miércoles, 30 de noviembre de 2016

Fidel Castro: La mierda cubana (2)

La historia no lo absolverá
Fidel Castro ha muerto. La historia lo condenará. Es cuestión de tiempo.
Por Carlos Alberto Montaner - Infobae



Jajaja que hijo de puta...

Fidel Castro ha muerto. ¿Qué leyenda de 10 palabras hay que poner en su lápida? "Aquí yacen los restos de un infatigable revolucionario-internacionalista nacido en Cuba". Me niego a repetir los detalles conocidos de su biografía. Pueden leerse en cualquier parte. Me parece más interesante responder cuatro preguntas clave.

 ¿Qué rasgos psicológicos le dieron forma y sentido a su vida, motivando su conducta de conquistador revolucionario, cruce caribeño entre Napoleón y Lenin?

Era inteligente, pero más estratega que teórico. Más hombre de acción que de pensamiento. Quería acabar con el colonialismo y con las democracias, sustituyéndolas por dictaduras estalinistas. Fue perseverante. Voluntarioso. Audaz. Bien informado. Memorioso. Intolerante. Inflexible. Mesiánico. Paranoide. Violento. Manipulador. Competitivo al extremo de convertir el enfrentamiento con Estados Unidos en su leitmotif. Narcisista, lo que incluye histrionismo, falta total de empatía, elementos paranoides, mendacidad, grandiosidad, locuacidad incontenible, incapacidad para admitir errores o aceptar frustraciones, junto a una necesidad patológica de ser admirado, temido o respetado, expresiones de la pleitesía transformadas en alimentos de los que se nutría su insaciable ego. Padecía, además, de una fatal y absoluta arrogancia. Lo sabía todo sobre todo. Prescribía y proscribía a su antojo. Impulsaba las más delirantes iniciativas, desde el desarrollo de vacas enanas caseras hasta la siembra abrumadora de moringa, un milagroso vegetal. Era un cubano extraordinariamente emprendedor. El único permitido en el país.

 ¿Cómo era el mundo en que se formó?

Revolución y violencia en su estado puro. Fidel creció en un universo convulso, estremecido por el internacionalismo, que no tomaba en cuenta las instituciones ni la ley. Su infancia (n. 1926) tuvo como telón de fondo las bombas, la represión y la caída del dictador cubano Gerardo Machado (1933). Poco después, le llegaron los ecos de la Guerra Civil española (1936-1939), episodio que sacudió a los cubanos, especialmente a alguien, como él, hijo de gallego. La adolescencia, internado en un colegio jesuita dirigido por curas españoles, fue paralela a la Segunda Guerra (1940-1945). El joven Fidel, buen atleta, buen estudiante, seguía ilusionado en un mapa europeo las victorias alemanas. El universitario (1945-1950) vivió y participó en las luchas a tiros de los pistoleros habaneros. Fue un gangstercillo. Hirió a tiros a compañeros de aula desprevenidos. Tal vez mató alguno. Participó en frustradas aventuras guerreras internacionalistas. Se enroló en una expedición (Cayo Confites, 1947) para derrocar al dominicano Trujillo. Era la época de la aventurera "Legión del Caribe". Durante el bogotazo (1948), en Colombia, trató de sublevar a una comisaría de policías. Los cubanos no tenían conciencia de que el suyo era un país pequeño y subdesarrollado. Como "Llave de las Indias" y plataforma de España en el Nuevo Mundo, los cubanos no conocían sus propios límites. Esa impronta resultaría imborrable el resto de su vida. Sería, para siempre, un impetuoso conspirador dispuesto a cambiar el mundo a tiros. No en balde, cuando llegó a la mayoría de edad se cambió su segundo nombre, Hipólito, por el de Alejandro.

 ¿En qué creía?

Fidel aseguró que se convirtió en marxista-leninista en la universidad. Probablemente. Es la edad y el sitio para esos ritos de paso. El marxismo-leninismo es un disparate perfecto para explicarlo todo. Es la pomada china de las ideologías. Fidel tomó un cursillo elemental. Le bastaba. Le impresionó mucho ¿Qué hacer?, el librito de Lenin. Incluso, los escritos de Benito Mussolini y de José Antonio Primo de Rivera. No hay grandes contradicciones entre fascismo y comunismo. Por eso Stalin y Hitler, llegado el momento, cogiditos de mano, pactaron el desguace de Polonia. Los comunistas cubanos, como todos, eran antiyanquis y estaban convencidos de que los problemas del país derivaban del régimen de propiedad y de la explotación imperialista auxiliada por los lacayos locales. Fidel se lo creyó. Sus padrinos ideológicos fueron otros jóvenes comunistas: Flavio Bravo y Alfredo Guevara. Fidel no militó públicamente en el pequeño Partido Socialista Popular (comunista), pero su hermano Raúl, apéndice obediente, sí lo hizo. Allí se quedó en prenda hasta el ataque al cuartel Moncada (1953). Fidel se reservó para el Partido Ortodoxo, una formación socialdemócrata con opciones reales de llegar al poder que lo postuló para congresista. Batista dio un golpe (1952) y Fidel se reinventó para siempre, con barba y uniforme verde oliva encaramado en una montaña. Era su oportunidad. Había nacido el Comandante. El Máximo Líder. Sólo se quitó el disfraz cuando lo sustituyó por un extravagante mameluco deportivo marca Adidas.


 ¿Cuál es el balance de su gestión?

Desastroso. Les prometió libertades a los cubanos, los traicionó y calcó el modelo soviético de gobierno. Acabó con uno de los países más prósperos de América Latina y diezmó y dispersó a la clase empresarial, pulverizando el aparato productivo. Tres generaciones de cubanos no han conocido otros gobernantes durante cincuenta y tantos años de partido único y terror. Extendió la educación pública y la salud, pero ese dato lo incrimina aún más. Confirma el fracaso de un sistema con mucha gente educada y saludable incapaz de producir, hambrienta y entristecida por no poder vivir siquiera como clase media, lo que los precipita a las balsas. Fusiló a miles de adversarios. Mantuvo en las cárceles a decenas de miles de presos políticos durante muchos años. Persiguió y acosó a los homosexuales, a los cultivadores del jazz o el rock, a los jóvenes de pelo largo, a quienes escuchaban emisoras extranjeras o leían libros prohibidos. Impuso un macho feroz y rural como estereotipo revolucionario. El 20% de la sociedad acabó exiliada. Creó una sociedad coral dedicada públicamente a las alabanzas del Jefe y de su régimen. Por su enfermiza búsqueda de protagonismo, miles de soldados cubanos resultaron muertos en guerras y guerrillas extranjeras dedicadas a crear paraísos estalinistas o a destruir democracias como la uruguaya, la venezolana o la peruana de los años sesenta. Carecía de escrúpulos políticos. Se alió a Corea del Norte y a la Teocracia iraní. Apoyó la invasión soviética a Checoslovaquia. Defendió a los gorilas argentinos en los foros internacionales. El 90% de su tiempo lo dedicó a jugar a la revolución planetaria. Deja un país mucho peor del que lo recibió como a un héroe. La historia lo condenará. Es cuestión de tiempo.

martes, 29 de noviembre de 2016

USA: ¿Juan Manuel de Trump?

No llores por mí, América

Olvídate del muro. El atractivo de Donald Trump es el libro de texto del populismo latinoamericano.

Por Enrique Krauze - Slate

Donald Trump es más latinoamericano de lo que te das cuenta.
Ilustración de la foto por la pizarra. Foto de Gary Gershoff / Getty Images para Cantor Fitzgerald.

Este artículo forma parte de una serie publicada en colaboración con la revista mexicana Letras Libres.

"Es importante sentirte ser el pueblo, amar, sufrir, disfrutar de tus placeres como el pueblo". -Eva Perón

Francis Fukuyama escribió recientemente que "el populismo es el sello que las élites políticas atribuyen a las políticas apoyadas por los ciudadanos comunes que no les gustan". El término tiene diferentes significados, o al menos armónicos, en diferentes regiones del mundo y en diferentes Tradiciones políticas. En mi parte del mundo, América Latina, por lo general implica un gobierno autoritario centrado en torno a un líder carismático que afirma ser capaz de resolver personalmente todos los problemas sociales y económicos. Ha sido un defecto endémico en la historia y el gobierno latinoamericanos.

El líder populista latinoamericano arenga a su pueblo (o al suyo en el caso de la Argentina peronista) contra los que "no son nuestro pueblo". Proclama el amanecer de una nueva historia y promete el advenimiento del cielo en la tierra. Una vez en el poder, con el micrófono en la mano, instala un patrón de mentiras sistemáticas, decreta que su verdad oficial es la única verdad, inventa a los enemigos externos para culpar a sus propios fracasos, desarticula la economía, alimenta el odio entre clases, razas u otros grupos , Mantiene una movilización continua de las masas, desprecia los parlamentos y los jueces, manipula las elecciones, persigue la prensa y los medios de comunicación y destruye las libertades civiles.

Ahora, desgraciadamente, Estados Unidos parece haber contraído una forma de este virus potencialmente letal. Por todo lo que él quiere literalmente alejar a los Estados Unidos de las supuestas amenazas económicas y de seguridad a su sur, Trump es en realidad muy en la tradición del populismo latinoamericano.

Esta particular variedad latinoamericana de populismo que Trump encarna no sólo es ajena, sino directamente opuesta a las tradiciones políticas de los Estados Unidos de América (aunque no de la Alemania de Hitler o de la Italia de Mussolini). Vale la pena considerar por qué nuestra región en particular ha sido tan receptiva a ella.

El paradigma del populismo latinoamericano en su forma más peligrosa es ejemplificado por el reinado de Juan Perón y su esposa Eva en la Argentina del siglo XX y más recientemente en la evolución del fallecido Hugo Chávez en Venezuela: líderes carismáticos que arruinan las economías de sus países , Que polarizan a la sociedad al incitar al odio, y que utilizan el proceso democrático para subvertir la democracia misma. Los resultados desastrosos de esta tradición están en exhibición en la actual Venezuela, el país más rico en petróleo del mundo, donde la gente está muriendo de hambre y carece de servicios médicos elementales bajo el gobierno del sucesor de Chávez, Nicolás Maduro.

El historiador americano Richard M. Morse ha ofrecido lo que considero la mejor respuesta a esta pregunta en su libro El Espejo de Próspero, nunca publicado en inglés. Morse argumentó que el colapso del imperialismo español a principios del siglo XIX dejó un vacío de poder y una necesidad de legitimidad, y las elites educadas de América Latina se dividieron entre dos opciones: mantener la estructura política que prevaleció bajo el colonialismo, aunque bajo el liderazgo De un monarca local en lugar de un monarca extranjero, o revocar este sistema y adoptar (sin experiencia o precedente) la democracia republicana. En lugar de elegir, optaron por un compromiso entre los dos, fragmentando el poder central en varias hegemonías regionales y fortaleciendo a los caudillos carismáticos que habían surgido en las guerras de independencia.

Una nueva generación de líderes como José Antonio Páez en Venezuela, Facundo Quiroga en Argentina y Antonio López de Santa Anna en México surgieron para llenar el vacío, basando su legitimidad en su valor personal, su imponente presencia física, su carismática atracción.

Pero el puro carisma no podía construir un estado legítimo. Maquiavelo reconoció que "el príncipe" tenía que gobernar a través de "leyes que ofrecieran seguridad al pueblo". Esta necesidad fue entendida, pero resultó, a través de casi toda América Latina, en una marca peculiar de legitimidad constitucional, bastante alejada de la democracia liberal Y arraigada en costumbres antiguas, principalmente la tradición del Estado paterno español.

