martes, 7 de noviembre de 2023
domingo, 5 de noviembre de 2023
miércoles, 16 de agosto de 2023
Invasiones Inglesas: La reconquista de Buenos Aires
12 de agosto de 1806. Reconquista de Buenos Aires
Se cumplen hoy 217 años de aquél día en que la unión de los pueblos del Río de la Plata permitió expulsar de Buenos Aires a los invasores ingleses. Lejos de terminar aquél día, la invasión inglesa no hacía más que comenzar. Los barcos invasores pasarían a bloquear el puerto de Montevideo y luego, gracias a los refuerzos que iban recibiendo, capturaron Maldonado (octubre de 1806), Montevideo (febrero de 1807) y Colonia (marzo de 1807) antes de intentar nuevamente la captura de Buenos Aires (julio de 1807). Durante un siglo y medio, esta fecha fue recordada y conmemorada en nuestro país, y hasta llegó a ser feriado nacional, antes de que la dictadura de 1955 la barriera del calendario festivo. Luego, con el correr de los años, se la fue quitando también de las efemérides escolares,hasta ser prácticamente ignorada en nuestros días. Sin embargo, el relato “nacional”, acotado a los límites del país actual, nos impidió conocer la historia completa y reconocernos como un mismo pueblo argentinos y uruguayos, como un solo protagonista en aquellas jornadas, partes de un todo común. Nos perdemos la oportunidad de que haya un día al año (¡aunque más no sea un día al año!), en el que en las escuelas de Argentina se realicen actos conmemorativos con la presencia de la bandera uruguaya y en las escuelas uruguayas se realicen actos similares con la presencia de la bandera argentina. Y esto no es poco para pueblos que necesitan, cada vez con más urgencia, unirse y fundirse en uno solo, como lo necesitan todos los pueblos de Nuestra América. Al reconstruir la historia de la Gran Invasión Inglesa de 1806 y 1807, veremos nítidamente que los pueblos del Plata tienen una historia común, desarrollada a partir de un espacio unificador y de una identidad compartida. Los relatos históricos surgidos tras la conformación de las repúblicas cercenadas del siglo XIX desdibujaron el verdadero contenido de estos acontecimientos, que fueron manipulados y fragmentados para construir una narrativa “nacional” (es decir, localista, de patria chica), segregada y descontextualizada. Se podría pensar que en su momento este tipo de relatos estaba justificado por necesidades casi estratégicas de conformación del Estado, pero, en nuestros días, superar esta etapa de la interpretación histórica es crecer como pueblos, madurar, salir del yo para ingresar en el nosotros.
lunes, 17 de julio de 2023
Invasiones inglesas: El grupo que recrea las batallas en Buenos Aires
Armó un grupo que recrea combates y batallas históricos: “Es increíble lo que se siente”
Pablo Candahosa tiene una emprendimiento de servicios, pero su pasión por el pasado lo llevó a organizar réplicas de enfrentamientos para conquistar la Independencia. La investigación de cada hecho, la artillería y la vestimenta son algunos de los condimentos fuertes de los extraordinarios encuentros. “No somos personas disfrazadas, somos recreacionistas”, explica
Por Fernanda Jara || Infobae
Pablo Candahosa se pone en la piel de un almirante español a cargo del Real Cuerpo de Artillería, enviado por el Rey de España, para controlar la línea marítima del Río de la Plata, durante las batallas por la independencia. Desde hace unos quince años, cada vez que un evento patrio lo amerita se calza el uniforme, toma su artillería y allí va, dejando de ser el empresario de servicios para empresas y dar paso a Rudesindo Tilli, el almirante que arribó al puerto de Buenos Aires con 148 hombres. Pero, asegura, que puede ser cualquier otro almirante.
El pasado sábado 24 de junio, junto al Real Cuerpo de Artillería N° 1 del Río de la Plata fue parte de la recreación de la histórica conquista de la Isla Martín García, ocurrida en 1814. El evento se realizó en Casa Amarilla, réplica de la casa donde vivió el Almirante Guillermo Brown.
“Es hermoso lo que se siente durante estos eventos, que no son una obra de teatro porque no somos personas disfrazadas sino recreacionistas”, diferencia y cuenta sobre todo el trabajo previo que realizan antes de una representación de este tipo, que no cuenta con sponsors ni subvenciones.
Cuando está de “civil”, Pablo trabaja en la empresa que presta servicios de diferentes rubros a empresas privadas, desde maestranza hasta logística. “Trabajo en esto desde los 14 años porque comenzó como una empresa familiar, con mi viejo, y lo seguí”, cuenta el hombre de 45 años.
Hacer la historia
“Hace 20 años, un grupo de personas que recorrió Europa trajeron a Buenos Aires la idea de recrear las batallas y combates que se realizaron en el Río de la Plata, donde sucedieron los principales hechos en la época del Virreinato. Estas personas no se disfrazaban para hacer un papel protagónico de una persona en especial, la palabra disfraz no va con esto, sino que se vestían y uniformaban en función a la época y empezar a desempeñar papeles protagónicos y, con el transcurso de los años, se fueron sumando muchas personas”, resume.
Pablo se sumó hace 15 años como invitado a un evento realizado en el Tiro Federal de Quilmes. Quedó impactado y su expresión ante lo que veía hizo que un hombre se le acercara y preguntara: “¿Vos querés participar?”, le dije que si y ahí arranqué en un grupo que se llama Corsario del Plata, que sigue activo y estuvo también en el evento realizado en Casa Amarilla”, cuenta.
“Comencé como una especie de soldado raso y con el tiempo formé el Círculo Argentino Recreacionista, que trata de comprender los batallones o aquellos recreadores independientes, porque no todos están relacionados con algún batallón específico o con alguna sección de la historia específica”, detalla sobre los que hoy suman quince grupos sólo en la ciudad de Buenos Aires y todos recrean a uno que en verdad haya existido, no hay nombres de fantasía, por eso la investigación histórica es sumamente importante.
Cada grupo puede estar formado por unas diez o pocas más personas. “Es muy lindo cada vez que se realiza un evento porque somos los mismos de siempre y nos conocemos. Estamos hermanados un poco con la cultura militar porque, esto tiene que ver sólo con los hechos acontecidos en la época del Virreinato, entonces lo que sucedía era de esa índole y nosotros tratamos de recrear exactamente lo mismo y lo que pasaba es que hay como una cabeza de mando, que baja órdenes, y así armamos los batallones. Y nos ayudamos entre todos, tenemos una especie de organización en cada sección y de ahí nos vamos acomodando para lo que surja en cada evento”, especifica.
A medida que les llegan las invitaciones para ser parte de un evento, generalmente organizados por escuelas o instituciones, se comunican entre esos grupos para saber quienes puede ser parte y armar la recreación de la que, además, participarán “civiles”.
“Ninguno de todos los grupos, al menos los que conozco, estamos subvencionados. Ponemos dinero de nuestros bolsillos, en algunos eventos nos dan refrigerio, y eso lo destacamos, pero la mayor carga la tiene el recreacionista que se uniforma, que tiene su armamento y eso es algo personal que lleva una inversión. Detrás de todo eso, la mejor paga es el aplauso del público”, asegura.
La recreación puede llevar hasta unas cuatro horas porque no se trata solamente de las batallas sino que se invita a los espectadores a ser parte del convite. “Hay damas antiguas, caballeros, gente que se pasea por el espacio y que es parte de la tertulia, que son quienes se ocupan de entusiasmar al público y mientras les cuenta lo que pasará se escucha de fondo el sonido de las tropas que avanzan. Es todo una puesta en escena que realmente hace que la gente reviva el hecho histórico que se recrea”, asevera.
La batalla puede durar unos 20 minutos. “Llevamos los cañones, que son réplicas de los que en verdad se usaron en esos combates y que no hacen ningún daño sino que sólo tienen un cartucho de pólvora para hacer estruendo y fogueo, y también vamos con nuestra artillería”, señala.
Los uniformes también son réplicas exactas a los usados por los diferentes batallones o cuerpos en esos años de conquista de la Independencia. “Con las telas de hoy, son confeccionados por una sastre, Dora Pérez, que además es una estudiosa que investiga al detalle cada uno de ellos y los confecciona. No hay un lugar específico donde comprarlos”, explica.
Pablo destaca que muchas veces, para que el despliegue y la recreación sea perfecta, algunas personas se mimetizan con el prócer que recrean. “Somos cuasi actores uniformados que nos convertimos en el papel que nos toca en ese momento, hay personas con un nivel de pasión tan alto que trata por copiar al prócer que quiere recrear de la mejor manera que, a veces, pasa meses dejándose el bigote, la patilla, se deja crecer el pelo para poder hacerse un peinado y hasta tratando de cambiar su contextura física y paga para mandarse a hacer un uniforme que si lo ves hasta crees que vivió hace 200 años. Su vida contemporánea la acomoda para cuando llega la recreación”, describe.
Entusiasmado y si dejar de resaltar las bondades de lo que lo apasiona, sigue: “Todos los que hacemos esto, lo hacemos por amor a la recreación, con mucha voluntad y poniendo dinero. Es toda una inversión, pero te puedo garantizar que reemplaza, al menos para mi, a una terapia, porque es muy lindo hacerla”.
