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domingo, 10 de noviembre de 2024

Guerra del Paraguay: El terror a las enfermedades

 

El terror de las enfermedades en la Guerra del Paraguay

La mayoría de los soldados que participaron en el mayor conflicto armado de América del Sur murieron a causa del cólera y otras dolencias infecciosas, no por las heridas de la batalla

Batalha do Avaí, librada en diciembre de 1868 y retratada en esta pintura al óleo realizada por Pedro Américo entre 1872 y 1877

Wikimedia Commons

Carlos Fioravanti
Revista Pesquisa




En 1982, el historiador Jorge Prata de Sousa encontró en el Archivo Histórico del Ejército de Brasil, en el centro de la ciudad de Río de Janeiro, una colección con 27 libros, cada uno con entre 100 y 370 páginas, que registraban los movimientos en los 10 hospitales y enfermerías de campaña que atendieron a los enfermos o heridos durante la Guerra del Paraguay, el mayor conflicto bélico entre países sudamericanos, que tuvo lugar entre diciembre de 1864 y abril de 1870. Prata de Sousa no pudo evaluarlos de inmediato porque estaba yéndose a hacer una maestría en México, pero volvió a ellos en 2008, durante su investigación posdoctoral en la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz (Ensp/Fiocruz), y desde 2018 los está estudiando nuevamente, ahora intercambiando información con la historiadora Janyne Barbosa, de la Universidad Federal Fluminense.

Los análisis de los registros que contienen nombres, edades, grados militares, motivos de la hospitalización, tratamientos, fechas de ingreso y egreso de los hospitales y cantidades de curados o fallecidos, de lo cual se ocupó Barbosa, dimensionaron por primera vez el impacto de las enfermedades en esa guerra: alrededor del 70 % de los integrantes de las tropas aliadas (Brasil, Argentina y Uruguay) habrían muerto a causa de enfermedades infecciosas, principalmente cólera, paludismo, viruela, neumonía y disentería.

El trabajo de ambos aporta un enfoque amplio sobre las causas de la mortandad en la guerra que unió a la llamada Triple Alianza –conformada por Brasil, Uruguay y Argentina– contra Paraguay y, sumado a otros, da cuenta de la precariedad de las condiciones sanitarias en que vivían y luchaban los soldados. Antes, los historiadores tan solo disponían de una conclusión genérica de que las enfermedades habían causado más muertos que las heridas de batalla. La guerra concluyó con unos 60.000 decesos para el bando brasileño, mientras que Paraguay, derrotado en el conflicto que inició al invadir lo que entonces era la provincia de Mato Grosso, perdió alrededor de 280.000 combatientes, más de la mitad de su población.

Una iglesia adaptada para funcionar como hospital de campaña en Paso de Patria (Paraguay), sin fecha
Excursão ao Paraguay
/ Biblioteca Nacional

“Las altas tasas de mortalidad por enfermedades infecciosas también caracterizaron a otras guerras de la misma época, tales como la de Crimea, en Rusia (1853-1856), y la Guerra de Secesión, en Estados Unidos (1861-1865)”, dice Prata de Sousa, autor del libro intitulado Escravidão ou morte: Os escravos brasileiros na Guerra do Paraguai [Esclavitud o muerte. Los esclavos brasileños en la Guerra del Paraguay] (editorial Mauad, 1996). Fueron lo que se conoció como guerras de trincheras, zanjas excavadas que servían de cobijo a las tropas, pero facilitaban la propagación de enfermedades infecciosas, a causa de la falta de higiene, la abundancia de roedores e insectos y las inundaciones.

“La Guerra del Paraguay fue una guerra epidémica”, concluye Barbosa. “Las enfermedades infecciosas eran parte del conflicto, de principio a fin, sin contar los brotes, como fue el caso del cólera”. El historiador Leonardo Bahiense, quien realiza una pasantía posdoctoral en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), reitera: “Tan solo el cólera fue responsable, como mínimo, de 4.535 muertos entre los soldados brasileños durante el tiempo que duró la guerra”. Según él, con base en documentación que se conserva en el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño, durante el primer semestre de 1868, el 52,5 % de los decesos entre las tropas aliadas obedeció a la grave deshidratación causada por la bacteria Vibrio cholerae y un 3,6 % al paludismo y otras enfermedades caracterizadas genéricamente como fiebres. “A menudo”, añade la investigadora de la UFF, “los soldados y prisioneros paraguayos con cólera eran abandonados en los caminos por orden de los comandantes, cuando las tropas se desplazaban de un campamento a otro”.

Los relatos de quienes vivieron la guerra respaldan sus conclusiones. En el libro A retirada da Laguna, publicado en francés en 1871 y en portugués tres años más tarde, el ingeniero militar Alfredo Taunay (1843-1899) describió a los brotes de cólera como “el adversario oculto”, “que no perdonaba a nadie”. “La peste es la mayor enemiga que tenemos”, informó el mariscal de campo Manuel Luís Osório (1808-1879) al ministro de Guerra, Ângelo Muniz da Silva Ferraz (1812-1867), al asumir el mando de las tropas, en julio de 1867.

Registro del Archivo Histórico del Ejército de Brasil de soldados atendidos en hospitales
Carlos Cesar / Biblioteca Nacional

En los libros del Archivo del Ejército, Barbosa halló registros de una categoría de enfermedades infecciosas raramente recordada en los relatos de la época, las enfermedades de transmisión sexual: “La sífilis era habitual. Los oficiales acusaban a sus esposas o amantes que convivían con los soldados. En los campamentos había prostitución, principalmente con las paraguayas, a causa del hambre”. Una peculiaridad de esta guerra residió en que las mujeres que acompañaban a la tropa eran las madres, hijas, hermanas o las parejas de los soldados, para quienes lavaban los uniformes y cocinaban.

Incluso los desplazamientos eran riesgosos. “Un grupo de médicos y enfermeros que partió en abril de 1865 desde la ciudad de Río de Janeiro se unió a un batallón de 500 soldados en la ciudad de São Paulo, pero tuvieron que detenerse dos semanas después en Campinas, donde había un brote de viruela que causó la muerte de seis integrantes de la tropa”, relata el médico intensivista José Maria Orlando, autor de Vencendo a morte – Como as guerras fizeram a medicina evoluir (editorial Matrix, 2016). Tras ello, el grupo debió enfrentarse al paludismo que transmitían los insectos que proliferaban en las ciénagas del Pantanal, que debían atravesar para llegar a los campos de batalla, casi nueve meses después.

“Muchos de los soldados no estaban vacunados contra la viruela y eran portadores de enfermedades propias de sus regiones”, comenta la historiadora Maria Teresa Garritano Dourado, del Instituto Histórico y Geográfico de Mato Grosso do Sul, basándose principalmente en los documentos del Archivo de la Marina, también de Río de Janeiro. Autora de A história esquecida da Guerra do Paraguai: Fome, doenças e penalidades [La historia olvidada de la Guerra del Paraguay: Hambre, enfermedades y penurias] (editorial UFMS, 2014), ella identificó otro enemigo: el clima. “Ante la falta de ropa adecuada y al no estar acostumbrados al clima del sur, los soldados del norte se morían de frío”, relata. “La lucha no era solamente contra el enemigo, sino también por la supervivencia en los campamentos”.

El general Dionísio Evangelista de Castro Cerqueira (1847-1910), quien estuvo en el frente y escribió Reminiscências da campanha do Paraguai, 1865-1870 (Biblioteca do Exército, 1929), relató que en los campamentos se bebía “agua espesa y amarillenta, contaminada por la proximidad de los cadáveres”. Los muertos se amontonaban o se los arrojaba a los ríos, contaminando el agua. Otro problema era la faena y la preparación de los animales con los que se alimentaban: las vísceras y otras partes que no se aprovechaban se dejaban expuestas al sol, generando mal olor. “Los buitres y los caranchos [aves de rapiña] se encargaban de la limpieza, devorando los restos”, describió el oficial.

