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martes, 24 de junio de 2025

Asalto y guerra medieval (1/2)

Asaltos y guerra medieval

Parte I || Parte II
War History






Danevirke: fases de construcción

Con toda la evidencia medida, examinada y sopesada, ha llegado el momento de incorporar las incursiones a la narrativa de la guerra medieval temprana, donde ahora sabemos que pertenecen. Muchas vidas, crónicas e historias de santos contienen referencias a «batallas», pero esto posiblemente se deba a que las acciones decisivas puntuales eran más importantes para los cronistas que las incursiones a pequeña escala. Aunque existen ejemplos de batallas indecisas, participar en una batalla era una estrategia muy arriesgada, ya que un bando podía ser derrotado e incluso el líder podía morir; las incursiones conllevaban menos probabilidades de una derrota catastrófica, por lo que probablemente estaban más extendidas. Existen claras referencias a las incursiones en fuentes medievales tempranas, como la Crónica Anglosajona, y muchas «batallas» posiblemente fueron simplemente incursiones exitosas. Dado que la mayoría de los ejércitos medievales tempranos eran relativamente pequeños, las incursiones estarían dentro de sus posibilidades, pero la invasión masiva probablemente no. Si bien es imposible cuantificar la cantidad de incursiones, incluso a pequeña escala, estas podían tener un impacto psicológico generalizado (el miedo a algo a menudo puede tener tanto efecto en las personas como la probabilidad de que ocurra). Los diques evidencian que algunas personas decidieron hacer algo al respecto.

La naturaleza militar de los diques

Si bien los diques pueden ser la única evidencia sólida de guerra medieval temprana que tenemos en el paisaje antes de la construcción de los burhs en el siglo IX, ¿podemos estar realmente seguros de que se relacionan con las incursiones medievales tempranas? Aunque algunos diques eran simples marcadores de límites (Bwlch yr Afan, Clawdd Seri, el dique de Aelfrith y el dique de Bica, por ejemplo), la mayoría de los diques medievales tempranos parecen contramedidas contra las incursiones. Algunos de los más largos pueden haber sido multifuncionales, ya que contrarrestaban las incursiones, además de promover el poder de un rey y unir su reino (el dique de Offa, el dique de Wat y posiblemente los dos diques de Wans, por ejemplo). A pesar de la sólida evidencia de que los diques contrarrestaban las incursiones, algunos estudios aún descartan esta idea, así que recapitulemos brevemente la evidencia. Uno de nuestros pocos testigos presenciales de este período, Gildas, afirma que los británicos construían muros para ahuyentar a los enemigos y proteger a la población. Hemos visto que algunos poemas galeses de la Alta Edad Media asocian los diques con la lucha. Cabe destacar, por ejemplo, que cuando se excavaron las zanjas de los diques prehistóricos de Norfolk a principios de la Edad Media (Bichamditch, Launditch y la Zanja del Diablo en Garboldisham son posibles ejemplos), la cara interior de la zanja era casi vertical y la exterior más plana. Esto acentuaría la superficie de la fortificación y podría haber atraído a la gente a una zona de exterminio. Existe abundante evidencia arqueológica de armas y cuerpos que resultaron heridos en los diques (decapitaciones en el dique de Bokerley y la zanja de Bran, un cementerio de batalla en Heronbridge, armas extrañas del foso del Diablo en Cambridgeshire, esqueletos de hombres "caídos en batalla" en el dique de Bedwyn, etc.). No podemos descartar todos estos hallazgos como lugares de ejecución posteriores o tumbas amuebladas alteradas: la evidencia arqueológica sugiere claramente que los diques eran lugares asociados con la violencia. Si las ranuras encontradas en las zanjas de al menos cuatro diques eran rompe-tobillos, sugieren que las fortificaciones fueron diseñadas para repeler y herir a quienes intentaran cruzarlas.

La escala de los terraplenes/zanjas sugiere estructuras militares, especialmente porque la mayoría ofrece buenas vistas, vitales para los defensores de un elemento militar. La mayoría están orientadas cuesta abajo, lo que las hace mucho más difíciles de asaltar, pero más difíciles de construir; en terrenos inclinados, la forma más fácil de construir una simple marca delimitadora en el paisaje es arrojar la tierra de la zanja cuesta abajo. Los diques suelen terminar en accidentes geográficos como marismas, barrancos, estuarios o ríos, lo que dificultaría cualquier intento de flanquearlos; a veces, los extremos se curvan, haciéndolos parecer más largos de lo que son. Hemos visto que fuentes escritas como códigos legales, crónicas, cartas, poesía y vidas de santos sugieren que esta fue una época de incursiones y guerras; el poema Y Gododdin, por ejemplo, describe una incursión derrotada, con parte de la lucha ocurriendo en un dique. Puede que no haya batallas registradas en Wansdyke, pero sí en las inmediaciones, incluyendo dos en el túmulo que posiblemente dio nombre al dique. La evidencia escrita, la evidencia física y la falta de explicaciones alternativas creíbles confirman que muchos diques tenían un propósito militar.

Estos diques se ubican deliberadamente para interceptar a los invasores. Además de cruzar el trazado de las carreteras modernas, como hemos visto, existen pruebas de cartas que indican que numerosos diques cortaban rutas en el período anglosajón. Las cartas nos indican que los senderos, o caminos militares (rutas comúnmente utilizadas por asaltantes o invasores), fueron trazados por Wansdyke (S 711 y S 735) y Bury's Bank (S 500). Los diques de East Hampshire (especialmente las fortificaciones de Froxfield) cortan el acceso a lo largo de valles pedregosos sin vegetación, mientras que sus flancos están protegidos por tierras arcillosas densamente arboladas. Muchos de las incursiones en Glamorganshire parecen bloquear las rutas a lo largo de las crestas que dan acceso a las tierras bajas del sur.

La lucha contra la violencia, en particular las incursiones a pequeña escala que a menudo implicaban robo de ganado, es un tema claro en todos los códigos legales de la Alta Edad Media. La caída del Imperio Romano puso fin al uso de ejércitos profesionales en gran parte de Europa y a la militarización de la población civil. Las lanzas encontradas en tumbas anglosajonas pueden haber tenido un significado simbólico, pero probablemente también representan una sociedad donde la necesidad de protección personal era una preocupación diaria. Los agricultores podrían haber tenido buenas razones para temer las incursiones de guerreros fuertemente armados. Dado que grupos muy pequeños de personas podrían haber construido la mayoría de las fortificaciones medievales tempranas, quizás comunidades rurales anodinas o grupos de aldeas construyeron diques para disuadir o repeler las incursiones.

La falta de evidencia escrita directa más explícita de diques como defensas contra los invasores es quizás comprensible en una época en la que se conservan pocas fuentes. Las fuentes medievales tempranas tienden a elogiar las victorias (o las derrotas heroicas), así que, como los diques eran defensivos más que ofensivos, quizás los escritores medievales tempranos no considerarían que la protección de su ganado por parte de los agricultores fuera digna de registro. Si algunos diques funcionaron con éxito como elemento disuasorio, es posible que no hubiera combates que registrar ni cadáveres que enterrar; existen numerosos fuertes y fortines en toda Gran Bretaña diseñados para repeler invasiones que nunca se materializaron.

¿Acaso los asaltantes podrían haber simplemente rodeado los diques? La respuesta es no, ya que la mayoría habrían sido increíblemente difíciles de sortear. El extremo sur de la Tumba del Gigante, por ejemplo, se encuentra en un barranco empinado, mientras que hay una ciénaga al norte, y ambos extremos de la Zanja Corta Inferior se encuentran en barrancos empinados. Muchos diques están agrupados; circunnavegar uno significaría que un invasor se enfrentaría a otro. Ningún asaltante podía simplemente rodear el Dique de Dane o los diques de Cornualles, ya que el mar o los estuarios eran los extremos de estas fortificaciones. El Seto del Gigante, por ejemplo, termina bajo el punto vadeable más bajo de los estuarios en ambos extremos.

Los extremos de muchos diques probablemente estaban protegidos por bosques. Aunque los bosques medievales eran más abiertos que los bosques modernos, dado que grandes mamíferos como los ciervos (más numerosos en la época medieval) mantenían la maleza despejada, navegar por cualquier bosque (o pantano) en buen estado no es fácil. Para un historiador con un mapa de Ordnance Survey es obvio cómo circunnavegar un dique, pero si los invasores de la Alta Edad Media se acercaban incluso a un dique muy corto donde los árboles, el pantano o una elevación del terreno ocultaban los extremos, no sabían cómo rodearlo sin enviar patrullas. Incluso si un asaltante pudiera rodear un dique, esto causaría retrasos y posiblemente implicaría la división de la fuerza invasora para reconocer una ruta. En busca de presas fáciles, los asaltantes probablemente se dirigirían a otro lugar.

El mejor ejemplo de diques que cortan rutas son probablemente los Diques de Cambridgeshire, que parecen bloquear el acceso a Anglia Oriental a lo largo del Camino de Icknield. Se extienden a lo largo de una estrecha franja de tiza de unos 5 km de ancho, que corre de suroeste a noreste, flanqueada por lo que entonces eran pantanos al noroeste y lo que se cree que fue un antiguo bosque sobre arcilla calcárea al sureste. Un enemigo que sorteara con éxito una de las fortificaciones se enfrentaría al problema de superar la siguiente.

