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viernes, 18 de diciembre de 2020

Independencia: ¿Por qué las colonias españolas se separaron y la portuguesa se mantuvo unida?

Por qué la América española se dividió en muchos países mientras que Brasil quedó en uno solo

Derechos de autor de la imagen BBC/Kako Abraham
Image caption La América española se dividió en 19 Estados mientras que la portuguesa solo en uno, Brasil.

Cuando Cristóbal Colón tocó tierra tras su travesía del Atlántico, en 1492, no imaginaba todavía que cambiaría el curso de la historia para siempre.

Tampoco pensaría que de allí a pocos años desencadenaría una lucha entre las dos mayores potencias económicas y militares de la época, España y Portugal, por hacerse con las riquezas de ese territorio aún desconocido para los europeos.

Dos años después, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y el de Portugal, Juan II, llegaron a un compromiso y firmaron en Tordesillas (entonces Reino de Castilla) un pacto para repartirse las tierras "descubiertas y por descubrir" fuera de Europa.

Derechos de autor de la imagen BBC/Cecilia Tombesi
Image caption El Tratado de Tordesillas estableció en 1494 el reparto de las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo entre las coronas españolas y portuguesas.

Más de 500 años después, el mapa latinoamericano sigue exhibiendo la herencia cultural de esa lucha: desde los cañones del río Bravo hasta las frías laderas de la Tierra del Fuego, los idiomas más hablados son el español y el portugués.

Pero, mientras el castellano se habla en 19 Estados distintos, el portugués sigue siendo la lengua oficial de uno solo, Brasil.

¿Por qué la América española se fracturó en tantos países mientras que la América portuguesa quedó sustancialmente igual que en la época de la colonización?

Hay varias razones que explican este acontecimiento y los historiadores no siempre coinciden.

 
El Tratado de Tordesillas fue el resultado de un proceso de un año repleto de incertidumbre.

Diferencia en la administración de las colonias

Una de las causas tiene que ver con la distancia geográfica entre las ciudades de las antiguas colonias y la forma en que eran administradas por sus respectivas metrópolis.

Según el historiador mexicano Alfredo Ávila Rueda de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aunque la América portuguesa - el actual Brasil- tenía unas dimensiones continentales, la mayor parte de la población se concentraba en las ciudades costeras y la distancia entre ellas eran menores que las que había en la América española.

Ésta estaba formada por cuatro grandes virreinatos: Nueva España, Perú, Río de la Plata y Nueva Granada. Cada uno de ellos respondía a la Monarquía Hispánica, era administrado localmente y tenía pocos vínculos con los otros.

Además se crearon varias capitanías, como las de Venezuela, Guatemala, Chile y Quito, que tenían gobiernos independientes de los virreinatos.

"La administración española se estableció alrededor de dos centros principales: México y Lima. Eso no sucedió en Brasil, donde la administración era mucho más centralizada", explica el historiador mexicano.

 
 
Militar liberal y líder político venezolano, Simón Bolívar fue uno de los primeros en luchar por la descolonización de la América española.

Españoles nacidos en España vs. españoles nacidos en las colonias

Otra diferencia, según el historiador brasileño José Murilo de Carvalho, está relacionada con la formación de las elites en los dos imperios coloniales.

"En Brasil, la élite era mucho más homogénea ideológicamente que la española", explica Carvalho, y esto se debió a que el país luso nunca permitió la creación de universidades en su colonia. Hasta los colegios de enseñanza superior se crearon sólo después de la llegada de la corte en Brasil, en 1808.

Por lo tanto, los brasileños que querían tener educación universitaria tenían que viajar a Portugal.

"Ante la petición de crear una escuela de Medicina en Minas Gerais, en el siglo XVIII, la respuesta de la Corte fue: 'ahora piden una facultad de Medicina, en poco tiempo van a pedir una facultad de Derecho y luego van a querer la independencia'", ejemplifica el historiador brasileño.

El reparto de poder en las élites en los imperios era bastante distinta.

Una vez formados - 1.242 estudiantes brasileños pasaron por la Universidad portuguesa de Coimbra entre 1772 y 1872- esos ex alumnos volvían a Brasil y ocupaban cargos importantes en la administración de la colonia, lo que, en opinión de Carvalho, favoreció un sentimiento de unidad en la colonia, garantizó la obediencia a la corte real y generó confianza en las virtudes del poder centralizado.

Por el contrario, durante el mismo período, 150 mil estudiantes se formaron en las academias de la América española. En las colonias había al menos 23 universidades, tres de ellas sólo en México.

Por esta razón, argumenta el historiador, los movimientos de independencia en la América española comenzaron a ganar fuerza, en el siglo XIX, sobre todo en los lugares donde había universidades y prácticamente todos los lugares donde había una universidad acabaron dando origen a un país diferente.

El historiador Ávila Rueda, sin embargo, rechaza esta última hipótesis. "Estas universidades eran en su mayoría reaccionarias, aliadas de la Corona española", asevera.

"La Universidad de México, por ejemplo, era reaccionaria a tal punto que, en 1830 -tras la independencia- el gobierno mexicano decidió cerrarla porque creía que no sería posible reformarla", añade.

 
El argentino José de San Martín es también conocido como El Libertador de Argentina, Chile y Perú.

El catedrático mexicano asegura que la circulación de periódicos, libros y folletos en la América española - que, en cambio, no estaba permitida en la América portuguesa (la prohibición se levantó solo en 1808, con la llegada de la corte portuguesa a Brasil)- tuvo un papel mucho más relevante en la construcción de las identidades regionales que las universidades.

Al mismo tiempo, en la América española las elites locales nacidas en las colonias, los así llamados "criollos" (grandes propietarios de tierras, arrendatarios de minas, comerciantes y ganaderos) eran despreciados por los nacidos en España, los Peninsulares.