Según Morse, esta tradición, influenciada por las ideas de Santo Tomás de Aquino, ha sido la base esencial para la cultura política de América Latina, una noción paternal de política donde el Estado es visto como "un cuerpo místico" con una figura paternal Como la cabeza que ejerce plenamente el "poder dominante".

Un componente crucial de esta tradición es la afirmación de que el papel del "pueblo" es menos delegar poder a los representantes que regalarlo a un centro patrimonial-rey, virrey, dictador o presidente- que organiza la energía social a través de arreglos corporativos y Su propio carisma. El líder promete, en efecto, que "yo solo puedo arreglarlo". Este regalo es casi total e imposible de revocar a través de medios pacíficos. Si el líder resulta ser un tirano, la única manera de revocar su autoridad es el tiranicidio.

Numerosos casos validan esta interpretación de la cultura política latinoamericana del siglo XIX: Simón Bolívar en sus últimos días (cuando llamó a la institucionalización de un mandato vitalicio para el cargo de presidente), Diego Portales en Chile, Antonio Guzmán Blanco en Venezuela, Juan Manuel de Rosas en Argentina y Porfirio Díaz en México.

En el siglo XX, inspirado directamente por el fascismo italiano y su control de las masas a través de los medios de comunicación (así como por supuesto a través de la violencia patrocinada por el Estado), el "caudillismo" patriarcal se transformó en populismo latinoamericano. Getúlio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina, y algunos de los presidentes del Partdio Revolucionario Institucional mexicano durante su largo período de gobierno de partido único son ejemplos claros. Fidel Castro, al principio, era un caudillo populista y su dictadura, absoluta y hereditaria, se debe tanto al patrón antiguo de la monarquía española como al marxismo. Hugo Chávez encajaba aún más en el análisis de Morse. Fue un líder carismático que prometió redimir a su pueblo, ganó a través de elecciones, y luego se apropió de todo el aparato económico, burocrático y represivo del Estado, canceló la división de poderes, sofocó las libertades y movió su país incansablemente hacia la instalación de una dictadura.

En contraste con muchos movimientos populistas latinoamericanos, Trump ha demostrado ser un egomaníaco deliberadamente ignorante, poco interesado en el bienestar social general del pueblo, sólo capaz de caminar narcisista y apela al odio y al miedo. Pero donde más se asemeja a un populista latinoamericano está en su extrema autoinflación, su llamado a la aceptación irreflexiva del supuesto poder de su personalidad; Su capacidad para mantener a Estados Unidos a salvo de los peligros del terrorismo, de los mexicanos, de los chinos, de cualquier área de paja que pueda utilizar para generar odio y apoyo a propuestas económicas irreflexivas que en realidad sólo pueden beneficiar a los muy ricos; Sus promesas de que bajo su dirección, Estados Unidos "ganará tanto, incluso se cansará de ganar". Promete traer al poder con él (como hacen muchos gobiernos populistas) en forma de una verdadera galería de familiares y políticos Incompetentes (hacer el trabajo real ya que se imagina a sí mismo como el director general director).

En caso de ser presidente, existe el peligro de que las peores características del populismo latinoamericano se fusionen con las características de otro tipo prototípico de gobierno latinoamericano, nuestras dictaduras militares absolutamente asesinas, como las de Argentina y Chile en los años 70 y 80 Del siglo pasado, despejando el camino para una aplicación viciosa de la violencia estatal y maligna. Ya hay bastante evidencia de cómo él y sus partidarios se han conducido durante esta campaña para justificar este miedo.

El populismo latinoamericano, tanto en sus variedades de derecha como de izquierda, ha entrado en su fase final en la propia América Latina, pero es una gran paradoja que una forma de ella (menos cualquier cosa que valga la pena en la tradición) Con la campaña Trump. Sólo podemos esperar que no triunfe. Y si la desgracia de su éxito electoral se produce, esperemos que las leyes y las instituciones puedan bloquear su progreso antidemocrático y su desprecio por la verdad.


lunes, 28 de noviembre de 2016

SGM: Sobreviviente de Pearl Harbor cuenta detalles del ataque



El sobreviviente de Pearl Harbor recuerda a los bombarderos "sonriendo y saludando" desde los aviones
Por Donald Stratton - New York Post
Donald Stratton era un joven de 18 años de Red Cloud, Nebraska, cuando se unió a la Armada en 1940 - y se encontró en el frente de la historia.



Horas después del amanecer, el 7 de diciembre de 1941, el Seaman 1st Class Stratton se encontraba a bordo del USS Arizona en Pearl Harbor, frente a la costa de Honolulu, Hawaii, cuando Japón lanzó su ataque aéreo. Estaba a sólo 500 pies de distancia de donde una bomba golpeó el barco.

Tan implacable fue el ataque furtivo en Pearl Harbor que en sólo dos horas 2.403 estadounidenses murieron. Stratton habría estado entre los 1.177 compañeros de asalto de USS Arizona - de 1.511 a bordo - que perecieron, si no por un escape de clavos a un barco vecino.

Ahora, de 94 años, reside en Colorado Springs, Colorado, con su esposa de 66 años (tienen cinco nietos y cinco bisnietos).



A medida que el 75 aniversario del bombardeo se acerca, Stratton cuenta su historia épica en las memorias “All the Gallant Men” (William Morrow) - y lo comparte con The Post Michael Kaplan.

La mañana del 7 de diciembre de 1941, parecía como cualquier otra. Trabajamos un poco y comimos chow. Cogí algunas naranjas para traer a un amigo mío que estaba en la bahía enferma. Luego salí a la cubierta y vi a algunos marineros congregándose en el lado de estribor del barco. Estaban mirando al otro lado del agua en la Isla Ford, un islote en el centro de Pearl Harbor, y estaban gritando - los aviones con la insignia japonesa Cero estaban atravesando el cielo.

-¡Oh, demonios, son los japoneses! -gritó alguien. Están bombardeando la torre de agua en la isla Ford.

Vimos la caída de la torre y los aviones en la pista de allí estallaron en llamas.


Donald Stratton tenía 18 años cuando se encontró bajo ataque en Pearl Harbor. Él tiene 94 años. Foto: Folleto; Ryan Dearth

Un anuncio se produjo en el sistema de mensajes públicos del buque: "Man tus estaciones de combate! ¡Esto no es un ejercicio!

Era sorprendentemente tranquilo, con todo el mundo haciendo lo que habían sido entrenados para hacer.

Corrí hasta cinco escaleras para llegar a mi estación de batalla, "el director" - una percha cubierta, a unos 60 pies sobre la cubierta. Yo era un espectador de las armas antiaéreas. Mi trabajo era conseguir un alcance en donde estaban los aviones para poder derribarlos. Pero todo el infierno se estaba soltando en el cielo, y estábamos sentados. Había tan malditos aviones, tan cerca que podía ver a los pilotos sonriendo y saludando. Estaban haciendo su trabajo, pero pensé que eran un agujero!

Tratamos de disparar los aviones, pero nuestros proyectiles antiaéreos no podían alcanzar lo suficiente. Los vi explotar antes de golpear los ceros. Vi torpedos que venían hacia Battleship Row; Había una bola de fuego en el USS Pennsylvania y el Oklahoma había sido volcado. Seis de los acorazados de Estados Unidos habían sido dañados y cuatro de ellos estaban hundidos; Todo dicho, 19 barcos fueron dañados o destruidos. El aire olía a aceite quemado, y el agua estaba ardiendo por todo el combustible que se había derramado.

Cuando cada bomba nos golpeó, el Arizona se estremeció y parecía al borde del colapso. Entonces el grande golpeó. Los japoneses tuvieron suerte. Una de sus bombas de 1.700 libras golpeó un área de almacenamiento que contenía 1.000.000 libras de munición y 180.000 galones de gasolina de la aviación. Eso estaba a 500 pies de distancia de mí, y me sacudió completamente con el golpe.

Mi cuerpo estaba quemado, mis manos estaban a piel cruda, y yo estaba enfocado en la supervivencia. Nunca pensé en no hacerlo.
Una serie de explosiones ensordecedoras se fue. Había 110 pies de la nave que se voló. La torre número uno voló en el aire y aterrizó duro en la cubierta. Una bola de fuego - alimentada con munición y gasolina - de repente se fue 800 pies en el aire. Se disparó a través de mí y muchos otros. El setenta por ciento de mi cuerpo fue quemado: Mi camiseta quedó envuelta en llamas y quemó mi torso; El pelo en mi cabeza fue quemado lejos; Mis piernas sufrieron graves daños. De alguna manera, perdí parte de la oreja. Pero mi auto-preservación se inició, y no podía pensar en morir como una opción.

Otros lo tenían mucho peor. Abajo, en la cubierta inferior, vi a los hombres literalmente en llamas. Allí estaba tan caliente que salté de un pie al otro, agradecido por un alivio momentáneo.

Todo el barco estaba en llamas. Las escotillas se habían abierto y perdimos a 1.177 hombres ese día. Podría haber sido uno de ellos, si no por un gran, heroico hombre con el nombre de Joe George.

Su rango era compañero 2 de Boatswain Mate en el USS Vestal. A través de humo y llamas, lo vi sentado a 70 pies de distancia en la cubierta del Vestal, que también había sido golpeada y tenía fuegos propios. Joe estaba en el proceso de cortar las líneas que unían su nave a la nuestra para que la Vestal pudiera ser llevada al mar abierto. Entonces vio a seis hombres antiaéreos en el director. Él optó por desobedecer órdenes de un superior y el riesgo de la corte marcial mediante el lanzamiento de una línea ponderada de plomo a nuestra manera.


El USS Arizona Photo: Folleto

Los seis de nosotros pasamos la mano a través de la línea y por encima del agua inflamada. Mi cuerpo estaba quemado, mis manos estaban crudas, y yo estaba enfocado en la supervivencia. Nunca pensé en no hacerlo. Seis de nosotros tuvimos nuestras vidas salvadas por Joe George. Nos reunimos para que recibiera una Medalla de Honor por su valor, pero, lamentablemente, nunca sucedió. Debido a que desobedeció una orden directa para cortar las líneas, la Marina no vería en forma para darle el reconocimiento que creíamos que se merecía. Sólo recibió una medalla menor.

Después del ataque, pasé 10 meses hospitalizado en Hawai y California. Cuando llegué a la escala en el hospital, yo era 92 libras, la mitad de mi peso corporal desde el día en que me alisté. Pasé tanto tiempo en la cama que cuando traté de estar de pie, mis pies sólo colgaba; Habían dejado de trabajar. No hubo reacción muscular. Tuve que aprender a caminar de nuevo. Todo había desaparecido. Incluso mis huellas digitales se quemaron. Mi mamá quería visitarme, pero le pedí que no lo hiciera. No quería que me viera en tan malas condiciones.


Donald Stratton (a la derecha) visto aquí con otros sobrevivientes de Pearl Harbor. Foto: Folleto

Mi piel era tan tierno que si alguien me tocaba mientras dormía, reaccionaba de una manera extrema, a veces lanzando un puñetazo! En una ocasión, los doctores pusieron gusanos en mi carne y los cubrieron con vendajes. La razón era simple: los gusanos comen carne muerta, y yo tenía mucho de ella.

Pero la curación fue más lenta de lo que los médicos esperaban que fuera. Temiendo que mi brazo izquierdo no sanara en absoluto, los médicos querían amputarlo. Le dije: "No, no me cortarás el maldito brazo. Preferiría que estuviera ahí, que no lo hubiera visto. "Durante los siguientes años, recuperé el uso del 100 por ciento del brazo.