Registro del Archivo Histórico del Ejército de Brasil de soldados atendidos en hospitales
Archivo Histórico del Ejército / Reproducción Janyne Barbosa / UFF

Los heridos en combates
Los cirujanos civiles que fueron al frente de batalla, concluyó Bahiense, inicialmente aprendieron con los informes de los equipos médicos que habían servido en guerras anteriores. En las Guerras Napoleónicas (1803-1815), Dominique Jean Larrey (1766-1842) cirujano en jefe del ejército francés, insistió en ubicar a los equipos quirúrgicos cerca del frente de batalla, para asegurar una atención de prisa y el rápido retiro de los hombres heridos en ambulancias, en ese entonces tiradas por caballos. En la Guerra de Crimea, la enfermera inglesa Florence Nightingale (1820-1910) implementó lo que Orlando denominaba “filosofía de la UTI [unidad de terapia intensiva]”: ubicar a los pacientes más graves cerca del puesto de enfermería, para su atención permanente, y a los menos graves más lejos.

“Durante la Guerra del Paraguay, se suscitó un fructífero debate al respecto de las técnicas quirúrgicas”, recalca Bahiense. Se discutió, por ejemplo, si el mejor momento para amputar un brazo o una pierna [afectados por balas, machetes o bayonetas] era inmediatamente después de ser heridos o si se debía esperar a que el combatiente asimile que había sido herido. Aunque las intervenciones quirúrgicas fueran bien hechas, los soldados podían morir poco después debido a una infección generalizada, a causa de la escasa preocupación –y conocimientos– acerca de la asepsia. Él comprobó que los medicamentos –principalmente el cloroformo, que se usaba como anestésico, y el opio, para el dolor–, los vendajes y la ropa para los pacientes hospitalizados tenían gran demanda, porque siempre se agotaban las existencias.

El general argentino Bartolomé Mitre junto a sus oficiales en la región de Tuyutí, escenario de la batalla más encarnizada de la guerra, en mayo de 1866, que dejó un saldo de 7.000 muertos y 10.000 heridos

Excursión al Paraguay / Biblioteca Nacional

“Las guerras, al igual que las epidemias, han hecho del mundo un campo de experimentación y, aún a costa de un inmenso sufrimiento, han acelerado el descubrimiento de nuevas técnicas quirúrgicas, el tratamiento de las quemaduras o de las enfermedades infecciosas”, comenta Orlando. Según él, solo a partir de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue que el número de muertes por heridas en combate comenzó a ser mayor –en este caso, el doble– que las causadas por enfermedades infecciosas.

Las razones de este cambio han sido la mejora de las condiciones de higiene y la adopción de técnicas de tratamiento: se les inyectaba a los heridos una solución salina directamente en sus venas para compensar las consecuencias de la gran pérdida de sangre. A partir de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el uso de antibióticos como la penicilina redujo aún más la mortandad de los soldados a causa de las infecciones generadas por las heridas. Durante la Guerra de Corea (1950-1953), las amputaciones se hicieron menos necesarias con el desarrollo de las técnicas de cirugía vascular.

Bahiense apunta otra razón para la elevada mortalidad debido a las enfermedades infecciosas durante la Guerra del Paraguay: “En Brasil todavía no existía la enfermería profesional, como en Estados Unidos y en Europa”. El equipo de asistencia de los cirujanos estaba integrado por soldados, cabos o prisioneros paraguayos adiestrados a toda prisa con un curso rápido de enfermería y luego reemplazados por las religiosas o las mujeres que acompañaban a los militares.

Entre ellas se destacó Anna Nery (1814-1880) quien se convirtió en una referente del área en Brasil. A disgusto por tener que separarse de dos de sus hijos, ambos reclutados para marchar al frente, se alistó como voluntaria para cuidar a los heridos. Tras conseguir la autorización del gobierno de Bahía, Nery los acompañó, aprendió nociones de enfermería con unas monjas en Rio Grande do Sul y trabajó como enfermera en los hospitales del frente de batalla. En reconocimiento a su labor, el emperador Pedro II le concedió una pensión vitalicia, con la cual pudo educar a sus otros hijos.

En marzo y abril de 2022, la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul, campus de Aquidauana, celebrará un congreso internacional para debatir sobre el 150º aniversario del final de la guerra, que se cumplió el año pasado.


martes, 21 de noviembre de 2023

SGM: La vida del soldado

El infierno cotidiano de los soldados en la Segunda Guerra Mundial: qué comían, el sexo y sus temores

Cómo fueron los días de la infantería. Hambre, olores, suciedad, heridas y mucha muerte. Los sonidos del campo de batalla. De qué manera los enfermeros y los médicos elegían a quién priorizar. Pocas semanas atrás salió el libro Puro Sufrimiento de Mary Louis Roberts (Siglo XXI) que indaga estas cuestiones

Por Matías Bauso  ||  Infobae



Los soldados sufrían, además de los ataques enemigos, de hambre, frío, por el olor, por la falta de higiene, por el miedo (Photo by Taylor/US Army/Getty Images)

Cuando se habla y se escribe sobre la guerra se suele hacer foco en las grandes batallas, en las decisiones estratégicas claves, en los bombardeos a ciudades, en el movimiento de enormes batallones, en los desembarcos masivos que desequilibran la contienda; vemos los mapas en las salas con boiserie en las paredes en los que los generales mueven soldaditos de juguete, tanquecitos y trazan flechas. Los discursos memorables, los desfiles triunfales, los juicios aleccionadores a los criminales de masas. Pero hay otro plano, el humano, el de los soldados sin mayor preparación que deben poner el cuerpo en las peores condiciones, que se exponen a la muerte en cada segundo. ¿Cómo eran los días de esos jóvenes? ¿A qué se enfrentaban? ¿Cuáles eran las condiciones en las que luchaban? La Segunda Guerra Mundial ha sido contada por la literatura, por la historia y por el cine de muchas maneras posibles. A veces se ha soslayado una dimensión indispensable, la de la vida cotidiana de los soldados. Esa escala humana, por fuera de estrategias y grandes ataques tácticos, cambia la perspectiva de las cosas. Y modifica convicciones, debilita certezas, expone el horror.

Algo de eso consignó el General Patton en su diario después de visitar a los heridos en un hospital de campaña en Sicilia: “Había un herido muy grave. Era una masa de carne horrorosa y sangrienta que no me convenía mirar; de lo contrario, habría sentido algo personal al mandar soldados a la batalla. Algo fatal para un general”.

Lo humano de la guerra

La editorial Siglo Veintiuno acaba de editar Puro Sufrimiento. La vida cotidiana de los soldados en la Segunda Guerra Mundial de la historiadora Mary Louise Roberts. El libro es un estudio magnífico y cautivante sobre un aspecto algo menospreciado en la narrativa de los conflictos bélicos: las historias humanas, la manera en que transcurrían los días los soldados que estaban en el frente de batalla. Cómo vestían, qué comían, cómo lidiaban con el aseo, qué sucedía con los heridos y los muertos. Roberts a través de cartas, memorias, diarios y hasta obras de ficción de ex combatientes recrea esos días en el frente; se centra en los soldados de infantería en los últimos años de la Guerra.

La vida de los soldados en el frente era miserable. Pasaban hambre, frío, casi no dormían. Tenían miedo.

Muchos soldados querían sufrir una herida lo suficientemente grave como para ser enviados de regreso a su casa pero que no dejara secuelas permanentes ni alguna discapacidad (Undated World War II photograph. U.S. Coast Guard photo)

No sólo el enemigo provocaba bajas. Para el final de la Segunda Guerra Mundial había más muertos y heridos por las condiciones climáticas que por las balas de los otros. La lluvia, el frío, la nieve mataban.

A veces no había posibilidad de combatir la helada. Un soldado contó que si se dejaba las antiparras puestas, se congelaban en la nariz. Y que si se las quitaban, los ojos lloraban y las lágrimas quedaban petrificadas en la mitad de las mejillas o que, cosa peor, quedaban colgadas como estalactitas de los párpados y los sellaban: un candado de gélido.

