La desconocida historia del submarino Chileno, que estuvo a horas de activar la defensa
La Fuerza de Submarinos de la Armada de Chile en el conflicto de 1978
Al mando del “Simpson”, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing tuvo en 1978 la misión más difícil de su carrera: impedir por las armas la invasión argentina. Para ello debió enfrentar múltiples desventajas y el peso de una tarea en la que no tenía margen de error. Hace exactamente 30 años, 81 chilenos aguardaban el inicio de la guerra metidos en un viejo tubo de hierro. La tripulación del submarino “Simpson” tenía una orden perentoria del almirante José Toribio Merino: impedir por las armas cualquier intento de desembarco argentino en las islas del Beagle. De máximo riesgo, la misión encerraba además dos problemas que la hacían casi suicida: el “Simpson” era un sumergible veterano de la II Guerra Mundial que difícilmente escaparía del contraataque enemigo; y tendría que enfrentar la hora “H”, el inicio del ataque trasandino, en solitario. Este adverso escenario convirtió la extenuante patrulla de guerra del “Simpson” -duró casi 70 días- en uno de los capítulos más desconocidos de la tensión que a fines de 1978 estuvo a punto de enfrentar a Chile y Argentina. Treinta años después, el comandante de esa nave, el capitán de navío (r) Rubén Scheihing, revela los secretos de una misión en la que, reconoce, “envejecí algunos años”.
Solo y sin snorkel
A comienzos de 1978, la Armada tenía cuatro submarinos, pero sólo tres disponibles. El “Thomson”, gemelo del “Simpson”, estaba desguazado, y los recién llegados “Hyatt” y “O’Brien” eran de los más modernos de la región. La Flota de Mar (Flomar) de Argentina también tenía cuatro submarinos, pero todos operativos: dos estadounidenses de la II Guerra Mundial (“Santa Fe” y “Santiago del Estero”) y dos 209 alemanes (“San Luis” y “Salta”) recién comprados. A fines de año, la ventaja argentina pasó de leve a mayúscula. El “O’Brien” entró a dique para mantención y al “Hyatt” le falló un motor. Tuvo que regresar a Talcahuano. La noticia caló hondo en el “Simpson”. Durante todo el año, y a medida que las negociaciones diplomáticas con Argentina se empantanaban, la tripulación había entrenado intensamente para repeler una eventual invasión. Ahora tendrían que hacerlo solos. Y ése no era el único factor en contra. Por su antigüedad, la nave carecía de snorkel, una especie de tubo de escape retráctil que le permite navegar a 20 metros bajo la superficie usando sus motores diésel. Éstos, a su vez, recargan las baterías eléctricas, que son las que pueden llevarlo a silenciosos descensos de hasta 600 pies de profundidad. Sin snorkel, el “Simpson” estaba obligado a emerger por períodos de hasta ocho horas para recargar baterías, haciéndose detectable para los radares o aviones enemigos. En la práctica, el buque no podía sumergirse más de 24 horas, y a escasos cinco nudos por hora. Si había que evadir un ataque, las baterías se agotarían antes. Scheihing recuerda que otra desventaja era el armamento. La “Enmienda Kennedy” había dejado a los submarinos chilenos con antiguos torpedos a vapor MK 14 y MK 27. Los argentinos tenían eléctricos MK 37, de más alcance y confiabilidad. “No había otra cosa. Si había que tirarles piedras, se les tiraban”, explica. Por eso, cuando recibió la orden de Merino, tomó el sistema de comunicación interna, leyó el mensaje a sus hombres y los arengó: “¡Esto significa que estamos viviendo, a partir de este instante, una situación de guerra con Argentina. Como todos sabemos, es posible que nos hundan, pero me comprometo con ustedes a que antes que eso suceda, a lo menos, nos llevaremos a dos de ellos!”. Tras un momento de silencio, detalla el comandante, “se escuchó como un rugido en todo el submarino: ‘¡Viva Chile, m…!'”. Pero si atacaba por error, este oficial dejaría a Chile como país agresor y en una compleja perspectiva de cara a una negociación de paz. “Fue una situación de guerra (…) Yo estaba autorizado para romper las hostilidades. ¡Imagínese! Era el primer contacto. La responsabilidad era tremenda. Primero, porque rompería las hostilidades, y segundo, porque pondría en jaque la seguridad del submarino, que es lo de menos cuando se trata de hundir al resto”, explica.
¿Disparó el “Simpson”?
Ricardo Burzaco, experto argentino en el tema, publicó recientemente una investigación sobre las operaciones submarinas transandinas de 1978 en la revista Defensa y Seguridad. Allí sostiene que el “Simpson” fue descubierto dos veces por sumergibles argentinos. Primero por el “Santiago del Estero”, que lo encontró cargando baterías en la superficie, y luego por el “Salta”, justo antes de la hora “H”, que también lo divisó a nivel del mar. La máxima tensión reinante llevó a que el capitán argentino ordenara preparar torpedos. Como no estaban en aguas argentinas, agrega Burzaco, el comandante argentino dudó en atacar. En ese momento el oficial sonarista lanzó una alarma de torpedo enemigo, por lo que ordenó una maniobra evasiva. Luego, el rumor de un supuesto proyectil chileno se desvaneció. Tajante, Scheihing niega esta versión y asegura que el “Simpson” nunca tuvo contacto con adversarios. “No hubo lanzamiento. Nunca disparamos nada. Estábamos listos, pero le garantizo que no (disparamos)”, sostiene. Hacia el final de la patrulla, la tripulación del “Simpson” ya sentía el rigor de la tensión bélica. Los víveres eran escasos, no quedaban alimentos frescos y el aire dentro del submarino era pesado, mezcla de aceite y gases. Sólo podían bañarse -si limpiarse el cuerpo con una esponja mojada puede considerarse un baño- cada tres días. Sólo querían que el conflicto se zanjara de una vez, por las armas o por la paz. La providencial conjunción de una tormenta con olas de hasta 15 metros, que retrasó la operación “Soberanía”, y la mediación del Papa Juan Pablo II, sin embargo, terminarían por impedir el enfrentamiento. El “Simpson” pudo volver a su base. “Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye el vicealmirante (r) Hernán Rivera.
El “Prat”, primer objetivo argentino
Si el “Simpson” abría fuego contra una invasión argentina, enseguida sería el turno del crucero “Prat”, buque insignia de la Escuadra que debía disparar su artillería contra la flota de desembarco adversaria. A bordo estaba el ahora vicealmirante (r) Hernán Rivera, por entonces jefe del estado mayor de la Escuadra. Por su naturaleza, el “Prat” probablemente habría sido el primer objetivo de los ataques argentinos, tanto aéreos como marítimos y submarinos. En el buque insignia lo sabían, pero nadie, dice Rivera, manifestó temor. “En la gente nuestra no había ninguna duda. El espíritu era ir cuanto antes a la guerra y definir esta cuestión”, sostiene. La gran ventaja de la flota argentina, explica, era el portaaviones “25 de Mayo”, que le daba supremacía aérea y hacía vulnerables a los buques chilenos. La Escuadra chilena, agrega, tenía a su favor la cohesión alcanzada por las tripulaciones tras un año de intenso entrenamiento, la eficiencia de la aviación naval -informaba cada cuatro horas la posición de los buques argentinos- y el refugio natural que ofrecían los fondeaderos en los canales. “Ellos sabían que estábamos en el sur, pero no sabían dónde (…) Los fondeaderos de guerra son lugares absolutamente camuflados donde es imposible ver los buques, ni siquiera sobrevolando”, asegura Rivera. Así, las naves chilenas lograban disimular falencias como la escasez de pertrechos, debido al embargo de Estados Unidos, y el hecho que la iniciativa estaba en manos de los argentinos. Con todo, admite el retirado oficial, “el ‘Prat’ habría sufrido daños importantes como consecuencia del ataque de los aviones del ’25 de Mayo’. Por eso nos colocamos en una disposición de combate en la que primero estaban los buques misileros, que en el fondo eran los que iban a decidir esta cuestión en el combate de superficie”. Rivera recuerda como el momento más crítico el 20 de diciembre de 1978, cuando recibieron la orden de salir al paso de la flota argentina. El vicealmirante Raúl López Silva, comandante en jefe de la Escuadra, reunió a los capitanes de todos los buques y les advirtió: “Señores, vamos a definir esta situación de una vez por todas. Se acabaron los ejercicios. La próxima vez que toque un zafarrancho de combate significa que estamos enfrentados a los argentinos”. Pocas horas después, cuando la Escuadra aún salía hacia el teatro de operaciones, sonó el citado zafarrancho. “Le prometo que nunca vi tanta rapidez para cubrir los puestos de combate”, recuerda Rivera. La alarma, eso sí, resultó falsa. El “contacto” del sonar resultó ser una sonda estadounidense que recolectaba datos atmosféricos. Así fue que ambas fuerzas llegaron a estar a unas 10 horas de poder atacarse con sus misiles, lo que fue impedido por la mediación papal. Rivera asegura que la Divina Providencia también hizo lo suyo, desatando un temporal que dilató la “Operación Soberanía”, que debía comenzar tres días antes de la “Hora H” con la toma de unas pequeñas islas al sur del Beagle. “Nunca había visto un tiempo tan malo, estaba pésimo. Estaba tan malo que no había posibilidad de operaciones aéreas ni anfibias. De no haber mediado las condiciones de tiempo, y si los argentinos hubiesen cumplido el plan ‘Soberanía’, esto no se habría podido parar”, concluye.
