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domingo, 15 de junio de 2025

Conquista del desierto: La colaboración del ejército chileno con las tribus araucanas en la Patagonia

 

Combates de Pulmarí (1883): Mapuches y posible colaboración chilena



Por Esteban McLaren

Contexto histórico y desarrollo de los combates

En el verano de 1883 se produjeron dos enfrentamientos conocidos como los combates de Pulmarí, en el territorio de la actual provincia de Neuquén. Estos choques ocurrieron durante la fase final de la Campaña del Desierto argentina (1878-1885), cuando las tropas del coronel Conrado Villegas avanzaban sobre grupos mapuches resistentes. Al mismo tiempo, del lado chileno, culminaba la Pacificación de la Araucanía (campaña militar chilena de ocupación del territorio mapuche, formalmente concluida en 1883) (Wikipedia). La situación geográfica permitió que los mapuches se desplazaran a uno y otro lado de la cordillera según convenía: “la frontera que hoy divide a la Argentina y Chile sólo existía por entonces en la imaginación de Santiago y Buenos Aires” – los mapuches podían evadir a un ejército cruzando a territorio del otro país (Moyano.pdf). En este contexto, se dio la última resistencia armada significativa mapuche en suelo argentino, con la posible participación de fuerzas chilenas, lo que ha generado debate historiográfico.

Los combates tuvieron lugar cerca del lago Pulmarí (zona de Aluminé). El primero ocurrió el 6 de enero de 1883, cuando un destacamento argentino fue emboscado, y el segundo a mediados de febrero de 1883, con un enfrentamiento aún mayor en escala. Estos hechos coincidieron con la rendición o huida de muchos caciques mapuches; por ejemplo, el lonko Manuel Namuncurá cruzó a Chile tras la ofensiva argentina y luego terminaría rindiéndose con sus últimos guerreros en marzo de 1884, al regresar de Chile, hambriento y debilitado (Wikipedia). Pulmarí representó, por tanto, uno de los últimos bastiones de resistencia mapuche en Argentina, cuando ya la presión militar llegaba desde ambos lados de los Andes.


El capitán Pedro Crouzeilles del Regimiento 5 de Caballería de línea, cerca de la Vega de Chapelco muere el 25 de abril de 1881, el mismo era hermano mellizo del capitán Emilio Crouzeilles muerto en una emboscada en el combate de Pulmarí el 6 de enero de 1882. Ambos fueron enterrados junto en el Fortín Subteniente Sharples (o Fortín Collón Curá o Quequemtreu).

Testimonios militares argentinos sobre la presencia chilena

Las fuentes militares argentinas contemporáneas a los combates de Pulmarí mencionan explícitamente la posible participación de efectivos chilenos junto a los guerreros mapuches. En un parte oficial elevado por el general Villegas sobre el combate del 6 de enero de 1883, se relata que una partida de 40 soldados argentinos (al mando del capitán Emilio Crouzeilles y un teniente) fue atacada sorpresivamente en Pulmarí por un nutrido grupo indígena. El propio Villegas informó que dicho contingente fue atacado “por indios y fuerzas a cuyo frente se veía un oficial con uniforme, espada y revólver en mano” (Fuente). Este detalle –la aparición de un oficial uniformado liderando a los mapuches– desorientó al capitán Crouzeilles, quien temió estar enfrentándose por error con alguna patrulla argentina aliada, y ordenó cesar el fuego. Los mapuches (weichafe) aprovecharon la vacilación y cargaron sin detenerse, resultando muertos en la refriega los dos oficiales argentinos (Crouzeilles y el Teniente Nicanor Lazcano, quien llegó en auxilio) y buena parte de sus soldados (Fuente). Este episodio –que las crónicas militares argentinas calificaron como un “lamentable suceso”– constituyó una inesperada victoria mapuche, explicada por los argentinos en parte por la supuesta intervención de ese misterioso oficial uniformado entre las filas indígenas (Fuente).

Un segundo enfrentamiento tuvo lugar un mes más tarde, el 17 de febrero de 1883, en la misma zona. En esta ocasión, un destacamento de 16 soldados argentinos al mando del teniente coronel Juan Díaz se internó en Pulmarí persiguiendo a un grupo numeroso de indígenas. Según el informe del propio Díaz, al acercarse a la orilla del lago Aluminé su unidad fue rodeada por “100 a 150 indios” que surgían de detrás de las lomas (Fuente). Primero, los mapuches abrieron fuego a distancia, sin llegar a la carga inmediata. Díaz retrocedió buscando una posición defensiva mejor, pero entonces avistó una gran polvareda indicando que más gente les cortaba el paso por delante (Fuente). En ese momento crítico ocurrió algo inusual: “se presentó en mi flanco izquierdo un infante del ejército chileno con bandera de parlamento”, narra Díaz. El teniente coronel argentino inicialmente ordenó no abrir fuego ante la vista del parlamentario chileno; sin embargo, advirtió enseguida que detrás venía oculta una compañía de infantería (también con uniforme chileno) avanzando en guerrilla, al mismo tiempo que la “indiada” atacaba por la retaguardia (Fuente). Recordando lo sucedido en otros encuentros (quizás refiriéndose a la treta de enero), Díaz decidió actuar preventivamente: “teniendo en cuenta lo sucedido a otras comisiones anteriores, mandé romper el fuego, siendo yo el primero en efectuarlo” (Fuente). Se desató así un combate encarnizado; las fuerzas adversarias incluso cargaron a la bayoneta contra la posición argentina, llegando a apenas 40 pasos, hasta que finalmente se replegaron dejando 7 muertos en el campo, retirados luego por los indios (Fuente). Este testimonio es particularmente explícito en señalar la presencia de soldados chilenos uniformados (un abanderado de parlamento y una compañía entera) combatiendo junto a los mapuches.

En suma, los partes argentinos de 1883 aluden en dos ocasiones a presencia chilena directa: primero un “oficial con uniforme” liderando indígenas en enero, y luego un grupo de infantería chilena usando una bandera de parlamento como ardid en febrero (Fuente). Estas referencias constituyen evidencia documental contemporánea de la percepción argentina de que el Ejército de Chile (o al menos militares chilenos) estaban involucrados en los combates de Pulmarí apoyando a los resistentes mapuches.

Evidencias historiográficas y documentación chilena sobre dicha colaboración

La historiografía ha investigado con detalle estas afirmaciones para discernir si realmente hubo apoyo oficial chileno a los mapuches en Pulmarí o si se trató de casos aislados/malentendidos. Algunos historiadores argentinos han dado crédito a esos reportes: por ejemplo, Juan Carlos Walther (historiador del Ejército Argentino) recopiló estos partes en su obra La Conquista del Desierto (1970), confirmando que en Pulmarí los argentinos se enfrentaron a indígenas “y a soldados chilenos” mezclados con ellos (Wikipedia). Investigaciones modernas en inglés también recogen estos hechos: George V. Rauch señala que el 6 de enero de 1883 una sección de 10 hombres fue emboscada en Pulmarí por soldados chilenos, resultando muertos el capitán Crouzeilles, el teniente Lazcano y varios soldados (Wikipedia). Asimismo, Rauch documenta que el 17 de febrero de 1883 la patrulla de Juan Díaz fue rodeada por unos 100 indígenas apoyados por un pelotón de soldados chilenos (aprox. 50 hombres) (Wikipedia). Estos relatos secundarios corroboran que, al menos según las fuentes argentinas, efectivamente hubo militares chilenos combatiendo del lado mapuche en Pulmarí.

Ahora bien, ¿qué dicen las fuentes chilenas de la época y la historiografía chilena? Por parte de Chile, no existen registros oficiales que indiquen una orden directa de apoyar militarmente a los mapuches en territorio argentino. De hecho, el contexto político hacía improbable un apoyo abierto: en 1881 Argentina y Chile habían firmado un tratado de límites, y aunque persistían desconfianzas, ambos estados estaban más interesados en consolidar sus conquistas internas que en provocar una guerra entre sí. Documentos chilenos de la época muestran preocupación por las operaciones argentinas en Neuquén, pero en un sentido de competencia territorial más que de apoyo a los indígenas. Por ejemplo, el coronel chileno Gregorio Urrutia –encargado de la campaña final en Araucanía– fue instruido en 1882-1883 a ocupar rápidamente la zona de Villarrica y el Alto Bío-Bío para evitar que la presión argentina desde Neuquén dejara espacios sin controlar () (). En ese contexto, hubo comunicaciones entre Urrutia y los comandantes argentinos: registros señalan que el general Villegas recibió informes de Urrutia sobre las “batidas” realizadas del lado chileno contra tolderías mapuches que huían hacia la frontera (Fuente). Es decir, en vez de ayudarlos, las fuerzas chilenas perseguían a los grupos indígenas en su territorio, y mantenían al tanto a los argentinos de estas acciones.

No obstante, la coordinación no fue perfecta y se registraron incidentes fronterizos. El historiador chileno Tomás Guevara documentó que durante la ocupación chilena del Alto Bío-Bío ocurrió un choque entre un destacamento chileno y otro argentino en la zona cordillerana () (). También menciona un “incidente” a raíz del viaje de un cirujano chileno (Oyarzún) que generó roces con las fuerzas argentinas (). Si bien Guevara no detalla nombres, podría estar aludiendo precisamente a los choques en Pulmarí (o situaciones similares) como hechos menores dentro de una colaboración general. Desde la perspectiva chilena, estos enfrentamientos fueron accidentales: las tropas de ambos países operaban muy cerca en perseguir a los mismos grupos, por lo que no es sorprendente que llegaran a enfrentarse confusamente en la frontera.

