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jueves, 24 de abril de 2025

Confederación Argentina: El tan anunciado asesinato de Facundo Quiroga

El crimen de Barranca Yaco: advertencias desoídas, la orden de no dejar a nadie vivo y las súplicas del niño postillón

La historia argentina está colmada de crímenes políticos. Uno de ellos fue el del riojano Facundo Quiroga, un caudillo de fuerte liderazgo en el interior en los tiempos de Rosas, con quien discrepó sobre cuestiones de fondo. Hizo caso omiso a las múltiples advertencias de que sería asesinado, lo que convirtió sus últimos días en una crónica de una muerte anunciada


Facundo Quiroga no creyó o prefirió no tomar en cuenta las advertencias de que lo emboscarían para asesinarlo

El lugar sigue siendo un páramo perdido en el norte cordobés, salvo por el monte de talas y espinillos que mostraba una espesura dominante que ya no es tal. La fatídica partida de Facundo Quiroga, el Tigre de los Llanos, atravesaba raudamente en una galera custodiada por un puñado de hombres ese polvoriento camino conocido como el Camino Real -aún hoy se llama así- una calurosa mañana de verano que anunciaba lluvia, hace ya 190 años.

Había nacido en el pueblo riojano de San Antonio el 27 de noviembre de 1788. Casado con Dolores Fernández Cabeza, tenía cinco hijos. Combatió en las guerras de la independencia y haría fortuna explotando minas de plata y cobre en el noroeste. Enrolado en el bando federal, encontró su talón de Aquiles en el general unitario José María Paz, quien lo derrotaría en los combates de La Tablada primero, en 1829 y Oncativo al año siguiente.

José Santos Ortiz, el infortunado secretario de Quiroga. No quería continuar el viaje. Intentó, sin suerte, convencer al riojano

Hombre de fortuna y afecto al juego, vivía en Buenos Aires, donde Juan Manuel de Rosas lo recibió con los brazos abiertos, aunque pronto comenzaron a discrepar: el riojano era partidario de tener una constitución y de llegar a una organización nacional lo antes posible, algo que el Restaurador no tenía en agenda.

Tenía demasiados enemigos. Los principales eran los hermanos Reinafé, amos y señores de Córdoba. Se había afeitado el bigote y, aún con su pelo ruliento, parecía haberlo despojado de esa imagen de hombre bárbaro y salvaje que muchos se habían formado. Sufría de reuma y le dificultaba montar a caballo.

Cuando en 1834 estalló un conflicto entre los gobernadores de Salta, Pablo Latorre y de Tucumán, Alejandro Heredia, le encomendaron viajar al norte para mediar.

Cuadro que recrea el momento en que es atacado el carruaje donde viajaba Quiroga, quien en ese momento se asomaba por la ventana para ver qué era lo que ocurría

Rosas lo acompañó un tramo y en la Hacienda de Figueroa, en San Andrés de Giles, se despidieron. Cuando el riojano ya había partido, Rosas le mandó con un chasqui una carta en donde exponía sus razones de por qué no era la oportunidad de una normalización institucional.

Al llegar a Santiago del Estero, Quiroga se enteró que Latorre había sido asesinado, y que Heredia había quedado el dueño de la situación. Como ya no se necesitaba de su presencia, emprendió el regreso. En esa provincia, descansando en la casa del gobernador Juan Felipe Ibarra, este le advirtió que en el camino atentarían contra su vida.

Quiroga era un blanco fácil, ya que no llevaba escolta militar. Además de su secretario José Santos Ortiz, iban algunos peones, dos correos y dos postillones. Uno de ellos se llamaba José Luis Basualdo, de 12 años, quien era el hijo del maestro de la posta de Ojo de Agua, la parada anterior a la de Sinsacate. Al muchacho lo hicieron subir a la galera para que fuera aprendiendo el oficio.

Su propio enemigo, Domingo Faustino Sarmiento fue el que había hecho andar la leyenda del origen de su apodo. Dicen que en una oportunidad, el riojano fue perseguido por un yaguareté (tigre verdadero en guaraní), debió treparse a un árbol, fue ayudado por unos paisanos y terminó matando al animal. De ahí el “Tigre de los llanos”.

Los implicados en los asesinatos terminaron ejecutados en la Plaza de la Victoria. En el ambiente flotaba la sospecha de que Rosas algo había tenido que ver con la muerte de Quiroga

Cuando la galera y su mínima escolta estaban a pocas leguas de la posta del Ojo del Agua, un joven salió del monte y le hizo señas desesperadas al postillón para que detuviese la alocada carrera de la media docena de caballos que tiraban del carruaje. El propio Quiroga se asomó y le preguntó qué se le ofrecía. El muchacho pidió hablar con José Santos Ortiz, a quien conocía y que a toda costa quería devolverle un favor que le había hecho. Le advirtió que en el lugar que llaman Barranca Yaco había una partida al mando de Santos Pérez y que le harían fuego por ambos lados del camino, con la indicación de matar primero a los postillones. La orden era que nadie debía salir con vida. El muchacho, que llevaba un caballo para Ortiz, le ofreció huir juntos.

El caudillo le dio las gracias, y le dijo que “no ha nacido todavía el hombre que ha de matar a Facundo Quiroga. A un grito mío, esa partida mañana se pondrá a mis órdenes, y me servirá de escolta hasta Córdoba. Vaya usted, amigo, sin cuidado”.

José Vicente Reinafé, gobernador de Córdoba y apuntado como uno de los instigadores

En la posta Ojo de Agua, la mayoría de la comitiva estaba angustiada, más cuando el maestro de la posta confirmó lo que el muchacho les había advertido. El único que no le dio importancia al asunto fue el riojano, quien se fue a dormir luego de tomar una taza de chocolate, tal como acostumbraba.

A la madrugada, Ortiz lo despertó. Le contó los detalles del plan y le advirtió que, si insistía en continuar el viaje, no lo acompañaría. Esto encolerizó a Quiroga y le respondió que si se iba lo que le pasaría sería mucho más peligroso que lo que pudiera suceder en Barranca Yaco. Ortiz, que había sido el primer gobernador de San Luis, se había sumado para ayudar en la mediación que se había truncado.

