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domingo, 10 de noviembre de 2024

Guerra del Paraguay: El terror a las enfermedades

 

El terror de las enfermedades en la Guerra del Paraguay

La mayoría de los soldados que participaron en el mayor conflicto armado de América del Sur murieron a causa del cólera y otras dolencias infecciosas, no por las heridas de la batalla

Batalha do Avaí, librada en diciembre de 1868 y retratada en esta pintura al óleo realizada por Pedro Américo entre 1872 y 1877

Wikimedia Commons

Carlos Fioravanti
Revista Pesquisa




En 1982, el historiador Jorge Prata de Sousa encontró en el Archivo Histórico del Ejército de Brasil, en el centro de la ciudad de Río de Janeiro, una colección con 27 libros, cada uno con entre 100 y 370 páginas, que registraban los movimientos en los 10 hospitales y enfermerías de campaña que atendieron a los enfermos o heridos durante la Guerra del Paraguay, el mayor conflicto bélico entre países sudamericanos, que tuvo lugar entre diciembre de 1864 y abril de 1870. Prata de Sousa no pudo evaluarlos de inmediato porque estaba yéndose a hacer una maestría en México, pero volvió a ellos en 2008, durante su investigación posdoctoral en la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz (Ensp/Fiocruz), y desde 2018 los está estudiando nuevamente, ahora intercambiando información con la historiadora Janyne Barbosa, de la Universidad Federal Fluminense.

Los análisis de los registros que contienen nombres, edades, grados militares, motivos de la hospitalización, tratamientos, fechas de ingreso y egreso de los hospitales y cantidades de curados o fallecidos, de lo cual se ocupó Barbosa, dimensionaron por primera vez el impacto de las enfermedades en esa guerra: alrededor del 70 % de los integrantes de las tropas aliadas (Brasil, Argentina y Uruguay) habrían muerto a causa de enfermedades infecciosas, principalmente cólera, paludismo, viruela, neumonía y disentería.

El trabajo de ambos aporta un enfoque amplio sobre las causas de la mortandad en la guerra que unió a la llamada Triple Alianza –conformada por Brasil, Uruguay y Argentina– contra Paraguay y, sumado a otros, da cuenta de la precariedad de las condiciones sanitarias en que vivían y luchaban los soldados. Antes, los historiadores tan solo disponían de una conclusión genérica de que las enfermedades habían causado más muertos que las heridas de batalla. La guerra concluyó con unos 60.000 decesos para el bando brasileño, mientras que Paraguay, derrotado en el conflicto que inició al invadir lo que entonces era la provincia de Mato Grosso, perdió alrededor de 280.000 combatientes, más de la mitad de su población.

Una iglesia adaptada para funcionar como hospital de campaña en Paso de Patria (Paraguay), sin fecha
Excursão ao Paraguay
/ Biblioteca Nacional

“Las altas tasas de mortalidad por enfermedades infecciosas también caracterizaron a otras guerras de la misma época, tales como la de Crimea, en Rusia (1853-1856), y la Guerra de Secesión, en Estados Unidos (1861-1865)”, dice Prata de Sousa, autor del libro intitulado Escravidão ou morte: Os escravos brasileiros na Guerra do Paraguai [Esclavitud o muerte. Los esclavos brasileños en la Guerra del Paraguay] (editorial Mauad, 1996). Fueron lo que se conoció como guerras de trincheras, zanjas excavadas que servían de cobijo a las tropas, pero facilitaban la propagación de enfermedades infecciosas, a causa de la falta de higiene, la abundancia de roedores e insectos y las inundaciones.

“La Guerra del Paraguay fue una guerra epidémica”, concluye Barbosa. “Las enfermedades infecciosas eran parte del conflicto, de principio a fin, sin contar los brotes, como fue el caso del cólera”. El historiador Leonardo Bahiense, quien realiza una pasantía posdoctoral en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), reitera: “Tan solo el cólera fue responsable, como mínimo, de 4.535 muertos entre los soldados brasileños durante el tiempo que duró la guerra”. Según él, con base en documentación que se conserva en el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, durante el primer semestre de 1868, el 52,5 % de los decesos entre las tropas aliadas obedeció a la grave deshidratación causada por la bacteria Vibrio cholerae y un 3,6 % al paludismo y otras enfermedades caracterizadas genéricamente como fiebres. “A menudo”, añade la investigadora de la UFF, “los soldados y prisioneros paraguayos con cólera eran abandonados en los caminos por orden de los comandantes, cuando las tropas se desplazaban de un campamento a otro”.

