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sábado, 31 de mayo de 2025

Patagonia: Los fusilamientos de Varela que reestablecieron el orden y progreso en la región

Patagonia trágica, 1921. El coronel Varela condujo la brutal represión en Santa Cruz, labor festejada por la Liga Patriótica y los ingleses.

La Voz de Chubut





El coronel Varela del Ejército Argentino

Actor de los polémicos sucesos de los años 20, traducidos en controvertidas obras como La Patagonia rebelde o Los vengadores de la Patagonia. El detonante que provocó el levantamiento masivo de peones rurales principalmente en el territorio de Santa Cruz fueron los paupérrimos salarios que percibían y la ola socialista-anarquista que fue ingresando por Buenos Aires desde Europa.

Como contrapartida estaban los intereses de estancieros británicos, dueños de la mayoría de los campos sureños e influyentes en la economía y en la política porteña.

Para soliviantar a los peones apareció en escena el chileno Antonio Soto, quien llegó a Río Gallegos con una compañía de teatro en 1919. Allí conoció al abogado José María Borrero que dirigía el periódico La Verdad.


Antonio Soto, en 1920

Soto cambió el teatro por la política trabajando como estibador y fue elegido secretario general de la Unión Obrera, exhortando a sus seguidores a abandonar el trabajo y presionando a los comerciantes para levantar el boicot. Atacaron las estancias saqueándolas y poco pudo hacer la policía para detenerlos.

El 28/01/1921, el Regimiento de Caballería del Ejército Argentino zarpó de Buenos Aires con la orden de pacificar el territorio, a cargo del oficial Héctor B. Varela, un militar de ilimitado patriotismo, estudioso de la disciplina prusiana, que quería que sus hombres se comportaran como tales.

Al principio, Varela contrarió a los terratenientes extranjeros, porque su programa de pacificación consistía en indultar a todos los huelguistas que entregaran las armas. Pero cuando Soto proclamó la victoria total sobre la propiedad privada, el ejército y el Estado, Varela se sintió ridiculizado y reaccionó con la mayor dureza.

Ese invierno, los huelguistas cometieron vejaciones a lo largo de toda la costa con Soto al frente. En su segunda campaña empezaron a tomar rehenes en las estancias, elucubrando Soto una revolución que se extendería al resto del país. Borrero desertó pagado por los estancieros Braun y Menéndez.

El presidente Yrigoyen autorizó a Varela a utilizar “medidas extremas” para doblegar a los huelguistas. Desembarcó en Punta Loyola el 11/11/1921. Ambos grupos extremistas y exacerbados se enfrentaron con consecuencias que debieron ser previsibles para los políticos de entonces. Los huelguistas se dispersaron sin combatir, mientras el ejército difundía comunicados sobre enfrentamientos armados y arsenales capturados. En cinco oportunidades, los soldados lograron que los huelguistas capitularan, tras la promesa de respetarles la vida. En todas, los fusilamientos comenzaron después. Centenares de hombres cayeron en las tumbas cavadas por ellos mismos o los acribillaban y apilaban los cadáveres sobre hogueras alimentadas por arbustos “mata negra”.

El ensueño de Soto terminó en la estancia La Anita, establecimiento de los Menéndez, cuando sus hombres comenzaron a fugarse al acercarse el ejército.


Última foto de Facón Grande, horas antes de ser fusilado por Varela

El 07/12/1921, Varela envió a uno de sus hombres con la propuesta de rendición incondicional y que se respetarían las vidas. Aquella noche, Soto y algunos de los cabecillas escaparon a Puerto Natales. Los chilotes esperaron a los soldados creyendo que los expulsarían a Chile, pero la orden de Varela fue igual a las anteriores. De los 300 hombres que se rindieron, algunos se salvaron por ser mano de obra calificada. Los demás, unos 120, murieron allí.

El resultado regocijó a la comunidad inglesa. El coronel Varela, sobre el que habían recaído sospechas de cobardía, se había redimido con creces. El Magellan Times alabó su “espléndido coraje, en virtud del cual había circulado por la línea de fuego como quien participa en una parada militar (…) Los habitantes de la Patagonia deberían sacarse el sombrero ante el 10 de Caballería, ante esos valerosos caballeros”.

La gente resentida tomó este acto mostrando la hilacha marxista. Siempre se recuerda, según el escrito comunista de origen alemán, Oswald Bayer, que durante un banquete, que se celebró en Río Gallegos con miembros de la Liga Patriótica Argentina, los veinte británicos presentes, poco versados en la lengua castellana, rompieron a cantar: For he’s a jolly good fellow (Porque es un buen compañero), ante el estupor del patriota Varela. A su regreso, este oficial se encontró con leyendas de anarquistas terroristas que rezaban: “Muera el caníbal del Sur”.

El Congreso estaba conmocionado porque la orden de represión fue dada por el propio Yrigoyen, y porque Varela había cometido el error de matar a un funcionario socialista. Entonces se lo designó como director de una escuela de caballería para que se calmaran los ánimos. El 27/01/1923, Kurt Wilkens, un anarquista tolstoiano, mató cobardemente a tiros al coronel Varela en las calles de Buenos Aires luego de haberlo dejado inhabilitado con una granada. Un mes más tarde, el 26 de febrero, Wilkens fue ajusticiado a su vez en la Cárcel de Encausados por su guardián. Antonio Soto murió impune de trombosis cerebral el 11/05/1963 y Borrero en 1930 en Santiago del Estero.


viernes, 25 de abril de 2025

Patagonia: "La colonia Rouquaud"

Primera industria en el territorio de Santa Cruz

"La colonia Rouquaud"






Ernest Rouquaud Keenton (1822-1907) fue un comerciante, colono y colonizador francés de la Patagonia Argentina.
Nació en Montgiscard , Francia, el 22 de febrero de 1822. Hijo de Jacques Rouquaud y Julia Keenton,.
Había llegado al Río de la Plata en 1841, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas .
Ernest Rouquaud contrajo matrimonio el 2 de agosto de 1843 en la Catedral de Buenos Aires con María Luisa Périchon, con quien tuvo 5 hijos Ernesto. Eloísa. Pablo. Luisa y Julia.
Rouquaud fue dueño de un establecimiento industrial ubicado en las afueras de Avellaneda (Provincia de Buenos Aires) donde procesaba productos pecuarios.