A través de todo esto, reconocí que necesitaba volver a estar saludable. Seguí caminando, nadando en la piscina del hospital, vadeando en el jacuzzi, trabajando para recuperar mis fuerzas.

En septiembre de 1942, recibí un alta médica y se consideró no apto para el combate. Salí del hospital y regresé a Nebraska. Mi familia lloró cuando me vieron, pero no preguntaron qué pasó en el Arizona. Traté de adaptarme a la vida en Red Cloud. Conseguí un trabajo de transporte de trigo en los campos y trabajé como camarero en la taberna de mi padre, pero vi que todos los jóvenes de la zona habían entrado al servicio.

Yo quería volver.

No puedo decirte lo que me hizo querer volver a enlistarme, pero lo hice. Estoy seguro de que ayudar a mi país fue parte de ello. Estoy seguro de que conseguir venganza pasó por mi mente varias veces también.

Después de más de un año en casa, convencí a la junta de borrador para que me devolviera y pasé por el campamento de entrenamiento por segunda vez. Me enviaron al Pacífico Sur en un destructor. En el camino, pasamos por Pearl Harbor, y vi el Arizona, completamente destruido.

Miré el vaso y pensé en los más de 1.100 hombres que perecieron. Seguí pensando en cómo dieron sus vidas por nuestro país.


Donald Stratton muestra las medallas que le otorgaron. Foto: Ryan Dearth

Esta vez estuve allí para la Batalla de Okinawa en la primavera de 1945 - 82 días de infierno. Los kamikazes japoneses llegaron hasta nosotros con la única intención de volar uno de sus aviones a uno de nuestros barcos. Recuerdo que uno se acercaba a mí. Si hubiera golpeado, habría muerto. Por suerte, se perdió y se estrelló contra el agua. Un centenar de nuestros buques fueron destruidos o dañados.

En julio de '45 recibí permiso del combate y fui a San Diego a asistir a la escuela de hidráulica eléctrica. El próximo mes, bombas nucleares fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Cuando ocurrió, pensé que íbamos a volver a los japoneses. Sentí alivio.

Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que los japoneses estaban haciendo su deber de la manera que estábamos.

En este momento, sin embargo, quiero que Estados Unidos sepa lo que pasó en Pearl Harbor - no creo que mucha gente lo piense más - y reconocer que, en este mundo, incluso en Estados Unidos, cualquier cosa puede suceder en cualquier hora.


domingo, 27 de noviembre de 2016

Rosas: Las negociaciones posteriores a la Vuelta de Obligado

Rosas y las negociaciones después de Obligado
Con motivo de un nuevo aniversario del combate de la Vuelta de Obligado, vale recordar las férreas y ejemplares negociaciones que siguieron al triunfo criollo ante las mayores potencias mundiales de entonces
Por Pacho O'Donnell - Infobae



La flota invasora del Reino Unido y el reino de Francia

En este 20 de noviembre, Día de la Soberanía, en honor al combate de la Vuelta de Obligado o a la Guerra del Paraná, viene a punto recordar las férreas y ejemplares negociaciones que siguieron al triunfo criollo ante las mayores potencias mundiales de entonces. Actitud que lamentablemente poco se repitió en los tiempos posteriores.

El 2 de julio de 1846, el barco que conducía al enviado británico Thomas Hood, el Devastation, atracó en el puerto de Buenos Aires. La Corona lo había designado para lograr un acuerdo lo más digno posible con Juan Manuel de Rosas y así retirarse de esa campaña tan desafortunada que había comenzado con el combate de la Vuelta de Obligado.

Las condiciones que traía en su maletín eran:

  1. Rosas suspendería las hostilidades en la Banda Oriental.
  2. Se desarmarían en Montevideo las legiones extranjeras (sobre todo francesas y mercenarias) que se oponían al sitio de la Confederación, establecido por el Restaurador para recuperar la Banda Oriental ominosamente cedida por los unitarios rivadavianos.
  3. Se retirarían las divisiones argentinas del sitio.
  4. Efectuado esto, se levantaría el bloqueo británico al puerto de Buenos Aires, devolviendo la isla de Martín García y los buques secuestrados "en lo posible en el estado en que estaban".
  5. Se reconocería que la navegación del Paraná era exclusivamente argentina "en tanto que la República continuase ocupando las dos riberas de dicho río".
  6. Habría amnistía general en Montevideo, debiendo excluirse a "los emigrados de Buenos Aires cuya residencia en Montevideo pudiese dar justas causas de queja", en referencia a los unitarios que habían colaborado con la intervención europea.
  7. Sería desagraviado el pabellón argentino con 21 cañonazos.

Era una claudicación británica, lisa y llana. Poco y nada quedaban de los presuntuosos ultimátums y las declaraciones de meses atrás.

Rosas exigió que el bloqueo se levantase sin esperar el desarme de las legiones extranjeras y el consiguiente retiro de la división argentina. Entendía, además, que la frase "en tanto la República continuase ocupando las dos riberas de dicho río" encerraba la posibilidad de una inaceptable independencia correntino-entrerriana, que había sido una de las intenciones de la invasión de las armadas anglofrancesas. También argumentó que el acuerdo debía ponerse a consideración del general Manuel Oribe, presidente uruguayo según la Confederación, de quien las fuerzas argentinas serían sólo "auxiliares".

Hood aceptó las imposiciones argentinas y el 18 de julio se firmó un acuerdo que el Restaurador reivindicaría en cada una de las negociaciones con las naciones europeas. Francia rechazó el acuerdo, que demasiado se parecía a una rendición, acosada por reproches de los chauvinistas del Parlamento que no aceptaban la humillación sufrida. Gran Bretaña fue solidaria con su aliada.

Decidieron entonces probar con sus mejores diplomáticos: Londres eligió a John Hobart Caradoc, barón de Howden, miembro distinguidísimo de la Cámara de los Pares; por Francia iría nada menos que Alejandro Florian Colonna, conde de Walewski, hijo de Napoleón el Grande.

Arribados al Río de la Plata, en mayo de 1847, anunciaron al canciller de la Confederación, Felipe de Arana, que habían viajado para poner en vigencia las bases Hood adaptadas a las formalidades de estilo de la diplomacia europea. Pero Rosas desconfió y cuando le presentaron las nuevas actas, reaccionó con furia: "Los proyectos dirigidos por SS.EE. los señores ministros diplomáticos están tan alejados, son tan diferentes de las bases Hood, como el cielo lo es del infierno".

El protagonismo de los diplomáticos europeos lo asumiría el barón Howden. Se propuso causar una buena impresión en los porteños por su informalidad y su franqueza organizando cabalgatas a Santos Lugares acompañando a Manuelita y vistiéndose como paisano, con poncho y sombrero de ala corta. Montaba caballos con la marca de Rosas, que ensillaba con recado y apero criollos.

Manuelita había ya desempeñado tareas de seducción en beneficio de estrategias de su padre. Así lo había hecho antes con el embajador Mandeville, esposo de Mariquita Sánchez, y lo haría ahora con el barón. Lo de Howden fue un auténtico flechazo y no tardó en manifestarse, convirtiéndose en el cotilleo de Buenos Aires. El 24 de mayo de 1847, cuando ella cumplió treinta años, le dirigió una ardiente nota: "Este día jamás se irá de mi memoria ni de mi corazón". Los exiliados en Montevideo y los opositores en tierra argentina seguían con comprensible inquietud los avatares del romance entre la "princesa federal" y el barón inglés.

Durante una excursión criolla a Santos Lugares, oportunidad en que, vestido de gaucho, Howden galopó por el campo y, entre otras diversiones rurales, encontró tiempo para estrechar las manos de un grupo de caciques y jefes indios, propuso matrimonio a Manuelita, quien le respondió con firmeza que sólo lo veía como a un hermano.

Las negociaciones no avanzaban porque detrás de la falacia del lenguaje diplomático Inglaterra y Francia no eran garantes de la independencia del Uruguay, lo que para el acertadamente suspicaz Restaurador significaba que muy pronto se reanudarían los intentos de anexión por parte de Brasil.

Tampoco aceptaba suprimir el desagravio al pabellón argentino, "estipulación esencial porque a ese saludo circunscribía el gobierno argentino las satisfacciones debidas al honor y soberanía de la Confederación ultrajada por una intervención armada que capturó en plena paz la escuadra argentina, se posesionó por la fuerza de sus ríos, invadió el territorio y destruyó vidas y propiedades en una serie de agresiones injustas".

Además, debería decirse claramente, como se leía en su acuerdo con Hood, que la navegación del Paraná era exclusivamente argentina, sujeta a sus leyes y sus reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en común con la República Oriental.

Otro punto clave: que se mencionara expresamente el rechazo a la posibilidad de una independencia de la República de la Mesopotamia (las Misiones, Entre Ríos y Corrientes), uno de los objetivos de la invasión, sin escaparse con la frase "ley territorial de las naciones". Howden y Walewski adujeron que la fórmula propuesta por ellos "había sido objeto de largas correspondencias entre los gobiernos de Inglaterra y Francia" y que se "consultaron varios jurisconsultos".

El 28 de junio, Rosas dio por terminadas las negociaciones por tratarse de temas gravísimos donde no podía andarse con "medias tintas". No pareció casualidad entonces que el romántico ardor de Lord Howden se fuera calmando poco a poco y cuando, fracasada su misión pacifista, abandonó Buenos Aires, el 18 de julio, escribió a Manuelita desde el Raleigh una cariñosa carta de despedida, en la que la nombraba como "mi vida, mi buena y querida y apreciada hermana, amiga y dama".

Inglaterra, ansiosa ya por terminar con el bochorno internacional, insistió y envió al prestigioso diplomático Henry Southern. Rosas, escaldado y deseoso de fijar sin rodeos las condiciones de lo que era indisimulablemente una capitulación enemiga, se negó a recibirlo hasta tener claras sus intenciones.

En Londres, el primer ministro Lord Aberdeen se indignó, el 22 de febrero de 1850, ante el Parlamento británico: "Hay límites para aguantar las insolencias y esta insolencia de Rosas es lo más inaudito que ha sucedido hasta ahora a un ministro inglés. ¿Hasta cuándo hay que estar sentado en la antesala de este jefe gaucho? ¿Habrá que esperar a que encuentre conveniente recibir a nuestro enviado? Es una insolencia inaudita".

Como si don Juan Manuel hubiera leído a Georges Clemenceau: "Hay que hacer la guerra hasta el fin, el verdadero fin del fin". Finalmente, míster Southern y el Restaurador firmaron el acuerdo que aceptaba todas las exigencias argentinas.

El convenio establecía la devolución de Martín García y de los buques de guerra; la entrega de los buques mercantes a sus dueños; el reconocimiento de que la navegación del Paraná era interior y sólo sujeta a las leyes y los reglamentos de la Confederación Argentina, y que la del Uruguay era común y estaba sujeta a las leyes y los reglamentos de las dos repúblicas; y la aceptación de Oribe para la conclusión del arreglo.

Rosas se obligó a retirar sus tropas del Uruguay cuando el Gobierno francés hubiera desarmado a la legión extranjera, evacuado el territorio de las dos repúblicas, abandonado su posición hostil y celebrado un tratado de paz.

Ante la emoción de los porteños apiñados en la ribera, las naves de guerra enemigas se alejaron del Río de la Plata saludando al pabellón de la Confederación Argentina con veintiún cañonazos.