Estudios previos a menudo no han logrado apreciar la importancia de estas enormes fortificaciones en la historia de la guerra medieval temprana. Ahora debemos analizar las incursiones y la guerra en detalle, integrando estas fortificaciones en la narrativa.



Técnicas de asalto en la primera etapa medieval

Existe evidencia de la existencia de grandes ejércitos medievales de miles de habitantes, como el poderoso ejército vikingo que invadió Inglaterra en el año 866. Estos grandes ejércitos propiciaron grandes batallas como las de Stamford Bridge y Hastings en 1066, pero antes del año 850, los conflictos a menor escala eran probablemente la norma. Entablar una batalla es una estrategia muy arriesgada, ya que un bando puede ser derrotado y, en casos extremos, el líder podría morir o incluso el reino podría derrumbarse. Parece contradictorio, pero la mayoría de las bajas se producen tras una batalla, cuando un bando está en fuga; una derrota por un estrecho margen en el campo de batalla podía conducir a una masacre generalizada y, según un sermón de principios del siglo XI, un solo asaltante vikingo podía hacer huir a diez defensores anglosajones. Las incursiones a pequeña escala, con menos probabilidades de una derrota catastrófica, eran probablemente más generalizadas y más susceptibles a las capacidades de los líderes medievales.

En la Alta Edad Media, la gente no atacaba constantemente a sus vecinos y existían mecanismos para prevenir la violencia descontrolada. Sin embargo, sí se producían incursiones, y este conflicto de baja intensidad (o al menos el miedo a él) probablemente estaba lo suficientemente extendido como para ser un importante estímulo para la construcción de la mayoría de los diques. Quizás, utilizando evidencia de la Gran Bretaña medieval temprana y de otros lugares, podamos recrear la mecánica de una incursión típica y luego analizar cómo un dique podría contrarrestar esa amenaza. El período estudiado fue uno de los de cambios fundamentales (la situación en Gran Bretaña en el año 400 d. C. era muy diferente a la del año 850 d. C.), pero como no podemos datar con precisión los diques, los siguientes escenarios se basan, en general, en evidencias que indican el probable auge de la construcción de diques a finales del siglo VI y principios del VII.

El colapso del Imperio Romano puso fin al uso de ejércitos profesionales en gran parte de Europa y a la militarización de la población civil. Si bien los agricultores podían atacar a sus vecinos, probablemente estaban demasiado ocupados produciendo alimentos como para hacerlo. Los guerreros eran más propensos a realizar incursiones, aunque probablemente no hubo una división clara entre ambas clases durante gran parte de este período. Las sagas vikingas sugieren que, mientras algunos se ganaban la vida exclusivamente con las incursiones, otros complementaban sus formas de alimentar a sus familias (agricultura, comercio o artesanía) con algunas incursiones estacionales. Los líderes de las bandas de guerra invasoras podrían haber sido reyes o, especialmente en las primeras etapas del período, simplemente guerreros exitosos. Además de elegir guerreros entre sus parientes, los líderes más exitosos atraían a guerreros de otras comunidades. Quienes se ganaban la vida con la guerra se armaban con escudos, espadas, yelmos y posiblemente incluso cotas de malla. Aunque los gobernantes contaban con un grupo de guerreros leales, los thegns en la época anglosajona, hábiles con la espada, muchos de los que lucharon en batallas o incursiones de la Alta Edad Media pudieron haberse ganado la vida con la tierra. La guerra se profesionalizó a finales de la Edad Media, pero incluso reinos bien organizados como la Inglaterra anglosajona tardía recurrían a los agricultores locales para conformar el grueso de su ejército.

Cómo se preparaba la gente para una incursión es tema de especulación, pero quizás la poesía pueda darnos algunas pistas. Un líder reunía a sus guerreros, elegía un objetivo y atacaba con rapidez antes de que las víctimas pudieran organizar sus defensas. Antes de embarcarse, probablemente se hacían juramentos de lealtad, y la noche anterior podemos imaginar a los guerreros alardeando de su valentía, posiblemente con el alcohol contribuyendo a exagerar su ardor. A primera hora de la mañana, se revisaban y afilaban las armas mientras se prometían cómo se dividiría el botín. Montaban a caballo y partían hacia su objetivo. Hay numerosas referencias en Beowulf a todas estas actividades, por ejemplo, cuando Beowulf se prepara para encontrarse con la madre de Grendel. Desconocemos si se realizaba un reconocimiento antes de un ataque; si se avistaba a un espía, se advertía al enemigo, por lo que quizás no se emplearon exploradores. Los desastrosos resultados de incursiones como la registrada en Y Gododdin sugieren que no siempre se obtenía información.

La forma más rápida y sencilla de viajar a la guerra era a caballo. Sin mapas detallados de los reinos vecinos, los asaltantes probablemente utilizarían calzadas romanas y antiguas rutas montañosas para adentrarse en territorio enemigo sin temor a perderse ni a desviarse innecesariamente. Cabe destacar que, a lo largo de muchas calzadas romanas, las aldeas con nombres de origen anglosajón se encuentran a pocos kilómetros de distancia, en lugar de en la carretera. Si recorres la calzada romana más cercana a donde vivo, no hay pueblos en los alrededores en unos 32 km. Esto sugiere que los asaltantes no se alejaban mucho de estas rutas, posiblemente por miedo a una emboscada o a perderse. Es quizás significativo que la palabra anglosajona rád no solo significara «ir a caballo», sino también «saltar» y «un camino».

Como hemos visto, en otras culturas la incursión ideal sería aquella que no encontrara resistencia o, en su defecto, aquella que venciera rápidamente a los defensores. Los asaltantes intentarían que el enemigo se dispersara y huyera (como hemos dicho, la mayoría de las bajas en batalla se producían cuando un bando huía), pero si esto no se conseguía rápidamente, los atacantes podían retirarse precipitadamente. Si los asaltantes atacaban granjas, los defensores serían campesinos locales, o ceorls, armados posiblemente con lanzas y escudos, así como con las armas improvisadas que se usaban normalmente como herramientas, como hachas, cuchillos o arcos de caza. Si los asaltantes se enfrentaban a enemigos armados, probablemente se producía un intercambio de proyectiles antes de usar armas portátiles a corta distancia. Si los asaltantes atacaban lugares religiosos, su oponente habría sido sacerdotes o monjes desarmados. Podrían atacar al gobernante de un reino vecino, con la esperanza de atraparlo con solo unos pocos miembros de su séquito para defenderlo.

Si bien los anglosajones viajaban a la guerra a caballo, no se sabe con certeza si luchaban a caballo. No contaban con caballos de guerra especialmente diseñados, ni herraduras de hierro que se pudieran clavar a los cascos para protegerlos en terreno pedregoso. Es posible que no tuvieran estribo, esencial cuando se usa un caballo como plataforma de combate. Los anglosajones sí perseguían a caballo a un enemigo que huía, a menudo durante muchas horas después de una batalla, aunque durante una incursión una huida rápida probablemente era más ventajosa que perseguir a un enemigo.

Tras la incursión, los atacantes recogían sus bienes robados y regresaban a casa por la ruta más directa (probablemente un camino de montaña o una calzada romana), pasando la noche festejando, presumiendo y bebiendo en su salón. Las incursiones desataban venganzas que desencadenaban ataques de venganza y un ciclo de contraataques; cuando los reyes surgían, intentaban frenar esto, en parte, mediante el uso de códigos legales escritos.

Una incursión podía tener varios objetivos: desmoralizar al enemigo, reducir su capacidad de contraataque y obtener botín. Si los asaltantes intentaban emboscar y matar al líder de un reino vecino (como ocurrió en Wessex en 755 cuando Cynewulf fue asesinado), esto podría explicar el gran número de reyes asesinados registrados en las fuentes medievales tempranas. Los bienes robados podían ser ganado que los asaltantes podían llevar de regreso a su comunidad. Quemar las granjas y almacenes de alimentos de sus víctimas reducía su fuerza y ​​capacidad de contraataque. Los saqueadores podían llevarse esclavos (como en el caso de San Patricio) y bienes de gran valor (como joyas); el líder de la incursión podía usar dichos bienes para recompensar a sus seguidores. Esta generosidad atraía a los guerreros hacia el vencedor, mientras que las víctimas podían volverse contra sus líderes por no protegerlas. Si había violación (y las fuentes anglosajonas sugieren que era frecuente en períodos de inestabilidad), esto sobrecargaba aún más la zona invadida con jóvenes no deseados que alimentar, que podrían ser vistos con sospecha, ya que sus padres serían enemigos. El hallazgo de broches femeninos hechos de metal británico e irlandés reutilizado en la Escandinavia de la época vikinga ha dado lugar a la sugerencia de que las incursiones también se realizaban para obtener una dote, es decir, una dote necesaria para que un joven se casara. Los ricos y con mejor educación, pero menos capacitados para el combate (como sacerdotes, maestros, abogados y poetas), huían de una comunidad que sufría incursiones, lo que destruía aún más su cultura. En numerosos reinos de la Britania medieval temprana, facciones rivales o ramas de familias reales luchaban por el control del reino; Quizás los diferentes grupos se centraron en zonas controladas por sus rivales para debilitar su poder.

