Asesino de la CIA confiesa haber matado a Marilyn Monroe
Por Vice
Defensa de Vietnam - Normand Hodges, un ex oficial de la CIA de 78 años, confesó haber matado a la actriz Marilyn Monroe.
marilyn monroe
El ex oficial de la CIA moribundo dio la confesión anterior en el Hospital General Sentara en Norfolk, Virginia. También dijo que en 13 años, de 1959 a 1972, siguiendo las órdenes del comandante, trabajando en un equipo de asesinato de 5 funcionarios activos, asesinó a 37 personajes desfavorables al gobierno de EE.UU. y a las agencias gubernamentales de EE.UU.
Todas las órdenes para asesinar a Hodges fueron recibidas de un comandante llamado Jimmy Hayworth.
El exasesino aún se encuentra muy lúcido y dijo que aún recuerda cada uno de sus asesinatos como si hubiera sucedido ayer.
Los objetivos de Hodges eran principalmente activistas políticos, políticos, líderes sindicales, periodistas e incluso algunos científicos y artistas con opiniones perjudiciales para los intereses estadounidenses.
Marilyn Monroe fue la única víctima femenina entre ellos y, según un ex oficial superior de operaciones, la orden de matarla fue dada directamente por sus superiores.
Norman Hodges
Hodges afirmó que los asesinatos se llevaron a cabo para eliminar "amenazas a la seguridad de la nación" porque muchas de las víctimas del oficial de la CIA habían expresado en ocasiones opiniones que podrían influir en las actitudes de millones de personas.
Según Normand Hodges, Marilyn Monroe tuvo un romance con el líder cubano Fidel Castro. Ella pudo "proporcionar información estratégica a los comunistas", por lo que para evitarlo, el comandante decidió inyectarle drogas para matarla, y la noche del 5 de agosto de 1962, Norman Hodges mató a Marilyn Monroe.
Justificando el crimen, Hodeges declaró: “Tenemos pruebas de que Marilyn Monroe no sólo se acostó con (el presidente) Kennedy, sino también con Fidel Castro. Mi oficial al mando, Jimmy Hayworth, me dijo que tenía que morir y que tenía que parecer un suicidio o una sobredosis de drogas. Nunca antes había matado a una mujer, pero seguí órdenes… ¡lo hice por Estados Unidos! Ella pudo pasar información estratégica a los comunistas, ¡y nosotros no podíamos permitirlo! ¡Debe morir! ¡Simplemente hice lo que tenía que hacer!
Hodges dijo que, entre la medianoche y la 1 a.m. del 5 de agosto de 1962, se coló en el dormitorio de Monroe y le inyectó a la actriz dormida una fuerte dosis de barbitúrico, Nembutal, junto con el fuerte sedante hidrato de cloral combinado.
Se dice que Hodges fue un alto oficial de operaciones de la CIA durante 41 años, lo que lo convierte en uno de los expertos en seguridad más confiables de Estados Unidos. Fue entrenado en tiro de francotirador, artes marciales y métodos especiales de matanza, como el uso de explosivos y veneno.
Hodges dijo que todos los testigos y personas involucradas en el asesinato de esta estrella también están muertos, pero hay noticias de que el FBI detuvo al ex asesino Hodges y comenzó a investigar y verificar sus declaraciones. Esta será una tarea difícil porque Hodges operó en la era anterior a la computadora, por lo que la mayoría de los registros de su misión pueden haber sido destruidos hace mucho tiempo o ser extremadamente difícil de encontrar, además, operaciones secretas. Tales cosas rara vez se escriben y los involucrados puede estar muerto.
Defensa de Vietnam - En Maian, Kiev, en febrero de 2014, francotiradores polacos dispararon y mataron a personas.
En una entrevista concedida al periódico Wiadomosci , el Sr. Janusz Korwin - Mikke , miembro del Parlamento Europeo , candidato a la presidencia de Polonia , afirmó que los francotiradores están entrenados. En Polonia mataron a tiros a personas durante el incidente ocurrido en Maidan , Kiev , en febrero de 2014 , informó UAinside.
"Maidan es también nuestro trabajo", dijo el congresista. Los artilleros fueron entrenados en Polonia. Los terroristas dispararon y mataron a 40 manifestantes y 20 agentes de policía de Maidan simplemente para incitar disturbios. Cuando un periodista le preguntó qué beneficios obtendría Polonia al hacerlo, Janusz Korwin - Mikke respondió: "Lo hacemos para ganarnos el apoyo de Washington".
Anteriormente Janusz Korwin - Mikke había dicho que quería que Ucrania siguiera siendo independiente, pero lo más débil posible. También calificó los acontecimientos actuales en Ucrania como una invasión estadounidense de Rusia.
Mientras tanto, el Servicio de Seguridad de Ucrania SBU dijo que los francotiradores que dispararon contra los manifestantes en Maidan fueron dirigidos personalmente por el asesor presidencial ruso, Sr. Vladislav Surkov. Janusz Korwin - Mikke es una figura liberal conservadora, fundador y líder de los partidos "Alianza Política Realista", "Libertad y Orden" y "Nuevo Congreso de Derecha". Participó en 5 elecciones presidenciales en la historia polaca contemporánea. Consideraba que la democracia era "el sistema más estúpido del mundo", la civilización europea había alcanzado su apogeo en el siglo XIX y la civilización islámica estaba a punto de conquistar la Unión Europea. Janusz Korwin - Mikke también dijo que considera a Vladimir Putin un buen líder y cree que Putin se desempeñará muy bien como líder de Polonia.
El día que el aire se prendió fuego y la gente de desintegró: el estremecedor relato de los sobrevivientes de Nagasaki
El 9 de agosto de 1945, tres días después de la bomba atómica sobre Hiroshima, Fat Man cayó sobre la ciudad japonesa de Nagasaki. Tres científicos estadounidenses le enviaron un mensaje a un físico japonés. Lo hicieron con una carta que cayó sobre los restos la ciudad que segundos antes había sido arrasada. Los testimonios de quienes vieron cómo nada quedaba en pie
Por Matías Bauso || Infobae
El
9 de agosto de 1945, tres días después de la bomba atómica sobre
Hiroshima, Fat Man cayó sobre la ciudad japonesa de Nagasaki. El factor
sorpresa de nuevo buscaba surtir efecto en la resistencia de Japón (U.S.
National Archives and Records Administration/Handout via REUTERS)
La bomba se denominó Fat Man. El avión que la transportó se llamó Bockscar. Y el comandante que la activó fue Charles Sweeney. El mundo había entrado en la era nuclear el 6 de agosto de 1945:
cuando el Enola Gay arrojó la bomba Little Boy desde un bombardero
pilotado por el comandante Paul Tibbets sobre los cielos de Hiroshima.
Sobre el hongo nuclear que germinó sobre el suelo japonés, todas las cosas vivas se murieron y el aire se prendió fuego.
El
presidente estadounidense Harry S. Truman informó, horas después del
ataque, que la ofensiva recién había empezado: “Hace poco tiempo un
avión americano ha lanzado una bomba sobre Hiroshima, inutilizándola
para el enemigo. Los japoneses comenzaron la guerra por el aire en Pearl
Harbor: han sido correspondidos sobradamente. Pero este no es el final,
con esta bomba hemos añadido una dimensión nueva y revolucionaria a la destrucción”.
Tres
días después, el 9 de agosto, despegó un nuevo vuelo. La operación,
planeada con meticulosidad, debió sortear varios imprevistos. Ya todos,
aunque nadie lo hubiera confirmado, sabían qué clase de bomba llevaba el
avión. En el momento del despegue de uno de los aviones de apoyo, el
que llevaba al personal de observación (científicos y encargados de
tomar las imágenes), el piloto hizo bajar a uno de los tripulantes: en vez de paracaídas, en un error por los nervios, había tomado un segundo salvavidas.
En
esa nave iban también los instrumentos de medición, que lanzados con
pequeños paracaídas, buscaban establecer la magnitud de la explosión, el
poderío de la bomba. El general Groves y Robert Oppenheimer habían enviado tres científicos directo desde Los Alamos a Tinian. Eran los representantes del Proyecto Manhattan en la base militar. Eran Luis Walter Álvarez, Lawrence Johnston y Harold Agnew. Uno de ellos tuvo una idea. Una improvisación en el detallado plan. Querían enviar un mensaje.
Se
sabía del poder de devastación de la bomba atómica pero no mucho más.
Los generales norteamericanos negaron las consecuencias. Afirmaban que
ya todo había pasado y que no había secuela posible. Mentían(U.S. Air
Force/Handout via REUTERS)
Cuando
se enteraron que la segunda bomba sería lanzada casi de inmediato, los
físicos norteamericanos sostuvieron que eso terminaría de desconcertar a
los japoneses. Que si ellos estuvieran del otro lado, y los comandantes
les preguntaran qué posibilidades habría de un segundo ataque, ellos
dirían que sería casi imposible, que tendrían tiempo dado que esas
bombas eran muy difíciles y muy costosas de construir. Por lo tanto el
factor sorpresa, de nuevo, sería importante.
Los
tres que estaban en la base del Pacífico no estaban preocupados por las
vidas que se habían perdido en Hiroshima sino por las que podrían
perderse en caso de continuar la contienda. Así decidieron mandar un
mensaje a un par. A alguien que pudiera explicarle a los gobernantes
japoneses qué era eso que les había caído del cielo.
Luis Walter Álvarez, luego Premio Nobel de Física, dictó una carta. Sus colegas Johnston y Agnew, la transcribieron y agregaron algunos párrafos. La misiva estaba dirigida aRyokichi Sagane, un respetado físico japonés que ellos habían conocido en Estados Unidos unos años antes.
El piloto Charles Sweeney lanzó la bomba sobre Nagasaki (Wikipedia: Gobierno de EEUU)
En la carta sin firma se presentaban como “tres colegas de Bekerley” y entre otras cosas decían: “Como científicos deploramos el uso que se ha dado a tan bello descubrimiento,
pero podemos asegurar que a menos que Japón se rinda una lluvia de
bombas atómicos caerá sobre el país”. Le rogaban a Sagane que utilizara
sus conocimientos e influencias para convencer a las autoridades
japonesas.
Adosaron la carta a uno de los instrumentos de medición y la dejaron caer hacia suelo japonés.
La misiva fue encontrada unos pocos días después y estudiada por
funcionarios nipones. Recién llegó a su destinatario el Dr. Sagane
varios meses más tarde.
La
carta no tenía firma pero luego consiguió quien la suscribiera. Varios
años después de la guerra, los físicos volvieron a cruzarse. Sagane sacó
el papel arrugado de su bolsillo y se lo extendió a Álvarez que lo leyó
en silencio. Luego sacó una lapicera del bolsillo interno de su saco y
escribió. Tras eso, varios años después de que fuera escrita, la firmó.
Sweeney
se encontró con un espeso manto de nubes cuando llegó a su destino.
