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jueves, 2 de enero de 2025

Inglaterra Imperial: La ejecución de María de Tudor

La reina de Inglaterra que duró nueve días en el trono y a la que le cortaron la cabeza con 16 años: reales venganzas familiares

La historia de Lady Jane ocupa un trágico lugar en la historia de Inglaterra. Fue ejecutada por orden de María de Tudor, más conocida como Bloody Mary, y el día de su ejecución su propio verdugo le pidió perdón

La ejecución de Lady Jane Grey es una pintura al óleo obra de Paul Delaroche realizada en 1833 y exhibida en la National Gallery de Londres.

Ser reina puede que te quite de pensar en pagar un alquiler o conseguir una beca universitaria, pero no te libra de envidias, venganzas familiares o incluso de que quieran matarte. Podría parecer que lo ideal es pertenecer a la realeza, pero sin un papel muy relevante, como si fueras Froilán, un vividor, o Victoria Federica, influencer y diva por diversión. Y ¿por qué?, te preguntarás. Pongámonos en un supuesto: Leonor es reina de España, alcanza el trono y poco después muere. Lo lógico sería que su hermana, la infanta Sofía, heredara la corona. Pero Leonor, en cambio, ha dejado un escrito en el que indica que quiere que su sucesora sea Irene Urdangarín, hija de la infanta Cristina. A Sofía no le parece bien, inicia un movimiento contra ella, la pone en contra de los españoles y consigue que la asesinen tras nueve días de reinado. Pues bien, esta historia ocurrió, con otros protagonistas, y en la Inglaterra del siglo XVI. Conozcamos el triste final de Lady Jane Grey.

Lady Jane Grey ocupa un lugar trágico en la historia de este país. Nació en octubre de 1537 en una familia noble y educada, hija de Henry Grey, marqués de Dorset, y Lady Frances Brandon, quien era sobrina del rey Enrique VIII. Desde muy joven, Jane fue conocida por su gran inteligencia, su educación clásica y su devoción al protestantismo, lo que la hacía una candidata atractiva para los sectores reformistas de la Corte. Cabe destacar que durante el reinado de Eduardo VI, hijo de Enrique VIII (1547-1553), la iglesia llegó a ser teológicamente protestante y existía un fuerte temor tras su muerte a que se produjera una vuelta al catolicismo.

La línea de sucesión legítima apuntaba a sus medio hermanas, María Tudor e Isabel Tudor. Sin embargo, Eduardo VI, un ferviente protestante, temía que su media hermana María, una católica devota, revirtiera las reformas protestantes en Inglaterra. En un esfuerzo por evitarlo, Eduardo fue persuadido por su consejero, el duque de Northumberland, para nombrar a Jane Grey como reina. La oportunidad de Jane de llegar al trono fue inesperada y orquestada por terceros. Y una terrible idea que terminaría con su vida.


María Tudor, conocida como Bloody Mary.

Lady Jane Grey tenía vínculos con la familia real a través de su abuela, María Tudor, la hermana de Enrique VIII. Esta conexión la convirtió en la candidata preferida de quienes querían mantener a Inglaterra en el camino de la Reforma Protestante, es decir, toda la Corte. En consecuencia, en junio de 1553, un mes antes de la muerte de Eduardo VI, Jane fue casada con Guildford Dudley, el hijo del duque de Northumberland, consolidando una alianza entre dos poderosas familias nobles que aspiraban a gobernar Inglaterra a través de ella. El 6 de julio de 1553, murió Eduardo VI, a los 15 años, de tuberculosis, y solo tres días después, Lady Jane Grey fue proclamada reina. Y en ese momento empezaron sus problemas.

Lady Jane no solo no tenía ningún tipo de pretensión política, sino que ella no quería el trono. Fue presionada, aceptó a regañadientes y fue proclamada reina de Inglaterra el 10 de julio de 1553. Pero su ascenso al trono no contó con el apoyo popular. Y de eso se encargó María Tudor, que ha pasado a la historia como Bloody Mary. María se las apañó para quitar del medio a Lady Jane y se ganó al pueblo. Muchas personas en Inglaterra reconocían a María Tudor como la legítima heredera ya que ella sí tenía relación directa con Enrique VIII y tenía voluntad de defender los derechos dinásticos.

La traición del entorno de Lady Jane

María hizo ver que Lady Jane era una usurpadora. Mientras que la proclamación se hizo efectiva en Londres, María Tudor huyó al este de Inglaterra y comenzó a hacerse fuerte en zonas rurales y entre los católicos del reino, quienes veían su ascenso como una restauración del catolicismo. Bastaron un par de días para que muchos de los partidarios de Lady Grey la abandonaran. Reinó desde el 10 hasta el 19 de julio de 1553 y fue, de hecho, la primera mujer en reinar en Inglaterra e Irlanda.

Quién es quién en la casa real británica: del rey Carlos, el más tardío de la historia, al polémico príncipe Andrés.

Lady Jane Grey fue traicionada principalmente por varios miembros del Consejo Privado y por aquellos que inicialmente apoyaron su ascenso al trono, pero que rápidamente cambiaron de lealtad cuando vieron que María Tudor ganaba fuerza y respaldo popular. Incluso en su entorno más cercano, las lealtades eran frágiles. A medida que la situación se volvía más complicada, algunos aliados cercanos de Jane empezaron a distanciarse de ella. La presión por sobrevivir en un ambiente tan volátil y la clara derrota frente a María llevaron a muchos de los que inicialmente la apoyaron a buscar alianzas con la nueva reina para evitar represalias.

Su ejecución: el verdugo le pidió perdón

Inicialmente, María Tudor no tenía la intención de ejecutar a Lady Jane. Tras su arresto en julio de 1553, fue encarcelada en la Torre de Londres, junto a su esposo Lord Guilford Dudley. Pero, mientras ella estaba entre rejas, se produjo en las calles de Inglaterra la rebelión de Wyatt. Fue en febrero de 1554. Se trató de un levantamiento popular, llamado así por Thomas Wyatt el Joven, que fue uno de sus líderes. Surgió a raíz de la preocupación popular por la decisión que había tomado la reina María I de casarse con Felipe de España, que demostró ser una determinación muy impopular entre los ingleses.

En febrero de 1554, el padre de Jane tomó parte junto con otros rebeldes en la rebelión de Wyatt. Fue apoyada por sectores protestantes y nacionalistas y tenía como uno de sus objetivos evitar el matrimonio de María con Felipe II. Los rebeldes temían que Felipe impusiera un dominio extranjero sobre Inglaterra y que el país volviera a caer bajo el control del catolicismo. Aunque la rebelión fue sofocada, demostró el nivel de oposición que existía entre la población hacia el matrimonio con un monarca español.


María I de Inglaterra y Felipe II de España.

Y fue Lady Jane quien pagó las consecuencias de esta revuelta. Tras el fracaso de la rebelión de Wyatt y bajo esta presión, María I firmó la orden de ejecución de Lady Jane Grey y su esposo, Guildford Dudley, a principios de febrero de 1554. Aunque la reina probablemente sintió cierta compasión por Jane, entendió que la existencia de un posible rival al trono podría desestabilizar su gobierno. Jane fue condenada por alta traición debido a su proclamación como reina en 1553, y la rebelión de Wyatt solo exacerbó la necesidad de ejecutar la sentencia.

El 12 de febrero de 1554, Lady Jane Grey fue ejecutada en la Torre de Londres. Antes de su ejecución, Jane escribió cartas y reafirmó su devoción a la fe protestante. Su esposo fue ejecutado poco antes de ese mismo día. Jane, según los relatos, mantuvo una actitud serena y digna durante su ejecución, lo que consolidó su imagen como un mártir protestante en la posteridad.

El cuadro de Delaroche

Su trágica historia ha sido objeto de numerosas representaciones artísticas y literarias. Y la más famosa sin duda es la que recogió Paul Delaroche en 1833 en su pintura y que desde 1902 se exhibe en la Galería Nacional de Londres. Tal y como recoge la historia y lo representa Delaroche, a Lady Jane le vendaron los ojos. Fue incapaz de encontrar el bloque sobre el que debía apoyar la cabeza para que se la cortaran, porque incluso tuvo que pedir ayuda. El propio verdugo la guio con delicadeza hasta su muerte.