Sin embargo, hasta 1700, cuando España era gobernada por la dinastía de los Habsburgo, las colonias tuvieron bastante autonomía. Pero todo cambió con las reformas borbónicas llevadas a cabo por el rey Carlos III.

En aquel momento España necesitaba aumentar la extracción de riqueza de sus colonias para financiar sus guerras y mantener su imperio.

Para lograrlo, la Corona decidió expandir los privilegios de los Peninsulares, que pasaron a ocupar los cargos administrativos anteriormente destinados a los criollos.

Paralelamente, las reformas realizadas por la Iglesia Católica redujeron los papeles y los privilegios del clero más bajo, que también estaba formado en su mayoría por criollos.

Napoleón invade Portugal y la familia real portuguesa huye a Brasil

La familia real portuguesa huyó hacia Brasil después de la invasión de las tropas de Napoleón Bonaparte.

Según los historiadores, tal vez la razón más importante para explicar el mantenimiento de la unidad de Brasil fue la huida de la familia real portuguesa.

En 1808, después de que el ejército de Napoleón Bonaparte invadiera Portugal, el príncipe regente João huyó a Río de Janeiro y trasladó consigo toda la corte y el aparato gubernamental: archivos, bibliotecas reales, la tesorería y hasta 15 mil personas.

Río de Janeiro se convirtió entonces en la sede político-administrativa del imperio luso y la presencia del rey en territorio brasileño sirvió como fuente de legitimidad para que la colonia se mantuviera unida.

"Si João no hubiera huido a Brasil, el país se habría dividido en cinco o seis estados distintos y las zonas económicamente más próspera, como Pernambuco y Río de Janeiro, habrían logrado su independencia", señala Carvalho.

Vacío de poder en España

El levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid, duramente reprimido por las tropas napoleónicas, dio el pistoletazo de salida para la guerra de independencia española.

En España, la invasión del general francés obligó al rey Carlos IV y a su hijo, Fernando VII, a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José, que más tarde se convertiría en José I de España.

Esto generó un vacío de poder.

Varias juntas administrativas de las colonias se negaron a recibir órdenes de Napoleón y se mostraron fieles a su autonomía y a Fernando VII.

Sin embargo, cuando el monarca español recobró su trono, intentó usar la fuerza para restablecer la sumisión de las colonias.

Pero la mayor experiencia de autogobierno madurada por los criollos, la política discriminatoria hacia ellos por parte de la Corona Española y los ideales iluministas popularizados por las revoluciones americana y francesa atizaron las rebeliones y, entre 1809 a 1826, se libraron a lo largo del continente las sangrientas guerras de independencia.

 
El cambio de monarca en el trono español fomentó los movimientos de independencia en las colonias.

Por otro lado, cuando Napoleón fue derrotado, João VI creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve y mantuvo la capital en Río de Janeiro hasta que la corte exigió su regreso a Lisboa, en 1820, y la aceptación de una constitución liberal.

João VI dejó la administración de Brasil en manos de su hijo Pedro. Éste declaró la independencia del país en 1822 y estableció una monarquía constitucional con él como monarca.

¿Temor a una revuelta de esclavos?

Las preocupaciones económicas y sociales también contribuyeron fuertemente a asegurar la unidad de Brasil.

Según el historiador estadounidense Richard Graham, profesor emérito de la Universidad de Texas y considerado uno de los mayores expertos en historia de América Latina en Estados Unidos, los terratenientes y los hombres más ricos de las ciudades acabaron aceptando la autoridad central por dos razones: la amenaza de desorden social y la legitimidad del poder monárquico.

Aunque Brasil logró su independencia sin tener que recurrir a la fuerza militar, los líderes de la región buscaban una mayor libertad de la capital, Río de Janeiro, dice Graham.

Pero, con el tiempo, percibieron que el autogobierno regional o la independencia podrían debilitar su autoridad tanto sobre los esclavos como sobre las clases inferiores en general. Es decir, temían el desorden social.

Según datos de The Trans-Atlantic Slave Trade Database -un proyecto internacional de catalogación de datos sobre el tráfico de esclavos al que participa, entre otros, la Universidad de Harvard- entre 1500 y 1875, la América española recibió 1,3 millones de esclavos traídos de África.

En el mismo período, solo en Brasil desembarcaron casi 5 millones. Ningún otro lugar del mundo recibió tantos esclavos.

 
Las posibles revueltas de esclavos fue una de las razones por mantener la unidad territorial de Brasil.

"La clase dominante temía que los esclavos pudieran aprovecharse de sus divisiones internas para rebelarse" como ya había pasado en Haití, añade.

En la América española, por otro lado, "las élites aprendieron que podían gobernar muy bien con una población inquieta", explica el historiador estadounidense.

"Todos los países hispanoamericanos tomaron medidas que pretendían acabar con la esclavitud. Muchos mestizos (y en algunos casos, como el de Venezuela, los mulatos) tenían el mando de las fuerzas militares y eran a menudo recompensados con posesión de tierras tomadas de los leales a la corona", afirma Graham.

El fin de los virreinatos y el surgimiento de países

Pero ¿por qué las fronteras de los países recién independizados en la América española no se mantuvieron iguales a las de los cuatro virreinatos?

Es decir, ¿por qué hubo tanta fragmentación?

"En la época colonial, el concepto de frontera era distinto al de los Estados modernos", explica el historiador Ávila Rueda. "Por aquel entonces regía un sistema de jurisdicciones que a veces se sobreponían unas a otras".

Para entenderlo mejor, Ávila Rueda cita el caso del virreinato de Nueva España, un territorio que comprendía parte de Estados Unidos, México y Centroamérica.

 
El primer país de Latinoamérica en conseguir la independencia fue Colombia, mientras que él último fue Cuba.

