Por Oscar F. Larrosa (h)
El 24 de agosto de 1881, una banda denominada “Los Caballeros de la Noche”, liderada por un noble belga de 27 años arrastrado al delito por el juego y el vicio llamado Alphonse Kerchowen de Pegnaranda; conmovió a toda la sociedad con el robo de un cadáver del Cementerio del Norte (La Recoleta), exigiendo rescate por su devolución.
DETALLES…
Durante aquella noche fría de agosto, la bóveda de la familia Dorrego, fue violada sustrayéndose un ataúd con los restos mortales de doña Inés Indart de Dorrego, cuñada de Manuel Dorrego y recientemente fallecida. A la mañana siguiente, la Sra. Felisa Dorrego de Miró Quesada, su hija, recibió en el Palacio Miró de la calle Córdoba un anónimo donde se le exigía 2 millones de pesos por su devolución a entregar en un plazo de 24 horas, caso contrario, el cadáver sería ultrajado, reducido a cenizas y arrojado a “los 4 vientos”. Se advertía, también, que no diese intervención a la Policía.
La nota decìa: “Estos restos están rodeados de respeto y volverán al lugar de donde han sido sacados, pero eso es bajo una condición, si Vds. quieren ser condescendientes con nosotros. Sabemos que doña Inés de Dorrego al morir dejó a sus hijas queridas una fortuna colosal […] Que en represalia por su mala voluntad y abstención por nosotros, nos veríamos obligados a sacar de la caja donde reposan los restos venerados de su señora madre, y después de ultrajarlos y reducirlos a cenizas, tirarlos a los cuatro vientos, sin que nunca sepan ni dónde ni cómo. Que indudablemente la justa crítica de una ciudad y de una nación os cubriría de vergüenza y lodo, manchando para siempre vuestro nombre ilustre. Hijas tan ricas, dirán, y tan desnaturalizadas. Que somos muchos y poderosos, que nuestra asociación cuenta con hombres resueltos hasta la muerte”
Una caja de madera destinada para el dinero del rescate acompañaba el aviso que estaba firmado por… "Los Caballeros de la Noche". La caja con el dinero debía ser entregada al día siguiente a un “mozo de cordel” que, ajeno al robo, concurriría llevando una carta.
Notificada la Policía, se encargó la pesquisa a los comisarios Sufern y Tasso, decidiéndose que la Sra. Dorrego cumpliese con el pedido de los secuestradores y entregase la caja al mensajero designado. Concretado esto, la policía llevó adelante el operativo de seguimiento. El comisario Tasso disfrazado de vendedor ambulante siguió al mozo sin que este lo notara verificando que el portador de la caja se reunió con otro sujeto en la estación central de FF.CC en Retiro, entregándole la misma. La intervención de los uniformados no se hizo esperar y detuvo al mensajero a efectos de su identificación y de su desconocimiento sobre el hecho del que estaba siendo partícipe. Las iniciales de su nombre y apellido eran J.B.
El otro individuo fue detenido al subir al tren, resultando ser Antonio Perry., quien confesó su complicidad en la extorsión, declarando además, que debía arrojar la caja (que en realidad contenía recortes de diario) en la playa de Maldonado. Custodiado por los funcionarios policiales, el sujeto llevó adelante su tarea arrojando la caja al costado de las vías, a la vez que el tren detuvo su marcha y los pesquisas bajaron, intentando sin resultado, capturar a los delincuentes quienes, recogiendo la caja, pudieron emprender la fuga en un coche. Tras una corta persecución, otra comisión policial, pudo lograr el objetivo, deteniéndose al jefe de la banda. Días mas tarde se pudo detener al resto de la gavilla que se ocultaba en la Floresta de Belgrano, quedando prófugo un integrante de nombre Expósito.
Se supo posteriormente que tal como supuso el mayordomo de la casa, el cadáver de Inés Indart de Dorrego, estaba escondido en una bóveda cercana en el panteón de Francisco Requijo ya que por su peso era improbable que lo hubiesen podido sacar del cementerio sin hacerse notar.