El Caso Baltimore fue un incidente diplomático entre Chile y Estados Unidos en 1891, desencadenado por una pelea en Valparaíso entre marineros estadounidenses del USS Baltimore y ciudadanos chilenos, resultando en la muerte de dos marineros estadounidenses. Este incidente ocurrió en un contexto de tensas relaciones bilaterales tras la Guerra Civil chilena.
Génesis del Incidente
El 16 de octubre de 1891, el capitán del USS Baltimore permitió a sus marineros desembarcar en Valparaíso. Bajo los efectos del alcohol, los marineros se involucraron en una pelea con obreros chilenos en el bar True Blue, lo que resultó en la muerte de dos marineros estadounidenses y varios heridos. La policía chilena arrestó a numerosos marineros estadounidenses y chilenos. La versión estadounidense, impulsada por el embajador Patrick Egan, alegaba que el ataque fue premeditado y que la policía chilena no protegió a los marineros.
Escalada del Conflicto
El gobierno estadounidense exigió disculpas y una indemnización, calificando el incidente como un acto de hostilidad. Chile defendió que el incidente fue una pelea común y prometió una investigación judicial imparcial. Las tensiones aumentaron cuando el Secretario de Estado estadounidense, William F. Wharton, envió un ultimátum a Chile, exigiendo disculpas inmediatas y advirtiendo de una posible ruptura de relaciones diplomáticas.
Intervención Argentina
En un momento crítico, el canciller argentino, Estanislao Zeballos, ofreció apoyo logístico y moral a Estados Unidos para una posible invasión a Chile, proponiendo incluso el uso de territorio argentino para las tropas estadounidenses. Esta propuesta fue vista como una traición por parte de Chile y ha sido objeto de análisis y críticas en ambos países.
Resolución
El gobierno chileno, buscando evitar un conflicto mayor, decidió disculparse y aceptar la mediación estadounidense. También accedió a pagar una indemnización de $75,000 a las familias de los marineros fallecidos. Esta transigencia permitió la resolución diplomática del conflicto.
Análisis
El incidente Baltimore mostró la capacidad de Estados Unidos para imponer su voluntad en América Latina y marcó un precedente para futuras intervenciones, como la Guerra Hispano-Estadounidense en 1898. Para Chile, fue un recordatorio de la necesidad de manejar cuidadosamente sus relaciones internacionales, especialmente con potencias extranjeras.
Este incidente resaltó las tensiones en el hemisferio occidental y las complejidades de las relaciones diplomáticas durante el siglo XIX, especialmente en un contexto de reciente independencia y reconfiguración política en América Latina.
Puedes encontrar más detalles en el artículo de Wikipedia: Caso Baltimore.
El mejor libro al respecto es:
Sanz, Luis Santiago (1998), El caso Baltimore: Una contribución al
esclarecimiento de la actitud argentina, Instituto de Publicaciones
Navales. ISBN: 950-899-011-2
El conflicto del Beagle. Cuando la diplomacia sola no alcanza
En
la larga disputa con Chile por los límites en el Atlántico Sur, al
sostenido esfuerzo diplomático se sumó también el poder disuasorio de la
fuerza militar
El
acuerdo logrado en el diferendo sobre las posesiones marítimas en el
entorno del canal de Beagle atravesó previamente un difícil proceso
donde estuvieron en juego, como última ratio, las capacidades de los
aparatos defensivos de cada país en apoyo de su diplomacia.
El
Tratado de Límites entre Chile y la Argentina suscripto en 1881 decía:
“Pertenecerán a Chile todas las islas al Sur del Canal Beagle hasta el
Cabo de Hornos y las que haya al Occidente de la Tierra del Fuego”. La
dificultad de interpretación de algo que parece tan claro fue acordar
cuál era la traza del canal de Beagle. En los primeros años luego de
aquel tratado, la Argentina reconoció en su cartografía que el canal de
Beagle corría por el norte de las islas Picton, Nueva y Lennox. O sea
que reconocía su pertenencia a Chile. Sin embargo, cuando se estudiaron
las profundidades se observó que el canal giraba hacia el sur de las
islas, dejándolas en la Argentina.
"El primer tratado de límites entre la Argentina y Chile data de 1881"
Los
gobiernos de ambos países intentaron resolver esta cuestión. En 1960,
los presidentes Arturo Frondizi y Jorge Alessandri firmaron un protocolo
de arbitraje por la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Debido a
resistencias en ambos países, el proceso se detuvo. Hubo otros dos
intentos infructuosos, en 1964 y 1967, hasta que en julio de 1971 los
presidentes Alejandro Lanusse y Salvador Allende suscribieron el Acuerdo
sobre Arbitraje. Se solicitaba solo la determinación del límite en el
canal Beagle y la adjudicación, a un país o al otro, de las islas
Picton, Nueva y Lennox e islotes adyacentes. Se designó un tribunal
arbitral de cinco jueces de la Corte Internacional de Justicia.
El
laudo del 2 de mayo de 1977 dictaminó que las islas Picton, Nueva y
Lennox, así como los islotes adyacentes, pertenecerían a Chile, mientras
las islas Gable y Becasses fueron otorgadas a la Argentina. El Canal de
Beagle quedó definido hasta su extremo Este al tocar el océano
Atlántico. A ese punto se le dio la denominación XX. Los responsables
del gobierno argentino no imaginaron las consecuencias que podía tener
el resultado de ese arbitraje sobre la proyección marítima. Hasta
entonces la aceptada posesión chilena de las demás islas ubicadas al Sur
de las tres en conflicto, no había motivado reclamos de Chile por su
proyección sobre el Atlántico. Pero tras el laudo, el gobierno chileno
definió y aprobó por ley las denominadas Líneas de base rectas, que
unían los puntos periféricos en torno al archipiélago hasta el Cabo de
Hornos. En base a ellas y a partir del punto XX, Chile delimitó su área
marítima económica exclusiva. Desde ese punto trazaba una línea recta
equidistante de las costas de ambos países en dirección Sudeste hasta
las 200 millas y luego hacia el Sur, manteniendo esa distancia de las
líneas de base rectas. Alegaba aplicar las normas del derecho
internacional y determinaba así un amplio triángulo marítimo en el
Atlántico que quedaría en posesión de Chile. La Argentina perdería su
proyección antártica y debería atravesar aguas chilenas en cualquier
derrotero marítimo hacia el Sur.
Soberanía marítima
Si
bien ambos países en 1971 se habían comprometido formalmente a respetar
el laudo, el gobierno argentino expresó de inmediato reservas a la
decisión arbitral. Se trataba de un caso en donde se ponían en juego
cuestiones de soberanía marítima de la mayor importancia. Su aceptación
tendría un alto costo, aunque también lo tuviera la ruptura de un
compromiso internacional formalmente asumido. La Argentina podía alegar
que cuando se firmó el Tratado de Límites en 1881 solo se reconocía
jurisdicción marítima hasta las dos millas y que por lo tanto la cesión
de las islas al Sur del Beagle no generaban derechos marítimos
significativos. También se apoyaba en el principio bioceánico “Chile en
el Pacífico, Argentina en el Atlántico”, establecido como complemento en
el Protocolo 1893 para precisar los límites en el sector continental.