"Creemos que el virreinato de Nueva España se mantuvo como un país unido, que corresponde al México actual. Pero nos olvidamos que después de la independencia surgió el imperio mexicano, que incluía la actual América Central. Posteriormente, con la disolución del imperio mexicano, se establecieron la federación mexicana y la federación centroamericana, que más tarde se desintegraría en otros países", relata Ávila Rueda.

De la misma manera "hubo un proceso de fragmentación en toda la América española", añade. "Algunas de estas provincias formaron confederaciones para tener mayor fuerza militar y defenderse de otros enemigos, y otras fueron unidas a la fuerza, como hizo Simón Bolívar".

Graham coincide con la tesis de Ávila Rueda. "Si te independizas de España, ¿por qué querrás quedar sometido a los mandos y desmanes de, por ejemplo, Buenos Aires? Las fronteras actuales de los países de América Latina tardaron en consolidarse y fueron en muchos casos el resultado de disputas internas que acontecieron después de la independencia", explica.

 
Pedro I declaró la Independencia de Brasil en las orillas del río Ipiranga.

El sueño bolivariano

Pero es importante recordar que también en la América española hubo planes de unificación que no prosperaron.

En 1822 Simón Bolívar y José de San Martín, dos de las figuras más importantes de la descolonización, se reunieron en la ciudad de Guayaquil, en Ecuador, para discutir el futuro de la América Española.

Bolívar era partidario de la unidad de las ex colonias (él fue quien forzó la unificación de Colombia y Venezuela) y la formación de una federación de repúblicas.

San Martín, en cambio, defendía la restauración de la monarquía bajo la forma de gobiernos liderados por príncipes europeos.

La idea de Bolívar volvió a ser discutida en el Congreso de Panamá, en 1826, pero acabó rechazada.

¿Y si España hubiera transferido la corte a las Américas como hizo Portugal?

El historiador estadounidense William Spence Robertson cita en uno de sus artículos la frase pronunciada en 1821 por un observador español: "México no aceptaría las leyes sancionadas en Lima, ni Lima aceptaría las leyes sancionadas en México".

"La pregunta principal es dónde habría elegido establecerse el monarca. No creo que México habría permanecido leal a un rey establecido en Lima y no en Madrid", afirma Graham.

"Pero es cierto que si Fernando VII se hubiera trasladado la corte a las Américas, hoy habría menos divisiones de las que en realidad ocurrieron", añade.

Porque, según Graham, los reyes garantizan la legitimidad del poder.

Agustín de Iturbide fue declarado emperador de México con el nombre de Agustín I, después de la independencia de España.

Rebeliones en Brasil

Pero el proceso de unificación territorial en Brasil tampoco fue totalmente pacífico.

Hubo movimientos de carácter independentistas en Minas Gerais (1789), en Bahía (1798) y en Pernambuco (1817), aunque esas revueltas fueron fomentadas más por un sentimiento de autonomía que por el deseo de ruptura entre la colonia y la metrópoli.

Según Ávila Rueda, "considerado que en la América portuguesa no hubo una guerra de independencia, sino una continuidad con el traslado de la corte, el gobierno de Río de Janeiro tenía más fuerza para reprimir estas rebeliones."

"En cambio, el gobierno de México no tenía fuerza suficiente para evitar el desmembramiento de Centroamérica, así como tampoco el gobierno de Buenos Aires en relación a Uruguay o Paraguay", concluye.

Con la colaboración de Angelo Attanasio, de BBC Mundo.

Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad mexicana entre el 6 y el 9 de septiembre de 2018.


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    lunes, 2 de septiembre de 2019

    Angola: Nzinga Mbandi, la reina bisexual caníbal que combatió a Portugal

    Comió carne humana, mató a su hermano y armó su ejército: la reina negra que es ícono de la lucha anticolonial africana

    Nzinga Mbandi creó el reino de Matamba, al norte de Angola. Hoy es honrada como una figura clave de la resistencia a la corona portuguesa
    Por Alfredo Serra || Especial para Infobae

      Nzinga Mbandi (Ilustración: Rodrigo Acevedo Musto)

    Mientras el barco negrero avanza, proa a Brasil, el más viejo de los esclavos, encadenado en la estremecedora fila de los que trabajarán allá, serán azotados, y sin duda morirán, recuerda días mejores en Ndongo (hoy Angola). Mejores hasta que llegaron ellos, los enemigos, los portugueses, a saquear presuntas minas de oro, plata, diamantes…

    La historia empezó en 1842, cuando una pandilla de aventureros, partiendo de Portugal, asaltó la región sur del Congo, capturó a sangre y fuego su botín humano, y lo vendió como esclavo al Brasil.

    Aventura que repitió, casi un siglo más tarde, Paulo Dias de Novais. Que tampoco encontró pletóricas minas, pero sí una feroz resistencia de las tropas de Nzinga Mbandi, la reina.

    La gran protagonista desde su nacimiento hasta 1663, cuando a sus 80 años dejó este mundo sin poder vencer a los portugueses, pero sometiéndolos a derrotas y humillaciones.

    Hija del rey de Angola Ngola Mbandi Kiloanje, fue criada en el esoterismo (muertos, espíritus, sueños premonitorios), pero también, por su padre, en las leyes de la guerra. De las casi constantes guerras entre tribus enemigas.
    Tuvo, Nzinga, un hermano y tres hermanas. Varón que, muerto su padre, reclamó el trono, y para afirmar ese derecho y su herencia perpetró una tragedia digna de Shakespeare: mató a su madre, al hijo de Nzinga, y destrozó los órganos sexuales de sus tres hermanas para clausurar el posible nacimiento de hijos que –algún día– intentaran derribarlo del trono.

    Y por las dudas, alejó de Angola a Nzinga: la nombró embajadora en Luanda, la capital del país, dominada por el gobernador portugués Joao Correia de Sousa.

