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lunes, 29 de septiembre de 2025
sábado, 27 de septiembre de 2025
viernes, 26 de septiembre de 2025
Roma: La dictadura de Sila
El reinado de terror de Sila: las sangrientas proscripciones que legalizaron el asesinato en la antigua Roma
Relieve de piedra erosionada que representa tres figuras romanas con atuendos tradicionales, talladas en pose frontal y de medio cuerpo.
History Skills
Relieve funerario romano antiguo de un padre, una madre y un hijo. © History Skills
En el año 82 a. C., Lucio Cornelio Sila regresó a Roma tras ganar una guerra civil y tomar el control de la República. Para asegurar su victoria, emitió una serie de listas oficiales que condenaron a muerte a cientos de ciudadanos romanos.
Según Appian, más de 90 senadores y aproximadamente 2.600 jinetes fueron asesinados, aunque algunos relatos citan cifras menores.
Esto sentó un precedente que el Segundo Triunvirato seguiría décadas más tarde.
¿Quién fue Lucio Cornelio Sila?
Lucio Cornelio Sila nació alrededor de 138 a. C. y pertenecía a una antigua familia patricia, pero en sus primeros años de vida careció de las ventajas financieras que normalmente ayudaban a los aristócratas a ascender en las filas de la sociedad romana.
Aunque vivió en condiciones modestas, estudió literatura y filosofía griega durante su juventud y más tarde siguió una instrucción formal en derecho, de modo que poseía la educación esperada de un noble romano.
Su carrera militar comenzó durante la Guerra de Yugurta en el norte de África, donde sirvió a las órdenes de Cayo Mario y obtuvo reconocimiento por negociar la rendición del rey Yugurta con la ayuda de Boco de Mauritania.
Después de su éxito en Numidia, Sila continuó obteniendo victorias durante la Guerra Social , donde comandó las fuerzas romanas contra los aliados italianos rebeldes y obtuvo un triunfo por su liderazgo.
En el año 88 a. C. consiguió el consulado y recibió el mando de la guerra contra Mitrídates VI del Ponto.
Sin embargo, la facción popular en Roma, liderada por Mario y Sulpicio Rufo, utilizó las asambleas populares para despojar a Sila de su mando y entregárselo a Mario.
En respuesta, Sila rompió un tabú fundacional al marchar con su ejército hacia Roma, obligando a los populares al exilio y reclamando su autoridad por la fuerza.
Tras su victoria en Oriente, Sila regresó a Italia en el año 83 a. C. y lanzó una campaña contra las fuerzas marianas, que incluían al hijo de Mario y a varios senadores de alto rango.
Después de una brutal serie de batallas, incluido el enfrentamiento decisivo en la Puerta Colina, Sila entró nuevamente en Roma y se declaró dictador por un período ilimitado en lugar del tradicional período de seis meses.
Este nombramiento inusual, legalizado gracias a la aprobación de la Lex Valeria , le permitió gobernar por decreto y llevar a cabo sus planes de reforma política y venganza organizada.
Celebró un triunfo por sus victorias en Oriente, probablemente en el año 83 a. C., legitimando aún más su control del estado antes de iniciar su dictadura y sus reformas.
Las tensiones políticas que justificaron la violencia
Durante las últimas décadas del siglo II a. C., las rivalidades políticas en Roma se profundizaron hasta convertirse en una guerra abierta entre los optimates , que apoyaban la autoridad senatorial, y los populares , que promovían reformas a través de las asambleas y el tribunado .
A medida que aumentó la presión de los ciudadanos sin tierras, los aliados italianos y los comandantes de alto rango, los métodos tradicionales de compromiso dieron paso a conflictos violentos y venganzas personales.
Las muertes de Tiberio y Cayo Graco , que habían intentado reformar las leyes sobre la tierra y ampliar la ciudadanía en 133 a. C. y 123-121 a. C. respectivamente, ya habían sentado un precedente para el uso de la fuerza en disputas políticas.
Cayo Mario, antiguo comandante de Sila, obtuvo apoyo popular gracias a sus victorias militares y reformas, pero su rivalidad con Sila se convirtió en una amarga lucha por el control del estado.
Cuando Mario tomó el poder durante la ausencia de Sila en Oriente, sus partidarios mataron a muchos de los aliados de Sila y aprobaron leyes dirigidas al Senado.
Sila creía que la República había caído bajo el control de peligrosos demagogos que utilizaban la violencia de las masas y la manipulación legal para destruir la autoridad de la aristocracia.
Al presentarse como defensor del orden tradicional, justificó sus métodos extremos como necesarios para restablecer la estabilidad.
El Senado, debilitado por años de división y violencia, le otorgó poderes extraordinarios sin resistencia seria, permitiéndole asumir la dictadura y actuar sin restricciones legales.
Observadores contemporáneos como Salustio y Plutarco describieron una pérdida de moral en la política romana y señalaron que el miedo y el beneficio personal reemplazaron al liderazgo basado en principios.
La brutal aplicación de las proscripciones
Sila introdujo las proscripciones poco después de asegurar el control de Roma, publicando una lista de nombres en el Foro que identificaba a aquellos considerados enemigos del estado.
Cualquier persona incluida en la lista podría ser asesinada en el acto y sus propiedades podrían ser confiscadas por el Estado.
Se ofrecieron recompensas a informantes y asesinos, mientras que los herederos de las víctimas fueron desheredados y se les prohibió ejercer cargos públicos.
A medida que se añadían y publicaban nuevos nombres, las listas se convirtieron en una fuente diaria de terror.
Las ejecuciones públicas se convirtieron en una característica habitual de la vida en la capital y los soldados llevaban a cabo decapitaciones a la vista de toda la población.
Las cabezas de las víctimas fueron clavadas en la Rostra del Foro, donde servían como trofeos y advertencias.
Appian describió la escena con gran detalle y explicó cómo la exhibición de rostros familiares como trofeos dejó indiferente al público.
Las listas se hacían más largas cada día y los ciudadanos empezaron a temer las consecuencias de hablar abiertamente o de albergar a fugitivos.
Algunos nombres aparecieron en la lista no por razones políticas, sino por riqueza, propiedades o disputas personales.
Las propiedades confiscadas fueron subastadas por el Estado y los partidarios de Sila aprovecharon el caos para enriquecerse.
Marco Licinio Craso, que más tarde se convirtió en uno de los hombres más ricos de Roma, hizo su fortuna comprando estas propiedades a precios de ganga.
El liberto de Sila, Lucio Cornelio Crisógono, se hizo famoso por adquirir grandes propiedades a un coste mínimo.
Otros utilizaron las proscripciones para eliminar rivales, reclamar herencias o eliminar deudores.
Sila nombró funcionarios para supervisar el proceso, pero la corrupción y el soborno se generalizaron.