“Cuando estamos haciendo la recreación de una batalla, así fuese que hay ganadores y perdedores, heridos y victoriosos, para nosotros es increíble porque detrás de todo eso estamos nosotros mismos y eso, acompañado por el aplauso de quienes lo ven, no tiene precio ”, finaliza.
miércoles, 27 de octubre de 2021
Conquista de la India: La batalla de Aliwal, 1846
Una batalla perfecta: Smith aplasta a los salvajes Sikhs en Aliwal, 1846
por Barry Jacobsen || The Deadliest Blogger: Military History Page
EL PUNTO DE VUELTA DE LA PRIMERA GUERRA DE ANGLO-SIKH LLEGA A ALIWAL MIENTRAS SIR HARRY SMITH LUCHA EN LA BATALLA PERFECTA Y LOS 16 LANCERS VAN A LA GLORIA.
Tras su humillación en la Primera Guerra de Afganistán (1839 a 1842), el prestigio británico en el subcontinente se erosionó gravemente. En el Punjab, los sijs independientes y bien armados buscaban aprovechar la debilidad británica percibida para expandir su reino en Bengala. A finales de 1845, la creciente inestabilidad del gobierno sij, la belicosa arrogancia del Khalsa (el ejército del reino sij) y las tensiones entre los sijs y la Compañía Británica de las Indias Orientales llevaron al estallido de la Primera Guerra Anglo-Sikh. .
Este mapa de la India en 1848 muestra la geografía política en el momento de las guerras anglo-sij. El reino sij está en la parte superior izquierda, la parte noroeste del subcontinente. A continuación se muestra un mapa del área operativa durante la Primera Guerra Anglo-Sikh de 1845-46.
El Khalsa, el ejército profesional semiindependiente del Reino Sikh (posiblemente el ejército no occidental más "moderno" y disciplinado del mundo en ese momento) comenzó las hostilidades el 10 de diciembre de 1845 cruzando el río Sutlej hacia territorio británico. Las fuerzas británicas cerca de la frontera, bajo el mando del general Sir Hugh “Paddy” Gough respondieron haciendo marchar al ejército de Sutlej al oeste hacia el río. En la tarde del 18 de diciembre, los británicos y los sijs participaron en la primera batalla de la guerra; un compromiso confuso y salvaje con Mudki. Once días después, se libró una segunda batalla sangrienta en Ferozeshah (21-22 de diciembre de 1845) en la que los combatientes, como dos luchadores de premio borrachos de ponche, se libraron obstinadamente durante todo el día. La batalla se reanudó al día siguiente, y los sijs finalmente se retiraron.
Después de esta batalla casi desastrosa, Gough se retiró y descansó sus fuerzas durante las siguientes semanas. El Khalsa, aún más golpeado por el encuentro, se retiró a través del Sutlej. Dejaron atrás una fuerte guarnición en el lado británico del río en Sobraon, una cabeza de puente para su próxima invasión.
Animados por la inacción británica, los comandantes de Khalsa enviaron una fuerza unas semanas más tarde, en enero de 1846, de 7.000 hombres y 20 cañones al mando de Ranjodh Singh Majithia. Su misión era cruzar el Sutlej más al este de la posición de Gough y amenazar su línea de suministro al capturar el depósito británico en Ludhiana. Para frustrar este movimiento, Gough envió una división al mando del experimentado y altamente capaz Sir Harry Smith.
Smith fue un veterano veterano de las guerras británicas del siglo XIX. Vio acción por primera vez cuando era un teniente muy joven en la invasión británica de la región argentina del Río de La Plata, donde ganó 220px-sir_harry_smithdistinction. Smith sirvió durante toda la Guerra de la Península en los famosos 95th Rifles (los "Green Jackets") y en el personal de la División Ligera. Como Capitán de 22 años conoció al amor de su vida, una bella joven española de 14 años de origen aristocrático, recién salida del convento; quien, junto con su hermana mayor, buscó la protección de un oficial británico durante el terrible saqueo de Badajoz en 1810. Smith pronto se casó con Juana María de los Dolores de León, más tarde conocida como Lady Smith, para quien el pueblo de Ladysmith en Sudáfrica es nombrado. Dondequiera que Harry Smith fuera enviado más tarde, la vivaz Juana estaba a su lado, una verdadera “pareja de poder” del siglo XIX. Smith pasó a servir en Estados Unidos durante la Guerra de 1812, donde quedó horrorizado por el incendio de Washington, DC: tal vandalismo desenfrenado contrastaba gravemente con la forma humana en que Wellington llevó a cabo su campaña en el sur de Francia en 1814. En 1815, los 28 años -el viejo Smith luchó en la Batalla de Waterloo, el evento fundamental para el ejército británico en el siglo XIX. Continuó sirviendo con distinción en campañas en Sudáfrica e India, siendo nombrado caballero después de la Campaña de Gwalior de 1843. Ahora, en 1846, Smith recibió el mando de una división en el ejército de Gough, y había ganado distinción en Mudki y Ferozeshah el mes anterior.
La tarea de Smith era interponer su división entre las fuerzas de avance de Ranjodh Singh y Ludhiana. Moviéndose rápidamente, Smith forzó la marcha de sus tropas, reuniendo fuerzas adicionales de guarniciones y destacamentos periféricos en el camino. Smith maniobró alrededor de las fuerzas de bloqueo sij; ya pesar de tener que moverse por campo abierto dividido en dos por lechos de arroyos y matorrales, mientras su enemigo tenía el uso de los caminos, logró llegar a Ludhiana a tiempo para proteger el depósito.
Dejando descansar su mando exhausto por un día, Smith fue reforzado con una brigada adicional bajo el mando de Sir Hugh Wheeler (que moriría 11 once años después defendiendo Cawnpore durante el Gran Motín). Organizando su fuerza de 12.000 hombres y 20 cañones, Smith se movió contra el ejército de Ranjodh. El mando de Smith consistía en una división de caballería, dirigida por el general de brigada Charles Robert Cureton y compuesta por dos brigadas apoyadas por 3 baterías de cañones de caballos; y una división de infantería compuesta por cuatro brigadas, apoyadas por 2 baterías de campaña y 2 obuses de ocho pulgadas. Sólo un regimiento de caballería y tres de infantería eran británicos ("Regimientos de la Reina"). El grueso del ejército estaba compuesto por cipayos indios y sowars (soldados de caballería) junto con dos batallones de los aclamados Gurkhas.
La Orden de Batalla del ejército de Smith en Aliwal fue la siguiente:
Comandante: General Sir Harry Smith.
División de Caballería: General de Brigada Cureton -
- Brigada del Brigadier Macdowell: HM 16. Lanceros de la Reina, 3.ª Caballería Ligera de Bengala y 4.ª Caballería Irregular de Bengala.
- Brigada del brigadier Stedman: guardaespaldas del gobernador general, 1.º de caballería ligera de Bengala, 5.º de caballería ligera de Bengala y caballería de Shekawati.
- Artillería a caballo: Mayor Laurenson, 3 baterías.
División de Infantería:
- Coronel Hicks 1ra Brigada: HM 31st Foot, 24th y 47th Bengal Native Infantry.
- 2.a Brigada del Brigadier Wheeler: HM 50th Foot, 48th Bengal Native Infantry y Sirmoor Batallón de Gurkhas.
- 3.a Brigada del Brigadier Wilson: HM 53.ª infantería y 30.ª infantería nativa de Bengala.
- 4ª Brigada de Godby: 36ª Infantería nativa de Bengala y Batallón Nasiri de Gurkhas.
- Artillería: 2 baterías de campaña y 2 obuses de ocho pulgadas. [1]
Los sijs habían tomado una posición fuerte al sur del Sutlej, su línea de 4 millas de largo corría a lo largo de una loma baja y anclada en ambos flancos por las aldeas de Bhundri (Bhoondree) y Aliwal. Ranjodh Singh también había sido reforzado, incluso días antes con la llegada del Regimiento Avitabile altamente entrenado [2], bien entrenado en los métodos militares europeos más modernos por el mercenario-aventurero italiano, Paolo Avitabile [3]. La formidable fuerza sij que aguardaba a Smith en Aliwal ahora contaba con 20.000 hombres y 70 cañones.
Sir Harry comenzó su avance sobre la posición sij al amanecer del 28 de enero de 1846. Su caballería encabezó la aproximación, en columnas contiguas de escuadrones de regimiento apoyados estrechamente por su artillería a caballo en los intervalos. La infantería seguía a cierta distancia, también en columnas contiguas de brigadas con la artillería de pie en los intervalos. Los británicos avanzaron durante las seis millas intermedias, llegando al campo de batalla a las 10 am; donde el Khalsa estaba preparado y esperándolos. Durante toda la marcha, las tropas mantuvieron sus formaciones y llegaron sorprendentemente en buen estado.
Smith desplegó sus fuerzas, mientras se acercaba a la posición sij con su personal para un reconocimiento personal. Desde un tejado en una pequeña aldea entre las líneas opuestas, observó las posiciones enemigas. Smith notó que aunque el río, corriendo detrás y paralelo a su línea, protegía a la retaguardia sij de un ataque directo; también abarrotaba su retaguardia, impidiendo que el comando sij colocara reservas detrás de su línea o moviera fuerzas para reforzar las secciones en peligro de extinción. En el caso de que se vieran obligados a ceder terreno o hacer una retirada general, el río podría resultar un obstáculo mortal.