    Un encuentro histórico…, por una razón especial. De Sousa, apoltronado en un sillón, no se levantó –no la consideraba una dama–, y la invitó a sentarse sobre un almohadón… ¡en el suelo!

    Serena, Nzinga le ordenó a una esclava a ponerse en cuatro patas, y se sentó sobre su espalda. Cara a cara con el gobernador.

    Cuatro años pasaron. Nzinga negoció un tratado de paz, no pagó el tributo exigido por Portugal, y acaso como prenda de paz aceptó convertirse al cristianismo. La bautizaron como Ana de Sousa. Pero la nueva fe no pudo borrar la dualidad de su flamante hija. Que cumplía los ritos, pero no abandonó el canibalismo ni la poligamia. Y mucho menos la ambición y la crueldad…

    Decidida a ocupar el trono que fue de su padre, hizo matar a su hermano el rey, y envenenar al hijo varón de éste (la leyenda jura que comió su corazón) para limpiar de escollos el camino al trono.

    Segundo paso: armar un ejército. Tercer paso: nueva guerra contra los portugueses para impedir más capturas de los traficantes de esclavos, aterrados por la figura guerrera de Nzinga, de sus gritos de guerra que parecían lanzas echadas a volar contra ellos, y hasta por los rumores de su conducta íntima: sexo insaciable con hombres y mujeres.

    Una nueva guerra, en 1626, terminó con su suerte. Se rindió, pero reunió a lo que quedaba de su ejército y fundó el reino de Matamba, al norte de Angola.

    Las muchas hostilidades y los muchos combates, agotadores para los dos bandos, impulsaron, en 1639, otro tratado de paz…, sólo en los papeles. Nzinga y su ejército –o lo que quedaba de los días de gloria– quebró dos veces la paz: en 1641, aliada con holandeses para vencer a Portugal, y en 1654. Esta vez, luego de una derrota y bajo durísimas condiciones: la orgullosa reina, ya a sus 72 años, fue obligada a imponer la religión católica en todo su territorio, jurar que no volvería a comer carne humana, y adoptar la monogamia de modo práctico: debió casarse en una iglesia con un hombre notablemente menor que ella. Todo ello, dictado por un grupo de misioneros capuchinos italianos, con una contracara: el rescate de una de sus hermanas, bautizada por los portugueses como Doña Bárbara, cautiva y liberada por el gobernador de Angola Luís Martins de Sousa Chichorro…

    La reina Nzinga y su obligado Otro Yo, Doña Ana de Sousa, murió –no en paz pero serenamente– el 17 de diciembre de 1663. Tenía 80 años.
    Luego de su final, siete mil soldados de su ejército fueron capturados, desembarcados en Brasil…, y vendidos como esclavos. La otra cara de la moneda. O mejor: una moneda de dos caras iguales. La codicia negrera y la lucha por una emancipación que duraría siglos.

    Decenas de miles de hombres y mujeres africanos fueron repartidos, como mercancía, en América. Brasil y el sur de los Estados Unidos tienen aún descendientes de esclavos angoleños…

    Una de las zonas más atroces de la leyenda de Nzinga cuenta que, en el apogeo de su poder, elegía a los hombres que tomaría como amantes, los obligaba a combatir entre sí, y llevaba a su cama al vencedor…, que también era asesinado después de cumplir su tarea. Como el zángano que fertiliza a la reina y muere destrozado.

    Sin embargo, hay una razonable duda. Se dice que esa truculenta historia fue inventada por monjes italianos al servicio de Portugal, y también por políticos colonialistas portugueses.

    ¿Por qué no?

    Lo cierto: en el balance histórico, Nzinga fue honrada como una figura clave, esencial e indomable de la resistencia de África contra el colonialismo y la barbarie esclavista.

    Según Joao Pedro Lourenço, director de la Biblioteca Nacional de Angola, "ella y su lucha contrarrestan el prejuicio de la sumisión de las mujeres africanas a lo largo de los siglos".

    Ella misma, según el padre Brásio, sacerdote, en su obra Monumenta Missionaria Africana, "escribió una carta en la que jura que sus muchos amantes fueron simbólicos, y que sólo tuvo un marido".

    En todo caso, más allá de luces y sombras, de leyendas ciertas o falsas, la redime una misión suprema: la defensa de su tierra.

    viernes, 2 de agosto de 2019

    Argentina: Portugal fue la primera nación en reconocer la independencia

    Portugal, el primer país que reconoció la independencia argentina

    El autor revela un detalle de la historia desconocido y ocultado por otra versión muy generalizada, pero errónea.

    Por Roberto L. Elissalde || La Gaceta Mercantil




    Cuando el corsario argentino Hipólito Bouchard hizo su famoso periplo en agosto de 1818, llegó a Hawai, donde fue recibido por el rey Kamehameha y firmó un tratado en el cual el monarca reconocía la independencia argentina.

    Esta especie se ha divulgado muchas veces pero totalmente fuera de contexto, incluyendo homenajes de parte de nuestro país con motivo del viaje de la fragata Libertad, hace más de dos décadas. 

    Pero la realidad es que el primer estado en reconocer nuestra soberanía fue Portugal y todo sucedió hace casi 198 años, un 28 de julio de 1821. Un portugués, don Juan Manuel de Figueiredo, radicado en Buenos Aires desde 1814, era dependiente del fuerte comerciante catalán Juan Larrea, vocal de la Primera Junta en 1810 y generoso mecenas para el armado de la primera escuadra nacional. Y se vinculó a Guillermo White, interesante personaje de quien esperamos una acabada biografía de Alejandro Milberg.

    Regresó en 1820 a Río de Janeiro, pero al poco tiempo debió regresar ya que fue investido con el cargo de agente de relaciones comerciales en nuestra ciudad. El 16 de abril de 1821 se le entregaron las instrucciones dadas por el canciller Silvestre Pinheiro Ferreira, uno de los tratadistas más notables de la época, al Barón de Laguna. 

