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domingo, 15 de junio de 2025

Conquista del desierto: La colaboración del ejército chileno con las tribus araucanas en la Patagonia

 

Combates de Pulmarí (1883): Mapuches y posible colaboración chilena



Por Esteban McLaren

Contexto histórico y desarrollo de los combates

En el verano de 1883 se produjeron dos enfrentamientos conocidos como los combates de Pulmarí, en el territorio de la actual provincia de Neuquén. Estos choques ocurrieron durante la fase final de la Campaña del Desierto argentina (1878-1885), cuando las tropas del coronel Conrado Villegas avanzaban sobre grupos mapuches resistentes. Al mismo tiempo, del lado chileno, culminaba la Pacificación de la Araucanía (campaña militar chilena de ocupación del territorio mapuche, formalmente concluida en 1883) (Wikipedia). La situación geográfica permitió que los mapuches se desplazaran a uno y otro lado de la cordillera según convenía: “la frontera que hoy divide a la Argentina y Chile sólo existía por entonces en la imaginación de Santiago y Buenos Aires” – los mapuches podían evadir a un ejército cruzando a territorio del otro país (Moyano.pdf). En este contexto, se dio la última resistencia armada significativa mapuche en suelo argentino, con la posible participación de fuerzas chilenas, lo que ha generado debate historiográfico.

Los combates tuvieron lugar cerca del lago Pulmarí (zona de Aluminé). El primero ocurrió el 6 de enero de 1883, cuando un destacamento argentino fue emboscado, y el segundo a mediados de febrero de 1883, con un enfrentamiento aún mayor en escala. Estos hechos coincidieron con la rendición o huida de muchos caciques mapuches; por ejemplo, el lonko Manuel Namuncurá cruzó a Chile tras la ofensiva argentina y luego terminaría rindiéndose con sus últimos guerreros en marzo de 1884, al regresar de Chile, hambriento y debilitado (Wikipedia). Pulmarí representó, por tanto, uno de los últimos bastiones de resistencia mapuche en Argentina, cuando ya la presión militar llegaba desde ambos lados de los Andes.


El capitán Pedro Crouzeilles del Regimiento 5 de Caballería de línea, cerca de la Vega de Chapelco muere el 25 de abril de 1881, el mismo era hermano mellizo del capitán Emilio Crouzeilles muerto en una emboscada en el combate de Pulmarí el 6 de enero de 1882. Ambos fueron enterrados junto en el Fortín Subteniente Sharples (o Fortín Collón Curá o Quequemtreu).

Testimonios militares argentinos sobre la presencia chilena

Las fuentes militares argentinas contemporáneas a los combates de Pulmarí mencionan explícitamente la posible participación de efectivos chilenos junto a los guerreros mapuches. En un parte oficial elevado por el general Villegas sobre el combate del 6 de enero de 1883, se relata que una partida de 40 soldados argentinos (al mando del capitán Emilio Crouzeilles y un teniente) fue atacada sorpresivamente en Pulmarí por un nutrido grupo indígena. El propio Villegas informó que dicho contingente fue atacado “por indios y fuerzas a cuyo frente se veía un oficial con uniforme, espada y revólver en mano” (Fuente). Este detalle –la aparición de un oficial uniformado liderando a los mapuches– desorientó al capitán Crouzeilles, quien temió estar enfrentándose por error con alguna patrulla argentina aliada, y ordenó cesar el fuego. Los mapuches (weichafe) aprovecharon la vacilación y cargaron sin detenerse, resultando muertos en la refriega los dos oficiales argentinos (Crouzeilles y el Teniente Nicanor Lazcano, quien llegó en auxilio) y buena parte de sus soldados (Fuente). Este episodio –que las crónicas militares argentinas calificaron como un “lamentable suceso”– constituyó una inesperada victoria mapuche, explicada por los argentinos en parte por la supuesta intervención de ese misterioso oficial uniformado entre las filas indígenas (Fuente).

Un segundo enfrentamiento tuvo lugar un mes más tarde, el 17 de febrero de 1883, en la misma zona. En esta ocasión, un destacamento de 16 soldados argentinos al mando del teniente coronel Juan Díaz se internó en Pulmarí persiguiendo a un grupo numeroso de indígenas. Según el informe del propio Díaz, al acercarse a la orilla del lago Aluminé su unidad fue rodeada por “100 a 150 indios” que surgían de detrás de las lomas (Fuente). Primero, los mapuches abrieron fuego a distancia, sin llegar a la carga inmediata. Díaz retrocedió buscando una posición defensiva mejor, pero entonces avistó una gran polvareda indicando que más gente les cortaba el paso por delante (Fuente). En ese momento crítico ocurrió algo inusual: “se presentó en mi flanco izquierdo un infante del ejército chileno con bandera de parlamento”, narra Díaz. El teniente coronel argentino inicialmente ordenó no abrir fuego ante la vista del parlamentario chileno; sin embargo, advirtió enseguida que detrás venía oculta una compañía de infantería (también con uniforme chileno) avanzando en guerrilla, al mismo tiempo que la “indiada” atacaba por la retaguardia (Fuente). Recordando lo sucedido en otros encuentros (quizás refiriéndose a la treta de enero), Díaz decidió actuar preventivamente: “teniendo en cuenta lo sucedido a otras comisiones anteriores, mandé romper el fuego, siendo yo el primero en efectuarlo” (Fuente). Se desató así un combate encarnizado; las fuerzas adversarias incluso cargaron a la bayoneta contra la posición argentina, llegando a apenas 40 pasos, hasta que finalmente se replegaron dejando 7 muertos en el campo, retirados luego por los indios (Fuente). Este testimonio es particularmente explícito en señalar la presencia de soldados chilenos uniformados (un abanderado de parlamento y una compañía entera) combatiendo junto a los mapuches.

En suma, los partes argentinos de 1883 aluden en dos ocasiones a presencia chilena directa: primero un “oficial con uniforme” liderando indígenas en enero, y luego un grupo de infantería chilena usando una bandera de parlamento como ardid en febrero (Fuente). Estas referencias constituyen evidencia documental contemporánea de la percepción argentina de que el Ejército de Chile (o al menos militares chilenos) estaban involucrados en los combates de Pulmarí apoyando a los resistentes mapuches.

Evidencias historiográficas y documentación chilena sobre dicha colaboración

La historiografía ha investigado con detalle estas afirmaciones para discernir si realmente hubo apoyo oficial chileno a los mapuches en Pulmarí o si se trató de casos aislados/malentendidos. Algunos historiadores argentinos han dado crédito a esos reportes: por ejemplo, Juan Carlos Walther (historiador del Ejército Argentino) recopiló estos partes en su obra La Conquista del Desierto (1970), confirmando que en Pulmarí los argentinos se enfrentaron a indígenas “y a soldados chilenos” mezclados con ellos (Wikipedia). Investigaciones modernas en inglés también recogen estos hechos: George V. Rauch señala que el 6 de enero de 1883 una sección de 10 hombres fue emboscada en Pulmarí por soldados chilenos, resultando muertos el capitán Crouzeilles, el teniente Lazcano y varios soldados (Wikipedia). Asimismo, Rauch documenta que el 17 de febrero de 1883 la patrulla de Juan Díaz fue rodeada por unos 100 indígenas apoyados por un pelotón de soldados chilenos (aprox. 50 hombres) (Wikipedia). Estos relatos secundarios corroboran que, al menos según las fuentes argentinas, efectivamente hubo militares chilenos combatiendo del lado mapuche en Pulmarí.

Ahora bien, ¿qué dicen las fuentes chilenas de la época y la historiografía chilena? Por parte de Chile, no existen registros oficiales que indiquen una orden directa de apoyar militarmente a los mapuches en territorio argentino. De hecho, el contexto político hacía improbable un apoyo abierto: en 1881 Argentina y Chile habían firmado un tratado de límites, y aunque persistían desconfianzas, ambos estados estaban más interesados en consolidar sus conquistas internas que en provocar una guerra entre sí. Documentos chilenos de la época muestran preocupación por las operaciones argentinas en Neuquén, pero en un sentido de competencia territorial más que de apoyo a los indígenas. Por ejemplo, el coronel chileno Gregorio Urrutia –encargado de la campaña final en Araucanía– fue instruido en 1882-1883 a ocupar rápidamente la zona de Villarrica y el Alto Bío-Bío para evitar que la presión argentina desde Neuquén dejara espacios sin controlar () (). En ese contexto, hubo comunicaciones entre Urrutia y los comandantes argentinos: registros señalan que el general Villegas recibió informes de Urrutia sobre las “batidas” realizadas del lado chileno contra tolderías mapuches que huían hacia la frontera (Fuente). Es decir, en vez de ayudarlos, las fuerzas chilenas perseguían a los grupos indígenas en su territorio, y mantenían al tanto a los argentinos de estas acciones.

No obstante, la coordinación no fue perfecta y se registraron incidentes fronterizos. El historiador chileno Tomás Guevara documentó que durante la ocupación chilena del Alto Bío-Bío ocurrió un choque entre un destacamento chileno y otro argentino en la zona cordillerana () (). También menciona un “incidente” a raíz del viaje de un cirujano chileno (Oyarzún) que generó roces con las fuerzas argentinas (). Si bien Guevara no detalla nombres, podría estar aludiendo precisamente a los choques en Pulmarí (o situaciones similares) como hechos menores dentro de una colaboración general. Desde la perspectiva chilena, estos enfrentamientos fueron accidentales: las tropas de ambos países operaban muy cerca en perseguir a los mismos grupos, por lo que no es sorprendente que llegaran a enfrentarse confusamente en la frontera.