Smith formó su ejército con su infantería en línea y su caballería escalonada en ambos flancos y en la retaguardia de la infantería. Su artillería se distribuyó en baterías a lo largo de su frente. Al son de los tambores y el clamor de las cornetas, las bien ordenadas filas de regimientos británicos y cipayos comenzaron su avance.
La batalla comenzó formalmente con las baterías sij abriendo fuego a 600 yardas.
No había polvo, el sol brillaba intensamente. Estas maniobras se realizaron con la celeridad y precisión del día de campo más correcto. El brillo de las bayonetas y espadas de este orden de batalla fue de lo más imponente; y la línea avanzó. Apenas se había movido 150 metros, cuando, a las diez, el enemigo abrió un feroz cañoneo desde toda su línea. [4]
Aunque estaba bajo fuego, Smith detuvo brevemente su línea para decidir el mejor curso de acción, ahora que podía ver las disposiciones del enemigo con mayor claridad. Resolvió que la clave para desentrañar la posición enemiga era atacar a la izquierda del enemigo en Aliwal y luego enrollar toda su línea de izquierda a derecha.
A medida que se acercaban al enemigo, Smith ordenó a sus brigadas más a la derecha, la de Hicks 300px-bataille_de_mudki_1-323x220 y Godby (el último de ellos escalonado detrás del flanco derecho) para barrer a la derecha y asaltar la aldea de Aliwal. Con las bayonetas brillando bajo el brillante sol de la mañana, los regimientos de segunda línea se desplegaron y avanzaron: un británico (HM 31st Foot), tres bengalíes y un batallón de los temibles Gurkhas. Este destacamento avanzó, realizando una “carga rápida y noble” [5]. Irrumpieron en el pueblo, dominaron y expulsaron rápidamente a la guarnición: en el siglo XIX, ningún luchador en el mundo era más hábil con la bayoneta que el británico "Tommy", o más letal a corta distancia que sus Gurkha; estos últimos empuñando sus terroríficos kukris. Junto con la aldea, los británicos capturaron dos cañones pesados (de gran calibre).
En respuesta a este revés en su flanco izquierdo, Ranjodh Singh ordenó a la caballería sij que se concentrara en el terreno elevado para el este de la aldea para intentar flanquear la derecha de Smith. Smith contrarrestó este movimiento ordenando a Cureton de la reserva que despliegue la mitad de su caballería para apoyar a la derecha. Cureton dirigió la brigada de caballería de Stedman, reforzada con un escuadrón de la 4ª Caballería Irregular de Bengala, al este de la aldea de Aliwal, donde se desplegaban los sowars (soldados de caballería) sij. Los escuadrones de Cureton cargaron contra ellos con presteza y habilidad, dividiendo y dispersando a la caballería sij ante ellos y obteniendo grandes elogios de Smith en los despachos posteriores a la acción.
Con su derecha triunfante y segura, Smith ordenó un avance general; con la fuerza en Aliwal capturada presionando a la izquierda sij ahora expuesta. El centro sij fue desplegado en una pequeña cresta, detrás de un nullah (lecho de un arroyo seco) y sostenido por una gran cantidad de armas. Smith, en su despacho a Gough después de la batalla, describió esta etapa de la batalla, en la que los sijs a la izquierda y al centro fueron rechazados, así:
“Mientras se llevaban a cabo estas operaciones por la derecha, y el flanco izquierdo del enemigo era así rechazado, observé a la brigada al mando del brigadier Wheeler (centro derecha), un oficial en quien tengo la mayor confianza, cargando y portando armas y todo lo anterior. eso; conectando de nuevo su línea, y avanzando, de una manera que mostraba hábilmente la frialdad del Brigadier y la valentía de su irresistible brigada (el 50 ° de Infantería de Su Majestad, el 48 ° de Infantería Nativa y el batallón de Sirmoor); aunque la pérdida fue, lamento decirlo, grave en la 50ª de la Reina ". [6]
Cabe señalar que, si bien los regimientos británicos ("Sus Majestades") en cualquier batalla india eran minoría, la mayoría de sus ejércitos estaban compuestos principalmente por cipayos dirigidos por oficiales británicos (Compañía de las Indias Orientales); las bajas entre los regimientos británicos tendían a ser mayores. Esto se explica mejor porque los británicos tendieron a actuar como vanguardia y encabezaron la mayoría de los asaltos; estableciendo el importantísimo ejemplo de valor que inspiró a los regimientos indios.
Ante el avance general británico y el peligro específico a su izquierda, Ranjodh Singh intentó ahora retroceder y reformar su línea, anclando en la aldea de Bhundri en el extremo derecho de su línea. Al mismo tiempo, una fuerza de caballería sij barrió y se desplegó en la llanura más allá de Bhundri para amenazar el flanco izquierdo británico.
El comandante de caballería de Smith, Cureton, respondió ordenando al escuadrón de Bere de los 16 Lanceros "de la Reina" y a la 3ª Caballería Ligera de Bengala que hiciera retroceder a esta fuerza. El 16, el único de los regimientos de caballería ligera británicos, vestía túnicas rojas en lugar de azules, junto con la alegre tschapka polaca del lancero; el casco que se hizo famoso por los lanceros polacos de Napoleón. Por esta razón el 16 fue conocido como "El Escarlata". Los lanceros de Bere cargaron contra los jinetes sij con gran violencia, los rompieron y los hicieron retroceder a la orilla del Sutlej. Por el contrario, el 3º bengalí no logró presionar a fondo su ataque, dejando al 16º a cargo de la mayor parte del trabajo.
Al regresar de su carga exitosa, el escuadrón de Bere se encontró con el Regimiento Avatabile entrenado en Europa, que formó un "cuadrado" para recibir caballería. (De acuerdo con la práctica sij, esto era en realidad un triángulo o una formación trapezoidal, en lugar de un cuadrado). En lugar de desviarse, el escuadrón cargó hacia casa, a pesar de recibir una devastadora descarga, y en una notable hazaña de armas atravesó al sij. cuadrado. Después de un feroz y sangriento minuto de combate cuerpo a cuerpo, los lanceros cabalgaron por el otro lado.
Esto fue notable, ya que las tácticas convencionales de la época sostenían que una formación cuadrada era casi impermeable al asalto de la caballería, "roca" a las "tijeras" de la caballería. Una explicación del éxito de esta hazaña fue que el 16 había sido reabastecido con caballos nuevos. El regimiento no había tenido tiempo de entrenar adecuadamente sus monturas para la batalla antes de la campaña. El entrenamiento estándar implicaba enseñar al caballo a virar cuando cargaba un cuadrado. Pero estas nuevas monturas no habían sido tan (adecuadamente) entrenadas. Espoleados por sus jinetes, las valientes monturas del 16 se adentraron en las filas ordenadas de la infantería sij y las atravesaron.
El segundo escuadrón del flanco izquierdo del 16. ° Lanceros, que estaba en reserva, cargó ahora contra más batallones del Regimiento Avatabile, dividiéndolos también. Dos cañones de artillería a caballo, actuando en apoyo del ala, luego se soltaron y abrieron fuego sobre los restos del regimiento, completando su ruina.
Mientras tanto, el ala derecha del 16, comandada por el mayor J. Rowland Smyth, cargó contra otro batallón de infantería sij y una batería de cañones. Smyth comenzó este ataque con tres vítores entusiastas para la Reina. La carga comenzó y fue dirigida por un gran sargento llamado Harry Newsome. Mientras se acercaban al "cuadrado" triangular sij, erizado de baynets, espadas y escudos, Smith espoleó a su montura y gritó a sus camaradas: "¡Hola, muchachos, aquí va la muerte o una comisión!" La montura de Newsome saltó sobre la primera fila de infantería sij arrodillada y se inclinó sobre la silla de montar arrebató un estandarte enemigo. Pero lo mataron corriendo por todos lados, sufriendo 19 heridas de bayoneta. Pero su sacrificio no fue en vano: se informa que el escuadrón recibió ayuda para irrumpir en la plaza sij detrás de él porque el caballo de Newsome era tan feroz que atravesó directamente a la infantería sij, arrojando a sus filas en un desorden desesperado en el proceso.
Smith señaló en sus memorias que “El enemigo luchó con mucha resolución; mantuvieron frecuentes encuentros con nuestra caballería cuerpo a cuerpo. En una carga, contra la infantería, de los 16 lanceros de H.M., arrojaron sus mosquetes y avanzaron con sus espadas y objetivos contra la lanza ". Aunque entrenados bien con el mosquete y la bayoneta, el Khalsa siempre mostró predilección por dejarlos a un lado y recurrir a su arma tradicional, el “Kirpan” (un tulwar afilado como una navaja) y el aim; no muy diferente de los montañeses escoceses del siglo XVIII. Estos tulwar sijs infligieron heridas verdaderamente horribles, cortando miembros y cabezas y desgarrando monturas de caballería.
En este cargo muchos de los soldados y oficiales resultaron heridos; el 16 sufrió unas 144 bajas (de 300 hombres desplegados). El mayor Smyth, que había atacado a los sijs con sus escuadrones, recibió un golpe de bayoneta en la espalda por debajo de la cintura, y la bayoneta se rompió en la herida. A pesar de esto, Smyth había permanecido en la silla e incluso llevó a sus soldados a cargar de regreso por el otro lado de la formación enemiga. Smyth se negó a recibir atención médica hasta que todos sus heridos hubieran sido atendidos por primera vez. El mayor se recuperó y regresó a su regimiento seis semanas después; y vivió hasta una edad avanzada.