En cuanto a documentación específica que confirme o refute colaboración, cabe señalar que Chile nunca reconoció oficialmente haber enviado tropas a combatir en Argentina. Es plausible que los soldados chilenos mencionados en Pulmarí fuesen partidas locales actuando sin órdenes claras desde Santiago, o incluso deserciones/indisciplinas en coordinación directa con los mapuches. Algunas versiones argentinas de la época, de tono más acusatorio, llegaron a afirmar que el propio coronel Urrutia intentó aliarse con caciques para atacar Argentina: Según Estanislao Zeballos (publicista y político argentino de fines del XIX), en 1883 Urrutia se entrevistó con el cacique Manuel Namuncurá en Villarrica y le propuso armar a sus guerreros para invadir la Argentina junto con tropas chilenas, a lo que Namuncurá se habría negado (Jorge Gabriel Olarte). Este relato, aunque citado por autores modernos, no ha sido corroborado por fuentes oficiales chilenas (y Namuncurá finalmente no recibió tal apoyo). Más bien luce como parte de la retórica argentina de la época para retratar a Chile como instigador. En resumen, la evidencia documental chilena directa de una colaboración militar con los mapuches es escasa o nula. Lo que sí existe son referencias a comunicaciones y acuerdos entre chilenos y argentinos (no entre chilenos y mapuches) y la admisión de algunos choques fortuitos con fuerzas argentinas durante las operaciones simultáneas (Moyano.pdf).

Coordinación entre la Campaña del Desierto y la Pacificación de la Araucanía

Lejos de actuar en oposición, la política de fondo de ambos estados fue la de coordinar esfuerzos para eliminar la resistencia mapuche a ambos lados de la cordillera. Historiadores contemporáneos subrayan que, pese a algunos incidentes, Argentina y Chile no llevaron agendas contrarias en la “conquista” del territorio mapuche, sino complementarias. De hecho, desde antes de 1883 hubo entendimientos tácitos y explícitos: “la decisión política de chilenos y argentinos consistió en operar en forma coordinada para terminar con los últimos conatos de resistencia mapuche” (Moyano.pdf). El presidente chileno Domingo Santa María aceleró la ocupación del último reducto mapuche en Villarrica (Araucanía) en 1882, en parte para evitar que los indígenas pudieran refugiarse definitivamente del lado argentino o que Argentina ocupase esos valles antes () (). A su vez, oficiales argentinos como el general Villegas y el coronel Lorenzo Vintter mantuvieron correspondencia con sus pares chilenos, asegurándose de no entorpecerse mutuamente e intercambiando información sobre los movimientos indígenas fronterizos (Moyano.pdf).

Una prueba concreta de coordinación fue que Chile y Argentina prácticamente sincronizaron el fin de sus campañas: luego de 1883, extinguida la resistencia armada, ambos gobiernos procedieron a distribuir tierras y consolidar su autoridad en las regiones anexadas. Cuando caciques importantes lograron huir de un país a otro, la estrategia fue negarle refugio seguro: por ejemplo, tras Pulmarí, Namuncurá y sus hombres fueron hostigados en Chile (por Urrutia) y finalmente optaron por rendirse a Argentina en 1884 (Wikipedia). En paralelo, otros líderes como Sayhueque e Inakayal resistieron un poco más al sur, pero aislados y sin apoyo externo también capitularon poco después. Todo esto confirma que no hubo un “doble juego” entre las campañas – por el contrario, Argentina y Chile compartían el objetivo de someter a los mapuches y evitar que la frontera internacional sirviera de refugio permanente.

Incluso décadas antes, durante campañas previas, hubo colaboraciones inter-estatales semejantes: el general argentino Julio Roca mencionó que medio siglo atrás (en 1833) Juan Manuel de Rosas ya había coordinado operaciones con Chile contra los indígenas (Moyano.pdf). En la década de 1870, ambos países veían a la nación mapuche como un obstáculo para sus proyectos nacionales. Así lo refleja el hecho de que se acusaban mutuamente de ser base de los “indios amigos” del otro lado, pero finalmente entendieron que convenía eliminar juntos la resistencia en lugar de avivar un frente indígena común. En suma, la Campaña del Desierto argentina y la Pacificación de la Araucanía chilena estuvieron articuladas en tiempo y espacio: más allá de choques puntuales como Pulmarí, ninguna de las dos campañas hubiera logrado un resultado tan completo si el otro país hubiera brindado santuario o ayuda sustancial a los sublevados. La historiografía coincide en que, estructuralmente, fue un esfuerzo convergente de Argentina y Chile para repartirse y controlar el territorio del Wallmapu (territorio mapuche tradicional).

Influencia chilena en la resistencia mapuche en Argentina: visión historiográfica actual

Los historiadores contemporáneos analizan con detalle la llamada “influencia chilena” en las rebeliones indígenas en Argentina, matizando mitos y realidades. Durante el siglo XIX, era común en el discurso argentino atribuir las incursiones y resistencia indígena a una instigación externa: se hablaba de “indios chilenos” para referirse a los mapuches que atacaban en las pampas, insinuando que actuaban en connivencia con Chile (Moyano.pdf) (Moyano.pdf). Figuras como Estanislao Zeballos contribuyeron a esta imagen, retratando a caciques como Calfucurá casi como agentes chilenos (“vengativo, cruel y chileno” decía Zeballos) (Moyano.pdf). Esta narrativa buscaba justificar la Campaña del Desierto presentándola no solo como una guerra contra el indígena sino como una defensa de la soberanía frente a una supuesta amenaza chilena encubierta. Sin embargo, investigaciones posteriores han desmontado gran parte de esta construcción. Se ha señalado, por ejemplo, que ni caciques como Sayhueque eran “argentinos” en el sentido estatal, ni Calfucurá era “chileno”: ambos operaban en un mundo fronterizo propio, previa y al margen de las naciones, aliándose o enfrentándose entre sí según sus intereses, más que por lealtad a Buenos Aires o Santiago (Moyano.pdf) (Moyano.pdf).

Dicho esto, sí existieron vínculos objetivos entre los mapuches y Chile que impactaron en la resistencia indígena en Argentina. Por un lado, la economía del malón (ataque y robo de haciendas) dependía en gran medida de comercializar el ganado capturado en Chile. Hay evidencia de que autoridades locales chilenas toleraban (cuando no fomentaban) el comercio de reses robadas en Argentina, sabiendo su procedencia, pues eso debilitaba a los fronterizos argentinos y fortalecía la influencia chilena en Patagonia (Wikipedia) (Wikipedia). Este fenómeno, vigente desde mediados del siglo XIX, implicaba que muchos caciques mantenían lazos de intercambio con comerciantes chilenos, obteniendo armas de fuego y provisiones a cambio de animales. Así, indirectamente, Chile proveyó de armamento moderno a tribus hostiles a Argentina – por ejemplo, a inicios de 1883 algunos grupos mapuches aún disponían de fusiles Winchester y Martini-Henry de origen chileno o peruano, con los que causaron bajas a las tropas argentinas (Wikipedia). Este flujo de armas y refugio informal en el territorio chileno constituyó una forma de influencia en la capacidad de resistencia mapuche.

No obstante, una vez que Chile decidió también acabar con la autonomía mapuche en su suelo (especialmente tras el levantamiento general mapuche de 1881 en Araucanía), esa tolerancia se esfumó. De hecho, a partir de 1882-1883 Chile empezó a encerrar a los mismos líderes que antes podían comerciar libremente, y cualquier beneficio estratégico de azuzar a los indígenas contra Argentina quedó subordinado a la urgencia de pacificar su propio sur. La negativa de Namuncurá a colaborar con Urrutia (si es verídica) refleja que los mapuches tampoco confiaban plenamente en el Estado chileno, sabiendo que también los había combatido. Finalmente, tras 1883, la resistencia mapuche organizada colapsó casi simultáneamente en ambos países, dejando claro que ningún Estado ofreció apoyo duradero a los indígenas contra el otro. Por el contrario, los ejércitos de Argentina y Chile actuaron como aliados objetivos en la derrota final del pueblo mapuche, repartiendo su territorio ancestral entre sí. Esto ha llevado a historiadores como Adrián Moyano a concluir que las acusaciones cruzadas (de “chilenos entrometidos” por un lado, o de “argentinos usurpadores” por el otro) fueron en gran medida parte de la propaganda de conquista, mientras que la realidad fue una acción coordinada de ambos estados para consumar la ocupación (Moyano.pdf).

En síntesis, la “influencia chilena” en la resistencia mapuche dentro de Argentina existió más en la retórica que en los hechos militares decisivos. Los testimonios argentinos de Pulmarí muestran que pudo haber participación puntual de oficiales o soldados chilenos (sea por error, astucia o pequeñas partidas irregulares), lo cual quedó en la memoria militar argentina como una anécdota significativa (Fuente) (Fuente). Sin embargo, la evidencia historiográfica contemporánea tiende a refutar la idea de un apoyo institucional chileno de gran escala: más bien, ambos gobiernos colaboraron para que episodios como Pulmarí fuesen los últimos triunfos mapuches. Las coincidencias temporales y espaciales de las campañas militares indican que Chile y Argentina se coordinaron estrechamente para cerrar el “frente araucano”, compartiendo información y evitando proteger a los rebeldes del vecino (Moyano.pdf). Los historiadores actuales ven la resistencia mapuche de esos años como la lucha desesperada de un pueblo acorralado entre dos fuegos estatales, sin aliados poderosos – ni Chile ni Argentina estuvieron de su lado. Por ende, cualquier participación chilena en Pulmarí fue excepcional y contraria a la política general de Chile, que en esos meses estaba más interesada en concluir su propia campaña en Araucanía que en prolongar el conflicto apoyando a los weichafe. Los combates de Pulmarí, por tanto, se explican mejor como el último coletazo de la resistencia mapuche autónoma, con algunos episodios confusos que involucraron fuerzas chilenas a nivel táctico, pero en el marco de una estrategia binacional de conquista y reparto del territorio mapuche.


