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lunes, 8 de diciembre de 2025

Malvinas: Revelan documentos de la colaboración chilena a Gran Bretaña

 

El libro que desclasificará el crucial apoyo chileno a Inglaterra en la guerra de Malvinas

Los periodistas chilenos Mauricio Palma y Daniel Avendaño investigan sin límites de tiempo para un texto que revelará, con documentos y relatos humanos, la colaboración militar de Chile con el Reino Unido durante el conflicto de 1982.

15 de septiembre de 2025 13:18

La fallida operación Mikado realizada por comandos británico entre el 16 y 17 de mayo de 1982, y que contó con la estrecha colaboración con la Fuerza Aérea de Chile.

En el panorama de la historiografía latinoamericana, un nuevo y revelador capítulo se está escribiendo. Los periodistas chilenos Mauricio Palma Zárate y Daniel Avendaño Caneo se encuentran en la fase final de una investigación exhaustiva y sin precedentes que dará vida a un libro sobre uno de los episodios más delicados y menos divulgados de la historia reciente de la región: el apoyo estratégico, militar y de inteligencia del gobierno chileno de Augusto Pinochet al Reino Unido durante la Guerra de las Malvinas en 1982.

La obra, pactada con el gigante editorial Penguin Random House y con una publicación prevista para el primer semestre de 2026, no se limita a enumerar hechos; busca reconstruir una historia humana y política compleja, basada en documentación concreta y testimonios de sus protagonistas.

Orígenes

El origen de este proyecto se remonta a una curiosidad periodística alimentada por mitos y silencios. Como explican los autores, su método se caracteriza por una paciencia investigativa fuera de lo común. “Siempre nos ha interesado investigar temas que circulan, ciertos mitos y tratamos a partir de la investigación profunda, exhaustiva, sin límite de tiempo, a nosotros eso es algo que nos caracteriza, no nos ponemos límite de tiempo hasta que nosotros conseguimos lo que creemos es lo fundamental”, relatan.

El 40° aniversario del conflicto les dio el impulso final, pero fue una estancia en Londres la que proporcionó el punto de partida crucial. “Por razones familiares, me tocó vivir un año en Londres y ahí fui al Archivo Nacional de Londres a revisar los documentos que ellos tenían. Y ahí yo creo, que es un súper buen punto de partida”. Este acceso a archivos británicos, que han tenido distintas etapas de desclasificación, les permitió encontrar información inédita: “En los últimos dos o tres años han habido documentos importantes a los que tuvimos acceso y que obviamente a partir de eso se nos abrieron líneas de investigación”.

Para los periodistas, que eran solo niños durante la guerra, el tema siempre estuvo cubierto por un manto de silencio impuesto por la dictadura. “Acá en Chile nunca se habló mucho sobre el tema de la guerra de las Malvinas. Porque en ese tiempo la dictadura lo que hacía era efectivamente tratar de tapar toda esta cosa, toda esta mugre para ellos debajo de la alfombra. Entonces mientras menos el país lo supiera, mucho mejor para ellos”, afirman.

Su único recuerdo infantil era la potente canción de León Gieco “Sólo le pido a Dios”, una referencia lejana a un conflicto que sentían ajeno. “Escuchábamos la canción de León Gieco... y yo siendo un niño me acordaba que era muy fuerte escuchar 'el monstruo grande que pisa fuerte', para nosotros, una cosa súper increíble”.

Ese silencio es precisamente lo que su trabajo busca romper, transformando la especulación en evidencia: “Nosotros precisamente lo que estamos tratando de reconstruir son historias múltiples con respecto al apoyo chileno a los ingleses, y con historias súper concretas, muy concretas, con documentación. Ya deja de ser un mito, sino que hay documentación concreta” afirman.

Estrategias

El libro se propone explicar las razones detrás de esta colaboración, que para la junta militar chilena tenía una lógica estratégica ineludible. Los autores rescatan la justificación del entonces Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Fernando Matthei: “Se está quemando la casa del vecino y yo tengo que proteger la mía”.

Este temor a una eventual invasión argentina no era infundado, según su investigación, ya que “también ha existido un documento por parte de los militares argentinos que señalaban que el próximo paso era la invasión chilena”.

El punto de inflexión que comenzó a resquebrajar el secreto fue, irónicamente, la detención de Pinochet en Londres en 1998. “Desde ese momento, Margaret Thatcher decide como argumento estratégico comunicacional decir, 'este amigo de Inglaterra que era Pinochet, que nos ayudó, es importante que se sepa'”.

Más allá de la alta política, los autores destacan los profundos lazos históricos que facilitaron esta alianza. “El gran aliado que ha tenido la Fuerza Armada chilena a lo largo de su historia son precisamente las Fuerzas Armadas del Reino Unido”, explican, citando desde la fundación de la Armada chilena por Lord Cochrane hasta la formación de los servicios de inteligencia con el MI6. “Muchos de los integrantes de las Fuerzas Armadas chilenas hacían sus pasantías en Inglaterra, entonces no era un aliado casual”. Este vínculo se entronca incluso en la idiosincrasia nacional: “Los chilenos nos hacemos llamar 'los ingleses de Latinoamérica'... el vínculo del Reino Unido con Chile es bastante estrecho a lo largo de la historia”.

Protagonismos

Uno de los hallazgos significativos de su investigación es el rol más protagónico de la Armada chilena, tradicionalmente opacado por el de la Fuerza Aérea. Descubrieron que el almirante José Toribio Merino, otro anglófilo confeso que “tenía su gran líder histórico, era el general Nelson”, fue un articulador clave.

“La Armada Chilena son los primeros que alertan a la Junta Militar Chilena en decir que se viene un ataque a las Malvinas” revelan. Incluso manejan documentación que sugiere una escalada mayor: “Existe un documento que fue interceptado incluso por las Fuerzas Armadas Argentinas, en donde se establece todo el proceso de acción que iba a desarrollar la escuadra chilena... y en un momento se señala, que en caso de ser necesario, estamos listos para que el 19 de abril de 1982 podamos ser partícipes de los ataques”, contra la Argentina.

Historias dentro de la historia

El libro también se adentrará en las historias humanas detrás de la gran estrategia. Quizás la más conmovedora es la búsqueda de la identidad de dos soldados argentinos rescatados por el barco chileno Piloto Pardo tras el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano. “Hemos estado trabajando en los últimos dos años directamente en tratar de llegar a la identidad de estos dos héroes argentinos. Ha sido un proceso muy largo”, detallan.