Un momento muy duro y cruel que queda reflejado en la obra del artista. Se ve a Lady Jane vestida de blanco y con un corpiño, con el pelo despeinado. A la derecha, el verdugo con un hacha en la mano y el rostro cabizbajo. Parece compadecerse del cruel destino de Lady Jane. Incluso hay historiadores que cuentan que le pidió perdón por tener que llevar a cabo la ejecución y que ella se lo concedió.

lunes, 11 de noviembre de 2024

España: Biografía del rey Fernando VI (1746–59)

Rey Fernando VI (1746–59)







Retrato de Louis Michel Van Loo

Fernando VI de Borbón fue el rey de España desde 1746 hasta su muerte en 1759. Nacido el 23 de septiembre de 1713, fue el tercer hijo de Felipe V y su primera esposa, María Luisa de Saboya. Su reinado se caracterizó por un período de paz y estabilidad interna, así como por la neutralidad en los conflictos europeos, lo que permitió a España recuperarse económicamente y consolidar su posición en el continente.

Juventud y Ascenso al Trono

Fernando VI tuvo una juventud marcada por las tensiones en la corte española, especialmente debido a la influencia de su madrastra, Isabel de Farnesio, quien promovía los intereses de sus propios hijos. Sin embargo, a la muerte de su padre en 1746, Fernando ascendió al trono. Su ascenso fue recibido con esperanza, ya que se esperaba que su reinado trajera un cambio positivo tras los tumultuosos años de Felipe V.

Política Interna

Durante su reinado, Fernando VI y su principal ministro, el Marqués de la Ensenada, se enfocaron en reformar la administración y mejorar las finanzas del país. Ensenada implementó varias reformas, incluyendo la modernización de la marina y el ejército, la mejora de la recaudación de impuestos y la promoción de la agricultura y la industria. Estas reformas ayudaron a estabilizar la economía española y a reducir la dependencia de préstamos extranjeros.

Fernando VI también se destacó por su apoyo a la cultura y las ciencias. Fundó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y apoyó la creación de instituciones científicas y educativas. Su reinado es visto como un período de florecimiento cultural y artístico en España.

Las conspiraciones en la corte giraban en torno a Ensenada después del Tratado de Límites, y encontró el desagrado real por corresponder sobre sus términos con el Rey Carlos de Nápoles, medio hermano de Fernando VI. En 1754, los enemigos de Ensenada provocaron su caída, un resultado que el embajador inglés Benjamin Keene reclamó como suyo. Aunque la carrera de Ensenada terminó en desgracia, logró mucho durante su década en el poder, incluyendo la negociación de un nuevo acuerdo con el Vaticano: el Concordato de 1753. Este acuerdo resolvió disputas jurisdiccionales entre el papado y la corona española, y clarificó e incrementó el papel de la corona en la vida religiosa de España.

El legado más importante de Ensenada fue su enfoque en la necesidad de fortalecer la economía española y reconstruir la capacidad naval tanto para necesidades militares como mercantiles. Al igual que su rival Carvajal, pensaba que la corona debía desempeñar un papel importante en el desarrollo de todos los recursos del estado, tanto humanos como materiales. Con una población en crecimiento y una economía fuerte, España podría defender sus intereses en Europa y en el extranjero. La encuesta gubernamental llamada “Catastro de la Ensenada” tenía como objetivo evaluar la riqueza territorial del reino, con la intención de instituir un impuesto único basado en la riqueza. Aunque esta reforma encontró resistencia y nunca se implementó, el Catastro sigue siendo la fuente de información más importante sobre la economía española del siglo XVIII.

En lugar de una reforma fiscal general, Ensenada tuvo que conformarse con revisiones parciales de los impuestos existentes. También instituyó otras reformas que contribuyeron a una economía más fuerte y una capacidad militar mejorada. Por ejemplo, estableció bancos de semillas (pósitos) que ayudaron a las familias agrícolas pobres a sobrevivir en tiempos difíciles sin agotar sus semillas para la próxima siembra. En el ámbito militar, su oficina publicó un nuevo conjunto de regulaciones navales en 1748, fundamentales para la reforma naval de Ensenada, que creó tres grandes distritos navales y un registro marítimo basado en incentivos económicos.

Después de 1754, con Carvajal y Ensenada fuera del poder, las reformas gubernamentales perdieron impulso en todas las áreas. Ricardo Wall, un burócrata mediocre de ascendencia irlandesa, se convirtió en el asesor dominante del rey. Aunque algunos historiadores lo consideran pro-inglés, parece haber carecido de una visión clara para la política exterior española. Algunos de los nombrados por Ensenada permanecieron en el gobierno, con sus sentimientos pro-franceses y anti-ingleses intactos. En la creciente rivalidad entre Francia e Inglaterra, la neutralidad que Wall y el rey parecían favorecer no fue necesariamente una mala elección. Evitar la guerra permitió a España concentrarse en el crecimiento económico continuo.


La flota franco-española comandada por Don Juan José Navarro expulsó a la flota británica al mando de Thomas Mathews cerca de Toulon en 1744.


Cuando estalló la guerra en 1756, Fernando VI se negó a participar, incluso cuando los territorios de ultramar estaban en juego. La guerra, conocida en Europa como la "Guerra de los Siete Años" y en América del Norte como la "Guerra Franco-India", España la llamó la "Primera Guerra Marítima Anglo-Francesa". En un clima diplomático fluido, la guerra presentó una “revolución diplomática”, donde Francia se alió con Austria en lugar de Prusia, e Inglaterra con Prusia en lugar de Austria. Aunque Inglaterra quería una alianza con España, esta probablemente se benefició de su neutralidad a corto plazo, especialmente porque la monarquía española estaba en desorden en los últimos años de la década de 1750.

La muerte de la Reina Bárbara de Braganza en 1758 afectó profundamente a Fernando VI, quien pronto cayó en una profunda depresión, similar a la que había afectado a su padre. Cuando Fernando murió en 1759, la locura reinaba. Tanto el rey como la reina están enterrados en el Convento de las Salesas Reales en Madrid.

A pesar de que su reinado duró solo catorce años, Fernando VI continuó con el programa de reformas borbónicas y el programa de construcción real iniciado por su padre. Su reinado se caracterizó por el nombramiento de hombres capaces leales a los intereses de la corona y del estado español. Aunque la enfermedad mental del rey afectó su capacidad, trabajó arduamente para ser un monarca ilustrado y mantener a España fuera de las guerras que dominaban el siglo XVIII.

Política Exterior

En términos de política exterior, Fernando VI adoptó una postura de estricta neutralidad, evitando involucrarse en las guerras y conflictos que asolaban Europa en ese momento. Esta política de neutralidad permitió a España concentrarse en sus asuntos internos y recuperarse de las devastaciones de las guerras anteriores. Sin embargo, esta postura también generó tensiones con otras potencias europeas, especialmente con Francia y Gran Bretaña, que esperaban el apoyo de España en sus respectivos conflictos.

Matrimonio y Vida Personal

Fernando VI estuvo casado con Bárbara de Braganza, una princesa portuguesa. Su matrimonio fue muy feliz y Bárbara tuvo una gran influencia en el rey. Sin embargo, la pareja no tuvo hijos, lo que creó incertidumbre sobre la sucesión al trono. La muerte de Bárbara en 1758 afectó profundamente a Fernando, quien cayó en una profunda depresión que afectó su salud y su capacidad para gobernar.

Muerte y Sucesión

Fernando VI murió el 10 de agosto de 1759. Fue sucedido por su hermanastro, Carlos III, hijo de Isabel de Farnesio. La transición fue relativamente pacífica, gracias en parte a las políticas de Fernando que habían estabilizado el país y preparado el camino para un cambio ordenado de poder.

Legado

El reinado de Fernando VI es recordado como un período de paz y prosperidad relativa para España. Sus políticas de neutralidad y reforma interna permitieron al país recuperarse de las guerras del siglo anterior y sentaron las bases para el desarrollo futuro bajo Carlos III. Su apoyo a la cultura y las ciencias también dejó un legado duradero, con instituciones que continuaron desempeñando un papel importante en la vida cultural y educativa de España.

En resumen, Fernando VI fue un monarca que, a través de la paz y la reforma, contribuyó significativamente al bienestar y desarrollo de España durante su reinado. Su enfoque en la estabilidad interna y la neutralidad externa ayudó a consolidar la nación y prepararla para los desafíos futuros.




sábado, 10 de agosto de 2024

Biografía: Carlos XII de Suecia

Carlos XII de Suecia (1682-1718)

Weapons and Warfare






Rey de Suecia, 1697-1718. “León del Norte”. Sucedió a su padre, Carlos XI, dos meses antes de cumplir 15 años. Desde su más tierna infancia, estuvo fascinado por todo lo militar, de una manera que le recordaba a su béte noir de toda la vida, Pedro I. La temprana muerte de su padre guerrero alentó a los enemigos de Suecia a subestimar al nuevo niño-rey y tratar de tomar medidas políticas y ventaja militar de su inexperiencia. Impetuoso y testarudo, Carlos XII heredó un ejército sueco magníficamente profesional, aunque no había librado una batalla desde su victoria en la Guerra de Escania (1674-1679). Lideró esta fuerza contra un ataque coordinado danés, polaco y ruso que inició la Gran Guerra del Norte (1700-1721). Se benefició enormemente de las sabias decisiones de retener a los generales de su padre, sobre todo Karl Gustaf Rehnsköld, y ampliar el ejército de 65.000 a unos 75.000 hombres. Rápidamente derrotó a los daneses en 1700 al desafiar un desembarco en la isla de Zelanda que amenazaba a Copenhague. Inmediatamente se volvió y humilló a los rusos y a su zar en Narva (19 y 30 de noviembre de 1700). A partir de entonces, giró hacia el sur, hacia Polonia, en contra del vehemente consejo de sus principales asesores, la mayoría de los cuales decían que debería acabar primero con Pedro y Rusia y que también temían lo que pensaban que era el mayor poder de la Commonwealth polaca. En cambio, Carlos depuso al rey polaco, Augusto II, y nombró a su propio candidato, Estanislao I, en el trono.

