lunes, 10 de febrero de 2025
lunes, 3 de febrero de 2025
Ración militar: La ración de ron en la Marina Real
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUV6GBp4EtsoeTCdLJPMJv3I-5F4VlMsjH5wkKnYxsQcz4uAMOejmYytvS8sgz68hf-yuGGLCFcBYUHlZ0nuTAwOP3MC9-nOA9wci0EBfxafopZy_vRedi1ndLO7V199j8jeVfp-DOMr1mbfE2DS5A17M46miznaRUcvSUCIW2LL4bmT9RZrWxKliW9I0/s1600/LeBourguignonw2_daW18__please_credit%5Bpalette_WVIDe__please_credit%5Bpalette_1XIFF__please_credit%5Bpalette_6QQBG__please_credit%5Bpalette_w9BPu__please_credit%5Bpalette.fm%5D.jpg)
La ración de ron en la Marina Real
Craig Ryan || Naval Historia
La ración de ron, una ración diaria de ron que se daba a los marineros de la Marina Real, era una larga tradición que comenzó en el siglo XVII y continuó hasta 1970.
Introducido inicialmente para reemplazar a la cerveza, sirvió como un refuerzo moral y una herramienta para mantener la disciplina entre la tripulación.
La práctica fue finalmente abolida debido a preocupaciones sobre la salud, la seguridad y la necesidad de una mayor eficiencia operativa en una fuerza naval moderna.
Orígenes de la ración de ron
Los orígenes de la ración de ron están profundamente arraigados en los desafíos y oportunidades prácticas que encontró la Marina Real durante el siglo XVII. Inicialmente, la ración diaria estándar para los marineros consistía en cerveza. Esta elección era práctica por varias razones: la cerveza era relativamente fácil de producir, era una bebida familiar para los marineros británicos y proporcionaba hidratación y una pequeña cantidad de nutrición. Sin embargo, la cerveza planteaba importantes problemas logísticos para la marina. Era voluminosa y perecedera, lo que dificultaba su almacenamiento y transporte en viajes largos, que a menudo duraban varios meses.
A medida que el Imperio Británico expandía sus territorios, particularmente en el Caribe, surgieron nuevas oportunidades para el aprovisionamiento de la flota. Las islas del Caribe, con su clima cálido y suelo fértil, eran ideales para el cultivo de la caña de azúcar. La industria azucarera en estas colonias se convirtió rápidamente en una piedra angular de la economía británica. Uno de los subproductos de la producción de azúcar era la melaza, que podía fermentarse y destilarse para obtener ron. El ron, a diferencia de la cerveza, era altamente concentrado y no perecedero, lo que lo convertía en una alternativa ideal para las provisiones navales.
Dibujo de WRNS entregando a los marineros su ración de ron durante la Segunda Guerra Mundial.
El momento decisivo para la introducción del ron en la Marina Real Británica llegó en 1655, tras la captura de Jamaica por parte de los británicos a los españoles. Jamaica pronto se convirtió en una de las colonias productoras de azúcar y ron más importantes del Imperio Británico. Con un suministro constante y abundante de ron disponible, se hizo posible reemplazar la cerveza por ron como ración diaria de los marineros.
La transición del ron de un complemento ocasional a una ración regular se formalizó en 1731, cuando el Almirantazgo emitió una normativa que estandarizaba su distribución. Según estas normas, cada marinero tenía derecho a media pinta de ron al día, que normalmente se dividía en dos raciones. Se trataba de una cantidad considerable teniendo en cuenta el alto contenido de alcohol del ron, que a menudo superaba el 50% de alcohol por volumen.
La decisión de ofrecer ron en lugar de cerveza también tuvo implicaciones estratégicas. El fuerte licor destilado no solo era más compacto y duradero, sino también más potente, lo que significaba que se podían transportar cantidades más pequeñas para lograr el efecto deseado. Además, el ron se podía almacenar en barriles de madera, que ya eran un estándar en los barcos para almacenar otras provisiones, lo que simplificaba aún más la logística.
La ración de ron y la disciplina naval
La vida a bordo de un barco de la Marina Real Británica durante los siglos XVII y XVIII era dura y monótona. Los marineros se enfrentaban a largos periodos en el mar, a menudo en condiciones incómodas y de hacinamiento, con la amenaza constante de enfermedades, mala alimentación y los peligros del combate. La ración de ron proporcionaba un momento de respiro y consuelo en una rutina que de otro modo sería agotadora. La anticipación del trago diario era un estímulo moral, un placer pequeño pero significativo que los marineros esperaban con ansias en medio de los rigores diarios de la vida naval.
El ritual de la ración de ron también fomentaba un sentido de camaradería entre la tripulación. Las experiencias compartidas, como el acto comunitario de recibir y consumir el trago, ayudaban a crear vínculos entre los marineros, creando una fuerza de combate unificada y cohesionada. Este sentido de unidad y moral era crucial para mantener altos niveles de rendimiento y preparación, especialmente durante los viajes largos y arduos.
Midiendo 'The Tot' a bordo del HMS Belfast. Imagen de Kjetil Bjørnsrud CC BY 2.5 Midiendo 'The Tot' a bordo del HMS Belfast. Imagen de Kjetil Bjørnsrud CC BY 2.5
Por otra parte, la distribución del ron estaba estrictamente controlada por los oficiales navales, que lo utilizaban como medio para imponer la disciplina y recompensar el buen comportamiento. La ración diaria de ron era distribuida por el sobrecargo del barco bajo la atenta mirada de los oficiales, que se aseguraban de que se distribuyera de forma justa y de acuerdo con las normas. Este mecanismo de control también permitía a los oficiales retener el ron como forma de castigo por las infracciones, reforzando así la disciplina.
La posibilidad de embriaguez y los problemas asociados exigían una regulación estricta. Para mitigar los riesgos, el ron se solía diluir con agua para crear grog, una práctica introducida por el almirante Edward Vernon en 1740. La iniciativa de Vernon de mezclar ron con agua, creando grog en una proporción de 4:1, tenía como objetivo reducir la probabilidad de intoxicación. El grog también tenía el beneficio práctico de hacer que la ración durara más, lo que proporcionaba un aumento sostenido de la moral durante todo el día.
El almirante Vernon, conocido como “Old Grog” por la capa de grog que vestía, instituyó este cambio para combatir los efectos nocivos del consumo de ron puro. La dilución no solo disminuyó el impacto inmediato del alcohol, sino que también ayudó a prevenir la deshidratación y mitigar algunos riesgos para la salud. Además, la adición de jugo de cítricos al grog ayudó a prevenir el escorbuto, una afección común entre los marineros debido a la falta de vitamina C.
El aspecto ritualista de la ración de ron también contribuyó a la cultura de la Marina Real. Los horarios y procedimientos específicos para distribuir el ron se convirtieron en parte de la tradición naval, con frases fijas como “¡Ánimo!” que marcaban el inicio de la distribución. Estas tradiciones ayudaron a inculcar un sentido de identidad y continuidad entre los marineros, vinculando a generaciones de personal naval a través de costumbres compartidas.
La decadencia de la ración de ron
A mediados del siglo XX, la naturaleza de la guerra naval había experimentado cambios significativos. La introducción de tecnología más avanzada y sofisticada en los buques de guerra exigía a los marineros mantener mayores niveles de alerta, precisión y pericia técnica. El manejo y mantenimiento de maquinaria compleja, sistemas de navegación avanzados y nuevo armamento exigía que los marineros estuvieran en óptimas condiciones físicas y mentales. Los efectos del consumo de alcohol, incluso en cantidades moderadas, se consideraban cada vez más incompatibles con estas exigencias.
A medida que los buques de guerra se hicieron más rápidos, más maniobrables y equipados con armamento más sensible y poderoso, el margen de error se redujo considerablemente. La posibilidad de que el alcohol afectara el juicio, ralentizara los tiempos de reacción y redujera la coordinación se convirtió en una preocupación seria. La seguridad y la eficacia de las operaciones navales dependían de la capacidad de la tripulación para realizar sus tareas con la máxima eficiencia y el mínimo riesgo, lo que hacía que el consumo diario de alcohol fuera cada vez más insostenible.
En la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, se hizo cada vez más hincapié en la salud y el bienestar del personal militar. Los avances en la ciencia médica y una mejor comprensión de los efectos a largo plazo del consumo de alcohol en la salud llevaron a un mayor escrutinio de las raciones de ron. El consumo crónico de alcohol se asoció a una serie de problemas de salud, entre ellos enfermedades hepáticas, problemas cardiovasculares y deterioro de la función cognitiva.
La tripulación a bordo del HMS Royal Oak recibe sus raciones de ron en 1916.
La presión para lograr estándares profesionales más elevados dentro de la Marina Real también jugó un papel crucial en la decisión de abolir la ración de ron. A medida que la Marina buscaba presentarse como una fuerza moderna y profesional, el consumo diario de alcohol por parte de su personal se consideraba cada vez más anacrónico y poco profesional. La Marina Real pretendía alinearse con las prácticas de otras armadas modernas, muchas de las cuales ya habían eliminado tradiciones similares.
La decisión de poner fin al racionamiento de ron fue impulsada tanto por presiones internas como externas. En el ámbito interno, los líderes navales reconocían cada vez más que la tradición, si bien históricamente significativa, ya no era adecuada para la marina moderna. Los informes y estudios que destacaban el impacto negativo del alcohol en la salud y el rendimiento de los marineros proporcionaban pruebas contundentes de que se debía cambiar. Además, el movimiento de abstinencia, que había cobrado impulso a lo largo del siglo XIX y principios del XX, seguía influyendo en la opinión pública y la política militar.
