Mostrando entradas con la etiqueta Misión espacial. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Misión espacial. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de junio de 2024

Babilonia: Tablillas que ayudaron a la NASA

Cómo unas tablillas babilónicas de 3.000 años de antigüedad ayudan a los científicos a desentrañar uno de los misterios más extraños del espacio

Entre los misterios más enigmáticos de la ciencia moderna se encuentran las extrañas anomalías que aparecen de vez en cuando en el campo geomagnético terrestre. Puede parecer que las leyes de la física se comportan de manera diferente en algunos lugares, con resultados inquietantes y extraños: las naves espaciales fallan, el Telescopio Espacial Hubble no puede capturar observaciones y las comunicaciones por satélite se estropean. Algunos astronautas que orbitan más allá de las anomalías informan de destellos de luz cegadores y de un silencio repentino. A una de estas enormes y crecientes anomalías la llaman Triángulo de las Bermudas del espacio, e incluso la NASA la está rastreando. 

Con toda la destreza precisa de la tecnología moderna dirigiendo su atención hacia estas rarezas geomagnéticas, no se podría esperar que algunos conocimientos científicos clave sobre ellas pudieran encerrarse dentro de un lote de tablillas cuneiformes babilónicas de 3.000 años de antigüedad. Pero eso es exactamente lo que sugiere un estudio publicado recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences

"El campo geomagnético es uno de los fenómenos más enigmáticos de las ciencias de la tierra", dijo la coautora del estudio Lisa Tauxe en un comunicado. "Los restos arqueológicos bien fechados de las ricas culturas mesopotámicas, especialmente los ladrillos con nombres de reyes específicos inscritos, brindan una oportunidad sin precedentes para estudiar los cambios en la intensidad del campo en alta resolución temporal, rastreando los cambios que ocurrieron durante varias décadas o incluso menos".

Esta conexión recién descubierta entre la escritura antigua mesopotámica y la física moderna es más que una casualidad académica divertida. Pone de relieve cuánto está en juego para el progreso científico del siglo XXI cuando legisladores, administradores universitarios e inversores de la industria privada que recortan presupuestos invierten fondos en el desarrollo de campos STEM mientras descuidan (y en algunos casos, destruyen activamente) las humanidades. 

Dirigido por el University College de Londres, el equipo de investigadores que estudió la escritura cuneiforme de arcilla capturó datos clave sobre una antigua anomalía que se cree que es bastante similar al llamado Triángulo de las Bermudas del espacio (o la anomalía del Atlántico Sur, como la llama la NASA ). Al estudiar los granos de óxido de hierro de la arcilla mediante un método conocido como arqueomagnetismo, los investigadores pudieron ver una instantánea de la aberración conocida como anomalía de la Edad del Hierro Levantina.

Tanto el SAA como el LIAA representan casos en los que, durante un período de tiempo limitado, los campos magnéticos de la Tierra son mucho más débiles o más fuertes en una región específica de lo que deberían ser, actuando fuera de sintonía con nuestros polos norte y sur magnéticos normales, y produciendo perturbaciones. fenómenos. Existen diferencias sustanciales entre las anomalías, pero ambas ofrecen a los geocientíficos pistas sobre cómo el núcleo más profundo de nuestro planeta afecta a sus aventureros más remotos. Y las últimas mediciones de los investigadores confirman que se produjeron picos geomagnéticos de alta intensidad durante la LIAA, lo que sugiere que puede haber más similitudes bajo la superficie.

Sin embargo, no sería la primera vez que se examina la LIAA a través de la lente de artefactos históricos. En 2017 , los investigadores siguieron el rastro arqueomagnético hacia el este a lo largo de la línea de 30 grados de longitud a través del cercano Levante oriental de Anatolia, Turkmenistán, hasta Georgia (a 3.000 km de Lavant), donde examinaron cientos de antiguos fragmentos de arcilla cocida y fragmentos de cerámica en un intento por encontrar las diferencias en paleointensidad. En otros casos, las estalagmitas marroquíes ayudaron a dibujar el mapa de la LIAA. 

“Sólo rivalizados por los extraordinarios registros astronómicos de la antigua China, los Diarios Astronómicos de Babilonia son uno de los programas de investigación continua más largos jamás emprendidos, si no el más largo”

“A menudo dependemos de métodos de datación como las dataciones por radiocarbono para tener una idea de la cronología en la antigua Mesopotamia. Sin embargo, algunos de los restos culturales más comunes, como los ladrillos y la cerámica, no suelen ser fáciles de fechar porque no contienen material orgánico. Este trabajo ahora ayuda a crear una base de datación importante que permite que otros se beneficien de la datación absoluta mediante el arqueomagnetismo”, dijo el coautor Mark Altaweel sobre el reciente estudio de la UCL. 

Aun así, el arqueomagnetismo no es una solución milagrosa que pueda reemplazar por completo el análisis lingüístico de inscripciones como estas. Ni siquiera es una tarea sencilla. A pesar de los avances de los últimos cinco años, el arqueomagnetismo sigue siendo un trabajo metodológicamente complejo y a menudo tedioso, en el que a menudo se analizan datos con cautela para llegar a interpretaciones precisas. Los más precisos provienen del análisis de capas tras capas de estratos. 

¿Pero cuando se combina con la experiencia de las humanidades, desde historiadores y lingüistas hasta eruditos religiosos y antropólogos? El arqueomagnetismo abre nuevos mundos de estudio en todas las disciplinas. 

De hecho, los resultados del equipo muestran que la fuerza del campo magnético en Mesopotamia era más de una vez y media más fuerte que en el área actual, con un pico masivo que ocurrió a veces entre 604 a. C. y 562 a. C. Al combinar los resultados de Las pruebas arqueomagnéticas y las transcripciones de idiomas antiguos en los ladrillos, el equipo pudo confirmar que este pico probablemente ocurrió durante el reinado de Nabucodonosor II. 
  
De la mano de las ciencias, el recorrido de la LIAA estuvo iluminado por relatos históricos de acontecimientos descriptivamente similares, registrados por autores antiguos tan al oeste como la Península Ibérica y hasta Asia. El arqueomagnetismo ha permitido ahora a los investigadores no sólo confirmar la presencia de la LIAA en la antigua Mesopotamia entre 1050 y 550 a. C. (una novedad en sí misma para la ciencia), sino que también ofrece a los historiadores culturales una nueva forma de verificar y aplicar el contexto a una gran marea de información científica temprana. 

Interdependencia interdisciplinaria 

La interdependencia simbiótica entre las humanidades y las ciencias se profundiza aún más en la maraña del tiempo cuando se considera que las ubicaciones originales de los fragmentos del equipo probablemente incluyen los primeros centros conocidos de astrología y matemáticas en Sumeria, como Nínive, cerca de la actual Mosul, Irak. En la biblioteca real del Imperio Asirio de la antigua ciudad, un sitio que data aproximadamente del 650 a. C., se excavó a mediados del siglo XIX un tesoro de miles de tablillas que contenían datos astronómicos precisos que superaban los encontrados en cualquier descubrimiento anterior. 

Entre ellas, las tablillas “The Plough Star” llevan inscripciones que datan del 687 a. C. y son los primeros casos conocidos de humanos rastreando órbitas lunares y planetarias a través de la eclíptica solar y 17 constelaciones. Del mismo tesoro se obtuvo la impresionante colección conocida como Diarios Astronómicos, que actualmente se conserva en el Museo Ashmolean de Oxford, y que se originó en la actual Bagdad. El más antiguo data del 652 a.C. El último, del 61 a.C.

