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jueves, 31 de mayo de 2018

Virreinato del Río de la Plata: Cisneros luego de la Revolución de Mayo

¿Qué pasó con el virrey Cisneros luego de la Revolución de Mayo?









Don Baltasar Hidalgo de Cisneros y la Torre Cejas y Jofre vivió en el fuerte de Buenos Aires hasta el 24 de mayo, junto con su espléndida mujer, doña Inés Gaztambide y Ponce. Pero en cuanto fue desplazado, alquiló una casa en la actual calle Bolívar 553, entre Venezuela y México. Tenía con qué pagarlo, ya que continuó cobrando sus haberes, de acuerdo con lo resuelto por la Junta. Pero su estadía en la Buenos Aires revolucionaria iba a ser corta.
Cerró mucho su núcleo de amistades. Solía reunirse con Antonio Caspe, Francisco Anzoátegui, Manuel Villota, Manuel de Reyes y Manuel de Velazco, integrantes de la Real Audiencia, el más alto Tribunal de Justicia de Buenos Aires. Esta situación planteó cierta tirantez con el gobierno que recién había asumido. Entre el 7 y el 9 de junio tomó estado público un cruce de notas entre la Real Audiencia y la Primera Junta. Los magistrados le hacían ligeros planteos a la Junta que encendieron la chispa. Las repercusiones por esas notas fueron inmediatas.
Cerca de la medianoche del 10 de junio, cinco hombres con sus rostros cubiertos con pañuelos, protegidos a la distancia por un pelotón de cuatro soldados y un oficial, destrozaron los ventanales del hogar del fiscal del crimen Antonio Caspe, cuando el hombre se regresaba a su casa. Le dispararon y lo golpearon con sables, ocasionándole tres heridas en la cabeza. El fiscal quedó tendido en el piso. Su familia pensó que había muerto. Pero vivía. Según expresó en un informe la víctima, su mujer se desmayó del susto.
A sólo tres semanas de asumir la Primera Junta, ya se topaba con una acción que ponía en juego la capacidad de controlar los hechos y las personas.
A pesar de que se dijo que la agresión estuvo relacionada con el cruce de notas entre la Audiencia y la Junta, algunos atribuyeron la brutalidad a otro hecho. El lunes 28 de mayo, Caspe se había presentado en el fuerte para jurar obediencia al nuevo gobierno, junto con el resto de los integrantes de la Real Audiencia, del Consulado, del Cabildo y de otros organismos. El fiscal llamó la atención por haber acudido al acto con un escarbadientes en la boca. No fue el único imprudente. Otro de los tribunos, Manuel de Reyes, "hizo ostentación de limpieza de uñas durante la ceremonia", según un informe que publicó el nuevo gobierno.
Nadie demostró mucho ánimo de investigar el atentado del 10 de junio. Sobre todo porque Caspe prefirió no hacer la denuncia. de todos modos, no pasó desapercibido el hecho de que a los violentos los había cubierto un piquete de soldados amparados en la negra noche. Fuera de los ámbitos oficiales, se señaló a Feliciano Chiclana (futuro triunviro) como el oficial que cubría a los embozados. El damnificado y sus compañeros de tribunal mencionaron a Domingo French y Antonio Beruti como partícipes. Entre los enemigos de la revolución, el violento episodio se denominó "solfa Berutina".
En el gobierno existía preocupación porque este tipo de acciones se le iba de las manos y los desprestigiaba. Saavedra, Paso, Moreno y compañía se reunieron para debatir qué hacer. Apelaron a la Gaceta (el diario oficial) para dar su visión de los hechos. Pero eso no fue todo.
El 22 de junio de 1810 por la noche, dos soldados llegaron hasta la casa de Cisneros y le pidieron que se dirigiera al fuerte porque los integrantes de la Junta de Gobierno querían tratar asuntos referidos a la situación en España. El ex virrey comunicó que en breve asistiría. Le respondieron que lo aguardarían para acompañarlo. Con uno de sus mejores trajes se presentó ante las nuevas autoridades. Lo mismo ocurrió con los ministros de la Real Audiencia, cuyo peso institucional es equiparable al de nuestra Corte Suprema de Justicia.
Una vez que estuvieron todos en el una sala del fuerte, aparecieron Matheu y Castelli. El último, sin preámbulos no palabras suaves, les dijo que estaban todos detenidos. Mientras le informaba al grupo su condición de reo por intriga y su extradición a las islas Canarias, un piquete de soldados comandados por Juan Ramón Balcarce ingresó a apresarlos. Los subieron a dos carruajes rodeados de húsares. Balcarce viajó en el estribo del coche en el que viajaba Cisneros. Se dirigieron al muelle, donde los embarcaron. Caspe llevaba vendas en su cabeza. Las heridas aún estaban abiertas.
Inés Gaztambide de Cisneros se enteró por un criado de que a su marido lo habían embarcado. Al día siguiente le escribió una esquela a Saavedra en la que le decía: "La precipitación con que se llevaron anoche a mi marido no dio lugar a que le pusiese en el baúl más que tres o cuatro camisas. Si es que hay aún oportunidad para remitirle un baúl con lo preciso, he de merecerle a Vuestra Excelencia me lo avise y me franquee proporción para remitírselo. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Buenos Aires, 22 de junio de 1810. Inés Gaztambide de Cisneros".
No recibió respuesta -al menos oficial- y vivió días de zozobra porque no le informaban con claridad qué había ocurrido con su marido ni adónde estaban llevándolo. Oyó, como todos, la clásica salva de quince cañonazos que solía despedir al barco en donde viajaba un virrey que partía.
La última virreina del Río de la Plata no tardaría en abandonar Buenos Aires. El único mueble que cargó fue la cama matrimonial. El resto lo dejó en manos de José Santos de Inchaurregui, amigo de la familia, para que los vendiera.
¿Qué dejó Cisneros al partir? Un coche grande que le había regalado el Cabildo de Buenos Aires cuando se hizo cargo del virreinato, y otro más pequeño. Cuatro docenas de sillas (eran de tres juegos distintos). Un costoso sillón con espaldar, dos sofás, dos mesas de sala, un ropero, un armario de comedor de caoba (al que le faltaban las llaves), fuentes de loza para baño, dos catres de cuero, dos esteras, varios cueros de alpaca, zorro y zorrino, seis globos de cristal para velas (dos estaban deteriorados), un farol roto, más el pardo Mariano, esclavo del virrey, que compró por trescientos pesos Pedro Antonio Cerviño.
Los Hidalgo de Cisneros se reencontraron en Cádiz. Sus años finales los pasaron en Cartagena, la ciudad natal del exiliado. Allí murió don Baltasar en junio de 1826, cuando se apagaban los últimos fuegos de las Guerras por la Independencia en América del Sur.

