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viernes, 24 de enero de 2025

Crisis del Beagle: Vampiros y OVNIs en Puerto Natales


El Vampiro del Cerro Dorotea: Un Misterio en Medio de la Crisis del Beagle

En los turbulentos días de la crisis del Beagle de 1978, cuando Chile y Argentina rozaban el borde de la guerra, los ánimos en la frontera estaban tensos. Las trincheras se alzaban cerca de Dorotea, un pequeño poblado fronterizo a tan solo 20 kilómetros de Puerto Natales y a 7 kilómetros de Río Turbio. Desde las laderas del Cerro Dorotea, cuyo nombre remonta a una expedición del Capitán Eberhard en 1892, se extraía leña para calentar los hogares de Natales. Sin embargo, en esa noche particular de crisis, la leña no era lo único que emergía de esas tierras antiguas y misteriosas.

Estábamos en una trinchera, con la incertidumbre constante de un posible ataque argentino. El ánimo era alto, pero la tensión se podía palpar en cada respiro. Esa noche, nos ordenaron realizar una patrulla de reconocimiento. Mientras avanzábamos a través del bosque, vimos luces extrañas que se movían entre los árboles. Al principio pensamos que podrían ser soldados argentinos intentando infiltrarse, pero lo que sucedió después nos dejó perplejos: las luces empezaron a cambiar de color, como si tuvieran vida propia, y luego, increíblemente, se sumergieron en la tierra ante nuestros ojos. Al levantar la vista al cielo, las estrellas parecían distintas, como si estuvieran en un lugar desconocido.

Durante el desayuno del día siguiente, compartí mi inquietud con un viejo poblador de la zona. Me habló de leyendas de contrabandistas y brujos que habitaban la región, pero no podía sacudirme la sensación de que había algo más profundo y oscuro sucediendo. Las preguntas rondaban mi mente sin respuestas claras.

Esa misma noche, en una salida de patrulla bajo la luna, tropezamos con algo aún más desconcertante: tres ovejas muertas, completamente desangradas, con dos marcas de colmillos en sus cuellos. El miedo nos invadió. Uno de los soldados más viejos, visiblemente aterrado, murmuró lo que nadie quería decir en voz alta: "Esto fue obra de un vampiro... no hay otra explicación." En medio de la tensión de la casi guerra, nos encontrábamos atrincherados en una tierra de misterios, de contrabandistas, de brujos... y ahora, tal vez, de vampiros.


Algunos empezaron a teorizar que podría tratarse de un espía argentino usando el mito para cubrir sus huellas, pero la falta de respuestas solo avivaba las especulaciones. Nos contactamos con un antiguo vecino de Puerto Natales, un hombre conocedor de las ciencias ocultas. Nos habló de ataques similares en estancias más alejadas, donde animales habían sido encontrados en circunstancias igualmente macabras.

Sin embargo, tras esa noche, las luces desaparecieron y nunca más volvimos a encontrar ovejas muertas. No obstante, el enigma permaneció. El silencio era inquietante, y las preguntas, muchas, quedaron sin respuestas.

Décadas después, en un programa de radio dedicado a los OVNIs, se relató un hecho alarmante: en el sector de Huertos Familiares, un gallinero había sido atacado. Las aves fueron encontradas sin una gota de sangre, con marcas de colmillos en sus cuerpos. El rumor del chupacabras comenzó a correr, pero ¿acaso esa criatura legendaria era responsable? Las coincidencias eran demasiado perturbadoras: Huertos Familiares se encontraba cerca del Cerro Dorotea (51°36'16"S 72°19'56"W).

Aún hoy, las sombras de aquella crisis bélica y los misterios del Cerro Dorotea siguen envolviendo la zona en un velo de incertidumbre. ¿Qué fue lo que realmente vimos aquella noche? ¿Qué acechaba en la oscuridad, mientras el mundo temía una guerra, pero nosotros temíamos algo más? (El Tirapiedras)

 



miércoles, 22 de enero de 2025

Patagonia paranormal: El conscripto y la "rubia del cementerio" en Comodoro Rivadavia

Comodoro, agosto de 1973. “La Rubia del Cementerio” en los límites de la fantasía

La voz de Chubut

 




La Voz del Chubut trae la segunda parte de la historia de “La Rubia del Cementerio” que apareció en Comodoro Rivadavia en agosto de 1973.