A lo largo de este primer período, sus instintos como guerrero en la gran tradición de la Casa de Vasa amplificaron el profesionalismo central del Ejército que heredó. Por muy bueno que fuera el ejército, se trataba de un monarca joven que amaba demasiado la guerra para un estado pequeño con una economía y una base poblacional incapaz de sostener el conflicto durante el tiempo necesario para cumplir sus ambiciones extremas. Carlos era un rey inusualmente puritano, incluso para un pueblo protestante tan espartano como los suecos del siglo XVIII. Desdeñaba el alcohol, por ejemplo, en profundo contraste con el libertinaje regular y perverso que permitía su gran enemigo Pedro de Rusia. Karl también se negó a usar la peluca obligatoria de caballero y prefirió vestir con un uniforme azul sencillo que renunciaba al encaje u otras decoraciones. Su vestimenta no era ninguna afectación. Era un tipo de uniforme práctico nacido de un hábito y una preferencia que reflejaba su único interés real en la vida adulta: hacer la guerra.

Carlos XII sólo era feliz montado y en campaña para defender o expandir el Imperio sueco. Después de abandonar Estocolmo al comienzo de la Gran Guerra del Norte en 1700, pasó los siguientes y últimos 18 años de su vida en una campaña u otra. Por lo general, lideraba desde el frente, un hecho muy elogiado por su valentía y ampliamente criticado como imprudente. Su comportamiento compulsivo de guerrero parecía alejandrino a los admiradores de entonces y de entonces, pero no se parecía al de ningún otro monarca europeo contemporáneo. La mayoría de sus pares soberanos y reyes y barones menores estaban ocupados construyendo cómodos palacios de Versalles en miniatura en una emulación barroca de Luis XIV, o estaban ellos mismos en guerra con el "Grande Monarque". Una explicación de sus tácticas es que funcionaron, al menos hasta que dejaron de hacerlo. Más fundamentalmente, surgieron de una cultura militar sueca agresiva y de larga data de “gå på” (“¡A ellos!”). Este enfoque de la guerra permitió a las fuerzas suecas derrotar repetidamente a ejércitos rusos, polacos y sajones mucho más grandes. Las tácticas suecas enfatizaron las sorprendentes cargas de caballería e infantería. Estos últimos a menudo se hacían con Karl o sus comandantes exhortando a los hombres a no disparar sus mosquetes sino a usar sus bayonetas, espadas y picas.

Una de las principales razones del extraño comportamiento de Karl en los niveles operativo y estratégico es que estaba obsesionado con las personalidades de sus enemigos, primero Augusto y más tarde Pedro, contra quienes enfureció, conspiró e hizo la guerra sin la debida consideración de otros factores importantes. Le habría venido bien, por ejemplo, estudiar la política polaca y lituana. En lugar de ello, incapaz de comprender la dinámica interna de sus enemigos, intervino en la caótica guerra civil entre Polonia y Lituania y cometió el grave error de apoyar a la detestada facción Sapiehas. Si hubiera estudiado geopolítica y gran estrategia, tal vez no habría esperado para atacar a Pedro en Moscú, proporcionando a ese inteligente zar los años vitales que necesitaba para recuperarse de Narva, reformar el ejército ruso y fortalecer su Armada y su nueva capital. Pero Carlos no haría las paces en Polonia a menos que Augusto fuera expulsado para siempre de esa tierra. Esto abrió la puerta a Peter para hacer una alianza con la szlachta lituana en la retaguardia estratégica de Karl una vez que Augustus ya no pudo defenderlos de las depredaciones y contribuciones suecas. Carlos tampoco pudo decidirse a hacer las paces con Rusia mientras todavía estaba gobernada por Pedro, ni negarse a sí mismo la tentación de invadir y castigar al zar.



Lleno de un odio personal hacia Pedro que Marlborough notó cuando conoció al rey sueco, Karl invadió Rusia en 1708. Estuvo a punto de capturar a Pedro, pero luego Karl giró hacia el sur por segunda vez y finalmente marchó hasta Ucrania en busca de sus aliados cosacos. así como comida y forraje para sus hombres hambrientos. En junio de 1709 fue herido en un pie y pronto quedó postrado con fiebre alta. Incapaz de montar ni montar, lo transportaron en camilla. Al carecer de armas, suministros o suficientes hombres, decidió atacar el campamento ruso en Poltava (27 de junio/8 de julio de 1709). Como resultado, perdió todo su ejército y, con el tiempo, su imperio. Dejó en los campos de Poltava 10.000 muertos y 14.000 más que fueron hechos prisioneros mientras su guardia personal lo llevaba al exilio forzoso.

Su aceptación inicial por parte de la Sublime Puerta finalmente se convirtió en un suave encarcelamiento en manos otomanas. Mientras estuvo en su campamento dentro de las fronteras otomanas, fue efectivamente un prisionero de las relaciones ruso-otomanas. Permaneció allí durante varios años, acampado a lo largo del río Dniéster, rogando al sultán que abriera un frente sur contra Rusia, mientras los numerosos enemigos de Pedro y Carlos en el norte atacaban los huesos cada vez más expuestos del Imperio sueco. Desesperado por cualquier esperanza o beneficio estratégico al permanecer más tiempo en el sur, y abalanzado sobre el sultán y hecho prisionero por él en 1714, a Karl finalmente se le permitió regresar al norte por una corte otomana cansada de sus intrigas y más cautelosa con las de Pedro. Viajó por tierra a través de Europa del Este para llegar finalmente a la Pomerania sueca. Para llegar allí, se vio obligado a viajar a través de Austria y Alemania, disfrazado con una peluca y un bigote postizo. Llegó justo a tiempo para defender Straslund del asalto, pero sólo hasta que se vio obligado a abandonar la fortaleza en diciembre de 1715.

Karl regresó a Suecia en el nuevo año, tocando su suelo por primera vez desde 1702. Formó un nuevo ejército, que incluía a muchos niños, con los restos de los recursos suecos. No se trataba de la misma fuerza profesional con la que había invadido Polonia, reprimido Sajonia y atacado Rusia. Dejando a un lado a esos enemigos más poderosos, Karl reanudó la campaña contra los daneses en Noruega. También estuvo involucrado en luchas con Hannover, Prusia y Sajonia. Atacó Noruega en 1717 y nuevamente en 1718. Sus ambiciones no se vieron empañadas por sus fracasos anteriores y sus años de exilio. Algo así como un berserker estratégico y táctico, contempló un plan para desplazar a los Estuardo del trono escocés como una forma indirecta de llegar a sus enemigos en Hannover, que ahora también reinaban en Gran Bretaña. Con sólo 36 años, fue asesinado el 30 de noviembre y 11 de diciembre de 1718, mientras miraba por encima de las murallas para observar a los zapadores cavar en zigzag hacia las obras danesas en el asedio de Fredrikshald (Fredriksten) en Noruega. La herida mortal fue provocada por una bala de mosquete que le atravesó la cabeza. No se sabe si la bala fatal fue disparada por un enemigo o si fue disparada de manera inepta por uno de los propios hombres de Karl.

Las guerras de Carlos XII, y especialmente su imprudente y obstinadamente perseguida invasión de Rusia y Ucrania, representaron una extralimitación imperial extraordinaria que paralizó a Suecia como gran potencia, y aseguró que perdiera su imperio báltico y sufriera una caída permanente de las filas de los las grandes potencias. Ninguno de esos hechos impidió que creciera un mito marcial en torno al supuesto virtuosismo de Karl en el campo de batalla que en ciertos aspectos sobrevive hoy. Es mejor adoptar una visión más equilibrada y estar de acuerdo en que, en ocasiones, Karl mostró verdadera brillantez táctica, como durante sus grandes campañas ofensivas de 1702-1706, pero también reconocer que Karl carecía de visión operativa y estratégica, y que su arrogancia y su Los odios personales insaciados finalmente dieron origen al desastre militar.