En el ámbito externo, las actitudes sociales respecto del consumo de alcohol estaban cambiando. En el período de posguerra, se observó un mayor apoyo a los estilos de vida más saludables y una mayor conciencia de los peligros del abuso del alcohol. Estos cambios de actitud se reflejaron en el contexto cultural más amplio e influyeron en el apoyo público y político a la reforma en el ejército.
La decisión de la Junta del Almirantazgo en 1969 de eliminar gradualmente la ración de ron fue trascendental. Para facilitar la transición, la decisión se implementó gradualmente, y culminó con la entrega final del tot diario el 31 de julio de 1970, un día que se conoció como el "Día del Tot Negro". En este día, los marineros recibían su última ración de ron y se celebraban ceremonias especiales para marcar el final de la tradición. Algunos marineros lamentaron la pérdida de una preciada costumbre que había sido parte de la vida naval durante más de 300 años, mientras que otros lo vieron como un paso necesario hacia adelante.
En lugar de la ración de ron, la Marina Real introdujo una compensación monetaria conocida como “asignación de grog”, destinada a proporcionar a los marineros un beneficio alternativo. Además, se puso a disposición cerveza a bordo en condiciones controladas, lo que permitió un consumo de alcohol más moderado y regulado.
sábado, 25 de enero de 2025
SGM: George Albert Cameron, el tanquista argentino que combatió a Rommel
“Rata del Desierto”. El rugbier argentino que fue tanquista en la Segunda Guerra Mundial y enfrentó a las tropas del general Rommel
George Albert Cameron nació en Buenos Aires, pero sus raíces anglosajonas lo llevaron a enlistarse en el ejército británico, donde fue designado como tripulante de tanques de guerra, un puesto en el que vivió todo tipo de aventuras y penurias
George Albert Cameron
nació en Buenos Aires en 1915. Creció y se crio junto a su familia en
la localidad de Hurlingham. Era egresado del colegio St. George de
Quilmes, donde también participó con gran desempeño en el equipo de
rugby de esa institución, el Old Georgians. Pero un día del año 1941,
cuando tenía 26 años, sintió el llamado de sus raíces anglosajonas y
marchó hacia Europa para enrolarse en el ejército británico y combatir
bajo esa bandera en la Segunda Guerra Mundial.
Si bien fueron miles los argentinos que se embarcaron para participar en la contienda bélica, lo que distingue la experiencia de Cameron es que él luchó como tanquista. Y lo hizo en escenarios clave del conflicto como el norte de África, donde llegó a enfrentar nada menos que a las tropas del general Rommel.
Alejandro
Prina, estudioso de la Segunda Guerra Mundial investigó el recorrido
como soldado de este argentino y en diálogo con LA NACION cuenta los
riesgos, victorias y desventuras que vivió el exalumno del St. George durante sus sacrificados años dentro de un tanque de guerra.
El nombre de Cameron como soldado en la Segunda Guerra Mundial figura en el Hall of Honour del Colegio Saint George, de Quilmes Gza. Alejandro Prina
“El llamado de la aventura”
–Alejandro, vos que investigaste la historia de Cameron, ¿cómo es que un joven de Hurlingham termina peleando como tanquista en la Segunda Guerra Mundial?
–Cameron nació en Buenos Aires, pero era hijo de un padre escocés y de una madre neocelandesa. Su linaje se mezclaba en la Argentina con mates, asados y amigos. Su papá, Alexander, había llegado a fines del 1800 y fue administrador de estancias en Tierra del Fuego. De hecho, hoy una localidad de esa isla se llama Villa Cameron como reconocimiento a su tarea como pionero. A Albert y sus hermanos les inculcaron mucho la cultura de sus antepasados.
–En ese sentido, también iba a un colegio que tenía que ver con sus raíces.
–Claro,
hizo la escuela en el St. George School de Quilmes y también allí
desarrolló su pasión por el rugby. Después de egresar, incluso, continuó
jugando en el equipo del colegio, el Old Georgians. Dicen que era muy
buen jugador y quizás hasta le hubiese gustado vivir del rugby, pero era
un deporte amateur.
George Albert Cameron con el uniforme de su regimiento de tanquistas del Royal Armoured Corps (RAC) Gza. Alejandro Prina
–¿Cómo fue que se sumó a la Guerra?
-En 1941, Cameron estaba hojeando el Buenos Aires Herald y leyó un anuncio que cambiaría su vida: “El Reino Unido acepta voluntarios”, decía el aviso en inglés. Entonces, sin darle muchas vueltas, se dirigió al Consjeo de la Comunicad Británica -en Reconquista al 300- para completar los papeles de enrolamiento.
–¿Qué lo motivó a unirse al ejército en una empresa que podría costarle la vida?
–Creo que el llamado a la guerra en el Viejo Continente era sinónimo de aventura, algo que lo atrajo a él como a otros tantos jóvenes de su edad. También había un sentido patriótico. Por eso, semanas más tarde, se embarcó en el Highland Monarch rumbo a Londres. Era un buque de pasajeros, pero le habían sacado las comodidades para que entraran más personas y se movía como los mil demonios. Las náuseas y los mareos eran permanentes. No fue nada placentero el viaje. A lo que hay que sumarle que estaba el temor de ser atacados por submarinos alemanes, que por esa época andaban rondando el Atlántico. Finalmente, el 19 de noviembre de 1941 él arribó a las costas británicas.
Herido en el norte de África
–¿Cómo llegó a convertirse en tanquista?
–Recién
llegado al país, fue asignado al 61° Regimiento de Infantería ubicado
en Bovington, condado de Dorset, en Inglaterra. Si bien Cameron había
hecho ya el servicio militar en la Argentina, allí recibiría el
entrenamiento básico como soldado y unos meses más tarde lo trasladarían
al Regimiento 52° de Entrenamiento de Infantería Mecanizada, donde se
iba a convertir en tanquista o, como dicen coloquialmente, “Tankie”. En
su duro entrenamiento aprendió que ese puesto tiene como pilares la
camaradería y el trabajo en equipo. Además, en la ceremonia que
oficializó su ingreso al universo de los tanques, internalizó una frase
de oro: “Once a tankie, always a tankie”, es decir, una vez que sos tanquista, sos tanquista para toda la vida. Allí es asignado al Segundo Regimiento Real de Tanques, quienes son conocidos coloquialmente como “las ratas del desierto”.
Una
imagen de los tanques y uniformes que utilizaba el ejército británico,
la división "ratas del desierto", en el norte de África. Imperial War Museum
–¿Cuál es su primer destino como tanquista?
–A Cameron lo mandan al norte de África para enfrentar allí a los Afrika Korps, las tropas de (Erwin) Rommel, el temible general alemán conocido como “el zorro del desierto”. Las “ratas del desierto” no tenían tanques muy buenos allá, eran tanques ligeros M3 Stuart, obsoletos por el poco blindaje y su armamento. En una de las batallas en las que participa en el norte de Egipto, creemos que en la segunda batalla del Alamein -entre el 23 de octubre hasta el 11 de noviembre de 1942-, Cameron cae herido.
–¿Qué pasó?
–Su tanque fue impactado por artillería enemiga, un ataque que mata a la tripulación del vehículo y a él lo lastiman muy feo en un brazo y la cara. Lo sacan de ahí, él no sabe cómo ni cuánto tiempo pasó. Cuando se recupera para volver al campo de batalla había terminado la guerra en el norte de África y Rommel había sido derrotado.
–¿Quién más iba con él cuando estalló la bomba? ¿Cómo es la tripulación de un tanque?
–Depende
del tanque, pero suelen ser cuatro personas. El comandante, el
conductor, el radioperador y el artillero. Él era artillero. Estaba
cargando el cañón con una munición de 37 mm cuando fue la explosión que
lo dejó fuera de combate y acabó con la vida de sus camaradas. Eso es lo
poco que le contó el propio Cameron a su hijo.
Cameron enfrentó a los Afrika Korps de Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, en el norte de África Archivo
Tras las huellas de Cameron
Alejandro Prina es un apasionado investigador, divulgador y educador en temas de la Segunda Guerra Mundial. Parte de sus indagaciones sobre hechos, combates y personajes de ese momento histórico están volcadas en su cuenta de Instagram segundaguerramundial_oficial, donde también integra en sus posteos sus habilidades como diseñador gráfico. Además, él es Magíster en Historia Militar recibido en el Iniseg (Instituto Internacional de Estudios en Seguridad Global) y miembro del Grupo de Investigación de Historia Militar de la misma entidad. “Lo que más me gusta de todo es la investigación -dice-, me gusta descubrir estas historias pequeñas de la guerra”.
Como hace cada vez que
intenta conocer la biografía de alguien que batalló en aquella
contienda, Prina se encarga de buscar las fuentes más directas. Para el
caso de George Albert Cameron, este investigador hurgó (siempre con permiso) en los archivos del St. George, donde corroboró, en el Hall of Honour de
ese colegio, la participación de este exalumno en la conflagración
mundial. Prina también pidió documentación en organismos oficiales
relacionados con las Fuerzas Armadas Británicas donde pudo hallar el
tracer (recorrido) de este soldado porteño (”aunque no siempre los datos
son exactos, especialmente al no tratarse de un oficial”, aclara) y las
hojas de ruta de los batallones que integró.