En cuanto a documentación específica que confirme o refute colaboración, cabe señalar que Chile nunca reconoció oficialmente haber enviado tropas a combatir en Argentina. Es plausible que los soldados chilenos mencionados en Pulmarí fuesen partidas locales actuando sin órdenes claras desde Santiago, o incluso deserciones/indisciplinas en coordinación directa con los mapuches. Algunas versiones argentinas de la época, de tono más acusatorio, llegaron a afirmar que el propio coronel Urrutia intentó aliarse con caciques para atacar Argentina: Según Estanislao Zeballos (publicista y político argentino de fines del XIX), en 1883 Urrutia se entrevistó con el cacique Manuel Namuncurá en Villarrica y le propuso armar a sus guerreros para invadir la Argentina junto con tropas chilenas, a lo que Namuncurá se habría negado (Jorge Gabriel Olarte). Este relato, aunque citado por autores modernos, no ha sido corroborado por fuentes oficiales chilenas (y Namuncurá finalmente no recibió tal apoyo). Más bien luce como parte de la retórica argentina de la época para retratar a Chile como instigador. En resumen, la evidencia documental chilena directa de una colaboración militar con los mapuches es escasa o nula. Lo que sí existe son referencias a comunicaciones y acuerdos entre chilenos y argentinos (no entre chilenos y mapuches) y la admisión de algunos choques fortuitos con fuerzas argentinas durante las operaciones simultáneas (Moyano.pdf).

Coordinación entre la Campaña del Desierto y la Pacificación de la Araucanía

Lejos de actuar en oposición, la política de fondo de ambos estados fue la de coordinar esfuerzos para eliminar la resistencia mapuche a ambos lados de la cordillera. Historiadores contemporáneos subrayan que, pese a algunos incidentes, Argentina y Chile no llevaron agendas contrarias en la “conquista” del territorio mapuche, sino complementarias. De hecho, desde antes de 1883 hubo entendimientos tácitos y explícitos: “la decisión política de chilenos y argentinos consistió en operar en forma coordinada para terminar con los últimos conatos de resistencia mapuche” (Moyano.pdf). El presidente chileno Domingo Santa María aceleró la ocupación del último reducto mapuche en Villarrica (Araucanía) en 1882, en parte para evitar que los indígenas pudieran refugiarse definitivamente del lado argentino o que Argentina ocupase esos valles antes () (). A su vez, oficiales argentinos como el general Villegas y el coronel Lorenzo Vintter mantuvieron correspondencia con sus pares chilenos, asegurándose de no entorpecerse mutuamente e intercambiando información sobre los movimientos indígenas fronterizos (Moyano.pdf).

Una prueba concreta de coordinación fue que Chile y Argentina prácticamente sincronizaron el fin de sus campañas: luego de 1883, extinguida la resistencia armada, ambos gobiernos procedieron a distribuir tierras y consolidar su autoridad en las regiones anexadas. Cuando caciques importantes lograron huir de un país a otro, la estrategia fue negarle refugio seguro: por ejemplo, tras Pulmarí, Namuncurá y sus hombres fueron hostigados en Chile (por Urrutia) y finalmente optaron por rendirse a Argentina en 1884 (Wikipedia). En paralelo, otros líderes como Sayhueque e Inakayal resistieron un poco más al sur, pero aislados y sin apoyo externo también capitularon poco después. Todo esto confirma que no hubo un “doble juego” entre las campañas – por el contrario, Argentina y Chile compartían el objetivo de someter a los mapuches y evitar que la frontera internacional sirviera de refugio permanente.

Incluso décadas antes, durante campañas previas, hubo colaboraciones inter-estatales semejantes: el general argentino Julio Roca mencionó que medio siglo atrás (en 1833) Juan Manuel de Rosas ya había coordinado operaciones con Chile contra los indígenas (Moyano.pdf). En la década de 1870, ambos países veían a la nación mapuche como un obstáculo para sus proyectos nacionales. Así lo refleja el hecho de que se acusaban mutuamente de ser base de los “indios amigos” del otro lado, pero finalmente entendieron que convenía eliminar juntos la resistencia en lugar de avivar un frente indígena común. En suma, la Campaña del Desierto argentina y la Pacificación de la Araucanía chilena estuvieron articuladas en tiempo y espacio: más allá de choques puntuales como Pulmarí, ninguna de las dos campañas hubiera logrado un resultado tan completo si el otro país hubiera brindado santuario o ayuda sustancial a los sublevados. La historiografía coincide en que, estructuralmente, fue un esfuerzo convergente de Argentina y Chile para repartirse y controlar el territorio del Wallmapu (territorio mapuche tradicional).

Influencia chilena en la resistencia mapuche en Argentina: visión historiográfica actual

Los historiadores contemporáneos analizan con detalle la llamada “influencia chilena” en las rebeliones indígenas en Argentina, matizando mitos y realidades. Durante el siglo XIX, era común en el discurso argentino atribuir las incursiones y resistencia indígena a una instigación externa: se hablaba de “indios chilenos” para referirse a los mapuches que atacaban en las pampas, insinuando que actuaban en connivencia con Chile (Moyano.pdf) (Moyano.pdf). Figuras como Estanislao Zeballos contribuyeron a esta imagen, retratando a caciques como Calfucurá casi como agentes chilenos (“vengativo, cruel y chileno” decía Zeballos) (Moyano.pdf). Esta narrativa buscaba justificar la Campaña del Desierto presentándola no solo como una guerra contra el indígena sino como una defensa de la soberanía frente a una supuesta amenaza chilena encubierta. Sin embargo, investigaciones posteriores han desmontado gran parte de esta construcción. Se ha señalado, por ejemplo, que ni caciques como Sayhueque eran “argentinos” en el sentido estatal, ni Calfucurá era “chileno”: ambos operaban en un mundo fronterizo propio, previa y al margen de las naciones, aliándose o enfrentándose entre sí según sus intereses, más que por lealtad a Buenos Aires o Santiago (Moyano.pdf) (Moyano.pdf).

Dicho esto, sí existieron vínculos objetivos entre los mapuches y Chile que impactaron en la resistencia indígena en Argentina. Por un lado, la economía del malón (ataque y robo de haciendas) dependía en gran medida de comercializar el ganado capturado en Chile. Hay evidencia de que autoridades locales chilenas toleraban (cuando no fomentaban) el comercio de reses robadas en Argentina, sabiendo su procedencia, pues eso debilitaba a los fronterizos argentinos y fortalecía la influencia chilena en Patagonia (Wikipedia) (Wikipedia). Este fenómeno, vigente desde mediados del siglo XIX, implicaba que muchos caciques mantenían lazos de intercambio con comerciantes chilenos, obteniendo armas de fuego y provisiones a cambio de animales. Así, indirectamente, Chile proveyó de armamento moderno a tribus hostiles a Argentina – por ejemplo, a inicios de 1883 algunos grupos mapuches aún disponían de fusiles Winchester y Martini-Henry de origen chileno o peruano, con los que causaron bajas a las tropas argentinas (Wikipedia). Este flujo de armas y refugio informal en el territorio chileno constituyó una forma de influencia en la capacidad de resistencia mapuche.

No obstante, una vez que Chile decidió también acabar con la autonomía mapuche en su suelo (especialmente tras el levantamiento general mapuche de 1881 en Araucanía), esa tolerancia se esfumó. De hecho, a partir de 1882-1883 Chile empezó a encerrar a los mismos líderes que antes podían comerciar libremente, y cualquier beneficio estratégico de azuzar a los indígenas contra Argentina quedó subordinado a la urgencia de pacificar su propio sur. La negativa de Namuncurá a colaborar con Urrutia (si es verídica) refleja que los mapuches tampoco confiaban plenamente en el Estado chileno, sabiendo que también los había combatido. Finalmente, tras 1883, la resistencia mapuche organizada colapsó casi simultáneamente en ambos países, dejando claro que ningún Estado ofreció apoyo duradero a los indígenas contra el otro. Por el contrario, los ejércitos de Argentina y Chile actuaron como aliados objetivos en la derrota final del pueblo mapuche, repartiendo su territorio ancestral entre sí. Esto ha llevado a historiadores como Adrián Moyano a concluir que las acusaciones cruzadas (de “chilenos entrometidos” por un lado, o de “argentinos usurpadores” por el otro) fueron en gran medida parte de la propaganda de conquista, mientras que la realidad fue una acción coordinada de ambos estados para consumar la ocupación (Moyano.pdf).

En síntesis, la “influencia chilena” en la resistencia mapuche dentro de Argentina existió más en la retórica que en los hechos militares decisivos. Los testimonios argentinos de Pulmarí muestran que pudo haber participación puntual de oficiales o soldados chilenos (sea por error, astucia o pequeñas partidas irregulares), lo cual quedó en la memoria militar argentina como una anécdota significativa (Fuente) (Fuente). Sin embargo, la evidencia historiográfica contemporánea tiende a refutar la idea de un apoyo institucional chileno de gran escala: más bien, ambos gobiernos colaboraron para que episodios como Pulmarí fuesen los últimos triunfos mapuches. Las coincidencias temporales y espaciales de las campañas militares indican que Chile y Argentina se coordinaron estrechamente para cerrar el “frente araucano”, compartiendo información y evitando proteger a los rebeldes del vecino (Moyano.pdf). Los historiadores actuales ven la resistencia mapuche de esos años como la lucha desesperada de un pueblo acorralado entre dos fuegos estatales, sin aliados poderosos – ni Chile ni Argentina estuvieron de su lado. Por ende, cualquier participación chilena en Pulmarí fue excepcional y contraria a la política general de Chile, que en esos meses estaba más interesada en concluir su propia campaña en Araucanía que en prolongar el conflicto apoyando a los weichafe. Los combates de Pulmarí, por tanto, se explican mejor como el último coletazo de la resistencia mapuche autónoma, con algunos episodios confusos que involucraron fuerzas chilenas a nivel táctico, pero en el marco de una estrategia binacional de conquista y reparto del territorio mapuche.