"La negociación se encauzó con el invalorable aporte del cardenal Samoré"
El
gobierno argentino adelantó su rechazo a la sentencia arbitral y su
disposición a iniciar una negociación política. El gobierno chileno
accedió a realizar una reunión para escuchar los puntos de vista. Se
realizaron dos encuentros, el primero en Buenos Aires y el segundo en
Santiago de Chile. La delegación argentina estaba conducida por el
general Osiris Villegas y la chilena por el ex canciller Julio Philippi.
Quien suscribe esta nota formó parte de la delegación argentina. No se
logró ningún acuerdo. La posición chilena era la de respetar el laudo y
atenerse a las reglas del derecho internacional. El cardenal Samoré en su reunión con Videla, en 1979
La
segunda reunión, en julio de 1977, comenzó con un saludo amigable de
Philippi: “Don Osiris, es un gran gusto recibirlos, pero no hay nada que
tratar. Las normas del derecho internacional y los compromisos que
ambos países hemos tomado lo resuelven todo. Les propongo que comamos un
buen asado”. El general Villegas respondió: “No coincidimos. Hay un
problema y si estamos aquí es porque consideramos que debemos encontrar
una solución política”.
Las reuniones
fracasaron. En la delegación argentina participaba el ex embajador en
Chile Manuel Malbrán, que indagaba internamente cómo no salirse de una
solución jurídica. Sin embargo, ese camino no parecía factible sin
recurrir a una voluntad argentina de mantener con firmeza la
preservación de las aguas australes que nunca antes habían sido
reclamadas por Chile ni puestas a arbitraje.
A
fines de 1977 se reunieron los cancilleres de ambos países, Oscar
Montes y Patricio Carvajal, sin llegar a un acuerdo. El 19 de enero de
1978 se realizó una primera reunión en Mendoza entre los presidentes
Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet. Este último preguntó hasta donde
estaría la Argentina dispuesta a defender su posición. Videla respondió
que hasta donde fuera necesario. Pocos días después, el 25 de enero de
1978, el gobierno argentino declaró la nulidad del laudo, mientras Chile
mantenía su posición de darlo por válido y sostener sus efectos
jurídicos respecto de las proyecciones marítimas. Una segunda reunión de
los presidentes en Puerto Montt definió un proceso de negociación en
dos etapas que se extendería durante todo 1978. Para eso se constituyó
la Comisión mixta N° 2, conducida por el general Ricardo Etcheverry
Boneo, por la Argentina, y Francisco Orrego por Chile.
La
voluntad argentina del uso de su potencial militar se manifestó durante
ese año mediante declaraciones y hechos concretos protagonizados por
altos oficiales y unidades de las Fuerzas Armadas. Emergieron “halcones”
que podían forzar acciones militares en caso que no se alcanzase un
acuerdo que evitara una pérdida tan importante de mar argentino. También
había “palomas”. La preminencia de unos u otros era permanentemente
indagada por la inteligencia chilena. La evaluación de sus negociadores
sobre el predominio de los halcones sobre las palomas era determinante
del avance o del retroceso en el logro de un acuerdo aceptable para la
Argentina. Entonces el potencial militar argentino conservaba una
capacidad que en un enfrentamiento no aseguraba a Chile y tampoco a la
Argentina evitar graves consecuencias humanas y materiales.
Sin acuerdo
Las
negociaciones no alcanzaron un acuerdo en el plazo establecido. La
representación argentina aspiraba a tener mojones en las islas
atlánticas periféricas para asegurar sin riesgo futuro su proyección
marítima. La delegación chilena se había fijado como límite el
reconocimiento de su soberanía íntegra en todas las islas, de acuerdo
con el Tratado de 1881 y pretendía la proyección marítima.
Dante Caputo durante su debate con Saadi. DYN
La
ausencia de un acuerdo puso a los dos países en la antesala del uso de
sus fuerzas armadas en los días previos a la Navidad de 1978. Hubo
movilización de fuerzas. En conciencia, las cúpulas de ambas partes
entendían que cualquier acción bélica podría tener consecuencias que
nadie deseaba.
Con el conflicto bélico
en sus inicios se produjo la intervención papal. Juan Pablo II ofreció
su mediación. Tres meses antes, el 20 de septiembre de 1978, había
enviado una carta autógrafa a los episcopados de ambos países
pidiéndoles intervenir para evitar un enfrentamiento bélico. Los canales
operaron rápidamente en ambos sentidos. Los dos gobiernos aceptaron la
mediación papal y desistieron de cualquier acción militar. Las
negociaciones se reencauzaron con el invalorable aporte del cardenal
Antonio Samoré. El fallo papal fue emitido dos años después, el 12 de
diciembre de 1980, luego de intensas negociaciones en Roma que
permitieron encontrar los espacios para una aproximación entre las
partes. Proponía una reducida zona marítima económica exclusiva para
Chile y un límite sobre las aguas que al sur retomaba el meridiano del
Cabo de Hornos. También establecía itinerarios de libre navegación para
ambos países. La Argentina había logrado evitar lo que realmente más la
afectaba y Chile mantenía su soberanía sobre las islas que
tradicionalmente ocupaba. Además, quedaba limitada la proyección
marítima. Con una extensa demora, el acuerdo fue sometido a un
referéndum y votado favorablemente en los comienzos del gobierno de Raúl
Alfonsín. Finalmente, ambos países firmaron el Tratado de Paz y Amistad
el 29 de noviembre de 1984.
No debe
entenderse este relato como una apología del militarismo. Por
definición, la diplomacia es el instrumento de las naciones para llevar
las relaciones internacionales en paz y con respeto de las propias
soberanías. Por sí sola puede resolver disputas cuando las consecuencias
económicas, sociales o políticas para un país son acotadas. Pero no
puede desconocerse la importancia del potencial económico y el militar
cuando están en discusión asuntos de mayor gravitación o cuestiones
territoriales. En estos casos, la diplomacia por sí sola puede carecer
de la fuerza necesaria cuando el objetivo requiere disuadir o presionar.
Un país desarmado es un Estado incompleto y ese es el caso actual de la
Argentina. En la guerra de Malvinas se perdió material que no fue
repuesto y el estrangulamiento presupuestario a partir de 1983 logró
prácticamente anular su capacidad militar.
Las
circunstancias que hemos relatado en el caso del Beagle ponen de
manifiesto de qué forma el efecto disuasivo de la capacidad militar
acompañó las negociaciones para evitar la pérdida de jurisdicción sobre
75.000 km2 de mar y de su proyección antártica. Si el conflicto hubiera
sucedido hoy, distinto hubiera sido el resultado.
Ingeniero, economista, fue secretario de Hacienda de la Nación
Playa de desembarco de poco más de un kilómetro al norte de la isla Nueva.
Escenarios de una guerra en el Sur, 1978
Las tensiones entre Argentina y Chile en 1978 por la disputa del Canal Beagle, específicamente la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva, casi escalaron hasta convertirse en un conflicto a gran escala. El Orden de Batalla (ORBAT) de ambas naciones en ese momento incluía extensas fuerzas navales, aéreas y terrestres preparadas para una posible confrontación. En este análisis, esbozaré el planeado asalto argentino a las islas en disputa y examinaré cuatro escenarios potenciales de escalada del conflicto.
Contexto histórico y ORBAT
A finales de 1978, tanto Argentina como Chile habían movilizado importantes recursos militares en previsión de un posible conflicto. El ORBAT de Argentina incluyó:
ORBAT argentino:
Fuerzas Navales: Flota compuesta por destructores, fragatas, corbetas, submarinos, buques anfibios y portaaviones (por ejemplo, ARA Veinticinco de Mayo).
Fuerza Aérea: una combinación de aviones Mirage III, A-4 Skyhawk e IAI Dagger (118 aproximadamente), junto con aviones de reconocimiento y transporte (47 aproximadamente).
Ejército: varias divisiones que incluyen tropas de montaña, brigadas blindadas (M4 repotenciado como principal tanque) y regimientos de infantería, apoyadas por artillería y unidades logísticas.
ORBAT chileno:
Fuerzas navales: una flota más pequeña pero capaz de destructores, fragatas, submarinos y lanchas patrulleras. El único submarino en condiciones de navegabilidad había sido detectado y estaba siendo seguido por submarinos argentinos.
Fuerza Aérea: aviones F-5E Tiger II, aviones Hawker Hunter, A-37s (54 a lo máximo) y otros aviones de apoyo (24).
Ejército: Unidades bien entrenadas, incluidas brigadas de montaña y de infantería, apoyadas por artillería y unidades blindadas ( pocas decenas de M41 Pershing).