Intentó encontrar un hueco en el que la visibilidad hiciera posible el
lanzamiento pero fue infructuoso. En ese instante decidió cambiar de
objetivo. La ciudad de Kokura, sin saberlo, gracias a un súbito cambia
de clima, evitó ser destruida(Department of Energy/Lawrence Berkeley
National Laboratory/REUTERS)
Ni
Álvarez ni los otros dos científicos mostraron remordimiento ni pesar
por las bombas. Constituyeron casi una excepción (otro caso notable fue
el de Edward Teller, creador de la Bomba H) entre los especialistas del
Proyecto Manhattan que se convirtieron casi de inmediato en pacifistas y
abogaron por el desarme atómico, por desactivar el infierno que crearon
con sus conocimientos y trabajo.
La visión de Álvarez y de sus compañeros, posiblemente, se sustentaba en su experiencia en el campo de batalla.
Ellos salieron del laboratorio, vivieron en bases militares,
participaron de misiones, vieron a los hombres morir en combate. Esas
vivencias pueden haberlos convencido que la extensión de la guerra
hubiera acarreado mayor número de muertos que los que produjeron las dos
bombas atómicas.
Álvarez
había estado en el lanzamiento de prueba del nuevo arma en el desierto
californiano y en Hiroshima. El 9 de agosto se quedó en la base y fue
Johnston en el avión. Así, Johnston se convirtió en la única persona que fue testigo ocular de los tres lanzamientos atómicos de esa guerra. Un récord nada envidiable.
Una
postal de la devastación causada por la bomba atómica lanzada sobre
Nagasaki, Japón, el 9 de agosto de 1945 (Departamento de
Energía/Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley/REUTERS)
La
misión del Bockscar encontró inconvenientes. Primero no pudo juntarse
con los aviones de apoyo. Pese al informe del avión meteorológico, Sweeney se encontró con un espeso manto de nubes cuando
llegó a su destino. Intentó encontrar un hueco en el que la visibilidad
hiciera posible el lanzamiento pero fue infructuoso. En ese instante
decidió cambiar de objetivo. La ciudad de Kokura, sin saberlo, gracias a un súbito cambia de clima, evitó ser destruida.
El avión se dirigió a Nagasaki, la ciudad que indicaba el plan de contingencia.
Pero un nuevo problema surgió. El avión mostró desperfectos. Perdía
combustible. No se sabía si podría regresar. A Nagasaki también la
cubrían las nubes, cuando no quedaba demasiado tiempo, Sweeney descubrió
una brecha. De no haber aparecido ese espacio despejado, le quedaban
dos opciones: lanzar la bomba por indicación del radar (método del que
se desconocía la eficacia en ese momento) o dejarla caer en el mar. Pero
finalmente nada de eso pasó.
La bomba atómica sobre Nagasaki mató 40 mil personas en el momento de la detonación.
Y otras tantas murieron con el transcurrir del tiempo por efecto de la
radiación. La fábrica Mitsubishi que proveía armamento fue destruida, al
igual que el 40% de las viviendas de la ciudad.
Una
niña con su madre en Nagasaki la mañana siguiente al lanzamiento de la
bomba atómica, el 10 de agosto de 1945. Su casa fue destruida, están a
1,5 km al sureste núcleo de la explosión y les han dado una bola de
arroz como alimento(Galerie Bilderwelt/Getty Images)
Pero hubo quienes no murieron. Son conocidos comos los hibakusha. Los
sobrevivientes a las explosiones atómicas. Los afectados por la
radiación. Aquellos a los que la destrucción signó de por vida. Las
secuelas físicas, las pérdidas materiales, la muerte de los familiares.
Entre ellos hay algunos que revisten un estado aún mayor de
excepcionalidad. Son doblemente hibakushas: sobrevivieron a ambas
explosiones atómicas.
Tsutomu Yamaguchiera
un joven empleado de Mitsubishi. Había sido enviado a Hiroshima a
realizar unas tareas. El tren que lo devolvería a Nagasaki partía a las
nueve de la mañana del 6 de agosto. Camino a la estación se dio cuenta
de que había dejado documentación en el hotel. Regresó a buscarla y se
separó de sus dos compañeros de viaje. Al regresar una explosión de una potencia desconocida lo hizo volar por el aire. Luego de unos minutos de atontamiento se levantó. Vio el peor paisaje imaginable. Tenía algunas lastimaduras, le sangraba la cabeza pero nada más. Se escondió en un refugio antiaéreo.
A
la mañana siguiente, con la ciudad todavía cubierta por la bruma
atómica, inició el camino de regreso a su casa. Una odisea de más 250
kilómetros. Llegó a Nagasaki a la noche del 8 de agosto. Abrazó a su esposa y a su hijo pequeño.
A la mañana siguiente se dirigió a la fábrica. A media mañana se reunió
con su jefe. Intentaba convencerlo de lo sucedido. El jefe valoró darle
licencia. Pensó que Yamaguchi se había vuelto loco. Era inconcebible
suponer que una sola bomba podía arrasar una ciudad. Cuando el jefe
estaba por echarlo de la oficina, la explosión.
Un
joven yace en una colchoneta con quemaduras cubriendo su cuerpo,
producto de la la explosión de la bomba atómica sobre Nagasaki, Japón
(CORBIS/Corbis vía Getty Images)
Estados Unidos había lanzado la segunda bomba atómica. Una vez más, Tsutomu salió indemne.
Entre los escombros se levantó con nuevos magullones y quemaduras para
ir a buscar a su familia. Su esposa y el bebé tampoco habían sufrido
daños. La familia pasó varios días en un refugio hasta que pudieron
regresar a su casa. Yamaguchi sólo perdió parte de la audición de un
oído y le quedó cierta debilidad en sus piernas; secuelas menores para
haber soportado dos explosiones atómicas. Murió en el 2010. Tenía 94 años. Su hijo vivió bastante menos; murió de cáncer afectado por la radiación a fines del Siglo XX.
Kazuko
Sadamaru tenía veinte años y la guerra la había transformado en
enfermera. Ella también fue doble hibakusha. Desde Nagasaki acompañó en
tren a unos heridos cuya lugar de residencia era Hiroshima. Cuando la
formación ingresaba en la ciudad, el destello cegador. El tren
cimbreó. Cuando bajaron se encontraron con el paisaje más funesto. Al
día siguiente regresó a Nagasaki. El 9 de agosto, la siguiente bomba. Allí vivió los peores días de su vida.
Trabajando varios días seguidos, sin dormir, sin materiales para
asistir a los heridos, sin saber contra qué luchaban. Ella, con el paso
de los meses, tuvo problemas en la sangre y perdió casi todo el pelo. Pero se recuperó. Tuvo una hija y cuatro nietos.
En
septiembre de 1945, un hombre con uniforme de coronel del ejército de
Estados Unidos entró a Nagasaki. Japón ya se había rendido. La guerra
había terminado. En la ciudad sus escasos habitantes parecían espectros. Era como si nada de lo anterior hubiera quedado en pie. Destrucción total. El horizonte más desolador posible.
Por ese tiempo Estados Unidos disfrutaba del éxito. Las bombas habían derribado las últimas defensas japonesas. Nada se sabía (al menos públicamente) de las consecuencias de las bombas. Todavía
ni siquiera era sencillo determinar los daños instantáneos que había
ocasionado, mensurarlos con precisión. Se sabía de su poder de
devastación pero no mucho más. Los generales norteamericanos negaban
consecuencias. Afirmaban que ya todo había pasado. No había secuela posible. Mentían.
Un
bebé japonés se retuerce la cara por el intenso dolor de las quemaduras
sufridas cuando se lanzó la bomba atómica sobre Nagasaki, mientras otro
sobreviviente vendado intenta consolarlo. Decenas de otros,
horriblemente quemados en el cegador destello de llamas que envolvió la
ciudad cuando explotó la bomba, yacían esparcidos entre los escombros
del edificio destrozado (Getty Images)
Entre
la vocación por silenciar las decenas de miles de muertes, las secuelas
de la radiación y que había sido la segunda bomba, Nagasaki no tenía
demasiada atención de los medios.
El hombre con ropa de coronel era periodista. Se llamaba George Weller. En su libreta de apuntes tomó nota de todo lo que vio. Un espectáculo atroz.
Le costaba imaginar qué había provocado eso. Encontró un campo de
prisioneros de guerra. Sus reclusos eran soldados americanos capturados
por los japoneses. Todavía no sabían que la guerra había terminado.
Weller les dio la noticia. Ellos le relataron el resplandor, el ruido
atronador y la ola expansiva. El periodista escribió un informe
estremecedor. Siguió recorriendo la ciudad, lo que quedaba de ella, y
reportando. Envió sus notas. Hablaba también de enfermedades extrañas
que parecían tener origen en la bomba. La noticia era que la radiación afectaba a las personas.
Semanas
después se enteró de que ninguna había llegado al diario. Los oficiales
de Estados Unidos las habían retenido y destruido. No eran tiempos de dar malas noticias; eso era hacerle el juego al enemigo (ya derrotado). Las excusas que se suelen esgrimir para ejercer la censura.
Weller
regresó a su país y vivió convencido que sus crónicas se habían perdido
para siempre. Tras su muerte, una de sus hijas, encontró un copia en
carbónico y los publicó. Sesenta años después el mundo seguía conociendo
qué había ocurrido en Nagasaki.
Comienza la batalla de Moscú: El pánico del 16 de octubre
Weapons and Warfare
En su declaración que nos hizo en Viazma a mediados de septiembre, el general Sokolovsky había señalado tres puntos importantes: primero, que a pesar de los terribles reveses, el Ejército Rojo estaba “aplastando” gradualmente a la Wehrmacht; en segundo lugar, que era muy probable que los alemanes hicieran un último intento desesperado, o incluso "varios últimos intentos desesperados" para capturar Moscú, pero fracasarían en esto; y, en tercer lugar, que el Ejército Rojo estaba bien vestido para una campaña de invierno.