En las provincias, los informes sugieren que se produjo una violencia similar bajo la autoridad de los comandantes locales, que a veces reflejaban las proscripciones romanas al atacar a las élites locales.
Aunque no fueron sancionadas oficialmente de la misma manera, estas acciones permitieron a los gobernadores establecer autoridad sobre las ciudades.
Los gobernadores extendieron las prohibiciones a las élites locales y aprovecharon la oportunidad para afirmar su dominio político sobre los municipios.
A medida que se difundían noticias de asesinatos y confiscaciones, las comunidades de toda Italia experimentaron el mismo miedo e inestabilidad que se apoderaron de la capital.
¿Quiénes fueron las víctimas de las proscripciones?
La mayoría de los proscritos habían apoyado a la facción mariana, pero el proceso de selección se amplió rápidamente para incluir a cualquier individuo que representara una amenaza potencial o poseyera propiedades deseables.
Fueron asesinados senadores, jinetes, antiguos magistrados e incluso clientes de los aliados de Sila.
Muchos no habían tomado parte activa en la guerra civil, pero fueron condenados por asociaciones pasadas o por deslealtad percibida.
Una de las víctimas más notables fue Quinto Mucio Escévola, un respetado jurista y ex cónsul que se había negado a apoyar a cualquiera de las facciones durante el conflicto.
Fue asesinado en un templo y su muerte conmocionó a muchos romanos que todavía creían en la santidad de los espacios religiosos.
Otro fue Lucio Junio Bruto Damasipo, un violento partidario de Mario que había purgado el Senado en años anteriores.
Su ejecución cumplió una venganza personal contra Sila pero también envió un mensaje claro sobre las consecuencias de la violencia anterior.
Publio Antistio, suegro de Pompeyo, fue otro objetivo, ejecutado durante este período, posiblemente como parte de las proscripciones, a pesar de sus conexiones.
Los familiares de los proscritos también fueron castigados. Los hijos perdieron sus derechos sucesorios y fueron excluidos de la vida política.
Algunos fueron posteriormente indultados, pero su exclusión creó una generación de aristócratas amargados que esperaban venganza.
Julio César , cuya tía Julia había estado casada con Mario, creció durante este período y vio cómo muchos de los miembros de su familia sufrían bajo las órdenes de Sila.
Se dice que Sila perdonó a César sólo después de que otros lo persuadieron, diciendo: "En ese muchacho hay muchos Marius".
Las mujeres relacionadas con los condenados sufrieron la ruina legal y financiera, ya que las esposas perdieron sus dotes y las hijas no pudieron casarse con miembros de familias respetables.
Las redes sociales colapsaron cuando las familias fueron despojadas de su riqueza y estatus, y los sobrevivientes a menudo huyeron al exilio o vivieron en silenciosa desgracia.
Además, el sistema legal, que en otro tiempo protegía contra la violencia arbitraria, ahora permitía la destrucción de rivales políticos mediante asesinatos sancionados oficialmente.
El caos social y económico causado
Curiosamente, la redistribución de la propiedad provocó una grave inestabilidad económica. Al inundar el mercado con fincas confiscadas, el Estado redujo los precios de las tierras y perturbó el sustento de los arrendatarios y libertos que vivían y trabajaban en ellas.
Muchas granjas fueron abandonadas o mal administradas por nuevos propietarios que tenían poca experiencia o interés en la agricultura.
Sila instaló a miles de veteranos en tierras confiscadas, especialmente en Etruria y Campania, donde la resistencia había sido más fuerte.
Fuentes antiguas, incluido Plutarco, afirman que instaló allí a unos 120.000 hombres, aunque los estudiosos modernos cuestionan la exactitud de esta cifra.
Estos asentamientos crearon un profundo resentimiento entre los desposeídos y a menudo condujeron a enfrentamientos violentos entre los nuevos colonos y la población local.
Muchos de los veteranos, animados por su lealtad a Sila, actuaron sin restricciones y trataron la tierra como una recompensa más que como una inversión a largo plazo.
La aristocracia romana tradicional también cambió, ya que los nuevos hombres, muchos de los cuales se habían beneficiado de las subastas y obtenido escaños en el Senado gracias al patrocinio de Sila, carecían del prestigio ancestral y la formación política que habían definido a las generaciones anteriores.
El Senado se expandió de aproximadamente 300 a 600 miembros, pero su autoridad se debilitó a medida que el deseo individual de poder reemplazó al servicio público.
Así, la confianza en las instituciones de la República disminuyó a medida que se hizo evidente que la violencia podía elevar a un hombre al poder supremo.
Las reformas constitucionales de Sila, que pretendían restaurar el poder senatorial y limitar la influencia del tribunado, no pudieron compensar el trauma que su dictadura le había infligido.
La República, aunque todavía funcionaba en el papel, había sufrido un golpe del que tardaría décadas en recuperarse.
¿Por qué Sila detuvo las proscripciones?
En el año 81 a. C., Sila declaró que las proscripciones habían cumplido su propósito y emitió un edicto que ponía fin al proceso.
Afirmó que los enemigos de Roma habían sido destruidos y que ya no eran necesarios más asesinatos.
Las listas cesaron, aunque las ejecuciones aisladas continuaron durante meses. Sila renunció entonces a la dictadura y regresó a la vida privada sin temor a ser procesado.
Se retiró a su villa en Campania y dictó sus memorias, en las que defendía sus acciones como lícitas y necesarias.
El Senado había jurado lealtad hacia él, y su renuncia voluntaria sorprendió a muchos que esperaban que se aferrara al poder.
Murió en el año 78 a. C., todavía convencido de haber restaurado la República a su rumbo tradicional.
Sin embargo, muchos romanos recordaban las proscripciones no como una defensa de la libertad, sino como la primera vez que el poder estatal se había utilizado tan abiertamente para legitimar la venganza personal y el asesinato en masa.
El recuerdo persiguió a la política romana. La idea de que la autoridad legal pudiera sancionar asesinatos políticos no desapareció.
De hecho, poco más de tres décadas después, el Segundo Triunvirato de Octavio, Antonio y Lépido reviviría las proscripciones en una escala aún mayor.
El precedente había sido sentado y Roma nunca volvería a los límites que antaño habían frenado su violencia política.