Además, en este caso, el investigador contó con el inestimable aporte de los familiares de Cameron, especialmente su hijo Ronald. Ellos suministraron testimonios, fotografías y hasta le mostraron valiosas pertenencias del soldado, como sus medallas de identificación, una cruz que cargaba siempre con él que era de un compañero fallecido y hasta su uniforme. Sin embargo, los familiares del excombatiente argentino aclararon que tenían “baches” en relación al itinerario y actuación de Albert, básicamente porque “él no quería hablar de la guerra”.
Las penurias del desierto... y después, la jungla
–Más allá de los combates en el norte de África, sería también difícil pasar los días en esos espacios desérticos
–Terrible.
Las noches eran frías y los días de un calor abrasador, que era un
enemigo constante. Las tormentas de arena, además, eran regulares y lo
más difícil era enfrentar la escasez de agua, no solo para tomar sino
también para asearse. Si bien Cameron no hablaba mucho de la guerra, una
de sus hijas recuerda que Daddy -así lo llamaban- contaba que en el
desierto no se veía un solo insecto, pero cuando había heridas abiertas,
o se llagaba la piel por la sequedad del ambiente, aparecían moscas por
todas partes. Comer también era difícil porque venían nubes de moscas y
si una mosca te toca la comida te podías agarrar disentería, que
causaba fiebres, diarreas y vómitos.
Una foto de Cameron en su estadía en la India. Gza. Alejandro Prina
George
Cameron falleció en 1973, pero su familia conserva su uniforme de la
Segunda Guerra y otros objetos de gran valor histórico y sentimental. Gza. Alejna
–Y el calor dentro del tanque sería tremendo, ¿no?
–Sí, irónicamente para él y sus compañeros el mejor refugio durante la batalla era el más caluroso y pequeño. Imaginate además ahí adentro el olor a pólvora, aceite quemado, nafta y transpiración que se llegaba a concentrar.
–Dijiste que cuando Cameron se recuperó de las heridas la guerra en el norte de África había terminado... ¿Hacia dónde se fueron después las ratas del desierto?
–Meses después, Cameron y su regimiento parten en convoy cruzando el Canal de Suez con rumbo a Malasia, pero los desvían y llegan finalmente a la ciudad de Rangún, en Burma (actual Myanmar). Allí arribaron con el objetivo de frenar el avance de los japoneses, enemigos de los aliados, que querían hacerse de los pozos de petróleo de ese país. Otra vez las condiciones climáticas y el terreno fueron un enemigo silencioso para los tanquistas. La jungla densa, la humedad, los pantanos, lugares donde los tanques se atoraban, tenían fallas mecánicas. En cambio, los japoneses se adaptaban al terreno de manera alucinante. Como dato anecdótico, al llegar a Burma, las ratas del desierto se transformaron en las “green rats” (ratas verdes).
–¿Y cómo se dio la contienda en Burma?
–El
avance japonés fue avasallador. Los hicieron pelota. Era como una
guerra de guerrillas, no era a campo abierto. Solían atacar por la noche
con una variedad de armas. Tenían desde bombas adhesivas, que era una
mina magnetizada que se pegaba al blindaje del tanque, hasta las bombas Tich,
que era una bola de vidrio o cerámica que se rompía al impactar contra
el tanque y despedía un líquido tóxico que se gasificaba y mataba a los
que estaban en el interior del vehículo. En casos extremos, también
hacían ataques suicidas: el soldado japonés se sentaban en un hoyo de la
carretera sosteniendo una bomba, esperando a que pasara un tanque.
Las
medallas de identificación que lelvaba consigo George Cameron en la
Segunda Guerra Mundial, junto a la cruz de un compañero fallecidoGza. Alejandro Prina
Una foto de las "green rats" con la medalla que representa a los tanquistas británicos arriba y los logos de esa compañía abajoGza. Alejandro Prina
La retirada hacia la India
–¿Cómo terminó?
-Después de tres meses de lucha agotadora y ya viéndose superados por el enemigo las green rats debieron emprender la retirada. En un momento se vieron obligados a abandonar los tanques, porque tenían que cruzar numerosos ríos. Su objetivo ahora era alcanzar la frontera de la India, con los japoneses pisándoles los talones. Cada soldado llevaba todo el armamento que podía cargar. Hicieron un recorrido de 140 kilómetros hasta llegar a la India. El mal tiempo los ayudó esta vez, ya que cuando andaban por colinas y montañas, las nubes bajas los ocultaron de la Fuerza Aérea Japonesa. En el camino volvieron a sufrir disentería y malaria. En este caso, George también cayó enfermo. Una vez arribados a la India, diezmados y exhaustos, las tropas se instalaron allí para recuperar fuerzas.
–¿Qué pasó después?
–Poco más tarde, George y su regimiento fueron enviados a campamentos aliados en Irak, después a Siria, Palestina y finalmente Egipto para reequiparse y realizar ejercicios y entrenamientos con los nuevos suministros y armamentos que fueron recibiendo, entre ellos el famoso tanque norteamericano Sherman y también los Stuart.
–Se preparaban para su próximo objetivo. ¿Cuál era?
-Italia. Desde Alejandría, en Egipto, el Segundo Regimiento Real de Tanques se embarca hacia Taranto (hoy, Tarento), en el sur italiano, donde llegaron el 4 de mayo de 1944. Las tropas de los tanquistas avanzan hacia el norte, conquistando pueblo por pueblo del poder alemán con el objetivo final de liberar Roma. El 3 de septiembre de ese año, George y su unidad llegaron al pequeño pueblo de Tavoletto, que formaba parte de la famosa línea Gótica Alemana, una de las barreras defensivas que iba de una costa a la otra de Italia que trazaron los alemanes para frenar el avance aliado. En este combate, Cameron es herido por una explosión de mortero, pero no debió haber sido muy grave, porque el 6 de ese mismo mes vuelve a estar presente en otra batalla, la de Gemmano.
Italia y el fin de la guerra
–¿En todos lo pueblos que mencionás estaban los nazis?
–Sí,
generalmente eran paracaidistas de tropas muy especializadas y tropas
de montaña que los mandaban y los tipos tenían la misión de defender esa
línea Gótica. En Gemmano los alemanes tenían la ventaja de que estaban
esperando a los aliados en un lugar estratégico de altura y los aliados
subestimaron la situación y dijeron que no había nadie, cuando los
esperaban unos 4500 alemanes súper entrenados. En esta cruenta batalla,
también conocida como “mini Montecassino” o “la Montecassino del
Adriático”, George volvió a ser herido. Pero no algo grave. El 9 de
septiembre, finalmente, el pueblo es recuperado por los aliados.
–¿Cómo siguió la guerra para Cameron?
–Siguieron avanzando hacia el norte. En mayo de 1945, cuando los alemanes se rinden, George y su unidad están en la ciudad de Padua. Ahí es donde se termina la guerra para él.
–¿Entonces regresa a la Argentina?
–En
1946, ya nuevamente en Londres le dan de baja en el ejército con el
grado de Sargento y el tanquista argentino regresa a su país.
–¿Qué fue de su vida en la Argentina?
–En 1948 se casó, un año después tuvo a su primera hija, trabajó un tiempo en el London Bank y después en la empresa Alpargatas. Vivió alternativamente en Hurlingham, en el Palomar y se estableció dos veces en Montevideo, Uruguay. Una vez en 1953 y luego en el año 1970, por su trabajo relacionado a una compañía de seguros británica. En la capital de Uruguay vuelve a retomar su pasión por el rugby. Juega en el Club Trouville de esa ciudad, equipo en el que, en 1954, obtuvo los tres lauros posibles en una misma temporada.
No hablaba de la guerra
–¿Hablaba de la guerra con su familia?
–No,
no quería comentar nada. Tiraba esas anécdotas medio simplonas como las
moscas del desierto, pero no hablaba. Lo que sí, te puedo contar una
anécdota. Decían que George no faltaba nunca al trabajo. Nunca. Un día
vuelve la hija del colegio y le dice: “Silencio que está Daddy en el
living. No pases, está tranquilo”. Entonces ella se asoma y lo ve a su
papá con una bolsa de hielo en la cara, con gesto de dolor. Después se
enteran que él tenía muchos dolores, va al médico y le encuentran muchas
esquils de metal producto de la explosión del tanque que le habían
quedado en el paladar y el maxilar, y tuvieron que operarlo y sacarle
todo. Muchos años después.
George Albert Cameron falleció en 1973. En diálogo con Alejandro Prina, Ronnie, uno de los cuatro hijos del extanquista recuerda cuando su padre le regaló una guinda de cuero roja con la que solían practicar rugby juntos. Y también rememoró los días festivos en que su padre lo llevaba ver desfiles de bandas de gaitas escocesas.
–Alejandro, ¿Qué te queda a vos cada vez que recuperás o descubrís una de estas historias como la de Cameron, que desde la Argentina llegó combatir contra las tropas del mismísimo Rommel?
