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sábado, 25 de enero de 2025

SGM: George Albert Cameron, el tanquista argentino que combatió a Rommel


“Rata del Desierto”. El rugbier argentino que fue tanquista en la Segunda Guerra Mundial y enfrentó a las tropas del general Rommel

George Albert Cameron, el argentino que como tanquista en la Segunda Guerra Mundial en el ejército británico integró las tropas conocidas como "ratas del desierto"Gza. Alejandro Prina

George Albert Cameron nació en Buenos Aires, pero sus raíces anglosajonas lo llevaron a enlistarse en el ejército británico, donde fue designado como tripulante de tanques de guerra, un puesto en el que vivió todo tipo de aventuras y penurias

Germán Wille || LA NACION


George Albert Cameron
nació en Buenos Aires en 1915. Creció y se crio junto a su familia en la localidad de Hurlingham. Era egresado del colegio St. George de Quilmes, donde también participó con gran desempeño en el equipo de rugby de esa institución, el Old Georgians. Pero un día del año 1941, cuando tenía 26 años, sintió el llamado de sus raíces anglosajonas y marchó hacia Europa para enrolarse en el ejército británico y combatir bajo esa bandera en la Segunda Guerra Mundial.

Si bien fueron miles los argentinos que se embarcaron para participar en la contienda bélica, lo que distingue la experiencia de Cameron es que él luchó como tanquista. Y lo hizo en escenarios clave del conflicto como el norte de África, donde llegó a enfrentar nada menos que a las tropas del general Rommel.

Alejandro Prina, estudioso de la Segunda Guerra Mundial investigó el recorrido como soldado de este argentino y en diálogo con LA NACION cuenta los riesgos, victorias y desventuras que vivió el exalumno del St. George durante sus sacrificados años dentro de un tanque de guerra.



El nombre de Cameron como soldado en la Segunda Guerra Mundial figura en el Hall of Honour del Colegio Saint George, de Quilmes
Gza. Alejandro Prina

George Cameron integró el equipo de rugby de exalumnos del Colegio St. George, el Old GeorgiansGza. Alejandro Prina

“El llamado de la aventura”

–Alejandro, vos que investigaste la historia de Cameron, ¿cómo es que un joven de Hurlingham termina peleando como tanquista en la Segunda Guerra Mundial?

–Cameron nació en Buenos Aires, pero era hijo de un padre escocés y de una madre neocelandesa. Su linaje se mezclaba en la Argentina con mates, asados y amigos. Su papá, Alexander, había llegado a fines del 1800 y fue administrador de estancias en Tierra del Fuego. De hecho, hoy una localidad de esa isla se llama Villa Cameron como reconocimiento a su tarea como pionero. A Albert y sus hermanos les inculcaron mucho la cultura de sus antepasados.

–En ese sentido, también iba a un colegio que tenía que ver con sus raíces.

–Claro, hizo la escuela en el St. George School de Quilmes y también allí desarrolló su pasión por el rugby. Después de egresar, incluso, continuó jugando en el equipo del colegio, el Old Georgians. Dicen que era muy buen jugador y quizás hasta le hubiese gustado vivir del rugby, pero era un deporte amateur.


George Albert Cameron con el uniforme de su regimiento de tanquistas del Royal Armoured Corps (RAC)
Gza. Alejandro Prina

–¿Cómo fue que se sumó a la Guerra?

-En 1941, Cameron estaba hojeando el Buenos Aires Herald y leyó un anuncio que cambiaría su vida: “El Reino Unido acepta voluntarios”, decía el aviso en inglés. Entonces, sin darle muchas vueltas, se dirigió al Consjeo de la Comunicad Británica -en Reconquista al 300- para completar los papeles de enrolamiento.

–¿Qué lo motivó a unirse al ejército en una empresa que podría costarle la vida?

–Creo que el llamado a la guerra en el Viejo Continente era sinónimo de aventura, algo que lo atrajo a él como a otros tantos jóvenes de su edad. También había un sentido patriótico. Por eso, semanas más tarde, se embarcó en el Highland Monarch rumbo a Londres. Era un buque de pasajeros, pero le habían sacado las comodidades para que entraran más personas y se movía como los mil demonios. Las náuseas y los mareos eran permanentes. No fue nada placentero el viaje. A lo que hay que sumarle que estaba el temor de ser atacados por submarinos alemanes, que por esa época andaban rondando el Atlántico. Finalmente, el 19 de noviembre de 1941 él arribó a las costas británicas.

Herido en el norte de África

–¿Cómo llegó a convertirse en tanquista?

–Recién llegado al país, fue asignado al 61° Regimiento de Infantería ubicado en Bovington, condado de Dorset, en Inglaterra. Si bien Cameron había hecho ya el servicio militar en la Argentina, allí recibiría el entrenamiento básico como soldado y unos meses más tarde lo trasladarían al Regimiento 52° de Entrenamiento de Infantería Mecanizada, donde se iba a convertir en tanquista o, como dicen coloquialmente, “Tankie”. En su duro entrenamiento aprendió que ese puesto tiene como pilares la camaradería y el trabajo en equipo. Además, en la ceremonia que oficializó su ingreso al universo de los tanques, internalizó una frase de oro: “Once a tankie, always a tankie”, es decir, una vez que sos tanquista, sos tanquista para toda la vida. Allí es asignado al Segundo Regimiento Real de Tanques, quienes son conocidos coloquialmente como “las ratas del desierto”.



Una imagen de los tanques y uniformes que utilizaba el ejército británico, la división "ratas del desierto", en el norte de África
. Imperial War Museum

–¿Cuál es su primer destino como tanquista?

–A Cameron lo mandan al norte de África para enfrentar allí a los Afrika Korps, las tropas de (Erwin) Rommel, el temible general alemán conocido como “el zorro del desierto”. Las “ratas del desierto” no tenían tanques muy buenos allá, eran tanques ligeros M3 Stuart, obsoletos por el poco blindaje y su armamento. En una de las batallas en las que participa en el norte de Egipto, creemos que en la segunda batalla del Alamein -entre el 23 de octubre hasta el 11 de noviembre de 1942-, Cameron cae herido.

–¿Qué pasó?

–Su tanque fue impactado por artillería enemiga, un ataque que mata a la tripulación del vehículo y a él lo lastiman muy feo en un brazo y la cara. Lo sacan de ahí, él no sabe cómo ni cuánto tiempo pasó. Cuando se recupera para volver al campo de batalla había terminado la guerra en el norte de África y Rommel había sido derrotado.

–¿Quién más iba con él cuando estalló la bomba? ¿Cómo es la tripulación de un tanque?

–Depende del tanque, pero suelen ser cuatro personas. El comandante, el conductor, el radioperador y el artillero. Él era artillero. Estaba cargando el cañón con una munición de 37 mm cuando fue la explosión que lo dejó fuera de combate y acabó con la vida de sus camaradas. Eso es lo poco que le contó el propio Cameron a su hijo.



Cameron enfrentó a los Afrika Korps de Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, en el norte de África
Archivo

George Cameron se muestra sonriente con su uniforme en la Segunda Guerra MundialGza. Alejandro Prina

Tras las huellas de Cameron

Alejandro Prina es un apasionado investigador, divulgador y educador en temas de la Segunda Guerra Mundial. Parte de sus indagaciones sobre hechos, combates y personajes de ese momento histórico están volcadas en su cuenta de Instagram segundaguerramundial_oficial, donde también integra en sus posteos sus habilidades como diseñador gráfico. Además, él es Magíster en Historia Militar recibido en el Iniseg (Instituto Internacional de Estudios en Seguridad Global) y miembro del Grupo de Investigación de Historia Militar de la misma entidad. “Lo que más me gusta de todo es la investigación -dice-, me gusta descubrir estas historias pequeñas de la guerra”.

Como hace cada vez que intenta conocer la biografía de alguien que batalló en aquella contienda, Prina se encarga de buscar las fuentes más directas. Para el caso de George Albert Cameron, este investigador hurgó (siempre con permiso) en los archivos del St. George, donde corroboró, en el Hall of Honour de ese colegio, la participación de este exalumno en la conflagración mundial. Prina también pidió documentación en organismos oficiales relacionados con las Fuerzas Armadas Británicas donde pudo hallar el tracer (recorrido) de este soldado porteño (”aunque no siempre los datos son exactos, especialmente al no tratarse de un oficial”, aclara) y las hojas de ruta de los batallones que integró.

Alejandro Prina es un estudioso y divulgador de hechos y personajes de la Segunda Guerra Mundial y vuelca sus conocimientos en su cuenta de Instagram @segundaguerramundial_oficialGza. Alejandro Prina

Además, en este caso, el investigador contó con el inestimable aporte de los familiares de Cameron, especialmente su hijo Ronald. Ellos suministraron testimonios, fotografías y hasta le mostraron valiosas pertenencias del soldado, como sus medallas de identificación, una cruz que cargaba siempre con él que era de un compañero fallecido y hasta su uniforme. Sin embargo, los familiares del excombatiente argentino aclararon que tenían “baches” en relación al itinerario y actuación de Albert, básicamente porque “él no quería hablar de la guerra”.

