martes, 30 de junio de 2015

Cruzadas: Cómo se hacía el transporte de cadáveres

¿Cómo se transportaban los cadáveres de los Cruzados?
Javier Sanz - Historias de la Historia


Urbano II recibió la visita de un embajador del emperador bizantino Alejo I Comneno pidiéndole ayuda para derrotar a los turcos selyúcidas. El Papa, que vio la oportunidad de unir bajo un mismo estandarte a toda la cristiandad, no sólo prestaría ayuda al emperador sino que una vez recuperado el territorio perdido por los bizantinos, dirigiría -mejor dicho, ordenaría dirigir- sus ejércitos a Tierra Santa para recuperar Jerusalén. Así que, en el Concilio de Clermont (1095), Urbano II hizo un llamamiento a toda cristiandad para luchar contra los infieles bajo el estandarte de la cruz (cruzada) al grito de…

Dios lo quiere



Se había convocado la Primera Cruzada… Encabezados por Francia y el Sacro Imperio Germánico, se unieron caballeros, soldados y numerosa población -unos fanáticos religiosos y otros gente sin oficio ni beneficio que veían la cruzada como una oportunidad de conseguir botín-, hasta transformarse en una migración masiva. En 1099 conquistaron Jerusalén. Aunque la cruzada fue todo un éxito, también fallecieron muchos cruzados durante las distintas batallas. El deseo de los caballeros de noble familia muertos en la cruzada era que sus cuerpos se devolviesen a Europa, pero ¿cómo?

En palabras del historiador italiano Boncompagno da Signa en el siglo XIII…

Los alemanes sacan las entrañas de los cadáveres de sus caballeros de alto rango, si mueren en el extranjero, y dejan el resto del cuerpo hervir mucho tiempo en las calderas. La carne, los tendones y los cartílagos los separan de los huesos. Lo huesos los lavan en vino perfumado y espolvorean con especias, y luego los llevan de vuelta a casa.
Así explica Boncompagno da Signa en qué consistía el Mos Teutonicus (Funeral Alemán). Esta práctica era habitual entre los cruzados cuando morían en Tierra Santa. Dada la imposibilidad de poder llevar el cuerpo incorrupto al lugar de origen del caballero, le extraían el corazón y lo enterraban en algún lugar sagrado, luego descuartizaban el resto del cuerpo y lo ponían a hervir durante varias horas para quedarse únicamente con los huesos. De esta forma, se podían transportar fácilmente y llevárselos a sus familiares para darles sepultura. Hasta que la Iglesia, en este caso el Papa Bonifacio VIII, dijo hasta aquí hemos llegado. En 1300, promulgó al bula De Sepulturis prohibiendo, bajo pena de excomunión, descuartizar y hervir cuerpos para separar los huesos y la carne.

Imagen: Historia Universal,

lunes, 29 de junio de 2015

Guerra Antisubversiva: Zaffaroni, un activo del Proceso

Eugenio Zaffaroni, juez de la dictadura
Las razones por las que el Dr. Eugenio Zaffaroni no debió ser designado como juez de la Corte Suprema.
Por Rodolfo Terragno*


PASADO. Zaffaroni de joven cuando trabajaba como juez durante la última dictadura militar.

En 2003 me opuse en el Senado de la Nación a la designación del doctor Eugenio Zaffaroni como juez de la Corte Suprema. Lo hice por estas razones:
En 1976 Zaffaroni había jurado fidelidad a los “objetivos básicos” de la dictadura y el “estatuto” con la que ésta reemplazó la Constitución. Mal podía ser intérprete de la Constitución (que no otra cosa es un juez de la Corte) quien había formado parte de un atropello a la misma Constitución.
En el sitio web de las Madres de Plaza de Mayo había existido, hasta poco antes, un proyecto de denuncia criminal contra 437 jueces que habían jurado por los “objetivos básicos” y el “estatuto de la dictadura”, y legitimado la represión. Entre esos jueces, figuraba Zaffaroni.
Zaffaroni sostuvo en audiencia pública que su conducta durante la dictadura era parte de una “responsabilidad generacional”, ya que pertenecía a una generación confundida. Era una ofensa a millares de desaparecidos, de torturados, de presos, de exiliados, que no habían tenido la misma confusión que Zaffaroni.
Después de examinar 84 recursos por prisión irregular o desaparición de personas que recibió Zaffaroni en aquellos años, no encontré ningún ejemplo de actividad judicial de su parte que hubiera permitido esclarecer un caso o salvar una vida.
La Conadep había dicho en el libro “Nunca Más”, durante la dictadura, “las más duras represalias cayeron sobre muchos abogados. Las detenciones arbitrarias, los malos tratos, la desaparición y hasta la muerte de los abogados fueron uso corriente en los primeros años del régimen militar”.
Zaffaroni dijo en la audiencia: “Sabíamos que se estaba secuestrando gente. Ahora, cuál era su destino o qué pasaba con la gente secuestrada fue lo que en líneas generales me enteré en el extranjero en 1978”. Era muy grave que un juez conociera hechos de privación ilegal de la libertad y no hiciera nada porque no se imaginaba qué hacían con los secuestrados.
Presenté el libro Derecho Penal Militar, publicado en 1980, donde se justificaba la represión e inclusive “la muerte del delincuente”. En el prólogo de ese libro Zaffaroni había agradecido a los auditores de la Fuerza Aérea y la Marina, por haber tenido “la gentileza de leer los originales” y por “las importantísimas observaciones” que habían hecho. Había sometido su libro a la supervisión de las fuerzas que ejercían inconstitucionalmente el poder.
Cuando uní todos estos elementos, comprendí que no podía responder a mi impulso inicial, que había sido aprobar la designación del doctor Zaffaroni.
* Periodista y escritor.

Perfil

domingo, 28 de junio de 2015

SGM: Los kamikazes que no llegaron al blanco

El kamikaze japonés más torpe de la Segunda Guerra Mundial
Yoshiomi Yanai no pudo estrellarse sobre su objetivo porque no supo ubicarlo en el mapa. Su historia es una de las que cuentan los voluntarios que se ofrecieron para inmolarse por su país.




La leyenda popular los muestra como unos sujetos que se abalanzaban con sus Zeros sobre los enemigos de Japón al grito de ¡Banzai! Sin embargo, la realidad es bien diferente, pues detrás de esa imagen de fanáticos dispuestos a inmolarse por su país que tenían los Kamikaze había historias emotivas, de valor y, en algunos casos, hasta cómicas. Así lo afirma la versión digital de la «CBS», donde se narran las vivencias de varios de estos pilotos nipones que, de una forma o de otra, no se estrellaron sobre sus objetivos y acabaron sobreviviendo a la contienda.

Entre las vivencias más curiosas destacan las de Yoshiomi Yanai, hoy de 93 años. Y es que, este japonés sobrevivió debido a que, en su última misión –aquella en la que debía dar su vida por Japón- no pudo localizar su objetivo y, finalmente, decidió regresar a su base. Tampoco es desdeñable la de su compañero, Hisashi Tezuka, quien está hoy vivo gracias a que escuchó por radio al emperador Hirohito decir que Japón se había rendido… ¡justo antes de estrellarse! Estos dos nipones son unos de los pocos que, a día de hoy, pueden decir que combatieron en la Segunda Guerra Mundial y aún siguen vivos.

El hombre que no pudo estrellarse

Yoshiomi Yanai, entonces de 23 años de edad, fue uno de los muchos pilotos que, cuando Japón empezó a perder la guerra y carecía de tropas, rellenó el formulario para ser un piloto suicida a lomos de un Zero. Muchos de ellos eran estudiantes universitarios que habían sido rechazados por las fuerzas aéreas pero que, en el ocaso de la contienda, eran llamados a filas de esta peculiar forma. Fueron, en definitiva, los hombres pertenecientes al «viento divino» (traducción aproximada de «Kamikaze»). Unos 2.500 de los cuales murieron en su misión. Todo ello, a pesar de que solo una de cada cinco impactaba en el lugar correcto.

La historia de Yanai, en su momento de 23 años y hoy con una setentena más, comenzó cuando despegó rumbo a su destino. Por entonces ya había escrito una carta a sus padres en las que les informaba de sus intenciones. «Padre, madre, me voy a matar ahora. Voy a morir con una sonrisa. Yo no era un hijo perfecto, perdonadme por favor por ello. Yo me marcharé el primero y os estaré esperando», explicó en letras bien grandes. Aquel era, presuntamente, el último mensaje que iba a enviarles, aunque posteriormente pudo verles en persona.

Durante el vuelo la suerte le fue esquiva en parte, pues no pudo cumplir con su deber al no hallar el objetivo sobre el que debía estrellarse. Así pues, mientras el resto de los compañeros de su unidad etrminaban con su vida, él se mantuvo en el cielo tratando de orientarse. Así hasta que, hastiado, regresó al aeródromo. Acababa de salvarse, y gracias a su torpeza. «Me siento fatal por mis compañeros, todos los que murieron aquel día», señala en declaraciones recogidas por la cadena británica. Hoy en día, todavía conserva fotografías con sus amigos y compañeros Kamikaze.

Salvado por la radio

Otro de los casos más curiosos recogidos por esta cadena es el de Hisashi Tezuka, de 23 años cuando se alistó. Él destacó sobre el resto por la forma que tuvo de responder al formulario de inscripción. Este contaba con tres opciones: «Deseo apasionadamente unirme», «Deseo unirme» y «No quiero unirme». El japonés tachó todas y escribió «Voy a unirme». Según explica –usando un argumento que afirman tantos otros- no tenía otra opción, pues le movía el patriotismo, el sacrificio y se sentía compungido por las necesidades de su país.

Al ser uno de los hermanos menores de una familia, no tuvo problemas para acceder. No sucedía lo mismo con aquellos que eran primogénitos, sobre los que recaía una gran responsabilidad en Japón y era sumamente considerados. Así pues, tras despedirse de sus padres partió en su caza. «Estaba listo para morir, mi mente estaba totalmente en blanco», explica. Sin embargo, salvó la vida gracias a que antes de estrellarse, escuchó por radio a Hirohito anunciar que la guerra había terminado y Japón había capitulado. Unas palabras sumamente oportunas y que, casi literalmente, le dieron la vida. (ABC – España)

Nuestro Mar

sábado, 27 de junio de 2015

Guerra del Pacífico: El triángulo chileno-peruano

Caliente semifinal Chile Vs. Perú, que no olvidan la disputa territorial del ‘triángulo’

Chile y Perú serán los protagonistas del primer partido semifinal de la Copa América que organiza el país trasandino. En el plano futbolístico será un partido muy duro, parejo y que se espera que sea muy peleado desde la mitad de la cancha. También, será el primer duelo de semifinales de dos entrenadores argentinos: Jorge Sampaoli (Chile) y Ricardo el ‘Tigre’ Gareca (Perú). Los dos supieron imponer un estilo y una forma de juego que se transformaron en un sello indiscutible en esta competencia. Sin embargo, en lo político, los dos países mantienen un antiguo conflicto que se remontan a 1930, cuando una comisión binacional no instaló los hitos demarcatorios acordados en la costa para que éstos no fueran destruidos por la marea, sino unos 260 metros tierra adentro. Tras un fallo de la Corte Internacional de Justicia, se resolvió en parte el problema pero Perú sigue reclamando un pequeño territorio que Chile mantiene dentro de sus fronteras.