Harry Smith se reunió con los escuadrones que regresaban y gritó: "¡Bien hecho, 16º"! En total, los lanceros habían golpeado y se habían dispersado casi diez veces más que ellos. Aunque más tarde fue eclipsado en la percepción pública por la (desastrosa) Carga de la Brigada Ligera en Balaclava, durante años, los niños de las escuelas británicas se gloriaron en la heroica carga de los 16 Lanceros en Aliwal.
Mientras tanto, Smith ordenó a la caballería de su derecha que se uniera a los supervivientes del 16 a su izquierda; y toda la fuerza de caballería lanzó una última carga devastadora, capturando la aldea de Bhundri y conduciendo a la guarnición a la orilla del río.
El 53.º Pie de Su Majestad apareció ahora detrás de la caballería y limpió Bhundri de los restantes focos de defensores sij.
Mientras esta lucha de caballería se libraba en el flanco izquierdo del Smith, los regimientos de infantería británico y bengalí a lo largo del centro, apoyados por artillería, empujaron a los sijs hacia el Sutlej con fusiles y bayonetas. Cuando los regimientos de Khalsa tomaron los vados para escapar a través del río, una batería de 9 cañones sij se soltó en la orilla del río e intentó cubrir su retirada. Logró disparar solo una salvas antes de ser invadido con bayoneta por las tropas británicas y bengalíes que lo perseguían rápidamente. Ranjodh Singh intentó traer algunas de sus armas al otro lado del río, pero solo dos llegaron a la orilla opuesta, dos más fueron abandonadas en el arroyo y otras dos hundidas irremediablemente en arenas movedizas.
Artillería a caballo de Bengala en acción
En la otra orilla, Ranjodh Singh formó una nueva línea; pero estos se dispersaron rápidamente cuando Smith trajo la artillería.
Secuelas
La batalla terminó con una completa victoria británica. Cambió el rumbo de la guerra, devolviendo la iniciativa a los británicos. También rompió el terrible hechizo que la leyenda sij de ferocidad había lanzado sobre las mentes de los cipayos y sowars británicos. En Moodkee y Ferozeshah, las tropas bengalíes habían mostrado una marcada renuencia a enfrentarse al temido Khalsa. Aliwal cambió esto, los bengalíes en batallas posteriores atacaron a los sijs con gran ímpetu.El ejército de Smith sufrió 589 bajas. Las bajas se distribuyeron uniformemente entre todas las unidades, lo que provocó la admiración del duque de Wellington por el uso de armas combinadas de Smith en sus tácticas. Los 16 Lanceros fueron una excepción, sufriendo un desproporcionado 50% de bajas; el alto precio de la gloria. Los sijs admitieron que hubo 3.000 muertos y perdieron todas sus 67 armas, campamento y equipaje. El peaje real puede haber sido algo mayor.
Un Smith eufórico lo describió como "una de las victorias más gloriosas jamás logradas en la India". Por su servicio y esta victoria, fue elevado por un monarca agradecido y el Parlamento a la nobleza, con el título de "Barón de Aliwal".
Trece días después, Gough llevaría a los sijs a la batalla en el sangriento Sobraon, la batalla decisiva de la Primera Guerra Anglo-Sikh. Smith se reunió con su comandante en jefe a tiempo para liderar su división en ese compromiso triunfal, que puso fin a la primera guerra entre los británicos en la India y sus belicosos vecinos sij. Más tarde ese año, Smith fue ascendido a Mayor General por sus servicios a la Reina y al Imperio.
Una Segunda Guerra Sikh estallaría unos años más tarde, pero Sir Harry Smith (su dama a su lado) estaba para entonces en África, nombrado en 1847 Gobernador de la Colonia del Cabo. Allí lideró enfrentamientos exitosos contra los boers y los miembros de la tribu Xhosa. Pero la joya de la corona de su ejemplar carrera militar fue Aliwal, el ejemplo perfecto de una batalla bien conducida por un oficial excepcional.
Notas:
La composición exacta del ejército de Smith es la siguiente:Fuerzas británicas:
- HM 16. Dragones ligeros de la reina (lanceros). Este fue uno de los únicos regimientos de caballería del ejército británico que usó túnicas escarlata.
- HM 31st a Pie (Regimiento de East Surrey)
- HM 50th a Pie (más tarde el Regimiento Real del Oeste de Kent de la Reina)
- HM 53rd a Pie (más tarde, la Infantería Ligera de Shropshire del Rey)
Fuerzas de la India (Ejército de Bengala):
- Guardaespaldas del gobernador general
- 1. ° Caballería nativa
- 3. ° Caballería nativa de Bengala
- 5. ° Caballería nativa de Bengala
- 4 ° Caballería irregular
- Caballería Shekawati
- 3 baterías de artillería a caballo
- 2 baterías de artillería de campaña
- 24 ° Infantería nativa de Bengala
- 36 ° Infantería nativa de Bengala
- 47 ° Infantería nativa de Bengala
- 48 ° Infantería nativa de Bengala
- Batallón Nasiri Gurkha
- Batallón Sirmoor Gurkha
2. En sus memorias, Harry Smith llama a este refuerzo el "Cuerpo" de Avitabile, 4.000 efectivos, con 12 cañones y una fuerte fuerza de caballería.
3. Avitabile fue el gobernador designado sij de Peshawar, y como tal controló el acceso al paso de Khyber para los británicos durante la Primera Guerra de Afganistán. Tras la desastrosa retirada de Elphinstone de Kabul y la destrucción de su ejército en los pasos, Avitabile prestó a los británicos ayuda financiera y logística; permitiendo al ejército de Pollock regresar y vengar la derrota de Elphinstone. Dejó el servicio sij en vísperas de la Primera Guerra Anglo-Sikh, en 1843, y regresó con una vasta fortuna a Nápoles.
4. Smith, Sir Henry (Harry) George Wakelyn: La autobiografía del Teniente General Sir Harry Smith, baronet de Aliwal en Sutlej, G.C.B .; Londres: J. Murray, 1903; ch. 45
5. ibid
6. ibid
jueves, 31 de diciembre de 2020
viernes, 2 de octubre de 2020
Invasiones Inglesas: El plano de la ciudad de Buenos Aires que iban a implantar si ganaban
El curioso plano de una Buenos Aires distinta que los ingleses proyectaban cuando invadieron en 1806
Se descubrió que los ingleses habían traído -entre 1806 y 1807- un proyecto urbano para la ciudad, muy diferente a la traza colonial española, que incluía diagonales, plazas y avenidas de circunvalaciónPor Adrián Pignatelli || Infobae
La primera invasión inglesa tuvo lugar a fines de junio de 1806, y durante un mes y medio Buenos Aires estuvo gobernada por los británicos.
El viernes 12 de septiembre de 1806 en Londres hubo un estallido de júbilo. Luego de casi dos meses de navegación, el Narcissus entró al puerto de Portsmouth con la buena nueva. Su capitán Donnelly informó que William Carr Beresford, con tal solo 1460 soldados, había tomado Buenos Aires, ese lejano puerto español en la América del Sur.
Gracias al telégrafo óptico, creado doce años antes por el clérigo Lord George Murray, la noticia fue transmitida de inmediato a Londres, distante unos 100 kilómetros. Diez minutos después, el rey Jorge III y toda la capital británica se enteraba que esa lejana colonia española llamada Buenos Aires formaba parte del imperio británico.
A las 7 de la mañana del 20 de septiembre, en medio de la algarabía general, comenzó el desfile por las calles de Londres con el tesoro capturado. Ocho carros, que transportaban los caudales que el virrey Sobremonte había querido poner a salvo, más la bandera española que flameaba en el fuerte y cañones de bronce que defendían las costas de Quilmes fueron paseados por la sede del Almirantazgo, por Pall Mall y por la plaza de Saint James. La caravana terminó en la puerta misma del Banco de Inglaterra, donde se depositó el botín.
La euforia generada en el gobierno se transmitió automáticamente a los comerciantes, que vieron en la ciudad capturada un sinnúmero de oportunidades para colocar sus productos. A los pocos días, con el visto bueno del monarca inglés, que en una proclama anunciaba que “todos sus amados súbditos pueden comerciar lícitamente, desde y a la citada ciudad”, un centenar de buques, colmados de mercaderías, pusieron proa a Buenos Aires, junto con una fuerza militar, destinada a reforzar a las que habían tomado la plaza, ignorando que Beresford ya había sido echado el 12 de agosto.
Los británicos, en lo que se conocería como la segunda invasión inglesa, vinieron a refundar una ciudad a imagen y semejanza de las que existían en las islas. El final, es por todos conocido. Esa segunda incursión fue rechazada el 5 de julio del año siguiente luego de una sangrienta lucha por las calles porteñas.
En la segunda invasión inglesa, hubo un despliegue militar que, si bien fue muy importante, fue rechazado por las defensas criollas.
Fueron muchos los objetos capturados a los invasores. Entre ellos, un cargamento de galeras que fueron a completar el uniforme a la flamante Legión de Patricios Voluntarios Urbanos de Buenos Aires, que luego se transformaría en el Regimiento de Patricios. Lo que vino como caído del cielo fue una imprenta sin uso, que con sus letras, viñetas, además del centenar de resmas de papel, pasaron a modernizar a la vetusta imprenta de los Niños Expósitos, cuyos tipos móviles estaban bastante desgastados por el uso.