Las penurias del desierto... y después, la jungla

–Más allá de los combates en el norte de África, sería también difícil pasar los días en esos espacios desérticos

Terrible. Las noches eran frías y los días de un calor abrasador, que era un enemigo constante. Las tormentas de arena, además, eran regulares y lo más difícil era enfrentar la escasez de agua, no solo para tomar sino también para asearse. Si bien Cameron no hablaba mucho de la guerra, una de sus hijas recuerda que Daddy -así lo llamaban- contaba que en el desierto no se veía un solo insecto, pero cuando había heridas abiertas, o se llagaba la piel por la sequedad del ambiente, aparecían moscas por todas partes. Comer también era difícil porque venían nubes de moscas y si una mosca te toca la comida te podías agarrar disentería, que causaba fiebres, diarreas y vómitos.



Una foto de Cameron en su estadía en la India.
Gza. Alejandro Prina


George Cameron falleció en 1973, pero su familia conserva su uniforme de la Segunda Guerra y otros objetos de gran valor histórico y sentimental
. Gza. Alejna

–Y el calor dentro del tanque sería tremendo, ¿no?

Sí, irónicamente para él y sus compañeros el mejor refugio durante la batalla era el más caluroso y pequeño. Imaginate además ahí adentro el olor a pólvora, aceite quemado, nafta y transpiración que se llegaba a concentrar.

–Dijiste que cuando Cameron se recuperó de las heridas la guerra en el norte de África había terminado... ¿Hacia dónde se fueron después las ratas del desierto?

Meses después, Cameron y su regimiento parten en convoy cruzando el Canal de Suez con rumbo a Malasia, pero los desvían y llegan finalmente a la ciudad de Rangún, en Burma (actual Myanmar). Allí arribaron con el objetivo de frenar el avance de los japoneses, enemigos de los aliados, que querían hacerse de los pozos de petróleo de ese país. Otra vez las condiciones climáticas y el terreno fueron un enemigo silencioso para los tanquistas. La jungla densa, la humedad, los pantanos, lugares donde los tanques se atoraban, tenían fallas mecánicas. En cambio, los japoneses se adaptaban al terreno de manera alucinante. Como dato anecdótico, al llegar a Burma, las ratas del desierto se transformaron en las “green rats” (ratas verdes).

–¿Y cómo se dio la contienda en Burma?

El avance japonés fue avasallador. Los hicieron pelota. Era como una guerra de guerrillas, no era a campo abierto. Solían atacar por la noche con una variedad de armas. Tenían desde bombas adhesivas, que era una mina magnetizada que se pegaba al blindaje del tanque, hasta las bombas Tich, que era una bola de vidrio o cerámica que se rompía al impactar contra el tanque y despedía un líquido tóxico que se gasificaba y mataba a los que estaban en el interior del vehículo. En casos extremos, también hacían ataques suicidas: el soldado japonés se sentaban en un hoyo de la carretera sosteniendo una bomba, esperando a que pasara un tanque.



Las medallas de identificación que lelvaba consigo George Cameron en la Segunda Guerra Mundial, junto a la cruz de un compañero fallecido
Gza. Alejandro Prina




Una foto de las "green rats" con la medalla que representa a los tanquistas británicos arriba y los logos de esa compañía abajo
Gza. Alejandro Prina


La retirada hacia la India

–¿Cómo terminó?

-Después de tres meses de lucha agotadora y ya viéndose superados por el enemigo las green rats debieron emprender la retirada. En un momento se vieron obligados a abandonar los tanques, porque tenían que cruzar numerosos ríos. Su objetivo ahora era alcanzar la frontera de la India, con los japoneses pisándoles los talones. Cada soldado llevaba todo el armamento que podía cargar. Hicieron un recorrido de 140 kilómetros hasta llegar a la India. El mal tiempo los ayudó esta vez, ya que cuando andaban por colinas y montañas, las nubes bajas los ocultaron de la Fuerza Aérea Japonesa. En el camino volvieron a sufrir disentería y malaria. En este caso, George también cayó enfermo. Una vez arribados a la India, diezmados y exhaustos, las tropas se instalaron allí para recuperar fuerzas.

–¿Qué pasó después?

Poco más tarde, George y su regimiento fueron enviados a campamentos aliados en Irak, después a Siria, Palestina y finalmente Egipto para reequiparse y realizar ejercicios y entrenamientos con los nuevos suministros y armamentos que fueron recibiendo, entre ellos el famoso tanque norteamericano Sherman y también los Stuart.

–Se preparaban para su próximo objetivo. ¿Cuál era?

-Italia. Desde Alejandría, en Egipto, el Segundo Regimiento Real de Tanques se embarca hacia Taranto (hoy, Tarento), en el sur italiano, donde llegaron el 4 de mayo de 1944. Las tropas de los tanquistas avanzan hacia el norte, conquistando pueblo por pueblo del poder alemán con el objetivo final de liberar Roma. El 3 de septiembre de ese año, George y su unidad llegaron al pequeño pueblo de Tavoletto, que formaba parte de la famosa línea Gótica Alemana, una de las barreras defensivas que iba de una costa a la otra de Italia que trazaron los alemanes para frenar el avance aliado. En este combate, Cameron es herido por una explosión de mortero, pero no debió haber sido muy grave, porque el 6 de ese mismo mes vuelve a estar presente en otra batalla, la de Gemmano.

Italia y el fin de la guerra

–¿En todos lo pueblos que mencionás estaban los nazis?

Sí, generalmente eran paracaidistas de tropas muy especializadas y tropas de montaña que los mandaban y los tipos tenían la misión de defender esa línea Gótica. En Gemmano los alemanes tenían la ventaja de que estaban esperando a los aliados en un lugar estratégico de altura y los aliados subestimaron la situación y dijeron que no había nadie, cuando los esperaban unos 4500 alemanes súper entrenados. En esta cruenta batalla, también conocida como “mini Montecassino” o “la Montecassino del Adriático”, George volvió a ser herido. Pero no algo grave. El 9 de septiembre, finalmente, el pueblo es recuperado por los aliados.

Las tropas de Cameron, aquí un parte con su logo característico, celebraron la rendición de los alemanes en la ciudad italiana de PaduaGza. Alejandro Prina
Las medallas que recibió George Cameron por su participación en distintas contiendas y escenarios de la Segunda Guerra MundialGza. Alejandro P

–¿Cómo siguió la guerra para Cameron?

–Siguieron avanzando hacia el norte. En mayo de 1945, cuando los alemanes se rinden, George y su unidad están en la ciudad de Padua. Ahí es donde se termina la guerra para él.

–¿Entonces regresa a la Argentina?

–En 1946, ya nuevamente en Londres le dan de baja en el ejército con el grado de Sargento y el tanquista argentino regresa a su país.

Una postal del pueblo de Tavoleto en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, uno de los lugares donde Cameron combatió y terminó heridoGza. Alejandro Prina


Una postal actual del pueblo de Tavoleto, donde se ve que poco ha cambiado a lo largo de los añosGza. Alejandro Prina

–¿Qué fue de su vida en la Argentina?

–En 1948 se casó, un año después tuvo a su primera hija, trabajó un tiempo en el London Bank y después en la empresa Alpargatas. Vivió alternativamente en Hurlingham, en el Palomar y se estableció dos veces en Montevideo, Uruguay. Una vez en 1953 y luego en el año 1970, por su trabajo relacionado a una compañía de seguros británica. En la capital de Uruguay vuelve a retomar su pasión por el rugby. Juega en el Club Trouville de esa ciudad, equipo en el que, en 1954, obtuvo los tres lauros posibles en una misma temporada.

No hablaba de la guerra

–¿Hablaba de la guerra con su familia?

No, no quería comentar nada. Tiraba esas anécdotas medio simplonas como las moscas del desierto, pero no hablaba. Lo que sí, te puedo contar una anécdota. Decían que George no faltaba nunca al trabajo. Nunca. Un día vuelve la hija del colegio y le dice: “Silencio que está Daddy en el living. No pases, está tranquilo”. Entonces ella se asoma y lo ve a su papá con una bolsa de hielo en la cara, con gesto de dolor. Después se enteran que él tenía muchos dolores, va al médico y le encuentran muchas esquils de metal producto de la explosión del tanque que le habían quedado en el paladar y el maxilar, y tuvieron que operarlo y sacarle todo. Muchos años después.

George Cameron y su familia luego de la guerra. Gza. Alejandro Prina

Una caricatura del equipo del Club Troville, de Montevideo, campeón de la liga uruguaya; Cameron aparece rodeado por un círculo verdeGza. Alejandro Prina

George Albert Cameron falleció en 1973. En diálogo con Alejandro Prina, Ronnie, uno de los cuatro hijos del extanquista recuerda cuando su padre le regaló una guinda de cuero roja con la que solían practicar rugby juntos. Y también rememoró los días festivos en que su padre lo llevaba ver desfiles de bandas de gaitas escocesas.

–Alejandro, ¿Qué te queda a vos cada vez que recuperás o descubrís una de estas historias como la de Cameron, que desde la Argentina llegó combatir contra las tropas del mismísimo Rommel?