En el momento en que enfrenten Chile y Perú por el partido que corresponde a las semifinales de la Copa América que organiza el país trasandino justo en el fondo subyace entre ambos países una controversia territorial por un triangulo de 300mts en la frontera de ambos países que Perú le reclama a Chile y que éste último país se niega a ceder.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24).- Chile y Perú se enfrentarán por el partido que corresponde a las semifinales de la Copa América que organiza el país trasandino tras la victoria de estos últimos frente a Bolivia. El choque tiene otro condimento: en el fondo subyace entre ambos países una controversia territorial por un triangulo de 300mts en la frontera de ambos que Perú le reclama a Chile y que éste último país se niega a ceder.

En enero de 2014, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya resolvió una controversia marítima de seis años entre Chile y Perú por unos 22.000 kilómetros cuadrados en disputa y que había puesto en peligro las relaciones bilaterales de ambos países. El tribunal le concedió a Perú parte del mar en una zona donde hasta ese momento Chile ejercía soberanía, al modificar de manera parcial la frontera marítima.

Pero el fallo de la CIJ no terminó con la controversia. Porque en febrero del año pasado empezó la disputa por un pequeño triángulo terrestre fronterizo de apenas 3,7 hectáreas que Chile dijo que aún le pertenecía porque no estaba contemplado en el fallo mientras que Perú insistió con el respecto a lo resuelto por la CIJ.

Los orígenes del conflicto se remontan a 1930, cuando una comisión binacional no instaló los hitos demarcatorios acordados en la costa para que éstos no fueran destruidos por la marea, sino unos 260 metros tierra adentro. De esta forma, la discusión se cierne sobre el ángulo de la línea fronteriza, que a juicio peruano corre más al norte de lo que debería. También, ambos países reconocen como límite fronterizo puntos distintos.

No obstante, volviendo a la competencia deportiva, el seleccionado chileno accedió a la instancia de semifinal luego de eliminar en un polémico partido a Uruguay, el último campeón y equipo más ganador de esta competencia.

El conjunto de la ‘Roja’ llega en mejores condiciones físicas y anímicas para afrontar el encuentro con los incaicos. Sin embargo, en ese partido el arbitraje de Sandro Ricci fue malo y favoreció a Chile, por el caso de Edinson Cavani quién fue objeto de un manoseo que nadie vio y Alexis Sánchez debió ser amonestado sobre el final.

Más allá de estas cuestiones, el DT argentino Jorge Sampaoli supo darle un estilo de juego, sólido, atractivo y con mucha categoría. El equipo trasandino carga con el peso de no haber ganado nunca una Copa América e intentará consagrarse en su propia casa.

Por otro lado, Perú, de otro argentino, Ricardo Gareca no tuvo un buen comienzo de competencia tras caer en el debut con Brasil. Con muchas dificultades, los incaicos fueron edificando juego asociado, vistoso y atractivo permitiéndole acceder a las semifinales aunque sin mucho brillo excepto ante la débil Bolivia.

El enfrentamiento entre chilenos y peruanos será muy duro, se espera mucha pierna fuerte porque los dos no quieren regalar nada dentro del campo y apuestan demasiado a la pelea en el mediocampo.

viernes, 26 de junio de 2015

Guerras napoleónicos: El último veterano de Waterloo

El misterio del último soldado de Waterloo
Esta es Louis-Victor Baillot, el combatiente más antiguo de Waterloo. La fotografía fue tomada un año antes de su muerte.


Por Michael Prodger - The New Statesman



Vivo y testimonio: Louis-Victor Baillot, en la foto en 1897, el último sobreviviente de los miles de personas que entraron en combate en los campos de la muerte en Waterloo

Hay un momento imposible de rastrear en el que el pasado se desliza desde el reino de la memoria en tiempo profundo. Tal vez es alrededor de la marca de 100 años, cuando los que fueron testigos de cualquier evento dado han muerto hace ya mucho tiempo. Sólo de vez en cuando, la tecnología ofrece una manera de ir por la madriguera del conejo, como en el cuento de Alicia. Existe, por ejemplo, una grabación de 1890 del poeta Alfred Lord Tennyson recitando "La carga de la brigada ligera", su respuesta al racconto en el Times de esa trágica maniobra. También hay dos grabaciones, desde 1902 y 1904, del castrato Alessandro Moreschi, un miembro de la Capilla Sixtina durante 30 años y uno de los últimos niños a ser mutilado para forraje coral.

En este año de aniversario de la batalla de Waterloo (18 de junio de 1815), vale la pena recordar cómo tecnología relativamente nueva conserva una pieza mayor y más resonante de la historia en la forma de una simple fotografía de un anciano sentado en un banco. El hombre es una figura venerable pero poco atractivo; descansa sus manos sobre un bastón, tiene zuecos en los pies, lleva polainas más los pantalones ceñido y tiene dos medallas en su abrigo.

Esta es Louis-Victor Baillot, el combatiente más antiguo de Waterloo. Baillot nació en Percey en Borgoña el 7 de abril de 1793, poco más de dos meses después de que Luis XVI fuese llevado a la guillotina. Murió, a los 104 años, el 3 de febrero de 1898, 15 días antes de la pionera de autos deportivos de Enzo Ferrari naciera. La fotografía fue tomada un año antes de la muerte de Baillot.

Cuando era joven, Baillot fue reclutado en Grande Armée de Napoleón en 1812 y se unió al 3er Batallón de Línea del 105º de Infantería Demi-Brigade. Viajó hasta el Vístula en Polonia, donde su brigada se reunió con los restos del ejército principal, ya que se retiró de la desastrosa campaña de Rusia. Luego pasó a luchar en el sitio de Hamburgo bajo la implacable mariscal Davout. Después de una pausa en el servicio tras el exilio del emperador de Elba, Baillot se reincorporó al ejército en 1815 cuando Napoleón regresó a Francia continental y marchó con su viejo brigada a Bélgica. El 14 de junio Baillot vio a su comandante en jefe en persona por primera y última vez cuando el emperador revista a sus tropas antes de Waterloo.

Cuatro días más tarde Baillot fue derribado por una estocada a la cabeza, a cargo de un soldado de caballería de carga de los grises escoceses. Habría muerto, no tenía la fiambrera que guardaba bajo su sombrero llevado la peor del golpe. Él fue dejado por muerto en el campo de batalla, donde el día siguiente fue recogido y transportado a un barco-prisión de Plymouth como prisionero de guerra. A finales de 1816 Baillot fue repatriado y se descarga como un tísico.

Existe poca evidencia de los restantes ocho décadas de su vida. Se sabe que regresó a su casa de la familia en Auxerre y en algún momento se casó con una mujer llamada Appoline Carlos, con quien tuvo una hija y vive tranquilamente en Carisey, en el Yonne. Las únicas cosas que lo han marcado como uno de los veteranos de Napoleón eran su afición a ver el desfile anual de la guarnición Auxerre, sus dos medallas - la Legión de Honor (otorgados tarde, en 1896) y la Medalla de Santa Helena - y la cicatriz en la cabeza. En el momento de su muerte fue una figura venerada en silencio. Una multitud decente asistió a su funeral y vio como su tumba estaba cubierta con una piedra con el simple leyenda "Le Dernier de Waterloo".

Así que el viejo hombre de la fotografía es digno de una segunda mirada. Esas manos nudosas vez dispararon un mosquete en una de las batallas más célebres de la historia y los ojos entrecerrados vieron Napoleón Bonaparte en su pompa.

Michael Prodger es editor asistente del New Statesman

miércoles, 24 de junio de 2015

Bélgica celebra el 200 aniversario de la batalla de Ligny

Bélgica conmemora el bicentenario de la batalla de Ligny

En Ligny, este pequeño pueblo belga, Napoleón consiguió su última victoria hace 200 años, dos días antes de la debacle de Waterloo, que significó su caída. Con motivo del bicentenario, 1.500 apasionados de la historia participaron en la reconstrucción de la batalla en un campo de 10 hectáreas.

“Cuando Napoleón llegó a Bélgica, durante tres meses intentó reconquistar su imperio. Se preparó para enfrentarse a sus enemigos angloholandeses y prusianos, a los que esperaba vencer por separado. Aquí en Ligny, luchó contra los prusianos y les obligó a retirarse”, dijo Audrey Tilve, enviada especial de Euronews.

“Cayeron 20.000 hombres. 20.000 hombres en seis horas de batalla; uno por segundo. Durante ese tiempo Napoléon reprimió a tres unidades prusianas, aunque no las derrotó”, comentó el historiador Patrick Maes.

Procedentes de toda Europa, algunos incluso de Australia, Estados Unidos o Rusia, los figurantes cuidaron hasta el más mínimo detalle para revivir la confrontación, empezando por el propio Napoleón:

“Es un placer revivir esta parte de la historia. Conmemoramos el segundo centenario de la batalla. En la actualidad vivimos en armonía, todos somos amigos. Y precisamente esta es una buena manera de recordar estos hechos históricos”.

El próximo fin de semana, la mayoría de ellos participarán en la reconstrucción de Waterloo. Entonces serán 5.200 en el campo de batalla.

EuroNews

martes, 23 de junio de 2015

Entreguerra: Eduardo VIII, un rey nazi

El Rey Edward era aparentemente pro-nazi y quería una Inglaterra bombardeada


Edward pasa revista de un escuadrón de la SS. (Archivo Federal Alemán)

Escrito por Karina Urbach - Quartz

El rey Eduardo VIII se vio obligado a abdicar en 1936, y pronto tomó el título de duque de Windsor. Él siempre ha sido conocido por sus simpatías pro-nazis. Sin embargo, el alcance de su traición nunca podría estar completamente verificado debido al carácter secreto de los Archivos Reales.
Los Archivos Reales siempre han asegurado que las cartas de parientes alemanes de la familia real en el período previo a la Segunda Guerra Mundial permanecen cerradas. Naturalmente, como la censura ha provocado un sinfín de teorías de la conspiración.
Pero en los últimos ocho años he acumulado evidencia condenatoria por tamizado a través de 30 archivos de todo el mundo que están abiertos. Los informes de inteligencia y documentos alemanes, españoles y rusos muestran los miembros de la familia real británica eran de hecho mucho más cerca de la Alemania nazi que ha sido previamente reconocido. Presento este en su totalidad en mi nuevo libro intermediarios para Hitler.

Una de las claves de esta red anglo-alemán es Charles Edward Duque de Coburg (1884-1954). En un programa de Channel 4 sobre él en 2007, llamé Coburg "un nazi que salió con la suya", pero no tenía ni idea acerca de la magnitud de sus crímenes en el momento.
Coburg fue parte de un grupo más amplio de de intermediarios-privado individuos que se utilizaron para las negociaciones secretas de Hitler. Mi investigación sobre la obra de Coburg arroja luz nueva y contundente sobre el duque de Windsor, un pariente y confidente de Coburg.

Duque de Coburg

Coburg fue un nieto de la reina Victoria destinado a una vida privilegiada y espectacular. Pero la experiencia de la Primera Guerra Mundial le cambiaron. Después de que Alemania perdió la guerra, se volvió hacia la derecha radical. En la década de 1920 se involucró con un grupo terrorista alemán que trató de derrocar a la República Alemana elegido democráticamente. Los miembros del grupo han participado en varios asesinatos políticos en la década de 1920. Aunque no apretar el gatillo a sí mismo, Coburg financiado estos asesinatos.
Tras el fallido Putsch de Hitler de 1923, Coburg escondió varios partidarios de Hitler en la carrera en sus castillos. Hitler no se olvidaría de este gran favor y más tarde recompensado Coburg haciéndole un general. Pero también lo necesitaba para algo más reservado. En 1933 el Führer era corto de contactos internacionales y no confiaba en su propia cancillería.
Por lo tanto, utilizar los miembros de la aristocracia alemana para misiones secretas a Gran Bretaña, Italia, Hungría y Suecia. Coburg fue particularmente útil en Londres desde 1935 hasta 1939 y fue recibido en Gran Bretaña debido a su hermana Alice condesa de trabajo incansable de Athlone. Ella era la cuñada de la reina María y luchó por la aceptación de Coburg. Esto dio lugar a él no sólo ser recibido en salones británicos, pero lo más importante, por la familia real, entre ellos el duque de Windsor.