Rouquaud conoció a don Luis Piedra Buena, quien le habló con entusiasmo de los mares ignotos y las tierras inexploradas de la Patagonia. Rouquaud se convenció que allá en el sur lo esperaba una gran oportunidad; la posibilidad de colonizar tierras y hacer una gran fortuna.
En 1871 obtuvo la concesión del gobierno argentino para fundar una colonia en el Territorio de Santa Cruz para la explotación de un fábrica e industrializar el pescado mediante el salado y la obtención de aceite y harina de pescado. Con este asentamiento también contribuía a ejercer los derechos de soberanía en este desprotegido suelo argentino.
“Hay que recordar que por esa época el actual territorio santacruceño era parte de las controversias de límites entre Chile y la Argentina. Chile había fundado primero Fuerte Bulnes y de allí nació luego Punta Arenas. Con este dominio magallánico Chile penetraba hacia el norte y pretendía, por lo menos, soberanía hasta el río Santa Cruz. La Argentina había descuidado su presencia en el actual territorio patagónico, y esta ausencia se profundizó con la Guerra del Paraguay. Sólo Piedra Buena, con sus viajes y salvatajes, y sobre todo con su instalación en la isla Pavón a partir de 1859, dieron a la Argentina algo más que su dominio teórico sobre la región. A pesar de la urgencia de una efectiva toma de posesión de la Patagonia por parte de la Argentina, la solicitud de una extensa concesión de tierras por parte de Rouquaud, “para poblar con colonias agrícolas e industriales dos zonas de terreno, una en la margen derecha y otra sobre la margen izquierda del río Santa Cruz, que se denominaría Colonia de Nueve de Julio y Colonia de Once de Septiembre”, tuvo un trámite lento y engorroso.
La autorización fue concedida en julio de 1871, pero con limitaciones, ya que la concesión competía con las gestiones de otro francés, Leonardo Crozat de Sempére, quien, aparentemente, no tenía el mismo espíritu colono de Rouquaud, sino que pretendía el aval del gobierno argentino para luego negociar esos papeles en el extranjero. A pesar de todas las trabas –incluyendo una primera nota diplomática de Chile señalando que no iba a tolerar instalación de colonos al sur del río Santa Cruz”.
En 1872, el presidente Domingo Faustino Sarmiento otorgó a Ernest Rouquaud la concesión en el Territorio de Santa Cruz . Aspiraba a colonizar y explotar los recursos marinos del sur argentino.
El 22 de enero de ese año zarpó de Buenos Aires el barco "Roebuck", de novecientas toneladas, hacia la Patagonia. Trayendo consigo parte de la familia Rouquaud a Ernesto Rouquaud hijo y sus hermanas Eloísa de 26 años y Luisa de 16. Los artesanos eran un albañil, dos carpinteros un tonelero y veinte operarios.  materiales de construcción, maquinas, útiles, víveres, ropas, armas y municiones para la caza que proveería de carne fresca de guanaco y avestruz.



La expedición llega a destino a comienzo de febrero anclando en la zona “DEL MORRO WEDELL” eligiendo al cañadón denominado “De los Misioneros” (nombre dado por el comandante Luis Piedra Buena por el intento de evangelización de los catequistas “Schmidt y Hunziker” en 1862) por disponer de agua dulce y potable, ofrecer abrigo en tierra como también a las embarcaciones.
Una vez realizada la descarga, ubicados en tierra con techos, estufas, dormitorios y los pasajeros ya dispuesto a producir, el barco regresa nuevamente a Buenos Aires.  
Las instalaciones en el lugar quedaron así: “casa principal, casillas, galpón industrial, depósito de víveres y materiales” a cien metros de la playa en la parte llana donde después se realizaron de ladrillos. Para instalar una pesquería y otros establecimientos industriales afines, como la fabricación de aceite de pescado y saladero. A los cinco meses la factoría ya estaba instalada y Roquaud se apuró a enviar al lugar varias familias de pescadores.
El 13 de septiembre de ese mismo año, zarpaba el último de los barcos contratados, el “Etincelle”. En él don Ernesto embarcó lo que quedaba de su familia: su esposa Luisa Perichón, su hija Julia y ocho criaturas. Se llevaron todos los muebles, alfombras, cortinados, un violoncelo, dos pianos y servidumbre como para una casa de quince habitaciones. Las bodegas del Etincelle contenían además ochenta barriles de azúcar, algunos caballos, cabras y diversas aves domésticas. La quimera estaba en marcha, ya no había vuelta atrás.
Posteriormente el Congreso Nacional favoreció con la concesión definitiva de estas tierras a Crozat de Sempére en lugar de a Rouquaud. No obstante, se produjo un entendimiento y Sempére transfiere a Rouquaud “cinco mil varas de frente sobre el río Santa Cruz”, donde ya se encuentra instalada la factoría con unas “sesenta personas”.
La colonia Rouquaud se desarrolló en el paraje elegido, de espaldas al cerro y mirando a la playa del río Santa Cruz.
Los contratiempos, se fueron sucediendo. La pesca no rendía, el río tormentoso se llevaba redes, botes y el viento hacía muy difícil la tarea. Como una maldición uno de los hijos, Pablo al querer retener a nado uno de los botes que se soltó de su amarra,perece ahogado en una noche trágica.
Llegaron las visitas eran tehuelches dispuestos al trueque, pero su primera visita se transformó en la última. Rouquaud no tenían experiencia habían llevado solamente azúcar para negociar con los indígenas y no aguardiente que era lo que fundamentalmente buscaban.
Posteriormente, la presión chilena, en la zona con naves de ese país, las amenazas del gobernador de Punta Arenas. Rouquaud se propuso obtener la efectiva protección de la autoridad nacional y logró entrevistarse con el entonces presidente Domingo F. Sarmiento, quien le prometió la presencia del buque estación “Brown”. Una mañana llegó por fin a la colonia una nave. No era el “Brown”, sino algo más módico, la goleta “Chubut”.
Con esta nave desaliñada llegaron el comandante Lawrence y los subtenientes Palacios y Feilberg, de la marina argentina. Los marinos tenían como instrucción instalar allí una Capitanía de Puerto, y así lo hicieron. Esta Capitanía funcionó primero por tres meses, ya que la Chubut debió partir hacia Carmen de Patagones para traer nuevos víveres.



