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viernes, 9 de mayo de 2025

Occidente: Las raíces filosóficas de James Bond

Las raíces filosóficas de James Bond



 

El personaje de James Bond, creado por Ian Fleming, tiene raíces filosóficas y culturales profundas dentro de la tradición occidental. Su figura es más que la de un simple espía; representa un ideal arquetípico con influencias de distintas corrientes filosóficas, literarias y culturales que han moldeado la identidad del héroe occidental.

1. El héroe estoico y la virtud romana

Bond encarna la tradición del estoicismo, similar a los filósofos romanos como Séneca, Marco Aurelio y Epicteto. Es un hombre de acción que enfrenta la muerte, la violencia y el caos con control emocional, disciplina y determinación. No se deja dominar por el miedo ni por la debilidad, sino que se guía por la idea de que su deber es superior a sus deseos personales.


 

Esto se relaciona con la virtud romana de la "gravitas", que denota dignidad, seriedad y responsabilidad, y con la "fortitudo", el valor de actuar con firmeza ante la adversidad. Bond acepta su destino sin quejas y se sacrifica sin vacilar, siguiendo un código de conducta tácito, aunque a veces cínico.

2. El caballero errante y la tradición artúrica

Bond es un caballero moderno. Su estructura narrativa sigue la del caballero medieval, como en la leyenda del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda. Tiene un juramento implícito de servicio, una lealtad inquebrantable a su reina y su país, y enfrenta peligros para proteger el mundo civilizado de las fuerzas del caos.

Su relación con "M" (especialmente en la etapa de Judi Dench) refuerza esta conexión, ya que ella actúa como una figura de mentor, similar a Merlín o a un monarca que guía al caballero en su misión. Sus misiones son pruebas de nobleza, y sus enemigos suelen representar fuerzas de corrupción, desorden o tiranía, reflejando la clásica lucha entre el caballero y el dragón.

3. El héroe byronesco y el romanticismo inglés

Bond también comparte rasgos con los personajes del romanticismo inglés, especialmente los de Lord Byron. Es un héroe solitario, rebelde, con un pasado traumático y una actitud de desencanto cínico frente al mundo. No es un idealista puro, sino alguien que conoce la oscuridad del ser humano y la acepta sin ilusiones.

Este rasgo byronesco se ve en su relación con las mujeres, su sentido trágico de la vida y su aparente insensibilidad emocional, que en realidad oculta un hombre marcado por el dolor. Sus romances suelen ser fugaces, porque su destino no le permite el amor duradero, reflejando el arquetipo del héroe maldito que nunca puede encontrar la paz.

4. El superhombre Nietzschiano y la voluntad de poder

En el fondo, Bond encarna una versión estilizada del superhombre de Nietzsche. Es un hombre que vive más allá de la moral tradicional, operando en un mundo donde las reglas convencionales no aplican. No es un agente del bien absoluto, sino un ejecutor que decide su propio código de conducta basado en la eficacia y la supervivencia.

Su superioridad física e intelectual, su autocontrol y su dominio sobre el entorno reflejan la "voluntad de poder" nietzscheana: la capacidad de moldear el mundo a su conveniencia sin ser gobernado por normas impuestas. No se deja someter por la debilidad ni la mediocridad, sino que sobresale como un individuo excepcional en un mundo lleno de mediocridad y corrupción.

5. El agente del Imperio y el colonialismo occidental

Bond también es producto de la Gran Bretaña imperial. Su misión no es solo proteger al Reino Unido, sino mantener el orden mundial occidental frente a amenazas externas, muchas veces representadas como dictadores, multimillonarios megalómanos o ideologías rivales (antes la URSS, luego el terrorismo internacional).

Esta dimensión tiene raíces en la tradición del aventurero británico, como los exploradores del siglo XIX o los espías de la Primera Guerra Mundial. Bond no solo es un guerrero, sino un hombre de mundo, sofisticado, culto y con acceso a los círculos de poder global. Su estilo refinado lo coloca en la línea de personajes como Sherlock Holmes o Richard Hannay, pero con un enfoque más pragmático y letal.


Conclusión: Bond como el último héroe occidental

James Bond es una síntesis de estas tradiciones filosóficas y culturales. Es el último héroe de una era crepuscular, donde el honor, la astucia y la fuerza individual aún tienen valor en un mundo dominado por la burocracia y la impersonalidad. Su carácter mezcla el estoicismo romano, la nobleza caballeresca, el fatalismo romántico, la voluntad de poder nietzscheana y el legado del imperialismo británico.

Por eso sigue siendo un ícono atemporal, porque representa un ideal de masculinidad y heroísmo que, aunque evoluciona con el tiempo, sigue apelando a las raíces más profundas de la cultura occidental.



jueves, 1 de mayo de 2025

Patagonia: Criminales y aonikenks

George Muster - James Radburne (Jimmy)






Esta selección de testimonios de la relación intercultural foráneo-patagona no puede obviar la mención de dos de ellos por su singularidad, dado el tiempo prolongado que abarcaron las correspondientes convivencias –que de eso se trató en verdad– y por la riquísima y variada información de interés etnográfico obtenida. Nos referimos a los testimonios del inglés George Ch. Musters que realizó a lo largo de un año, entre 1869 y 1870, un memorable viaje transpatagónico en compañía de un grupo aónikenk desde la isla Pavón (río Santa Cruz) hasta el pueblo de Carmen de Patagones; y de James Radburne, un inmigrante inglés que arribó a Punta Arenas en 1892, iniciando así una vida de aventuras en cuyo transcurso interactuó larga e intensamente con los aborígenes, con la parcialidad aónikenk del distrito de El Zurdo, trabando con ellos una fuerte amistad al punto de casarse con una india y formar familia con ella. Si el primero dejó un relato interesantísimo de su aventura, devenido clásico de la literatura histórica patagónica (At  home  with  Patagonians, Londres 1871), el segundo confió sus recuerdos a Herbert Childs, un periodista norteamericano de los años de 1930, quien los incluyó en su libro El  Jimmy, A Patagonian Outlaw (Nueva york 1937).  Una y otra obra son fuentes inestimables de información etnohistórica y, por tanto, de obligada consulta para quien se interese en la materia.



Conteniendo como contienen uno y otro libro recurrentes noticias que dan cuenta acerca de la índole indígena, no cabe en sus casos extraer selectivamente sus opiniones sobre la materia que nos ocupa, y sí valorarlos como documentos que sin solución de continuidad informan de manera explícita sobre todo cuando se refiere al carácter predominantemente pacífico de los aónikenk históricos.



Extrato de LOS AÓNIKENK ¿EPITOME DEL BUEN SALVAJE? de
MATEO MARTINIC B.*
Jose Pavoni
El Jimmy fugitivo de la Patagonia es un lindo libro para leer.
Elena Beatriz Primo
Jimmy se trata de Button? leí sobre el en algunos libros como "La tierra del fuego"de Silvia Iparraguirre y otros.Su historia y la de Fuegia relacionada a los zoológicos humanos y la cita de Darwin y Fitz Roy .
Jose Pavoni




Elena Beatriz Primo No tiene nada que ver es el de la tapa del libro que esta en una de las fotos del articulo, James Radburne (Jimmy) es un ingles aventurero que llego a la patagonia y convivió con la tribu del cacique Mulato y se casó con una hija o familiar del cacique, no recuerdo bien hace varios años que leí el libro, trabajó en estancias de tierra del fuego y relata las matanzas de selknams u onas por parte de buscadores de oro y estancieros, luego viene a la patagonia Argentina y traba relación con el cacique mulato y convive intermitentemente en sus toldos varios años para terminar con el matrimonio con Juana una aoni kenk y se radica en el lago San Martin donde funda la estancia "La Nana". Muy lindo libro lo recomiendo.
Por : Jose Pavoni - TEHUELCHE EL VERDADERO PUEBLO ORIGINARIO DE PAMPA Y PATAGONIA

viernes, 18 de abril de 2025

Crisis del Beagle: Libro: "El delirio armado" de 1978

El "delirio armado" Argentina-Chile. La guerra que evitó el Papa.


Autor: Bruno Passarelli – Ed. Sudamericana, S.A. 1998





En una charla entre el embajador norteamericano Raúl Castro y el nuncio Pío Laghi, el primero aseguró que fuentes militares le habían dado un panorama bastante preciso sobre las consecuencias devastadoras que el Estado Mayor del Ejercito Argentino había calculado en la primera fase de la guerra.

Puntualizó Castro: "Se estima que los muertos de ambas partes, solo en la primera semana de operaciones, serian unos 20.000 y no se descarta que, en caso de que Argentina no obtuviese una rápida victoria, con la destrucción del aparato militar y económicos chilenos, se produzca una regionalización del conflicto con derivaciones catastróficas para America del Sur, y por extensión, para Occidente todo".

Y tras el silencio sepulcral que invadió el salón, repitió en un susurro, como hablando consigo mismo:"Veinte mil muertos en una sola semana, un delirio total".

En realidad en mas de un documento se hacia esta sobrecogedora evaluación. Se aludía a un memorandum que se llamaba "Planeamiento Conjunto de las Operaciones Previstas contra Chile", que estaba en poder de los tres Comandos en Jefe, e incluía todas las hipótesis operativas elaboradas en función de la búsqueda de una rápida y favorable definición militar, y a una "Dirección Estratégica Militar"(DEMIL) aprobada por la Junta Militar.