Una pista crucial es un anillo de matrimonio: “Uno de ellos tenía un anillo, que se había casado en marzo de 1982, ese es un dato que para nosotros pudiese ser muy importante”.

Este esfuerzo investigativo ha sido posible, según dicen, gracias a la sorprendente colaboración recibida desde Argentina. “Nos sorprende, gratamente, es el apoyo que hemos tenido de las fuentes argentinas hacia esta investigación, han sido muy amables, muy abiertos, son más abiertos en la Argentina que en Chile”, reconocen, agradeciendo el apoyo de excombatientes, veteranos e incluso de las propias fuerzas armadas argentinas.

Objetivos

El objetivo final trasciende lo meramente histórico. Los autores visualizan su trabajo como un puente entre ambas naciones. “Creemos que este libro puede ser un aporte a conocer la historia, a conocernos más el chileno y el argentino”, reflexionan, aludiendo al fin de la rivalidad chauvinista que caracterizó a generaciones pasadas. “Nuestro libro apunta a eso, a una especie de rescate de la esencia de Latinoamérica, de que efectivamente somos países hermanos”, asienten.

Con una narrativa periodística accesible, buscan llegar especialmente a las nuevas generaciones para quienes Malvinas “es prehistoria”, asegurando que este episodio, cargado de secretos, lealtades complejas y dramas humanos, “merece ser revisitado y contado”.

Mauricio Palma Zárate y Daniel Avendaño Caneo no aspiran a ser definitivos, sino a sumarse a la tradición historiográfica con rigor y una mirada fresca, centrada en las personas que, desde las sombras, escribieron un capítulo clandestino de la guerra.




sábado, 8 de noviembre de 2025

Segunda Guerra del Sudán: Venganza en Omdurman

La venganza en Omdurman

War History


 

 

La Segunda Guerra del Sudán, 1896-1898

A pesar de sus reveses tácticos, los derviches aprovecharon la retirada británica del Sudán. En el sector del Nilo, su avance hacia el norte fue frenado en Ginnis el 30 de diciembre de 1885, en una batalla recordada también por ser la última vez que la infantería británica combatió con su tradicional uniforme rojo. Bajo mando de oficiales británicos, el Ejército egipcio fue reorganizado: los soldados recibieron paga regular, mejores condiciones de servicio, posibilidades de ascenso y un entrenamiento completo. Hubo escaramuzas en la frontera, hasta que el 3 de agosto de 1889 se dio una batalla campal de siete horas en Toski, donde los derviches fueron derrotados con mil bajas (un cuarto de sus fuerzas), incluyendo a uno de sus jefes más importantes, el Emir Wad-el-Najumi.

En 1896 se decidió reconquistar el Sudán. No fue por un gesto humanitario para liberar a los sudaneses de la opresión del califa, sino por razones más pragmáticas: los italianos habían sufrido una grave derrota frente a los abisinios en Adowa en 1892, lo que dañó el prestigio de todas las potencias coloniales. Además, Francia mostraba interés en controlar la parte alta del Nilo.

El comandante en jefe del ejército egipcio, el Sirdar, era el general Horatio Herbert Kitchener, designado en 1892. No era un gran táctico, pero sí un maestro en logística, algo clave para una campaña en distancias tan enormes. Inspirado por el aporte de las lanchas cañoneras en la guerra de 1884-85, decidió que su avance contaría siempre con apoyo fluvial. Empezó con cuatro viejas lanchas de rueda de popa, armadas con cañones y ametralladoras Maxim, y fue sumando más embarcaciones modernas, algunas construidas en Inglaterra y enviadas en secciones para ser ensambladas en Egipto.

Las tripulaciones eran mixtas: británicos, egipcios y sudaneses. Entre sus comandantes había nombres que luego serían famosos, como David Beatty o Walter Cowan. El plan de Kitchener era mantener la línea de suministro gracias a transporte moderno —ferrocarril y barcos— y llegar a la batalla final con fuerzas frescas y superiores.

Tras capturar Dongola, Kitchener tomó la decisión que le daría la victoria: construir un ferrocarril de 235 millas a través del desierto entre Wadi Halfa y Abu Hamed. Se trabajó a un promedio de una milla por día, encontrando fuentes de agua para las locomotoras en el camino. Al mismo tiempo, se hicieron ataques de distracción para confundir al enemigo.

La campaña tuvo episodios dramáticos, como cuando la lancha El Teb volcó en el cuarto catarata y dos tripulantes sobrevivieron atrapados dentro del casco, rescatados después de horas. Con avances coordinados por río y tierra, los anglo-egipcios fueron tomando posiciones clave como Abu Hamed y Berber, hasta aislar a las fuerzas derviches en Omdurman.

En abril de 1898, tras la victoria en Atbara, el camino a Omdurman quedó abierto. El 2 de septiembre, en la famosa Batalla de Omdurman, la artillería, las ametralladoras y los cañoneros barrieron los ataques masivos de los derviches. Winston Churchill, entonces un joven oficial, describió cómo los cañoneros abrían boquetes en las murallas y desarticulaban las defensas. La batalla terminó con unas 9.700 bajas derviches y apenas 48 muertos del lado anglo-egipcio.

Después, Kitchener se encontró con la expedición francesa de Marchand en Fashoda, un episodio que rozó el conflicto internacional, pero que se resolvió diplomáticamente.

Con Omdurman tomada, el califa quedó como fugitivo hasta su muerte en combate el 25 de noviembre de 1899. El control del Nilo por parte de la flotilla fue absoluto, y su sola presencia bastaba para que pueblos enteros se rindieran.

De las lanchas cañoneras de esa época, dos sobreviven: la Bordein, que sirvió en el asedio de Jartum, y la Melik, que luego fue club náutico en el Nilo Azul y hoy espera restauración.


martes, 4 de noviembre de 2025

SGM: Tanques britones en una ciudad alemana

Tanques británicos en una ciudad ocupada





Tanques Comets británicos circulando por una ciudad alemana, marzo de 1945. Los Comets eran todavía muy nuevos en ese momento, y eran uno de los tanques más capaces en servicio en ese momento.

 

lunes, 27 de octubre de 2025

Malvinas: Un analista británico teme perderlas en los próximos 20 años

Atención Argentina: un análisis británico proyecta que el Reino Unido podría perder las Islas Malvinas para 2045

Dentro de 20 años, o a más tardar en 2065, el país europeo tomará la decisión de devolver la soberanía del archipiélago, según un experto. Los motivos.
Canal 26


Soldados argentinos Foto: Archivo Infobae

Un reconocido autor británico, que suele publicar posteos de interés para el Reino Unido, lanzó un minucioso análisis en el que afirma que su país perdería su presencia ilegal en las Islas Malvinas probablemente en los próximos 25 años, pero a más tardar en 2065.