Posteriormente fondeó en la zona una goleta inglesa, la “Tucutayú”, que Rouquaud aprovechó para viajar a las Islas Malvinas para trocar pieles, plumas y dinero por ganado vacuno. Los novillos llegaron a la colonia, pero como no se cercó el cañadón, el ganado se volvió bagual.
A fines de julio de 1873 llegó la cañonera chilena “Covadonga”, “enemiga” en los papeles pero que entabló por varios días civilizadas relaciones con la familia Rouquaud e incluso el médico de la nave chilena atendió a doña Luisa Perichón de Rouquaud al sufrir un aneurisma y la cuidó solícitamente durante los días de su agonía hasta su irremediable final. Los más de cien hombres del “Covadonga” incluso hicieron de respetuoso séquito en el entierro antes de marcharse con rumbo a Punta Arenas. Se supone que los restos de la esposa y el hijo de Rouquaud descansan en el cementerio del lugar, donde se encuentran todavía lapidas y cruces, el mismo está ubicado al oeste de la chacra Monserrat.
A principios de octubre regresó la “Chubut” y se restableció la Capitanía.
En noviembre llegó la corbeta chilena “Abtaoo”, quien traía el “encargo” del gobernador de Punta Arenas de ofrecer a los Rouquard “casa, servicio, cuanto pueda necesitar su familia”. Caridad interesada, como se dice, que patrióticamente fue rechazada.
Después de la visita de la “Covadonga” y la “Abatoo”. Chile finalmente envió a la zona a la corbeta “Chacabuco”, buque de la armada provisto de tropas de desembarco. Se daban las condiciones para un conflicto grave entre los dos países.
Al fondear la corbeta chilena, la goleta “Chubut” levantó anclas y remontó el curso del río hacia el reparo de la isla Pavón.
El comandante Lawrence no lo hizo por cobardía, sino que “no quería que los chilenos conocieran la miseria de la goleta y su tripulación desprovista de víveres y de uniformes y sin oficiales a bordo”, según declaró.
Con la “Chacabuco” se instaló otra Capitanía, pero de muy distinto color. Hay que remarcar esto. En la década de 1870 tanto Chile como Argentina tenían una Capitanía, un destacamento oficial, sobre el Río Santa Cruz. Ante el cariz de los acontecimientos, Ernesto Rouquaud aparentó quedar al margen de la inminente contienda argentino-chilena, e hizo en la colonia bandera ¡francesa!.
Sucesivas incursiones de naves chilenas le hicieron comprender a don Ernesto que la vida en la colonia se hacía imposible, por lo que decidió emprender viaje a Santiago. Una vez en la capital chilena, se entrevistó con el representante de la Argentina en Chile, el señor Félix Frías, quien le aconsejó ponerse en contacto con las autoridades chilenas. Estas le propusieron que si abandonaba la colonia le pagarían 90.000 "patacones", suma que habían evaluado las construcciones. Se le aseguraba que, una vez resuelta la cuestión de límites, si el territorio se le adjudicaba a nuestro país, el gobierno chileno le transferiría las mejoras en forma gratuita. Consideró la proposición conveniente y dispuso consultar al señor Frías antes de contestar. Este se negó en forma rotunda diciendo, no nos conviene, una vez en dominio de la colonia será muy difícil desalojarlos. Los trámites siguieron sin prosperar, solamente con promesas que nunca se cumplieron por parte de ambos países. Decepcionado se embarcó para Punta Arena, donde llegó en el otoño de 1874.
Sólo le restaba ahora a los Rouquaud abandonar la colonia, en donde quedaban quince personas que fueron embarcadas en la nave "Chacabuco" rumbo a Buenos Aires. El hijo mayor Ernesto se quedó para organizar el traslado de todo lo útil que quedaba y trasladarlo a Patagones, con el barco "Pascuales Cuartino". Con el cual se hizo a la mar. Nunca se supo más de ese viaje ni sus tripulantes. Una versión afirma que la nave, años después, fue advertida en Montevideo con algunas modificaciones, pero jamás pudo averiguarse lo ocurrido en aquel viaje del año 1874.
En Buenos Aires, el señor Rouquaud, pobre y desengañado, sólo le quedaban energías para tratar de concretar una reparación, cosa que nunca logró.
Falleció en Buenos Aires el 10 de mayo de 1907 a los 85 años.
En 1912, sus descendientes presentaron una demanda contra la Nación, que no prosperó por haber prescriptos los derechos.
Aquí termina la historia de uno de los tantos soñadores que se aventuraron a internarse en los entonces lejanos y desconocidos territorios y que, a pesar de correr distintas suertes, todos sirvieron en alguna medida para afianzar la soberanía en nuestra querida Patagonia.