–Lo que me queda y el objetivo de lo que hago es que estas personas no queden en el olvido. Quiero investigar a esta gente para rescatarla de olvido. Sobre todo como en el caso de George, que deja un legado de valentía y un ejemplo de los sacrificios realizados por aquellos que sirvieron durante el mayor conflicto bélico de la historia.
miércoles, 15 de enero de 2025
Espionaje: El incidente de Venlo
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhL2MiAtUYx_53YAZczrIfHWvZfE7uwfR59_2-NePyP4yzmzTRBDv5VPJ5p0TPaGRWUr4GEz_Mx7bfNrRsAfoL3EFqCsF68k-QbaigmjAvVbS-POq-t44uiKNqK91un7A24mBrz99XxreMd5zXmGKoaLiL0gUlX9FyU7LBxIvUcBnthLrw-xe3nQn9aCFw/s1600/E-2D-Advanced-Hawkeye-Engine-Blades_wEbEl__please_credit%5Bpalette.fm%5D.jpg)
El incidente de Venlo
En la oscura y tensa Europa de 1939, las sombras de la guerra ya se cernían con fuerza. Espías, traiciones y secretos cruzaban fronteras en la penumbra, y en ese mundo incierto, la inteligencia británica buscaba desesperadamente formas de debilitar al régimen nazi. Fue entonces cuando dos experimentados agentes del MI6, Sigismund Payne Best y Richard Henry Stevens, recibieron una noticia intrigante. En la frontera entre Alemania y los Países Bajos, un oficial alemán disidente buscaba negociar la paz con Inglaterra y derrocar a Hitler. La reunión estaba concertada para el 9 de noviembre de ese mismo año en la ciudad fronteriza de Venlo, una localidad holandesa que parecía el lugar perfecto para una operación tan delicada.
Sin embargo, no sabían que estaban caminando directo hacia una trampa letal. La inteligencia nazi había orquestado cada detalle con precisión meticulosa, y Heinrich Himmler, el implacable jefe de la Gestapo, había autorizado la operación con el fin de capturar a estos agentes británicos y conseguir información valiosa. En aquel momento, Best y Stevens eran figuras clave de la inteligencia aliada en Europa, portadores de secretos que podrían comprometer estrategias y nombres cruciales.
Al llegar a Venlo, los británicos esperaban encontrar a oficiales alemanes descontentos que los llevarían a una conversación confidencial, pero en cambio, el destino les deparaba una emboscada. La trampa se desató en un instante: hombres armados de la Gestapo los rodearon y, antes de que pudieran reaccionar, fueron tomados prisioneros. A punta de pistola y en medio de un caos calculado, Best y Stevens fueron obligados a subir a un vehículo que rápidamente cruzó la frontera hacia Alemania. Allí, comenzaron los interrogatorios.
A principios de septiembre de 1939, se organizó una reunión entre Fischer y el agente británico del SIS, el capitán Sigismund Payne Best. Best era un oficial de inteligencia experimentado que trabajaba bajo la cobertura de un hombre de negocios que residía en La Haya con su esposa holandesa.
En las reuniones posteriores participó el mayor Richard Henry Stevens, un agente de inteligencia con menos experiencia que trabajaba de forma encubierta para el SIS británico como oficial de control de pasaportes en La Haya. Para ayudar a Best y Stevens a atravesar las zonas movilizadas holandesas cerca de la frontera con Alemania, el jefe de la inteligencia militar holandesa, el general Johan van Oorschot, reclutó a un joven oficial del ejército holandés, el teniente Dirk Klop. Van Oorschot permitió que Klop asistiera a reuniones encubiertas, pero no pudo participar debido a la neutralidad de su país.
Teniente Dirk Klop
En las primeras reuniones, Fischer llevó a participantes que se hacían pasar por oficiales alemanes que apoyaban un complot contra Hitler y que estaban interesados en establecer condiciones de paz con los Aliados si Hitler era depuesto. Cuando se supo que Fischer había conseguido concertar reuniones con los agentes británicos, el Sturmbannführer Walter Schellenberg, de la sección de inteligencia exterior del Sicherheitsdienst, empezó a asistir a las reuniones. Schellenberg, que se hacía pasar por un "Hauptmann Schämmel", era en aquel momento un agente de confianza de Heinrich Himmler y mantenía estrechos contactos con Reinhard Heydrich durante la operación de Venlo.
En la última reunión entre los agentes británicos del SIS y los oficiales alemanes del SD, celebrada el 8 de noviembre, Schellenberg prometió llevar a un general a la reunión del día siguiente. Sin embargo, los alemanes pusieron fin abruptamente a las conversaciones con el secuestro de Best y Stevens.
Richard H. Stevens (abajo) y Sigismund P. Best (arriba), en 1939
Los nazis encontraron en sus documentos y notas una mina de información sobre las redes de espionaje aliadas y sus operaciones. Las secuelas del incidente de Venlo se sintieron de inmediato: la inteligencia alemana logró debilitar y desbaratar varias células de espionaje británicas en el continente. Pero la Gestapo no se conformó solo con el conocimiento ganado. Al día siguiente, la maquinaria de propaganda nazi se puso en marcha, urgiendo al pueblo alemán y al mundo a creer que la captura de estos agentes confirmaba una conspiración británica para asesinar a Hitler. Fue un recurso perfecto para sembrar desconfianza y presentar al régimen nazi como la víctima de una red global de traición y sabotaje.
Walter Schellenberg
Sin embargo, el verdadero objetivo era mucho más grande y ambicioso: el incidente de Venlo fue uno de los puntos que Alemania utilizó como excusa para justificar la invasión de los Países Bajos en mayo de 1940. Los nazis argumentaron que la neutralidad de los Países Bajos era una fachada, mientras que el gobierno de Londres urdía complots en suelo holandés para asesinar al Führer. Fue una excusa conveniente, aunque absurda, que Hitler utilizó para justificar el avance militar en una Europa que ya comenzaba a ceder a la ferocidad de sus tanques.
Best y Stevens pasaron el resto de la guerra en cautiverio, su misión convertida en un símbolo de la brutalidad de los métodos nazis y un recordatorio de los peligros de operar en un continente plagado de traición y engaños. El incidente de Venlo se convirtió en una de las historias más amargas del espionaje británico en la Segunda Guerra Mundial, una advertencia de que, en un mundo en guerra, incluso los mejores pueden ser presa de la trampa más calculada.
Reconstrucción del incidente en 1948
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1616w74EY349eEhCRHuO7mA0f0qfKFDH5TMGArkJAlP4YykMz8tfj4hR029EpXJdIYi6rWhtcasB_ouEpQDFhxMnfGUdKURp9Svh6vY4XMIuKhPnGa8SHLSht6yhK6ljQrFDJGqGrG2H8LEez3iw-XDHMEE-p1eTOME99c6ySWt6iwAxKDMIt2RpqUOo/s1600/Gbi4IQqWsAAj5t__BO1E4__please_credit%5Bpalette.fm%5D.jpg)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjl7dJ6H8oM3Z6Ygm8dSDQqTTuDkPQv4piJ-9rC8HWWfhyphenhyphennOk_9enAbCHv8tLM2_pN41nHpX2RXmp_sHwc-skLlhP4Xg29kH-HladZsmNkpFAiWdr0Pj0ERnO8sd_30FLVO03_NEWvcICYYGrEOEwnOK-ksSbl9HqQjqWbBb44U7eA0lkb1b50xNSPHwu8/s1600/2-21%20at%2010-01-24%20YouTube_il2IX__please_credit%5Bpalette_F6QWm__please_credit%5Bpalette_fIoLu__please_credit%5Bpalette.fm%5D.jpg)
lunes, 30 de diciembre de 2024
sábado, 28 de diciembre de 2024
jueves, 7 de noviembre de 2024
domingo, 27 de octubre de 2024
Patagonia: Las maravillosas aventuras de Mr. Musters
El inglés Musters y los tehuelches
Por Héctor Pérez Morando || Diario Río Negro
Vida muy singular y poco conocida la de George Chaworth Musters. Como para el libro. Inglés de sangre pero nacido en Nápoles, casualmente, «en transcurso de un viaje de sus padres» (13/2/1841). De familia acomodada y huérfano desde pequeño, tal vez los tíos marinos tuvieron que ver en su vida marina -desde los 13 años- y el «Algiers», la escuela. Recibió medallas por su actuación en Crimea. Escritos de Falkner, Darwin, Guinard, Fitz Roy, Viedma, De Angelis y otros fueron los antecedentes documentales para su formidable travesía patagónica que se inició en Punta Arenas, pasando por Gallegos, isla Pavón y finalizó en Carmen de Patagones (abril de 1869-26/5/1870) ¿Cuál fue el motivo principal del viaje? Varias hipótesis se han emitido y hasta la de «una misión especial del almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia» (Balmaceda, Rey 1976). ¿Espía? Tenía permiso de la Marina inglesa. Percibía una renta.
Cualquiera fuera el motivo, la realidad es que dejó un incomparable aporte toponímico y etnográfico principalmente, como nunca había ocurrido hasta poco después de la mitad del siglo pasado, y hasta un «vocabulario parcial de la lengua tsoneca» que incluyó en su libro «At home with the Patagonians. A year»s wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the Río Negro», editado en Londres en 1871 y traducido al castellano en 1911 como «Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el Río Negro». «El mapa de Musters es la primera información cartográfica directa del interior de la Patagonia». (Rey Balmaceda, ídem). Es llamativa la adaptación, el mimetismo que logró entre los tehuelches y sus formas de vida. Dio un «paseo» de 2.750 kilómetros y un año de duración, con los consiguientes peligros, y tuvo que afrontar y participar de la vida tehuelche: vestir quillango, usar boleadoras, andar a caballo, alimentarse con carne de guanaco, de avestruz (y huevos), de yegua y raíces. Debió habitar en toldos, dormir a la intemperie, hacer trenzados de cuero y -lo más importante- anotar los acontecimientos de la gran aventura, con mucha precisión y útiles detalles sobre flora, fauna, topografía y costumbres de los tehuelches. Es largo de detallar. Llegó a afirmar que «no merecen seguramente los epítetos de salvajes feroces, salteadores del desierto, etc. Son hijos de la naturaleza, bondadosos, de buen carácter». Y en cuanto a las creencias, «la religión de los tehuelches se distingue de la de los pampas y araucanos porque no hay en ella el más mínimo vestigio de adoración al sol, aunque se saluda la luna nueva con un ademán respetuoso… creen en un espíritu bueno y grande… no tienen ídolos ni objetos de adoración…».