Lo que me queda y el objetivo de lo que hago es que estas personas no queden en el olvido. Quiero investigar a esta gente para rescatarla de olvido. Sobre todo como en el caso de George, que deja un legado de valentía y un ejemplo de los sacrificios realizados por aquellos que sirvieron durante el mayor conflicto bélico de la historia.


miércoles, 2 de octubre de 2024

Argentina: Capitán Colin I. McIntyre, voluntario al servicio del Reino Unido

Soldado Colin I. McIntyre








Colin McIntyre, fallecido a los 85 años, fue el primer editor del servicio de teletexto de la BBC, Ceefax. Cuando los ingenieros de la BBC inventaron un sistema mediante el cual se podía ocultar texto en líneas sobrantes de una señal de televisión, McIntyre dio vida a la idea proporcionando información sobre noticias, clima, viajes, deportes, precios de acciones, guías de programas y demás. Lo que, según sus palabras, comenzó como "una operación de hilo y lacre" se desarrolló de tal manera que atrajo a 22 millones de espectadores por semana y estableció el estándar para los servicios de teletexto en todo el mundo. Ceefax sigue siendo popular en las zonas restantes de Gran Bretaña que aún no han cambiado a la recepción de televisión digital.

McIntyre nació en Buenos Aires, Argentina, donde su padre, que había emigrado de Escocia, dirigía una fábrica de algodón. Fue educado en St George's College en Quilmes y dejó Argentina para ir al Reino Unido a los 18 años para unirse al esfuerzo de la Segunda Guerra Mundial, comisionado en el antiguo regimiento de su padre, la Guardia Negra. No participó en ninguna acción de guerra, pero sirvió con los Lovat Scouts en Grecia en 1946 y con la 6.ª División Aerotransportada en Palestina. Durante este período escribió poesía y algunos de sus poemas fueron publicados en antologías. Cuando dejó el ejército, estudió inglés en la Universidad de Harvard, donde conoció a su futura esposa, Field.

En 1952 McIntyre se unió a la BBC y fue uno de los subeditores jefe más jóvenes de la sala de redacción del Servicio Mundial. Ascendió hasta convertirse en corresponsal de la BBC en la ONU en 1956, cubriendo las crisis de Suez y Hungría. En 1965 se convirtió en director de publicidad de la televisión de la BBC y luego en ejecutivo de promociones de programas, antes de lanzar Ceefax en 1974.

McIntyre trabajó solo al principio, escribiendo y actualizando sólo 24 páginas. Su filosofía era que Ceefax no debería sólo atender al adicto a las noticias, sino que debería adaptarse al "espectador que no consulta sus piscinas hasta el martes, al hombre que quiere información sobre vías navegables o al cinéfilo que quiere los detalles de una lista de reparto". Investigó todos los aspectos del nuevo medio: uso del color, tamaño de fuente, presentación y diseño. Le apasionaba el diseño y lo veía como una parte integral de la comunicación misma.

A sus numerosos visitantes describiría Ceefax como una "radio impresa" o "una bicicleta en la era tecnológica". Luego, su personal la apodó "bicicleta impresa". Sus colegas recuerdan que no era demasiado respetuoso con la burocracia de la BBC. Insistió en reclutar desde afuera y a aquellos cuyo éxito en la entrevista se retrasaba mientras eran examinados por seguridad, les escribía: "Tienes el trabajo, siempre que no seas miembro de las Juventudes Hitlerianas".

Cuando se jubiló anticipadamente en 1982, contaba con 20 empleados. Se fue para escribir Monumentos de guerra: cómo leer un monumento a los caídos (1990), seguido de La Segunda Guerra Mundial en el mar (1990). Había sido un miembro activo del Partido Laborista desde una edad temprana, aunque desertó al SDP y a los demócratas liberales en la década de 1980 antes de regresar al Partido Laborista en 1993. Fundó la Capilla Ceefax del Sindicato Nacional de Periodistas.

A McIntyre le sobreviven Field, sus hijas Wayne, Mithra y Miranda, su hijo Angus, siete nietos y un bisnieto.

• Colin Ian McIntyre, editor, nacido el 27 de enero de 1927; murió el 17 de mayo de 2012

domingo, 19 de noviembre de 2023

Argentina: Veterano de la RAF de 106 años votó en la elección presidencial

Ronnie Scott, ciudadano ilustre

TIENE 106 AÑOS. NACIÓ EN DEVOTO, PELEÓ CONTRA LOS NAZIS Y HOY FUE A VOTAR: “NO PIERDO LA ESPERANZA”





Ronnie Scott nació en 1917, es argentino pero también tiene la nacionalidad inglesa; combatió a las fuerzas de Hitler como piloto aeronaval de la Armada británica, a bordo de un Supermarine Spitfire
Por Mariano Chaluleu – La Nación
Hoy, a las 10.30 de la mañana, a sus 106 años, votó Ronald Scott. Nacido en Argentina, pero hijo de un médico escocés y una enfermera inglesa, Scott fue uno de los voluntarios argentinos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial para las fuerzas aliadas. Este domingo, su compromiso tiene la misma fuerza, aunque, esta vez, con la tierra que lo vio nacer.



Desayunó tostadas con mermelada, ensalada de frutas y café. Luego tomó una aspirineta. “Es mi ritual”, dice. Salió de su departamento en San Isidro, donde vive solo, y llegó a la Escuela Provincial N°1 acompañado de su hijo Roger y su cuidadora, Daniela. Caminó, con una breve pausa para descansar, hasta la mesa de votación. “Excepto los años en los que era piloto comercial, donde me perdí de votar en algunas ocasiones, siempre participé de las elecciones”, agrega.



Sin embargo, se muestra escéptico respecto al futuro del país: “Hace años, muchos años, perdí el interés en la política. Los argentinos tuvimos que soportar a una gran cantidad de políticos que no valen nada, que son fruta podrida. Sin embargo, en cada elección vuelvo a votar. No me desentiendo. De alguna manera, no pierdo la esperanza”, insiste Ronnie.
Scott se mantiene en excelente forma. Anduvo en bicicleta hasta sus 103 años. Repite que el secreto está en el desayuno y en la “aspirineta diaria”. Otra cosa que lo hace feliz es conocer gente. “Es un animal social”, lo describe su hijo Roger.

A la guerra, como voluntario

Scott nació un 20 de octubre de 1917, en Buenos Aires. Fue criado en una familia sin problemas económicos, aunque padeció la ausencia de su padre, a quien perdió cuando tenía 8 años. Fue educado por su madre y por sus familiares. “Es muy importante la figura paterna. Yo, muchas cosas, las aprendí a las patadas”, comentó por el año 2020, en una entrevista con LA NACION.
En 1942, con 24 años y sin saber volar, embarcó hacia Inglaterra. Cuando llegó, un mes después, se presentó en las oficinas de la Armada británica y manifestó su voluntad de unirse como aviador naval. “Yo quería participar en la guerra. Lo que había hecho Hitler en Polonia era lo peor que se podía concebir. Mató gente por matar”, dijo.



Aquella motivación llegó gracias a una inesperada interacción con el Príncipe Eduardo. “A los diez años era socio juvenil del Club Hurlingham. Una tarde, mientras estaba viendo polo, un jinete vino al galope para pedirme un agua tónica. Era él. Yo me tomé el atrevimiento de agregarle limón a la bebida y se la alcancé. Su secretario me tomó la dirección y al día siguiente me llamaron de la embajada para invitarme a conocer el primer portaviones que hubo en la Argentina. Fue en el año 1926″, recordó.
Todavía hoy, esa escena vive en su memoria. Fue el hecho que lo motivó a perseguir la carrera de piloto, por más que, para eso, debiera bautizarse de la manera más realística posible: la guerra.



“Cuando visité el portaaviones, yo tenía los ojos más grandes que un plato. Ahí comenzó todo. Recién en el año 1942, cuando mi madre tuvo que quedar internada por su vejez en el Hospital Británico, quedé más disponible y me fui a la embajada para ofrecerme como voluntario. Yo quería ser piloto naval. Tomaron nota de mi pedido y me convocaron. Me hicieron estudios médicos y los resultados fueron perfectos. Solo era cuestión de esperar un barco para partir a Europa... Me avisaron de la embajada y me fui. El viaje duró más de un mes. Lo gracioso fue que, en Inglaterra, me querían enviar a un Regimiento como Infante. ¡Me negué! La empleada en el puerto me dijo: ‘Si usted no vuelve en 48 horas, tengo que enviar a la policía para que lo regrese como desertor’. Ante esto, yo le pregunté a la chica si sabía dónde quedaba la Argentina. ¡Cómo me iba a volver al día siguiente, luego de un viaje de más de un mes! Por supuesto, la empleada no sabía dónde quedaba nuestro país. Así que me fui a la oficina de enrolamiento de la aviación naval, que estaba cerca de la plaza de Trafalgar. Me mandaron al sur, a la base naval de Portland. Y ahí hice mi vida, primero como marinero”, dijo.
A sus 24 años, fue enviado a Canadá para formarse como piloto aeronáutico. La preparación duró 6 meses y luego volvió a Inglaterra, como Teniente Piloto Aviador, para combatir a los nazis. Se quedó en Europa hasta la rendición de Japón, y regresó a la Argentina en 1946.
“Yo quería participar en la guerra. Lo que hizo Hitler en Polonia era lo peor que se podía concebir. Mató gente por matar. Me convencí de que Hitler era la porquería máxima cuando llegué de noche a Liverpool. Había una luna increíble y en el camino me doy cuenta que las iglesias habían sido bombardeadas y los alemanes lo habían hecho despiadadamente para matar a todos”, contó.