Los relatos de quienes vivieron la guerra respaldan sus conclusiones. En el libro A retirada da Laguna, publicado en francés en 1871 y en portugués tres años más tarde, el ingeniero militar Alfredo Taunay (1843-1899) describió a los brotes de cólera como “el adversario oculto”, “que no perdonaba a nadie”. “La peste es la mayor enemiga que tenemos”, informó el mariscal de campo Manuel Luís Osório (1808-1879) al ministro de Guerra, Ângelo Muniz da Silva Ferraz (1812-1867), al asumir el mando de las tropas, en julio de 1867.

Registro del Archivo Histórico del Ejército de Brasil de soldados atendidos en hospitales
Carlos Cesar / Biblioteca Nacional

En los libros del Archivo del Ejército, Barbosa halló registros de una categoría de enfermedades infecciosas raramente recordada en los relatos de la época, las enfermedades de transmisión sexual: “La sífilis era habitual. Los oficiales acusaban a sus esposas o amantes que convivían con los soldados. En los campamentos había prostitución, principalmente con las paraguayas, a causa del hambre”. Una peculiaridad de esta guerra residió en que las mujeres que acompañaban a la tropa eran las madres, hijas, hermanas o las parejas de los soldados, para quienes lavaban los uniformes y cocinaban.

Incluso los desplazamientos eran riesgosos. “Un grupo de médicos y enfermeros que partió en abril de 1865 desde la ciudad de Río de Janeiro se unió a un batallón de 500 soldados en la ciudad de São Paulo, pero tuvieron que detenerse dos semanas después en Campinas, donde había un brote de viruela que causó la muerte de seis integrantes de la tropa”, relata el médico intensivista José Maria Orlando, autor de Vencendo a morte – Como as guerras fizeram a medicina evoluir (editorial Matrix, 2016). Tras ello, el grupo debió enfrentarse al paludismo que transmitían los insectos que proliferaban en las ciénagas del Pantanal, que debían atravesar para llegar a los campos de batalla, casi nueve meses después.

“Muchos de los soldados no estaban vacunados contra la viruela y eran portadores de enfermedades propias de sus regiones”, comenta la historiadora Maria Teresa Garritano Dourado, del Instituto Histórico y Geográfico de Mato Grosso do Sul, basándose principalmente en los documentos del Archivo de la Marina, también de Río de Janeiro. Autora de A história esquecida da Guerra do Paraguai: Fome, doenças e penalidades [La historia olvidada de la Guerra del Paraguay: Hambre, enfermedades y penurias] (editorial UFMS, 2014), ella identificó otro enemigo: el clima. “Ante la falta de ropa adecuada y al no estar acostumbrados al clima del sur, los soldados del norte se morían de frío”, relata. “La lucha no era solamente contra el enemigo, sino también por la supervivencia en los campamentos”.

El general Dionísio Evangelista de Castro Cerqueira (1847-1910), quien estuvo en el frente y escribió Reminiscências da campanha do Paraguai, 1865-1870 (Biblioteca do Exército, 1929), relató que en los campamentos se bebía “agua espesa y amarillenta, contaminada por la proximidad de los cadáveres”. Los muertos se amontonaban o se los arrojaba a los ríos, contaminando el agua. Otro problema era la faena y la preparación de los animales con los que se alimentaban: las vísceras y otras partes que no se aprovechaban se dejaban expuestas al sol, generando mal olor. “Los buitres y los caranchos [aves de rapiña] se encargaban de la limpieza, devorando los restos”, describió el oficial.

Registro del Archivo Histórico del Ejército de Brasil de soldados atendidos en hospitales
Archivo Histórico del Ejército / Reproducción Janyne Barbosa / UFF

Los heridos en combates
Los cirujanos civiles que fueron al frente de batalla, concluyó Bahiense, inicialmente aprendieron con los informes de los equipos médicos que habían servido en guerras anteriores. En las Guerras Napoleónicas (1803-1815), Dominique Jean Larrey (1766-1842) cirujano en jefe del ejército francés, insistió en ubicar a los equipos quirúrgicos cerca del frente de batalla, para asegurar una atención de prisa y el rápido retiro de los hombres heridos en ambulancias, en ese entonces tiradas por caballos. En la Guerra de Crimea, la enfermera inglesa Florence Nightingale (1820-1910) implementó lo que Orlando denominaba “filosofía de la UTI [unidad de terapia intensiva]”: ubicar a los pacientes más graves cerca del puesto de enfermería, para su atención permanente, y a los menos graves más lejos.

“Durante la Guerra del Paraguay, se suscitó un fructífero debate al respecto de las técnicas quirúrgicas”, recalca Bahiense. Se discutió, por ejemplo, si el mejor momento para amputar un brazo o una pierna [afectados por balas, machetes o bayonetas] era inmediatamente después de ser heridos o si se debía esperar a que el combatiente asimile que había sido herido. Aunque las intervenciones quirúrgicas fueran bien hechas, los soldados podían morir poco después debido a una infección generalizada, a causa de la escasa preocupación –y conocimientos– acerca de la asepsia. Él comprobó que los medicamentos –principalmente el cloroformo, que se usaba como anestésico, y el opio, para el dolor–, los vendajes y la ropa para los pacientes hospitalizados tenían gran demanda, porque siempre se agotaban las existencias.

