mapuche, el territorio ancestral abarca también las islas Malvinas y la Antártida…
En el mismo documento, fijan el año 1860 como el de la "Gran Asamblea Constituyente" en la cual "los más notables representantes del pueblo mapuche" fundaron "un gobierno monárquico constitucional". Y agregan que, "tras la ocupación del territorio del estado mapuche (sic), la Casa Real de dicho gobierno se estableció en el exilio en Francia, desde donde viene operando de manera ininterrumpida desde entonces".
Curiosamente, a la vez que hacen reivindicación de sus derechos ancestrales y su condición "originaria", los mapuches reconocen una dinastía francesa fundada por la ocurrencia de Orélie Antoine de Tounens (1825-1878), un abogado francés y masón que desembarcó en Chile en 1858 y se autoproclamó Rey de la Araucanía y de la Patagonia.
"Tanto el gobierno monárquico como el pueblo mapuche en su conjunto jamás han renunciado ni a sus derechos soberanos ni a la restitución de su territorio ancestral", afirman.
La "monarquía mapuche", entonces, además de ser francesa es hereditaria, de modo que sobre los territorios de Araucanía y Patagonia han "reinado" sucesivamente siete soberanos: Gustave-Achille Laviarde o Aquiles I; Antoine-Hippolyte Cros o Antonio II; Laura-Therese Cros-Bernard o Laura Teresa I; etcétera, hasta llegar al actual, Jean-Michel Parasiliti di Para o Príncipe Antoine IV, desde el 9 de enero de 2014.
La corte de Antonio IV se completa con un "presidente del Consejo del Reino, Su Excelencia Daniel Werba, Duque de Santa Cruz" y con un "miembro del Consejo de Estado y encargado de los Asuntos Exteriores, Su Excelencia Reynaldo Mariqueo, Conde de Lul-lul Mawidha y Caballero de la Orden Real de la Corona de Acero" (y, como vimos, secretario general de The Mapuche Nation en Bristol), entre otros.
Aunque denuncia "invasión", "genocidio", "represión", "espionaje" y otra larga lista de supuestos atropellos por parte de los Estados de Chile y Argentina, la "Nación Mapuche" se pone bajo la protección de un país extranjero y reconocen la dinastía inaugurada por un aventurero.
De hecho, sus territorios ancestrales fueron puestos bajo protección de Francia ya en 1860, lo que claramente implicaba establecer una cabecera de playa de una potencia extranjera en la retaguardia de las jóvenes naciones sudamericanas.
Además de estos documentos fundacionales, de las listas dinásticas y de la historia mapuche, en The Mapuche Nation pueden encontrarse noticias, denuncias y campañas (como una contra el Tratado de Libre Comercio entre Chile y la Unión Europea).
viernes, 31 de mayo de 2024
Guerra de Crimea: Highlanders del 72° Regimiento
martes, 21 de mayo de 2024
Rosas: Un revisionista conjetura por qué se fue al Reino Unido
¿Por qué Rosas se fue a Inglaterra después de Caseros? según el chanta de José María Rosa
Es una pregunta que he oído muchas veces; antes que nada debe decirse que Rosas no era antibritánico sino argentino, que no es lo mismo: luchó contra los ingleses cuando se metieron con nosotros, y los respetó cuando nos respetaron. No tenía motivo de inquina contra ellos después que reconocieron la victoria argentina en el tratado Southern-Arana de 1849.Con los ingleses se entendió bien; con quienes nunca pudo entenderse fue con los anglófilos. A los ingleses les pasó lo mismo. Quisieron vencer a Rosas y este contestó a la agresión con el gesto heroico de la Vuelta de Obligado.