martes, 12 de septiembre de 2017

Argentina colonial: Ceballos, el conquistador de Colonia (¿y de Rio Grande?)

Cuando Florianópolis pudo ser argentina

241 años del Virreinato del Río de la Plata fue creado en 1776 por orden del monarca español Carlos III. A pesar de ser una creación provisional, permaneció hasta 1810. Sumaba los territorios que hoy día son la Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay, parte del sur de Brasil y el norte de Chile (que fue de Bolivia), con una capital ubicada en Ciudad de Buenos Aires. A los argentinos se les enseña que el virrey más interesante fue Juan José de Vértiz y Salcedo, el de las luminarias públicas (omitiéndose que él fue el represor de la sublevación de Túpac Amaru II, y duro castigador de los cabecillas de la rebelión de Oruro); el más cobarde fue Rafael de Sobremonte y Núñez, III Marqués de Sobremonte; y el último fue el almirante Baltasar Hidalgo de Cisneros y de la Torre. Sin embargo, el más importante fue el primero, Pedro Antonio de Cevallos Cortés y Calderón. Enrique Mussel, en la revista Criterio, destacó especialmente una acción militar de Cevallos: la derrota de la flota inglesa frente a la Colonia del Sacramento del 6 de enero de 1763, intento que empezó el 24 de diciembre de 1762. En verdad aquella fue la 1ra. invasión inglesa.


Isla de Santa Catarina, en el Atlántico brasilero.