El general argentino Bartolomé Mitre junto a sus oficiales en la región de Tuyutí, escenario de la batalla más encarnizada de la guerra, en mayo de 1866, que dejó un saldo de 7.000 muertos y 10.000 heridos

Excursión al Paraguay / Biblioteca Nacional

“Las guerras, al igual que las epidemias, han hecho del mundo un campo de experimentación y, aún a costa de un inmenso sufrimiento, han acelerado el descubrimiento de nuevas técnicas quirúrgicas, el tratamiento de las quemaduras o de las enfermedades infecciosas”, comenta Orlando. Según él, solo a partir de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue que el número de muertes por heridas en combate comenzó a ser mayor –en este caso, el doble– que las causadas por enfermedades infecciosas.

Las razones de este cambio han sido la mejora de las condiciones de higiene y la adopción de técnicas de tratamiento: se les inyectaba a los heridos una solución salina directamente en sus venas para compensar las consecuencias de la gran pérdida de sangre. A partir de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el uso de antibióticos como la penicilina redujo aún más la mortandad de los soldados a causa de las infecciones generadas por las heridas. Durante la Guerra de Corea (1950-1953), las amputaciones se hicieron menos necesarias con el desarrollo de las técnicas de cirugía vascular.

Bahiense apunta otra razón para la elevada mortalidad debido a las enfermedades infecciosas durante la Guerra del Paraguay: “En Brasil todavía no existía la enfermería profesional, como en Estados Unidos y en Europa”. El equipo de asistencia de los cirujanos estaba integrado por soldados, cabos o prisioneros paraguayos adiestrados a toda prisa con un curso rápido de enfermería y luego reemplazados por las religiosas o las mujeres que acompañaban a los militares.

Entre ellas se destacó Anna Nery (1814-1880) quien se convirtió en una referente del área en Brasil. A disgusto por tener que separarse de dos de sus hijos, ambos reclutados para marchar al frente, se alistó como voluntaria para cuidar a los heridos. Tras conseguir la autorización del gobierno de Bahía, Nery los acompañó, aprendió nociones de enfermería con unas monjas en Rio Grande do Sul y trabajó como enfermera en los hospitales del frente de batalla. En reconocimiento a su labor, el emperador Pedro II le concedió una pensión vitalicia, con la cual pudo educar a sus otros hijos.

En marzo y abril de 2022, la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul, campus de Aquidauana, celebrará un congreso internacional para debatir sobre el 150º aniversario del final de la guerra, que se cumplió el año pasado.


domingo, 11 de febrero de 2024

Revolución Libertadora: Los festejos por la caída del dictador

Los festejos por la caída del régimen





Festejos en la capital uruguaya de Montevideo, un día después de conocerse las palabras del general Franklin Lucero, ministro de Ejército, que anunciaron la renuncia del general Juan Domingo Perón a la presidencia de la Nación, 20 de septiembre de 1955.






Durante el gobierno peronista, Uruguay acogió a muchísimos exiliados políticos argentinos. Los socialistas se constituyeron a través del Grupo Socialista Argentino de Exiliados que lideraba Américo Ghioldi y que contaba con la participación de Juan Antonio Solari, Luis Pan, Esteban Rondanina, y otros políticos y sindicalistas exilados, también editaban La Vanguardia (que había sido prohibida en la Argentina) desde Montevideo. Los conservadores se establecieron con el liderazgo de Vicente Solano Lima y Antonio Santamarina, editando un periódico, que ingresaba clandestinamente a la Argentina, de nombre “Resistencia”. También otros dirigentes radicales, como Agustín Rodríguez Araya, Ernesto Sanmartino, Jorge W. Perkins, Alberto Candioti, Arturo Mathov, y demócratas progresistas, como Julio Argentino Noble, se establecieron en Montevideo, donde continuaron su oposición, principalmente haciéndose oír a través de Radio Colonia y de Radio Carve de Montevideo.





En esos años, gobernaba en Uruguay el Partido Colorado, a través de las presidencias de Luis Batlle Berres, Andrés Martínez Trueba y el Consejo Nacional de Gobierno, presidido entre 1952 y 1955 por los anteriores, quienes colaboraron activamente con los exiliados argentinos. Ya en 1946, Batlle Berres expresaba: “Perón no es un problema solo argentino; es un problema americano, porque Peron desde el gobierno va a imponer un temor y una violencia, y va a realizar una gestion publica con tales caracteres que, sin duda alguna, pondra en peligro la tranquilidad y la paz americana”. Julio María Sanguinetti, ex presidente uruguayo, recordó que la caída de Perón, en septiembre de 1955, fue festejada en su país “casi como la liberación de París”.




viernes, 17 de noviembre de 2023

Bahía Blanca: El fundador uruguayo sin rostro

El coronel Ramón Estomba, el hombre sin rostro

No se conoce la verdadera cara del fundador de Bahía. La historia de un fraude.