    Es bien sabido que la corte de Portugal se hallaba en Brasil después de la invasión napoléonica a la península, por lo que Figueiredo fue el primer representante de Portugal en Buenos Aires y al entregar el 28 de julio de 1821 sus cartas credenciales al ministro Bernardino Rivadavia, realizó el acto trascendental de reconocer la independencia de nuestro país.

    Le cupo al enviado participar en tal carácter de episodios públicos no menores como el funeral que se celebró en memoria del general Manuel Belgrano, al día siguiente, en la Iglesia Catedral y el 12 de agosto en el templo de San Ignacio de la instalación de la Universidad de Buenos Aires. 

    Ubicado en una casa de la calle Venezuela 584, falleció repentinamente el 21 de agosto de 1821 y sus restos fueron inhumados en el vecino templo de Santo Domingo. Un episodio no menor y casi olvidado de nuestra historia.

    martes, 9 de julio de 2019

    El Imperio de Portugal


    Imperio portugués

    Weapons and Warfare





    El mapa muestra esos lugares y costas exploradas por pioneros portugueses, a veces por tierra pero generalmente por mar. Estos viajes se conocen en la historia como los Descubrimientos, lo que significa, por supuesto, que los lugares relevantes fueron descubiertos / revelados a los europeos occidentales. La importancia de los descubrimientos radica en el establecimiento de una red mundial de conexiones y en el inicio de esa extraordinaria expansión de la influencia europea que ha marcado la historia desde finales del siglo XV. □ Los mapas que muestran el alcance de los descubrimientos portugueses a menudo varían en detalle, ya que nuevas evidencias aún surgen y los historiadores evalúan la evidencia antigua de manera diferente. Para las exploraciones tempranas no se podía registrar con confianza en algún tribunal internacional, capaz de adjudicar entre rivales. Además, el hallazgo de aún más tierra no era en sí mismo de particular importancia: lo que importaba era si producía algo valioso a la vez (como el oro) o que pronto sería valioso (a través del comercio). Los portugueses consideraban sus descubrimientos como secretos comerciales: el primer puerto de escala para los navegantes que regresaban era la Casa da Índia, donde los libros de registro y las cartas se depositaban bajo un sello de seguridad. También se mantuvo un "planisferio" / mapa del mundo secreto, ajustado constantemente por un equipo de creadores de mapas y expertos cosmográficos. La Casa da Índia, una parte del palacio real, estaba en la orilla del Tajo en Lisboa. Fue destruido, con todos sus registros invaluables, por el Gran Terremoto de 1755: el colapso del edificio, los incendios devastadores, las olas de marea. La pérdida de la evidencia primaria y directa de los viajes de los pioneros portugueses significa que los historiadores han tenido que confiar en referencias oblicuas y documentos pirateados. Por lo tanto, se sabe que se produjo un viaje a Groenlandia y probablemente al norte de Canadá (Barcelos y Lavrador 1492-5), no de los libros de registro sino de los registros de una demanda en 1506. Don Antonio Lombardo, navegando alrededor del mundo con Magellan, escribió en su diario en 1520 sobre el intrincado pasaje a través del Estrecho de Magallanes: "Si no hubiera sido por el Capitán General, no habríamos encontrado el estrecho, y todos pensamos y dijimos que estaba cerrado por todos lados. Pero él mismo sabía muy bien dónde navegar para encontrar el estrecho bien escondido, que había visto representado en un mapa en el Tesoro del Rey de Portugal, que fue hecho por ese excelente hombre, Martin Behaim. maravillas, de hecho, se aventuraron tan al sur y reportaron previamente la posición del estrecho en la Casa da Índia? Un planisferio por Behaim todavía existe; encarnando algunos descubrimientos portugueses; Fue hecho en 1492 en comisión para los comerciantes de Nuremberg. Tal piratería de mapas portugueses (teóricamente castigados con la muerte) era un asunto considerable. Bartolomeo Colón, que trabajaba en el taller del mapa real de Lisboa, se unió a su hermano Cristóbal en España antes de 1489, y trajo una copia del mapa del mundo secreto, sacada de contrabando en once hojas de papel, que luego vendió en Italia para recaudar fondos. Alberto Cantino, enviado por el duque Ercole d'Este de Ferrara y haciéndose pasar por un comprador de caballos de pura raza, obtuvo una copia del mapa secreto del mundo de Lisboa, por soborno, en 1502. Su versión apareció en una biblioteca italiana, pero solo 450 años. luego. Incluso en la década de 1990, los historiadores australianos que volvieron a examinar los mapas de 'Dieppe' (hechos por una escuela de copistas que producen versiones francesas de originales portugueses de contrabando) concluyeron que los portugueses habían explorado al menos la costa noroeste de Australia (y algunas pruebas señala también la costa noreste y sudoeste a principios del siglo XVI.





    Las especias orientales, de valor económico inflado, tenían muchos usos: como condimentos, en la conservación de alimentos, en la preparación de medicamentos, perfumes, pegamentos, lacas, barnices, tintes, en los procesos de curtido, y muchos otros. Estas especias llegaron a Europa por una variedad de rutas, como a través del Mar Rojo o el Golfo Pérsico hasta Alejandría, donde los comerciantes venecianos se harían cargo de la distribución en toda Europa. La nueva ruta marítima a través del Cabo, que evita las caravanas y una gran cantidad de intermediarios, permitió a los portugueses vender las especias a un precio mucho más bajo.