En la entrega anterior los habíamos quedado en el extraño caso de un conscripto al que se le apareció una mujer rubia que le pidió que la lleve al Cementerio en el kilómetro 5.

Al conscripto se le heló la sangre cuando acarició la mano gélida de la chica que se bajó del auto y se perdió entra las lápidas.  El joven, que tenía pesadillas y no podía dormir a la noche, se animó a hablar con el diario Crónica para tratar de calmar la ansiedad.

La historia que se animó a contar parecía un delirio. Días más tarde, apareció la segunda víctima de esta presencia mórbida que persuadía a los hombres.

Un comerciante sugestionado confesó que se dejó llevar por el encanto de la chica y cuando la dejó en el cementerio, lo invitó a caminar entre las lápidas.

No había dudas que la muerta merodeaba las calles del Barrio Oeste. Las madres se encerraban en sus casas temiendo la aparición del fantasma. Los niños jugaban en la vereda hasta que el sol empezaba a esconderse.



LA CIENCIA NO PUEDE EXPLICAR


El caso llegó al director del Hospital Regional, Daniel Cordero, quien explicó que la ciencia no podía resucitar a los muertos, pero sí existían otros fenómenos psíquicos sobre los cuales las ciencias ocultas podían arrojar algo de luz.

“Desde el punto de vista de la medicina estos hechos no tienen ninguna explicación, ya que para la ciencia que nosotros estudiamos, cuando una persona deja de existir es imposible que retorne a la vida. Hasta hoy al ciencia médica no ha podido hacer resucitar a ningún muerto (sic)”, declaró Cordero a Crónica.

El médico, ante el desconcierto y el temor generalizados, no descartó que pudiera tratarse de un fenómeno de FANTASMAGOGÉNESIS. Energía que no llega a materializarse y tiene una consistencia ectoplasmática, transparente y espectral.


LA FORMA DEL FANTASMA


Enrique “Melody” Barrenchea, el cronista detrás de esta historia (todo un ghostwriter), hizo una expedición al Cementerio y descubrió una tumba que se correspondía con la información que daba este espectro.

“Nosotros primero y luego la Policía, fuimos hasta allí y localizamos la lápida en la cual se leía: FULANA DE TAL…NACIÓ… MURIÓ EN 1943 (tenía 25 años)  y allí terminaba el rastreo y comenzaba la incógnita”, apuntaba.

Para esa altura circulaban toda clase versiones sobre la forma en que se presentaban las apariciones: una mujer con un velo negro; una muerta en extrañas circunstancias; una chica de blanco que encandilaba a los hombres.

La entidad había sido vista en otras épocas menos espasmódicas. En 1973 la aparición de OVNIS  Ya se había presentado antes en los salones donde discurría la vida social de Comodoro Rivadavia.

“Se trataría de alguien que, estando muerta, ya habría aparecido en el año 1965 en bailes realizados en el barrio Tiro Federal. Sobre esto se agregan sucesos pro demás extraños, aunque la versión, si bien cuenta con varias personas que han manifestado lo mismo, no ha podido ser confirmada totalmente”, publicaba Crónica.



PRUEBAS IRREFUTABLES


Nadie podía dudar que la historia había surgido efecto en Comodoro Rivadavia. El fantasma de la “Rubia de Cementerio” estaba en boca de todos.

Los escépticos decían que era un invento de los diarios y los supersticiosos –más precavidos- preferían dormir con la luz encendida, ocultar la llave y no abrirle la puerta a nadie.

El caso cobró otra entidad cuando la presencia siguió a un comerciante de quien nadie se atrevería a dudar de su palabra. Y, como si esto no bastara, un testigo lo había visto irse con un fantasma en la camioneta.

Así lo hizo saber Crónica que preservó la fuente para proteger la identidad del elegido.

 “¿Qué hace usted aquí, qué busca?”.

“Yo solo quiero que me lleve”.


El joven, pudoroso, se negó a levantar a una desconocida.

“Por favor señor, solo le pido eso, yo sé que no se me va a negar”, insistió.

