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miércoles, 22 de abril de 2020

Arqueología: Encuentran la lanza más antigua de la Humanidad



Descubierta la lanza más antigua de la Humanidad, de hace 300.000 años




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Hallado un bastón de caza en el yacimiento de Schöningen
Descubierta en el yacimiento de Schoningen, en el norte de Alemania, la lanza de caza más antigua de la humanidad (con el uso probado como tal). Reportaje Ignacio Orovio (.)

Ignacio Orovio, La Vanguardia

Podríamos estar ante el arma de caza más antigua de la Humanidad: una especie de “bumerang”, un bastón ligeramente curvado de 64’5 centímetros de longitud, fabricado hace alrededor de 300.000 años, más bien plano por un lado y más bien redondo por el otro, que pudo emplearse en el Paleolítico inferior para matar (o al menos aturdir) piezas de caza.

Apareció en el yacimiento de Schöningen, en el norte de Alemania, que no sólo es una vieja mina de carbón, sino que es también una mina arqueológica. Incluye 18 yacimientos diferenciados, de épocas diversas, y tiene alrededor de seis metros de datos de una época tan remota como el Paleolítico.

Descubierta en el yacimiento de Schoningen, en el norte de Alemania, la lanza de caza más antigua de la humanidad (con el uso probado como tal). (.)

El bastón apareció en el lugar en diciembre de 2016 y desde entonces ha sido estudiado y analizado por un equipo multidisciplinar codirigido por los arqueólogos Nicholas Conard y Jordi Serangeli (con ascendientes catalanes) que este lunes presenta el hallazgo a través de un artículo en la revista Nature Ecology and Evolution.

La singularidad del artefacto es que es el primero de la historia de la Humanidad que con plena seguridad fue empleado como arma de caza, aunque se estima que otros objetos hallados en otros yacimientos podrían ser incluso anteriores. Pero no existe por hoy la certeza.

En el mismo yacimiento aparecieron otras lanzas y bastones, once en total, junto a los restos de 25 caballos, restos de cáscaras de huevos e incluso restos de tigre de dientes de sable, de modo que todo apuntaba que esas habían sido las armas utilizadas. Lo que ahora se presenta es la certeza de que ese pedazo de abeto, de la especie Picea abies, fue moldeado por la mano humana con sílex para cazar.

EL MATERIAL


El arma mide algo más de 64 centímetros, está ligeramente curvada y limpia de ramas laterales

En sus 64,5 centímetros, los arqueólogos han podido apreciar el trabajo de moldeado, con un total de 21 cortes y ramitas laterales eliminadas para favorecer el vuelo del arma. La pieza pesa 264 gramos, con toda seguridad un poco más que lo que pesaba en su estado seco original.

Esa es la clave de su conservación: el estado de humedad del subsuelo, en una zona pantanosa de turba y humus, que ha permitido ese fabuloso viaje en el tiempo.

“A través de estas lanzas podemos observar la inteligencia de sus creadores”, explica por teléfono a La Vanguardia Serangeli, “la gente va a ver la Mona Lisa, pero nadie se interesa por el cráneo de Leonardo da Vinci, y para mí estas lanzas son como la Mona Lisa. La planificación de la acción explica la inteligencia de sus creadores. Los pájaros usan herramientas, pero aquí usan sílex para modelar una lanza, detrás intuimos una estrategia sofisticada de planificación”.

Descubierta en el yacimiento de Schoningen, en el norte de Alemania, la lanza de caza más antigua de la humanidad (con el uso probado como tal). ©UnivTuebingen (.)

En el yacimiento han aparecido armas de diferentes tipos, que indican distintos usos. Con bumerangs como este (no pensemos en los curvados de culturas australianas que retornan, este iba en linea más o menos recta hacia la presa) se podían abatir aves y se podían aturdir otras especies, como conejos, zorros, castores, martas o corzos, o herir otras mayores, acaso caballos, a los que se podía matar con otras lanzas más específicas para ello, y que también se han hallado en Schöningen.