Existen movimientos de tierra cerca del dique de Bokerley, en Dorset, que confirman que el robo de ganado, en particular, fue un problema real a principios del período medieval (tales incursiones son un tema recurrente en las leyendas irlandesas de la Alta Edad Media). Al este del dique de Bokerley (y, por lo tanto, sin su protección) se encuentran dos enormes cercados para ganado (las muestras de suelo del interior de los terraplenes confirman la presencia de grandes cantidades de estiércol). El primero, el Anillo del Soldado, es un recinto poligonal de 10,5 hectáreas rodeado de terraplenes dobles, construido hacia el final del dominio romano, mientras que el otro recinto (de 39 hectáreas) se encuentra 5 km más al este, en Rockbourne, y se superpone a los campos romanos. Estos movimientos de tierra reflejan la transición generalizada en Gran Bretaña de la agricultura a los pastos a finales del período posromano e inmediatamente después, cuando los nuevos ganaderos necesitaban cercados para proteger a su ganado de los saqueadores. Las incursiones ganaderas probablemente se convirtieron en un problema tan grande que los lugareños decidieron construir el cercano dique de Bokerley para intentar controlarlas.

Armas utilizadas en la guerra

Además de los hallazgos en turberas continentales ya mencionados, como los de Esjbøl-North en Dinamarca, disponemos de evidencia de las armas utilizadas en Inglaterra. Hasta su conversión al cristianismo en el siglo VIII, los anglosajones solían enterrar a sus muertos con objetos que simbolizaban su estatus; en la mitad de las tumbas masculinas, esto significaba un arma. Aunque he señalado anteriormente que algunas de estas armas podrían haber sido simbólicas en lugar de lo que la persona fallecida utilizó en vida, la mayoría parecen capaces de causar daños en batalla. No podemos saber si las proporciones de los diferentes tipos de armas halladas en las tumbas son típicas de las que se portaban en vida. Si bien los arcos y las flechas están poco representados en el registro arqueológico, evidencias escritas, como el poema de la Batalla de Maldon, sugieren que se utilizaban en batalla. No tenemos motivos para suponer que las proporciones utilizadas en la Inglaterra anglosajona fueran significativamente diferentes a las encontradas en las turberas continentales.

La mayoría de los entierros anglosajones amueblados contenían una lanza (algunas más ligeras, diseñadas para lanzar, mientras que otras con hojas más largas y pesadas eran, sin duda, armas de mano), casi la mitad contenía escudos, el 11 % espadas y algunos cuchillos o hachas que podrían haber sido herramientas además de armas. Los cascos y las cotas de malla son raros. Las espadas anglosajonas solían soldarse con un patrón, es decir, se retorcían barras de hierro y luego se aplanaban a martillazos hasta formar una hoja, lo que daba una superficie que, si se pulía con cuidado, me parece piel de serpiente metálica. Los vikingos posteriores tenían mejor acero, por lo que usaban una sola pieza de metal. La referencia a la espada que se rompió durante el combate cuando Beowulf luchó contra el dragón puede explicar por qué algunos fueron enterrados con múltiples armas, ya que habría sido ventajoso tener una de repuesto en tales circunstancias.

Si bien es posible que la gente fuera más propensa a enterrar objetos que fueran más fáciles de reemplazar, parece que la lanza y el escudo constituían la combinación de armas de la mayoría de las personas en este período. Para los pictos, escoceses y britanos de Gales, Cornualles, Cumbria y Escocia, hay muchos menos hallazgos con los que trabajar y menos literatura sobreviviente, pero es probable que usaran equipos similares. La piedra de Aberlemno en Escocia muestra a guerreros pictos usando lanzas y escudos, mientras que el escritor británico Gildas hace referencia al uso de espadas y lanzas en batalla. Si hubieran luchado con un estilo muy diferente y utilizando armas muy distintas a las de los anglosajones, autores de la Alta Edad Media como Gildas y Beda, quienes se preocupaban por enfatizar las diferencias entre las naciones, probablemente lo habrían mencionado.

La evidencia arqueológica de heridas por armas que causaron traumatismos esqueléticos demuestra los efectos de las armas. Los cuerpos de los siglos VII/VIII de Eccles en Kent y Heronbridge en Cheshire sugieren que los guerreros abatían con golpes en la cabeza con una espada pesada. Los daños encontrados en cráneos en estos yacimientos confirman la evidencia de los entierros amueblados que indicaban que los cascos eran una rareza. Como ya se ha comentado, el punto de equilibrio de una espada anglosajona se encuentra a mitad de la hoja; las espadas vikingas se fabricaban con acero de mejor calidad, eran más ligeras y tenían un punto de equilibrio más cerca de la empuñadura. La primera estaba diseñada para golpear la parte superior del cuerpo, la segunda para estocada y parada. Quizás los primeros guerreros anglosajones esperaban atacar a víctimas mal armadas, mientras que los vikingos posteriores a menudo se enfrentaban a enemigos también armados con espada. Los primeros guerreros anglosajones parecen tener predilección por usar el peso de su arma para abatir a su oponente, apuntando a la cabeza. Subir a un defensor a un dique hace que la espada del atacante sea mucho menos efectiva. El daño por lanza es más difícil de detectar que los golpes fuertes en la cabeza (especialmente si no se alcanzan los huesos), pero en la galería del museo The Collection de Lincoln, donde trabajó el autor, se exhibe una tibia con una punta de lanza incrustada que habría causado la muerte desangrada de la víctima.


jueves, 15 de mayo de 2025

Biografía: Mayor Horacio Fernández Cutiellos, héroe de La Tablada

Horacio Fernández Cutiellos






Tenía 37 años, era Mayor de infantería, y el primer segundo jefe de su promoción.

Horacio se había levantado a las 6 de la mañana, según cuentan los soldados. Se vistió con ropas de combate, como todas las mañanas, se puso unas alpargatas y se fue a afeitar. Los primeros tiros y los gritos desde la guardia, lo ponen en alerta. Los terroristas entran derribando el portón con un camión con el que aplastan al primer solado de guardia. Atrás venía un Renault 12 desde donde fusilan al soldado Tadeo Taddia que estaba barriendo la galería del guardia, desarmado.

Horacio se pone a tirar contra los terroristas que entran al cuartel. El estaba en el edificio de la Plana Mayor, de frente a la guardia a unos 50 metros. Se parapeta sobre una puerta pesada de hierro y, para no comprometer al soldado que tenía de ayudante, le da un cajón con municiones y lo pone a cargar cargadores. Horacio tiraba, y el soldado cargaba y se tiraban los cargadores por el suelo.  

Él combate desde las 6 y cuarto de la mañana, hasta casi las nueve, nueve y media de la mañana. Luego que los terroristas tomaron la guardia, donde hicieron estragos, y se van metiendo dentro del cuartel, Horacio se queda sin blanco. Ya habían pasado las 9 de la mañana.

Entonces sale a la galería y se pone detrás de una columna, y desde ahí, con mejor ángulo comienza a tirar nuevamente contra la guardia. Pero no ve que atrás del edificio de la Plana Mayor estaba uno de los jefes terroristas escondido. Era "Farfán", un ex miembro del ERP que había estado varios años preso en los 70, y después llegó a un alto cargo político combatiendo en Nicaragua.. Ya el combate se había generalizado.

Farfán (Roberto Sánchez) escucha el fuego, lo ve, y le tira por la espalda con un fusil. El tiro  le entra por el omóplato y le sale por abajo del hombro. Ese tiro no lo mata, pero lo deja fuera de combate. Fue el único tiro que pudo tirarle, porque inmediatamente lo matan los soldados de la compañía de servicio que estaban en un balcón.

Horacio queda como en shock unos minutos, se recupera, y arrastrándose logra llegar nuevamente a la puerta de entrada a su oficina. Se detiene en marco de la puerta, y en ese momento, desde la guardia le tiran durante varios minutos sin parar. Horacio no obstante logra meterse en la oficina, y cuando ya estaba un metro adentro, recibe un tiro en la unión de las clavículas, arriba del esternón, que le atraviesa la tráquea, le rompe la médula espinal y le sale a la altura del hombro izquierdo. Y cae muerto.   

Horacio murió como hubiese soñado. Había ido a misa la noche anterior y había comulgado. Y murió defendiendo a su Patria, de los enemigos de siempre.

 Una hora después de empezado el combate, le dijo a su jefe por teléfono: "Yo voy a morir defendiendo el cuartel, ustedes recupérenlo". Y así fue.

Nadie recuerda que La Tablada, fue un intento de golpe del Movimiento Todos por la Patria, un rejunte de gente del ERP y Montoneros para voltear al gobierno de Alfonsín. Para tomar el poder. Se intenta contar lo de La Tablada como un hecho terrorista aislado, y eso es totalmente falso. Uno se siente discriminado más que con miedo, porque los héroes en este país terminan siendo siempre los terroristas, y no quienes los combatieron.