Fuentes: Documentos militares argentinos de 1883 recopilados por Walther (COMBATE DE PULMARÍ I (06/01/1883) – El arcón de la historia Argentina) (COMBATE DE PULMARI II (06/02/1883) – El arcón de la historia Argentina); análisis históricos de Juan C. Walther, Lorenzo Massa y G.V. Rauch (Conquista del Desierto - Wikipedia, la enciclopedia libre) (Conquista del Desierto - Wikipedia, la enciclopedia libre); estudio de Adrián Moyano (2006) sobre Pulmarí (Moyano.pdf); crónicas de Tomás Guevara () (); entre otros. Estas evidencias combinadas permiten esclarecer que, si bien hubo observaciones de tropas chilenas en Pulmarí, éstas no obedecieron a una alianza formal con los mapuches, sino que fueron hechos aislados en medio de una colaboración estratégica argentino-chilena mucho mayor para poner fin a la resistencia indígena en la región (Moyano.pdf). Los combates de Pulmarí representan así un episodio complejo, en el que la frontera nacional se desdibujó momentáneamente en el campo de batalla, pero cuyo desenlace contribuyó a afirmar definitivamente esa frontera a costa del pueblo mapuche.

viernes, 30 de agosto de 2024

SGM: Las SS holandesas

Las SS holandesas

Weapons and Warfare


 

Los alemanes invadieron Holanda el 10 de mayo de 1940, que se rindió al cabo de sólo cuatro días, provocando un pánico y confusión generalizados entre la población. Los holandeses, que están relacionados tanto lingüística como racialmente con los alemanes, quedaron desconcertados por el enfrentamiento. Antes de la Segunda Guerra Mundial, Holanda tenía unos 52.000 residentes alemanes que vivían y trabajaban en los Países Bajos. No sorprende, por tanto, que durante la década de 1930 surgieran varios movimientos de imitación nazis. El más grande fue fundado el 14 de diciembre de 1931 por Anton Adriaan Mussert. Se llamó National Socialistische Beweging (NSB – Movimiento Nacionalsocialista). Era un movimiento fascista holandés estrictamente nacionalista y, en última instancia, resultó ser el más exitoso.

El 18 de mayo de 1940, Arthur Seyss-Inquart se convirtió en Comisario del Reich de los Países Bajos, que fue declarado Comisariado del Reich. Con control total de todos los recursos del país, que destinó exclusivamente a las demandas de la maquinaria de guerra alemana, Seyss-Inquart gobernó con autoridad, respondiendo sólo ante Hitler. Generalmente seguía el método de gobierno del “palo y la zanahoria”, aunque su gobierno era más del palo que del palo. En marzo de 1941, se había otorgado a sí mismo el poder de administrar justicia sumaria, al menos en lo que respecta a disensiones o sospechas de resistencia. Impuso multas cuantiosas, confiscó las propiedades de todos los enemigos del Reich, incluidos los judíos, e instigó severas represalias por actos de subversión y sabotaje. Obligó a cinco millones de civiles holandeses a trabajar para los alemanes y deportó a un total de 117.000 judíos a campos de concentración.

En estas condiciones, el principal exponente de la colaboración fue el NSB, un partido muy bien organizado. El NSB pasó a primer plano y, en el décimo aniversario de su fundación, los alemanes le concedieron un monopolio político exclusivo en los Países Bajos. Todos los demás partidos se enfrentaron a la fusión o la disolución. El NSB tenía sus propias tropas de asalto, el Weer Afdeelingen (WA – Sección de Defensa), pero el 11 de septiembre de 1940 dio un paso audaz al crear sus propias SS en el marco del partido. J. Hendrik Feldmeyer, ex líder de Mussert Garde, fue el iniciador del plan; tenía visiones de que se convertiría en el equivalente de la Allgemeine-SS alemana. Al principio se la conocía simplemente como Nederlandsche SS, que fue reemplazada por el término más general Germaansche SS en Nederland (o SS ​​germánicas en los Países Bajos) el 1 de noviembre de 1942. Hasta entonces había sido una de las subformaciones paramilitares de el ONN. Himmler dio órdenes de que ahora pasara a formar parte de una SS germánica mayor. El control de Mussert quedó ahora marginado, y los hombres de las SS holandesas prestaron juramento de lealtad a Adolf Hitler. Su número de miembros, que nominalmente ascendía a 3.727 (cinco regimientos más un regimiento de policía de las SS), se reducía constantemente por el alistamiento voluntario en las Waffen-SS. Posiblemente había hasta 7.000 voluntarios holandeses más en el Germanische Sturmbann, una formación de las SS formada a partir de un gran grupo de trabajadores holandeses y otros nórdicos en Alemania. Se reclutaron siete batallones de las ciudades industriales de Berlín, Brunswick, Dresde, Düsseldorf, Hamburgo, Nuremberg y Stuttgart. En efecto, el Germanische Sturmbann nunca fue otra cosa que una agencia de reclutamiento para las Waffen-SS.

Imagen interesante nunca antes vista que muestra a un voluntario holandés del NSKK luciendo la rara Insignia de Honor del NSKK de la colección de Dian Notebaert .

El NSKK holandés
Sería un error afirmar que todos los voluntarios extranjeros fueron reclutados en las organizaciones más “glamurosas” dentro de las SS. Hubo otras formaciones que absorbieron voluntarios para la maquinaria de guerra alemana. Entre ellos se encontraban el Nationalsozialisches Kraftfahrkorps (NSKK – Cuerpo Nacionalsocialista de Motores), el Reichsarbeitsdienst (RAD – Servicio Nacional del Trabajo) y la Kriegsmarine. El NSKK, por ejemplo, fue casi tan voraz en el reclutamiento de holandeses como las SS. La invasión de Rusia en 1941 obligó a cargar más el ya sobrecargado sistema de transporte militar alemán, por lo que las autoridades de ocupación siempre buscaban conductores extranjeros. La WA, el equivalente holandés de las SA alemanas, tenía su propia rama de transporte, la Motor WA, que proporcionaba la fuente habitual de conductores para el servicio en el Frente Oriental. Los conductores holandeses pasaron por una unidad llamada Alarmdienst, que fue creada para proporcionar transporte auxiliar a las fuerzas alemanas en Holanda. Sus miembros estaban equipados con Motor WA u otros uniformes del NSB. El servicio fue rebautizado como Transportactie el 12 de enero de 1943 y, a partir de entonces, sus miembros lucieron uniformes alemanes de color gris campo.

El ejército alemán también formó una pequeña unidad de conductores civiles holandeses, que inicialmente se conocía como Kraftfahrt Transport Dienst. Esto fue principalmente para ayudar con el trabajo en proyectos de construcción militar, y después de abril de 1942 pasó a llamarse Kraftfahrzeugüberführungs Kommando (KUK). Cuando surgió la necesidad, algunos conductores del KUK tuvieron que ser obligados a servir en la Unión Soviética en la retaguardia alemana. Debido a la amenaza partisana, se les permitió portar armas para su defensa, vistiendo uniformes del antiguo ejército francés.

En noviembre de 1943, el jefe superior de las SS y de la policía de los Países Bajos, Hans Albin Rauter, al ser informado de que el NSKK estaba teniendo mucho éxito atrayendo a sus filas a jóvenes holandeses, se vio obligado a emitir una orden que prohibía al NSKK aceptar a cualquier persona por debajo del nivel 30 años. Los voluntarios menores de 30 años debían ser dirigidos a las Waffen-SS.

La mayoría de los voluntarios holandeses del NSKK estaban bajo la jurisdicción de la Luftwaffe, con voluntarios en las siguientes formaciones: NSKK Gruppe Luftwaffe, NSKK Staffel WBN (Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de los Países Bajos) y NSKK Todt/Speer. La Organización Todt fue la formación constructora del Partido Nazi, auxiliar de la Wehrmacht. Lleva el nombre de su fundador, el Dr. Fritz Todt, quien fue reemplazado por Albert Speer tras la muerte de Todt en 1942. No debe confundirse con la Organización Speer, que era un organismo independiente que se ocupaba de la ingeniería. Como muchas agencias similares en el Reich de Hitler, competían entre sí por poder y recursos.

En enero de 1942, se creó el NSKK Gruppe Luftwaffe bajo el mando del general de la Luftwaffe Wilhelm Wimmer en Bruselas, que reunió bajo un solo mando a todos los miembros del NSKK holandeses, flamencos y valones. El NSKK holandés estuvo en servicio activo en Rusia como el Regimiento NSKK Niederland. El general Kraus de la Luftwaffe informó a Hermann Göring el 6 de agosto de 1942: “Tenemos miles de holandeses en regimientos de transporte en el Este. La semana pasada uno de esos regimientos fue atacado. Los holandeses tomaron más de 1.000 prisioneros y recibieron 25 cruces de hierro”. Decenas de hombres holandeses del NSKK lucharon y murieron en Stalingrado como parte del Sexto Ejército alemán en 1942-1943. En octubre de 1942, NSKK Todt y NSKK Speer se fusionaron para convertirse en NSKK Transportgruppe Todt; luego NSKK Gruppe Speer; y, finalmente, en 1944, Transportkorps Speer. El Transportkorps Speer y el KUK pasaron a formar parte del NSKK Staffel WBN en el otoño de 1943. Los voluntarios vestían uniformes de color gris campo con el rango del NSKK y otras insignias, y firmaban por un año o durante la guerra, lo que fuera más corto. Es concebible que entre 8 y 9.000 holandeses sirvieran en total en las distintas ramas del NSKK durante la Segunda Guerra Mundial.