Para las personas que no entienden lo que esto significa, aquí hay una lección de historia abreviada: ¿Qué era la proscripción? Era esencialmente una lista de enemigos del Estado. Existían diversos castigos para los distintos delitos por los que se podía ser incluido. Estos iban desde la muerte, la pérdida de la ciudadanía, la pérdida de los derechos familiares, la pérdida de bienes o todas las anteriores. La muerte era un castigo muy común y se conocía como "summum supplicium" o "pena extrema". Por traición, el castigo casi siempre era la muerte. Así que aquí hay un breve resumen de Marius vs. Sulla. Mario fue un guerrero convertido en político romano, elegido siete veces para el más alto cargo electivo de Roma. La séptima vez, en medio de la división en Roma, unió fuerzas con Cina. Capturaron Roma y, posteriormente, tanto Mario como Cina fueron elegidos cónsules. Esta unión de fuerzas cobra importancia posteriormente. Mario es recordado en parte por ajustar cuentas políticas encarcelando, asesinando o exiliando mediante proscripciones a quienes consideraba enemigos del Estado. Una de las personas a las que Mario declaró enemigo del Estado fue Sila, pero escapó de la muerte. Sila fue otro general convertido en político que tomó el poder por la fuerza tras ganar una guerra civil. Algunos dicen que nunca habría tomado el poder si Mario no se hubiera entrometido en su mando militar. Mario odiaba a Sila y el sentimiento era mutuo. Mario estableció el modelo de las proscripciones para ajustar cuentas políticas, pero murió antes de que Sila se vengara. Sila usó ese modelo establecido por Mario para ejecutar su propia venganza política. El único hijo de Mario murió luchando contra Sila en el año 82. Sila quería vengarse de todos los antiguos partidarios de Mario y Cina que, según él, le habían hecho daño. Así que, en el 82 a. C., Sila instituyó de nuevo el proceso de proscripciones para purgar al estado de los antiguos partidarios de Mario y Cina. Se estima que entre 500 y 4000 partidarios de Mario y Cinna fueron condenados a muerte. Sus partidarios fueron declarados enemigos del Estado y quien los asesinara debía compartir sus bienes con el Estado. Se ofrecía una recompensa por denunciar a quienes lo apoyaban. Muchos fueron decapitados y sus cabezas exhibidas en el Foro o en las calles como escarmiento. El dinero que el Estado les arrebató ayudó a financiar las interminables guerras que libró Roma. Sus familiares también fueron castigados. Muchos dicen que sin las prohibiciones anteriores, Sila nunca se habría salido con la suya. En cambio, como todo se había normalizado, Sila gobernó y después se retiró al lujo romano. La lección es que, al establecer nuevas reglas o estándares, a menudo se vuelven en tu contra en política. Es mejor no crear nuevos estándares o reglas que no quieras que se apliquen en tu contra o en contra de tus seres queridos.
martes, 19 de agosto de 2025
Venezuela: La Revolución de Abril
La Revolución de Abril (Revolución Amarilla)
La Revolución de Abril de 1870, también conocida como la Revolución Amarilla, fue un movimiento armado liderado por Antonio Guzmán Blanco con el objetivo de derrocar al gobierno de José Ruperto Monagas, representante del partido conservador conocido como los "azules". Esta revolución marcó el inicio del período político venezolano llamado Liberalismo Amarillo, caracterizado por el prolongado dominio del liberalismo guzmancista en la política nacional.
Antonio Guzmán Blanco en la Batalla de San Fernando de Apure.
Antecedentes
Tras el triunfo de la Revolución Azul en 1868, el gobierno de Juan Crisóstomo Falcón fue derrocado, lo que forzó al líder liberal Antonio Guzmán Blanco a exiliarse, víctima de persecución política. Venezuela entró entonces en una etapa de inestabilidad, con múltiples levantamientos regionales y conflictos armados promovidos por diversos caudillos liberales como Joaquín Crespo, Matías Salazar, Francisco Linares Alcántara, entre otros, en contra del gobierno de Monagas.
Desarrollo de la revolución
El 14 de febrero de 1870, Guzmán Blanco desembarcó con armas y combatientes en Curamichate, cerca de la Vela de Coro, procedente de Curazao. A pesar de la aparente debilidad inicial, el movimiento creció con rapidez. El 16 de abril, Monagas cedió provisionalmente el poder al abogado Guillermo Tell Villegas para dedicarse a combatir la rebelión.
El 27 de abril de 1870, tras solo tres días de intensos combates, las fuerzas revolucionarias lograron tomar Caracas. La capital estaba escasamente defendida por unos 1.600 a 2.000 milicianos locales. El triunfo fue aclamado por una población harta del régimen azul. La rendición de Monagas marcó el inicio del nuevo orden liberal, consolidando a Guzmán Blanco como figura dominante.
Celebraciones nocturnas en la Plaza Bolívar de Caracas tras la victoria de la Batalla de San Fernando de Apure.
Consolidación del poder
Guzmán Blanco no solo derrocó a Monagas, sino que procedió rápidamente a eliminar los focos restantes de resistencia azul. Envió al general Matías Salazar a combatir a las fuerzas conservadoras que aún ofrecían oposición. En la Batalla de Guama, los liberales vencieron, dejando un saldo de 800 muertos y 200 prisioneros azules, algunos de los cuales cambiaron de bando, convencidos por el caudillo liberal León Colina.
Sin embargo, la lucha no había terminado. El 21 de septiembre de 1870, el general Pedro Ducharme rompió una tregua invadiendo Irapa y masacrando a 300 liberales, incluido José Loreto Arismendi. Pese a estos hechos, las fuerzas guzmancistas continuaron ganando terreno.
Uno de los últimos focos de resistencia fue liderado por el general Adolfo Antonio Olivo, quien logró tomar posiciones en Maturín y posteriormente en San Fernando de Apure. En diciembre de 1871, Guzmán Blanco marchó con 6.000 soldados y lo derrotó en la Batalla de San Fernando de Apure, donde Olivo perdió 66 hombres y 119 fueron capturados. Durante la retirada, Olivo se ahogó en el río Arauca junto con 300 de sus hombres.
Conclusión
Con la pacificación del Estado Apure a inicios de 1872, Antonio Guzmán Blanco aseguró el control absoluto del país e inició un prolongado período de hegemonía liberal. La Revolución de Abril transformó profundamente el panorama político venezolano y consolidó al guzmancismo como fuerza dominante por varias décadas.
lunes, 7 de julio de 2025
Colombia: Guerra de los Supremos (1839-1842)

Milicias neogranadinas en las cercanías de Bogotá en 1843 un año después de la guerra, obra de Edward Walhouse Mark.
Guerra de los Supremos (1839-1842)
La Guerra de los Supremos, también conocida como Guerra de los Conventos, fue el primer gran conflicto civil de la Colombia independiente, desarrollándose entre 1839 y 1842. Su origen fue principalmente religioso, pero se transformó rápidamente en una guerra política y regionalista. Este conflicto marcó el inicio de una larga tradición de enfrentamientos entre tendencias ideológicas opuestas en el país, y sentó las bases para las divisiones entre liberales y conservadores que dominarían el siglo XIX colombiano.
Contexto político y social
Con la independencia de la Gran Colombia y la transformación del Virreinato de la Nueva Granada en república, surgieron nuevas estructuras de poder político, militar y administrativo. Muchas provincias que antes no tenían relevancia comenzaron a cobrar importancia, y emergió una nueva clase dirigente compuesta por abogados, comerciantes y militares.