No fue sólo un problema de "arte y cultura" cuando los buitres de guerra estadounidenses saquearon 17.000 antigüedades mesopotámicas tras la invasión de Irak en 2003.

Hermann Hunger y David Pingree, los principales historiadores de su excavación, no se anduvieron con rodeos sobre su valor para la ciencia moderna. 

“Que alguien a mediados del siglo VIII a. C. concibiera tal programa científico y obtuviera apoyo para él es realmente sorprendente; que haya sido diseñado tan bien es increíble; y que se haya cumplido fielmente durante 700 años es milagroso”, escribieron.    

En su libro de 2021, “A Scheme of Heaven”, el científico de datos Alexander Boxer cita a los dos historiadores y observa que la “enormeidad de este logro” radica en la preservación en los diarios de una instantánea del conocimiento celestial de la época que, junto con relatos de patrones climáticos, niveles freáticos de ríos, precios de granos e incluso noticias políticas) nos permiten identificar eventos históricos de hace miles de años, en ventanas de tiempo tan estrechas como solo uno o dos días.

“Sólo rivalizan con los extraordinarios registros astronómicos de la antigua China, los Diarios Astronómicos de Babilonia son uno de los programas de investigación continua más largos jamás emprendidos, si no el más largo”, escribe Boxer. 

Las tablillas cuneiformes estudiadas por el equipo de la UCL amplían maravillosamente este legado interdisciplinario de las ciencias y las humanidades al permitirnos leer no solo los datos celestialmente relevantes de la historia geomagnética, sino también al reafirmar la importancia de los primeros estudios culturales. Un fragmento, por ejemplo , está dedicado por Nabucodonosor II a un templo en Larsa. El sitio estaba dedicado a llevar a cabo tradiciones de adivinación astrológica, y es donde obtenemos nuestra primera pista sobre la autoría de los Diarios Astronómicos. 

De manera encantadora, esa pista aparece en el testimonio judicial de un funcionario del templo que es regañado por dar una falsa alarma sobre un eclipse, avergonzando a los eruditos del templo frente a toda la ciudad.

De la tradición estelar de arcilla a las tormentas magnéticas solares

Sin embargo, estos astrólogos neoasirios y antiguos babilónicos nos dieron más que payasadas. En registros posteriores en Nínive, en última instancia ayudarían a los investigadores de la Universidad de Tsukuba (unos 2.700 años después) a rastrear lo que probablemente fueron tormentas magnéticas solares masivas en el área, habilitadas por perturbaciones geomagnéticas que aún pueden estar relacionadas con la LIAA.

En sus observaciones diarias diligentemente registradas, un astrólogo registra una “nube roja” mientras que otro escritor de tablillas observa que “el rojo cubre el cielo” en Babilonia.

“Estas fueron probablemente manifestaciones de lo que hoy llamamos arcos aurorales rojos estables, que consisten en luz emitida por electrones en átomos de oxígeno atmosféricos después de ser excitados por intensos campos magnéticos”, dijeron los autores . "Estos hallazgos nos permiten recrear la historia de la actividad solar un siglo antes que los registros disponibles anteriormente... Esta investigación puede ayudar en nuestra capacidad de predecir futuras tormentas magnéticas solares, que pueden dañar satélites y otras naves espaciales".

Entonces, cuando una legislatura estatal otorga incentivos fiscales y acuerdos favorables a departamentos científicos favorables a la industria con equipos de investigación financiados por corporaciones, pero elimina partidas presupuestarias que financian clases de cerámica antigua, entonces a los departamentos científicos les conviene hablar. como lo son las asediadas cátedras de las artes. Y cuando los fanáticos administrativos miopes eliminan las clases de ética y filosofía del plan de estudios requerido de las carreras de ciencias de la computación y bioquímica, no es sólo un problema para los profesores de estudios culturales.  

Al igual que no fue sólo un problema de “arte y cultura” cuando los buitres de guerra estadounidenses saquearon  17.000 antigüedades mesopotámicas después de la invasión de Irak en 2003 sólo para acumularlas en algún repugnante almacén de Hobby Lobby , o cuando cientos de miles de tablillas de arcilla cuneiformes terminaron en manos de traficantes después de la Guerra del Golfo de 1991, o cuando algún chacal cobarde de tercera categoría en Oklahoma intentó voltear la Epopeya de Gilgamesh con inscripciones en piedra . El saqueo, la destrucción y la pérdida de la historia cultural es también un problema de las ciencias. 

Cuando las universidades venden mal las artes y las humanidades, nosotros, los estudiantes de humanidades, podemos perder nuestra poesía, pero podemos escribir más. Los científicos, por otra parte, podrían costar otros 75 años de investigación y 70 mil millones de dólares en subvenciones tratando de reinventar la rueda babilónica porque la destrucción de su modelo histórico era “un problema artístico”.

domingo, 29 de octubre de 2023

SGM: Operación Paperclip y la captura de los científicos nazis

 

Operación Paperclip: los nazis reclutados para ganar la Guerra Fría

Randall Stevens || Coffee or Die



En 1949, el "Bumper-WAC" se convirtió en el primer objeto hecho por humanos en ingresar al espacio mientras ascendía a una altitud de 393 kilómetros (244 millas). El cohete consistía en un misil JPL WAC Corporal colocado encima de un cohete V-2 de fabricación alemana. El V-2 fue desarrollado por el equipo de investigadores alemanes de Wernher von Braun, que se rindió a los Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial. Foto cortesía de NASA/JPL-Caltech.

Cuando la existencia de la Operación Paperclip se reveló por primera vez al público estadounidense en 1946, el consenso general en el país fue que era una mala idea. Figuras destacadas, incluida la ex primera dama Eleanor Roosevelt, expresaron su desaprobación a gritos. Después de todo, Estados Unidos acababa de librar una guerra mundial contra los nazis. Ellos eran los malos. 

Para los arquitectos de la Operación Paperclip, no fue tan sencillo. En los términos más amplios de la defensa nacional de los EE. UU., el criterio de quién podía clasificarse como “el enemigo” estaba cambiando rápidamente. Incluso antes de la caída de Berlín, los agentes de inteligencia estadounidenses habían comenzado a rastrear y reclutar silenciosamente a científicos e ingenieros nazis con experiencia en electrónica, medicina, aeroespacial, cohetería, química y otras tecnologías de guerra, experiencia que podría dar a las potencias occidentales una mayor ventaja en la guerra. la floreciente Guerra Fría. En total, más de 1.600 nazis recibieron refugio seguro en los Estados Unidos para que sus habilidades y conocimientos pudieran ser explotados para mantener la superioridad militar estadounidense. 

Después de que The New York Times y Newsweek publicaran la noticia sobre Paperclip en 1946, los funcionarios del gobierno aseguraron al público estadounidense que las personas reclutadas en la operación eran los "buenos nazis", insistiendo en que ninguno de ellos había sido cómplice de las atrocidades cometidas por el régimen de Hitler. . En realidad, sin embargo, había varios criminales de guerra conocidos entre ellos, incluidos algunos que habían realizado experimentos con humanos, utilizado mano de obra esclava e incluso supervisado el asesinato sistemático de miles.

El científico alemán de cohetes Wernher von Braun (brazo enyesado) se entrega al personal de contrainteligencia del Ejército de EE. UU. de la 44.a División de Infantería en Reutte, Baviera, en mayo de 1945. Von Braun luego desempeñó un papel integral en los programas espaciales y de cohetes de EE. UU. Foto cortesía de la NASA.