Los holandeses tenían su propio servicio de mano de obra pero también proporcionaban voluntarios para la RAD. El número era pequeño, posiblemente alrededor de 300, pero fue suficiente para que se formara una unidad totalmente holandesa conocida como Gruppe Niederland. Los holandeses también se graduaron como oficiales de la RAD, como los del Oostkorp (Cuerpo del Este) del Niederland Arbeits Dienst (NAD – Servicio Laboral Holandés). Gruppe Niederland estuvo en servicio activo entre mayo y octubre de 1942 en el frente oriental, detrás de la línea del frente alemana. Normalmente, el personal de la RAD estaba desarmado, pero debido a actividades partidistas a los guardias se les permitía portar rifles o pistolas.

Para una nación con una distinguida tradición marítima, sorprende que quizás sólo unos 1.500 holandeses sirvieran en la Kriegsmarine. Esto puede deberse a que el primer llamamiento no se hizo hasta mayo de 1943, para voluntarios navales del grupo de edad de 18 a 35 años.

Si los nazis consideraban a los Países Bajos una nación germánica, la situación en Bélgica no era tan sencilla. Bélgica es en realidad dos países y una región alemana, todos unidos en una única unidad política. Una parte, Flandes, es de lengua y origen racial germánico. El otro, Valonia, habla francés y sus orígenes raciales son una mezcla de celta y romano. El único vínculo fuerte entre los dos es una fe religiosa común: el catolicismo romano. La tranquila ciudad de Eupen, a sólo 10 kilómetros (6 millas) de la frontera alemana, tenía una población de 17.000 ciudadanos en la década de 1930, la mayoría de ellos de etnia alemana. Es la capital de la Bélgica de habla alemana, una región donde vivían unas 65.000 personas en la década de 1930. El control del territorio ha cambiado muchas veces entre Francia, Alemania y Bélgica a lo largo de la historia. Después de escapar de las garras de los duques de Borgoña en el siglo XV, fue un principado alemán, antes de ser anexado por Francia después de la revolución de 1789. Volvió al control alemán después de las guerras napoleónicas, pero luego volvió a Bélgica en 1919 como parte del acuerdo de Versalles. Después de la invasión del 10 de mayo de 1940, Hitler la declaró parte del Reich. Los nazis siempre trazaron una clara distinción entre los dos pueblos étnicos de Bélgica, que inicialmente favorecían a los flamencos, sus “primos” raciales. Sin embargo, finalmente llegaron a ver al líder valón, Léon Degrelle, como un activo más valioso para su causa.

El pueblo de Flandes había alimentado un sentimiento de resentimiento contra el Estado francófono creado en 1830 y dominado por los valones. La ocupación alemana de Bélgica en la Primera Guerra Mundial dio al nacionalismo flamenco, que hasta entonces había sido principalmente intelectual, el impulso para convertirse en un movimiento político por derecho propio. Bajo el patrocinio alemán, en febrero de 1917 se creó en Bruselas un Consejo de Flandes. Estaba formado por unos 200 autonomistas flamencos y se le concedió el estatus de gobierno provisional.

Se fundó el Frontbeweging o Movimiento del Frente, una influyente facción separatista que más tarde se convirtió en el Frontpartij o Partido del Frente. Los líderes del Consejo de Flandes fueron juzgados por alta traición después de la guerra, aunque ninguno fue ejecutado y todos fueron puestos en libertad mediante un acto de clemencia en marzo de 1929. Las filas del Frontpartij comenzaron a romperse a principios de la década de 1930 a medida que avanzaba la nueva ideología. El fascismo aumentó la demanda de autonomía y se manifestó con la formación en octubre de 1931 de un partido separatista conocido como Verbond van Dietsche Nationaal Solidaristen (Unión de Solidaridad Nacional Holandesa). Esto fue abreviado como Verdiaso o simplemente Dinaso. Joris van Severen, un joven abogado, era el líder de Dinaso. Era un ex oficial del ejército que había sido despojado de su cargo cuando sus simpatías nacionalistas se hicieron evidentes. La primera exigencia de Dinaso fue que la parte flamenca de Bélgica se uniera a Holanda en una comunidad de los Grandes Países Bajos, pero en 1934 van Severen descubrió que los valones compartían una ascendencia franca común con los flamencos. Se produjo así una completa reorientación de la política y ahora favorecía la existencia continuada del Estado belga. Dinaso tuvo sus propios soldados de asalto conocidos como Dinaso Militie hasta 1934, cuando pasaron a llamarse Dinaso Militanten Orde (DMO).

¿Cuál fue el destino de aquellos extranjeros que habían luchado por Hitler? En Europa occidental, el proceso de trato con los colaboracionistas comenzó tan pronto como terminó la guerra. En Holanda, se crearon tribunales especiales para permitir que los miles de colaboradores, así como los que habían servido en las fuerzas armadas alemanas, fueran juzgados, y se reintrodujo la pena de muerte por primera vez desde su abolición en 1873. , se dictaron 138 condenas a muerte, aunque sólo 36 se ejecutaron. Anton Mussert fue juzgado en La Haya en noviembre de 1945 acusado de alta traición. El 12 de diciembre, como era de esperar, fue declarado culpable y condenado a muerte. Dieciocho alemanes también fueron condenados a muerte por crímenes cometidos en Holanda, pero sólo cinco, de los cuales uno era Rauter, fueron ejecutados.

El Tribunal Militar Internacional de Nuremberg se ocupó del Comisionado del Reich Seyss-Inquart. El tribunal declaró que había sido "un participante consciente y voluntario en crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad que se cometieron durante la ocupación de los Países Bajos". Fue ahorcado el 16 de octubre de 1946.

Entre 120.000 y 150.000 personas fueron arrestadas en Holanda en el período inmediatamente posterior a la liberación pero, en octubre de 1945, sólo 72.321 hombres y 23.723 mujeres permanecían en prisión. Se crearon treinta y cinco tribunales especiales integrados por cinco jueces cada uno para ocuparse de los casos importantes de colaboración, mientras que tribunales más pequeños integrados por un juez y dos legos se ocupaban de delitos menos graves. Unas 60.000 personas fueron privadas de su ciudadanía holandesa por prestar servicio militar en el extranjero y el Estado también les confiscó sus bienes. Esto se aplicó a todos aquellos que habían servido en el ejército, la marina, la fuerza aérea, las Waffen-SS, el Landstorm Nederland, la policía o formaciones de seguridad alemanas, las compañías de guardia de la Organización Todt y el Servicio de Trabajo Alemán (RAD). Sin embargo, no incluía el servicio con las SS germánicas holandesas ni con los ferrocarriles estatales alemanes. En general, los holandeses trataron a sus colaboradores con tolerancia y humanidad, aunque quizás la magnitud misma del problema impidió juicios severos.

 



sábado, 20 de enero de 2024

SGM: Alemania todavía paga pensiones a colaboradores en Bélgica y UK

Alemania todavía paga pensiones británicas y belgas a sus colaboradores

 
Ian Harvey || War History Online



  "El paso de la colaboración pasiva a la activa se dio rápidamente",

Aunque han pasado casi 75 años desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, Alemania todavía paga las pensiones mensuales de personas que colaboraron con el gobierno nazi. Esto incluye ciudadanos de varios países europeos, incluidos Bélgica y Gran Bretaña.

La comisión de asuntos exteriores del parlamento belga votó a favor de instar al gobierno alemán a suspender el pago de estas pensiones y a publicar una lista de las personas que las reciben actualmente.

 




Tras la invasión nazi de 1940, el gobierno belga huyó a Gran Bretaña.

Según el comité, en Bélgica hay casi treinta personas que reciben pensiones. Adolf Hitler decretó que los extranjeros en los países ocupados por los nazis tenían derecho a la misma nacionalidad y derechos de pensión que los ciudadanos alemanes siempre que prometieran “lealtad, fidelidad, lealtad y obediencia” al Führer.

Alemania se ha resistido a incluir en la lista a los beneficiarios de las pensiones. Afirman estar preocupados por las cuestiones legales que rodean la protección de la privacidad.

Según los cinco diputados autores de la resolución, los pagos mensuales los realizan los estados alemanes y la embajada alemana en Bruselas conoce los nombres de los destinatarios .

Alemania respondió explicando que en Bélgica hay dieciocho personas que reciben pensiones. Afirmaron además que ninguno de los individuos es ex miembro de las Waffen-SS.

Las Waffen-SS fueron la rama militar de las SS que estuvo involucrada en muchos de los crímenes cometidos en el Holocausto. Los miembros de las Waffen-SS están acusados de tiroteos masivos, guerra antipartisana, suministro de guardias para los campos de concentración y muchos otros crímenes de guerra.

La embajada alemana no nombró a ninguno de los pensionistas ni explicó por qué tenían derecho a las pensiones.

Las autoridades belgas desconocen la identidad de los pensionistas. Los autores de la resolución afirmaron que la situación es la misma en Gran Bretaña, donde la gente recibe pensiones del gobierno alemán sin ninguna comunicación con las autoridades británicas y sin que se apliquen impuestos sobre las cantidades.

La embajada alemana en Londres afirmó que no tenía información sobre estas acusaciones.


 


RTBF, la emisora ​​estatal belga, dijo que sucesos similares estaban ocurriendo en España, Suecia y Suiza. El historiador Cees Kleijn afirma que entre las 34 personas que reciben pensiones en los Países Bajos puede haber criminales de guerra.

