El ataque montonero al Regimiento 29 de Formosa: un traidor, una defensa heroica y la muerte del conscripto Hermindo Luna
El
5 de octubre de 1975 una treintena de montoneros ingresó con ayuda de
un soldado infiel al Regimiento 29 en busca de armas y de provocar un
impacto psicológico, político y en la opinión pública. La conmovedora
historia del joven que repelió el ataque y fue asesinado junto a otros
11 soldados y 3 civiles. La infructuosa lucha de Jovina Luna -quien
murió durante la pandemia- para reivindicar la memoria de su hermano
Por Adrián Pignatelli || Infobae
Hermindo Luna, en una fotografía de sus tiempos de soldado
Ese domingo 5 de octubre de 1975
era todo fiesta en lo de los Luna. Le festejaban el cumpleaños a
Jovina, que cumplía 11 años, y aprovecharon para celebrar el de su papá,
Jesús, que había cumplido el 1ro. Era la décima de 13 hijos -diez
varones y tres mujeres- de una familia formada por su papá albañil y
Secundina Vázquez. Vivían en Las Lomitas, Formosa y se las arreglaban
vendiendo pan y empanadas, y los hijos mayores trabajaban.
Comieron empanadas y chivito. Jovina estaba contenta. Como regalo
de cumpleaños había pedido hacer un viaje en tren, porque no lo
conocía. Y qué mejor que aprovechar el viaje y visitar a su hermano Hermindo, diez años mayor que ella, que cumplía con el servicio militar
en el Regimiento de Infantería de Monte 29 “Coronel Ignacio José
Warnes”, una de las unidades afectadas al Operativo Independencia, a
partir de un decreto firmado por el gobierno constitucional de María
Estela Martínez de Perón. Días antes del ataque, padre e hija le dieron
la sorpresa a Hermindo. Lo visitaron en el cuartel.
Los Luna eran muy unidos. Hermindo es el primero desde la izquierda
Había
nacido el 26 de junio de 1954 y lo que más le gustaba era trabajar en
el campo con los animales. Aprendió a ser hábil para manejarse en el
monte y ya en su infancia, forjó una fortaleza y una rusticidad que
sorprendía. Con sus hermanos Nicasio y Mario pusieron un horno de ladrillos.
No había
podido ir a la escuela, ya que donde había nacido no había, y el trabajo
estaba primero. A los 18 años pudo terminar los estudios primarios en
la nocturna de Las Lomitas.
Le
gustaba ir al cine a ver películas de acción y en sus ratos libres,
dibujaba y pintaba en cualquier papel que encontraba. De puro traviesos
sus hermanos menores los rompían pero él nunca se enojaba. Con el paso
del tiempo, están más que arrepentidos porque no conservan ninguno.
El saldo del ataque fue de 24 muertos, doce por cada bando
Era hincha de River porque ese era el cuadro de su madre, por quien tenía devoción. Su padre y hermanos eran de Independiente.
No
tenía demasiados amigos, y con sus hermanos eran muy unidos. Tenía una
novia, a quien no veía demasiado, por las tareas del campo y porque el
horno de ladrillos estaba lejos de su casa, cerca de un espejo de agua,
ya que para su elaboración se precisa mucho de ella.
Cuando
llegó el día del sorteo del servicio militar, Hermindo tenía la
ansiedad a flor de piel. Toda la familia rodeaba la radio. Por el número
que salió, sabía que le correspondía Ejército. Estaba nervioso de que lo destinaran a otra provincia
o como le había ocurrido a uno de sus hermanos, que debió hacer la
colimba en la marina, en la lejanísima ciudad de Buenos Aires.
Rogelio
Mazacotte es uno de los soldados que defendió el cuartel y que mantiene
viva la memoria de lo que vivió en octubre de 1975
Cuando supo que su destino sería el Regimiento 29, se alegró. Se quedaría en sus pagos.
El día que partió para incorporarse al Ejército, toda la familia se levantó más temprano que de costumbre. Lo acompañaron hasta la estación del tren y lo despidieron. Lo recuerdan feliz agitando su mano fuera de la ventanilla.