Fue la propia versión de Moscú de la Operación Paperclip lo que hizo que los EE. UU. se apresuraran a reclutar a tantos científicos e ingenieros nazis como fuera posible. Washington estaba dispuesto a pasar por alto sus crímenes atroces porque las líneas de batalla estaban cambiando. Con la derrota de Hitler, el aliado de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética, reemplazó instantáneamente al Tercer Reich como su principal enemigo, y las dos partes ahora estaban atrapadas en una carrera armamentista tecnológica que finalmente llevaría al mundo al borde de la nuclear. aniquilación. 

Orígenes de la Operación Paperclip

La Operación Paperclip comenzó en el verano de 1945. Sin embargo, los planes de Washington para explotar las tecnologías desarrolladas por los nazis habían estado en marcha desde antes de que los Aliados liberaran Europa por completo. 

Según Annie Jacobsen, autora de Operation Paperclip: The Secret Intelligence Program That Bought Nazi Scientists to America, los británicos y los estadounidenses crearon el Subcomité de Objetivos de Inteligencia Combinados (CIOS), una organización de inteligencia de más de 3000 expertos técnicos, en 1945. El CIOS tenía la tarea de recopilar investigaciones y materiales militares nazis en los territorios liberados. Inicialmente, su objetivo principal era recopilar información sobre armas especiales, especialmente armas nucleares, biológicas y químicas. Estados Unidos sabía que los científicos nazis habían comenzado un programa nuclear y ya habían descubierto existencias de municiones químicas y biológicas. Los agentes de CIOS trabajaron con equipos especiales de reconocimiento para localizar y asegurar estas armas y sus sistemas de entrega (y/o sus planos), así como a los hombres que las habían desarrollado. 

Un cohete V-2 alemán capturado de 46 pies y 14 toneladas se lanza durante un disparo de prueba en White Sands Proving Grounds, cerca de Las Cruces, Nuevo México, en mayo de 1946. El cohete de combustible líquido de largo alcance fue desarrollado por un ingeniero alemán Wernher von Braun, quien en septiembre de 1945 llegó a los Estados Unidos como asesor técnico del programa de misiles del Ejército de los Estados Unidos. foto AP.

En marzo de 1945, finalmente se vislumbraba el final de la guerra en Europa. La última ofensiva alemana había sido frustrada, los aliados habían cruzado el Rin por el oeste y el Ejército Rojo había cruzado el río Oder por el este. Con Berlín ahora rodeada, las tropas británicas, estadounidenses y soviéticas se acercaron para asestar el golpe mortal final al Tercer Reich.

Entonces, repentina e inesperadamente, los estadounidenses detuvieron su avance. El Comandante Supremo Aliado, el General Dwight D. Eisenhower, le dijo al líder soviético Joseph Stalin que Berlín sería suya para que la tomara. Los británicos estaban indignados, pero Eisenhower ya miraba más allá del final de la guerra en Europa. 

En ese momento, las operaciones de CIOS habían revelado que el complejo industrial militar de Alemania era asombroso en escala e innovación. Los científicos e ingenieros de armas nazis estaban mucho más avanzados en sus investigaciones que sus homólogos estadounidenses. Si bien las limitaciones logísticas y de recursos impidieron que los nazis completaran muchos de sus proyectos más ambiciosos, fueron pioneros en una serie de tecnologías importantes, incluido el primer avión de combate, los misiles aire-aire y la impenetrable armadura del tanque Tiger. 

De izquierda a derecha: el Dr. William H. Pickering, director del laboratorio de propulsión a chorro de Cal Tech; el Dr. James Van Allen, presidente del departamento de física de la Universidad Estatal de Iowa; y el Dr. Wernher von Braun, director de la división de operaciones de desarrollo del Ejército, en una conferencia de prensa en la sede del IGY en Washington, el 31 de enero de 1958. Foto AP de Bill Allen.

Habiendo cesado las principales operaciones de combate, los Aliados hicieron de la adquisición de esas tecnologías una prioridad máxima. Mientras el Ejército Rojo estaba ocupado luchando por Berlín, los operativos aliados se pusieron a trabajar rastreando y arrestando a los científicos de Hitler, decididos a vencer a los soviéticos. Los estadounidenses formaron la Agencia de Objetivos de Inteligencia Conjunta (JIOA) para recopilar y revisar los expedientes de cientos de científicos e ingenieros nazis, luego reclutar a los que se consideraran útiles, trasladarlos a los Estados Unidos y, al menos inicialmente, ponerlos a trabajar en el guerra contra Japón.

¿Qué fue la Operación Paperclip?

Paperclip originalmente se llamaba Operation Overcast. Bajo ese nombre, la misión consistía en capturar e interrogar a 100 destacados científicos nazis y aprovechar su experiencia para acelerar la derrota del Imperio japonés. 

En marzo de 1945, los agentes de CIOS hicieron un descubrimiento accidental que cambió y amplió rápidamente la misión de Overcast. Comenzó cuando un técnico de laboratorio de la Universidad de Bonn (en la ciudad alemana de Bonn) encontró un documento arrugado flotando en uno de los baños de la escuela. El documento resultó ser la llamada "Lista de Osenberg", un registro de destacados científicos e ingenieros nazis que, en 1942, habían sido trasladados desde el frente de guerra para comenzar a desarrollar nuevas armas para el Reich alemán.

El presidente Dwight D. Eisenhower recibe un cálido apretón de manos del gobernador de Alabama, John Patterson, a la izquierda, después de su llegada a Huntsville el 8 de septiembre de 1960, para la inauguración del Centro de Vuelos Espaciales George C. Marshall. Wernher von Braun, director del centro, se encuentra en el centro. Foto AP/BHR.

Creada por el científico alemán Werner Osenberg, la lista incluía solo los nombres de científicos e ingenieros que habían sido examinados minuciosamente para garantizar que su ideología política estuviera alineada con el régimen nazi. Después de ser sacada del inodoro en Bonn, la lista finalmente llegó al Mayor del Ejército de los EE. UU. Robert B. Staver, un oficial de inteligencia asignado a la Operación Overcast. 

La Lista de Osenberg resultó ser un recurso invaluable para Staver y su equipo mientras corrían para capturar a los científicos e ingenieros nazis antes de que pudieran ser reclutados por los soviéticos. También proporcionó a Staver la inteligencia que necesitaba para ampliar el alcance de la misión. Debido a que el CIOS había descubierto suficiente evidencia para demostrar que EE. UU. estaba muy por detrás de los alemanes en muchos campos de investigación, Staver imploró al Departamento de Guerra que reclutara a cientos de los hombres mencionados en la Lista Osenberg y los trasladara a EE. UU. lo antes posible. . 

En julio de 1945, el Estado Mayor Conjunto publicó un memorando de alto secreto titulado “Explotación de especialistas alemanes en ciencia y tecnología en los Estados Unidos”. El memorando nunca se mostró al presidente Harry S. Truman. En él, el Estado Mayor Conjunto describió a los científicos nazis "deseados" como "mentes raras y elegidas cuya productividad intelectual continua deseamos utilizar".

El experto en cohetes alemán Wernher Von Braun se muestra el 5 de agosto de 1955 en el Pentágono en Washington. Von Braun había estado trabajando en un modelo más pequeño del misil guiado "Corporal" del ejército estadounidense. foto AP.

No era ningún secreto que la mayoría de esas "mentes raras" eran criminales de guerra , pero eso no detuvo al Departamento de Guerra. Overcast pronto pasó a llamarse Operation Paperclip, por los clips adjuntos a los expedientes sobre los nazis con registros "problemáticos". A pesar de sus registros, a la mayoría todavía se les ofreció empleo por parte del gobierno estadounidense y se aprobó su reubicación en los Estados Unidos como " Empleados especiales del Departamento de Guerra ", según Jacobsen.