Muy difícil de comprender el Virreynato del Río de la Plata sin considerar al militar español Pedro Antonio de Cevallos Cortés y Calderón.

Hasta entonces, el territorio era parte del Virreynato del Perú, y la Gobernación de Buenos Aires estaba a cargo de Juan José de Vértiz y Salcedo, desde 1770 hasta 1776 (y él mismo fue virrey entre 1778 y 1784, el único nacido en América que ejerció este cargo).

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Pero las disputas de estos territorios provocó que España decidiera crear un nuevo Virreynato que brindara la defensa militar imprescindible al comercio marítimo con base en Buenos Aires, a la que además desvinculaba de Lima a causa de las dificultades en las comunicaciones entre ambas ciudades, lo que provocaba demoras administrativas inadmisibles.

España sufría el embate de Inglaterra, que buscaba territorios de reemplazo ante la pérdida de sus colonias en América del Norte; y de Portugal, con apetencias territoriales desde Brasil.

En la agenda del rey Carlos III de España apareció el mencionado Cevallos, a quien le extendió una cédula real el 01/08/1776, cuando él iniciaba su viaje, creándole el Virreinato del Río de la Plata.

Cevallos arribó al frente de un ejército aguerrido, recuperó todos los territorios invadidos por Portugal, destruyó el fuerte de los lusos en Colonia del Sacramento y hasta conquistó la isla de Santa Catarina (donde se encuentra Florianópolis, tan apreciada por los argentinos).

El 27/10/1777, el monarca rescató a Cevallos para responsabilidades en España, y por cédula real nombró como sucesor a quien explícitamente Cevallos no quería: Juan José de Vértiz. En forma simultánea entró en vigencia el tratado preliminar de límites con Portugal, y los españoles dejaron Santa Catarina. Pero no vayamos tan rápido.

Ingleses

Pedro Antonio de Cevallos descendía de uno de los linajes más antiguos de Cantabria, a los 9 años quedó huérfano y de adolescente ingresó al Seminario de Nobles de Madrid, donde se enroló como oficial de ejército.

A los 18 años desembarcó en Nápoles con el infante Carlos (futuro rey Carlos III) para la conquista de Italia, en el marco de la Guerra de Sucesión polaca.


Retrato de Pedro Antonio de Cevallos Cortés y Calderón.

A los 26 años él preparó, uniformó y adiestró un regimiento del que fue nombrado coronel, y lo llevó a la Guerra de Sucesión Austríaca, la toma de Niza, de Montauban y del Olmo. No tenía 30 años y él ya era brigadier. Después ayudó a conquistar el Ducado de Parma para España.

En 1755, con 40 años fue su 1er. arribo al Río de la Plata. El rey Fernando VI lo designó gobernador de Buenos Aires para la demarcación de la nueva frontera con el Virreinato del Brasil establecida en el Tratado de Permuta que cambiaba Colonia del Sacramento (que pasaba a los españoles) por las 7 Misiones Orientales, al este del río Uruguay (para los portugueses).

En 1756, Cevallos llegó a Buenos Aires con la misión, además, de disciplinar a los aborígenes guaraníes porque no aceptaban el tratado. Sin embargo, en las Misiones él se enteró que a los indígenas se les obligaba a cambiar de ubicación sin darles nada a cambio. Se instaló en la zona y devino en protector de los jesuitas que estaban en la zona a cargo de los indios. Además, exigió a los portugueses la entrega inmediata de Colonia, pero éstos se negaron. Entonces, Cevallos se negó a reprimir a los jesuitas enfrentados a los portugueses y se preparó para la guerra. Pero faltaba un poco para esa instancia dramática con la que, sin embargo, él estaba habituado.

El mayor problema para Cevallos fue que en Misiones contrajo el paludismo, que lo maltrataría el resto de su vida.

Wikipedia afirma que Cevallos intervino en numeros conflictos locales: en Corrientes, en Chaco, en Santa Fe. Y en Buenos Aires reorganizó la administración, las milicias, el comercio y el puerto. Organizó la limpieza de las calles, ordenó construir drenajes, construyó veredas y organizó los primeros mataderos municipales.