Secretos reales

Coburg fue invitado por primera vez en enero 1932 a Sandringham para ver George V y la reina María durante sus vacaciones de Navidad. A pesar de la guerra, la reina María tuvo renovados contactos con sus parientes alemanes ya en 1918. Esta ocasión y visitas posteriores no fueron enumerados en la Circular de tenis, ya que normalmente habrían sido.
Fue sólo recurriendo a informes de inteligencia y archivos extranjeros que yo era capaz de reconstruir que el duque de Coburgo y el duque de Windsor soñaban con una alianza anglo-alemana. Windsor ayudó Coburg hacia este objetivo en varias ocasiones diferentes.
Los servicios de inteligencia soviéticos estaban convencidos del duque de Windsor de la traición cuando estalló la guerra. Es probable que no tenían un informante en su bastón. En 1940 se informó de que se estaba llevando a cabo negociaciones con Hitler para formar un nuevo gobierno Inglés y concluir una paz con Alemania depende de una alianza militar contra la URSS.
Aún más evidencia de la traición de Windsor estaba oculto en archivos españoles. Al igual que su pariente Coburg, el duque de Windsor era antisemita. En junio de 1940 Don Javier Bermejillo, un diplomático español y viejo amigo de Windsor-lo había conocido desde la década de 1920, informó de una conversación que había tenido con el duque a sus superiores.
Bermejillo informó de que el duque de Windsor culpó a "los Judios, los Rojos, y el Ministerio de Asuntos Exteriores para la guerra". Windsor añadió que le gustaría poner Anthony Eden y otros políticos británicos "contra una pared." Bermejillo declarado que Windsor ya había hecho comentarios similares sobre los Rojos y los Judios a él mucho antes de que se convirtió en rey en 1936. En otra conversación en 25 de junio 1940, Bermejillo informó que Windsor destacó si uno bombardearon Inglaterra efectivamente esto podría traer la paz. Bermejillo concluyó que el duque de Windsor parecía mucho a la esperanza de que esto ocurriría: "Quiere la paz a cualquier precio." Este informe fue a Franco y luego pasó a manos de los alemanes. El bombardeo de Gran Bretaña comenzó el 10 de julio.
Después de la guerra Coburg y el duque de Windsor nunca se reunieron de nuevo. Windsor continuó su vida de jet-set, y Coburg murió en Alemania en 1954. Él nunca se enteró de que su amado Führer quería lo asesinó. En abril de 1945 descifradores de códigos en Bletchley Park se encontraron con un telegrama de Hitler, diciendo: ". El Führer concede importancia al duque de Coburgo, en ningún caso de caer en manos del enemigo" Este fue uno de los famosos de Hitler "Nero órdenes", una indirecta sentencia de muerte.
Los secretos de Hitler y Coburgo compartieron parecían ser tan importantes que necesitan ser escondido de la vista pública. Se necesita más transparencia en los Archivos Reales de modo que las investigaciones históricas como esta pueden realizarse plenamente, no envuelto en secreto. The Conversation

lunes, 22 de junio de 2015

Peronismo: Cuando el Perón ordenó quemar iglesias

Perón no fue Nerón
La especialista en historia de la Iglesia Católica en la Argentina reconstruye los hechos tras el bombardeo de la Plaza. 

Por Miranda Lida - Perfil



Destrozos. El altar del convento de Santo Domingo, y el de la iglesia de San Francisco, luego del ataque. Y una imagen del interior de la Curia, junto a la Catedral. | Gentileza Diario La Nación

Fue tal vez uno de los episodios más indescifrables de la historia argentina. En una sola noche, el 16 de junio de 1955, fueron incendiadas más de una docena de iglesias que, más allá de su significación religiosa, componían un lujoso patrimonio arquitectónico, artístico y archivístico, puesto que los templos más dañados fueron a la sazón los de mayor valor histórico y cultural de Buenos Aires, ubicados en el radio céntrico de la ciudad. Ese mismo día, un fallido bombardeo opositor intentó arrasar con la Casa de Gobierno y con el presidente Juan Domingo Perón, y dejó cientos de muertos y heridos. La quema de iglesias fue la represalia. No fue un incendio aislado ni un desborde ocasional; por sus dimensiones, su sincronización y sus implicancias, rápidamente encontró impacto internacional en los principales diarios del mundo.


SAN FRANCISCO. Otra iglesia atacada. La Iglesia rechazó en su momento fondos del gobierno peronista para reparar los templos. | Cedoc


Que un presidente “tolerara” actos de vandalismo, o se mostrara falto de reflejos para evitar que el fuego se extendiera ha sido juzgado demencial, inverosímil o, lisa y llanamente, inexplicable. ¿Fue un rapto de ira de un dictador enceguecido por el poder? ¿Fue consecuencia de un anticlericalismo que siempre había estado ahí, pero estuvo larvado en los primeros años de gobierno? ¿O hubo un afán premeditado de llevar las cosas al extremo?

Apenas extinguidas las llamas, la relación de Perón con la Iglesia Católica fue examinada con lupa en muchos libros periodísticos y testimoniales que intentaron explicar el porqué de algo que parecía no tener lógica alguna. Fue notorio el apoyo que la Iglesia Católica le dio a Perón en los tramos iniciales de su gobierno. ¿Cómo explicar un viraje tan radical? ¿El peronismo minimizó los riesgos, no midió las consecuencias o subestimó al catolicismo?

Los hechos. En noviembre de 1954, Perón lanzó una serie de acusaciones contra la Iglesia en la que –decía– había antiperonistas que se infiltraban en las organizaciones peronistas. No era la primera vez que fustigaba a los opositores. Pero ese año había sido fundado el Partido Demócrata Cristiano y el catolicismo intentaba recobrar presencia social, gracias a los festejos del centenario del dogma de la Inmaculada Concepción. Perón quiso aminorar el impacto de las denuncias, y confió en que los roces con la Iglesia no pasarían a mayores: “No tenemos nada de qué preocuparnos. No creo que vaya a ocurrir nada más, y en caso de que ocurra, tenemos el poder para terminar con esto”, según publicó The New York Times. La jerarquía eclesiástica, por su parte, reaccionó con prudencia y coincidió con Perón en su afán de minimizar la confrontación en ciernes.


CARDENALES. Copello y Caggiano hicieron gestiones para evitar la violencia. | Cedoc


Pero las aguas no se aquietaron: el Estado dispuso la supresión de la enseñanza religiosa obligatoria, el divorcio, la equiparación de hijos legítimos e ilegítimos, entre otras medidas que echarían más leña al fuego. Mientras tanto, el catolicismo sacó gente a la calle, en movilizaciones de aspecto cada vez más masivo. El éxito de convocatoria tomó a muchos por sorpresa, desde la celebración de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre en 1954, hasta Corpus Christi, en junio del siguiente año. En la Argentina peronista era difícil tolerar movilizaciones multitudinarias que no fueran oficialistas. El gobierno respondió con la prohibición de las manifestaciones, decisión que poco ayudó a descomprimir un conflicto cuyo de­senlace estaba lejos de ser previsible. Y censuró a la prensa que dio cobertura al evento. La clausura del diario católico El Pueblo, en diciembre de 1954, no amilanó a los más militantes. Por el contrario, los radicalizó: les dio impulso para lanzarse a la publicación clandestina de miles de panfletos de factura casera, que ayudarían a preparar el clima de conspiración. Se mofaban de Perón en registros y géneros de lo más populares –coplas, tonadillas, tangos y consignas– y reflejaban hasta qué punto el humor prevaleciente había verificado un gran vuelco.

Las jerarquías de la Iglesia, mientras tanto, se lanzaron a la publicación de sucesivas cartas dirigidas al gobierno, en primer lugar, pero también a los fieles y a la sociedad argentina, que fueron leídas en las iglesias y publicadas en diferentes medios de comunicación –lo poco que quedaba de prensa antiperonista–. El episcopado se abroqueló en defensa de sus derechos lesionados; denunció la “persecución” religiosa, la prohibición de actos públicos y la censura, a la vez que defendió las instituciones católicas amenazadas y elevó ruegos por la concordia entre autoridades civiles y religiosas. Entre enero y julio de 1955 se sucedieron cuatro cartas al gobierno, y una más que insistía a la Acción Católica y al laicado en la necesidad de mantenerse en calma. Entre bambalinas, no faltaron entrevistas entre los dos cardenales argentinos, Santiago Copello y Antonio Caggiano, y Perón. Mientras monseñores como Manuel Tato y Ramón Novoa, dos figuras de mucha visibilidad en las movilizaciones católicas, terminaban en el exilio, y otros tantos sacerdotes pasaban una o más noches en prisión, las más altas jerarquías apostaron por la conciliación.


Destrozos. El altar del convento de Santo Domingo, y el de la iglesia de San Francisco, luego del ataque. Y una imagen del interior de la Curia, junto a la Catedral. | Cedoc

No fue suficiente para frenar las consecuencias de tamaño vendaval. Una vez consumados los incendios, el gobierno salió a ofrecer cuantiosas sumas destinadas a la reconstrucción de las iglesias: procuraba dejar a la jerarquía eclesiástica neutralizada. Sin embargo, las instituciones católicas lo rechazaron. A esa altura no había gesto de concordia por parte de Perón que fuera capaz de mitigar los ánimos. La influyente revista Criterio, dirigida por monseñor Gustavo Franceschi, una de las pocas publicaciones católicas que quedaban en pie, se alegró de que la Iglesia no aceptara tales dádivas. Así, las iglesias históricas, de ornamentación fastuosa hasta 1955, fueron reconstruidas en su mayor parte con austeridad, en sintonía con los tiempos que se avecinaban, en vísperas del Concilio Vaticano Segundo.

A pesar de que el cardenal Copello bregaba por la paz social, la Acción Católica no vaciló en continuar movilizándose en las calles. Al encontrar casi todas las iglesias cerradas a su paso, sus militantes se dedicaron a entonar cánticos antiperonistas, un gesto muy mal recibido por la prensa gubernamental. En los meses que mediaron entre junio y septiembre de 1955, fecha de la autodenominada Revolución Libertadora, que derrocó a Perón, no faltaron incidentes callejeros provocados por los católicos. Así, las llamas de los templos del 16 de junio hicieron crepitar al peronismo todo.

Las interpretaciones. La búsqueda de una explicación ha estado siempre entrelazada con la de sus responsables. Es difícil separar ambos planos.

Al primero que se apuntó fue, naturalmente, al propio Perón. No es posible demostrar que el presidente haya encendido la mecha, pero sí tal vez que tuvo una conducta errática con la Iglesia, que osciló entre la sumisión filial y la provocación, ambas sobreactuadas, a tal punto que en alguna ocasión pretendió enseñarles los Evangelios a sacerdotes que creía carentes de humildad cristiana.

La Iglesia Católica, por su parte, fue también fluctuante y se enfrentó a sus propias contradicciones. Estar cerca del poder trae grandes beneficios, pero también puede tener altos costos. La jerarquía eclesiástica que ingresaba a la década de 1950 había heredado un férreo espíritu militante e integrista, pero a la vez se encontraba presionada por la necesidad de adaptarse a los cambios de una sociedad en plena modernización. En los años 30, con la celebración del XXXII Congreso Eucarístico Internacional, se había puesto a la vanguardia de la movilización de masas en la Argentina, pero pese a ello el 17 de octubre de 1945 la tomó por sorpresa. Vaciló, pues, entre seguir el ritmo de los cambios o resistirse a ellos, y esa indecisión condicionó su recepción del peronismo.