Los soldados en muchas ocasiones no podían controlar los esfínteres, se hacían encima. A veces bajo el fuego enemigo. El miedo hacía su parte. También porque en medio de un bombardeo es difícil, ir detrás de un arbusto a hacer sus necesidades, o salir de la trinchera. Nadie quería morir con los pantalones bajos. Muchas otras veces por la mala alimentación y las enfermedades. La diarrea se volvía incontenible (ellos preferían llamarla disentería, un nombre algo más elegante). El olor los delataba pero nadie decía nada. Era algo habitual que a cualquiera le podía pasar. Un soldado recordó: “Ese invierno era fácil ubicar a nuestra unidad. Sólo había que seguir los charcos marrones que íbamos dejando en la nieve por la disentería”.

Los sonidos que alertan

Bajo situaciones de peligro, se sabe, los sentidos se aguzan. Y esos combates eran, entre otras cosas, un concierto de ruidos y sonidos con significados muy claros. Y cada soldado debía aprender a decodificar silbidos, explosiones, pasos apagados sobre hojas, motores de jeeps o de aviones, aun sin verlos. En esa capacidad de escucha estaba, muchas veces, la posibilidad de sobrevivir. Los sonidos brindaban información.

En su libro, Roberts cita a G.W.Target, un soldado británico. Es una descripción de la batalla desde el oído: “Continuo rechinar de un metal contra otro o contra la piedra, explosiones, chasquidos, gritos, llantos, rugidos o trueno mecánicos, convulsiones, temblores de la tierra o de la carne agonizante, crujidos de maderas o de huesos, estampidos cercanos o lejano, estallidos inesperados, tronar de cañones y de bombas”. Y eso sucedía de día, de tarde, de noche. Era un continuo desesperante.

El sonido más temido era el del cañón alemán de 88 mm. Era aterrador. Su poder letal era devastador. Y, era tan veloz, que no les daba tiempo siquiera de tirarse cuerpo a tierra. Roberts cita a un soldado que cada vez que escuchaba disparos del cañón de 88 tenía una inoportuna erección: “El pánico y la sangre me inundaban las ingles, una reacción casi pavloviana”.

La editorial Siglo Veintiuno publicó el magnífico "Puro Sufrimiento. La vida cotidiana de los soldados durante la Segunda Guerra Mundial" de Mary Louis Roberts. La autora narra las distintas vicisitudes de los combatientes en sus jornadas

Mientras había ataques y contraataques, los ruidos eran ensordecedores y enloquecían. Los generales querían provocar esa sensación en el enemigo: alienarlos, llenarlos de temor. No se daban cuenta de que sus hombres pasaban por lo mismo. Pero había algo mucho peor que el fuego cruzado. Lo que venía después. Ya sin detonaciones ni balazos, lo que reinaba no era el silencio. Nacía, crecía, un coro de gemidos, lamentos, alaridos de dolor, rezos y llamados desesperados de los agonizantes a sus madres.

Los soldados no sólo estaban a ciegas en sus trincheras, envueltos por la oscuridad, bajo el diluvio de balas y bombas enemigas. No sabían nada, tampoco, de los grandes movimientos. En la mayoría de las oportunidades, después de varias jornadas de marchas, batallas y ataques, desconocían en qué lugar se encontraban, cuál era su misión y hacia dónde se dirigían. Tampoco cuál era el panorama general: ¿estaban ganando? ¿Acaso perdían? Ellos sólo veían los muertos a su alrededor. Los que alfombraban los caminos. Los suyos y los de los otros. Y rezaban para salir con vida de ahí. Se puede decir que los soldados en el frente, los de infantería, sólo sabían dos cosas: que debían matar enemigos y evitar ser matados.

También creían saber, fueran del bando que fueran, que ellos eran los buenos y los otros los malos. Esa convicción se deshacía cuando se cruzaban con heridos muy graves y con cadáveres. El monstruo que estaba enfrente, de pronto, recuperaba su humanidad aunque ya fuera tarde.

Uno de los incentivos que encontraban era la amistad con sus compañeros de batalla. Otro el de alcanzar pequeños objetivos (muy) inmediatos. La siguiente comida, la próxima ducha.

Pero muchas veces estas instancias no eran tan habituales ni gratificantes. Empecemos por el baño.

Prohibido bañarse

A pesar de que los soldados estaban hechos sopa, siempre empapados por las lluvias y hasta por las nevadas, no era fácil acceder al agua potable. Por eso debían llevarla con ellos y se racionaba. Sólo era para beber. A nadie se le ocurría, como bien escaso, desperdiciarla en aseo.

Bill Mauldin fue soldado e historietista. Ganó dos premios Pulitzer por su tarea. Fue el primero en retratar a los soldados como seres permanentemente embarrados y con necesidades. El Gral. Patton le recriminó su trabajo por minar la moral de las tropas. Esta viñeta se basó en una situación que le sucedió: un camión embarró a los soldados de infantería

Los uniformes no se reemplazaban con asiduidad. En algunos casos parecían armaduras en vez de uniforme modernos. El barro los endurecía de tal manera que cuando se quería doblar una manga, se quebraba la tela. Se podía hacer percusión sobre ellos. Un corresponsal de guerra describió a un batallón como “piezas de barro con forma de hombres”.

La guerra presentaba un contrasentido para los militares. Siempre preocupados por el orden, por la pulcritud, por el vestuario reluciente y completo, en combate todo era suciedad, barro, olores penetrantes, calzoncillos con una costra congelada de material fecal. Tanto es así que la suciedad extrema se convirtió en sinónimo de heroísmo, casi una condición indispensable para la victoria.

De toda la vestimenta el mayor problema era el calzado. Las botas de los norteamericanos no eran lo suficientemente buenas (Roberts afirma que las inglesas eran mucho mejores). Eso era un verdadero problema. La muerte, en muchos casos, empezaba por los pies. Los soldados vivían sumergidos en el barro. Mientras marchaban, mientras esperaban para entrar en acción, en sus trincheras. El agua penetraba ese calzado que no estaba hecho con los mejores materiales (la industria norteamericana destinaba la goma primordialmente para las ruedas de los vehículos y las orugas de los tanques). Las medias escaseaban, entonces no se cambiaban con tanta asiduidad. Los soldados tenían sus pies siempre húmedos. Pocas veces se quitaban las botas. Nadie se exponía a que el ataque de los oponentes los sorprendiera descalzos. En un mes, tal vez, sólo se quitaban los zapatos tres veces. Todo lo hacían calzados.

Los médicos de campaña debían actuar con celeridad. Muchas veces debían elegir a quién operar y a quién no, fijando prioridades porque no daban abasto (U.S. Army Photo)

La mala calidad de las botas, la humedad permanente, que nunca estuvieran descalzos eran factores que provocaban enormes problemas. El más evidente y masivo era el pie de trinchera. Los pies negros, con hedor, deformados por la hinchazón, al borde la gangrena, con la piel que se desprendía a jirones. Una vez que se quitaban las botas no se las podían volver a poner, ni siquiera podían volver a caminar y debían ser hospitalizados. El pie de trinchera produjo muchísimas bajas.

El olor de la guerra

La guerra también es hedor: mierda, transpiración, el olor dulzón de la carne chamuscada, pólvora, el combustible, suciedad, la pestilencia de los cuerpos descomponiéndose.

Los soldados, sin poder bañarse, olían mal. Los campos de batalla aquietados apestaban.

En las campañas largas, los soldados comían las raciones que les enviaban, Estaban pensadas para proveerlos de energía y para que pudieran ser ingeridas en cualquier circunstancia. El gobierno norteamericano le pidió a Hershey que las barras de chocolate fueran nada más que un poco más sabrosas que una papa hervida. No querían que los soldados las utilizaran como moneda de cambio, ni que las comieran como un gusto, sino que las utilizaran para incorporar energía.

Los hombres se quejaban de esas raciones. Las latas con carne, por lo general, tenían una capa congelada que era impenetrable. Muchas veces usaban sus bayonetas para poder cortarlas. Al principio muchas se negaban a comer, pero con el correr de los días el hambre hacía su trabajo.