Ese lunes 16 de febrero de 1835, cerca de las 11 de la mañana, 9 km antes de llegar a la posta de Sinsacate, donde el camino hacía una curva en el espeso monte de espinillos y talas, una partida de 32 hombres al mando de Santos Pérez le cortó el paso a la galera de Quiroga.

-¿Qué es lo que pasa? ¿Quién manda esta partida? -preguntó Quiroga a viva voz, sacando la cabeza por la ventana. Serían sus últimas palabras. Un certero disparo impactó en su ojo izquierdo. Otro le daría en el cuello.

Santos Pérez subió a la galera y atravesó con su espada varias veces al infortunado Ortiz.

El resto de los hombres se dedicó a matar al resto de los acompañantes. Nadie debía quedar con vida. Todos los cuerpos fueron degollados, incluso el de Facundo.

Santos Pérez debió matar a uno de los suyos cuando se negó a degollar al niño Basualdo. Un tal Márquez fue el que asesinaría al infortunado postillón, que a los gritos clamó hasta último momento por su madre.

Como consecuencia de su trabajo, el abogado Marcelo Gamboa fue severamente sancionado por Rosas. (Caras y Caretas)

Luego, se repartieron el contenido del equipaje, llevándose hasta la ropa que traían puesta las víctimas. A los caballos los soltaron y el carruaje, con impactos de bala, lo escondieron en el monte.

Lo que Santos Pérez no percibió fue que desde el monte los estaban observando. Dos correos, José Santos Funes y Agustín Marín que acompañaban a Quiroga, cabalgaban un tanto retrasados. Al escuchar los disparos, se ocultaron y vieron todo. Ellos fueron los que avisaron a la posta de Sinsacate.

En esa tarde lluviosa, el juez de paz local mandó buscar los cuerpos de Quiroga y de Santos Ortiz, y los depositaron en la iglesia, donde esa noche fueron velados. Al día siguiente, el cuerpo del riojano fue llevado a Córdoba y enterrado en la Catedral; y el de su secretario a Mendoza, a pedido de su esposa.

Todas las miradas apuntaron a los hermanos Reinafé -José Vicente, el gobernador de Córdoba; Francisco; José Antonio y Guillermo como los instigadores del crimen.

Días después, Santos Pérez le entregó a Reinafé dos pistolas y un poncho de vicuña, propiedad del ilustre muerto. El propio gobernador, simulando un brindis, había intentado envenenarlo con aguardiente mezclada con cianuro pero logró escapar. Al tiempo, acorralado, sin tener a dónde ir, se entregó.

Luego de que Pedro Nolasco Rodríguez fuera electo gobernador cordobés, la suerte de los hermanos intocables terminó. Salvo Francisco que logró escapar, fueron detenidos junto a la mayoría de los integrantes de la partida que habían actuado en la mortal emboscada.

Rosas envió a Córdoba una partida de caballería para llevar a Buenos Aires a los detenidos y juzgarlos, aún cuando los tribunales porteños no eran competentes, así como los jueces, ya que el crimen se había cometido en otra jurisdicción. Las 1844 fojas de la causa nada dicen de las horas de torturas a los asesinos y las amenazas a su defensor, Marcelo Gamboa, cuando con valentía casi suicida sugirió el nombre de Rosas como uno de los instigadores del crimen.

En Barranca Yaco levantaron nueve cruces en recuerdo de los que allí murieron trágicamente el 16 de febrero de 1835

El 27 de mayo de 1837 se conocieron las sentencias a muerte y el 25 de octubre fueron fusilados los Reinafé junto a Santos Pérez en la Plaza de la Victoria. Los cuerpos de éste último y de José Vicente fueron colgados en la puerta del Cabildo. También se pasó por las armas a la mayoría de los miembros de la partida y otros fueron condenados a prisión.

El pobre Gamboa desató la ira de Rosas. Se lo condenó a no alejarse más de veinte cuadras de la plaza de la Victoria, se le prohibió ejercer de abogado y no podía lucir la divisa punzó. Y que si violase algunos de estos puntos, sería paseado por las calles montado en un burro pintado de celeste, el color característico de los unitarios. Si se le ocurriese dejar el país, sería aprehendido y fusilado. Parientes y amigos lo abandonaron, salvo uno, el padre del general Garmendia. Gamboa falleció en 1861.

Muchas miradas se dirigieron a Rosas, al considerarlo el verdadero ideólogo de la muerte de Quiroga. “…muerte de mala muerte se lo llevó al riojano, y una de las puñaladas lo mentó a Juan Manuel”, escribió Jorge Luis Borges en su poema “El General Quiroga va en coche al muere”.

No sé si será cierto que en las noches sin luna suele aparecer la galera vacía de Quiroga corriendo alocada y desapareciendo en la oscuridad. Los lugareños comentan que, con el viento cálido, se adivinan los lamentos desesperados del postillón de 12 años, que pide por su madre, en medio de ese páramo polvoriento, del monte de talas y espinillo, que todo lo dominaba.


martes, 7 de enero de 2025

Argentina: Los comechingones

Pueblo Originario Comechingones





El Origen del término Comechingón no está precisamente definido. Contamos con versiones; de acuerdo con su etimología procedería de comi “serranía” o “sierra”;chin, “pueblo”; y el sufijo gon, plural de la palabra pueblo: “pueblos de las serranías”.
Esta misma versión tiene una variante, la traducción de gon sería “abundancia”, por lo que el nombre resultante es: “valle serrano de muchos pueblos”.
Otra teoría dice que el término Comechingón se traduce: “los que viven en las cuevas” y habría surgido al ser bautizados de este modo por su tribu vecina, los Sanavirones, que hacían referencia al hecho de que con frecuencia los comechingones moraban en cuevas.
Ocupaban la región de Córdoba y nordeste de San Luis.
 Los sanavirones llamaron comechingones a sus vecinos del sur, es decir, a los indígenas que habitaban en cuevas desde la zona de Cruz de Eje hasta la de Achiras en el sur, en la provincia de Córdoba; en San Luis ocupaban el área de Conlara.
Los comechingones son descriptos así: altos, morenos, barbados. Caracteres que distinguen a los huárpidos; las mediciones de esqueletos hallados dan una media de 1,65m y 1,68m; su cabeza era más o menos alargada y siendo deformada en la forma tubular erecta típica de los diaguitas.