Durante este periodo, se consolidaron dos tendencias ideológicas fundamentales: una de carácter liberal, que promovía reformas, libertad de comercio y el laicismo, y otra conservadora, más aferrada a las estructuras tradicionales, la religión católica y el orden centralista. Este nuevo contexto produjo tensiones entre el poder central y los líderes regionales, muchos de los cuales buscaron autonomía o control local frente al gobierno nacional.
Causas inmediatas del conflicto
El detonante del conflicto fue una ley impulsada durante el gobierno de José Ignacio de Márquez, que ordenaba la supresión de conventos con menos de ocho religiosos, especialmente en la ciudad de Pasto. El propósito de la ley era subastar los bienes de esos conventos para financiar la educación pública. Aunque la jerarquía eclesiástica apoyó la medida, fue rechazada por sectores populares y religiosos de Pasto, especialmente por el padre Francisco de la Villota. Este rechazo generó una revuelta local que fue apoyada por fuerzas armadas irregulares conocidas como guerrillas.
José María Obando
La rebelión adquirió dimensiones mayores cuando José María Obando, caudillo del sur, se declaró Supremo Director de la Guerra. Al conflicto se sumaron diversos líderes regionales que también adoptaron el título de "Supremos", transformando una disputa religiosa en una guerra civil generalizada. Estos líderes, en su mayoría antiguos próceres de la independencia y hacendados locales, se alzaron con el objetivo de combatir el centralismo y promover un modelo federalista.
Desarrollo del conflicto
Inicio en el sur
La guerra comenzó en el sur del país, específicamente en Pasto. El presidente Márquez envió inicialmente al general Pedro Alcántara Herrán para sofocar la rebelión, pero, ante la resistencia, también fue designado el general Tomás Cipriano de Mosquera como jefe de operaciones. El conflicto tomó una dimensión internacional cuando el gobierno de la Nueva Granada pidió ayuda al presidente ecuatoriano Juan José Flores. Este intervino con 2000 soldados, lo que ayudó a derrotar temporalmente a los rebeldes en la zona, pero provocó rechazo en otras regiones.
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Pedro Alcántara Herrán y Zaldua |
Expansión del conflicto
La entrada de tropas extranjeras fue vista como una traición por muchos caudillos regionales, lo que llevó al alzamiento de nuevas provincias. La guerra se extendió a zonas como Ciénaga, Mompós, Cartagena, Riohacha, Pamplona, Casanare, entre otras. A finales de 1840, de las diecinueve provincias del país, solo Bogotá, Neiva, Buenaventura y Chocó apoyaban al gobierno central.
Uno de los momentos más críticos fue la amenaza directa sobre Bogotá. Manuel González, Supremo del Socorro, marchó hacia la capital con 2500 hombres. El avance rebelde fue contenido por el general Juan José Neira en la batalla de Buenavista o La Culebrera, aunque este murió poco después debido a las heridas sufridas.
Durante este periodo, el presidente Márquez dejó el poder temporalmente en manos del general Domingo Caicedo, buscando reagrupar fuerzas y reunirse con sus generales. El gobierno organizó una defensa combinada por parte de los generales Herrán y Mosquera, quienes junto con moderados liberales formaron el llamado Partido Ministerial o de la Casaca Negra.
“La Gran Semana” y reorganización militar
En noviembre de 1840, Bogotá fue nuevamente amenazada. Se vivió un periodo de alta tensión conocido como “La Gran Semana”, cuando un ejército rebelde llegó hasta Cajicá. Para levantar el ánimo popular, se realizó una procesión con la imagen de Jesús Nazareno y se rindió homenaje al moribundo general Neira. Afortunadamente para el gobierno, el ejército de Herrán se acercaba desde el sur, lo que obligó a los rebeldes a retirarse.
En marzo de 1841, Pedro Alcántara Herrán fue elegido presidente por el Congreso. Aunque inicialmente se rehusó a aceptar el cargo, finalmente lo asumió. Se reorganizó el ejército en cuatro divisiones bajo los generales Mosquera, Collazos, Posada Gutiérrez y Joaquín París, con el objetivo de enfrentar la rebelión en distintas regiones.
Desenlace y derrota de los Supremos
A lo largo de 1841, el ejército nacional logró recuperar posiciones estratégicas. Mosquera derrotó a Obando en varias batallas, lo que llevó a su huida hacia Perú, donde pidió asilo. Herrán, por su parte, logró retomar Ocaña y otras regiones. Los líderes rebeldes del norte, al ver la caída de sus aliados, comenzaron a rendirse y reconocer al gobierno.
Uno de los últimos focos de resistencia fue Santa Marta, donde el Supremo Santiago Mariño seguía enfrentando al gobierno. Esta ciudad fue abastecida por aliados extranjeros, lo que motivó la intervención diplomática del ministro británico Robert Stewart. A través de su mediación, se logró una tregua. El 29 de enero de 1842 se firmó un armisticio en Ocaña, y posteriormente se decretó una amnistía general en Sitionuevo el 19 de febrero.
Intervención extranjera
La Guerra de los Supremos contó con participación externa de diversa índole. Inicialmente, el gobierno de Márquez pidió ayuda a Ecuador, lo cual tuvo consecuencias negativas. Por otro lado, Venezuela también se vio involucrada indirectamente: dos de los caudillos rebeldes, Santiago Mariño y Francisco Carmona, eran venezolanos radicados en Colombia. Más tarde, buques ingleses ayudaron a abastecer a las fuerzas leales en Cartagena, y finalmente fue un diplomático británico, Robert Stewart, quien facilitó el acuerdo de paz entre el gobierno y los insurgentes.
Consecuencias de la guerra
El conflicto tuvo un alto costo político, social y económico para el país. Además de miles de muertos y regiones devastadas, consolidó las divisiones ideológicas que definirían la historia nacional durante el resto del siglo XIX. Se formalizaron los bandos:
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Liberales federalistas, partidarios de la descentralización, la educación pública, el comercio libre y la separación entre Iglesia y Estado.
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Conservadores centralistas, que defendían un Estado confesional católico y estructuras tradicionales de poder.
Esta polarización fue la semilla de múltiples guerras civiles futuras en Colombia.
Además, la guerra reforzó el caudillismo regional. Los “Supremos”, muchos de ellos antiguos héroes de la independencia y hacendados ricos, movilizaron peones y esclavos para sus causas personales o ideológicas. Entre ellos estaban:
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José María Obando (Supremo Director)
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Vicente Vanegas (fusilado en 1840)
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José María Vezga Santofimio (fusilado en 1841)
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José María Tadeo Galindo (fusilado en 1840)
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Manuel González (Socorro)
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Juan José Reyes Patria (Tunja y Casanare)
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Salvador Córdova (Antioquia, fusilado en 1840)
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Francisco Javier Carmona (Ciénaga)
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Santiago Mariño (Santa Marta)
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Juan Antonio Gutiérrez de Piñeres (Mompós)
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Tomás de Herrera (Istmo)
Todos ellos dejaron claro que en Colombia aún no existía un sentimiento de unidad nacional fuerte. La lealtad estaba con las regiones, no con el Estado central.