El coronel Ramón Estomba fue el fundador de Bahía Blanca, el 11 de abril de 1828.

Fue con la creación de un fuerte militar llamado Fortaleza Protectora Argentina, en el marco de una política nacional de avanzada sobre estos territorios.

Pero hay algunos detalles poco conocidos de este militar, que vivió entre 13 de junio de 1790 y el 1 de junio de 1829.

Su segundo nombre era Bernabé y murió a los 39 años.

Nació en territorio extranjero, más precisamente en Montevideo, en la Banda Oriental, por lo que Estomba era uruguayo.

Fue parte de la campaña del Alto Perú, y entre 1811 y 1813 estuvo a las órdenes del General Manuel Belgrano.

En la batalla de Ayohuma fue gravemente herido y apresado. Estuvo 7 años en cautiverio, sin ver la luz del sol en las prisiones del Callao.

No tuvo esposa ni hijos, y después de fundar Bahía, en 1929 volvió a Buenos Aires para ponerse a órdenes de Lavalle, quien le pidió hacer intervenciones en el interior de la provincia, que llevó a cabo de manera violenta y sangrieta contra los pueblos originarios.

En esos meses, se le detectó una demencia producto de haber contraído sífilis, y hecha pública esa locura, hasta el diario El Pampero tituló con su regreso: “Alarma general en la población.

Así terminó enfermo e internado en el Hospital General de Hombres. Y durante una salida, fue encontrado muerto por la policía, y finalmente enterrado en el Cementerio de la Recoleta, en Capital Federal.

En el año 1978 se extrajeron sus restos pero no fueron encontrados. Se consideró que los mismos se habían “resumido” en la tierra.

De esta manera, y teniendo en cuenta que no existían las fotografías en esa época, sólo se lo conoce por ilustraciones.

Para eso, el retratista platense José Fonrouge viajó a Montevideo para entrevistarse con sus familiares y conocer algunos retratos y así poder elaborar el propio.

Años después, se detectó un fraude y la misma cara y cuerpo que éste produjo, era idéntica a la de Édouard Adolphe Casimir Joseph Mortier, Mariscal de Francia, soldado de Napoleón, realizado por el pintor Charles Philippe Larivière.

Y por otro lado, sobre otras ilustraciones que se hicieron, su familia aseguró que no se parecían en nada.

Por eso, a Estomba, se lo conoce como el hombre sin rostro.

Fuente: La Nueva, Federico Andahazi.


jueves, 21 de septiembre de 2023

Guerra del Paraguay: Batalla de Yatay


Batalla de Yatay





Batalla de Yatay - 17 de agosto de 1865


La Guerra del Paraguay puede dividirse en cinco campañas: la de Matto Grosso, la del Uruguay, la de Humaitá, la de Pikysyry y la de las Cordilleras. En la campaña de Matto Grosso los paraguayos se apoderaron de la fortaleza de Coimbra, Alburquerque, Corumbá, Miranda y Dorados. La segunda tuvo por objetivo el Uruguay, hacia donde se dirigieron dos columnas del ejército paraguayo, por Corrientes y Río Grande, para expulsar a los brasileños y sostener la soberanía de ese país. El objetivo de la tercera -para los aliados- era la toma de la plaza fuerte que fue el centro de la resistencia paraguaya. La cuarta se llama así porque se desarrolló sobre la línea fortificada del arroyo Pikysyry, segundo centro de la resistencia del Paraguay. La quinta fue la que se llevó a cabo después de la batalla de las Lomas Valentinas, al otro lado de las Cordilleras, hasta Cerro Corá.

Al iniciarse la segunda campaña, abandonó Solano López la capital, para ir a ponerse al frente de sus ejércitos. Dejaba así la Asunción para siempre. Nunca más entraría en ella, no permitiéndole los azares de una guerra a muerte ni siquiera volver a contemplarla a la distancia.

En realidad, en aquel momento -8 de junio de 1865- empezaba su agonía, que era la de su patria, como él condenada a una muerte cruel e irremediable. Antes de partir dirigió al pueblo una proclama, en el que daba a entender que iba resuelto a abandonar “el seno de la Patria”, para incorporarse “a sus compañeros de armas en campaña”

Pero llegó a Humaitá y cambió de opinión, bajo la influencia de insinuantes cortesanos, como el obispo Palacios, que acabaron por convencerle de que no debía imponerse ese inútil sacrificio, teniendo a su lado tantos hombres capaces que podían muy bien reemplazarle… Instaló, pues, allí su cuartel general, estableciendo una activa comunicación telegráfica con la ciudad de Corrientes, donde José Berges ejercía su representación.