El presidente Truman aprobó la operación en agosto de 1946, “siempre que no fueran criminales de guerra conocidos o presuntos”, según Jacobsen. El Ejército y la OSS (agencia precursora de la CIA) eludieron esta disposición simplemente ignorando los profundos vínculos de sus reclutas con el régimen nazi . Con ese fin, fue útil que la mayoría de los propios nazis pasaran el resto de sus vidas blanqueando su propia historia.

La Operación Paperclip de la Unión Soviética

Aunque la Unión Soviética fue un aliado durante la Segunda Guerra Mundial, los británicos y los estadounidenses vieron la escritura en la pared. Querían evitar que lo último en cohetes supersónicos, gases nerviosos y motores a reacción terminaran en el arsenal de Stalin, pero hacerlo no sería una tarea fácil, ya que el Ejército Rojo estaba empeñado en hacerse con la tecnología nazi.

Kurt H. Debus, un ex científico de cohetes V-2 que se convirtió en director de la NASA, se sienta entre el presidente de los EE. UU. John F. Kennedy y el vicepresidente de los EE. UU. Lyndon B. Johnson en 1962 en una sesión informativa en Blockhouse 34, anexo de prueba de misiles de Cabo Cañaveral. Foto cortesía de la NASA.

La versión soviética de la Operación Paperclip se llamó Operación Osoaviakhim . Su objetivo era trasladar a los científicos e ingenieros nazis a la URSS, junto con sus familias, equipos de laboratorio y otros materiales de trabajo. En algunos casos, los soviéticos trasladaron instalaciones de investigación completas, incluida la fábrica de cohetes Mittelwerk V2 y el centro de pruebas de aviación de la Luftwaffe, de las áreas ocupadas al territorio soviético. Al igual que los estadounidenses, eufemísticamente se refirieron a los reclutas como "Expertos extranjeros en la URSS". 

Sin embargo, a diferencia de la Operación Paperclip, los científicos nazis capturados por el Ejército Rojo fueron tratados como criminales. No se les dio la opción de quedarse en Alemania, y mucho menos de contratos de trabajo. En cambio, Moscú consideró su trabajo en nombre de la Unión Soviética como reparaciones de guerra. 

El 22 de octubre de 1946, el Ejército Rojo, bajo la dirección del Ministerio del Interior de la Unión Soviética, comenzó a implementar un plan cuidadosamente orquestado para trasladar a los expertos nazis en los campos de la óptica, la aviación, la ingeniería química y otros sectores tecnológicos hacia el este, hacia la Unión Soviética. Zona de Ocupación. Más de 6.000 alemanes fueron sacados de su tierra natal en trenes de carga en un solo día.

Funcionarios y participantes de la Operación Paperclip: Hermann Oberth (en primer plano), Ernst Stuhlinger (sentado a la izquierda), Mayor General del Ejército de EE. UU. HN Toftoy (de pie a la izquierda), Robert Lusser (de pie a la derecha) y Wernher von Braun (sentado a la derecha). Foto cortesía de la NASA.

Muchos de los alemanes reubicados a la fuerza eran científicos o ingenieros consumados que habían sido miembros destacados del Partido Nazi. Como vasallos de la Unión Soviética, serían cruciales en el desarrollo de motores turbohélice avanzados, el Programa Espacial Soviético e incluso (algunos creen ) el rifle Kalashnikov AK-47. 

El éxito de la Operación Paperclip

En la parte superior de la Lista Osenberg estaba Wernher von Braun, quien se había desempeñado como director técnico del Centro de Investigación del Ejército de Peenemünde en la Alemania nazi. En ese cargo, von Braun había supervisado el desarrollo del cohete V2. Después de la guerra, a él y a su equipo, junto con cientos de otros reclutas de Paperclip, se les ofrecieron contratos para reanudar su trabajo en los EE. UU. como "Empleados especiales del Departamento de Guerra". 

Von Braun y su equipo de científicos espaciales nazis llegaron a White Sands Proving Grounds, Nuevo México, en 1946, mucho después de que terminara la guerra en el Pacífico. El resto de los reclutas de Paperclip se dispersaron a otras instalaciones en todo el país, incluidos Fort Bliss en Texas y Wright Field en Ohio. Fueron contratados para trabajar en los EE. UU. por un período corto, entre seis meses y un año, pero los reasentamientos resultaron ser permanentes. 

Los miembros del equipo alemán de cohetes que trabajaron en cohetes para Army Ordnance bajo Paperclip se muestran en White Sands Proving Ground, Nuevo México, en 1946. Foto cortesía de NASA.

A medida que la Guerra Fría amenazaba con convertirse en la Tercera Guerra Mundial, los antecedentes nazis de los reclutas se volvieron menos importantes. Lo que era más importante era que el ejército de los Estados Unidos necesitaba sus habilidades y conocimientos más que nunca y, lo que es más importante, también lo necesitaba la Unión Soviética. En otras palabras, si se convirtieran en agentes libres, encontrarían muchas oportunidades de trabajo al otro lado de la Cortina de Hierro. 

Von Braun eventualmente se convirtió en el director del Centro Marshall de Vuelos Espaciales de la NASA. Ayudó a diseñar el cohete Saturno V, que llevaría a los astronautas estadounidenses a la luna y ganaría la carrera espacial. Y no fue el único ex nazi con un pasado muy cuestionable que desempeñó un papel central en la estrategia de la Guerra Fría de Estados Unidos.

Operación Paperclip desclasificado

Muchos de los científicos e ingenieros que llegaron a los EE. UU. a través de la Operación Paperclip habían trabajado directamente con funcionarios nazis de alto rango, incluidos Heinrich Himmler (jefe de las SS nazis), Hermann Göring (jefe de la Luftwaffe alemana) e incluso Hitler. Algunos eran miembros de las SS y algunos incluso fueron juzgados por crímenes de guerra en Nuremberg.

El Dr. Wernher von Braun, a la izquierda, informa al presidente John Kennedy, al centro, y al vicepresidente Lyndon Johnson en la planta de ensamblaje del enorme cohete Saturno el 11 de septiembre de 1962 en Huntsville, Alabama. foto AP.

Por ejemplo, Arthur Rudolph, otro científico nazi que ayudó a desarrollar el cohete Saturno V de la NASA, había sido director de Mittelwerk, una fábrica de armas alemana subterránea de alta tecnología y subcampo del campo de concentración de Buchenwald. Unos 20.000 reclusos murieron en Mittelwerk. Después de que un ex recluso del campo escribiera un libro condenando a Rudolph en 1979, el gobierno de EE. UU. finalmente inició una investigación. En 1984, regresó a Alemania y renunció a su ciudadanía estadounidense para evitar un juicio.

También estuvo Hubertus Strughold, quien, como jefe médico de la Luftwaffe, realizó experimentos con humanos en los reclusos del campo de concentración de Dachau. Después de ser trasladado a los EE. UU., ayudó a diseñar los trajes presurizados y los sistemas de soporte vital a bordo para los programas Gemini y Apollo. 

Georg Rickhey, el exjefe del campamento de Mittelwerk, fue el único recluta de Paperclip que se enfrentó a un juicio formal. En 1947, fue extraditado de la Base de la Fuerza Aérea Wright-Patterson, Ohio, a Alemania para los Juicios de Dachau, donde fue acusado de trabajar con las SS y la Gestapo. Se alegó que presenció ejecuciones extrajudiciales en Mittelwerk, pero finalmente fue absuelto. 