Lectura sugerida: R. Hatton, Carlos XII (1968).

sábado, 13 de abril de 2024

Guerra de Cuatro Años: La batalla de Pavia

Batalla de Pavía







La batalla de Pavía se libró el 24 de febrero de 1525 entre el ejército francés al mando del rey Francisco I y las tropas germano-españolas del emperador Carlos V, con victoria de estas últimas, en las proximidades de la ciudad italiana de Pavía.

Antecedentes

En el primer tercio del siglo XVI, Francia se veía rodeada por las posesiones de la Casa de los Habsburgo. Esto, unido a la obtención del título de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por parte de Carlos I de España en 1520, puso a la monarquía francesa contra las cuerdas. Francisco I de Francia, que también había optado al título, vio la posibilidad de una compensación anexándose un territorio en litigio, el ducado de Milán (Milanesado). A partir de ahí, se desarrollaría una serie de contiendas de 1521 al 1524 entre la corona Habsburgo de Carlos V y la corona francesa de la Casa de Valois.


Inicio de los enfrentamientos

El 27 de abril de 1522 tuvo lugar la batalla de Bicoca, cerca de Monza. Se enfrentaron por un lado el ejército franco-veneciano, al mando del general Odet de Cominges, vizconde de Lautrec, con un total de 28 000 soldados que contaba con 16 000 piqueros suizos entre sus filas y por otro el ejército imperial con un total de 18 000 hombres al mando del condotiero italiano Prospero Colonna. La victoria aplastante de los tercios españoles sobre los mercenarios suizos hizo que en castellano la palabra «bicoca» pasara a ser sinónimo de «cosa fácil o barata».

La siguiente batalla se produjo el 30 de abril de 1524, la batalla de Sesia, cerca del río Sesia. Un ejército francés de 40 000 hombres, mandado por Guillaume Gouffier, señor de Bonnivet, penetró en el Milanesado, pero fue igualmente rechazado. Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, y Carlos III de Borbón (que recientemente se había aliado con el emperador Carlos V) invadieron la Provenza. Sin embargo, perdieron un tiempo valioso en el sitio de Marsella, lo que propició la llegada de Francisco I y su ejército a Aviñón y que propició que las tropas imperiales se retiraran.

El 25 de octubre de 1524, el propio rey Francisco I cruzó los Alpes y a comienzos de noviembre entraba en la ciudad de Milán (poniendo a Louis II de la Trémoille, como gobernador) después de haber arrasado varias plazas fuertes. Las tropas españolas evacuaron Milán y se refugiaron en Lodi y otras plazas fuertes. 1000 soldados españoles, 5000 lansquenetes alemanes y 300 jinetes pesados, mandados todos ellos por Antonio de Leyva, se atrincheraron en la ciudad de Pavía. Los franceses sitiaron la ciudad con un ejército de aproximadamente 30 000 hombres y una poderosa artillería compuesta por 53 piezas. Durante el asedio, los hombres del rey de Francia ocuparon y saquearon los numerosos monasterios y pueblos que se encontraban fuera de los muros de Pavía.5​ El grueso de las tropas de Francisco I (incluidos los lansquenetes de la banda negra) se desplegó en la zona oeste de la ciudad, cerca de San Lanfranco (donde se instaló Francisco I) y de la basílica de San Salvatore, mientras que la infantería y grupos mercenarios de caballeros acuartelados al este de Pavía, entre el monasterio de San Giacomo della Vernavola, el de Santo Spirito y Gallo, el de San Pietro in Verzolo y la iglesia de San Lazzaro y Galeazzo Sanseverino, con la mayor parte de la caballería pesada, ocuparon el castillo de Mirabello y el parque Visconti al norte de la ciudad.


Batalla de Pavía
Guerra de los Cuatro Años
Parte de guerra italiana de 1521-1526

La Batalla de Pavía, por un desconocido pintor flamenco del siglo XVI.
Fecha 24 de febrero de 1525
Lugar Pavía, Italia
Coordenadas 45°11′51″N 9°09′54″E
Resultado Victoria decisiva de la Monarquía Hispánica
Beligerantes
Reino de Francia Monarquía Hispánica
Bandera de Sacro Imperio Romano Germánico Sacro Imperio Romano Germánico
Comandantes
Francisco I  (P.D.G.)
Enrique II de Navarra  Rendición
Richard de la Pole 
Louis de la Trémoille 
François de Lorena 
Jacques de la Palice 
Guillaume Gouffier de Bonnivet 
Bandera de España Antonio de Leyva
Bandera de España Miguel Yáñez de Iturbe e Irigoyen
Bandera de España Fernando de Ávalos
Bandera de Sacro Imperio Romano Germánico Carlos de Lannoy
Bandera de Sacro Imperio Romano Germánico Jorge de Frundsberg
Fuerzas en combate
Ejército francés
• 29 000 - 32 000​ hombres
• 53 cañones
Guarnición en Pavía:
• 6300 hombres
Ejército de refuerzo:
• 24 300 hombres
• 17 cañones
Bajas
8000 franceses muertos, 2000 franceses heridos y 4000 a 5000 mercenarios alemanes muertos 1500 muertos o heridos
Asedio de Pavía Batalla de Pavía



El sitio de Pavía

Antonio de Leyva, veterano de la guerra de Granada, supo organizarse para resistir con 6300 hombres más allá de lo que el enemigo esperaba, además del hambre y las enfermedades. Mientras tanto, otras guarniciones imperiales veían cómo el enemigo reducía su número para mandar tropas a Pavía. Mientras los franceses aguardaban la capitulación de Antonio de Leyva, recibieron noticias de un ejército que bajaba desde Alemania para apoyar la plaza sitiada. Más de 15 000 lansquenetes alemanes y austríacos, bajo el mando de Jorge de Frundsberg, tenían órdenes del emperador Carlos V de poner fin al sitio y expulsar los franceses del Milanesado. Francisco I decidió dividir sus tropas: ordenó que parte de ellas se dirigieran a Génova y Nápoles e intentaran hacerse fuertes en estas ciudades. Mientras, en Pavía, los mercenarios alemanes y suizos comenzaban a sentirse molestos porque no recibían sus pagas. Los generales españoles empeñaron sus fortunas personales para pagarlas. Viendo la situación de sus oficiales, los arcabuceros españoles decidieron que seguirían defendiendo Pavía, aún sin cobrar sus pagas.

Sin embargo, incluso en la ciudad la situación empezaba a ser preocupante: las reservas de víveres comenzaban a agotarse y, sobre todo, faltaba dinero para pagar los sueldos de los lansquenetes. Para solucionar el problema, el incansable Antonio de Leyva hizo reabrir la casa de moneda, requisó oro y plata a los cuerpos eclesiásticos urbanos, a la universidad y a los ciudadanos más adinerados, llegando incluso a donar sus propias platerías y joyas, e hizo acuñar monedas para pagar los soldados.


El parque Visconti, en el que tuvo lugar la batalla.

A mediados de enero de 1525 llegaron los refuerzos bajo el mando de Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, Carlos de Lannoy, virrey de Nápoles y Carlos III, contestable de Borbón. Fernando de Ávalos consiguió capturar el puesto avanzado francés de San Angelo, cortando las líneas de comunicación entre Pavía y Milán. Finalmente llegaron los refuerzos imperiales a Pavía, compuestos por 13 000 infantes alemanes, 6000 españoles y 3000 italianos con 2300 jinetes y 17 cañones,8​ los cuales abrieron fuego el 24 de febrero de 1525. Los franceses decidieron resguardarse y esperar, sabedores de la mala situación económica de los imperiales y de que pronto los sitiados serían víctimas del hambre. Sin embargo, atacaron varias veces con la artillería los muros de Pavía. Pero las tropas desabastecidas, lejos de rendirse, comprendieron que los recursos se encontraban en el campamento francés, después de una arenga pronunciada por Antonio de Leyva.

En la noche del 23 de febrero, las tropas imperiales de Carlos de Lannoy, que habían acampado fuera del muro este del Parque Visconti, comenzaron su marcha hacia el norte a lo largo de los muros. Aunque Konstam indica que al mismo tiempo, la artillería imperial inició un bombardeo de las líneas de asedio francesas -que se había convertido en rutina durante el asedio prolongado- para ocultar el movimiento de Lannoy,9​ Juan de Oznaya (soldado que participó en la batalla y escribió al respecto en 1544) indica que en ese momento, las tropas imperiales prendieron fuego a sus tiendas para inducir a error a los franceses haciéndoles creer que se retiraban.10​ Mientras tanto, los ingenieros imperiales trabajaron rápidamente para crear una brecha en los muros del parque, en Porta Pescarina, cerca del pueblo de San Genesio, a través de la cual podría entrar el ejército imperial.​ Posteriormente conquistaría a los franceses el castillo de Mirabello.