Según parece, dominaba bien el castellano y una partida de soldados en busca de prófugos de Punta Arenas facilitó el primer tramo de su viaje desde allí hasta la isla Pavón, desembocadura del río Santa Cruz, donde por entonces tenía sus dominios Luis Piedra Buena, a quien no pudo entrevistar por haber viajado poco antes. Llevaba una carta de presentación de Jorge M. Dean, de Malvinas, donde había estado. Carbón y oro son existencias de las que se fue informando. Se encontró con Sam Slick, hijo del cacique Casimiro. Hablaron en inglés. A partir de Pavón se iniciaría la parte más destacada de la aventura de Musters, acompañado por la parcialidad aóni-ken que hablaba el aóni-aish, «lengua que sería entonces la aprendida por Musters». Y desde allí, estuvo acompañado nada menos que por los célebres caciques Casimiro y Orkeke, de quienes llegó a ser muy amigo. ¿Qué método empleó el viajero inglés para llegar a ser admitido en los toldos andantes tehuelches y merecer gran respeto y confianza?
Lo describe a Orkeke: «Había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre su caballo en pelo o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven… abundante cabello negro… ojos brillantes e inteligentes… era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres… desde el momento que fui huésped de él, su conducta para conmigo fue irreprochable». Y de Casimiro: «Cuando no estaba ebrio, este hombre era vivo e inteligente, astuto y político. Sus extensas vinculaciones con todos los jefes, inclusive Reuque y Callfucurá (sic), le daban mucha influencia. Era también obrero diestro en varias artes indígenas, como la de hacer monturas, pipas, espuelas, lazos y otras prendas. Era muy corpulento, de seis pies cabales de estatura». (Musters, G. Ch., Vida, 1964).
Luego de isla Pavón, los tehuelches -más de doscientos entre hombres, mujeres y niños- y el viajero inglés se dirigieron a la precordillera. Llegaron al paraje Yaiken-Kaimak. Una escena de caza: vio un guanaco y «lo boleé con una boleadora para avestruz» y en ese lugar surgió «una inquietud general»: estar preparados «para el caso de que encontráramos a los tehuelches del norte en guerra con los araucanos o manzaneros». Todos se daban un baño diario en los cursos de agua. Llevaba una brújula -que le regaló a Foyel- y anzuelos para pesca que usó. Los tehuelches no comían pescado. Llegaron los tehuelches del norte -comandados por Hinchel- y se produjo un gran parlamento. «Casimiro había tratado de inducirme a que hiciera de capitanejo… por nuestra parte se desplegó orgullosamente la bandera de Buenos Aires, mientras los del norte hacían flamear una tela blanca». (Musters, ídem).
«Después de varias arengas, dichas por Hinchel y otros, se resolvió elegir a Casimiro jefe principal de los tehuelches», anotaría Musters. Musters dedujo que «las relaciones entre los tehuelches o tsonecas de la Patagonia y los indios araucanos de Las Manzanas no habían tenido antes, de ninguna manera, un carácter pacífico». El padre de Casimiro había sido muerto por los araucanos, pese a lo cual «la diplomacia de Casimiro lograba conciliar a todas las partes». En ese lugar recibieron una partida del Chubut, «unos setenta u ochenta hombres, con mujeres y criaturas, y ocupaban unos veinte toldos», la mayoría «jóvenes de sangre pampa o pampa tehuelche… unos cuantos tehuelches puros» cuyo jefe se llamaba Jackechan o Juan (Chiquichano), «un indio muy inteligente, que hablaba corrientemente el español, el pampa y el tehuelche». El «Marco Polo de la Patagonia», como lo llamaron algunos autores, continuaba adentrándose en la vida tehuelche: «atoldándose», haciendo boleadoras y tientos, ganándose los alimentos cazando con ellos y como ellos y participando de acontecimientos muy celebrados por aquellos pobladores de la Patagonia: nacimientos, entrada a la pubertad, casamientos, muertes, etc. y hasta para evitar el efecto nocivo de los vientos «volví a aplicarme la pintura» (en el rostro), sin olvidar beber aguardiente, fumar en pipa y usar armas largas y cortas. En Teckel, por enero de 1870, recordaría que «estaba muy al tanto del género de vida y de las costumbres de los tehuelches, que me consideraban casi uno de ellos (en verdad, había llegado a adquirir cierta posición e influencia entre esa gente)». (Musters, ídem).
Llegaron al campamento Carge-kaik (Cuatro Colinas) y recibieron la amistosa visita de un hijo de Quintuhual, con un mensaje del padre. Hubo danza: «Entré con Golwin (Blanco) y dos más en la danza, apareciendo en traje completo de plumas de avestruz y cinturón de campanillas, y debidamente pintado, para gran delicia de los indios. Mi ejecución arrancó grandes aplausos». Tenía razón Musters, parecía uno más de ellos. Bien manejadas las relaciones públicas para entonces… Recibieron mensajes araucanos. Luego visitaron los toldos de Quintuhual y continuando la marcha llegaron a Diplaik (Moreno lo cita como Dipolokainen), donde un mensajero de Foyel les entregó una noticia: el araucano (chileno) Culfucurá -no emplea la denominación mapuche- incitaba a unirse para «hacer la guerra a Buenos Aires». Ni más ni menos que sus depredadores malones a la zona de Bahía Blanca y el gran espacio bonaerense. Se convocó a parlamento y se decidieron por la negativa. Aquellos tehuelches e «indios mansos» defendían y apoyaban a El Carmen (Carmen de Patagones) y allí se dirigirían en busca de «vicios», ración de ganado y demás que les entregaba el gobierno. Orkeke, Casimiro -«el gran cacique del sur»-, los pellejos con aguardiente y la nutrida caravana seguían la rastrillada para el norte (más o menos la actual ruta nacional 40) hasta llegar al campamento de Foyel, con buen recibimiento. Anteriormente -anotó Musters- un incidente le «facilitó la oportunidad de observar la predisposición de los araucanos para esclavizar y maltratar a todo «cristiano» que podían robar o comprar». Luego de otras bien narradas alternativas, emprendieron viaje a «Las Manzanas», los dominios de Cheoeque (sic), es decir el famoso Sayhueque. Se instalaron en Geylun -posiblemente al sur de Paso Flores y cerca de Pilcaniyeu actuales-, donde quedó la mayoría de los nativos y luego de cruzar el Limay y visitar a Inacayal, donde también son bien agasajados, fueron recibidos por el jefe manzanero: «Hombre de aspecto inteligente, como de 35 años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de cuero»… Este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche». En el toldo estaba «la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación Argentina». Tenían temor al «gualicho» y a otras circunstancias diarias.
Hubo fiesta, aguardiente en abundancia -con las armas guardadas-, manzanas frescas, piñones, carne e intercambio de objetos, alimentos y aguardiente. Pudo comprobar que el intercambio -pieles, tejidos, trenzados, caballos, alimentos, etc.- era moneda corriente. Tal como el trueque actual, que va ganando posiciones por la crisis. Hacían carreras de caballos. Se celebró un parlamento con tres temas: «Paz firme y duradera entre los indios presentes», «protección de Patagones» y «considerar el mensaje de Callfucurá (sic) acerca de un malón a Bahía Blanca, y en general la frontera bonaerense», sobre lo cual los tehuelches ya se habían expedido negativamente antes de llegar al lugar. Estaba allí Mariano Linares -de la tribu de ese apellido-, que había llegado de Patagones en misión de paz. Los picunches -anotaría el viajero inglés- eran «una rama de los araucanos bajo el dominio de Cheoeque… viven cerca de los pasos de la cordillera y saquean a todos los viajeros». Hubo otro parlamento en el que se resolvió unánimemente que «Cheoeque protegería la orilla norte del río Negro y cuidaría a Patagones por ese lado, mientras que Casimiro garantizaría el sur». Se ratificó el no malón a Calfucurá, «pidiéndole que limitara sus hostilidades a Bahía Blanca». Todo eso lo vivió el marino y aventurero inglés, como principal partícipe en aquellos conflictos internos, pero cuyos protagonistas maloneros más feroces y ladrones procedían del otro lado de la cordillera. Aunque Calfucurá estaba asentado en «Las Salinas» (La Pampa).