Francia tardó en rendirse, pues muchos querían continuar la guerra, mientras don José de San Martín se esforzaba por convencer que "todos (los argentinos) se unirán y tomarán una parte activa en la lucha", por lo que la invasión se prolongaría "hasta el infinito".

sábado, 26 de noviembre de 2016

Fidel Castro: La mierda cubana

Fidel Castro, “O conmigo o contra mí”
Javier Sanz - Historias de la Historia


Fidel y Raúl Castro, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos lideraron en 1959 el movimiento revolucionario cubano que provocó la caída de la dictadura del general Fulgencio Batista y la llegada al poder del líder del Ejército Rebelde: Fidel Castro. Otro personaje relevante en el proceso revolucionario, sobre todo en lo relativo a la información y labor propagandística, fue el periodista y escritor Carlos Franqui, editor del periódico clandestino Revolución. Por este motivo fue encarcelado y torturado por la policía. Tras su liberación, se exilió primero en México y luego en Florida , pero pronto fue reclutado por Castro en la Sierra Maestra para continuar trabajando en Revolución y también en la emisora del movimiento guerrillero Radio Rebelde.



Tras el éxito de la Revolución Cubana, dirigió Revolución, ya convertido en el órgano oficial del gobierno. Durante su mandato como director, y como buen periodista, trató de mantener cierto grado de independencia de la línea oficial e hizo hincapié en las artes y la literatura, contando con autores cubanos e internacionales. Su posición le permitió viajar fuera de Cuba y conocer artistas e intelectuales, siendo el responsable de que muchos de ellos visitasen la isla. Ese “grado de independencia” le ocasionó frecuentes desacuerdos con el gobierno hasta que tuvo que renunciar a la dirección de Revolución. Desde aquel momento se centró en proyectos de arte, como el Salón de Mayo de exposiciones en La Habana, donde estaban representados algunos de los principales artistas del mundo. Aún así, seguía teniendo problemas y en 1963 se le “permitió” salir de Cuba e instalarse en Italia. Su ruptura con la Cuba oficialista se hizo patente y definitiva cuando firmó una carta en rechazo de la invasión soviética de Checoslovaquia. Fue calificado oficialmente como traidor por el gobierno cubano y, lógicamente, se le acusó de tener vínculos con los EEUU. Había que borrar el rastro de aquel revolucionario traidor… y así lo hicieron en las fotografías.


En la primera fotografía ha desaparecido Carlos Franqui

O conmigo o contra mi


Una de la primeras medidas que tomó el nuevo régimen fue la prometida ley de reforma agraria, para lo que se creó el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) que se convertiría en el centro del poder del Estado cubano. Comenzaron las expropiaciones, nacionalizaciones y confiscación de bienes en manos de la clase alta, cercanos a Batista, así como los de algunas empresas extranjeras, sobre todo estadounidenses. Estas nuevas medidas también afectaron a un deporte imperialista como el golf. Algunos campos fueron roturados para el cultivo, otros convertidos en escuelas militares… sólo quedó el Varadero Beach. A finales de 1962, poco después de la Crisis de los misiles, y parece que como un guiño al presidente J.F. Kennedy, se disputó un partido de golf entre Fidel Castro y el Che. Por indicaciones directas de Fidel Castro, Lorenzo Fuentes, el periodista que cubría la noticia, ya tenía el titular para el día siguiente “El presidente Castro desafía al presidente Kennedy a un partido amistoso de golf“. Como Fidel nunca había jugado al golf tuvo que recibir unas clases rápidas del Che que en su Argentina natal había sido caddie para ganar algo de dinero. El juego se convirtió en una pelea de gallitos a los que no les gustaba perder. Al final, lógicamente, se impuso el Che. Sobre un campo de par 72, el Che hizo +55 y Fidel +78.



Cuando Lorenzo Fuentes escribió la crónica del partido, incluyendo el titular “sugerido”, se le olvidó obviar un pequeño detalle… Fidel había perdido el partido. Al día siguiente fue despedido y cayó en desgracia ante el régimen hasta que pudo huir a Miami.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Aztecas: La pileta de mercurio sagrada

Piscina mitológica de mercurio

Teotihuacan, México

Por ZACH ZORICH - Archeology


Top Ten Teotihuacan (Cortesía de INAH) Un esquema de la Pirámide de Serpiente Emplumada en la antigua Teotihuacan, mostrando un túnel que conduce a varias cámaras subterráneas

El mercurio se encuentra a menudo en las tumbas Mesoamerican en la forma de un pigmento rojo pulverulento llamado cinabrio, pero su forma líquida es extremadamente rara. Así fue con cierta sorpresa que Sergio Gómez, arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, descubrió rastros de mercurio líquido este año en tres cámaras bajo la Pirámide de Serpiente Emplumada de principios del siglo III en la antigua ciudad de Teotihuacán. Gómez cree que el mercurio era parte de una representación de la geografía del inframundo, el reino mitológico donde residen los muertos. El líquido plateado fue probablemente usado para representar lagos y ríos.

Desde que descubrió la entrada a un túnel que conduce debajo de la pirámide en el 2003, Gómez ha encontrado cinco cámaras subterráneas que contienen miles de artefactos, incluyendo muchos pensados ​​para ser ofrendas, como esqueletos de grandes jaguares y lobos. Otros objetos, como figuras de jade de Guatemala y conchas marinas del Caribe, indican hasta qué punto la influencia de Teotihuacan se extendió. Además de ayudar a mantener el mercurio en forma líquida, la humedad y la falta de oxígeno en las cámaras subterráneas han conservado semillas de plantas y fragmentos de algo que podría ser la piel humana.

jueves, 24 de noviembre de 2016

PGM: 6 hechos menos conocidos de la batalla del Somme (1/3)

hechos menos conocidos sobre la infame batalla del Somme

 Sarah Cooper - War History Online
Parte 1


Obuses de 8 pulgadas de la British 39th Siege Battery, Royal Garrison Artillery Disparando en el valle de Fricourt-Mametz, agosto de 1916, durante la batalla del Somme.


1. La Batalla del Somme fue originalmente pensada para ser predominantemente una ofensiva francesa.


La Batalla del Somme se planeó por primera vez a finales de 1915, y fue originalmente pensado para ser un ataque conjunto con las tropas británicas y francesas para tratar de drenar las fuerzas alemanas de sus reservas, con cualquier territorio ganó una misión secundaria.

Sir Douglas Haig, el nuevo comandante en jefe británico, recibió autorización del Gobierno británico para emprender una ofensiva mayor en 1916, aunque hubiera preferido que el lugar fuera el área más abierta de Flandes.


Portadores del estiramiento durante la batalla de Thiepval Ridge.

Los planes cambiaron a principios de 1916 con el brutal ataque alemán en Verdún, donde el Jefe del Estado Mayor del Ejército alemán dijo que tenía la intención de "sangrar a Francia blanca", las tropas francesas estaban dirigidas a otra parte. Como resultado de Verdún, los franceses ordenaron que la fecha del ataque (en ese punto, fijada como el 1 de agosto de 1916) fuera adelantada al fatídico 1 de julio para tratar de desviar recursos alemanes de Verdún para defender el Somme, la idea era que Alemania no podía 'T manejar dos ofensivas mayores a la vez, por lo que el ataque cayó en manos británicas.

2. El primer día de la batalla del Somme tiene el récord de la mayoría de las personas muertas en un día durante la guerra.


El 1 de julio de 1916 tiene el récord de ser el día más sangriento de la guerra con un sorprendente 57.470 bajas británicas y casi 20.000 muertes.

En algunos lugares las trincheras sólo estaban separadas por unos pocos cientos de metros de tierra de nadie. Las fuerzas británicas, que incluían tropas de Gran Bretaña, Irlanda, Terranova en Canadá, Sudáfrica e India, pasaron siete días bombardeando las trincheras alemanas y luego enviaron a 100.000 hombres por encima para tomar las trincheras. Confiaban en que sería una batalla victoriosa.


Regimiento de hombres en sus canteras durante el Somme.

Pero las tropas alemanas habían reforzado y tenían ametralladoras; Las fuerzas aliadas fueron segadas en centenares, y no pudieron romper las defensas alemanas.

Durante los cinco meses que siguieron a la ofensiva de Somme, más de un millón de soldados de los ejércitos aliados y alemanes resultaron heridos o perdieron la vida.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Revolución Americana: La incertidumbre y accidentalidad del patriotismo

Los Patriotas Accidentales
Muchos estadounidenses podrían haber ido en cualquier sentido durante la Revolución.



Una historieta 1774, publicada en Londres, muestra las figuras británicas que forzaban el té en una figura femenina que representaba América. Biblioteca del congreso

CAITLIN FITZ - The Atlantic


Es la vida o la muerte para América, la gente te lo dice. Los debates enojados sobre los impuestos, la religión y las relaciones raciales inflaman a los periódicos. Todo el mundo está hablando de política: su cónyuge, su hija adolescente, su jefe, su tendero. Los vecinos te miran sospechosamente, presionándote para comprar local. Las muchedumbres enojadas se reúnen, olor a alcohol y violencia amenazante; Sus líderes guiñan el ojo, seguros de que los fines justifican los medios. Las tiendas se han vendido de armas.

Es 1775 en las colonias americanas de Gran Bretaña. ¿De qué lado está usted?

Lea dos nuevos libros sobre la revolución: La revolución en color: el mundo de John Singleton Copley y las revoluciones americanas de Alan Taylor: una historia continental, 1750-1804, de Jane Kamensky, y usted se sorprenderá al descubrir que no sabe a quién Para el enraizamiento. Es decir, se sentirá como un típico colonizador en la era revolucionaria, lleno de dudas y sospechas de ambos lados. En las familias que dirigen la historia de Kamensky, ya lo largo de las lejanas fronteras que Taylor tensa en su síntesis, el empoderamiento y la alegría se rivalizan con el horror y la vacilación frente a una causa incierta.

El pintor John Singleton Copley era "un hombre puntiagudo, ansioso, criado pobre en un lugar puntiagudo, ansioso": Boston colonial, donde el teatro era un tabú y el baile polémico. Hijo tartamudo de un tabacalero viudo y con poca fortuna, creció para pintar patriotas americanos preeminentes y reyes británicos; Su renombre, como sus simpatías, cabalgaban el Nuevo Mundo y el Viejo. Incluso conoció a George III después de hacer su camino en 1774 a Gran Bretaña, donde se hizo conocido como un alpinista social auto-promotora que trató demasiado duro. Pero la habilidad de Copley era indiscutible, al menos hasta que el plomo de una vida de pigmentos pareció acelerar su declive. En su apogeo, pintó agua que azotó, vestidos que brillaban, y ojos que emotaron. Con lienzo y pintura, capturó la vida y la pasión.

Kamensky, un historiador de Harvard, maneja una hazaña similar en su cuarto libro sobre Boston y sus alrededores, un relato que merece ser llamado, como lo hace la mejor obra de Copley, "un tour de force sensorial". Dormido con el sonido de las drizas y se despertó con los gritos de los marineros y los vendedores ambulantes y las prostitutas que caminaban de regreso a casa de las tabernas para dormir. "Como un adolescente, trabajó en la larga luz del verano en la que los pintores entonces, como ahora, Progresó con una velocidad asombrosa. Las manos que parecían cera de velas en 1753 (cuando tenía 15 años) se convirtieron en manos de carne y sangre y movimiento en 1754.