El general Wenceslao Robles había reunido, entretanto, 30.000 hombres de las tres armas y estaba en condiciones de marchar, sin dificultad alguna, arrollando los pequeños obstáculos que encontrase en su camino. En aquellos momentos aún no se había establecido el campamento general de los aliados en Concordia, ni éstos disponían de tropas capaces de contrarrestar la acción del Paraguay. Ningún paraguayo dudaba del éxito de la empresa confiada a Robles, experimentado militar, que había dado tantas pruebas de sus aptitudes de brillante organizador. Pero los hechos desvanecieron bien pronto tan optimistas esperanzas.

Al frente de aquella poderosa columna, Robles se sintió inferior a su cometido, no atinando a obrar con la resolución y la pericia que le imponían las circunstancias. Perdió su tiempo con fútiles pretextos, avanzando con lentitud extrema, distraído por pequeñas guerrillas sin importancia. Así perdió la oportunidad única que se le brindaba, dando todas las ventajas a los oponentes. Finalmente, entró en tratos con los aliados, pagando con su vida los graves errores cometidos.

Lo reemplazó el general Francisco Isidoro Resquín, quien hizo contramarchar a su ejército, regresando con él a territorio paraguayo. El fracaso de la expedición de Robles determinó el fracaso de la expedición de Estigarribia. Este, al frente de 12.000 hombres, invadió el Estado de Río Grande del Sud, siguiendo la línea del Uruguay, para ir a encontrarse con la otra columna expedicionaria en la frontera de la República Oriental.

La llegada oportuna de Robles debió impedir la formación del ejército aliado que salió a batirle permitiéndole someter holgadamente a los brasileños. Pero no sucedió así. Robles no llegó nunca a la frontera oriental, no pasando más allá de los límites de Corrientes. Gracias a esto, Mitre pudo organizar el ejército hasta encontrarse en situación de batir a los paraguayos.



Realmente Estigarribia debió retroceder al ver que había fracasado el plan convenido. Pero lo empujaron adelante, los numerosos jefes orientales que lo acompañaban, los cuales le aseguraban que, al llegar a la frontera de su país, contaría con el franco apoyo de todos los compatriotas uruguayos.

Entrar en Uruguayana fue para él entrar en una ratonera. Pronto fue allí rodeado por el ya poderoso ejército aliado, teniendo que sucumbir, vencido por el hambre y por la muerte. Una parte de su ejército, que marchaba por la orilla derecha del río Uruguay, a las órdenes del mayor Pedro Duarte, sucumbió también, aplastado por fuerzas muy superiores.

En efecto, el 17 de agosto de 1865 libraron batalla 3.500 paraguayos, de caballería e infantería, con 11.000 aliados de las tres armas, a las órdenes del general Venancio Flores.

Pese a la abrumadora superioridad enemiga, Estigarribia rechazaba con ironía la propuesta de rendirse a los “libertadores de su patria”. “Si VV.EE. (decía a los jefes aliados) se muestran tan celosos por dar libertad al pueblo paraguayo, ¿por qué no empiezan por dar libertad a los infelices negros del Brasil, que componen la mayor parte de la población, y gimen en el más duro y espantoso cautiverio para enriquecer y estar en la ociosidad a algunos de cientos de grandes del Imperio?”

Luego de la derrota de los paraguayos, Flores declaró: “Los paraguayos son peores que salvajes para la pelea, prefieren morir antes que rendirse…”

La mayor parte de los prisioneros fueron pasados a cuchillo (se calcula que eran alrededor de 1.400) y los soldados sobrevivientes fueron alistados en los batallones del ejército aliado, obligándoseles así a ir contra su patria. Decía Flores: “Los batallones orientales han sufrido en Yatay una gran baja, y estoy resuelto a reemplazarla con los prisioneros paraguayos, dándole una parte al general Paunero para aumentar sus batallones, que están pequeños algunos¨. Mientras tanto el vicepresidente argentino Dr. Marcos Paz agrega: “El general Flores ha adoptado por sistema incorporar a sus filas a todos los prisioneros, y después de recargar sus batallones con ellos ha organizado uno nuevo de 500 plazas con puros paraguayos”.

El gran publicista oriental, Carlos María Ramírez protestó en 1868, contra la repetición sistemática del mismo hecho: “Los prisioneros de guerra –decía- han sido repartidos entre los cuerpos de línea y, bajo la bandera y con el uniforme de los aliados, compelidos a volver sus armas contra los defensores de su patria. ¡Jamás el siglo XIX ha presenciado un ultraje mayor al derecho de gentes, a la humanidad, a la civilización!.

