Mostrando entradas con la etiqueta moral militar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta moral militar. Mostrar todas las entradas

jueves, 24 de marzo de 2022

PGM: El desastre de Caporetto

Caporetto 1917: el Ejército italiano frente al desastre

Esta contienda olvidada fue una de las más decisivas y relevantes del frente italo-austrohúngaro en la I Guerra Mundial


Ilustración de Erwin Rommel y tropas del Batallón de Wurtemberg en Caporetto. ©Pablo Outeiral/Desperta Ferro Ediciones

Javier Veramendi B. Despera Ferro ediciones

La Razón

Había llovido durante los días anteriores y seguía haciéndolo cuando, a las 2.00 horas de la madrugada la artillería austrohúngara iluminó los valles y laderas de los Alpes julianos con el fogonazo de sus piezas de artillería. Primero dispararon proyectiles con gas contra las baterías italianas, que contestaron débilmente hasta que el arma insidiosa acabó con los soldados que las servían; y luego, a las 6.30, tras una pausa de dos horas, los artilleros del emperador Carlos I y sus aliados alemanes atacaron con metralla y explosivos las trincheras y los refugios en los que se protegían los soldados del Segundo Ejército italiano.

Uno de ellos se llamaba Carlo Emilio Gadda, teniente en el 5.º Regimiento de alpini –tropas de montaña de élite–, que aquel día se hallaba en lo alto de un pico con un destacamento de treinta hombres. Durante la jornada anterior había podido ver las posiciones de la brigada que, delante de su reducto, se desplegaba en primera línea, pero aquella madrugada, nada. Tras el bombardeo se hizo el silencio. ¿Habrían resistido sus compañeros? ¿Habrían combatido al menos?

Rodeando a los alpini

La de Caporetto [Kobarid, Eslovenia] fue la batalla más importante del frente italo-austrohúngaro, uno de los escenarios olvidados de la Primera Guerra Mundial. En los poco más de dos años que siguieron a su entrada en la contienda, los italianos habían conseguido capturar el valle del río Isonzo [Soca, Eslovenia], la localidad de Gorizia, media meseta del Carso y algunas crestas en los Alpes julianos, pero para ello habían necesitado once sangrientas ofensivas, conocidas como las once batallas del Isonzo.



Todo cambió el 24 de octubre de 1917 cuando, apoyados por un contingente de siete divisiones alemanas, los austrohúngaros desencadenaron un ataque que no tenía, a priori, más objetivo que recuperar la frontera. Sin embargo, el frente enemigo se quebró enseguida. Mientras por el norte la 22.ª División de Fusileros austriaca se adentraba hacia el oeste por Zaga desde Bovec, la 12.ª División alemana recorrió el valle del río Isonzo desde el sur, aislando por completo a los defensores italianos sobre los macizos montañosos de su orilla este. Apenas habían pasado veinticuatro horas desde el inicio del ataque cuando los jefes militares de las Potencias Centrales comprendieron que se podía ir mucho más allá de lo previsto. Primero sería la línea del río Tagliamento, pero la ofensiva no perdería su impulso hasta el río Piave, justo al norte de Venecia.

Mientras se hundían una tras otra las posiciones italianas, el teniente Gadda siguió en lo alto de su pico rocoso a la espera de información, órdenes, lo que fuera. Finalmente habían abierto fuego las ametralladoras propias, pero en medio de la niebla no se había atrevido a ordenar que abrieran fuego los tiradores de su destacamento por miedo a alcanzar a sus propios compañeros. Mientras las sombras difusas –amigos en retirada o enemigos infiltrándose– deambulaban cerca de su olvidada posición como fantasmas, Gadda y los suyos esperaron. A media tarde el tiroteo se extendió hasta el valle del río, desde donde también ascendió hasta ellos el ruido de las explosiones. Los alpini se dieron cuenta de inmediato de que estaban rodeados.

Habían abierto fuego por fin y apenas les quedaba munición cuando, a las 3.00 horas del 25 de octubre llegó la ansiada orden de retirada, pero para entonces el enemigo ya había tomado Caporetto y ascendía las montañas hacia el oeste. Gadda trató de dirigir la retirada de los hombres bajo su mando, que gracias a la llegada de refugiados de otras posiciones ascendía a un centenar, pero al final, como otros muchos miles de compañeros, incapaces de cruzar el río, acabaron rindiéndose.

El «desastre» de Caporetto, nombre que recibió esta acción después de la guerra (inicialmente conocida como ofensiva Isonzo-Piave) provocó la sustitución del general Cadorna, comandante en jefe italiano, por el general Diaz, y llevó a la caída del Gobierno. Durante la retirada se perdió casi por completo el Segundo Ejército y sesenta mil hombres fueron capturados en la bolsa de Codroipo. Todo ello ha llevado a un intenso debate en la historiografía italiana, que todavía a día de hoy discute si se trató de una sconfitta, pérdida parcial y no definitiva; o de una disfatta, derrumbe incontrolado y total, irreversible.

«La mattina del cinque d’agosto / si muovevan le truppe italiane / per Gorizia, le terre lontane / e dolente ognun si partì […]» Así inicia sus compases una canción antibelicista nacida en torno al frente del Isonzo, que fue escenario de uno de los odios más tenaces de la Primera Guerra Mundial. Aunque ambos eran miembros de la Triple Alianza de preguerra, Italia tenía demasiadas cuentas pendientes con el Imperio austrohúngaro, sobre todo en torno a la cuestión de los territorios irredentos, aquellos que, tras la unificación y la expulsión de la Monarquía Dual de la península, aún quedaban por conquistar, fundamentalmente el Trentino, Trieste y algunas zonas de la costa dálmata. «Son cabezas de buitre que vomitan la carne de sus víctimas», escribiría uno de los líderes del irredentismo, el poeta d’Annunzio, sobre el águila bicéfala austrohúngara. Así, Italia no solo se negó a apoyar a sus aliados al estallar la contienda, sino que acabó por entrar en guerra del lado de la Entente en mayo de 1915 con la intención de recuperar los territorios irredentos. Para ello, su plan era lanzar una gran ofensiva que llevara a conquistar Gorizia, «maledetta» según la canción, y Trieste, para luego penetrar por la llamada brecha de Liubliana y alcanzar Viena, una ruta que habían tomado muchos ejércitos invasores pero que el italiano no fue capaz de seguir.