De hecho, la causa de La Tablada se vuelve a abrir, pero para enjuiciar a los militares que combatieron a los terroristas, que están todos indultados.
A pesar de que Horacio murió defendiendo al gobierno de Alfonsín…

A Horacio lo mataron en 1989, estaba terminando el gobierno de Alfonsín. Gorriarán y su grupo terrorista, intentó que Alfonsín cayera, y él dio la vida para que eso no ocurra.

lunes, 7 de abril de 2025

Guerra contra la Subversión: El intento de copamiento del RIMec 3 de La Tablada y los planes terroristas

Documentos reservados: los informes de inteligencia del general Gassino sobre el sangriento ataque a La Tablada

El teniente general Francisco Gassino, jefe del Estado Mayor, guardó para la historia los “papers” del copamiento del MTP al Regimiento de Infantería Mecanizada, del 23 de enero de 1989. Los documentos que llevaban los terroristas en sus mochilas, las cartas a Nicaragua, los planes secretos, los cables de inteligencia y el oscuro manejo del poder. Qué pasó con los guerrilleros que sobrevivieron y con los militares que combatieron


Por Juan Bautista Tata Yofre || Infobae



El presidente Raúl Alfonsín frente al cuerpo de uno de los guerrilleros del MTP luego del intento de copamiento del Regimiento de La Tablada (Víctor Buggé)

Hoy, hace 34 años, el Regimiento de Infantería Mecanizada 3 y el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada, unidades del Ejército Argentino, eran atacados por un grupo subversivo bajo la falsa y modesta consigna de frenar un golpe de extrema derecha que ponía en serio riesgo el sistema democrático que había renacido en el país tras el trágico y fracasado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983).

A contramano de la canción “Los dinosaurios” en la que Charlie García repetía y aseguraba con notable firmeza: “Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer”, el 23 de enero de 1989 los viejos monstruos del pasado volvieron con la misma furia con la que habían atacado en la década anterior las unidades de las FFAA. Basta recordar los asaltos al Comando de Sanidad (1973), Guarnición de Azul (1974) y Monte Chingolo (1975). Además retornó a la superficie Enrique Gorriarán Merlo y sus socios para tomar conciencia del grado de putrefacción en que había vuelto a caer la Argentina.


Feletti, Baños, Provenzano y el “curita” Puigjané del MTP antes del ataque

Hoy, nada queda del Regimiento de La Tablada porque está abandonada y la unidad fue trasladada al interior de la provincia de Buenos Aires. Sus estructuras se encuentran en absoluta decadencia y la maleza ha ido tapando no solo lo que era una cuidada unidad castrense, también ha ido cubriendo la memoria de lo que allí aconteció. Como diría George Bernanos, el RI Mec 3 es “un cementerio bajo la luna”, pero el dramaturgo francés también aseguraría que “el verdadero odio es el desinterés y el asesinato perfecto es el olvido”.

Sin embargo, no existen los asesinatos perfectos y, a pesar de que han fallecido los personajes centrales, aún quedan sus papeles que claman por salir a la luz. Son los documentos reservados que el teniente general Francisco Gassino, jefe del Estado Mayor, guardó para la historia. Como buen oficial de Inteligencia, el “colorado” Gassino eligió lo que había que guardar y “algo” más. Por ejemplos están las cartas que los atacantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) mantenían con sus jefes en el exterior (Nicaragua), sus planes, sus consignas y los “cursos con curas, todos insertos en medios obreros y barriales”. Documentos encontrados en las mochilas de los asaltantes, miembros del MTP, Partido de la Liberación (PL), Movimiento de Liberación 29 de Mayo (ML-29) y Montoneros (columna Sur-Oeste).



El párrafo se cierra con “ROSARIO, y la finalidad última sería la asunción del poder como ‘gobierno del pueblo’” (Archivo Juan Bautista Yofre)

En otro informe de Inteligencia, escrito a mano, se sostiene que había “un plan de emergencia luego que el Gobierno del Pueblo accediese al poder. En dicho plan se incluía la disolución de las FF.AA. y su reemplazo por milicias populares”. Seguidamente, tomado el cuartel, con la ayuda de altavoces (y consignas escritas) se pasarían consignas con el “apoyo de un grupo externo” atacando al coronel Mohamed Alí Seineldín y “su golpe de estado” en marcha.

Sin embargo había una contradicción entre lo que se decía y lo que se hacía. Entre lo que pensaba Gorriarán Merlo y lo que imaginaron algunos componentes del la Junta Coordinadora del alfonsinismo. “El Pelado” iba por todo mientras que a los radicales no se les ocurrió mejor idea que apantallar al MTP para denostarlo a Carlos Menem, afirmando que estaba urdiendo un golpe de Estado con Seineldin y el sindicalista metalúrgico Lorenzo Miguel.


Estado en que quedo uno de los tantos edificios del RIM3

Según contó Gassino a las 10.30 del mismo 23 de enero recibió una llamada del Edecán presidencial:

-General, le va a hablar el Presidente de la Nación.

Alfonsín tras saludarlo, le dice si le puede informar cuál es la situación.

Gassino: Mire, Señor Presidente, el Regimiento 3 de Infantería Mecanizado ha sido tomado por elementos subversivos, hay enfrentamientos muy serios, hay muertos y estamos tratando de recuperar el cuartel.

Alfonsín: ¿Usted qué opina? ¿De dónde son esos grupos, de derecha o de izquierda?

Gassino: Por la forma de actuar no hay ninguna duda que es un grupo subversivo de izquierda.

Alfonsín: No general, no se equivoque. Esos son grupos de derecha. Yo tengo que sacar un comunicado, tengo la obligación de informar al pueblo y no puedo decir nada hasta no tener la seguridad de dónde son.

Gassino: Mire Señor Presidente, si usted no quiere decir que son de izquierda, tampoco diga que son de derecha porque se va a equivocar.

Más tarde Gassino diría que el Presidente “no dijo nada que eran de izquierda ni que eran de derecha”. ¿Eran fantasmas? El poder político todavía no tenía nada para decir respecto a quiénes estaban asaltando La Tablada y matando oficiales, soldados y miembros de la policía bonaerense. ¿Cómo podía el Presidente, a esa hora del día, ignorar lo que realmente estaba sucediendo dentro de la unidad militar? ¿Quién lo informaba? ¿Qué tenía para decir la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE)? ¿Ignoraba el Presidente los informes que la Secretaría había elaborado con bastante anticipación sobre el Movimiento Todos por la Patria y que fueron publicados por la prensa?


Informe al jefe del Estado Mayor sobre la opinión del sindicalismo (Archivo Juan Bautista Yofre)

Otro informe de Inteligencia trata de aclarar la situación de confusión o complicidad que reinaba en la Casa de Gobierno. Lo hace a través de una reunión con el sindicalismo (cuando era justicialista), que se realizó en el camping “Ruta Sol” de la UOM, en la que participan Lorenzo Miguel, Diego Ibáñez, Roberto Monteverde, Delfor Giménez, Miguel Candore, Raúl Amin y West Ocampo. Fue en esa cumbre que Miguel “recordó que en su momento le hizo llegar al Ministro (Enrique) Nosiglia un detalle sobre la infiltración de la izquierda en todos los ámbitos de la sociedad argentina, lo cual fue totalmente desoído. Los dirigentes expresaron que no avalarán más ninguna decisión del Gobierno Nacional que no sea combatir la izquierda.”

En un Informe Especial que recibió el general Gassino, con fecha 25 de enero de 1989, se sostiene que el candidato presidencial de la oposición, Carlos Saúl Menem, era uno de los blancos de todo el operativo de Gorriarán Merlo, el MTP y los amigos del gobierno. Uno de los puntos de dicho informe, con cierta lógica pero con una irrealidad manifiesta, concluye que “obviamente se pedirán en los próximos días las renuncias de todos los elementos que integran la cadena de responsabilidades en la detección de información y elaboración de Inteligencia Nacional y que no advirtieron ni alertaron la proximidad de episodios como La Tablada (SIDE-Ministerio del Interior) […] La aplicación de todo el peso de la Ley o la aplicación de un enfoque, cuya juridicidad sea cuestionable, abre otra brecha de grave responsabilidad para el Poder Judicial, cuyas primeras señales serán estrechamente observadas por todos los sectores, como otro de los factores que pueden desatar la furia de los enconos entre las instituciones de la República y la sociedad toda.” La advertencia con el paso del tiempo cayó en el vacío y se impuso la modorra o la indolencia, a pesar de un memorando que el Ejército entregó al Poder Ejecutivo en momentos que se combatía en La Tablada. En el mismo se sostenía que “a la mano dura militar debe seguir una mano durísima en lo jurídico” y que “todos los que alentaron y/o coquetearon con la violencia quedan descalificados ante la sociedad”.