Cuando se las daban a algún prisionero alemán, solían bromear que esas raciones debían estar prohibidas por la Convención de Ginebra.

La comida era siempre fría. Excepto en campamentos seguros, no se podía prender fuego para que el humo no alertara al enemigo. Había algunas sopas pensadas para comer en campaña. Traían un pequeño dispositivo calentador en el medio que se activaba poniendo un cigarrillo encendido en la base de la lata. 3 o 4 minutos después el contenido estaba caliente.

Muchos soldados deseaban tener una herida grave pero que no los dejara incapacitados ni con secuelas permanentes (blightys las llamaban). Una herida con la gravedad suficiente para sacarlos de la guerra, para que los regresaran a sus casas, pero enteros. Sin mutilaciones, sin ceguera, sin la pérdida de sus genitales, ni discapacidades.

Las heridas más temidas eran en los genitales y en la cola. Muchos dormían con sus cascos sobre las ingles, para protegerse. Preferían no despertar que ser capados por las balas enemigas.

A los heridos los trasladaban de noche. Para que no fueran vistos ni por las poblaciones cercanas ni por sus compañeros, para no minar el ánimo. En los hospitales de campaña y en los de la retaguardia la actividad era constante. Los médicos podían operar decenas de pacientes durante guardias de 36 horas consecutivas. Algunos doctores han llegado a dormir parados durante unos pocos minutos para después continuar.

Los soldados de infantería caminaban gran parte del día. Pasaban sus jornadas en medio del barro. Las botas no eran lo suficientemente buenas. El pie de trinchera se convirtió en un problema grave que provocó muchas bajas (Photo by European/FPG/Getty Images)

Había una tarea sensible y muy desagradable. La de determinar a quién asistir. No tenían ni tiempo ni recursos para ocuparse de tantos heridos, en especial tras alguna refriega sangrienta. La primera selección la hacían los enfermeros y camilleros que recorrían el campo de batalla tras los enfrentamientos. No habían estudiado medicina pero fueron desarrollando el instinto para descubrir quienes necesitaban ayuda inmediata, quienes estaban desahuciados y quienes pese a la sangre abundante padecían heridas leves o al menos no mortales. A los que recibían morfina le escribían la hora y la dosis en la frente.

Los doctores debían tomar decisiones. Definir quiénes podrían ser salvados, por quién valía la pena hacer el esfuerzo. Sabían, por ejemplo, que una cirugía de abdomen les llevaba más de una hora y que la posibilidad de sobrevida era del 50 %. Debían sopesar que en ese lapso podían hacer cuatro operaciones de extremidades y asegurar la vida a cuatro soldados.

Lo que nadie podía tratar en ese lugar y en ese momento eran las secuelas de otro tipo. Nadie podía asegurar que no sufrieran durante mucho tiempo (o permanentemente) de problemas psiquiátricos y traumas varios por la vida miserable que llevaron, por el miedo que tuvieron que padecer, por los hombres que debieron matar, por los horrores y las toneladas de muerte que presenciaron.


domingo, 3 de septiembre de 2023

Guerra Antisubversiva: El martirio del cabo Vacca

Cabo Alberto H. Vacca




El 5 de febrero de 1975 falleció el Cabo Alberto Hugo Vacca, herido por terroristas de las FAR, cuatro años antes, el 29 de abril de 1971.
Ese día los terroristas habían atacado un camión militar que se dirigía de Córdoba a Campo de Mayo, asesinando a un Teniente e hiriendo gravemente al, entonces, soldado Vacca. Los terroristas secuestraron armas del camión y huyeron.
Después del hecho Alberto Hugo Vacca fue ascendido a Cabo, por su desempeño durante el ataque, en que quedó paralítico.
Durante cuatro años estuvo internado en el Hospital Militar, hasta su fallecimiento en 1975.
¡Hoy recordamos al Cabo Alberto Hugo Vacca, que murió en cumplimiento del deber, y acompañamos a su familia, en particular a su hermana Noemí, y exigimos para él y para todas las víctimas del terrorismo Verdad, Justicia y Reparación!

martes, 1 de agosto de 2023

La guerra y la evolución de la sanidad militar

The Walking Wounded: cómo la guerra y la atención médica avanzaron juntas a lo largo de los siglos





Por la bloguera invitada Helen Fraser para War History Online

No se puede negar que la guerra es responsable de un gran número de muertes y de una gran cantidad de heridas terribles. Históricamente, lo único que ha eliminado a más personas en menos tiempo que la guerra es la peste. Y es una cosa cerrada. Entonces es comprensible que la gente no tienda a asociar la guerra con la preservación de la vida.

Sin embargo, siendo la necesidad la madre de la invención, la guerra, tal vez paradójicamente, ha llevado a algunos de los mayores avances en medicina que el mundo jamás haya visto. Por lo tanto, si bien las guerras se han cobrado millones y millones de vidas humanas a lo largo de la historia, y han condenado aún más a una vida de dolor y sufrimiento, también (aunque quizás indirectamente) han salvado muchas vidas y curado a muchas personas. Aquí hay una breve exploración de las doctrinas extrañamente entrelazadas de la guerra y la medicina.

'En forma de lucha'

El antiguo griego Hipócrates, todavía reverenciado hoy como el 'padre de la medicina', dijo que "el que desee practicar la cirugía debe ir a la guerra". Tenía una buena razón para estas palabras.

Desde el comienzo de la guerra organizada, los líderes militares más astutos del mundo sabían que ganarían más batallas con tropas más en forma. Por lo tanto, los mejores comandantes militares emplearon médicos calificados para asegurarse de que sus tropas estuvieran libres de enfermedades y se recuperaran rápidamente de sus heridas. Esta fue una de las razones por las que los jóvenes pacíficos estaban ansiosos por unirse a las fuerzas de combate. En una era anterior a cosas como la atención médica universal y el seguro médico, los médicos civiles eran costosos (¡y sus métodos a menudo eran peores para usted que la enfermedad!).


Busto de Hipócrates visto en la decoración del Policlínico Stuyvesant, Manhattan, Ciudad de Nueva York. Tony Fischer –  CC BY 2.0

Cuando la vida era peligrosa y las enfermedades abundaban, el régimen saludable y la atención médica (relativamente) calificada disponible con una unidad militar en realidad les dio a muchos más posibilidades de supervivencia de las que podrían haber tenido como civiles. ¿Y los propios médicos? Bueno, se reconocía universalmente que los médicos antiguos eran mucho más hábiles que los médicos civiles. ¿Por qué? En parte porque la naturaleza militar de su empleo significaba que no podían intentar ganar dinero con charlatanerías (si un paciente moría, el médico con frecuencia no cobraba) y en parte porque el nivel rápido y concentrado de lesiones sufridas por las batallas les dio mucho de experiencia en lo que funcionó y lo que no, al menos en lo que respecta al cuidado de heridas. Además, la exposición a la carnicería de la batalla permitió una gran cantidad de conocimientos adquiridos horriblemente sobre la anatomía humana.

Anticipos de emergencia

 Florence Nightingale (centro) en un retrato de Jerry Barrett.

Históricamente, los avances más significativos en traumatología y medicina de urgencias han nacido de situaciones de combate. Éstas incluyen:

  • El torniquete, que limita el flujo de sangre a las extremidades heridas. Es casi seguro que esto fue inventado por los médicos del ejército romano, que deseaban realizar amputaciones sin arriesgar a que sus pacientes murieran desangrados.
  • La ligadura: un método para atar los extremos de las arterias cortadas para evitar que los pacientes mueran desangrados. Descubierto por Ambroise Pare en el sitio de Turín en 1537.
  • La ambulancia: inventada durante las Guerras Napoleónicas y avanzada durante la Guerra Civil Estadounidense y la Primera Guerra Mundial.
  • Los principios del control de gérmenes, el saneamiento hospitalario y la enfermería moderna, establecidos por Florence Nightingale durante la Guerra de Crimea.
  • Triaje: un método de evaluación rápida mediante el cual se prioriza a los pacientes de emergencia según la urgencia de su necesidad. Esto fue formalizado por el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial.
  • Penicilina: si bien Alexander Fleming descubrió esta droga vital para el control de infecciones en tiempos de paz, fue solo durante la Segunda Guerra Mundial que salió de la oscuridad para tratar a los soldados enfermos y controlar las infecciones en los cuarteles.