El regreso a la Argentina

En la Navidad de 1946, Ronnie volvió a la Argentina como gerente de una empresa textil británica y con la misión de abrir una planta de producción en el país. Lo hizo, su vida parecía encaminada, se había convertido en un ejecutivo exitoso, pero su pasión por los aviones pudo más: en enero de 1948 renunció a su trabajo para empezar otro, esta vez, como copiloto de aviones DC3 en la aerolínea Aeroposta Argentina, la línea creada en 1927 que prestó los primeros servicios aéreos nacionales en las rutas a Paraguay, Chile y la región patagónica. En los comienzos de la misma compañía, también volaron Antoine de Saint-Exupéry y Jean Mermoz. Durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, Aeroposta, Fama, Alfa y Zonda fueron unificadas y dieron origen a Aerolíneas Argentinas. Ronnie es el último piloto vivo de Aeroposta Argentina SA.
Colaboración del Lic. Roberto Martínez, Vicepresidente 2° del Instituto Nacional Newberiano.

viernes, 23 de junio de 2023

Granaderos a Caballo: Reclutando "desacataos" en El Plumerillo

El reclutamiento de "voluntarios" en El Plumerillo






Remigio Guido Spano fué un destacado abogado, periodista y escritor, hijo del general Tomás Guido (amigo preferido de San Martin) y hermano mayor del poeta Carlos Guido Spano. Aparte de fundar diarios, también les cuento que todos los escritos que conocemos del Almirante Guillermo Brown, los tradujo él.
Tengo la fortuna de estar relacionado con algunos de sus descendientes, gracias a los cuales puedo relatarles la siguiente historia...
En el año de 1888, ya un anciano venerable, el viejo cuenta (durante una descontracturada cena de notables), la siguiente anécdota:
_"Bueno, si quieren les cuento algo simpático. Me contaba mi padre que allá por las gloriosas épocas del Campamento del Plumerillo, previo al Cruce Andino y a la batalla de Chacabuco, Don Pepe (nota de Flavio: léase San Martin) hizo una leva compulsiva de soldados.
Quiero decir que si bien eran muchos los que se unían libremente al ejército, muchos otros eran incorporados a la fuerza.
Indigentes, gauchos mal habidos, negros, zambos, mulatos y muchos alegres borrachines que daban vueltas por los almacenes y pulperias de la zona en busca del agradable néctar mendocino.
La cosa era así: Las Heras y Padre (nota de Flavio: léase Guido), a instancias de Don Pepe, organizaban las partidas de granaderos que iban a incorporar a los futuros guerreros de la Patria.
Estas partidas iban a los almacenes, a los prostibularios, a los galpones de conchabo y demás yerbas y quien estaba al mando debía convencerlos primero buenamente y luego como se pudiera. Y a veces no se podía. La cuestión se ponía pesada y peligrosa, con individuos que no sabían ni hablar pero eran una maravilla desenvainando el facón.
Estas partidas de diez granaderos, se veían muchas veces en inferioridad numérica y es entonces que se retiraban no sin antes tomar notas y marcar el punto en un mapa.
Al llegar al Plumerillo, a veces en altas horas nocturnas, llevaban el parte diario de leva a manos, nuevamente, de Padre y Don Pepe, quienes le pasaban el parte, las notas y los mapas a la "partida especial", encargada de estos menesteres cuando la cosa se complicaba un tanto.
Esta partida al mando del corajudo Ambrosio Crámer, del durísimo Rudecindo Alvarado, del cuchillero José Maria Zapiola y del temible Mariano Necochea, eran los fogueados granaderos encargados de estos casos. Y al despuntar el amanecer, hacia allí iban.
Les pido me crean amigos cuando les digo que al paso lento de estos cuatro, los cóndores remontaban apresurados el vuelo y hasta el pasto y los cardones se hundían en la tierra.
Padre aseguraba que si la misma Parca se sentase a la mesa de estos cuatro, intranquila estaría.
Como fuera, resulta que el Plumerillo era un vodevil de gritos, ordenes, olor a grasa, cuero y acero, de fuegos y calderos de plomo fundido, de barro, polvo de madera, bosta de caballo, forraje para las bestias, leña para hacer fuego, botiquines, cabrestantes, palancas, sogas, pólvora, municiones, cañones, y hasta una imprenta.
¿La actividad? Era febril. Se presentía la proximidad del cruce de los Andes y la nerviosidad de la batalla.
Claro, entre tanta leva de hombres de real valía y de otras calañas miserables, había mucho retobado que no estaba acostumbrado a recibir ordenes y mucho menos, a ejecutarlas. Malandra de cuchillo ventajero, gaucho de puñalada traicionera.
Y estaban los que para aparentar jinetas de hombre bravo, hasta le gritaban procacidades al mismo San Martin, al paso del Gran Hombre.
Cuando pasaban estas cosas, un sutil cabeceo de Don Pepe activaba una serie de eventos, casi de rutina: de donde el miserable nunca adivinaba, aparecía Necochea y le aplicaba un seco y brutal talerazo sobre la espalda. El ladino giraba feroz ya con facón desenvainado, solo para ser cruzado otra vez y duramente con un talerazo esta vez sobre el rostro, que por costumbre un par de dientes se llevaba puesto. Siempre ante la mirada fija de Necochea, que no temía al verijero, ni al obús ni a la misma Parca. Necochea peleaba a puño desnudo en el mismo campo de batalla, miren si le iba a temer a un cuchillito.
De ahí lo agarraba el tucumano Juan Manuel Cabot, que a punta de tacuara y durante tres dias completos sin dormir le enseñaba a la fuerza a marchar a paso redoblado, oblicuo, lateral, métrico, ligero, geométrico, diagonal, de instrucción, de maniobra, de flanco, marchoso y de ataque. Errarle a un paso, un dia de arresto. Dos dias de arresto para el segundo. A partir de los diez yerros, se computaba dia de arresto con noche de estaqueada. Por supuesto, cada error iba acompañado de un siseante tacuarazo en el muslo o pantorrilla desnudos, que dolía una yarará y media.
Decía padre que era un espectáculo ver al Teniente Coronel Cabot sudado y vociferando ordenes en cueros y marchando él mismo emparejado al pobre cristiano, dia y noche, inhumano, incluso durante las heladas madrugadas.
Exhausto, no terminaba alli la "instrucción forzada": lo agarraba Eusebio Brizuela, jefe de Maestranza, Provisión y Ranchada, que lo ponia a pelar unos 100 kilos entre papas y zanahorias.
Al fin, lo que quedaba del pobre hombre lo recauchutaba Fray Luis Beltrán, que durante toda una noche lo adoctrinaba en los misterios de Dios y la Virgen.
Resultado? Ese antiguo vago, luego de quince dias más de instrucción militar, era ya un Granadero hecho, derecho y listo para servir a la Patria y a sus jefes.
Antes de Chacabuco, el mismo Don Pepe había mandado una avanzada sobre territorio chileno para que lo informaran sobre la posición de las fuerzas realistas, con tan mala suerte que Nepomuceno Garcia, el jefe de la avanzada, fué aprehendido y a su vez, torturado para que revelara la posición y cantidad de efectivos del Ejército de los Andes. Ni una palabra le fué arrancada al valeroso soldado, que a la segunda noche pudo escaparse y regresar a sus líneas. Al presentarse a San Martín, todo golpeado, lleno de moretones, y con un par de dientes y uñas de menos, el Gran Capitán le dijo: "Orgulloso quedo Granadero, que ni la más deshonrosa maldad de los godos logró de usted hacerle proferir información alguna que pudiera comprometer los próximos pasos de este Ejército Libertador".
Me dijo padre que la respuesta de Garcia, no fué menos monumental:
"Mi Coronel, ningún orgullo, solo cumplí con el mandato, por Ud conferido. Aparte, pasé con el fray Beltrán toda una noche de golpes y mas golpes con su santa biblia de madera sobre mi mollera, hasta que me aprendí el Padrenuestro, Credo y todas las décimas del Rosario, mire Señor si un maturrango iba a poder atemorizarme. Ni solo un poco!!"
Contaba Padre ante estas situaciones que Don Pepe miraba reciamente hacia un costado, solo para no desarmarse a carcajadas frente a la soldadesca"
Bueno, esta es la historia oral que yo defiendo, la que no es oficial, la que no está en boca de ningún historiador, la que no figura en grandes libros. Solo en cartas familiares, cuyos integrantes nunca estuvieron interesados en dar a conocer.

domingo, 18 de junio de 2023

GCE: El asalto a Madrid de 1936

Madrid 1936, ¿tumba del fascismo?


En la última semana de octubre de 1936 la mayoría de los periodistas y observadores presentes en España creían que la toma de Madrid por las fuerzas nacionalistas era cuestión de días, incluso semanas, y que ningún milagro podría salvar a la capital de la España republicana. Desde hace tres meses, en efecto, las fuerzas leales no han tenido un solo éxito en campo abierto frente a las tropas nacionalistas , a excepción del alto en la Sierra de Guaderrama a las tropas de Mola procedentes del norte. Pero el principal peligro viene del sur, donde el El rápido avance del ejército comandado por Franco sugiere un rápido fin de la guerra civil a favor de los sublevados.

El campo republicano duda y muchos son los que en su seno creen que Madrid no se puede mantener. La decisión del gobierno de abandonar la capital sugiere que esta opinión también la comparte el jefe de Estado. Los nacionalistas son optimistas y creen que pronto estarán marchando por el corazón de la capital. Seguros de su inminente victoria, designaban ya las nuevas autoridades que iban a instalar en Madrid, preparando orquestas, estableciendo ocho consejos de guerra y trayendo desde Navarra altares portátiles para celebrar las primeras misas en la ciudad liberada. Esperan mucho de la toma de la capital, en particular el estatus de potencia beligerante y el reconocimiento internacional, pero sobre todo el fin de la guerra en su beneficio.