En
junio tuvo unos días de licencia, que aprovechó para visitarlos. Sus
superiores lo evocan como una persona siempre dispuesta y que disfrutaba
atender la caballeriza, ya que le permitía estar en contacto con los
animales.
El ataque al Regimiento de infantería de Monte 29 fue tapa de los diarios
Ese domingo 5 de octubre el subteniente Jorge Ramón Cáceres ordenó hacer un asado y quiso que estuviera listo para las 12. Sospechaba que al anochecer algo pasaría. Cada uno de los 70 soldados recibió un cargador más.
Después
de almorzar, los conscriptos habían jugado un partido de fútbol y se
encaminaban a las duchas. Entre ellos estaba Marcelino Torales, albañil,
que su sueño de chico humilde y peronista era ser cantante como Sandro.
Y también, entre ellos, había un traidor, Luis Mayol, un santafecino que estudiaba Derecho y que era un militante montonero. Había llegado castigado de Santa Fe, su provincia natal.
Se
extrañaron verlo a mitad de la mañana dando vueltas por la guardia,
yendo de un lado para el otro. Había pedido permiso para ir a la
compañía a buscar un pulover. Fue el que le abrió el portón de entrada a cinco camionetas con una treintena de montoneros.
En su parte de guerra, montoneros destacaron la valentía y el arrojo de los conscriptos
En
la guardia, algunos soldados compartieron el vino que había sobrado y
se recostaron. Torales se había acomodado sobre el techo del placard de
hormigón.
Quince
minutos después los sobresaltaron el sonido de disparos. Había
comenzado el ataque, donde peronistas baleaban a otros peronistas
durante un gobierno constitucional peronista. No se sabía, pero en esa
acción hacía su aparición el ejército montonero, con uniforme azul, aunque algunos de ellos vestían camperas de lona y pantalones vaqueros.
Los terroristas perseguían dos objetivos: obtener armamento y provocar un impacto psicológico político y en la opinión pública.
“¡Salgan y dejen el armamento!”, se escuchó que los atacantes ordenaban a los soldados que estaban en la guardia. Nadie obedeció y la guardia fue acribillada.
El soldado Mazacotte de pronto descubrió que había sido herido en el
abdomen. A su lado, su compañero Arrieta agonizaba. Había que salir.
Años más tarde Mazacotte, contó a Infobae que
no entendían cómo un paisano le disparaba a otro. Decía que el soldado
no estaba preparado para pelear entre hermanos. Explicó que los
montoneros creían que como eran soldados negros, entregarían el
regimiento.
Los caídos que murieron defendiendo el regimiento, esa tarde del 5 de octubre de 1975
Cuando
un montonero pretendió arrojar una granada hacia el interior por la
ventana, Torales, desde la altura del placard, lo abatió con su fusil. Al atacante le explotó la granada en la mano.
Dejaron
la guardia por una ventana, luego de quitar el mosquitero. Los soldados
se la rebuscaron para hallar una posición desde donde defenderse. La
encontraron detrás de un timbó, un árbol grande con una amplia sombra
que era apreciada en el calor formoseño.
Todos disparaban, a pesar de los pedidos que los terroristas de que se rindiesen. Mazzacote, entonces, recibió un tiro en la pierna derecha, arriba de la rodilla y quedó fuera de combate.
Los montoneros abatieron al sargento Víctor Zanabria que intentaba operar la radio para dar la alerta. Otro grupo asesinó a sangre fría a cinco conscriptos que dormían.
Cuando se dirigieron a otra de las cuadras donde descansaban soldados,
se toparon con Hermindo que hizo frente a cinco atacantes. Le exigieron
que se rindiese, que la cosa no era con él. “¡Acá no se rinde nadie, mierdas!” les gritó. Lo partieron al medio con una ráfaga de ametralladora.
Por muchos años, Jovina Luna se puso al hombro la lucha para que los soldados fuesen reconocidos
Algunos soldados intentaron refugiarse en los baños y los montoneros les arrojaron granadas por las ventanas. Mayol guió a los atacantes hasta el depósito de armas,
pero encontraron una tenaz resistencia de conscriptos. Luego de hacerse
con 18 FAL y un FAP emprendieron la retirada, temiendo que los
refuerzos no demorarían en llegar.