Aunque ahora el público en general puede ver mucha información sobre la Operación Paperclip en los Archivos Nacionales de Washington, DC, gran parte del rastro documental permanece clasificado. Es posible que nunca se conozca el alcance completo del programa, y ​​las verdaderas historias de todos los hombres que trajo a los EE. UU


miércoles, 20 de septiembre de 2023

Carrera espacial: El viaje encubierto de Gordon Cooper

 

El astronauta que desde la soledad del espacio halló tesoros que mantuvo en secreto durante 40 años

Hace 60 años, Gordon Cooper dio 22 vueltas a la Tierra. El objetivo era superar a los rusos en cantidad de tiempo en el espacio. Su misión secreta, además, era detectar misiles soviéticos que apuntaran a Estados Unidos, Sin embargo, desde la distancia observó anomalías en los mares y dibujó un mapa


El 15 de mayo de ese año de la década del 60, el comandante de la Fuerza Aérea estadounidense, Gordon Cooper, fue el astronauta solitario a bordo de una nave espacial Mercury (Getty Images)

Mayo de 1963. Plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Uno de los escenarios de esa contienda era la conquista del espacio. Todavía faltaban 6 años para la llegada del hombre a la luna. Sin embargo, desde los dos lados del muro de Berlín se lanzaban misiones para avanzar en ese sentido.

El 15 de mayo de ese año de la década del 60, el comandante de la Fuerza Aérea estadounidense, Gordon Cooper, fue el astronauta solitario a bordo de una nave espacial Mercury.


El mapa de Cooper

El astronauta en su pequeño cubículo llegó a dar 22 vueltas alrededor de la Tierra. Desde allí, atado a su asiento para evitar la falta de gravedad tenía una misión especial y secreta.

Públicamente, la misión de Cooper era simplemente pasar un día en órbita, algo que habían logrado los soviéticos, pero no todavía los estadounidenses, que deseaban no quedarse atrás en la carrera espacial.

Sin embargo, se sospecha que la misión de Cooper tuvo un elemento más clandestino: el espionaje. Aunque estaba encubierto en ese momento, ahora surge que la nave espacial estaba equipada con un equipo sofisticado diseñado para detectar sitios de misiles soviéticos cerca de los Estados Unidos.

Públicamente, la misión de Cooper era simplemente pasar un día en órbita, algo que habían logrado los soviéticos, pero no todavía los estadounidenses, que deseaban no quedarse atrás en la carrera espacial (Getty Images)

El objetivo de Cooper era poder detectar desde dónde partirían los cohetes nucleares en caso de desatarse una Tercera Guerra Mundial.

El viaje de Cooper hacia las estrellas se dio siete meses después de la crisis de los misiles en Cuba. Todo indica que Washington sintió claramente que la amenaza soviética no había terminado. En 1962, los rusos habían amenazado con instalar misiles nucleares en la isla de Fidel Castro a escasos kilómetros de Estados Unidos. La tensión escaló. El mundo estuvo muy cerca de un incidente nuclear de alta escala. La charla telefónica con el famoso teléfono rojo entre Kennedy y Kruschev enfrió el conflicto.

Sin embargo, menos de un año después el astronauta enviado al espacio escaneaba la Tierra en busca de bases soviéticas alrededor del mundo.

La vista desde el espacio

Cooper detectó lo que describió como “anomalías”, particularmente en el Mar Caribe y frente a la costa de México. Estas eran, de hecho, lecturas magnéticas, lo que sugería la presencia de metal, y debido a que estaban en el agua, sabía que no podían ser sitios de misiles. ¿Era oro o algunas otras piedras preciosas?

Había cientos de estas anomalías, y pronto se dio cuenta de lo que las había causado: naufragios de barcos de siglos anteriores. Muchos de ellos podrían tener tesoros enterrados en el fondo del mar.

Tras lograr pasar el tiempo alrededor de la órbita de la Tierra, el astronauta aterrizó con su nave tras volver a traspasar con cierta tranquilidad la atmósfera de nuestro planeta.

Tras lograr pasar el tiempo alrededor de la órbita de la Tierra, el astronauta aterrizó con su nave tras volver a traspasar con cierta tranquilidad la atmósfera de nuestro planeta (NASA)

Un barco de la marina de Estados Unidos los fue a buscar al medio del Océano y lo llevó hasta Cabo Cañaveral en el centro de la NASA. Entre sus pertenencias, el piloto del espacio se guardó un secreto que no le contó a sus superiores.

Cooper había anotado las ubicaciones de esos naufragios. De vuelta en la Tierra, compiló todas las ubicaciones en un mapa, que luego usó para buscar tesoros hundidos. Su corazonada de que eran naufragios demostró ser correcta.

Luego de muchos años se puso a trabajar con el legendario cazador de tesoros Kip Wagner. Con los datos que se trajo desde el espacio, Cooper ayudó a descubrir la famosa flota del tesoro española de 1715 que se había hundido frente a la costa de Florida, Estados Unidos.

La ruta del oro perdido

En su mapa secreto Cooper había marcado cientos de esas anomalías en los océanos. En especial en la ruta entre Europa y América. Desde su pequeña cabina del Mercury, en la oscuridad y el silencio del espacio había marcado muchísimas cruces en las costas de América del norte, central y el sur.

Decenas de naves a vela que comerciaban desde que Cristóbal Colón había llegado hasta las costas americanas hasta entrado el siglo XIX. Barcos que sucumbieron a fuertes tormentas marinas o que fueron atacados por piratas en la zona del caribe.

Cooper recibido por Kennedy tras su vuelo espacial de 1963 (Getty Images)

Sin embargo, la búsqueda de tesoros es un negocio costoso y arriesgado que a menudo involucra negociaciones tortuosas con los gobiernos. Y Cooper, quien murió en 2004, solo pudo explorar algunos de los naufragios en su mapa.

El astronauta siempre sospechó que entre las anomalías que había visto desde el espacio estaba el buque insignia de Colón en su viaje de 1492 a América. La Santa María y los seis barcos que se hundieron en su viaje de 1494 que pueden haber contenido grandes cantidades de tesoros.

El chico que soñaba con ser astronauta

Leroy Gordon Cooper había nacido el 6 de marzo de 1927 en Shawnee, Oklahoma. Su papá que se llamaba igual también había participado en el Ejército de Estados Unidos.

Las escuelas de vuelo del Ejército y la Marina no aceptaron candidatos el año en que se graduó de la escuela secundaria, por lo que decidió alistarse en la Infantería de Marina. Se fue a Parris Island tan pronto como se graduó. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial terminó antes de que pudiera entrar en combate.

Estaba sirviendo con la Guardia de Honor Presidencial en Washington cuando fue relevado de su servicio junto con otros reservistas de la Infantería de Marina. Después de su baja de la Infantería de Marina, se fue a Hawai a vivir con sus padres.

Su padre fue asignado a Hickham Field en ese momento. Comenzó a asistir a la Universidad de Hawái para estudiar ingeniería aeroespacial y allí conoció a su primera esposa, Trudy B. Olson. Se casaron el 29 de agosto de 1947 en Honolulu con todas las tradiciones hawaianas.

Leroy Gordon Cooper había nacido el 6 de marzo de 1927 en Shawnee, Oklahoma. Su papá que se llamaba igual también había participado en el Ejército de Estados Unidos

Ya casado, realizó entrenamiento de piloto en la base de la Fuerza Aérea Perrin, Texas, y la Base de la Fuerza Aérea Williams, Arizona. En 1950, después de recibir sus alas, fue asignado al 86th Fighter Bomber Group en Landstuhl, Alemania Occidental, donde voló aviones F-84 y F-8 durante cuatro años.