El analista indica que “en teoría, podríamos evitarlo, pero probablemente no tomaremos las medidas necesarias, por lo que las perderemos”. Así, plantea que el Atlántico Sur pasaría de ser un enclave estratégico defendido a toda costa a convertirse en una carga colonial que Londres no estaría dispuesto a mantener.


Islas Malvinas. Foto: Cancillería Argentina.

Si bien admite que es improbable que el Reino Unido se enfrente a la posibilidad de perder las islas militarmente, dado que desde la guerra de 1982 reforzaron las defensas del archipiélago centradas en la base de la RAF Mount Pleasant, indica que el empuje diplomático de Argentina, el respaldo del Sur Global y el avance de China como primera potencia económica mundial, decidido a instalarse como referente de las causas “anticoloniales” pueden ser muy importantes.

A esto se le suma que España aprovecharía el escenario para presionar en la Unión Europea por Gibraltar, Estados Unidos adoptaría públicamente la neutralidad mientras en privado empujaría a Londres hacia una salida, y en el Reino Unido las propias instituciones —desde el Tesoro hasta el Foreign Office— concluirían que el costo de mantener las islas supera con creces cualquier beneficio.

El Reino Unido perdería el interés en las Islas Malvinas, según un analista

Para el Tesoro británico, el gasto de mantener tropas, infraestructura y logística en un territorio tan lejano resultaría insostenible si no genera beneficios económicos. Al mismo tiempo, el Foreign Office, que se encarga de la protección de los intereses británicos en el extranjero, vería en las islas un problema para la imagen internacional de Londres, que busca dejar atrás su pasado colonial.

A esto se sumaría el desgaste simbólico puertas adentro: con el paso de los años, los recuerdos de la guerra de 1982 irán perdiendo fuerza. Sin esa narrativa heroica y en una sociedad británica cada vez más alejada del espíritu imperial, el sacrificio de mantener un enclave cuestionado en el Atlántico Sur terminaría perdiendo sentido.


El Reino Unido podría perder las Islas Malvinas. Foto: X @admcollingwood

Poco a poco, la idea de que Malvinas es más un peso que una ventaja ganaría espacio en la burocracia británica, debilitando la decisión política de continuar con la ocupación.

domingo, 26 de octubre de 2025

PGM: La emboscada de Hallat Ammar, 19 de septiembre de 1917

La emboscada de Hallat Ammar, 19 de septiembre de 1917

War History





Lawrence ya había decidido retirarse cuando el vigía árabe en la cima de la colina gritó que un tren estaba parado en la estación de Hallat Ammar. Para cuando subió a ver por sí mismo, el tren ya se movía. Bajando la pendiente a toda velocidad, gritó a sus hombres que se posicionaran, y se desató una frenética carrera sobre arena y roca.

Los aproximadamente 80 fusileros estaban apostados en línea justo debajo del borde de una loma baja que discurría paralela a la vía férrea y a unos 150 metros de ella. Dos sargentos instructores habían colocado sus armas en un extremo de esta línea, a unos 300 metros del lugar de la demolición, de forma que pudieran recibir el tren en enfilada. Yells, un australiano, «largo, delgado y sinuoso, con su cuerpo flexible desplegando curvas poco militares», estaba a cargo de dos ametralladoras ligeras Lewis, y Brooke, «un robusto soldado inglés, eficiente y silencioso», operaba un mortero Stokes; por ello, se les conocía como «Lewis» y «Stokes». Salem, el mejor esclavo de Feisal y uno de los cuatro miembros de la expedición, tras haber solicitado el honor de operar el detonador, esperaba en unas hondonadas al pie de la cresta. Lawrence había pasado varias horas el día anterior colocando una carga de 22,5 kg de gelatina explosiva sobre un puente y luego enterrando el cable de 180 metros. Ahora se situó en un pequeño montículo cerca del puente, desde donde podría indicarle a Salem cuándo llegara el momento de la detonación. Un hombre seguía vigilando desde la cima de la colina: una precaución necesaria, pues si el tren se detenía y las tropas que transportaba desembarcaban tras la colina, los asaltantes serían alcanzados por la retaguardia. Pero seguía avanzando, a toda velocidad. Los otomanos a bordo, ya alertados de la presencia de un grupo de asalto en la zona, abrieron fuego al azar contra el desierto. El estruendo de la máquina de vapor y los disparos se hacía cada vez más fuerte a medida que el tren se acercaba a los hombres que esperaban. Salem «bailó de rodillas alrededor del detonador, llorando de emoción e implorando a Dios que lo hiciera fructífero». Pero Lawrence se puso nervioso. Había muchos disparos desde el tren. ¿Cuántos hombres eran? ¿Había suficientes árabes para hacerles frente? El combate sería cuerpo a cuerpo y la huida, peligrosa si las cosas salían mal.

Muchas cosas ya habían salido mal. Lawrence había partido de Áqaba el 7 de septiembre con la intención de atacar Mudawwara, un oasis con un importante suministro de agua a unos 160 kilómetros al sur de Maan. La interrupción de las instalaciones de agua habría supuesto una pesada carga logística para los otomanos, obligándolos a llenar trenes con agua, tanto para el servicio del ferrocarril como para abastecer a sus guarniciones. Pero las disputas entre clanes rivales de howeitat en Guweira le impidieron reunir a los 300 hombres que necesitaba, y regresó a Áqaba para solicitar la ayuda de Feisal. Partiendo de nuevo una semana después, apenas contaba con un tercio del número que necesitaba: unos 100 hombres de la tribu, 4 esclavos y 10 libertos de Feisal, y los 2 especialistas en armas del ejército británico. Las tensiones tribales tampoco se habían resuelto. El líder árabe de mayor rango presente era Zaal abu Tayi, sobrino de Auda, pero solo 25 eran miembros de su clan, y el resto cuestionaba su autoridad, por lo que Lawrence se encontró de facto como líder de una expedición que no era una familia feliz. No obstante, se dirigieron al este, atravesando las montañas de Rum, con sus imponentes acantilados de arenisca roja y pedregales de basalto negro, para luego cruzar las marismas calcinadas y el desierto de arena, llegando a Mudawwara, a 80 kilómetros de distancia, al final del segundo día (17 de septiembre). Pero la posición era demasiado sólida para atacar: el reconocimiento reveló una larga hilera de edificios de la estación transformados en fortines y una guarnición estimada en 200 a 300 hombres.