Un investigador belga ha determinado que los pagos oscilan entre 435 y 1.275 euros al mes. Las cantidades dependen del tiempo que los beneficiarios pasaron en prisión después de la guerra.

Los parlamentarios belgas calificaron esta situación de moralmente problemática, ya que el gobierno alemán trata a estas personas como a cualquier otro trabajador alemán, incluso si han sido condenados por participar activamente en la guerra.

El decreto de Hitler no fue revocado durante la Conferencia de Potsdam, en la que delegados de Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS presidieron el desmantelamiento del régimen nazi.

El gobierno belga ha estado preocupado por estos pagos desde que los descubrió en 1997. En 2012, el parlamento belga descubrió que aproximadamente 2.500 belgas recibían pensiones. Desde entonces, la mayoría ha muerto.

Una comisión del parlamento belga visitó Berlín el año pasado para discutir el asunto con las autoridades alemanas. Determinaron que los pagos a la mayoría de los pensionistas belgas procedían del estado federado de Renania del Norte-Westfalia.

El actual embajador alemán en Bélgica, Martin Kotthaus, dijo en una entrevista el año pasado que se estaba llevando a cabo una investigación para determinar qué conexión habían tenido los pensionistas restantes con el partido nazi durante la guerra.

El historiador alemán Martin Göllnitz ha declarado que no cree que la cuestión se resuelva pronto. Alemania no puede realizar un estudio caso por caso de los beneficiarios de pensiones sin violar sus propias leyes de privacidad. Además, el sistema de seguridad social alemán no está sujeto a procedimientos penales.

  

martes, 30 de julio de 2019

Frente Oriental: Las fuerzas amigas de los nazis

Luchando y apoyando a los nazis en el Este

Minor Nations Militaries




Todos los grupos nacionalistas importantes, excepto Armija Krajowa (AK), esperaban que los alemanes les permitieran organizar sus ejércitos nacionales, que lucharían contra la Unión Soviética como miembros del Eje. Miles de voluntarios se unieron a los batallones de la policía, las primeras unidades militares colaboradoras organizadas por los alemanes. Sin embargo, la administración alemana no permitió que los colaboradores siguieran ninguna otra agenda, sino la suya, ya menudo enviaban a estas unidades a luchar fuera de sus regiones nativas, donde sus soldados ni siquiera podían pensar que defendían los intereses de sus naciones. Los alemanes disolvieron los batallones de Nachtigall y Roland en agosto de 1941 y luego trasladaron a su personal, que contiene a muchos miembros de la OUN, a Bielorrusia, donde lucharon contra los partisanos. Estos soldados sirvieron fielmente a Alemania durante 17 meses después de la detención de los principales líderes de la OUN-B hasta que los alemanes los disolvieron. En 1943, los alemanes levantaron la división ucraniana de Waffen-SS Galizien con la ayuda de la OUN-M. Fue aplastado tres semanas después de su llegada al frente en junio de 1944, y luego sus restos suprimieron las insurgencias en Eslovaquia y Eslovenia. 66 Himmler prohibió oficialmente la referencia a galizianos como ucraniano, y solo el 19 de abril de 1945 esa palabra se convirtió en parte de su título.




La mayoría de los bálticos prefirieron a los alemanes a los soviéticos como una fuerza de ocupación, y muchos colaboraron incondicionalmente. Los batallones de la policía báltica estaban formados principalmente por voluntarios nacionalistas. Letonia y Estonia dieron a Alemania muchos más colaboradores per cápita que otras regiones fronterizas. Unidades letonas lucharon alrededor del lago Ilmen en Rusia, Ucrania y Crimea; Los estonios hicieron lo mismo en Bielorrusia, Ucrania y Stalingrado; y los lituanos lo hicieron en Bielorrusia y Ucrania. 68 La administración letona levantó 48 batallones de policía, algunos de los cuales se reorganizaron posteriormente en dos divisiones Waffen-SS. Para el 1 de julio de 1944, 85.550 letones se alistaban en las SS, con otros 61.060 como auxiliares en las fuerzas alemanas, que constituían el 8 por ciento de la población letona, una proporción máxima entre los países que proporcionaban colaboradores alemanes. 69 Tres veces más ciudadanos letones lucharon por los alemanes que por los soviéticos; Sólo 57,470 letones se unieron al Ejército Rojo. En Estonia, la autogestión organizó una legión de Waffen-SS en octubre de 1942, transformada en una división de Waffen-SS en mayo de 1944. Junto con los batallones de policía que operaron desde el comienzo de la ocupación alemana, los colaboradores estonios contaron entre 50.000 y 60.000. Hombres en ese momento, cinco veces más grandes que el ejército regular de Estonia independiente. Después de que se secó la afluencia de voluntarios, los alemanes recurrieron al servicio militar obligatorio, y las autoadministraciones reclutaron a los Balts de manera obediente, amenazando a los que no informaron con un "castigo según la ley marcial". Sin embargo, muchos soldados letones y estonios lucharon por el Eje con entusiasmo. . De hecho, la 19ª División Waffen-SS de Letonia defendió tercamente a Courland hasta que Alemania se rindió; mientras que una unidad de la 15a División Waffen-SS de Letonia custodió el bunker de Hitler en Berlín durante sus últimos días. Cerca de 50,000 letones murieron mientras luchaban en el lado alemán, 10 veces más que el número de los que murieron luchando por los soviéticos. Por el contrario, los nacionalistas lituanos llamaron a los reclutas para evadir las conscripciones alemanas. Nunca se organizó una unidad más grande que un batallón de policía. En enero de 1945, 36.800 lituanos organizados en 21 batallones de la policía lucharon por los alemanes. El mayor estado del Báltico dio así a los alemanes el menor número de colaboradores.



Además del Holocausto, los batallones de la policía báltica realizaron principalmente misiones de contrainsurgencia. Ellos llevaron a cabo estas operaciones en el estilo establecido por los nazis. De los 48 batallones de la policía letona, 26 participaron en la contrainsurgencia en Bielorrusia y "han permanecido en la memoria histórica del pueblo bielorruso ... como miembros de expediciones punitivas ... brilla por su implacabilidad". En una operación llamada "Magia de invierno", se incendiaron entre 15 y 26 aldeas bielorrusas y decenas de civiles ejecutados, algunos de ellos quemados vivos en edificios cerrados. 88 unidades de la policía letona también mataron a todos los 235 habitantes de la aldea letona de Audrini y 47 personas en la aldea de Morduki en represalia por proteger a los partisanos. Friedrich Schwung, Gebietskommissar en Latgale, comentó: "Casi todos los policías letones tienen un poco de sadismo en la sangre". La autoadministración de Estonia reunió a más de 20 batallones de policía. De ellos, 7 custodiaban campos de concentración estonios; 12 se dedicaron a operaciones antipartidistas en Rusia, Bielorrusia y Polonia; y 3 realizaron deportaciones a Alemania y Estonia y requisiciones de alimentos. Durante una campaña de contrainsurgencia en la provincia rusa de Pskov, los 37. ° y 40. ° Batallones de la policía de Estonia formaron parte de la 207 División de Seguridad alemana. Sus informes indican que ejecutó al 93 por ciento de los sospechosos partidistas arrestados y presuntos simpatizantes partidistas entre los civiles en 1942 y al 81 por ciento en 1943, en total, 541 personas. El 288º Batallón de la Policía de Estonia incendió 30 pueblos bielorrusos.

A diferencia de muchos balts y ucranianos del oeste, los bielorrusos occidentales se abstuvieron principalmente de colaborar. Rosenberg observó que "no existen elementos positivos con los que podríamos cooperar en Bielorrusia". Ordnungsdienst, la policía auxiliar alemana, recurrió a un reclutamiento obligatorio de belorussianos, forzado al tomar rehenes de las familias de hombres elegibles. Las unidades de policía así organizadas se fusionaron con la menos entusiasta de todas las divisiones de las Waffen-SS.

viernes, 22 de febrero de 2019

SGM: Jubilados británicos y belgas reciben pensiones de Alemania por haber colaborado con los Nazis

Jubilados británicos y belgas reciben dinero por colaborar con nazis

Los miembros del parlamento belga han pedido a su gobierno que suspenda los pagos a los jubilados que colaboraron con los ocupantes nazis en la Segunda Guerra Mundial. Los ciudadanos británicos y belgas siguen recibiendo compensación de Alemania.




 Belgien Erster amerikanischer Anti-Nazi-Film en Brüssel wieder aufgetaucht Filmszene (Reuters)


Los ancianos belgas y británicos aún reciben pensiones del gobierno alemán por colaborar con la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, según los parlamentarios belgas que presentaron una propuesta para exigir que el gobierno belga se ocupe del asunto con el gobierno alemán.

Las identidades reales de los jubilados son conocidas solo por las embajadas alemanas, que son responsables de transferir los pagos. Pero el documento presentado por los parlamentarios dice que alrededor de 30 belgas reciben el dinero, que se estima entre 435 y 1.275 € ($ 492 - $ 1,440) al mes.

Los cuatro parlamentarios, Olivier Maingain, Stephane Crusniere, Veronique Caprasse y Daniel Senesael, agregaron que los ex miembros de las SS en el Reino Unido también estaban recibiendo pensiones.

Los parlamentarios belgas pidieron al gobierno que "restaure la justicia - fiscal, social y conmemorativa - acorde con los compromisos históricos y morales asumidos por los fundadores de Europa, incluido nuestro país y Alemania".

Ulla Jelpke, del partido de la izquierda socialista alemana, dijo que los partidos del gobierno, en particular la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel, habían bloqueado constantemente los intentos de detener los pagos.