En 1954 Cooper regresó a Estados Unidos. Allí asistió al Instituto de Tecnología de la Fuerza Aérea en la Base de Dayton, Ohio, durante dos años. Se graduó allí con una licenciatura en ingeniería aeronáutica en agosto de 1956.

Por esos años encontró un anuncio de que McDonnell Aircraft Corporation en St. Louis había obtenido un contrato para construir una cápsula espacial. Esto realmente interesó a Cooper. Pronto descubrió que el Proyecto Mercury también estaba interesado en él.

El sueño de ir al espacio

Unos días después de leer el anuncio sobre la nueva cápsula, lo llamaron a Washington para una sesión informativa. Los ingenieros de la NASA pasaron una mañana entera dando a los 110 pilotos de prueba militares invitados un resumen técnico del Proyecto Mercury y cuál sería la parte de los astronautas.

Se pidió a los pilotos más tarde ese mismo día que dieran sus reacciones a lo que habían visto y oído, y que indicaran si estaban interesados o no. Cooper respondió que definitivamente estaba convencido del programa y que tenía muchas ganas de convertirse en astronauta.

Primero, los candidatos debían pasar por varias series de pruebas técnicas y psicológicas, seguidas de exámenes físicos en la Clínica Lovelace en Albuquerque, Nuevo México.

Luego, los candidatos volaron a Wright-Patterson para una ronda de pruebas psicológicas o de estrés. Los candidatos fueron aislados, vibraron, giraron, calentaron, congelaron, fatigaron y corrieron a grandes alturas. Al final, Cooper sintió que lo había hecho muy bien. De hecho, tenía plena confianza cuando regresó a Edwards de que formaría parte del equipo.

Le dijo a su jefe que comenzara a buscar un reemplazo y alertó a su familia para que estuvieran listos para mudarse. Tomó una licencia de dos semanas para prepararse para levantar las apuestas y mudarse a Langley, Virginia, sede del Grupo de Trabajo Espacial de la NASA y el Proyecto Mercury.

Durante la misión del 15 de mayo se convirtió en el primer astronauta estadounidense en dormir en órbita. Su misión duró 34 horas, 19 minutos y 49 segundos, durante las cuales completó 22 órbitas. Fue el último astronauta que viajó solo al espacio.

Allí, mientras superaba el tiempo de los rusos en la carrera espacial, también buscaba bases de misiles rusos. Sin embargo, la observación desde el espacio le dio mucha curisiodid al astronauta. Y logró divisar anomalías en los mares. Cada punto que marcó en su mapa secreto se convirtió en un naufragio y en un potencial tesoro enterrado a miles de metros en los mares, especialmente en las costas de América.


jueves, 7 de septiembre de 2023

Carrera espacial: Los últimos momentos de Komarov

 

Las últimas horas del astronauta soviético y su intento desesperado por arreglar la nave antes de estrellarse

Vladimir Mijailovich Komarov fue el primer muerto de la carrera espacial. Ocurrió un 24 de abril de 1967. A la nave Soyuz I no se le abrieron los paracaídas y se estrelló a más de 200 kilómetros por hora contra el suelo ruso. Cuáles fueron las fallas tecnológicas y la desesperación del piloto por volver a la Tierra a salvo. El silencio de Moscú sobre las causas del accidente

 

Todo lo que quedó del comandante de la Soyuz 1, Vladimir Komarov, ante la mirada de tres oficiales soviéticos

Fue un desastre tan grande, que los detalles se mantuvieron ocultos durante muchos años. No por la magnitud del desastre en sí, sino por la mamarrachada, la impericia y la estupidez que lo acunaron. El 24 de abril de 1967, hace cincuenta y seis años, la astronave rusa Soyuz 1, que debía tocar tierra con lentitud, balanceada por sus poderosos paracaídas y con la velocidad disminuida por el accionar de los retrocohetes encargados de frenar el descenso, cayó en cambio a Tierra a una velocidad de más de doscientos kilómetros por hora y se fundió con el suelo soviético. Los paracaídas jamás se abrieron. Y los retrocohetes, que debían haberse encendido antes del aterrizaje, se encendieron ahora que la nave estaba destrozada: la intensidad del fuego derritió el metal a su alrededor y el cadáver del único astronauta que la tripulaba. El coronel Vladímir Mijailovich Komarov, que tenía cuarenta años recién cumplidos y un futuro brillante en la carrera espacial de la URSS.

Los soviéticos tenían la idea de lanzar a Komarov en la Soyuz I. Al otro día, despegaría otra nave con otros dos astronautas. Todos se encontrarían en el espacio. Komarov se cambiaría de cápsula para volver a la Tierra sano y salvo. Esto adelantaría a la URSS en la carrera espacial que llevaba con Estados Unidos.

Ya en el espacio, la nave empezó a tener los problemas que se habían anticipado. No tuvo energía eléctrica por el mal funcionamiento de las antenas. Cada minuto que pasaba aumentaba el peligro y bajaban las chances de supervivencia de Komarov.

Komarov estuvo unas 5 horas buscando orientar el módulo hacia la Tierra. Se acercaba el final. La Soyuz I volvía a la Tierra, el primer paracaídas no abrió y el de repuesto quedó enredado entre los motores. Así, el astronauta soviético se estrelló hace 56 años a más 200 kilómetros por hora.

Paracaídas y retrocohetes no fue lo único que no funcionó en la Soyuz 1. En la Soyuz 1 no funcionó nunca nada. La misión era de un riesgo altísimo, era, casi, una misión suicida que Komarov aceptó con melancólico fatalismo. El silencio de la URSS, que atribuyó la tragedia al mal funcionamiento de los paracaídas, alimentó alrededor del caso una serie de leyendas románticas e imposibles de confirmar. Por ejemplo, la que dice que Komarov subió a la Soyuz a sabiendas de su muerte segura, pero que no quiso renunciar a la misión porque el designado para reemplazarlo era Yuri Gagarin, el primer hombre en orbitar la Tierra, un héroe nacional. Lo único comprobable de la leyenda es que, en efecto, Gagarin era el piloto suplente de la misión.

Ahora, todo lo que quedaba de Komarov, de sus ansias de conquistar el espacio, de la confianza ciega en el proyecto espacial de la URSS, de su devoción por su mujer, Valentina y por sus dos hijos Yevgeny e Irina, de su esperanza en el grupo de astronautas en formación y destinados todos a la gloria, de todo lo que Komarov había encarnado sólo quedaban unos pocos restos ennegrecidos, imposibles de reconocer como partes de un cuerpo; un extraño carbón humano embebido en parte por metal fundido, reducido todo a la imagen de un tronco de árbol con unas pocas ramas.

Te puede interesar: 110 segundos para morir: la agonía de los tres astronautas de la Soyuz 11 cuando supieron que no iban a regresar vivos

Detrás de la muerte del cosmonauta, latía la sorda batalla por ganar la carrera espacial, la urgencia de la URSS por igualar a los Estados Unidos, que llevaban cierta ventaja a los rusos, que habían sido dueños de la delantera seis años antes, cuando Gagarin fue el primer ser humano en orbitar la Tierra. Y también latía la impericia soviética, su tecnología tosca y rudimentaria que chocaba con las urgencias políticas que signaban la carrera espacial.

La sombra de Brezhnev

Y, además, estaba Brezhnev. Leonid Brezhnev había barrido del poder a Nikita Khruschev en 1964 y se preparaba para ejercerlo hasta el final de su vida. Fue lo que hizo: ocupó el cargo de Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la URSS hasta su muerte, en 1982. Su gobierno fue un desastre y, en cierto modo, abrió camino hacia la disolución de la Unión Soviética en 1991. En 1967, como máxima autoridad del imperio soviético, exigía resultados urgentes en la carrera espacial.