Un colono típico en la era revolucionaria estaba lleno de dudas y sospechas de ambos lados.
Emprendedor, metódico, e inclinado al perfeccionismo, Copley parece primeramente un ejemplo temprano del hombre hecho a sí mismo, forjando su propia manera con el trabajo duro y la sobriedad calculada. En una época en que los pintores coloniales más prometedores se apresuraron a estudiar con los maestros en las capitales artísticas de Europa, Copley permaneció en la provincia de Boston. Pintó retratos de hombres y mujeres que no estaban lo suficientemente cultos como para apreciar las más augustas pinturas históricas y alegóricas que convirtieron cabezas en Londres y Roma. Los grandes artistas Benjamin West y Joshua Reynolds le imploraron que viniera a aprender lo que "no se puede comunicar con palabras", como dijo West. Pero Inglaterra era cara y Copley era una persona casera, así que durante años rechazó la invitación. En cambio, West, Reynolds y otros conocidos epistolares le enviaron consejos fortuitos ya menudo de segunda mano a través de un correo transatlántico. Estaba tan ocupado lanzando su carrera - "Debo trabajar como un castor", escribió más tarde - que no se casó hasta que cumplió 31 años, seis años más que la mayoría de los hombres de Boston cuando se casaron.

Pero si Copley era en gran parte autodidacta, no era auto-hecho. Para Kamensky, su historia expone los límites de la autonomía individual en un momento en que la mayoría de los colonos echan su suerte con parientes y vecinos. En una época en que los esposos controlaban legalmente a sus esposas, la trayectoria de vida de Copley fue profundamente moldeada por su esposa -y especialmente por sus suegros- para bien y para mal, hasta que la muerte les separó.

Copley se casó con Susanna "Sukey" Clarke en noviembre de 1769, una unión de verdadero amor y lógica financiera. La política no figuraba en el partido. Aunque Copley había marchado con los Hijos de la Libertad varios meses antes, parecía preocuparse menos por los nuevos impuestos del Parlamento que por si a los críticos europeos les gustaba su arte. Instintivamente cauteloso y obsesivamente organizado, no podía empezar a pintar hasta que cada último trapo y trozo de pastel se escondía, todos los colores se combinaban perfectamente en su paleta. Como muchos de sus contemporáneos, anhelaba libertad y orden. El rugido lleno de humo de la revolución no tenía atractivo.

Pero los matrimonios toman sus propias vidas, escribe Kamensky, y los recién casados ​​políticamente agnósticos pronto encontraron su unión definida por una crisis imperial que habían anhelado evitar. El padre de Sukey, uno de los comerciantes más ricos de Boston, había contratado para vender parte del envío de té que estaba a punto de llegar a fines de 1773. No quería devolverlo a Inglaterra. Una multitud atacó su almacén y otro atacó su casa. En el momento en que otra multitud dejó el té en el puerto de Boston un mes después y se lanzó como un virtuoso defensor de "El Pueblo", el padre de Sukey había huido a una guarnición británica para su protección.

¿Qué tiene que hacer un yerno-y un tibio Hijo de la Libertad? Copley finalmente navegó por Europa, en parte para perfeccionar su arte, y en parte porque Boston se estaba convirtiendo en demasiado peligroso para los cautelosos y la cabeza fría, especialmente cuando el coolheaded parecía culpable por asociación. Nunca volvió a América. En cambio, murió en Inglaterra entre realistas y leales. Su ambivalencia con respecto a la guerra persistió, pero después de casarse con la hija de un comerciante de té, Copley -que había luchado para mantener a su madre y medio hermano desde la adolescencia- no sentía otra opción que conformarse con sus buenos suegros.

Nótese esas palabras: Copley sintió poca elección. Como Kamensky enfatiza, Copley no eligió a los lados tanto como los lados, él creyó, "lo eligieron." En el siglo XVIII, las nociones de la agencia individual - de la auténtica autonomía y de los arrancadores rápidamente arrancados - estaban empezando a arraigar. (La autobiografía de Benjamin Franklin, una guía para el móvil ascendente, no fue publicada hasta la década de 1790.) Si Copley se hubiera casado con otro, podría haber pasado los años de la posguerra pintando a los revolucionarios norteamericanos, no a las princesas británicas.

Lejos de ser un partidario nacido, Copley podría haber ido en cualquier dirección. El gran logro de Kamensky es dejar a los lectores atraídos por diferentes audiencias, demandas y alianzas políticas junto con él. Es probable que comparta el suspense del joven pintor colonial en 1766 mientras espera el veredicto de los cosmopolitas londinenses en su primer trabajo importante, Un niño con una ardilla voladora, un retrato dulcemente sensible de su medio hermano que captura la esperanza y el anhelo de un Jóvenes en la cúspide de la edad adulta. Su exaltación cuando las críticas elogiosas caen es contagiosa, pero ¿cómo se atreve un crítico a llamar la pintura demasiado "lineal"? Con la política como con la pintura: cuando Copley se dirige a la multitud rechazando el té como el intermediario de su suegro en 1773, no te sorprendas si te sientes aterrorizado de que Sam Adams y su furiosa multitud puedan triunfar.

Más allá de la extraordinaria trayectoria de copley, desde la ripia de Boston hasta la georgiana de Londres, la Revolución se desarrolló, por supuesto, sobre un lienzo geográfico más amplio. Se originó no sólo entre los urbanos de la costa este que detestó los nuevos impuestos del Parlamento británico, sino también entre los colonos de backcountry que odiaron nuevas restricciones en el asentamiento trans-Apalache. Sus ramificaciones se extendieron profundamente en América del Norte. En todas partes, como lo demuestra el relato autoritario de Alan Taylor, la guerra parecía tan nudosa como en Boston.

O incluso más nudoso. En vísperas de la Revolución, alrededor del 11 por ciento de los contribuyentes varones de Boston poseían esclavos; Los Copleys tenían varios. Más al sur, los números sólo crecieron, y Taylor -un historiador de la Universidad de Virginia- enfatiza que muchos maestros estaban luchando por la libertad de esclavizar. En 1772, el más alto tribunal de Inglaterra implicaba que los esclavos coloniales que llegaban a Inglaterra se liberaran. La decisión no se refería a las personas esclavizadas en las colonias, pero sugería que Inglaterra era el verdadero bastión de la libertad, y hacía que el poder imperial amenazara aún más a los colonos que ya estaban alarmados por los impuestos sin representación. Después de todo, un parlamento que podría cobrar impuestos a los colonos también podría liberar a sus esclavos. Durante la guerra, los oficiales reales -en un movimiento significaron más para marcar un punto que para avanzar en una agenda antiesclavista- ayudaron a liberar a miles de esclavos del sur que habían huido de sus amos patriotas por las líneas británicas. A cambio, Taylor observa, "los patriotas reunieron el apoyo popular al asociar a los británicos con esclavos, bandidos e indios".


Norton
La Revolución estaba tan racialmente cargada en Occidente, y tan violenta. En 1763, financiera y territorialmente sobrecargada después de la Guerra de los Siete Años, Gran Bretaña había tratado de frenar el derramamiento de sangre de la frontera al prohibir el asentamiento colonial al oeste de los Apalaches, donde gobernaban los nativos. Los colonos protestaron que Gran Bretaña estaba favoreciendo a los indios sobre sus propios blancos sujetos, y cuando la revolución estalló, escribe Taylor, la confusión de la frontera se volvió "anárquica" mientras que algunos americanos crecieron "genocidas." Las ciudades coloniales y indias fueron quemadas a cenizas, Pelados, cráneos destrozados. Entre los iroqueses en lo que ahora es Nueva York, George Washington ganó el nombre de Hanodagonyes, o "Town Destroyer"; El padre de un país había ordenado la devastación de otro. La Paz de París de 1783 sólo trajo caos continuo, mientras los estadounidenses comenzaban a ocupar su recién ganado territorio occidental y los nativos confederados en respuesta.


Los indios americanos no eran los únicos vecinos que amenazaban a los jóvenes Estados Unidos. Canadá británico y Luisiana hispana cortejaron la lealtad de los estadounidenses ofreciendo de diversas maneras tierras más baratas, mejor comercio y, sorprendentemente, impuestos más bajos. La atención de Taylor a las lealtades conflictivas de la frontera hace eco a la perspectiva noreste de Kamensky: El nacionalismo americano temprano era una obra en progreso, no algo que los revolucionarios y los fundadores osaron tomar para concedido.

A mediados de la década de 1780, la confederación de estados de Estados Unidos estaba peligrosamente cerca de desmembrarse, mientras que la confederación india estaba creciendo. Para muchos espectadores en toda América del Norte y Europa, Estados Unidos parecía destinado a la derrota, incluso después de que la Constitución impulsó el poder federal. El poderoso imperio británico no había sido capaz de controlar el país interior, así que ¿cómo se supone que una república no probada y pobre en efectivo debería manejar el desafío?

La solución fue tan brutal como la guerra misma, pero funcionó. En vez de tratar de obligar a la obediencia en Occidente, como los británicos habían intentado con la Proclamación de 1763, el gobierno de los Estados Unidos finalmente trató de ganar la lealtad de los occidentales ayudándoles a desposeer a los nativos. Integrando décadas de becas, Taylor concluye su ambiciosa historia continental con la presidencia de Thomas Jefferson, que ayudó a transformar el tempestuoso Oeste de una maldición nacional en una bendición nacional, una fuente de ingresos y votos y poder geopolítico (al menos hasta 1861, cuando el destino de La esclavitud en Occidente provocó otra guerra más grande).

En la época de las revoluciones de Taylor, abundan las manos sucias (y no sólo figuradamente: los patriotas mancharon los hogares de los leales y las bocas con heces). Ni Taylor ni Kamensky dedican mucho espacio a la historia intelectual de alto nivel que solía dominar la erudición sobre la Revolución. Si bien reconocen el conflicto ideológico abstracto, se centran sobre todo en conflictos de intereses transversales -entre importadores y boycotters; Especuladores y ocupantes ilegales; Acreedores y deudores; Evangélicos y estacionarios; Amos y esclavos; Americanos y pueblos nativos; Los que querían la estabilidad y las armas que estaban dispuestos a arriesgar la familia, el hogar y la vida en una guerra incierta contra una superpotencia global. Taylor se une a Kamensky al notar que la mayoría de los colonos simplemente seguían a amigos y familiares, incómodos con la noción de agencia individual. Muchos trataron de mantenerse vivos manteniéndose flexibles y cambiando de lado "con las circunstancias de cada día", como lamenta Thomas Paine.

Copley e innumerables de sus contemporáneos llamaban a la Revolución una "guerra civil", agonizantemente consciente de las divisiones y destrucción que sembró. Mucho de bueno tendría que resultar si el calvario nunca iba a ser justificado. Los patriotas utilizaban precisamente esa lógica utilitaria, argumentando que a veces hay que sacrificar unos pocos para salvar a los muchos. "No se nos permite vacilar un momento", dijo un patriota en defensa de la turba que había destruido la casa del suegro de Copley. "De dos males menos el menor." O evitar la elección por completo; Para muchos colonos, bajo la presión de las circunstancias, que parecía el plan más seguro.

El bien surgió del mal, enfatiza Taylor, como sucede a veces en el curso de los acontecimientos humanos. En el aparentemente más meritocrático orden de posguerra, los blancos comunes podían reivindicar más respeto y derechos políticos de los que antes gozaban. Taylor concluye que "establecieron ideales por los que luchar". La lucha para acabar con la esclavitud y la misión de asegurar los derechos de las mujeres invocó directamente el lenguaje altanero de la Declaración de Independencia. Pero esos movimientos polémicos no estaban predestinados, y como señala Taylor, las fuerzas pro esclavistas también convocaron el legado revolucionario.