También pudieron emplearse para dirigir a las presas hacia lugares sin escapatoria, donde podían ser abatidos con mayor facilidad. Se calcula que estos “bumerangs” podían ser eficaces hasta cien metros de distancia.

Los investigadores han analizado instrumentos similares empleados por pueblos contemporáneos en África, América del Norte y Australia. El equipo de Serangeli ha hecho pruebas con material similar. “Lo que puedo decir es que no soy un atleta… ”, ríe el investigador.

ESTRUCTURA SOCIAL


La lanza permite intuir la organización que habían desarrollado los neandertales en sus tareas cazadoras

En todo caso, el hallazgo de Schöningen denota una estructura social y una organización de la caza altamente sofisticada en la especie neandertal. “Los animales tienen dientes y uñas y fuerza, cosa que nosotros no tenemos, por lo que desde el punto de vista filosófico este descubrimiento, con la antigüedad que tiene, es muy interesante y revelador”, añade Serangeli.

“A un kilómetro del yacimiento estuvo la frontera que dividía las dos alemanias: ¿eso es moderno? Para algunas cosas, el neandertal era más moderno que nosotros. Solemos pensar que la modernidad somos nosotros, pero aquí demostramos que eran iguales que nosotros”, añade el arqueólogo.

Los estudios en Schöningen no han podido determinar que estos grupos humanos dominasen la tecnología del fuego, aunque posiblemente así era. Se estima que las temperaturas eran entre dos y tres grados inferiores, de promedio, a las de la actualidad, con inviernos muy severos.

MEDIO HOSTIL


El clima era entre dos y tres grados más frío que hoy como promedio, y se cree que desconocían la tecnología del fuego

También señala que aquellos grupos humanos sabían en qué época y en qué lugar exactamente maduraba tal o cual fruta (y cuáles eran comestibles), y en qué momentos y lugares aparecía la pesca y la caza. Las excavaciones en Schöningen empezaron a principios de los años 80 en una mina que ocupaba alrededor de seis kilómetros cuadrados, bajo la dirección del gobierno de la Baja Sajonia, con sede en Hannover.

En 1992 aparecieron los primeros artefactos de madera y dos años más tarde uno que se consideró como el primer palo de lanzar, pero este extremo no pudo probarse.

Entre 1995 y 1999 se hallaron 10 lanzas y otras maderas trabajadas, incluida la que se conoció como “asador de asado”, pensando que pudo emplearse como “pinchito” para asar.

Desde 2008, la investigación es compartida entre el gobierno de la Baja Sajonia y la Universidad de Tübingen y desde 2013 los hallazgos más importantes se muestran en el Forschungsmuseum Schöningen.

Desde 2016, el Centro Senckenberg para la Evolución Humana y el Paleoambiente (SHEP) dirige las excavaciones en este lugar.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Argentina: Uno de las conjeturas del origen de la palabra boludo

El origen de la palabra boludo

A partir de un artículo publicado en el diario Clarín, Cristina Pérez y Gonzalo Sánchez hablaron sobre la historia de la palabra “boludo”, uno de los términos más representativos de la idiosincrasia argentina.

Cristina Pérez





“La historia de la Historia dice que los primeros boludos fueron los valientes gauchos que, en las Guerras de Independencia, mataban a los españoles con sus bolas de piedra y sus boleadoras”.

Así lo cuenta la escritora María Laura Dedé en su libro Deslenguados, una especie de diccionario razonado de “malas palabras”.

“En la primera fila -cuenta Dedé- iban los pelotudos, quienes derribaban a los caballos enemigos con grandes piedras o pelotas. En segunda fila estaban los lanceros, que pinchaban a los jinetes caídos; y en tercer lugar, los boludos, que terminaban de matarlos con las boleadoras. Pero los gauchos también morían, por eso un diputado una vez dijo: ‘no hay que ser boludo’, y así quedó: pelotudo y boludo eran los que se dejaban matar, aunque, según este señor, ser pelotudo era peor, porque iban adelante. Se ve que el diputado no entendía que los gauchos estaban defendiendo la Patria… por convicción o porque no tenían otro medio de subsistencia”.