En la parte central del Parque Visconti se encuentra ahora el Parque Vernavola, a lo largo de estas orillas, cubiertas por la maleza, los arcabuceros españoles diezmaron a la caballería francesa.

Mientras tanto, un destacamento de caballería francesa al mando de Charles Tiercelin se encontró con la caballería imperial y comenzó una serie de escaramuzas con ellos. Una masa de piqueros suizos al mando de Robert de la Marck, Seigneur de la Flourance se acercó para ayudarlos, invadiendo una batería de artillería española que había sido arrastrada al parque.12​ Echaron de menos a los arcabuceros de De Basto, que a las 6:30 a. m. habían salido del bosque cerca del castillo y lo habían invadido rápidamente, y tropezaron con 6.000 lansquenetes de Georg Frundsberg. A las 7:00 a. m., se había desarrollado una batalla de infantería a gran escala no lejos de la brecha original.

Formaciones de piqueros flanqueados por la caballería comenzaron abriendo brechas entre las filas francesas. Los tercios y lansquenetes formaban de manera compacta, con largas picas protegiendo a los arcabuceros. De esta forma, la caballería francesa caía al suelo antes de llegar incluso a tomar contacto con la infantería.

Los franceses consiguieron anular la artillería imperial, pero a costa de su retaguardia. En una arriesgada decisión, Francisco I ordenó un ataque total de su caballería. Según avanzaban, la propia artillería francesa —superior en número— tenía que cesar el fuego para no disparar a sus hombres. Los 3000 arcabuceros de Alfonso de Ávalos dieron buena cuenta de los caballeros franceses, creando desconcierto entre estos. Mientras Carlos de Lannoy al mando de la caballería y Fernando de Ávalos al mando de la infantería, luchaban ya contra la infantería francesa mandada por Francois de Lorena y Ricard de la Pole.


La victoria imperial

En ese momento, Leyva sacó a sus hombres de la ciudad para apoyar a las tropas que habían venido en su ayuda y que se estaban batiendo con los franceses, de forma que los franceses se vieron atrapados entre dos fuegos que no pudieron superar. Los imperiales empezaron por rodear la retaguardia francesa —mandada por el duque de Alenzón— y cortarles la retirada. Aunque agotados y hambrientos, constituían una muy respetable fuerza de combate. Guillaume Gouffier de Bonnivet, el principal consejero militar de Francisco, se suicidó (según Brantôme, al ver el daño que había causado, deliberadamente buscó una muerte heroica a manos de las tropas imperiales). Los cadáveres franceses comenzaban a amontonarse unos encima de otros. Los demás, viendo la derrota, intentaban escapar. Al final las bajas francesas ascendieron a 8000 hombres.


Captura del Rey Francisco I en la Batalla de Pavía (1681), por Jan Erasmus Quellinus, Kunsthistorisches Museum.

Deshecha la caballería francesa por la caballería hispano-imperial y los arcabuceros españoles, el rey de Francia huía a caballo cuando tres hombres de armas españoles lo alcanzaron rodeándolo. Le mataron el caballo y lo derribaron a tierra. Fueron el vasco Juan de Urbieta, el gallego Alonso Pita da Veiga y el granadino Diego Dávila. Pita da Veiga le tomó la manopla izquierda de su arnés y una banda de brocado que traía sobre las armas, con cuatro cruces de tela de plata y un crucifijo de la Veracruz. Diego Dávila le arrebató el estoque y la manopla derecha. Caído el rey a tierra, se apearon Urbieta y Pita da Veiga, le alzaron la vista y les dijo que era el rey, que no lo matasen.14​

"(...) y allegado yo (Alonso Pita da Veiga) por el lado izquierdo le tomé la manopla y la banda de brocado con quatro cruces de tela de plata y en medio el cruçifixo de la veracruz que fue de carlomanno y por el lado derecho llegó luego Joanes de orbieta y le tomó del braço derecho y diego de ávila le tomó el estoque y la manopla derecha y le matamos el caballo y nos apeamos Joanes e yo y allegó entonces Juan de Sandobal y dixo a diego de ávila que se apease e yo le dixe que donde ellos e yo estábamos no eran menester otro alguno y preguntamos por el marqués de pescara para se lo entregar y estando el Rey en tierra caydo so el caballo le alçamos la vista y él dixo que era el Rey que no le matásemos y de allí a media ora o más llegó el viso rey que supo que le teníamos preso y dixo que el era viso Rey y que él avía de tener en guarda al Rey e yo le dixe que el Rey era nuestro prisionero y que él lo tubiese en guarda para dar quenta del a su magestad y entonçes el viso Rey lo llebantó y llegó allí monsiur de borbón y dixo al Rey en francés aquí está vuestra alteza y el Rey le Respondió vos soys causa que yo esté aquí y mosiur de borbón respondió vos mereçeys vien estar aquí y peor de los que estays y el viso Rey Rogó a borbón que callase y no halase más al Rey/ y el Rey cabalgó en un quartago Ruçio y lo querían llebar a pavía y el dixo al viso rey que le Rogaba que pues por fuerça no entrara en pavía que aora lo llebasen al monesterio donde él abía salido (...)".15​


Consecuencias

En la batalla murieron comandantes franceses como Bonnivet, Luis II de La Tremoille, La Palice, Suffolk, Galeazzo Sanseverino y Francisco de Lorena, y otros muchos fueron hechos prisioneros, como el condestable Anne de Montmorency y Robert III de la Marck.



Carlos V visitando a Francisco I después de la batalla de Pavía, por Richard Parkes Bonington (acuarela sobre papel de 1827).

Tras la batalla Francisco I fue llevado a Madrid, donde llegó el 12 de agosto, quedando custodiado en la Casa y Torre de los Lujanes. La posición de Carlos V fue extremadamente exigente, y Francisco I firmó en 1526 el Tratado de Madrid. Francisco I renunciará al Milanesado, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña.

Cuenta la leyenda que en las negociaciones de paz y de liberación de Francisco I, el emperador Carlos V renunció a usar su lengua materna (francés borgoñón) y la lengua habitual de la diplomacia (italiano) para hablar por primera vez de manera oficial en Idioma español.

Posteriormente Francisco I se alió con el Papado para luchar contra La Monarquía Hispánica y el Sacro Imperio Romano Germánico, lo que produjo que Carlos V atacara y saqueara Roma en 1527 (Saco de Roma).

En la actualidad se sabe que Francisco I no estuvo en el edificio de los Lujanes, sino en el Alcázar de los Austrias que, tras un incendio, fue sustituido por el actual Palacio Real de Madrid. Carlos V se desvivió por lograr que su "primo" Francisco se sintiera cómodo y lleno de atenciones.


El campo de batalla hoy

Gran parte de la batalla tuvo lugar dentro de la inmensa reserva de caza de los duques de Milán, el Parque Visconti, que se extendía por más de 2.200 hectáreas. El Parque Visconti ya no existe, la mayor parte de sus bosques fueron cortados entre los siglos XVI y XVII para dar cabida a los campos, sin embargo sobreviven tres reservas naturales que pueden considerarse herederas del parque, son la garza de la Carola, que de Porta Chiossa y el Parque Vernavola, que ocupan una superficie de 148 hectáreas. En particular, algunos de los episodios más importantes de la batalla tuvieron lugar dentro del parque Vernavola, que se extiende al suroeste del Castillo de Mirabello.

Cerca del parque, en 2015, se encontraron dos balas de cañón durante unos trabajos agrícolas, probablemente disparadas por la artillería francesa.17​ Aunque mutilado parcialmente durante los siglos XVIII y XIX, cuando se transformó en una granja, el Castillo de Mirabello, antigua sede del capitán ducal del parque, sigue en pie hoy a poca distancia de Vernavola y conserva en su interior algunos elementos decorativos curiosos (chimeneas, frescos y vidrieras) aún no suficientemente restauradas y estudiadas, en estilo gótico tardío francés, añadidas a la estructura del período Sforza durante la primera dominación francesa del Ducado de Milán (1500-1513).


Castillo de Mirabello.

Unos dos kilómetros al norte, por la carretera Cantone Tre Miglia, se encuentra la masía Repentita, donde fue capturado Francisco I y, según la tradición, fue alojado. El conjunto aún conserva partes de la mampostería del siglo XV y una inscripción colocada en el muro exterior recuerda el acontecimiento.