Pero Madrid, en noviembre de 1936, será testigo de un inesperado episodio militar. Negando los pronósticos más informados, la ciudad resistirá militarmente a los rebeldes y los frustrará con una victoria que creían ya lograda. La capital española se convierte entonces en el símbolo de la resistencia al fascismo mientras el fracaso nacionalista cambia el rumbo del conflicto para transformarlo en una auténtica guerra civil, una guerra larga. Es allí también donde se forja un nuevo ejército, nace el poderoso mito de las Brigadas Internacionales y mueren las certezas y los malos juicios sobre la naturaleza del conflicto español.

Sin embargo, ¿cómo se explica la resistencia del capital español cuando la situación parecía perdida? La respuesta es múltiple y la defensa del Madrid puede analizarse desde varios ángulos pero sin olvidar nunca el alcance de este evento.

David FRANCOIS || L'autre cote de la colline



La marcha sobre Madrid

El 17 de julio estalla la guerra civil en España, en el corazón del Marruecos español donde tropas del ejército se rebelan contra el gobierno del Frente Popular que gobierna la República desde las elecciones de febrero. La rebelión se extiende entonces en pocas horas en las guarniciones de Canarias así como en Cádiz donde llegan batallones de tropas autóctonas marroquíes y un regimiento de la Legión Extranjera. El día 18, este levantamiento, que formaba parte de una tradición de pronunciamiento propia del ejército español, afectó a todo el país y los soldados salieron a las calles para proclamar el estado de guerra.

El general Mola, autor intelectual de la conjura militar, fijó el control de Madrid como principal objetivo del golpe. En la capital hubo cierto desorden a partir del 18 de julio cuando hombres armados, favorables a los rebeldes, intentaron sembrar el terror en las calles para dar un pretexto a la salida de los soldados de los cuarteles. Dos días después del inicio de la sublevación en Marruecos, el general Fanjul, uno de sus principales líderes, entró vestido de civil en el cuartel de la Montaña para encabezar las tropas y tomar los puntos vitales de la ciudad. Pero en cambio, los soldados, vacilantes, prefieren refugiarse en los cuarteles mientras Fanjul proclama el estado de guerra. En las calles, la población leal a la República se manifiesta en masa y exige armas que el gobierno se niega a darles. El cuartel de Montaña fue finalmente asaltado por guardias de asalto leales y civiles el 20 de julio. Si Madrid permaneció por tanto leal a la República como la mayoría de regiones industriales y grandes ciudades como Barcelona, ??Valencia o Bilbao, España quedó, sin embargo, desde ese momento, dividida en dos bandos.


El asalto al cuartel de Montana

Los nacionalistas no pierden de vista el gran objetivo que representa para ellos Madrid. Mola, que había logrado hacerse con el control de Navarra, instaló tres columnas motorizadas en Valladolid, Burgos y Pamplona que partieron entre el 20 y el 22 de julio. Pero rápidamente se encuentran bloqueados en la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama. A principios de agosto la situación se encontraba en un callejón sin salida en esta parte del frente, signándose el fracaso del plan trazado por Mola y dejando a las tropas del ejército africano llegadas desde el sur la misión de tomar Madrid.

Las tropas rebeldes de África se reúnen en el sur de España y comienzan su marcha hacia la capital el 2 de agosto. Su rápido avance debe permitir llegar cuanto antes a la ciudad para derrocar al gobierno republicano y romper definitivamente la resistencia popular. En su camino, muestran una brutalidad extrema. El 12 de agosto llegaron a Badajoz, defendidos por dos batallones republicanos. La aviación bombardeaba la ciudad mientras la artillería conseguía derribar las fortificaciones del siglo XVIII .siglo permitiendo a la infantería entrar en una ciudad rota. Entonces comienza una terrible masacre con la ejecución de cientos de activistas de izquierda. Cuando un periodista estadounidense le pregunta al general Yagüe las razones de estos fusilamientos masivos, este responde que no puede cargarse de prisioneros y dejarlos atrás a riesgo de dejar que la ciudad vuelva a ser republicana.

El avance de las fuerzas nacionalistas en 1936

Tras la toma de Badajoz, el Ejército de África, tomando en adelante el nombre de Ejército del Tajo, siguió el curso del río hacia Madrid. Frente a este ejército organizado, con infantería, artillería, caballería y fuerza aérea, abundantemente armados y algunos combatientes con 10 a 15 años de experiencia militar, los republicanos sólo cuentan con milicias de voluntarios apresuradamente entrenados, sin experiencia en combate, superados en número y equipados con improvisados armamento con poca munición. Así, en cada enfrentamiento, los milicianos se ven sorprendidos por la agresividad de los rebeldes, en terreno abierto donde no saben maniobrar. Luego se ven obligados a retirarse por el Tajo hacia Madrid.

Los rápidos avances y sobre todo el anuncio de las exacciones nacionalistas en Extremadura encendieron rápidamente los ánimos y sembraron el pánico entre los madrileños. La psicosis de que Madrid no se convierta en una nueva Badajoz se apodera de los ánimos en una ciudad que ya parece prometida a los nacionalistas. Es cierto que en apenas tres meses se han apoderado de toda Extremadura para llegar a la Casa de Campo, el gran parque público que limita con Madrid por el oeste.

Un Tabor marroquí camino de Madrid

La República en peligro.

Durante los primeros días del levantamiento, la República no sabía exactamente con qué fuerzas podía contar. Si bien las unidades del ejército se mantuvieron leales al gobierno, en muchas localidades fue la población civil la que se movilizó, espontáneamente y mal armada , para defender pueblos y aldeas. Por lo tanto, se improvisa la resistencia a los nacionalistas, lo que va en detrimento de la eficiencia, sobre todo porque muchas unidades carecen de medios materiales.

Para remediar estos problemas, el gobierno republicano de Largo Caballero decidió el 10 de octubre formar un Ejército Popular Republicano. Este amalgama lo mejor que puede a los soldados que permanecieron leales a la República ya las diversas milicias creadas espontáneamente por las organizaciones políticas y sindicales y las pone bajo un mando único y profesional. En cuanto al material bélico, los republicanos cuentan con la ayuda de la URSS, que ha decidido romper el aislamiento diplomático de la República española enviando un embajador a Madrid, el primer paso antes de la entrega de armas y la llegada de asesores. Así, el 15 de octubre llegó a Cartagena el carguero “Komsomol” con asesores militares y 50 tanques T26 a bordo. A partir del día 19, este material fue enviado al frente de Madrid.

A medida que los nacionalistas avanzaban desde el sur del país, se hizo cada vez más evidente la necesidad de un plan para defender la capital . Pero parece que el gobierno republicano es incapaz de abordar el problema con la cohesión necesaria. Si las declaraciones oficiales no dejan lugar a dudas sobre la voluntad de defender la ciudad, aparecen vacilaciones sobre la necesidad de una defensa excesiva. A mediados de septiembre, algunos líderes republicanos , incluido Caballero, ya cuestionaban las ventajas de mantener Madrid, que no representaba ningún interés estratégico ni económico para ellos . En octubre, la cuestión de la necesidad que el gobierno permanezca en la ciudad se expresa abiertamente cuando el presidente Azaña , Caballero , Prieto y otros ministros se muestran cada vez más favorables a esta medida . Si no es su intención no defender la capital, esta salida corresponde a una elección estratégica que está lejos de ser unánime.

En octubre, las perspectivas para defender Madrid se reducen a dos alternativas: intentar contener al enemigo a distancia enfrentándolo en el valle del Tajo ya que la capital es para muchos imposible de defender militarmente, o defender el núcleo urbano utilizando todos los medios de defensa posicional . guerra s y por no exponerse en combate al aire libre. Caballero apoya la primera alternativa bajo la influencia del general José Torrado mientras que la segunda es defendida por los comunistas que sólo expresan la posición de los asesores soviéticos recién llegados. También es el que es apoyado por los anarquistas, augurando así profundas diferencias . 


Si bien a finales de septiembre apareció en la prensa un eslogan que prometía un gran futuro "Madrid debe ser la tumba del fascismo", existen diferentes opiniones sobre los medios para cavar esa tumba. Los periódicos socialistas y republicanos insisten en la necesidad de alejar a los nacionalistas de Madrid mientras que la prensa comunista y anarquista reclama la construcción de fortificaciones y la movilización de medios humanos y materiales para defender la capital.

En el terreno militar, cada lado toma decisiones importantes. En el bando nacionalista, el general Mola decidió el 7 de octubre que una vez establecida la conexión entre las tropas rebeldes del norte y del sur, se iniciara el asalto a Madrid. Largo Caballero, por su parte, toma el control directo del ejército y forma un comisariado de guerra. El 22 de octubre, una serie de decretos reorganizó el mando del ejército republicano. Sebastián Pozas pasa a ser el jefe del ejército del frente del Centro mientras que José Miaja, un general poco conocido, toma la dirección de la primera división orgánica es decir la de Madrid. Hay entonces un plan sumario de defensa de la capital que se basa en las líneas concéntricas fortificadas ya construidas pero que parecen para la mayoría de una realización mediocre. En octubre, Caballero expone entonces la necesidad de construir fortificaciones más eficaces pero los logros alcanzados no pasan de la etapa de cavar modestas zanjas. Más tarde los comunistas no dejarán además de reprochar a Caballero la ausencia de un sólido plan de defensa. Es cierto que el jefe de Gobierno no es partidario de una defensa excesiva y no considera la pérdida de la capital como un hecho irreparable, como confió a la prensa el pasado 15 de noviembre, en medio de un combate que provocó la indignación de Miaja.