Para saber más

«Caporetto 1917»

Desperta Ferro Ediciones, Nº 37,

68 páginas, 7 €



viernes, 11 de febrero de 2022

Alimentación: El café, las guerras y las travesías (1/2)

De café, guerras y travesías





“Prefiero sufrir con café que no estar consciente”

Se dice que alguna vez Napoleón Bonaparte dijo estas palabras, puede uno imaginar que respondiendo a alguna pregunta acerca de por qué tomaba tanto café, o por qué le gustaba esa sustancia todavía considerada un poco misteriosa por los franceses en su época.

Hay una razón por la cual el café es una de las bebidas más consumidas del mundo, y es que el efecto que la cafeína produce en nuestro sistema nervioso, poniéndolo en alerta y despejándolo de todo impedimento generado por el cansancio, es muy útil para los humanos. Nos saca de la cama los lunes por la mañana, o nos mantiene despiertos hasta altas horas de la noche cuando necesitamos leer esa última página una vez más. Pero así como es usado para estas mundanas tareas, también cumplió y cumple un rol de suprema importancia en el apartado bélico de la historia de nuestra especie.

El café ha jugado un papel importantísimo en las raciones de los soldados en el campo de batalla desde su descubrimiento en el siglo XV, y la negra bebida acompaña a los soldados casi tanto como sus rifles y cigarrillos.



En este escrito, voy a tratar de explicar como el café fue cobrando importancia en las tropas de distintas naciones en el mundo a través de los años.

Los orígenes del café y su historia son muy borrosos e inciertos, llenos de mitos y leyendas, lo cual hace difícil estudiar su cronología sin toparse con contradicciones temporales o varias historias parecidas.

Aun así es conciso decir que su origen esta en Etiopía, en el montañoso noreste de África. Aquí es donde se ven las primeras plantas de Coffea, cuyos frutos eran procesados exponiendo su semilla, para ser transportadas a Yemen por mercantes Somalíes. En estas tierras, las semillas eran tostadas y molidas para preparar la negra y misteriosa bebida conocida como qahwah, café en árabe.

Hay recuentos de habitantes de Etiopía, otras naciones africanas, y de miembros del mundo Islámico utilizando bebidas derivadas de la planta de café en rituales religiosos. Los efectos de la cafeína eran especialmente útiles durante la celebración de Ramadán, donde los musulmanes deben hacer ayunos durante el día y mantenerse despiertos hasta altas horas de la noche. El café ayudaba en ambas tareas, ya que era visto como una bebida para engañar la sensación de hambre y mantenerse alerta.

Viendo estos variados usos para el café en sus tierras natales, es coherente pensar que soldados y milicias autóctonas han de haber usado sus propiedades estimulantes para ayudarlos en la batalla, pero lamentablemente no hay registros verdaderos sobre esto, al menos que alguien con el poder de Google pueda encontrar.

Luego de llegar a Yemen, la gran red comercial del medio oriente comenzó a expandir el café como un incendio forestal, haciendo apariciones en Mecca, Constantinopla (hoy en día Estambul), Baghdad, Damasco, y volviendo de nuevo a su continente natal, África, pero esta vez más al norte, en la ciudad egipcia de El Cairo. Aquí empezaron a aparecer varias casas de café, lugares donde la gente se reunía a disfrutar de una taza, o más bien, un pequeño cuenco, de esta bebida.



Casa de café en la sociedad Otomana.

Terminada su expansión por África y el Oriente Medio, era solo cuestión de tiempo para que el café fuera descubierto, adoptado, y colonizado (como la historia lo demanda) por Europa.

Como he mencionado, la historia del café puede verse muy borrosa, a menudo sin poder poner fechas exactas a distintos sucesos. De todos modos, es seguro decir que el café no llega a Europa de una sola forma, si no de varias:

En la parte mediterránea de Europa,
el café llega primero a la isla de Malta en 1565. Esta isla, en ese entonces controlada por la Orden de Malta, es asediada por los turcos en ese año. Durante el asedio, muchos musulmanes turcos son tomados como esclavos por la Orden, y forzados a ganarse la vida preparando el café que acostumbraban tomar. De esta forma, la costumbre se esparce por la isla.

También en la zona del mediterrano, el café llega a la República de Venecia gracias al comercio con Egipto, que ya había adoptado entonces el consumo del café en su capital. El café se volvió en Venecia una bebida muy popular en la élite de su sociedad.

En un principio la bebida había sido prohibida por los representantes de la iglesia católica porque la consideraban un pecado y una bebida diabólica. Aun así, luego de darle un sorbo para corroborar la decisión de sus subordinados, el papa Clemente VIII aprobó su uso. Esto hizo que su comercio floreciera en Italia, y una de las primeras cafeterías abre en 1683 en Venecia.



Lloyd’s coffee house en Londres.

En la parte norte de Europa,
el café llega a Inglaterra por varias rutas. Primero, por el comercio con los turcos otomanos, lo que lleva a la primera casa de café inglesa abriendo sus puertas en 1653. El comercio del café crece a tal nivel que luego Inglaterra puede exportarlo de sus imperios en la India, y también mediante el comercio con las compañías Holandesas, que habían logrado robar las primeras plantas de café vivas desde Turquía, para luego plantarlas en sus dominios en India y poder comercializarlas.



Pero en mi opinión, la historia más interesante de la llegada del café a Europa es mediante el asedio de Viena por parte de los turcos, ya que esta liga al uso del café por las tropas de batalla a la expansión del café.

Una de las primeras apariciones del café siendo transportado y bebido por tropas de combate es durante el asedio de Viena por parte de los Turcos Otomanos en 1683. Es posible imaginar que estos soldados consumían el café de la forma que hoy conocemos como café turco, un concentrado café sin filtrar que se hace simplemente llevando a hervor el café molido y agua.