Datos extraídos libros:

  • Puerto Santa Cruz Un Pueblo Histórico – Adolfo Carlos Oroz (1916 – 2014).
  • Historia de Santa Cruz – Juan Hilarión Lenzi (1898 – 1970).
  • Aporte fotografías históricas - Carlos Carrizo

viernes, 28 de junio de 2024

Genealogía: La familia Bullrich

La familia Bullrich






Pocos saben que el apellido Bullrich, además de ser uno de las familias más aristocráticas argentinas, es de origen alemán.
Este apellido tan común de escuchar hoy día en estas pampas se remonta hacia el año 1803, cerca de Hannover nace August Bullrich. Era hijo de August Sigmund Bullrich y Frederike Reichel. Viajó al Brasil en tiempos de la guerra con la Provincias Unidas del Río de la Plata, dónde se incorporó al ejército como sargento, siendo tomado prisionero en la batalla de Ituzaingó y conducido a Buenos Aires, donde se radicó, estableciendo un almacén de productos importados. Este se encontraba en la actual esquina de Florida y Bartolomé Mitre, que adquirió en 1835. En marzo de 1842, junto con el alemán Karl Ziegler, también almacenero, estableció una fábrica de cerveza en la entonces plaza del Retiro, en una casa arrendada perteneciente a la familia Azcuénaga. Ambos hicieron grandes reformas en la propiedad que se encontraba en estado de destrucción y luego le vendieron a los señores Adam Fogel y Schmitz la fábrica de cerveza, transfiriéndole todos los derechos del contrato. Esta pequeña fábrica fue la primera en vender cerveza en envases de vidrio y otros de barro, además de tener un complejo sistema de refrigeración para que siempre se venda fresca.
 

Se casó con Baldomera María Rejas, con quien tuvo diez hijos, entre ellos Adolfo Bullrich, que fuera Intendente de la Ciudad de Buenos Aires. Murió en Buenos Aires el 22 de marzo de 1882.
En la imagen vemos a su hijo, Adolfo Bullrich, quien fuera intendente de la ciudad entre 1898 y 1902. A la edad de 8 años su padre August lo envía a estudiar a Alemania y a su regreso comenzó una exitosa carrera como abogado y comerciante. Fue fundador en 1867 de la casa de remates Adolfo Bullrich y Cía, en donde hoy se encuentra el Shopping Patio Bullrich.

Por: Guillermo Walter  - Alemanes y Descendientes en Argentina

domingo, 9 de junio de 2024

Conquista del desierto: La masacre xenófoba de Tandil de 1872

La masacre de Tandil de 1872



El 1 de enero de 1872, tuvo lugar en Tandil uno de los actos xenofóbicos y una de las matanzas más grandes en la historia argentina, en la cual un grupo de gauchos de la zona, inspirados por el curandero Tata Dios, asesinó a 36 inmigrantes que residían en la localidad



Gerónimo G. Solané, mejor conocido como Tata Dios, era un gaucho de origen chileno (aunque es discutido el lugar de su nacimiento) que llegó a Tandil en 1871, presentándose a si mismo como sanador y profeta. Solané había pasado por las localidades de Santa Fe, Rosario y otras ciudades ganándose la vida como curandero y predicador. Aseguraba que era un "enviado de Dios". Lo habían echado de varios pueblos y había estado preso por practicar la brujería y la medicina ilegal.




En 1870 Solané había estado presó en Azul por ejercer ilegalmente la medicina pero fue liberado al poco tiempo. En octubre de 1871, Solané fue llevado a Tandil por el estanciero Ramón Rufo Gómez, para curar a su esposa María Rufina Pérez, que padecía de fuertes dolores de cabeza.



Solané logró curarla y agradecido por la ayuda del gaucho brujo, Gómez le permitió que se asentara en el puesto La Rufina​ de su estancia La Argentina, cerca del pueblo de Tandil. La recuperación de Rufina Pérez fue furor. La figura de Solané empezó a convocar a pacientes maltrechos, familiares preocupados y curiosos. Su rancho terminó siendo una suerte de clínica. Estaban los que acudían para las curaciones y los otros, los que se sentían atraídos con su prédica, quienes incluso acampaban en los alrededores de su vivienda. Tata Dios comenzó a realizar curaciones en los enfermos y a proclamar que él había venido a salvar a la humanidad, y que el fin de los tiempos se acercaban.




Sólo él podría resguardar el alma de aquellos que estuviesen dispuestos a seguirlo. El primero en acudir a su llamado, fue Jacinto Pérez, que con el tiempo se hizo llamar “San Jacinto El Adivino”, otro era Cruz Gutiérrez, al que llamaban "El Mesías". Al poco tiempo Pérez y Cruz Gutiérrez (su nombre real era Crescencio Montiel) se convertirían en las personas más allegadas.



Los archivos describen a "Tata Dios" como un hombre de unos 40 años, moreno, de cara simpática, pensativo y de poco hablar. Se sabe también que era analfabeto. En Tandil vivía con lo justo, en dos habitaciones con nada de lujo ni decoración, apenas una imagen de la Virgen María.