En la Quinta Sección, chacra el Ombucito, existe un monolito que evoca la Batalla de Yatay. Este sitio fue declarado Lugar Histórico el 4 de febrero de 1942, por la Ley 12665, según consta en “Monumentos y Lugares Históricos” de Hernán Gómez. Allí serpentea un arroyo, entre arbustos y pajonales, que se vuelca en el río Uruguay. Este paisaje está adornado con elegantes palmeras Yatay (Yatay significa Palmera en guaraní). Ellas dieron su nombre al arroyo y al lugar. El topónimo dio el nombre a la batalla.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
O’Leary, Juan E. – El Mariscal Solano López – Asunción (1970).
Portal www.revisionistas.com.ar
Rosa, José María – La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas – Buenos Aires (1985).
Turone, Gabriel O. – La Batalla de Yatay – (2007)

Fuente: www.revisionistas.com.ar





martes, 7 de diciembre de 2021

Mossad: Herberts Cukurs, el letón cazado en Uruguay

Herberts Cukurs


Herberts Cukurs (17 de mayo de 1900 en Liepāja, Imperio Ruso - 23 de febrero de 1965 en Shangrilá, Uruguay) fue un aviador letón. Era miembro del Arajs Kommando, que participó en el asesinato en masa de judíos letones como parte del Holocausto. Cukurs nunca fue juzgado, aunque hay varios relatos de testigos que lo relacionan con crímenes de guerra. Fue asesinado por agentes del servicio de inteligencia israelí (Mossad) en 1965. El agente del Mossad "Künzle", que mató a Cukurs, y el periodista Gad Shimron escribieron un libro, La ejecución del verdugo de Riga en el que llamaron a Cukurs el " Carnicero de Riga ", y el término fue retomado más tarde por varias fuentes.

Cukurs en 1937



Nacido el 17 de mayo de 1900
Liepāja, Gobernación de Curlandia, Imperio Ruso
Murió el 23 de febrero de 1965 (64 años)
Shangrilá, Uruguay
Ocupación aviador
Conocido por criminal de guerra. Aviador pionero. Participación en el asesinato de judíos letones durante el Holocausto
Cónyuge (s) Milda Cukura (de soltera Bērzupe)
Niños Gunārs, Antinea Dolores, Herberts
Padre (s) Jānis, Anna

Como piloto pionero de larga distancia, Cukurs ganó reconocimiento nacional por sus vuelos internacionales en solitario en la década de 1930 (Letonia-Gambia y Riga-Tokio). Fue galardonado con el Trofeo Harmon de Letonia en 1933 y fue considerado un héroe nacional, de manera análoga a Charles Lindbergh.

Cukurs construyó al menos tres aviones de su propio diseño. En 1937 hizo una gira de 45.000 kilómetros (24.000 millas náuticas; 28.000 millas) visitando Japón, China, Indochina e India, volando en el monoplano de madera C 6 "Trīs zvaigznes" (registro YL-ABA) de su propia creación. El avión estaba propulsado por un motor De Havilland Gipsy.

Cukurs también diseñó el prototipo de bombardero en picado Cukurs C-6bis en 1940.


Cukurs en Gambia, 1933

Participación en el Arajs Kommando

Durante la ocupación de Letonia por la Alemania nazi en el verano de 1941, Cukurs se convirtió en miembro del notorio Arajs Kommando, responsable de muchos de los crímenes contra la humanidad bajo la dirección del SD, el servicio de inteligencia y seguridad nazi.

En su libro El Holocausto en Letonia, 1941-1945, el historiador letón Andrew Ezergailis escribe que Cukurs desempeñó un papel destacado en las atrocidades que se cometieron en el gueto de Riga junto con la masacre de Rumbula el 30 de noviembre de 1941. Después de la guerra, los testigos sobrevivientes informaron que Cukurs había estado presente durante la limpieza del gueto y había disparado contra la masa de civiles judíos.

Según fuentes de testigos presenciales, Cukurs era el hombre de la SD letón más reconocible en el lugar de la masacre de Rumbula. Ezergailis afirma que "aunque los hombres de Arājs no fueron los únicos en el gueto al final de la operación, en la medida en que participaron en las atrocidades allí, la principal responsabilidad recae sobre los hombros de Herberts Cukurs". Cukurs se describió de la siguiente manera. :

El asesino letón Cukurs salió de un automóvil con una pistola (Nagant) en una funda de cuero a su lado. Se dirigió a los guardias letones para darles varias instrucciones. Sin duda, se le había informado detalladamente sobre la gran catástrofe que nos aguardaba.
Más tarde, Ezergailis se retractó de estas interpretaciones, diciendo que a la luz de los nuevos documentos, sería incorrecto afirmar que Cukurs había participado en el tiroteo de Rumbula o la quema de la sinagoga de Riga. Durante entrevistas con la prensa, Ezergailis declaró que no hay evidencia de que Cukurs haya estado en los boxes en Rumbula, y que no se ha probado que Cukurs fuera "el asesino de judíos más entusiasta en Letonia".