Pero quizá la mejor explicación haya que buscarla por fuera de ambos polos y sus respectivas responsabilidades, personales o colectivas. La sociedad argentina convivió con una intensa polarización política entre 1945 y 1946, cuando Perón ganó las elecciones presidenciales. En la primera mitad de la década de 1950, la polarización había alcanzado ribetes violentos, como puso en evidencia el incendio del Jockey Club y diferentes casas asociadas a los partidos políticos opositores. Fuego, llamas, turbios incidentes, como la quema de la Bandera que habría ocurrido en el Corpus Christi de 1955... La noche del 16 de junio, el fuego no sólo produjo daños de enormes costos políticos sino, más grave aún, dejó en evidencia la soledad política de un Perón sin reflejos: no los tuvo para evitar el bombardeo del mediodía, así como tampoco para detener la destrucción de los templos por la noche. Perón no se regodeó con las llamas cual un nuevo Nerón ante el incendio de Roma. Por el contrario, el fuego lo encontró impotente, en las antípodas de la imagen heroica del 17 de octubre de 1945.

*Historiadora y autora de Monseñor Miguel de Andrea (1870-1960). Obispo y hombre de mundo (Edhasa, 2013).

domingo, 21 de junio de 2015

Guerra de la Independencia: Eufrasio Videla, el último granadero

Entrevista al Último Soldado del General San Martín 
Nota del 21.05.1910

Eufrasio Videla - El Ultimo Soldado




San Lorenzo


Falleció en Mendoza en 1916 en un estado de pobreza y abandono que otorga vergüenza a su propia estirpe.

Don Eufrasio Videla es un viejo alto, flaco, nudoso, erguido, casi tan erguido como los álamos que cortan las perspectivas en los alrededores de Mendoza.
Apenas un saludo y le espeté mi invariable pregunta:

- ¿Cuántos años?
- Treinta y ocho
- ¿Nada más?

El viejo sonríe, baja la cabeza para detener la mirada en el sombrero de anchas alas, color té con leche, al que sus dedos retorcidos como sarmientos hacen girar con porfía. Pienso en que el pobre hombre ha perdido la noción del tiempo, que desvaría su cabeza, que su memoria, más flaca que su cuerpo, yace tendida bajo la nieve de muchas décadas, porque me dijeron que Don Eufrasio es hombre que ha traspuesto los cien, y recupero mi actitud de moderno inquisidor,

- ¿Treinta y ocho nada más Don Eufrasio?
Sus labios mascullan un “ciento” y sale de nuevo, bien nítido, el “treinta y ocho”.

Ahora me parecen muchos los años, más no me detengo a aclarar el punto y prosigo el interrogatorio, haciendo que repita las respuestas dos y tres veces -y hasta cuatro y cinco-, a fin de alcanzar su sentido, pues resultan ininteligibles la mitad de las palabras en el lento balbucir de sus labios. Dijéronme que fue soldado de San Martín, pero no estuvo en el Plumerillo, ni se acuerda del general.

-Yo estaba en San Juan, entonces, cuando decían que en su Mendoza se formaba el ejército, y pasamos por ahí arriba, por Los Patos.

- ¿Peleó usted?
- ¿Y cómo no? Ahí en el Zanjón de Maipú, cuando ya no quisieron pelear más.

- ¿Pero, se acuerda de Maipú?
- Si que me acuerdo. Fue allí, pues, la última batalla, donde se rindieron.

-¿Y cómo empezó la cosa?
-Unos cuantos días antes yo había llegado con los que salimos de San Juan. Después fueron viniendo otros grupos de prisioneros y así se fue formando el ejército. (pudiera el relato muy bien referirse a la llegada de dispersos de Cancha Rayada). Nosotros estábamos de la parte de aquí –prosigue Don Eufrasio, y al hacerlo sale al descanso de la escalera, poniendo cara a Los Andes, y como en la parte de allí enfrente, en un cerrito blanco, estaban los godos.

-Flojanazos, ¿verdad?
-Hum… ¡Fieros habían sido! Peleamos y peleamos y no aflojaban… Después no quisieron pelear más cuando vieron que nosotros tampoco aflojábamos. Entonces corrimos atrás pa’ que se rindieran.

-¿Y se rindieron?
-¿Y cómo no? Si ya no tenían más ganas de pelear.

-¿Y se entregaban?
-Muchos se entregaban, otros querían escapar. Pero nosotros los alcanzábamos.

-¿Y no decían nada, los españoles?
-¿Quiénes, los godos? Si, decían: “¡No mate, corcho, no mate!”, cuando los alcanzábamos.

Brillaron un punto sus pupilas, las arrugas dibujaron con gran esfuerzo una sonrisa y luego enmudeció el hombre, bajó la cabeza, y el sombrero retornó a girar entre los dedos.

Lo demás que nos contó forma un maremagnum de hechos y episodios confundidos, en que se mezclan sin distinción de épocas, Rosas y Quiroga y las montoneras y la Guerra del Paraguay.

El viejecito Videla vive en la casa del ingeniero Fossati en la calle San Martín, 1778. Nos dijo este caballero que Videla no conserva papel alguno y que las medallas que poseyó en un tiempo las ha perdido o regalado, según relato del mismo Don Eufrasio y que el coronel Morgado, guerrero del Paraguay, lo conoció en el ejército y de aspecto casi tan viejo entonces como ahora.

El gobierno de Mendoza le pasa una pequeña pensión, que le alcanza para cubrir sus modestos gastos. Lo demás se lo otorga la caridad de las personas que le recogen en su casa.

No podemos establecer a ciencia cierta si ha sido o no guerrero de la independencia porque ni siquiera la edad consta por documento público, pero si los 138 años son muchos años, es en cambio verdad que por estos pagos no son escasos los hombres de 110 o 115 años, y Videla bien puede oscilar entre estas dos últimas cifras y haber pertenecido a alguna de las milicias o cuerpos auxiliares del ejército de San Martín.

NOTA: Eufrasio no es un nombre común y en la historia aparece un Eufrasio Videla, al mando de unos indios, peleando en San Luis y es derrotado en “Las Quijadas” el 2 de enero de 1841 por el gobernador de Mendoza, el “Fraile Aldao”.

Consultamos la Historia de San Martín por Bartolomé Mitre.
Esta obra ha sido escrita respetando fielmente la documentación existente acerca de la Campaña Libertadora, misma que se encuentra archivada y clasificada en el Museo Mitre.

1)- Referencia Zanjón de Maipú y Cerrito Blanco

“Ahí, en el Zanjón de Maipú”
“…Y como en la parte de allí enfrente, en un cerrito blanco, estaban los godos”

Al sur de Santiago se prolonga por el espacio como de diez kilómetros, una lomada baja, de naturaleza caliza, que por su aspecto lleva el nombre de LOMA BLANCA. Sobre la meseta de ésta lomada evolucionaba el ejercito patriota. En su extremidad oeste y a su frente, se alza otra lomada mas alta…ESTA ERA LA POSICIÓN QUE OCUPABA EL EJERCITO REALISTA. LAS DOS LOMADAS ESTAN DIVIDIDAS POR UNA DEPRESION PLANA DEL TERRENO U HONDONADA LONGITUDINAL.

2)- Referencia Fuerza Libertadora en San Juan.

“Unos cuantos días antes yo había llegado con los que salimos de San Juan.”
La Expedición del Norte bajo el mando superior del comandante Cabot, se movió de San Juan el 12 de enero de 1817.

3)- Referencia a la Columna de Las Heras, Luego del Desastre en Cancha Rayada.

Después vinieron otros grupos de prisioneros, y así se fue formando el ejercito…”
El 28 de marzo llegó al nuevo campamento la columna salvadora de Las Heras; fue saludada por una salva de 21 cañonazos.

Nota: Don Eufrasio llama “prisioneros” a los integrantes de los batallones que habían sufrido una marcha de tres días bajo el fuego enemigo.

4)- Referencia a la Lucha

“Peleamos y peleamos y no aflojaban (…) entonces corrimos pa’ que se rindieran…”
“No mate corcho, no mate”
Se da la señal de asalto: el Numero 11 carga por el flanco rompiendo tapias, y pasa a bayoneta cuanto se le presenta. La batalla está terminada, los realistas se dispersan en pelotón. En ese momento hace su aparición en LA LUCHA FINAL un regimiento auxiliar de milicias del Aconcagua, que, lazo en mano, se apodera de centenares de prisioneros.
Los vencedores, continuaban matando cuando se presento Las Heras y ordeno cesar la inútil carnicería.

El viejo guerrero vivía en la calle San Martín al 1700 de la ciudad de Mendoza, en la casa de la familia del Ingeniero Fossatti.
El cronista anónimo nos dice que la Provincia le pasaba una pequeña pensión y que “lo demás” se lo otorgaba la caridad de las personas.
Vergüenza.
Solo una palabra, Vergüenza. El olvido engendra ignorancia y la ignorancia engendra corrupción, cuna de todos nuestros males.
Don Eufrasio Videla vivió con humildad pero partió con honor, ese honor que nosotros hemos perdido.
La Organización del Bicentenario lo Recuerda …falleció tiempo después de la nota en 1916, longevo, solitario y humilde ultimo guerrero.

sábado, 20 de junio de 2015

GCE: Un par de botas que hablan

Dos botas que hablan
Los muertos continúan caminando durante un tiempo, por mera inercia, hasta que caen en la cuenta de lo ocurrido
JUAN JOSÉ MILLÁS - El País

SOFÍA MORO

Vengo de un mundo en el que una de las preocupaciones máximas era el desgaste de los zapatos: tarde o temprano, aunque fueran de hierro, daban muestras de agotamiento y, tras decenas de intervenciones quirúrgicas, perecían. La muerte de los zapatos implicaba tal quebranto económico que a veces continuábamos llevándolos después de su fallecimiento y hasta su corrupción total. Un respeto, en fin, para el calzado, al que la moda relega a la categoría de “complemento” como la Seguridad Social otorga al cuidado de la boca la condición de un lujo. No obstante, y pese a su gran valor, aquí se ha enterrado a la gente siempre con zapatos. Si lo primero que uno hace al llegar a casa es descalzarse, lo perentorio, cuando llega al inframundo, es disponer de un buen calzado por si el negocio de Caronte queda lejos. No sabemos cuánto hay que caminar en el más allá, ni por qué clase de terrenos.

Observen este par de botas. Aparecieron en una fosa común, producto del aquí te pillo, aquí te mato del franquismo. El verdugo podría haberlas robado, pues no sobraban las de esta calidad y la guerra es la guerra y todo eso. No lo hizo, seguramente por no añadir más culpa a su crimen, y para que el ajusticiado pudiera alcanzar sin llagas en los pies las orillas de la laguna Estigia. Es un decir, quizá no tenía noticias de la laguna Estigia, pero tal vez creía que los muertos continúan caminando durante un tiempo, por mera inercia, hasta que caen en la cuenta de lo ocurrido. Y aquí están, 60 o 70 años después, momificadas, para decirnos algo que no sabemos lo que es.

viernes, 19 de junio de 2015

Tuyuty y el plano de la batalla

Guerra del Paraguay. Plano de los campos de Tuyutí o Yataití, 24 de mayo de 1866. 