Un plano original
Lo que también sobrevivió es un curioso plano, elaborado en Gran Bretaña, sobre cómo habría sido la ciudad de Buenos Aires de haber permanecido en poder británico. Tan seguros estaban los ingleses de su victoria, que hasta habían proyectado la modificación de la típica traza colonial españolaEl plano, impreso en Londres, sobre un hipotético diseño de la ciudad de Buenos Aires. Los británicos imaginaban una ciudad completamente distinta.
El proyecto -descubierto años después por el arquitecto R.J. Álvarez y publicado en la Revista de Arquitectura- incluía espacios abiertos, grandes avenidas y diagonales, para hacerla más funcional. Según los especialistas, es un trazado standard, que revela conocimientos de urbanismo.
El plano lleva de título “Plan de la capital de las colonias inglesas en el Río de la Plata. Publicado por R. Ackermann 101 Strand-Londres” y se ignora si fue traído en la expedición de 1806 o en la del año siguiente. Ackermann, un alemán nacido en 1764 que se había radicado en Londres en 1786, descubrió su vocación por las artes gráficas casi de casualidad, diseñando grabados de publicidad de sus carruajes. Terminaría abriendo un local en El Strand, una conocida calle en Westminster, que se transformaría en una galería de arte. Con el correr del tiempo, Ackermann -con excelentes contactos políticos- explotó el interés británico por América Latina, editando una serie de publicaciones sobre sus países. Por muchos años circularon por el hemisferio sur ejemplares de Los Catecismos, una edición barata de 200 páginas en formato pequeño, que Ackermann editó.
El impresor Rudolph Ackermann, que de su imprenta salió el plano sobre cómo tenían planeado los ingleses que debía ser Buenos Aires.
En el plano -reproducido en el libro Los planos más antiguos de Buenos Aires 1580-1880, de A. Taullard. Jacobo Peuser, 1940- se advierte que las calles van de mayor a menor, cruzadas por avenidas arboladas, diagonales, calles de circunvalación y arterias menores, con plazas y plazoletas para mejorar la circulación. Las manzanas fueron pensadas como bloques rectangulares, cuyos lotes daban a dos calles.
Si se intenta el ejercicio de superponer este plano al trazado que entonces tenía Buenos Aires, se comprueba que la plaza central de la ciudad hubiese estado ubicada en el cruce de Avenida de Mayo y Bernardo de Irigoyen. Los límites de la ciudad estarían delimitados por Independencia, Entre Ríos, Callao, Córdoba, Leandro Alem y Paseo Colón.
La superposición del plan hace además que coincidan las calles Independencia, Belgrano, Corrientes y Córdoba, y que coincidieran con la traza que ordenó Bernardino Rivadavia, que también se destacó como un urbanista, y que casualmente era amigo de Ackermann.
Siendo Ministro de Gobierno de Martín Rodríguez, Rivadavia llevó a la práctica una profunda reforma institucional. En lo que a la ciudad se refería, dispuso que Entre Ríos, Callao, Corrientes, Córdoba, Santa Fe, Belgrano e Independencia tuvieran un ancho de 30 varas, esto es, cerca de 25 metros. Y otra novedad que impuso fue que las calles que fueran de norte a sur, al llegar a la calle La Plata, cambiasen de nombre. Actualmente, La Plata lleva el nombre de Rivadavia.
Producto de las invasiones, muchos ingleses eligieron vivir en estas tierras y sería importante la inmigración de ciudadanos de ese país en las próximas décadas. Sin embargo, el proyecto de recrear Piccadilly Circus en el Río de la Plata quedó en un sueño ya muy lejano.
lunes, 26 de noviembre de 2018
Invasiones inglesas: ¿Y si hubiese ganado el Reino Unido?
British Argentina - Un posible desenlace a las Invasiones Inglesas
Historia digital - Artículos y fotosComúnmente siempre se intenta imaginar un mundo donde los eventos históricos hayan seguido un curso diferente y la Argentina no es una excepción. Quizás no haya un punto en nuestra historia que genere más controversias que una posible victoria de las fuerzas británicas durante las Invasiones Inglesas.
En este artículo plasmo mis ideas sobre cuán hubiese sido el destino del país si las fuerzas de Beresford hubiesen triunfado en 1806.
British Argentina
por Bruno Ivan Correia (bicorr@gmail.com)
Siempre que se aprende sobre un hecho histórico surge la tentación de intentar imaginar cómo habría sido la historia si algún evento hubiese ocurrido de manera diferente.
Un General que llega tarde puede cambiar el curso de una batalla, una información mal transmitida puede causar caos en el plan mejor organizado y un cambio súbito del clima puede mandar al fondo del océano a la flota más poderosa.
Muchas cosas de la historia argentina se prestan a estos arranques de la imaginación, pero ninguna causa tantas y tan diversas reacciones como las Invasiones Inglesas.
Algunos afirman que ganando los británicos Argentina sería hoy comparable a Australia o Nueva Zelanda. Del otro lado, los defensores de la gesta libertadora tildan a cualquiera que no esté de acuerdo con ellos de traidores y afirman que Argentina, por el contrario, sería similar a alguna de las fallidas colonias británicas del África.
Casi desde el principio debemos descartar que una victoria británica hubiese vuelto a nuestro país un análogo de alguna de las exitosas (o de las fracasadas) ex colonias del Reino Unido.
Quienes afirman que la victoria británica hubiese significado un presente de brillo anglosajón en nuestras tierras omiten ciertos detalles que pueden ignorarse fácilmente pero que marcan una completa diferencia con el desarrollo histórico de los países nombrados.
El primer punto es la gran diferencia entre los sistemas de gobierno españoles y británicos. El Imperio Español era una monarquía absoluta. El Rey era la cabeza del imperio y su palabra era ley inapelable, todos los demás órganos de gobierno emanaban de su poder, al punto que el Virrey era un funcionario considerado como la extensión misma del Rey.
Gran Bretaña, por el otro lado, era (y es) una monarquía parlamentaria. Esto significa que el Rey carecía del poder total, el Parlamento tenía el poder de desautorizarlo y se reservaba para sí una gran cantidad de atribuciones que no podían ser contradichas.
Esta diferencia, aunque pueda parecer menor, marca una forma de gobernar que fue heredada por los territorios que cada una de las potencias colonizó. Las colonias españolas tendieron a ser verticalistas (lo que facilitó más tarde el surgimiento de caudillos locales todo poderosos), las colonias de Gran Bretaña importaron el modelo parlamentario que creó una aproximación más participativa y horizontal del poder.
Cabe aclarar que esta afirmación es una generalización y debe ser tomada como tal. No es posible analizar cada uno de los casos y su evolución política actual sin perder el punto de este artículo, pero grosso modo el desarrollo histórico demuestra que en la mayoría de los casos este patrón tendió a ser la norma.
Teniendo en cuenta las diferencias en los tipos de gobierno debemos analizar la situación del Virreinato del Río de la Plata comparada con otras colonias británicas.
Australia y Nueva Zelanda eran territorios vírgenes de presencia Europea. Los primeros colonos estables fueron británicos y desde el primer momento el poder estuvo en manos de las autoridades británicas. Además, ambas colonias eran relativamente pequeñas y aisladas del resto del mundo.
El Virreinato del Río de la Plata, por el contrario, para el momento en que fue invadido por las fuerzas de Beresford tenía una inmensa población hispánica, criolla y aborigen que había vivido 300 años bajo el dominio de la corona española.
Estas diferencias eran magnificadas por la brecha religiosa entre ambos grupos, mientras que la mayoría de la población de la América Española era Católica los británicos eran protestantes.
No hay otros ejemplos en la historia de las conquistas de Gran Bretaña en la que haya impuesto su gobierno sobre un extenso territorio poblado por una gran cantidad de habitantes Europeos con una larga historia de afincamiento. Es imposible y un poco tendencioso comparar los inicios históricos de la Argentina con la situación que Australia y Nueva Zelanda vivían por ese entonces. Claramente estamos frente a lo que hubiese sido un fenómeno único y es imposible tomar otros ejemplos como una hoja de ruta a seguir para responder a nuestra interrogante.
Parados en la vereda del frente, se encuentran los nacionalistas cegados que afirman que cualquier insinuación de un presente mejor, como resultado de un gobierno británico, es la afirmación de un traidor a la patria que echa por tierra la gesta de los nobles criollos que concluyó en la emancipación de nuestro país.
Este grupo también desconoce (o elije ignorar) ciertas evidencias que nulifican su argumento. Lo más importante de esto es que la victoria sobre las fuerzas del Reino Unido, especialmente la de 1806, fue una victoria para la corona española, no para los republicanos criollos.
Nada hubiese complacido más a los criollos que la victoria de los británicos, como un medio para conseguir rápidamente la independencia que muchos de ellos soñaban en secreto.
Hombres de la talla de Belgrano, Castelli y Pueyrredón (entre tantos otros ilustres luchadores de la independencia) vieron con buenos ojos la llegada de las casacas rojas al suelo rioplatense. Estas fuerzas sin duda les darían la oportunidad de terminar con seguridad el dominio español y establecer un gobierno propio.
Sin embargo había un problema: la expedición que dirigió el Comodoro Popham para atacar el Río de la Plata no fue sancionada por la Corona Británica y por tanto ningún comandante estaba en condiciones de dar seguridades sobre el futuro estatus del territorio. ¿Sería un país independiente o una colonia de Gran Bretaña? Nadie podía responder esa pregunta.