Conclusión
La Guerra de los Supremos fue mucho más que un conflicto religioso. Aunque se originó por la clausura de conventos, se convirtió en una guerra de poder entre el centralismo bogotano y el regionalismo caudillista, entre el conservadurismo y las nuevas ideas liberales. Fue también un escenario donde se empezaron a configurar las grandes divisiones políticas del país y se puso de manifiesto la fragilidad de la nación recién independizada. Su desenlace significó una victoria temporal del centralismo, pero dejó abiertas profundas heridas que se manifestarían en múltiples guerras civiles a lo largo del siglo XIX.
Fecha | 30 de junio de 1839-29 de enero de 1842 | |||
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Lugar | República de la Nueva Granada, (Actual Colombia y Panamá) | |||
Casus belli | El presidente ordena cerrar templos y conventos con menos de ocho miembros. | |||
Resultado | Victoria del gobierno | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Unos 3400 -4000 muertos entre 1840 y 1842. |
jueves, 24 de abril de 2025
Confederación Argentina: El tan anunciado asesinato de Facundo Quiroga
El crimen de Barranca Yaco: advertencias desoídas, la orden de no dejar a nadie vivo y las súplicas del niño postillón
La historia argentina está colmada de crímenes políticos. Uno de ellos fue el del riojano Facundo Quiroga, un caudillo de fuerte liderazgo en el interior en los tiempos de Rosas, con quien discrepó sobre cuestiones de fondo. Hizo caso omiso a las múltiples advertencias de que sería asesinado, lo que convirtió sus últimos días en una crónica de una muerte anunciada
Por Adrián Pignatelli || Infobae

El lugar sigue siendo un páramo perdido en el norte cordobés, salvo por el monte de talas y espinillos que mostraba una espesura dominante que ya no es tal. La fatídica partida de Facundo Quiroga, el Tigre de los Llanos, atravesaba raudamente en una galera custodiada por un puñado de hombres ese polvoriento camino conocido como el Camino Real -aún hoy se llama así- una calurosa mañana de verano que anunciaba lluvia, hace ya 190 años.
Había nacido en el pueblo riojano de San Antonio el 27 de noviembre de 1788. Casado con Dolores Fernández Cabeza, tenía cinco hijos. Combatió en las guerras de la independencia y haría fortuna explotando minas de plata y cobre en el noroeste. Enrolado en el bando federal, encontró su talón de Aquiles en el general unitario José María Paz, quien lo derrotaría en los combates de La Tablada primero, en 1829 y Oncativo al año siguiente.

Hombre de fortuna y afecto al juego, vivía en Buenos Aires, donde Juan Manuel de Rosas lo recibió con los brazos abiertos, aunque pronto comenzaron a discrepar: el riojano era partidario de tener una constitución y de llegar a una organización nacional lo antes posible, algo que el Restaurador no tenía en agenda.
Tenía demasiados enemigos. Los principales eran los hermanos Reinafé, amos y señores de Córdoba. Se había afeitado el bigote y, aún con su pelo ruliento, parecía haberlo despojado de esa imagen de hombre bárbaro y salvaje que muchos se habían formado. Sufría de reuma y le dificultaba montar a caballo.
Cuando en 1834 estalló un conflicto entre los gobernadores de Salta, Pablo Latorre y de Tucumán, Alejandro Heredia, le encomendaron viajar al norte para mediar.

Rosas lo acompañó un tramo y en la Hacienda de Figueroa, en San Andrés de Giles, se despidieron. Cuando el riojano ya había partido, Rosas le mandó con un chasqui una carta en donde exponía sus razones de por qué no era la oportunidad de una normalización institucional.
Al llegar a Santiago del Estero, Quiroga se enteró que Latorre había sido asesinado, y que Heredia había quedado el dueño de la situación. Como ya no se necesitaba de su presencia, emprendió el regreso. En esa provincia, descansando en la casa del gobernador Juan Felipe Ibarra, este le advirtió que en el camino atentarían contra su vida.
Quiroga era un blanco fácil, ya que no llevaba escolta militar. Además de su secretario José Santos Ortiz, iban algunos peones, dos correos y dos postillones. Uno de ellos se llamaba José Luis Basualdo, de 12 años, quien era el hijo del maestro de la posta de Ojo de Agua, la parada anterior a la de Sinsacate. Al muchacho lo hicieron subir a la galera para que fuera aprendiendo el oficio.
Su propio enemigo, Domingo Faustino Sarmiento fue el que había hecho andar la leyenda del origen de su apodo. Dicen que en una oportunidad, el riojano fue perseguido por un yaguareté (tigre verdadero en guaraní), debió treparse a un árbol, fue ayudado por unos paisanos y terminó matando al animal. De ahí el “Tigre de los llanos”.

Cuando la galera y su mínima escolta estaban a pocas leguas de la posta del Ojo del Agua, un joven salió del monte y le hizo señas desesperadas al postillón para que detuviese la alocada carrera de la media docena de caballos que tiraban del carruaje. El propio Quiroga se asomó y le preguntó qué se le ofrecía. El muchacho pidió hablar con José Santos Ortiz, a quien conocía y que a toda costa quería devolverle un favor que le había hecho. Le advirtió que en el lugar que llaman Barranca Yaco había una partida al mando de Santos Pérez y que le harían fuego por ambos lados del camino, con la indicación de matar primero a los postillones. La orden era que nadie debía salir con vida. El muchacho, que llevaba un caballo para Ortiz, le ofreció huir juntos.
El caudillo le dio las gracias, y le dijo que “no ha nacido todavía el hombre que ha de matar a Facundo Quiroga. A un grito mío, esa partida mañana se pondrá a mis órdenes, y me servirá de escolta hasta Córdoba. Vaya usted, amigo, sin cuidado”.
En la posta Ojo de Agua, la mayoría de la comitiva estaba angustiada, más cuando el maestro de la posta confirmó lo que el muchacho les había advertido. El único que no le dio importancia al asunto fue el riojano, quien se fue a dormir luego de tomar una taza de chocolate, tal como acostumbraba.
A la madrugada, Ortiz lo despertó. Le contó los detalles del plan y le advirtió que, si insistía en continuar el viaje, no lo acompañaría. Esto encolerizó a Quiroga y le respondió que si se iba lo que le pasaría sería mucho más peligroso que lo que pudiera suceder en Barranca Yaco. Ortiz, que había sido el primer gobernador de San Luis, se había sumado para ayudar en la mediación que se había truncado.
Ese lunes 16 de febrero de 1835, cerca de las 11 de la mañana, 9 km antes de llegar a la posta de Sinsacate, donde el camino hacía una curva en el espeso monte de espinillos y talas, una partida de 32 hombres al mando de Santos Pérez le cortó el paso a la galera de Quiroga.