En la cercana localidad de San Genesio ed Uniti en vía Porta Pescarina quedan algunos restos de la puerta del parque donde, en la noche del 23 al 24 de febrero de 1525, los imperiales hicieron las tres brechas que dieron inicio a la batalla. Menos evidentes son las huellas de la batalla de Pavía: las murallas de la ciudad, que defendían la ciudad durante el asedio, fueron sustituidas, a mediados del siglo XVI, por robustos baluartes, parcialmente conservados. En cambio, además del Castillo Visconti (donde se conserva la lápida de Eitel Friedrich III, Conde de Hohenzollern, capitán del Landsknechte), dos puertas de las murallas medievales: Porta Nuova19​ y Porta Calcinara. Las afueras del este de Pavía albergan algunos monasterios (casi todos ahora desconsagrados) que albergaron a los mercenarios suizos y alemanes de Francisco I, como el monasterio de Santi Spirito y Gallo, el de San Giacomo della Vernavola, el de San Pietro in Verzolo y la iglesia de San Lazzaro, mientras que en la occidental se encuentra la iglesia de San Lanfranco (donde se asentó Francisco I) y la basílica de Santissimo Salvatore. En la iglesia de San Teodoro hay un gran fresco que representa la ciudad durante el asedio de 1522, en él, con cierta riqueza de detalles, se representa Pavía y sus alrededores, tal y como debían ser en el momento de la batalla.



miércoles, 7 de junio de 2023

Carlos XII: Suecia en las campañas bálticas y sajonas (2/2)

Carlos XII: Suecia en las campañas bálticas y sajonas

Parte I || Parte II
Weapons and Warfare



 

La persecución planeada de Pedro el Grande dependía de haber sacado primero a Augusto de la guerra, y el hecho de no hacerlo alteró los planes. No había forma de que los suecos pudieran moverse contra los rusos con un ejército polaco-sajón completo en su retaguardia o flanco. Los suecos pasaron el resto del año asegurando Courland y la sueca Livonia. Los sajones abandonaron los fuertes de Kokenhausen y Kobron sin luchar, pero tuvieron que ser expulsados por la fuerza de Dünamunde. El principal ejército sueco tomó posiciones en Courland desde las que podía frustrar cualquier intento sajón de unirse a los rusos, y que también estaban ubicadas en el centro para la defensa de los territorios del norte. También fue un buen lugar para la recepción de refuerzos y suministros de Suecia.

Las relaciones suecas con las potencias marítimas se vieron agriadas por las sospechas inglesas, holandesas y prusianas de que la intención de Suecia era incorporar Curlandia a su imperio, a pesar de las garantías suecas de lo contrario. De hecho, tal paso estaba en el calendario sueco a largo plazo. Los suecos también lanzaron una expedición contra Arcángel en el Mar Blanco, pero fracasó y los suecos acusaron a los holandeses de revelar sus planes.

Ingenuamente, Carlos XII se vio envuelto en la complicada política y las disputas internas en Polonia. Hasta ahora, Carlos XII básicamente había luchado contra Augusto como elector de Sajonia, pero ahora que había retirado su ejército a Polonia, los suecos se encontraron con un problema. El cardenal Michael Stephan Radiejowki, primado de Polonia, escribió una carta a Carlos XII a petición de Augusto, advirtiendo al rey que no entrara en Polonia. También se recibieron cartas de polacos de opinión opuesta, principalmente de James Sobieski, que vivía exiliado en Silesia tras su fallido intento de obtener la corona polaca en 1697.

La idea del destronamiento de Augusto y su reemplazo por Sobieski se originó en la Cancillería sueca. El canciller se lo había planteado al rey en varias ocasiones. Por lo tanto, Carlos XII propuso que se les dijera a los polacos que si querían deshacerse de Augusto, Suecia ayudaría. Esto fue demasiado lejos para los diplomáticos que querían que los polacos resolvieran sus propios asuntos. Pidieron cautela al tratar con grupos polacos.

Para la campaña militar de Carlos XII contra Augusto y Pedro el Grande, era importante resolver este problema sin esperar la lenta vía diplomática. Por lo tanto, respondió a la carta del primado polaco saliendo abiertamente con su demanda de que los polacos destronasen a Augusto, prometiendo imprudentemente que no entraría en Polonia hasta que recibiera una respuesta. El rey no se dio cuenta, como admitió, de que Radiejowski haría pública la carta en preparación para la Dieta en diciembre de 1701.

A la larga, lo que había hecho Carlos XII no importaba mucho. Su dilema era que no podía emprender una campaña contra Rusia con un Augusto invicto en su retaguardia. Karl XII sintió que tenía las bendiciones de la cancillería, pero admitió que no debería haber puesto la demanda de destronamiento en papel.

La respuesta a la carta de julio de Carlos XII al primado polaco no llegó hasta mediados de octubre, y rechazó su sugerencia y advirtió contra cualquier invasión del territorio polaco. La guerra contra Sajonia se había convertido ahora también en una guerra contra Polonia, porque Augusto había buscado refugio en ese país y los polacos no estaban dispuestos a expulsarlo. Karl XII estaba furioso, pero era demasiado tarde para hacer algo al respecto y esta fue probablemente la razón del retraso de tres meses en la respuesta polaca.

Las fuerzas rusas también estaban entrando en acción contra el territorio sueco en el norte, destruyendo las esperanzas suecas de mantener la guerra lejos de sus provincias. El coronel (más tarde general) Anton von Schlippenbach se quedó para defender Livonia con 7.000 soldados. El mariscal de campo Boris Sheremetev libró una batalla indecisa con Schlippenbach cerca de Dorpat. Cada bando sufrió unas 1.000 bajas pero los rusos capturaron 350 suecos que fueron enviados a Moscú. Esto causó gran alegría en una ciudad acostumbrada a ser constantemente derrotada por los suecos.

Los rusos, bajo Sheremetev, administraron una severa derrota a Schlippenbach en Hummelsh seis meses después (18 de julio de 1702). Los suecos fueron virtualmente aniquilados: 2500 bajas de una fuerza total de 5000. Se capturaron 300 adicionales mientras que las pérdidas rusas se situaron en 800. La destrucción virtual del ejército de Schlippenbach dejó a Livonia abierta de par en par a los rusos, excepto por algunas guarniciones en las ciudades principales. El ejército de Sheremetev tenía rienda suelta en la provincia sueca. La caballería salvaje de Kalmuk y Cossack se movió a voluntad a través de Livonia arrasando el campo, quemando aldeas y tomando miles de prisioneros civiles.

Entre los cautivos había una campesina de 17 años llamada Martha Shavronska que no fue enviada a trabajar en las fortificaciones de Azov como los demás. En cambio, comenzó una asombrosa "carrera" como concubina, primero con Sheremetev, luego con Menshikov y finalmente con el mismo Pedro el Grande, quien se casó con ella en 1707 y la coronó como emperatriz Catalina I de Rusia.

Los rusos también tomaron el control del lago Ladoga y el lago Peipus al sur de Narva. Finalmente, capturaron el fuerte sueco de Nöteborg en el extremo sur del lago Ladoga, donde se conecta con el río Neva. El fuerte controlaba el comercio desde el Báltico hasta el interior de Rusia a través de una red de ríos. Nöteborg, con una pequeña guarnición de solo 450, fue capturada después de un asedio de 10 días el 22 de octubre de 1702 y rebautizada como Schlüsselburg. Se ocupó toda la longitud del río Neva hasta el golfo de Finlandia, y Pedro fundó una ciudad en la desembocadura de ese río llamada San Petersburgo.

A pesar de mantener la ventaja militar durante los siguientes cinco años y ganar todos los enfrentamientos, Karl XII no pudo lograr la victoria final. Se vio envuelto en las mismas guerras y maniobras políticas que sus predecesores. Cuando sus campañas se reducen a líneas en un mapa, parece una telaraña de maniobras. El hecho de que los suecos estuvieran sumidos en Polonia y Lituania fue como un regalo en bandeja de plata para los rusos. Le dio a Pedro el Grande siete preciosos años entre la derrota en Narva y la invasión sueca para reconstruir y fortalecer su ejército. También hizo todo lo posible para mantener a los suecos sumidos en generosos subsidios a las facciones opuestas a Carlos XII, llegando incluso a aliarse con Lituania en 1702.

Karl XII marchó sobre Varsovia en 1702 y la ocupó el 14 de mayo sin oposición. Luego marchó hacia el oeste en busca de Augusto, que finalmente había reaparecido para defender su corona. Los ejércitos se encontraron en la batalla de Klissow. Los suecos fueron superados en número casi dos a uno, y su ejército constaba de 8.000 infantes y 4.000 de caballería. Oponiéndose a ellos en posiciones fuertes difíciles de asaltar estaban 7.500 infantes sajones, 9.000 caballería sajona y 6.000 caballería polaca. Casi toda la artillería sueca estaba detrás luchando por el barro para mantenerse al día con el ejército. Solo había cuatro armas disponibles al comienzo de la batalla. Los sajones tenían 46 cañones.