Realizado por Honoré Roustan
Mapoteca II-336
Referencias: Victoria obtenida en ese día sobre el Ejército Paraguayo por el Ejército Aliando, quedando el campo sembrado de cadáveres cuyo número ascendió a mas de seis mil paraguayos, habiéndoles tomado infinidad de pertrechos de guerra,banderas y seis piezas de artillería.

La batalla de Tuyutí fue otro de los ejemplos de la megalomanía demencial de Francisco Solano López y de su manifiesta incapacidad militar (y lo mismo se puede achacarle a Mitre, que tiene el dudoso privilegio de haber perdido todas y cada una de las batallas en las que mandó en jefe): el ejército paraguayo era temible en defensa, pero ineficaz en ataque y sus oficiales eran inexpertos; no obstante lo cual a López se le ocurrió atacar al ejército aliado, pensando infligirle una derrota "decisiva". Todo resultó en desastre para los paraguayos, que después de cuatro horas de lucha, tuvieron que retirarse, derrotados y diezmados. Si Mitre los hubiera perseguido, la guerra habría acabado allí mismo, pues el ejército paraguayo esta destrozado (de hecho, no pudo rehacerse más); pero Mitre calzaba, en cuanto a pericia militar, los mismos puntos que López. Hay desacuerdo en el número de bajas de uno y otro bando, estimándose que el número total de muertos entre ambos ejércitos ascendió a 13.000, de los cuales 8.000 serían paraguayos (ellos afirman que entre 5.000 y 6.000) y 5.000 serían aliados (3.500 brasileros, 1.000 argentinos y 500 uruguayos). Pero las fuentes son muy contradictorias entre sí y ha resultado a la fecha imposible conocer el número exacto de bajas de uno y otro ejército.
Juan Carlos Sequeiros

jueves, 18 de junio de 2015

Verbistky fue un terrorista subversivo y un terrorista de Estado

Levinas, sobre Verbitsky: "Existe una relación demostrada entre él y la Fuerza Aérea"
El periodista contó en Odisea Argentina los detalles acerca del libro que está por publicar en el que revela datos desconocidos del titular del CELS.
TN



  "Hay pericias caligráficas que demuestran su vinculación".

El periodista Gabriel Levinas y el escritor Pedro Güiraldes acusaron al titular del CELS, Horacio Verbitsky, de haber presuntamente publicado textos para la última dictadura militar.

En Odisea Argentina, el columnista de Radio Mitre afirmó: "Lo más importante es que existe una relación demostrada entre él y la Fuerza Áerea. Hay pericias caligráficas que lo demuestran. Los peritos confirman que Verbitsky redactó discursos del Brigadier Graffigna".

Y agregó: "Yo le dije que me tenía que responder cara a cara el tema. Él miente cuando se defiende. Las memorias están estampilladas con matasellos de la época".

Por su parte, Güiraldes también habló sobre Verbitsky. "Verbitsky redactó discursos de altos mandos militares. En la revista Confirmado estuvo. Allí lo único que quisieron era derrocar a Illia. Lo que yo encontré es que fue contratado por la fuerza aérea para escribir la historia de la Aeronáutica", comentó.

El libro que está por salir sobre la vida de Horacio Verbitsky señalaría que el periodista habría trabajado para la Aeronáutica durante la dictadura militar entre 1978 y 1982.

miércoles, 17 de junio de 2015

Arqueología: Un guerrero con flecha de bronce en la columna

Punta de flecha de bronce incrustada en la columna vertebral muestra que un guerrero de élite de la Edad de Hierro sobrevivió a la batalla
Forbes

En un entierro de elite de la temprana Edad de Hierro del centro de Kazajstán, los restos de un nómada escita temprano salieron a la luz. Los huesos estaban dispersos y algunos habían desaparecido durante milenios, pero cuando los arqueólogos pusieron las piezas juntas, se dieron cuenta de algo que pocos investigadores han visto antes: una punta de flecha de metal incrustado en la columna vertebral.

Cuando fue excavado el Kurgan o túmulo en un sitio llamado Koitas, desde que surgieron los huesos de un hombre de carbono 25-45 años de edad, datado a la séptima/sexto siglos antes de Cristo. Puesto de pie de pie mide más de 1.76m, alto para la época y probablemente refleja su educación de élite y el acceso a los recursos necesarios. Uno de sus costillas reveló una fractura curada largamente, y su columna vertebral había comenzado a mostrar el paso del tiempo, con el comienzo de la osteoartritis.

En su columna inferior, justo por encima de la parte baja de la espalda, los arqueólogos Svetlana Tur, Svetlana Svyatko, Arman Beisenov y Aleksei Tishkin encontraron una punta de flecha. La mayoría de las veces, sobre todo en la antigüedad, una lesión penetrante en la columna vertebral habrían matado a una persona casi instantáneamente. Pero esta escita elite sobrevivió, y el hueso de su undécima vértebra torácica sanó a su alrededor.


Imagen de la izquierda muestra una exploración CR de la vértebra con la punta de flecha de bronce incrustado. Imagen de la derecha muestra la curación del hueso alrededor de la punta de flecha (flecha). (Fotos utilizan con el permiso de Tur y colegas.)

Tur y sus colegas utilizaron radiografía computarizada y la tomografía computarizada para mirar dentro de la vértebra para obtener una mejor visión de la punta de flecha. La tomografía computarizada mostró que era triangular en sección transversal y roto, probablemente el impacto con el hueso después de que fue despedido. Sobre la base de cómo se coloca el objeto en el hueso, los investigadores creen que la flecha voló hacia él desde la derecha y desde arriba, en ángulo. Un análisis más detallado utilizando fluorescencia de rayos X reveló la punta de flecha se hace de la aleación de cobre con un alto contenido de estaño. Afortunadamente para este nómada de élite, la punta de flecha no estaba hecha de plomo, como dejar un objeto de plomo en el cuerpo puede causar envenenamiento.



Sobre la base de una comparación con otras puntas de flecha de la Edad de Hierro temprana en Europa y Asia, Tur y sus colegas creen que esto es militar en la forma. El hombre fue golpeado, tal vez en la batalla, y alguien sacó el eje de madera de la flecha, dejando la cabeza de metal alojada en su columna vertebral. Si bien este tipo de lesión es a menudo fatal debido a hemorragia o peritonitis, en este caso, el hombre sobrevivió el tiempo suficiente para su hueso para sanar y el metal para iniciar a corroerse.

No parece haber ninguna evidencia en este caso de la atención médica otorgada a este hombre, pero hay algunos huesos restantes del esqueleto. Es posible que otros huesos mostraron lesiones o tratamiento adicionales. Teniendo en cuenta la historia de este hombre de sobrevivir a una fractura de costilla y una punta de flecha de metal incrustado en su columna vertebral, sin embargo, que puede haber sido duro y se utiliza para el dolor.

martes, 16 de junio de 2015

Guerra del Chaco: El último veterano paraguayo

El último veterano del cuartel

Andrés Benítez Flecha es el único veterano de la Guerra del Chaco que vive en el cuartel de la Victoria, en San Lorenzo. Sigue dando pelea a sus 102 años, pese a que la injusticia y la desidia del Estado hicieron que la necesidad caracterizara su vejez.
ABC Color




Aún sigue respetando la disciplina que aprendió en sus días de soldado. Don Andrés se levanta todos los días puntualmente a las 07:00, se baña, desayuna, y algunos días recibe visitas en la mañana, generalmente de estudiantes. “Vienen, pero siempre se van”, dijo el veterano con cierto pesar. Los minutos que pasa con los jóvenes son muy valorados por él, ya que no cuenta con ningún familiar vivo, según comentaron los demás soldados. También pobladores de su natal Valenzuela lo suelen visitar.

A las 10:00 es la hora de preparar su tereré, que es “uno de los vicios” que aprendió en la guerra, a la que se alistó cuando apenas tenía 18 años. De la contienda aún recuerda algunos episodios, que comparte habitualmente con la encargada de su cuidado, la señora Teodolina Sosa, quien con mucha paciencia algunas veces tiene que oír la misma historia una y otra vez, ya que la memoria de Don Andrés ya está fallando. Otro problema de salud que tiene es la ceguera. Fuera de estas dos dificultades, el veterano se muestra con mucha fuerza, inclusive puede caminar sin ayuda.




Teodolina recuerda particularmente el día en el que falleció el señor Gabino Ayala, su compañero de cuarto y también veterano de guerra. “Él se quedó muy triste, porque era su compañero, era un buen señor”, contó. Desde el año pasado, Andrés es el último veterano con vida que está en el cuartel de la Victoria.



De sus días en el campo de batalla, recordó que pasaron varios días sin comer y sin tomar agua, en el árido territorio chaqueño y bajo el fuerte sol. “Recorrías el bosque, no tomabas agua, no cenabas de dos a tres días”, relató el veterano. Según los registros, prestó servicio en el Regimiento de Zapadores Nº 4, donde tuvo una destacada labor. Participó en las batallas de Karanda’yty y Algodonal en agosto de 1934 y El Carmen en noviembre de ese año.

INJUSTICIA

El país le debe mucho a Don Andrés. Siendo joven, dejando su pueblo natal, sus estudios, su trabajo, fue a una guerra a la que ni siquiera sabía a profundidad para qué. Cada 12 de junio se enseña en las escuelas, se lee en los libros o se menciona en los discursos a los “héroes del Chaco”, que en su mayoría pasaron una vejez en medio de necesidades.

En el caso de Benítez Flecha, recibió su pensión recién el año pasado. Fue incluido en planilla fiscal de pagos desde el 7 de mayo de 2014, mediante un Acuerdo y Sentencia de la Corte Suprema de Justicia. En tal concepto, el veterano percibió una pensión de G. 1.530.672 y un subsidio de G. 1.913.340, que fue cobrado, pues el pago se realizó en el mismo Cuartel de la Victoria. Además de ese monto, que cobra mensualmente, a Andrés Benítez se le pagó un acumulado de G. 47.112.060, monto que corresponde a haberes atrasados, puesto que la Corte Suprema dispuso que el pago de sus asignaciones cubran desde el momento de la presentación de la solicitud, que fue de setiembre de 2009. Pero a estas alturas, es poco lo que pudo disfrutar.



Apenaite acobrá la che sueldomi”, manifestó Benítez Flecha al recordar cómo accedió a la pensión para veteranos de guerra. Lastimosamente, ya pasó la mayor parte de su vejez sin este beneficio. Cuando le consultamos acerca de para qué utiliza este dinero, entre risas, dice que para “naco y yerba”. Otros compañeros suyos fallecieron sin haber percibido su salario, lo cual lamentó. El dinero es destinado para sus alimentos, ya que lógicamente por su edad, debe comer productos livianos y sanos. Afortunadamente, a pesar de las carencias que pasó los últimos 20 años que está en el cuartel debido a que no gozó de su pensión, siempre tuvo el cariño de los funcionarios, de sus compañeros y de los visitantes, ya que no tiene a ningún familiar cercano vivo, nunca se casó ni tuvo hijos.

La deuda no fue solamente con Don Andrés, que tímidamente “fue saldada”, pero muy tarde. Él es consciente de ello, ya que al hablar al respecto, dijo que “hace rato ya se rindió”. Además de él, siguen vivos cerca de 700 veteranos en todo el país. Muchos aún esperan que se cumpla con ellos, ya que ellos sí cumplieron hace 80 años, pero en el campo de batalla.

lunes, 15 de junio de 2015

domingo, 14 de junio de 2015

Unión Soviética: Stalin, un flor de hijo de puta

El otro monstruo
Al igual que Hitler, Stalin fue un loco asesino. Millón más, millón menos, eliminó al mismo número de personas que el jerarca nazi y con métodos parecidos. Ni el bolchevique más ferviente estaba seguro a su lado
JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO - El País
EULOGIA MERLE


El otro día recordé —sin lamentarla— la muerte de Hitler, ocurrida hace ahora 70 años. Hoy toca hablar del otro personaje que compartió con él el dominio del tablero europeo y que, tras derrotarle en “la Gran Guerra Patria”, disfrutaba en esos mismos días de su momento de máxima gloria. Me refiero a Iósif (José) Vissariónovich Stalin; para los amigos, Koba.