Origen

La antigüedad de los comechingones en las sierras cordobesas parece muy remota; 1a gruta de Candonga fue habitada desde los primeros tiempos de la era presente; pero son anteriores todavía los aborígenes de los yacimientos de Ongamira y Observatorio, pues todavía no conocían la alfarería y predominaba en ellos el instrumental lítico y de hueso. Alberw Rex González estudió el horizonte precerámico de las sierras cordobesas, el yacimiento de Ayampitin en Pampa de Olaen, el abrigó de Ongamira, la gruta de lntihuasi, en San Luis. Los restos arqueológicos hallados tendrían una antigüedad de cinco milenios, según O. Menghin. Elementos de la época paleolítica como las puntas de lanza o jabalina, de piedra y en forma de hoja de laurel, hallados en varios lugares, perduraron hasta la llegada de los españoles; probablemente aquellas "medias picas" de que hablan los documentos de la época de la conquista fuesen esas antiguas lanzas o jabalinas.


Cultura

A las primeras etapas de la cultura se habrían agregado elementos andinos, que aportaron el cultivo de la tierra, el sedentarismo, la cría de llamas, el hilado y el tejido, el vestido de lana, la cerámica negruzca y grabada y el uso de objetos de metal, aunque no aun metalurgia propia.
En la cultura y el hábitat de los comechingones se advierten también elementos de origen amazónico, probablemente transmitidos por los vecinos del norte y del noroeste, los sanavirones. Tendría esa ascendencia sobre todo el modelado de la cerámica dentro de cestos, en el sector septentrional o henia, de asa ancha y maciza, que Serrano llamó aletón. Quizás se podrían añadir algunos fragmentos de cerámica fina y pintada; y las hachas de piedra pulimentada, del Neolítico.-
Los comechingones de la época histórica fueron la resultante de esas distintas influencias, las incaicas no llegaron hasta ellos y las amazónicos son muy débiles; y eso distingue a estos pueblos de los otros del noroeste. Aparido puede hablar de una "verdadera ínsula etnográfica dentro de la cual se han conservado los elementos de una cultura primordial que, en cierta época, habría sido común a buena parte del noroeste argentino.
Del nivel cultural de los indígenas de las sierras de Córdoba ofrecen excelentes testimonios las pinturas rupestres, abundantes en tres grandes zonas, la sierra de Comechingones, hacia el sudoeste, colindando con la provincia de San Luis; las sierras de Guasapampa y de Cuniputo, esta última una ramificación de la Sierra Chica, hacia el noroeste, cerca de la provincia de La Rioja, y hacia el norte, las Sierras del Norte, con ramificaciones hacia Santiago del Estero.



jueves, 31 de octubre de 2024

Pueblos originarios: Las casas enterradas de los Sanavirones/Comechingones

Las Casas Subterráneas de los Sanavirones/Comechingones






Para protegerse de los inviernos y refrescar los calurosos veranos los Sanavirones construyeron sus "casas bajo tierra", manteniendo así protegidas a sus familias del sol, la lluvia y de los fuertes vientos del Sur que soplaban en el amplio territorio donde asentaban sus pequeños pueblos (Sur de la Provincia de Santiago del Estero y Norte de la actual Provincia de Córdoba en Argentina).
Según relatan la Crónicas Españolas estás "casa pozo" eran un hogar para varios núcleos familiares, vivían allí abuelos, tíos y sobrinos, alrededor de 15 a 20 personas: "A veces las paredes se compactaron con arcilla más fina, dando como resultado una capa de revestimiento". "Se podía ingresar a ellas al menos con 5 hombres montados en sus caballos".
Las casas semi enterradas de los Sanavirones aunque los Comechingones era en realidad un apodo de los Sanavirones. Quiere decir en su idioma vizcachas, porque vivían en esas cuevas hechas debajo de las piedras. Guardaban mucho similitud con las viviendas del pueblo originario Kaingang, del Sur de Brasil.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Argentina aborigen: El sol rojo de los comechingones

El Sol Rojo de los Comechingones

Revisionistas






Sol Rojo de los Comechingones

“La provincia de los comechingones” ….. así llamaron los españoles a casi toda la jurisdicción de Córdoba. Encontramos en los archivos municipales, que esta provincia ubica a los comechingones en las sierras a uno y otro lado, desde más o menos Cruz del Eje hasta el Arroyo de La Punilla.

La Primera Expedición que entra a Córdoba en el año 1528, lo hace al mando del navegante Gaboto, por el Este y llega a estas zonas serranas atraído por un Cerro de Plata y una ciudad llamada Paititi que se halla cerca de Yúngulo, donde se encuentra la famosa Ciudad de los Césares, cuyos pobladores son llamados los Señores, pues se sientan en sillas de oro y toda la vajilla es de ese metal precioso. Gaboto siente hablar en el Perú de los famosos y verídicos Comechingones, cuyas virtudes de hombres amantes de la verdad, han llegado hasta esos lugares del Incario.

Tienen la ciudad de Yúngulo, les comentan a los europeos en el Perú y lo que dicen los Comechingones es cierto, porque son hombres formales y de cumplimiento. Gaboto entra por el Este a la provincia de Córdoba y la camina en sus partes principales, pero no puede llegar hasta esos tesoros que la leyenda o la fábula, habían creado. Luego otro “conquistador” llamado Mendoza, entra por el norte en 1545 sin fundar ninguna población y en 1550, también lo hace Francisco de Villagra, quien no deja ninguna señal de su paso por tierras de los Barbados Serranos de Viarava y Charava. A principios de 1573, un “conquistador”, llamado Mejía Miraval, entra a Córdoba, precediendo a Jerónimo Luis de Cabrera que en los primeros días de Julio de 1573, funda la ciudad de Córdoba y muere de “garrote vil” en su cama, a principios del año 1575.

Las formas culturales de los Comechingones eran variadas y auténticas. Tenían su máxima expresión en el arte rupestre de Cerro Colorado, en las pinturas de Inti Huasi y en las pictografías y petroglifos que se encontraban en distintos lugares de las sierras cordobesas.