El comandante Vladimir Mijailovich Komarov fue considerado un héroe para la Unión Soviética

Komarov había nacido en Moscú el 16 de mayo de 1927. Era una luz en matemáticas y siempre estuvo interesado en la aeronáutica. En 1945 se graduó con honores en la Escuela de Vuelo y la Segunda Guerra terminó poco antes de que lo llamaran al combate. Fue piloto de aviones de combate en los años 50 y el 13 de marzo de 1960, junto a otros tres mil candidatos, se presentó al examen como futuro cosmonauta. No lo eligieron. No cumplía con los requisitos de edad (tenía 32 años) altura y peso que requería el programa espacial en pañales. Lo aceptaron luego porque tenía amplia experiencia como ingeniero de prueba de aviones nuevos. Y también porque era un piloto excepcional. Los colegas más jóvenes lo bautizaron “El Profesor” porque los ayudaba en sus estudios académicos.

Cuando empezaron los vuelos espaciales tripulados, en 1961, Komarov era el tercer cosmonauta ruso mejor pago, detrás de Gagarin y de Gherman Titov. Aquellos eran los primeros vuelos espaciales de las misiones Vostok. Fue en una nave Vostok 1 que Yuri Gagarin orbitó la Tierra, una hazaña que fue igualada apenas doce semanas más tarde por los americanos, cuando Alan Shepard suborbitó tres veces la Tierra a bordo de la nave “Freedom 7″ del proyecto Mercury.

Komarov tuvo su primera vez en el espacio en 1964 como comandante de la Voskhod 1. No iba solo. Lo acompañaban en el vuelo el ingeniero Konstantin Feoktistov y el médico Boris Yegorov. Fue la primera misión al espacio tripulada por más de un astronauta. La decisión de la URSS era tomar la delantera al proyecto Gemini de Estados Unidos, que también pugnaba por vuelos espaciales con un equipo de tripulantes. Los tripulantes de la Voskhod 1 realizaron pruebas biomédicas en el interior de la nave, aunque la misión especial era diseñar un modelo de organización para vuelos tripulados por tres y más cosmonautas.

Pero desde 1965 a 1967 la URSS no había enviado vuelos al espacio, mientras Estados Unidos había completado con éxito numerosas misiones tripuladas: en el Kremlin querían recuperar el terreno perdido. Además, exigieron una misión espacial exitosa para finales de abril, para presentarla con toda la furia el 1 de mayo, cuando se conmemoraba el cincuenta aniversario de la Revolución Rusa. Para eso, al Kremlin le venía fantástico el proyecto Soyuz, que era muy ambicioso, tal vez más ambicioso que la técnica que debía desarrollarlo y controlarlo. El proyecto planteaba una aventura singular: el intercambio de astronautas entre dos naves y en el espacio exterior. La Soyuz 1, con un solo tripulante, despegaría para ser alcanzada luego por una segunda nave, la Soyuz 2, que debía acoplarse a su gemela para que sus tripulantes pasaran de una nave a otra: el piloto de la Soyuz 1 tripularía la Soyuz 2 de regreso a Tierra y los cosmonautas de la Soyuz 2 harían lo mismo con la Soyuz 1. La experiencia de Komarov en vuelos espaciales hizo que fuese elegido para tripular la Soyuz 1. Su piloto suplente era Gagarin.


La Soyuz 1, en camino hacia el espacio. La experiencia resultó un fracaso en la carrera espacial soviética

Sólo que Komarov tenía muy malos presentimientos con la misión, más que con la misión, con la nave en sí, que vistas con los ojos de hoy, se parecía bastante a un cachivache. No era una cuestión de superstición, eran datos. Los ensayos no tripulados de cuatro naves que debían haber hecho las veces de Soyuz, habían terminado en desastre: la Cosmos 133 se había quedado sin combustible a medio camino, la Cosmos 140ª estalló antes de despegar, la Cosmos 140 tuvo problemas en la altitud y también agotó todo su combustible, y la nave Cosmos 154 se desintegró al intentar regresar a la Tierra. Los técnicos a cargo de esas pruebas habían señalado ciento una fallas o anomalías en distintos sistema de esas naves.

Es verdad que un astronauta acepta todos los riesgos. También es verdad que la presión a la que estaban sometidos aquellos pilotos, rusos y americanos, por parte de jefes militares y de sus colegas, era demasiado grande como para negarse al cumplimiento de una misión espacial, tal como refleja Asif Siddiqi, historiador de la Universidad de Fordham, Estados Unidos, especialista en la carrera espacial rusa.

La leyenda dice que cuando Komarov planteó algunas de las fallas técnicas de la Soyuz (ciento una son muchas fallas) el general Dmitri Ustínov, el poderoso ministro de Defensa de Brezhnev, lo había amenazado con “quitarle todas las estrellas del pecho y todos los galones del hombro”. El director del programa Soyuz, Vasili Mishin, ante algunas quejas de los astronautas, había gritado por los pasillos del centro espacial: “¡No quiero cobardes en mis naves…!”. La última chance de frenar el vuelo de la Soyuz 1 fue encarada por el coronel Aleksandr Kirilov: le dijo a Mishin, por si no lo sabía, que la Soyuz acarreaba unos cuantos defectos técnicos todavía sin resolver y que no estaba lista para la prueba. Mishin estalló y le contestó, furioso, que nadie le iba a decir a él cómo hacer su trabajo.

La viuda de Komarov durante el funeral del astronauta en la Plaza Roja de Moscú

Lo lógico hubiese sido un vuelo de prueba, no tripulado y exitoso, y un vuelo de prueba tripulado e igual de exitoso. Pero a menudo, lo lógico nunca sucede. El Kremlin dijo no, el lanzamiento sería el 23 de abril, día del cumpleaños de Lenin, y el regreso planeado para antes del 1° de mayo, día de fiesta popular. Brezhnev ordenaba y la URSS cumplía.

La historia de Brezhnev no se puede contar sin una historieta de humor. Gobernó con mano de hierro a la URSS durante veintiocho años, sólo superado por José Stalin; el mundo le debe la “doctrina de la soberanía limitada”, o “doctrina brezhneviana”, que disponía la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia (la OTAN de la URSS) a cualquier país del bloque soviético que se alejara de Moscú. Es la teoría que aplica hoy Vladimir Putin en Ucrania, sólo que ya no hay más bloque soviético aunque Putin dispone lo contrario. No hay muchos méritos que adjudicarle al gobierno de Brezhnev: anuló las reformas algo liberalizadoras de Khruschev y desató una notable persecución al mundo del arte y de los intelectuales. Uno de sus últimos actos de gobierno fue enviar tropas soviéticas a Afganistán y mantener las prisiones llenas de opositores políticos. También fue el duro marxista que, cuando el gobierno de Estados Unidos le preguntó en mayo de 1972 qué le gustaría como regalo de parte del presidente Richard Nixon, antes de su histórica visita a la URSS, contestó: “Un Cadillac”. Y Nixon se lo llevó: negro, modelo 72, fabricado por la General Motors.

Pero el rasgo más saliente del gobierno de Brezhnev fue el estancamiento económico de la URSS, también bautizado como “brezhneviano”, que deterioró la calidad de vida de los soviéticos, la de los servicios públicos, la de la salud bajo un sistema sanitario burocrático y decadente; bajó el índice de nutrición infantil y el racionamiento de alimentos volvió a algunas ciudades de la URSS como en los años posteriores a la Revolución Rusa.