A principios de noviembre, los proyectos militares a los que aspiraba Caballero, es decir, frenar a los nacionalistas fuera de Madrid, obligaron a la capital a resistir. Pero sin certeza sobre la eficacia de esta defensa y a medida que los sublevados se acercan a Carabanchel, impone la salida del gobierno de la ciudad.

En la mañana del 6 de noviembre, el Consejo de Ministros tomó la decisión de partir de Madrid hacia Valencia, mientras que al General Miaja, asistido por el General Vicente Rojo como Jefe del Estado Mayor, le encomendaba la misión de defender la ciudad, asistido por una Junta de Defensa. En la memoria popular queda entonces fijada la imagen de una ciudad que se prepara para defenderse y resistir a pesar, incluso contra, de sus propios gobernantes, aunque la necesidad de la salida del gobierno del frente recibe el acuerdo de todas las fuerzas de izquierda. incluidos los anarquistas. Lo que más irrita a la población es una salida subrepticia, casi clandestina, sin declaración ni justificación previa que la explique.


Generales Miaja y Rojo, los jefes militares de la defensa de Madrid

Con la salida del gobierno, la única autoridad que queda en Madrid es la Junta de Defensa, que ahora lleva a cabo la mayor parte de las funciones de gobierno en la ciudad. Esta Junta, cuyos miembros son en su mayoría jóvenes, agrupa a todas las fuerzas políticas y sindicales implicadas en la defensa. Trabaja en estrecha colaboración con los militares y se encarga de todas las tareas políticas necesarias para el esfuerzo bélico sin intervenir nunca en las decisiones militares. Por tanto, juega un papel fundamental en la defensa de la capital para mantener el orden público, operar la industria bélica, dirigir la propaganda o evacuar a la población civil.

En los primeros días de noviembre, las tropas nacionalistas se apartan de su marcha sobre Madrid para acudir en ayuda de los sitiados del Alcázar de Toledo. Para mantener la presión sobre la capital y desarrollar el sentimiento de terror entre los habitantes y los defensores, los nacionalistas organizan los primeros bombardeos sobre la ciudad mientras el general Mola habla con un periodista sobre la presencia en Madrid de una quinta columna. Estas declaraciones son retomadas en la prensa internacional y mantienen la paranoia en la ciudad.

Desde Toledo, las tropas nacionalistas comenzaron paulatinamente a asaltar Madrid, tomando el 6 de noviembre la villa de Villaverde, de la que hicieron punto de partida, junto con Carabanchel y Cuatro Vientos. Son entonces sólo siete kilómetros de la Puerta del Sol.

Los campos opuestos

El general Enrique Varela, que manda las tropas nacionalistas, dispone de ocho columnas más una de caballería para tomar Madrid. Il s'agit là d'unités qui ne cessent de se battre depuis le début de leur progression vers le nord depuis Séville et dans lesquelles se retrouvent l'élite de l'armée d'Afrique : tabors des forces indigènes marocaines et banderas de la Legión extranjera. A diferencia de los republicanos, Varela no tiene casi ninguna unidad de voluntarios civiles y en principio ninguno está comprometido en las columnas principales que lanzarán el asalto. Son pues cerca de 30.000 hombres los que se preparan para atacar Madrid.

Del lado republicano, la situación es más confusa. A falta de una valoración fiable, parece que Miaja contaba con unos 25.000 combatientes en los primeros días de noviembre antes de que la llegada de refuerzos, en particular de las Brigadas Internacionales, permitiera a los defensores alcanzar la cifra de 40.000 combatientes. Miaja no sabe, de hecho, cuando toma el mando, la cantidad de hombres que tiene y además solo tiene una vaga idea de los puestos que ocupan. Estas unidades, que hasta ahora pertenecían al Frente de Centro, se encuentran en su mayor parte desorganizadas, con la moral baja y el mando no siempre ejerce una autoridad absoluta.

Voluntarios de las Brigadas Internacionales

El 7 de noviembre comenzaron los combates en un frente de 20 kilómetros. Las líneas republicanas resisten. Desde Pozuelo-Humera, las fuerzas leales de Barceló y Galán inician un tímido movimiento por el flanco de los atacantes con el uso de vehículos blindados que sorprende y frena el avance nacionalista. Durante estos combates, las tropas gubernamentales capturaron un vehículo blindado enemigo en cuyo interior se apoderaron de las órdenes de operación para la toma de Madrid emitidas por Varela el día anterior. El documento se transmite a Miaja, quien se sorprende tanto de la torpeza como de la audacia de sus adversarios.

El comandante nacionalista tiene previsto atacar por la Casa de Campo con dos columnas y luego cruzar el Río Manzanares, barrera natural que protege Madrid por el oeste, para entrar en la Ciudad Universitaria y el Parque de Oriente entre el puente de los Franceses y el de San Fernando. Puente. A partir de ahí, las unidades deberán tomar los distintos distritos de la ciudad. Simultáneamente, dos columnas deben marchar sobre los pueblos y arrabales al sur de la capital, avanzar hacia los puentes de Segovia, Toledo y Legazpi para atraer a las fuerzas republicanas y debilitar así las defensas en la zona principal del ataque. Deben quedar dos columnas en los flancos y en la retaguardia y otras dos quedan en reserva a disposición del mando y de la caballería.

Frente al sistema nacionalista, Rojo estableció un plan efectivo en la noche del 7 al 8. Sus unidades en el centro de la defensa y en la Casa de Campo deberán resistir mientras se lanzarán contraataques en cada flanco del oponente tanto para interrumpir su avance principal como para capturarlo en un movimiento de pinza. Cambió por tanto su posición para resistir en la Casa de Campo mientras intensificaba los ataques por los flancos. Luego, las unidades se trasladan desde el área de Vicalvaro-Vallecas hacia el norte de Casa de Campo, en el borde de Ciudad Universitaria. Clairac se encuentra al sur de la Casa de Campo mientras que en su interior se despliegan las columnas de Enciso y Cavada. Las unidades de Escobar, Mena, Rovira y Prada están en el margen derecho del río para defender los puentes. Lister y Bueno mantienen el flanco derecho republicano. Rojo entonces confía en dos factores para ganar: el elemento sorpresa y la debilidad del flanco izquierdo enemigo, vulnerable a un ataque.

El curso de toda la batalla por Madrid se desarrollará en estos dos planes opuestos, el de Varela el día 6 y el de Miaja y Rojo el 8. Con correcciones y directivas más precisas, Varela persistirá en su plan sin hacer nada significativo. cambios en él. Lo mismo ocurre en el campo republicano con esta particularidad que allí compiten dos autoridades. La superposición de dos mandos, el orgánico del Ejército del Centro y el otro, de circunstancias, que dirige la defensa de Madrid, complica la situación ya que cada mando ha trazado un plan estratégico diferente. En resumen, mientras el Madrid piensa primero en su defensa, el Valencia prepara un plan de campaña competitivo.


La Batalla de Casa de Campo


Los combates en la Casa de Campo.

El domingo 8 es el día del gran choque, cuyos resultados son decisivos para los defensores. Los nacionalistas comienzan avanzando desde la Casa de Campo hacia Manzanares mientras las tropas marchan desde el sur para apoyar el esfuerzo principal en el oeste. La resistencia de las milicias al mando de comandantes como Lister, Barceló o Galán frenó considerablemente el avance enemigo por lo que los combates en Casa de Campo continuaron los días 9 y 10 de noviembre. Los nacionalistas no consiguieron llegar a Manzanares y avanzaron poco en Carabanchel y en las pedanías vecinas. Sin embargo, logran neutralizar los ataques que se lanzan contra sus flancos.

Los franquistas continúan atacando en la Casa de Campo pero Varela avanza lentamente en este sector al igual que en Carabanchel. De hecho, los defensores ceden poco terreno y reciben refuerzos. De la Sierra llegan dos columnas más el batallón comunista de Vega mientras la columna catalana Libertad y un batallón de la CNT entran en la capital. Sobre todo, el día 9, a medida que aumentaba la intensidad de los combates, las primeras unidades de las Brigadas Internacionales, el 11brigada en este caso, llega a Madrid a las órdenes de Manfred Stern más conocido en España con el nombre de Emilio Kleber. Estas tropas desfilan por la Gran Vía frente a una multitud que grita "Viva los rusos" antes de incorporarse a la Cité Universitaire. Kleber instaló entonces su cuartel general en la Facultad de Letras y Filosofía y preparó sus posiciones en torno al Manzanares y el puente del Francés donde se encuentra la vía férrea que une la capital con la Sierra de Guadarrama y el norte del país.

Después de cuatro días de duros combates, la intensidad de los enfrentamientos disminuye debido al cansancio de los hombres. Pero el día 13, un evento externo altera la situación. Ese día iba a comenzar la contraofensiva, preparada por el Estado Mayor de Caballero y de la que Miaja no tuvo conocimiento hasta el día 9. Este plan, que reorganizaba la supervisión y disposición de las fuerzas republicanas, prevé un ataque lateral al sur. de Madrid desde el valle del Jarama rumbo al oeste para alcanzar el Tajo en un gran movimiento envolvente. Esta maniobra a gran escala tiene como objetivo cortar las fuerzas de Varela de sus bases en el Tajo y por lo tanto de su conexión con el sur. También prevé que las tropas madrileñas lancen un ataque frontal y otro por el flanco.