Tras acampar para pasar la noche, los asaltantes se dirigieron al sur, hacia una cadena de colinas bajas, buscando un lugar para una emboscada. Tras elegir un sitio y lanzar la carga, comenzaron la larga espera del tren. Sin embargo, antes de que llegara, los árabes asignados para custodiar los camellos subieron a la cima de la cresta y se les vio recortarse contra el horizonte tanto desde la estación de Mudawwara, a unos 14 kilómetros al norte, como desde la estación de Hallat Ammar, a 6 kilómetros al sur. Ya anochecía, demasiado tarde para que los turcos reaccionaran a lo que habían visto. Pero a primera hora del día siguiente, un destacamento de unos cuarenta hombres partió de Hallat Ammar. Se enviaron unos treinta beduinos para distraerlos. Alrededor del mediodía, la situación se volvió crítica cuando otros 100 turcos partieron de Mudawwara. El grupo de asalto corría el peligro de ver cortada su línea de retirada. La retirada precipitada solo se retrasó por el avistamiento de último minuto del tren en Hallat Ammar, cargado de vapor, a punto de partir.

El lugar de la emboscada había sido bien elegido. La colina principal ofrecía un punto estratégico de observación y ocultaba la presencia del grupo de asalto. En este punto, el ferrocarril giraba en un doble carril, hacia unidades el este en las orillas del río Myebon los días 22 y 23 de febrero. No obstante, el BEIF fue el catalizador naval habitual de la acción aliada en los primeros meses de 1945. Además de mantener una presencia activa en las Islas Andamán y sus alrededores, donde sus buques se turnaban para atacar la navegación costera japonesa y bombardear la infraestructura de Port Blair mensualmente, el BEIF también realizó reconocimientos del istmo de Kra, Sumatra, Penang y otros puertos de la costa malaya, llegando hasta Port Dickson (Operación Stacey) a finales de febrero y principios de marzo, y se dedicó a realizar incursiones en instalaciones petrolíferas en Sumatra (Operación Sunfish) a mediados de abril. Este tipo de actividad podía planificarse en aquellos días sin demasiadas preocupaciones de seguridad, ya que los últimos submarinos alemanes enviados al este de Asia habían regresado a Alemania a principios de 1945.



martes, 21 de octubre de 2025

SGM: Batalla de la calzada de Walcheren

Batalla de la calzada de Walcheren


La Batalla de la Calzada de Walcheren (Operación Vitalidad ) fue un enfrentamiento de la Batalla del Escalda entre la 5.ª Brigada de Infantería Canadiense, elementos de la 52.ª División de Infantería (Tierras Bajas) británica y tropas del 15.º Ejército alemán en 1944. Fue el primero de muchos conflictos en la isla de Walcheren y sus alrededores durante las batallas del Escalda. También fue la segunda batalla importante librada en un accidente geográfico conocido como Sloedam durante la Segunda Guerra Mundial.

Batalla de la calzada de Walcheren
Parte de la Batalla del Escalda
Fecha 31 de octubre de 1944 – 2 de noviembre de 1944
Ubicación
Isla Walcheren , estuario del Escalda
51°30′11″N 3°42′18″E
Resultado Indeciso
Beligerantes
Canadá Reino Unido
 Alemania
Comandantes y líderes
Reino UnidoWilliam Jemmet Megill Alemania nazi Gustav-Adolf von Zangen
Unidades involucradas
Reino Unido 52.ª División de Infantería, 5.ª Brigada de Infantería
Canadá
Alemania nazi 15.º Ejército
Fortaleza
Desconocido Desconocido
Bajas y pérdidas
160 muertos y heridos Más de 60 muertos

Introducción

Tras la retirada de Normandía por parte de los ejércitos aliados, a partir del 13 de agosto de 1944, las fuerzas alemanas se mantuvieron firmes en el control de los puertos franceses y belgas del Canal de la Mancha . Esto obligó a los aliados a traer todos los suministros para sus ejércitos, que avanzaban rápidamente, desde el puerto artificial que habían construido frente a las playas de Normandía y desde Cherburgo. Debido a su capacidad portuaria, Amberes se convirtió en el objetivo inmediato del 21.º Grupo de Ejércitos británico, comandado por el mariscal de campo Bernard Montgomery. Aunque Amberes cayó ante Montgomery el 4 de septiembre, no se pudieron desembarcar suministros hasta que las fuerzas alemanas que controlaban el curso inferior del Escalda , entre Amberes y el Mar del Norte, fueran retiradas.

Importancia táctica

Un accidente geográfico conocido como el Canal de Sloe separaba la isla de Walcheren del istmo de South Beveland. Una estrecha calzada conectaba ambas, conocida en neerlandés como Sloedam (literalmente represaba el Canal de Sloe) y en inglés como la Calzada de Walcheren. La calzada transportaba una línea ferroviaria desde el continente hasta la isla y el puerto de Flesinga (o Flushing, como se conocía en inglés). Una carretera pavimentada también recorría la calzada, que tenía unos 40 metros de ancho y un kilómetro de largo. A ambos lados de esta calzada, elevada solo unos metros sobre el nivel del mar, marismas, marismas y aguas profundas dificultaban el tránsito entre Walcheren y South Beveland.

Preludio

Como los aliados tenían que conseguir un puerto con la capacidad de Amberes antes de poder contemplar la invasión de Alemania, la batalla del Escalda implicó una lucha encarnizada.

Para el 31 de octubre de 1944, todas las tierras que rodeaban el estuario del Escalda habían quedado libres del control alemán, excepto la isla de Walcheren, desde donde las baterías costeras dominaban los accesos a la vía fluvial. Estos cañones impidieron a los Aliados utilizar las instalaciones portuarias de Amberes para paliar sus problemas logísticos.

Los diques de la isla habían sido violados por ataques del Mando de Bombardeo de la RAF : el 3 de octubre en Westkapelle , con graves pérdidas de vidas civiles; el 7 de octubre en dos puntos, al oeste y al este de Vlissingen; y el 11 de octubre en Veere . Esto inundó la parte central de la isla, obligando a los defensores alemanes a refugiarse en las zonas altas de la periferia y en las ciudades.