Los republicanos criollos se encontraron en una difícil situación, empeorada por el mínimo número de tropas con las que los británicos tomaron la ciudad. Si bien muchos deseaban pronunciarse a favor de los invasores, hacerlo implicaba correr el mismo futuro que ellos. Si la ciudad era reconquistada cualquier criollo que los hubiese apoyado abiertamente sería, muy probablemente, fusilado.
No es de sorprenderse que los apoyos a los británicos fueran con reservas en un principio. Cuando se descubrió que el General Beresford (que ocupó el cargo de gobernador) no tenía las facultades, ni las ordenes de garantizar la independencia del territorio, el apoyo criollo se evaporó rápidamente. Nadie quería dejar de ser una colonia española solo para volverse una colonia británica.
Muchos, como Belgrano, abandonaron la ciudad para no tener que jurar lealtad al Rey británico, mientras que otros como Pueyrredón, se pasaron activamente a la resistencia, sabiendo que participar en la Reconquista les daría mejores oportunidades de armarse y hacerse con el poder por sus propios medios.
Por tanto, visto el papel de los republicanos criollos como principales colaboradores frustrados, debemos dirigir nuestra atención a quienes fueron los grupos que presentaron la mayor resistencia (especialmente durante los eventos de 1806).
Estos fueron:
- El pueblo bajo, fervorosamente católico y devotos del Rey Carlos IV.
- Un grupo de catalanes secundados por el comerciante Alzaga, quien tenía sus miras en aprovechar la oportunidad para potenciar su poder político en la ciudad y en el mejor de los casos llegar incluso a la posición de Virrey.
- El Virrey Sobremonte, que a pesar de sus errores en la defensa de la ciudad se retiró a Córdoba a buscar refuerzos siguiendo sus órdenes y no presa del pánico y la cobardía como la historia nos ha enseñado.
- Las milicias (de Buenos Aires y Montevideo), que a diferencia de lo que muchos dicen no fueron todas creadas con posterioridad a la invasión. Muchas de ellas ya existían con anterioridad al ataque británico.
- Y por último gran cantidad de oficiales españoles, que a pesar de haber prestado juramento de no volver a alzarse en armas contra los británicos, se unieron a los combates de la reconquista.
No es mi intención afirmar que ningún criollo combatió contra los británicos, pero es importante remarcar que la derrota británica era contraría a los intereses de la mayoría de los criollos que vivían en Buenos Aires y que deseaban un país independiente. De haber cambiado alguna circunstancia no deberíamos sorprendernos de que los libros de historia recuerden a varios de nuestros héroes combatiendo junto a las tropas invasoras.
Quienes quieren creer que solo los apellidos hoy asociados con las familias oligarcas, y con algunos de los personajes más nefastos de nuestra historia, fueron los únicos que auxiliaron al invasor caen en un infantil deseo de rastrear con una línea genealógica a los malos y los buenos de la historia. Esto simplifica y desdibuja las motivaciones de los actores involucrados en este evento y debe ser descartado.
Con todo esto en mente, podemos comenzar a pensar un escenario plausible, donde los británicos podrían haber mantenido su dominio sobre estas tierras. Para no extenderme demasiado elegiré una línea temporal donde la primera invasión fue la exitosa y la segunda nunca fue necesaria.
Como ya dije con anterioridad el principal obstáculo británico para asegurarse el apoyo local fue la incapacidad de Beresford de garantizar que el dominio británico sería la antesala de la independencia.
Podemos imaginar un escenario donde la flota llegó a nuestras costas con órdenes explicitas de prometer la independencia en el futuro o en la que el poder militar que trajeron los británicos los convertía en una apuesta segura para los criollos.
En ambos casos es probable que tomada la ciudad, las principales familias hubiesen apoyado públicamente la invasión y juraran abiertamente su lealtad al Rey británico Jorge III.
Sin duda el temor a que esto ocurriera es lo que llevó al Virrey Sobremonte a abandonar la ciudad con dirección a Córdoba y no hacia Montevideo, donde habría quedado atrapado entre los portugueses (aliados de Gran Bretaña) y la ciudad rebelde de Buenos Aires.
Es poco probable que la independencia hubiese llegado inmediatamente, el peligro de la expulsión obligaría a los británicos a mantener un férreo control militar, apoyados por milicias criollas. Probablemente no hubiesen faltado complots para intentar liberar a Buenos Aires del invasor, pero existían pocas posibilidades de que pro-españoles de fortuna, como Alzaga, se hubiese arriesgado a financiar un complot con bajas chances de éxito.
Llegados los refuerzos, los británicos habrían atacado Montevideo y asegurado la Banda Oriental ganando el control total del Río de la Plata. Ya sea tomada por la fuerza o mediante la negociación, Montevideo no podría haber aguantado un ataque de una fuerza británica bien preparada (como lo demostró la segunda invasión).
Sin duda Sobremonte habría llegado con su ejército desde Córdoba, pero si los británicos contaban con más tropas, el apoyo de los criollos, o ambos, es poco probable que los españoles hubiesen podido vencer a los invasores en un combate a campo abierto. Una victoria española de ese calibre solo podemos imaginarla combatiendo dentro de la ciudad, con un fuerte apoyo popular y superioridad numérica.
Sin embargo, aunque la derrota del Virrey deja abierta las puertas del interior es de imaginar que los británicos habrían evitado avanzar más. Para ello necesitaban mayor cantidad de tropas y es difícil que en el contexto de una guerra contra Francia y sus aliados, Gran Bretaña hubiese deseado mandar aún más soldados a luchar en América.
Es probable que la influencia británica se extendiera hasta zonas como Lujan pero no mucho más. De todas formas, con el control sobre el estuario del plata, efectivamente se ponía un tapón a la única vía de comunicación directa que los españoles del interior tenían con el Atlántico.
Esos primeros años se habrían aprovechado para la organización de un gobierno criollo. De forma similar a los eventos posteriores a 1810 no sería de extrañar que muchos españoles hubieran tenido que marcharse al exilio.
Los eventos en España ocurrieron como en nuestra línea de tiempo: Fernando VII fue depuesto por Napoleón con lo que efectivamente España pasó a ser aliada de Gran Bretaña.
En nuestra historia eso no detuvo a los británicos de suministrar pertrechos de guerra y asistencia a las colonias en sus guerras de independencia, pero en esta realidad que estamos imaginando se habría hecho complicado el justificar una ocupación por tropas británicas de un territorio español.
A esto debemos sumar que en 1812 Gran Bretaña se vio enfrentada a Estados Unidos en una guerra que, si bien fue secundaria para la potencia europea, demandó gran cantidad de tropas, suministros y duró casi tres años.
Todo esto, sin duda, habría precipitado el deseo británico de que su nueva posesión adquiriera un gobierno propio y fuera este gobierno quien llevara adelante una guerra para conquistar el resto del territorio, con un mínimo de intervención británica.
En un contexto de desorganización generalizada tras la deposición del Rey español, los hechos de la Guerra de la Independencia se habrían desarrollado de forma similar, aunque sin la amenaza de una invasión española al Río de la Plata por haber una mayor presencia de la Royal Navy.
Personajes como San Martín, Bolívar y O’Higgins no nos serían desconocidos y probablemente hubiesen jugado un rol similar durante las campañas de la independencia.
Ya con un gobierno criollo formado y en campaña contra los españoles probablemente los británicos hubiesen dejado un grupo de soldados testimoniales en algún enclave militar, quizás la Isla Martín García, que le daba un dominio total sobre el estuario del Plata.
La reacción de las provincias no sería muy diferente a la que se dio en nuestra historia. La tendencia centralistas de Buenos Aires chocaría de frente con las pretensiones federales del interior, pero la guerra contra los españoles y la amenaza velada de una intervención británica bastarían para mantener a las fuerzas independentistas cohesionadas, al menos durante los primeros años de la guerra.
Podemos imaginar un desenlace de la Guerra de Independencia no muy diferente al que conocemos. San Martín cruzando los Andes, liberando Chile, Perú y reuniéndose con Bolívar quien sin duda habría llevado adelante su campaña tal como la conocemos.
Terminada la guerra la tensión entre federales y unitarios se dispararía tal como ocurrió en nuestra línea de tiempo. Sin duda la presencia británica en Martín García y su favorecimiento de un gobierno unitario fortalecerían la posición de Buenos Aires, pero terminadas las Guerras Napoleónicas y con el mercado europeo una vez más abierto, al comercio británico, es poco probable que Gran Bretaña hubiese invertido demasiado tiempo y dinero en una campaña militar a la Argentina.
Es probable que la Guerra Civil entre federales y unitarios hubiese trascurrido similar a como la conocemos. Quizás los nombres hubiesen cambiado, quizás Rosas nunca se hubiese hecho con el poder, pero la falta de interés directo de Gran Bretaña en el territorio habría dejado a los actores libres para luchar por la hegemonía política en tanto esto no afectara los intereses del Reino Unido. El conflicto centro-periferia se encontraba latente desde el momento mismo de la independencia y era prácticamente inevitable.
Es difícil determinar el destino de Uruguay y si la presencia británica hubiese favorecido su continuidad dentro de la Argentina o si se hubiese abogado por la creación de un Estado independiente. Probablemente los británicos hubiesen cortado por lo sano y fomentado un nuevo país por los mismos motivos que en nuestra historia, asegurar la división del control sobre el Río de la Plata.