Para desgracia de la cultura argentina, gran porcentaje de estas expresiones se han perdido o desmejorado por encontrarse sin ninguna clase de protección de las inclemencias del tiempo, otras han sido arrancadas por manos impías con el empleo de cortafierros y martillos y llevadas a lugares desconocidos o han quedado también expuestas a la veleidades y al desprecio de los lugareños y de un turismo que en su mayoría no entiende la trascendencia de sus expresiones culturales y pone leyendas y símbolos sectarios con tiza o aerosoles imborrables.

Con las cavernas y alerones, sucede lo mismo, pues en algunas de ellas se han levantado remedos de grutas religiosas europeas, llegando en algunos casos a pintarlas con exóticos e inconcebibles colores que se refieren a determinados equipos de fútbol, en un total descreimiento de incultura y violencia populachera, tan arraigada en ciertos sectores de la sociedad argentina.

La propiedad privada que se ejerce sobre estos bienes incalculables de la cultura del hombre, ha hecho posible con el transcurso de los años, la desaparición o destrucción de Estanques Sagrados, donde en épocas pretéritas se bañaban las Ñustas, Vírgenes y Doncellas de las antiguas religiones, los Templos del Sol convertidos en resguardo de
ganado y de murciélagos, las casas de Piedra, los Menhires que fueron destruidos como el de Calabalumba al pie del Uritorco o trasladados a una plaza para propaganda turística, con lo cual perdieron sus mágicos atributos, las Pircas que delineaban provincias, aldeas o propiedades, los Pucaraes o antiguas fortalezas de piedra, las manifestaciones de arte rupestre milenario y todos los objetos históricos/ culturales de mediana o pequeña construcción que los hombres de la antigüedad nos dejaran, como
un testimonio silencioso de su belleza espiritual y moral, a través de su arte lítico, de la cerámica de sus guardas y dibujos, de sus trabajos en cobre, plata y oro, de los restos paleontológicos, llevados en camiones al extranjero, como los dinosaurios de Ischigualasto y toda la herencia cultural que nos dejaron grabada y pintada en la roca de sus cavernas y en sus Templos Solares Metafísicos.

El patrimonio espiritual de las antiguas civilizaciones debe permanecer sin duda alguna, a la propiedad directa del Ser Nacional de los Argentinos, por cuanto esas obras se encuentran en sus límites territoriales y su custodia, protección y conocimiento, es un derecho y una obligación irrenunciable que debe ejercer por sí misma la Nación Argentina.

El Sol Rojo del Templo del Sol

Estando de vacaciones, el escritor Leopoldo Lugones (2), el 26 de marzo de 1903 dio a conocer el hallazgo de las pinturas rupestres de Inti Huasi (Departamento de Tulumba), en un artículo publicado en el diario La Nación de Buenos Aires.

En la caverna de Inti Huasi, se podía mirar hasta el año 1926, esculpido en la pared de esa roca, al Sol Rojo de los Comechingones, una de las joyas de la arqueología de Armórica (1). Frente a ese Sol terracota, también se apreciaba el cielo que de noche podían ver dichos indígenas. Formaba parte, junto a otras pinturas ancestrales, del llamado “Templo del Sol”, sitio sagrado para los originarios. Ese mismo año, arribó a la zona el arqueólogo escocés Gordon Gardner, de la Universidad de Oxford con el pretexto de estudiar las pictografías, frecuentando estos lugares hasta 1926. Antes de su regreso a Inglaterra, donde publicó un trabajo sobre las mismas (3), arrancó con un martillo neumático el Sol Rojo. Ardua tarea dado que tiene un metro con sesenta centímetros de diámetro y pesa tres mil setecientos kilos,

Una vez fuera de la cueva, fue llevado desde Tulumba con el ferrocarril, en aquel tiempo Central Argentino y de allí a la estación Retiro. Luego fue cargado en una carreta tirada por 2 caballos de pelo tordillo, pasando por detrás de la Casa de Gobierno y fue cargado en un buque con destino a Inglaterra.

El Sol Comechingón estuvo expuesto en el British Museum hasta 1982, Actualmente dicha pieza arqueológica no se halla más en ese repositorio, pues en la guerra de Malvinas la habían sacado, junto con otros testimonios de los Dioses Solares Armoricanos, se desconoce si está en el Makind Museum de Londres o en los Archivos Secretos del Vaticano (4). Su paradero hasta ahora es todo un misterio.

El Sol Rojo es una obra de arte magnífica, mal llamada Sol Incaico, dado que es muy anterior al Imperio Inca y, que perteneció a la cultura troyana que fundó el Primer Imperio de Tiwanaku (en la actual Bolivia). Algunos suponen que su origen pertenece al período Incaico posiblemente tallado por la cultura Ayampitín. Esta cultura debió sobrevivir hasta el 500 o 1000 a.C., aunque no existe certeza al respecto.

Es lamentable que las autoridades argentinas nunca hayan hecho un reclamo para su devolución. Parece que su prioridad es regalar terrenos a pueblos “no originarios” y devolver piezas arqueológicas foráneas a sus países de procedencia. Nadie se preocupa por cuidar y recuperar lo que es verdaderamente nuestro. México y Perú han logrado recuperar exitosamente miles de objetos, en su mayoría de la época prehispánica. Los pueblos víctimas de este saqueo no han sido desposeídos de objetos de arte irreemplazables, han sido desposeídos de una memoria que les hubiera ayudado a conocerse mejor a sí mismos,

Referencias


(1) Leopoldo Antonio Lugones nació en Villa de María del Río Seco, Córdoba (cerca de Río Colorado en las proximidades del límite con Santiago del Estero) el 13 de junio de 1874 en el seno de una familia de clase aristocrática. Pasó su infancia en diversos pueblos del interior de la provincia de Córdoba, hasta que se mudó a la capital, Se quitó la vida en San Fernando, Pcia. de Buenos Aires, el 18 de febrero de 1938.
(2) El profesor cordobés Guillermo Alfredo Terrera escribió un gran número de obras sobre la historia esotérica del continente al que él llamaba “armoricano”.
(3) “Las rocas pintadas del noroeste de Córdoba“, Oxford, Clarendon Press (1931).
(4) Los Museos Vaticanos custodian cerca de 80.000 piezas de culturas de todo el planeta, por supuesto también de la América precolombina.

Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal revisionistas.com.ar
Terrera, Guillermo Alfredo y Moreno de Terrera, Edith – Los Comechingones – Sol Rojo Editora, Córdoba (2004).
Turone, Oscar A. – El Sol Rojo de los Comechingones – Buenos Aires (2023)

sábado, 25 de diciembre de 2021

Guerra Antisubversiva: Los túneles del ERP en Córdoba

Los túneles de la guerrilla



Operación rescate. Un túnel debía llegar hasta la cárcel de barrio San Martín. (Martín Baez)




En 1975, el ERP cavó un túnel para liberar a presos políticos de la cárcel de barrio San Martín. Por rumores de otros túneles, se destruyó patrimonio subterráneo.
Redacción LAVOZ


"Sabíamos que se venía el golpe, y la vida iba a ser muy difícil para los compañeros detenidos –dice Carlos "Palo" Ortiz, exmiembro del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)–. Teníamos que liberarlos antes".

Por eso el ERP ideó un operativo de rescate inspirado en la increíble fuga de los tupamaros en Punta Carretas (1971, Uruguay), donde 111 militantes fueron liberados sin dispararse ni un solo tiro. Utilizarían el mismo método que los tupamaros: excavarían un gran túnel hasta abrir un boquete en el suelo de la Penitenciaría de barrio San Martín.

"El ERP estaba conformado en su mayoría por obreros, y por eso muchos compañeros manejaban técnicas de construcción bajo tierra", explica Ortiz.

En febrero del '75 comenzó el Operativo Córdoba. La estudiante Patricia Colombetti (19 años, compañera sentimental de "Palo" en aquel momento) alquiló una vivienda cerca de la cárcel. Ella era la cara visible en el barrio. En el interior, cuadrillas de militantes fueron cavando, sin descanso, un túnel que bajaba seis metros y luego avanzaba otros 35, hasta desembocar en un gran desagüe pluvial en el que, por debajo de la calle Tambo Nuevo, se podía recorrer una cuadra y llegar a la vereda misma de la Penitenciaría.



Sólo faltaba terminar el último tramo: un nuevo túnel que uniera la cañería con el Pabellón 6, donde unos 50 presos políticos estaban detenidos.

"En ese momento yo estaba militando en Santa Fe, pero sé que incluso un tupamaro fue a Córdoba para ayudar con la construcción de ese túnel", agrega Ortiz.

Lo hicieron a pico y pala, valiéndose de carretillas y zorras para retirar la tierra sobrante. Estaban cerca de lograrlo. Pero en la mañana del 21 de abril de 1975, unos 260 uniformados tendieron un cerco en barrio San Martín. Tenían el dato y comenzaron a requisar casa por casa, hasta que llegaron a Tomás Guido 1429.

Al verse rodeados, los ocupantes de la casa huyeron por el túnel y salieron en una boca de tormenta en Martín García al 1400, donde militares armados los recibieron a balazos. Cinco militantes del ERP fueron abatidos; entre ellos estaba Patricia, la compañera de "Palo" Ortiz.

Cuando los militares encontraron la obra de ingeniería subterránea que el ERP había realizado aprovechando la tubería de desagüe preexistente, sospecharon que podrían repetir las maniobras para liberar a presos políticos detenidos en las celdas del Cabildo, por entonces sede de la Jefatura de Policía. Y como conocían las historias sobre los túneles jesuíticos, comenzó entonces lo que el arqueólogo Alfonso Uribe califica como "una de las mayores destrucciones del patrimonio subterráneo" de Córdoba.

"Los militares sabían que un túnel hidráulico llegaba hasta el Cabildo, y por eso obligaron a las órdenes religiosas y a particulares a cerrar esos espacios subterráneos. Muchas veces lo hicieron ellos mismos: partiéndolos, agregándoles cemento o tapiando, directamente", explica Uribe.

En agosto de 1975, tras recibir denuncias que afirmaban que de noche, cuando mermaba el tránsito del Centro, podían escucharse golpes subterráneos frente al convento de Santa Catalina (sobre Obispo Trejo al lado del bar El Ruedo, a una cuadra del Cabildo). Gendarmes "cavaron una zanja de varios metros frente al convento, y luego vertieron cemento", según recuerda un testigo ocasional, el doctor Antuco Grasso, por entonces médico de las monjas de esa orden.

miércoles, 26 de junio de 2019

Guerra contra la Subversión: La imprenta del ERP en Córdoba

Dos sótanos ocultos y una entrada secreta: la increíble historia de la mayor imprenta clandestina de la guerrilla argentina 

Fue construida en 1973, en una casa del Barrio Observatorio de Córdoba, y funcionó en dos subsuelos de paredes insonorizadas. La dictadura la convirtió en centro de torturas y luego se la “cedió” a un funcionario judicial. Este año, la Justicia la devolvió a los herederos de sus legítimos dueños y estos descubrieron que la estructura de la vieja imprenta está intacta. Ahora será un Centro de la Memoria


Por Eduardo Anguita - asesino terrorista condenado por la Justicia
Por Daniel Cecchini
Infobae

  La vivienda de la calle Achával Rodríguez (hoy Fructuoso Rivera) 1035/1039 del Barrio Observatorio de Córdoba donde se ocultaba la imprenta guerrillera

-¡Carajo, acá no hay nada! – gritó, frustrado, el coronel Carlos Carpani Costa después de recorrer toda la casa.

La rabia del militar a cargo del grupo de tareas del Ejército estaba justificada. Había desplegado un operativo desmesurado y entró pateando la puerta de la vivienda de la calle Achával Rodríguez (hoy Fructuoso Rivera) 1035/1039 del Barrio Observatorio de Córdoba.

Le habían dado un dato preciso: que allí funcionaba una sofisticada imprenta clandestina del PRT-ERP, de donde salían semanalmente decenas de miles de ejemplares de El Combatiente y Estrella Roja, los medios de prensa de esa organización guerrillera. También le habían dicho que podía encontrar una fuerte resistencia por parte de los habitantes de la casa.

Pero el coronel no encontró nada ni a nadie. No hubo guerrilleros, ni resistencia, ni revistas, ni imprenta.