En ellas se manejaban dos hipótesis: la rendición lisa y llana de Chile en breve tiempo, como consecuencia de la acción fulminea que se preparaba (hipótesis de máxima) o en su defecto, la aceptación de parte chilena de los reclamos territoriales argentinos, tanto terrestres como marítimos, en el extremo sur (hipótesis de mínima), a lo que seguiría el repliegue de tropas desde los puntos alcanzados en territorio chileno, al otro lado de la frontera.

Cuando los documentos habían sido elaborados, la iniciación de la guerra no tenía todavía fecha y hora. Deliberadamente, se había dejado la definición cronológica para el momento oportuno, o sea cuando el reloj de la guerra hubiese empezado a marchar sin posibilidades de retorno.
Pero su aplicación ya había comenzado en septiembre, cuando las fuerzas integrantes del "Operativo Soberanía" - así lo habían bautizado con pomposo léxico militar - habían comenzado paulatinamente a ocupar sus posiciones a lo largo de la frontera con Chile, en un despliegue que continuarían incesantemente hasta el mes de noviembre.

Así, desde la Provincia de Buenos Aires se desplazaron las dos grandes unidades de batalla del Primer Cuerpo del Ejército, o sea la Brigada I de Caballería Blindada, que era la de mayor capacidad de fuego, y la X Brigada de Infantería, cuyo asiento natural estaba en Palermo y comandaba el general Juan Saisaiñ (quien había estado a las órdenes de Menéndez en Córdoba y estaba de acuerdo con sus pensamientos). A la primera pertenecían los Regimientos de Tiradores Blindados 1 "Coronel Brandsen" y 10 "Húsares de Pueyrredón", el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 101 "Simón Bolívar", y el Grupo 1 de Artillería Blindada "Martiniano Chilavert".

Lo mismo desde el Litoral, habían hecho las unidades del Segundo cuerpo, comandadas por el general de división Leopoldo Fortunato Galtieri, y al que pertenecían la II Brigada de Caballería Blindada, a las órdenes del general Juan Carlos Trimarco (incluía los regimientos de Tiradores Blindados 6 "Blandengues" y 7 "Coronel Estomba" y el grupo 2 de Artillería Blindada con base en Rosario del Tala), y la VII Brigada de Infantería, cuyo jefe era el general Eugenio Guanañabens Perelló y comprendía, entre otras unidades, al Regimiento 5 de Infantería, cuyos cuarteles estaban en Paso de los Libres.

También habían sido destacadas unidades de artillería de asalto y antiaérea, como el poderoso Grupo Artillería de Defensa Aérea 601, con asiento en Mar del Plata que tomó ubicación en la provincia de Chubut, a la altura fronteriza de las poblaciones de Rio Mayo y Alto Rio Seguer, junto a los efectivos de la IX Brigada de Infantería de Montaña que comandaba el general Hector Humberto Gamen.

La concentración de efectivos en esa zona, dotados de fuerte capacidad de fuego, respondía a una razón muy sencilla: allí, la Cordillera de los Andes tiene escasa altura y por eso la línea fronteriza es considerada vulnerable.

Esto preocupaba al Estado Mayor Argentino, ya que planteaba el riesgo de que los blindados chilenos la superasen con cierta facilidad, apuntando a los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia (Pico Truncado y Caleta Olivia), que el alto mando estaba dispuesto a proteger con absoluta prioridad. Por eso se había llevado a ese sector de la frontera numerosas unidades, con una presencia efectiva de no menos de 40.000 hombres. Más al sur, entre el Calafate y Rio Turbio, estaba desplegado el Regimiento de Infantería 24, que comandaba el coronel Alfredo Gómez Otero, cuya sede habitual era Rio Gallegos.

La concentración final de efectivos se realizaría en los primeros días de diciembre, por vía aérea. Los gigantescos Boeing 707 y 747 de Aerolíneas Argentinas - estos últimos flamantes y comprados para su afectación a vuelos transoceánicos - llevaban al Sur contingentes de hasta 370 hombres por vuelo, con su armamento completo, después de que a los aviones se le aplicaba lo que en la jerga militar se llamaba la "Configuración Vietnam".

¿En que consistiría el ataque argentino?

La Hora Cero coincidiría con la ocupación militar de las tres islas en disputa (Picton, Lennox y Nueva) que seria precedida entre 24 y 36 horas antes, por una operación nocturna de intrusión en al que efectivos de Elite de la Infantería de Marina desembarcarían en las islas e islotes situados al sur de la desembocadura oriental del Canal de Beagle y fuera de la zona en litigio (el llamado "Martillo"), pese a lo cual el Fallo Arbitral de 1977 las había asignado a Chile, y aniquilarían allí cualquier resistencia chilena. Se trataba de las islas Freycinet, Herschel, Wallaston, Deceyt y Hornos.

Esta ocupación seria precedida de una formal protesta argentina ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, en las que se denunciarían el emplazamiento en ellas de destacamentos militares, en abierta alteración de los equilibrios en la región.
El Alto Mando argentino sabia que esta operación sería considerada por Chile como un casus belli y que provocaría su reacción armada, para lo que había concentrado en las adyacencias a su flota naval, aunque no se creía que en su fase inicial la resistencia chilena fuera muy fuerte. Caso contrario, entraría en acción la Flota de Mar, comandada por el contraalmirante Humberto Barbuzzi que había sido dividida en dos grupos de tareas (GT).

El primero (GT1) había sido desplegado frente a la boca oriental del Beagle; el otro grupo (GT2), delante del Estrecho de Magallanes. En nuestras aguas australes estaban el portaaviones 25 de Mayo, los destructores Piedra Buena, Bouchard y Drummond, las corbetas misilisticas Granville y Guerrico, los ARA Hércules, Santísima Trinidad y otros y el crucero General Belgrano, después hundido durante la Guerra de Malvinas. Este ultimo había sido reequipado con cañones de seis pulgadas para tiro naval y baterías de misiles Sea Cat con un alcance aproximado de 4.000 metros.

Dos horas después de completada la ocupación de las pistas Lennox, Picton y Nueva, colocadas bajo la protección cercana del GT2, aviones Mirage-Dagger y Skyhawks bombardearían objetivos militares en la ciudad de Punta Arenas y en Puerto Williams, mientras el hostigamiento aéreo alcanzaría a otros blanco relacionados con el transporte y el abastecimiento en la región de Magallanes. Para las horas sucesivas se preveían enfrentamientos aeronavales con la flota chilena en el estrecho de Magallanes y en la boca de ingreso al Canal de Beagle, por lo que en noviembre el alto mando naval había hecho su requerimiento de un fuerte apoyo aéreo, dada la amenaza que representaban los helicópteros artillados chilenos.

A las 0 horas entraría en acción el ejército, que cruzaría la frontera patagónica por cuatro puntos diferentes con tropas de la IX Brigada de Infantería de Montaña y de otras unidades asignadas al sector de Santa Cruz y Chubut. Casi contemporáneamente, aprovechando las primeras horas de la mañana, aviones de la Fuerza Aérea trataría de destruir a la aviación chilena, si fuera posible en tierra, con una ofensiva fulminante del tipo de las aplicadas por Israel con tanto suceso en el Medio Oriente. En este sentido, la Fuerza Aérea se veía favorecida por el hecho de contar con mas aeródromos en el ámbito de las operaciones, aunque se reconocía la peligrosidad de la aviación rival, por su entrenamiento, preparación y el material bélico a su disposición.

En cuanto al Ejercito, dado que la ofensiva proyectada no había sido circunscripta únicamente al sector sur del territorio enemigo, sino que seria generalizada y se extendería por toda la frontera, en un segundo momento pasarían al ataque las tropas del Tercer Cuerpo, desplegadas a lo largo de la Cordillera, en el que era su natural ámbito operativo, desde Mendoza hasta Jujuy.

Irrumpirían las dos grandes unidades terrestres de batalla integradas a dicho cuerpo, o sea la V Brigada de Infantería (...) y la VIII Brigada de Infantería de Montaña, a las ordenes del general Saá, uno de los mas fieles a Menéndez. En tanto, funciones operativas diferentes, por su propia naturaleza, tendría la IV Brigada de Infantería Aerotransportada con asiento en Córdoba, cuyo jefe era el general Gumersindo Centeno.

Algo mas al sur, casi contemporáneamente, se ejecutaría un movimiento cuyo éxito podría depender la definición favorable del conflicto del ataque: a la altura de la provincia de Neuquén, cerca del Paso Puyehue, irrumpirían a traves de la frontera la poderosa X Brigada de Infantería y otras unidades asignadas a ese sector del frente, con el objetivo de llegar al Pacifico y partir de esa manera en dos el territorio chileno. Era ese el punto en que, en esa fase del ataque terrestre, se concentraría el peso principal del ataque. Si bien las fuentes consultadas coinciden en que este corte era un objetivo prioritario, no son coincidentes sobre el lugar planificado, ya que algunos lo ubican al sur del valle de Maipo y otros mas al norte de esa zona.

En el plan de operaciones se preveía también la ocupación de una ciudad clave, que seria determinada según el curso de las acciones por la "línea menor de resistencia". El primer objetivo era Santiago, pero se tenia Valparaíso como alternativa. El avance de las tropas iba a ser constantemente apoyada por la Fuerza Aérea, en una sistemática tarea de ablande de las defensas enemigas. En el extremo sur, igual papel estaría a cargo de la Aviación Naval, si el objetivo quedaba establecido en una ciudad marítima atacada por al Infantería de Marina.
Pero - como ya se ha explicado - la ofensiva terrestre tenia un Talón de Aquiles, focalizado a la altura de Chubut, y por eso en los estudios de planificación se habían ultimado las precauciones para ganar una batalla que se estimaba podía ser decisiva.