Después de ver las posiciones sajonas, Karl XII cambió su despliegue de batalla al reducir el centro y la derecha para montar un envolvimiento arriesgado de la derecha sajona. El centro y la derecha suecos debilitados apenas pudieron repeler fuertes ataques mientras el envolvimiento estaba en progreso. Finalmente, los suecos cayeron sobre el flanco derecho sajón mientras el centro y la derecha avanzaban para inmovilizar a las tropas en su frente. Los sajones quedaron irremediablemente atrapados en una pinza y obligados a retroceder hacia los pantanos en su retaguardia. Cuando todo terminó, los suecos entraron en el campo enemigo. Habían perdido 300 muertos y unos 500 heridos. Los sajones tuvieron alrededor de 2000 muertos y 1000 capturados. Uno de los asesinados en el lado sueco fue el cuñado de Karl, Fredrik IV, duque de Holstein-Gottorp. Augusto escapó huyendo a través de los pantanos pantanosos.

El siguiente enfrentamiento sustancial con el ejército sajón se produjo un año después, en junio de 1703, en Pultusk. Después de una rápida marcha forzada, los suecos se abalanzaron sobre los sorprendidos sajones y dispersaron su ejército. Carlos XII decidió no perseguir, pero puso sitio a la cercana fortaleza de Thorn, que Augusto había guarnecido con 6.000 de su mejor infantería. Cuando Karl propuso asaltar la fortaleza con solo 600 hombres, sus oficiales protestaron. Se dice que en ese momento Carlos XII pronunció estas palabras: Donde están mis soldados, allí también estaré yo. En cuanto a Suecia, no sería una gran pérdida para ella, porque hasta ahora me ha sacado poco provecho. Lo persuadieron de no emprender el ataque imprudente y el ejército se estableció en un sitio de seis meses. Tuvo éxito al final y costó solo 50 bajas suecas. Además de la guarnición, el botín incluía 84 cañones y 1.000 soportes de armas. Los muros del fuerte fueron arrasados ​​y la ciudad tuvo que pagar una contribución de 60.000 riks-dólares. Al año siguiente, los suecos, mediante un excelente uso de su caballería, lograron otra victoria en Ponitz.

Karl XII todavía estaba empeñado en destruir a Augusto y su influencia en Polonia. Su campaña de pacificación continuó hasta capturar Cracovia y Poznan, y Ebling fue ocupada en 1704. En julio de ese año, Karl se encargó de que su candidato, Stanislaw Leszynski, fuera elegido rey de Polonia y Lituania.

Dado que Karl no tenía fuerzas suficientes para contrarrestar de manera efectiva a los rusos en el extremo norte, se les permitió eliminar las posesiones suecas una a la vez. Dorpat fue capturado en julio de 1705 y Narva al mes siguiente. Todos los habitantes suecos de Narva fueron masacrados por los rusos. Un ejército ruso al mando del general escocés George Ogilvie ocupó Curlandia en 1705 pero evitó cualquier enfrentamiento importante con Carlos XII. El rey sueco expulsó a los rusos de Lituania, pero se detuvo cuando llegó a Pinsk en julio de 1706.

La caballería sueca había demostrado ser un arma decisiva en varias batallas, y el mejor ejemplo es la Batalla de Fraustadt el 3 de febrero de 1706. En ese momento Carlos XII estaba sitiando la fortaleza de Grondo donde Ogilvie se había visto obligado a retirarse con todo su cuerpo de ejército. . Peter estaba decidido a retener a Grondo, de lo contrario, el camino hacia Rusia estaría abierto para los suecos. El zar ordenó a Ogilvie que se retirara de Grondo después de las noticias de Fraustadt. Después de arrojar todas sus armas al río, Ogilvie logró escapar de Grondo en dirección a Kiev a través de los pantanos de Pripet según lo ordenado.

El general Rehnskiöld se había quedado atrás para asegurar Polonia. El zar Pedro imploró a Augusto que hiciera un ataque de distracción en el oeste para aliviar la presión sobre Grondo. Para acomodar a su aliado, Augusto cruzó el Oder con 15.000 soldados mientras el general sajón Johann Matthias von Schulenburg con 20.000-30.000 hombres, compuestos por rusos y sajones, se acercaba desde el oeste simultáneamente. Augusto estaba tan seguro de la victoria que envió a su ministro a Berlín para solicitar que Prusia no proporcionara un refugio seguro para los suecos que escapaban.

El general Rehnskiöld tenía solo 8.000 hombres, en su mayoría caballería, por lo que tanto Augustus como Schulenburg lo superaban en número. No podía dejar que se unieran y decidió atacar a la fuerza más fuerte bajo Schulenburg. A pesar de ser superado en número por más de tres a uno, atacó a los sajones y rusos en posiciones fuertes, elegido deliberadamente para resistir a la temida caballería sueca al estar anclado en dos pueblos. Atacando a todo galope, los suecos pusieron en fuga a la caballería sajona. Luego presionaron el centro en un doble envolvimiento mientras la infantería sueca atacaba el centro. El resultado fue desastroso para los sajones. Del ejército combinado ruso-sajón de 30.000,50 el ochenta por ciento fueron asesinados o capturados. Los muertos se estimaron en 7.000-8.000. Los rusos que fueron capturados fueron masacrados,

Augusto no probó suerte contra los suecos y retiró su ejército. Karl XII quedó tan impresionado por la victoria de Rehnskiöld que inmediatamente lo ascendió a mariscal de campo.

Pedro el Grande estaba furioso y preocupado. Massie cita fragmentos de una carta que le escribió a su ministro de Relaciones Exteriores, Fedor Golovin:

Todo el ejército sajón ha sido derrotado por Rehnskjold y ha perdido toda su artillería. La traición y la cobardía de los sajones ahora son evidentes: ¡30.000 hombres derrotados por 8.000! La caballería, sin disparar un solo tiro, se dio a la fuga. Más de la mitad de la infantería, arrojando sus mosquetes, desaparecieron, dejando solos a nuestros hombres, de los cuales no creo que la mitad estén ahora vivos... Dando dinero [a Augusto] sólo nos hemos traído desgracias...

Después de las campañas de Blenheim y Ramillies (1704-1706), las potencias marítimas parecían tener la ventaja en la Guerra de Sucesión española y Carlos XII sintió que ya no serían sensibles a una invasión sueca de Sajonia. Las potencias marítimas también estaban preocupadas por la posibilidad de una alianza entre Sajonia y Prusia. Guillermo III envió a John Churchill, duque de Marlborough, a Berlín para disuadir al rey Federico I mediante amenazas, sobornos y promesas por igual para convencer al rey de prepararse para luchar contra Francia.

Carlos XII decidió atacar Sajonia y el ejército sueco cruzó la frontera hacia Silesia el 22 de agosto de 1706. Fueron recibidos como libertadores por los silesios protestantes. Cuando los suecos llegaron a la frontera con Sajonia, existía un estado de pánico en el electorado. Augustus y su familia huyeron en varias direcciones. El consejo de gobierno sajón, facultado para gobernar en ausencia de Augusto, resolvió no luchar. Estaban cansados ​​de la guerra después de perder 36.000 de sus tropas tratando de mantener a Augusto en el trono polaco. Las principales ciudades como Leipzig y Dresde fueron rápidamente ocupadas sin resistencia, y Karl XII dictó sus términos a los sajones en su cuartel general en el castillo de Altranstädt.

Los términos principales eran simples y los sajones los aceptaron en el Tratado de Altranstädt, firmado el 13 de octubre de 1706:

Abdicación total y permanente por parte de Augusto de su derecho a la corona polaca.

Reconocimiento de Augusto de Estanislao como rey de Polonia.

Sajonia a romper su alianza con Rusia.

Entregar a los suecos a todos los ciudadanos suecos al servicio de los sajones o prisioneros.

Sajonia para pagar todos los costos de la invernada del ejército sueco en Sajonia.

A los veinticuatro años, el rey sueco estaba en la cúspide de su carrera. En seis años de campañas continuas contra daneses, sajones, polacos y rusos, nunca había perdido una batalla y su reputación en Europa nunca había sido tan alta. Pero también pasó seis años que resultaron preciosos para Rusia. Karl XII ahora se estableció para el invierno mientras contemplaba sus próximos movimientos.