Es dicho, aunque esto es probablemente mas mito que realidad, que la aparición de las conocidas casas de café Vienesas, tienen origen en el levantamiento del asedio llevado a cabo por los Turcos Otomanos, quienes dejaron en sus campamentos grandes bolsas del grano negro, misterioso entonces para los habitantes de la ciudad. El rey de la mancomunidad Polaco-Lituana, sin saber del uso de estos granos, se los encomienda a un oficial llamado Jerzy Franciszek Kulczycki, quien si conocía de ellos gracias a su tiempo en cautiverio en Turquía y adapta la fuerte bebida turca a los gustos europeos, añadiendo azúcar y leche. La primera casa de café en Viena fue abierta en 1685, pero no por Kulczycki, si no por Johannes Theodat, un mercante Armenio.



Casas de café vienesa.

Diría entonces que esto da a los turcos el gran título de responsables de accidentalmente crear una cultura cafetera que todavía perdura hasta hoy. Es posible pensar que si no hubiesen introducido su forma de preparar el café, que produce una taza bastante concentrada, los europeos nunca se hubiesen volcado en la búsqueda de una taza similar, como termina siendo el espresso.

Debemos el descubrimiento del café a los habitantes de Etiopía y su curiosidad, pero debemos su expansión por el mundo a la crueldad y el voraz comercio de los Turcos Otomanos.

Durante estos años de expansión, es interesante notar que además de la aparición del café como un artículo más para la venta, siempre es acompañado de la apertura de muchas casas de café, lugares donde la gente se juntaba a consumir la bebida, preparada posiblemente por alguien que conocía como hacerlo de forma más adecuada. Siempre el café fue adoptado como una bebida comunal, tanto en los rituales etiopianos como en los desayunos continentales franceses.

La aparición de casas de café en las grandes ciudades causaba estragos en la habilidad de los gobiernos de controlar a su población, ya que estas casas proveían un lugar donde tener un saludable y sobrio discurso político y cultural, sin la lentitud de sinapsis usualmente provocada por la cerveza, la bebida más consumida antes de la aparición del café.

La cerveza era extremadamente popular en la antigüedad, al ser fermentada duraba más tiempo, y era consumida hasta en los desayunos, hasta incluso por los niños. Un ciudadano promedio del norte de Europa consumía cerca de 3 litros por día de cerveza, así que es fácil ver cómo la introducción del café hizo que estas ebrias mentes colectivas puedan empezar a despejarse del alcohol y a tener discusiones sobre las injusticias que sus gobiernos les dictaban.



Murad IV, sultán del Imperio Otomano (1612–1640)

Tanto fue así que el café fue prohibido en muchísimas culturas distintas. Un buen ejemplo es el del sultán Murad IV, del Imperio Turco Otomano, quien había asumido el trono a los 11 años de edad, y para los 20 ya había ordenado la ejecución de más de 500 soldados, así que sabemos un poco sobre su temperamento. Durante una de sus andanzas por su pueblo, donde salía disfrazado para escuchar las cosas que se hablaban sobre él y su gobierno entre su gente, entró a una casa de café, donde escuchó “gente despierta y sobria discutiendo sobre los asuntos del imperio, y culpando a la administración”. Poco después de esto Murad prohibió rotundamente el café, hundiendo barcos con este cargamento, ejecutando gente que era encontrada consumiéndolo, y principalmente prohibiendo la existencia de las casas de café.

Durante los años de vida de Murad, Estambul permaneció “tan desolada de café como los corazones de los ignorantes”, dicen historiadores Islámicos. Murad moriría de envenenamiento por alcohol, otra de las sustancias que había prohibido. Luego de su muerte, las casas de café volvieron a florecer en Estambul.

Las casas de café, como bien advirtió Murad, le daban al pueblo la habilidad de reunirse y discutir sobriamente sobre las decisiones que sus gobiernos tomaban por ellos. La revolución francesa fue gestada en una cafetería. Pronto, sus salones se convirtieron casi en un parlamento del pueblo, lo que las voces de las casas de café querían, era lo que triunfaba.

Saliendo de Europa, pero no sin su control, el café se esparció por el mundo, llegando a Asia y América luego de la adopción de la costumbre en los europeos. Estos necesitaban producir el café en cantidades más grandes que lo que les proveía la India.

En Asia el café tardó en ser adoptado, más que nada por la afinidad de sus pueblos por el té, y también por otras restricciones gubernamentales.

Pero en América, no tardó en hacerse una de las plantas más importantes en ser sembradas y cosechadas en sus tierras. Lamentablemente, esto no fue posible sin la gran cuota de crueldad y esclavitud que es común de las intervenciones europeas en América durante esos tiempos.



En primer lugar, la planta de café llega a las islas del Caribe. Es importante notar que probablemente el café ya era consumido en América por los colonos, pero lo difícil era transportar plantas vivas que aguantaran todo el viaje, para que puedan ser plantadas cuando llegaran a tierra firme. Es difícil apuntar con exactitud a quién fue el primer imperio conquistador en introducir la planta de café a América y plantarlo en sus colonias, pero se sabe que fueron o los Holandeses, en Surinam (1718), o los franceses, en sus colonias de Saint-Domingue (ahora República Dominicana y Haití) y Martinica, otra isla francesa en el caribe.

Pero quizás de estas 3 apariciones, la más interesante es la de la isla de Martinique, donde fue Gabriel de Clieu quien logró llevar plantas de café albergadas en viveros franceses, a América en 1720. Durante el viaje, el agua era muy estrictamente racionada entre los tripulantes, lo cual hacía difícil cumplir con las tareas de riego que los plantines de café requieren. Se dice que de Clieu sacrificó parte de su ración para poder regar a las plantas, así logrando cruzar el Atlántico con ellas.

  Gabriel De Clieu cuidando de uno de los plantines de Coffea.