Las explicaciones que dieron algunos funcionarios radicales tendieron a diluir las certezas que tenía la oposición sobre las complicidades difíciles de establecer. Por ejemplo, en un cable de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires (para ser analizado en Washington, Madrid, Caracas, Panamá y Managua) se informaba que el canciller Dante Caputo contó que el 26 de enero de 1989 el presidente español Felipe González le dijo telefónicamente a Raúl Alfonsín: “El incidente de La Tablada no se limitaba únicamente a la Argentina”. González dijo que tenía “hard information” de similares acciones que se llevarían a cabo en otros países del hemisferio. Específicamente le mencionó a Venezuela a Alfonsín. ”En particular, alrededor de la asunción presidencial de Carlos Andrés Pérez, el 2 de febrero de 1989. En el mismo texto se dice que Caputo adelantó que el gobierno pasaría al “contraataque” con la creación del COSENA y responsabilizó a Nicaragua y Panamá, no así a Cuba. Un argumento falaz porque nada organizado en Managua por el Frente Sandinista de Liberación Nacional era desconocido por la inteligencia cubana. Además, Caputo no sabía cómo explicar “las brigadas del café” y los alimentos regalados a Nicaragua, ni los acuerdos con La Habana y el viaje presidencial a Cuba. El funcionario estadounidense comentó en el cable que no creyó “apropiado” averiguar si el “contraataque” significaba algún tipo de denuncia contra Nicaragua o Panamá. Tampoco deseó considerar con Caputo si había enlaces cubanos con el MTP. Para no ser menos el canciller expuso, el 13 de febrero de 1989, en el diario La Nación, que la democracia argentina se encontraba “atenazada” por la derecha y la ultraizquierda.

Como respuesta al ataque del MTP el gobierno creó el Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), el 25 de enero de 1989, uno de cuyos integrantes fue el canciller Caputo. El nuevo organismo no sirvió para nada, solo para recibir consejos destinados a frenar el camino de Menem hacia la Presidencia de la Nación. El 18 de julio de 1989 el brigadier Teodoro Waldner me llamó y lo recibí en la SIDE y le comuniqué que todos los integrantes del COSENA pasaban al olvido. El asesor extranjero que aconsejaba contra Menem también abandonó su cargo.

Plan de emergencia que pensaba implementar el MTP si tomaba el poder (Archivo Juan Bautista Yofre)

Con el sacrificio de vidas humanas, el Ejército recuperó la guarnición a sangre y fuego. Según Clarín, murieron 27 terroristas y las fuerzas legales tuvieron 11 muertos y 53 heridos. En medio del fragor también murieron 2 civiles.

Los atacantes que quedaron vivos hoy gozan de libertad porque la lograron por distintos recovecos de la justicia. Otros participaron del poder en los años venideros, como Eduardo Luis Duhalde, fallecido en 2012, quien fue el Secretario de Estado para los DD.HH. de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Los militares que defendieron las unidades fueron condenados.


martes, 11 de marzo de 2025

Guerra antisubversiva: Navidad sangrienta en Monte Chingolo

Navidad sangrienta. El conmovedor relato de un soldado que resistió el ataque guerrillero del ERP en Monte Chingolo

Eduardo Luis Chavanne estaba cumpliendo con el Servicio Militar Obligatorio cuando el Batallón Depósito de Arsenales “Domingo Viejobueno” fue invadido por el Ejército Revolucionario del Pueblo



LA NACION || Mariano Chaluleu

Eduardo Luis Chavanne tenía 21 años cuando se convirtió en protagonista involuntario de uno de los pasajes más dramáticos de la historia argentina. Ocurrió hace 48 años, el 23 de diciembre de 1975. Sin embargo, los recuerdos aún lo incomodan: “En esta época del año, cuando se acerca la Navidad, me pongo para la mierda”, precisa.

Solo le faltaba un mes para cumplir con su Servicio Militar Obligatorio. Había atravesado los tres meses de “instrucción” en La Calera, Córdoba, donde hizo el curso de paracaidista. Pero desde abril de 1975 estaba destinado en el Batallón Depósito de Arsenales “Domingo Viejobueno”, en el cuartel del Ejército, en Monte Chingolo. Era parte de la Compañía de Seguridad y participaba de las guardias en los 9 puestos de vigilancia que tenía el predio.

No padeció la conscripción, tenía vocación de servicio, se había formado como Bombero Voluntario. Pero estaba listo para regresar a su hogar, en Quilmes, donde se crio, junto a sus padres y sus tres hermanos.

A continuación, el testimonio de un soldado que resistió el ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo. Sus memorias reflejan todo lo que vio, lo que escuchó y lo que sintió un joven que fue herido en combate y fue obligado a matar.



Eduardo Luis Chavanne con la ropa de soldado ||
Gentileza Eduardo Luis Chavanne

-¿Qué recuerda del combate del 23 de diciembre de 1975?

-Todo. Eran más o menos las 18, yo estaba de guardia y el Cabo González me había liberado 10 minutos temprano. Entonces agarré mi fusil y me fui caminando. Justo cuando pasaba frente a la comandancia, lo vi al sargento Saravia, que estaba empuñando su pistola, y me dijo: “Vamos que ya se metieron estas mierdas”. Entonces me di vuelta y vi que entra un camión de gaseosas junto a varios coches, que iban para un lado y para el otro. Yo tenía el fusil en la mano, entonces lo agarré fuerte y lo seguí a Saravia. Nos metimos en la cantina, donde estaban muy asustados el cantinero y la señora. Ya se escuchaban los ruidos del combate.

El colectivo que usaron los atacantes del ERP || Télam Agencia de noticias

Adentro estábamos nosotros 4 más 3 soldados. Saravia me repetía ‘tranquilo, tranquilo, tranquilo, tranquilo, tranquilo...’. Ahí es cuando a uno le aflora la mente y se da cuenta de que todo lo que nos habían enseñado era para algo. Rompí el vidrio de una ventanita y empecé a apuntar. Tenía 125 municiones. No era mucho, si se considera que el fusil, en modo automático, puede acabarlas en poco tiempo.

Al tercer tiro que doy yo, escucho que una bala me pasa al lado de la cabeza. No me lastimó, pero me rozó la oreja y me desestabilizó. Me senté en el piso, lloriqueé un poco y pensé ‘¿Qué carajo hago acá?’. Pero volví a recomponerme.

Por la ventana veía a los terroristas. Se movían entre los árboles. Algunos estaban de ropa militar, otros con camisa a cuadros y vaquero.

Saravia nos volvió a arengar: ‘¡vamos, muchachos, vamos!’, gritaba. Bueno, me recuperé y volví a apuntar. En un momento gritan que había que ponerse el pañuelo blanco en el cuello, para diferenciarnos de ellos. Pero ahí ellos hacen lo mismo para generar confusión...

En un momento frenó el fuego. Los guerrilleros nos gritaron a los soldados conscriptos: ‘Ríndanse que con ustedes no es’. Y yo pensé: ‘Hijo de puta... ¿que me rinda? Si viniste a matarme’. Me daba bronca porque pedían que nos rindiéramos, mientras que yo sabía que tenían la orden de matar a todos, bajar la bandera argentina y subir la bandera del ERP. Se iban a llevar 20 toneladas de armas para Tucumán. Ellos, que eran los ‘jóvenes idealistas’, no fueron a hablarnos con la palabra, o con un libro. Seguimos disparando.

Pero justo nos tiraron una granada que se metió entre la cantina y la guardia, muy cerca de donde estaba. Voló a la mierda todo, las paredes y varios cajones de madera llenos de botellas de vidrio de Coca Cola. Algunos cajones cayeron encima mío y me quebré la pierna.

Pero el combate seguía. A esa altura ya habían pasado como 3 horas y pico de tiroteo. Justo en ese momento llegó la ayuda, se empezaron a oír a un grupo de hombres cantar. Eran los del regimiento de La Tablada, que venían por la avenida Pasco.

Eduardo Luis Chavanne, con su fusil asignado, a sus 21 años, cuando realizaba el servicio militarGentileza Eduardo Luis Chavanne

-¿Estaba en condiciones de seguir peleando?

-No, ya no. En un momento, los guerrilleros empezaron a replegarse. Pero el combate continuó, porque los pibes fueron a buscarlos. Cuando se liberó el área de la cantina, un sargento primero de La Tablada nos dijo que saliéramos. Pensó que éramos subversivos, pero Saravia se identificó y rápidamente nos dieron asistencia. Yo tenía la pierna quebrada pero no me daba cuenta. Hasta que intenté moverme: no podía caminar. Me llevaron a la comandancia. Después a algunos nos subieron a un helicóptero que nos trasladó al hospital aeronáutico. Allá me hicieron las primeras curaciones.

Ataque guerrillero al Batallón de Arsenales de Monte Chingolo || Télam Agencia de noticias

-¿Pudo comunicarse con su familia?

-No, para nada. Al otro día, mi viejo fue al regimiento a preguntar por mí. El 23 se había ido a dormir sin saber lo que había pasado. El guardia lo vio y cruzó los brazos de un lado para el otro, le hizo la seña de que yo no estaba ahí. Y mi papá se volvió a mi casa pensando que me habían matado. Recién unas horas después le informaron que yo estaba en el hospital.

-¿Cuánto tiempo permaneció internado?

-Un mes, porque estaba enyesado hasta la rodilla. Cuando me dieron el alta en el hospital, fui al batallón a que me dieran la baja. Vieron que estaba rengueando y me dieron un bastón. Luego me fui.

-¿Mató durante el enfrentamiento?