Triunfos médicos modernos


El equipo médico militar moderno se prepara para trasladar una víctima simulada al helicóptero de evacuación durante un ejercicio de entrenamiento.
Medicina del Ejército – 
CC BY 2.0

Incluso hoy en día, la necesidad de la guerra continúa impulsando la tecnología médica. Los cirujanos que trabajan hoy en zonas de combate son mucho, mucho más capaces de salvar vidas a través de la cirugía que hace cinco años, a pesar de que las lesiones con las que se presentan no son menos graves.

Sus métodos son cada vez más rápidos, seguros y efectivos. En particular, la mayoría de los militares modernos hacen un uso eficiente de los escáneres de cuerpo completo y los ultrasonidos portátiles, lo que les permite localizar problemas internos con extrema rapidez y tomar decisiones quirúrgicas informadas en cuestión de segundos. Los escáneres de ultrasonido portátiles también permiten a los cirujanos identificar y anestesiar individualmente los nervios que transmiten el dolor, algo que tiene grandes implicaciones para el tratamiento del dolor crónico en todos los campos. Sin duda, la urgencia y la gran necesidad de curación en situaciones de combate seguirán impulsando nuestras tecnologías médicas mientras haya bajas de guerra.

Sin duda, la urgencia y la gran necesidad de curación en situaciones de combate seguirán impulsando nuestras tecnologías médicas mientras haya bajas de guerra.

Por Helen Fraser




miércoles, 13 de julio de 2022

Guerras napoleónicas: La teoría del botón de hojalata de Napoleón en Rusia

¿Los botones de hojalata hicieron que el ejército de Napoleón se retirara de Rusia?

Jesse Beckett ||  War History Online



La campaña de Napoleón en el invierno ruso, . Colección privada. (Foto de Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images)

Octubre de 1812 vio un importante punto de inflexión en la invasión de Rusia por parte de Napoleón. Aunque los franceses habían reclamado recientemente la victoria en la batalla de Maloyaroslavets, el ejército exhausto ahora estaba en retirada. De la fuerza de Napoleón de más de medio millón, solo 10.000 lograron salir vivos de Rusia.

Los historiadores se han sentido confundidos por este error militar desde entonces, pero en años más recientes se ha presentado una nueva teoría que puede, al menos en parte, explicar la catástrofe. Echemos un vistazo a la teoría y lo que los expertos tienen que decir sobre la situación.

La teoría del botón de hojalata de Napoleón


Napoleón Bonaparte, general y emperador francés. Napoleón (1769-1821) / (Crédito de la foto: The Print Collector / Getty Images)

Esta teoría explica que una de las fuentes de los problemas de Napoleón estaba en los botones de los uniformes de sus soldados. En ese momento, los franceses a menudo usaban botones de estaño en sus uniformes, pero no sabían que el estaño puede venir en muchos alótropos diferentes, algunos de los cuales no pueden lidiar adecuadamente con temperaturas extremadamente bajas.

Un alótropo es una forma diferente de un elemento en el mismo estado. Por ejemplo, los diamantes, el carbón y el grafito son alótropos del carbono. Cada uno de estos está formado por átomos de carbono, pero los átomos están dispuestos de forma diferente unos de otros, creando materiales con diferentes propiedades.

De manera similar, el estaño tiene varios alótropos, y esto podría haber sido un gran problema para las tropas de Napoleón. Los dos alótropos principales del estaño son el alfa-estaño y el beta-estaño. El alfa-estaño es un material quebradizo, polvoriento, de color gris opaco que tiene poco uso para nada.

Mientras tanto, el beta-estaño es un material metálico plateado brillante que es maleable y se le puede dar forma fácilmente. Sin embargo, si el beta-estaño se expone a temperaturas por debajo de los 13 °C durante largos períodos de tiempo, se degrada en alfa-estaño y, literalmente, se convierte en polvo. Esto se conoce como “plaga del estaño”.

Los franceses usaron beta-estaño, ya que se puede martillar para darle forma y producir botones limpios y brillantes para sus uniformes, pero probablemente no sabían que puede transformarse espontáneamente en alfa-estaño a bajas temperaturas. En circunstancias normales, los botones de estaño habrían resistido bien, pero cuando estuvieron expuestos al frío invierno ruso (que alcanzó los -40 °C) durante largos períodos de tiempo, las plagas de estaño pueden haber dañado el metal.

Cuando los botones de hojalata se convirtieron en polvo, las tropas francesas no habrían podido mantener sus abrigos sellados y, por lo tanto, habrían sido vulnerables a las brutales temperaturas que se observaron durante el invierno.

El ejército de Napoleón también había sido devastado por enfermedades, hambre, deserción y muerte en el momento de su retirada, por lo que no es que los botones inadecuados fueran los únicos culpables.

Pero, ¿es una leyenda urbana?

Si bien esto podría ser un factor importante en la retirada de Napoleón, muchos han dejado la idea como una leyenda urbana . Hay algunos problemas con el problema aparentemente lógico de degradar los botones. Primero, muchos ejércitos en este momento usaban botones de hueso o madera, ya que era mucho más barato. Aunque el ejército de Napoleón ciertamente usó en parte botones de estaño, es poco probable que fueran comunes.

El siguiente problema se relaciona con la propia plaga del estaño. Afecta más al estaño puro y se puede evitar mezclándolo con otros elementos como el plomo. El estaño utilizado por Francia habría sido bastante impuro, por lo que sin querer habría sido más resistente al frío.

Las pruebas de laboratorio revelaron que el estaño sin alear necesitaba estar a bajas temperaturas durante aproximadamente 18 meses para desarrollar daños significativos por plagas de estaño, que es más del doble de la duración de la invasión. Aunque las temperaturas que experimentaron las tropas en Rusia fueron mucho, mucho más bajas, lo que habría acelerado la plaga del estaño.

Por último, los relatos de los soldados sobre la terrible experiencia no mencionan problemas tan impactantes con sus botones.

Por ahora, el jurado aún está deliberando sobre qué papel jugaron los botones de hojalata en las pérdidas de Napoleón en Rusia. Lo que sabemos con certeza es que los historiadores todavía están desconcertados por las pérdidas de Napoleón en Rusia.

jueves, 28 de octubre de 2021

Rusia: El problema del alcoholismo en el imperio

El problema de la embriaguez en el Imperio ruso


K. Makovsky. "Fiesta de bodas en una familia de boyardos del siglo XVII"


El artículo Tradiciones alcohólicas en los principados rusos y el reino de Moscú Se habló de las bebidas alcohólicas de la Rus premongola, la aparición del "vino de pan" y las tabernas, la política del alcohol de los primeros Romanov. Ahora hablemos del consumo de alcohol en el Imperio Ruso.

Como recordamos de este artículo, los primeros intentos de monopolizar la producción de alcohol fueron realizados por Iván III. Bajo Alexei Mikhailovich, comenzó una seria lucha contra la luz de la luna. Y Pedro I prohibió la destilación en los monasterios también, ordenando a los "santos padres" que entregaran todo el equipo.

El primer emperador: asambleas, la Catedral de los Borrachos, medalla "Por borrachera" y "Agua de Pedro"


El primer emperador ruso no solo consumió alcohol en grandes cantidades, sino que también se aseguró de que sus súbditos no se quedaran demasiado atrás de él. V. Petsukh escribió a finales del siglo XX:

"Peter I estaba inclinado hacia un estilo de vida democrático y muy borracho, y debido a esto, el estatus divino del autócrata ruso se desvaneció hasta tal punto que Menshikov encontró posible abofetear al heredero Alexei en las mejillas, y al pueblo - por escrito y, oralmente, clasifique al emperador entre los aggels de Satanás ".