    Se puso en marcha una segunda expedición, tanto militar como mercantil, compuesta por no menos de trece embarcaciones, fuertemente armadas con artillería, comandada por Pedro Álvares Cabral, de noble linaje, no un simple escudero. En lugar de seguir el curso de Da Gama, navegó más hacia el Atlántico, avistando Brasil. Todavía se está discutiendo si el descubrimiento fue premeditado o accidental. Es posible que el aterrizaje fuera imprevisto, pero hay evidencia convincente de que para esa fecha los portugueses sabían de la existencia del continente.

    A partir de entonces, en la primavera de cada año, una flota navegaría a la India, con un complemento de soldados, aventureros y misioneros; y con la mercadería que se va a intercambiar, por ejemplo, en la costa de Malabar. A pesar de la espantosa tasa de mortalidad en ruta, que podría llegar a más del 50%, los números que anhelan unirse aumentan cada año. India parecía ser la respuesta a todos los problemas. Para el rey, proporcionó lo que llegó a ser su principal fuente de ingresos; los nobles y los administradores esperaban engordar en las ganancias de la oficina; y para los demás fue al menos un empleo, ya que la actividad económica doméstica estaba estancada.

    El comercio oriental implicaba dificultades inusuales, ya que el tráfico había estado dominado durante mucho tiempo por los musulmanes, quienes, sin ser extraños, intentaban excluir la competencia, y para este fin llegaría a cualquier extremo. Al principio provocaron problemas con los príncipes indios, y más tarde solicitaron el apoyo de escuadrones turcos en un intento por ahuyentar a los intrusos portugueses de su parcela: el Océano Índico. Pedro Álvares Cabral había bombardeado a Calicut desde el año 1500 por negarse a venderle especias; pero esto fue solo la salva de apertura en las hostilidades que se prolongaron durante un siglo y medio. Los portugueses tenían que contrarrestar no solo a las fuerzas indias locales, sino también a los turcos, y luego a los holandeses y los ingleses. Finalmente, a mediados del siglo xvn, Inglaterra y Holanda habían asumido la posición de supremacía portuguesa en el comercio con Oriente.

    Una figura prominente en los primeros años de la lucha fue Alfonso de Albuquerque, quien ideó un ambicioso plan para ocupar los puertos que controlan las rutas comerciales hacia el Este. Sus planes estratégicos se lograron en gran medida: Ormuz, en la entrada del Golfo Pérsico, fue capturado en 1507, y Malaca, al mando de la ruta de navegación hacia el este, hacia el Pacífico, fue capturada en 1511. Pero todos los intentos de cerrar el Mar Rojo a los turcos Al apoderarse de Aden fracasó, y durante años los turcos continuaron acosando a los comerciantes portugueses tanto en el mar como en tierra. Los portugueses ocuparon otros puestos de vital importancia para el comercio, entre ellos Colombo, en la isla de Ceilán; Pacém, en Sumatra; Ternate, en las Molucas; y Maçaim, Damão y Diu en la costa occidental de la península india.

    Los portugueses en la India

    "India" fue el nombre topográfico utilizado al principio por los portugueses para describir a Asia y al Oriente en general, desde la costa de África Oriental hasta Japón. A lo largo de esta vasta área, los portugueses establecieron asentamientos: estos pueden ser fuertes, fábricas (el nombre aplicado a una estación comercial), o puertos con los que comerciaron y donde luego decidieron echar raíces. El documento más impresionante que describe la proliferación espontánea de asentamientos más allá de cualquier patrón oficial es la Peregrinação de Fernão Mendes Pinto, un fascinante volumen compuesto por un aventurero que actuó como pirata, diplomático y misionero, y que varias veces naufragó o fue tomado prisionero. .

    La sede principal del poder portugués en Asia fue Goa, tomada por Afonso de Albuquerque en 1510, que permanecería en manos portuguesas hasta 1960, cuando fue invadida por el ejército indio. Los portugueses establecieron un emporio en un plan europeo, con iglesias renacentistas, de las cuales sobreviven imponentes restos. Se fomentó el mestizaje entre las mujeres portuguesas de rango y archivo, lo que generó rápidamente una población católica indo-portuguesa; ya mediados del siglo xvi se consideraba la segunda ciudad de Portugal, debido a su tamaño y espléndidos edificios. Los jesuitas lo hicieron su base para la actividad misionera en Oriente, erigiendo seminarios a los que asistieron no solo portugueses sino también nativos de numerosos estados asiáticos. En 1584 se dio una conferencia inaugural en dieciséis idiomas; de tantas naciones vinieron los sacerdotes que enseñaban allí. Un jesuita italiano de Goa traduciría el sistema de geometría de Euclides al chino; un jesuita alemán fue responsable de reformar el calendario chino ... son solo dos ejemplos de la forma en que se difundieron aspectos de la cultura o la ciencia europea en el Este, así como el catolicismo.

    Las relaciones comerciales con China comenzaron en una fecha temprana. Ya para 1514, Tomé Pires, un farmacéutico portugués, había compilado un libro que describía a China, así como otras áreas como Malasia, Java y Sumatra; se tradujo al italiano y se publicó en 1550. En 1515, Dom Manuel envió una embajada al emperador chino, y sus delegados, después de grandes dificultades, lograron finalmente una audiencia en Pekín. Pronto, sin embargo, China volvió a lo que se convirtió en su actitud tradicionalmente vigilante al cerrar todas las puertas al mundo exterior y excluir a todos los extranjeros de sus costas.