Mas allá de las preocupaciones que el frente chubutense planteaba, en todos los niveles de comando existía una confianza muy arraigada que nacía, sobre todo, del superior poder de fuego y de movilidad de sus unidades blindadas. En cambio, esta ventaja se atenuaba considerablemente en el poder naval.

La Argentina había gastado 1.200 millones de dólares para reforzar sus fuerzas armadas( contra solo 800 millones invertidos por Chile), buena parte de ellos invertidos en la compra de modernos aviones de guerra y sistemas misilisticos. Además, había vuelto a llamar bajo bandera nada menos que a 500.000 reservistas. Pero lo que mas alentaba el optimismo de sus altos mandos militares era una frase muy arraigadas en ellos:"Chile es, lejos, después de Israel, la plaza mas vulnerable de la Tierra".

domingo, 2 de marzo de 2025

Crisis del Beagle: Libro "El delirio armado"

Cómo a último momento se evitó la guerra con Chile

La Navidad de 1978 pudo haber estado marcada por 22.000 muertos. El 22 de diciembre de ese año, fue el día D. Aquí se cuenta cómo la intervención de Samoré y del Papa evitaron la guerra a último minuto


Por Romina Calderaro || Página 12

t.gif (67 bytes)  El 22 de diciembre de 1978, Argentina y Chile estuvieron a pocas horas de entrar en guerra por el llamado "conflicto del Beagle". Iba a ser una guerra total en la que se preveían 20.000 muertos sólo en la primera semana, pero un télex enviado en clave secreta al despacho del papa Juan Pablo II evitó la catástrofe. Cuando el jefe de la Iglesia Católica decidió tomar cartas en el asunto y enviar como mediador al cardenal Antonio Samoré, se despacharon helicópteros para detener el avance los soldados argentinos, que ya estaban en la frontera dispuestos a poner en marcha lo que los militares habían bautizado pomposamente como "Operativo Soberanía". "A los milicos les sacaron el chiche cuando estaban a punto de apretar el gatillo, y no lo perdonaron nunca. El resultado fue Malvinas", dijo a este diario Bruno Passarelli, autor del libro El delirio armado, en el que relata los entretelones del conflicto, veinte años después. En esa época, el autor trabajaba como periodista en el Vaticano, y se vinculó estrechamente con Samoré, quien, asegura, "murió por las trastadas que le hicieron los militares argentinos".

La historia es así: el 2 de mayo de 1977, la corona británica entregó a los embajadores de Chile y Argentina el "Laudo Arbitral sobre el Canal de Beagle". Era la conclusión que había sacado una corte integrada por cinco jueces de distintas nacionalidades consultada por el gobierno británico sobre la disputa que enfrentaba a ambos países desde hacía años: un brazo de mar que en el extremo austral comunicaba a los dos océanos y por las tres islas ubicadas en su desembocadura atlántica: Lennox, Nueva y Picton. El laudo le daba la razón a Chile, incluso más allá de las pretensiones que había planteado. Los militares argentinos no estaban precisamente felices y no aceptaron el fallo.

--¿Cómo se llegó a estar a un paso de la guerra? --preguntó Página/12 a Passarelli.

--Esto formó parte del clima de soberbia ilevantable en el cual había entrado el gobierno militar después de la derrota de la guerrilla. En el '78 pasaban por el éxito momentáneo de la tablita de Martínez de Hoz y se había ganado el Mundial. Estaban eufóricos, solos en la escena. Creían que estaban frente a una guerra ganada e iniciaron en el pueblo una acción psicológica muy fuerte. Hasta Balbín estaba a favor de la guerra. A esto hay que sumarle la total intransigencia de los chilenos.

 

--¿Quiénes querían la guerra y quiénes no dentro del gobierno?

--Luciano Benjamín Menéndez era el más loco de los locos. Le seguían Suárez Mason y el general Antonio Vaquero, comandante del Quinto cuerpo. Una segunda línea, formada por Videla, Viola, Villareal, no la querían, pero eran minoría. El más moderado fue Leopoldo Galtieri, no porque estuviera a favor de la paz, sino porque quería era serrucharles el piso a Suárez Mason y a Menéndez. Yo tengo una tesis: a los militares les sacaron el chiche cuando estaban por apretar el gatillo: no lo perdonaron nunca y se tomaron revancha con Malvinas. Necesitaban un éxito para legitimar las barbaridades que hacían con los derechos humanos.

 

--¿Cómo se empezó a hablar de la mediación papal?

--Elípticamente. Videla y Pinochet se mandaban cartas secretas y concluyeron que el único que podía mediar era Juan Pablo II. Pero no era fácil: Pinochet era un gangster, que decía una cosa y hacía otra, y Videla era casi un medroso, un débil. Hasta que se llegó al 22, día de mayor dramatismo, sin ninguna solución. A medianoche se iba a producir el desencadenante de la guerra, una incursión no en las tres islas, sino en los islotes aledaños que a través del Laudo Arbitral quedaban en manos de los chilenos. Mientras tanto, se estaba desarrollando la tarea diplomática. Raúl Castro, embajador de Estados Unidos, había sensibilizado muchísimo al presidente Carter. Y el nuncio apostólico Pio Laghi trataba de comunicarse con el Papa, pero sus mensajes se perdían en la burocracia de la Secretaría de Estado.

 

--Usted exalta mucho los esfuerzos de Laghi.

--Es que él fue quien realizó un movimiento de último momento, casi desesperado. El 21, cuando tuvo la clara conciencia de que la guerra era inevitable, utilizó una clave secreta solamente destinada a situaciones de emergencia internacional. Lo cómico es que él no la podía transmitir desde el télex de la Nunciatura porque saltaba, y tuvo que ir a la única embajada con la cual estaba en buenas relaciones, la norteamericana. Finalmente mandó varios télex, que terminaron sobre la mesa del Papa. En el tercero le dice: "Santo Padre, intervenga".

 

--¿Cómo fue el 22?

--El 21 a la noche, el Papa se fue a dormir resignado porque creía que no iba a poder hacer nada. Había escrito un documento muy desesperanzado. Por la madrugada, le llegan las noticias de una disponibilidad de Videla y Pinochet. Le dicen: "Tenemos acá el télex de Videla, y también está de acuerdo Pinochet. Dicen que si usted hace una intervención fuerte se podría parar la guerra". Entonces se escribe la segunda parte de ese documento, donde le anuncia al mundo que había detenido la guerra y que mandaría a su representante personal, el cardenal Antonio Samoré.

 

--A quien usted conoció bastante.

--Sí, al pobre, los militares le hicieron mil trastadas y se murió del corazón. Durante tres años, los milicos argentinos se pasaron desairando al Papa. Cuando fue presentada su propuesta, infinitamente mejor que el Laudo Arbitral, Chile contestó en tres días y Argentina no contestó nunca. El pobre viejo se murió sin saber que había logrado detener la guerra. Finalmente, en 1984, ambos países firmaron el Tratado de Paz y Amistad.

 

--¿Por qué cree que el Papa se jugó tanto?

--Estaba hacía tres meses. Era totalmente nuevo. Era el momento de mayor auge de este Papa joven, lleno de vitalidad, que había dado un golpe de timón en la Iglesia y venía de una nación subyugada por el comunismo, que también había sufrido el nazismo e intervenía en cada situación donde creía que la paz estaba amenazada.

 

--¿Por qué cree que no se evitó Malvinas?

--Porque el Papa no intervino en esa oportunidad.

 

--Dice en su libro que muchos protagonistas no quisieron hablar más de esto. ¿Quiénes?

--Esto fue una gran derrota de los halcones, de los duros, que estaban enfrentados con Videla, quien estaba programando una especie de apertura política muy condicionada. El hablaba con los políticos de centroderecha. Y Bartolomé Gallino, Omar Riveros eran el ala belicista, y a su vez tenía una alianza cruzada con Massera, que quería llevar adelante esta guerra porque en ella la Marina hubiera tenido un rol protagónico.

 

--Finalmente, las islas quedaron para Chile.

--Se va a la mediación, se discute y se discute, y sí, las islas eran chilenas. Ellos las habían habitado, tenían desde el siglo pasado colonos instalados. El laudo de la Corona fue exagerado, es cierto, pero ésa es otra cuestión.

domingo, 27 de octubre de 2024

Patagonia: Las maravillosas aventuras de Mr. Musters

El inglés Musters y los tehuelches


Por Héctor Pérez Morando || Diario Río Negro




Vida muy singular y poco conocida la de George Chaworth Musters. Como para el libro. Inglés de sangre pero nacido en Nápoles, casualmente, «en transcurso de un viaje de sus padres» (13/2/1841). De familia acomodada y huérfano desde pequeño, tal vez los tíos marinos tuvieron que ver en su vida marina -desde los 13 años- y el «Algiers», la escuela. Recibió medallas por su actuación en Crimea. Escritos de Falkner, Darwin, Guinard, Fitz Roy, Viedma, De Angelis y otros fueron los antecedentes documentales para su formidable travesía patagónica que se inició en Punta Arenas, pasando por Gallegos, isla Pavón y finalizó en Carmen de Patagones (abril de 1869-26/5/1870) ¿Cuál fue el motivo principal del viaje? Varias hipótesis se han emitido y hasta la de «una misión especial del almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia» (Balmaceda, Rey 1976). ¿Espía? Tenía permiso de la Marina inglesa. Percibía una renta.