La
impresión de que los rusos estaban aprendiendo rápidamente todo tipo de
lecciones, estaban descartando como inútiles algunas de las teorías de
antes de la guerra, que eran totalmente inaplicables a las condiciones
imperantes, y que soldados profesionales del más alto nivel estaban
tomando el mando del Ejército” políticos” y las “leyendas de la guerra
civil” como Budienny y Voroshilov se confirmarían en las próximas
semanas. Algunos soldados
brillantes habían sobrevivido a las Purgas del Ejército de 1937-1938, en
particular Zhukov y Shaposhnikov, y habían continuado en sus puestos
durante el peor momento de la invasión alemana; Zhukov
había salvado literalmente a Leningrado en el último momento al tomar
el relevo de Voroshilov cuando todo parecía perdido. Aparte de él y Shaposhnikov,
Los
primeros meses de la guerra habían sido una escuela de gran valor para
los oficiales del Ejército Rojo, y eran sobre todo los que se habían
distinguido en las operaciones de junio a octubre de 1941 quienes iban a
formar esa brillante pléiade de generales y mariscales como los que no
se habían visto desde la Grande Armée de Napoleón. En
el transcurso del verano y el otoño se habían hecho cambios importantes
en la organización de la fuerza aérea por parte del general Novikov, y
en el uso de la artillería por parte del general Voronov; tanto Zhukov como Konev habían desempeñado un papel destacado en la detención de los alemanes en Smolensk; Rokossovsky,
Vatutin, Cherniakhovsky, Rotmistrov, Boldin, Malinovsky, Fedyuninsky,
Govorov, Meretskov, Yeremenko, Belov, Lelushenko, Bagramian y muchos
otros hombres, que se hicieron famosos durante la Batalla de Moscú o en
otras batallas importantes en 1941, eran hombres que, por así decirlo, habían ganado sus espuelas en los duros combates durante los primeros meses de la guerra. La distinción en el campo se convirtió ahora en el criterio de Stalin para hacer nombramientos militares de alto nivel. De
hecho, es perfectamente cierto que “las batallas de verano y otoño
provocaron una purga militar, en oposición a una purga política de los
militares. Había una creciente inquietud con los incompetentes y los ineptos. La
gran fuerza de la señal del Alto Mando Soviético fue que fue capaz de
producir ese mínimo de comandantes de alto calibre capaces de sacar al
Ejército Rojo del desastre total”. perfectamente
cierto que “las batallas de verano y otoño habían provocado una purga
militar, en oposición a una purga política de los militares. Había una creciente inquietud con los incompetentes y los ineptos. La
gran fuerza de la señal del Alto Mando Soviético fue que fue capaz de
producir ese mínimo de comandantes de alto calibre capaces de sacar al
Ejército Rojo del desastre total”. perfectamente
cierto que “las batallas de verano y otoño habían provocado una purga
militar, en oposición a una purga política de los militares. Había una creciente inquietud con los incompetentes y los ineptos. La
gran fuerza de la señal del Alto Mando Soviético fue que fue capaz de
producir ese mínimo de comandantes de alto calibre capaces de sacar al
Ejército Rojo del desastre total”.
Indudablemente,
algunos de los comandantes tenían solo una afiliación puramente nominal
al Partido, y algunos de los nuevos hombres, como Rokossovsky, en
realidad habían sido víctimas de las Purgas del Ejército de 1937-1938,
por lo que no podían haber tenido ningún sentimiento de ternura por
Stalin.
El
23 de junio se instaló el Stavka, Cuartel General del Alto Mando
Soviético, y unos días después el Comité de Defensa del Estado (GKO),
integrado por Stalin, Molotov, Voroshilov, Malenkov y Beria; el
10 de julio, la “Stavka del Alto Mando” se convirtió en la “Stavka del
Mando Supremo”, con Stalin, Molotov, Voroshilov, Budienny, Shaposhnikov y
el General Zhukov, Jefe de Estado Mayor, como miembros. El 19 de julio Stalin se convirtió en Comisario de Defensa y el 7 de agosto en Comandante en Jefe.
El sistema de comisarios se reforzó en gran medida; los
comisarios, como “representantes del Partido y del gobierno en el
Ejército Rojo” debían velar por la moral de los oficiales y soldados, y
compartir con el comandante toda la responsabilidad por la conducta de
la unidad en la batalla. También debían informar al Comando Supremo de cualquier caso de "indignidad" entre oficiales o personal político. Esto
era un vestigio de la guerra civil y, de hecho, del período mucho más
reciente cuando se sospechaba que el cuerpo de oficiales no era
confiable. En la práctica,
en 1941, los comisarios demostraron, en la gran mayoría de los casos,
ser hombres que apoyaban casi por completo a los oficiales, o eran, a lo
sumo, una molestia técnica menor; pero inspirados por el mismo espíritu lutte à outrance, y, enfrentados diariamente por apremiantes tareas militares, las viejas diferencias políticas y personales entre el oficial y el comisario eran ahora menos duras que en el pasado. Aun
así, el mando dual tenía sus inconvenientes y, en la época de
Stalingrado, el papel de los comisarios se modificaría drásticamente.
Ya sea que hubiera o no una necesidad seria de darle al oficial un "látigo del partido", ciertamente había incluso menos necesidad de que las "unidades de seguridad de retaguardia" de la NKVD controlaran el pánico mediante el uso de ametralladoras listas para mantener al Ejército Rojo alejado de cualquier ataque. retiros no autorizados. “Los temores iniciales que podrían haber existido de que las tropas no lucharían pronto se disiparon por la obstinada y amarga defensa que el Ejército Rojo planteó contra los alemanes, luchando, como observó Halder, 'hasta el último hombre' y empleando 'traidores métodos' en los que el ruso no dejaba de disparar hasta que estaba muerto”. Estas "unidades de retaguardia de seguridad" fueron un renacimiento de una práctica heredada de la Guerra Civil y resultaron totalmente innecesarias en 1941, ya que el propio Ejército se ocupó rigurosamente de cualquier caso de cobardía y pánico.
El papel de la NKVD en las operaciones militares reales sigue siendo bastante oscuro, aunque se sabe que, además de los Guardias Fronterizos, que estaban bajo la jurisdicción de la NKVD y que fueron los primeros en hacer frente al ataque alemán, habría ocasiones muy importantes. en el que las tropas de la NKVD lucharon como unidades de batalla, por ejemplo, en Voronezh en junio-julio de 1942, donde ayudaron a evitar un avance alemán particularmente peligroso. Pero había un lado mucho más sombrío en la conexión de la NKVD con el Ejército Rojo; así, no sólo los prisioneros rusos que lograron escapar de los alemanes, sino incluso unidades enteras del Ejército que —como sucedió tan a menudo en 1941— habían escapado del cerco alemán, fueron sometidas como sospechosas al interrogatorio más duro y mezquino por parte de la OO. (Osoby Otdel—Departamento Especial) dirigido por la NKVD. En la novela de Simonov, Los vivos y los muertos, hay un episodio particularmente enfermizo basado en hechos reales, en el que un gran número de oficiales y soldados escapan de un cerco alemán después de muchas semanas de lucha. Son desarmados rápidamente por la NKVD; pero sucede que en ese mismo momento los alemanes han iniciado su ofensiva contra Moscú, y mientras los hombres desarmados están siendo llevados a una estación de clasificación de la NKVD, son atrapados por los alemanes y simplemente masacrados, sin poder ofrecer ninguna resistencia.
Aparte de eso, sin embargo, la NKVD interfirió menos que antes con el Ejército Rojo; la
línea fronteriza entre los elementos militares y los "políticos" en el
Ejército se estaba desvaneciendo, y el propio Stalin presidió este
desarrollo. Independientemente
de lo que haya hecho en el pasado para debilitar al ejército con sus
purgas y su constante injerencia política, había aprendido la lección en
el verano y el otoño de 1941. Voroshilov y Budienny quedaron relegados a
un segundo plano y el papel de los jefes de la NKVD se redujo
considerablemente. . La línea patriótica, nacionalista y “1812” fue asumida de todo corazón por todos los grados del ejército. Todo
el talento militar, descubierto y probado en las primeras batallas de
la guerra y, en algunos casos, antes de eso en el Lejano Oriente, se
reunió, todas las reservas disponibles se lanzaron a la batalla,
incluidas algunas divisiones de primera línea de Asia Central y el
Lejano Oriente. ,
Independientemente
de los malos recuerdos y las reservas que pudieran haber tenido los
generales, Stalin se había convertido en el factor unificador
indispensable en la atmósfera de patrie en peligro de octubre-noviembre
de 1941. No había alternativa. Los
alemanes estaban en las afueras de Leningrado, atravesaban el Donbás de
camino a Rostov, y el 30 de septiembre había comenzado la ofensiva
“final” contra Moscú.
La
Batalla de Moscú se divide, en términos generales, en tres fases: la
primera ofensiva alemana desde el 30 de septiembre hasta casi finales de
octubre; la segunda ofensiva alemana desde el 17 de noviembre hasta el 5 de diciembre; y la contraofensiva rusa del 6 de diciembre, que duró hasta la primavera de 1942.
El
30 de septiembre, las unidades panzer de Guderian en el flanco sur del
Heeresgruppe Mitte (Grupo de Ejércitos Centro) atacaron Glukhov y Orel,
que cayeron el 2 de octubre, pero luego fueron detenidos por un grupo de
tanques al mando del coronel Katyukov más allá de Mtsensk, en el camino
a Tula. . Otras fuerzas
alemanas lanzaron ataques a gran escala desde el suroeste en el área de
Bryansk y desde el oeste en la carretera Smolensk-Moscú. Grandes concentraciones de tropas soviéticas fueron rodeadas al sur de Bryansk y en el área de Viazma al oeste de Moscú. Los
alemanes habían planeado contener a las tropas soviéticas rodeadas en
el área de Viazma principalmente por infantería, liberando así a sus
divisiones panzer y motorizadas para un avance relámpago sobre Moscú. Pero durante más de una semana, librando una batalla circular de extrema ferocidad, los restos del 19, 20, Los
ejércitos 24 y 32 y las tropas bajo el mando del general Boldin
amarraron a la mayor parte del 4.º ejército alemán y del 4.º cuerpo de
tanques. Esta resistencia
permitió al Comando Supremo Soviético sacar y retirar más de sus tropas
de primera línea del cerco a la línea de Mozhaisk y traer reservas desde
la retaguardia.
Para
el 6 de octubre, las unidades de tanques alemanas habían atravesado la
línea de defensa Rzhev-Viazma y avanzaban hacia la línea de posiciones
fortificadas de Mozhaisk, unas cincuenta millas al oeste de Moscú, que
había sido improvisada y preparada durante el verano de 1941, y corría
desde Kalinin (norte). -al oeste de Moscú en la línea ferroviaria
Moscú-Leningrado), a Kaluga (suroeste de Moscú y a mitad de camino entre
Tula y Viazma), Maloyaroslavets y Tula. Las
pocas tropas que manejaban estas defensas podían detener las unidades
de avanzada del Heeresgruppe Mitte, pero no la mayor parte de las
fuerzas alemanas.
Mientras
los refuerzos del Lejano Oriente y Asia Central se dirigían al Frente
de Moscú, el Cuartel General de GKO lanzó las reservas que pudo reunir. La
infantería de los generales Artemiev y Lelushenko y los tanques del
general Kurkin que lucharon aquí fueron puestos, el 9 de octubre, bajo
las órdenes directas del Mando Supremo Soviético. Al día siguiente, Zhukov fue nombrado C. en C. de todo el frente.
Pero
los alemanes evitaron la línea de Mozhaisk desde el sur y capturaron
Kaluga el 12 de octubre. Dos días después, flanqueando la línea de
Mozhaisk en el norte, irrumpieron en Kalinin. Después
de intensos combates, Mozhaisk fue abandonado el 18 de octubre. Ya el
14, se libraban feroces batallas en el sector de Volokolamsk, a medio
camino entre Mozhaisk y Kalinin, a unas cincuenta millas al noroeste de
Moscú.
La situación era extremadamente grave. Ya no había frente continuo. La fuerza aérea alemana era dueña del cielo. Las
unidades de tanques alemanas, que penetraban profundamente en la
retaguardia, obligaban a las unidades del Ejército Rojo a retirarse a
nuevas posiciones para evitar el cerco. Junto con el ejército, miles de civiles soviéticos se desplazaban hacia el este. Gente
a pie, o en carretas tiradas por caballos, ganado, carros, se movían
hacia el este en una corriente continua a lo largo de todos los caminos,
dificultando aún más el movimiento de tropas.