Fuentes: Documentos militares argentinos de 1883 recopilados por Walther (COMBATE DE PULMARÍ I (06/01/1883) – El arcón de la historia Argentina) (COMBATE DE PULMARI II (06/02/1883) – El arcón de la historia Argentina); análisis históricos de Juan C. Walther, Lorenzo Massa y G.V. Rauch (Conquista del Desierto - Wikipedia, la enciclopedia libre) (Conquista del Desierto - Wikipedia, la enciclopedia libre); estudio de Adrián Moyano (2006) sobre Pulmarí (Moyano.pdf); crónicas de Tomás Guevara () (); entre otros. Estas evidencias combinadas permiten esclarecer que, si bien hubo observaciones de tropas chilenas en Pulmarí, éstas no obedecieron a una alianza formal con los mapuches, sino que fueron hechos aislados en medio de una colaboración estratégica argentino-chilena mucho mayor para poner fin a la resistencia indígena en la región (Moyano.pdf). Los combates de Pulmarí representan así un episodio complejo, en el que la frontera nacional se desdibujó momentáneamente en el campo de batalla, pero cuyo desenlace contribuyó a afirmar definitivamente esa frontera a costa del pueblo mapuche.

martes, 8 de abril de 2025

Patagonia: El malnacido de Osvaldo Bayer

El traidor anti-argentino de Osvaldo Bayer

Cuando el malnacido comunista alemán pedía la independencia de la Patagonia Argentina y su unificación al sur trasandino.





















lunes, 5 de junio de 2023

SGM: Operación Sunrise, la rendición de la traicionera Italia

Operación Amanecer

Karl Wolff

Las negociaciones secretas que provocaron la rendición incondicional de las fuerzas alemanas en el norte de Italia en 1945, la Operación amanecer recibió su nombre de Allen Dulles, el jefe de estación de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) de EE. UU. en Berna. Su principal homólogo alemán fue Karl Wolff, el oficial superior de las SS en Italia. A principios de marzo, en su primera reunión en una casa de seguridad de la OSS en Zúrich, Wolff sostuvo que estaba actuando por iniciativa propia y que no exigía inmunidad personal. Su propósito declarado era “terminar con la destrucción humana y material inútil”. En el lado aliado, sin embargo, la Unión Soviética se opuso con vehemencia, temiendo la traición de los estadounidenses y los británicos a través de la conclusión de una paz por separado, mientras que Wolff encontró una fuerte oposición de sus superiores de las SS, Ernst Kaltenbrunner y Heinrich Himmler. que estaban diseñando su propia estrategia de salida. Al reunirse con Adolf Hitler en Berlín, fingió con éxito que su objetivo era persuadir a los estadounidenses para que se unieran a los alemanes contra los soviéticos.

Aunque inicialmente se le había ordenado a Dulles que terminara las conversaciones con Wolff, la orden se revocó el 26 de abril; tres días después, se firmaron los documentos de rendición en el cuartel general aliado en Caserta. El general de las SS también recibió protección especial del ayudante de Dulles, Gero von Schulze-Gaevernitz, ante la amenaza que representaban los partisanos italianos. Esta audaz operación tuvo un significado particular, ya que no solo se evitó una costosa posición de última hora por parte de las fuerzas alemanas, sino que se impidió que estas tropas encontraran refugio en una supuesta fortaleza alpina y libraran una campaña de guerrilla.

MAX WAIBEL, (1901-1971).

Un enlace clave en la Operación amanecer, Max Waibel fue el jefe de inteligencia del ejército suizo durante la Segunda Guerra Mundial y hombre de confianza de Allen Dulles, el jefe de la estación de Berna para la Oficina de Servicios Estratégicos de EE. UU. Fue Waibel quien, en febrero de 1945, alertó a Dulles sobre la posibilidad de lograr un alto el fuego negociado con las fuerzas alemanas en el norte de Italia bajo el mando de Karl Wolff. Inicialmente, Waibel fue objeto de fuertes críticas por su papel no autorizado en ayudar a lograr esta capitulación, pero el gobierno suizo lo honró póstumamente por obedecer su conciencia y, por lo tanto, evitar una mayor destrucción durante la guerra. Después de la guerra, Waibel jugó un papel decisivo en el establecimiento de una relación de trabajo entre las autoridades suizas y la Organización Gehlen, particularmente en lo que respecta a la subversión comunista. Su relato del amanecer, 1945:

Gero von Schulze-Gaevernitz y Allan Welsh Dulles

GERO VON SCHULZE-GAEVERNITZ, (1901–1971).

Asistente de Allen Dulles de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) de EE. UU., Gero von Schulze-Gaevernitz nació el 27 de septiembre de 1901, hijo de un distinguido politólogo y político liberal. Durante sus primeros años viajó a Rusia y trabajó en Estados Unidos, atraído por el boom bursátil de la década de 1920. A través de su madre estadounidense, hija del rico financiero Otto Kahn, la ciudadanía estadounidense resultó fácil de obtener. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, con poca experiencia en diplomacia, Gaevernitz ofreció sus servicios a las autoridades estadounidenses en Berna, Suiza, en la lucha contra Adolf Hitler. Su asignación inicial fue como enlace con los exiliados alemanes en la legación estadounidense, donde era amigo del agregado militar Barnwell Legge.

La llegada de Dulles a Berna marcó el comienzo de una colaboración inusualmente fructífera en tiempos de guerra. En su primer encuentro en noviembre de 1942, Gaevernitz impresionó a Dulles (quien había conocido a su padre antes) por su serio compromiso con la resistencia alemana a Hitler. Conocido como 476 según las listas de OSS, se convirtió en un oficial ejecutivo de tiempo completo, a diferencia de la mayoría de las otras fuentes numeradas. Un intento de proporcionarle cobertura como agregado de la Oficina de Guerra Económica se encontró con la severa desaprobación del Departamento de Estado y, por lo tanto, Gaevernitz siguió siendo aparentemente un ciudadano privado que participaba en diversas actividades comerciales. Su función principal era filtrar a las personas que deseaban una audiencia con Dulles, ya que la neutral Suiza estaba repleta de exiliados, espías, nazis, antinazis y puros buscadores de curiosidad. Particularmente digno de mención fue el papel de Gaevernitz al llamar la atención de su jefe sobre Hans Bernd Gisevius de la Abwehr. Gaevernitz también coordinó los esfuerzos de un grupo informal de políticos exiliados que se hacían llamar "Das demokratische Deutschland" (Alemania Democrática), que estaban preocupados por la configuración del país en la posguerra.

La política oficial aliada de “rendición incondicional” adoptada en la Conferencia de Casablanca en enero de 1943 complicó gravemente el trabajo de Gaevernitz y Dulles. Si bien estaban obligados a respetar sus disposiciones, sin embargo dieron una medida de "aliento silencioso" a la resistencia alemana, especialmente a los involucrados en el complot del 20 de julio de 1944 para asesinar a Hitler. Gaevernitz también ocupó un lugar destacado en la Operación Amanecer, las negociaciones secretas que resultaron en una pronta rendición de las fuerzas alemanas en el norte de Italia. Sin embargo, su plan de hacer que los oficiales alemanes capturados acompañaran a los ejércitos aliados que avanzaban como una fuerza asesora fue rechazado por el estado mayor del general estadounidense Dwight D. Eisenhower.

Con la derrota militar de Alemania, Gaevernitz, junto con Dulles, abogó por una política de ocupación indulgente y menos categórica. Permaneciendo en Suiza, intentó rehabilitar los contactos alemanes que había llevado a la OSS y compiló un archivo de tarjetas de alemanes que deberían y no deberían ser consultados por las autoridades de ocupación. Su último gran esfuerzo cooperativo con Dulles fue un relato escrito de Operation sunrise, The Secret Surrender (1966). Dos años más tarde, Gaevernitz revisó el guión de una película basada en el libro. Murió el 6 de abril de 1971 en Canarias.

lunes, 24 de abril de 2023

SGM: Vlasov, el traidor

Es demasiado pronto para perdonar a Vlasov

Por Valeria Korchagina y Andrei Zolotov Jr. Redactor

MOSCÚ – Mencione el nombre de Vlasov a un ruso común y corriente y una palabra le vendrá a la mente: traidor.

Pregunte si la historia debería sonreírle al teniente general Andrei Vlasov, el comandante soviético que desertó a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, y se prepararía el terreno para horas de acalorado debate. A varias generaciones de jóvenes estudiantes soviéticos se les enseñó a odiar a Vlasov como un traidor que le dio la espalda a la patria en un momento en que más se necesitaban defensores.

En estos días, la línea se vuelve borrosa a medida que aumenta la evidencia de que Vlasov puede haber cambiado de bando en un intento por dar a sus compatriotas una vida mejor que la que tenían bajo Stalin.

Pero aparentemente la historia no está lo suficientemente lejos en el pasado como para perdonar y olvidar al hombre cuya vida y acciones todavía se ven en gran medida a través de una nube de agendas políticas y encubrimientos históricos.

El máximo tribunal militar del país se negó el jueves a rehabilitar a Vlasov, quien fue condenado por traición al estado y ahorcado en 1946 luego de ser entregado por los Aliados un año antes.

La apelación de la condena original fue lanzada por el pequeño grupo monárquico Por la Fe y la Patria.

“Vlasov era un patriota que pasó mucho tiempo reevaluando su servicio en el Ejército Rojo y la esencia del régimen de Stalin antes de aceptar colaborar con los alemanes”, dijo uno de los líderes del grupo, el sacerdote ortodoxo suspendido Nikon Belavenets, citado en el diario La Gazeta.

Pero los jueces del Colegio Militar apoyaron menos los métodos de Vlasov para combatir la opresión en casa.

“La verdad es que aunque algunos argumentan que estaba luchando contra el régimen soviético y, por lo tanto, no debería ser visto como un traidor, al hacerlo también luchó contra el Estado y el pueblo. Y esto es traición”, dijo Nikolai Petukhov, presidente del Colegio Militar de la Corte Suprema y vicepresidente de la Corte Suprema.

Vlasov nació en 1900 en la región de Vladimir. Hijo de un rico campesino, fue reclutado por el Ejército Rojo en 1919 y se convirtió en oficial de carrera. Se unió al Partido Comunista en 1930.