Cualquiera fuera el motivo, la realidad es que dejó un incomparable aporte toponímico y etnográfico principalmente, como nunca había ocurrido hasta poco después de la mitad del siglo pasado, y hasta un «vocabulario parcial de la lengua tsoneca» que incluyó en su libro «At home with the Patagonians. A year»s wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the Río Negro», editado en Londres en 1871 y traducido al castellano en 1911 como «Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el Río Negro». «El mapa de Musters es la primera información cartográfica directa del interior de la Patagonia». (Rey Balmaceda, ídem). Es llamativa la adaptación, el mimetismo que logró entre los tehuelches y sus formas de vida. Dio un «paseo» de 2.750 kilómetros y un año de duración, con los consiguientes peligros, y tuvo que afrontar y participar de la vida tehuelche: vestir quillango, usar boleadoras, andar a caballo, alimentarse con carne de guanaco, de avestruz (y huevos), de yegua y raíces. Debió habitar en toldos, dormir a la intemperie, hacer trenzados de cuero y -lo más importante- anotar los acontecimientos de la gran aventura, con mucha precisión y útiles detalles sobre flora, fauna, topografía y costumbres de los tehuelches. Es largo de detallar. Llegó a afirmar que «no merecen seguramente los epítetos de salvajes feroces, salteadores del desierto, etc. Son hijos de la naturaleza, bondadosos, de buen carácter». Y en cuanto a las creencias, «la religión de los tehuelches se distingue de la de los pampas y araucanos porque no hay en ella el más mínimo vestigio de adoración al sol, aunque se saluda la luna nueva con un ademán respetuoso… creen en un espíritu bueno y grande… no tienen ídolos ni objetos de adoración…».

Según parece, dominaba bien el castellano y una partida de soldados en busca de prófugos de Punta Arenas facilitó el primer tramo de su viaje desde allí hasta la isla Pavón, desembocadura del río Santa Cruz, donde por entonces tenía sus dominios Luis Piedra Buena, a quien no pudo entrevistar por haber viajado poco antes. Llevaba una carta de presentación de Jorge M. Dean, de Malvinas, donde había estado. Carbón y oro son existencias de las que se fue informando. Se encontró con Sam Slick, hijo del cacique Casimiro. Hablaron en inglés. A partir de Pavón se iniciaría la parte más destacada de la aventura de Musters, acompañado por la parcialidad aóni-ken que hablaba el aóni-aish, «lengua que sería entonces la aprendida por Musters». Y desde allí, estuvo acompañado nada menos que por los célebres caciques Casimiro y Orkeke, de quienes llegó a ser muy amigo. ¿Qué método empleó el viajero inglés para llegar a ser admitido en los toldos andantes tehuelches y merecer gran respeto y confianza?

 

Lo describe a Orkeke: «Había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre su caballo en pelo o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven… abundante cabello negro… ojos brillantes e inteligentes… era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres… desde el momento que fui huésped de él, su conducta para conmigo fue irreprochable». Y de Casimiro: «Cuando no estaba ebrio, este hombre era vivo e inteligente, astuto y político. Sus extensas vinculaciones con todos los jefes, inclusive Reuque y Callfucurá (sic), le daban mucha influencia. Era también obrero diestro en varias artes indígenas, como la de hacer monturas, pipas, espuelas, lazos y otras prendas. Era muy corpulento, de seis pies cabales de estatura». (Musters, G. Ch., Vida, 1964).



Luego de isla Pavón, los tehuelches -más de doscientos entre hombres, mujeres y niños- y el viajero inglés se dirigieron a la precordillera. Llegaron al paraje Yaiken-Kaimak. Una escena de caza: vio un guanaco y «lo boleé con una boleadora para avestruz» y en ese lugar surgió «una inquietud general»: estar preparados «para el caso de que encontráramos a los tehuelches del norte en guerra con los araucanos o manzaneros». Todos se daban un baño diario en los cursos de agua. Llevaba una brújula -que le regaló a Foyel- y anzuelos para pesca que usó. Los tehuelches no comían pescado. Llegaron los tehuelches del norte -comandados por Hinchel- y se produjo un gran parlamento. «Casimiro había tratado de inducirme a que hiciera de capitanejo… por nuestra parte se desplegó orgullosamente la bandera de Buenos Aires, mientras los del norte hacían flamear una tela blanca». (Musters, ídem).

«Después de varias arengas, dichas por Hinchel y otros, se resolvió elegir a Casimiro jefe principal de los tehuelches», anotaría Musters. Musters dedujo que «las relaciones entre los tehuelches o tsonecas de la Patagonia y los indios araucanos de Las Manzanas no habían tenido antes, de ninguna manera, un carácter pacífico». El padre de Casimiro había sido muerto por los araucanos, pese a lo cual «la diplomacia de Casimiro lograba conciliar a todas las partes». En ese lugar recibieron una partida del Chubut, «unos setenta u ochenta hombres, con mujeres y criaturas, y ocupaban unos veinte toldos», la mayoría «jóvenes de sangre pampa o pampa tehuelche… unos cuantos tehuelches puros» cuyo jefe se llamaba Jackechan o Juan (Chiquichano), «un indio muy inteligente, que hablaba corrientemente el español, el pampa y el tehuelche». El «Marco Polo de la Patagonia», como lo llamaron algunos autores, continuaba adentrándose en la vida tehuelche: «atoldándose», haciendo boleadoras y tientos, ganándose los alimentos cazando con ellos y como ellos y participando de acontecimientos muy celebrados por aquellos pobladores de la Patagonia: nacimientos, entrada a la pubertad, casamientos, muertes, etc. y hasta para evitar el efecto nocivo de los vientos «volví a aplicarme la pintura» (en el rostro), sin olvidar beber aguardiente, fumar en pipa y usar armas largas y cortas. En Teckel, por enero de 1870, recordaría que «estaba muy al tanto del género de vida y de las costumbres de los tehuelches, que me consideraban casi uno de ellos (en verdad, había llegado a adquirir cierta posición e influencia entre esa gente)». (Musters, ídem).

Llegaron al campamento Carge-kaik (Cuatro Colinas) y recibieron la amistosa visita de un hijo de Quintuhual, con un mensaje del padre. Hubo danza: «Entré con Golwin (Blanco) y dos más en la danza, apareciendo en traje completo de plumas de avestruz y cinturón de campanillas, y debidamente pintado, para gran delicia de los indios. Mi ejecución arrancó grandes aplausos». Tenía razón Musters, parecía uno más de ellos. Bien manejadas las relaciones públicas para entonces… Recibieron mensajes araucanos. Luego visitaron los toldos de Quintuhual y continuando la marcha llegaron a Diplaik (Moreno lo cita como Dipolokainen), donde un mensajero de Foyel les entregó una noticia: el araucano (chileno) Culfucurá -no emplea la denominación mapuche- incitaba a unirse para «hacer la guerra a Buenos Aires». Ni más ni menos que sus depredadores malones a la zona de Bahía Blanca y el gran espacio bonaerense. Se convocó a parlamento y se decidieron por la negativa. Aquellos tehuelches e «indios mansos» defendían y apoyaban a El Carmen (Carmen de Patagones) y allí se dirigirían en busca de «vicios», ración de ganado y demás que les entregaba el gobierno. Orkeke, Casimiro -«el gran cacique del sur»-, los pellejos con aguardiente y la nutrida caravana seguían la rastrillada para el norte (más o menos la actual ruta nacional 40) hasta llegar al campamento de Foyel, con buen recibimiento. Anteriormente -anotó Musters- un incidente le «facilitó la oportunidad de observar la predisposición de los araucanos para esclavizar y maltratar a todo «cristiano» que podían robar o comprar». Luego de otras bien narradas alternativas, emprendieron viaje a «Las Manzanas», los dominios de Cheoeque (sic), es decir el famoso Sayhueque. Se instalaron en Geylun -posiblemente al sur de Paso Flores y cerca de Pilcaniyeu actuales-, donde quedó la mayoría de los nativos y luego de cruzar el Limay y visitar a Inacayal, donde también son bien agasajados, fueron recibidos por el jefe manzanero: «Hombre de aspecto inteligente, como de 35 años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de cuero»… Este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche». En el toldo estaba «la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación Argentina». Tenían temor al «gualicho» y a otras circunstancias diarias.



Hubo fiesta, aguardiente en abundancia -con las armas guardadas-, manzanas frescas, piñones, carne e intercambio de objetos, alimentos y aguardiente. Pudo comprobar que el intercambio -pieles, tejidos, trenzados, caballos, alimentos, etc.- era moneda corriente. Tal como el trueque actual, que va ganando posiciones por la crisis. Hacían carreras de caballos. Se celebró un parlamento con tres temas: «Paz firme y duradera entre los indios presentes», «protección de Patagones» y «considerar el mensaje de Callfucurá (sic) acerca de un malón a Bahía Blanca, y en general la frontera bonaerense», sobre lo cual los tehuelches ya se habían expedido negativamente antes de llegar al lugar. Estaba allí Mariano Linares -de la tribu de ese apellido-, que había llegado de Patagones en misión de paz. Los picunches -anotaría el viajero inglés- eran «una rama de los araucanos bajo el dominio de Cheoeque… viven cerca de los pasos de la cordillera y saquean a todos los viajeros». Hubo otro parlamento en el que se resolvió unánimemente que «Cheoeque protegería la orilla norte del río Negro y cuidaría a Patagones por ese lado, mientras que Casimiro garantizaría el sur». Se ratificó el no malón a Calfucurá, «pidiéndole que limitara sus hostilidades a Bahía Blanca». Todo eso lo vivió el marino y aventurero inglés, como principal partícipe en aquellos conflictos internos, pero cuyos protagonistas maloneros más feroces y ladrones procedían del otro lado de la cordillera. Aunque Calfucurá estaba asentado en «Las Salinas» (La Pampa).