A pesar de la fuerte resistencia en todas partes, los alemanes se acercaban a Moscú desde todas las direcciones. Fue
dos días después de la caída de Kalinin, y cuando la amenaza de un
avance desde Volokolamsk a Istra y Moscú parecía casi segura, el "pánico
de Moscú" alcanzó su punto máximo. Esto
fue el 16 de octubre. Hasta el día de hoy, la historia es actual de
que, esa mañana, dos tanques alemanes irrumpieron en Khimki, un suburbio
al norte de Moscú, donde fueron rápidamente destruidos; que
dos de esos tanques hayan existido alguna vez, excepto en la
imaginación de algún moscovita asustado, no está confirmado por ninguna
fuente seria.
¿Qué pasó en Moscú el 16 de octubre? Muchos han hablado del gran jaleo (bolshoi drap) que tuvo lugar ese día. Aunque,
como veremos, se trata de una generalización excesiva, el 16 de octubre
en Moscú ciertamente no fue un relato del “heroísmo unánime del pueblo
de Moscú” como se registra en la Historia oficial.
La población de Moscú tardó varios días en darse cuenta de la gravedad de la nueva ofensiva alemana. Durante
los últimos días de septiembre y, de hecho, durante los primeros días
de octubre, toda la atención se centró en la gran ofensiva alemana en
Ucrania, la noticia de la irrupción en Crimea y la visita de
Beaverbrook, que había comenzado en septiembre. 29. En su conferencia de
prensa del 28 de septiembre, Lozovsky había tratado de sonar muy
tranquilizador, diciendo que los alemanes estaban perdiendo "muchas
decenas de miles de muertos" fuera de Leningrado, pero que no importaba
cuántos más perdieran, todavía no entrarían en Leningrado; también
dijo que “se siguieron manteniendo las comunicaciones”, y que, aunque
hubo racionamiento en la ciudad, no hubo escasez de alimentos. También dijo que hubo fuertes combates “por Crimea”, pero negó que los alemanes hubieran cruzado todavía el istmo de Perekop. En
cuanto a la afirmación alemana de haber capturado 500.000 o 600.000
prisioneros en Ucrania, tras la pérdida de Kiev, fue mucho más
cauteloso, diciendo que la batalla continuaba y que a los rusos no les
interesaba dar información prematuramente. Sin
embargo, agregó la frase un tanto siniestra: “Cuanto más hacia el este
empujen los alemanes, más cerca estarán de la tumba de la Alemania
nazi”. Parecía estar preparado para la pérdida de Kharkov y el Donbas, aunque no lo dijo. agregó
la frase un tanto siniestra: “Cuanto más hacia el este empujen los
alemanes, más cerca estarán de la tumba de la Alemania nazi”. Parecía estar preparado para la pérdida de Kharkov y el Donbas, aunque no lo dijo. agregó
la frase un tanto siniestra: “Cuanto más hacia el este empujen los
alemanes, más cerca estarán de la tumba de la Alemania nazi”. Parecía estar preparado para la pérdida de Kharkov y el Donbas, aunque no lo dijo.
Hasta
el 4 o 5 de octubre no quedó claro que se había iniciado una ofensiva
contra Moscú y, aun así, no estaba claro cuál era su magnitud. Huelga
decir que no había nada en los periódicos rusos sobre el discurso de
Hitler del 2 de octubre anunciando su ataque “final” contra Moscú.
Sin
embargo, Lozovsky se refirió a ello en su conferencia de prensa del 7
de octubre. Parecía un poco nervioso, pero dijo que el discurso de
Hitler solo mostraba que el tipo se estaba desesperando.
“Él
sabe que no va a ganar la guerra, pero tiene que mantener a los
alemanes más o menos contentos durante el invierno y, por lo tanto, debe
lograr algún éxito importante, lo que sugeriría que se ha cerrado
cierta etapa de la guerra. La
segunda razón por la que es esencial que Hitler haga algo grande es el
acuerdo anglo-estadounidense-soviético, que ha causado un sentimiento de
desánimo en Alemania. Los
alemanes podrían, en un apuro, tragarse un acuerdo 'bolchevique' con
Gran Bretaña, pero un acuerdo 'bolchevique' con Estados Unidos era más
de lo que los alemanes esperaban". Lozovsky agregó que, de todos modos, la captura de esta o aquella ciudad no afectaría el resultado final de la guerra. Era como si ya estuviera preparando a la prensa para la posible pérdida de Moscú. Sin embargo, logró terminar con una nota de bravuconería:
Peor aún fue la noticia de la noche del 7, con la primera referencia oficial a “fuertes combates en dirección a Viazma”.
El
día 8, mientras Pravda e Izvestia tenían cuidado de no sonar demasiado
alarmados (Pravda en realidad comenzó con un artículo de rutina sobre
"El trabajo de las mujeres en tiempos de guerra"), el periódico del
ejército, Red Star, parecía extremadamente inquietante. Dijo
que “la existencia misma del Estado soviético estaba en peligro”, y que
cada hombre del Ejército Rojo “debe mantenerse firme y luchar hasta la
última gota de sangre”. Describió la nueva ofensiva alemana como una última aventura desesperada:
Hitler
ha puesto en ella todo lo que tiene, incluso todos los tanques viejos y
obsoletos, todos los tanques enanos que los alemanes han reunido en
Holanda, Francia o Bélgica han sido arrojados a esta batalla... Los
soldados soviéticos deben destruir a toda costa estos tanques, viejos y
nuevo, grande o pequeño. Toda la armadura de gentuza de la Europa arruinada está siendo lanzada contra la Unión Soviética.
Pravda
dio la voz de alarma el día 9, advirtiendo a los moscovitas contra la
“complacencia descuidada” y exhortándolos a “movilizar todas sus fuerzas
para repeler la ofensiva enemiga”. Al
día siguiente llamó a la “vigilancia” diciendo que, además de avanzar
sobre Moscú, “el enemigo también intenta, a través de la amplia red de
sus agentes, espías y agentes provocadores, desorganizar la retaguardia y
crear pánico”. . El 12 de octubre, Pravda habló del “terrible peligro” que amenaza al país.
Incluso
sin la ayuda de los agentes enemigos, hubo suficiente en Pravda para
difundir la mayor alarma entre la población de Moscú. Las
conversaciones sobre la evacuación habían comenzado el día 8, y se les
dijo a las embajadas extranjeras, así como a numerosas oficinas e
instituciones del gobierno ruso, que esperaran una decisión al respecto
muy pronto. El ambiente se estaba volviendo extremadamente tenso. Se habló de Moscú como un “super-Madrid” entre los más valientes, y de febriles intentos de fuga entre los menos valientes.
Para el 13 de octubre, la situación en Moscú se había vuelto muy crítica. Numerosas
tropas alemanas que habían sido retenidas durante más de una semana por
el "cerco de Viazma", estaban disponibles para el ataque final contra
Moscú. El Frente
“Occidental”, bajo el mando general del General Zhukov, asistido por el
General Konev, y con el General Sokolovsky como Jefe de Estado Mayor,
constaba de cuatro sectores: Volokolamsk bajo Rokossovsky; Mozhaisk bajo Govorov, Maloyaroslavets bajo Golubev y Kaluga bajo Zakharkin. No
había absolutamente ninguna certeza de que se pudiera evitar un avance
alemán, y el 12 de octubre, el Comité de Defensa del Estado decidió
llamar a la gente de Moscú a construir una línea de defensa a cierta
distancia de las afueras de Moscú, otra justo a lo largo de la frontera
de la ciudad.
En
la mañana del 13 de octubre, Shcherbakov, Secretario del Comité Central
y del Comité del Partido Comunista de Moscú, habló en una reunión
convocada por la Organización del Partido de Moscú: “No cerremos los
ojos. Moscú está en peligro”. Hizo
un llamamiento a los trabajadores de la ciudad para que enviaran todas
las reservas posibles al frente ya las líneas de defensa tanto dentro
como fuera de la ciudad; y aumentar considerablemente la producción de armas y municiones.
La
resolución aprobada por la Organización de Moscú pedía “disciplina de
hierro, una lucha despiadada contra las más mínimas manifestaciones de
pánico, contra los cobardes, desertores y traficantes de rumores”. La resolución decidió además que, dentro de dos o tres días, cada distrito de Moscú debería reunir un batallón de voluntarios; estos
llegaron a ser conocidos como los “Batallones Comunistas” de Moscú y,
al igual que algunos de los regimientos opolcheniye, jugarían un papel
importante en la defensa de Moscú llenando “vacíos”, a un costo muy alto
en vidas. En tres días,
12.000 de esos voluntarios se formaron en pelotones y batallones, la
mayoría de ellos con poco entrenamiento militar y sin experiencia en
combate.
Fue
el 12 y 13 de octubre cuando se decidió evacuar inmediatamente a
Kuibyshev y otras ciudades del este un gran número de oficinas
gubernamentales, incluidos muchos Comisariados del Pueblo, parte de las
organizaciones del Partido y todo el cuerpo diplomático de Moscú. Las fábricas de armamento más importantes de Moscú también iban a ser evacuadas. Prácticamente
todas las “instituciones científicas y culturales” como la Academia de
Ciencias, la Universidad y los teatros iban a ser trasladadas.
Pero
el Comité de Defensa del Estado, el Stavka del Mando Supremo y una
administración esquelética permanecerían en Moscú hasta nuevo aviso. Los
principales periódicos, como Pravda, Red Star, Izvestia, Komsomolskaya
Pravda y Trud, continuaron publicándose en la capital.
La
noticia de estas evacuaciones fue seguida por el comunicado oficial
publicado en la mañana del 16 de octubre. Decía: “Durante la noche del
14 al 15 de octubre la posición en el Frente Occidental empeoró. Las
tropas germano-fascistas lanzaron contra nuestras tropas grandes
cantidades de tanques e infantería motorizada, y en un sector rompieron
nuestras defensas”.
Al describir la gran crisis de octubre en Moscú, es importante distinguir entre tres factores. Primero,
el Ejército, que luchó desesperadamente contra fuerzas enemigas
superiores y cedió terreno muy lentamente, aunque debido a una
maniobrabilidad relativamente pobre, no pudo evitar algunos éxitos
locales alemanes espectaculares, como la captura de Kaluga en el sur en
el 12, de Kalinin en el norte el 14, o ese avance en lo que vagamente se
describió como “el sector de Volokolamsk” al que se refería el
“comunicado de pánico”, publicado el 16 de octubre. Incluso
mucho tiempo después, se creía en Moscú que el día 15 los alemanes se
habían estrellado mucho más hacia Moscú de lo que parece hoy en
cualquier registro publicado de la lucha. Solo entonces, se dijo, Rokossovsky detuvo la podredumbre arrojando las últimas reservas, incluyendo opolchentsy apenas entrenados y tropas de Siberia tan pronto como desembarcaron de los trenes. Hay
innumerables historias de soldados regulares e incluso opolchentsy
atacando tanques alemanes con granadas de mano y con "botellas de
gasolina", y de otras hazañas de "última zanja". La moral de las fuerzas de combate ciertamente no se quebró. El
hecho de que tropas frescas del Lejano Oriente y Asia Central
estuvieran llegando todo el tiempo, aunque solo en números limitados,
tuvo un efecto saludable para mantener el espíritu de las tropas que ya
habían luchado sin descanso durante más de quince días. y de otras hazañas de "última zanja". La moral de las fuerzas de combate ciertamente no se quebró. El
hecho de que tropas frescas del Lejano Oriente y Asia Central
estuvieran llegando todo el tiempo, aunque solo en números limitados,
tuvo un efecto saludable para mantener el espíritu de las tropas que ya
habían luchado sin descanso durante más de quince días. y de otras hazañas de "última zanja".