La historia, dicen, pertenece a los vencedores. El pensamiento estadounidense contemporáneo acerca de la Revolución tiende a celebrar lo que se ganó: la independencia política, el gobierno republicano, una agitada retórica de la igualdad y, quizás de manera indirecta pero visceral, nosotros. Pero al resucitar la ambigüedad ética del conflicto, Taylor y Kamensky invitan a los estadounidenses a identificarse con los perdedores, y eso es un triunfo.

martes, 22 de noviembre de 2016

"La Cosa", el micrófono pasivo de la KGB en la embajada americana

'La Cosa', el ingenioso micrófono ruso
Escondido en el interior de la madera de madera de un Gran Sello de Estados Unidos, 'La cosa' era el sistema secreto de la escucha soviética que funcionó durante siete años.

María Fernández Rei - Muy Interesante



El 4 de agosto de 1945, los niños de una escuela soviética le regalaron como embajador norteamericano en la URSS una talla en madera del Gran Sello de Estados Unidos, como 'gesto de amistad' entre las dos naciones.

El embajador colgó la talla en la pared de su propio despacho en Casa Spaso (la Embajada americana en Moscú) y allí permaneció durante años. En 1952, un operario de radio británico escuchó accidentalmente las conversaciones que resultaron de la Embajada de EE UU y alertó de este hecho MI-5 (los servicios secretos británicos).

Pronto descubrieron una señal que provenía del despacho del embajador y se sospechó que había un transmisor en la pared, detrás del Sello tallado en madera, pero no encontraron cables ni evidencias de ninguna instalación.

Se examinó todo el despacho palmo un palmo hasta que el final se descubrió que el dispositivo se encontraba dentro de la propia talla.

El Gran Sello representa un águila, bajo cuyo pico los soviéticos han perforado unos agujeros para permitir que el sonido alcanzara el dispositivo, conocido durante mucho tiempo como 'The Thing' (La Cosa) porque los expertos occidentales se encontraban confundidos acerca de su funcionamiento, Ya que aquello no tiene pilas ni circuitos eléctricos.

En realidad, 'La Cosa' utilizaba la inducción electromagnética para transmitir un señal de audio, siendo activada por las ondas electromagnéticas (microondas) de una fuente externa al edificio (una furgoneta aparcada frente a la Embajada).

El Consejo de Seguridad de la ONU aprobado por siete votos a la censura a la URSS por el uso del artefacto de la escucha apodado La Cosa, escondido en el interior del Gran Sello.

Si el dispositivo no ha sido descubierto, se estima que podría haber continuado en funcionamiento 50 años más.

Algunas fuentes afirman que más de 100 de estos dispositivos escondidos dentro de las réplicas de madera del Gran Sello fueron encontrados en las embajadas y consultados de EE UU en el Bloque Oriental.

lunes, 21 de noviembre de 2016

América: ¿Mentira en el genocidio de pueblos originarios?

LA GRAN MENTIRA DE LA ESCLAVITUD Y EL GENOCIDIO ESPAÑOL EN AMÉRICA
La oreja de Jenkins


De todas las mentiras que he escuchado a lo largo de mi vida sobre asuntos históricos, quizá entre las que más me molestan estén las relativas al papel ejercido por España en América. Las que conforman la “Leyenda Negra” que acusa a España de genocida y esclavizadora de los pueblos americanos durante la Conquista. Y me molestan porque son acusaciones falsas e infundadas, que a base de ser repetidas e introducidas con calzador en el ideario popular, hemos acabado por creérnoslas hasta los propios españoles.

Todo proceso histórico conquistador o colonizador conlleva el uso de la violencia y de las armas. Si bien el Imperio Romano invadió y conquistó España desde el siglo III A.C., arrasando y aniquilando a nuestros antepasados celtíberos, lusitanos, astures o cántabros, a nadie con un mínimo de inteligencia se le ocurriría hoy decir que Roma es la culpable de “la aniquilación de España” y del “sometimiento injusto” de nuestro pueblo. Más bien, los españoles mantendremos una deuda eterna con Roma por habernos dejado un legado inigualable tras su paso, latinizándonos y regalándonos su influencia y su organización. Algo parecido, o quizá de superior magnitud, sucedió en lo que respecta a la transmisión de riqueza a América tras nuestra llegada. La diferencia, sin embargo, es que el Imperio Romano no tuvo la mala suerte de contar con un enemigo anglosajón que volcara sobre él durante siglos infinitas mentiras y leyendas destinadas a diezmar su legitimidad y grandeza incontestables.


También los propios Tlaxcaltecas ayudaron a Hernán Cortés a derrotar a sus enemigos de Tenochtitlán (los Aztecas de Moctezuma), y los Aztecas, a su vez, combatieron junto a los españoles en posteriores colonizaciones…La historia, como vemos, es al final una sucesión de conquistas, y si bien se cometieron algunos casos aislados de maltrato durante los periodos de introducción y de Conquista (inevitables teniendo en cuenta las gentes, las circunstancias y la época) España no ejerció sobre los nativos americanos ningún tipo de genocidio ni esclavitud generalizado. Muy al contrario, podemos decir (y avalarlo con documentación y hechos contrastados de la historia), que España fue el único país de Europa que siempre protegió en su Conquista a los nativos de todos nuestros territorios de Ultramar, garantizándoles una vida digna y unos derechos integrales.

Pocos años después de nuestra llegada a tierras americanas, y en virtud de nuestra condición de Reino católico (clave en nuestra posterior relación con los indígenas), y del impulso de nuestros frailes Franciscanos y Jesuitas, fuimos los propios españoles quienes dictamos multitud de normas, leyes y decretos oficiales que protegían a los indígenas de cualquier abuso. Y fue la propia Reina Isabel la Católica quien determinó tras el primer viaje de Colón, que los indios nativos no debían ser considerados esclavos, ni siquiera gentes colonizadas, sino súbditos de pleno derecho de la Corona Española, como habitantes de las nuevas provincias recién descubiertas.


Llegada de Cristóbal Colón a América

Y nos tomamos tan en serio los españoles la aplicación de justicia sobre los indígenas del Nuevo Mundo, que la Monarquía Hispánica inmediatamente acometió las reformas necesarias para regular su trato de forma oficial. De esta manera, nada más dos décadas después de iniciarse el Descubrimiento (el 27 de diciembre de 1512), España abolió la esclavitud indígena mediante las “Leyes de Burgos”, en las cuales se emitieron las ordenanzas necesarias “para el gobierno con mayor justicia de los naturales, indios o indígenas” y se estableció que el Rey de España tenía derecho a “justos títulos” de dominio del Nuevo Mundo, pero sin derecho a explotar al indio, que era hombre libre y podía tener propiedades, pero que como súbdito debía trabajar a favor de la Corona sin mediar la esclavitud, retribuido y con libertades garantizadas, a través de los españoles allí asentados. España anteponía la evangelización de los nativos a cualquier otra materia, nativos a quienes consideraba hermanos cristianos, dejando a un lado las excepciones salvajes que efectivamente se pudieran dar y de las que de ninguna manera fue culpable España como unidad.

Pero las “Leyes de Burgos” no fueron unas leyes aisladas en lo referente al trato a los indígenas, y treinta años más tarde (1542), España emitía las “Leyes Nuevas” ( o Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por Su Majestad para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios), en las que entre otras cosas se regulaba aún más en detalle el trato a los nativos, proclamando de nuevo su libertad y suprimiendo igualmente las encomiendas. Eran normas emitidas por los propios españoles y que restaban derechos a los pobladores españoles en beneficio de los indígenas, algo inédito en aquel momento y digno de asombrosa admiración…En esas “Leyes Nuevas”, el Emperador Carlos I mandó constituir una comisión que determinara la limitación de los derechos de los españoles en sus encomiendas y el sistema y forma en que se llevaban a cabo las Conquistas (no podían violarse los derechos indígenas en ese proceso). En dichas leyes, también se regulaban los tributos que los indígenas debían aportar al Estado, como súbditos del Rey que eran y no como esclavos.


Plano de Lima en 1687, por entonces una de las ciudades más avanzadas del mundo

En resumen, en lo relativo al trato a los indígenas, las “Leyes Nuevas” aportaban lo siguiente:

– Sobre la esclavitud:

  • Cuidar la conservación y gobierno y buen trato de los indios
  • Que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna.
  • Que los esclavos existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho jurídico a mantenerlos en ese estado.
  • Que se acabara la mala costumbre de hacer que los indios sirvieran de cargadores (tamemes), sin su propia voluntad y con la debida retribución.
  • Que no fueran llevados a regiones remotas con el pretexto de la pesca de perlas.
  • Se dictó orden a la armada española para la persecución y castigo de las naves esclavistas inglesas, holandesas y portuguesas que infectaban el caribe con destino a las colonias anglosajonas y a Brasil.

– Sobre las encomiendas:

  • Que los oficiales reales, del virrey para abajo, no tuvieran derecho a la encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras comunales o cofradías.
  • Que el repartimiento dado a los primeros Conquistadores cesara totalmente a la muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la real Corona, sin que nadie pudiera heredar su tenencia y dominio.

Y es que, como decía el historiador e hispanista estadounidense Lewis Hanke, uno de los mayores expertos sobre Hispanoamérica: “Ninguna nación europea se responsabilizó de su deber cristiano hacia los pueblos nativos tan seriamente como lo hizo España”. Y no solo cuidamos más que ningún otro país nuestra relación con aquellos nuevos compatriotas, sino que el nacimiento del Imperio Español en América supuso, de facto, en inicio de uno de los periodos más prósperos de la historia universal. Un periodo en el cual la ciudad de México llegó a convertirse en la urbe más grande y rica del planeta, o en el que cuando llegaron las independencias, España había creado un legado que convertía a Hispanoamérica en la región más próspera del planeta, con un nivel de vida y una economía incluso superiores a las de la Europa de entonces y con unas ciudades (como Lima, Santa Fe de Bogotá o México), mucho más importantes que Londres, París o la Roma de aquel momento…Y fuimos quizá tan respetuosos y precavidos, que podemos afirmar que los problemas reales de las independencias americanas no fueron causados por España, sino por los trágicos y mal llamados “libertadores”, que en nombre de una falsa igualdad arrebataron a los indios sus derechos y sus tierras comunales, amparadas por las leyes y los derechos que los españoles habíamos decretado siglos antes.

Nuestra labor en América no tuvo absolutamente nada que ver con genocidios o esclavitudes, y sin embargo sí mucho que ver con el florecimiento en América de una nueva cultura que venía a cambiar para mejor la que nos encontramos al llegar. Descubrimos sociedades tecnológica y humanamente 3000 años atrasadas, generalmente inconexas entre ellas, que en su práctica totalidad practicaban el canibalismo y los sacrificios humanos, y a las cuales situamos a la cabeza del mundo en pocos siglos. Y es España la responsable de haber trasladado a América el urbanismo, el derecho, las economías estructuradas, la agricultura, las universidades, las catedrales, las técnicas arquitectónicas, la influencia del Renacimiento, la imprenta, la rueda, la escritura, la música o la fe, entre otras infinitas cosas. Fundamos 23 universidades en América que daban educación a casi 200.000 alumnos de todas las clases sociales y razas (Portugal no fundó ninguna en Brasil durante su periodo colonial, mientras que la Inglaterra colonial de entonces, por ejemplo, hasta ese momento se había preocupado más bien poco por educar a sus indígenas), y a través de la península, hacíamos llegar a América todas las corrientes intelectuales y las artes que la grandiosa España de entonces absorbía.