    Este mapa muestra las rutas entre Portugal e India y algunos factores que las determinaron. □ El largo y peligroso viaje de Vasco da Gama a las Indias y la espalda, tres veces más largo y mucho más intrincado que el viaje a través del Atlántico, fue un triunfo técnico de la navegación. Los veleros, propulsados ​​únicamente por fuerzas naturales, están sujetos aún a los peligros del viento y el mar; además, los arrecifes, los afloramientos de las islas y las obtrusiones costeras, ahora bien cartografiados, eran poco conocidos; Todavía no se habían establecido los patrones de las corrientes dominantes y los vientos dominantes, que se modificaron radicalmente a lo largo del año; la longitud no podía ser fijada con mucha precisión, y solo latitud por la minuciosa compilación de tablas de la declinación del sol, estacionalmente, en diferentes puntos del globo; el movimiento de las estrellas en los cielos del sur desconocidos aún tenía que ser trazado ... y así sucesivamente. La reducción de algunos de estos peligros ocupó la ciencia náutica portuguesa en los diez años transcurridos entre Dias para encontrar mar abierto más allá del Cabo y da Gama navegando hacia las Indias. En ese período, también los portugueses, que habían usado pequeñas carabelas maniobrables para sus primeras exploraciones, desarrollaron el nau, un buque mucho más grande y bien armado, adecuado para transportar importantes cargamentos comerciales a largas distancias. Una vez que Da Gama había mostrado el camino, una flota comercial anual regular, la Carreira da India, navegó desde Lisboa a la India en un viaje de dos años. Se establecieron rápidamente puestos comerciales adicionales en las costas de Malabar y Cochin, en la India, y los portugueses invadieron todo el este, en un plazo de treinta años hasta llegar a China. □ De estos desarrollos asiáticos, Adam Smith escribió, en Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776): "El descubrimiento de América y el de un pasaje a las Indias Orientales por el Cabo de Buena Esperanza son los dos eventos más grandes e importantes registrados en la historia de la humanidad ... los imperios de China, Indostan, Japón, así como varios otros en las Indias Orientales, sin tener minas más ricas de oro o plata, fueron en todos los aspectos mucho más ricos y mejores cultivadas y más avanzadas en todas las artes y manufacturas que México o Perú ... las naciones ricas y civilizadas siempre pueden intercambiar un valor mucho mayor entre sí, que con los salvajes y los bárbaros ". La influencia de Oriente en el desarrollo de Occidente fue Variable y grande: en civilidad y pensamiento, en la introducción de plantas económicas y decorativas, en medicina, en artesanía; Por encima de todo, en la creación de numerosos artículos comerciales: especias, telas finas, joyas, porcelana ... que provocaron el rápido crecimiento de la riqueza de Occidente, la sensación de nuevos horizontes y nuevas oportunidades que desataron el Alto Renacimiento.


    Pero para entonces había numerosos comerciantes portugueses independientes que comerciaban en el mar de China. Desafiando tales prohibiciones, habían establecido contactos clandestinos entre los puertos chinos y los de Japón, Manilla, Siam, Malacca, India, y de regreso a Europa. A pesar de las prohibiciones imperiales, prácticamente todo el comercio exterior con China pasó a manos portuguesas, y los chinos pronto llegaron a apreciar el acuerdo. En 1557, el astuto mandarín de Cantón encontró una ingeniosa manera de eludir las regulaciones al asignar a los portugueses una pequeña península separada del continente por un estrecho estrecho: Macao. Al no estar unido físicamente a China, podría llevar a cabo actividades prohibidas a los chinos; lo que una vez fue una pequeña aldea de pescadores se expandió rápidamente en un emporio altamente poblado que, hasta 1675, fue el único puesto comercial "chino". Desde esa fecha hasta la Guerra del Opio de 1839–44, el puerto cosmopolita continuó desempeñando un papel vital en el comercio oriental con Europa. Hasta el día de hoy, Macao permanece bajo la administración portuguesa, su órgano principal de gobierno, el "Senado da Câmara", establecido por los comerciantes en 1583.

    Las actividades de los comerciantes estaban estrechamente vinculadas a las de los misioneros. En un documento de 1586, a Macao se le conoce como "Porto do Nome de Deus na China", el Puerto de Dios en China. Sirvió no solo como centro de comercio, sino también como la puerta trasera por la cual los jesuitas se infiltraron en China y en varias comunidades del Pacífico.

    Al igual que con China, las relaciones comerciales con Japón fueron durante algún tiempo un monopolio portugués. Los aventureros portugueses se habían asentado en el archipiélago japonés en 1540, con su base principal en Nagasaki, donde el paisaje, con la ciudad frente al mar, les recordaba a Lisboa. Nagasaki fue también un centro de actividad jesuita. Fernão Mendes Pinto (mencionado anteriormente), uno de los primeros portugueses comprometidos en el comercio de Japón, le dio dinero a San Francisco Javier para construir una iglesia, la primera en Japón. La influencia misionera allí fue tan grande que los historiadores incluso se han referido al período de 1540 a 1630 como "El siglo cristiano en Japón". Sin embargo, Nagasaki estaba destinado a ser conocido por otra razón: en 1945, por una ironía de la historia, un avión estadounidense fue desviado de su objetivo original por el mal tiempo y lanzó la última y más grande bomba atómica en Nagasaki, el centro tradicional del cristianismo y La influencia occidental en Japón.

    El portugués fue el idioma internacional del comercio en todo el Oriente durante el siglo XVII, dejando huellas en muchos idiomas asiáticos. En este momento había numerosos comerciantes portugueses en África, y Brasil había comenzado su asombroso crecimiento a través de la Amazonía y los Andes. La lengua portuguesa estaba adquiriendo una difusión global. Hoy en día, como el idioma oficial de unos 200 millones de usuarios en todo el mundo, ocupa el tercer lugar, después del inglés y el español, entre los idiomas europeos.