La 2.ª División de Infantería Canadiense había marchado hacia el oeste por el istmo de South Beveland y, para el 31 de octubre, había eliminado toda oposición alemana en South Beveland. La isla de Walcheren estaba conectada a South Beveland por una estrecha calzada de 40 metros de ancho y 1600 metros de largo.

Los planes para emplear lanchas de asalto sobre el Canal de Sloe se vieron frustrados por condiciones fangosas, inapropiadas para embarcaciones. Los Calgary Highlanders habían sido seleccionados para esta operación anfibia, ya que habían recibido entrenamiento en lanchas de asalto en el Reino Unido en previsión de un cruce fluvial opuesto del río Sena , que los planificadores de la invasión habían previsto que sería necesario aproximadamente 90 días después del desembarco en Normandía. Finalmente, el terreno era demasiado pantanoso para emplear las lanchas, y los Highlanders fueron utilizados como infantería convencional en un ataque terrestre directamente sobre la calzada.

Batalla

Los portatropas de infantería ligera Royal Hamilton
atraviesan Krabbendijke

La Compañía "C" del Black Watch (Regimiento Real de las Tierras Altas) de Canadá sufrió numerosas bajas durante la tarde y noche del 31 de octubre de 1944 en un intento de rebotar la Calzada. Durante su ataque, se descubrió un profundo cráter en la calzada; este cráter había sido excavado por ingenieros alemanes como obstáculo antitanque. Posteriormente, los canadienses lo utilizaron como puesto de mando de la compañía durante la batalla, a medida que esta se desarrollaba.

La Compañía "B" de los Calgary Highlanders recibió la orden de avanzar justo antes de la medianoche y, de manera similar, se detuvo a mitad de la calzada.

Se trazó un nuevo plan de fuego y la Compañía "D" del Mayor Bruce McKenzie avanzó lentamente bajo intenso fuego de artillería, llegando al extremo oeste y asegurándolo al amanecer del 1 de noviembre.

Los contraataques alemanes fueron intensos y prolongados, e incluyeron el uso de lanzallamas contra los canadienses. En un momento dado, todos los oficiales de los Calgary Highlanders de una compañía resultaron heridos o muertos, y el mayor de brigada George Hees tomó el mando de una compañía.

El sargento mayor de compañía "Blackie" Laloge, de los Calgary Highlanders, recibió la Medalla de Conducta Distinguida por sus acciones en la Calzada de Walcheren, en un momento dado, al devolver granadas de mano alemanas antes de que pudieran explotar entcare sus hombres.

Dos pelotones del Regimiento de Maisonneuve tomaron la cabeza de puente en la isla de Walcheren el 2 de noviembre, pero se vieron obligados a retroceder hacia la Calzada. Un batallón de los Highlanders de Glasgow recibió la orden de pasar, pero tampoco pudieron expandir la cabeza de puente en la isla.

Secuelas

Los desembarcos de los comandos británicos de la 4.ª Brigada de Comandos finalmente sellaron el destino de los defensores alemanes en la isla de Walcheren, atacando desde el mar en Flushing y Westkapelle. La batalla por la calzada en sí había sido una distracción costosa y, en última instancia, innecesaria.

La 2.ª División de Infantería Canadiense pasó a la reserva la primera semana de noviembre, trasladándose al saliente de Nimega para pasar el invierno. Los Calgary Highlanders sufrieron 64 bajas en los tres días de combate en la Calzada de Walcheren. El Régiment de Maisonneuve tuvo un hombre muerto y 10 heridos. La Black Watch sufrió 85 bajas entre el 14 de octubre y el 1 de noviembre de 1944, la mayoría en la calzada.

Legado

El teniente coronel Mike Vernon, comandante de
los Calgary Highlanders, contempla el monumento a la 5.ª Brigada de Infantería Canadiense (GPS: 51.502181, 3.705059)

  • La Batalla de la Calzada de Walcheren es conmemorada anualmente por los Calgary Highlanders y el Regimiento de Gaitas y Tambores con un desfile y un servicio religioso el miércoles por la noche o el fin de semana más cercano al aniversario de la batalla. Se suele invitar a representantes y miembros de la comunidad holandesa local de Calgary a asistir al servicio. La batalla fue seleccionada entre los 20 honores de batalla del Regimiento durante la Segunda Guerra Mundial por ser la más representativa del espíritu de determinación demostrado por los precursores de la unidad, el 10.º Batallón de la CEF, cuyo contraataque en St. Julien durante la Segunda Batalla de Ypres también es conmemorado anualmente por el Regimiento.
  • Se erigió un monumento permanente en la calzada, que se inauguró en la década de 1980. La calzada ya no existe como tal; se han recuperado terrenos a ambos lados del antiguo terraplén ferroviario y el Canal de Sloe es ahora tierra de cultivo. Aún se conservan restos de fortificaciones alemanas de hormigón tanto en la isla de Walcheren como en Beveland del Sur.
  • En el siglo XXI, los monumentos se trasladaron debido a la construcción de vías férreas y carreteras. Predomina un gran monumento dedicado a las tropas francesas que combatieron allí en mayo de 1940, con vistas a los monumentos conmemorativos de la 52.ª División (Tierras Bajas) y la 5.ª Brigada de Infantería Canadiense, que lucharon allí en el otoño de 1944.
  • El asalto a la Calzada de Walcheren se representa en la película holandesa de 2020 La batalla olvidada .


   

viernes, 10 de octubre de 2025

Guerra de Crimea: El buscado Waterloo de los Aliados

 

Cómo los aliados intentaron repetir Waterloo en Crimea


El ataque aliado a la luneta de Kamchatka el 26 de mayo (7 de junio) de 1855, pintura de P. A. Prote

Hace 170 años, los defensores de Sebastopol repelieron un poderoso ataque enemigo. Los aliados programaron la toma de la ciudad para que coincidiera con el siguiente aniversario de la Batalla de Waterloo. La primera derrota seria del ejército anglofrancés.

Situación General durante la Campaña de Crimea en 1855

Durante el transcurso de la campaña de 1855, las fuerzas aliadas (Reino Unido, Francia, el Imperio Otomano y, desde enero, el Reino de Cerdeña) intensificaron su presencia en la península de Crimea, a la vez que procuraban dispersar las fuerzas rusas mediante operaciones periféricas en diversos frentes.