Lo primero que debe decirse sobre Stalin es que, al igual que Hitler, fue un loco; un loco asesino. Millón más, millón menos, eliminó al mismo número de personas que el jerarca nazi y con métodos parecidos: los fusilamientos y los campos de concentración; con la diferencia de que en los de Stalin los prisioneros no eran inmolados en cámaras de gas al poco de llegar sino que, tras una supervivencia media de cinco años, morían a causa de los trabajos forzados, el frío o el hambre. El número de reclusos de los “campos de trabajo correctivos” (Gulag) superó los diez millones, y los muertos los dos millones. Aquellos campos fueron creados para los antiguos aristócratas, los kulaks (campesinos medios opuestos a la colectivización), el clero ortodoxo, los delincuentes comunes y, sobre todo, los disidentes políticos. Sobre estos últimos, solo en las “grandes purgas” de 1936-1938 hubo 1,3 millones de detenidos, de los que unos 700.000 acabaron ejecutados. En total, los fusilados bajo Stalin ascienden a un millón, como mínimo, que se eleva a cuatro si se añaden los muertos en campos de trabajo y en deportaciones masivas de población. Doy cifras conservadoras, multiplicadas por dos o más por algunos historiadores.

Tampoco la vida privada de Stalin superó a la de Hitler en ningún sentido. Huérfano de padre, tuvo siempre mala relación con su madre y no asistió a su entierro; hay serias sospechas de suicidio tanto de su segunda mujer como de su único hijo, y cuando le sobrevino el ataque fatal, sus íntimos dejaron pasar las horas sin llamar a un médico; Koba mismo había denunciado “conspiraciones de médicos”, pero, además, su muerte aliviaba a todos. Su obsesión paranoica es comparable a la del líder nazi, aunque menos racional y previsible. Un alemán conservador, ario por los cuatro costados y respetuoso con el partido tenía altas probabilidades de no ser molestado por los esbirros del Führer. Con Stalin, ni el bolchevique más ferviente estaba seguro. Al revés, podía ser detenido, torturado, obligado a confesar delitos imaginarios y finalmente ejecutado. Sencillamente, porque Koba sentía envidia hacia él. Stalin condenó a Trotski por “izquierdista”, a Zinoviev, Kamenev o Bujarin —que le apoyaron en la operación contra Trotski— por “derechistas”, a los jefes de la policía secreta Yagova y Yezhov... Toda la plana mayor bolchevique de 1917-1923, la protagonista del Octubre Rojo, había sido eliminada en 1939.

Y entonces, ese mismo año, se embarcó en su gran operación política, máxima prueba de su falta de principios morales: se alió con Hitler, su enemigo jurado, para repartirse Polonia. La responsabilidad del inicio de la Segunda Guerra Mundial recae, por tanto, sobre ambos, aunque luego, al atacar Hitler a su aliado (que fue así; Stalin nunca rompió el acuerdo, aunque quizás solo por falta de previsión), pasara a la historia como el adalid del antifascismo y hasta fuera candidato al Premio Nobel de la Paz.

No vale la pena dar más datos sobre la catadura moral del personaje. Al igual que con su rival nazi, su personalidad es, en definitiva, lo de menos. Lo importante, lo que no deberíamos dejar de preguntarnos nunca, es cómo pudo aquel sistema poner a un monstruo de este calibre a su cabeza.

Toda la plana mayor de 1917-1923, protagonista del Octubre Rojo, había sido eliminada en 1939

La primera respuesta que se le ocurre a uno es similar a la del caso alemán: atribuirlo a la tradición rusa; en este caso, al zarismo, tiranía brutal como pocas (aunque su número de víctimas, comparado con el de los bolcheviques, sea cosa de niños). Estar dominados por un déspota caprichoso de quien se esperaba la solución de todos los males sociales era lo habitual para un ruso.

Pero hay otra respuesta, muy distinta, que creo más interesante: me refiero a la debilidad política de la teoría marxista, a la falta de precauciones ante los posibles abusos de los futuros dirigentes de la dictadura del proletariado, un tránsito obligado en el proceso de construcción del paraíso socialista. Karl Marx, tan penetrante en su crítica social, mostró una sorprendente ingenuidad política al subirse, sin más, al tren jacobino: solo importaba la toma del poder por el proletariado.

Cuando esto ocurriera, ¿por qué poner límites al gobierno del pueblo trabajador? No previó algo tan elemental como que los representantes del proletariado, al disponer del poder absoluto, pudieran usarlo en su propio beneficio. Tampoco lo previó Lenin, el verdadero artífice del sistema. Ni Trotski, uno de sus colaboradores más crueles, que sólo comenzó a criticarlo cuando fue desplazado del poder. Stalin no hizo sino perfeccionar el modelo montado por Lenin y Trotski.

Marx fue ingenuo al pensar que solo importaba la toma del poder por el proletariado

Mucho más pesimistas, y más lúcidos, los padres del constitucionalismo norteamericano dieron por supuesto que el ser humano tiende a aprovecharse del poder cuando lo tiene en sus manos. Y a partir de ahí montaron unos mecanismos de reparto de poderes, controles y contrapesos, que ponían las máximas trabas posibles a los abusos. El sistema está lejos de ser perfecto, pero ha funcionado mucho mejor que las dictaduras en nombre del pueblo o del proletariado.

Alguna moraleja podríamos sacar hoy. Los partidos que proceden de la tradición comunista, como Izquierda Unida, y no se han desprendido suficientemente de su pasado estalinista, lo están pagando. Porque son muy pocos los europeos actuales que quieren vivir como los ciudadanos de la Europa del Este en los años 1945-1989.

Como la Iglesia católica está pagando, desde hace siglos, por su pasado inquisitorial. Se cree víctima de un “laicismo agresivo”, sin comprender que la ciudadanía desconfía, con razón, de que, si ellos recuperaran el poder de antaño, no volvieran a erigir piras para inmolar a quienes no comulgaran al cien por cien con su ideario. Y tampoco debe atribuirse aquello a la retorcida personalidad de un Torquemada, sino a un sistema totalitario de pensamiento y de poder. Instituciones con este pasado sucio no recuperarán nuestra confianza hasta que no abjuren solemnemente de ese esquema mental y garanticen, de manera creíble, que jamás volveremos a vivir aquello.

José Álvarez Junco es historiador. Su último libro es Las historias de España (Pons / Crítica).

sábado, 13 de junio de 2015

Nazismo: USA pagó millones a ex-criminales

EE UU pagó millones en prestaciones sociales a excriminales nazis
Una investigación federal revela que más de 130 exnazis residentes recibieron 20 millones de dólares de la Seguridad Social pese a su pasado hitleriano
ERIC LICHTBAU (BLOOMBERG) - El País



Celdas de criminales de guerra nazis vigiladas por soldados estadounidenses durante los juicios de Nuremberg. / EFE

El Gobierno estadounidense pagó 20,2 millones de dólares (18 millones de euros al cambio actual) en prestaciones de la Seguridad Social a más de 130 residentes de Estados Unidos vinculados a las atrocidades nazis a lo largo de más de medio siglo, aunque algunos pagos se han hecho incluso en este mismo año, según una investigación federal.

El volumen del importe pagado, mucho mayor del que esperaban los funcionarios que llevan la investigación, da prueba de la facilidad con la que miles de exnazis lograron asentarse en una nueva vida en los Estados Unidos, sin apenas ningún control después del final de la Segunda Guerra Mundial .

Un informe que se publicará esta semana por el inspector general de la Administración de la Seguridad Social concluye que la práctica totalidad de los pagos se han realizado adecuadamente bajo la ley de cada momento, y que los funcionarios federales no tenían la autoridad legal para prohibir esos beneficios hasta que el nazi sospechoso fuera deportado, según funcionarios consignados en el informe citados por Bloomberg.

En las décadas de los 60 y los 70, docenas de antiguos nazis que habían envejecido en Estados Unidos comenzaron a recibir prestaciones de la Seguridad Social, sin que las autoridades federales investigaran los posibles vínculos de los inmigrantes alemanes con las atrocidades cometidas durante la guerra.

No fue sino hasta la década de los 80, bajo la presión del Congreso, cuando el Departamento de Justicia comenzó a investigar a cientos de sospechosos en los Estados Unidos y comenzó un proceso de deportación contra exoficiales nazis, guardias de campos de concentración, líderes de los escuadrones de ejecución y otros criminales de guerra.

El informe encontró que más de tres docenas de antiguos nazis recibieron un total de 5,7 millones de dólares del Seguro Social antes de ser deportados. Otros 95 presuntos exnazis que recibieron 14,5 millones de dólares nunca fueron deportados y continuaron cobrando sus prestaciones. Algunos murieron antes de que pudieran ser deportados, otros huyeron del país y a otros se les permitió seguir en el país tras ser investigados.

Indignación por los pagos

 "Es indignante que los nazis pudieran recibir estas prestaciones pero el informe también deja claro que la Administración de la Seguridad Social carecía del derecho legal para suspender esos pagos en la mayor parte de los casos”, dijo Carolyn B. Maloney, congresista demócrata por Nueva York que pidió que se abriera una investigación después de surgieran nuevas pruebas el año pasado.

Los primeras pesquisas se realizaron en los años 80 después de que se detectara de que cientos de sospechosos nazis que habían trabajado desde el final de la guerra en ciudades de todo el país comenzaban a cobrar sus retiros. Pero fue una investigación de Associated Press el pasado otoño el que renovó el interés por el fenómeno, lo que llevó al Congreso a aprobar una legislación especial denominado No Social Security for Nazis Act.

 Esta ley puso a fin a las prestaciones que recibían cuatro nazis que habían salido de los Estados Unidos para regresar a Europa. El pago más reciente a un exnazi tuvo lugar el pasado mes de enero. No hay constancia de que actualmente haya ningún exnazi cobrando prestaciones.

viernes, 12 de junio de 2015

USA: El asesinato del Robert Kennedy en 1968

La historia de la foto que retrató la muerte de Robert F. Kennedy
Ocurrió así el 5 de junio de 1968 a las 00:03 de la medianoche, en el pasillo que conducía del salón principal a la cocina del ya demolido hotel Ambassador de Los Ángeles



Robert Kennedy yace en suelo mientras un asistente de cocina le sostiene la cabeza en la madrugada del 5 de junio de 1968. Foto: Archivo

Disparar es un verbo que sirve de la misma manera para quien tiene un arma y para quien tiene una cámara fotográfica. Es la palabra precisa para determinar la activación del mecanismo. Algunas veces, el segundo registra lo que ha hecho el primero.

Ocurrió así el 5 de junio de 1968 a las 00:03 de la medianoche, en el pasillo que conducía del salón principal a la cocina del hotel Ambassador de Los Ángeles, en el oeste de Estados Unidos. Sirhan Sirhan, un hombre de origen palestino, tenía un arma en sus manos, un revólver Wasleyjones calibre 22, que disparó en seis ocasiones.

Los proyectiles se alojaron en el brazo izquierdo, en la pierna derecha y en el cuello de Robert Francis Kennedy Jr., precandidato presidencial por el partido Demócrata, ex Fiscal General y el hermano menor de John Fitzgerald, el presidente inmolado en una calle de Dallas, Texas, cinco años antes.