CAPITULO XII del testamento de ISABEL LA CATOLICA: «Por cuanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las islas e tierra firme del mar Océano, descubiertas e por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al Papa Alejandro sexto de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar inducir e traer los pueblos de ellas e los convertir a nuestra Santa Fe católica, e enviar a las dichas islas e tierra firme del mar Océano perlados e religiosos e clérigos e otras personas doctas e temerosas de Dios, para instruir los vecinos y moradores de ellas en la Fe católica, e les enseñar e doctrinar buenas costumbres e poner en elfo la diligencia debida, según como más largamente en las Letras de la dicha concesión se contiene, por ende suplico al Rey, mi Señor, muy afectuosamente, e encargo e mando a la dicha Princesa mi hija e al dicho Príncipe su marido, que así lo hagan e cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, e non consientan e den lugar que los indios vecinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados. E si algún agravio han recibido, lo remedien e provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas de la dicha concesión nos es infundido y mandado».

¿Qué se cometieron atrocidades e injusticias? Sin duda, sí. ¿Qué hubo quienes utilizaron su poder personal para esclavizar a veces a los indígenas? También. Pero el 95% de las muertes acaecidas por aquel tiempo en América no son producto de las armas españolas, sino de los virus y enfermedades (como la gripe, la viruela, la escarlatina o el sarampión), que inevitablemente se transmitieron de España a América y de América a España entre dos mundos que hasta ese momento habían estado permanentemente aislados entre sí.

Por todo ello, creo que es deber de toda la comunidad Hispanoamericana conocer estos hechos, para no dejarnos seguir engañando por la leyenda negra creada por el mundo anglosajón y por quienes encabezaron las distintas independencias e hicieron creer a algunos que la bellísima historia común que tenemos no fue sino una vulgar y cruel escabechina. Con un poco de rigor histórico y cultura, descubrimos que lejos de ser aquello que esos dicen, la historia de España en América es uno de los periodos más hermosos y prósperos de la historia universal, porque España no fue a América para irse sino para quedarse, para construir y para fusionarse. Y fruto de ese aporte y de esa fusión son sus ciudades y sus gentes de hoy, que son el mejor ejemplo vivo de aquella gesta sin igual que hermanó para siempre a una comunidad de naciones que hoy engloba a 450 millones de personas.



FUENTE: “Guía políticamente incorrecta de la civilización occidental”, adaptación española basada en: The Politically Incorrect Guide to Western Civilization. Anthony Esolen y José Javier Esparza Torres. Ciudadela Libros, S. L. Madrid (2009). ISBN: 978-84-96836-56-3

domingo, 20 de noviembre de 2016

Historia argentina: El Abrazo del Estrecho (1899)

 Abrazo en el Estrecho

Existen divergencias de interpretación respecto de quién partió la iniciativa de la entrevista entre ambos presidentes. Para algunos autores se debió a Roca, partidario de eliminar el largo diferendo bilateral a través del diálogo directo. Para otros, en cambio, la idea partió de Francisco P. Moreno, y fue acogida favorablemente por Roca. Sin embargo, para El Diario, de Buenos Aires, la iniciativa surgió de Chile, por su deseo de convenir entre ambos países "el condominio político internacional con proyecciones geográficas". Por su parte, La Nación, en su editorial del 18 de enero de 1899, sugirió que no sería ajena al encuentro de los presidentes la larga visita realizada a Roca, el día anterior, por el nuevo ministro de Chile en Buenos Aires, Du Putron, en un momento en que una violenta revolución en Bolivia y la posibilidad de una intervención chilena en el Altiplano impulsaban a la diplomacia chilena a buscar una conciliación con la Argentina, y así cerrar -o al menos postergar- un frente de conflicto para las autoridades de Santiago. En esta misma línea de razonamiento, La Prensa sostuvo que la entrevista tenía por objeto realizar la aspiración de Chile de que la República Argentina la dejara en completa libertad de acción para resolver a su manera sus problemas con Perú y Bolivia, aún sin definición después de la guerra sostenida con ambas naciones en 1879 y en la que resultara victoriosa.


Canciller chileno Juan José Latorre

El "Abrazo del Estrecho" fue un simple apretón de manos -ni Roca ni Errazuriz Echaurren querían la guerra. Errázuriz tuvo que deshacerse de su ministro de relaciones exteriores, Juan José Latorre, quien después hizo flotar una versión de que habia entregado un ultimátum al ministro argentino en Santiago en septiembre de 1898 -ultimátum que solo existió en la febril imaginación de su secretario, Phillips. El ministro chileno en Buenos Aires, Carlos Walker Martínez enviaba telegramas a Santiago con falsos reportes sobre la falta de preparación argentina, según él la ARA estaba por incorporar un buque lde 8.000-10.000 toneladas llamado "Juan de Austria", cuando el único buque de ese tipo existente era un crucero cañonero español que había sido hundido en la bahia de Manila en Julio de ese año por el escuadrón del Almirante Dewey.


Carlos Walker Martinez

Walker Martinez urgía a su gobierno a "declarar la guerra antes de que llegaran los nuevos barcos para la ARA, y atacar cuando la cordillera nevada aún nos protegía". Errázuriz desestimó los informes de su ministro. Despechado, Walker Martinez renunció, pasando a la oposición y desde su banco en el congreso de Chile continuó importunando al gobierno chileno denunciando invasiones de territorio chileno por tropas argentinas... lo que resultó ser un mero episodio policial pues se trataba de 5-7 soldados persiguiendo a cuatreros chilenos... Roca zarpo de Puerto Militar en Febrero de 1899, visitando a varios puertos patagónicos antes de llegar al estrecho. El ARA Belgrano, que conducia a Roca, y al Ministro de Guerra Gral. Luis Maria Campos, y al Ministro de Marina, Comodoro Martín Rivadavia. Acompañaban al ARA Belgrano el crucero-torpedero ARA Patria, en transporte ARA Villarino y la fragata ARA Sarmiento. En Punta Arenas se encontrarían con el crucero protegido "O Higgins" que llevaba al presidente de Chile, el crucero protegido "Ministro Zenteno" y el transporte "Angamos". Se hallaba asimismo en Punta Arenas el crucero protegido "Presidente Errázuriz", buque estacionado en esas aguas. El ARA Villarino llegó a Punta Arenas el 15 de Febrero anunciando a las autoridades chilenas que la escuadra argentina llegaría a las 12.00 horas del día. Mientras los binoculares de oficiales y civiles chilenos escudriñaban las aguas en dirección al Atlántico, y aquí cito a un historiador chileno:


"Pero en vano: fue por el Sur donde aparecieron los blancos perfiles de las naves de guerra del país vecino... El viaje desde Ushuaia lo había realizado la división naval por los canales fueguinos, ruta hasta entonces poco conocida y nunca recorrida por barcos de calado, haciendo en ello gala significativa de pericia profesional." (1)

El timonel del crucero acorazado ARA Belgrano, al llegar al Estrecho era nada menos que el Comodoro Martin Rivadavia, uno de muchos oficiales, que cuando eran cadetes se habían formado en la ruda escuela de la "Escuadrilla de Cutters", meras cascaras de nuez a vela de 40-75 toneladas de desplazamiento en mares donde, en invierno, las olas llegan a sobrepasar los 15 metros de altura.

Más allá de la discusión sobre el origen de la entrevista entre los presidentes argentino y chileno, lo cierto fue que durante la segunda administración de Roca se puso de manifiesto la voluntad de acercamiento con el gobierno de Chile. Claras demostraciones de esto fueron las decisiones de apelar al arbitraje de la reina británica, para resolver una parte de la cuestión limítrofe, y de aceptar el laudo Buchanan, sobre la Puna de Atacama.

Abordaje del buque chileno O'Higgins por parte del Gral Roca

El "Abrazo del Estrecho" 

Presidente Federico Errázuriz (Chile)

Presidente Julio Argentino Roca (Argentina)


Fuentes
Brunner
(1) Braun Menéndez, Armando , Pequeña Historia Magallánica (Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires,, Santiago de Chile, pag.177
Historia de las Relaciones Exteriores de Argentina

sábado, 19 de noviembre de 2016

Historia argentina: El Tercio de Gallegos en la Defensa de Buenos Aires

El Heroico Tercio de Gallegos en la Defensa de Buenos Aires, 1807 



Producida la primer invasión inglesa, el ingeniero Pedro Cerviño, científico y militar de renombre, director de la Escuela de Náutica creada en 1799 por el secretario del Real Consulado de Buenos Aires, Dr. Manuel Belgrano, convocó no solo al alumnado y al personal docente a su cargo sino también a toda la población gallega de la ciudad, para empuñar las armas y enfrentar al invasor que desde las playas de Quilmes, avanzaba sin oposición sobre la capital del Virreinato.
La ciudad fue tomada casi sin resistencia y los ingleses, establecidos en el viejo fuerte, ubicado donde hoy se alza la Casa de Gobierno, iniciaron un gobierno tendiente a conquistar las simpatías de la población, estableciendo el libre comercio y la libertad de culto y dejando al español como lengua oficial.

La organización de milicias

En vista del revés, Sobre Monte se retiró hacia Córdoba llevándose consigo los caudales reales con los que pensaba organizar la reconquista. Pero en Luján, acorralado por el enemigo, no tuvo más remedio que abandonar el tesoro y escapar.Son de público conocimiento los sucesos acaecidos a partir de ese momento. Pueyrredón, que había organizado una milicia de gauchos y campesinos, fue derrotado en Perdriel y Liniers, que había cruzado a la Banda Oriental, desembarcó en el Tigre para iniciar la Reconquista, gesta que finalizó tras arduos combates, con la rendición del general Beresford el 12 de agosto de 1806.

El 12 de septiembre de ese mismo año Liniers ordenó la formación de milicias populares, organización que se llevó a cabo con notable criterio desde el punto de vista militar, constituyéndose cinco regimientos de origen rioplatense y otros cinco peninsulares. Fueron los primeros el de Patricios, conformado por efectivos nacidos en Buenos Aires, el Tercio de Arribeños, con gente proveniente de las provincias del norte (Córdoba, Tucumán, Salta, Catamarca y el Alto Perú), el de Pardos y Morenos, en torno al cual se agruparon mestizos, el de los Naturales, compuesto por indios pampas y el de Castas, formado por esclavos. Una sexta agrupación, la Compañía de Cazadores, conformada por soldados correntinos y entrerrianos, pasaría a reforzar el Tercio de Vizcaínos.


Se organiza el Tercio
Los cuerpos peninsulares fueron el Tercio de Montañeses o Cántabros de la Amistad, integrado por soldados de origen asturiano y castellano (de la provincia de Santander), el de Miñones Catalanes, el de Andaluces y Castellanos, el de Vizcaínos y el célebre Tercio de Voluntarios Urbanos de Galicia, también llamado Batallón de Voluntarios de Galicia o, simplemente, Batallón de Galicia. Fue el segundo en importancia después del de Patricios y estuvo formado por 600 efectivos, de los que 567 eran oriundos de España y el resto, entre quienes figuraban Bernardino Rivadavia y Lucio Norberto Mansilla, sus descendientes.El regimiento fue organizado el 17 de septiembre del mismo año y casi todos sus integrantes provenían de la Congregación del Apóstol Santiago, fundada en Buenos Aires en 1787. Fueron sus comandantes el ingeniero Cerviño, su segundo Juan Fernández de Castro y Juan Carlos O’Donnell y Figueroa, subdirector de la Escuela de Náutica.