Según otro relato, Cukurs también participó en la quema de las sinagogas de Riga. Según Bernard Press en su libro El asesinato de los judíos en Letonia, Cukurs quemó la sinagoga en la calle Stabu, pero solo después de sacar a los judíos de las casas vecinas y encerrarlos dentro:

Los testigos escucharon a las personas que estaban encerradas dentro gritando pidiendo ayuda y las vieron romper las ventanas de la sinagoga desde adentro e intentar, como antorchas vivientes, salir al exterior. Cukurs les disparó con su revólver.
La revista Time informó en el momento de la muerte de Cukurs en 1965 que sus crímenes incluían el incendio de la sinagoga de Riga, el ahogamiento de 1.200 judíos en un lago; y su participación en el asesinato el 30 de noviembre de 1941 de 10.600 personas en un bosque cerca de Riga.

Huida y asesinato de posguerra

Cukurs se retiró a Alemania con las fuerzas alemanas. Después de la guerra, Cukurs emigró a Brasil a través de los ratlines. El consulado brasileño en Marsella emitió la visa de residencia permanente el 18 de diciembre de 1945. La visa no incluía el nombre de su esposa, pero identificaba a tres hijos menores: Gunārs, Antinea y Herberts.

Una vez en Brasil, Cukurs estableció un negocio en São Paulo, volando Republic RC-7 Seabees en vuelos panorámicos. Mientras vivía en América del Sur, no ocultó ni trató de ocultar su identidad.

Ahora se sabe que Cukurs fue asesinado por agentes del Mossad, quienes lo persuadieron de viajar a Uruguay con el pretexto de iniciar un negocio de aviación, después de que se supo que no sería juzgado por su participación en el Holocausto. Un conocido llamado "Anton Künzle", en realidad el agente disfrazado del Mossad Yaakov Meidad, cablegrafió a Cukurs desde Montevideo. Fue invitado a una casa en un suburbio remoto de la ciudad que acababa de ser alquilada por un hombre de Viena. Cukurs recibió dos disparos en la cabeza con una pistola automática reprimida después de una corta pero violenta lucha que no fue escuchada por los vecinos. Su cuerpo, encontrado en un baúl el 6 de marzo, tenía varias heridas de bala en otra parte y su cráneo estaba destrozado. Junto a su cuerpo, se dejaron varios documentos relacionados con su participación en el asesinato de judíos en el gueto de Riga.

Los medios de comunicación de América del Sur y Alemania recibieron una nota que decía:

Teniendo en cuenta la gravedad de la acusación formulada contra el imputado, a saber, que supervisó personalmente el homicidio de más de 30.000 hombres, mujeres y niños, y considerando la extrema demostración de crueldad que mostró el sujeto en el desempeño de sus funciones, el imputado Herberts Cukurs queda condenado a muerte. El acusado fue ejecutado por los que nunca olvidan, el 23 de febrero de 1965. Su cuerpo se encuentra en Casa Cubertini Calle Colombia, Séptima Sección del Departamento de Canelones, Montevideo, Uruguay.

La nota fue inicialmente descartada como una broma, pero luego se notificó a la policía y se descubrió el cuerpo.

Legado y controversia

El historiador israelí nacido en Estados Unidos y cazador de nazis Efraim Zuroff ha señalado que el hecho de que Cukurs no fue procesado ha permitido lo que él cree que son "intentos de los nacionalistas de derecha y su familia de exonerar totalmente a Cukurs y a otros letones de cuestionar o disminuir su culpabilidad individual "y" restaurarlo a la condición de héroe en Letonia y encubrir su culpa masiva ".

En 2004, los sobres postales con la imagen de Cukurs fueron emitidos y distribuidos por National Power Unity, un partido político nacionalista de extrema derecha en Letonia. [Cita requerida] El acto fue condenado por Yad Vashem, así como por el Ministro de Relaciones Exteriores de Letonia Artis Pabriks en una declaración en la que decía que "quienes produjeron tales sobres en Letonia evidentemente no comprenden la trágica historia de la Segunda Guerra Mundial en Letonia o en Europa". El Ministerio de Relaciones Exteriores declaró que Cukurs era "culpable de crímenes de guerra" y que "participó en las actividades del célebre Arajs Kommando, que participó en el Holocausto y fue responsable de la matanza de civiles inocentes. La Fiscalía General de Letonia ha rechazado dos veces la exoneración de Herberts Cukurs ".