En la región del Mar Negro oriental, bajo presión aliada durante la primavera, las tropas rusas evacuaron posiciones estratégicas en Kerch, Novorossiysk, Gelendzhik y Anapa. Las fortificaciones de la histórica Línea del Mar Negro fueron destruidas sistemáticamente, y las posiciones abandonadas fueron ocupadas por fuerzas turcas y contingentes montañeses. El ejército ruso se replegó hacia posiciones más seguras en el área de Temriuk.

El mando otomano, con el propósito de debilitar la presión rusa sobre Kars en el Cáucaso, propuso a sus aliados una ofensiva combinada sobre Ekaterinodar, mediante el desembarco de fuerzas significativas en la costa caucásica del Mar Negro.

En paralelo, las operaciones navales aliadas se extendieron al mar de Azov. En mayo, una escuadra ligera penetró en esta zona, destruyó Genichesk y bombardeó sin éxito la ciudad de Taganrog, que fue objeto de una tentativa fallida de desembarco. Mariúpol fue también atacada. Las tropas desembarcadas ocuparon sin resistencia los puertos de Berdyansk, Yeisk y Temriuk, donde destruyeron importantes reservas logísticas. Las embarcaciones capturadas, incluidas pesqueras, fueron sistemáticamente hundidas o incendiadas.

Una segunda incursión aliada en el mar de Azov tuvo lugar a partir del 10 de junio, prolongándose durante seis semanas. Las operaciones consistieron en bombardeos extensivos de poblados costeros, acompañados por frecuentes desembarcos destructivos. La ofensiva abarcó toda la costa, desde el istmo de Arabat hasta la desembocadura del río Don, destacando los ataques particularmente severos a las ciudades de Berdyansk y Taganrog.

Simultáneamente, los aliados organizaron una nueva expedición naval al mar Báltico con el objetivo de neutralizar a la Flota Imperial Rusa. Sin embargo, ante la ausencia de una respuesta naval rusa, las acciones se limitaron nuevamente al bombardeo de fortificaciones costeras.

En el mar Blanco, una flota aliada llevó a cabo incursiones destructivas contra asentamientos ribereños y embarcaciones rusas. La estratégica isla de Solovki fue visitada en cinco ocasiones por unidades navales anglo-francesas, sin que se llegara a un intento de asalto directo.

En el teatro del Pacífico, las fuerzas rusas lograron evacuar con éxito la base de Petropávlovsk, que en 1854 había resistido un ataque aliado. En mayo de 1855, la ciudad fue bombardeada por fuerzas anglo-francesas tras haber sido ya abandonada. El escuadrón del almirante Zavoiko logró eludir al enemigo, atravesó el río Amur y fundó la ciudad de Nikolaevsk. En septiembre, los aliados ocuparon la isla de Urup (Kuriles), manteniéndola en su poder hasta la firma del Tratado de Paz de París (1856).

En lo que respecta al frente principal en Crimea, a comienzos de 1855 las fuerzas rusas cerca de Sebastopol superaban en número a las tropas aliadas. Sin embargo, la falta de acción ofensiva por parte del comandante en jefe ruso, príncipe Alexander Ménshikov —a pesar de las insistentes exigencias del zar Nicolás I—, resultó en una pérdida de iniciativa estratégica. Las oportunidades de lanzar una contraofensiva efectiva fueron desaprovechadas.

Aprovechando esta situación, los aliados reforzaron significativamente su contingente en Crimea, particularmente mediante el aumento de fuerzas francesas y la incorporación del cuerpo expedicionario del Reino de Cerdeña. Con mejoras progresivas en su logística y sistemas sanitarios, los aliados llevaron a cabo obras de ingeniería militar, ensayos de ataque localizados y avanzaron en la preparación de un asalto final contra las posiciones rusas.



Deterioro de la situación en la política exterior rusa durante la Guerra de Crimea

A finales de 1854, ante el estancamiento del conflicto en Crimea, el emperador austríaco Francisco José propuso al gobierno del Imperio ruso la celebración de una conferencia diplomática en Viena con el objetivo de explorar una salida negociada a la guerra. Esta iniciativa se desarrolló en un contexto en el que Austria ya había manifestado su alineamiento político con las potencias aliadas, particularmente el Reino Unido y Francia.

Las conferencias diplomáticas comenzaron en diciembre de 1854 y se prolongaron hasta abril de 1855, sin que se alcanzaran acuerdos sustantivos. Participaron representantes de las principales potencias europeas: Lord Westmoreland y Burken por el Reino Unido y Francia, respectivamente; Alexander M. Gorchakov como enviado del Imperio ruso; y el conde Karl Ferdinand von Buol, ministro de Asuntos Exteriores de Austria. Gorchakov, figura que posteriormente sería nombrado ministro de Asuntos Exteriores bajo el zar Alejandro II, desempeñó un papel destacado en las negociaciones.

Durante el curso de las conversaciones, la delegación rusa mostró una disposición significativa a realizar concesiones en aras de la paz. Aceptó renunciar a su protectorado sobre los principados del Danubio, a condición de que dichos territorios fueran colocados bajo la protección colectiva de las cinco grandes potencias europeas: Rusia, Austria, Prusia, Francia y el Reino Unido. Asimismo, se acordó la libertad de navegación en el Danubio y una eventual revisión del tratado de los estrechos de 1841. Además, el zar Nicolás I manifestó su conformidad con transferir la protección de los cristianos ortodoxos del Imperio Otomano a la tutela conjunta de las potencias, lo que constituía una cesión diplomática importante por parte de San Petersburgo.

Sin embargo, las ambiciones estratégicas de Francia y el Reino Unido se alejaban de una solución negociada. Ambas potencias exigían la destrucción de Sebastopol como base naval rusa y la imposición de restricciones que impedirían a Rusia mantener una flota militar en el Mar Negro, objetivo que excedía las concesiones aceptables desde la perspectiva rusa. En realidad, los aliados utilizaban las negociaciones como un medio para ganar tiempo mientras avanzaban sus operaciones militares en Crimea, en particular la captura de Sebastopol, que querían presentar como un hecho consumado en el terreno diplomático.

Simultáneamente, los gobiernos británico y francés ejercían presión sobre Austria para que abandonara su posición de neutralidad armada y se uniera activamente a la coalición aliada contra Rusia. En ese contexto, surgieron rumores en círculos diplomáticos europeos sobre un eventual rediseño geopolítico del continente, condicionado a la plena participación de Austria en la guerra.