La Segunda Invasión Inglesa
Derrotados en Buenos Aires, los británicos se retiraron pese a que nunca se abandonaron el Río de la Plata. Agazapados en la Banda Oriental, después de tomar Montevideo en el mes de octubre, aguardaban el momento oportuno para recuperar la capital.La flota invasora, reforzada con efectivos y armamentos provenientes de Ciudad del Cabo y las mismas Islas Británicas, zarpó hacia Buenos Aires el 28 de junio de 1807 arribando ese mismo día a la Ensenada de Barragán, para desembarcar 12.000 efectivos fuertemente armados, al mando del general John Whitelocke.

La marcha hacia la capital virreinal fue lenta y dificultosa, entorpecida por los innumerables arroyos y bañados que atravesaban los 60 kilómetros de recorrido hasta el epicentro de la ciudad. Liniers aguardaba en el Puente de Gálvez, al frente de una respetable fuerza de 8000 combatientes. Sin embargo, su estrategia había sido apresurada ya que al adelantar las líneas hasta el Riachuelo, dejaba desguarnecida a la población, medida a la que Cerviño se había opuesto oportunamente por considerarla desacertada. El sabio y militar gallego, oriundo de Pontevedra, estaba en lo cierto ya que los invasores cruzaron por el Paso de Burgos, en dirección a la quinta de White, forzando a Liniers a retroceder desorganizadamente hasta los corrales de Miserere con el objeto de detener su avance.El 2 de julio ambos ejércitos se trabaron en combate, resultando derrotadas las fuerzas porteñas.


Bautismo de fuego
Criollos y españoles se replegaron hacia el centro de la ciudad, perseguidos por las veteranas y experimentadas tropas británicos a través de sus estrechas calles. El Tercio de Gallegos retrocedió ordenadamente hasta la Plaza Mayor mientras que el ejército de Liniers, aguardaba el desarrollo de los acontecimientos en la Chacarita de los Colegiales, suponiendo perdida a la capital.Gallegos y Patricios al mando del alcalde de Primer Voto, don Martín de Alzaga y con la ayuda de vecinos y milicianos, cavaron trincheras, levantaron cantones y colocaron los cañones en posición de repeler el ataque. Los gallegos, al son de las gaitas arrebatadas al Regimiento 71 de “Higlanders” escocés y encolumnados tras sus gloriosas banderas del Reino de Galicia y la Cruz de Santiago, marcharon hacia la Plaza de Toros, en el extremo norte de la ciudad (hoy Plaza San Martín), para defender la posición, amenazaba en esos momentos por el enemigo. El ataque era inminente porque en ese lugar se encontraba el arsenal al que los invasores pensaban ocupar para bombardear desde allí la población.



Al mando del capitán Jacobo Adrián Varela (1758-1818), oriundo de La Coruña, los gallegos tomaron posiciones y entraron en combate, batiéndose con la bravura propia de su raza, esa misma raza que junto a asturianos y castellanos, había frenado a los infieles en las tierras de Covadonga y que en el siglo XVI había abierto las rutas del Pacífico para el gigantesco imperio español, navegando aguas inexploradas que nadie antes había incursionado.
En el fragor del enfrentamiento, comenzaron a agotarse las municiones mientras los británicos cargaban una y otra vez con el objeto de desgastar a los defensores. Se ordenó entonces a pardos y morenos ir en busca de municiones hasta los depósitos cercanos pero regresaron con las manos vacías para informar que las puertas se hallaban fuertemente trabadas.

La situación era desesperante y superado por la situación, el capitán de marina Juan Gutiérrez de la Concha no tomó las medidas pertinentes. Por esa razón, al grito de “¡Santiago y cierra España!” y “¡Muertos antes que esclavos!”, los gallegos, siempre al mando de Varela, cargaron a bayoneta calada abriendo una brecha en las filas enemigas. Las fuerzas hispanas lograron escabullirse evitando caer prisioneras, no sin antes inutilizar dos cañones apostados sobre las barrancas que apuntaban hacia el río.Fue allí donde cayó el teniente de navío Cándido de Lasala.


El asalto a Santo Domingo
Durante toda la jornada combatió el batallón gallego con coraje y valor, haciendo honor a la sangre celta, romana y sueva que fluía en las venas de sus integrantes. Sin embargo, todavía faltaba uno de los capítulos más heroicos de la jornada: la toma del convento dominico, donde los británicos, al mando del general Robert Crawford, se habían hecho fuertes.

Se designó a la 7ª Compañía del Tercio de Gallegos, la misma que había combatido en diversos puntos de la ciudad para avanzar sobre el convento.

Al mando del capitán Bernardo Pampillo partieron los hombres del Tercio arremetiendo con tanta ferocidad, que fue ante el bravo oficial gallego que depuso sus armas el comandante inglés, entregando la posición con sus banderas y municiones. Para entonces, también el capitán Varela se había hecho presente, tomando por asalto desde atrás, a toda una columna británica, resultando herido cuando inspeccionaba un cañón enemigo, a poco de producida la rendición.

Estos hechos han sido prácticamente ignorados por los historiadores argentinos quienes pasaron por alto el desempeño ejemplar del Tercio. El Padre Cayetano Bruno, por ejemplo, refiere con detalle la toma de Santo Domingo pero omite toda referencia al batallón mientras Vicente Fidel López, Roberto Levillier y otros autores, apenas se refieren a él.

Por segunda vez y ante una fuerza mucho más numerosa, la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Buenos Aires había derrotado al ejército británico salvando el honor de la Madre Patria y de la hispanidad en general.

Reconocimiento real
El 13 de enero de 1809 la Junta Suprema de Sevilla dispuso en nombre del rey premiar a los oficiales de los distintos cuerpos milicianos de Buenos Aires reconociendo los grados militares que se les había otorgado: 

Cita:
CUERPO DE GALLEGOS.
Grado de Teniente Coronel.—A los Comandantes don Pedro Antonio Cerviño y don José Fernandez de Castro.
De Capitán.—A los Capitanes don Jacobo Varela, don Tomás Pereira, don Juan Sanchez Boado, don Ramon Lopez, don Juan Blades, don Ramon Jimenez, don Bernardo Pampillo, don Lorenzo Santabaya.
De Teniente.—A los Tenientes don Andrés Domínguez, don Luis Ranal, don Manuel Gil, don José María Lorenzo, don José Quintana, don Ramon Doldan, don Bernardino Rivadavia, don Antonio Rivera y Ramos, don Pedro Trueba, don Antonio Paroli Taboada, y al Ayudante don Juan Cid de Puga.
De Subteniente.—A los Subtenientes don José Díaz Hedrosa, don Francisco García Ponte, don Pedro Boliño, y á los de bandera don José Puga y don Cayetano Ellias.

Prolegómenos de la Revolución de Mayo 
Finalizadas las jornadas de la Defensa, el Tercio de Gallegos siguió integrando la guarnición de Buenos Aires hasta 1809 cuando, a causa de la invasión napoleónica a España, la política mundial experimentó cambios notables que llevaron a la desintegración de su imperio y al nacimiento de nuevas naciones. 

El Tercio de Gallegos, apoyando al partido de don Martín de Alzaga, sostuvo la formación de una junta de gobierno, como en la Metrópoli, en oposición a la designación de Liniers como virrey del Río de la Plata. Nombrado este último provisoriamente con el apoyo de Saavedra y los Patricios, el heroico batallón fue desarmado, se le retiraron sus armas y estandartes y quedó activo. 

Con la llegada del nuevo virrey, don Baltasar Hidalgo de Cisneros, el Tercio fue reactivado, devolviéndoseles sus insignias, sus banderas. Y en esas condiciones mantuvo su presencia hasta los días de la Revolución de Mayo, cuando desapareció definitivamente, disuelto por el flamante gobierno patrio, enemigo acérrimo de toda presencia española en el Río de la Plata. Sin embargo, recientes investigaciones han determinado que antagonismos y rivalidades internas fueron causa fundamental de la disolución de la fuerza. Por una parte el bando partidario de la revolución, que propugnaba la formación de una junta de gobierno local, con Cerviño y Bernardino Rivadavia a la cabeza y por el otro, el grupo realista, que se mantenía fiel a la junta de Sevilla y, por ende, al auténtico soberano, encabezada por los mismos Varela y Pampillo. 

El Tercio de Gallegos vuelve a marchar 
En el mes de julio de 1995 el Tercio de Gallegos volvió a la vida, organizado por un grupo de voluntarios descendientes de aquella colectividad, con el apoyo del Centro Galicia y el Centro Gallego de Buenos Aires, que donaron los uniformes y elementos. El 9 de julio, el glorioso batallón desfiló frente al Cabildo porteño, como guardia de honor de la Escuela Nacional de Náutica “Manuel Belgrano”. Poco después recibió de la Asociación Centro Partido de Carballino, un fusil original de 1778. 
El 11 de marzo de 1998 recibió en el Salón Azul del Congreso de la Nación la Distinción al Valor en Defensa de la Patria (Ley Nº 24.895) y el 17 de septiembre recibió la bandera original de 1807, hasta entonces en el Museo de Luján, gestión que tuvo al historiador Horacio Vázquez en su principal propulsor. 

 

Pocos días después, el 3 de octubre de 1998, el olvidado regimiento recibió un nuevo homenaje en la basílica de San Francisco, al ser designado Custodia Perpetua de la Cripta en la que yacen enterrados los restos del ingeniero Cerviño y el valeroso capitán Varela. 

A fines de ese año, el Tercio viajó a Galicia para encabezar el desfile de 5000 gaiteros que marcharon por las empedradas calles de Santiago de Compostela, el 9 de diciembre, con motivo de la asunción de don Manuel Fraga Iribarne como presidente de la Xunta regional., recibiendo de don José Luis Baltar, presidente de la Diputación Provincial de Orense, las réplicas de un tambos y dos gaitas de 1808 mientras artesanos gallegos iniciaban la confección de una réplica de la bandera del Tercio. 

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Pedro Antonio Cerviño
El ingeniero Pedro Antonio Cerviño Núñez, militar, científico y cartógrafo español, nació en Santa María de Moimenta, jurisdicción de Baños, consejo de Campo Lameiro, provincia de Pontevedra, Galicia, el 6 de septiembre de 1757.

Radicado en el Ría de la Plata en 1780, fe designado por el virrey Vértiz para integrar la comisión demarcatoria de límites dirigida por José Varela y Ulloa.

En 1783viajó a tierras de Chaco para estudiar los meteoritos de Mesón de Hierro y tiempo después, por encargo de Félix de Azara, recorrió los ríos Paraná y Uruguay desde sus nacimientos hasta las desembocaduras en el Río de la Plata. En 1798 el Real Consulado de Buenos Aires le encomendó efectuar un relevamiento de la región de Ensenada, trazando la llamada Carta Esférica del Río de la Plata junto a J. De la Peña y Juan de Insiarte, que enviaron al rey ese mismo año.

En 1799 Manuel Belgrano creó la Escuela de Náutica, designando a Cerviño primer director, donde además ejerció la docencia enseñando geografía, trigonometría, hidrografía y dibujo. Por esa época fue que realizó un plano del arroyo Maldonado.

Fue también periodista, publicando artículos científicos en el “Telégrafo Mercantil” y el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”.

En 1806 y 1807 destacó por su heroica participación en las invasiones Inglesas, participó del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y en 1813 el Segundo Triunvirato lo designó director de la Academia de Matemáticas, encomendándole la realización de un plano topográfico de Buenos Aires.

Casado con doña Bárbara Barquín Velasco, dama porteña, el 9 de abril de 1802 en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, falleció en Buenos Aires el 30 de mayo de 1816, siendo depositados sus restos en la iglesia de San Francisco, donde, al día de hoy, el glorioso Tercio de Gallegos monta guardia en su honor. 


Más información: 
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