Desde 1941 hasta su deserción al ejército alemán en julio de 1942, Vlasov fue un comandante clave en la defensa de Kiev y Moscú. No está claro si fue capturado, como dicen los libros de historia occidentales, o si se rindió, como dicen los libros soviéticos.

En cualquier caso, accedió a cooperar con la Alemania nazi.

Vlasov fue uno de los millones de rusos que terminaron en Alemania voluntariamente o como prisioneros de guerra durante la guerra. Se encontraron atrapados en una situación trágica: de repente estaban libres del totalitarismo de Stalin, pero los nazis los consideraban untermenschen.

Vlasov sostuvo que experimentó un profundo cambio de opinión que lo convirtió en un anticomunista dedicado durante los días previos a su partida con los alemanes. Esos días los pasó en el frente de Volkhov después de que él y sus tropas fueran rodeados por nazis.

Una vez en Berlín y rodeado de oficiales de las SS, Vlasov se presentó como un patriota ruso y se negó a vestir el uniforme alemán. Quería liderar una fuerza rusa armada en la Unión Soviética, aparentemente para iniciar una revuelta contra el régimen de Stalin y crear una Rusia independiente.

Si bien los líderes nazis utilizaron con entusiasmo a Vlasov como una herramienta clave en una guerra de propaganda, no se arriesgaron a formar una fuerza rusa armada hasta el final de la guerra. En el verano de 1943, Vlasov realizó una gira por el noroeste de Rusia ocupado y fue recibido con tanto entusiasmo que los nazis acortaron el viaje, lo enviaron de regreso a Berlín y lo pusieron bajo arresto domiciliario de facto.

En noviembre de 1944, los alemanes finalmente permitieron a Vlasov inaugurar su Comité para la Liberación de los Pueblos de Rusia, que proclamó entre sus objetivos “el derrocamiento de la tiranía de Stalin”, los derechos civiles, la propiedad privada y la “paz honorable con Alemania”.

Sin embargo, existen pruebas suficientes para indicar que las formaciones militares bajo el mando de Vlasov estaban involucradas en el entrenamiento de espías y saboteadores para los territorios controlados por el Ejército Rojo, dijo Petukhov del Colegio Militar en una entrevista telefónica.

Al encontrarse en la encrucijada de la historia, Vlasov pensó que podría convertirse en una tercera fuerza en la batalla de los gigantes totalitarios.

El ejército de Vlasov es visto por el ganador del Premio Nobel Alexander Solzhenitsyn y algunos historiadores como un episodio de la Guerra Civil de Rusia retirado en el tiempo por un cuarto de siglo.

“Estas personas que han sentido en su propia piel 24 años de felicidad comunista sabían ya en 1941 lo que nadie más en el mundo sabía aún: que en todo el planeta y en toda la historia nunca ha habido un régimen más malvado, sanguinario y en al mismo tiempo astuto y astuto que el bolchevismo”, escribió Solzhenitsyn en “El archipiélago Gulag”.

Las memorias de los seguidores de Vlasov, conocidos como Vlasovites, sugieren que el general estaba convencido de que si tenía un ejército completo, los generales soviéticos se unirían a él y el régimen comunista caería.

“Terminaré la guerra por teléfono con [el mariscal Georgy] Zhukov”, dijo Vlasov en varias ocasiones. Zhukov fue uno de los principales comandantes soviéticos.

Pero incluso en las últimas semanas de la guerra, cuando el ejército soviético ya estaba en la frontera alemana, solo estaban armadas dos divisiones incompletas dirigidas por Vlasov. Uno de ellos ayudó a liberar Praga cuando se produjo un levantamiento popular en la ciudad en mayo de 1945. Pero los vlasovitas se marcharon para dar paso al ejército soviético.

“Al analizar los acontecimientos que rodearon la liberación de Praga en mayo de 1945, cuando las fuerzas de Vlasov se volvieron contra los alemanes, descubrimos que el cambio no fue motivado por órdenes, sino por decisión de soldados ordinarios”, dijo Petukhov.

Los jueces, sin embargo, decidieron el jueves eliminar un punto del veredicto original: el cargo por el cual Vlasov fue declarado culpable de agitación y propaganda antisoviética. Este cargo se utilizó con frecuencia durante las represiones estalinistas. Según las leyes actuales, el cargo se elimina automáticamente de todas las condenas realizadas durante los 80 años de gobierno soviético.

La audiencia del jueves también abordó los casos de 11 de los subordinados de Vlasov en su Ejército de Liberación de Rusia. A todos se les negó la rehabilitación.

 Weapons and Warfare (c)

martes, 25 de mayo de 2021

SGM: Rommel y los inicios de su desencanto

Los escritos estaban en la pared para Rommel

W&W




El primer paso había sido obligado por la falta de fe de Hitler con sus soldados manifestada en la orden de "Victoria o muerte"; había progresado durante una de las sucesivas conferencias celebradas en Roma con Mussolini y Cavallero; teniendo la oportunidad de pasar un par de días con Lucie durante una de ellas, Rommel le había confiado que había perdido la fe en la capacidad de Alemania para ganar la guerra a través de la victoria militar. Su viaje se aceleró durante la retirada a Tunisa, cuando se le animó, exhortó y ordenó que ocupara un cargo indefendible tras otro, siempre sin ninguna razón militar sólida, sino por el estado cada vez más delirante del hombre en Berchtesgaden. Es imposible decir exactamente dónde estaba el punto de no retorno de Rommel: puede haber llegado ya en diciembre de 1942 cuando Hitler se negó a tolerar una retirada metódica de las veteranas tropas alemanas e italianas de Rommel, un activo militar invaluable, de Túnez. Puede que no haya llegado hasta marzo de 1943, cuando Hitler propuso la idea evidentemente absurda de las operaciones alemanas en la costa atlántica de África. Es posible que no haya llegado hasta el 7 de junio de 1944, cuando no había dudas de que los aliados habían desembarcado con éxito en Francia y la mejor oportunidad de los alemanes para arrojarlos al mar se había perdido irremediablemente.

Pero cada vez que ocurría ese punto, lo que era innegable era que a mediados de junio, poco más de una semana después de que los estadounidenses y británicos desembarcaran en Normandía, Rommel estaba convencido de que continuar la guerra solo podría terminar en un desastre para Alemania, y que había finalmente perdió cualquier resto de fe en Adolf Hitler como líder de Alemania. En mayo de 1943, el Führer, durante un raro momento de sinceridad y honestidad con uno mismo, le había confiado a Rommel: "Sé que es necesario hacer las paces con un lado o con el otro, pero nadie hará las paces conmigo". Sin embargo, Hitler no pudo articular la conclusión inevitable a la que condujo su confesión: si la paz era necesaria y él era el obstáculo para la paz, entonces debía dimitir o hacerse a un lado como jefe de estado de Alemania. Pero si los aliados habían sido intratables entonces, ahora, más de un año después, eran implacables. Escribir "Si la gravedad de la situación se da cuenta arriba, y si se extraen las conclusiones adecuadas, me parece dudoso" fue la admisión de Rommel de su propia comprensión de que Hitler ya ni siquiera reconocía la necesidad de hacer la paz, y mucho menos la voluntad de lograrla. por muy doloroso que sea el precio personal. El último paso en el viaje de conciencia de Rommel sería la decisión de que la paz era demasiado importante para dejarla en manos de alguien como Adolf Hitler.

El “milagro” para el que Rommel estaba ganando tiempo con tanta desesperación llegó en forma de vergeltungswaffen, armas de venganza, V-1, V-2 y V-3. El V-1 era una bomba voladora impulsada por chorro de pulso que transportaba una tonelada de explosivos, el V-2 un misil balístico de combustible líquido y el V-3 un cañón de extraordinaria distancia. Las tres armas V fueron diseñadas y desplegadas para ser utilizadas contra Gran Bretaña, aunque solo la V-1 estaba operativa cuando Rommel estaba librando la batalla de Normandía. Los sitios de lanzamiento se construyeron en la región de Pas de Calais a partir de octubre de 1943, y el 13 de junio de 1944 se disparó el primer V-1 en Londres. Casi 10.000 de estas bombas voladoras, "bombas de zumbido", los londinenses vendrían a llamarlas, por el sonido distintivo de sus motores, serían enviadas a toda velocidad hacia la capital británica, matando o hiriendo a casi 23.000 civiles y militares y causando casi la misma cantidad de tanto daño a la propiedad como el "Blitz" de 1940-41, antes de que los aliados invadieran el último sitio de lanzamiento en octubre de 1944. Sin embargo, una vez más, el programa V-1 fue un caso más de "muy poco, demasiado tarde" para Alemania: si la ofensiva de bombas voladoras se hubiera desatado un año antes, lo que podría haber sucedido si su desarrollo no se hubiera retrasado innecesariamente, y se hubiera dirigido a los puertos del Canal de Gran Bretaña donde se estaban reuniendo las flotas de invasión, todo el plan de Overlord se habría interrumpido y retrasado, posiblemente hasta tal punto que podría no haber habido ninguna invasión a través del Canal de la Mancha en 1944.

Tal como estaban las cosas, los sitios de lanzamiento del V-1 paralizaron el esfuerzo de Rommel por contener la cabeza de puente aliada. Pudo utilizar dos divisiones del XV Ejército para reforzar el flanco de extrema derecha alrededor de Caen, pero no pudo poner todo su peso en Normandía: gracias a la Operación Fortaleza, los servicios de inteligencia alemanes todavía consideraban una segunda invasión, esta en el Pas de Calais, donde se ubicaron la mayoría de los sitios V-1, como una amenaza viable. Por tanto, el Decimoquinto Ejército se vio obligado a permanecer en el lugar en el momento en que más se necesitaba su fuerza en Normandía. Las ficciones de Fortitude pronto se volverían lo suficientemente raídas como para ser vistas por lo que eran, pero durante cinco semanas críticas mantuvieron a todo un ejército alemán congelado en su lugar.