"Creo que es inaceptable que los colaboradores nazis hayan estado recibiendo pagos de pensiones durante décadas, mientras que las víctimas de los nazis tuvieron que luchar por una compensación", dijo a DW en un comunicado. "Esto se aplica tanto a los voluntarios extranjeros de las SS como a los nacionales. Cualquier persona que participe voluntariamente en las políticas destructivas asesinas de los nazis no debería recibir ninguna recompensa".

De hecho, Alemania hizo más estrictas sus leyes de pensiones en 1998, por lo que los antiguos miembros de las SS, o sus viudas, ya no podrían recibir pagos. Pero según Jelpke, esto solo se aplicó en 99 casos de los 940,000 posibles ex nazis. "Es obvio que apenas se encontró una fracción de los criminales de guerra", dijo.

DW

viernes, 15 de junio de 2018

SGM: El asalto conjunto germano-americano al castillo de Itter

Esa vez cuando los estadounidenses y los alemanes lucharon juntos durante la Segunda Guerra Mundial


Paul Szoldra, We Are The Mighty
Business Insider


Castillo de Itter y camino de entrada en 1979

El castillo de Itter visto desde el este, a lo largo del camino a la entrada, en 1979. Steve J. Morgan a través de Wikimedia Commons

Cinco días después de que Hitler se suicidara en su búnker en Berlín y dos días antes de que Alemania se rindiera, las tropas estadounidenses y alemanas luchaban juntas una al lado de la otra en lo que se ha llamado la batalla más extraña de la Segunda Guerra Mundial.
Fueron los últimos días de la guerra en Europa el 5 de mayo de 1945, cuando prisioneros franceses, combatientes de la resistencia austriacos, soldados alemanes y petroleros estadounidenses lucharon en defensa del Castillo de Itter en Austria.

En 1943, el ejército alemán convirtió el pequeño castillo en una prisión para prisioneros de "alto valor", como primeros ministros, generales, estrellas del deporte y políticos franceses.

Para el 4 de mayo de 1945, con Alemania y su ejército colapsándose rápidamente, el comandante de la prisión y sus guardias abandonaron su puesto.

Los prisioneros ahora dirigían el asilo, pero no podían simplemente salir por la puerta principal y disfrutar de su libertad. Las Waffen SS, la unidad paramilitar alemana comandada por Heinrich Himmler, tenían planes de reconquistar el castillo y ejecutar a todos los prisioneros.

Fue entonces cuando los prisioneros solicitaron la ayuda de las tropas estadounidenses cercanas lideradas por el capitán John "Jack" Lee, combatientes de la resistencia local y sí, incluso soldados de la Wehrmacht para defender el castillo durante la noche y la madrugada del 5 de mayo. El libro " The Last Battle "de Stephen Harding cuenta la verdadera historia de lo que sucedió a continuación.

De The Daily Beast:

"Hay dos héroes primarios de esto, como debo reiterar, completamente factual, historia, ambos directamente del reparto central.
"Jack Lee era el guerrero por excelencia: inteligente, agresivo, innovador y, por supuesto, un hombre que bebía puros y masticaba cigarros que cuidaba de sus tropas y estaba dispuesto a pensar de una manera muy diferente cuando la situación táctica exigía esto, como sin duda lo hizo una vez que las Waffen-SS comenzaron a asaltar el castillo.
"El otro fue el muy condecorado oficial de la Wehrmacht, el mayor Josef 'Sepp' Gangl, que murió ayudando a los estadounidenses a proteger a los VIP. Esta es la primera vez que se cuenta la historia de Gangl en inglés, aunque con razón se lo honra en la actual Austria y Alemania como un héroe de la resistencia antinazi ".

Como señala el New York Journal of Books en su reseña del trabajo de Harding, el capitán del ejército Lee asumió inmediatamente el mando de la lucha por el castillo sobre sus líderes: el capitán Schrader y el mayor Gangl, y lucharon contra una fuerza de 100 a 150. Tropas SS en una batalla confusa, por decir lo menos.

Durante la batalla de seis horas, las SS lograron destruir el único tanque estadounidense de los defensores ampliamente superados en número, y la munición de los Aliados resultó extremadamente baja. Pero los estadounidenses pudieron pedir refuerzos, y una vez que aparecieron, los SS retrocedieron, según Donald Lateiner en su reseña.



Unas 100 tropas de la SS fueron tomadas prisioneras, según la BBC. La única víctima amistosa de la batalla fue Maj. Gangl, que recibió un disparo de un francotirador. La cercana ciudad de Wörgl luego nombró una calle en su honor en honor a él, mientras que el capitán Lee recibió la Cruz del Servicio Distinguido por su valentía en la batalla.
En cuanto al libro, aparentemente se ha optado por convertirlo en una película. Con una historia loca como esta, uno pensaría que ya se habrá hecho.

martes, 29 de mayo de 2018

SGM: El colaboracionismo saca la cola de paja en Europa

Cómo lidian con su pasado los países europeos que tuvieron colaboradores del régimen nazi

Con su polémica ley aprobada hace pocos días, Polonia dio uno de los pasos más osados para borrar de la historia la ayuda que muchos de sus ciudadanos brindaron a los invasores alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Otras naciones, en cambio, tomaron un rumbo distinto para no olvidar su pasado más negro

Por Germán Padinger || Infobae
gpadinger@infobae.com



Polonia está en el centro de la polémica, pero no es un caso aislado

La reciente disputa entre Polonia e Israel por una ley que prohíbe menciones a la responsabilidad polaca en el Holocausto ha vuelto a interpelar a nuestros tiempos con el recuerdo y la interpretación de una de las páginas más oscuras de la historia europea y mundial.

Ni Polonia ni Israel pretenden, por supuesto, ir en contra de la idea de que fue la Alemania nazi la principal, y quizás única, responsable del genocidio de judíos y muchas otras minorías durante los años de la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945.

Pero sí están chocando por el reconocimiento del rol activo de los individuos, de diferentes nacionalidades y credos, en diferentes actos violentos perpetrados por los nazis.

Así, el gobierno nacionalista y conservador polaco intenta callar con penas de prisión a quienes citen este colaboracionismo para hablar de una responsabilidad polaca, y en su férrea defensa han incluso traído a la discusión el caso de colaboradores judíos dentro de los ghettos y campos de concentración.


Colaboradores judíos dentro del ghetto de Varsovia

El miércoles el periódico israelí Times of Israel se involucró en el debate promoviendo el argumento de que si bien hubo colaboradores entre polacos y judíos de toda nacionalidad, los primeros lo hacían para buscar un beneficio de las autoridades alemanas o bien por antisemitismo, mientras que los segundos, prisioneros llamados a administrar prisiones y mantener el orden, lo hacían bajo una constante amenaza de muerte.

Lo cierto es que hubo colaboracionismo, en mayor o menor medida, en todos los países europeos conquistados por Alemania durante la guerra y era inevitable. También lo hubo en los países ocupados por Japón e Italia, aliados que conformaban el llamado "Eje".

Ya sea por búsqueda de beneficio, por supervivencia o por simple obediencia, el fenómeno existió e incluso hemos podidos observar ejemplos contemporáneos en las ciudades sirias e iraquíes conquistadas por el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) en 2014.

Pero quizás el debate actual en torno al holocausto esté relacionado a cómo cada una de las naciones reprimidas por los nazis lidió con el fenómeno de los colaboradores y qué responsabilidad aceptó durante la posguerra.


El primer ministro polaco Mateusz Morawiecki, que alimentó la polémica igualando a colaboradores polacos y judíos (AFP)

Estos son algunos de los casos de colaboracionismo más emblemáticos de la guerra, y cómo fueron tratados cuando los invasores finalmente fueron expulsados.

Francia

El ejército francés se derrumbó en junio de 1940 tras un mes y medio de durísimos combates contra los alemanes. Poco antes había ocurrido algo similar con sus aliados en la Fuerza Expedicionaria Británica, que logró ser evacuada en Dunquerque.

En consecuencia inició una larga ocupación del país que duraría hasta 1944.

Pero a pesar de que el movimiento de resistencia ante los invasores cobró una enorme notoriedad durante y luego de la guerra, Francia se convirtió también en un emblema del colaboracionismo porque sólo la mitad norte del país fue ocupada por los alemanes.


Voluntarios franceses peleando en Rusia en 1941 en las filas del ejército alemán

La mitad sur fue "devuelta" a un gobierno francés con capital en Vichy, al mando del general Philippe Pétain, pero a las órdenes de Berlín.

En la Francia de Vichy la policía rutinariamente hallaba y deportaba judíos, gitanos romani, homosexuales y otros "indeseables" a los campos de concentración y de exterminio en Polonia. Además de proveer trabajadores, inteligencia y hasta asistencia militar principalmente en las colonias francesas en África, así como voluntarios para la 33° división SS de infantería "Carlomagno".

Tras la invasión de las tropas aliadas en Normandía en junio de 1944 y la posterior entrada en París, y del sur del país mediante la operación Dragoon en agosto, la Francia liberada se lanzó a un caería brutal de colaboracionistas.

Los hombres eran ejecutados en juicios sumarios, con estimaciones que llegan a los varios miles, y las mujeres recibían cortes de pelo al ras para ser luego fácilmente reconocidas y humilladas.


Tropas aliadas se preparan para desembarcar en Argel, capital argelina defendida por las tropas de la Francia de Vichy, colaboradora de Alemania (Getty)

Cuando se restauró el orden, iniciaron entonces los juicios contra cerca de 127.000 personas, que incluyeron unas 1.500 sentencias a muerte, según señala el historiador francés Claude Liauzu en su obra de 1999 "La sociedad francesa frente al racismo: de la Revolución hasta nuestros días". Hubo además 56.000 ciudadanos "degradados" al perder sus derechos civiles.