 Kennedy se había desempeñado como Fiscal General de EE.UU. hasta 1964 cuando fue elegido senador. Foto: BBC

Segundos después, Boris Yaro, un fotoperiodista que trabajaba como freelance para el LA Times disparó su Nikon FT varias veces hacia el mismo hombre en medio de la confusión y el pánico. A él, a diferencia de Sirhan Sirhan, llegaron a verlo, la mano en el gatillo fotográfico, y le gritaron que no disparara. Pero Yaro no hizo caso.

Un par de horas más tarde, cuando reveló el negativo en el laboratorio de fotografía de la redacción del LA Times ubicado a pocas cuadras del hotel Ambassador, quedó clara la diferencia: el disparo de la muerte, el disparo de la foto.

La foto de la muerte. Yaro había sacado la última foto de Bobby Kennedy con un hilo de vida. La imagen fija era la de un joven de 15 años, arrodillado sobre el suelo, que le sostenía la cabeza al hombre que moría en el piso de un salón de hotel.

UNA FOTO NO PLANEADA

Yaro le confesó a BBC Mundo que la foto más famosa de su catálogo, por la que recibió varios premios y menciones alrededor del mundo, no la pensaba tomar. No estaba en sus planes. Apenas una hora antes estaba en su casa de Pasadena, digiriendo unos tacos al pastor que se había comido en un puesto mexicano del mercado central de Los Ángeles.

"Había llamado al periódico y me habían dicho que la noche ya estaba cubierta, así que no tenía que ir", se escucha su voz pesada y cansina desde el otro lado del teléfono.

Esa noche era la del 4 de junio de 1968 y casi rozando la medianoche se conocerían los resultados de las elecciones primarias del partido Demócrata en el estado de California, que conducirían, un mes después, a escoger al próximo candidato a la presidencia, para enfrentarse a Richard Nixon.

Los rivales de esa contienda eran el senador de Minnesota Eugene McCarthy, un poeta convertido en político quien era un abierto opositor de la guerra de Vietnam, y el vicepresidente de EE.UU. de aquel entonces, Hubert Horatio Humphrey Jr, quien se había unido a la competencia cuando se bajó del tren el presidente en funciones, Lyndon B. Jonhson.


El crimen ocurrió en uno de los salones del extinto hotel Ambassador de Los Ángeles, que fue demolido en 2005. Foto: Archivo / BBC

El tercero en la disputa era Robert F. Kennedy, quien estaba sorprendiendo con sus proyecciones de voto, a pesar de haber llegado tarde a la carrera electoral.

Su desempeño no era nada despreciable para alguien que se había montado de último en la contienda: había ganado en Indiana y Nebraska, pero también había sido derrotado en estados como Oregón, pocos días antes. Por eso tenía claro que la victoria en California era vital.

"Si no gano en California, es posible que deje la contienda para ser candidato presidencial", citó el diario The New York Times en su edición del 30 de mayo de 1968.

"Como no tenía turno, decidí irme a casa porque no me sentía bien. Me puse a ver televisión y escuchar un poco de radio, cuando comencé a escuchar los primeros resultados me di cuenta de que tenía que ir a tomar algunas fotos, aunque fueran solo para colgarlas en mi pared", relató Yaro.

Durante los días de campaña en California, que habían incluido un debate televisivo con McCarthy, los demócratas habían dado la mayoría de los discursos en el famoso hotel Ambassador, ubicado cerca del centro de Los Ángeles. Hacia allá se dirigió Yaro.

EL SÍMBOLO DE LA VICTORIA

"No quería hacer una foto rutinaria, del público o de él dando un discurso. Quería una foto de Bobby Kennedy victorioso, distinta, de cerca", relató el fotógrafo.

Cuando llegó al salón del Ambassador, Yaro se encontró con una fiesta. Kennedy había vencido a McCarthy. Todos sus colegas esperaban impacientes unas palabras en aquel enorme y glamoroso recinto, mientras los partidarios del exfiscal celebraban alborozados.

"Alguien de su staff me dijo que Kennedy tenía que ir a otra parte del hotel y que el mejor lugar para tomarle una foto sería en la cocina, donde tendría que pasar de salida, así que evité la aglomeración del discurso y me fui para allá", dijo.

A las 12:05 de la medianoche del ya 5 de junio, agotado pero investido con el triunfo que le habían dado las urnas, Robert Kennedy se instaló en la tarima del salón para dirigirse a sus simpatizantes.

"Muchas gracias a todos, ahora vamos por Chicago (donde se iba a realizar la convención demócrata de ese año). Vamos a ganar allá. ¡Gracias!", dijo.

Al revisar los registros visuales que existen de Bobby Kennedy es imposible no notar un gesto característico: peinarse con sus manos, los dedos entre el pelo justo arriba de la oreja. Un instante después de pronunciar sus últimas palabras en vivo, Robert Kennedy finalizó su aparición histórica con aquel gesto habitual: tomó el cabello que caía sobre su frente, se pasó la mano al descuido y se internó en la muchedumbre y después por un pasillo apretado donde iba encontrarse, sin saberlo, con Boris Yaro y con Sirhan Sirhan.

EL CALLEJÓN

"Había mucha gente en un espacio reducido, pero lo que más me preocupaba era que no había mucha luz para una buena foto", recordó Yaro.

"De un momento a otro, Robert Kennedy comenzó a caminar hacia nosotros. A mi lado estaba Bill Eppridge (de la revista Life). Le grité: 'Bobby, Bobby', pero él solo me entregaba una sonrisa con un gesto corto, nada muy llamativo".

De repente la tragedia se precipitó en aquel estrecho lugar: según el reporte de la investigación hecha por el Buró Federal de Investigaciones estadounidense, el FBI, cuando Bobby Kennedy le daba la mano a un miembro del personal de servicio del hotel, se escucharon seis disparos.

Lo primero que percibió Yaro fue la fragancia de la pólvora y por algunos segundos confundió el estrépito de los estallidos con un efecto festivo. Pero después la estampida de pánico de las personas que estaban a su alrededor lo devolvieron a 1963 y de inmediato pensó: "Oh no, no otra vez".

No podía ser que fuera otro Kennedy, otro asesinato. Recordaba el de John F. tal como lo había visto por TV cinco años antes.

"Recuerdo que vi a Sirhan Sirhan, que ya había sido detenido por varios hombres. Yo agarré el arma, pero estaba muy caliente, así que la solté y fue allí donde vi a Kennedy tirado en el piso, en medio del pasillo. Tenía que tomar la foto".

Lanzó el primer disparo. Click. Una mujer que estaba a su lado le tomó el brazo y le ordenó que no lo hiciera, que no siguiera tomando fotos. "¡Por Dios señora, esto es historia!", respondió y disparó varias veces más.

En el suelo yacía moribundo Robert F. Kennedy, aspirante demócrata, hermano de un presidente asesinado, sostenido por Juan Romero, un joven inmigrante mexicano de 15 años que trabajaba como ayudante de cocina en el Ambassador.

-¿Están todos bien, verdad?- preguntó Kennedy mientras una mancha de sangre crecía bajo su cabeza.

-Sí, todo va a salir bien- respondió Romero.

"Había poca luz. Tenía una cámara Nikon T3 con un lente de 28 mm y decidí bajar la velocidad de exposición para tomar las fotos. No sabía cómo iban a salir, nunca pensé qué me iba a encontrar después". Disparó, casi sin mirar.

EN EL CUARTO OSCURO

Por algún truco de la luz, las fotografías de Yaro no reflejan la confusión y la angustia de aquel momento. En cambio, se observa en ellas a un hombre que muere y a su lado al joven Romero que no está urgido por salvarle la vida, sino dotado de la calma necesaria para consolarlo en sus momentos finales.

Alrededor, las piernas inmóviles de personas que contemplan aquel instante. Y a su lado una corbata que parece fue arrebatada a alguien. Todo muy quieto. En paz. Durante las investigaciones posteriores, Romero confesaría que, sabiendo que Kennedy era un católico confeso, le había puesto en la mano izquierda un rosario.

Uno de los disparos ejecutados por Sirhan había sido letal, pero la muerte tardaría en llegar: Kennedy agonizó durante 26 horas en el Hospital del Buen Samaritano de Los Ángeles. Se lo declaró fallecido a la 1:44 de la madrugada del 6 de junio de 1968.

Solo dos meses antes, Kennedy le había dicho a la comunidad negra de la ciudad de Indianápolis, al difundirse la noticia de la muerte del líder afroamericano Martín Luther King, que debían permitirse dedicarse "a lo que los griegos escribieron hace muchísimos años: a dominar el salvajismo existente en el hombre y a volver apacible la vida de este mundo".

Yaro volvió a la redacción del diario, entregó el material y escribió una pequeña crónica de lo que había ocurrido. "Cuando terminé todo, me encerré en el cuarto oscuro donde había revelado esas fotos y me puse a llorar. Realmente pensaba que Bobby iba a ser presidente"..

jueves, 11 de junio de 2015

Conquista de América: Cortés, un guarro bien salvaje

No dejaba títere con cabeza: Hernán Cortés, un líder muy expeditivo

Cortes era bastante expeditivo. No dejaba títere con cabeza. Más de una vez daría órdenes de masacrar poblaciones enteras sin reparar en medios


Foto: Encuentro de Hernán Cortés y Moctezuma. (Kurz & Allison)
Encuentro de Hernán Cortés y Moctezuma. (Kurz & Allison)

ÁLVARO VAN DEN BRULENoticias de Alma, Corazón, Vida

Los perros a veces comen como si el futuro no existiera.
–Zenk
El ser humano, es un acto en un tiempo. Parece que las cosas discurren tras un antes y preceden a un después, pero todo ocurre en un instante. El cómo lo medimos, es una cuestión de percepción.
Ese instante ocurrió hace cinco siglos, fue una especie de ciclogénesis o de cúmulo de circunstancias pocas veces sumado en la historia; daba pie a una era de gestas para el imperio español, y quizás también anunciaba una tragedia para un pueblo que nunca había combatido contra alguien tan determinado a vencer. España estaba pariendo su grandeza a pasos agigantados mientras un fabuloso imperio al oeste del Atlántico empezaba a restar los días de su historia mientras se dirigía hacia una tragedia irreversible.
Los mexicas, más conocidos  como aztecas –puesto que así pasó a la posteridad este pueblo de pueblos–, vivían en el dominio absoluto de sus vasallos practicando formas de esclavitud indescriptibles con un salvajismo de ferocidad desconocida. Los españoles no éramos ni mejores ni peores, ni ellos eran tan malos como para hacernos a nosotros tan buenos. Amparados en el derecho de conquista y con la difusa coartada que tienen las guerras para difuminar la moral a pasos acelerados, también llegaríamos a desvariar más allá de lo que somos capaces de admitir.
El canibalismo que algunos historiadores imputan alegremente como generalizado no se ajusta a la verdad, ya que era un uso ritual muy puntual
Los aztecas eran esencialmente guerreros que subordinaban a base de crear un terror absoluto en su ámbito de actuación, lo cual, a la luz de cómo nos movíamos en Occidente en aquellos tiempos, no guarda muchas diferencias en lo tocante al modus operandi. El canibalismo que algunos historiadores (Marvin Harris), imputan alegremente como generalizado, no se ajusta a la verdad, ya que era un uso ritual muy puntual circunscrito a ceremonias muy específicas. Es quizás un aspecto morboso de la vida azteca que no se diferenciaba mucho de las prácticas pirómanas que aquí desarrollamos con alegre profusión contra aquellos que pensaban diferente en temas de religión.
Era una sociedad realmente más compleja de lo que nos han transmitido como enseñanza canónica y maledicente. Existía una organizada división del trabajo y especialistas y artesanos de enorme calado, tecnología muy avanzada en muchas y diferentes áreas y extraordinarios conocimientos médicos. ¿Salvajes quizás? Tal vez, pero menos de lo que nos han contado.