En segundo lugar, estaba la clase obrera de Moscú; la mayoría de ellos estaban listos para trabajar largas horas extra en fábricas que producían armamento y municiones; construir defensas; luchar
contra los alemanes dentro de Moscú en caso de que se abrieran paso o,
si todos fallaban, "seguir al Ejército Rojo hacia el este". Sin embargo, hubo diferentes matices en la determinación de los trabajadores de “defender Moscú” a toda costa. El
mismo hecho de que no más de 12.000 se hayan ofrecido como voluntarios
para las “brigadas comunistas” en el punto álgido del casi pánico del 13
al 16 de octubre parece indicativo; ¿Fue
porque, para muchos, estos batallones improvisados parecían inútiles
en este tipo de guerra, o fue porque, en el fondo de la mente de muchos
trabajadores, existía la idea de que Rusia todavía era grande y que
podría ser más ventajoso para librar la batalla decisiva en algún lugar
del este.
En
tercer lugar, había una gran masa de moscovitas, difíciles de
clasificar, que fueron más responsables que los demás del “gran zarpazo”
del 16 de octubre. Entre ellos había desde simples obyvateli, listos
para huir del peligro, hasta pequeños, medianos y incluso altos
funcionarios del Partido o ajenos al Partido que sintieron que Moscú se
había convertido en un trabajo para el Ejército y que no había mucho que
los civiles pudieran hacer. Entre
esta gente había un miedo genuino de encontrarse bajo la ocupación
alemana y, con pases regulares, o con pases que de algún modo habían
conseguido —o a veces sin ningún pase—, la gente huía hacia el este, al
igual que en París. había huido hacia el sur en 1940 cuando los alemanes
se acercaban a la capital.
Más
tarde, muchas de estas personas se avergonzarían amargamente de haber
huido, de haber sobrevalorado el poderío de los alemanes, de no haber
tenido suficiente confianza en el Ejército Rojo. Y,
sin embargo, ¿no había mostrado el Gobierno el camino, por así decirlo,
acelerando frenéticamente todas esas evacuaciones desde el 10 de
octubre en adelante?
Especialmente en 1942, el “gran lío” del 16 de octubre siguió siendo un recuerdo desagradable para muchos. Hubo
algunos chistes sombríos sobre el tema, especialmente en relación con
la medalla "Por la defensa de Moscú" que se había distribuido
generosamente entre los soldados y civiles; estaba
el chiste sobre los dos tipos de cintas: algunas medallas de Moscú
deberían colgarse de la cinta muaré normal, otras de una cinta drapeada;
También estaba la broma
de una actriz famosa y muy gordita y bien equipada que había recibido
una Medalla de Moscú "por defender a Moscú de Kuibyshev con su pecho".
Recuerdo
que Surkov me dijo que cuando llegó a Moscú desde el frente el día 16,
telefoneó a unos quince o veinte de sus amigos, y todos habían
desaparecido.
En
la “ficción”, más que en la historia formal, hay algunas descripciones
valiosas de Moscú en el punto álgido de la crisis, por ejemplo, en El
vivo y el muerto de Simonov ya citado. Aquí hay una foto de Moscú durante ese sombrío 16 de octubre y los días siguientes, con las estampidas en la estación de tren; con funcionarios huyendo en sus autos sin permiso; los
opolchentsy y los hombres del batallón comunista que caminaban
hoscamente, en lugar de marchar, por las calles, vestidos con una
colección variopinta de ropa, fumando, pero sin cantar; con
la fábrica "Hammer and Sickle" trabajando día y noche produciendo miles
de erizos antitanque, que luego son conducidos al anillo exterior de
bulevares; con su olor a papeles quemados; con
la rápida sucesión de ataques aéreos y batallas aéreas sobre Moscú, en
las que los aviadores rusos a menudo embisten suicidamente a los aviones
enemigos;
Para el día 16, muchas fábricas ya habían sido evacuadas.
De todos modos, debajo de toda la espuma del pánico y la desesperación había “otro Moscú”:
Más
tarde, cuando todo esto pertenecía al pasado, y alguien recordaba ese
16 de octubre con pena o amargura, él [el héroe de Simonov] no decía
nada. El recuerdo de Moscú ese día le resultaba insoportable, como el rostro de una persona a la que amas distorsionado por el miedo. Y,
sin embargo, no sólo fuera de Moscú, donde las tropas luchaban y morían
ese día, sino que dentro de Moscú había suficientes personas que
estaban haciendo todo lo que estaba a su alcance para no rendirla. Y por eso no se perdió Moscú. Y,
sin embargo, ese día en el Frente la guerra parecía haber dado un giro
fatal, y ese mismo día había gente en Moscú que, en su desesperación,
estaba dispuesta a creer que los alemanes entrarían en Moscú mañana. Como
siempre sucede en los momentos trágicos, aún no era conocida por todos
la fe profunda y el trabajo discreto de quienes continuaron, y
aún no había llegado a dar fruto, mientras el desconcierto, el terror y
la desesperación de los demás te golpeaban entre los ojos. Esto era inevitable. Ese
día decenas de miles, alejándose de los alemanes, rodaron como
avalanchas hacia las estaciones de ferrocarril y hacia las salidas
orientales de Moscú; y, sin embargo, de estas decenas de miles, tal vez había sólo unos pocos miles a quienes la historia podía condenar con razón.
Simonov escribió este relato de Moscú el 16 de octubre de 1941 después de un lapso de casi veinte años; pero
su historia, que no podría haber sido publicada en la época de Stalin,
suena cierta a la luz de lo que había oído sobre esos sombríos días solo
unos meses después, en 1942.
Por qué la madre de Wado de Pedro tiene las manos manchadas con sangre
Un
libro publicado por la dictadura militar a fines del mes de 1979
titulado “El Terrorismo en la Argentina”, al que tuvo acceso
REALPOLITIK, incluye un valioso dossier sobre el asesinato masivo
perpetrado por la madre de Wado de Pedro, bajo la caratula: "Atentado al
vicealmirante D. Armando Lambruschini. 1 Agosto 1978. Montoneros".
El 1 de agosto de 1978 a la 1.40 de la madrugada, una célula armada de la
organización Montoneros organizó un atentado contra al jefe del Estado
Mayor del Ejército, vicealmirante Armando Lambruschini.
La bomba fue colocada en el departamento contiguo al del funcionario de
la dictadura cívico militar, ubicada en la calle Pacheco de Melo 1957,
en el barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires.
Como consecuencia de la explosión de la bomba de trotyl, falleció su hija, Paula Lambruschini, de quince años, uno de sus custodios, una maestra jubilada de 82 años llamada Margarita Obarrio de Villa y el vecino Ricardo Álvarez. El impacto fue brutal, a punto tal que otros diez vecinos del edificio resultaron gravemente heridos.
La operación tuvo como responsables a dos miembros de la organización, Lucila Révora de De Pedro y Carlos Guillermo Fassano, y se ejecutó en la madrugada del 1 de agosto de 1978.
El
comunicado emitido por Montoneros se atribuyó el hecho y lo justificó
como una respuesta concreta a la pretensión de “los milicos” de “dominar
al pueblo” por medio de sus armas. Ni Paula ni los vecinos eran
su objetivo, pero “lamentablemente también murieron la hija y una
anciana, víctimas inocentes de esta guerra declarada por la dictadura y
heroicamente enfrentada por nuestro pueblo”.
La
interpretación extraoficial de la dictadura sobre el citado documento
definía a Montoneros como una “banda de delincuentes subversivos” y
destacaba que con “esta brutal acción, repudiada unánimemente por todo
el país, se pone de manifiesto una vez más la catadura moral de estos
elementos, cuyo objetivo es el crimen indiscriminado”.
A
continuación, un medio periodístico explicaba cómo dos sujetos,
disfrazados de policías y argumentando estar llevando a cabo un
operativo antidrogas, habían logrado franquear la entrada al lugar. E
informaba que la Policía Federal “proporcionó un identikit de los dos
individuos, con el fin de lograr la retención”.
Los individuos a los que se referían eran Lucila Révora de De Pedro (madre de Eduardo “Wado” De Pedro), cuyo esposo, Enrique De Pedro, había sido asesinado por efectivos de la dictadura en abril de 1977. Al momento del atentado, Lucila estaba en pareja con Fassano,
el segundo de los retratados en el identikit. Pero no se procedió a su
detención legal, sino que ambos fueron capturados el 11 de octubre de
ese mismo año, cuando “desaparecieron” por la acción de un “grupo de
tareas” de la dictadura.
Lucila
había cursado estudios secundarios en su ciudad de Mercedes y luego
ingresó en la facultad de Psicología de la UBA. Allí se incorporó a la
Juventud Universitaria Peronista (JUP) y luego a Montoneros, y conoció a
su compañero de vida, Enrique de Pedro.
Al ser secuestrada en su domicilio mediante una terrible acción represiva en su vivienda del barrio porteño de Floresta, Lucila
estaba embarazada de ocho meses y medio. Tal como era de práctica en el
contexto del “terrorismo de estado”, se informó que habían sido
abatidos “en un enfrentamiento armado”.
Wado de Pedro
rememora la trágica situación en los siguientes términos: “Primero
perdí a mi padre en abril de 1977, tenía cinco meses. Después en octubre
de 1978 secuestran y asesinan a mi madre, Lucila (Révora),
embarazada de ocho meses y medio. Ahí se produce un tiroteo muy fuerte
en la casa donde estábamos viviendo. Yo me salvé de las balas por el
cuerpo de mi mamá. Ella me refugia en la bañadera y se pone encima de
mí”.
Sin recordar los asesinatos cometidos por su madre,
incluyendo el de una niña menor de edad, el actual ministro romantiza su
relato recordando que en 1996 visitó aquella casa donde se produjo el
asesinato de su madre y donde fue secuestrado. "Le toqué el timbre a la
vecina de la casa donde fue el operativo. Me dejó pasar a la casita del
fondo y está el baño todavía con tiros en la puerta. Cuando veo eso, veo
lo que pasé. Fue muy duro, seguramente de ahí a mí me secuestran.
Estuve apropiado por alguna familia de militares por unos meses”,
concluye.