Los planes contemplaban cesiones territoriales masivas: Austria entregaría sus posesiones europeas al Imperio Otomano, mientras que Cerdeña recibiría Lombardía y Venecia. Bélgica sería incorporada al Imperio Francés, y la casa real belga, representada por el duque de Brabante, asumiría el trono de una Polonia supuestamente independizada de Rusia. Egipto, Chipre y Creta quedarían bajo control británico, y la región de Saboya pasaría a manos francesas.

Paralelamente, varios estados de la Confederación Germánica adoptaban una postura cada vez más hostil hacia Rusia, configurando una potencial coalición bélica multilateral. Esta situación evocaba el recuerdo de la campaña napoleónica de 1812, en la que una coalición multinacional —conocida como la “campaña de las doce lenguas”— intentó subyugar al Imperio ruso. El escenario geopolítico de 1855 parecía encaminarse hacia una confrontación de proporciones similares.

En consecuencia, ante la intransigencia de las potencias occidentales y las amenazas implícitas de reconfiguración territorial europea en su contra, Rusia rechazó las condiciones impuestas. La exigencia del zar Nicolás I de que los aliados se retiraran de Crimea como prerrequisito para la firma de un armisticio fue inaceptable para las potencias occidentales. De este modo, la Conferencia de Viena fracasó y se disolvió sin resultados concretos.




John Carmichael. "El bombardeo de Sebastopol en 1855".

La muerte del Emperador Nicolás I y su relevancia política

El 18 de febrero (2 de marzo según el calendario gregoriano) de 1855, falleció el emperador Nicolás I Pavlovich, en plena Guerra de Crimea. Su muerte supuso un punto de inflexión tanto para la política interna del Imperio ruso como para el curso del conflicto en curso. Su sucesor, Alejandro II Nikolaevich, heredó el trono con una orientación más moderada y una postura claramente opuesta a la prolongación de las hostilidades.

La versión oficial del fallecimiento atribuyó su deceso a una grave afección respiratoria, probablemente neumonía, contraída tras una exposición prolongada al frío. Sin embargo, tanto en círculos cortesanos como en la opinión pública de San Petersburgo, comenzaron a circular versiones alternativas, entre ellas la hipótesis de un suicidio, así como acusaciones de envenenamiento deliberado.

Desde una perspectiva psicológica y política, el fallecimiento de Nicolás I puede vincularse al profundo impacto emocional que le causaron los reveses militares y diplomáticos sufridos por el Imperio ruso durante la guerra. Bajo su liderazgo, Rusia había asumido el papel de "gendarme de Europa", reputación cimentada tras la derrota de Napoleón y consolidada mediante una política exterior basada en la intervención conservadora. La derrota en Crimea, sin embargo, socavó esa imagen de poder, revelando graves debilidades logísticas, estratégicas y diplomáticas.

Historiadores como N. Schilder, biógrafo de la dinastía Romanov, han sugerido que el zar habría ingerido veneno de forma voluntaria. Otros rumores contemporáneos atribuyeron el presunto envenenamiento a su médico personal, Friedrich Mandt, quien abandonó Rusia poco después del fallecimiento del monarca, lo que incrementó las sospechas. Asimismo, se registraron decisiones inusuales: Nicolás I ordenó que no se realizara autopsia ni embalsamamiento, hecho que alimentó nuevas especulaciones en torno a las verdaderas causas de su muerte.

En este contexto, se hace necesario considerar el deterioro psicológico del soberano. De acuerdo con testigos contemporáneos, Nicolás I habría adoptado una conducta autodestructiva en sus últimos días. A pesar de hallarse convaleciente, decidió exponerse voluntariamente a las inclemencias del tiempo, asistiendo a desfiles y revisiones militares con indumentaria inadecuada para el invierno ruso. El médico Mandt habría calificado esta conducta como "peor que la muerte", sugiriendo una forma de suicidio indirecto.

El traspaso del poder a Alejandro II representó un giro importante en la dirección del Estado. El nuevo zar, aunque condicionado inicialmente por la situación bélica, impulsaría posteriormente una serie de reformas estructurales, entre ellas la abolición de la servidumbre, influido por el impacto del conflicto y la conciencia de las debilidades del régimen heredado.

En suma, la muerte de Nicolás I no solo marcó el fin de una era autocrática profundamente conservadora, sino que también estuvo rodeada de controversia, simbolismo y tensiones internas propias de un imperio en crisis. Las múltiples versiones en torno a su fallecimiento siguen alimentando el debate historiográfico y reflejan las complejidades del poder en la Rusia zarista del siglo XIX.





El asedio de Sebastopol: Intensificación del conflicto y reconfiguración del Mando Militar Ruso

En enero de 1855, las fuerzas aliadas consolidaron su presencia en la península de Crimea mediante el traslado del cuerpo otomano del general Omar Pasha, compuesto por aproximadamente 20.000 efectivos, desde el frente del Danubio hacia la ciudad de Eupatoria. Esta posición ya contaba con una guarnición integrada por tropas turco-tártaras y un contingente francés, elevando el total de efectivos aliados en la zona a unos 30.000 soldados.

Con el objetivo de desarticular esta concentración, el general ruso Stepan Khrulyov lideró un ataque con una fuerza de 19.000 hombres el 5 (17) de febrero. Sin embargo, la operación, mal planificada y ejecutada con insuficiente preparación logística y táctica, concluyó en un rotundo fracaso. Las tropas rusas sufrieron alrededor de 800 bajas y se vieron obligadas a retirarse.

Este revés precipitó la destitución del entonces comandante en jefe del frente de Crimea, el príncipe Alexander Ménshikov, quien fue reemplazado por el general Mijaíl Dmitrievich Gorchakov. No obstante, la trayectoria de este último también se encontraba marcada por anteriores fracasos, particularmente en el teatro del Danubio. Al asumir el mando, Gorchakov adoptó una postura marcadamente defensiva, considerando inviable la defensa sostenida de toda Sebastopol, en vista de la creciente superioridad aliada en términos de efectivos y potencia de fuego.

Durante los meses siguientes, las bajas rusas aumentaron de forma alarmante: se contabilizaron aproximadamente 9.000 muertos y heridos en marzo, más de 10.000 en abril, y cerca de 17.000 en mayo. Gorchakov llegó incluso a proponer el abandono de la zona sur de Sebastopol como medida estratégica para preservar los recursos humanos restantes.

Simultáneamente, las fuerzas aliadas continuaron reforzando sus posiciones. A mediados de año, las tropas combinadas de Francia, Gran Bretaña y el Imperio Otomano en Sebastopol ascendían a 120.000 efectivos, frente a los 40.000 defensores rusos. La superioridad artillera aliada era también evidente, con 541 piezas (incluyendo 130 morteros pesados), en comparación con los 466 cañones rusos (57 de ellos morteros), emplazados en las fortificaciones defensivas de la ciudad.