Luego del regreso a Geylun, se preparó el viaje a Patagones. Fueron de la partida Musters, Orkeke, Casimiro, Quintuhual, Crime, Meña y numerosos tehuelches, mujeres y niños. Es la primera vez que la «línea sur» rionegrina -con ligeras variantes en el trazado caminero y ferroviario actual- ve pasar tan numerosa y heterogénea comitiva. La toponimia incorpora y confirma nombres: Margensho (Maquinchao), Trinita (Treneta), Valcheta. Desde Maquinchao, Musters y dos acompañantes decidieron adelantar el viaje a Patagones. Llevaba una carta para el comandante Murga y la misión de preparar el terreno para la visita de los restantes. En cierta parte del trayecto «alegró nuestros ojos la vista del mar». Cruzaron para el río Negro y entonces «Haciendo a un lado la manta india, volví a ponerme el traje de un inglés de la época, saco de cazador, etc.» Había tenido el equipo bien guardado. Cerca de «San Xavier» (Javier) tuvo contacto con los otros hermanos Linares y las estancias de Kincaid, Alexander Fraser y Grenfell. Estos últimos le facilitaron dinero. Durmió en el toldo de Chalupe. En Patagones se entrevistó con Pablo Piedra Buena -hermano de Luis-, el Dr. Humble, la galesa familia de Morris Humphreys y con Murga. Días después llegaron Casimiro, Orkeke y sus tribus. Recorrió la zona y tomó valiosos apuntes. Se embarcó en el vapor «Patagonia» (ex «Montauxk», de Boston) rumbo a Buenos Aires, que encalló en la desembocadura del Negro, y siguió viaje en la goleta «Choelechoel». El «tehuelchizado» -perdón por el neologismo- inglés había recorrido la Patagonia durante poco más de un año -llegó a Patagones el 26/5/1870- y daría a luz el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de un gran valor documental. Anduvo por otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata (commander). Estuvo casado con una peruana descendiente de ingleses y murió en 1879.
Una estación ferroviaria en Río Negro, un lago en Chubut y varias calles llevan su nombre, recordando la gran hazaña del inglés-tehuelche.
sábado, 26 de octubre de 2024
lunes, 16 de septiembre de 2024
UK: La Revolución de 1688
La Revolución Gloriosa
La Revolución de 1688 fue el derrocamiento de Jacobo II en 1688 a través de una conspiración urdida entre algunos parlamentarios ingleses y el Estatúder holandés Guillermo de Orange. Algunas veces también se llama la Revolución Incruenta, aunque hubo combates y pérdida de vidas humanas en Irlanda y Escocia. Los historiadores católicos y tories prefieren el término «Revolución de 1688», ya que «Gloriosa» o «Incruenta» reflejarían los prejuicios de los historiadores whig. Otros, como el historiador W.A. Speck, señalan que el término «revolución» sería incorrecto, ya que estuvo lejos de ser un espontáneo levantamiento contra Jacobo II. Al contrario, Speck señala que probablemente la mayoría de la nación quería la continuidad de su reinado.
La Revolución está fuertemente asociada con los sucesos de la guerra de los Nueve Años de la Europa Continental, y se puede ver como la última invasión con éxito de Inglaterra.4 Puede argüirse que con el derrocamiento de Jacobo comenzó el modelo parlamentario inglés. El monarca nunca volvería a tener el poder absoluto, y la Declaración de Derechos se convertiría en uno de los documentos más importantes de Gran Bretaña. La deposición del monarca católico Jacobo II acabó con cualquier oportunidad de que el catolicismo fuese restablecido en Inglaterra. Además, la promulgación de la Ley de Tolerancia condujo a la aceptación de los protestantes no conformistas y a la marginación de los católicos y otros grupos minoritarios, como los judíos y ateos.
Antecedentes de la revolución
Durante sus tres años de reinado, el rey Jacobo II fue víctima de las batallas políticas en Inglaterra entre el catolicismo y el protestantismo, de un lado, y entre el derecho divino de la Corona y los derechos políticos del Parlamento, por el otro. El problema político más importante que tenía Jacobo era su catolicismo, que lo dejaba bajo los ataques de los dos partidos en el Parlamento. Los miembros del partido liberal británico del bajo clero habían fallado en su intento de excluir a Jacobo del trono entre 1679 y 1681, y los seguidores de Jacobo eran los tories del alto clero anglicano. Cuando Jacobo heredó el trono en 1685, tenía gran parte del apoyo del «Parlamento Leal», que estaba compuesto mayoritariamente de tories. Sin embargo, el intento de Jacobo por relajar las leyes penales puso en su contra a sus seguidores naturales, ya que los tories lo vieron como un intento de desestructurar a la Iglesia de Inglaterra. Abandonando a los tories, Jacobo quiso formar un «Partido del Rey», para equilibrar a los tories anglicanos, así que en 1687 Jacobo apoyó la política de la tolerancia religiosa y emitió la Declaración de Indulgencia. Aliándose con los católicos, los disidentes y los no conformistas, Jacobo esperaba construir una coalición que le daría la emancipación católica.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9p3Fg6XL0RCmMi9mHZvt4_MVr3IVK2EEcvegDTBDDcOCXRluShqqAmXxYtzW3lE_rmqW8fdfQD0iYBQyzpW620Rj_60oqZ6xVycaEr1xXelH9k9tiVykmgeZRDsZjkKTNEnEMyqUkVty7jy4m6nm_NvxfUhCBQFlqEB-zTw01TVNmbac8PH6obupCINQ/s1600/Screenshot%202024-02-02%20at%2017-25-11%20Inicio%20_%20X_RndwC__please_credit%5Bpalette_ktfHY__please_credit%5Bpalette_oWwn9__please_credit%5Bpalette_RKfbz__please_credit%5Bpalette_lh7as__please_credit%5Bpalette.fm%5D.jpeg)
Jacobo II
Rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda, Duque de Normandía.
En 1686, Jacobo obligó al Banco de la Corte del Rey a decidir que el rey podía dispensar las restricciones religiosas de las Actas de la Prueba. Jacobo ordenó el cambio de Henry Compton, el obispo anticatólico de Londres, quitó a los compañeros protestantes del Magdalen College en Oxford y los reemplazó con católicos.
Jacobo también creó un gran ejército permanente y empleó a católicos en las posiciones de poder en el ejército. Para sus oponentes en el Parlamento esto era como el preludio a un gobierno arbitrario, así que Jacobo prorrogó el Parlamento sin ganarse el consentimiento de este. En ese momento, los regimientos ingleses estaban acampados en Hounslow, cerca de la capital. El ejército de Irlanda se purgó de protestantes, que fueron reemplazados por católicos, y en 1687 Jacobo tenía más de 34 000 hombres en armas en sus tres reinos.
En abril de 1688, Jacobo volvió a emitir la Declaración de Indulgencia y ordenó a todo el clero que la leyese en sus iglesias. Cuando el arzobispo de Canterbury, William Sancroft, y otros seis obispos (ver los Seis Obispos) le escribieron a Jacobo para solicitarle que reconsiderase su política, fueron arrestados bajo los cargos de libelo sedicioso, pero en un juicio fueron exonerados bajo los vítores de la multitud en Londres.
La situación se hizo insostenible en 1688, cuando Jacobo tuvo un hijo; hasta entonces, el trono habría pasado a su hija, María, una protestante. La perspectiva de una dinastía católica en las islas británicas ahora era algo muy probable. Algunos de los líderes del partido tory se unieron con los miembros whig de la oposición y salieron a resolver la crisis.
Los apoyos de Jacobo II: los repealers
Jacobo II estaba a la cabeza de un sofisticado y popular movimiento reformista al que el historiador Scott Sowerby bautiza como repealers,6 un amplio movimiento nacional e ideológicamente coherente7 cuyo principal objetivo era abolir siglo y medio de leyes penales que proscribían la adoración religiosa fuera de la iglesia oficial, marginando así no solo a católicos, sino a otros grupos protestantes conocidos como dissenters. La Declaración de Indulgencia no se trataba solamente de una libertad de conciencia, sino de una nueva forma de sociabilidad, donde el debate religioso de los últimos siglos era rechazado en favor de un pluralismo cultural suscrito por la cortesía sin restricciones comerciales y un rechazo al rencor y la controversia.8 Promovían su causa a través de panfletos, revistas, cartas, etc. El movimiento repealer, en palabras de Sowerby, «was a curious mixture of top-down state sponsorship and bottom-up popular organizing».Uno de los hombres cercanos al rey, defensor de las intenciones del monarca sobre la libertad de conciencia, y principal ideólogo y colaborador en las campañas de difusión de la declaración de Jacobo, fue el cuáquero William Penn.10 Este argumentaba que el antipapismo era irracional, puesto que los católicos eran muy pocos, menos de un 1%11 de la población.12 Pero para los enemigos del rey, estos eran muchos más y estaban ocultos esperando su oportunidad. Cualquier argumento en defensa de las intenciones del rey era contestado por un contraargumento de sus enemigos, aunque este careciera de sentido. Según Penn, la única solución para realmente anular estas teorías conspiratorias era la abolición efectiva de las leyes penales.
Conspiración
En 1686, un grupo de conspiradores se encontraron en Charborough House, en Dorset, para planear el derrocamiento de «la raza tirana de los Estuardo». En junio de 1688, otra conspiración fue lanzada desde Old Whittington, en Chesterfield, Derbyshire, para deponer a Jacobo y reemplazarlo por su hija María y su marido, Guillermo Enrique de Orange, ambos protestantes y ambos nietos de Carlos I de Inglaterra. Antes del nacimiento del hijo de Jacobo el 10 de junio, María había sido la heredera al trono y Guillermo era el tercero en la línea de sucesión. Jacobo, sin embargo, había querido tratarlos solamente como posibles herederos, con la condición de que aceptasen su posición procatólica, lo cual ellos no habían querido aceptar por miedo a que la influencia francesa llegase a ser demasiado grande. Guillermo también era el estatúder de las principales provincias de la república holandesa, entonces en los estados preliminares para unirse a la guerra de los Nueve Años en contra de Francia. Guillermo ya había adquirido la reputación de ser el principal campeón en Europa de la causa protestante en contra del catolicismo y del absolutismo francés.![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglmf0r5ntkgI9Fkmu6aNzoICmvlLBgd4uPzs4xEn7dx7s_iVO4d2269NXI-KASlDQynd4ihWmVqM7ibw93W6JyP9Kz76i8Cis_lLw82WWTTCUlTN5jQeIkp5J-QkrbrhYrPAAbN82nP5c3iQhuYLnQa6vvONY9ivJDe5q0NpllPf-PUDfskzWVAcR0I0Y/s1600/800px-Dyle_et_Bacalan_DB-10_L%27A%C3%A9ronautique_March,1928_guNOl__please_credit%5Bpalette_AexYB__please_credit%5Bpalette_WXx2s__please_credit%5Bpalette_IZ3VR__please_credit%5Bpalette_ZrnDt__please_credit%5Bpalette_SrfQt__please_credit%5Bpale-4.jpg)
Guillermo III
Rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda; estatúder de Güeldres, Holanda, Zelanda, Utrecht y Overijssel.