-¿Qué es lo que pasa? ¿Quién manda esta partida? -preguntó Quiroga a viva voz, sacando la cabeza por la ventana. Serían sus últimas palabras. Un certero disparo impactó en su ojo izquierdo. Otro le daría en el cuello.
Santos Pérez subió a la galera y atravesó con su espada varias veces al infortunado Ortiz.
El resto de los hombres se dedicó a matar al resto de los acompañantes. Nadie debía quedar con vida. Todos los cuerpos fueron degollados, incluso el de Facundo.
Santos Pérez debió matar a uno de los suyos cuando se negó a degollar al niño Basualdo. Un tal Márquez fue el que asesinaría al infortunado postillón, que a los gritos clamó hasta último momento por su madre.

Luego, se repartieron el contenido del equipaje, llevándose hasta la ropa que traían puesta las víctimas. A los caballos los soltaron y el carruaje, con impactos de bala, lo escondieron en el monte.
Lo que Santos Pérez no percibió fue que desde el monte los estaban observando. Dos correos, José Santos Funes y Agustín Marín que acompañaban a Quiroga, cabalgaban un tanto retrasados. Al escuchar los disparos, se ocultaron y vieron todo. Ellos fueron los que avisaron a la posta de Sinsacate.
En esa tarde lluviosa, el juez de paz local mandó buscar los cuerpos de Quiroga y de Santos Ortiz, y los depositaron en la iglesia, donde esa noche fueron velados. Al día siguiente, el cuerpo del riojano fue llevado a Córdoba y enterrado en la Catedral; y el de su secretario a Mendoza, a pedido de su esposa.
Todas las miradas apuntaron a los hermanos Reinafé -José Vicente, el gobernador de Córdoba; Francisco; José Antonio y Guillermo como los instigadores del crimen.
Días después, Santos Pérez le entregó a Reinafé dos pistolas y un poncho de vicuña, propiedad del ilustre muerto. El propio gobernador, simulando un brindis, había intentado envenenarlo con aguardiente mezclada con cianuro pero logró escapar. Al tiempo, acorralado, sin tener a dónde ir, se entregó.
Luego de que Pedro Nolasco Rodríguez fuera electo gobernador cordobés, la suerte de los hermanos intocables terminó. Salvo Francisco que logró escapar, fueron detenidos junto a la mayoría de los integrantes de la partida que habían actuado en la mortal emboscada.
Rosas envió a Córdoba una partida de caballería para llevar a Buenos Aires a los detenidos y juzgarlos, aún cuando los tribunales porteños no eran competentes, así como los jueces, ya que el crimen se había cometido en otra jurisdicción. Las 1844 fojas de la causa nada dicen de las horas de torturas a los asesinos y las amenazas a su defensor, Marcelo Gamboa, cuando con valentía casi suicida sugirió el nombre de Rosas como uno de los instigadores del crimen.

El 27 de mayo de 1837 se conocieron las sentencias a muerte y el 25 de octubre fueron fusilados los Reinafé junto a Santos Pérez en la Plaza de la Victoria. Los cuerpos de éste último y de José Vicente fueron colgados en la puerta del Cabildo. También se pasó por las armas a la mayoría de los miembros de la partida y otros fueron condenados a prisión.
El pobre Gamboa desató la ira de Rosas. Se lo condenó a no alejarse más de veinte cuadras de la plaza de la Victoria, se le prohibió ejercer de abogado y no podía lucir la divisa punzó. Y que si violase algunos de estos puntos, sería paseado por las calles montado en un burro pintado de celeste, el color característico de los unitarios. Si se le ocurriese dejar el país, sería aprehendido y fusilado. Parientes y amigos lo abandonaron, salvo uno, el padre del general Garmendia. Gamboa falleció en 1861.
Muchas miradas se dirigieron a Rosas, al considerarlo el verdadero ideólogo de la muerte de Quiroga. “…muerte de mala muerte se lo llevó al riojano, y una de las puñaladas lo mentó a Juan Manuel”, escribió Jorge Luis Borges en su poema “El General Quiroga va en coche al muere”.
No sé si será cierto que en las noches sin luna suele aparecer la galera vacía de Quiroga corriendo alocada y desapareciendo en la oscuridad. Los lugareños comentan que, con el viento cálido, se adivinan los lamentos desesperados del postillón de 12 años, que pide por su madre, en medio de ese páramo polvoriento, del monte de talas y espinillo, que todo lo dominaba.
martes, 11 de febrero de 2025
Confederación Argentina: Guerreros de Caseros
Batalla de Caseros
El 3 de febrero de 1852 la Patria Triunfo, el Ejercito Grande al mando
del Gral Justo Jose de Urquiza vence a las tropas del tirano cipayo de
Juan Manuel de Rosas, logrando asi el fin de la tiranía por mas de 20
años y logrando el comienzo de la Organización Nacional del país.
El
cobarde de Juan Manuel de Rosas escaparía del campo de batalla
abandonado a sus esclavos; estaba todo arreglado, el tirano se
embarcaría en el Buque de guerra Ingles rumbo a su patria, La Inglaterra
, donde morirían toda su cipaya vida.
¡Soldados! ¡Hoy hace 40 días que en el Diamante cruzamos las corrientes del río Paraná y ya estabais cerca de la ciudad de Buenos Aires y al frente de vuestros enemigos, donde combatiréis por la libertad y por la gloria!.
¡Soldados! ¡Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois invencibles y si la victoria por un momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a vuestro general en el campo de batalla, porque en el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del ejército aliado, donde debemos todos vencer o morir!.
Este es el deber que os impone en nombre de la Patria vuestro general y amigo.
Justo José de Urquiza
sábado, 14 de diciembre de 2024
Roma: Oficial romano herido en las guerras civiles
Oficial Romano Herido

El siglo III d. C. fue un período difícil para el Imperio romano, marcado por frecuentes guerras civiles, problemas económicos y mayores presiones externas. Si bien no se trataba de una crisis existencial, el imperio enfrentó una tensión significativa entre el 217 y el 284 d. C. debido a las luchas de poder entre numerosos aspirantes al trono, que afectaron gravemente al ejército y la economía romanos. La inflación devaluó la moneda romana, mientras que las invasiones bárbaras desde el norte y los ataques persas sasánidas desde el este se intensificaron.
La evidencia arqueológica de este período es escasa en comparación con épocas anteriores, lo que dificulta el seguimiento de los movimientos y la organización de las legiones romanas. Sin embargo, la atención médica en el ejército romano era relativamente avanzada, y cada legión y unidad auxiliar tenía su propio personal médico, incluidos médicos entrenados en Grecia y médicos de campo de batalla conocidos como Capsarii. Se han encontrado hospitales sofisticados e instrumentos médicos en los fuertes romanos, lo que indica un enfoque estructurado para tratar heridas y lesiones.