Después de su llegada a América, el sembrado de café prospero por todo Centro América y América latina, creando un caos de esclavitud, crueldad, e imperialismo de manual por todo el continente. Mucha de la mano de obra usada para el sembrado y cosecha del café era mano de obra esclava, traída de África en el caso de las colonias francesas, y en ocasiones poblaciones indígenas enteras, como fue el caso de Guatemala.

El país que más prosperó gracias al comercio del café fue Brasil, que hasta hoy en día es el productor de café más grande del mundo.

Pasados los años, llegando a fines del siglo XVIII, el café ya era consumido en cantidades por todo el mundo. No tardó nada de tiempo en abrir su camino desde las casas y cafeterías de las ciudades, hacia las raciones militares de los soldados en todos los países de la tierra, y a ser preparado en los descansos entre batallas, o hasta durante los combates.

En Estados Unidos, luego del motín del té en Boston, los americanos comenzaron a consumir más y más café. Uno de los primeros bocetos de la declaración de independencia es leído en la taberna de la ciudad, llamada Cafetería de los Mercantes (Merchant’s Coffee House), en Filadelfia.

Décadas más tarde, con el comienzo de la Guerra Civil estadounidense, el café vuelve a cobrar un papel importantísimo en la historia del país, pero más importante, en el día a día de sus soldados en las trincheras.



martes, 25 de mayo de 2021

SGM: Rommel y los inicios de su desencanto

Los escritos estaban en la pared para Rommel

W&W




El primer paso había sido obligado por la falta de fe de Hitler con sus soldados manifestada en la orden de "Victoria o muerte"; había progresado durante una de las sucesivas conferencias celebradas en Roma con Mussolini y Cavallero; teniendo la oportunidad de pasar un par de días con Lucie durante una de ellas, Rommel le había confiado que había perdido la fe en la capacidad de Alemania para ganar la guerra a través de la victoria militar. Su viaje se aceleró durante la retirada a Tunisa, cuando se le animó, exhortó y ordenó que ocupara un cargo indefendible tras otro, siempre sin ninguna razón militar sólida, sino por el estado cada vez más delirante del hombre en Berchtesgaden. Es imposible decir exactamente dónde estaba el punto de no retorno de Rommel: puede haber llegado ya en diciembre de 1942 cuando Hitler se negó a tolerar una retirada metódica de las veteranas tropas alemanas e italianas de Rommel, un activo militar invaluable, de Túnez. Puede que no haya llegado hasta marzo de 1943, cuando Hitler propuso la idea evidentemente absurda de las operaciones alemanas en la costa atlántica de África. Es posible que no haya llegado hasta el 7 de junio de 1944, cuando no había dudas de que los aliados habían desembarcado con éxito en Francia y la mejor oportunidad de los alemanes para arrojarlos al mar se había perdido irremediablemente.

Pero cada vez que ocurría ese punto, lo que era innegable era que a mediados de junio, poco más de una semana después de que los estadounidenses y británicos desembarcaran en Normandía, Rommel estaba convencido de que continuar la guerra solo podría terminar en un desastre para Alemania, y que había finalmente perdió cualquier resto de fe en Adolf Hitler como líder de Alemania. En mayo de 1943, el Führer, durante un raro momento de sinceridad y honestidad con uno mismo, le había confiado a Rommel: "Sé que es necesario hacer las paces con un lado o con el otro, pero nadie hará las paces conmigo". Sin embargo, Hitler no pudo articular la conclusión inevitable a la que condujo su confesión: si la paz era necesaria y él era el obstáculo para la paz, entonces debía dimitir o hacerse a un lado como jefe de estado de Alemania. Pero si los aliados habían sido intratables entonces, ahora, más de un año después, eran implacables. Escribir "Si la gravedad de la situación se da cuenta arriba, y si se extraen las conclusiones adecuadas, me parece dudoso" fue la admisión de Rommel de su propia comprensión de que Hitler ya ni siquiera reconocía la necesidad de hacer la paz, y mucho menos la voluntad de lograrla. por muy doloroso que sea el precio personal. El último paso en el viaje de conciencia de Rommel sería la decisión de que la paz era demasiado importante para dejarla en manos de alguien como Adolf Hitler.

El “milagro” para el que Rommel estaba ganando tiempo con tanta desesperación llegó en forma de vergeltungswaffen, armas de venganza, V-1, V-2 y V-3. El V-1 era una bomba voladora impulsada por chorro de pulso que transportaba una tonelada de explosivos, el V-2 un misil balístico de combustible líquido y el V-3 un cañón de extraordinaria distancia. Las tres armas V fueron diseñadas y desplegadas para ser utilizadas contra Gran Bretaña, aunque solo la V-1 estaba operativa cuando Rommel estaba librando la batalla de Normandía. Los sitios de lanzamiento se construyeron en la región de Pas de Calais a partir de octubre de 1943, y el 13 de junio de 1944 se disparó el primer V-1 en Londres. Casi 10.000 de estas bombas voladoras, "bombas de zumbido", los londinenses vendrían a llamarlas, por el sonido distintivo de sus motores, serían enviadas a toda velocidad hacia la capital británica, matando o hiriendo a casi 23.000 civiles y militares y causando casi la misma cantidad de tanto daño a la propiedad como el "Blitz" de 1940-41, antes de que los aliados invadieran el último sitio de lanzamiento en octubre de 1944. Sin embargo, una vez más, el programa V-1 fue un caso más de "muy poco, demasiado tarde" para Alemania: si la ofensiva de bombas voladoras se hubiera desatado un año antes, lo que podría haber sucedido si su desarrollo no se hubiera retrasado innecesariamente, y se hubiera dirigido a los puertos del Canal de Gran Bretaña donde se estaban reuniendo las flotas de invasión, todo el plan de Overlord se habría interrumpido y retrasado, posiblemente hasta tal punto que podría no haber habido ninguna invasión a través del Canal de la Mancha en 1944.