El rey Fernando VI murió y, apenas se enteró, Cevallos ya sabía lo que debía hacer porque conocía al sucesor, Carlos III: si Fernando VI había sido un frecuente aliado de Portugal, el nuevo monarca rivalizaría activamente.

Cevallos sabía que Carlos III se oponía al Tratado de Permuta, firmado en Madrid el 13/01/1750 a instancias del ministro José de Carvajal y Lancaster, y de la reina Bárbara de Braganza, hermana del Rey de Portugal, sin consultar ni al Consejo de Indias ni a otros ministros de la Corona española. Era cuestión de tiempo declararlo nulo.

Efectivamente: en 1761 se firmó el Tratado de El Pardo y, en consecuencia de ese texto, Cevallos le exigió al virrey del Brasil la entrega de Colonia del Sacramento y de la isla Martín García.

En 1762 comenzó la Guerra de los 7 Años, Carlos III invadió Portugal, Cevallos inició la marcha sobre Colonia al frente de su ejército de 1.000 indígenas misioneros a quienes había entrenado. Ya había iniciado algunas obras de infraestructura imprescindibles para el conflicto.

En esa circunstancia ocurrió la 1ra. invasión inglesa al Río de la Plata, que la historia no rescata como tal. Una ignorancia imperdonable. La verdad histórica es que la de 1806 fue la 2da. Invasión y la de 1807 fue la 3ra. Invasión.

El relato de Enrique Mussel en la revista Criterio:

"(...) el 1º de octubre empezaron las operaciones con ayuda de dos mil indios de las misiones y el 29 consiguió abrir brechas en la muralla y se intentó el asalto. Ante esa perspectiva, los portugueses capitularon y el 2 de noviembre entregaron la plaza. Cevallos tuvo a bien conceder al gobernador portugués Silva Fonseca los honores de una heroica defensa, pero la Corte de Lisboa no lo considero así y lo condenó por no haber resistido más tiempo y lo mantuvo preso hasta su muerte.

Cuando una escuadra anglo-portuguesa al mando del Capitán John Mac Namara se presentó el 24 de diciembre de 1762 ante la Colonia para protegerla de posibles ataques y desde esa base intentar la conquista de Buenos Aires, la ciudad y puerto ya estaba tomada por el Gobernador Cevallos. En la escuadra inglesa también venía el ex agente del asiento de negros de Buenos Aires, John Reed, que serviría como consejero y práctico en el ataque previsto contra la Capital.

El 6 de enero de 1763 Cevallos consiguió derrotar a la escuadra invasora. Fueron cuatro horas de vivo fuego entre las naves que se aproximaron al puerto, la “Lord Clive” y la “Ambuscade”, y los defensores de la plaza. Los disparos incendiaron la nave almirante “Lord Clive”: murieron allí más de 300 hombres, entre ellos Mac Namara y John Reed. Cayeron 82 prisioneros que fueron luego internados en Córdoba, La Rioja y otras ciudades del norte y allí se afincaron, dando origen a conocidas familias argentinas. La “Ambuscade” tuvo 80 muertos y 80 heridos y se alejó a reparar las averías apoyada por las otras naves de la escuadra (una fragata, dos navíos y seis bajeles). De los nuestros murieron sólo cuatro hombres.

Lamentablemente la escuadrilla que hubo armado Cevallos, compuesta de la fragata “Victoria”, un navío de registro, tres avisos del consulado de Cádiz y algunos lanchones, al mando del Teniente de Navío Carlos José Sarria, si bien minúscula, tuvo un comportamiento deplorable pues no quiso actuar en el primer momento y no estuvo luego para rematar la victoria destruyendo la “Ambuscade” y demás naves de apoyo. Así terminó la primera invasión inglesa al Río de la Plata. (...)".


Retrato de la antigua Colonia del Sacramento.

El regreso

Cevallos no sólo capturó Colonia sino que luego avanzó sobre Río Grande.

Sin embargo, el Tratado de París le obligó a devolver Colonia a los portugueses aunque se encargó de destruir las murallas del fuerte y llevarse los cañones.