Asalto argentino planificado a las islas Picton, Lennox y Nueva
El plan de Argentina para asaltar las islas probablemente involucraría una operación de armas combinadas, aprovechando su superior poder naval y aéreo para asegurar las islas de manera rápida y decisiva. La operación comenzaría con:
Bombardeo y bloqueo naval: las fuerzas navales argentinas llevarían a cabo un bombardeo inicial de las posiciones chilenas en las islas, seguido de establecer un bloqueo para evitar que los refuerzos chilenos lleguen al área.
Superioridad y apoyo aéreo: La Fuerza Aérea Argentina tendría como objetivo lograr la superioridad aérea sobre el canal, apuntando a bases aéreas chilenas y brindando apoyo aéreo cercano a las fuerzas terrestres.
Asalto anfibio: Fuerzas anfibias, incluida la infantería de marina, desembarcarían en las islas, apoyadas por disparos navales y ataques aéreos. Asegurar las islas rápidamente sería esencial para evitar que Chile montara un contraataque eficaz.
Preparativos defensivos: Una vez aseguradas las islas, las fuerzas argentinas establecerían posiciones defensivas para repeler cualquier contraofensiva chilena.
Análisis de escenarios
Escenario 1: Argentina toma las islas y Chile responde en el área
En este escenario, Chile responde directamente a la toma argentina de las islas con un contraataque concentrado.
Respuesta naval chilena: Chile movilizaría su flota para enfrentarse a la armada argentina en el Canal de Beagle. Dada la proximidad de las bases chilenas, sería posible un despliegue rápido. El objetivo sería romper el bloqueo y retomar las islas.
Enfrentamientos aéreos: Se producirían intensas batallas aéreas sobre el canal, con ambos lados intentando controlar el espacio aéreo. Los Hunters de Chile se enfrentarían a los Mirages y Daggers argentinos. Los pocos F-5Es chilenos se supone quedarían para defensa de la capital. A los activos aéreos de la FAA se sumarían los activos aéreos del COAN con base en tierra (BAN Río Grande). Ello incluirían T-28 Fennec, Turbo Mentors y Aermacchi MB-326, todos con capacidad de ataque aéreo ligero.
Contraofensiva terrestre: los infantes de marina chilenos intentarían defender las fortificaciones de las islas, apoyados por disparos navales y cobertura aérea. Dadas las preparaciones defensivas de Argentina, esto resultaría en una lucha prolongada y sangrienta.
Contraofensiva naval argentina: El portaaviones Veinticinco de Mayo y su grupo aéreo de A-4Q podría diezmar a la flota chilena (capacidad observada empíricamente en Malvinas). Ello lo podría hacer de manera impune dada que incapacidad de respuesta submarina chilena. Una vez atacada la flota chilena, los A-4Qs podrían reubicar posición para lanzar ataques a blancos terrestres e infraestructura desde el Sur y Suroeste como factor sorpresa.
Escenario 2: Argentina toma las islas y Chile ataca en el norte (penetración en la provincia de Salta)
Chile podría optar por abrir un nuevo frente en el norte para desviar las fuerzas argentinas.
Frente Norte: Las fuerzas chilenas, ¿potencialmente apoyadas por fuerzas internacionales?, lanzarían una ofensiva en la provincia argentina de Salta. El objetivo sería alejar a las tropas argentinas del teatro sur y ejercer presión en un nuevo frente.
Respuesta argentina: Argentina tendría que redesplegar unidades de otras regiones, lo que podría debilitar sus defensas en las islas. Se movilizarían tropas de montaña y unidades blindadas para contrarrestar el avance del norte.
Compromiso prolongado: El terreno accidentado del norte de Argentina conduciría a un conflicto prolongado y de desgaste, en el que ambas partes enfrentarían importantes desafíos logísticos.
Escenario 3: Argentina toma las islas y ataca por el centro (hacia Santiago), junto con Perú por el norte
Argentina, con potencial apoyo de Perú, abre una campaña en múltiples frentes.
Ofensiva Central: Las fuerzas argentinas avanzarían por los Andes hacia Santiago. Esto implicaría una desafiante guerra de montaña, con importantes consideraciones logísticas y de cadena de suministro.
Participación peruana: Perú, al entrar en el conflicto, abriría un frente norte contra Chile, añadiendo presión a las defensas chilenas y agotando sus recursos.
Defensa chilena: Chile se vería obligado a adoptar una postura defensiva en múltiples frentes. El principal esfuerzo sería proteger a Santiago y al mismo tiempo contener los avances peruanos en el norte.
Coordinación aliada: La coordinación entre las fuerzas argentinas y peruanas sería crucial. Si tiene éxito, esto podría abrumar las defensas chilenas, pero la complejidad de las operaciones en múltiples frentes plantearía desafíos importantes.
Caída del Palacio de Gobierno de Punta Arenas a manos de paracaidistas argentinos.
Escenario 4: Chile respondió atacando a través de la Patagonia central y norte
Chile decide atacar territorio argentino en la Patagonia, con el objetivo de capturar lugares estratégicos clave.
Ofensiva Patagónica: Las fuerzas chilenas, sin apoyo aéreo ni naval, apuntarían a la Patagonia central y norte, con el objetivo de capturar Comodoro Rivadavia y Bahía Blanca.
Operaciones navales: la armada chilena intentaría controlar los accesos al Atlántico Sur, interrumpiendo las líneas de suministro argentinas y apoyando las ofensivas terrestres. Escenario altamente difícil sin submarinos para contrarrestar a la FLOMAR siendo que los submarinos de ésta operarían con plena libertad dada la escasez de activos ASW de la ACh.
Defensa argentina: Argentina necesitaría defender centros urbanos e instalaciones petroleras clave en la Patagonia. Los refuerzos se obtendrían de otras regiones, incluidas las fuerzas que aseguran las islas.
Conflicto extendido: la región vasta y escasamente poblada daría lugar a escaramuzas extendidas y guerras de maniobras, con ambos lados compitiendo por el control de puntos estratégicos.
Conclusión
Los escenarios del conflicto del Canal de Beagle de 1978 resaltan las complejidades y el potencial de escalada de las tensiones entre Argentina y Chile. Cada escenario presenta desafíos y oportunidades únicos para ambas naciones, enfatizando la importancia de la planificación estratégica y la diplomacia internacional. Si bien el contexto histórico proporciona una base, la naturaleza impredecible de los conflictos militares subraya la necesidad de una evaluación y adaptación continuas tanto por parte de Argentina como de Chile.
Minuto a minuto: así fue el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile
Una cronología del día del golpe de Estado militar contra el presidente socialista Salvador Allende que quebró la democracia chilena El Palacio de La Moneda durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973
El palacio presidencial de La Moneda durante el bombardeo de las tropas de Pinochet, el 11 de septiembre de 1973. Bettmann (Bettmann Archive)
Antonia Laborde || El País
El golpe de Estado contra el Gobierno del socialista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, arrancó por la madrugada, en el puerto de Valparaíso, en el corazón de la Marina.
El mandatario repitió varias veces durante la jornada que no
renunciaría a la presidencia de Chile. El bombardeo liderado por la
Fuerzas Armadas se anunció para las once, pero comenzó al filo del
mediodía. Tras media hora de ataque, con el palacio de Gobierno en
llamas, los pelotones irrumpieron por la puerta del número 80 de la
calle Morandé. Allende, que había adelantado en su último discurso que
pagaría con su vida la lealtad al pueblo, se suicidó en el segundo piso.
Esta es la cronología del día que se quebró la democracia en Chile, en br a la información entregada por el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y la plataforma Memoria Histórica:
1.00 horas
Le
informan al presidente Salvador Allende que tropas militares se
trasladan desde el norte hacia la capital, Santiago. La Comandancia
General de la Guarnición del Ejército justifica el movimiento con que
son refuerzos ante posibles disturbios por el desafuero del senador Carlos Altamirano y el diputado Óscar Guillermo Garretón.
4.00 horas
Fuerzas del Ejército dan inicio a la Operación Silencio
en Valparaíso, una maniobra para acallar las radiodifusoras afines a la
Unidad Popular que unían el puerto con la capital. Más tarde
bomardearían antenas radiales en distintos rincones del país. Mientras
tanto, las Fuerzas Armadas preparan su propia cadena de transmisión a
través de radio Agricultura.