Corría el 12 de julio de 1976, Carpani Costa recorría una y otra vez todas las habitaciones de la casa sin encontrar nada. Horas más tarde, después de dejar montada una "ratonera" por si aparecía alguien, se fue de allí masticando impotencia.
  En la casa se habían construido dos subsuelos, a 4 y 10 metros de profundidad, a los que se accedía por un montacargas oculto y una escalera secreta

Sin embargo, 10 días después, los militares descubrieron que el dato era preciso. Todo ese tiempo les llevó encontrar una entrada secreta en la cocina, disimulada detrás de un bajo mesada que llevaba a los dos niveles de subsuelo donde había funcionado la imprenta clandestina más grande y sofisticada de la Argentina.

Fue entonces cuando, de regreso en la casa, al coronel se le escapó una puteada nacida del asombro:

-¡Miren lo que tenían acá estos hijos de puta!

El julio trágico del PRT-ERP

Junio y julio de 1976 fueron dos meses negros para el PRT-ERP, la organización revolucionaria liderada por el asesino terrorista Mario Roberto Santucho.

En pocos días, las fuerzas represivas de la dictadura prácticamente desmantelaron su aparato de prensa en una serie de allanamientos conectados entre sí.

El 22 de junio, un grupo de tareas del Ejército irrumpió en la casa de Ciudadela 353, en Moreno, provincia de Buenos Aires, donde secuestró a María Cristina Cournu -hermana del músico Víctor Heredia–, embarazada de cuatro meses, y a su pareja, Claudio Nicolás Grandi. Era una de las casas claves del aparato de prensa del PRT.
  La revista Estrella Roja

El 9 de julio, otro grupo de tareas secuestró la localidad bonaerense de Caseros a Juan Carlos García Del Val, junto a su hijo Eduardo, de 15 años. Del Val era uno de los responsables de la estructura de propaganda encargada de emitir los comunicados del PRT-ERP y de editar El Combatiente y Estrella Roja.

Un día después, el Ejército tomó por asalto otra casa en territorio bonaerense del aparato de prensa en Ecuador 160, en San Andrés, donde asesinó cuando ya se había rendido a Jorge Emilio Arancibia. Ademas, secuestró a otro integrante del PRT que no pudo ser identificado.

El 19 de julio, a la una y media de la tarde, un grupo del Ejército al mando del capitán de Inteligencia del Ejército Juan Carlos Leonetti, entró a balazos al departamento "B" del cuarto piso del edificio de Venezuela 3149, en Villa Martelli.

El Combatiente, órgano de las organizaciones terroristas

En el departamento había dos hombres, dos mujeres –una de ellas con seis meses de embarazo – y un niño de dos años. Después del tiroteo quedaron tres hombres en el piso: el capitán Leonetti y dos de los habitantes del departamento. Mario Roberto Santucho y Benito Urteaga, los dos dirigentes más importantes del PRT-ERP. Horas antes había caído otro integrante del buró político de la organización, Domingo Mena.

En pocas horas, el PRT-ERP había quedado prácticamente descabezado.

Tes días después de la caída de Santucho, los militares que ocupaban la casa del Barrio Observatorio de Córdoba seguían esperando que llegara alguien. Hasta que a uno de ellos se le ocurrió revisar el bajo mesada de la cocina y encontró la entrada secreta a la imprenta que le arrancó la puteada de asombro al coronel Carpani Costa.

Una joya de ingeniería clandestina

Pronto, Carpani Costa descubriría que esa no era la única entrada, sino que había otra más. Y las descubrieron casi por casualidad.

Uno de los accesos era el que estaba disimulado en el bajo mesada, cuyo piso era en realidad un montacargas que, accionado por un dispositivo oculto en una llave de luz, descendía hacia la imprenta. El otro era una escalera estrecha, oculta por las baldosas de la cocina, que comunicaba la cocina con los dos subsuelos de paredes insonorizadas.
  Un montacargas escondido debajo de la mesada de la cocina y una escalera oculta, llevaban a los dos subsuelos

El primer subsuelo, a cuatro metros de profundidad, servía de depósito para la tinta y el papel utilizados para imprimir El Combatiente y Estrella Roja. El segundo, a diez metros de profundidad, tenia cinco metros de ancho por veinte de largo, donde se distribuían un pequeño baño, una habitación que servía de laboratorio fotográfico, y dos impresoras Cabrenta, otras dos Rotaprint, una guillotina Krausse y mesas para diseño y fotocomposición. Un sofisticado sistema permitía la ventilación continua de los dos subsuelos.
  El asesino Mario Roberto Santucho

Allí se imprimían mensualmente alrededor de 70.000 ejemplares de El Combatiente y Estrella Roja que se distribuían en Córdoba y en todo el norte del país.

La imprenta había sido construida en secreto durante más de un año, entre 1973 y principios de 1974. Llevaba funcionando dos años y medio sin llamar la atención de nadie.

Crónica de una construcción secreta

La vivienda del Barrio Observatorio había sido comprada por una familia, en apariencia como cualquier otra, formada por Victoria Abdonur; su marido, Héctor Eliseo Martínez y sus tres hijos pequeños.

La Gorda, como le decían a Victoria, era ama de casa, y el Negro, como conocían a Víctor, había sido obrero de Fiat y trabajaba como herrero y cerrajero en un taller que había montado en el fondo de la casa. El Negro también hacía changas a domicilio utilizando una camioneta Ford F-100 con caja cerrada: ese vehículo resultó clave para la logística de la construcción de la imprenta.
  Las pintadas que hoy perduran en los sótanos

El diseño estuvo a cargo de un grupo de militantes de la organización guerrillera uruguaya Tupamaros, con gran experiencia en ese tipo de construcciones clandestinas, además de ingenieros, arquitectos y albañiles que integraban el PRT-ERP.

Durante más de un año, los encargados de la obra llegaban todos los lunes, "tabicados" para que no supieran la ubicación de la vivienda, a bordo de la caja de la F-100 del Negro, y trabajaban hasta el sábado siguiente, cuando Héctor volvía a sacarlos de la misma manera en que habían entrado.

Dormían y comían en la casa. Para cocinar sin despertar sospechas de que en la vivienda había "habitantes de más", la Negra hacía las compras en otro barrio, de modo que la cantidad de alimentos no despertara sospechas.