Pero estar en guerra contra extranjeros no significa odiarlos: los ingleses eran patriotas que combatían por el engrandecimiento de su patria, y Rosas era un patriota que luchaba en defensa de la suya. Los ingleses, como los franceses, admiraron el gesto de Rosas: ellos hubieran hecho lo mismo de haber nacido argentinos. Lord Howden llegado a Buenos Aires por 1847 para hacer la paz, fue apasionado admirador de Rosas. Lo cual no quiere decir que dejara de ser muy inglés y tratase de sacar las ventajas posibles para su patria.Para el buen inglés no había cotejo posible entre Rosas y los unitarios. Aquél era un enemigo de frente, que los había vencido en buena lid, y digno de todo respeto; en cambio éstos eran agentes sin patria que necesitaba como auxiliares en la guerra, pero a los cuales despreciaba. Los pagaba, y nada más.Esta posición de los imperios con sus servidores nativos, no la pudo entender Florencio Varela cuando fue a Londres en 1848 a gestionar a Lord Aberdeen la intervención permanente británica en el Plata, el apoderamiento por Inglaterra de los ríos argentinos, y el mayor fraccionamiento administrativo de lo que quedara de la República Argentina.
Fue don Florencio a Londres muy convencido de que los ingleses lo recibirían con los brazos abiertos por estas ofertas, pero Aberdeen lo echó poco menos que a empujones del despacho: le dijo claramente que Inglaterra no necesitaba el consejo de nativos para dirigir su política de expansión en América, y sabía perfectamente lo que debería tomar y cuándo podía tomarlo; que Varela se limitara a recibir el dinero inglés para su campaña en el “Comercio del Plata” en contra de la Argentina, sin considerarse autorizado por ello a alternar con quienes le pagaban.Otra cosa les ocurre a los imperialistas con los nacionalistas. Los combaten con todas las armas posibles; pero íntimamente los respetan y admiran. Es comprensible que así sea. Tampoco un nacionalista odia a un imperialista: luchará contra él hasta dar o quitar la vida en defensa de la patria chica, pero no tiene motivos personales para malquerer a quien sirve con toda buena fe el mayor engrandamiento de la suya.
Ambos – imperialistas y nacionalistas – podrán ser enemigos en el campo de batalla o en la contienda política, pero se comprenden, pues a los dos los mueve la pasión del patriotismo. Este de su patria chica. Aquél de la grande. No se puede odiar aquello que se comprende. En cambio al cipayo que vende su patria, no lo comprenden ni unos ni otros. Los imperialistas lo emplean a su servicio, pero lo desprecian.Un auténtico nacionalista no es un anti: su verdadera posición es afirmativa y no negativa. En cambio un cipayo puede ser un anti: empieza, por ser antipatriota, y sigue por oponerse a todo imperialismo que no sea el de sus preferencias.En tiempos de Rosas había unitarios antibritánicos por profranceses, o antifrariceses por proingleses.
Como hoy encontramos antisoviéticos, antiyanquis o antibritánicos, por ser defensores de otro imperialismo foráneo.
Un verdadero argentino no entiende esas oposiciones: combatirá con uñas y dientes al imperialismo que quiera mandar en nuestra tierra, exclusivamente por ese hecho y sin llevar la lucha más allá.
Así lo hizo Rosas. Luchó contra los invasores europeos en Obligado y en cien combates y luchó contra sus auxiliares nativos.
Venció a aquéllos, y les tendió la mano de igual a igual una vez que se comprometieron (en los tratados en 1849 y 1850) a reconocer la plena soberanía argentina. Perdonó a éstos en sus leyes de amnistía por deber de humanidad, pero no les tendió la mano de igual a igual: fueron siempre los “salvajes” sin patria que ayudaron al extranjero.Por eso Rosas vivió sus últimos años en Inglaterra. Lo rodeaban gentes que sabían lo que era el sentimiento de patria y admiraban al Jefe de aquella pequeña nación americana que los venciera en desigual guerra.
Por otra parte, Rosas no eligió el lugar de su exilio: el “Conflict” que lo llevó a Europa lo dejó en el puerto de Southampton, y allí se quedó los veinticinco años que le restaban de vida.
Da la impresión de que, no siendo su patria, todo otro lugar era indiferente a ese gran criollo que fue Juan Manuel de Rosas.
Por: José María Rosa
(Revisionismo Historico Argentino)
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