EL JUICIO…
Tiempo más tarde, se inició el proceso de juzgamiento de los delincuentes.
Al advertirse que en el Código Penal de la época, no se contemplaba el “Robo de cadáveres con Extorsión” y ni siquiera el “Robo de cadáveres”; los jueces intentaron aplicar las leyes españolas de “Las Partidas” para fundamentar una condena, pero la excelente defensa del abogado español Rafael Calzada logró destruir los cargos, basándose en la inaplicabilidad de esas leyes y en la falta de previsiones legales…
"NO HAY PENA SIN LEY Y SIN JUICIO PREVIO", fundándose en una ley anterior al hecho del proceso en cuestión. La Cámara de Apelaciones dictaminó que los delincuentes sólo podían estar incursos en el delito de “Amenazas por Escrito” sin otras consecuencias, previsto en el Artículo 296 del Código Penal vigente a ese momento, con pena de un mes de prisión. Sin embargo y dado el tiempo transcurrido de detención hasta el juicio (cumplido en exceso); los delincuentes quedaron en libertad... con gran escándalo para la época.
En 1887 se produjo la reforma legal, tipificándose por Artículo 171, que aún subsiste, el delito de “Extorsión por Robo de Cadáveres”, con pena de 2 a 6 años de prisión. Argentina fue el primer país en establecer tal condición legal.
Asì comenzó la historia de robo de cadàveres en Argentina que tendría su máxima expresión en el robo del cadáver de Eva Duarte de Peron y su ocultamiento durante años en un cementerio de Milàn hasta que fueron devueltos a su viudo en Madrid. En 1974 la banda terrorista Montoneros robaría de su bóveda en Recoleta el cadáver del asesinado General Pedro Eugenio Aramburu reclamando para su devolución que se restituyera el cadáver de Evita a la Argentina, hecho que cumplió la entonces presidente Marìa Estela Martinez de Peron.
Fuentes: Museo Policial, Tomo VI de la Historia de la Policía Federal.
El 24 de agosto de 1881, una banda denominada “Los Caballeros de la Noche”, liderada por un noble belga de 27 años arrastrado al delito por el juego y el vicio llamado Alphonse Kerchowen de Pegnaranda; conmovió a toda la sociedad con el robo de un cadáver del Cementerio del Norte (La Recoleta), exigiendo rescate por su devolución.
DETALLES…
Durante aquella noche fría de agosto, la bóveda de la familia Dorrego, fue violada sustrayéndose un ataúd con los restos mortales de doña Inés Indart de Dorrego, cuñada de Manuel Dorrego y recientemente fallecida. A la mañana siguiente, la Sra. Felisa Dorrego de Miró Quesada, su hija, recibió en el Palacio Miró de la calle Córdoba un anónimo donde se le exigía 2 millones de pesos por su devolución a entregar en un plazo de 24 horas, caso contrario, el cadáver sería ultrajado, reducido a cenizas y arrojado a “los 4 vientos”. Se advertía, también, que no diese intervención a la Policía.
La nota decìa: “Estos restos están rodeados de respeto y volverán al lugar de donde han sido sacados, pero eso es bajo una condición, si Vds. quieren ser condescendientes con nosotros. Sabemos que doña Inés de Dorrego al morir dejó a sus hijas queridas una fortuna colosal […] Que en represalia por su mala voluntad y abstención por nosotros, nos veríamos obligados a sacar de la caja donde reposan los restos venerados de su señora madre, y después de ultrajarlos y reducirlos a cenizas, tirarlos a los cuatro vientos, sin que nunca sepan ni dónde ni cómo. Que indudablemente la justa crítica de una ciudad y de una nación os cubriría de vergüenza y lodo, manchando para siempre vuestro nombre ilustre. Hijas tan ricas, dirán, y tan desnaturalizadas. Que somos muchos y poderosos, que nuestra asociación cuenta con hombres resueltos hasta la muerte”
Una caja de madera destinada para el dinero del rescate acompañaba el aviso que estaba firmado por… "Los Caballeros de la Noche". La caja con el dinero debía ser entregada al día siguiente a un “mozo de cordel” que, ajeno al robo, concurriría llevando una carta.