Luego del regreso a Geylun, se preparó el viaje a Patagones. Fueron de la partida Musters, Orkeke, Casimiro, Quintuhual, Crime, Meña y numerosos tehuelches, mujeres y niños. Es la primera vez que la «línea sur» rionegrina -con ligeras variantes en el trazado caminero y ferroviario actual- ve pasar tan numerosa y heterogénea comitiva. La toponimia incorpora y confirma nombres: Margensho (Maquinchao), Trinita (Treneta), Valcheta. Desde Maquinchao, Musters y dos acompañantes decidieron adelantar el viaje a Patagones. Llevaba una carta para el comandante Murga y la misión de preparar el terreno para la visita de los restantes. En cierta parte del trayecto «alegró nuestros ojos la vista del mar». Cruzaron para el río Negro y entonces «Haciendo a un lado la manta india, volví a ponerme el traje de un inglés de la época, saco de cazador, etc.» Había tenido el equipo bien guardado. Cerca de «San Xavier» (Javier) tuvo contacto con los otros hermanos Linares y las estancias de Kincaid, Alexander Fraser y Grenfell. Estos últimos le facilitaron dinero. Durmió en el toldo de Chalupe. En Patagones se entrevistó con Pablo Piedra Buena -hermano de Luis-, el Dr. Humble, la galesa familia de Morris Humphreys y con Murga. Días después llegaron Casimiro, Orkeke y sus tribus. Recorrió la zona y tomó valiosos apuntes. Se embarcó en el vapor «Patagonia» (ex «Montauxk», de Boston) rumbo a Buenos Aires, que encalló en la desembocadura del Negro, y siguió viaje en la goleta «Choelechoel». El «tehuelchizado» -perdón por el neologismo- inglés había recorrido la Patagonia durante poco más de un año -llegó a Patagones el 26/5/1870- y daría a luz el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de un gran valor documental. Anduvo por otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata (commander). Estuvo casado con una peruana descendiente de ingleses y murió en 1879.

Una estación ferroviaria en Río Negro, un lago en Chubut y varias calles llevan su nombre, recordando la gran hazaña del inglés-tehuelche.

sábado, 20 de julio de 2024

Caída de Berlin: El abuso aliado a las mujeres alemanas

El rapto de Berlín





La violación de Berlín


Todos conocemos los horrores de la Segunda Guerra Mundial y lo que Hitler y los nazis hicieron en toda Europa en nombre de la supremacía aria. Pero lo que mucha gente no sabe es lo que realmente ocurrió en Alemania en los últimos días del régimen nazi.

Durante los meses de abril y mayo de 1945, cuando las tropas del Ejército Rojo soviético se acercaron y finalmente invadieron Berlín, casi dos millones de mujeres alemanas fueron violadas con un nivel de violencia nunca antes visto ni después. Las cifras proporcionadas por historiadores como Antony Beevor (2002) sugieren que de los dos millones de víctimas, casi 100.000 acabaron por suicidarse, y en 1946 el 10% de todos los bebés nacidos en Alemania tenían padres soviéticos.

Si bien estas cifras son sorprendentes, lo que tal vez sea aún más notable es el hecho de que durante más de 50 años hubo un esfuerzo concertado para mantener en secreto los hechos de estos acontecimientos. Por temor a revitalizar el nacionalismo alemán a través de un sentimiento de victimismo y simpatía nacional, primero los políticos y autoridades alemanes protegieron este encubrimiento, seguidos por historiadores prosoviéticos y antialemanes en los últimos 20 años.

Un ejemplo de este silencio lo tenemos en una de las únicas fuentes primarias que refleja estos terribles días. “Una mujer en Berlín” fue escrito de forma anónima por un periodista alemán y es un diario de las últimas semanas del régimen nazi. Revive con desgarrador detalle las violaciones masivas y la violencia sufridas por las mujeres de Berlín. Parecía no haber escapatoria: niñas, ancianas y damas de todas las clases eran "cazadas" y escogidas para satisfacer la violencia sexual con carga racial de los soldados soviéticos.

Este libro se publicó originalmente a finales de la década de 1950, pero inmediatamente se retiró del mercado en Alemania y los editores sólo pudieron encontrar Suiza como mercado para el tomo. A pesar de esto, el libro fue retirado; Y no fue hasta 2001 que el libro volvió a verse en Alemania y encontró una nueva audiencia. Esto se debió al temor de que los hechos y el relato de lo ocurrido pudieran conducir a un resurgimiento de los ideales nacionalistas.



Una mujer en Berlín (2001) – ¿Alentando a los nazis del mañana?

Si bien este temor puede parecer ridículo para la mayoría, todavía es evidente en las opiniones de muchos historiadores sobre este episodio. Historiadoras como Annita Grossmann creen que las violaciones fueron más bien el resultado de ser cómplices de la máquina de guerra nazi, y no la simple cuestión de ser víctimas inocentes. Si bien esta opinión puede sorprender a muchos de ustedes, desafortunadamente ella no es la única historiadora que cree que las mujeres alemanas recibieron su "justo postre".

La pregunta de si estas mujeres alemanas fueron de alguna manera cómplices de estos ataques, porque brindaron apoyo a sus maridos, hermanos e hijos, ignora la asombrosa violencia y los horrores que sufrieron. Los relatos de otras mujeres de este período incluyen “¿Por qué tenía que ser una niña?” de Gabi Kopp. que relata cómo, cuando tenía 14 años, la autora era "pasada" regularmente, incluso por sus compañeras víctimas debido a su corta edad. Si bien la maquinaria de propaganda nazi advirtió a las mujeres sobre las hordas asiáticas del Este, todavía no estaban preparadas para los incesantes ataques nocturnos y el flagrante desprecio que estos soldados tenían hacia las mujeres.

Si bien los historiadores intentan comprender el razonamiento estratégico de la violación, la teoría central detrás de su crueldad apunta a los matices raciales que soportó la guerra en el Este. La casi aniquilación de la Unión Soviética y los constantes pronunciamientos sobre la supremacía aria instigaron un toque casi genocida a las violaciones. La propagación de la semilla bolchevique, especialmente entre las doncellas alemanas después de derrotar tan ampliamente a sus hombres, parece ser el índice principal de este horrible acontecimiento.



La propaganda alemana advertía constantemente sobre el animal como los bolcheviques del Este.

Si bien las autoridades y los historiadores soviéticos guardan silencio sobre el tema, se cuentan historias contradictorias sobre la reacción de Stalin ante la noticia de las violaciones. Desde burlarse de ellos como "bagatelas" hasta negar que los soldados soviéticos estuvieran en Alemania para algo más que la guerra. El sellado de archivos ruso-soviéticos, inicialmente por parte de la KGB y más recientemente por el gobierno de Putin, obstaculiza cualquier intento de conocer las opiniones oficiales sobre la tragedia.

A pesar de esto, algunos corresponsales de guerra soviéticos integrados en divisiones del Ejército Rojo informaron de que "les sucedieron cosas terribles a las mujeres alemanas" (Vassily Grossman), y Natalya Gesse informó que se trataba de "un ejército de violadores".

El rapto de Berlín es un episodio de la historia que nunca debe silenciarse ni olvidarse. Es una parte oscura de la historia que debe ser reconocida por su magnitud y la falta de simpatía y reconocimiento hacia las víctimas. Una cosa que se debe reconocer es que es historia, y eso nunca se debe negar.

REFERENCIAS:

Anonymous. 2006. A Woman in Berlin (Eine Frau in Berlin). Translated by P. Boehm. London: Virago.

Beevor, A. 2002. Berlin: The Downfall, 1945. London: Viking, UK.

Grossmann, Attina. 1995. “A Question of Silence: The Rape of German Women by Occupation Soldiers.” October- Berlin 1945: War and Rape: Liberators Take Liberties 72: 42-63.

Kopp, Gabriele. 2010. Warum war ich bloss ein Madchen




martes, 27 de febrero de 2024

La caída de Berlin: El rapto de mujeres

'Los soldados rusos violaron a todas las mujeres alemanas entre ocho y 80 años'



Antony Beevor, autor del aclamado nuevo libro sobre la caída de Berlín, sobre un enorme crimen de guerra cometido por el victorioso Ejército Rojo.


Anthony Beevor || The Guardian





"Los soldados del ejército ruso no creen en las 'enlaces individuales' con mujeres alemanas", escribió el dramaturgo Zakhar Agranenko en su diario cuando servía como oficial de infantería de marina en Prusia Oriental. "Nueve, diez, doce hombres a la vez, violan ellos de manera colectiva."