De regreso en Buenos Aires, aseguró la frontera bonaerense que a menudo castigaban los malones de aborígenes. Entonces llegó su reemplazo: Francisco de Paula Bucarelli.

Cevallos regresó a España, tuvo que dar cuenta de sus actos (juicio de residencia), no tuvo dificultades y fue designado comandante militar de Castilla la Nueva, pudiendo así reasumir el control de los campos de su familia. Luego fue enviado en una misión diplomática a Francia; más tarde a Parma, con la misión de brindar seguridad al traslado de la princesa María Luisa, quien debía casarse con el príncipe Carlos, futuro Carlos IV.

Cevallos fue designado gobernador de Madrid.

Pero en el Río de la Plata todo andaba mal. Francisco de Paula Bucarelli había sido un fracaso. Los portugueses habían recuperado Río Grande, y los fuertes de Santa Teresa, Santa Tecla y San Martín. Carlos III le pidió a Cevallos que le presentara un plan contra Portugal.

El militar preparó la invasión del país vecino pero Carlos III no se atrevió. Sí le pidió que ejecutara el capítulo de operaciones contra Brasil que incluía aquel plan de guerra.

Lo único que reclamaba Cevallos era que las tropas no fuesen comandadas por Juan José de Vértiz. Entonces Carlos III le pidió a Cevallos que volviera al Río de la Plata.

Por la confianza que Carlos III tenía en Cevallos, antes de comenzar la campaña militar, al frente de 9.386 soldados, le notificó que era virrey del flamante Virreynato del Río de la Plata, aunque era una categoría provisoria, limitada a la misión militar de Cevallos, a quien así se le brindaba una cobertura institucional acorde a su importancia.

Cevallos estaría a cargo de las gobernaciones de Buenos Aires, el Tucumán, el Paraguay, la Real Audiencia de Charcas y el Corregimiento de Cuyo, todos dependientes hasta entonces del Virreynato del Perú.​

Algo más: Cevallos no debía revelar que era virrey hasta que la flota, de 6 buques de guerra y 117 buques de acompañamiento, estuviera en alta mar.

La comunicación a Cevallos se hizo el 01/08/1775 y la flota zarpó el 12/10/1776. El 23/02/1777, Cevallos ocupó completamente la isla Santa Catarina. O sea que Florianópolis quedaba en el territorio del Virreynato del Río de la Plata.

La flota llegó a Montevideo y luego marchó a Colonia, donde los portugueses se rindieron en forma incondicional.

Cevallos se unió a Vértiz, quien también era militar, y marcharon sobre Río Grande. Pero en el interín, el rey Carlos III firmó el Tratado de San Ildefonso, por el cual Portugal cedía definitivamente a España la ciudad de Colonia y las Misiones Orientales, a cambio de que España le garantizara a Portugal el control de Río Grande y Santa Catarina. Así fue como se le devolvió Florianópolis a los lusos.

Cevallos dejó 930 hombres en Buenos Aires por las dudas, y dio por concluida la expedición militar. El 15/10/1777 estrenó en la ciudad portuaria su cargo de Virrey y Capitán General.

Cevallos organizó las gobernaciones, impuso la Ley de Libre Comercio de 1778, que garantizó un incremento de la recaudación fiscal, simultánea a una caída del contrabando por ausencia de los portugueses.

Otra vez Wikipedia:
"(...) La disposición para la libre internación de productos motivó un aumento en la producción de carretas. Estimuló la agricultura y reguló el horario de las labores, la alimentación diaria de los peones y el nivel de salario de los mismos. También se establecieron penas para los ebrios y los jugadores.​ Para aumentar las fuerzas de trabajo disponibles favoreció el comercio de esclavos negros, ya sea directo o en virtud del Tratado de Asiento. (...)".

En junio de 1778, recibió a Juan José de Vértiz, flamante 2do. Virrey del Río de la Plata, y desde Montevideo regresó a España. Tenía 63 años pero su salud estaba deteriorada. Murió antes de terminar aquel año.

Él falleció el 26/12/1778 en el Convento de los Capuchinos de Córdoba (España), donde se hallaba hospedado de camino hacia la Corte de Madrid.