En el verano de 2005, K @ 2, una ONG de cultura y arte dirigida por el director de documentales sueco Carl Biorsmark, organizó en Liepāja una exposición titulada "Herberts Cukurs: La presunción de inocencia". Una de las salas de exhibición presentaba testimonios y relatos de testigos que acusaban y exoneraban a Cukurs, mientras que otra mostraba un retrato de Cukurs, su supuesto asesino Anton Künzle y una foto del cadáver de Cukurs, golpeado hasta quedar irreconocible. Biorsmark comentó sobre la exposición diciendo: "Esto es lo que los artistas tienen que hacer: permanecer en el medio y plantear interrogantes". La exposición se enfrentó a fuertes críticas de varios expertos, así como de la comunidad judía de Letonia, que la calificó como un intento de rehabilitar un criminal de guerra.

El episodio 1 de la serie Nazi Hunters de National Geographic de 2009 recreó la operación de asesinato de Cukurs por parte del Mossad.

El 11 de octubre de 2014, un musical Cukurs. Herberts Cukurs, producido por Juris Millers, se estrenó en Liepāja. "No somos los defensores de Herbert Cukurs y no somos sus jueces", dijo Millers en la premier, "Espero que esta actuación les haga pensar". Otra actuación inicialmente programada para el 17 de marzo, el día después del Día del Recuerdo. de los legionarios letones, se pospuso por temor a "serias provocaciones". El musical fue criticado por Zuroff al tuitear que estaba "completamente disgustado" por él, el presidente ruso Vladimir Putin llamó al musical un "ejemplo vívido" de manifestaciones abiertas de neonazismo que, según él, se habían convertido en "rutina" en Letonia y otros países bálticos. El ministro de Relaciones Exteriores de Letonia, Edgars Rinkēvičs, dijo que la producción "no es de buen gusto" y "no puede ser apoyada de ninguna manera", pero defendió el derecho del productor a la libertad de expresión.

En 2020, Stephan Talty publicó un relato de la búsqueda de Cukurs por parte del Mossad, titulado El buen asesino: cómo un agente del Mossad y una banda de supervivientes persiguieron al carnicero de Letonia.

Referencias

  • Angrick, Angrej, and Klein, Peter, The "Final Solution" in Riga: Exploitation and Annihilation, 1941-1944, Berghahn Books, 2009 ISBN 978-1-84545-608-5; originally published as (in German) Die „Endlösung“ in Riga., Darmstadt 2006, ISBN 3-534-19149-8
  • Ezergailis, Andrew, The Holocaust in Latvia 1941-1944—The Missing Center, Historical Institute of Latvia (in association with the United States Holocaust Memorial Museum) Riga 1996 ISBN 9984-9054-3-8
  • Goñi, Uki. The Real Odessa: Smuggling the Nazis to Perón's Argentina, Granta, New York 2002 ISBN 1-86207-581-6
  • Kaufmann, Max, Die Vernichtung des Judens Lettlands (The Destruction of the Jews of Latvia), Munich, 1947, English translation by Laimdota Mazzarins available on-line as Churbn Lettland -- The Destruction of the Jews of Latvia (all references in this article are to page numbers in the on-line edition)
  • Künzle, Anton, Shimron, Gad, and Massad, Uriel, The Execution of the Hangman of Riga: The Only Execution of a Nazi War Criminal by the Mossad, Mitchell, Valentine & Co., 2004 ISBN 0-85303-525-3
  • Michelson, Max, City of Life, City of Death: Memories of Riga, University Press of Colorado (2001) ISBN 978-0-87081-642-0
  • Press, Bernard, The Murder of the Jews in Latvia, Northwestern University Press, 2000 ISBN 0-8101-1729-0


jueves, 17 de junio de 2021

Revolución Libertadora: Aviones rebeldes en Uruguay

Pilotos rebeldes en Uruguay





Estos pilotos fueron fotografiados luego de bombardear la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955; una operación realizada con el objetivo de matar al presidente Gral. Juan Perón, considerado un dictador fascista por una oposición políticamente perseguida dentro de un sistema política asfixiante enfocado en el culto a la personalidad. Estos pilotos operaron Gloster Meteor de la Fuerza Aérea y North American AT-6 Texans y Beechcraft AT-11 de la Aviación Naval Argentina para bombardear la Casa Rosada (casa de gobierno) frente a la Plaza de Mayo en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Habiendo sido alertado del ataque Perón se había movido a otro edificio pero no dando aviso a la población general. De todos modos, las bombas no fueron precisas y sólo produjeron un masacre en la población civil de aproximadamente 350 muertos.

Los pilotos luego siguieron camino hacia Uruguay y aterrizaron en Carrasco, pidiendo y siéndoles otorgado asilo político. Allí los encontró un fotógrafo de la revista Life. Este intento de golpe de Estado fue el último antes de la Revolución Libertadora, casi el mismo día en Septiembre de ese mismo año.

Con errores y todo, estos hombres enfrentaron a un régimen populista y fascista del único que habían sido instruidos, no a través de la acción diplomática ni política, sino a través de las armas.