5.00 horas
El
coronel Roberto Guillard, el comunicador Álvaro Puga, el gerente de
comunicaciones de la Sociedad Nacional de Agricultura, Federico
Willoughby, el presidente la Feria Internacional de Santiago (FISA),
Sergio Romero, se toman el quinto piso del Ministerio de Defensa, desde
donde se encargarán de la cadena de transmisión de las fuerzas
golpistas.
6.00 horas
Barcos de la Armada, que habían zarpado el día anterior para participar de la Operación Unitas,
coordinada por Estados Unidos, regresan al puerto de Valparaíso.
Efectivos navales se despliegan en las calles, la Intendencia y las
plantas de la Compañía de Teléfonos de Viña y Valparaíso. Desde la
Escuela Militar, se pone en ejecución el Plan A, que establece el estado de alerta para prevenir desbordes de la población.
Controles militares en los alrededores de La Moneda el 11 de septiembre de 1973. Horacio Villalobos (Corbis via Getty Images)
6.30 horas
En Santiago, el general Augusto Pinochet está
instalado en la Escuela de Telecomunicaciones, el general Gustavo Leigh
en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), el general
César Mendoza, que ha dado su propio golpe en Carabineros, se instala
en el edificio de la institución en el centro de la ciudad, y el
vicealmirante Patricio Carvajal, quien coordina la ejecución del golpe.
6.45 horas
En la br Carriel Sur de la Fuerza Aérea de Concepción, a 430 kilómetros al sur de Santiago, se alistan 12 aviones Hawker Hunter con una capacidad de tiro total de 5.600 proyectiles explosivos por minuto para emprender rumbo a la capital.
7.20 horas
El
presidente Allende llama al Ministerio de Defensa pidiendo
explicaciones de los movimientos de las Fuerzas Armadas. Unos minutos
después, abandona su casa en la calle Tomás Moro y se dirige hacia La Moneda,
acompañado de sus asesores y guardia personal. El Palacio de Gobierno
ya se encuentra rodeado por las tropas rebeldes y algunos de los
colaboradores del mandatario son detenidos por carabineros.
7.30 horas
El ministro de Defensa Orlando Letelier llega a su oficina y su ayudante, el coronel Sergio González, le manifiesta que ha sido depuesto de su cargo. El general Sergio Arellano lo detiene y dispone su traslado al Regimiento Tacna, convirtiéndose en el primer detenido del 11 de septiembre de 1973.
7.55 horas
El
presidente Salvador Allende se dirige al país por radio Corporación,
del Partido Socialista. Informa que los militares han ocupado y cortado
la comunicación con Valparaíso, lo que califica como un “levantamiento
en contra del Gobierno legítimo, constituido, amparado por la ley y la
voluntad de los ciudadanos”. “Lo que deseo es que los trabajadores estén
atentos, vigilantes, que eviten provocaciones. Como primera etapa,
tenemos que ver la respuesta, espero que sea positiva, de los soldados
de la patria que han jurado defender el régimen establecido”.
8.00 horas
Con Valparaíso totalmente controlado por las Fuerzas Armadas, el almirante José Toribio Merino
habla por primera vez ese día y asegura que lo que está ocurriendo “no
es un golpe de Estado”. “Solo se persigue el restablecimiento de un
Estado de derecho. No tenemos compromiso, solo gobernarán los más
capaces y honestos. Estamos formados en la escuela del civismo, del
respeto a la persona humana, de la convivencia, de la justicia, del
patriotismo…”.
8.20 horas
El
presidente Allende vuelve a dirigirse al país con la esperanza de que la
sublevación esté circunscrita solamente a la Armada y Valparaíso.
8.30 horas
Las
radios de oposición transmiten en cadena la primera proclama de las
Fuerzas Armadas en la que se insta a renunciar a Allende. “Las Fuerzas
Armadas y Carabineros de Chile están unidos en iniciar la histórica y
responsable misión de luchar por la liberación de la patria del yugo
marxista y la restauración del orden y de la institucionalidad”,
sostiene el teniente coronel Roberto Guillard. “Los trabajadores de
Chile deben tener la seguridad de que las conquistas económicas y
sociales que han alcanzado hasta la fecha no sufrirán modificaciones en
lo fundamental”, añadió.
9.00 horas
Comienzan
a escucharse los primeros disparos de un enfrentamiento entre militares
y carabineros con francotiradores instalados en los edificios públicos
del sector aledaño al Palacio de Gobierno.
9.20 horas
“No
lo haré”, responde tajante Allende a través de las radios Magallanes y
Corporación, que lograban salir por frecuencia modulada. “Hago presente
mi decisión irrevocable de seguir defendiendo a Chile en su prestigio,
en su tradición, en su norma jurídica, en su Constitución”. “¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo.
Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la
conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada
definitivamente”.
10.00 horas
El
teniente coronel Roberto Guillard realiza un ultimátum a través de las
radios golpistas: “Si no hay rendición, La Moneda será bombardeada a las
11 de la mañana”. Media hora después, advierten que las mujeres del
palacio de Gobierno tienen tres minutos para salir porque el edificio
será bombardeado por la Fuerza Aérea “en tres minutos”.
10.30 horas
Salvador Allende transmite su último mensaje a través de radio Magallanes.
“Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán
otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende
imponerse. Sigan sabiendo ustedes que, mucho más temprano que tarde, se
abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para
construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡viva el pueblo!, ¡vivan los
trabajadores!”. El presidente, tras una conversación con el coronel
Patricio Carvajal, congrega a quienes estaban en La Moneda y les informa
que se acuerda una tregua de 10 minutos para el abandono del lugar.
Sólo quedan los miembros del Grupo de Amigos Personal (GAP) y otras 25
personas, entre dirigentes y asesores cercanos.
11.00 horas
Allende
rechaza los llamados de Carvajal a la rendición y su ofrecimiento de un
avión para partir al exilio. La Guardia Presidencial de Carabineros
abandona el Palacio. Las tropas militares atacan frontalmente el Palacio
de La Moneda. El bombardeo aéreo provoca un incendio. En 16 minutos,
los aviones lanzan más de 20 bombas sobre el edificio. Dos aviones
bombardean la residencia del mandatario de calle Tomás Moro.
Soldados a favor del Golpe se refugian mientras aviones bombardean La Moneda.ENRIQUE ARACENA (ASSOCIATED PRESS)
12:00 horas
La infantería ataca el Palacio presidencial con artillería y armas pesadas.
13.00 horas
Con
La Moneda en llamas y en medio del combate, Osvaldo Puccio, Fernando
Flores y Daniel Vergara salen del palacio de Gobierno y se dirigen hacia
el Ministerio de Defensa para conversar algunas condiciones de
rendición: no más bombardeos, formación de un gobierno de civiles y
respeto de las conquistas sociales. Cuando llegan, son detenidos.
13.30 horas
Allende acepta la rendición. Todos debían salir sin armas, caminando y con una bandera blanca. La última en salir es Payita, su íntima secretaria,
a quien el presidente entrega el Acta de Independencia, la que minutos
después será destruida por uno de los militares que la detiene.
13.40 horas
El presidente Salvador Allende se suicida con la metralleta regalada por Fidel Castro. En el Salón Independencia, del segundo piso, el general Javier Palacios, al mando del operativo, lo encuentra muerto.
14.00 horas
Palacios
comunica la noticia a Carvajal: “Misión cumplida. Moneda tomada.
Presidente muerto”. Carvajal, a su vez, lo informa a los generales
Pinochet y Leigh: “They say that the Allende committed suicide and is
dead now”.
14.20 horas
El
teniente coronel Roberto Guillard informa por la radio: “Las Fuerzas
Armadas y de Orden han asumido el deber moral que la Patria les impone
de destituir al Gobierno que, aunque inicialmente legítimo, ha caído en
la ilegitimidad flagrante, y han decidido asumir el poder por el solo
lapso que las circunstancias lo exijan, apoyados en la evidencia del
sentir de la gran mayoría nacional, lo cual por sí, ante Dios y ante la
Historia, hace justo actuar y, por ende, las resoluciones, normas e
instrucciones que se dicten para consecución de la tarea de bien común y
de alto interés patriótico que se dispone a cumplir. Firmado: Junta de
Gobierno de las Fuerzas Armadas, Carabineros de Chile”.
15.00 horas
Los bomberos llegan a apagar el fuego en La Moneda.
La Junta Militar conmina a 95 políticos de la Unidad Popular a
entregarse en el plazo de una hora en el Ministerio de Defensa. Algunos
de los colaboradores y guardias personales de Allende, detenidos en La
Moneda, son trasladados al regimiento Tacna. No se los vuelve a ver.