El portador de la hecatombe

Pero ocurre que cuando el siglo XVI despunta por el este, un sol abrasador con una ferocidad inhabitual será el portador de la hecatombe de un imperio centenario acostumbrado a ser incontestado.
Del este vendría el mito y también el hombre que lo encarnaría. El mito estaba condenado a muerte, y el hombre a convertirse en mito.

Hernán Cortes.
Hernán Cortés, recio y audaz extremeño, hijo y nieto de las políticas castellanas de repoblación de los territorios conquistados con gentes de la meseta, era el único vástago de una familia de hidalgos rentistas que, en ocasiones y dependiendo del capricho de las cosechas, no llegaban a fin de mes. Pero Cortés apuntaba maneras y, además, madera de líder.
Al cambiar el siglo de dígito, lo enviaron a Salamanca con tan mala fortuna que el secular retraso educativo de su tierra madre, Extremadura, no le permitiría entrar en la universidad ni con calzador. Eran tan evidentes las estrecheces y sus repercusiones en la formación de los chavales provenientes de las dehesas extremeñas, que Salamanca se antojaba como otro planeta. Tras hacer un poco el zascandil y ramonear por los claustros, se hizo a duras penas con tres años de leyes que en el futuro darían de sí lo suyo.
Finalmente el intrépido mozalbete pararía en Sevilla con toda la troupe de colegas de Medellín en calidad de líder natural. Los había arrastrado a todos a una de las apuestas más increíbles jamás concebidas por mente humana. Fray Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de Indias, quedó vivamente impresionado por el carisma de este enjuto pillastre que no perdería de vista para los restos.
La armada en cuestión, con una nutrida logística y una treintena de naos y carabelas de alto bordo para enfrentar el proceloso Atlántico, iba bien dotada del imprescindible material de navegación, animales de tiro y consumo, y de la parafernalia litúrgica al uso en la época, por si las cosas se ponían feas, para invocar sin más preámbulos al máximo hacedor.
El caso es que, por razones hasta hoy no debidamente contrastadas y más cercanas a la leyenda, el en aquella época “calavera” de Cortés, al parecer dio con sus huesos en el calabozo al intentar cortejar a una mujer casada, costándole un disgusto importante el asedio a la fémina en cuestión, y un par de costillas a consecuencia de los arreones que le aplicó el desairado marido.

La ruta que siguió la expedición de Hernán Cortés desde que partió de Cuba hasta su llegada a Tenochtitlan. (Evazquezm)

Rumbo hacia la gloria

El deseado viaje tras la estela de Colón quedaría en agua de borrajas. Pero el héroe suele ser alguien común que destaca sobre sus limitaciones de mortal acercándose a la inmortalidad con gestas fuera de lo común. Cortés era un genio de la estrategia en proceso de explosión, así que se las apañó de tal manera que en 1506 ya se había agenciado un puesto de escribano en la notaría de Azúa en la isla de la Española, a las órdenes de Diego de Velázquez, con el cual tendría más de un desencuentro por incompatibilidad manifiesta de caracteres.
Los desembarcados se pusieron a “cristianizar” a golpe de mosquete a los descarriados indígenas
En el paréntesis entre dos agarradas con su jefe natural –era un 10 de febrero de 1519–, Cortés que no era manco, le “levantó” la artillería, los caballos, las vituallas, los once barcos de la expedición y 555 hombres de armas a Diego de Velázquez, e hizo mutis por el foro, o lo que es lo mismo, puso rumbo hacia la gloria. ¿Traición? ¿Visión de largo alcance? ¿Picardía en estado puro? Ya es historia. El cabreo del afectado fue monumental y perseguiría al extremeño y su monumental osadía durante años.
Tras diez días de navegación con rumbo aparentemente indeterminado, aterrizaron en la isla de Cozumel en la costa este del imperio mexica o azteca que venía a ser lo mismo. Andaba por allá un escuchimizado y famélico Jerónimo de Aguilar, medio desnudo y medio asilvestrado, que no daba crédito a lo que veía. De repente la playa se pobló de invasores que hablaban su lengua. Atónito ante aquella aparición, el náufrago de una anterior expedición casi se descoyunta en el trance sobrevenido.
Rápidamente los desembarcados se pusieron a “cristianizar” a golpe de mosquete a los descarriados indígenas que sin comerlo ni beberlo tendrían que elegir sin demora entre enrolarse “voluntariamente” como tropa de apoyo o salir corriendo a esconderse en la tupida selva habida cuenta de la persuasión que les ocasionaba la cacofonía de los arcabuces cuando se ponían a tocar en plan coral.

Un aficionado a las masacres

Hay que decir que Cortés era bastante expeditivo. No dejaba títere con cabeza. En más de una ocasión daría órdenes de masacrar directamente poblaciones enteras sin reparar en medios. No era una guerra convencional la que se libraba en aquellas junglas. Si eras capturado, corrías el riesgo de que te pusieran vuelta y vuelta junto a una guarnición de patatas después de separarte prudentemente la cabeza para jugar un partidillo de algo parecido al fútbol sala.
La guerra florida era un simulacro bélico en el que siempre los dominantes capturaban a unos centenares de adversarios que, por mucha oposición que pusieran, acababan con sus cabezas en algún cesto
Con estas credenciales y declaración de intenciones, Cortés hizo amigos rápidamente entre tlaxcaltecas y totonacas que eran dos de las tribus más castigadas por las acciones de guerra florida de los aztecas. La guerra florida era un simulacro bélico, en el que siempre los dominantes capturaban a unos centenares de adversarios que por mucha oposición que pusieran acababan con sus cabezas en algún cesto de laboriosa confección. Por eso, estos dos agraviados pueblos se coaligaron con Hernán Cortés, y todos juntos y contentos, el 16 de agosto del año del señor de 1519, se dirigieron en número de cien mil animadas almas más o menos, hacia la bellísima capital lacustre llamada Tenochtitlan, donde los mexicas vivían plácidamente. La idea, claro está, no era otra que la aplicarle un severo correctivo al engreído Moctezuma y de paso expropiarle lo incautado durante años a los cabreados pueblos fronterizos.
Hay que decir en beneficio de aquella cultura fagocitada en un abrir y cerrar de ojos por los impetuosos españoles, que la expansión azteca anterior a la llegada de los invasores había creado una cultura muy homogénea con una lingua franca, el náhuatl, equivalente a lo que podría ser el latín en su tiempo. Dicha expansión coincidió con el florecimiento de una tradición ideológica de carácter interétnico que abarcó a pueblos que hablaban lenguas e idiomas diferentes creando un paraguas-estado sin fisuras notables.
Al contrario que los españoles que repartían agua bautismal a diestro y siniestro, los aztecas no impusieron su religión ni su lengua a los pueblos dominados, “solo les cortaban la cabeza” cuando remoloneaban en el pago de impuestos, capítulo este en el que eran muy escrupulosos.

Si no puedes con tu enemigo, invítale a cenar

Dicho esto, y mientras los españoles se iban acercando a la capital del imperio azteca, tupidas redes de espionaje con una economía de medios asombrosa analizaban al enemigo en detalle. Moctezuma, advertido de la que se le avecinaba, tomó una prudente e increíble decisión. El emperador azteca había advertido con buen criterio la imbatibilidad de los españoles en campo abierto, ergo pensó que si los dejaba entrar como invitados en Tenochtitlan podría darles un susto más apropiado y ajustado a sus intereses.


La Matanza de Cholula. Lienzo de Tlaxcala, 1552.

Moctezuma era un hombre sabio, pero melifluo en su concepción vital. No era un guerrero al uso. Las noticias de la masacre causada por Cortés en la ciudad sagrada de Cholula habían corrido como la pólvora. La pretendida seguridad de la que habían hecho bandera se iba disipando según avanzaban los españoles. La masacre de Cholula fue un acto de barbarie excesivo a todas luces, por innecesario, salvo que Cortés quisiera lanzar una clara advertencia ante cualquier posible intención de resistencia futura.
Mientras Cortés hacía migas con Moctezuma en un extraño impasse de tensa espera, en la primavera de 1520, Pánfilo de Narváez, que se la tenía jurada, apareció por Veracruz con aviesas intenciones. Cortés, que tenía el tema controlado en Technotitlan, se vio alterado por esta súbita e inesperada aparición, por lo que se puso manos a la obra con su habitual fair play. Cayó sobre la tropa desembarcada en una acción relámpago. Los que conservaron la testa sobre los hombros se unieron a gran velocidad al extremeño. Decisión muy afortunada a juzgar por la suerte que correrían los que osaron plantarle cara.
Entretanto, Pedro de Alvarado sería cogido por sorpresa y emboscado en la propia Technotitlan. Cortés, a pesar de imprimir una contramarcha acelerada a su tropa tras vapulear a Pánfilo de Narváez, se encontró ante hechos consumados. La chusma, cabreada por la indecisión del emperador, le enviaría al otro barrio de una soberana y precisa pedrada cuando se aprestaba a calmar al pueblo levantisco. A partir de ahí, la historia registra la que posiblemente fuera la derrota de mayor envergadura infligida a un ejército europeo en tierras americanas. Cortés perdería en la Noche Triste casi a la mitad de su ejército en una dramática persecución.

La batalla más cruenta de la conquista

Pero Hernán Cortés se rehízo. El día 7 de julio de 1520, con cifras ampliamente contrastadas y de acuerdo con el historiador Hugh Thomas, en las llanuras de Otumba, no más de 1.500 españoles (objetivamente hablando, castellanos) se enfrentaron a un ejército nada sobredimensionado por la mítica de la conquista, que podría oscilar en torno a los 150.000 hombres por parte de México.
Cortés acabaría conquistando un vasto territorio que comprendía más de trescientos mil kilómetros cuadrados
La clave de la victoria, según el hispanista inglés, fue la captura de la corona y del estandarte  que portaba el líder azteca. Sin artillería y con el aliento de una muerte segura si eran capturados, una carga memorable en los anales militares encabezada por Cortés a la desesperada, dirimió la que fuera posiblemente la batalla más cruenta de la conquista de América. Al anochecer, cerca de sesenta mil almas habían iniciado el postrer viaje hacia la eternidad.
Un año más tarde vendría el terrible asedio de la capital azteca con su corolario de cien mil muertos más, caídos por hambre y viruela. Como es de rigor, la matanza sobrevenida duraría cerca de una semana y solo se detendría cuando la tropa, hastiada de blandir acero, se quedó exhausta de repartir mandobles.
Cortés acabaría conquistando un vasto territorio que comprendía más de trescientos mil kilómetros cuadrados. La Corona fue ingrata con él, ya que no solamente le mermó un poder que le correspondía de facto, sino que lo retiraría discretamente de sus funciones a la par que lo colmaba de distinciones. En el trasunto, estaban las inmensas riquezas conquistadas y la ya evidente vejez que asaltaba al extremeño.
Cortés fue un hombre de su época. No fue un pacificador compasivo y generoso con los vencidos, pero tampoco se le puede desvincular de aquella realidad de supervivencia extrema en la que estuvo inmerso casi siempre, por lo que hacer una valoración fuera del contexto histórico que le rodeó, y se podría decir incluso que presidió, sería algo descortés y desafortunado.
Una disentería terminal lo dejaría totalmente extenuado. El 2 de diciembre de 1547 se alejaría definitivamente del mundanal ruido.