Cuando vieron a Mayol salir al descubierto con una ametralladora para rematar al subteniente Masaferro que estaba herido, los soldados lo abatieron.
Los
montoneros sufrieron varias bajas, producto del fuego de una
ametralladora que los soldados habían dispuesto cerca del mástil.
Dejaron el cuartel, escaparon en un Boing 737 y aterrizarían en un campo
por Rafaela, y en un Cessna 182 con rumbo a Corrientes.
En el Regimiento quedaron 24 muertos, doce por cada lado.
Fallecieron el subteniente Ricardo Massaferro, el sargento Víctor
Zanabria, que dejó una esposa y dos hijos, y los soldados Antonio
Arrieta, Heriberto Ávalos, José Coronel, Dante Salvatierra, Ismael
Sánchez, Tomás Sánchez, Edmundo Sosa, Marcelino Torantes, Alberto
Villalba y Hermindo Luna. También murieron tres civiles, ajenos a la
acción.
Los Luna se enteraron del ataque al día siguiente.
En el pueblo no había teléfono y el único enlace eran los
radioaficionados, que solían contactarse con el puesto local de
Gendarmería.
Fue
su hermano Remigio quien recibió, en su trabajo, el telegrama con la
peor noticia. A los tres días el cuerpo llegó a Las Lomitas. Lo velaron
en la casa a cajón cerrado. En el pueblo no existían las casas fúnebres.
No pudieron verlo por última vez y la familia debió contentarse con
abrazar el féretro. Se acercó mucha gente y se formó una fila interminable cuando lo llevaron al cementerio.
Su
padre Jesús falleció en 2003 y su madre Secundina, tres años después.
Un sobrino lleva su nombre y uno de los hijos de Jovina es
sorprendentemente parecido a su tío.
Hacía años que la razón de ser de Jovina
era la de reivindicar la memoria de su hermano y de los caídos en la
defensa del regimiento. Había logrado que el entonces presidente
Mauricio Macri firmase el decreto de necesidad y urgencia 829 de reconocimiento el derecho de los familiares de los soldados caídos y a los que hubiesen sido gravemente heridos a cobrar una indemnización. Entre los fundamentos, se señala “…mitigar el dolor, la angustia, la tristeza y la impotencia sufrida por tantos años de olvido”,
y destaca que “recordar y honrar a estos valientes hombres de la Patria
es una responsabilidad y obligación del Estado Nacional”.
Jovina también luchaba para que quitasen del Parque de la Memoria los nombres de los asesinos de su hermano.
El
martes 18 de mayo del 2021 sintió un malestar en el estómago. Su esposo
Roberto insistió para que viera un médico en Mechita, donde vivían.
Sospecharon que se había contagiado de covid en una FM local donde
entrevistaba a veteranos de aquellos años setenta y a ex combatientes de
Malvinas. Primero estuvo internada en el Hospital San Luis de Bragado y
luego derivada a Junín, donde falleció el 18 de junio. Tenía 56 años.
No se enteró que ese decreto de reconocimiento no fue tenido en cuenta por el gobierno de Alberto Fernández.
Falta que sea reglamentado y que se realice el pago. Hubo
presentaciones ante la justicia y ante el ministerio de Defensa, pero el
trámite no se movió. Fuentes consultadas por Infobae aseguran que falta voluntad política para poner en agenda este tema, que es el hecho más importante ocurrido en la historia de la provincia.
Por
su parte, hace unos años que el gobierno de Formosa instituyó esa fecha
como el día del Soldado Formoseño y el día del Héroe Formoseño. Varios
de aquellos soldados ya fallecieron.
Uno de los tantos homenajes del trágico hecho. Veteranos con las imagenes de los caídos, a 44 años del ataque
Ese
1 de octubre de 1975, cuando visitaron a Hermindo en el cuartel, le
dieron una alegría. Pudieron estar juntos un rato y al momento de la
despedida, él le dio a su hermana el típico tirón de orejas que reciben
los cumpleañeros. “Que la pases bien, y decile a mi viejita que pronto voy a ir a verla”.
Ese
tirón de orejas fue el último recuerdo que Jovina conservó de su
hermano querendón, que nunca se enojaba cuando le rompían sus dibujos y
que se alegró cuando supo que haría la colimba en sus pagos.