El 17 de junio de 1944, cerca de Soissons, Rommel y von Rundstedt se reunieron con Hitler, informando personalmente a los Führer sobre la situación en Normandía. Rommel dio una descripción vívida, pero precisa, de las condiciones en las que los soldados alemanes estaban luchando: superados en número, en armas, con suministros cada vez más escasos de municiones, artillería limitada y apoyo blindado y sin cobertura aérea, sin embargo, su moral se mantuvo alta ya que todavía estaban aguantando. los aliados bajo control, aunque durante cuánto tiempo ni él ni von Runstedt estaban preparados para adivinar. Rommel instó a Hitler a visitar el frente para presenciar de primera mano la precisión de este informe, luego describió su plan para más ataques en la cabeza de puente de Normandía: una retirada táctica cuidadosamente organizada del país de los setos, lo suficientemente lejos como para atraer a los blindados enemigos a un importante ataque para romper el perímetro de Normandía. En ese punto, fuera del alcance de los mortíferos cañones navales, un contraataque de un cuerpo panzer cuidadosamente acumulado y reunido golpearía el flanco del ataque aliado, cortando las puntas de lanza blindadas y empujando a la infantería de apoyo hacia las playas. No podía expulsar a los aliados de Francia, pero podía privarlos de las unidades con las que esperaban invadir Francia. Más tarde, Rommel les confesaría a Lucie y Manfred que nunca había creído que el plan tuviera más de una posibilidad entre cuatro de éxito, pero era lo mejor que podía haber hecho con lo que tenía; Sin embargo, intervendrían acontecimientos que negarían a Rommel esa última oportunidad de victoria. Mientras tanto, Hitler retuvo una decisión final sobre el ataque, negándose a contemplar cualquier retirada, incluso para obtener ventajas tácticas u operativas, insistiendo por ahora en que las operaciones defensivas continúen. La victoria, insistió, se lograría "aferrándose tenazmente a cada metro cuadrado de tierra".

Mientras tanto, los británicos intentaron forzar una fuga cerca de Caen, en el pueblo de Villers Bocage, el 12 de junio. Fue un fracaso costoso, pero mantuvo a la mayor parte de los blindados alemanes ocupados alrededor de Caen, lo que permitió a los estadounidenses atacar hacia el oeste desde el El perímetro de Normandía y tomar la península de Cotentin, con su puerto vital de Cherburgo, aunque una demolición completa de las instalaciones portuarias durante una defensa sorprendentemente decidida dirigida por el generalleutnant Karl-Wilhelm von Schlieben impidió que los aliados utilizaran Cherburgo antes de finales de agosto. Más crítico para Rommel, el avance estadounidense en el Cotentin amplió aún más el frente que sus fuerzas ya sobredimensionadas tenían que cubrir, obligándolo a adelgazar peligrosamente sus líneas, sin ninguna reserva blindada aún reunida para contrarrestar cualquier nuevo ataque aliado desde la cabeza de puente de Normandía. Peor aún, las divisiones que sostenían esa fachada estaban siendo desangradas: los reemplazos, tanto de hombres como de equipo, representaban menos de una décima parte de las pérdidas, mientras que los suministros de municiones, por las razones que fueran, no llegaban a las tropas en lo que los británicos llamaban sarcásticamente extremo puntiagudo del palo ". En resumen, a Rommel se le pedía que defendiera cada vez más con cada vez menos.

Con esta amarga realidad en mente, el 29 de junio, el mismo día en que cayó Cherburgo, Rommel, junto con von Rundstedt, se reunió nuevamente con Hitler, esta vez en Berchtesgaden. De camino al nido de la montaña del Führer, los dos mariscales de campo coincidieron en que había llegado el momento de decirle sin rodeos a Hitler que no había esperanza de salvar la situación militar en Occidente: la única esperanza de Alemania era una solución política. Rommel fue especialmente firme en esto, declarando que "La guerra debe terminar y se lo diré al Führer, clara e inequívocamente". Presentaron informes concisos pero detallados sobre la debacle que se avecinaba en Francia, insistiendo en que se permitiera al ejército retirarse detrás del Sena, donde se esperaba que se pudiera establecer una nueva línea defensiva. Hitler, por supuesto, no quería nada de eso, insistiendo en que la "defensa fanática" salvaría el día. Rommel trató de dirigir la atención del Führer a cuestiones estratégicas más amplias, sugiriendo que había llegado el momento de una solución política para poner fin a la guerra. Hitler no quiso ni oír hablar de ello: en cambio, sometió a Rommel y von Rundstedt a uno de sus interminables monólogos militares, este esbozando cómo pretendía darle la vuelta a la situación en Occidente.

Primero, insistió, se detendrían los actuales ataques aliados, aunque no podía decir cómo se llevaría a cabo, especialmente porque los dos mariscales de campo le acababan de informar que los medios para hacerlo ya no existían. A continuación, las nuevas armas maravillosas de la Luftwaffe, los cazas a reacción y los bombarderos propulsados ​​por cohetes, crearían el caos sobre la cabeza de playa aliada, de nuevo una declaración que tenía poca o ninguna relación con la realidad, ya que muy pocos cazas a reacción y ninguno de los bombarderos con cohetes todavía. existía en este punto. Sin preocuparse por tales detalles, declaró que 1.000 nuevos cazas convencionales comenzarían operaciones en Occidente, restaurando temporalmente la superioridad aérea de la Luftwaffe y reduciendo o eliminando por completo la amenaza de los cazabombarderos aliados. Nuevamente detalles menores: ¿dónde adquiriría Alemania los pilotos para volar? ¿Estos nuevos aviones y la gasolina de aviación para alimentarlos? Se dejaron de lado: si Hitler deseaba que algo fuera así, entonces, en su realidad cada vez más fracturada, simplemente se hizo así. Ayudando en el esfuerzo por suprimir el poder aéreo aliado, las defensas antiaéreas a lo largo de las carreteras entre París y el frente se fortalecerían enormemente; las pistolas y los tornillos de pistola necesarios para que esto sucediera simplemente no existían, por supuesto. Los esfuerzos para extraer las aguas de las playas de invasión aliada iban a intensificarse, mientras que una docena de Schnelle Boote (los Aliados los conocían como "E-boats") y ocho submarinos causarían estragos en la flota de apoyo frente a la costa de Normandía, lo mismo flota protegida por casi 100 destructores y cruceros aliados.

Al final de este fantástico recital, Rommel simplemente miró fijamente a Hitler con desconcierto y luego preguntó abruptamente al Führer si realmente creía que Alemania aún podía ganar la guerra. Cuando Hitler no respondió, Rommel continuó diciendo que su propia responsabilidad con el pueblo alemán requería que el dictador aceptara la verdad sobre la situación estratégica, militar y política de Alemania. En respuesta, Hitler golpeó con el puño la mesa de conferencias e insistió furiosamente en que Rommel se limitara a asuntos puramente militares; Rommel respondió insistiendo en que "¡La historia me exige que primero me ocupe de nuestra situación general!" Cuando se le advirtió de nuevo que solo debía hablar sobre temas militares, Rommel intentó una vez más, intentando, como él mismo lo expresó, "hablar en nombre de Alemania". En ese momento, tanto Rommel como von Rundstedt fueron despedidos de la presencia del Führer.

Ambos hombres salieron de Berchtesgaden convencidos de que sus carreras militares habían terminado. Esto resultó ser cierto en el caso de von Rundstedt, al menos temporalmente: el día después de la reunión con Hitler, Geyr von Schweppenburg solicitó permiso para retirar sus panzers fuera del alcance de los cañones navales aliados con el fin de organizar un ataque planeado contra Caen, permiso von Rundstedt cedió fácilmente. En 24 horas, Hitler había derogado esas instrucciones, y von Rundstedt telefoneó al O.K.W., exigiendo furiosamente que se permitiera que sus órdenes a Geyr permanecieran en pie. El mariscal de campo Keitel se negó a acercarse a Hitler por temor a otra de las rabietas casi psicóticas del Führer. Alegando impotencia, Keitel le preguntó a von Rundstedt "¿Qué haremos?" Von Rundstedt, exasperado, respondió: "¡Hagan las paces, tontos!" Cuando la noticia de este arrebato llegó a Hitler al día siguiente, von Rundstedt fue destituido del mando de OB West.

Sorprendentemente, Rommel mantuvo su puesto, pero se estaba convirtiendo en un deber cada vez más sombrío. El 5 de julio, en un bosque cerca de St Pierre-sur-Dives, Rommel se reunió con Geyr von Schweppenburg, que apenas se había recuperado de las heridas que había sufrido un mes antes, para comunicarle oficialmente el despido de Geyr. "Vengo a decirle que se ha sentido aliviado", le dijo a von Schweppenburg. “Rundstedt también lo ha sido; Soy el siguiente en la lista ". Hitler, cuyo vocabulario militar en ese momento se redujo esencialmente a "¡Sin retirada!" y "¡Lucha hasta el último asalto y el último hombre!" había tomado la solicitud de von Schweppenburg de llevar a cabo una retirada táctica como, a pesar de todas las pruebas en contrario, un signo de derrotismo, por lo que Geyr tuvo que irse. Su lugar lo ocupó el SS Oberst-Gruppenführer Josef "Sepp" Dietrich, un veterano de combate duro y experimentado, pero que carecía de las habilidades operativas de Geyr. Dietrich llevaría a cabo el ataque planeado de von Schweppenburg: bajo un bombardeo casi constante mientras los panzer se reunían, la fuerza atacante estaba mal organizada y el ataque mal coordinado, exactamente como Geyr había temido; no logró más que una ampliación de las listas de bajas alemanas. Mientras tanto, a Rommel le resultaba desagradable la tarea de informar a Geyr de su relevo: había llegado, a pesar de sí mismo, a respetar al aristócrata prusiano, y le resultaba cada vez más indignante que el fanático de Berchtesgaden se negara a permitir que los buenos oficiales simplemente actuaran. sus trabajos. La escritura estaba en la pared para Rommel: Hitler estaba perdiendo la guerra y destruyendo al ejército alemán en el proceso; antes de terminar, también destruiría Alemania.