El extenso alcance del colaboracionismo en Vichy y las brutales represalias son un recuerdo difícil de abandonar en el país, donde el historiador Henry Rousso habla incluso de un "Síndrome de Vichy".

Pero más allá de la ola de ejecuciones ilegales y legales a colaboradores, sin embargo, Francia tardó en establecer una postura oficial con respecto a su rol en el Holocausto, e incluso por muchos años cargó la culpa entera sobre el gobierno de Vichy, extinto.

Pero en 1995 el entonces presidente Jacques Chirac admitió la responsabilidad del estado francés por la deportación de 76.000 judíos. "Estas horas oscuras son un insulto contra nuestro pasado y tradiciones. La locura criminal de los ocupadores fue secundada por los franceses, por el Estado francés", explicó, según recuerda la BBC.


El presidente francés Emmanuel Macron volvió a reconocer el año pasado la responsabilidad de su país en el Holocausto (Reuters)

La postura fue retomada por el actual presidente Emmanuel Macron en 2017. "Fueron definitivamente los franceses quienes organizaron esto, ningún alemán participó", dijo el mandatario en un acto de recuerdo en el  Vélodrome d'Hiver, el velódromo parisino donde fueron reunidos 13.000 judíos antes de su deportación.

"Es conveniente ver al régimen de Vichy como surgido de la nada, y vuelto a la nada. Es conveniente, pero falso. No podemos construir orgullo basado en mentiras", argumentó, de acuerdo al periódico El País.

Bélgica y Holanda

Bélgica y Holanda cayeron bajo dominio alemán en 1940, poco antes de la derrota de Francia.

En el primero la colaboración sucedió principalmente en la región de Flandes, donde antes de la guerra ya existían partidos fascistas cercanos a los nazis, como el Vlaams Nationaal Verbond y el Partido Rexista.


Un acto del partido belga Vlaams Nationaal Verbond en 1941

Los miembros de estas fuerzas crecieron en número y poder bajo la ocupación alemana, accediendo a las órdenes de Berlín. Además, unos 15.000 belgas marcharon a las filas de las Waffen SS para luchar en Rusia.

Se estima que entre 29.000 y 65.000 judíos fueron deportados a los campos de concentración, la mayoría de los cuales murió allí, de acuerdo al Yad Vashem, institución del Estado de Israel dedicada a la memoria del Holocausto.

En Bélgica no existe una declaración de responsabilidad como la realizada en Francia, pero en 1995 se aprobó una ley que penaliza la negación del Holocausto, una legislación que, al igual que la promovida en estos tiempos por Polonia, tiene su cuota de polémica.

En tanto en 2007 se publicó un largo y detallado informe final sobre el colaboracionismo en el país, titulado "La Bélgica dócil", que tuvo un alto impacto al mostrar el alcance de la ayuda local ofrecida a las fuerzas ocupadoras.


En la posguerra a muchas mujeres acusadas de colaborar o mantener relaciones con alemanes se les cortó el cabello para que fueran identificadas y humilladas

En especial se cita el momento en 1940 cuando el gobierno belga accedió a crear un registro de judíos que luego proporcionó a los alemanes y fue instrumental en las redadas previas a la deportación.

En Holanda existía una variante local del partido Nacional Socialista de los Trabajadores, nombre oficial del nazismo, que aumentó su poder tras la derrota militar del país.

Durante la ocupación el país estuvo gobernado por una administración civil poblada por alemanes, que a su vez controlaban a los empleados públicos holandeses.

En los primeros años este gobierno mixto realizó un registro de judíos y sus bienes, y aplicó la prohibición para ellos de participar de la administración pública y otras ocupaciones.


Cartel de reclutamiento a las Waffen SS destinado a los holandeses

En 1942 comenzaron las deportaciones a Auschwitz y Sobibor, y según estimaciones citadas por el Museo del Holocausto en Estados Unidos, 107.000 judíos holandeses fueron enviados a estos dos campos de exterminio. Sólo 5.200 sobrevivieron.

Además de esta colaboración con el gobierno, numerosos holandeses se enlistaron también en la 11° divisón SS "Nordland" y en la famosa 5° división SS "Wiking", para luchar contra la Unión Soviética.

En la posguerra Holanda evitó cualquier tipo de referencia a sus colaboradores, enfatizando en cambio los numerosos casos de ayuda a los judíos y su activa resistencia.

Pero el desproporcionado número de muertos entre la población judía del país y los asuntos inconclusos con respecto a la propiedad confiscada por las autoridades mantuvo el tema en agenda.

La situación comenzó a cambiar en 2005, cuando la compañía nacional de ferrocarriles Nederlandse Spoorwegen pidió perdón por su rol en el traslado de los judíos a los campos de exterminio. Ese mismo año el primer ministro Jan Peter Balkenende había condenado la complicidad holandesa en el Holocausto, según reportó Haaretz, aunque aún no hubo una pedido de disculpas formal.

Ucrania y los países oprimidos por la URSS

En los años previos a la guerra el descontento de los ucranianos con la Unión Soviética a la que pertenecían, y especialmente frente a Rusia, su república más importante, había llegado a niveles muy altos.

Especialmente el recuerdo del Holodomor, la hambruna provocada por políticas deficientes en las que se cree que murieron millones de personas, las purgas políticas ordenadas desde Moscú y la colectivización de las fértiles tierras ucranianas, habían potenciado los sentimientos independentistas.

Cuando los alemanes entraron triunfantes en 1941 en el territorio, persiguiendo al ejército rojo, muchos lo vieron casi como una liberación y los nazis fomentaron que los ucranianos obtuvieran puestos políticos en la nueva administración, en reemplazo de judíos y rusos desplazados.


Durante los rápidos avances de 1941, muchos ucranianos vieron a los alemanes como “liberadores”

Basada en un antisemitismo preexistente entre los ucranianos, a la colaboración con los esfuerzos bélicos alemanes (al que se sumaron como soldados voluntarios) se sumó la ayuda prestada para llevar a cabo el Holocausto mediante el despliegue de policías especiales en todo el territorio, que como Polonia albergó también campos de exterminio.

Ucrania logró separarse definitivamente del control de Rusia en 1991 con la caída de la Unión Soviética, y desde entonces no ha condenado oficialmente las instancias de colaboración.

Por el contrario, en 2014 aprobó dos leyes de censura. La primera, con el número 2558, prohíbe la propagación de símbolos tanto del nazismo como de la URSS.

Una segunda norma, la 2538-1, celebra los diferentes grupos de partisanos y milicias ucranianas que combatieron esta ocupación, y criminaliza a quienes cuestionan su legado en la lucha por la independencia, a pesar de que algunas perpetraron masacres.


Estonios, lituanos, latvios, bielorrusos y ucranianos colaboraron con los nazis, buscando en el proceso liberarse de la presión ejercida por la Unión Soviética

En Bielorrusia los nazis recibieron el apoyo de los políticos que fomentaban el movimiento independentista, y a cambio de tomar las riendas del país éstos participaron activamente en la búsqueda y exterminio de judíos.

Algo similar ocurrió con los países del báltico Estonia, Lituania y Letonia, los cuales, ansiosos de liberarse de la URSS, no dudaron en implementar las políticas raciales de los alemanes y gestionaron diversas masacres contra los judíos y los romani, a cambio de lograr una administración independiente de su territorio.

Tampoco hubo reconocimiento de responsabilidad en estos países, que se defienden alegando que no eran estados independientes al momento de los crímenes.

En el caso de Letonia y Lituania, aprobaron en 2010 y 2014 leyes similares a la de Ucrania, que penalizan con prisión a quienes niegan los crímenes de genocidio y cuya responsabilidad la norma claramente restringe sólo a la Alemania Nazi y la URSS.


Tras la caída de la Unión Soviética, las repúblicas que se independizaron cargaron todas las culpas sobre ésta (Archivo)

Polonia

A diferencia de Vichy y los estados bálticos, no hubo gobierno polaco durante la ocupación y el país entero estuvo administrado por los alemanes entre 1939 y 1945.

Además, debido al hecho de que Polonia fue derrotada militarmente pero nunca se rindió, algunos miembros de su ejército pasaron a la clandestinidad y forjaron el movimiento de resistencia más grande de Europa.

Por esta razón los alemanes no confiaban en los polacos y no les daban cargos administrativos de alto nivel, excepto a los descendientes de alemanes cuyas familias habían quedado en el país luego de los cambios en las fronteras que produjo la Primera Guerra Mundial.

En esta situación particular se han basado los sucesivos gobiernos polacos de pos guerra para evitar el rótulo de "colaboracionismo", aún más en lo referido a la implementación del Holocausto.


La estación de llegada a Auschwitz, en Polonia (Reuters)

Sin embargo, también hubo numerosas instancias de ayuda a los nazis de parte de polacos, según ha documentado el Museo del Holocausto en Estados Unidos.

Potenciado por el antisemitismo, presente en toda Europa en los años anteriores a la guerra, hubo instancias de polacos que informaban a los nazis de la ubicación de sus vecinos judíos a cambio de beneficios.

Una investigación privada del historiado Jan Grabowski, por ejemplo, vincula la muerte de hasta 200.000 judíos a la cacería activa o información proporcionada por sus vecinos polacos.

Hubo, además, un extenso trabajo en conjunto durante la ocupación entre las fuerzas policiales polacas y los trabajadores en el sistema de ferrocarriles con las tropas de ocupación alemanas para ordenar y trasladar a los "indeseables" a los campos de exterminio.