El resto del día lo pasaba en sus quehaceres y mostraba naturalidad al barrer y manguerear la vereda, una manera de controlar con sutileza si había movimientos sospechosos alrededor de la casa. Víctor, por su parte, estaba en el taller o hacía los trabajos a domicilio.

  La obra de ingeniería fue extraordinaria

La primera etapa de la construcción fue la más delicada: excavaron un inmenso pozo donde se montarían el depósito y la imprenta. El Negro sacaba la tierra de noche, en la caja de la camioneta, en bolsas que con otro compañero tiraban al río. Del mismo modo entraban los materiales requeridos para la construcción. Poco a poco, levantaron paredes y fijaron techos, realizaron los trabajos de ventilación e insonorización. Finalmente entraron las máquinas.

Para principios de 1974, después de un año de trabajos de hormiga, la mayor imprenta clandestina de la guerrilla argentina estaba en funcionamiento.

Obreros gráficos a tiempo completo

El manejo de la imprenta requirió la participación de nuevos militantes. Por eso, en los primeros tiempos, el Gringo Franco, un obrero gráfico de mucha experiencia que participaba del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), capacitó Miguel Barberis y Matilde Sánchez, una pareja de militantes del PRT que luego de un tiempo quedó a cargo de la producción de la imprenta.
 
El Negro, que vivía en la casa, era quien se encargaba con su camioneta de entrar papel y tinta para abastecer la imprenta, así como de sacar volantes, libros y revistas

Además de las habituales ediciones de Estrella Roja y El Combatiente, de allí también salían volantes de propaganda y libros que editaba el PRT. El Negro, con su camioneta, se encargaba de entrar papel y tinta para abastecer la imprenta, así como de sacar volantes, libros y revistas.

Durante más de dos años trabajaron sin sobresaltos en una Argentina donde las fuerzas de seguridad, armadas y de inteligencia buscaban literalmente bajo la tierra la propaganda clandestina. Sin embargo, siempre sabían que el día podía llegar.

  Durante dos años trabajaron sin sobresaltos en la imprenta clandestina. El 10 de julio de 1976 los alertaron: la casa podía caer

El 10 de julio de 1976, los habitantes de la casa recibieron una llamada que, en clave, les advirtió que la imprenta podía caer. Los cuatro militantes que vivían allí no perdieron un segundo. Sabían que sus vidas estaban en riesgo y pese a ello se jugaron para sacar la maquinaria antes de abandonar la vivienda.

Apenas 48 horas después, el coronel Carpani Costa irrumpió en la casa. Pero ya no había nadie. Victoria Abdonur y el Negro Héctor Martínez se refugiaron en Buenos Aires con sus hijos. Miguel Barberis y Matilde Sánchez partieron hacia otro sitio seguro. Sin embargo, un año después, todos fueron secuestrados en diferentes operativos y 42 años después, los cuatro siguen desaparecidos.

Centro Clandestino de Detención y casa tomada

La dictadura aprovechó la casa vacía y muy pronto los dos subsuelos donde había funcionado la imprenta fueron convertidos en un centro de secuestro y tortura de detenidos-desaparecidos a cargo de la Brigada Aerotransportada IV, dependiente del Tercer Cuerpo de Ejército, bajo las órdenes de Luciano Benjamín Menéndez.

La dictadura aprovechó que la casa quedó vacía y usó la imprenta como centro clandestino de detención y torturas

El Centro Clandestino de Detención funcionó durante un año y luego la casa quedó deshabitada hasta que, en 1979, el juez Federal Martín Puga -años más tarde procesado por complicidad con la dictadura – se la "prestó" a Héctor Varela, un empleado judicial cómplice de su accionar. Para darle apariencia legal a la cesión, el juez firmó un certificado que nombraba a la mujer de Varela, Ofelia Cejas, como depositaria judicial.

La historia parecía cerrada, con la casa apropiada y la historia de la mayor imprenta del PRT-ERP condenada al olvido. Pero la memoria pudo más: el 8 de noviembre de 2005, Walter -el hijo mayor de los tres que tuvieron Victoria Abdonur y Héctor Martínez- inició el reclamo judicial para recuperar la casa que estaba a nombre de sus padres, patrocinado por los abogados Carlos Orzaocoa y Pedro Salvadeo.

La causa se empantanó cuando los ocupantes sacaron a relucir una escritura con fecha 1° de abril de 1976, firmada por una escribana, que supuestamente habían firmado los padres de Walter y por la cual vendían la vivienda a Juan Ercilia Bianchi de Jaroszwok, una mujer que nunca residió allí.


En marzo de 2019, casi 43 después de la caída de la imprenta, los hijos de Victoria Abdonur y Héctor Martínez lograron la recuperación de la casa

Los apropiadores de la casa -Héctor Varela y su mujer- aseguraron en su declaración judicial que cuando se firmó la escritura, la casa ya se encontraba en su "posesión material", algo imposible debido a que por entonces allí vivían Abdonur y Martínez, y todavía funcionaba a pleno la imprenta del PRT-ERP que operaban Barberis y Sánchez.

La falsificación quedó finalmente al descubierto cuando se supo que la supuesta compradora, Ercilia Bianchi, jamás pudo haber firmado una escritura en abril de 1976. La cronología no daba: la señora había muerto en agosto de 1973.

Centro Cultural por la Memoria de los zurdos

En marzo de 2019, casi 43 después de la caída de la imprenta, los hijos de Victoria Abdonur y Héctor Martínez lograron la recuperación de la casa.

No sólo recuperaron el lugar donde habían crecido y que les había sido arrebatado a sus padres y sus compañeros de militancia por la última dictadura sino que se llevaron una sorpresa que los dejó atónitos: los dos subsuelos seguían igual que en 1976, incluso con viejas pintadas en las paredes, como si la imprenta clandestina del PRT-ERP nunca hubiera dejado de existir.