Tal como estaban las cosas, los sitios de lanzamiento del V-1 paralizaron el esfuerzo de Rommel por contener la cabeza de puente aliada. Pudo utilizar dos divisiones del XV Ejército para reforzar el flanco de extrema derecha alrededor de Caen, pero no pudo poner todo su peso en Normandía: gracias a la Operación Fortaleza, los servicios de inteligencia alemanes todavía consideraban una segunda invasión, esta en el Pas de Calais, donde se ubicaron la mayoría de los sitios V-1, como una amenaza viable. Por tanto, el Decimoquinto Ejército se vio obligado a permanecer en el lugar en el momento en que más se necesitaba su fuerza en Normandía. Las ficciones de Fortitude pronto se volverían lo suficientemente raídas como para ser vistas por lo que eran, pero durante cinco semanas críticas mantuvieron a todo un ejército alemán congelado en su lugar.

El 17 de junio de 1944, cerca de Soissons, Rommel y von Rundstedt se reunieron con Hitler, informando personalmente a los Führer sobre la situación en Normandía. Rommel dio una descripción vívida, pero precisa, de las condiciones en las que los soldados alemanes estaban luchando: superados en número, en armas, con suministros cada vez más escasos de municiones, artillería limitada y apoyo blindado y sin cobertura aérea, sin embargo, su moral se mantuvo alta ya que todavía estaban aguantando. los aliados bajo control, aunque durante cuánto tiempo ni él ni von Runstedt estaban preparados para adivinar. Rommel instó a Hitler a visitar el frente para presenciar de primera mano la precisión de este informe, luego describió su plan para más ataques en la cabeza de puente de Normandía: una retirada táctica cuidadosamente organizada del país de los setos, lo suficientemente lejos como para atraer a los blindados enemigos a un importante ataque para romper el perímetro de Normandía. En ese punto, fuera del alcance de los mortíferos cañones navales, un contraataque de un cuerpo panzer cuidadosamente acumulado y reunido golpearía el flanco del ataque aliado, cortando las puntas de lanza blindadas y empujando a la infantería de apoyo hacia las playas. No podía expulsar a los aliados de Francia, pero podía privarlos de las unidades con las que esperaban invadir Francia. Más tarde, Rommel les confesaría a Lucie y Manfred que nunca había creído que el plan tuviera más de una posibilidad entre cuatro de éxito, pero era lo mejor que podía haber hecho con lo que tenía; Sin embargo, intervendrían acontecimientos que negarían a Rommel esa última oportunidad de victoria. Mientras tanto, Hitler retuvo una decisión final sobre el ataque, negándose a contemplar cualquier retirada, incluso para obtener ventajas tácticas u operativas, insistiendo por ahora en que las operaciones defensivas continúen. La victoria, insistió, se lograría "aferrándose tenazmente a cada metro cuadrado de tierra".

Mientras tanto, los británicos intentaron forzar una fuga cerca de Caen, en el pueblo de Villers Bocage, el 12 de junio. Fue un fracaso costoso, pero mantuvo a la mayor parte de los blindados alemanes ocupados alrededor de Caen, lo que permitió a los estadounidenses atacar hacia el oeste desde el El perímetro de Normandía y tomar la península de Cotentin, con su puerto vital de Cherburgo, aunque una demolición completa de las instalaciones portuarias durante una defensa sorprendentemente decidida dirigida por el generalleutnant Karl-Wilhelm von Schlieben impidió que los aliados utilizaran Cherburgo antes de finales de agosto. Más crítico para Rommel, el avance estadounidense en el Cotentin amplió aún más el frente que sus fuerzas ya sobredimensionadas tenían que cubrir, obligándolo a adelgazar peligrosamente sus líneas, sin ninguna reserva blindada aún reunida para contrarrestar cualquier nuevo ataque aliado desde la cabeza de puente de Normandía. Peor aún, las divisiones que sostenían esa fachada estaban siendo desangradas: los reemplazos, tanto de hombres como de equipo, representaban menos de una décima parte de las pérdidas, mientras que los suministros de municiones, por las razones que fueran, no llegaban a las tropas en lo que los británicos llamaban sarcásticamente extremo puntiagudo del palo ". En resumen, a Rommel se le pedía que defendiera cada vez más con cada vez menos.

Con esta amarga realidad en mente, el 29 de junio, el mismo día en que cayó Cherburgo, Rommel, junto con von Rundstedt, se reunió nuevamente con Hitler, esta vez en Berchtesgaden. De camino al nido de la montaña del Führer, los dos mariscales de campo coincidieron en que había llegado el momento de decirle sin rodeos a Hitler que no había esperanza de salvar la situación militar en Occidente: la única esperanza de Alemania era una solución política. Rommel fue especialmente firme en esto, declarando que "La guerra debe terminar y se lo diré al Führer, clara e inequívocamente". Presentaron informes concisos pero detallados sobre la debacle que se avecinaba en Francia, insistiendo en que se permitiera al ejército retirarse detrás del Sena, donde se esperaba que se pudiera establecer una nueva línea defensiva. Hitler, por supuesto, no quería nada de eso, insistiendo en que la "defensa fanática" salvaría el día. Rommel trató de dirigir la atención del Führer a cuestiones estratégicas más amplias, sugiriendo que había llegado el momento de una solución política para poner fin a la guerra. Hitler no quiso ni oír hablar de ello: en cambio, sometió a Rommel y von Rundstedt a uno de sus interminables monólogos militares, este esbozando cómo pretendía darle la vuelta a la situación en Occidente.