La chica subió a la camioneta y le pidió que la llevara hasta el Cementerio del Km. 5. El joven (algo sospechaba) se negó a llevarla: llegaron hasta su casa en la calle San Martín al 300. Cuando le tendió la mano a la mujer para despedirla sintió mucho frío.

“Cuando le estreché la mano sentí un frío tremendo que me corrió por todo el cuerpo y allí noté que ella tenía una palidez mortal, eso me impresionó mucho y me quedé pensando quién sería la extraña mujer, si tendría alguna relación con las apariciones de que todos hablan”, relató a Crónica.

Declaró a la Policía que esa noche había salido al Centro Asturiano con la barra de amigos. Uno de ellos atestiguó que les llamó la atención esa mujer por su belleza inexplicable.

Cuando llegamos al Club vimos que el estaba junto a la chata hablando con una bella muchacha… Antes de que llegáramos nuestro amigo hizo subir a la mujer en el vehículo, lo puso en marcha y partió”, relató.

No cabía dudas que esa chica de otro mundo existía en este plano de la realidad. “Todos los que estábamos allí vimos a la ocasional compañera de nuestro amigo y coincidimos en afirmar que era rubia, muy pero muy bonita, y estaba bien vestida”, relató.


“CAYÓ LA RUBIA”


El jueves 9 de agosto de 1973, Crónica tituló en su portada “¡CAYÓ LA RUBIA DEL DEL CEMENTERIO!”.

Rosa Rodríguez, de 25 años, había llegado hacía un par de meses de Sarmiento, no tenía trabajo y vivía en la pensión de la calle Juan B. Justo.

La noticia descolocó a todos los mortales. La apariciones no se correspondían con esa  mujer fantasma. El taxista que la llevó declaró los sucedido.

“¿Me llevás al cinco?”

“¿Dónde? ¿Acaso sos la aparecida?”

“¡Claro que soy la Rubia!”


El  conductor, que entró en pánico, dejó a la chica en la pensión y avisó a la Policía.  La revelación desconcertó aún más a los investigadores.

La “Rubia del Cementerio”, seguramente, era una mujer que sufría algún trastorno psiquiátrico.

Rosa Rodríguez permaneció encerrada en el calabozo unos días y por lo visto no atravesó la paredes. La Policía allanó la pensión donde vivía pero no encontraron más que una pila de ropa.

“Pero si esa chica no era capaz de nada, más bien aparentaba ser tímida….¡era tan calladita!”, comentaron unas señoras que la conocían.




 “¡EN LIBERTAD!” , tituló Crónica al día siguiente. La mujer desdichada salió ganando: le dieron ropa y un plato de comida caliente.

La Policía, en cambio, había dado otro paso en falso. El caso volvía a foja cero.

Rodríguez le había jugado una broma al taxista; era evidente que no tenía nada que ver con “La Rubia del Cementerio”.

“Resulta indudable que Rosa Rodríguez, una muchacha que está muy lejos de tener las características que se le atribuyen a la mujer aparecida, es alguien que cometió una broma en un acto de inconciencia que le pudo haber pesado mucho más”, deducía Crónica.

Nunca se iba a saber la verdad de las apariciones.

La explicación que dieron en aquel momento -a falta de otra mejor-, era esta chica era un “cuerpo astral”.

“El cuerpo astral provoca un cambio de energía que puede ser captado por la persona viva que se halle a su lado, la que puede llegar a imaginar que la toca, en fin, puede llegar a crear todos los sentidos comunes en el hombre”, explicaba el psíquico Norberto Biagini a Crónica.

El caso sin resolver se convirtió en mito de los comodorenses. Lo más probable es que todo hubiera sido producto de la imaginación. Aunque hay quienes aseguran que la “Rubia” aún sigue merodeando por ahí.

Después de todo, ¿Quién no ha visto un fantasma?

domingo, 1 de octubre de 2023

Guerra de Invierno: El monstruo de Ivalo

El “monstruo” de Ivalo que habría atacado a soldados de una división soviética en la Segunda Guerra Mundial

En un bosque de Finlandia, sus cuerpos fueron encontrados mutilados.