También es poco probable que Paraguay hubiese formado parte del territorio de la actual Argentina. Este país, aislado y con fronteras altamente defendibles ya tenía sus propias intenciones independentistas y probablemente hubiese seguido su camino sin importar el resultado de la invasión británica de 1806.
Llegando a este punto se vuelve cada vez más difícil seguir deduciendo los posibles cambios sin acercarme peligrosamente al campo de la fantasía, pero puedo aventurar la opinión de que la desviación de nuestra historia no hubiese sido mucha ni muy grande.
Por ejemplo, es casi seguro que las Islas Malvinas hubiesen quedado en manos británicas sin importar lo que hubiese pasado en nuestro país. Su posición estratégica a kilómetros del Cabo de Hornos y su dominio sobre el Atlántico Sur las hizo invaluables para cualquier nación que pretendiera dominar los mares.
Quizás una relación más cercana con Gran Bretaña hubiese permitido algún tipo de arreglo diplomático para recuperar la soberanía de las Islas, pero no es descabellado suponer que si no hubiese ocurrido la guerra de 1982 ese camino hubiese sido mucho menos espinoso que en nuestra realidad.
Solo me queda afirmar que no creo que la Argentina hubiese sido muy diferente a la que conocemos hoy, aun cuando los británicos hubiesen logrado una victoria total en 1806.
Mi análisis se sustenta en la idea de que los eventos históricos pueden verse como un cuerpo en movimiento, su inercia los hace continuar con su trayectoria original. Si se pretende cambiar el curso de los eventos debe ocurrir algo lo suficientemente importante para cancelar la inercia que dirigió a los eventos hasta ese momento y darle un nuevo curso.
El movimiento independentista en América ya se encontraba en su infancia cuando Beresford ocupó Buenos Aires. Este movimiento se nutría de ideas que nacieron durante la Revolución de Estados Unidos y la francesa. Era cuestión de tiempo para que estas nociones maduraran en el territorio y la campaña británica al Río de la Plata solo precipitó los eventos.
Una prueba de esto es que todos los movimientos emancipadores de América del Sur comenzaron casi en simultáneo. Las ideas ya estaban en ebullición y la caída de Fernando VII solo activo algo que estaba a punto de explotar.
Muchos quieren creer, que la llegada de un gobierno británico al Río de la Plata, habría funcionado como un bálsamo curador para todos los problemas originales que fueron la fuente de nuestros problemas actuales. Corrupción política, caudillismo, falta de educación y participación política del pueblo y una estructura de gobierno que gravita siempre hacia el personalismo verticalista.
El problema de estas visiones es que, primero, suponen que los británicos se encuentran libres de todos estos problemas citando como ejemplos a sus colonias más exitosas, las que no están libres de defectos. En segundo lugar ignoran que la mayoría de nuestros problemas son heredados de un formato de gobierno que viene directamente del sistema monárquico español y que ya se encontraba profundamente arraigado en la población tras más de 300 años de dominación ibérica. Creer que los británicos podrían haber extirpado todos estos problemas en unos pocos años de ocupación es entregarse a un pensamiento mágico que escapa a la realidad.
Si aceptamos la tesis de la inercia histórica entonces debemos descartar que una victoria británica hubiese cambiado demasiado la historia que conocemos. Debemos dejar de buscar la solución a nuestros problemas en la llegada de un agente externo casi mesiánico y darnos cuenta que todos nuestros defectos son el resultado de cientos de años de historia y que su solución solo está al final de un largo proceso paulatino de cambio y mejora que debe surgir de adentro hacia afuera y no a la inversa.
sábado, 19 de noviembre de 2016
Historia argentina: El Tercio de Gallegos en la Defensa de Buenos Aires
Producida la primer invasión inglesa, el ingeniero Pedro Cerviño, científico y militar de renombre, director de la Escuela de Náutica creada en 1799 por el secretario del Real Consulado de Buenos Aires, Dr. Manuel Belgrano, convocó no solo al alumnado y al personal docente a su cargo sino también a toda la población gallega de la ciudad, para empuñar las armas y enfrentar al invasor que desde las playas de Quilmes, avanzaba sin oposición sobre la capital del Virreinato.
La ciudad fue tomada casi sin resistencia y los ingleses, establecidos en el viejo fuerte, ubicado donde hoy se alza la Casa de Gobierno, iniciaron un gobierno tendiente a conquistar las simpatías de la población, estableciendo el libre comercio y la libertad de culto y dejando al español como lengua oficial.
La organización de milicias
En vista del revés, Sobre Monte se retiró hacia Córdoba llevándose consigo los caudales reales con los que pensaba organizar la reconquista. Pero en Luján, acorralado por el enemigo, no tuvo más remedio que abandonar el tesoro y escapar.Son de público conocimiento los sucesos acaecidos a partir de ese momento. Pueyrredón, que había organizado una milicia de gauchos y campesinos, fue derrotado en Perdriel y Liniers, que había cruzado a la Banda Oriental, desembarcó en el Tigre para iniciar la Reconquista, gesta que finalizó tras arduos combates, con la rendición del general Beresford el 12 de agosto de 1806.
El 12 de septiembre de ese mismo año Liniers ordenó la formación de milicias populares, organización que se llevó a cabo con notable criterio desde el punto de vista militar, constituyéndose cinco regimientos de origen rioplatense y otros cinco peninsulares. Fueron los primeros el de Patricios, conformado por efectivos nacidos en Buenos Aires, el Tercio de Arribeños, con gente proveniente de las provincias del norte (Córdoba, Tucumán, Salta, Catamarca y el Alto Perú), el de Pardos y Morenos, en torno al cual se agruparon mestizos, el de los Naturales, compuesto por indios pampas y el de Castas, formado por esclavos. Una sexta agrupación, la Compañía de Cazadores, conformada por soldados correntinos y entrerrianos, pasaría a reforzar el Tercio de Vizcaínos.
Se organiza el Tercio
Los cuerpos peninsulares fueron el Tercio de Montañeses o Cántabros de la Amistad, integrado por soldados de origen asturiano y castellano (de la provincia de Santander), el de Miñones Catalanes, el de Andaluces y Castellanos, el de Vizcaínos y el célebre Tercio de Voluntarios Urbanos de Galicia, también llamado Batallón de Voluntarios de Galicia o, simplemente, Batallón de Galicia. Fue el segundo en importancia después del de Patricios y estuvo formado por 600 efectivos, de los que 567 eran oriundos de España y el resto, entre quienes figuraban Bernardino Rivadavia y Lucio Norberto Mansilla, sus descendientes.El regimiento fue organizado el 17 de septiembre del mismo año y casi todos sus integrantes provenían de la Congregación del Apóstol Santiago, fundada en Buenos Aires en 1787. Fueron sus comandantes el ingeniero Cerviño, su segundo Juan Fernández de Castro y Juan Carlos O’Donnell y Figueroa, subdirector de la Escuela de Náutica.
La Segunda Invasión Inglesa
Derrotados en Buenos Aires, los británicos se retiraron pese a que nunca se abandonaron el Río de la Plata. Agazapados en la Banda Oriental, después de tomar Montevideo en el mes de octubre, aguardaban el momento oportuno para recuperar la capital.La flota invasora, reforzada con efectivos y armamentos provenientes de Ciudad del Cabo y las mismas Islas Británicas, zarpó hacia Buenos Aires el 28 de junio de 1807 arribando ese mismo día a la Ensenada de Barragán, para desembarcar 12.000 efectivos fuertemente armados, al mando del general John Whitelocke.
La marcha hacia la capital virreinal fue lenta y dificultosa, entorpecida por los innumerables arroyos y bañados que atravesaban los 60 kilómetros de recorrido hasta el epicentro de la ciudad. Liniers aguardaba en el Puente de Gálvez, al frente de una respetable fuerza de 8000 combatientes. Sin embargo, su estrategia había sido apresurada ya que al adelantar las líneas hasta el Riachuelo, dejaba desguarnecida a la población, medida a la que Cerviño se había opuesto oportunamente por considerarla desacertada. El sabio y militar gallego, oriundo de Pontevedra, estaba en lo cierto ya que los invasores cruzaron por el Paso de Burgos, en dirección a la quinta de White, forzando a Liniers a retroceder desorganizadamente hasta los corrales de Miserere con el objeto de detener su avance.El 2 de julio ambos ejércitos se trabaron en combate, resultando derrotadas las fuerzas porteñas.
Bautismo de fuego
Criollos y españoles se replegaron hacia el centro de la ciudad, perseguidos por las veteranas y experimentadas tropas británicos a través de sus estrechas calles. El Tercio de Gallegos retrocedió ordenadamente hasta la Plaza Mayor mientras que el ejército de Liniers, aguardaba el desarrollo de los acontecimientos en la Chacarita de los Colegiales, suponiendo perdida a la capital.Gallegos y Patricios al mando del alcalde de Primer Voto, don Martín de Alzaga y con la ayuda de vecinos y milicianos, cavaron trincheras, levantaron cantones y colocaron los cañones en posición de repeler el ataque. Los gallegos, al son de las gaitas arrebatadas al Regimiento 71 de “Higlanders” escocés y encolumnados tras sus gloriosas banderas del Reino de Galicia y la Cruz de Santiago, marcharon hacia la Plaza de Toros, en el extremo norte de la ciudad (hoy Plaza San Martín), para defender la posición, amenazaba en esos momentos por el enemigo. El ataque era inminente porque en ese lugar se encontraba el arsenal al que los invasores pensaban ocupar para bombardear desde allí la población.