Primero, insistió, se detendrían los actuales ataques aliados, aunque no podía decir cómo se llevaría a cabo, especialmente porque los dos mariscales de campo le acababan de informar que los medios para hacerlo ya no existían. A continuación, las nuevas armas maravillosas de la Luftwaffe, los cazas a reacción y los bombarderos propulsados ​​por cohetes, crearían el caos sobre la cabeza de playa aliada, de nuevo una declaración que tenía poca o ninguna relación con la realidad, ya que muy pocos cazas a reacción y ninguno de los bombarderos con cohetes todavía. existía en este punto. Sin preocuparse por tales detalles, declaró que 1.000 nuevos cazas convencionales comenzarían operaciones en Occidente, restaurando temporalmente la superioridad aérea de la Luftwaffe y reduciendo o eliminando por completo la amenaza de los cazabombarderos aliados. Nuevamente detalles menores: ¿dónde adquiriría Alemania los pilotos para volar? ¿Estos nuevos aviones y la gasolina de aviación para alimentarlos? Se dejaron de lado: si Hitler deseaba que algo fuera así, entonces, en su realidad cada vez más fracturada, simplemente se hizo así. Ayudando en el esfuerzo por suprimir el poder aéreo aliado, las defensas antiaéreas a lo largo de las carreteras entre París y el frente se fortalecerían enormemente; las pistolas y los tornillos de pistola necesarios para que esto sucediera simplemente no existían, por supuesto. Los esfuerzos para extraer las aguas de las playas de invasión aliada iban a intensificarse, mientras que una docena de Schnelle Boote (los Aliados los conocían como "E-boats") y ocho submarinos causarían estragos en la flota de apoyo frente a la costa de Normandía, lo mismo flota protegida por casi 100 destructores y cruceros aliados.

Al final de este fantástico recital, Rommel simplemente miró fijamente a Hitler con desconcierto y luego preguntó abruptamente al Führer si realmente creía que Alemania aún podía ganar la guerra. Cuando Hitler no respondió, Rommel continuó diciendo que su propia responsabilidad con el pueblo alemán requería que el dictador aceptara la verdad sobre la situación estratégica, militar y política de Alemania. En respuesta, Hitler golpeó con el puño la mesa de conferencias e insistió furiosamente en que Rommel se limitara a asuntos puramente militares; Rommel respondió insistiendo en que "¡La historia me exige que primero me ocupe de nuestra situación general!" Cuando se le advirtió de nuevo que solo debía hablar sobre temas militares, Rommel intentó una vez más, intentando, como él mismo lo expresó, "hablar en nombre de Alemania". En ese momento, tanto Rommel como von Rundstedt fueron despedidos de la presencia del Führer.

Ambos hombres salieron de Berchtesgaden convencidos de que sus carreras militares habían terminado. Esto resultó ser cierto en el caso de von Rundstedt, al menos temporalmente: el día después de la reunión con Hitler, Geyr von Schweppenburg solicitó permiso para retirar sus panzers fuera del alcance de los cañones navales aliados con el fin de organizar un ataque planeado contra Caen, permiso von Rundstedt cedió fácilmente. En 24 horas, Hitler había derogado esas instrucciones, y von Rundstedt telefoneó al O.K.W., exigiendo furiosamente que se permitiera que sus órdenes a Geyr permanecieran en pie. El mariscal de campo Keitel se negó a acercarse a Hitler por temor a otra de las rabietas casi psicóticas del Führer. Alegando impotencia, Keitel le preguntó a von Rundstedt "¿Qué haremos?" Von Rundstedt, exasperado, respondió: "¡Hagan las paces, tontos!" Cuando la noticia de este arrebato llegó a Hitler al día siguiente, von Rundstedt fue destituido del mando de OB West.

Sorprendentemente, Rommel mantuvo su puesto, pero se estaba convirtiendo en un deber cada vez más sombrío. El 5 de julio, en un bosque cerca de St Pierre-sur-Dives, Rommel se reunió con Geyr von Schweppenburg, que apenas se había recuperado de las heridas que había sufrido un mes antes, para comunicarle oficialmente el despido de Geyr. "Vengo a decirle que se ha sentido aliviado", le dijo a von Schweppenburg. “Rundstedt también lo ha sido; Soy el siguiente en la lista ". Hitler, cuyo vocabulario militar en ese momento se redujo esencialmente a "¡Sin retirada!" y "¡Lucha hasta el último asalto y el último hombre!" había tomado la solicitud de von Schweppenburg de llevar a cabo una retirada táctica como, a pesar de todas las pruebas en contrario, un signo de derrotismo, por lo que Geyr tuvo que irse. Su lugar lo ocupó el SS Oberst-Gruppenführer Josef "Sepp" Dietrich, un veterano de combate duro y experimentado, pero que carecía de las habilidades operativas de Geyr. Dietrich llevaría a cabo el ataque planeado de von Schweppenburg: bajo un bombardeo casi constante mientras los panzer se reunían, la fuerza atacante estaba mal organizada y el ataque mal coordinado, exactamente como Geyr había temido; no logró más que una ampliación de las listas de bajas alemanas. Mientras tanto, a Rommel le resultaba desagradable la tarea de informar a Geyr de su relevo: había llegado, a pesar de sí mismo, a respetar al aristócrata prusiano, y le resultaba cada vez más indignante que el fanático de Berchtesgaden se negara a permitir que los buenos oficiales simplemente actuaran. sus trabajos. La escritura estaba en la pared para Rommel: Hitler estaba perdiendo la guerra y destruyendo al ejército alemán en el proceso; antes de terminar, también destruiría Alemania.

Los acontecimientos se dirigían ahora a un clímax imprevisto tanto para Rommel como para Hitler. Tomando el lugar de von Rundstedt como OB Oeste estaba el mariscal de campo Günther von Kluge, quien había sido comandante del Cuarto Ejército en Francia en 1940 (Rommel había sido uno de sus comandantes de división), y quien luego dirigió el Grupo de Ejércitos Centro en Rusia en 1942 y 1943. Gravemente herido en octubre de 1943 cuando su automóvil volcó en una carretera helada cerca de Smolensk, fue invalidado de regreso a Alemania y no se declaró apto para regresar al servicio hasta mediados de julio de 1944. Incluso antes de llegar a Francia, von Kluge ya había desarrollado un negativo opinión de Rommel, habiendo escuchado con demasiada atención los chismes que volaban sobre el OKW y el cuartel general del Führer: Hitler, Keitel y Jodl habían caracterizado a Rommel como terco, insubordinado y derrotista. Von Kluge, entonces, llegó a París decidido a poner freno al mariscal de campo inconformista. Fue no mucho antes de que la esencia de algunos comentarios intemperantes de von Kluge llegara a Rommel, quien, siempre sensible a los desaires, reales o percibidos, exigió que von Kluge se explicara.