Con el alcance de sus orgías de borrachos, Peter I logró sorprender no solo a la gente y los boyardos, sino también a los extranjeros mundanos.

Se sabe que después de descender de las existencias del barco construido, Peter anunció a los presentes:

"Ese vagabundo que, en una ocasión tan alegre, no se emborracha".

El enviado danés, Yust Juhl, recordó que un día decidió deshacerse de la necesidad de emborracharse subiéndose al mástil de un nuevo barco. Pero Peter notó su "maniobra": con una botella en la mano y un vaso entre los dientes, se arrastró tras él y le dio un trago tal que el pobre danés apenas logró volver a bajar.


Asamblea de la era de Pedro I

En general, la embriaguez en la corte de Pedro I se consideraba casi un valor. Y la participación en la notoria juerga del "Consejo de los Borrachos" se convirtió en un signo de lealtad tanto al zar como a sus reformas.


"La Catedral de Pedro I más desgarradora, borracha y extravagante". Lámina de pared del siglo XIX.

Así se rompieron los últimos obstáculos morales que impedían la propagación de la embriaguez en Rusia. Pero pensamientos comunes a veces visitaban al primer emperador. Una vez incluso instituyó una medalla de hierro fundido "Por la borrachera" (en 1714). El peso de este dudoso premio era de 17 libras, es decir, 6,8 kg (sin contar el peso de las cadenas), y el "premiado" tenía que llevarlo durante una semana. Esta medalla se puede ver en el Museo Estatal de Historia.


Sin embargo, las fuentes no informan sobre la “concesión” masiva de tales medallas. Aparentemente, su institución fue una de las peculiaridades fugaces de este emperador.

En la época de Pedro I, la palabra "vodka" entró en el idioma ruso. Este fue el nombre que se le dio al "vino de pan" de baja calidad, un vaso del cual se incluía en la dieta diaria de los marineros, soldados, trabajadores de los astilleros y constructores de San Petersburgo (un vaso es una centésima parte del "cubo oficial" , aproximadamente 120 ml). Esta bebida alcohólica se llamó inicialmente con desdén "agua Petrovskaya", y luego - aún más peyorativamente: "vodka".

Sucesores de Pedro I


La esposa de Pedro I, Catalina, que entró historiaComo la primera emperatriz de Rusia, también amaba el “pan” y otros vinos más allá de toda medida. En los últimos años, ha preferido el húngaro. Hasta el 10% del presupuesto ruso se gastó en su compra para la corte de la emperatriz. Después de la muerte de su esposo, pasó el resto de su vida bebiendo continuamente.

El enviado francés, Jacques de Campredon, informó a París:

"El entretenimiento (de Catherine) consiste en beber casi a diario en el jardín, que dura toda la noche y buena parte del día".

Catherine, aparentemente, se volvió decrépita extremadamente rápido precisamente por el consumo excesivo de bebidas alcohólicas. Murió a los 43 años.

A una edad bastante temprana, gracias a los esfuerzos de los Dolgoruky, el joven emperador Pedro II también se volvió adicto al vino.

Edad de Emperatrices


Pero Anna Ioannovna, por el contrario, no bebía y no toleraba a los borrachos en su corte. A los cortesanos se les permitió consumir abiertamente bebidas alcohólicas solo una vez al año, el día de su coronación.

Debo decir que tanto Anna Ioannovna como su favorito Biron fueron calumniados por los monarcas de la línea petrina de la dinastía Romanov que llegaron al poder. No hubo atrocidades fuera del alcance del reinado de diez años de Anna, y el presupuesto de esta emperatriz, por una vez, se convirtió en superávit. Minich y Lassi fueron a Crimea y Azov, lavando con sangre enemiga la vergüenza de la campaña de Prut de Pedro I. La Gran Expedición del Norte partió. Sí, y sus súbditos vivieron más fácilmente bajo ella que bajo Pedro I, quien "para proteger la Patria, la arruinó peor que el enemigo".

Bajo su hija Isabel, que debía ponerse un vestido nuevo todos los días, por lo que después de su muerte “se descubrieron 32 habitaciones, todas llenas con los vestidos de la difunta emperatriz” (Shtelin). Y bajo Catalina II, durante cuyo reinado la servidumbre se convirtió en una verdadera esclavitud. Pero nos adelantamos.

Elizabeth también “respetaba” todo tipo de vinos: por regla general, ella misma no se acostaba sobria y no interfirió en que los demás se emborracharan. Entonces, a su confesor personal, según el registro elaborado en julio de 1756, se le asignó para un día 1 botella de mosquete, 1 botella de vino tinto y media jarra de vodka de Gdansk (obtenido por triple destilación de vino de uva con la adición de especias, una bebida alcohólica muy cara). En la mesa en la que cenaron los junkers de cámara, se colocaron diariamente 2 botellas de vino de Borgoña, vino del Rin, mosquete, vino blanco y tinto y 2 botellas de cerveza inglesa (12 botellas en total). Los cantantes recibieron 3 botellas de vino tinto y blanco al día. La señora estatal M. E. Shuvalova tenía derecho a una botella de vino de uva no especificado por día.

En general, mantenerse sobrio en la corte de Isabel era bastante difícil. Se dice que por la mañana los invitados y cortesanos de esta emperatriz fueron encontrados tendidos uno al lado del otro en los estados fisiológicos más embarazosos provocados por el consumo excesivo de alcohol. Al mismo tiempo, los completamente ajenos a menudo resultaban estar junto a ellos, nadie sabe cómo habían penetrado en el palacio real. Y, por lo tanto, las historias de los contemporáneos de que nadie vio a Pedro III (el sucesor de Isabel) borracho antes del mediodía deben considerarse como evidencia del comportamiento antinatural de este emperador en el entorno de la corte.

Durante el reinado de Isabel, la palabra "vodka" apareció por primera vez en un acto legal estatal: el decreto de la emperatriz del 8 de junio de 1751. Pero de alguna manera no echó raíces.

Durante los siguientes 150 años, los términos "vino de pan", "vino hervido", "vino vivo quemado", "vino caliente" (también apareció la expresión "bebidas fuertes"), "vino amargo" (de ahí "Y" amargo borracho ").

También estaban los términos semiduro (38% en volumen, mencionado por primera vez en 1516), vino espumoso (44,25%), triple (47,4%), doble alcohol (74,7%). Desde mediados del siglo XIX, el vino espumoso se ha llamado cada vez más "pervak" o "pervach". No formaba espuma: en aquellos días, la parte superior y mejor de cualquier líquido se llamaba "espuma" (la "espuma de leche", por ejemplo, ahora se llama crema).

Y la palabra "vodka" en ese momento entre la gente existía como una jerga. En el lenguaje literario, comenzó a usarse solo a principios del siglo XIX. Incluso en el diccionario de Dahl, "vodka" sigue siendo sólo un sinónimo de "vino de pan", o una forma diminuta de la palabra "agua". En los círculos aristocráticos, los vodkas se llamaban destilados de uvas y vinos de frutas, a los que se agregaban diversos orujos y especias.


Grabado popular ruso del siglo XVIII.

Bajo Isabel, por primera vez en la historia, comenzó a exportarse vino de pan ruso.

El brigadier A. Melgunov en 1758 recibió el derecho de exportar "vino caliente" de alta calidad en el extranjero para su venta: "tal bondad que no se puede encontrar en el suministro a las tabernas".

Los patios de Kruzhechnye (antiguas tabernas) bajo el mando de Isabel pasaron a llamarse "establecimientos de bebidas". Los restos de uno de ellos fueron descubiertos en 2016 mientras se colocaban colectores de cables en el área de la Plaza Teatralnaya de Moscú. Este establecimiento de bebidas sobrevivió al incendio de Moscú de 1812 y funcionó hasta al menos 1819.