CARLO XII EN SAJONIA

Carlos XII y su ejército pasaron el invierno de 1706-1707 y gran parte del año siguiente en un merecido descanso en Sajonia a expensas de su antiguo enemigo. En una serie ininterrumpida de victorias, Carlos XII había eliminado a dos de los tres enemigos enfrentados a Suecia en la Gran Guerra Nórdica: Dinamarca y Sajonia. Sin embargo, Rusia aún permanecía, y el rey sueco estaba decidido a tratar con ese poder a continuación. Los suecos tampoco se quedaron de brazos cruzados en Sajonia. Perforaban constantemente y llegaban refuerzos en preparación para la próxima campaña.

Vale la pena mencionar dos eventos durante la estancia de Carlos XII en Sajonia. La aparición del ejército sueco en el corazón de Alemania envió temblores como terremotos a través de Europa. Durante el invierno de 1706-1707, numerosos emisarios llegaron a Sajonia tratando de adivinar las intenciones de Carlos XII ahora que se encontraba a solo unos 300 kilómetros del Rin. Luis XIV propuso una alianza que inclinaría la balanza europea a su favor. Los dos países luego dividirían los estados alemanes entre ellos. Silesia rogó a los suecos que se quedaran y los defendieran contra el Imperio. Karl llegó incluso a amenazar con marchar sobre Viena si no se concedía libertad religiosa a los luteranos de Silesia. Voltaire informa que se alega que el emperador José le comentó a un representante del Papa que estaba enojado por la desfachatez del rey sueco: Puede sentirse feliz de que el rey de Suecia no propusiera convertirme en luterano; porque si lo hubiera hecho, no sé lo que podría haber hecho.

El emisario más famoso fue John Churchill, duque de Marlborough (1650-1722). Las potencias marítimas estaban ansiosas de que Carlos XII no se alineara con Francia y, a juzgar por las instrucciones que Marlborough había recibido antes de emprender su misión, para evitar tal eventualidad, estaban dispuestas a llegar lejos.

La reunión de dos días entre los dos generales más exitosos de la época dice mucho sobre la diferencia en sus personalidades. Marlborough, comandante en jefe de las fuerzas británicas, se presentó espléndidamente ataviado. Karl XII apareció con el mismo abrigo azul que siempre usaba.

Karl XII le dijo a Marlborough que estaba muy ocupado tratando con Rusia, una guerra que esperaba que durara dos años. No tenía ningún deseo de ser el árbitro de Europa. Parece que Marlborough acordó apoyar a Suecia con respecto a sus problemas tanto con Dinamarca como con el Imperio, reconocer a Stanislaw como rey de Polonia y garantizar el Tratado de Altrastädt. Marlborough, un diplomático experimentado además de general, tuvo cuidado de no plasmar sus promesas en el papel, lo que le otorgaba cierta negación en lo que respecta a sus garantías sobre Stanislaw y Altrastädt, elementos que no sentarían bien a sus aliados, especialmente a los holandeses. Su misión se consideró un éxito ya que él mismo se había asegurado, después de conversaciones con Carlos XII y algunos de sus oficiales, y echando un vistazo a un mapa que el rey sueco había dejado intencionalmente o sin darse cuenta en su escritorio, que los suecos estarían ocupados con los rusos durante los próximos dos años y no tenían intención de involucrarse en asuntos en el oeste. Karl XII había pedido que se proporcionara un documento que detallara lo que se había acordado. Tal documento fue entregado al rey después de haber dejado Sajonia.

La alarma en el oeste se calmó un poco, pero no totalmente. Si los suecos obtenían la victoria rápidamente, como se esperaba, no había nada que les impidiera girar hacia el oeste y dictar condiciones a ambos bandos.

NEGOCIACIONES

El hecho de que Pedro el Grande se preocupara cuando se convenció de que Carlos XII invadiría Rusia y de que se le dejaría enfrentarlo solo se ilustra mejor con su febril búsqueda de aliados y la masiva ofensiva de paz que lanzó. Como la mayoría de los relatos de la ofensiva de paz difieren en cierta medida.

La oferta de paz de Peter finalmente incluyó el regreso de Dorpat, Livonia y Estonia con la excepción de que quería conservar Schlusselburg, el valle del río Neva, San Petersburgo, Narva y Reval. Esto era totalmente inaceptable para Carlos XII. Si bien algunos miembros del Riksdag y la administración de Estocolmo instaron a aceptar como lo habían hecho con respecto a las ofertas de paz anteriores de Augusto, el rey se negó cortésmente. Lo vio solo como "patear la lata por el camino", no como la solución permanente que estaba buscando.

En su ofensiva de paz, el zar ruso se acercó a ambos bandos de la Guerra de Sucesión Española, primero a las potencias marítimas y al Imperio. Prometió proporcionar 30.000 soldados para su lucha contra Francia si podían convencer a Suecia de que aceptara su oferta de paz. Los holandeses no respondieron a su solicitud y, acto seguido, se acercó a Dinamarca y Prusia. El intento de involucrar a estos países fracasó. Luego se acercó a Francia, prometiendo proporcionar tropas para usar contra el Imperio, los Países Bajos e Inglaterra si podían mediar en la paz. Luis XIV aceptó, pero su oferta de mediación fue cortésmente rechazada por el rey sueco, quien afirmó que no se podía confiar en que los rusos cumplieran sus promesas.

El intento final de Peter, que había comenzado antes de 1707, fue buscar la ayuda de Inglaterra. Con este propósito, estaba dispuesto a dar grandes sobornos a Marlborough y otros, aunque, debido a su enorme riqueza, se mostraba escéptico de que Marlborough aceptara un soborno. No obstante, el duque inglés hizo arreglos para que el emisario ruso viajara a Londres y se reuniera con la reina Ana. La reina le dijo a la rusa que, siempre que sus aliados actuales, Holanda y el Imperio, estuvieran de acuerdo, estaba preparada para hacer una alianza con Rusia a través de convertirse en miembro de la Gran Alianza. Marlborough mantuvo vivas las esperanzas rusas prometiendo usar su influencia con los holandeses. Esto fue al mismo tiempo que Marlborough tuvo su reunión de dos días con el rey sueco e hizo las promesas mencionadas anteriormente en este capítulo.

La duplicidad inglesa fue aún más lejos según Massie. Un embajador general ruso en Europa, Heinrich von Huyssen, afirmó que se estaba considerando un enfoque diferente para Marlborough. El duque había dicho que estaría dispuesto a organizar la ayuda inglesa para Rusia a cambio de una importante donación rusa de dinero y tierras para él personalmente. Peter, cuando se le informó, dijo que Marlborough podría tener cualquiera de los tres feudos y 50.000 ducados por año de por vida. No salió nada de esta oferta.

El zar Pedro también buscó el apoyo del Imperio para un nuevo candidato al trono polaco. Sus candidatos sugeridos incluyeron a James Sobieski, el hijo del ex rey, Eugène de Saboya, y finalmente a Francis Rakoczy. Sobieski declinó y el emperador, temeroso de ofender a Carlos XII, puso como excusa que Eugène se estaba preparando para otra campaña y por lo tanto no estaba disponible. Rakoczy aceptó, pero solo con la condición de que la Dieta polaca hiciera una solicitud por él.

Los principales subordinados de Carlos XII habían asumido que el ejército sueco se dirigiría hacia el norte para recuperar los territorios tomados por los rusos. Cuando se enteraron de la verdadera intención del rey, Bain informa que todos se opusieron excepto el mariscal de campo Rehnskiöld.

El ejército sueco estaba listo para su mayor prueba a mediados de agosto de 1707. A última hora de la tarde del 27 de agosto de 1707, el propio Carlos XII salió de Altrastädt para alcanzar a su ejército principal que ya había partido. Acompañado por solo siete oficiales, se desvió y cabalgó hasta Dresde, la capital enemiga, para hacer una visita sorpresa a su primo Augusto. Se logró la sorpresa; el rey sueco encontró a su pariente en bata. Rápidamente se vistieron con algo más apropiado y los dos parientes se abrazaron antes de dar un paseo por el Elba. Ahora que Augustus había sido castigado, Karl no albergaba malos sentimientos. También visitó a su tía, la madre de Augusto. Era la última vez que vería a cualquiera de los dos.

La incursión del rey en la capital enemiga prácticamente en solitario provocó en sus subordinados una sensación de alarma ante su temeridad. Le dijeron al rey que estaban listos para sitiar Dresde si lo habían hecho prisionero. Al día siguiente, Augusto celebró una reunión de consejo no programada en Dresde. Esto llevó al barón Henning von Stralenheim, un diplomático sueco en el campo con el rey, a comentarle a Carlos XII: Verá, están deliberando sobre lo que deberían haber hecho ayer. No sabemos qué hizo que el rey se desviara hacia Dresde; parece haber sido un impulso repentino de ver a sus familiares.

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