17.00 horas
Militares
retiran el cuerpo de Allende del Palacio de la Moneda, cubierto en una
manta, y lo trasladan en una ambulancia al Hospital Militar, donde se
certifica la causa de su muerte. “La causa de la muerte es la herida a
bala cérvico-buco-cráneo-encefálica reciente, con salida de proyectil.
El disparo corresponde a los llamados “de corta distancia” en medicina
legal… El disparo ha podido ser hecho por la propia persona”. El informe fue dado a conocer en 1990.
Soldados y bomberos sacan el cuerpo de Salvador Allende del palacio presidencial.Anonymous (ASSOCIATED PRESS)
18.00 horas
Se inicia el toque de queda. Una hora más tarde, los jefes de la nueva Junta Militar inician su primera reunión.
20.00 horas
En
el Ministerio de Defensa se organizan las fuerzas para asegurar el
control de la capital, a través de un masivo despliegue de tropas y
bandos militares difundidos por la cadena oficial.
20.30 horas
Se habilita el Estadio Chile y el Estadio Nacional como campos de prisioneros. En este último se detiene a cerca de 5.600 personas,
entre ellas, más de 600 estudiantes, profesores y empleados de la
Universidad Técnica del Estado y 150 trabajadores de la fábrica textil
Sumar.
El
Canal 13 de televisión emite las primeras imágenes de la recién asumida
Junta Militar. Frente a las cámaras toma juramento como presidente
Augusto Pinochet. Se da lectura al Decreto ley N° 1 con el que se
implanta el estado de sitio.
La dictadura duró 17 años. Chile
reconoce a más de 40.000 víctimas y la cifra oficial es de 3.065 los
muertos y desaparecidos desde 1973 a 1990. Las víctimas de desaparición
forzada son 1.469. Solo 307 cuerpos o restos óseos han sido
identificados.
Carabineros apuntan hacia el edificio del Seguro Obrero durante la masacre.
La Matanza del Seguro Obrero fue una masacre perpetrada en Santiago el 5 de septiembre de 1938 contra miembros del Movimiento Nacional-Socialista de Chile («nacistas») que intentaban llevar a cabo un golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Alessandri y favorable al expresidente Carlos Ibáñez del Campo.
Propósito
Estos hechos fueron iniciados por un grupo de jóvenes pertenecientes al Movimiento Nacional-Socialista de Chile que intentó provocar un golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Alessandri Palma para que Carlos Ibáñez del Campo se hiciese con el poder. El golpe fracasó y los nacistas ya rendidos fueron conducidos por la policía al edificio de la Caja del Seguro Obrero, apenas a unos pasos del Palacio de la Moneda, donde fueron masacrados.4 Este hecho conmovió a la opinión pública, volcando el desenlace de la elección presidencial de 1938 hacia el candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda.
Antecedentes
Situación política previa
El Movimiento Nacional-Socialista de Chile (MNSCH), organización política fundada en Santiago el 5 de abril de 1932,5 había logrado un importante protagonismo público, obteniendo tres representantes en las elecciones parlamentarias de 1937.
Para las elecciones presidenciales de 1938, mientras las fuerzas de izquierda se agruparon en torno al Frente Popular del candidato del Partido Radical Pedro Aguirre Cerda, las de los nacistas lo hicieron en torno a la Alianza Popular Libertadora y el general Carlos Ibáñez del Campo.
Asimismo, los gobiernistas y la aristocracia liberal se conglomeraron alrededor del ministro de Economía Gustavo Ross Santa María, apodado por sus opositores como el «Ministro del Hambre» y «El Último Pirata del Pacífico». Era tal el esfuerzo del gobierno de Arturo Alessandri desplegado a favor de su candidato, que comenzó a cundir la desconfianza en los rivales de Ross; se temía que del intervencionismo se pasara directamente al fraude electoral para garantizar el continuismo del alessandrismo.
Consigna: «¡Chilenos, a la acción!»
El 4 de septiembre de 1938, las fuerzas del ibañismo realizaron la multitudinaria «Marcha de la Victoria» desde el Parque Cousiño hasta centro de Santiago, recordando el aniversario del movimiento militar del 4 de septiembre de 1924. En la ocasión, más de 10 000 nacistas de todo Chile desfilaron por las calles luciendo sus uniformes grises, bajo cientos de banderas chilenas y de la Patria Vieja, esta última cruzada por un doble rayo rojo ascendente, símbolo del movimiento nacista criollo. Se notaba ya en el ambiente el ánimo de algunos de los nacistas; un aire golpista inspiraba carteles con mensajes tales como «Mi general, estamos listos» en la marcha.
Y, efectivamente, algo se fraguaba; desde el día 2, se habían estado reuniendo en la casa de Óscar Jiménez Pinochet los jóvenes nacistas Orlando Latorre, Mario Pérez y Ricardo White, entre otros, para planificar un intento de alzamiento que debía tener lugar el 5, al día siguiente de la marcha y aprovechando la venida masiva de camaradas desde provincias para participar del acto. El jefe del movimiento chileno, Jorge González von Marées, esperaba que con el grupo de nacistas se comenzara a activar una progresión de alzamientos que llegarían hasta los supuestos elementos ibañistas de las Fuerzas Armadas, por efecto dominó, aprovechando también el gran descontento popular que reinaba hacia el gobierno.
Aunque los altos mandos de los cuarteles negaron conocer o participar de la asonada, se supo que los nacistas habían sido provistos con la ametralladora Thompson personal del general Ibáñez del Campo, apodada «el saxófono», que quedó confiada al exteniente de la Armada, el nacista Francisco Maldonado. El contacto (crucial) con jefes militares, casi todos ibañistas, fue por intermedio de Caupolicán Clavel Dinator, coronel en retiro de ejército, quien sirvió de enlace con los militares comprometidos en el golpe.
Los jóvenes mejor entrenados pertenecientes a las Tropas Nacistas de Asalto (TNA) barajaron la posibilidad de iniciar el alzamiento tomándose edificios institucionales, como el de la Caja de Ahorros del Ministerio de Hacienda o del diario La Nación, ambos en la Plaza de la Constitución; sin embargo, después de evaluar todas las posibilidades, llegaron a la conclusión de que solo ocuparían dos: la Casa Central de la Universidad de Chile en la Alameda, y la Torre del Seguro Obrero, colindante con La Moneda. Piquetes menores del tipo comando fueron dispuestos para que derribaran torres de alta tensión que abastecían Santiago y dinamitar las cañerías matrices del agua potable.
Para poner el plan en práctica, había una consigna a cuyo conjuro ningún nacista podía negarse según lo juramentado: «¡Chileno, a la acción!».
5 de septiembre de 1938
Toma del Seguro Obrero
El cabo 1.º de carabineros José Luis Salazar Aedo, asesinado durante la toma del edificio del Seguro Obrero.
El lunes 5 de septiembre de 1938 cerca del mediodía, treinta y dos jóvenes nacistas bajo el mando de Gerardo Gallmeyer Klotze (teniente de las TNA) se tomaron la Caja del Seguro Obrero.5 Los jóvenes comenzaron a cerrar la puerta del edificio, pero el mayordomo del edificio trató de impedirlo. Este inconveniente no previsto desató los acontecimientos. La dueña de un puesto de diarios escuchó el grito del mayordomo, dando aviso al cabo de carabineros José Luis Salazar Aedo que pasaba por el lugar. Al ver la situación y pensando que se trataba de un asalto, sacó su arma de servicio en gesto de intimidación, pero un nacista, al percatarse del gesto amenazador del carabinero, abrió fuego contra Salazar, quien herido de muerte, logró caminar hasta la vereda norte de Moneda, frente a la Intendencia, cayendo al suelo y despertando la alarma entre todos los presentes. Murió unos minutos más tarde, mientras era atendido y cuando la alerta pública ya se había desatado.
Los amotinados se parapetaron en los pisos superiores de la torre, armaron barricadas en las escaleras del séptimo piso y, bajo amenaza de armas, tomaron como rehenes a los funcionarios en el nivel 12, último piso de la torre. La poca cantidad de funcionarios se debía a que era la hora de colación. En posteriores declaraciones, estos trabajadores admitieron haber sido tratados con amabilidad por los insurrectos. Entre estos funcionarios había 14 mujeres. Otros miembros de los TNA se distribuyeron estratégicamente en otros pisos, observando los movimientos en el exterior de la torre. Julio César Villasiz se instaló en una ventana del décimo piso con un transmisor, con que se comunicaban por radio con Óscar Jiménez Pinochet.