5 de julio de 1944

Para C.-IN-C. OESTE.

HERR GENERALFELDMARSCHALL VON KLUGE.

Les envío adjunto mis comentarios sobre los acontecimientos militares en Normandía hasta la fecha. La reprimenda que me dirigió al comienzo de su visita, en presencia de mi Jefe de Estado Mayor y 1a, en el sentido de que yo también "ahora tendré que acostumbrarme a cumplir las órdenes", me ha herido profundamente. . Le pido que me notifique los motivos que tiene para hacer tal acusación.

(Firmado) ROMMEL

Generalfeldmarschall

Sabiendo muy bien dónde probablemente se había originado el prejuicio de von Kluge, Rommel había incluido con su carta personal al nuevo OB West una copia del informe que había presentado a Hitler el 17 de junio, que detallaba los detalles estratégicos, operativos y tácticos de la situación. en Francia, junto con sus observaciones, críticas y sugerencias para librar adecuadamente la batalla. Von Kluge no tardó mucho en descubrir quién decía la verdad y quién soltaba fantasías. Cuando le resultó obvio que Hitler y el O.K.W. había mentido a sabiendas sobre la situación en Normandía, que no era simplemente grave, era una crisis total, dio un giro total y estuvo de acuerdo de todo corazón con Rommel: la batalla estaba perdida, lo que significaba que la guerra misma se perdió. Lo mejor que podían esperar lograr era ganar tiempo, pero ¿con qué fin?

Rommel, en particular, había perdido la fe en las "armas maravillosas". Al principio le habían intrigado los V-1, y su pura novedad le atraía al ingeniero que había en él. Pero aunque las "bombas de ruido" podrían influir en la estrategia de los Aliados en Francia, no tuvieron ningún efecto en la capacidad de los Aliados para hacer la guerra allí. En cuanto a los V-2, los aviones de combate, los cohetes bombarderos, todos ellos eran, en opinión de Rommel, simplemente más manifestaciones del wolkenkuckkucksheim de Hitler. Manfred una vez le comentó a su padre que tal vez las nuevas armas cambiarían el rumbo a favor de Alemania, Rommel respondió: "¡Basura! Nadie tiene tales armas. El único propósito de estos rumores es hacer que el soldado ordinario aguante un poco más. Hemos terminado, y la mayoría de los caballeros de arriba lo saben perfectamente bien, aunque no lo admitan. . . . " Von Kluge y Rommel estuvieron de acuerdo en que simplemente prolongar la guerra por sí mismo no logró nada, salvo matar a más alemanes y traer más destrucción sobre Alemania y, de manera inquietante, permitir que los rusos se acercaran al Reich todos los días. Götterdämmerung se avecinaba, y si "los caballeros de arriba" se negaban a reconocer que esto era así y actuar para evitarlo, entonces otros hombres tendrían que actuar como mejor les pareciera para evitarlo.

Rommel hizo un último esfuerzo para hacer que el Führer y el O.K.W. entienda la razón, redactando un informe —que von Kluge apoyó firmemente— en el que esperaba que los hechos hablaran por sí mismos. Es un documento notable en su naturaleza pura y sencilla, que refleja el carácter de su autor, que indica no solo la situación que existe, sino también al predecir con precisión lo que está por venir.

C.-IN-C. GRUPO EJÉRCITO B H.Q. 15 de julio de 1943

La situación en el frente de Normandía empeora cada día y ahora se acerca a una grave crisis

Debido a la severidad de los combates, el enorme uso de material por parte del enemigo sobre todo, artillería y tanques y el efecto de su dominio ilimitado del aire sobre el área de batalla, nuestras bajas son tan altas que el poder de combate de nuestras divisiones está disminuyendo rápidamente. . Los reemplazos desde casa son pocos y, con la difícil situación del transporte, tardan semanas en llegar al frente. Frente a 97.000 bajas (incluidos 2.360 oficiales), es decir, un promedio de 2.500 a 3.000 por día, los reemplazos hasta la fecha son 10.000, de los cuales cerca de 6.000 han llegado al frente.

Las pérdidas materiales también son enormes y hasta ahora se han reemplazado a muy pequeña escala; en los tanques, por ejemplo, hasta la fecha sólo han llegado 17 recambios frente a 225 pérdidas.

Las divisiones de infantería recién llegadas son crudas y, con su pequeño establecimiento de artillería, cañones antitanques y armas antitanques de combate cuerpo a cuerpo, no están en condiciones de resistir durante mucho tiempo contra los principales ataques enemigos que vienen después de horas de bombardeos y bombardeos intensos. Los combates han demostrado que con este uso de material por parte del enemigo, incluso el ejército más valiente será aplastado pieza por pieza, perdiendo hombres, armas y territorio en el proceso.

Debido a la destrucción del sistema ferroviario y la amenaza de la fuerza aérea enemiga a las carreteras y vías hasta 90 millas detrás del frente, las condiciones de suministro son tan malas que solo se pueden llevar al frente lo esencial. En consecuencia, ahora es necesario ejercer la mayor economía en todos los campos, y especialmente en municiones de artillería y mortero. Es poco probable que estas condiciones mejoren, ya que la acción del enemigo está reduciendo constantemente la capacidad de transporte disponible. Además, es probable que esta actividad en el aire se convierta en incluso más eficaz a medida que se utilizan las numerosas bandas de aire en la cabeza de puente.

No se pueden traer nuevas fuerzas de importancia al frente de Normandía, excepto debilitando el frente del XV Ejército en el Canal de la Mancha, o el frente del Mediterráneo en el sur de Francia. Sin embargo, el frente del Séptimo Ejército, tomado en conjunto, requiere urgentemente dos nuevas divisiones, ya que las tropas en Normandía están agotadas.

Por el lado del enemigo, cada día fluyen nuevas fuerzas y grandes cantidades de material de guerra a su frente. Sus suministros no son perturbados por nuestra fuerza aérea. La presión enemiga es cada vez más fuerte.