Notificada la Policía, se encargó la pesquisa a los comisarios Sufern y Tasso, decidiéndose que la Sra. Dorrego cumpliese con el pedido de los secuestradores y entregase la caja al mensajero designado. Concretado esto, la policía llevó adelante el operativo de seguimiento. El comisario Tasso disfrazado de vendedor ambulante siguió al mozo sin que este lo notara verificando que el portador de la caja se reunió con otro sujeto en la estación central de FF.CC en Retiro, entregándole la misma. La intervención de los uniformados no se hizo esperar y detuvo al mensajero a efectos de su identificación y de su desconocimiento sobre el hecho del que estaba siendo partícipe. Las iniciales de su nombre y apellido eran J.B.
El otro individuo fue detenido al subir al tren, resultando ser Antonio Perry., quien confesó su complicidad en la extorsión, declarando además, que debía arrojar la caja (que en realidad contenía recortes de diario) en la playa de Maldonado. Custodiado por los funcionarios policiales, el sujeto llevó adelante su tarea arrojando la caja al costado de las vías, a la vez que el tren detuvo su marcha y los pesquisas bajaron, intentando sin resultado, capturar a los delincuentes quienes, recogiendo la caja, pudieron emprender la fuga en un coche. Tras una corta persecución, otra comisión policial, pudo lograr el objetivo, deteniéndose al jefe de la banda. Días mas tarde se pudo detener al resto de la gavilla que se ocultaba en la Floresta de Belgrano, quedando prófugo un integrante de nombre Expósito.
Se supo posteriormente que tal como supuso el mayordomo de la casa, el cadáver de Inés Indart de Dorrego, estaba escondido en una bóveda cercana en el panteón de Francisco Requijo ya que por su peso era improbable que lo hubiesen podido sacar del cementerio sin hacerse notar.
EL JUICIO…
Tiempo más tarde, se inició el proceso de juzgamiento de los delincuentes.
Al advertirse que en el Código Penal de la época, no se contemplaba el “Robo de cadáveres con Extorsión” y ni siquiera el “Robo de cadáveres”; los jueces intentaron aplicar las leyes españolas de “Las Partidas” para fundamentar una condena, pero la excelente defensa del abogado español Rafael Calzada logró destruir los cargos, basándose en la inaplicabilidad de esas leyes y en la falta de previsiones legales…
"NO HAY PENA SIN LEY Y SIN JUICIO PREVIO", fundándose en una ley anterior al hecho del proceso en cuestión. La Cámara de Apelaciones dictaminó que los delincuentes sólo podían estar incursos en el delito de “Amenazas por Escrito” sin otras consecuencias, previsto en el Artículo 296 del Código Penal vigente a ese momento, con pena de un mes de prisión. Sin embargo y dado el tiempo transcurrido de detención hasta el juicio (cumplido en exceso); los delincuentes quedaron en libertad... con gran escándalo para la época.
En 1887 se produjo la reforma legal, tipificándose por Artículo 171, que aún subsiste, el delito de “Extorsión por Robo de Cadáveres”, con pena de 2 a 6 años de prisión. Argentina fue el primer país en establecer tal condición legal.
Asì comenzó la historia de robo de cadàveres en Argentina que tendría su máxima expresión en el robo del cadáver de Eva Duarte de Peron y su ocultamiento durante años en un cementerio de Milàn hasta que fueron devueltos a su viudo en Madrid. En 1974 la banda terrorista Montoneros robaría de su bóveda en Recoleta el cadáver del asesinado General Pedro Eugenio Aramburu reclamando para su devolución que se restituyera el cadáver de Evita a la Argentina, hecho que cumplió la entonces presidente Marìa Estela Martinez de Peron.
Fuentes: Museo Policial, Tomo VI de la Historia de la Policía Federal.