La
interpretación de los publicistas de la dictadura sobre el atentado
destacó el “carácter patológico de los delincuentes terroristas que
cometieron el hecho y a la organización montoneros”. Más allá de las
interpretaciones, a la distancia, lo único cierto es que ambos bandos
resultaron tener las manos manchadas con sangre. En el medio, millones
de argentinos amantes de la paz resultaron ser las verdaderas víctimas
de la violencia. (www.REALPOLITIK.com.ar)
Los hombres Freikorps del Regimiento de Potsdam bajo las órdenes del Mayor von Stephani están listos para entrar en acción. Mientras los soldados parten, el mayor ya ha hecho un reconocimiento para observar el edificio que sus tropas deben conquistar durante el día. Disfrazado de revolucionario, el ex oficial del ejército imperial entra en el edificio que alberga la sede del diario socialdemócrata Vorwärts. Con el pretexto de alistarse en las milicias rojas, logra pasar sin incidentes por las distintas oficinas y, por lo tanto, puede inspeccionar a fondo el edificio antes de unirse a sus hombres que ya han tomado posiciones. Luego les pide a los espartaquistas que ocupan el edificio que se rindan. Estos últimos rechazan tal propuesta y confiar en el destino para decidir el resultado del conflicto. Entonces entran en acción las ametralladoras, obuses y morteros de los Freikorps de von Stephani. Comienza la batalla por Berlín. Esta batalla que, en los primeros días del año 1919, ensangrentó la capital del Reich está en el origen de dos mitos. El primero quiere que este levantamiento obrero sea obra deliberada de los espartaquistas, quienes crearon el Partido Comunista Alemán a fines de diciembre, creyendo que había llegado el momento de instalar el bolchevismo en Alemania. El segundo da un lugar de honor a los Freikorps presentados como esta tropa invencible, que se ha apoderado de Berlín y así ha salvado a Alemania del peligro comunista. Como todos los mitos, tienen un poco de verdad y mucha exageración y ocultación. El estudio de esta insurrección y las luchas callejeras que suscitó, la primera del siglo XX en una capital de Europa Occidental,
David FRANCOIS || L'autre cote de la colline
Los orígenes del teatro.
La guerra civil que ensangrentó la capital del Reich a finales de 1918 tuvo su origen unos meses antes, en septiembre, cuando los líderes del ejército alemán se dieron cuenta de que su país ya no tenía ninguna posibilidad de ganar la guerra contra los Aliados. . Para negociar la rendición en las mejores condiciones, consiguieron el nombramiento como canciller del príncipe liberal Max de Baden. Este último formó entonces un gobierno en el que, por primera vez en la historia de Alemania, se sentaron dos socialdemócratas, Friedrich Ebert y Philip Scheidemann. Sin embargo, estos cambios políticos tienen poco efecto frente al descontento que se apodera de la mayoría de la población alemana.
La revuelta estalló a finales de octubre de 1918, no entre la población civil, sino entre los marineros de la flota de guerra. El 29 de octubre, en Kiel, los marineros rechazaron las órdenes de zarpar para enfrentarse a la Royal Navy. Tras algunos enfrentamientos con la policía, el 4 de noviembre Kiel queda en manos de los insurgentes y la bandera roja ondea sobre los buques de guerra alemanes. El movimiento de revuelta se extendió rápidamente a otras bases marítimas del país. También afecta a ciudades del interior del país, incluida la capital, Berlín. El 9 de noviembre estalló allí la revuelta y los soldados fraternizaron con los insurgentes. Ante este hundimiento del Imperio con el anuncio de la abdicación de Guillermo II, el socialdemócrata Philipp Scheidemann, encaramado en una ventana del Reichstag, proclama la República mientras al mismo tiempo en el castillo real de Berlín, el líder de los espartaquistas Karl Liebknecht proclamó el nacimiento de la República Socialista de Alemania. Estas proclamas republicanas en competencia simbolizan perfectamente la lucha que entonces comenzó entre los socialdemócratas y la izquierda revolucionaria y en la que estaba en juego el destino de Alemania.
El Partido Socialdemócrata (SPD) era entonces el más poderoso en la escena política alemana. Teóricamente todavía marxista, sin embargo se orientó hacia un reformismo dominado por la necesidad de una transición democrática para transformar Alemania en una democracia liberal. Pero, sobre todo, la guerra convirtió al SPD en un partido “patriótico”. En efecto, los socialdemócratas aceptaron el conflicto en 1914, llamando a defender la patria alemana, a luchar por la victoria ya votar por los créditos militares presentados por el poder imperial. Esta actitud nacionalista y belicista provocó rápidamente un revuelo en las filas que en 1917 provocó una escisión que dio origen al Partido Socialdemócrata Independiente (USPD).
Cartel de la liga espartaquista
La formación el 10 de noviembre de un gobierno que reúna al SPD y al USPD, con el acuerdo del consejo obrero de Berlín, es una primera desautorización para los espartaquistas. Los consejos de obreros y soldados en los que ven soviets no los siguen. El nuevo gobierno inició rápidamente reformas populares y sobre todo anunció la elección en enero de 1919 por sufragio universal de una asamblea constituyente. El principal objetivo de esta política es evitar que la situación política y social se deteriore y así beneficiar a los revolucionarios al frente de los cuales están los espartaquistas.
Si el gobierno parece ir ganando gradualmente la delantera a sus adversarios, la situación parece mucho más difícil en Berlín. En la capital del Reich, los revolucionarios gozan de cierta audiencia con los trabajadores y se apoyan en el consejo de obreros y soldados de la ciudad para buscar disputarle el poder al gobierno. De hecho, el consejo de Berlín compite con el gobierno y desconfía mucho de la perspectiva de la elección de una asamblea constituyente que lo despojaría de todo poder. Pero aquí también el enfrentamiento se convirtió muy rápidamente en desventaja para los revolucionarios. Fracasan en un primer momento en montar una guardia roja frente a la determinación del gobierno que impone la formación de una tropa de defensa republicana de varios miles de efectivos. Cuando el congreso nacional de consejos de obreros y soldados aprobó, el 20 de diciembre de 1918, la política de gobierno y sobre todo la convocatoria de la Asamblea Constituyente, los revolucionarios de Berlín, es decir los espartaquistas pero también los miembros de los sindicatos obreros el cabildo y los independientes de la capital, ya no tienen otra solución, para revertir una corriente que les es desfavorable, que intentar tomar el poder, lo que requiere el estallido de una insurrección.
Berlín en manos de los insurgentes.
Entre los revolucionarios ganan influencia los más radicales, los fascinados por el ejemplo de la insurrección armada bolchevique, los que creen que sólo el uso de la violencia puede acelerar el curso de la historia y esa minoría activa empuja al enfrentamiento. En concreto, se reagrupó dentro de la Liga de Soldados Rojos, cuya influencia fue creciendo a lo largo del mes de diciembre.
Berlín y sus alrededores en 1919
Es cierto que los signos de descomposición que aquejaban al ejército en ese momento pueden parecer alentadores. Las unidades que regresaban del frente parecían disciplinadas y obedecían a sus oficiales, pero bajo esa apariencia de solidez las ideas revolucionarias y más aún el deseo de reencontrarse con sus familias y la vida civil debilitaron y socavaron la cohesión del edificio militar. El gobierno está teniendo una amarga experiencia de esto cuando pretende confiar en las tropas que regresan del frente para recuperar el control de la capital. El 8 de diciembre, a petición del mariscal Hindenburg, el presidente Ebert aceptó así la presencia de 10 divisiones en Berlín a las órdenes del general Lequis. Para los jefes del ejército, estas tropas deben asegurar el orden desarmando a los civiles. Ebert, quien finalmente teme que esta operación termine en sangre, pide a los soldados que se conformen con un desfile gigante en las calles de Berlín, que debe tranquilizar a la población y asustar a los revolucionarios. Tras el desfile, que es un éxito, los oficiales rápidamente se dan cuenta de que los soldados tienen un solo deseo: volver a sus hogares. Más grave, confraternizan con los trabajadores y escuchan con simpatía los discursos extremistas. El instrumento militar en el que se basaron las autoridades para someter a los revolucionarios se evaporó. Peor aún, el poder ya no tiene fuerzas militares organizadas para oponerse a los rojos, mientras que estos últimos pueden confiar en la Volksmarinedivision, la División de la Marina Popular. pide a los soldados que se contenten con un desfile gigante en las calles de Berlín, que debería tranquilizar a la población y asustar a los revolucionarios. Tras el desfile, que es un éxito, los oficiales rápidamente se dan cuenta de que los soldados tienen un solo deseo: volver a sus hogares. Más grave, confraternizan con los trabajadores y escuchan con simpatía los discursos extremistas. El instrumento militar en el que se basaron las autoridades para someter a los revolucionarios se evaporó. Peor aún, el poder ya no tiene fuerzas militares organizadas para oponerse a los rojos, mientras que estos últimos pueden confiar en la Volksmarinedivision, la División de la Marina Popular. pide a los soldados que se contenten con un desfile gigante en las calles de Berlín, que debería tranquilizar a la población y asustar a los revolucionarios. Tras el desfile, que es un éxito, los oficiales rápidamente se dan cuenta de que los soldados tienen un solo deseo: volver a sus hogares. Más grave, confraternizan con los trabajadores y escuchan con simpatía los discursos extremistas. El instrumento militar en el que se basaron las autoridades para someter a los revolucionarios se evaporó.
Esta unidad estaba compuesta originalmente por marineros amotinados que llegaron desde Kiel en noviembre para propagar la revuelta en Berlín. Pronto se unieron marineros de otros puertos alemanes, luego varios miles ocuparon las calles de la capital para defender los logros de la revolución de noviembre. El gobierno decide entonces utilizar esta tropa como fuerza de orden y la instala en Marstall, las caballerizas del Palacio Real. Pero la División de Infantería de Marina se radicalizó gradualmente bajo la influencia de un ex teniente que se había convertido en espartaquista, Heinrich Dorrenbach. Este cambio debilita aún más al gobierno.
Sin embargo, con la excepción de la división Volksmarine, los revolucionarios no pueden confiar en una fuerza armada real. La Liga de Soldados Rojos, una asociación de veteranos, tiene algunos destacamentos pero son pocos en número. La liga Spartakus, si también llama a la formación de Guardias Rojos, parece incapaz de supervisarlos y menos de dirigirlos porque no cuenta con verdaderos especialistas militares en sus filas. Aparte de este núcleo fuerte pero débil, los revolucionarios pueden esperar obtener el apoyo de las débiles fuerzas de seguridad puestas bajo el mando del jefe de policía, el independiente Emil Eichorn. A pesar de todo, queda la esperanza, renovada constantemente por los rumores e informaciones falsas que siguen circulando, de un posible reagrupamiento de la guarnición de Spandau donde, según ciertos rumores, los revolucionarios son mayoría. La debilidad de los revolucionarios se acrecienta aún más por la ausencia de un verdadero estado mayor capaz de coordinar la acción de estas formaciones heterogéneas. En resumen, los civiles y los soldados armados que deambulan por las calles de la capital del Reich, este proletariado armado de Berlín, no forman en modo alguno un verdadero ejército. Esta debilidad está resultando cada vez más insuperable, ya que parece que el gobierno está buscando un enfrentamiento. una verdadera plantilla capaz de coordinar la acción de estas formaciones heterogéneas. En resumen, los civiles y los soldados armados que deambulan por las calles de la capital del Reich, este proletariado armado de Berlín, no forman en modo alguno un verdadero ejército. Esta debilidad está resultando cada vez más insuperable, ya que parece que el gobierno está buscando un enfrentamiento. una verdadera plantilla capaz de coordinar la acción de estas formaciones heterogéneas. En resumen, los civiles y los soldados armados que deambulan por las calles de la capital del Reich, este proletariado armado de Berlín, no forman en modo alguno un verdadero ejército. Esta debilidad está resultando cada vez más insuperable, ya que parece que el gobierno está buscando un enfrentamiento.