La palabra, además de ser entre los jóvenes una manera de llamarse y no un insulto, en 2013 fue elegida por el poeta Juan Gelman como la que mejor representa el lenguaje de los argentinos.

Se lo había pedido el diario español El País en el contexto del VI Congreso de la Lengua, en Panamá. “Es un término muy popular y dueño de una gran ambivalencia hoy.

Entraña la referencia a una persona tonta, estúpida o idiota; pero no siempre implica esa connotación de insulto o despectiva. En los últimos años me ha sorprendido la acepción o su empleo entre amigos, casi como un comodín de complicidad.

Ha venido perdiendo el sentido insultante. Ha mutado a un lado más desenfadado, pero sin perder su origen”, argumentó Gelman. ¿Sabría su origen?

Advertencia al lector: en esta nota no hay eufemismos. Más bien se llama a las cosas por su nombre. Aquí hay “malas palabras, improperios y otras cosas peores”, como dice el subtítulo de Deslenguados.

El libro recoge el origen de algunas palabras, sinónimos y cambios curiosos. Como el “hijo de puta”. En ese caso, explica: “Los tiempos cambian las palabras y las palabras cambian los tiempos, por eso, para no estigmatizar, mucha gente ya lo reemplaza por hijo/a/e de yuta (acepción vulgar de policía), aunque, ¿no estamos estigmatizando otra vez?”

Dedé -que es autora de unos 30 títulos, entre cuentos y poemas- habla con voz dulce y melodiosa, difícil de asociar con forro, joder, mierda o pija, algunas de las palabras que desmenuza en su libro, que más que un libro es una suerte de diccionario. “Fue casi una triquiñuela –explica- una manera de invitar a los chicos (y no tanto) a que lo lean para que pensemos juntos.”

-¿Por qué quisiste escribir sobre malas palabras?

-Más que escribir, es un libro que vomité, porque muchas de las palabras que venía escuchando me estaban cayendo mal. Fue una cuestión visceral: tuve que expulsar lo que me pasaba con esa violencia verbal a la que estamos sometidos cotidianamente en casa, en la escuela, en la calle, en el trabajo y en los medios.

Deslenguados es casi un tratado acerca de esas palabras que a veces se pronuncian sin tener conciencia de su efecto. La autora plantea un esquema, una suerte de método de estudio con un correlato gráfico: por un lado están las palabras amarillas, las “malas palabras”, separadas a su vez en “feas, sucias y malas”.

Que según Dedé tienen que ver con nuestro canon social de belleza, lo escatológico y lo sexual, respectivamente. “Las pongo en amarillo porque son más fuertes que el resto y, por lo tanto, al decirlas hay que prestar atención”, recomienda.

En segundo lugar están los improperios, en anaranjado, que son los insultos exclusivamente verbales, los ofensivos por antonomasia. “Deberíamos ser conscientes de por qué necesitamos usarlos y qué le puede pasar al otro cuando los escucha”, reflexiona.

Después vienen las “cosas peores” en rojo, con algunas que ni siquiera incluyen malas palabras. Otras son improperios sociales.

María Laura cree que ambas son verdaderamente peligrosas: “Las primeras, porque, disfrazadas de ‘palabras comunes’, socavan la autoestima y la integridad del más débil. ‘No servís para nada’, ‘Vos nunca vas a aprender’, ‘Si sos hombre no llorés’ o ‘Lo que vos necesitás es un macho al lado’ son frases denigrantes que, al ser dichas por alguien que detenta autoridad, dejan huellas indelebles.”

Las segundas “cosas peores” son los insultos sociales, que ella define como la réplica de estereotipos construidos desde el poder para alimentar la asimetría. “’Negro’, ‘maricón’, ‘putita’, con el sentido peyorativo que tienen hoy, deberían ser anacronismos. Porque las palabras tienen cuerpo y a su paso van creando realidad.”