Todavía es materia de controversia si la iniciativa de la conspiración fue tomada por los ingleses o por el estatúder y su esposa. Guillermo había estado tratando de influir en la política inglesa durante más de un año, permitiendo al Gran Pensionario Gaspar Fagel la publicación de una carta abierta al pueblo inglés, en noviembre de 1687, deplorando la política religiosa de Jacobo, y esta acción generalmente ha sido interpretada como una apuesta encubierta por el reinado. El 18 de diciembre, el Duque de Norfolk avisó a Jacobo de una conspiración proveniente del lado de su yerno. Desde el verano de 1687, Guillermo había mantenido una correspondencia secreta con los principales líderes whig. En ella no se comprometió a ninguna acción definida, pero se había alcanzado un compromiso de que, si Guillermo ascendía al trono, lo haría (de acuerdo con su reputación antiabsolutista) con moderación en el uso del poder real, en compensación por un uso total de los recursos militares ingleses contra Francia. En abril de 1688 empezó a considerar seriamente la posibilidad de una intervención militar y a buscar apoyo financiero y político para tal empresa.
Saltando al vuelo sobre la oportunidad de atraer a Inglaterra a la coalición antifrancesa, ofrecida por la crisis causada por la aparición del nuevo heredero católico, Guillermo y María planearon cuidadosamente durante meses una invasión. Su principal problema era el evitar cualquier impresión de conquista extranjera y prepararon una invitación formal por parte de un grupo de notables, los Siete Inmortales, que consistían en un obispo y seis nobles, el 30 de junio. También el hombre de confianza de Guillermo, Hans Willem Bentinck, lanzó una campaña de propaganda en Inglaterra, presentando a Guillermo como un verdadero Estuardo, pero uno que estaba «afortunadamente» libre (según los panfletos) de los vicios habituales de los Estuardo, como el criptocatolicismo, el absolutismo y la corrupción. Mucho del apoyo «espontáneo» posterior hacia Guillermo había sido organizado cuidadosamente por él y por sus agentes.
El problema siguiente fue el reunir una poderosa fuerza de invasión. Guillermo, financiado por la ciudad de Ámsterdam, después de secretas y difíciles negociaciones hechas por Bentinck con el vacilante burgomaestre de Ámsterdam, durante el mes de junio, alquiló 400 transportes; Bentinck también negoció los contratos de 14 000 mercenarios alemanes de Brandeburgo, Wurtemberg, Hesse-Kassel y Celle, para guarnecer las fronteras holandesas y liberar un número igual de tropas mercenarias de élite holandesas, para usarlas contra Inglaterra. Se obtuvo más apoyo financiero de las fuentes más disparatadas: el banquero judío Francisco Lopes Suasso prestó dos millones de guilders. Aun así, Guillermo todavía tuvo grandes problemas en convencer a la élite gobernante holandesa, los regentes, de que una expedición tan cara era realmente necesaria.
Sin embargo, la política francesa jugó a su favor. A últimos de septiembre, Luis XIV tomó todos los barcos holandeses presentes en los puertos franceses, probando que la guerra con Francia era inminente. El 27 de septiembre (según el calendario gregoriano), Luis cruzó el Rín y entró en Alemania. El 29 de septiembre los Estados de Holanda se reunieron en sesión secreta y, temiendo una alianza franco-inglesa, aprobaron la operación, resolviendo convertir a los ingleses en «útiles a sus amigos y aliados, y especialmente a este estado». Aceptaron el argumento de Guillermo de que un golpe preventivo era necesario para evitar la repetición de los sucesos de 1672, cuando Inglaterra y Francia habían atacado conjuntamente a la República. Ordenaron a la flota holandesa de 53 barcos de guerra escoltar a los transportes de tropas. Esta flota estaba de hecho comandada por el Teniente Almirante Cornelis Evertsen el joven y por el Vicealmirante Philips van Almonde, pero en consideración a las sensibilidades inglesas se colocó bajo el mando nominal del Contraalmirante Arthur Herbert, el mismo mensajero que, disfrazado como un marinero común, le había traído la invitación a Guillermo en La Haya. Aunque Guillermo mismo era Almirante General de la república, se abstuvo del mando operacional, navegando notoriamente, en el yate Den Briel, acompañado por el Teniente Almirante Willem Bastiaensz Schepers, el magnate naviero de Róterdam que había organizado la flota de transporte. Los Estados Generales permitieron al núcleo de los regimientos del ejército de campo holandés participar bajo el mando del Mariscal Federico Schomberg.
Desembarco de Guillermo de Orange
Las preparaciones holandesas, aunque realizadas con gran premura, no podían permanecer en secreto. El embajador inglés, el Marqués d'Albeville, avisó a su país: «Se va a intentar una conquista absoluta, bajo las pretensiones especiales y ordinarias de la religión, la libertad, la propiedad y un parlamento libre...». Luis XIV amenazó a los holandeses con una declaración de guerra inmediata si se empeñaban en seguir adelante con sus planes. El embarque en las naves comenzó el 22 de septiembre (calendario gregoriano), y se completó el 8 de octubre, y la expedición fue aprobada ampliamente ese mismo día por los Estados de Holanda; ese mismo día Jacobo emitió una proclama a la nación inglesa para que se preparase para una invasión holandesa. Durante tres semanas, sin embargo, la flota de invasión no pudo zarpar del puerto naval de Hellevoetsluis, por las adversas galernas del suroeste que normalmente azotan en ese período, y los católicos, por todos los Países Bajos y las islas británicas, mantuvieron reuniones rezando para que este «viento del Papa» durase, pero a últimos de octubre llegó el famoso «viento protestante», cambiando a del este y permitiendo su marcha el 28 de octubre.Apenas había alcanzado la flota el mar abierto, el viento cambió otra vez a suroeste, forzando a muchos barcos a volver a puerto, volviendo solamente el 9 de noviembre el viento del este. La flota se reagrupó el 11 de noviembre y después navegó hacia el norte en dirección a Harwich, donde Bentinck había preparado un lugar para el desembarco. Sin embargo, fue forzada a ir en dirección sur cuando el viento volvió a rolar al norte, y navegó en una enorme formación cuadrada, de 25 barcos de fondo. Entró en el canal de la Mancha el 13 de noviembre, saludando al Castillo de Dover y Calais simultáneamente para presumir de su tamaño. La armada inglesa colocada en el estuario del Támesis vio pasar por dos veces a los holandeses, pero fue incapaz de interceptarlos; la primera vez debido al fuerte viento del este, y la segunda por una marea no favorable.
Desembarcaron con un gran contingente en Brixham, Devon, el 5 de noviembre de 1688 (calendario gregoriano). Guillermo fue aclamado con grandes muestras de apoyo popular (este era el lugar alternativo para el desembarco de Bentinck), y algunos hombres locales se unieron al ejército. El ejército de Guillermo se componía de aproximadamente 15 000-18 000 tropas de a pie y unas 3000 de caballería. Se componía principalmente de 14 352 tropas regulares mercenarias holandesas (realmente muchos de ellos eran escoceses, escandinavos, alemanes y suizos) y de unos 5000 voluntarios ingleses y escoceses, con un sustancial elemento hugonote en la caballería y en los guardias, así como de 200 negros de las plantaciones de América.14 Muchos de los mercenarios eran católicos. [cita requerida] En febrero de 1688 Jacobo había ordenado a todos sus súbditos británicos abandonar el servicio a los holandeses, pero pocos lo habían hecho. El 7 de noviembre (17 de noviembre según el calendario gregoriano), el viento roló al suroeste, impidiendo a la flota inglesa que los perseguía atacar el lugar del desembarco. Luis, de hecho, no declaró la guerra, esperando que el envolvimiento de los holandeses en una más que probable guerra civil inglesa haría que no pudiesen interferir en su campaña alemana.
Guillermo consideraba que su veterano ejército tenía el tamaño suficiente para derrotar a cualquier fuerza (todas bastante inexpertas) que Jacobo pudiera lanzar contra él, pero había decidido evitar los riesgos de una batalla y mantener una actitud defensiva, en la esperanza de que la posición de Jacobo se colapsaría al final por sí misma. Así, desembarcó lejos del ejército de Jacobo, esperando que sus aliados ingleses tomasen la iniciativa actuando contra Jacobo, mientras él aseguraba su propia protección contra ataques potenciales. Guillermo estaba preparado para esperar; había pagado a sus tropas tres meses de campaña por adelantado. Un avance lento tenía el beneficio añadido de no extender demasiado sus líneas de suministro; las tropas holandesas incluso estaban bajo órdenes estrictas de no forrajear, por miedo a que pudieran degenerar en saqueos que pudiesen poner en contra a la población. En sus banderas se leía la proclama "Mantendré las libertades de Inglaterra y la religión protestante». «Je maintiendrai» («Mantendré») era el lema de la Casa de Orange. El 9 de noviembre, Guillermo tomó Exeter. Desde el 12 de noviembre, en el norte, muchos nobles empezaron a declararse a favor de Guillermo. Sin embargo, en las primeras semanas mucha gente evitaba cuidadosamente tomar partido; la nación, como un todo, ni se reagrupaba detrás de su rey ni daba la bienvenida a Guillermo, sino que esperaba pasivamente el resultado de los acontecimientos.