-Sí, maté. No me gusta hablar de eso... Pero si me lo preguntás, sí. Sí, maté. Uno no está preparado para eso. Ni para morir ni para matar. Pero no iba a dejar que me mataran. Llega un momento en el que uno prioriza su vida.

Un baño de sangre

Para el Ejército Revolucionario del Pueblo, la derrota en Monte Chingolo constituyó un golpe letal. Perdió a muchos combatientes: 62 guerrilleros murieron y 30 resultaron heridos. Mientras que en el Ejército y las fuerzas de seguridad tuvieron siete bajas: 2 oficiales, 1 suboficial, 1 marinero y 3 soldados conscriptos (Roberto Caballero, Manuel Benito Rúffolo y Raúl Fernando Sessa).

Hay un dato insoslayable: el ataque guerrillero ocurrió durante un gobierno constitucional. La presidente, elegida en las urnas, era María Estela Martínez de Perón. Recién tres meses después llegó el golpe militar. Y unos meses más adelante, en julio de 1976, Mario Roberto Santucho y el número dos de la organización, Benito Urteaga, fueron muertos en un enfrentamiento en Villa Martelli. El cuerpo de Santucho nunca fue localizado.



Frente de la unidad “Domingo Viejobueno” luego del ataque
Télam Agencia de noticias

-A lo largo de los años, distintas versiones señalaron que el Ejército estaba al tanto de los planes de ataque, y que esperó a los guerrilleros para abatirlos en el cuartel. ¿Cree que es cierto eso?

-Nosotros, los soldados, no sabíamos nada. Y creo que los suboficiales y los oficiales de menor rango, tampoco. La mitad de la compañía de seguridad estaba de franco. Si hubiésemos tenido indicios, ¿los hubiesen dejado ir? Es mentira que el Ejército estuviera preparado. Y es mentira que hubiese soldados del Ejército esperando, camuflados, detrás de las plantas. Lo único que había de diferente en el regimiento ese día fue que habían cavado una zanja detrás de las torres de transmisiones. Fuera de eso, el día había sido normal, como cualquiera. Todo lo que se dijo es mentira.

-¿Qué más se dijo?

-Que había gente de otros batallones esperando adentro, a modo de refuerzo, como si estuviéramos listos para lo que iba a pasar. Mentira. Y también desmiento que el coronel Eduardo Abud estuviera esperando arriba de una torre tanque con una ametralladora. Abud estaba lejos del lugar en el que entraron con el camión y los autos. Son mentiras que inventaron esos impresentables para quedar como víctimas, cuando fueron ellos los que fueron allí a matarnos, dicho sea de paso, en un gobierno constitucional y democrático.

-¿Cómo siguió su vida después de aquel día?

-Cuando me empezó a caer la ficha, hubo días en los que empezaba a sentir el tableteo de la ametralladora en la cabeza y me ponía en posición para tirar. Tenía pesadillas, estrés postraumático. Mi vida era mala. Yo estaba mal, estaba agresivo, decaído, pensaba mucho en Jorge Bufalari, una persona tan dulce, y en cómo lo habían herido... Por suerte no murió. Y me peleé con la chica con la que estaba saliendo, porque pensé que ella no merecía verme así.

Desde hace 34 años, Eduardo vive en Santa Clara del Mar, donde regenta una pyme de distribución de herramientas para ferreterías

-¿Se vio, en los años siguientes, con los otros conscriptos con los que compartió en ese batallón?

-No tanto. Hubo muchos que quedaron mal... Había uno que vivía en Mar del Plata y al que quise visitar, que se ponía mal si me veía, por los recuerdos que le traía hablar de eso. Un día su mamá me pidió que no lo visitara más. Y por supuesto que respeté ese pedido.

-¿Pudo cicatrizar la herida emocional?

-El tiempo curó algo, pero cada vez que se acerca la Navidad me angustio un poco.

-¿Hay algo que pueda ayudar a que usted y los otros soldados puedan convivir mejor con este recuerdo?

-Sí, con algunos conscriptos pedimos que nos permitan entrar al lugar en el que estaba el regimiento. Hoy el predio forma parte de un polo industrial. Muchas veces contactamos al polo, la última fue hace dos meses. Pedimos que nos dejen poner una garita en una esquina, a modo de homenaje, o una placa. Pero no lo conseguimos.


jueves, 28 de noviembre de 2024

GCE: El asalto al Cuartel de la Montaña

El asalto al cuartel de la Montaña




Fue el 20 de Julio de 1936, tenía lugar el asalto al Cuartel d la Montaña; se cometerían las primeras atrocidades de la guerra

Aquí los protagonistas de estos trágicos sucesos en los q se vulneraron los Tratados internacionales (Convenio Ginebra) sobre el trato de prisioneros.



Destacar como protagonista, en primer lugar, al Teniente de Asalto Máximo Moreno, uno de los que salieron de la Sección de Pontejos en la madrugada del 12 al 13 de Julio para asesinar a Calvo Sotelo.




En la imagen, se le puede ver arengando a las masas para iniciar el asalto al Cuartel de la Montaña.
Permanecía en libertad pese a las evidencias de su participación  en el asesinato de Calvo Sotelo y el intento de los otros 2 líderes de las derechas; Gil Robles y José Antonio Goicoechea.



El Teniente Máximo Moreno eludió toda responsabilidad en el asesinato de Calvo Sotelo "ocultándose" en la Dirección General de Seguridad, órgano dependiente del Ministerio de la Gobernación (Interior).

Otros protagonistas del crimen lo harían en domicilios particulares de diputados del PSOE (Margarita Nelken e Indalecio Prieto entre ellos).

Es decir, encontró "cobijo" en dependencias ministeriales, de las que era titular el Gobierno del Frente Popular.
Desde allí eludiría la acción de la Justicia durante 7 días, hasta ese 20 de Julio, fecha en la que saldría para dirigir a los milicianos, ya armados, al asalto del Cuartel de la Montaña de Madrid..



Aquel 20 de Julio, muchas de las Milicias Socialistas y Comunistas ya estaban armadas; estas habían permanecido ocultas en los miles de arsenales que habían destinado para el golpe de Estado de Octubre de 1934 (algunos de ellos, encontrados en los domicilios de diputados del PSOE). Esto, no lo afirmo yo, lo reconocía el líder y promotor del golpe, Largo Caballero. En este recorte, del libro de Clara Campoamor; "La Revolución española vista por una republicana",se recoge un testimonio de enorme valor del líder socialista: "Sería un poco exagerado afirmar que el Gobierno armó a las organizaciones obreras; ya lo estaban. A pesar de los registros efectuados tras la revolución de Octubre de 1934, muchas armas habían quedado en manos de los obreros sublevados. La decisión del Gobierno se limitaba a legalizar la situación"..



A pesar de los numerosos registros efectuados tras la revolución de Octubre de 1934, muchas armas habían quedado en manos de los "obreros sublevados".

Esto es sumamente revelador; Largo Caballero reconocía públicamente que los milicianos socialistas nunca habían dejado de estar armados, los trágicos sucesos de la Primavera dramática de aquel 1936 tuvieron como protagonistas a muchos de estos milicianos, muchos de ellos, convertidos en agentes del orden y la seguridad del Gobierno del Frente Popular..



Largo Caballero, La Pasionaria, los propios milicianos frentepopulistas y tantos otros, hicieron bandera política de la presunta represión con la que las autoridades republicanas intentaron hacer valer la legalidad y el orden.

Ahora, meses después, con aquellos que se habían acuartelado para defender la causa de los sublevados, no dudaban en ejercer, no sólo una violenta represión, sino iniciar un brutal ejercicio de eliminación sistemática de los que allí, previamente, ya se habían rendido y depuesto las armas.

Casi 2 años estuvieron exigiendo responsabilidades por la represión en Asturias, ahora, a las primeras de cambio, pasaban "a cuchillo" a más de 200 prisioneros sin ningún tipo de miramiento.



Esto pone de manifiesto otro de los mantras defendidos por la historiografía tradicional; no, el Gobierno de Giral no armó a los milicianos, ya estaban armados, y con estas armas se asesinó indiscriminadamente, con esas armas se asesinaría a muchos inocentes en las terribles Chekas frentepopulistas y en manos de estas nuevas "autoridades"




Otro de los que jugaría un papel destacado en los sucesos del 20 de Julio sería el "Comandante" del V Regimiento del PCE, Enrique Castro (imagen, arengando a los milicianos para tomar el Cuartel).

Él mismo relataría, años después, las brutalidades ejercidas contra los que se rindieron:

"Matar... matar, seguir matando, hasta que el cansancio impida matar más. Después... después construir el socialismo".


Así, de esta forma, pasaron a cuchillo y bayoneta a más de 130 prisioneros que, previamente, aguardaban en el patio del Cuartel tras su rendición (imagen)..



Los milicianos, las masas frentepopulistas armadas también por el Gobierno Giral, eran así "dirigidas" por elementos subalternos del Gobierno del Frente Popular muchos de ellos, inmersos en todo tipo de causas con delitos de sangre y que la amnistía del 21 de Febrero de 1936, los había exonerado




Los relatos sobre la masacre son muchos, no se respetaron los Tratados Internacionales (Convenio de Ginebra) respecto al justo y debido trato a los prisioneros, al revés, se les agolpaba contra las paredes del Cuartel donde eran acuchillados a bayonetazos, otros eran lanzados desde las ventanas más altas.