Tata Dios comenzó a ganar adeptos entre los paisanos del lugar, y se había ganado fama de manosanta. Muchos de estos se sintieron atraídos por su prédica. Escuchaban al curandero despotricar contra los extranjeros y los masones: “Vienen a robarnos la tierra y el trabajo”, decía. También los hacía responsables por la epidemia de fiebre amarilla, que se había desatado a comienzos de ese año. De esta forma, los extranjeros de la zona se habían convertido en el principal blanco del grupo de criminales, o los "apóstoles", que seguían al "Tata Dios". El Tata Dios sostenía que "los extranjeros son la causa de todo mal y por lo tanto hay que exterminarlos", por lo tanto el grupo consiguió armas, que se distribuyeron entre sus apóstoles y otros asociados.




En aquellos años se habían radicado en Tandil una importante cantidad de inmigrantes y existía cierto clima de tensión entre estos y los ciudadanos criollos. Los principales grupos de extranjeros eran los vascos (españoles y franceses), los italianos, los españoles y los daneses.





El propio Solané había anticipado, basándose en su "don de adivino", que el 1 de enero correría sangre. Su mano derecha, Jacinto Pérez le contó a los criollos que Solané profetizó que Tandil sufriría un gran huracán que arrasaría al pueblo, en la que muchos morirían ahogados, y que los sobrevivientes y los que viniesen de otros lugares se ocuparían de exterminar a los extranjeros y a los masones. Y que el cielo castigaría a quien no participase de esta suerte de guerra santa.



Dijo que nacería un nuevo pueblo al pie de la Piedra Movediza, lleno de felicidad y solo para los argentinos. Las almas de quienes participaran, y las de sus familias, serían salvadas y vivirían por siempre en un nuevo reino de justicia y paz. Pero que para poder logar esta nueva vida sólo tenían que deshacerse de todos los gringos (inmigrantes italianos y daneses), vascos y masones, culpables de la desgracias de los criollos.



El 31 de diciembre de 1871 Jacinto Pérez juntó alrededor de 50 personas. Dijo actuar en nombre de Solané, y acusó a gringos, vascos y masones de encarnar el mal, y dijo que la solución era matarlos. Luego de su arenga, Pérez repartió entre los asistentes divisas punzó como distintivos, y alguna armas, pocas por cierto: una que otra pistola algún recortado, cuchillos y lanzas improvisadas con tacuaras y medias tijeras de esquilar cuchillos y bayonetas. Les prometió además invulnerabilidad, como actuaban en nombre de Dios nada podría sucederles y las divisas punzó los defendería de las balas.




Pocas horas después, ya finalizada las celebraciones de Año Nuevo, partieron hacia el pueblo. A las 3:30 de la madrugada​ del 1 de enero de 1872, los gauchos entraron en Tandil e ingresaron al Juzgado de Paz local, donde solo pudieron robar sables y liberar al único preso que estaba allí, un indio, que se sumó de inmediato al grupo. Al grito de "¡Viva la Patria", "¡Viva la Confederación Argentina!", ¡Viva la Religión!", ¡Mueran los gringos y los masones!" y "¡Maten, siendo gringos y vascos!", se dirigieron corriendo a la plaza central del pueblo donde se encontraba la multitud.




Allí rodearon a Santiago Imberti, un italiano que regresaba con su organito de alegrar la noche del nuevo año, y y le rompieron la cabeza con un palo. ​Cruzaron al galope los campos aledaños para matar a los "gringos" argumentando que atacaban a la Patria y a la Iglesia. Luego, tomaron el camino hacia el norte del pueblo. En las afueras se toparon con la tropa de carretas de Esteban Vidart y Domingo Lassalle, que acampaban a orillas del arroyo Tandil. En las carretas se encontraban vascos que descansaban. Los carreteros vascos fueron ultimados a lanza y cuchilla, y luego degollados, solo uno de los 9 que allí estaban, Esteban Castellanos de 31 años, logró salvarse escondiéndose entre los cueros.




Minutos despúes, llegaron a la tienda de Vicente Leanes, un vasco de 20 años de edad. Fue vano su intento de cerrar la puerta. Luego de derribarla, lo asesinaron de un disparo y la misma suerte corrió Juan Zanchi, un empleado italiano que trabajaba en su negocio. Después ingresaron en la estancia de un vecino llamado Enrique Thompson, de origen británico. En la misma estancia había un almacén atendido por una pareja de escoceses recién casados llamados Guillermo Gibson Smith y Elena Watt Brown, quienes fueron asesinados y degollados.



Misma suerte corrió Guillermo Stirling, otro empleado del lugar. También asesinaron a otro empleado y a toda la peonada de la estancia, y terminaron por saquear el lugar. La turba, que portaba lanzas y facones, repetía: "¡Mueran los extranjeros y los masones!".



La matanza y los saqueos en cada una de las propiedades no parecía tener fin. Llegó el turno de Juan Chapar, un vasco francés de 34 años. Lo mataron de un lanzazo luego de engañarlo al decirle que eran una partida que perseguía delincuentes. Luego hicieron lo propio con Florinda, Pabla y Mariana, sus tres hijas, de 5, 4 y 3 años y con Juan, su bebé de 5 meses, al que arrancaron de los brazos de su madre, María Fitere. También ella resultó asesinada y luego a los empleados, uno de los cuales fue defendido por su perro, el que también resultó degollado. A una chica vasca de 16 años, que vivía en la propiedad de Chapar, de nombre María Eberlin, la violaron y luego degollaron.





Lograron salvarse de la matanza los italianos Innocente y su hijo Martín Illia, quien tenía 11 años y quienes eran abuelo y padre del futuro presidente Arturo Illia, debido a que fueron avisados de las matanzas y lograron escapar yendo hacia las sierras.