Jacobo rechazó una oferta francesa para enviar una fuerza expedicionaria. Sus fuerzas más adelantadas se congregaron en Salisbury, y Jacobo partió para unirse a sus tropas el 19 de noviembre (calendario juliano). En medio de protestas anticatólicas en Londres, llegó a ser evidente que las tropas no estaban ansiosas por combatir, y que la lealtad de muchos de los comandantes de Jacobo era dudosa. La primera sangre se vertió más o menos en ese momento, en una escaramuza en Wincanton, Somerset, cuando las tropas realistas se retiraron después de derrotar a una pequeña partida de exploradores. El recuento de bajas en ambos bandos fue de unas quince. En Salisbury, un preocupado Jacobo tuvo de pronto un serio derramamiento de sangre por la nariz, lo que él tomó por una mala profecía, indicando que debía ordenar a su ejército la retirada. El 23 de noviembre, Lord Churchill of Eyemouth, uno de los principales comandantes de Jacobo, desertó al campo de Guillermo. El 26 de noviembre, la propia hija de Jacobo, la Princesa Ana, hizo lo mismo. Ambos fueron pérdidas importantes. Jacobo volvió a Londres ese mismo día. El 4 de diciembre, las fuerzas de Guillermo estaban en Salisbury; el 7 de diciembre habían alcanzado Hungerford, donde se encontraron con los comisionados del rey para negociar. En realidad, en ese momento Jacobo solo estaba ganando tiempo, pues ya había decidido huir del país. Jacobo estaba convencido de que no podía confiar en su ejército, y dio órdenes para desbandarlo. El 10 de diciembre hubo un segundo choque entre los dos bandos, en la batalla de Reading, una derrota para los hombres del rey. En diciembre hubo fuertes manifestaciones anticatólicas en Bristol, Bury St. Edmuns, Hereford, York, Cambridge y Shropshire. El 9 de diciembre una turba protestante asaltó el castillo de Dover, donde era gobernador el católico Sir Edward Hales, y lo tomó.
El 10 de diciembre, la reina y el Príncipe de Gales huyeron a Francia. El 11 de diciembre, Jacobo intentó escapar, tirando el Gran Sello del Reino al Támesis, en su huida. Sin embargo, fue capturado al día siguiente por unos pescadores en Faversham, cerca de Sheerness, en la isla de Sheppey. El día 11 de diciembre los Lores espirituales y los Lores temporales decidieron pedirle a Guillermo que restaurase el orden. En la noche del día 11 hubo disturbios y saqueos de las casas de los católicos y muchas embajadas extranjeras de países católicos en Londres. La noche del 12 presenció un pánico de masas en Londres durante lo que se llamaría más tarde la «Noche Irlandesa». Falsos rumores de un ataque inminente por parte del ejército irlandés sobre Londres se extendieron por la capital, y se reunió una multitud de cerca de 100 000 personas para defender la ciudad.
Después de volver a Londres el día 16, Jacobo fue recibido por la multitud con vítores. Ante esto, tomó ánimos e intentó recomenzar el gobierno, incluso presidiendo una reunión del Consejo Privado. Entonces recibió una petición para que se marchase de Londres por parte de Guillermo. Este, al mismo tiempo, ordenó a todas las tropas inglesas el abandono de la capital; no serían permitidas fuerzas locales en un radio de veinte millas hasta la primavera de 1689. La armada inglesa ya se había pronunciado a favor de Guillermo. Jacobo fue llevado a Rochester, Kent, bajo una guardia holandesa el 18 de diciembre (calendario juliano), justo cuando Guillermo entraba en Londres. Jacobo escapó entonces a Francia el 23 de diciembre. La baja vigilancia puesta sobre Jacobo, y la decisión de permitirle estar tan cerca de la costa, indica que Guillermo podría haber esperado que una fuga con éxito de su suegro podía evitarle la dificultad de decidir qué hacer con él. Especialmente cuando todavía era fuerte la memoria de la ejecución de Carlos I. El 26 Guillermo, siguiendo el consejo de sus aliados whig, convocó una asamblea de todos los miembros del parlamento que habían sobrevivido el reinado de Carlos II, puenteando así a los toris del Parlamento Leal de 1685. Esta asamblea convocó una Convención y el 28, Guillermo aceptó las responsabilidades del gobierno. Aunque Jacobo había huido del país, el 30 Guillermo (en una conversación con el Marqués de Halifax) estaba amenazando con no quedarse en Inglaterra «si el rey Jacobo vuelve otra vez», y estaba decidido a regresar a Holanda «si ellos le iban a nombrar (a Guillermo) Regente».
Guillermo de Orange se convierte en Rey de Inglaterra
En 1689, la Convención del parlamento llegó a un acuerdo y declaró que la huida de Jacobo significaba una declaración de abdicación. El trono les fue ofrecido a Guillermo y a María como gobernantes conjuntos, un arreglo que ambos aceptaron (Guillermo demandó el título de rey y desdeñó el papel de regente). El 13 de febrero de 1689 (calendario gregoriano), María II y Guillermo III accedieron conjuntamente al trono de Inglaterra. Aunque su sucesión al trono inglés fue relativamente pacífica, se vertería mucha sangre antes de que la autoridad de Guillermo fuese aceptada en Irlanda y Escocia.Levantamientos jacobitas
Jacobo había fomentado sus apoyos en la católica Irlanda y en las Highlands de Escocia. Los seguidores de Jacobo, conocidos como jacobitas, estaban preparados para resistir lo que consideraba como un golpe ilegal mediante la fuerza de las armas. Un levantamiento se produjo en Escocia en apoyo de Jacobo en 1689, la Primera rebelión jacobita, dirigida por John Graham de Claverhouse, conocido como «Bonnie Dundee», que reunió un ejército de clanes de las Highlands. En Irlanda, los católicos locales dirigidos por Richard Talbot, I conde de Tyrconnell, que había sido discriminado por anteriores monarcas ingleses, tomó todos los lugares fortificados del reino excepto Derry, conservando el reino para Jacobo. Este mismo desembarcó en Irlanda con 6000 soldados franceses para tratar de recuperar el trono en la Guerra Guillermita de Irlanda. La guerra duró desde 1689-1691. Jacobo huyó de Irlanda después de una humillante derrota en la batalla del Boyne, pero la resistencia jacobita no terminó hasta después de la batalla de Aughrim, en 1691, cuando aproximadamente la mitad de su ejército fue muerto o prisionero. Los jacobitas irlandeses se rindieron por el Tratado de Limerick, 3 de octubre de 1691. Inglaterra se mantuvo relativamente en calma durante todo este episodio, aunque algunos ingleses jacobitas lucharon en Irlanda. El levantamiento jacobita en las Highlands de Escocia fue reducido a pesar de la victoria jacobita en la batalla de Killiecranckie, debido a la muerte de Claverhouse, su líder.Los sucesos de 1688 y sus consecuencias pueden verse de esta manera más como un golpe de Estado, conseguido por la fuerza de las armas, que como una auténtica revolución. Muchos, particularmente en Irlanda y Escocia, continuaron viendo a los Estuardo como los monarcas legítimos de los Tres Reinos, y hubo aún más rebeliones jacobitas en Escocia, en 1715 y 1745.
Legado
La Revolución de 1688 se considera por algunos como uno de los sucesos más importantes en la larga evolución de poderes poseídos por el parlamento y por la corona de Inglaterra. Con el paso de la Declaración de Derechos se erradicó cualquier posibilidad para una monarquía católica, y hacia cualquier movimiento en pro de la monarquía absoluta en las islas británicas, mediante el acotamiento de los poderes del monarca. Los poderes del rey fueron restringidos fuertemente: ya no podía suspender las leyes, crear impuestos o mantener un ejército permanente durante tiempos de paz sin el permiso del Parlamento. Desde 1689, Inglaterra, y más tarde el Reino Unido, ha sido gobernado bajo un sistema de monarquía parlamentaria, y lo ha sido ininterrumpidamente. Desde entonces, el parlamento ha ganado cada vez más poder, y la corona lo ha perdido progresivamente. A diferencia de la guerra civil de mediados del siglo XVII, la «Revolución de 1688» no involucró a las masas de gente corriente. Esto ha conducido a muchos historiadores a sugerir que los sucesos se parecen más a un golpe de Estado que a una revolución social.El nuevo rey de Inglaterra, Guillermo III de Inglaterra, había pertenecido a la Iglesia reformada neerlandesa, tan opuesta a la iglesia de Inglaterra, antes de su llegada. Consecuentemente, la Revolución condujo al Acta de Tolerancia de 1689, que garantizaba la tolerancia a los protestantes no conformistas, pero no a los católicos. La victoria de Guillermo en Irlanda todavía se conmemora por la Orden de Orange, por preservar el dominio británico y protestante en el país.
La Revolución Gloriosa (o Revolución de 1688) espoleó un reexamen de muchas creencias políticas. Habiendo esperado largo tiempo el aumentar la autoridad del parlamento a expensas de la monarquía, un grupo disidente conocido como whigs se puso al servicio del nuevo régimen.