La obra de arte Oficial Romano Herido, una pieza conmovedora y evocadora, ofrece una visión del costo humano de la guerra y el costo emocional de quienes lucharon en los conflictos de la antigua Roma. El oficial, representado con una mezcla de dolor y estoicismo, encarna los valores romanos del deber, la lealtad y el sacrificio. Sus heridas, cuidadosamente reproducidas para transmitir la brutalidad de la batalla, sirven como testimonio de las cicatrices físicas y emocionales que llevan los soldados. La atención al detalle de la obra de arte, desde la armadura desgastada del oficial hasta su puño cerrado, transmite una sensación de realismo y autenticidad. El uso del claroscuro en la composición, con el oficial sobre un fondo oscuro, crea una sensación de intimidad y aislamiento, atrayendo la atención del espectador hacia la lucha del individuo. Esta obra de arte no solo muestra la habilidad artística de su creador, sino que también ofrece una ventana al paisaje psicológico y emocional de la guerra romana antigua, invitando al espectador a contemplar los costos personales del conflicto militar.
sábado, 23 de noviembre de 2024
Chile: La guerra civil de 1891
Guerra civil chilena de 1891
La guerra civil chilena de 1891, también conocida como Revolución de 1891, fue un conflicto armado ocurrido en Chile entre los partidarios del Congreso Nacional y los del presidente de la República José Manuel Balmaceda.
Tras una serie de disputas entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, la discusión sobre el presupuesto fiscal de 1891 fue una de las grandes causas del conflicto. Sin embargo, el hecho que desencadenó la guerra fue el cierre del Congreso por parte del presidente Balmaceda. Mientras las fuerzas del Ejército de Chile se dividieron, apoyando a ambos bandos, la Armada se unió a los congresistas. Desde Iquique los revolucionarios iniciaron una serie de campañas con el fin de derrocar a Balmaceda, quien estableció una férrea opresión sobre sus opositores.
Tras las batallas de Concón y Placilla, las fuerzas leales al presidente fueron derrotadas. Balmaceda entregó el poder al general Manuel Baquedano el 28 de agosto, mientras las fuerzas revolucionarias entraban a Santiago, y se refugió en la legación argentina, donde se suicidó el 19 de septiembre de 1891, un día después de que expirara su periodo constitucional como presidente.
La victoria de las fuerzas congresistas marcó un importante hito en la historia de Chile. La sociedad chilena enfrentó una gran división tras el conflicto bélico, que dejó entre 50001 y 10 0002 muertos. Las reformas a la Constitución de 1833 terminaron con la llamada República Liberal y se inició el Régimen Parlamentario, que imperó en Chile hasta 1925.
Causas
Las principales causas de esta guerra fueron:
- Conflicto presidencialismo-parlamentarismo: El mandatario gobernó interpretando la constitución como presidencialista, con lo que se ganó la oposición de los partidos políticos y el Congreso Nacional, que habían desarrollado una lectura parlamentarista de la carta fundamental. Ello le significó múltiples obstáculos a Balmaceda para poder cumplir sus propósitos.3
- Intervención electoral: Balmaceda pretendía designar, tal como lo habían hecho sus antecesores, al Congreso y a su sucesor en la presidencia por medio de la intervención electoral; esto, yendo en contra del llamado de los partidos políticos a respetar la libertad electoral.
- Hegemonía oligárquica en peligro: Balmaceda nombró como Ministros a jóvenes no pertenecientes a la oligarquía tradicional. Este grupo reaccionó al prever la posibilidad de disminuir su poder político y social.[cita requerida]
- División de las Fuerzas Armadas: Para el desarrollo de la guerra fue fundamental la división de las Fuerzas Armadas, ya que sin este suceso, el bando de Balmaceda no hubiera podido oponer resistencia. El Ejército apoyó al Presidente, y la Armada a la causa congresista.
- Crecientes niveles de rivalidad política: El respeto a las autoridades de Gobierno y a los opositores, que habían marcado la convivencia anterior, se vio sobrepasado por una prensa virulenta que llegó a incluir en sus ataques a familiares y vidas privadas de los hombres públicos.4
- Conflicto con la Iglesia: Por la condición liberal de Balmaceda, y su antiguo apoyo al traspaso del poder eclesiástico al Estado, los clérigos, los políticos y particularmente los jóvenes conservadores mantuvieron una oposición virulenta al Presidente.5
Estallido del conflicto
La junta revolucionaria de Iquique (de izq. a der.): Waldo Silva, vicepresidente del Senado; Jorge Montt Álvarez, capitán de navío y presidente de la misma; y Ramón Barros Luco, presidente de la Cámara de Diputados.
Tanto el Congreso como el presidente se negaron a ceder,6 por lo que al llegar el 1 de enero de 1891, Balmaceda estableció por decreto la prórroga de los presupuestos del año anterior. Esto condujo a la crisis institucional. El Congreso Nacional declaró al Presidente fuera de la ley, a lo que Balmaceda respondió instaurando la dictadura, asumiendo todo el poder público necesario para la administración y gobierno del Estado y el mantenimiento del orden interior.7
Guerra civil chilena de 1891 | ||||
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Parte de historia de Chile (República Liberal) | ||||
![]() Batalla de Concón. | ||||
Fecha | 7 de enero - 31 de agosto de 1891 | |||
Lugar | Iquique, Valparaíso y Santiago, Chile. | |||
Casus belli | Conflicto sobre presupuesto fiscal de 1891 entre el presidente de la República José Manuel Balmaceda y el Congreso Nacional. | |||
Resultado |
![]() | |||
Consecuencias |
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Partes enfrentadas | ||||
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Figuras políticas | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Apoyándose en la mayor parte de la Armada y parte importante del Ejército, el Congreso confió el mando al capitán de navío Jorge Montt Álvarez el 6 de enero de 1891 para defender "la Constitución y las leyes". Para que el movimiento de la Armada no fuera considerado como un simple pronunciamiento, los marinos exigieron la presencia de los Presidentes de ambas Cámaras, lo que hicieron de inmediato Ramón Barros Luco, Presidente de la Cámara de Diputados, y Waldo Silva, Vicepresidente del Senado. El 7 de enero, la escuadra se sublevó contando con los blindados Cochrane y Blanco Encalada, el crucero Esmeralda, la corbeta O'Higgins y la cañonera Magallanes. El monitor Huáscar estaba del lado de los congresistas.
Como la mayoría del Ejército se mantuvo en obediencia al Presidente, la escuadra se dirigió al norte, para tomar la rica zona salitrera, que sería la caja de fondos de la revolución y desde donde reclutaría soldados para formar un ejército. Los dueños de las salitreras no miraban con buenos ojos la política comercial de Balmaceda ni el régimen dictatorial impuesto por este, después de conocer el alzamiento.