Uno de los factores decisivos en el incremento de la eficacia aliada fue la mejora sustancial en la logística de abastecimiento. La construcción de un ferrocarril de vía estrecha desde el puerto de Balaklava hasta las líneas de asedio permitió un suministro continuo de municiones y pertrechos, algo que contrastaba fuertemente con las limitaciones del transporte ruso, aún dependiente de tracción animal. Como resultado, las tropas del zar disponían de un suministro máximo de tan solo 150 cargas por cañón, una cifra insuficiente para sostener un fuego continuo en condiciones de asedio prolongado.

La llegada del general de ingenieros francés Adolphe Niel —quien asumió el mando de las operaciones de ingeniería tras la muerte del general Michel Bizot en abril— marcó un punto de inflexión en la organización técnica del asedio. Bajo su dirección, los franceses aceleraron los trabajos de fortificación, trincheras y artillería de campaña, incrementando de manera significativa la presión sobre las defensas rusas.

En conjunto, esta fase del asedio evidenció una clara pérdida de la iniciativa por parte del mando ruso, el cual enfrentaba limitaciones estructurales en materia de recursos, liderazgo y capacidades logísticas frente a un enemigo ampliamente superior en número y preparación técnica.




Adolphe Niel (1802 - 1869) en un retrato de 1859.

Los principales esfuerzos de los aliados se dirigieron contra el punto clave de la defensa rusa: el kurgán Malakhov. Para contrarrestar estas obras, Nakhimov y sus colaboradores más cercanos, el contralmirante Istomin y el ingeniero Totleben, avanzaron por el flanco izquierdo y, tras una tenaz lucha, construyeron importantes fortificaciones avanzadas: los reductos Selenginsky y Volynsky y la luneta de Kamchatka. Cubrieron los accesos al kurgán Malakhov y mantuvieron a las baterías aliadas bajo fuego cruzado.

Los primeros intentos de los aliados, entre febrero y marzo, por tomar estas fortificaciones avanzadas fracasaron. La lucha fue extremadamente tenaz. Así, en el punto álgido de la lucha, entre 50 y 150 defensores morían diariamente en la luneta de Kamchatka. El 7 (19) de marzo de 1855, en la zona de la luneta de Kamchatka, uno de los líderes y héroes de la defensa de Sebastopol, el contralmirante Vladimir Ivanovich Istomin, fue asesinado por una bala de cañón.


Héroe de la defensa de Sebastopol, Contralmirante Vladímir Ivánovich Istomin (1810-1855). Fuente: "Retratos de personas que se distinguieron por sus servicios y comandaron unidades activas en la guerra de 1853-1856". Vol. 1. San Petersburgo, 1858-1861.

Irritados por la demora, presionados por el emperador francés Napoleón III y la opinión pública, los comandantes en jefe aliados, François Canrobert y Lord Raglan (Raglan), intentaron aumentar la presión sobre Sebastopol.

Del 28 de marzo (9 de abril) al 7 de abril (19), se llevó a cabo el segundo bombardeo intensivo de Sebastopol, durante el cual los aliados dispararon 165.000 disparos de artillería, contra 89.000 disparos de los rusos. Contrariamente a lo esperado, la preparación de la artillería no causó daños graves. Los rusos restauraron todo lo destruido durante la noche. El asalto decisivo se pospuso de nuevo.

Los aliados aumentaron sus fuerzas a 170.000 hombres. El Reino de Cerdeña, al que los franceses prometieron transferir territorios en el norte de Italia (pertenecientes al Imperio de los Habsburgo), envió un cuerpo de expedición y una división naval entre abril y mayo, con un total de 24.000 hombres.

Napoleón III exigió una acción decisiva e intentó dirigir las operaciones militares desde París. Canrobert, que no quería injerencias en sus asuntos, entregó el mando a Jean-Jacques Pélissier el 16 de mayo. El propio Canrobert permaneció en el ejército. Comandó un cuerpo de ejército.

Pélissier se distinguió por sus acciones extremadamente enérgicas y decisivas en Argelia. Cuando la situación en Crimea se estancó, París empezó a preocuparse. «Necesitamos a Suvorov», le dijo Napoleón III a su ministro de Guerra. «Tenemos a Pélissier», respondió.

K. Hibbert, en su libro “La campaña de Crimea de 1854-1855”, describió a Pélissier de la siguiente manera: “Este hombre era todo lo contrario de su predecesor. Directo y decidido, duro y valiente, tan cauteloso como el comandante anterior, estaba dispuesto a enviar a sus soldados a la muerte sin la menor vacilación. ... La independencia con la que se comportó Pélissier sorprendió a muchos. Parecía poco impresionado por los numerosos telegramas, cartas, órdenes y despachos con los que Napoleón III estaba irritando a Canrobert. Se guardó con indiferencia los papeles que recibió en el bolsillo, y muchos estaban seguros de que el nuevo comandante no los leyó en absoluto.

El 26 de mayo (7 de junio), después de la tercera preparación de artillería, Pélissier lanzó cinco divisiones contra las fortificaciones frente a los bastiones del costado del barco. Los rusos lucharon ferozmente, pero se vieron obligados a retirarse ante la superioridad de las fuerzas enemigas. Habiendo tomado las fortificaciones avanzadas, los aliados abrieron el Camino a Malakhov Kurgan.

Antes del asalto a los reductos de Selenginsky y Volynsky, así como a la luneta de Kamchatka, el comandante de la 16.ª División de Infantería, Iósif Zhabokritsky, debilitó significativamente las guarniciones que los defendían. Cuando desde las posiciones avanzadas se detectaron los movimientos y preparativos del enemigo para el asalto, el general fue informado. El ingeniero general Totleben escribió: «Pero, en lugar de tomar medidas para reforzar las guarniciones de estas fortificaciones, el general Zhabokritsky se declaró enfermo y partió hacia el norte». Por lo tanto, muchos acusaron al general de traición.


El comandante en jefe ruso en Crimea, M. D. Gorchakov, en Sebastopol, 1855. Retrato tomado por un fotógrafo enemigo.


Comandantes aliados Lord Raglan, Omer Pasha y J.-J. Pelissier cerca de Sebastopol en 1855. Retrato presentado a M. D. Gorchakov.

Continuará…