El gobierno no puede permitir que la División Volksmarine haga causa común con los revolucionarios. A finales de diciembre pidió que los marineros abandonaran el acantonamiento de Marstall en el corazón de la capital y redujeran su número a la mitad. Si se niegan, Otto Wels, el Ministro del Interior, amenaza con no pagar más los saldos. Rápidamente se llega a un acuerdo, pero la evacuación ha terminado y nadie parece haberse decidido a pagar los salarios prometidos. Exasperados, los marineros invadieron la Cancillería y luego marcharon sobre el Kommandantur. Durante el viaje, ocurre un incidente que sacude el evento. De hecho, los marineros son ametrallados por un vehículo blindado y responden con armas. Ante esta agresión, apresaron a Wels, el Ministro del Interior a quien mantienen como rehenes en el Marstall que también han reinvertido. Ebert pide al ejército que ponga en vereda a los marineros. Luego se ordenó a los soldados que restauraran la calma y disolvieran la División de Infantería de Marina.
Milicias obreras en Berlín
A pesar de todo, el gobierno logra encontrar un nuevo acuerdo con los marineros. Pero al mismo tiempo, los hombres de la División de Guardias dirigidos por el Capitán Pabst, a quien obviamente nadie había advertido del compromiso alcanzado entre el gobierno y los amotinados, rodearon el Marstall con el objetivo de liberar a los rehenes por la fuerza. En la mañana del 24 de diciembre, el edificio fue bombardeado durante casi dos horas. El sonido de los cañonazos alertó de inmediato a los trabajadores de Berlín que se reunieron y marcharon sobre el Marstall. Fue cuando Pabst concedió a los marineros una suspensión de fuego de veinte minutos para inducirlos a rendirse, que la multitud llegó y rompió los delgados cordones de soldados destinados a aislar la escena de la batalla. Los soldados de la Guardia luego tomados por la espalda por la multitud furiosa tuvieron que evacuar mientras los oficiales escaparon por poco del linchamiento. En esta Nochebuena los revolucionarios salen victoriosos pero saben que el juego no ha terminado. Sin embargo, tienen motivos para alegrarse. Los espartaquistas y los partidarios del Consejo de Trabajadores y Soldados de Berlín dominan la capital. Hombres armados controlan las intersecciones y locales de periódicos como el Worwärts y el Berliner Tageblatt . El gobierno sólo controla la Cancillería y no parece poder contar con ninguna fuerza organizada.
La aparición de los cuerpos libres.
El nombramiento del diputado socialdemócrata Gustav Noske como ministro en el gobierno de Ebert marca un punto de inflexión. Apreciado por los oficiales, Noske, que durante la guerra se encargó de asegurar el enlace entre los socialistas y el estado mayor general, pasó a ser responsable de los asuntos militares en el Reich con el título de comandante en jefe y la tarea principal de retomar el control de Berlina. Para eso sabe que no puede contar con el ejército tradicional que sigue desintegrándose. Luego se dirigió a las pocas unidades de élite que aún tenían en la mano y especialmente a esta nueva tropa, los Freikorps, que entonces hicieron su primera aparición. En efecto, fue el 6 de diciembre de 1918 cuando Una primera formación de este tipo vio la luz cuando el general Maercker decidió formar dentro de su unidad un cuerpo libre de cazadores voluntarios destinado a combatir el peligro bolchevique. Estos voluntarios tienen varias ventajas: en primer lugar, tienen una sólida experiencia en combate, muchos de los cuales han pertenecido a las secciones de asalto del ejército imperial. También están bien pagados, motivados e ideológicamente opuestos al bolchevismo. Maercker también se rodea de un personal capaz de llevar a cabo una guerra callejera. El 24 de diciembre hizo instalar así cerca de 4.000 voluntarios cerca de Berlín y que fueron revisados el 4 de enero de 1919 por el presidente Ebert y Noske en persona. El fenómeno está cobrando impulso rápidamente y, a principios de enero, hay alrededor de una docena de cuerpos libres en Berlín.
La ofensiva gubernamental encabezada por Noske comienza con el caso Eichorn. Este último, miembro del USPD, es desde la revolución de noviembre, prefecto de policía en Berlín. Las simpatías que tiene por los revolucionarios sólo pueden disgustar a un gobierno que ahora quiere reemplazarlo con un hombre entregado al poder. El 4 de enero de 1919, el gobierno destituyó a Eichorn de su cargo, pero se negó a ceder. Sabe que puede contar con el apoyo de la población trabajadora así como de todas las organizaciones revolucionarias. El 5 de enero, una gigantesca manifestación a su favor movilizó a varios cientos de miles de personas que ocuparon el corazón de Berlín. Muchos manifestantes están armados. Por la noche, grupos de trabajadores armados toman la Vorwärts sino también de las principales casas editoriales y de prensa. Rápidamente, se instalan ametralladoras para defender estos edificios.
Cuerpo Libre en Berlín
Al día siguiente policías favorables a Eichorn, apoyados por civiles armados y artillería toman el control de las principales estaciones y nodos de comunicación. El 8 de enero, la Imprenta del Reich es ocupada. Estas acciones, que son esencialmente obra de elementos radicales descontrolados, solo resultan en el endurecimiento del conflicto y, paradójicamente, perjudican a los revolucionarios. Ante los ojos de la opinión pública empañan su imagen mientras ofrecen al gobierno el pretexto para intervenir militarmente.
El éxito de la manifestación del día 5 es tal que los líderes revolucionarios, es decir los espartaquistas, los miembros del consejo de obreros y soldados de Berlín y los independientes de la capital, se preguntan si no ha llegado el momento de irse. a la ofensiva Vacilan con el pretexto de que no saben lo suficiente sobre el potencial militar sobre el que puede descansar la insurrección. Dorrenbach luego afirma que la División Volksmarine y la guarnición de Berlín están del lado de la Revolución. Asegura especialmente que también está la guarnición de Spandau donde hay cerca de 2.000 ametralladoras y 20 cañones. Armados con esta información, los líderes deciden que ha llegado el momento de la lucha por el poder, es decir, de la insurrección armada. el gol hace es más que defender a Eichorn sino derrocar al gobierno. Inmediatamente se nombró un comité revolucionario para dirigir el movimiento, comité en el que los espartaquistas, que desde el 29 de diciembre habían fundado el Partido Comunista Alemán, estaban en minoría.
El 6 de enero, la capital del Reich parece estar en manos de la insurrección, el proletariado de Berlín ocupa las calles y los cruces de la capital. En Marstall y en la Prefectura de Policía, se entregan armas a los trabajadores mientras los agitadores recorren los cuarteles para reunir a los soldados. Camiones armados con ametralladoras recorren las principales avenidas del corazón de Berlín.
La Cancillería parece entonces un objetivo tentador para los revolucionarios. Para evitar que el gobierno se encuentre prisionero, el suboficial Suppe, que dirige una compañía del Cuerpo Reinhard, se une a la Cancillería, que transforma en un campamento atrincherado. En la mañana del 6 de enero, los revolucionarios se lanzaron al ataque pero fueron repelidos por los voluntarios. Estos primeros combates provocaron una veintena de muertos y unos cuarenta heridos. En el cuartel de Moabit, los 150 hombres restantes de Reinhard Freikorps también logran repeler un asalto de los revolucionarios. El gobierno también podía contar con la creación en el Reichstag de una milicia socialdemócrata que pronto contó con dos regimientos de seis compañías, es decir, aproximadamente 800 hombres. Pero estos números son demasiado débiles para enfrentar a los insurgentes y cambiar la situación. Al no considerarse confiables la policía de Berlín y los soldados de la guarnición, el gobierno finalmente tuvo pocas tropas para recuperar la iniciativa. Consciente de que Berlín no puede ser retomada desde adentro, Noske quiere confiar en las tropas leales estacionadas cerca de la ciudad. Entonces decide unirse a ellos y deja clandestinamente una Cancillería que en cualquier momento podría caer en manos de los revolucionarios. Para prepararse para el contraataque, instaló a su personal en un internado de niñas suburbano en Dahlem. al no ser considerado confiable, el gobierno finalmente tiene pocas tropas para recuperar la iniciativa. Consciente de que Berlín no puede ser retomada desde adentro, Noske quiere confiar en las tropas leales estacionadas cerca de la ciudad. Entonces decide unirse a ellos y deja clandestinamente una Cancillería que en cualquier momento podría caer en manos de los revolucionarios. Para prepararse para el contraataque, instaló a su personal en un internado de niñas suburbano en Dahlem. al no ser considerado confiable, el gobierno finalmente tiene pocas tropas para recuperar la iniciativa. Consciente de que Berlín no puede ser retomada desde adentro, Noske quiere confiar en las tropas leales estacionadas cerca de la ciudad. Entonces decide unirse a ellos y deja clandestinamente una Cancillería que en cualquier momento podría caer en manos de los revolucionarios. Para prepararse para el contraataque, instaló a su personal en un internado de niñas suburbano en Dahlem. otra caída en manos de los revolucionarios. Para prepararse para el contraataque, instaló a su personal en un internado de niñas suburbano en Dahlem. otra caída en manos de los revolucionarios. Para prepararse para el contraataque, instaló a su personal en un internado de niñas suburbano en Dahlem.
Noske logra reunir ocho cuerpos de ejército agregando diferentes Freikorps. Quiere actuar rápido y acabar de una vez antes de que se celebren las elecciones a la Asamblea Constituyente previstas para el 19 de enero. Para tomar Berlín y sofocar la insurrección, se fijó tres objetivos sucesivos: tomar el control de la ciudad de Spandau, especialmente su arsenal, luego tomar el distrito de la prensa y luego empujar el grueso de las fuerzas hacia el centro de la capital para aplastar definitivamente la insurrección.
Mientras tanto, los revolucionarios titubean. Si bien una nueva manifestación el 6 de enero reunió a una masa considerable de trabajadores armados, los líderes no dieron instrucciones y todavía contaban con la movilización de la guarnición de Spandau. La multitud de trabajadores armados, sin órdenes ni dirección efectiva, ocupó comercios, saqueó edificios pertenecientes al SPD y, en lugar de prepararse para el combate, quemó en la calle el material electoral que se utilizará para las elecciones de la Asamblea Constituyente. El comité revolucionario no actúa, dejando a miles de luchadores revolucionarios sedientos de acción esperando en las calles esperando órdenes que no llegan. La jornada del 6 de enero marca un punto de inflexión en la relación de fuerzas militares entre insurgentes y gobiernos. La fuerza de los insurgentes comienza a declinar inexorablemente mientras que la del gobierno solo aumenta.