Enrique Castro (imagen), Jefe de estas Milicias comunistas, fue protagonista (como muchos de ellos) en el Golpe de Octubre de 1934.
Según relata en sus Memorias (se arrepintió de todo ello tras su exilio en Moscú..), el 14 de Abril de 1931 llegaría a afirmar:

"Hoy necesitaríamos 100 muertos para que la cosa empezara bien"; lo decía el día el mismo día en que se proclamaba la II República.


Otro de los que participó activamente en el asedio del Cuartel de la Montaña sería Agustín Vivero (imagen), escritor y periodista que, ese mismo día, 20 de Julio de 1936, sería nombrado por las autoridades frentepopulistas nuevo director del ABC republicano.



Agustín Vívero será el responsable de las execrables y sacrílegas imágenes que, en los siguientes días, se publicarían, en un diario como el ABC, con momias de monjas expuestas fuera de Conventos e Iglesias ante el aparente regocijo de milicianos.

Imágenes que, por cierto, darían la vuelta al mundo y que tantas críticas internacionales suscitaron contra el régimen republicano (luego vendrían los terribles  problemas de éste para recabar ayudas internacionales en el conflicto)..



Estos fueron algunos de los protagonistas del asalto al Cuartel de la Montaña, muchos de ellos, elementos subalternos del Gobierno del Frente Popular que, dada la extrema crueldad con la que se emplearon, nada bueno hacia presagiar en un trágico conflicto entre españoles que se alargaría casi 3 años.


domingo, 28 de julio de 2024

PGM: La interminable batalla de Verdún

La batalla de Verdún


 

La batalla de Verdún, librada entre el 21 de febrero y el 18 de diciembre de 1916, fue uno de los enfrentamientos más largos y brutales de la Primera Guerra Mundial. Situada en el noreste de Francia, Verdún se convirtió en el epicentro de un conflicto que definió la resistencia y la tenacidad del ejército francés frente a la ofensiva alemana. El plan del alto mando alemán, bajo la dirección del general Erich von Falkenhayn, era desgastar y desangrar al ejército francés en un campo de batalla de importancia simbólica y estratégica. Verdún, con sus fortificaciones históricas y su valor nacional, se convirtió en el objetivo ideal para este propósito.

Desde el inicio de la ofensiva, el 21 de febrero, los alemanes lanzaron un devastador bombardeo de artillería, considerado uno de los más intensos de la guerra, sobre las defensas francesas alrededor de Verdún. El objetivo inicial de los alemanes era capturar rápidamente los fuertes clave que protegían la ciudad. Fort Douaumont, el más grande y uno de los más importantes de los fuertes que rodeaban Verdún, cayó rápidamente en manos alemanas el 25 de febrero sin una lucha significativa, debido a la negligencia en su guarnición. Esta captura fue un duro golpe para los franceses, tanto tácticamente como moralmente.

La captura de Fort Douaumont por parte de las fuerzas alemanas tuvo un efecto dominó en la batalla. El control alemán de este fuerte permitió a sus fuerzas avanzar y establecer posiciones avanzadas que amenazaban las defensas francesas. Sin embargo, la respuesta francesa fue rápida y feroz. Bajo el liderazgo del general Philippe Pétain, los franceses reorganizaron sus líneas defensivas y establecieron un sistema de rotación de tropas que mantuvo frescas a las unidades en el frente. Pétain también aumentó el suministro de artillería y municiones a las tropas en Verdún, asegurando que los soldados pudieran sostener sus posiciones.

El siguiente fuerte en la línea de fuego fue Fort Vaux, que se convirtió en un símbolo de resistencia heroica durante la batalla. Defendido por el comandante Sylvain-Eugène Raynal y su guarnición, Fort Vaux soportó intensos bombardeos y ataques directos durante varios días en junio de 1916. Las condiciones dentro del fuerte se deterioraron rápidamente, con escasez de agua, alimentos y municiones. A pesar de estas adversidades, la guarnición resistió valientemente hasta el 7 de junio, cuando finalmente se vio obligada a rendirse debido a la falta de recursos. La resistencia en Fort Vaux se convirtió en un testimonio de la determinación francesa y sirvió para inspirar a las tropas en el frente.

El punto culminante de la batalla llegó en torno a Fort Souville, el último baluarte defensivo antes de Verdún. A lo largo del verano de 1916, los alemanes intentaron repetidamente capturar este fuerte, utilizando enormes cantidades de artillería y tropas de asalto. Sin embargo, cada ataque fue rechazado por los franceses, quienes lucharon con tenacidad y determinación para mantener sus posiciones. El papel de Fort Souville fue crucial en detener el avance alemán y marcar el punto de inflexión en la batalla. La capacidad de los defensores para resistir los ataques demostró que la estrategia alemana de desgaste no estaba logrando los resultados esperados.




La batalla de Verdún finalmente comenzó a decaer a favor de los franceses en el otoño de 1916. Las fuerzas alemanas, exhaustas y debilitadas, no pudieron mantener la presión necesaria para romper las líneas francesas. A partir de octubre, los franceses lanzaron una serie de contraofensivas exitosas que recapturaron Fort Douaumont el 24 de octubre y Fort Vaux el 2 de noviembre. Estas victorias elevaron la moral francesa y simbolizaron la recuperación de un terreno clave. Para diciembre, los alemanes se vieron obligados a abandonar su ofensiva, y Verdún quedó firmemente en manos francesas, habiendo resistido uno de los asaltos más feroces de la guerra.

En resumen, la batalla de Verdún se caracterizó por su brutalidad y su duración, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia y el sacrificio franceses. Los fuertes de Douaumont, Vaux y Souville desempeñaron roles cruciales en la defensa de la ciudad, con cada uno representando diferentes aspectos de la lucha: Douaumont como un golpe inicial devastador, Vaux como un ejemplo de heroica resistencia, y Souville como el punto donde se detuvo el avance alemán. La batalla no solo definió la tenacidad del ejército francés sino que también se convirtió en un punto de inflexión en la Primera Guerra Mundial, demostrando que el espíritu de resistencia podía prevalecer frente a una estrategia de desgaste aparentemente imparable.



miércoles, 28 de febrero de 2024

Guerra contra la Subversión: El salvaje ataque peronista al Regimiento 29 de Formosa

El ataque montonero al Regimiento 29 de Formosa: un traidor, una defensa heroica y la muerte del conscripto Hermindo Luna

El 5 de octubre de 1975 una treintena de montoneros ingresó con ayuda de un soldado infiel al Regimiento 29 en busca de armas y de provocar un impacto psicológico, político y en la opinión pública. La conmovedora historia del joven que repelió el ataque y fue asesinado junto a otros 11 soldados y 3 civiles. La infructuosa lucha de Jovina Luna -quien murió durante la pandemia- para reivindicar la memoria de su hermano






Hermindo Luna, en una fotografía de sus tiempos de soldado

Ese domingo 5 de octubre de 1975 era todo fiesta en lo de los Luna. Le festejaban el cumpleaños a Jovina, que cumplía 11 años, y aprovecharon para celebrar el de su papá, Jesús, que había cumplido el 1ro. Era la décima de 13 hijos -diez varones y tres mujeres- de una familia formada por su papá albañil y Secundina Vázquez. Vivían en Las Lomitas, Formosa y se las arreglaban vendiendo pan y empanadas, y los hijos mayores trabajaban.

Comieron empanadas y chivito. Jovina estaba contenta. Como regalo de cumpleaños había pedido hacer un viaje en tren, porque no lo conocía. Y qué mejor que aprovechar el viaje y visitar a su hermano Hermindo, diez años mayor que ella, que cumplía con el servicio militar en el Regimiento de Infantería de Monte 29 “Coronel Ignacio José Warnes”, una de las unidades afectadas al Operativo Independencia, a partir de un decreto firmado por el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Días antes del ataque, padre e hija le dieron la sorpresa a Hermindo. Lo visitaron en el cuartel.


Los Luna eran muy unidos. Hermindo es el primero desde la izquierda

Había nacido el 26 de junio de 1954 y lo que más le gustaba era trabajar en el campo con los animales. Aprendió a ser hábil para manejarse en el monte y ya en su infancia, forjó una fortaleza y una rusticidad que sorprendía. Con sus hermanos Nicasio y Mario pusieron un horno de ladrillos.

No había podido ir a la escuela, ya que donde había nacido no había, y el trabajo estaba primero. A los 18 años pudo terminar los estudios primarios en la nocturna de Las Lomitas.

Le gustaba ir al cine a ver películas de acción y en sus ratos libres, dibujaba y pintaba en cualquier papel que encontraba. De puro traviesos sus hermanos menores los rompían pero él nunca se enojaba. Con el paso del tiempo, están más que arrepentidos porque no conservan ninguno.




El saldo del ataque fue de 24 muertos, doce por cada bando

Era hincha de River porque ese era el cuadro de su madre, por quien tenía devoción. Su padre y hermanos eran de Independiente.

No tenía demasiados amigos, y con sus hermanos eran muy unidos. Tenía una novia, a quien no veía demasiado, por las tareas del campo y porque el horno de ladrillos estaba lejos de su casa, cerca de un espejo de agua, ya que para su elaboración se precisa mucho de ella.