Cuando llegaron a la estancia Bella Vista, del gallego Ramón Santamarina, donde tenían planeado finalizar su raid de muerte en Tandil, no encontraron a nadie debido a que Santamarina estaba en el centro de Tandil ya que el día anterior había estado presente en la inauguración del Banco de la Provincia de Buenos Aires en la ciudad. Por esto, el grupo comandado por Jacinto Pérez dedicó las siguientes horas a comer y a atender a los caballos. Algunos se echaron a dormir.



A esa altura, Tandil era un hervidero de indignación. Uno de los que había dado el alerta fue el vecino Prudencio Vallejo, que había escuchado el griterío delante de su casa. No tuvo que caminar mucho para descubrir los cadáveres de los vascos de la tropa de carretas.



En ese momento se armó una partida de la Guardia Nacional y vecinos, al mando de José Ciriaco Gómez y los más ilustres vecinos de origen inmigrante de Tandil, de la que participaban Ramón Santamarina (de origen gallego), Juan Fugl y Manuel Eigler (ambos de origen danés), y siguieron el rastro dejado por estos delincuentes. A mitad de la mañana estaban en la estancia de Santamarina.



Un ex sargento de apellido Rodríguez se acercó a modo de mediador. Les pidió que se rindieran en el acto o los "pasaría a cuchillo" si se resistían. Los asesinos trataron de justificarse: “¡Andamos matando gringos y masones!” y luego comenzaron la fuga. En la persecución dejaron 10 muertos, Jacinto Pérez entre ellos, y 8 prisioneros. Algunos fugitivos fueron capturados días después y otros lograron huir. Tata Dios fue detenido en su rancho, a pesar de declararse inocente, y fue acusado como instigador de los hechos debido a su prédica que derivó en la matanza de los inmigrantes.



El coronel Benito Machado amenazó con fusilarlo pero él le suplicó por su vida. Fue encerrado con los otros detenidos y la cárcel quedó bajo la custodia de los vecinos. Finalmente, Tata Dios fue asesinado el 6 de enero de una puñalada, cuando se encontraba dentro de un calabozo.



En cuanto al resto de los detenidos, fueron a juicio. Se los acusó por el asesinato de 36 personas, agravado por la alevosía y la atrocidad. El dictamen del juez Tomás Isla señaló: "No son excusa atendibles en derecho el fanatismo y la ignorancia alegada por la defensa". La mayor condena recayó sobre Cruz Gutiérrez, Juan Villalba y Esteban Lazarte quienes fueron sentenciados a muerte y ejecutados el 13 de septiembre de 1872 (menos Villalba, quien falleció antes en prisión). Según se recopilo luego, las últimas palabras de Esteban Lazarte, uno de los condenados a muerte, fueron: "Quiero ser enterrado por hijos del país; no quiero que ningún italiano me toque ni aun el chiripá", y y Gutiérrez murió gritando "¡Viva la Patria!".





El plan de exterminio que no llegó a completarse era mucho más amplio. Planeaban asesinar a inmigrantes en Azul, Tapalqué, Rauch, Bolívar, Olavarría y otras localidades donde existían grupos de paisanos ligados al movimiento creado por Tata Dios, cuyas prédicas contra los extranjeros y masones, a los que calificaba como enemigos de Dios, habían calado muy hondo. En total el grupo inspirado por Tata Dios había asesinado a 36 personas: 16 franceses, 10 españoles, 3 británicos, 2 italianos y 5 argentinos.




La xenofobia hacia los inmigrantes se presentaba también en la división política que existía en aquellos años entre los nacionalistas de Bartolomé Mitre y los autonomistas de Adolfo Alsina. Mientras que el partido de Mitre tenía el apoyo de los inmigrantes, principalmente de la comunidad italiana, quienes solían identificarse con Mitre y compararlo con Giuseppe Garibaldi, pero también de la española y francesa, el autonomismo de Alsina tenía una base rural más fuerte, compuesta por rancheros y peones, muchos de los cuales habían apoyado a Rosas en sus años.




El autonomismo tenía un tinte xenófobo, según describían diplomáticos extranjeros, hacia los europeos inmigrantes que residían en las zonas rurales y muchos de estos diplomáticos le objetaban a Alsina que no podía ocultar "cierta aversión al elemento foráneo". Los autonomistas con frecuencia alardeaban de sus antecedentes nativos y su asociación con la sociedad rural de los gauchos. Hombres a caballo vestidos con ponchos y chiripás, la clásica vestimenta del gaucho, lideraban sus actos políticos en Buenos Aires: "Llevaban bandas azules y blancas o lazos de los mismos colores [...] También exhibían enormes revólveres que llevaban en sus cinturas".