Sin embargo, la palabra "taberna" del idioma ruso no se ha ido a ningún lado, habiendo sobrevivido hasta nuestros días. Y en la Rusia zarista y los patios kruzhechnye, y los establecimientos para beber entre la gente continuaron llamándose "tabernas".

"Hija de Petrov" también marcó el comienzo de una nueva moda de moda.

En las "casas decentes" ahora, sin falta, había tinturas y licores para todas las letras del alfabeto: anís, agracejo, cereza, ... pistacho, ... manzana. Además, a diferencia de los "vodkas" importados (destilados de uvas y vinos de frutas), en Rusia también comenzaron a experimentar con "vino de pan caliente" refinado. Esto condujo a una verdadera revolución en la destilería casera de la nobleza. Nadie prestó atención al increíblemente alto costo del producto resultante. Pero la calidad también fue muy alta. Luego, Catalina II envió las mejores muestras de tales productos a sus corresponsales europeos: Voltaire, Goethe, Linnaeus, Kant, Federico II, Gustavo III de Suecia.

Catalina II "se hizo famosa" también por la declaración

"Las personas borrachas son más fáciles de manejar".

Durante su reinado, el 16 de febrero de 1786, se emitió un decreto "Sobre el Permiso de la Destilación Permanente de los Nobles", que de hecho abolió el monopolio estatal sobre la producción de bebidas alcohólicas y el control estatal sobre su producción.

Algunos investigadores creen que una de las razones (no la principal, por supuesto) del asesinato del emperador Pablo I fue su deseo de cancelar este decreto de Catalina y devolver la producción de bebidas alcohólicas y vodka bajo control estatal.

Política de alcohol del Imperio ruso en el siglo XIX.


No obstante, Alejandro I, en 1819, restauró parcialmente el monopolio de la producción de alcohol.

La razón fue el estado desastroso del estado, devastado por la guerra de 1812 y la posterior "campaña de liberación" del ejército ruso. Pero el comercio minorista de alcohol siguió estando en manos privadas.

Bajo Alejandro I, por cierto, el vodka comenzó a extenderse en Francia.

Todo comenzó con las entregas en el restaurante parisino "Veri", alquilado por el comando ruso para generales y oficiales superiores. Y luego otros restaurantes y bistrós comenzaron a pedir vodka. Junto a los soldados y oficiales rusos, los parisinos empezaron a intentarlo.

En 1826, el emperador Nicolás I restauró parcialmente el sistema de rescate y en 1828 abolió por completo el monopolio estatal del vodka.

Muchos creen que el emperador tomó estas medidas, deseando hacer un gesto conciliador hacia la nobleza, que quedó sumamente desagradablemente impresionada por las represiones contra los decembristas, familias famosas e influyentes.

Bajo Nicolás I, el gobierno, aparentemente deseando acostumbrar a la gente al vodka, de repente limitó la producción y venta de vinos, cerveza e incluso té. La elaboración de cerveza se volvió tan gravada que en 1848 casi todas las cervecerías estaban cerradas. Fue en ese momento que Bismarck emitió uno de sus eslóganes, afirmando que

"El pueblo ruso tendría un futuro brillante si no estuviera completamente infectado con la embriaguez".


Alexey Korzukhin. El padre borracho de la familia.1861

El reinado de Nicolás I se convirtió en una "edad de oro" para los "recaudadores de impuestos" del vino, cuyo número en los últimos años de su vida llegó a 216. Los contemporáneos compararon sus ganancias con el tributo del pueblo a los mongoles. Entonces, se sabe que en 1856 las bebidas alcohólicas se vendieron por más de 151 millones de rublos. El tesoro recibió 82 millones de ellos: el resto fue a parar a los bolsillos de comerciantes privados.


El agricultor del impuesto sobre el vino V.A.Kokorev, litografía de V.Timm, 1856

Los recaudadores de impuestos tuvieron entonces una enorme influencia y oportunidades increíbles. El caso contra uno de ellos en el departamento de Moscú del Senado fue dirigido por 15 secretarios. Una vez finalizado el trabajo, se enviaron documentos para varias docenas de carros a San Petersburgo. Este enorme vagón, junto con las personas que lo acompañaban, simplemente desapareció en la carretera; no se encontraron rastros de él.

A mediados del siglo XIX, el número de establecimientos de bebidas en el Imperio ruso aumentó drásticamente. Si en 1852 había 77 de ellos, en 838 - 1859, luego de 87, según algunas fuentes, llegó a medio millón.


En la taberna. Almanaque ilustrado ruso, 1858

La devastación de la población y el aumento de la mortalidad por embriaguez causaron entonces tal descontento que los disturbios en las aldeas a menudo comenzaron con la derrota de los establecimientos de bebidas.

En las afueras del estado ruso, donde las tradiciones de autogobierno aún eran fuertes, las personas a veces resolvieron por sí mismas el problema de la embriaguez de vecinos y parientes, utilizando métodos inusuales pero muy efectivos de "adicción popular". Entonces, en algunas aldeas de Don Cossack, los borrachos fueron azotados públicamente un domingo por la tarde en la plaza del mercado. El "paciente" que recibió este tratamiento tuvo que inclinarse por cuatro lados y agradecer a la gente por la ciencia. Se dice que las recaídas después de tal "tratamiento" fueron extremadamente raras.

Bajo Alejandro II, en 1858-1861, sucedió lo impensable: en 23 provincias del centro, sur, medio y sur de las regiones del Volga y los Urales, comenzó a extenderse un "movimiento sobrio" de masas.

Los campesinos destrozaron establecimientos de bebidas y se comprometieron a rechazar el alcohol. Esto asustó mucho al gobierno, que perdió una parte significativa del "dinero borracho". Las autoridades utilizaron tanto "palo" como "zanahoria". Por un lado, hasta 11 mil campesinos manifestantes fueron detenidos, por otro, con el fin de incentivar los viajes a los establecimientos de bebidas, se redujeron los precios del alcohol.

En 1861, el cuadro de V. Perov "Procesión religiosa rural en Semana Santa" provocó un escándalo en la sociedad. En realidad, el artista no representó la procesión tradicional alrededor de la iglesia, sino la llamada "glorificación": después de Pascua (en la Semana Brillante), los sacerdotes del pueblo iban de puerta en puerta y cantaban himnos de la iglesia, recibiendo obsequios y obsequios de los feligreses en la forma de "vino de pan". En general, se parecía, por un lado, a los villancicos paganos y, por el otro, a las visitas de los "Papá Noel" antes del Año Nuevo en la época soviética y en la actualidad. Al final de la "glorificación", sus participantes literalmente no pudieron pararse. En la imagen vemos a un sacerdote completamente borracho y a un sacerdote que ha caído al suelo. Y el anciano borracho no se da cuenta de que el icono está al revés en sus manos.


A petición de las autoridades, Tretyakov, que compró este cuadro, se vio obligado a retirarlo de la exposición. E incluso intentaron llevar a Perov a juicio por blasfemia, pero logró demostrar que en la región moscovita de Mytishchi tales "procesiones religiosas" se organizan regularmente y no sorprenden a nadie.

En 1863, el sistema de rescate, que provocó un descontento generalizado, fue finalmente abolido. En cambio, se introdujo un sistema de impuestos especiales. Esto provocó una disminución en el precio del alcohol, pero también disminuyó su calidad. Se enviaban al exterior licores elaborados con cereales de calidad. En el mercado nacional, fueron reemplazados cada vez más por vodka elaborado con alcohol de patata. El resultado fue un aumento de la embriaguez y un aumento del número de intoxicaciones por alcohol.

Al mismo tiempo, por cierto, apareció el famoso vodka Shustovskaya. Para promoverlo, NL Shustov contrató a estudiantes que fueron a establecimientos de bebidas y pidieron "vodka de Shustov". Habiendo recibido una negativa, se fueron indignados y, a veces, hicieron fuertes escándalos, sobre los que escribieron en los periódicos. También se permitió hacer trampa, con la condición de que la cantidad de daño a la institución no exceda los 10 rublos.

En el mismo 1863, la fábrica de vodka “P. A. Smirnov ".


