domingo, 2 de noviembre de 2025

Armada Argentina: La historia de Lampazo

Lampazo. el maravilloso perro naval




En el corazón de Buenos Aires, anclada el el dique III de Puerto Madero, la Fragata ARA Presidente Sarmiento no es solo un buque museo lleno de antiguos cañones y velas legendarias: es un guardián de historias humanas y también perrunas.
Entre sus cubiertas de madera centenaria, donde el eco de olas pasadas aún parece susurrar, reside uno de sus tesoros más entrañables: Lampazo, el perro marinero. No era un simple animal a bordo; era un tripulante más, un amigo fiel y un héroe que salvó vidas.
Lampazo era un perro Terranova, raza conocida por su robustez, su pelaje espeso que resistía las aguas frías y su instinto natural para nadar como un pez. Estos perros, originarios de la isla de Terranova en Canadá, eran famosos entre marineros por su fuerza y lealtad, ideales para la vida en alta mar.
Se estima que Lampazo llegó a la Armada Argentina alrededor de 1921, como un regalo de la familia del capitán Federico Laprade, quien comandaba la Fragata Libertad. Laprade, un oficial experimentado, vio en el pequeño Terranova el compañero perfecto para su tripulación y lo llevó a bordo de la Presidente Sarmiento, donde rápidamente se integró.
Le pusieron “Lampazo”, como el cepillo con que se limpia la cubierta, quizá por su cola peluda que barría el suelo mientras trotaba orgulloso entre los marinos. Pero en realidad, él no era una herramienta: era compañía, era consuelo, era la risa en medio de las tormentas.
Lampazo se convirtió en el símbolo de todas las mascotas que habían navegado en la Sarmiento durante sus 39 viajes alrededor del mundo, entre 1899 y 1938.
Un día, el Atlántico rugió con furia y un marinero cayó al agua. De manera inmediata, Lampazo se lanzó tras él, enfrentando a las olas. Nadó con la fuerza de un guerrero silencioso y sostuvo al náufrago hasta que lo rescataron. Desde entonces, nadie volvió a llamarlo “perro”: era camarada, hermano, guardián del barco.
Pasaron los años, y como todo ser vivo, Lampazo también conoció el descanso eterno. Pero los marineros no pudieron despedirlo lanzándolo al mar, porque ¿cómo arrojar al olvido a quien salvó vidas, a quien les enseñó lo que significa lealtad? Lo embalsamaron y lo dejaron allí, en el corazón de la fragata, para que nunca abandonara su puesto.
Hoy, cuando alguien visita el museo, se encuentra con él. Detrás de un cristal, sigue con su mirada serena, como si aún velara por sus compañeros. Ahí esta, con su mirada serena detrás de una vitrina donde atrae a niños curiosos, turistas fascinados y veteranos nostálgicos. 🐶 🇦🇷

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