Los acontecimientos se dirigían ahora a un clímax imprevisto tanto para Rommel como para Hitler. Tomando el lugar de von Rundstedt como OB Oeste estaba el mariscal de campo Günther von Kluge, quien había sido comandante del Cuarto Ejército en Francia en 1940 (Rommel había sido uno de sus comandantes de división), y quien luego dirigió el Grupo de Ejércitos Centro en Rusia en 1942 y 1943. Gravemente herido en octubre de 1943 cuando su automóvil volcó en una carretera helada cerca de Smolensk, fue invalidado de regreso a Alemania y no se declaró apto para regresar al servicio hasta mediados de julio de 1944. Incluso antes de llegar a Francia, von Kluge ya había desarrollado un negativo opinión de Rommel, habiendo escuchado con demasiada atención los chismes que volaban sobre el OKW y el cuartel general del Führer: Hitler, Keitel y Jodl habían caracterizado a Rommel como terco, insubordinado y derrotista. Von Kluge, entonces, llegó a París decidido a poner freno al mariscal de campo inconformista. Fue no mucho antes de que la esencia de algunos comentarios intemperantes de von Kluge llegara a Rommel, quien, siempre sensible a los desaires, reales o percibidos, exigió que von Kluge se explicara.

5 de julio de 1944

Para C.-IN-C. OESTE.

HERR GENERALFELDMARSCHALL VON KLUGE.

Les envío adjunto mis comentarios sobre los acontecimientos militares en Normandía hasta la fecha. La reprimenda que me dirigió al comienzo de su visita, en presencia de mi Jefe de Estado Mayor y 1a, en el sentido de que yo también "ahora tendré que acostumbrarme a cumplir las órdenes", me ha herido profundamente. . Le pido que me notifique los motivos que tiene para hacer tal acusación.

(Firmado) ROMMEL

Generalfeldmarschall

Sabiendo muy bien dónde probablemente se había originado el prejuicio de von Kluge, Rommel había incluido con su carta personal al nuevo OB West una copia del informe que había presentado a Hitler el 17 de junio, que detallaba los detalles estratégicos, operativos y tácticos de la situación. en Francia, junto con sus observaciones, críticas y sugerencias para librar adecuadamente la batalla. Von Kluge no tardó mucho en descubrir quién decía la verdad y quién soltaba fantasías. Cuando le resultó obvio que Hitler y el O.K.W. había mentido a sabiendas sobre la situación en Normandía, que no era simplemente grave, era una crisis total, dio un giro total y estuvo de acuerdo de todo corazón con Rommel: la batalla estaba perdida, lo que significaba que la guerra misma se perdió. Lo mejor que podían esperar lograr era ganar tiempo, pero ¿con qué fin?

Rommel, en particular, había perdido la fe en las "armas maravillosas". Al principio le habían intrigado los V-1, y su pura novedad le atraía al ingeniero que había en él. Pero aunque las "bombas de ruido" podrían influir en la estrategia de los Aliados en Francia, no tuvieron ningún efecto en la capacidad de los Aliados para hacer la guerra allí. En cuanto a los V-2, los aviones de combate, los cohetes bombarderos, todos ellos eran, en opinión de Rommel, simplemente más manifestaciones del wolkenkuckkucksheim de Hitler. Manfred una vez le comentó a su padre que tal vez las nuevas armas cambiarían el rumbo a favor de Alemania, Rommel respondió: "¡Basura! Nadie tiene tales armas. El único propósito de estos rumores es hacer que el soldado ordinario aguante un poco más. Hemos terminado, y la mayoría de los caballeros de arriba lo saben perfectamente bien, aunque no lo admitan. . . . " Von Kluge y Rommel estuvieron de acuerdo en que simplemente prolongar la guerra por sí mismo no logró nada, salvo matar a más alemanes y traer más destrucción sobre Alemania y, de manera inquietante, permitir que los rusos se acercaran al Reich todos los días. Götterdämmerung se avecinaba, y si "los caballeros de arriba" se negaban a reconocer que esto era así y actuar para evitarlo, entonces otros hombres tendrían que actuar como mejor les pareciera para evitarlo.

Rommel hizo un último esfuerzo para hacer que el Führer y el O.K.W. entienda la razón, redactando un informe —que von Kluge apoyó firmemente— en el que esperaba que los hechos hablaran por sí mismos. Es un documento notable en su naturaleza pura y sencilla, que refleja el carácter de su autor, que indica no solo la situación que existe, sino también al predecir con precisión lo que está por venir.

C.-IN-C. GRUPO EJÉRCITO B H.Q. 15 de julio de 1943

La situación en el frente de Normandía empeora cada día y ahora se acerca a una grave crisis

Debido a la severidad de los combates, el enorme uso de material por parte del enemigo sobre todo, artillería y tanques y el efecto de su dominio ilimitado del aire sobre el área de batalla, nuestras bajas son tan altas que el poder de combate de nuestras divisiones está disminuyendo rápidamente. . Los reemplazos desde casa son pocos y, con la difícil situación del transporte, tardan semanas en llegar al frente. Frente a 97.000 bajas (incluidos 2.360 oficiales), es decir, un promedio de 2.500 a 3.000 por día, los reemplazos hasta la fecha son 10.000, de los cuales cerca de 6.000 han llegado al frente.

Las pérdidas materiales también son enormes y hasta ahora se han reemplazado a muy pequeña escala; en los tanques, por ejemplo, hasta la fecha sólo han llegado 17 recambios frente a 225 pérdidas.

Las divisiones de infantería recién llegadas son crudas y, con su pequeño establecimiento de artillería, cañones antitanques y armas antitanques de combate cuerpo a cuerpo, no están en condiciones de resistir durante mucho tiempo contra los principales ataques enemigos que vienen después de horas de bombardeos y bombardeos intensos. Los combates han demostrado que con este uso de material por parte del enemigo, incluso el ejército más valiente será aplastado pieza por pieza, perdiendo hombres, armas y territorio en el proceso.

Debido a la destrucción del sistema ferroviario y la amenaza de la fuerza aérea enemiga a las carreteras y vías hasta 90 millas detrás del frente, las condiciones de suministro son tan malas que solo se pueden llevar al frente lo esencial. En consecuencia, ahora es necesario ejercer la mayor economía en todos los campos, y especialmente en municiones de artillería y mortero. Es poco probable que estas condiciones mejoren, ya que la acción del enemigo está reduciendo constantemente la capacidad de transporte disponible. Además, es probable que esta actividad en el aire se convierta en incluso más eficaz a medida que se utilizan las numerosas bandas de aire en la cabeza de puente.

No se pueden traer nuevas fuerzas de importancia al frente de Normandía, excepto debilitando el frente del XV Ejército en el Canal de la Mancha, o el frente del Mediterráneo en el sur de Francia. Sin embargo, el frente del Séptimo Ejército, tomado en conjunto, requiere urgentemente dos nuevas divisiones, ya que las tropas en Normandía están agotadas.

Por el lado del enemigo, cada día fluyen nuevas fuerzas y grandes cantidades de material de guerra a su frente. Sus suministros no son perturbados por nuestra fuerza aérea. La presión enemiga es cada vez más fuerte.

En estas circunstancias, debemos esperar que en un futuro previsible el enemigo consiga atravesar nuestro delgado frente, sobre todo el del Séptimo Ejército, y penetrar profundamente en Francia. Aparte de las reservas sectoriales del Grupo Panzer, que actualmente están atadas por los combates en su propio frente y debido al mando del aire del enemigo solo pueden moverse de noche, no disponemos de ninguna reserva móvil para la defensa contra tal avance. La acción de nuestra fuerza aérea, como en el pasado, tendrá poco efecto.

Las tropas luchan heroicamente por todas partes, pero la lucha desigual se acerca a su fin. Es urgentemente necesario sacar la conclusión adecuada de esta situación. Como C.-in-C. del Grupo de Ejércitos, me siento obligado a hablar claramente sobre este punto.

(Firmado) ROMMEL

El 16 de julio, leyendo los mapas mientras el cabo Daniel conducía el gran sedán Horsch abierto, Rommel se dirigió a las afueras de Le Havre, donde la 17.a División de Campaña de la Luftwaffe mantenía parte del frente contra los blindados británicos concentrados alrededor de Caen. Allí se reunió con el personal de la división, incluido el oficial de operaciones, el teniente coronel Elmar Warning, que había servido durante un tiempo en el personal de Rommel en el norte de África y que todavía lucía con orgullo su brazalete Afrika Korps. Confiado en que estaba en presencia de un amigo de confianza, Rommel fue directo cuando Warning le preguntó en privado la verdad sobre la situación general en Normandía, porque, como Warning dijo, “podemos contar los días libres en los botones de nuestra túnica antes de la llega el gran avance ".

"Les diré todo esto", dijo Rommel. "El mariscal de campo von Kluge y yo le hemos enviado un ultimátum al Führer, diciéndole que la guerra no se puede ganar militarmente y pidiéndole que dibuje las consecuencias".

"¿Y si el Führer se niega?" Advertencia se preguntó. La respuesta de Rommel llegó sin dudarlo.

"Entonces voy a abrir el frente occidental, porque solo hay una cosa que importa ahora: ¡los británicos y los estadounidenses deben llegar a Berlín antes que los rusos!"