Los ejércitos soviéticos que avanzaban hacia Prusia Oriental en enero de 1945, en enormes y largas columnas, eran una extraordinaria mezcla de lo moderno y lo medieval: tropas de tanques con cascos negros acolchados, soldados de caballería cosacos sobre monturas peludas con el botín atado a la silla, Studebakers de préstamo y arrendamiento y Esquiva remolcando cañones ligeros y luego un segundo escalón en carros tirados por caballos. La variedad de carácter entre los soldados era casi tan grande como la de su equipo militar. Había filibusteros que bebían y violaban descaradamente, y había comunistas idealistas y austeros y miembros de la intelectualidad horrorizados por tal comportamiento.

Beria y Stalin, de vuelta en Moscú, sabían perfectamente lo que estaba pasando gracias a una serie de informes detallados. Uno afirmó que "muchos alemanes declaran que todas las mujeres alemanas de Prusia Oriental que se quedaron fueron violadas por soldados del Ejército Rojo". Se dieron numerosos ejemplos de violaciones en grupo, "incluidas niñas menores de 18 años y ancianas".

El mariscal Rokossovsky emitió la orden nº 006 en un intento de dirigir "los sentimientos de odio hacia la lucha contra el enemigo en el campo de batalla". Parece haber tenido poco efecto. También hubo algunos intentos arbitrarios de ejercer autoridad. Se dice que el comandante de una división de fusileros "disparó personalmente a un teniente que estaba alineando a un grupo de sus hombres ante una mujer alemana tendida en el suelo". Pero o los propios oficiales estaban involucrados, o la falta de disciplina hacía que fuera demasiado peligroso restablecer el orden entre soldados borrachos armados con metralletas.

Los llamamientos a vengar la Patria, violada por la invasión de la Wehrmacht, habían dado la idea de que se permitiría casi cualquier crueldad. Incluso muchas mujeres jóvenes soldados y personal médico del Ejército Rojo no parecieron desaprobarlo. "¡El comportamiento de nuestros soldados hacia los alemanes, especialmente hacia las mujeres alemanas, es absolutamente correcto!" - dijo un joven de 21 años del destacamento de reconocimiento de Agranenko. Algunos parecieron encontrarlo divertido. Varias mujeres alemanas registraron cómo las militares soviéticas observaban y reían cuando eran violadas. Pero algunas mujeres quedaron profundamente conmocionadas por lo que presenciaron en Alemania . Natalya Gesse, amiga íntima del científico Andrei Sakharov, había observado al Ejército Rojo en acción en 1945 como corresponsal de guerra soviética. "Los soldados rusos violaron a todas las mujeres alemanas, entre ocho y ochenta años", relató más tarde. "Era un ejército de violadores".

Bebidas de todo tipo, incluidas sustancias químicas peligrosas incautadas en laboratorios y talleres, fueron un factor importante en la violencia. Parece como si los soldados soviéticos necesitaran valor alcohólico para atacar a una mujer. Pero luego, con demasiada frecuencia, bebían demasiado y, al no poder completar el acto, utilizaban la botella con un efecto espantoso. Varias víctimas fueron mutiladas obscenamente.

El tema de las violaciones masivas del Ejército Rojo en Alemania ha sido tan reprimido en Rusia que incluso hoy los veteranos se niegan a reconocer lo que realmente sucedió. Sin embargo, los pocos dispuestos a hablar abiertamente no se arrepienten en absoluto. "Todas nos levantaron las faldas y se tumbaron en la cama", dijo el líder de una compañía de tanques. Incluso se jactó de que "dos millones de nuestros niños nacieron" en Alemania.

Es sorprendente la capacidad de los oficiales soviéticos para convencerse de que la mayoría de las víctimas estaban contentas con su destino o al menos aceptaban que les tocaba sufrir después de lo que la Wehrmacht había hecho en Rusia. "Nuestros compañeros estaban tan hambrientos de sexo", dijo un mayor soviético a un periodista británico en ese momento, "que a menudo violaban a ancianas de sesenta, setenta o incluso ochenta años, para sorpresa, si no absoluto deleite, de estas abuelas".

Sólo podemos arañar la superficie de las contradicciones psicológicas. Cuando las mujeres violadas en grupo en Königsberg rogaron a sus agresores que las sacaran de su miseria, los hombres del Ejército Rojo parecen haberse sentido insultados. "Los soldados rusos no disparan a las mujeres", respondieron. "Sólo los soldados alemanes hacen eso." El Ejército Rojo había logrado convencerse de que, al haber asumido la misión moral de liberar a Europa del fascismo, podía comportarse enteramente como quisiera, tanto personal como políticamente.

La dominación y la humillación impregnaron el trato que la mayoría de los soldados daban a las mujeres en Prusia Oriental. Las víctimas no sólo cargaron con el peso de la venganza por los crímenes de la Wehrmacht, sino que también representaron un objetivo atávico tan antiguo como la propia guerra. La historiadora feminista Susan Brownmiller observó que la violación es el acto de un conquistador, dirigido a los "cuerpos de las mujeres del enemigo derrotado" para enfatizar su victoria. Sin embargo, una vez disipada la furia inicial de enero de 1945, el sadismo se volvió menos marcado. Cuando el Ejército Rojo llegó a Berlín, tres meses después, sus soldados tendían a considerar a las mujeres alemanas más como un derecho casual de conquista. La sensación de dominación ciertamente continuó, pero tal vez fue en parte un producto indirecto de las humillaciones que ellos mismos habían sufrido a manos de sus comandantes y de las autoridades soviéticas en su conjunto.

Varias otras fuerzas o influencias estaban en acción. La libertad sexual había sido un tema de animado debate dentro de los círculos del Partido Comunista durante la década de 1920, pero durante la década siguiente, Stalin se aseguró de que la sociedad soviética se describiera a sí misma como prácticamente asexual. Esto no tenía nada que ver con un puritanismo genuino: se debía a que el amor y el sexo no encajaban con el dogma diseñado para "desindividualizar" al individuo. Había que suprimir los impulsos y las emociones humanas. La obra de Freud fue prohibida, el divorcio y el adulterio eran temas que generaban una fuerte desaprobación del partido. Se reintrodujeron sanciones penales contra la homosexualidad. La nueva doctrina se extendió incluso hasta la completa supresión de la educación sexual. En el arte gráfico, el contorno vestido de los senos de una mujer se consideraba peligrosamente erótico. Tenían que estar disfrazados con monos. El régimen claramente quería que cualquier forma de deseo se convirtiera en amor por el partido y, sobre todo, por el camarada Stalin.

La mayoría de los soldados del Ejército Rojo con poca educación padecían ignorancia sexual y actitudes completamente ignorantes hacia las mujeres. De modo que los intentos del Estado soviético de suprimir la libido de su pueblo crearon lo que un escritor ruso describió como una especie de "erotismo de cuartel" que era mucho más primitivo y violento que "la más sórdida pornografía extranjera". Todo esto se combinó con la influencia deshumanizadora de la propaganda moderna y los impulsos atávicos y guerreros de hombres marcados por el miedo y el sufrimiento.

El novelista Vasily Grossman, corresponsal de guerra adscrito al Ejército Rojo invasor, pronto descubrió que las víctimas de violaciones no eran sólo alemanes. Las mujeres polacas también sufrieron. Lo mismo hicieron las jóvenes rusas, bielorrusas y ucranianas que habían sido enviadas de regreso a Alemania por la Wehrmacht para realizar trabajos esclavos. "Las chicas soviéticas liberadas se quejan con frecuencia de que nuestros soldados las violan", señaló. "Una niña me dijo entre lágrimas: 'Era un hombre mayor, mayor que mi padre'".

La violación de mujeres y niñas soviéticas socava gravemente los intentos rusos de justificar el comportamiento del Ejército Rojo con el argumento de venganza por la brutalidad alemana en la Unión Soviética. El 29 de marzo de 1945, el comité central del Komsomol (la organización juvenil de la Unión Soviética) informó al asociado de Stalin, Malenkov, de un informe del 1.er Frente Ucraniano. "En la noche del 24 de febrero", registró el general Tsygankov en el primero de muchos ejemplos, "un grupo de 35 tenientes provisionales en curso y el comandante de su batallón entraron en el dormitorio de mujeres en el pueblo de Grutenberg y las violaron".

En Berlín, muchas mujeres simplemente no estaban preparadas para el impacto de la venganza rusa, por mucha propaganda de terror que hubieran escuchado de Goebbels. Muchos se tranquilizaron diciendo que, aunque en el campo el peligro debe ser grande, en la ciudad difícilmente podrían producirse violaciones masivas delante de todo el mundo.

En Dahlem, los oficiales soviéticos visitaron a la hermana Kunigunde, la madre superiora de Haus Dahlem, una clínica de maternidad y orfanato. Los oficiales y sus hombres se comportaron impecablemente. De hecho, los oficiales incluso advirtieron a la hermana Kunigunde sobre las tropas de segunda línea que las seguían. Su predicción resultó totalmente precisa. Monjas, jóvenes, ancianas, mujeres embarazadas y madres que acababan de dar a luz fueron violadas sin piedad.

Sin embargo, al cabo de un par de días, surgió una tendencia en la que los soldados encendían antorchas ante los rostros de las mujeres acurrucadas en los búnkeres para elegir a sus víctimas. Este proceso de selección, a diferencia de la violencia indiscriminada mostrada anteriormente, indica un cambio definitivo. En esta etapa, los soldados soviéticos comenzaron a tratar a las mujeres alemanas más como botín de guerra sexual que como sustitutas de la Wehrmacht sobre las cuales desahogar su ira.