Este plan irrita a Miaja y Rojo ya que moviliza a sus mejores efectivos, tres brigadas mixtas y la Brigada Internacional XII para una operación que creen debilita la defensa de Madrid. La Junta de Defensa también es de esta opinión y el día 10 estalla un conflicto con el general Pozas, jefe del Ejército del Centro. El ministro Álvarez del Vayo tiene previsto visitar la capital el día 11 para aliviar las tensiones. La ofensiva planeada se lleva a cabo pero es tan ambiciosa que fracasa estrepitosamente, sin permitir ni siquiera soltar la soga que rodea la ciudad.


Se cavan trincheras frente a Madrid

Los días 11 y 12, las fuerzas nacionalistas obtuvieron algunos pequeños éxitos. El día 13, unidos a la columna de Barron en la Casa de Campo, avanzaron hasta ocupar el cerro de Garabitas, posición alta, y desde allí se acercaron al Manzanares en un frente de 400 metros entre el puente de los Franceses y el de San Fernando. puente. A partir de este momento, el puente francés se convierte en una apuesta importante ya que es la llave para el paso del río por parte de las tropas de Varela. Ese mismo día, la Brigada Internacional XII , comandada por el general Lukacz , vivió su bautismo de fuego en el cerro de Los Ángeles y su primer fracaso durante la ofensiva organizada por Pozas. El 13 es por tanto un día negro para los republicanos, pero el del 15 será aún peor.

El día 14, Rojo preparó un contraataque por el Manzanares con el objetivo de retomar el cerro de Garabitas, por donde el adversario se había acercado más al río. Pero el día 15, el ataque republicano resultó ser un desastre. El frente se rompe y comienza la batalla de la Ciudad Universitaria donde las tropas de Varela han logrado penetrar. A medida que la defensa de la ciudad entra en una fase crítica, la lucha por Madrid no solo tiene lugar en las afueras de la ciudad, sino que se desarrolla en toda la capital.

Un ataque de las tropas nacionalistas

Una ciudad en guerra

Madrid es una de las primeras ciudades de Europa en sufrir los horrores de la guerra total. De hecho, la población no tiene margen para mantenerse al margen de la batalla. Los nacionalistas están convencidos de que la moral de la población madrileña se derrumbará ante la perspectiva de una batalla que les afectará directamente.

Los republicanos son conscientes de que es fundamental mantener el apoyo de la población. La defensa de Madrid se convierte entonces en el momento de una intensa propaganda para movilizar a los habitantes. Se moviliza la prensa, la radio, los volantes, los carteles, el cine. Esta campaña comienza antes del inicio de la batalla y muestra en particular la eficacia del aparato comunista mientras que los anarquistas, con menos medios, son los más virulentos. Así, el 7 de noviembre, los cines de Madrid proyectan la película “Los marineros de Kronstadt”. Las compañías de teatro improvisado representan una obra titulada “¡Cuatro batallones de choque! ". Los líderes políticos utilizan la radio mientras la prensa publica todos los mensajes de apoyo a la capital española. A esta intensa propaganda, que funciona de maravilla, se suman los errores de los nacionalistas. Los bombardeos de la ciudad, en lugar de arruinar la moral de los habitantes, la galvanizarán por el contrario.

En la noche del 27 al 28 de agosto Madrid sufrió su primer bombardeo por parte de Junkers 52 que impactó contra el Ministerio de la Guerra y la Estación del Norte, provocando un muerto y varios heridos. La ciudad entonces obviamente no está preparada para sufrir este tipo de ataques que obligan al gobierno a buscar refugios y dar a conocer a la población los medios de protección.


Durante los atentados, los madrileños se refugian en el metro

A medida que las columnas nacionalistas se acercan a Madrid, el bombardeo se intensifica. En Getafe, el 30 de octubre, provocan la muerte de 60 niños. A principios de noviembre se vuelven diarios en el sector de Casa de Campo. El primer ataque masivo a la capital tuvo lugar el 4 de noviembre. Durante este mes comienza una campaña de bombardeos metódicos. El objetivo es desmoralizar a la población y forzar la rendición de la ciudad. Pero esta política de intimidación tiene los resultados opuestos, aumentando la voluntad de resistencia de los habitantes, muchos de los cuales aún se mostraban indiferentes al inicio de la batalla.

La mayoría de los bombardeos los realizan JU-52 volando en una escuadra de tres aviones, a los que los madrileños llaman "las tres viudas". El 16 de noviembre, bombas incendiarias impactaron en el Museo del Prado. Si el fuego se apaga rápidamente, este atentado provoca un escándalo internacional y empuja al gobierno a trasladar obras maestras a Valencia. A partir de ese día se generalizaron los bombardeos nocturnos. Los días 18 y 19 de noviembre fueron tan intensos, costándose la vida a unos 130 civiles, que el cuerpo diplomático sigue presente en Madridpublica una nota de protesta. En abril de 1937, las autoridades republicanas dieron una primera valoración de los daños causados ??por los bombardeos sobre la capital desde el inicio de las hostilidades: 980 edificios , entre ellos 14 escuelas, 8 iglesias, 4 hospitales y 2 museos quedaron parcial o totalmente dañados. Hubo 907 muertos, 2.800 heridos y 430 desaparecidos. Sumando las víctimas de las localidades del entorno de Madrid como Puente de Vallecas, obtenemos la cifra de 1.491 víctimas.

La mayoría de estos bombardeos no tienen como objetivo objetivos militares, sino que buscan deliberadamente quebrar la moral de los defensores. Los nacionalistas , por lo tanto , se cuidan de apuntarlos , salvando así el barrio de Salamanca, un barrio burgués donde tienen muchos simpatizantes. Por el contrario, el centro de la ciudad y el distrito de Argüelles, próximo a la Cité Universitaire, se encuentran entre los más afectados.

Si al comienzo de la guerra civil la aviación nacionalista tenía una superioridad abrumadora, durante noviembre se vio disputada sobre los cielos de Madrid por los cazas soviéticos Polikarpov I-15 y I-16 que los cazas republicanos apodaron los Chatos o los moscas. El primer encuentro tuvo lugar el 4 de noviembre cuando un Chato dispersó los Fiat CR-32 que escoltaban a los JU 52 en ruta a Madrid. La aparición de estos dispositivos pero también la llegada de las Brigadas Internacionales entusiasmó a la población madrileña mientras se difundía la consigna “No Pasaran”, que sugería que la resistencia republicana sería feroz.


Un Polikarpov I-16

Durante este tiempo, la Junta de Defensa gestiona la vida cotidiana de una ciudad que cuenta con más de un millón de habitantes a la que acuden agregados refugiados de las zonas aledañas pero también una población flotante de milicianos. Para hacer frente a los problemas de abastecimiento, logra establecer un racionamiento efectivo pero está menos contento con el problema de la evacuación de la población.

Si la resiliencia, incluso el heroísmo, caracteriza en gran medida a la capital española atacada, la batalla de Madrid también tiene su lado oscuro, la represión de disidentes, sospechosos y enemigos reales. Aunque la Junta de Defensa trató de mantener el orden y controlar la represión de los presos, no siempre lo logró. Así, en noviembre, los penales seguían llenos de presos y se tomó la decisión de trasladarlos a lugares de detención más alejados del frente. Fue entonces cuando, en una ola de locura vengativa, unas milicias republicanas ejecutaron a unos 2.000 de estos presos en Paracuellos, a las afueras de Madrid, a finales de noviembre y principios de diciembre sin que se pudiera saber con exactitud quién se los había llevado.

Madrid bombardeado

La pelea en la Ciudad Universitaria

En el frente, el 15 de noviembre, cada bando lanzó un ataque y eso en el mismo sector de menos de un kilómetro de largo. El choque es brutal y las unidades republicanas, menos preparadas, no pueden resistir. El cruce del Manzanares por parte de las fuerzas de Varela es una maniobra brillante. El comandante nacionalista logra escalonar perfectamente a sus tropas en profundidad para dar a su ataque el efecto de un golpe de ariete.

Precedidas de intensos preparativos artilleros y bombardeos aéreos, las columnas franquistas intentaron en repetidas ocasiones arrebatarle a los franceses el puente, que durante toda la batalla fue defendido ferozmente por el comandante Romero hasta el momento en que se decidió volarlo. Los nacionalistas intentaron entonces vadear el Manzanares. Asensio intenta así que crucen 18 vehículos blindados pero quedan bloqueados en el cauce del río.


La Batalla en Ciudad Universitaria

La lucha es feroz durante todo el día y provoca numerosas víctimas entre los nacionalistas. Por tanto, los soldados de Asensio intentaron tres veces alcanzar y cruzar el río. Cada vez, la potencia de fuego de los defensores impide el avance de los atacantes. Cada ataque de los nacionalistas es seguido por fuertes contraataques de los defensores republicanos. No fue hasta principios de la tarde cuando los soldados del 3.º Tabors de Tetuán lograron llegar a la orilla opuesta. La brecha abierta en el frente republicano se encuentra a pocos metros aguas arriba del Pont des Français.