A la mañana siguiente, 17 de julio, Rommel, que recorría hasta 250 millas por día conduciendo entre su cuartel general en La Roche Guyon y las unidades que luchaban en el frente, se dispuso a reunirse con Sepp Dietrich, comandante del 1er SS Panzer. Cuerpo. Aunque no es particularmente admirable, Dietrich fue un individuo intrigante: al igual que Hitler, fue galardonado con la Cruz de Hierro, 1ª y 2ª clase, como alistado en la Primera Guerra Mundial; se unió al Partido Nazi en 1928 y se convirtió en uno de los primeros oficiales al mando de la Schutzstaffel, las SS, cuando todavía era solo el guardaespaldas de Hitler, y luego sirvió como chofer personal de Hitler. Entonces, dada su historia, su lealtad al Führer y al Partido debería haber sido total y absoluta; sin embargo, según Helmuth Lang, después de que se completaron los aspectos puramente militares de la conferencia con Dietrich, Rommel tuvo la conversación más asombrosa con el general de las SS. Bien, al alcance del oído de Lang, Rommel le preguntó sin rodeos a Dietrich: "¿Siempre ejecutarías mis órdenes, incluso si contradecían las órdenes del Führer?"

"Usted es mi oficial superior, Herr Feldmarschall", respondió Dietrich, ofreciéndole la mano a Rommel, "y por lo tanto obedeceré todas sus órdenes, sea lo que sea que esté planeando".

Con eso, el negocio de Rommel en la sede de Dietrich estaba completo, y en cuestión de minutos estaba en camino de regreso a La Roche Guyon. Dietrich sugirió que, dada su proximidad al frente, Rommel y sus hombres tomaran un kübelwagen ordinario en lugar del grande y llamativo Horsch, pero Rommel rechazó la idea: los kübels eran apretados, incómodos y lentos. Aceptó la recomendación del hombre de las SS de permanecer en las carreteras secundarias en lugar de las carreteras principales, para evitar mejor los cazabombarderos aliados itinerantes. Poco después de las 4:00 p.m., el cabo Daniel se alejó rugiendo de St Pierre sur Dives; Rommel se sentó al frente como de costumbre, el Capitán Lang, el Mayor Neuhaus y Feld-webel Hoike (que había sido traído específicamente como observador de aviones) ocupando sus lugares en la parte trasera. Mientras viajaban hacia el sur, nunca recorrían más de una milla, a menudo no más de unos pocos cientos de yardas, sin pasar los restos ametrallados, a menudo quemados, de camiones, tanques y vehículos blindados de la Wehrmacht y SS que habían sido destruidos por británicos o Aviones americanos. Cerca de Sainte-Foy-de-Montgommery, Hoike vio una formación de combatientes aliados que parecían estar haciendo fila para una carrera de ametrallamiento en la carretera. Rommel ordenó al cabo Daniel para tomar una carretera lateral que atravesaba el pueblo de Sainte-Germaine-de-Montgommery, y fue allí donde aparecieron de repente un par de Spitfires de la Royal Air Force. Daniel zigzagueó desesperadamente para desviar la puntería de los pilotos británicos, pero una ráfaga de fuego de cañón de 20 mm cruzó la carretera y entró en el coche, hiriendo gravemente a Daniel, que perdió el control del gran Horsch. El automóvil patinó 100 yardas antes de caer en la zanja junto a la carretera, chocó contra un árbol y rebotó en la carretera de nuevo; todos en el coche quedaron despejados por el impacto inicial. Lang estaba prácticamente ileso, Neuhaus y Hoike sufrieron heridas leves; pero las heridas de Daniel fueron fatales: entraría en coma y moriría unas horas después. Rommel, que se había girado a la derecha para observar el acercamiento de los cazas enemigos, fue arrojado violentamente contra el pilar del parabrisas, fracturando su cráneo en tres lugares y sufriendo heridas masivas en el lado izquierdo de su rostro antes de ser arrojado a la calzada. Erwin Rommel, inconsciente y sangrando profusamente, había llegado al final de su guerra.

viernes, 8 de enero de 2021

Biografía: Andrei Andreyevich Vlasov (URSS/Alemania Nazi)

Andrei Andreyevich Vlasov

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Vlasov no era solo un comandante al azar cuya única cualidad distintiva era estar dispuesto a saltar al lado alemán. En el lío que era el cuerpo de oficiales soviéticos, antes de que el sangriento crisol de la Wehrmacht derribara a muchos de los incompetentes de sus filas, Vlasov era uno de los más capaces. De hecho, cuando tomó el mando de la 99.a División de Fusileros, convirtió una unidad bastante estándar en lo que Semyon Timoshenko llamó la mejor división del ejército soviético en nueve meses.

El problema de Vlasov fue que en el primer año de la Gran Guerra Patriótica, se encontraba de lleno en medio de varios desastres totales, muchos de los cuales podían atribuirse directamente a Stavka. Vlasov tenía el muy desafortunado mando del 4o Cuerpo Mecanizado en junio de 1941, parte del Frente Suroeste de Kirponos, una formación extremadamente poco preparada que, junto con otros cinco cuerpos mecanizados, participó en el abismal desastre que fue la Batalla de Brody.

 

 Una contraofensiva ordenada insistentemente por Zhukov a pesar de las súplicas de Kirponos sobre su imposibilidad, Brody fue una de las derrotas más aplastantes de cualquier fuerza en toda la guerra. El cuerpo de Vlasov, el más fuerte de los seis, fue prácticamente aniquilado; para el 12 de julio, se había reducido a 65 tanques de una fuerza inicial de 979. Los restos del cuerpo, ahora luchando como infantería, pronto fueron rodeados y aniquilados por la derecha. banco de Ucrania, y la unidad se disolvió oficialmente en agosto de 1941.

El siguiente destino de Vlasov fue justo en medio de otro desastre en desarrollo: el 37º Ejército, uno de los seis ejércitos que sostienen el sector de Kiev contra el Grupo de Ejércitos Sur. Allí, el 37º Ejército ganó la dudosa distinción de ser parte del bolsillo más grande de la historia. Bajo la dirección de Vlasov, partes del ejército lograron escapar antes de que el bolsillo alemán se solidificara por completo. La mayor parte de la unidad fue destruida y hacia finales de septiembre se disolvió oficialmente.

Sin embargo, incluso ese desastre que le sucedió al 37. ° Ejército fue una defensa bastante exitosa para los estándares soviéticos de la época, donde los alemanes estaban entregando a Stalin las ruinas rojas de su ejército por todo el frente. Vlasov ahora fue enviado al mando del 20. ° Ejército, recién reconstituido después de su aniquilación en el Vyazma Pocket. Estuvo al mando del ejército durante la segunda fase de la Batalla de Moscú, con éxito. Con su nombre seguido de un elogio resplandeciente en el Pravda y una nueva Orden de la Bandera Roja brillando en su pecho, Vlasov fue a un nuevo comando: el 2º Ejército de Choque en el área de Volkhov.

El ejército de Vlasov fue la punta de lanza de la Operación Ofensiva de Lyuban, con la intención de romper el sitio de Leningrado. El 2.º Ejército de Choque avanzó a través del río Volkhov y penetró setenta kilómetros hacia adelante desde su posición inicial, pero el apoyo resultó insuficiente contra el fortalecimiento de las defensas alemanas y la ofensiva se estancó. Vlasov solicitó permiso para retirarse del saliente que había formado y se le ordenó que mantuviera la posición, no importa qué.

Eso no funcionó. Los alemanes contraatacaron contra los salientes, rompieron las posiciones soviéticas y cortaron a Vlasov. Su intento de escapar no tuvo éxito y los alemanes aniquilaron al 2º Ejército de Choque en Myasnoi Bor. Vlasov fue capturado y, poco tiempo después, bajo custodia alemana, cambió de bandera.

El odio de Vlasov hacia Stalin por su desastrosa mala gestión de la situación militar llevó a los oficiales de inteligencia alemanes a buscar su cooperación para encabezar un ejército de prisioneros de guerra soviéticos (POW) comprometidos a luchar contra la Unión Soviética. Cientos de miles de prisioneros de guerra soviéticos ya estaban sirviendo como auxiliares del ejército alemán en funciones no combativas, muchos de ellos simplemente para mantenerse con vida. Vlasov elaboró ​​un programa político para un estado ruso no comunista, pero este concepto contradecía la política de Adolf Hitler de subyugar y colonizar la Unión Soviética. Aunque los oficiales de inteligencia alemanes procedieron a crear el Ejército de Liberación de Rusia (ROA), Hitler le negó cualquier papel de combate y se convirtió en un dispositivo solo para alentar las deserciones del Ejército Rojo.

El jefe alemán Schutzstaffel (SS), Heinrich Himmler, se reunió con Vlasov en septiembre de 1944 y le prometió un papel de combate. Himmler también organizó la creación del Comité multiétnico para la Liberación de los Pueblos de Rusia (KONR), que se anunció en Praga en noviembre. Se crearon dos divisiones de la ROA, una de las cuales fue enviada a lo largo del río Oder a mediados de abril de 1945, pero se retiró ante el Ejército Rojo. El "Ejército Vlasov" luego cambió de bando. Cooperando con la Resistencia Checa, ayudó a liberar Praga y desarmó a 10.000 soldados alemanes, con la esperanza de ser reconocidos por los Aliados Occidentales.

Al final de la guerra, las autoridades soviéticas exigieron el regreso de Vlasov de acuerdo con los acuerdos de repatriación alcanzados en la Conferencia de Yalta, y el 12 de mayo de 1945, las unidades estadounidenses lo entregaron junto con otros prisioneros de guerra de la ROA. El 13 de agosto de 1946, el Tribunal Supremo soviético condenó a Vlasov como un "colaborador alemán" y un "enemigo del pueblo ruso" y le impuso la pena de muerte el mismo día.

Ahora, la pregunta. ¿Por qué?


Hay tres teorías predominantes. La afirmación tradicional soviética es que la traición de Vlasov fue motivada principalmente por el interés propio: un movimiento frío y calculador realizado por un hombre que vio la oportunidad de tomar el poder y lo tomó. Una segunda posibilidad es que Vlasov simplemente estaba enfurecido, incluso rencoroso, por haber sido colgado a secar en Lyuban, y deseaba venganza.