Quienes escriben sobre el tema a menudo han definido la violación como un acto de violencia que tiene poco que ver con el sexo. Pero esa es una definición desde la perspectiva de la víctima. Para comprender el crimen, es necesario ver las cosas desde el punto de vista del perpetrador, especialmente en las últimas etapas, cuando la violación sin agravantes sucedió a la embestida extrema de enero y febrero.

Muchas mujeres se vieron obligadas a "ceder" ante un soldado con la esperanza de que las protegiera de los demás. Magda Wieland, una actriz de 24 años, fue sacada a rastras de un armario de su apartamento junto a la Kurfürstendamm. Un soldado muy joven de Asia central la sacó a rastras. Estaba tan emocionado ante la perspectiva de una hermosa joven rubia que eyaculó prematuramente. Mediante lenguaje de señas, ella se le ofreció como novia si él la protegía de otros soldados rusos, pero él se fue a alardear ante sus camaradas y otro soldado la violó. Ellen Goetz, una amiga judía de Magda, también fue violada. Cuando otros alemanes intentaron explicar a los rusos que ella era judía y que había sido perseguida, recibieron la respuesta: "Frau ist Frau".

Las mujeres pronto aprendieron a desaparecer durante las "horas de caza" de la noche. Las hijas pequeñas permanecían escondidas en los desvanes durante días enteros. Las madres salían a la calle a buscar agua sólo temprano en la mañana, cuando los soldados soviéticos dormían después del alcohol de la noche anterior. A veces, el mayor peligro procedía de una madre que revelaba el escondite de otras niñas en un intento desesperado por salvar a su propia hija. Los berlineses mayores aún recuerdan los gritos cada noche. Era imposible no oírlos porque todas las ventanas habían sido voladas.

Las estimaciones de víctimas de violación en los dos principales hospitales de la ciudad oscilaron entre 95.000 y 130.000. Un médico dedujo que de aproximadamente 100.000 mujeres violadas en la ciudad, unas 10.000 murieron a consecuencia de ello, la mayoría por suicidio. Se pensaba que la tasa de mortalidad había sido mucho mayor entre los 1,4 millones de víctimas estimadas en Prusia Oriental, Pomerania y Silesia. En total, se cree que al menos dos millones de mujeres alemanas han sido violadas, y una minoría sustancial, si no una mayoría, parece haber sufrido violaciones múltiples.

Si alguien intentó defender a una mujer contra un atacante soviético, fue o un padre tratando de defender a una hija o un hijo pequeño tratando de proteger a su madre. "Dieter Sahl, de 13 años", escribieron los vecinos en una carta poco después del suceso, "se arrojó a puñetazos contra un ruso que violaba a su madre delante de él. No consiguió nada excepto que le dispararan. "

Después de la segunda etapa en la que las mujeres se ofrecían a un soldado para salvarse de los demás, llegó la necesidad posterior a la batalla de sobrevivir al hambre. Susan Brownmiller señaló "la línea turbia que separa la violación en tiempos de guerra de la prostitución en tiempos de guerra". Poco después de la rendición en Berlín, Ursula von Kardorff encontró todo tipo de mujeres prostituyéndose por comida o por la moneda alternativa de los cigarrillos. Helke Sander, un cineasta alemán que investigó el tema con gran detalle, escribió sobre "la zona gris de la fuerza directa, el chantaje, el cálculo y el afecto real".

La cuarta etapa fue una extraña forma de convivencia en la que los oficiales del Ejército Rojo se instalaron con las "esposas de ocupación" alemanas. Las autoridades soviéticas quedaron consternadas y enfurecidas cuando varios oficiales del Ejército Rojo, decididos a quedarse con sus amantes alemanes, desertaron cuando llegó el momento de regresar a la Madre Patria.

Incluso si la definición feminista de violación puramente como un acto de violencia resulta simplista, no hay justificación para la complacencia masculina. En todo caso, los acontecimientos de 1945 revelan cuán delgado puede ser el barniz de la civilización cuando hay poco miedo a las represalias. También sugiere un lado mucho más oscuro de la sexualidad masculina de lo que nos gustaría admitir.

© Antony Beevor.
www.antonybeevor.com

· Berlín: The Downfall 1945 es una publicación de Viking Penguin. La película de BBC Timewatch sobre la investigación del libro se proyectará en BBC2 a las 9 p. m. el 10 de mayo.

lunes, 9 de octubre de 2023

Guerra Antisubversiva: Un libro y la discusión del terrorismo peronista


Eduardo Sacheri: “La guerrilla, la violencia armada, es un tema incómodo, pero esa incomodidad no debe traducirse en silencio”

El escritor argentino acaba de publicar su nueva novela, “Nosotros dos en la tormenta”, sobre la amistad y la militancia en los convulsionados años 70 en Argentina. En diálogo con Infobae Leamos, explica por qué eligió ese período de la historia, en que Montoneros y ERP creían -erróneamente- estar cerca de lograr sus objetivos



Por Belén Marinone || Infobae



Hay una atmósfera rara. Es 1975 y en Argentina los tiempos están revueltos. Los Montoneros llevan meses en la clandestinidad; el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), también. El gobierno de María Estela Martínez de Perón, Isabelita, está incómodo y López Rega opera en las tinieblas. El terror comienza a sentirse en el aire bajo un gobierno democrático y los operativos, explosivos, fusiles FAL y secuestros mandan en la guerra de guerrillas. Este es el contexto que elige Eduardo Sacheri para su nueva novela, Nosotros dos en la tormenta, su retorno a la ficción, luego publicar, el año pasado, su primer libro de divulgación histórica, Los días de la revolución.

Detrás del aire denso de los convulsos años 70 en Argentina también hay historias. Sobre eso escribe Sacheri. En su nuevo libro el eje principal es la amistad de toda la vida de dos jóvenes, Antonio y Ernesto -tales sus nombres de guerra-, ahora convertidos en militantes de dos células de distintas organizaciones de la militancia armada -Montoneros y ERP- que operan en la zona Oeste del Conurbano. Los dos están entregados a la causa revolucionaria por la que darían la vida. Pero la elección de los bandos, ¿quiebra la amistad?

¿Qué pasa con las familias, el barrio, los amigos, los encuentros saltando la medianera y la pizza para hablar de chicas? En medio de los operativos, la vida. Eso es lo que le interesa a Sacheri: los vínculos. Y también las dudas. Y cómo uno de ellos se “olvida” de la clandestinidad para visitar especialmente a su padre. Esta relación tan compleja y profunda, que es un eje de la novela, también interpela a Sacheri. En esta entrevista, cuando habla de su padre se le humedecen los ojos.

En las casi 500 páginas de Nosotros dos en la tormenta hay una investigación de varios años, con testimonios que el autor de La odisea de los giles, Lo mucho que te amé y El funcionamiento general del mundo prefiere mantener en discreción, y un acercamiento desde la ficción a cómo se narran las guerrillas, los muertos, la organización, el compromiso político y la idea de futuro de esa época. “Nos hace bien pensar”, dice Sacheri a Infobae Leamos y sigue:La guerrilla, la violencia armada, la guerra revolucionaria es un tema incómodo”. “Me parece que las incomodidades es mejor transitarlas hablando, no haciendo silencio”. Y Sacheri escribe.

Acabás de lanzar tu nueva novela Nosotros dos en la tormenta, que hace foco en el año 75, donde los grupos guerrilleros como Montoneros y ERP estaban en plena efervescencia. ¿Por qué contextualizar la novela en este período?

—En general me interesa mucho el contexto histórico que hace a quienes somos hoy. En distintas novelas, no voluntariamente, he terminado aterrizando en ciertos momentos de la Argentina reciente. Y me interesa también no caer en momentos ya muy transitados por la literatura o por el cine, por ejemplo, la dictadura. Pero hay otros períodos que me parece que también son muy fecundos en cuanto a todo lo que podemos pensar y decir sobre ellos y que no han sido tan transitados. Y me parece que esos años de gobiernos democráticos de Cámpora, Perón e Isabel son un momento efervescente que merece atención. Particularmente ese año donde, tanto Montoneros como el ERP se sienten cerca de sus objetivos. Uno mira desde la distancia de los años y dice: “Muchachos, estaban lejísimos de triunfar en su guerra popular y prolongada”. Pero ellos se sentían así, entonces me parecía un momento interesante para aterrizar.

¿Por qué creés que este momento interesante para aterrizar es poco transitado?

—Por un lado, la dictadura, con todo el horror que implica, es como un imán de atención. Y, a lo mejor, lo que pasa antes o lo que pasa después, no. Los primeros años de Alfonsín tampoco son tan visitados o los de la restauración democrática. Como excepción tenés la película Argentina 1985, no es la norma. Me parece que el tema de la guerrilla, de la violencia armada, de la guerra revolucionaria es un tema incómodo.

“Cuando sos fanático la vida es clara: no hay incertidumbre, no hay dudas”

¿Por qué?

—No sé por qué. Es un tema incómodo para mucha gente. Y no me parece que esa incomodidad deba traducirse en silencio. Me parece que las incomodidades es mejor transitarlas hablando, no haciendo silencio. Hay incomodidades y se pueden generar discusiones, desencuentros. Vecindades incómodas. Eventualmente, podés escribir sobre un determinado período y que eso le guste a gente que no te cae bien. Me parece que son riesgos que vale la pena correr. Porque si, como antes se decía “curarse en salud”, si nos curamos en solemnidad, me parece que no está bueno no mirar y decir: “Mejor de esto no hablemos”. No, hablemos de todo.