Otra faceta: el militar polaco y miembro de la resistencia Witold Pilecki, quien arriesgó su vida para entrar en Auschwitz

Además, dos famosas masacres de judíos realizadas por polacos en Jedwabne y Kielce, en 1941 y 1946, continúan siendo un recuerdo amargo para muchos.

Auschwitz-Birkenau, Treblinka, Belzec y Sobibor son algunos de los campos de exterminio que fueron instalados en Polonia por los alemanes y en donde murieron millones de personas, y que han trazado una vinculación casi instantánea entre el país y el Holocausto. De hecho la ley impulsada por el gobierno polaco busca también prohibir el uso de la expresión "campo de exterminio polaco", ya que además de su ubicación geográfica el término puede dar lugar a dudas sobre quién operaba esas instalaciones.

Muchos polacos resienten esta asociación, considerando que, al menos a nivel estatal, su país colaboró menos que Francia, Holanda o Estonia, pero que aún así se los considera como partícipes del Holocausto.

Pero lo cierto es que los gobiernos polacos no han reconocido ninguna responsabilidad ni han ahondado en investigaciones sobre el alcance del colaboracionismo en el país, debate que ahora planean cerrar con una ley.

sábado, 3 de marzo de 2018

SGM: Los misterios de los submarinos alemanes en la costa argentina previo a la rendición

El misterio de los submarinos nazis que emergieron en Mar del Sur antes de rendirse




El Hotel Boulevard Atlantic, construído a finales del siglo XIX, era lugar de reunión del entorno de espías nazis del colaboracionista alemán Gustav Einckenberg Crédito: Archivo Pablo Grigera

Facundo Di Genova  || La Nación


Mar del Sur tiene pocos habitantes y una cantidad de historias de suspenso que suelen atrapar incluso a los más incrédulos.

Como agreste y solitario paraje de veraneo que combina el campo con el mar y la piedra con la arena en dosis no siempre equilibradas, son frecuentes los cuentos sobre avistajes de ovnis, barcos piratas con tesoros hundidos y vacas que los días de calor se mojan las patas en el mar.

Una de estas historias sostiene que tras la Segunda Guerra Mundial, un submarino emergió desde lo profundo del mar y desembarcó a parte de su tripulación en botes negros, perdiéndose rápidamente entre los médanos una vez que tocaban la orilla.

Después de muchos años de trabajo, un poblador de Mar del Sur logró dar por probado este relato de intrigas propio de una novela de espionaje. Se llama Laureano Clavero, es investigador y guionista, actualmente vive en Barcelona y acaba de publicar el libro Segunda Guerra Mundial: diez historias apasionantes, escrito en colaboración con el español Pere Cardona.

Laureano recolectó testimonios de vecinos, hallazgos personales y documentos oficiales que confirman la presencia de los sumergibles U-Boats del Tercer Reich en las costas de este pueblo ubicado 17 kilómetros al sur de Miramar, días antes de que el primer submarino alemán se rindiera en el puerto de Mar del Plata, el 10 de julio de 1945.

Un cuchillo perdido en la arena

¿Qué hacían en Mar del Sur los submarinos de la marina de guerra alemana (Kriegsmarine) antes de capitular en Mar del Plata? ¿Hubo un desembarco operado por el teniente de navío Otto Wermouth, comandante del sumergible U-530? ¿Hizo lo mismo el capitán de navío Heinz Schäffer con el U-977, quien se entregó una semana después, en el mismo puerto, el 17 de julio de 1945?

"Ambos oficiales fueron interrogados y sus respuestas acerca del itinerario preciso de sus embarcaciones nunca resultaron claros. Admitieron haber estado navegando un tiempo cerca de la costa y que no hubo ningún desembarco antes de rendirse, pero mintieron", dice Clavero, sosteniéndose en varias pruebas.



Cuchillo Krupp Bendorf, encontrado en las playas de Mar del Sur, perteneciente a la vajilla a de U-boat alemán Crédito: L. Clavero

El primer indicio lo recogió de un vecino, que le acercó un cuchillo de alpaca que halló entre los médanos, enterrado en la arena. Si bien lucía deteriorado, se veía claramente la marca de fábrica en el cabo: el logo de un oso y la inscripción Krupp Berndorf, el nombre de la corporación que producía metales para la fabricación de armamento nazi. Y lo más importante: "Krupp era proveedora de la cubertería de los submarinos alemanes".


Los avistamientos

Mientras de una punta a la otra de la Costa Atlántica argentina se sucedían los relatos de avistamientos de submarinos tras la rendición alemana del 8 de mayo de 1945, en Mar del Sur tres pobladores aseguraron haber visto situaciones extraordinarias durante aquel frío invierno.

Por ejemplo, torretas que emergían y desaparecían a pocos metros de la costa, de acuerdo con el testimonio de Osvaldo Aramendi, antiguo vecino y autor del libro Mar del Sur, Historias y vivencias.

O como el de Justo Rodolfo Charra, un paisano que vio cuando, desde lo alto de una duna, un grupo de seis hombres que hablaban un idioma para él desconocido operaba una radio y, minutos después, emergía un submarino desde las entrañas del mar.


El libro que documenta 10 historias poco conocidas sobre la Segunda Guerra Mundial
Fuente: LA NACION

Pero un relato iba más allá y era el de Juan Carrizo, el lechero del pueblo. Carrizo vio una situación extraña mientras amanecía y paseaba sus vacas por la zona de Rocas Negras, muy cerca de la playa.

Para no ser detectado y observar en detalle, se mimetizó entre las pasturas doradas que bordean los breves acantilados marsurenses con la pericia que solo un descendiente de tehuelches puede tener.

De esta manera fue testigo privilegiado de lo que nunca nadie había presenciado antes: el desembarco de hombres con uniformes, armas y pesados bolsos, que venían desde adentro del mar a bordo de botes negros.

Fue el mismo Charra, por entonces un joven campesino de 14 años, quien le relató a Clavero que, en esos helados días de invierno, los patrones de las estancias cercanas reunieron a la peonada y pidieron reserva de todo cuanto habían visto.

¿Quiénes eran estos personajes que desde la costa dirigían las acciones de desembarco?

¿Quiénes eran los patrones que pedían silencio a los paisanos?


Karl Gustav Einckenberg, patrón de estancia

Una de las hojas de la declaración de Gustav Einckenberg ante Coordinación Federal en los días posteriores a los desembarcos clandestinos en Mar del Sur Una de las hojas de la declaración de Gustav Einckenberg ante Coordinación Federal en los días posteriores a los desembarcos clandestinos en Mar del Sur
Fuente: LA NACION - Crédito: Archivo Julio B. Mutti

Clavero encontró la respuesta en la historia del empresario alemán Karl Gustav Einckenberg, quien llegó al país luego de haber hecho negocios mineros en Bolivia a principios de los años 40.

Su figura tomó relevancia en Mar del Sur cuando compró la estancia El Porvenir, en 1943, para instalarse con su mujer y sus hijas luego de una enfermedad que había superado en el Hospital Alemán de Buenos Aires.

La ubicación de la estancia era estratégica: 2.5 kilómetros al sur del pueblo, cercada por una cadena de médanos, a pocos metros de donde el paisano Carrizo vería el desembarco mimetizado entre los pastos dorados.

Contactado con dos estudiosos de la presencia nazi en el país, Julio B. Mutti y Carlos De Napoli [ya fallecido], quienes le compartieron documentación para seguir atando cabos, Clavero pudo reconstruir la historia del estanciero alemán entrevistando a su hija, Ingeborg Einckenberg.

Y dice así: que Einckenberg trabajó junto al agente secreto nazi Wilhelm Seidlitz y al aviador y marinero colaboracionista Alberto Germán Wollkopf para llevar adelante el desembarco de oficiales y valores alemanes con un velero. Capitaneado por Wollkopf, el velero Alga se acercaría a los sumergibles U-Boats, para estibar la carga y refugiarse en la estancia El Porvenir.

Sin embargo, el marinero se echó atrás, pero el plan siguió su curso: no era necesario ningún velero, sino botes que salieran al encuentro de los submarinos alemanes, como los que vio el lechero tehuelche aquel amanecer de julio de 1945 en Rocas Negras.

Por esos días, la prima del paisano Justo Rodolfo Charra contaba que solía llevar abundante comida a un grupo de personas que vivía en la estancia de los Einckenberg, que ella tenía vedado mirarles a la cara, que hablaban un idioma extraño y que solo salían de sus habitaciones por las noches.

Túneles de hormigón

Finalizada la guerra, los desembarcos y la capitulación de los submarinos alemanes en Mar del Plata, la declaración de un arrepentido apodado El Piernas [porque no las tenía] señaló al estanciero mardelsurense Einckenberg como agente de la inteligencia nazi.

El estanciero fue detenido y quedó preso en la cárcel de Caseros acusado de ser miembro de una red de espionaje que debía cumplir con el plan de desembarcar oficiales del Eje en territorio argentino.

Karl Gustav Einckenberg fue liberado al poco tiempo, sin que nadie pudiera probar ninguna de las acusaciones. Murió en 1986 llevándose todos sus secretos al más allá.

La estancia fue vendida a otra familia alemana y su casco demolido sin dejar un solo rastro de la antigua construcción. Solo sobrevive el relato de un paisano que asegura haber descubierto en esos campos el ingreso oculto a profundos túneles de hormigón que se dirigen hacia la ruta 88.

No se sabe cuántos alemanes desembarcaron aquél invierno de 1945, ni quiénes eran y mucho menos qué guardaban dentro sus pesados bolsos.

Todo parece indicar que el plan se concretó a la perfección.