Ambos son completamente factibles: me gustaría enfatizar que las únicas afirmaciones sobre su motivación que sabemos que hizo Vlasov, las hizo mientras trabajaba con alemanes, y dado que los soviéticos lo colgaron por traidor en 1946, no podemos preguntarle exactamente. . Por lo tanto, todo lo que voy a decir, y cualquier cosa que alguien pueda decirte sobre la motivación de Vlasov, es más o menos una conjetura.

Pero yo mismo soy partidario de la tercera y más dominante teoría: que cuando Vlasov declaró su anticomunismo y su deseo de liberar a Rusia de las garras de Stalin, no mentía.

La mayoría de las personas crecen con al menos cierto sentido de lealtad hacia sus países; la traición no es fácil para la mayoría de las personas. La situación de Vlasov parece excepcional: no hace mucho tiempo, durante la Primera Guerra Mundial, habría sido incomprensible que un comandante del ejército ruso capturado pudiera escribir un memorando al propio Kaiser pidiendo que se le permitiera formar un ejército de rusos para que pudiera luchar. contra otros rusos.

Que esto sucedió en la Segunda Guerra Mundial significa dos cosas: o la persona es excepcional o la situación lo es. Pero la persona no es excepcional. Vlasov no fue el primer comandante soviético en cambiar sus colores en prisión, no fue el último, y seguro que no fue el único, cuando su 'Ejército de Liberación Ruso' se hizo realidad en 1944, de los 51 oficiales al mando de un regimiento o superior, 23 eran desertores soviéticos (el resto emigrados rusos). Más de un millón de ciudadanos soviéticos desertaron hacia el lado alemán; algo así habría sido incomprensible en cualquier otro momento.

Entonces, si la persona no es excepcional, la situación tiene que serlo.

La teoría predominante, y con la que estoy de acuerdo, es que Vlasov se había desilusionado con el gobierno al que había servido. Después de vivir una serie de desastres que el gobierno presidió, culminando en Lyuban, Vlasov simplemente estaba harto del régimen soviético y, desafortunadamente para él, no tenía exactamente muchas opciones si deseaba dedicar sus esfuerzos a su destrucción.

Y así, un fatídico día mientras estaba encarcelado en Vinnytsia, tuvo un pensamiento y tomó una decisión que eventualmente lo llevaría a una larga caída de una cuerda corta, un destino trágico pero no inmerecido para un hombre que con toda probabilidad tenía nobles razones. por un acto repugnante. Ciertamente, no tuvo la mitad de suerte que su homólogo alemán, su compañero traidor Walther von Seydlitz-Kurbach, que finalmente fue repatriado a Alemania Occidental, de alguna manera logró ser indultado por el país que traicionó y murió de vejez en 1976.

Y cuando se trata de describir al héroe soviético convertido en colaborador alemán, deseo dejar las últimas palabras a Mark Elliott:

Algunos han caracterizado a Vlasov como un vil colaborador; otros lo han visto como un héroe nacional ruso. Ninguna descripción encaja del todo. Andrei Andreevich Vlasov, dado a la bebida y con ataques de fatalismo e inercia en cautiverio, carecía del carácter genuino que se considera esencial para un mártir. Por otro lado, el jefe de la ROA era cualquier cosa menos un nazi: causó incomodidad a sus seguidores alemanes con su fuerte nacionalismo ruso y su negativa personal a prestar su voz al antisemitismo oficial imperante. No poseía ni la ceguera moral de Quisling a las cuestiones del patriotismo ni la inclinación de Juana de Arco por la autoinmolación. Se acercó más a la media de la mayoría de los humanos, personificando acertadamente la situación de pesadilla que enfrentaban millones de víctimas del Frente Oriental. Vlasov, como multitud de otros ciudadanos soviéticos indefensos, fue cruelmente pulverizado entre las enormes e insensibles piedras de molino del nazismo y el comunismo. Mezclado en el tablero de juegos de guerra de Europa, primero por Stalin, luego por Hitler, Vlasov fue un peón en la lucha épica al igual que el prisionero de guerra o el trabajador forzado más humilde. Fantaseaba con una Rusia sin Marx, y aunque su fracaso fue total, estuvo más cerca que cualquier otro ruso desde la Guerra Civil de cumplir ese sueño.

Mark Elliott, "Andrei Vlasov: General del ejército rojo al servicio de Hitler", Military Affairs, abril de 1982

Referencias


Andreyev, Catherine. Vlasov y el movimiento de liberación ruso: la realidad soviética y las teorías de los emigrados. Cambridge, Reino Unido: Cambridge University Press, 1987.

Elliott, Mark. "Andrei Vlasov: General del Ejército Rojo al servicio de Hitler". Military Affairs 61 (abril de 1982): 84–87.

Steenberg, Steve. Vlasov. Trans. Abe Fabsten. Nueva York: Alfred A. Knopf, 1970.

Strik-Strikfeldt, Wilfried. Contra Stalin y Hitler: Memorias del Movimiento de Liberación Ruso, 1941-1945. Nueva York: John Day, 1973. 

domingo, 16 de septiembre de 2018

Rusia: Encuentra fosa común de 9 mil cuerpos de purga stalinista

La masiva fosa común que testimonia la brutal represión estalinista y desató un escándalo en Rusia 

En 1997 fueron hallados los restos de los miles de muertos de la Gran Purga. Pero Vladimir Putin se quejó de la "excesiva demonización" de Stalin mientras detenían al historiador que hizo el hallazgo. Ahora la Sociedad Militar e Histórica Rusa vuelve a excavar en el lugar para cambiar el relato


Infobae


  Las excavaciones en Sandarmoj intentarían reescribir la historia. (Georgy Chentemirov/Meduza)

En los bosques de Karelia, en el noroeste de Rusia, comenzaron las excavaciones para encontrar las tumbas de los soldados del Ejército Rojo que fueron capturados y ejecutados por los finlandeses durante la Segunda Guerra Mundial. El problema es que esa tumba masiva ya fue hallada, en 1997, y contiene los restos de unas 9.000 víctimas de las persecuciones estalinistas.

Según denunciaron distintos medios opositores al presidente Vladimir Putin, la Sociedad Militar e Histórica Rusa (RVIO), que realiza las excavaciones, intenta reescribir la historia. En el sitio, donde se halla el Memorial de Sandarmoj, al norte de Petrozavodsk, ya se identificaron a 6.241 personas que sufrieron el gulag y otras formas de represión en la Unión Soviética.

 
En Sandarmoj se halló en 1997 una tumba masiva de víctimas del estalinismo. (Reuters)

El gobierno de Putin, sin embargo, parece buscar un relato más apto para todo público, como el de los héroes de guerra, en lugar de la "excesiva demonización" de Josef Stalin, como llamó al discurso de sus críticos que intenta mostrar "que la Rusia de hoy lleva alguna clase de marca original del estalinismo". El trabajo de la RVIO —que fue creada por decreto presidencial— en Sandarmoj moderaría el presunto exceso.

El historiador Yuri Dmitriev encontró en 1997 la tumba masiva que, según estimó, se remonta a 1937 y es un testimonio de la represión brutal de la época. Dmitriev, miembro de la organización de derechos humanos que impulsó el memorial en Karelia, fue arrestado en diciembre de 2016 por posesión de pornografía infantil, aunque en abril de 2018 lo exoneraron por falta de pruebas.


Yuri Dmitriev, quien encontró esta prueba de la Gran Purga, fue detenido ya dos veces. (Reuters)

En junio, sin embargo, volvió a la cárcel, acusado de haber atacado sexualmente a su hija adoptiva, otra acusación que suele afectar a los opositores a Putin, según la especialista Masha Gessen. El historiador denunció una campaña para desacreditarlo porque su investigación de los crímenes de Stalin "complican los esfuerzos oficiales por glorificar el pasado soviético".

El periodista Georgy Chentemirov, del sitio Meduza, visitó Sandarmoj a finales de agosto, pocos días después de que se iniciaran las excavaciones de RVIO. "Las tareas continuaron a pesar de las protestas de los familiares que creen que sus antepasados fueron asesinados allí hace 81 años por agentes del [servicio secreto] NKVD", citó el medio

 
El presidente Vladimir Putin criticó la “excesiva demonización” de Josef Stalin.


"Acompañado por su esposa y sus dos hijos, un vecino confrontó al vocero del equipo de excavación y le dijo que tenía documentos de archivo que probaban que su abuelo había sido ejecutado en Sandarmoj", citó Chentemirov. "El representante de RVIO le dijo que esos documentos probablemente eran falsificaciones".

La presencia de funcionarios del Ministerio de Defensa justificó un cordón que Chentemirov no pudo atravesar; logró ver, sin embargo, cómo se retiraban materiales en bolsas. El equipo dijo que encontraron restos de un abrigo de tela inglesa que los finlandeses solían distribuir entre sus prisioneros y que dieron un fragmento al periódico Novaya Gazeta para que haga un análisis independiente.
 
Un periodista de Meduza, un medio opositor, estuvo en Sandarmoj. (Georgy Chentemirov/Meduza)


Vyacheslav Kashtanov, quien había participado en la excavación original de Dmitriev, dijo que en 1997 no hallaron nada que indicara la presencia de soldados, pero que hay que analizar los nuevos elementos. Sin embargo, la titular de la rama local del partido liberal Yabloko, que solicitó a la fiscalía la interrupción de los trabajos del RVIO, opinó que no hay nuevos elementos, en realidad.



"Temo que [las excavaciones] se hagan para desacreditar a Dmitirev, que dedicó su vida entera a buscar justicia y demostrar la escala de la tragedia, las víctimas, las acciones de los verdugos estalinistas", dijo Emilia Slabunova. "Su objetivo es decir que no hubo ejecuciones de víctimas de Stalin sino que los finlandeses invasores mataron a prisioneros de guerra soviéticos, en cambio. Están buscando cómo salirse del escándalo" del historiador.