Claro que por suerte también hay otras, que llama “palabras mágicas”, y están en color verde. “Son las que sirven para acercarnos y avanzar: ‘Sé que hiciste lo mejor’, ‘Contá conmigo’, ‘Te extraño’, respaldadas con la acción, son frases sanadoras que alientan, tienden lazos y abren puertas.

-¿Creés que este es un libro para que los chicos lean solos?

-Cada uno va a encontrar su manera de leerlo. Algunos lo devorarán completo, otros hojearán sólo el diccionario. Unos lo leerán todo seguido y otros lo tendrán como material de consulta, una palabra cada tanto. Alguno lo leerá solo, a escondidas, en el baño. Habrá chicos que lean también las partes dirigidas a los adultos (y no pasa nada, a lo sumo se van a aburrir) y algunos grandes leerán solo las partes para los chicos. También hay docentes que lo llevan para abrir el debate en las aulas.

Deslenguados apunta además a convertirse en una herramienta de educación sexual: habla del goce, de la masturbación masculina pero también de la femenina, de la prostitución, la trata, la identidad de género y la orientación sexual.

Habla de la importancia de la palabra NO y alerta sobre la violencia sexual desde la primera infancia. Pero también cuenta cómo la gente comía caca en el medioevo e incluye chistes ingenuos.

“Estas son las puertas por las que los chicos de 8 o 9 años entran al libro y lo disfrutan. Ya tendrán tiempo de entender lo más difícil mientras mantengan el libro al alcance, en la biblioteca”.

-¿Cómo manejaron las ilustraciones de algo tan intangible como las palabras?

-Fue un camino muy delicado que fuimos recorriendo con el ilustrador, Héctor Borlasca. Había que prestar atención de no ser agresivos ni vulgares, por un lado; y de no contradecir en los dibujos lo que explicábamos en palabras, por el otro.

-Se ve que hay una investigación, se incluye bibliografía… ¿Cómo fue ese proceso?

-Fui leyendo y marcando todos los libros que busqué ex profeso y otros que fueron llegando a mí: desde “Puto el que lee”, de Pablo Marchetti o “Las malas palabras” de Ariel Arango, pasando por libros sobre violencia de género, los conceptos de belleza de Umberto Eco, blogs de internet o un pasquín casero sobre masturbación femenina que compré en una feria de Villa Las Rosas. Hasta Cyrano de Bergerac tuvo algo interesante para decirme.

Los insultos que decían nuestros abuelos

Adefesio: Persona bochornosamente horripilante.

Alcornoque: Persona tonta, bruta. Viene del árbol del alcornoque, que es ahuecado.

Alfeñique: Persona flaquita y débil. Un viento la tira al suelo.

Badulaque: Persona tonta, cantamañanas, zascandil.

Bellaco: Mal bicho.

Bultuntún: Que habla sin ton ni son, o sea, sin pensar

Cachivache: Persona ridícula, mentirosa e inútil.

Cagalindes: Persona cagona, cobarde.

Chapucero: Chanta, chantún, chantuna.

Echacuervos: Persona alcahueta, buchona.

Estafermo: Persona embobada, que no razona ni entiende nada.

Granuja: Persona que busca sacar provecho del otro.

Latoso: Plomo, pesado. Parlanchín.

Mamerto: Tarambana, tonto, retonto.

Mentecato: Mamerto que se se hace el sabelotodo.

Mequetrefe: Monicaco. Personita de cuerpo o mente minúscula.

Palurdo: Pateto, paleto, maleducado.

Pelandrún: Persona vaga e irresponsable.

Pelele: Persona que se deja manipular. Viene del muñeco de paja o tela que se quema en carnaval.

Pindongo: Persona que lleva una vida callejera, pero no precisamente por ser vendedor ambulante.

Raspamonedas: Estafador profesional.

Tiquismiquis: Persona muy remilgada.

Zampabollos: Persona comilona en exceso. Golosa.

Zurriburri: Vil, de poca monta.

Zurumbático: Persona atontada, aturdida, sombría, y con muy mal carácter.

Artículo extraído del diario Clarín – Por Graciela Baduel