Mientras esto ocurría en la torre, un pequeño grupo de nacistas no especificado llegó hasta las oficinas de transmisión de la Radio Hucke y, tomándose los equipos, arrebataron el micrófono al locutor para anunciar a todo Santiago: «¡Ha comenzado la revolución!». En esta toma hubo otra refriega con los empleados de la radio, que terminó en balazos, pero afortunadamente sin heridos ni víctimas de ningún lado.
La reacción del gobierno
El presidente Arturo Alessandri Palma, alertado por los disparos de la torre, observó desde La Moneda al carabinero Salazar Aedo caer herido por los disparos de los nacistas. «El león de Tarapacá», como se le conocía, estaba seguro de que se iniciaba «una revolución nacista, que era menester conjurar con rapidez y energía»,7 salió al exterior para obtener información de los testigos de los hechos.
Dentro del edificio de la Intendencia de Santiago, el presidente visiblemente alterado paseaba de un lado a otro. Al escuchar el comentario que ahí se hacía, exclamó «¡cómo se les ocurre que van a ser bandoleros; esos son los nacistas; esto tiene que tener ramificaciones!». Al ver que la rebelión no conseguía ser sofocada, Alessandri entró en un verdadero frenesí, pensando que venía un golpe de Estado. El presidente ordenó llamar al comandante en jefe del Ejército Óscar Novoa; al general director de Carabineros Humberto Arriagada, a la Escuela de Carabineros con todo su armamento; al jefe de la Guarnición Militar, y al jefe de Investigaciones.
Designó a Arriagada para que encabezara personalmente el operativo contra los nacistas desde La Moneda y la vecina Intendencia. El presidente le ordenó reducir a los dos grupos nacis antes de las 16 horas;5 de lo contrario, intervendría el ejército. El general Arriagada, irritado y comprometido por el presidente, temía que sus hombres no fueran capaces de cumplir la misión encomendada, exclamó molesto «Que no me hagan pasar vergüenza».
Sofocamiento
«Las ametralladoras de los carabineros rompen fuego contra los asaltantes de la Caja de Seguro». Fotografía de El Diario Ilustrado.
Pese a la gran cantidad de barricadas entre los pisos inferiores, los nacistas no consideraron el peligro por los francotiradores. Cerca de las 14:30, el nacista Gallmeyer se asomó por una de las ventanas del séptimo piso, como lo había hecho varias veces en el día para inspeccionar los alrededores, recibiendo de lleno un balazo en la cabeza. Gallmeyer fue el primer y único nacista muerto en combate en el Seguro Obrero. Su camarada médico, Marcos Magasich, se acercó al cuerpo del infortunado intentando ayudar, pero ya era tarde; no pudo hacer más que constatar su muerte y el cuerpo fue colocado en otra habitación. Ricardo White asumió el mando del grupo. Más tarde se dijo que este disparo había provenido del Palacio de Gobierno.
A las 15 horas, una hora antes de lo convenido, llegaron tropas del ejército del regimiento Buin. Los jóvenes nacistas, al verlos, rompieron en gritos de alborozo creyendo que eran tropas pro-ibañistas que venían en su apoyo, pero los soldados reforzaron a la policía, tomando posiciones y disparando sobre el edificio. Ricardo White gritó: «Hemos sido traicionados. Estamos perdidos... ¡Chilenos, a la acción! ¡Moriremos por nuestra causa! ¡Viva Chile! ¡Viva el Movimiento Nacional Socialista!».
Mientras los nacistas intentaban resistir, y continuaban con el fuego contra los carabineros, éstos fueron lentamente abriéndose paso a través de los primeros pisos, y obligándolos a retroceder.
Toma de la sede central de la Universidad de Chile
Tropas del regimiento Tacna apuntan con artillería el edificio de la Universidad de Chile.
Simultáneamente a los hechos en la Caja del Seguro Obrero, treinta y dos jóvenes tomaban rápidamente la casa central de la Universidad de Chile. Este grupo fue dirigido por Mario Pérez, seguido de César Parada y Francisco Maldonado. Les acompañaron y asistieron de cerca Enrique Magasich, Enrique Herrera Jarpa y Alberto Montes. Tomaron de rehén al rector Juvenal Hernández Jaque y a otros empleados que sesionaban en la Junta del Estadio Nacional (complejo deportivo que estaba a punto de ser inaugurado); el rector fue llevado por Parada y otros siete u ocho nazis desde la Sala del Consejo de la Casa Central hasta un lugar seguro para él y para su secretaria. Todos los demás funcionarios, incluyendo los presentes en la reunión, fueron expulsados hasta la calle Alameda, seguidos del tronar de las pesadas puertas que se cerraron herméticamente a sus espaldas.
Los rehenes liberados de la Universidad informaron de los hechos a Carabineros, quienes rodearon el edificio. Cerca de las 13 horas comenzó un tiroteo que hirió a dos oficiales: el teniente Rubén MacPherson había sido alcanzado en ambas piernas, mientras que el capitán del Grupo de Instrucción, Dagoberto Collins, fue herido en el tórax por un proyectil. Ambos fueron llevados a la asistencia pública.
Por órdenes de Alessandri, tropas del regimiento Tacna apostaron artillería frente a la Universidad, haciendo dos cargas contra la puerta de esta, en donde murieron cuatro jóvenes, quedando otros tres gravemente heridos y a quienes se les dio muerte sumaria después de haberse rendido.6 Por la puerta destrozada, ingresaron carabineros y soldados. Los amotinados se rindieron luego de una breve resistencia. Después de ser retenidos una hora dentro del edificio, los rendidos fueron conducidos por la calle con las manos en alto, en dirección a la Caja del Seguro Obrero, que se encontraba a pocas cuadras del lugar. La columna desfiló ante el público y la prensa, quienes gritaron pidiendo misericordia por los detenidos.
Entre los nacistas que conducía Carabineros iba Félix Maragaño, de la ciudad de Osorno, acompañado por otros de los mayores del grupo, como Guillermo Cuello, que sostenía un pañuelo blanco con el que se había atendido una herida. También saldría al exterior Jesús Ballesteros, un candidato a diputado del Movimiento, seguido del resto de los rebeldes. Entre ellos estaba uno de los más jóvenes de todos, Jorge Jaraquemada, de 18 años, que lucía un profundo corte en la cabeza del cual sangraba profusamente.
La calma comenzó a restaurarse relativamente y los muchachos empezaron a salir en fila cerca de las 14:40 horas. El rector de la casa de estudios, Juvenal Hernández, asomó ileso a la calle, junto a su secretaria, luego del cautiverio.
Los detenidos de la Universidad comenzaron a ser obligados a marchar en fila en un extraño ir y venir por las calles del sector. Al pasar por la puerta de Morandé 80, el general Arriagada, al ver a los rendidos exclamó: «¡A estos carajos me los matan a todos!».
Termina la resistencia
Marcha de los nacistas rendidos en la Universidad al Edificio del Seguro Obrero. Carabineros escolta a los nacistas rendidos.
Los jóvenes marcharon fuertemente custodiados junto al edificio del Seguro Obrero, una vez más, para intentar persuadirlos de deponer definitivamente el combate. Mientras, estos continúan atrincherados y detonando explosivos de bajo poder por el eje de la escalera. Las balas siguen en el vaivén, pero la resistencia es cada vez menor.
Al ver que la estrategia de pasear a los muchachos no había terminado con el ánimo de los revoltosos, y cuando estos ya habían pasado por el cruce de Morandé con Agustinas, se dio la orden de devolverlos y meterlos a todos dentro del mismo edificio donde permanecían los demás.
Dentro del edificio son revisados nuevamente y se les hizo subir al quinto piso, quedando fuera dos Carabineros realizando guardia.
En un intento por frenar a los alzados, en calidad de mediador, fue enviado por los uniformados a los pisos superiores el nacista detenido en la universidad, Humberto Yuric, joven estudiante de leyes de 22 años. Subió dos veces a parlamentar. Sin embargo, Yuric no regresó y se unió a los cerca de 25 rebeldes que aún quedaban arriba.5 Los uniformados intentan negociar la rendición otra vez, y envían ahora a Guillermo Cuello como ultimátum, pero con la falsa promesa de que nadie saldría lastimado.