Lubok "El vino es el peor enemigo de la humanidad"

En 1881, se decidió reemplazar los antiguos establecimientos de bebidas con tabernas y tabernas, en las que ahora era posible pedir no solo vodka, sino también un refrigerio. Al mismo tiempo, por primera vez, pensaron en la posibilidad de vender vodka para llevar y porciones a menos de un balde.

Sí, entonces simplemente no había un recipiente más pequeño para el vodka. Solo se vendía vino importado en botella (que ya venía del exterior en botella).

La fuerza del vodka entonces no tenía límites claramente definidos, la fuerza de 38 a 45 grados se consideró permisible. Y solo el 6 de diciembre de 1886 en la "Carta de tarifas para beber" se aprobó una norma, según la cual el vodka debe tener una fuerza de 40 grados. Esto se hizo para facilitar los cálculos. Y DI Mendeleev con su trabajo teórico de 1865 "Sobre la combinación de alcohol con agua" no tiene nada que ver con eso. Por cierto, el propio Mendeleev consideró la dilución óptima de alcohol a 38 grados.

Mientras tanto, continuaron las protestas contra las tabernas locales. Además, recibieron el apoyo de escritores y científicos de fama mundial, entre los que se encontraban, por ejemplo, F. Dostoievsky, N. Nekrasov, L. Tolstoy, D. Mamin-Sibiryak, I. Sechenov, I. Sikorsky, A. Engelgart.

Como resultado, el 14 de mayo de 1885, el gobierno permitió que las comunidades rurales cerraran los establecimientos de bebidas mediante “sentencias de aldea”.

Bajo Alejandro II, la plantación de viñedos comenzó en el territorio de la región del norte del Mar Negro. En 1880, se recibió champán ruso en Abrau-Dyurso, que desde principios de siglo reemplazó al francés en las recepciones imperiales.

Y a finales del siglo XIX - principios del siglo XX. También hubo una rehabilitación de cerveza, cuya producción comenzó a crecer. Es cierto que dos tercios de las fábricas de cerveza del imperio producían un tipo: "Bavarskoe".

El 20 de julio de 1893 se restableció el monopolio estatal de la destilación. Y en 1894, finalmente, se abrieron las primeras tiendas estatales, en las que vendían vodka en botellas. Esto se hizo por sugerencia del Ministro de Finanzas del Imperio Ruso, S. Yu. Witte.

Sin embargo, la gente no se acostumbró de inmediato a esta innovación, y al principio los llamados "vidrieros" giraban constantemente cerca de estas tiendas, ofreciendo a los que sufrían sus platos "en alquiler". Al mismo tiempo, se introdujeron restricciones en la venta de bebidas alcohólicas: en las grandes ciudades, el vodka comenzó a venderse de 7:00 a 22:00, en áreas rurales, en invierno y otoño hasta las 18:00, en verano y primavera. - hasta las 20:00. Se prohibió la venta de alcohol los días de eventos públicos (elecciones, reuniones comunitarias, etc.).

En 1894, se patentó el famoso "vodka especial de Moscú", que también se produjo en la URSS. Ya no era una especie de vino de pan, sino una mezcla de alcohol rectificado y agua.

Finalmente, en 1895, por orden de Witte, se vendió vodka en lugar de vino de pan. Había dos variedades de vodka a la venta en las tiendas estatales: la más barata con tapa de cera roja (que era la más accesible para la gente) y la más cara, con tapa blanca, que se llamaba “comedor”.

Además de las tiendas de vinos de propiedad estatal en las grandes ciudades en ese momento, también había "tiendas de portero", donde vendían cerveza, y "bodegas Renskoye" ("Rin distorsionado"), que vendían vino importado. Además, a principios del siglo XX se abrieron bares en algunos de los restaurantes de la capital donde se podían pedir cócteles (el primero fue en 1905 en el restaurante Medved). Luego aparecieron bares de cócteles en Moscú.

Mientras tanto, la situación con la embriaguez popular siguió deteriorándose. Según las estadísticas, el consumo de bebidas de vino per cápita en 1890 fue de 2,46 litros, en 1910 - 4,7 litros, en 1913 - poco más de 6 litros.


Fábrica y fábrica después de recibir un salario.


D. Bulgakovsky. "Cama del borracho", 1900

A principios del siglo XX, en algunas ciudades rusas (por ejemplo, en Saratov, Kiev, Yaroslavl, Tula), aparecieron estaciones de sobriedad por iniciativa de las autoridades locales. En 1917, tales establecimientos se abrieron en todas las ciudades provinciales.

El 30 de marzo de 1908, 50 diputados campesinos de la Duma del Estado emitieron un comunicado:

"Que el vodka se lleve a las ciudades, si lo necesitan, pero en las aldeas finalmente destruye nuestra juventud".


D. Bulgakovsky. "Regreso del borracho a casa", 1900

Y en 1909, se celebró en San Petersburgo el Primer Congreso de toda Rusia sobre la lucha contra la embriaguez.


Postal de principios del siglo XX.

Incluso Grigory Rasputin criticó la política de alcohol del gobierno en ese momento.


Vladimir Makovsky. ¡No te dejaré entrar! 1892 g.

"No hay ley de alcohol"


Durante la Primera Guerra Mundial, el gobierno ruso tomó medidas sin precedentes, por primera vez en la historia, prohibiendo por completo el uso de bebidas espirituosas. Por un lado, hubo algunos aspectos positivos. En la segunda mitad de 1914, el número de borrachos arrestados en San Petersburgo resultó ser un 70% menor. Ha disminuido el número de psicosis alcohólicas. Las contribuciones a las cajas de ahorros han aumentado significativamente. Y el consumo de alcohol que se ha vuelto inaccesible se ha reducido a 0,2 litros per cápita. Pero la prohibición, como se esperaba, condujo a un fuerte aumento de la elaboración casera, que las autoridades no pudieron hacer frente.


Moonshine todavía de principios del siglo XX.

Inicialmente, solo se permitía servir alcohol en restaurantes caros de primera clase. En otros establecimientos, el vodka de colores y el coñac se servían bajo la apariencia de té.

Todo tipo de alcohol desnaturalizado comenzó a usarse en todas partes. Entonces, por ejemplo, según los resultados de 1915, resultó que en Rusia las compras de colonia por parte de la población se habían duplicado. Y la fábrica de perfumería de Voronezh "Asociación de L. I. Mufke and Co." este año produjo colonia 10 veces más que en 1914. Además, esta empresa lanzó la producción de la denominada "Colonia económica", de muy baja calidad, pero barata, que se compraba específicamente para el consumo "en el interior".

El número de drogadictos aumentó considerablemente, y en todos los estratos de la población del imperio. También se inventaron "cócteles" en los que se mezclaba alcohol con drogas. El "té báltico" se llamaba una mezcla de alcohol y cocaína, "frambuesa" - alcohol con opio.


Un anuncio de heroína, que hasta principios de los años 30 del siglo XX fue producido por la famosa empresa "Bayer" como medicamento para la tos.

A. Vertinsky recordó:

“Al principio, la cocaína se vendía abiertamente en las farmacias en latas marrones selladas ... Muchos eran adictos a ella. Los actores llevaban burbujas en los bolsillos de sus chalecos y "cargaban" cada vez que subían al escenario. Las actrices llevaban cocaína en cajas de pólvora ... Recuerdo una vez que miré por la ventana del ático donde vivíamos (la ventana daba al techo) y vi que toda la pendiente debajo de mi ventana estaba sembrada de latas marrones vacías de Cocaína de Moscú ".

Entonces, los bolcheviques, con gran dificultad, lograron detener esta "epidemia" de adicción a las drogas, que se extendió por toda la sociedad rusa.

Las pérdidas del presupuesto ruso resultaron ser enormes, que en 1913 estaba formado por un 26% a expensas de los ingresos por la venta estatal de alcohol.

En los próximos artículos continuaremos nuestra historia y hablaremos sobre el consumo de alcohol en la URSS y la Rusia postsoviética.