Noske reúne estas tropas sin perder tiempo. Durante el día 7, los primeros elementos de los Freikorps tomaron posiciones en los distritos todavía en gran parte boscosos al oeste de Berlín. En el cuartel de Moabit al norte de la capital, que servirá de plataforma de lanzamiento de las primeras operaciones para reconquistar Berlín, también esperan para entrar en acción los 900 hombres del coronel Wilhelm Reinhard, así como los 1.200 soldados del regimiento de Potsdam comandado por von Stephani acompañado de una compañía de ametralladoras pesadas y una batería de artillería.
La conquista de Berlín.
Si Noske pretende lograr sus fines gracias a los Freikorps y asediando la ciudad desde fuera, como lo fue el aplastamiento de la Comuna de París, la reconquista de Berlín comienza en realidad dentro de la ciudad y sin enlace con el personal de Noske. En efecto, en Berlín, los ingenieros de la Guardia, consignados hasta entonces en sus cuarteles, empezaron a marcharse y ponerse a las órdenes del gobierno. El día 8, estos soldados, por iniciativa propia, recuperaron el control de la Direction des chemins de fer. Durante este tiempo, bajo las órdenes del Sargento Mayor Schulze, fusileros de la Guardia y la policía toman la Imprenta del Reich. Estas fuerzas gubernamentales, que no son cuerpos libres, actúan entonces sin coordinación ni dirección. La debilidad de su potencia de fuego también conduce a contratiempos. Los cuadros del regimiento de infantería de la Guardia no pudieron hacerse cargo de la agencia de prensa Wolf y el regimiento del Reichstag sufrió grandes pérdidas al intentar apoderarse de una imprenta que los revolucionarios habían transformado en una fortaleza. Estas tropas gubernamentales también fueron derrotadas en escaramuzas en la Puerta de Brandeburgo. El día 9, estas peleas alrededor de Wilhelmstrasse y el distrito de prensa. una imprenta que los revolucionarios transformaron en una fortaleza. Estas tropas gubernamentales también fueron derrotadas en escaramuzas en la Puerta de Brandenburgo. El día 9, estas peleas alrededor de Wilhelmstrasse y el distrito de prensa. una imprenta que los revolucionarios transformaron en una fortaleza. Estas tropas gubernamentales también fueron derrotadas en escaramuzas en la Puerta de Brandenburgo. El día 9, estas peleas alrededor de Wilhelmstrasse y el distrito de prensa.
Soldados revolucionarios frente a un carro blindado
El día 10, parte del Reinhard Freikorps, dirigido por el teniente von Kessel, tomó la dirección de Spandau. Se apoderó del ayuntamiento tras un breve bombardeo. Spandau, un lugar estratégico con su arsenal y sus fábricas de armamento, es neutralizado. En Berlín, las oficinas del Rote Fahne , el periódico comunista, están ocupadas mientras los hombres de von Stephani toman posiciones en los cuarteles de los Dragones de la Guardia y en el edificio patentado frente a la sede de los Vorwärts .
El 11 de enero, tras dos horas de bombardeo, von Stephani entregó a los cazas instalados en el edificio Vorwärtsdiez minutos para capitular. Luego, siete insurgentes salen del edificio con las manos en alto y se ofrecen a discutir una tregua. La respuesta es clara, los sitiados deben rendirse incondicionalmente. Mientras uno de los revolucionarios regresa al edificio para traer esta respuesta, von Stephani, temiendo que se repita el fiasco de Marstall, lanza a sus hombres al ataque. Un destacamento sale corriendo de la oficina de patentes de Jacobstrasse y toma el edificio por detrás. Pero rápidamente es bloqueado por una valla alta y se encuentra bajo el fuego de ametralladoras rojas. Entonces es necesario el uso de un lanzallamas para derribar la cerca y permitir que los soldados se engullan en el edificio donde también estalló el primer destacamento que ingresa por la puerta principal. Las granadas arrojadas a la planta baja obligaron a los sitiados a refugiarse en el primer piso. Rápidamente, siendo la situación desesperada, deciden rendirse. Cerca de 300 presos, muchos de los cuales fueron asesinados por los voluntarios de los Freikorps que, durante el día, tomaron los edificios de la agencia de prensa Wolff así como varios periódicos.
Ese mismo 11 de enero, Noske encabezaba una columna de unos 3.000 voluntarios del Maercker Chasseurs Franc Corps, el Garde Franc Corps y la Iron Brigade, que se dirigía hacia el centro de la capital y la Puerta de Brandeburgo. Baterías de artillería, destacamentos de caballería y un puñado de tanques acompañaban a las tropas. Durante este tiempo, los Freikorps, bajo la dirección de los generales von Roeder y Maercker, avanzaron hacia los suburbios del sur y oeste de Berlín. La columna de Noske cruzó Berlín sin encontrar resistencia y luego se dividió en dos.
La insurrección está agotada. Las fuerzas con las que contaban los revolucionarios para derrocar al gobierno se están desvaneciendo. Los soldados de la guarnición acogen fraternalmente a las tropas gubernamentales que toman la estación de Silesia. En Marstall, los marineros de la Volksmarinedivision finalmente deciden permanecer neutrales y expulsar a los espartaquistas que les piden que luchen. Los líderes revolucionarios y las tropas que les quedan no tienen más refugio que la Prefectura de Policía. El 11 de enero, las fuerzas gubernamentales tomaron la sede del Partido Comunista, en Friedrichstrasse. Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht se refugian en el barrio obrero de Neukoln.
En la mañana del día 12, los hombres de Reinhard llegaron a Alexanderplatz donde la artillería entró en acción para el acto final. Los proyectiles que caen sobre la sede de la policía rasgan las paredes. Los sitiados toman represalias. Entonces los ejecutivos de los fusileros de la Guardia y las fuerzas policiales bajo las órdenes del Sargento Mayor Schulze pasan al ataque y entran al edificio que es el escenario de una verdadera carnicería. Después de dos horas de combate, bajo el bombardeo que derrumbó toda una sección de la fachada, el edificio fue finalmente tomado, sus ocupantes perseguidos y fusilados. Sin embargo, algunos defensores raros lograron escapar a través de los techos.
El cuerpo libre frente a la sede del periódico SPD Worwärts
Se toman los principales puntos de apoyo de la insurrección y se cerca la ciudad por el sur y el oeste. La limpieza de la capital comienza con la ocupación de los distritos al sur del Spree y los distritos obreros. Los Freikorps reciben cada uno un sector para ocupar. Luego forman pequeños equipos que toman las intersecciones, instalan allí ametralladoras para tomar las calles en filas. Las casas donde se sospecha que se esconden los espartaquistas son registradas mientras patrullan carros blindados y tanques. El toque de queda impide que los civiles salgan, las reuniones están prohibidas. Por la noche, los reflectores barren la ciudad y aquellos a los que sorprenden se convierten en objetivos legítimos para los francotiradores de los cuerpos libres.
15 de enero Berlín está en manos del gobierno. Ya el día 13, los comités de trabajadores pidieron la vuelta al trabajo. Comienza la caza de revolucionarios. En la noche del 15 Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht son secuestrados. Son asesinados en la noche por los hombres de los cuerpos libres. Berlín sufrió la ocupación de los Freikorps hasta las elecciones del 19 de enero. Este pasado, este último se retiró mientras la Volksmarinedivision fue rearmada por Noske con el acuerdo del general Lüttwitz. Sin embargo, la calma que reina en Berlín es solo aparente. Bajo las cenizas arde el fuego y este primer capítulo de la lucha entre revolucionarios y los Freikorps tendrá una extensión aún más cruenta, pero definitiva, en el Berlín de marzo de 1919.
La Batalla de Berlín de enero de 1919 ha pasado a la historia como el momento de la primera aparición de los Freikorps. Toda una historiografía incluso los presenta como la fuerza indispensable sin la cual el gobierno socialdemócrata nunca hubiera podido derrotar a los revolucionarios y, en última instancia, evitar que Alemania se volviera comunista. Más allá del hecho de que la mayoría de la población alemana estaba a favor del gobierno, los revolucionarios a principios de 1919 no tenían una fuerza militar organizada. Los comunistas alemanes no podían contar con una Guardia Roja o regimientos como fue el caso de los bolcheviques rusos en noviembre de 1917. La actitud de la Volksmarinedivision, de la policía y las tropas de la guarnición de Berlín, que osciló entre la neutralidad y la adhesión al gobierno, dejó sólo unos mil insurgentes armados para hacer frente a las tropas gubernamentales. Especialmente del lado de los Freikorps, el gobierno pudo contar con las tropas de voluntarios socialdemócratas pero también con las fuerzas policiales y militares de Berlín que se mantuvieron fieles como la del sargento mayor Schulze y que tomaron la jefatura de policía. Si es cierto que sin la presencia de los Freikorps la reconquista de Berlín hubiera sido más larga, seguía siendo inevitable. el gobierno pudo contar con las tropas de voluntarios socialdemócratas pero también con las fuerzas policiales y militares de Berlín que se habían mantenido fieles como la del sargento mayor Schulze y que tomaron la jefatura de policía. Si es cierto que sin la presencia de los Freikorps la reconquista de Berlín hubiera sido más larga, seguía siendo inevitable. el gobierno pudo contar con las tropas de voluntarios socialdemócratas pero también con las fuerzas policiales y militares de Berlín que se habían mantenido fieles como la del sargento mayor Schulze y que tomaron la jefatura de policía. Si es cierto que sin la presencia de los Freikorps la reconquista de Berlín hubiera sido más larga, seguía siendo inevitable.
El uso de los Freikorps por parte del gobierno del SPD fue ante todo un error político. La publicidad que adquieren los voluntarios por su participación en la batalla de Berlín acelera la proliferación de nuevos Freikorps por toda Alemania para acabar con esta paradoja de que la joven república tiene por defensores sólo tropas hostiles a la democracia donde reclutarán los cuadros del nazismo. Por lo tanto, la propaganda comunista no dejará de recordar que los socialdemócratas fueron los cómplices de los asesinos de Rosa Luxemburgo. Y esta sangre que entonces separó a los dos partidos de izquierda, socialdemócrata y comunista, beneficiaría enormemente al Partido Nazi, librándose así, a principios de la década de 1930, del obstáculo de un frente antinazi único.
Bibliografía indicativa:
Sobre la República de Weimar: Christian Baechler, Weimar Alemania, 1918-1933 , París, Fayard, 2007. Sobre la revolución alemana: Gilbert Badia, Los espartaquistas. 1918, Alemania en revolución , Bruselas, Adén, 2008. Pierre Broué, Revolución en Alemania , París, Ediciones de Minuit, 1971. Sebastian Haffner, 1918, una revolución traicionada , Bruselas, Complex, 2001. Alfred Doblin, noviembre de 1918, una revolución alemana , Toulouse, Agone, 2009.
Sobre el cuerpo libre:
Jacques Benoist-Mechin, Historia del ejército alemán , París, Robert Laffont, 1984. Robert GL Waite, Vanguard of Nazism, el movimiento Free Corps in Postwar Germany, 1919-1923 , Harvard, Harvard University Press, 1969. Dominique Venner, Historia del fascismo alemán, Free Corps of the Baltikum , París, Pygmalion, 1997. Carlos Caballero Jurado, The German Freikorps, 1918-23 , Londres, Osprey Publishing, 2001.
Ernst von Salomon, The Forsaken , París, Omnia, 2011.