miércoles, 5 de junio de 2024

Argentina: La inmigración ucraniana y el té

El ucraniano del té misionero




Se cumplen 101 años del té argentino y todo fue por un ucraniano que huía de la guerra.
En 1923, Wladimiro Hnatiuk comenzó a producir en Misiones un producto que hoy se vende a 40 países.
POSADAS, Misiones.- El té argentino cumple en 2023 nada menos que 100 años de historia, gracias a la llegada de un inmigrante ucraniano que se asentó en Tres Capones, un pueblito muy chico de esta provincia, cercano a la frontera con Brasil.
Hacia allí llegó Wladimiro Hnatiuk, inmigrante ucraniano que escapaba de las guerras y tensiones permanentes, principalmente con Rusia.
Hnatiuk se asentó en una chacra en Tres Capones en 1910 y empezó a plantar de todo, hasta que en 1923 su hermano, el pastor Tijón, le trajo unas semillas de té. Así arrancaron las primeras plantaciones de té y la primera industria tealera, muy rudimentaria. Un sector que fue creciendo imparable hasta convertirse hoy en un gran exportador a más de 40 países y especialmente a los Estados Unidos, donde el té argentino tiene incluso mayor inserción que el té proveniente de China o India.
El periodista especializado en temas del agro, Carlos Vedoya, trabajó rescatando la historia muy poco conocida de este inmigrante ucraniano y desde fines del año pasado impulsa un proyecto de ley para que el Congreso Nacional declare a 2023 el año del Té Argentino, una iniciativa que ya fue presentada por el diputado nacional Diego Sartori.
La ley tiene como objetivo “rememorar correctamente lo que sucedía hace 100 años atrás y así mantener viva la memoria de quien fuera el primer plantador y elaborador de té del país: Don Wladimiro Hnatiuk”, dice el proyecto presentado por el legislador.
“Hantiuk fue más inmigrante que inversor, más colono que refugiado, hizo su chacra, hizo plantas de mango y nísperos, hizo té hace 100 años, y las primeras plantas semi industriales del país en Misiones, cuando la provincia de la yerba apenas si tenía yerba y todavía se administraba como un Territorio Nacional”

WLADIMIRO HNATIUK
Primer plantador y elaborador de té (tipo India). Venta de semillas de té. Tres Capones. Colonia Azara. (MISIONES)”, indicaba el packaging impreso con el que enviaba sus hebras artesanales cosechadas a mano en las cuatro hectáreas que cultivaba en Tres Capones. Fuente: Frontera Jesuita/Carlos Vedoya Recio
El periodista reconstruyó la historia del té misionero a partir del testimonio de Jorge Cheroki, nieto de Hnatiuk y otras fuentes como el historiador Alfredo Poenitz y Esteban Snihur y el también periodista y descendiente de ucranianos, Jorge Balanda.
“Es muy poco lo que se sabe de esa historia”, explicó a LA NACION Liliana Rojas, del Centro de Investigaciones Históricas del Instituto Antonio Ruiz de Montoya.
Rojas y otros historiadores han recopilado decenas de testimonios de inmigrantes de Europa Oriental que llegaron el siglo pasado a esta provincia y fundaron ciudades e industrias. Pero sin embargo, pocos conocen en detalle la historia de Hnatiuk, según pudo comprobar este medio tras consultas a especialistas, empresarios del sector e historiadores.
Lo curioso es que Tres Capones, donde hoy está enterrado Hnatiuk, sigue siendo un pueblito tan chico como hace 100 años, mientras la industria próspera del té hizo crecer a ciudades y pueblos como Oberá, Campo Viera, Campo Grande y Alem, en la llamada zona centro de Misiones.
Tres Capones es apenas un pueblo de cinco cuadras donde predomina una iglesia ortodoxa del Manto Sagrado de María, vistosa y algo fuera de lugar. Cerca de ahí está el cementerio, donde está enterrado el héroe ucraniano.
A tan sólo 300 metros está el viejo establecimiento que hacía las veces de hogar y fábrica y que quedó detenida en el tiempo, como todo el pueblo. Sin dudas la iglesia y la historia lo convierten en un lugar con mucho potencial para el turismo, algo que podría recibir un impulso importante si se rescata esta historia centenaria y se divulga
Según reconstruyó Vedoya Recio, Wladimiro arribó a Tres Capones junto a su hermano Emanuel en 1910 desde la región de Volynia, -siempre disputado por unos y otros, territorio que hoy se reparten Ucrania, Polonia y Bielorrusia-, para acompañar a su otro hermano, el sacerdote ortodoxo Tijón Hnatiuk quien ya estaba en la tierra colorada trabajando con la comunidad local.
Tijón, que sería un actor de reparto fundamental en la historia, había llegado el 30 de agosto de 1908 desde Kiev.
El pastor vuelve a Ucrania cuando estalló la Primera Guerra Mundial hasta 1923, cuando regresa a reencontrarse con su hermano casi 10 años después. Ese viaje dio origen al comienzo del té porque Tijón trajo consigo semillas de té de Crimea, otro territorio codiciado ya por ese entonces por los rusos, que Vladimir Putin volvió a anexarse en 2014.
El Ministerio de Agricultura le reconocería en 1937 a Wladimiro Hnatiuk que el té reunía las características organolépticas adecuadas. El ministro Miguel Cárcano le envió luego un Diploma de Honor reconociéndole la proeza de traer el té a la Argentina. “Los plantines ya tenían 15 años y no menos de 10 zafras consecutivas”, dice Vedoya Recio.
El té argentino hoy
Al igual que la yerba mate, el té argentino solamente se produce en Misiones y Corrientes. Y también como el llamado oro verde, la tierra colorada tiene la enorme mayoría de la producción: 95 por ciento de la Camellia sinensis.
La gran mayoría se exporta a más de 40 países y el principal mercado es el de los Estados Unidos. Las exportaciones de té argentino al país del norte, que lo consume como bebida fría, son aún mayores que las de China.
Según datos del Ministerio del Agro de Misiones, durante 2021 se exportaron 72.703 toneladas de té negro y 2415 de té verde. Misiones viene desarrollando fuerte el té orgánico certificado y busca darle mayor agregado a sus envíos, donde predominan los productos de bajo precio por ahora.
Cuando se habla de exportaciones de té, todos mencionan a las cuatro grandes firmas: Don Basilio, Urrutia, Casa Fuentes/Finlays y El Vasco. Pero también hay más de 20 industrias tealeras de diversos tamaños dedicadas a la exportación. Las exportaciones alcanzaron su máximo volumen en 2014 con 110 millones de dólares, pero desde entonces el sector se estancó.
Hoy está atravesando las dificultades del atraso cambiario, sin la posibilidad de poder volcar el grueso de la producción al mercado interno.