Héctor Fuente || Guioteca



El 30 de noviembre de 1939 la Unión Soviética, sin previa declaración de guerra, invadió el vecino y helado territorio de Finlandia, dando inicio así a la denominada Guerra de invierno, tres meses después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El Ejército Rojo, de ese modo, comenzó a batirse en los helados campos de batalla de la pequeña nación finesa, contra un reducido pero tenaz ejército local que, ayudados por el invernal clima y la geografía local, les daría bastante dolores de cabeza a los invasores.





Los soviéticos de inmediato organizaron una operación bélica para atacar el norte de Finlandia, donde las defensas eran más precarias. El objetivo era tomar el puerto de Petsamo, que les daría a los rusos la llave para tomar la capital de Finlandia, Helsinki, aunque antes de llegar a Petsamo los soviéticos primero debían atravesar la zona de Ivalo.

La división soviética que fue enviada a ese lugar avanzaba por los campos helados de esa región boscosa, cuando recibió el alerta de varios pobladores locales, quienes les dijeron que debían viajar sólo por la carretera para llegar lo mas rápido posible a pasar la noche en el pueblo de Ivalo o en una zona despejada y expuesta, haciéndoles hincapié que de ninguna manera debían acampar en los bosques, porque sino jamás volverían a ver la la luz del sol.

El coronel soviético a cargo de la división invasora, creyendo que el aviso era un engaño para que los rusos se dirigieran por carretera a una de las tantas y comunes emboscadas finesas, hizo todo lo contrario y condujo a sus hombres al medio de un espeso bosque en la zona de Ivalo para pasar la noche. Esa sería la última vez que se les vio con vida.

Al día siguiente, una unidad finlandesa, atraídos por una columna de humo, se acercó al lugar donde había acampado la división soviética, sólo para encontrar los cuerpos de todos los soldados soviéticos de la unidad, desmembrados y mutilados. Esparcidos por la nieve que se había tornado de color rojo, en medio de un desolador paisaje, había diseminados órganos y miembros humanos y numerosos casquillos de balas, además de un fuerte olor a pólvora.

Los rostros aterrados que todavía tenían algunos de los cadáveres indicaban que, supuestamente, habían sido atacados por una entidad ominosa y desconocida.



Un soldado soviético congelado en medio del paisaje helado de Finlandia.

Si bien se pensó en un primer momento que los soldados soviéticos habían sido atacados por una jauría de osos, lobos, linces o zorros, un macabro hallazgo dejó a todos perplejos. La piel desollada de un soldado soviético, que había sido violentamente arrancada de su cuerpo, apareció colgando de la rama un árbol, a modo de macabro trofeo.

Posteriormente, la explicación del Ejército Rojo de la masacre de Ivalo sería que los soldados se quedaron sin comida y se atacaron entre ellos, recurriendo al canibalismo, aunque ello no explica la gran cantidad de suministros encontrados en el campamento, ni la piel desollada del soldado colgando del árbol.



La piel desollada de un soldado soviético que se encontró en los bosques de Ivalo.

Los pobladores locales aseguraron, desde entonces, que el responsable de la masacre de Ivalo había sido Surma, un “monstruo aterrador” del folklore finés que representa la muerte súbita y violenta, cuyo aspecto es el de un perro gigante con cola de serpiente y cuya mirada puede convertir a sus víctimas en piedra.

Surma, según las creencias de Finlandia, es el guardián de las puertas del Tuonela, el inframundo finés y su trabajo es impedir que las almas escapen. Según las antiguas leyendas de ese país, Surma podía ser invocado tras dedicarle un poema, con el propósito de eliminar a una persona o conjunto de personas del modo más brutal posible.



Otros autores, en tanto, especulan que el autor de la masacre de Ivalo habría sido Piru, un espíritu maligno que habita en los bosques de Finlandia, aunque a diferencia de Surma éste disfruta sometiendo a sus víctimas a juegos de inteligencia, torturándolas en caso de perder.

Como sea que fuere, la masacre de la división soviética en el bosque finés de Ivalo durante la Guerra de Invierno de 1939-1940 todavía sigue siendo un completo enigma y hoy es uno de los tantos misterios inexplicables de la Segunda Guerra Mundial.