Cuando llegó el día del sorteo del servicio militar, Hermindo tenía la ansiedad a flor de piel. Toda la familia rodeaba la radio. Por el número que salió, sabía que le correspondía Ejército. Estaba nervioso de que lo destinaran a otra provincia o como le había ocurrido a uno de sus hermanos, que debió hacer la colimba en la marina, en la lejanísima ciudad de Buenos Aires.




Rogelio Mazacotte es uno de los soldados que defendió el cuartel y que mantiene viva la memoria de lo que vivió en octubre de 1975

Cuando supo que su destino sería el Regimiento 29, se alegró. Se quedaría en sus pagos.

El día que partió para incorporarse al Ejército, toda la familia se levantó más temprano que de costumbre. Lo acompañaron hasta la estación del tren y lo despidieron. Lo recuerdan feliz agitando su mano fuera de la ventanilla.

En junio tuvo unos días de licencia, que aprovechó para visitarlos. Sus superiores lo evocan como una persona siempre dispuesta y que disfrutaba atender la caballeriza, ya que le permitía estar en contacto con los animales.




El ataque al Regimiento de infantería de Monte 29 fue tapa de los diarios

Ese domingo 5 de octubre el subteniente Jorge Ramón Cáceres ordenó hacer un asado y quiso que estuviera listo para las 12. Sospechaba que al anochecer algo pasaría. Cada uno de los 70 soldados recibió un cargador más.

Después de almorzar, los conscriptos habían jugado un partido de fútbol y se encaminaban a las duchas. Entre ellos estaba Marcelino Torales, albañil, que su sueño de chico humilde y peronista era ser cantante como Sandro. Y también, entre ellos, había un traidor, Luis Mayol, un santafecino que estudiaba Derecho y que era un militante montonero. Había llegado castigado de Santa Fe, su provincia natal.

Se extrañaron verlo a mitad de la mañana dando vueltas por la guardia, yendo de un lado para el otro. Había pedido permiso para ir a la compañía a buscar un pulover. Fue el que le abrió el portón de entrada a cinco camionetas con una treintena de montoneros.

 

En su parte de guerra, montoneros destacaron la valentía y el arrojo de los conscriptos

En la guardia, algunos soldados compartieron el vino que había sobrado y se recostaron. Torales se había acomodado sobre el techo del placard de hormigón.

Quince minutos después los sobresaltaron el sonido de disparos. Había comenzado el ataque, donde peronistas baleaban a otros peronistas durante un gobierno constitucional peronista. No se sabía, pero en esa acción hacía su aparición el ejército montonero, con uniforme azul, aunque algunos de ellos vestían camperas de lona y pantalones vaqueros.

Los terroristas perseguían dos objetivos: obtener armamento y provocar un impacto psicológico político y en la opinión pública.

“¡Salgan y dejen el armamento!”, se escuchó que los atacantes ordenaban a los soldados que estaban en la guardia. Nadie obedeció y la guardia fue acribillada. El soldado Mazacotte de pronto descubrió que había sido herido en el abdomen. A su lado, su compañero Arrieta agonizaba. Había que salir.

Años más tarde Mazacotte, contó a Infobae que no entendían cómo un paisano le disparaba a otro. Decía que el soldado no estaba preparado para pelear entre hermanos. Explicó que los montoneros creían que como eran soldados negros, entregarían el regimiento.



Los caídos que murieron defendiendo el regimiento, esa tarde del 5 de octubre de 1975

Cuando un montonero pretendió arrojar una granada hacia el interior por la ventana, Torales, desde la altura del placard, lo abatió con su fusil. Al atacante le explotó la granada en la mano.

Dejaron la guardia por una ventana, luego de quitar el mosquitero. Los soldados se la rebuscaron para hallar una posición desde donde defenderse. La encontraron detrás de un timbó, un árbol grande con una amplia sombra que era apreciada en el calor formoseño.

Todos disparaban, a pesar de los pedidos que los terroristas de que se rindiesen. Mazzacote, entonces, recibió un tiro en la pierna derecha, arriba de la rodilla y quedó fuera de combate.

Los montoneros abatieron al sargento Víctor Zanabria que intentaba operar la radio para dar la alerta. Otro grupo asesinó a sangre fría a cinco conscriptos que dormían. Cuando se dirigieron a otra de las cuadras donde descansaban soldados, se toparon con Hermindo que hizo frente a cinco atacantes. Le exigieron que se rindiese, que la cosa no era con él. “¡Acá no se rinde nadie, mierdas!” les gritó. Lo partieron al medio con una ráfaga de ametralladora.




Por muchos años, Jovina Luna se puso al hombro la lucha para que los soldados fuesen reconocidos

Algunos soldados intentaron refugiarse en los baños y los montoneros les arrojaron granadas por las ventanas. Mayol guió a los atacantes hasta el depósito de armas, pero encontraron una tenaz resistencia de conscriptos. Luego de hacerse con 18 FAL y un FAP emprendieron la retirada, temiendo que los refuerzos no demorarían en llegar.

Cuando vieron a Mayol salir al descubierto con una ametralladora para rematar al subteniente Masaferro que estaba herido, los soldados lo abatieron.

Los montoneros sufrieron varias bajas, producto del fuego de una ametralladora que los soldados habían dispuesto cerca del mástil. Dejaron el cuartel, escaparon en un Boing 737 y aterrizarían en un campo por Rafaela, y en un Cessna 182 con rumbo a Corrientes.

En el Regimiento quedaron 24 muertos, doce por cada lado. Fallecieron el subteniente Ricardo Massaferro, el sargento Víctor Zanabria, que dejó una esposa y dos hijos, y los soldados Antonio Arrieta, Heriberto Ávalos, José Coronel, Dante Salvatierra, Ismael Sánchez, Tomás Sánchez, Edmundo Sosa, Marcelino Torantes, Alberto Villalba y Hermindo Luna. También murieron tres civiles, ajenos a la acción.

Los Luna se enteraron del ataque al día siguiente. En el pueblo no había teléfono y el único enlace eran los radioaficionados, que solían contactarse con el puesto local de Gendarmería.

Fue su hermano Remigio quien recibió, en su trabajo, el telegrama con la peor noticia. A los tres días el cuerpo llegó a Las Lomitas. Lo velaron en la casa a cajón cerrado. En el pueblo no existían las casas fúnebres. No pudieron verlo por última vez y la familia debió contentarse con abrazar el féretro. Se acercó mucha gente y se formó una fila interminable cuando lo llevaron al cementerio.

Su padre Jesús falleció en 2003 y su madre Secundina, tres años después. Un sobrino lleva su nombre y uno de los hijos de Jovina es sorprendentemente parecido a su tío.

Hacía años que la razón de ser de Jovina era la de reivindicar la memoria de su hermano y de los caídos en la defensa del regimiento. Había logrado que el entonces presidente Mauricio Macri firmase el decreto de necesidad y urgencia 829 de reconocimiento el derecho de los familiares de los soldados caídos y a los que hubiesen sido gravemente heridos a cobrar una indemnización. Entre los fundamentos, se señala “…mitigar el dolor, la angustia, la tristeza y la impotencia sufrida por tantos años de olvido”, y destaca que “recordar y honrar a estos valientes hombres de la Patria es una responsabilidad y obligación del Estado Nacional”.

Jovina también luchaba para que quitasen del Parque de la Memoria los nombres de los asesinos de su hermano.

El martes 18 de mayo del 2021 sintió un malestar en el estómago. Su esposo Roberto insistió para que viera un médico en Mechita, donde vivían. Sospecharon que se había contagiado de covid en una FM local donde entrevistaba a veteranos de aquellos años setenta y a ex combatientes de Malvinas. Primero estuvo internada en el Hospital San Luis de Bragado y luego derivada a Junín, donde falleció el 18 de junio. Tenía 56 años.

No se enteró que ese decreto de reconocimiento no fue tenido en cuenta por el gobierno de Alberto Fernández. Falta que sea reglamentado y que se realice el pago. Hubo presentaciones ante la justicia y ante el ministerio de Defensa, pero el trámite no se movió. Fuentes consultadas por Infobae aseguran que falta voluntad política para poner en agenda este tema, que es el hecho más importante ocurrido en la historia de la provincia.

Por su parte, hace unos años que el gobierno de Formosa instituyó esa fecha como el día del Soldado Formoseño y el día del Héroe Formoseño. Varios de aquellos soldados ya fallecieron.



Uno de los tantos homenajes del trágico hecho. Veteranos con las imagenes de los caídos, a 44 años del ataque

Ese 1 de octubre de 1975, cuando visitaron a Hermindo en el cuartel, le dieron una alegría. Pudieron estar juntos un rato y al momento de la despedida, él le dio a su hermana el típico tirón de orejas que reciben los cumpleañeros. “Que la pases bien, y decile a mi viejita que pronto voy a ir a verla”.

Ese tirón de orejas fue el último recuerdo que Jovina conservó de su hermano querendón, que nunca se enojaba cuando le rompían sus dibujos y que se alegró cuando supo que haría la colimba en sus pagos.