Al mando del capitán Jacobo Adrián Varela (1758-1818), oriundo de La Coruña, los gallegos tomaron posiciones y entraron en combate, batiéndose con la bravura propia de su raza, esa misma raza que junto a asturianos y castellanos, había frenado a los infieles en las tierras de Covadonga y que en el siglo XVI había abierto las rutas del Pacífico para el gigantesco imperio español, navegando aguas inexploradas que nadie antes había incursionado.
En el fragor del enfrentamiento, comenzaron a agotarse las municiones mientras los británicos cargaban una y otra vez con el objeto de desgastar a los defensores. Se ordenó entonces a pardos y morenos ir en busca de municiones hasta los depósitos cercanos pero regresaron con las manos vacías para informar que las puertas se hallaban fuertemente trabadas.
La situación era desesperante y superado por la situación, el capitán de marina Juan Gutiérrez de la Concha no tomó las medidas pertinentes. Por esa razón, al grito de “¡Santiago y cierra España!” y “¡Muertos antes que esclavos!”, los gallegos, siempre al mando de Varela, cargaron a bayoneta calada abriendo una brecha en las filas enemigas. Las fuerzas hispanas lograron escabullirse evitando caer prisioneras, no sin antes inutilizar dos cañones apostados sobre las barrancas que apuntaban hacia el río.Fue allí donde cayó el teniente de navío Cándido de Lasala.
El asalto a Santo Domingo
Durante toda la jornada combatió el batallón gallego con coraje y valor, haciendo honor a la sangre celta, romana y sueva que fluía en las venas de sus integrantes. Sin embargo, todavía faltaba uno de los capítulos más heroicos de la jornada: la toma del convento dominico, donde los británicos, al mando del general Robert Crawford, se habían hecho fuertes.
Se designó a la 7ª Compañía del Tercio de Gallegos, la misma que había combatido en diversos puntos de la ciudad para avanzar sobre el convento.
Al mando del capitán Bernardo Pampillo partieron los hombres del Tercio arremetiendo con tanta ferocidad, que fue ante el bravo oficial gallego que depuso sus armas el comandante inglés, entregando la posición con sus banderas y municiones. Para entonces, también el capitán Varela se había hecho presente, tomando por asalto desde atrás, a toda una columna británica, resultando herido cuando inspeccionaba un cañón enemigo, a poco de producida la rendición.
Estos hechos han sido prácticamente ignorados por los historiadores argentinos quienes pasaron por alto el desempeño ejemplar del Tercio. El Padre Cayetano Bruno, por ejemplo, refiere con detalle la toma de Santo Domingo pero omite toda referencia al batallón mientras Vicente Fidel López, Roberto Levillier y otros autores, apenas se refieren a él.
Por segunda vez y ante una fuerza mucho más numerosa, la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Buenos Aires había derrotado al ejército británico salvando el honor de la Madre Patria y de la hispanidad en general.
Reconocimiento real
El 13 de enero de 1809 la Junta Suprema de Sevilla dispuso en nombre del rey premiar a los oficiales de los distintos cuerpos milicianos de Buenos Aires reconociendo los grados militares que se les había otorgado:
Cita: |
CUERPO DE GALLEGOS. Grado de Teniente Coronel.—A los Comandantes don Pedro Antonio Cerviño y don José Fernandez de Castro. De Capitán.—A los Capitanes don Jacobo Varela, don Tomás Pereira, don Juan Sanchez Boado, don Ramon Lopez, don Juan Blades, don Ramon Jimenez, don Bernardo Pampillo, don Lorenzo Santabaya. De Teniente.—A los Tenientes don Andrés Domínguez, don Luis Ranal, don Manuel Gil, don José María Lorenzo, don José Quintana, don Ramon Doldan, don Bernardino Rivadavia, don Antonio Rivera y Ramos, don Pedro Trueba, don Antonio Paroli Taboada, y al Ayudante don Juan Cid de Puga. De Subteniente.—A los Subtenientes don José Díaz Hedrosa, don Francisco García Ponte, don Pedro Boliño, y á los de bandera don José Puga y don Cayetano Ellias. |
Prolegómenos de la Revolución de Mayo
Finalizadas las jornadas de la Defensa, el Tercio de Gallegos siguió integrando la guarnición de Buenos Aires hasta 1809 cuando, a causa de la invasión napoleónica a España, la política mundial experimentó cambios notables que llevaron a la desintegración de su imperio y al nacimiento de nuevas naciones.
El Tercio de Gallegos, apoyando al partido de don Martín de Alzaga, sostuvo la formación de una junta de gobierno, como en la Metrópoli, en oposición a la designación de Liniers como virrey del Río de la Plata. Nombrado este último provisoriamente con el apoyo de Saavedra y los Patricios, el heroico batallón fue desarmado, se le retiraron sus armas y estandartes y quedó activo.
Con la llegada del nuevo virrey, don Baltasar Hidalgo de Cisneros, el Tercio fue reactivado, devolviéndoseles sus insignias, sus banderas. Y en esas condiciones mantuvo su presencia hasta los días de la Revolución de Mayo, cuando desapareció definitivamente, disuelto por el flamante gobierno patrio, enemigo acérrimo de toda presencia española en el Río de la Plata. Sin embargo, recientes investigaciones han determinado que antagonismos y rivalidades internas fueron causa fundamental de la disolución de la fuerza. Por una parte el bando partidario de la revolución, que propugnaba la formación de una junta de gobierno local, con Cerviño y Bernardino Rivadavia a la cabeza y por el otro, el grupo realista, que se mantenía fiel a la junta de Sevilla y, por ende, al auténtico soberano, encabezada por los mismos Varela y Pampillo.
El Tercio de Gallegos vuelve a marchar
En el mes de julio de 1995 el Tercio de Gallegos volvió a la vida, organizado por un grupo de voluntarios descendientes de aquella colectividad, con el apoyo del Centro Galicia y el Centro Gallego de Buenos Aires, que donaron los uniformes y elementos. El 9 de julio, el glorioso batallón desfiló frente al Cabildo porteño, como guardia de honor de la Escuela Nacional de Náutica “Manuel Belgrano”. Poco después recibió de la Asociación Centro Partido de Carballino, un fusil original de 1778.
El 11 de marzo de 1998 recibió en el Salón Azul del Congreso de la Nación la Distinción al Valor en Defensa de la Patria (Ley Nº 24.895) y el 17 de septiembre recibió la bandera original de 1807, hasta entonces en el Museo de Luján, gestión que tuvo al historiador Horacio Vázquez en su principal propulsor.
Pocos días después, el 3 de octubre de 1998, el olvidado regimiento recibió un nuevo homenaje en la basílica de San Francisco, al ser designado Custodia Perpetua de la Cripta en la que yacen enterrados los restos del ingeniero Cerviño y el valeroso capitán Varela.
A fines de ese año, el Tercio viajó a Galicia para encabezar el desfile de 5000 gaiteros que marcharon por las empedradas calles de Santiago de Compostela, el 9 de diciembre, con motivo de la asunción de don Manuel Fraga Iribarne como presidente de la Xunta regional., recibiendo de don José Luis Baltar, presidente de la Diputación Provincial de Orense, las réplicas de un tambos y dos gaitas de 1808 mientras artesanos gallegos iniciaban la confección de una réplica de la bandera del Tercio.
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Pedro Antonio Cerviño
El ingeniero Pedro Antonio Cerviño Núñez, militar, científico y cartógrafo español, nació en Santa María de Moimenta, jurisdicción de Baños, consejo de Campo Lameiro, provincia de Pontevedra, Galicia, el 6 de septiembre de 1757.
Radicado en el Ría de la Plata en 1780, fe designado por el virrey Vértiz para integrar la comisión demarcatoria de límites dirigida por José Varela y Ulloa.
En 1783viajó a tierras de Chaco para estudiar los meteoritos de Mesón de Hierro y tiempo después, por encargo de Félix de Azara, recorrió los ríos Paraná y Uruguay desde sus nacimientos hasta las desembocaduras en el Río de la Plata. En 1798 el Real Consulado de Buenos Aires le encomendó efectuar un relevamiento de la región de Ensenada, trazando la llamada Carta Esférica del Río de la Plata junto a J. De la Peña y Juan de Insiarte, que enviaron al rey ese mismo año.
En 1799 Manuel Belgrano creó la Escuela de Náutica, designando a Cerviño primer director, donde además ejerció la docencia enseñando geografía, trigonometría, hidrografía y dibujo. Por esa época fue que realizó un plano del arroyo Maldonado.
Fue también periodista, publicando artículos científicos en el “Telégrafo Mercantil” y el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”.
En 1806 y 1807 destacó por su heroica participación en las invasiones Inglesas, participó del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y en 1813 el Segundo Triunvirato lo designó director de la Academia de Matemáticas, encomendándole la realización de un plano topográfico de Buenos Aires.
Casado con doña Bárbara Barquín Velasco, dama porteña, el 9 de abril de 1802 en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, falleció en Buenos Aires el 30 de mayo de 1816, siendo depositados sus restos en la iglesia de San Francisco, donde, al día de hoy, el glorioso Tercio de Gallegos monta guardia en su honor.
Más información:
Wikipedia
Banderas Militares