    El primer imperio de Portugal en Asia se basaba en el control del comercio: la ocupación territorial se limitaba generalmente a la incautación de emporios y empresas clave, como Mombasa y Malacca, y la fortificación de ciudades estratégicas, como Goa y Ormuz. Desde estos lugares seguros, los barcos armados portugueses patrullaron las rutas marítimas establecidas utilizadas por los mercaderes orientales (en algunos lugares incluso emitiendo licencias por una tarifa), atacando a los piratas (un peligro grave y generalizado para el comercio) y extendiendo un brazo protector sobre numerosos portugueses. 'fábricas' - comunidades de comerciantes - establecidas en los países del este. El portugués se convirtió en la lengua franca entre los comerciantes de todas las razas en toda la región, como lo demuestran hasta la fecha los rastros lingüísticos generalizados de las palabras portuguesas. Este mapa muestra las principales fortalezas y establecimientos comerciales portugueses y los principales productos manejados por los portugueses en Ásia Portuguesa. En el siglo XVI, la superioridad de Portugal en barcos, armas y técnica de navegación, el éxito de sus soldados y sus mercaderes, permitió a los portugueses dominar el comercio tanto dentro de la región (por ejemplo, entre la lejana China y Japón) como también entre la región y Europa.


    Las consecuencias económicas de la expansión.

    Esta dispersión generalizada de los portugueses, a lo largo de las islas del Atlántico, Brasil, en el área de Guiné y alrededor de Oriente, tuvo marcadas consecuencias tanto en su economía como en su actitud ante la vida. García de Resende, secretario de Dom João II, describió en su Miscelánea los asombrosos eventos de los que fue testigo. Lo que había sido un tribunal provincial comparativamente pequeño en Lisboa se había convertido en uno de los más grandes de la cristiandad (Dom Manuel proporcionó a unos 4.000 retenedores). Era la olla de miel a la que todos acudían con la esperanza de obtener un avance. Todo dependía del rey; nada podría ganarse sin su aprobación. Él hizo todas las citas para un alto cargo entre el clero (dos de los hermanos de Dom João II fueron nominados cardenales, uno a los siete años de edad), y todas las concesiones de tierras y honores a la nobleza fueron suyas para distribuir. El consentimiento real era indispensable antes de emprender cualquier operación comercial en el extranjero. De esta manera, el tribunal dejó de ser simplemente la sede del gobierno del país y se convirtió en el foco de todo tipo de actividad.

    Con tal riqueza entrando al país, el rey ya no dependía de los impuestos y los servicios provistos por la población, que perdió toda la influencia política. Las reformas legales pusieron fin a la independencia de los consejos y permitieron la centralización de la administración y la estandarización de todos los impuestos especiales. Las Cortes no se reunieron durante veintitrés años (1502–25) a pesar de las peticiones de que debían hacerlo por lo menos cada década. El pueblo también denunció la corte parasitaria, la excesiva burocracia, el empobrecimiento del campo y protestó con fuerza contra su propia penuria.

    Para mediados de siglo, la población de Lisboa se había expandido a 100,000, incluyendo unos 800 empresarios adinerados y 5,000 artesanos y comerciantes modestos; pero el resto eran funcionarios, clérigos, escuderos y otros retenedores y miembros de la nobleza, los cazadores de empleos y los vagabundos, lo que creó un grave desequilibrio entre productores y consumidores. La clase media activa sufrió en consecuencia, al no poder mantenerse al día en la carrera contra una clase media ilusoria sin ningún papel económico, sobrevivir en las apariencias y el aire caliente. Con el éxodo de las tierras productivas a las ciudades estériles, la situación se agravó, en 1521 acercándose al punto de la hambruna real, con los campesinos migrantes muriendo al borde del camino, mientras que los terratenientes intentaron presionar aún más a los agricultores para que compensaran su caída. beneficios Muchas personas se vieron obligadas a participar en viajes riesgosos de comercio en el extranjero o en absoluta emigración. A partir de este período se establece la máxima: "Quienes deseen mantenerse a flote, deben elegir Iglesia, Corte o Barco".

    Las especias orientales tenían que pagarse con la oferta legal local o canjearse por plata, cobre, plomo, telas finas, etc., pero estos materiales no eran originarios de Portugal y debían importarse del norte de Europa a través de la fábrica portuguesa en Flandes. Lisboa solo podía seguir siendo el centro del comercio oriental mientras mantuviera el monopolio tanto del comercio como del transporte de mercancías por mar desde la India, lo que permitía que los costos se mantuvieran bajos. Pero a mediados del siglo XVI, con el restablecimiento del comercio directo por parte de los estados de la ciudad de Italia, los precios en Portugal cayeron sustancialmente. Incluso la fábrica de Flandes tuvo que cerrarse y, sumada a este desastre, la deuda pública mostró otro aumento dramático. El Estado, que tenía el monopolio del comercio de especias, se vendía en grandes cantidades a los grandes capitalistas, en su mayoría extranjeros, ya que pocos portugueses podían permitirse ingresar al mercado. No solo se compraban todos los artículos de lujo en los que se permitía la importación de Lisboa, sino que también se compraron armas, pólvora y aparejos navales, de hecho, barcos enteros. Los préstamos y las cartas de crédito extranjeras proliferaron, y para mediados de siglo las deudas externas excedieron los ingresos anuales, y el interés a pagar fue igual al valor de los ingresos de un año del comercio de especias. La deuda externa se convirtió en cuatro veces mayor que la deuda interna, y los intereses a pagar en el exterior alcanzaron los 400,000 cruzados, mientras que el pago a los tenedores de títulos públicos representó solo 100,000. El déficit en la balanza comercial siguió ampliándose, aunque disfrazado por la reexportación de bienes extranjeros. Incluso si los fabricantes locales mantuvieron su producción, no mostraron ningún aumento en la producción. Se estableció una economía de emergencia, con el Estado centrando su atención en la riqueza que se origina en el extranjero y alejándose de los problemas internos. En el campo, la comunidad rural se encontraba cada vez más aislada, con su nivel de vida en descenso. Las cosas habían cambiado poco, cuando en 1580, dos venecianos que visitaban Portugal describieron que los órdenes inferiores sobrevivían con una escasa comida de sardinas saladas, pan integral y muy poco más.