En estas circunstancias, debemos esperar que en un futuro previsible el enemigo consiga atravesar nuestro delgado frente, sobre todo el del Séptimo Ejército, y penetrar profundamente en Francia. Aparte de las reservas sectoriales del Grupo Panzer, que actualmente están atadas por los combates en su propio frente y debido al mando del aire del enemigo solo pueden moverse de noche, no disponemos de ninguna reserva móvil para la defensa contra tal avance. La acción de nuestra fuerza aérea, como en el pasado, tendrá poco efecto.

Las tropas luchan heroicamente por todas partes, pero la lucha desigual se acerca a su fin. Es urgentemente necesario sacar la conclusión adecuada de esta situación. Como C.-in-C. del Grupo de Ejércitos, me siento obligado a hablar claramente sobre este punto.

(Firmado) ROMMEL

El 16 de julio, leyendo los mapas mientras el cabo Daniel conducía el gran sedán Horsch abierto, Rommel se dirigió a las afueras de Le Havre, donde la 17.a División de Campaña de la Luftwaffe mantenía parte del frente contra los blindados británicos concentrados alrededor de Caen. Allí se reunió con el personal de la división, incluido el oficial de operaciones, el teniente coronel Elmar Warning, que había servido durante un tiempo en el personal de Rommel en el norte de África y que todavía lucía con orgullo su brazalete Afrika Korps. Confiado en que estaba en presencia de un amigo de confianza, Rommel fue directo cuando Warning le preguntó en privado la verdad sobre la situación general en Normandía, porque, como Warning dijo, “podemos contar los días libres en los botones de nuestra túnica antes de la llega el gran avance ".

"Les diré todo esto", dijo Rommel. "El mariscal de campo von Kluge y yo le hemos enviado un ultimátum al Führer, diciéndole que la guerra no se puede ganar militarmente y pidiéndole que dibuje las consecuencias".

"¿Y si el Führer se niega?" Advertencia se preguntó. La respuesta de Rommel llegó sin dudarlo.

"Entonces voy a abrir el frente occidental, porque solo hay una cosa que importa ahora: ¡los británicos y los estadounidenses deben llegar a Berlín antes que los rusos!"

A la mañana siguiente, 17 de julio, Rommel, que recorría hasta 250 millas por día conduciendo entre su cuartel general en La Roche Guyon y las unidades que luchaban en el frente, se dispuso a reunirse con Sepp Dietrich, comandante del 1er SS Panzer. Cuerpo. Aunque no es particularmente admirable, Dietrich fue un individuo intrigante: al igual que Hitler, fue galardonado con la Cruz de Hierro, 1ª y 2ª clase, como alistado en la Primera Guerra Mundial; se unió al Partido Nazi en 1928 y se convirtió en uno de los primeros oficiales al mando de la Schutzstaffel, las SS, cuando todavía era solo el guardaespaldas de Hitler, y luego sirvió como chofer personal de Hitler. Entonces, dada su historia, su lealtad al Führer y al Partido debería haber sido total y absoluta; sin embargo, según Helmuth Lang, después de que se completaron los aspectos puramente militares de la conferencia con Dietrich, Rommel tuvo la conversación más asombrosa con el general de las SS. Bien, al alcance del oído de Lang, Rommel le preguntó sin rodeos a Dietrich: "¿Siempre ejecutarías mis órdenes, incluso si contradecían las órdenes del Führer?"

"Usted es mi oficial superior, Herr Feldmarschall", respondió Dietrich, ofreciéndole la mano a Rommel, "y por lo tanto obedeceré todas sus órdenes, sea lo que sea que esté planeando".

Con eso, el negocio de Rommel en la sede de Dietrich estaba completo, y en cuestión de minutos estaba en camino de regreso a La Roche Guyon. Dietrich sugirió que, dada su proximidad al frente, Rommel y sus hombres tomaran un kübelwagen ordinario en lugar del grande y llamativo Horsch, pero Rommel rechazó la idea: los kübels eran apretados, incómodos y lentos. Aceptó la recomendación del hombre de las SS de permanecer en las carreteras secundarias en lugar de las carreteras principales, para evitar mejor los cazabombarderos aliados itinerantes. Poco después de las 4:00 p.m., el cabo Daniel se alejó rugiendo de St Pierre sur Dives; Rommel se sentó al frente como de costumbre, el Capitán Lang, el Mayor Neuhaus y Feld-webel Hoike (que había sido traído específicamente como observador de aviones) ocupando sus lugares en la parte trasera. Mientras viajaban hacia el sur, nunca recorrían más de una milla, a menudo no más de unos pocos cientos de yardas, sin pasar los restos ametrallados, a menudo quemados, de camiones, tanques y vehículos blindados de la Wehrmacht y SS que habían sido destruidos por británicos o Aviones americanos. Cerca de Sainte-Foy-de-Montgommery, Hoike vio una formación de combatientes aliados que parecían estar haciendo fila para una carrera de ametrallamiento en la carretera. Rommel ordenó al cabo Daniel para tomar una carretera lateral que atravesaba el pueblo de Sainte-Germaine-de-Montgommery, y fue allí donde aparecieron de repente un par de Spitfires de la Royal Air Force. Daniel zigzagueó desesperadamente para desviar la puntería de los pilotos británicos, pero una ráfaga de fuego de cañón de 20 mm cruzó la carretera y entró en el coche, hiriendo gravemente a Daniel, que perdió el control del gran Horsch. El automóvil patinó 100 yardas antes de caer en la zanja junto a la carretera, chocó contra un árbol y rebotó en la carretera de nuevo; todos en el coche quedaron despejados por el impacto inicial. Lang estaba prácticamente ileso, Neuhaus y Hoike sufrieron heridas leves; pero las heridas de Daniel fueron fatales: entraría en coma y moriría unas horas después. Rommel, que se había girado a la derecha para observar el acercamiento de los cazas enemigos, fue arrojado violentamente contra el pilar del parabrisas, fracturando su cráneo en tres lugares y sufriendo heridas masivas en el lado izquierdo de su rostro antes de ser arrojado a la calzada. Erwin Rommel, inconsciente y sangrando profusamente, había llegado al final de su guerra.