Las unidades nacionalistas que cruzan el Manzanares sortean a los combatientes enviados por Durruti y consiguen apoderarse de la Escuela de Arquitectura. Se atrincheraron en el edificio y durante la noche el resto de la columna de Asensio cruzó a su vez el río. Sobre la base de este éxito, las columnas de Delgado y Barron se unieron a las de Asensio en Ciudad Universitaria.

El día 16, Miaja y Rojo planean un gran contraataque. Durruti tuvo que lanzar un asalto frontal desde el asilo María-Cristina hasta el río, mientras al otro lado de la brecha abierta por los rebeldes, los interbrigadistas de Kleber y la 4ª brigada mixta presionaban al adversario. La misión de los republicanos es expulsar a los nacionalistas a la otra orilla del Manzanares.


Luchadores republicanos en Ciudad Universitaria


El plan republicano no recibe el arranque de un principio ya que cuando se va a poner en marcha, las fuerzas de Asensio amplían su cabeza de puente tomando la Casa de Velásquez y luego, cruzando la vía central, la Escuela de Ingenieros Agrónomos. Cientos de combatientes en cada lado, particularmente entre los interbrigadistas de la 11° Brigada Internacional encuentran su muerte en los combates de Casa Velásquez y en la lucha por ampliar o, por el contrario, cerrar la brecha nacionalista en el Manzanares. El contraataque dirigido por Durruti quedó completamente paralizado por la fuerza del avance enemigo desde las Facultades hasta el hospital-clínica. Con sus milicianos defendió con fiereza el asilo de Santa Cristina pero, el día 17, tuvo que abandonar este puesto para retirarse al hospital-clínica. Es el día más difícil para los defensas. Miaja y Rojo deben acudir al campo de batalla para detener a los fugitivos mientras aumenta el fuego de artillería y los bombardeos aéreos sobre la ciudad. Los nacionalistas parecen estar a punto de ganar cuando unas patrullas de Tabors irrumpen en la Plaza de España provocando el pánico en las calles de Madrid. Pero esta incursión es fácilmente repelida por los milicianos que refuerzan el sector.

En este punto de la batalla, los soldados nacionalistas estaban agotados y, sobre todo, solo había 2.000 de ellos en la Cité Universitaire contra 11.000 defensores. Para suplir esta debilidad, los ataques del 17 se combinaron con intensos bombardeos aéreos para romper la resistencia republicana. Poco antes del anochecer, cerca de 2.000 bombas alcanzaron el centro de la ciudad. Inicialmente, algunas bombas incendiarias caen sobre los barrios obreros. El uso de bombas incendiarias es sistemático, los asaltantes creen que el fuego es la forma más efectiva de provocar el pánico. Unos momentos después, los bombarderos, en oleadas de 10 o 12, guiados por los primeros fuegos, lanzaron ristras de bombas. Madrid carecía entonces tanto de refugio como de defensas antiaéreas.


Los interbrigadistas defienden Madrid

La jornada del 18 todavía estuvo marcada por duros combates. Los hombres se enfrentan por la toma de edificios en ruinas, se pelean de un piso a otro, insultándose a través de las paredes, tirando armas de gran calibre por las ventanas y escaleras abajo. La confusión es tal que nadie sabe exactamente dónde está el frente y quiénes son los atacantes o los defensores. El 11 y 12Las Brigadas Internacionales, muy probadas, son reorganizadas y puestas a las órdenes de Kleber quien se convierte de hecho en el responsable de todo el sector occidental de la ciudad Universitaria. Las órdenes siguen siendo las mismas de los días anteriores y nuevamente las tropas de Varela resisten tenazmente en sus posiciones. Sin lograr ensanchar su cabeza de puente, este último logró mantener firme una línea que iba hacia el este desde la Escuela de Arquitectura hasta el hospital-clínica pasando por la Casa de Velázquez, la Escuela de ingenieros agrónomos y el asilo de Santa Cristina. Pero no logró ampliar sus posiciones hacia el oeste hacia la Moncloa y las facultades de Medicina y Filosofía. El hospital-clínica, lugar de intensos combates en los días siguientes, marca el punto extremo del avance nacionalista.

El día 19, Durruti volvió a encabezar las peleas en el hospital-clínica. Es allí donde encontrará la muerte en circunstancias no resueltas. En el hospital, la lucha es feroz, piso por piso, y esto por otros cuatro días. Desde las facultades de Filosofía y Medicina, los republicanos lanzan un nuevo ataque que desemboca en violentos combates en el palacio de la Moncloa y de nuevo por la Casa Velázquez. Pese al coraje de los interbrigadistas, el día 20 Moncloa seguía en manos de Varela.

La Casa de Velásquez después de los combates
 
Entre el 20 y el 22 la intensidad de los combates no decayó. El día 20, los nacionalistas tenían cerca de 3.000 hombres en la Cité Universitaire, repartidos entre los distintos edificios. La lucha es tan intensa que algunas unidades son diezmadas. Rojo, frente a la Junta de Defensa, se queja de quedarse sin municiones mientras se incendia la Casa Velázquez y se vuelve a tomar el hospital-clínica. En ese momento, casi las tres cuartas partes de la Cité Universitaire estaban en manos de los nacionalistas. La confusión es tal que es imposible trazar una línea de frente. Las escaramuzas se agotan gradualmente en todas las zonas de combate. El día 22, Rojo explicó a la Junta de Defensa que temía un nuevo ataque enemigo. Si bien es cierto que la columna de Barron avanza en el Parque Oriente, sin embargo es rápidamente contenida.

Las fuerzas de ambos lados están agotadas. Franco, Mola, Varela y otros generales nacionalistas se reúnen el día 23 en Leganés y deciden detener los ataques frontales contra Madrid. Sin embargo, por una razón de prestigio, Franco ordena mantener sus tropas en los puntos ya conquistados de la ciudad. Pero el centro de gravedad del conflicto en el que la capital sigue siendo la apuesta se desplaza hacia el noroeste. Los nacionalistas querían ahora aislarlo y asfixiarlo con un vasto movimiento envolvente que condujo sucesivamente a la batalla en torno al camino de La Coruña en diciembre, luego a la batalla del Jarama en febrero de 1937 y finalmente a un último intento durante la Batalla de Guadalajara. en marzo de 1937.

Madrid seguirá soportando largos meses de asedio a pesar de la degradación de las condiciones de vida de la población reducida a racionamientos y bombardeos cada vez más severos que no hacen más que agravar esta situación. Los republicanos intentarán, sin éxito, durante la ofensiva de Brunete, en julio de 1937, desatar la soga en torno a la ciudad. Finalmente, el 28 de marzo de 1939, tras el golpe del General Casado, las tropas franquistas entran en Madrid sin encontrar resistencia alguna, poniendo fin a la Guerra Civil Española.

Conclusión

Los 17 días que duró la batalla de Madrid, del 7 al 23 de noviembre de 1936, se desarrollaron los combates más encarnizados desde el inicio del conflicto, combates que consumieron sin descanso mano de obra y material en cada campamento que se disputaba cada metro cuadrado de terreno. Madrid vio caer entonces a héroes como Durruti mientras emergía la figura de Vicente Rojo. Ella ve también a los voluntarios internacionales dar abundantemente su sangre por la defensa de la República. Sobre todo, ofrece el sorprendente espectáculo de milicianos indisciplinados y mal educados derrotando a auténticos soldados enmarcados en auténticas unidades militares. ¿Cómo explicar este fenómeno que frustra los pronósticos más informados sobre el resultado de la batalla?

La razón principal del fracaso nacionalista radica en la desproporción del objetivo perseguido en relación con los mediocres medios empleados. Franco se propone en efecto conquistar con sólo 30.000 hombres una ciudad de más de un millón de habitantes dispuesta a defenderse. Sabe, por supuesto, que militarmente este objetivo está fuera de alcance, pero cree al mismo tiempo que los republicanos, ante las diferentes opciones que tienen a su alcance, es decir, la rendición, la defensa periférica o la defensa excesiva, no optarán por el último. En estas condiciones no cree necesario correr el riesgo de comprometer más fuerza en una operación que, de fracasar, podría comprometer seriamente sus posibilidades posteriores de ganar la guerra.

Si los nacionalistas no tomaron finalmente Madrid por la insuficiencia de los medios comprometidos, fue sobre todo porque se encontraron frente a un ejército que ya no libraba una guerra de movimiento sino de resistencia con un proyecto claro y un mando eficaz. Y este ejército se siente respaldado a nivel internacional tanto en hombres como en equipamiento. También sabe que defiende más un símbolo que una ciudad. Impulsados ??únicamente por el sentimiento de lealtad a la democracia, los soldados republicanos lograron afrontar el desafío lanzado por los rebeldes. Para estos voluntarios “Madrid será la tumba del fascismo” y con su acción han demostrado la voluntad del pueblo, independientemente del poder y la crueldad de sus adversarios, de defenderse de un enemigo que quiere privarles de su libertad. Un mensaje aún relevante.


Bibliografía.
-Hugh Thomas, La guerra española , Robert Laffont, 1961.
-Anthony Beevor, La guerra española , Calmann-Lévy, 2006.
-Jorge Martínez Reverte, La Batalla de Madrid , Editorial Crítica, 2004.
-Pablo Sagarra, Oscar Gonzalez, Lucas Molina, Grandes Batallas de la Guerra Civil Española , 1936-1939 , La Esfera, 2016.
-Gabriel Cardo, Historia militar de una guerra civil , Flor del Viento Ediciones, 2006.