Ahora, ya recuperada, la casa del Barrio Observatorio iniciará un nuevo capítulo de su historia al abrir sus puertas al público como Centro Cultural por la Memoria.

viernes, 8 de julio de 2016

Argentina: Un hotel, nazismo y fantasmas en Córdoba

El Edén cordobés, entre historias de nazis y leyendas de fantasmas
El hotel construido a fines del siglo XIX fue símbolo del turismo aristocrático; también se lo conoce por sus lazos con Hitler y por sus fantasmas
Gabriela Origlia | LA NACION 




LA FALDA, Córdoba. La construcción, de casi 120 años, sigue siendo imponente. Su historia se mezcla con la leyenda y le dan categoría de mito. En su libro de visitantes figuran desde Albert Einstein hasta Juan Domingo Perón, incluyendo a Julio Argentino Roca, Carlos Pellegrini, Agustín P. Justo, Ernesto "Che" Guevara y Rubén Darío. El hotel Edén atrae a turistas, curiosos y documentalistas; todos se van satisfechos.


En 1897 tres socios -dueños de un hotel en pleno centro de Córdoba- deciden invertir en las sierras del valle de Punilla, cerca de donde pasaba el ferrocarril. La Falda no existía como pueblo, era una estancia en la que el censo '90 había registrado a Prudencia Carrizo y un hombre de apellido San Martín como sus cuidadores.

Los alemanes Roberto Bahlcke y María Kreautner, y el suizo Juan Kurth, invirtieron en "asegurar la salud de los más ricos" del país. Eran años en que la tuberculosis hacía estragos y el pánico social empujaba -a quienes podían- al aire puro de las sierras. Diferentes estudios indicaban que el clima de los lugares altos y secos ayudaba a frenar la enfermedad y a prevenirla.


La historia la cuenta, con pasión y en detalle, Juan Pablo De Toni, guía del Edén desde 2004. Concebido como un spa de lujo de la época, el edificio original incluyó 92 habitaciones para huéspedes y ocho para los empleados, cancha de tenis, pileta, espacio para el tiro al blanco y la cacería de zorros y jardines iluminados.

Su estilo ítalo-francés -que con el tiempo y las remodelaciones terminó siendo ecléctico- albergó todos los avances tecnológicos europeos, como grupos electrógenos propios, máquina para la fabricación de hielo y helados, timbres en las habitaciones, teléfonos para la comunicación interna y una red de cañerías que proporcionaba "agua de montaña no contaminada" a todas las habitaciones.

"Los Anchorena, Martínez de Hoz, Blaquier y Montes de Oca son algunos de los que inauguran el libro de huéspedes -describe De Toni-. Hacían un viaje largo en tren con trasbordos y eso terminó afectando al hotel". En 1905 Kreauner se hacer cargo sola del establecimiento y da un giro a la explotación.

Comienza a publicitarlo y en esos años se abre un nuevo ramal de tren que permite llegar al hotel sin pasar por Santa María de Punilla, donde había un hospital para tuberculosos. "La psicosis de la época era tal que la gente prefería no hacer ese camino", describe De Toni.


Amigos de Hitler

En 1912 el hotel pasa a manos de los hermanos alemanes Eichhorn, uno empleado de un banco y el otro, importador de puntillas. Pagan 450 mil pesos de la época (20 mil en efectivo y el resto en documentos que recién terminarán de cancelarse una década después). Ellos siguen con el incipiente loteo que comenzó Kreauner y que dará origen a La Falda.

Con ellos surge el lazo que unirá al Edén con el nazismo. En 1920 viajan a Alemania, y en Munich uno conoce a Adolf Hitler. Se hacen amigos y mantienen el vínculo para siempre. Por ejemplo, en 1932 organizan una colecta en La Falda y le mandan el dinero para el avión que Hitler usará en su campaña para convertirse en canciller.

"Hacían lo mismo que el embajador -grafica De Toni-. Trabajaban en el pueblo como si fuera una pequeña comarca alemana, a punto tal que quisieron hacer su propio municipio. Había una parte de los vecinos que no quería depender de ellos y otra que no quería juntarse con los no alemanes. La cuestión terminó en la justicia".

La época de oro del Edén se extendió hasta 1944. El 16 de abril de 1945 el Estado argentino incauta el hotel que figuraba en la lista de empresas alemanas consideradas "propiedades enemigas". Luego llegó al lugar todo el cuerpo diplomático japonés, 50 personas para ocupar 250 plazas, las que fueron pagadas en su totalidad por el gobierno. Así, durante 11 meses, el Edén tuvo su mejor temporada mientras no podía trabajar. En el '47 los dueños lo recuperan y lo venden.

De Toni repasa el cambio de contexto: caída del nazismo, aparición de antibióticos para tratar la tuberculosis, construcción de diques que cambiaron el clima de Punilla y vacaciones sociales en colonias de vacaciones. En esos tiempos se hicieron cargo "las tres K": una era la del apellido de Kartelovich, amigo de Juan Duarte, y de quien -ya entonces- se decía que era testaferro.

La del '65 es la última temporada del hotel; cinco años después lo preparan para abrir como casino. El apoderado era Armando Balbín, hermano de Ricardo. Una pelea con el entonces ministro Francisco Manrique abortó el plan.

Ahí empezó la decadencia; dos décadas cerrado, saqueos y destrucción.

Fantasmas deambulando

No importa que De Toni advierta que toda construcción vieja cruje. Hay quienes aseguran haber vistos deambulando fantasmas en el Edén. Uno es el de una nena que anda por la planta alta; dicen que murió de tuberculosis en los '20. Era hija del médico del entonces presidente Julio Roca.

También están los que juran que el espectro de Kreauner anda por allí; desoyen el dato de que la mujer murió en Alemania pobre y sola a los 98 años. Su historia de clase media-alta, casada con un ingeniero constructor, se truncó cuando un puente que levantaba el hombre se desmoronó; dejaron Alemania y anduvieron mucho por la Argentina antes de establecerse. Ella regresó definitivamente a su país en el '27 y no volvió.

Dicen que el alma en pena de un niño habita en una casa exterior a la principal, donde se reunían los trabajadores. Tenía un año y medio y murió de hipotermia, y hay vecinos que todavía creen que no abandonó el lugar.

Periódicamente hay documentalistas que llegan a investigar si en el Eden hay oro nazi oculto. "Todo lo relacionado a Hitler fue tabú hasta el '95, cuando un video muestra documentos y cuenta la historia", agrega De Toni.

Hoy el hotel está concesionado. Hay visitas diurnas diarias y nocturnas los fines de semana. Una posada ofrece alojamiento y salones para fiestas, exposiciones, obras de teatro y espectáculos.