Eran pasadas las 16:30 horas. White bajó la mirada, y tras dar un vistazo alrededor, a sus jóvenes camaradas que arriesgaban la vida en tal locura, comprendió que era el fin del intento revolucionario. Arrojó su arma al suelo y declaró en voz alta al resto, con un visible gesto de agotamiento: «No hay nada que hacer. Tendremos que rendirnos. No hemos tenido suerte».
Cuello, White y Yuric bajaron hasta donde los uniformados para condicionar la rendición de acuerdo a las promesas. La toma del Seguro Obrero había terminado.
La masacre
Cadáveres de los jóvenes nacistas chilenos asesinados en la Masacre del Seguro Obrero.
Ya desarmados, los golpistas capturados fueron puestos contra la pared del sexto piso, todos con las manos en alto. Un pelotón de armas comenzó a apuntarles al cuerpo desde ese momento. El nerviosismo y la angustia cundieron más aún entre todos, pues podían percibir que el ambiente no parecía ser el de una rendición que terminara pacíficamente.
En el primer piso, los jefes policiales recibieron instrucciones superiores claras: «la orden es que no baje ninguno». El coronel Roberto González, quien tenía la misión de desalojar el edificio, recibió un papel doblado diciéndole «De orden de mi General y del Gobierno, HAY QUE LIQUIDARLOS A TODOS». González se negó a cumplir la orden y se dirigió a la Intendencia, donde intercedió con el intendente Bustamante, quien lo derivó al general Arriagada, quien respondió «¿Cómo se te ocurre pedir perdón para esos que han muerto carabineros?». Ante la insistencia de González, el general indicó que hablaría con el presidente, pero la gestión no prosperó.
Alrededor de las 17:30, los jóvenes estaban entre el sexto y el quinto piso. Algunos, presintiendo su destino, comenzaron a cantar el himno de combate de las Tropas de Asalto. En un momento, una ráfaga de rifles cayó sobre todos los rendidos, de cuyos cuerpos brotó un río de sangre que escurrió escaleras abajo. Fueron repasados y despojados de sus pertenencias de valor.
Los rendidos de la universidad fueron sacados de la oficina donde se encontraban, ordenándoles bajar un piso. Alberto Cabello, funcionario del Seguro, en la confusión fue encerrado junto con los rendidos de la Universidad. Se identificó ante un oficial, que le respondió con un golpe de cacha en la cabeza y un «Tú eres de los mismos. Pero baja si podís». Cabello había bajado dos escalones cuando fue asesinado por Alberto Droguet Raud.
Para ocultar la masacre, los cuerpos fueron arrastrados al borde de la escalera para dar la impresión de haber sido muertos en combate o por los disparos hechos desde fuera del edificio. O que se habían baleado entre sí, cuando se usó a los rendidos de la Universidad como parapetos de los policías.
De los 63 nacistas chilenos que protagonizaron el fallido golpe del 5 de septiembre de 1938, solo sobrevivieron cuatro: Hernández, Montes, Pizarro y Vargas. Todos los demás fueron asesinados. Sus cadáveres fueron sacados del edificio del Seguro Obrero a las 4 de la mañana y trasladados al Instituto Médico Legal. Desde allí fueron rescatados por sus compañeros y familiares, a quienes se les prohibió velarlos. Solo podían llevarlos directamente desde la morgue al cementerio. Entre quienes asistieron al reconocimiento de muertos y posteriores funerales, se encontraba el poeta Gonzalo Rojas, amigo del nacista Francisco Parada.
Repercusiones y consecuencias
Titular de La Nación después de la masacre. Titular de El Diario Ilustrado informando la entrega de Jorge González von Marées a Carabineros.
El mismo 5 de septiembre, Carlos Ibáñez del Campo se presentó en la Escuela de Aplicación de Infantería del Ejército, donde quedó detenido. El fracaso del putsch obligó a Ibáñez a bajar su candidatura poco antes de las elecciones y apoyar públicamente la de Aguirre Cerda; más tarde partió nuevamente al exilio.
Al día siguiente, Jorge González von Marées y Óscar Jiménez Pinochet se entregaron a las autoridades. El ministro en visita Arcadio Erbetta dictó sentencia el 23 de octubre de 1938: daba por comprobados los delitos de rebelión y conspiración contra el gobierno y el asesinato del carabinero Salazar. Condenaba a veinte años de reclusión mayor a González von Marées, a quince años a Jiménez Pinochet y a penas menores a otros procesados. Ibáñez del Campo fue absuelto.
El desprestigio del gobierno de Arturo Alessandri Palma por la matanza, así como el apoyo que entregaron los ibañistas y nacistas al Frente Popular, fueron determinantes en la victoria del candidato Pedro Aguirre Cerda, quien ganó por una estrecha diferencia de 4111 votos. El 24 de diciembre de 1938, ya como presidente, Pedro Aguirre Cerda indultó a González von Marées, a Jiménez y a otros condenados. El general Arriagada fue llamado a retiro.
La comisión de la Cámara de Diputados que investigó el caso constató la compra del silencio de la tropa, los ascensos de otros y el intento de Alessandri de influenciar al magistrado Erbetta.8 Además, concluyó que la orden de matar a los jóvenes nacistas provino de una autoridad superior impartida por el general Arriagada o el presidente Alessandri. A pesar de las pruebas, la mayoría derechista de la Cámara rechazó el informe.
El fiscal militar Ernesto Banderas Cañas condenó por el asesinato de los jóvenes nacistas a Arriagada, González Cifuentes y Pezoa a 80 años de presidio mayor, y a Droguett a presidio perpetuo.58 Finalmente, la Corte de Apelaciones sobreseyó definitivamente a Ibáñez del Campo y a los nacistas procesados. El 10 de julio de 1940, Aguirre Cerda decretó el indulto para los condenados por la justicia militar por la matanza.
Quizás la consecuencia más importante fue el fin del nacismo como movimiento político en Chile.
Responsabilidades
A
la fecha aún no está claro quién fue el responsable de la orden de
matar a los elementos golpistas. Sin embargo, tácitamente la
responsabilidad es gubernamental, ya que las fuerzas armadas están
sujetas al ejecutivo.
Existen algunas versiones que aseguran que escucharon fuera del
despacho presidencial a un iracundo Arturo Alessandri Palma diciendo:
«Mátenlos a todos» y así lo transmitió al general Arriagada. Existen
también versiones que sindican que el propio presidente Alessandri
habría tratado de encubrir las muertes haciendo creer que los nacistas
se habían matado entre sí, lo cual finalmente no era verdad.
Curiosamente, el mismo día que se dio a conocer esa versión, El Diario Ilustrado colocó un aviso informando que la semana siguiente se exhibiría en el Cine Central la película de Danielle Darrieux llamada Escándalo matrimonial, quizá como una estrategia para distraer la atención del público.
Por otro lado, las acusaciones contra Alessandri están cimentadas
en especulaciones y muy pocas pruebas palpables; lo cierto es que no
existe una historia oficial en relación con este tema que es y seguirá
siendo una fuerte pugna entre historiadores.
Testimonios
Placa que recuerda a los asesinados en la Matanza del Seguro Obrero.
Muchos fueron los asesinados ese día: obreros, oficinistas, abogados, padres de familia, estudiantes. Entre ellos estaba Bruno Brüning Schwarzenberg, un joven de 27 años y estudiante de contabilidad de la Universidad Católica. Lo que sucedió con él fue relatado por un carabinero que estaba haciendo guardia:
Montaba guardia junto a los cadáveres. De pronto,
vi que uno de los cuerpos se movía. Era un mozo rubio, muy blanco, de
ojos azules muy claros. Yo le dije que no se moviera. Un oficial me
reprendió: ¿Acaso tratas de salvar a ese?. Hizo fuego contra el herido,
quien cayó sobre un costado y, mirando fijamente al oficial, con esos
ojos tan claros, exclamó: "¡Muero contento por la Patria!".
Pese al gran número de historias acontecidas ese día, sin duda alguna
la más reconocida fue la de Pedro Molleda Ortega de 19 años, quien,
mientras los carabineros remataban a los heridos, se levantó gritando
«¡Viva Chile!», a lo que un oficial respondió disparándole a quemarropa.
Pese a estar herido, desafiante, Molleda volvió a levantarse y gritó
con fuerza:
¡No importa, camaradas. Nuestra sangre salvará a Chile!.6
Entonces el oficial hostigado lo atacó a sablazos hasta dejarlo hecho
pedazos. Aún hoy, esta frase es la punta de lanza entre los seguidores
del nacionalsocialismo chileno y de otras facciones nacionalistas en
Chile.