Acerca De Las Fotos:


* Wladimiro Hnatiuk y su familia en Tres Capones. Crédito: Frontera Jesuita


* WLADIMIRO HNATIUK. Primer plantador y elaborador de té (tipo India). Venta de semillas de té. Tres Capones. Colonia Azara. (MISIONES)”, indicaba el packaging impreso con el que enviaba sus hebras artesanales cosechadas a mano en las cuatro hectáreas que cultivaba en Tres Capones. Fuente: Frontera Jesuita/Carlos Vedoya Recio



* Wladimiro y su familia en Tres Capones. Crédito: Frontera Jesuita


* La vistosa Iglesia Ortodoxa de Tres Capones, un pueblo que no llega a las cinco cuadras donde comenzó la historia del Té Argentino hace 100 años
* Wladimiro Hnatiuk el inmigrante ucraniano y su familia, en Tres Capones, a comienzos del siglo pasado. Foto: Frontera Jesuita
* Carlos Vedoya Recio, periodista, investigador y difusor del té. Creó el sello COMI en Misiones y la feria Selva Adentro


* Wladimiro Hnatiuk y su tumba, muy cerca del campo donde se plantaron las primeras semillas de té. (Frontera Jesuita)
Por: Martín Boerr * Para El Diario La Nación Del 11 de enero de 2023
(boerr.martin@gmail.com)


* Corresponsal en Misiones TEMAS: Misiones, Formosa, Economía, sector forestal, yerba, etc. UBICACIÓN: Misiones Argentina
BIOGRAFÍA: Estudié comunicación en la Universidad Austral, egrese de la promoción fundadora con un promedio de 8,03 en 1995. Hice la pasantía en La Nación y luego me incorporé a la sección Economía hasta 1998. Me fui a trabajar a Misiones, sin tener ningún vínculo con esa provincia, como una aventura de vida y para conocer el interior de mi país (soy de Buenos Aires). Luego volví a la Capital y a mi principal especialización en periodismo: economía y finanzas. Me incorporé a la agencia Bloomberg. Fui conductor de Bloomberg Televisión, donde ganamos premios por la cobertura de la crisis de 2001-2002 en un programa que se emitía en vivo desde la Bolsa de Comercio (realicé la famosa nota al presidente uruguayo Jorge Battle, en la que dice que "los argentinos son todos ladrones"). Luego me fui a trabajar a Infoba como editor de Finanzas, y más tarde fui jefe de redacción en la transición entre el anterior dueño (Daniel Hadad) y el siguiente (Sergio Spolski). Trabajé para ayudar a salvar un diario que estaba en una profunda crisis y más tarde me fui por diferencias con la línea editorial que planteaba el nuevo dueño. Casado con una misionera, me fui a Misiones. Actualmente soy editor de Economis, un diario de economía, empresas y política de Misiones que arrancó en 2017 (3 millones de lecturas este año). Participó en programas de radio y televisión. Mi gran sueño es poder aportar un granito de arena para ayudar a que los medios de Buenos Aires entiendan (y visibilicen) mejor los problemas del interior del país. Estoy convencido de que los lectores de La Nación quieren más historias -y nuevos enfoques-, del interior y de nuestra amada Argentina.
Idiomas:
Español, Inglés, Portugues
Vita Golenko
Gracias por contar esa historia. Yo y mi familia llegamos a Argentina en el 1998 y pensabamos que no hay mas ucranianos que nosotros. Y ahora gracias a la comunidad ucraniana en Buenos Aires y a su canal, ahora vemos que somos muchos aca. Gracias a Dios. Muy buen emprendedor fue Volodimir Hnatyuk! Gracias por las fotos. Muy interesante la historia y las fotos 
Ricardo Padron
GRACIAS POR COMPARTIR
UN PUEBLO QUE VISITE PERO NO CONOCIA TODA ESTA HISTORIA
MUCHISIMAS GRACIAS AMIGO
Petra Maillo
Extraordinaria historia; gracias por compartir
Sandra Olexyn
Gracias por compartir esta riqueza de historias, vivencias de nuestros abuelos . Sabe en Campo Viera Misiones se realiza cada año la fiesta Nacional del Te y pensaba Wladimiro Hnatiuk nunca imaginó q habría una fiesta nacional de ese producto fruto d ... Ver más
Elisa Toledo
Gracias x compartir . Muchas gracias.
Diana Troian
Mis abuelos de apellido Pauluk, formaron su familia , en Tres Capones chacra 14, donde nació mi mamá y sus 9 hermanos. Varias veces estuve en el campo, donde había plantas de te y yo cosechaba con mi tío José a mano....hermosos recuerdos. Tambien fui a esa iglesia.
Silvia Diaz
Gracias por compartir una historia tan interesante, de los pioneros de nuestra patria. Los cuáles con simples recursos, construyeron tanto. Porque tenían voluntad y no le tenían miedo al esfuerzo para lograr superarse.
Sofia Waziuta
Que.historia interesante y sobre.todo relacionada.con.un ucraniano todo un.orgullo.!
Sonia Zubilewicz
Te hacen recordar historias q nos contaban nuestros padres de sus llegadas, y todo lo q hicieron p q este pais sea la Argentina hermosa q heredamos, q se hizo con mucho trabajo y dedicacion. GLORIA Y HONOR P NUESTROS PADRES Y ABUELOS INMIGRANTES!
Ana Maria Demczuk
Hermosa historia. Mis abuelos y mis padres vinieron de Ucrania y se radicaron en la provincia del Chaco (Las Breñas) y ahí trabajaron la tierra cosechando algodón