Terroristas Montoneros.

¿Cómo fue ese abordaje?

—Le dediqué mucho tiempo a documentarme. En las universidades de Argentina se laburó muy bien este período, sobre las organizaciones armadas, su dinámica, su organización, su ideología, su vínculo con el resto de la sociedad. Primero hay que leer, empaparse y mejorar tu aproximación a la ficción. Y recién después empecé la construcción de mis personajes, minúsculos como siempre. La novela no tiene como protagonistas ni a la cúpula del ERP ni a la cúpula de Montoneros. También lo que hice fue conversar con protagonistas de ese período. Es importante, pero no es lo único.

¿Con quiénes hablaste?

—Hablé con alguno al que le tocó ser combatiente y con alguno al que le tocó padecer sus ataques. Vía asesinatos, vía secuestro extorsivo para obtener fondos... Y con algún militante armado. Como las condiciones de los encuentros fueron la discreción, mantengo la discreción absoluta.

¿Cómo te impactó este período en lo personal?

—En mi casa de niño se ha hablado siempre mucho de política. Mi papá fue un activo militante radical hasta su muerte, en el 78. Se hablaba mucho de política y de estos temas. Yo era muy chiquito, en el 75 tenía ocho, pero se hablaba, se discutía, se entendían. Era una época que generaba mucho temor. Y eso también influyó en mi experiencia inicial con el periodo.

Entrevista a Eduardo Sacheri - "Los jóvenes y la política hoy"

Recién hablabas de las historias mínimas y en esta novela detrás de los protagonistas, que son guerrilleros de distintas organizaciones, hay un barrio y detrás hay una familia y detrás hay amigos. ¿Cuál es la importancia de estas historias mínimas?

—Para mí es la manera de entrar en la literatura. A mí no me sale o no me interesa ficcionalizar a los personajes muy conocidos, porque creo que eso requeriría un estudio muy pormenorizado. Me parece que los personajes mínimos, individuales y así de chiquitos, son una buena puerta de entrada para que cada quien se coloque donde tenga ganas. En ese anonimato yo siento que hay un margen de libertad interesante para crear, interesante para leer.

“En la vida hacen falta reglas y en las conversaciones y en las redes hacen falta también códigos tácitos de respeto”

Nosotros dos en la tormenta tiene de protagonistas principales a dos amigos que son militantes, que tienen un compromiso político muy fuerte. Sos profesor de Historia en un colegio secundario, ¿cuál es la relación de los jóvenes con la política hoy?

—Creo que hoy no tienen el tipo de compromiso que tenían aquellas generaciones de jóvenes, de pensar la acción política o la acción armada como el núcleo de sus días. Me parece que mis alumnos actuales no ven en la acción política una herramienta de cambio, de mejora o de revolución, como veían muchos de aquellos chicos. Lo cual, no significa que no tengan una inserción política, pues sus reivindicaciones a nivel de sus libertades personales o sus elecciones de género también son políticas y a lo mejor están mucho más en primer plano. El tema del feminismo era una reivindicación muy clara en mis alumnas adolescentes. Y también es una reivindicación política, aunque venga recorriendo otros caminos distintos.

Los jóvenes en el siglo XX se regían por ciertos valores y los defendían, ¿cuáles son los de este siglo?

—Creo que son narrativas más sectoriales, más vinculadas con la individualidad. Cada quien se para en lo que necesita, más que en una solución universal, como estos chicos pensaban que estaban ofreciendo. Me parece que hoy en día ni se les pasa por la cabeza que la acción armada sea un camino para lograr una sociedad mejor. Eso es una diferencia grande que noto.

Los protagonistas son amigos de toda la vida y forman parte de organizaciones distintas, ¿Se puede mantener una amistad estando en dos bandos distintos o de lo que hoy llamaríamos de un lado o del otro de la grieta?

—Depende de cuánta tolerancia tengamos a la frustración. La vida es incómoda, los vínculos son incómodos, los vínculos dan trabajo. Entonces, creo que poder conversar implica desafíos y desafíos de respeto también. Hay ciertas cosas que yo no te tengo que decir. Y al mismo tiempo es una invitación a que haya ciertas cosas que vos no me digas. En la vida hacen falta reglas y en las conversaciones y en las redes hacen falta también códigos tácitos de respeto.

Entrevista a Eduardo Sacheri - La nueva novela y la relación con "El secreto de sus ojos"

Tu nueva novela comparte el telón de fondo de los años 70 con La pregunta de sus ojos, el libro en el que se basa El secreto de sus ojos, ¿qué otra conexión hay?

—En La pregunta de sus ojos, en la novela, el arco temporal es más grande. Pero en la película nos quedamos con los años 74 y 75, lo redujimos. Es decir, que estamos en la misma etapa, aunque nos vamos a otro costado, al de acciones ilegales y armadas. En El secreto de sus ojos es clave la Triple A, López Rega, Isabel Perón y el Ministerio de Bienestar Social amparando a un asesino, que también en su momento generó bastante incomodidad.

¿Cuál?

—La pregunta que me hicieron fue: “¿Qué necesidad de ir a 1975?” Y ya la propia formulación de la pregunta es un estímulo. Como cuando era chiquito y me decían: “Ese estante de la biblioteca no lo podes leer”. Entonces, vamos a leerlo en la próxima siesta... Así es como tiene que funcionar nuestra cabeza pensante: atreviéndose a los lugares incómodos. No cerrando puertas y dejando partes de la realidad detrás de esas puertas. Yo quiero que podamos hablar.

“Si uno se aproxima a los temas con respeto no tiene por qué ser cancelado. Y el respeto está en la multiplicidad de miradas”

¿Qué pasa hoy?

—Vivimos en una época muy poco proclive a poder dialogar sobre lo que eventualmente nos incomoda. Y la vida es incómoda. Me parece que la solución no es no incomodarnos sino detenernos en nuestras incomodidades o, en todo caso, buscar cómo resolverlas o cómo tolerarlas.

¿Tenés miedo a que te cancelen?

—Si uno se aproxima a los temas con respeto no tiene por qué ser cancelado. Y el respeto está en la multiplicidad de miradas. Yo creo que la manera de evitar ofender es respetar. Entonces, si yo eventualmente digo algo que a vos no te gusta, pero te lo digo con respeto, en principio, merezco el mismo respeto. Si no, cada vez podemos pensar en menos cosas. Eso es lo que a mí me preocupa en general con este período. Me parece que tenemos que tener la chance de conversar sobre todas las cosas, porque necesitamos poder pensar sobre todo.

Hay otro elemento importante dentro de Montoneros y ERP, que son las mujeres guerrilleras, lo que permite también un diálogo con libros como La montonera, de Gabriela Saidon o Mujeres guerrilleras, de Marta Diana, ¿Fue intencional?

—La guerrilla es de vanguardia en relación al feminismo político. En las células de la novela no son la mitad, representan un tercio. Traté de ser lo más realista posible a partir de lo que había estudiado.

Asesina terrorista Norma Esther Arrostito, la única mujer que perteneció a la cúpula de Montoneros.

—La historia principal en esta novela es la de estos dos amigos pero hay un personaje fundamental, que es el del padre de uno de ellos, de Ernesto, y el libro se lo dedicas a tu papá, ¿por qué?

—En buena medida porque yo te hablaba de su militancia radical, y ser radical en los 60 y 70 era perder siempre. Y lo recuerdo a mi papá hablándome de política pero no dándome línea sino respondiendo a mi curiosidad. Me acuerdo preguntándole por Perón, por Isabel, por los militares, por López Rega, por los Montoneros. Está bueno hablar de todo, ¿me voy a privar a los 55? También tiene que ver con el episodio de cuando mi papá se enteró de una muerte en ese contexto. Yo tenía siete recién cumplidos y fue la única vez que lo vi llorar. Murió poco después. Si lo hubiera tenido más años lo hubiera visto más veces llorar. Pero mi recuerdo de este Superman llorando es una escena muy fuerte para mí y me fue muy útil para meterme en el mundo emocional de esa época.

—¿Escribir es político?

—Yo creo que a veces sí, pero para mí escribir es sobre todo indagar en el sentido de la vida. Lo humano a veces es político, otras es familiar, a veces es erótico, filosófico o humorístico.

—Mientras leía el libro encontré similitudes con Hijos de la fábula, de Fernando Aramburu y, como a él, te consulto: ¿cambiamos militancia por fanatismo?

Fanáticos hay siempre. Y por suerte en todos los momentos hay gente que no es fanática. Lo que pasa es que hay momentos en que los fanáticos son mayoría y yo prefiero cuando son minoría. El fanatismo es una tentación y cuando sos fanático la vida es clara: no hay incertidumbre, no hay dudas. Es un mundo de certezas. El mundo del fanático es un mundo más tranquilo, distinto del mundo lleno de sinuosidades, matices, dudas, retrocesos, avances a tientas y equivocaciones. La equivocación no es leída como una equivocación y la flexibilidad es algo de lo que adolecen.

—En la imagen de la tapa hay dos varones sentados sobre un techo que, a priori, uno piensa que son los amigos, pero son Ernesto y su padre. Si tuvieras la oportunidad de estar en ese techo con tu papá, ¿de qué conversarían?

—En este momento de Independiente. Me diría: “Flaco, ¿qué hicieron?”. Y la verdad que me daría mucha, mucha vergüenza tener que responderle a esa pregunta. También le haría el racconto de la Argentina de los últimos 45 años que se perdió.