Hecho mierda: Restos de la nave al estrellarse en la Tierra

Es sobre ese estancamiento que los soviéticos tejieron las historias más sarcásticas y corrosivas. Una de ellas contaba que en un hipotético tren que se dirige a un lugar de la vasta Rusia viajan Lenin, Stalin, Khruschev y Brezhnev. De pronto, el tren se detiene en medio de la nada, tal vez un desperfecto. Lenin, el ideólogo, dice: “No nos preocupemos ¿No estamos en un Estado proletario? Llamemos a algunos camaradas ferroviarios que lo arreglarán todo enseguida”. Stalin, fiel a su estilo, dice: “Esto es un complot. Voy a hacer fusilar al maquinista, al resto del personal del tren y a todas sus familias”. Khruschev, voluntarista y poco práctico, dice: “Debe ser un problema en las vías. Saquemos los tramos de rieles que ya dejamos atrás y pongámoslos en el lugar de las vías que tenemos por delante”. Y Brezhnev dice: “Camaradas… Camaradas… Bajemos las ventanillas del vagón, corramos las cortinas, bebamos una vodka, movamos un poco los hombros de izquierda a derecha y hagamos como si el tren todavía estuviera en movimiento”…

Esa fue la política que mató a Komarov.

Aquel 23 de abril, el astronauta trepó a la Soyuz 1, junto a sus pájaros negros, y la nave despegó sin dificultades. Entró en la órbita terrestre también sin problemas evidentes, hasta que las cosas empezaron a fallar. Uno de los dos paneles solares que tenían que desplegarse cuando la Soyuz orbitara la Tierra, no se desplegó. En ese momento, la misión debió abortarse, pero siguió adelante. La del panel solar no era una falla menor: ambos tenían como misión proveer de energía a la Soyuz y la falta de uno provocó enormes dificultades: primero, hizo que la nave redujera sus reservas de energía, segundo, alteró sistemas vitales como el de telemetría y el de control térmico y alteró el funcionamiento de los sensores de orientación y propulsión. A esa hora, apenas iniciado el viaje, la Soyuz era una cáscara de nuez en el espacio.

En tierra, los ingenieros soviéticos, que ya preveían el desastre, barajaron dos posibilidades: enviar la Soyuz 2 antes de lo previsto para que sus tripulantes le dieran una mano a Komarov. La segunda era hacer regresar a Komarov de inmediato. El viaje de la Soyuz 2 fue juzgado muy peligroso, un juicio sensato en medio del disparate, sobre todo a la hora del acoplamiento de las dos naves, con la Soyuz 1 hecha un cascabel juguetón. Se decidieron por hacer regresar a la Soyuz 1. Y disimularon los fallos y el no lanzamiento de la Soyuz 2 por presuntas tormentas en torno al centro espacial.

Mientras esto se debatía en tierra, sobre todo se debatía quién iba a darle la mala noticia a Brezhnev, Komarov intentaba domar a su cascabel. Era un piloto enorme, capaz y valiente. Las grabaciones de sus conversaciones con el centro espacial muestran serenidad y templanza. Salvo cuando, impotente y furioso, la emprendió a patadas contra el dichoso panel solar, a ver si se desplegaba. No se desplegó. “¡Maldita máquina! ¡Nada de lo que hago funciona!”, gritó entonces. Y volvió a la calma poco después. Arremeter a patadas contra un panel solar, en una nave que surca el espacio, habla del heroico y peligroso mundo de los pioneros y de los rudimentos de una tecnología todavía en desarrollo.

A Komarov le llegaba todo el apoyo de sus colegas desde el centro espacial. Al frente del solidario grupo de astronautas estaba su amigo Gagarin, ambos intercambiaba información y esbozaban maniobras de éxito probable para su reingreso a la Tierra. Había otras personas que pululaban en el centro espacial: el director de la misión, Mishin, que debió haberla suspendido, había llegado para desearle suerte al astronauta. También llegó el primer ministro, Alexei Kosygin, que intentó darle ánimos, que era justo lo que a Komarov le sobraba. Aquello parecía un velorio anticipado. En privado, el cosmonauta llegó a hablar con su mujer de quien, dice la leyenda, se despidió para siempre.


Hijo de puta: El director del programa Soyuz, Vasili Mishin, les gritó a los cosmonautas soviéticos que se quejaban por las fallas: “¡No quiero cobardes en mis naves…!”

El 24 de abril, durante el décimo noveno giro a la Tierra de la Soyuz, la nave tenía baterías apenas para uno o dos giros más. Las de reserva le daban chance para otros tres giros. El plan era que Komarov orientara a la Soyuz de manera manual cuando navegaba por el lado diurno del planeta. Cuando entraba en el lado nocturno, debía usar unos giroscopios para mantener la orientación y regresar al mando manual cuando volviera a volar sobre la Tierra en su lado diurno. Komarov no había sido entrenado para esta maniobra, que incluía el inicio del frenado de la Soyuz. El tiempo se acababa. Como el frenado debía operarse en el lado oscuro de la Tierra, Komarov no pudo usar el visor para orientarse: lo hizo con su periscopio y por la ubicación de la Luna, en una maniobra que años después, en 1970, emplearían los astronautas de la misión Apolo 13, que casi termina en desastre.

La maniobra de Komarov fue perfecta. Para estabilizar a la Soyuz, caprichosa e indomable, la hizo girar sobre sí misma y el frenado se inició con éxito. Pero algo volvió a fallar. Cuando corrían 146 de los 150 segundos previstos, el combustible usado para controlar a la Soyuz se acabó y el sistema de navegación ordenó el apagado de los motores. Ahora, la nave se preparaba a reingresar a la Tierra en modo balístico, que implica el descenso sin propulsión, con un rumbo fijado sólo por su impulso y con la esperanza que los paracaídas frenaran, suavizaran al menos, el impacto del aterrizaje. De hecho, el sitio previsto para la llegada de la Soyuz, en Orenburg, se había trasladado ahora a Orsk, a unos trescientos veinticinco kilómetros.

Tal vez, todo no pasara de un golpazo en la tundra soviética y, con suerte, Komarov salvara su vida. Pero algo volvió a fallar de nuevo: los vitales paracaídas. Cuando Komarov los accionó, no se desplegaron: el calor al que había sido expuesta la Soyuz al reingresar a la Tierra había fundido el compartimento de los paracaídas. Pero esos elementos vitales también tenían fallos de diseño. El paracaídas principal debió haberse abierto luego de que uno más pequeño, el paracaídas guía, se desplegara. Ese sí se abrió, pero sin la fuerza suficiente para arrastrar al principal, que quedó atascado. El paracaídas de emergencia se enredó y tampoco llegó a desplegarse.

La Soyuz 1 quedó reducida a nada.

En un giro interpretativo que consagra a la hipocresía y la perversidad como estrategias políticas, la URSS, que ocultó la tragedia, o al menos lo hizo con gran parte de sus detalles, intentó convertir en un éxito dolido la tragedia de Komarov.

Tres meses antes del desastre de la Soyuz, Estados Unidos había perdido a tres astronautas. Eran los encargados de la misión espacial de la Apolo 1. En un ensayo del despegue, el 27 de enero de 1967, la Apolo 1 estalló, se incendió y murieron sus tripulantes, Viril Grissom, Edward White y Roger Chafe, los tres en tierra. De manera que Brezhnev impuso que Komarov fuese consagrado como “el primer ser humano en morir en un vuelo espacial”.

Mala estrella cargan los héroes en Rusia.