Bando leal al Congreso | Bando leal al Presidente |
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Estanislao del Canto Arteaga Arturo Fernández Vial Adolfo Holley Jorge Montt Álvarez Gregorio Urrutia |
Santiago Amengual Balbontín José Luis Araneda Carrasco Orozimbo Barbosa Puga José Antonio Bustamante José María del Canto Arteaga Diego Dublé Almeyda Juan José Latorre Benavente Óscar Viel y Toro José Velásquez Bórquez Juan Williams Rebolledo |
El primer enfrentamiento fue el combate de Zapiga, el 21 de enero de 1891 que desencadenó la Campaña del Norte.
Los congresistas capturaron Pisagua, con un ejército que no pasaba todavía de 1200 voluntarios, soldados y marineros, y que era comandado por el coronel Estanislao del Canto. El encuentro con las tropas balmacedistas, conformadas por 900 soldados al mando de Eulogio Robles Pinochet, se realizó en Huara, ubicada entre Pisagua e Iquique el 17 de febrero. Después de cuatro horas de combate las tropas congresistas fueron derrotadas.
La situación crítica de los congresistas cambió con la captura de Iquique (Combate de la Aduana de Iquique) por el capitán de navío Merino Jarpa, quien al mando de 40 marineros logró rechazar el ataque del coronel José María Soto.
Dueños de Iquique y con la simpatías de los trabajadores de la pampa, el Ejército Constitucionalista, como se hacían llamar las fuerzas que representaban al Congreso, incrementaron su número y vencieron a Robles en el combate de Pozo Almonte, siendo asesinado sin piedad aun cuando se encontraba herido.
Las provincias de Tarapacá, Antofagasta y Atacama quedaban al mando de la revolución.
La Junta de Iquique y la dictadura balmacedista
La Junta de Iquique
Junta de Gobierno de Chile durante la guerra civil en Iquique, 1891
Desde el principio, los congresistas tuvieron en Santiago una junta secreta que dirigía la revolución desde tierra. Con la conquista del norte, el 12 de abril de 1891 organizaron la Junta de Gobierno de Iquique, compuesta por el Capitán de Navío Jorge Montt Álvarez, que la presidiría, Waldo Silva, Vicepresidente del Senado y Ramón Barros Luco, Presidente de la Cámara de Diputados como vocales, la que actuaría como órgano de gobierno, en reemplazo del Presidente de la República, con Enrique Valdés como secretario y asesorada por cuatro ministros: Interior y Obras Públicas, que se reservó para Manuel A. Matta; Relaciones Exteriores y Justicia, Culto e Instrucción Pública, a cargo de Isidoro Errázuriz; Hacienda, a cargo de Joaquín Walker Martínez; Guerra y Marina, a cargo del Coronel Adolfo Holley.
Junto con el decreto de creación de la Junta, se dio a conocer públicamente, por primera vez, el acta de deposición de Balmaceda, documento ignorado por la mayoría de los congresistas.
Sus agentes en el extranjero, los financistas y banqueros Augusto Matte y Agustín Ross Edwards, lograron la compra de armas de los últimos modelos en Estados Unidos, superiores a las del ejército de Balmaceda, y pusieron trabas a la entrega de los cruceros "Presidente Pinto" y "Presidente Errázuriz" y el acorazado "Capitán Prat" que desde antes de la revolución se construían en Francia.
El Gobierno balmacedista
José Manuel Balmaceda.
Mientras en el norte se consolidaba el gobierno de la junta, en el resto del país se instalaba una férrea dictadura bajo la dirección del Ministro Domingo Godoy, dispuesto a aplastar la rebelión sin reparar en los medios: las universidades y algunos liceos fueron cerrados, así como los clubes y centros políticos; las cárceles se llenaron de enemigos del régimen; los diarios fueron cerrados, las cortes fueron reemplazadas por tribunales militares; fueron incautadas arbitrariamente las haciendas de los opositores; además de realizarse en campos y ciudades enrolamientos forzosos, destinados a incrementar el ejército del gobierno.
Balmaceda decidió legitimar su gobierno, disolviendo el Congreso y convocando a elecciones parlamentarias, postulando como su sucesor a Claudio Vicuña.
Los atropellos en todo orden cometidos por Godoy, causaron que la mayoría del Congreso recién elegido solicitara la renuncia del ministro de La Moneda. Por ese motivo, se organizó otro ministerio al mando de Julio Bañados Espinoza, quien propuso reformas semejantes a las contenidas en la Constitución de 1833, entre ellas, el establecimiento de un régimen presidencial.
Fuerzas navales comparadas
Las fuerzas congresistas contaban con la Fragata blindada Cochrane y la Blanco Encalada, la corbeta O'Higgins, el Crucero Esmeralda, el Monitor Huáscar y la Cañonera Magallanes. El Presidente José Manuel Balmaceda Fernández sólo contaba con las torpederas que estaban en sus varaderos, protegidas dentro del galpón de la Caleta de Las Torpederas. Otros buques como los cruceros Presidente Errázuriz, Presidente Pinto y el acorazado Capitán Prat se encontraban en construcción en Europa. La Corbeta Abtao regresaba de su viaje al Mediterráneo y el Torpedero Almirante Condell navegaba por el Atlántico.
Hundimiento del "Blanco Encalada"
Ataque al Cochrane con botes torpedos.
La mayor parte de la escuadra estaba en manos de los congresistas; se estaban construyendo en Francia una serie de buques, de los cuales Balmaceda recibió las torpederas Almirante Lynch y Almirante Condell. Estas atacaron por sorpresa en la madrugada del 23 de abril sobre el puerto de Caldera, lanzando sus torpedos sobre el Blanco Encalada, hundiéndolo. A bordo del buque se encontraba Ramón Barros Luco, integrante de la Junta de Iquique, quien logró salvar con vida, y Enrique Valdés Vergara, secretario general de la Escuadra, quien murió junto a otros 11 oficiales y 171 tripulantes, tanto civiles como militares. Este fue el llamado Combate Naval de Caldera. Si bien el hundimiento significó una pérdida importante de armas, municiones y vituallas para las tropas en tierra,10 no logró romper la superioridad marítima de la Junta de Iquique.
El 15 de mayo de 1891, Ismael Valdés Vergara, hermano de Enrique, fue designado como secretario general de la Escuadra por la Junta de Iquique.
En tiempos posteriores, Barros Luco desmentiría la anécdota que afirmaba que se habría salvado asido de la cola de una vaca, que era parte del ganado en pie que se acostumbraba a llevar a bordo, porque no sabía nadar.
Cazatorpederos Lynch y Condell atacan al Blanco Encalada en Caldera
El Blanco Encalada fue el primer blindado en el mundo en ser hundido por un torpedo autopropulsado disparado desde otro navío.
La ofensiva congresista
El regimiento de Pisagua (3° de línea de las fuerzas congresistas) en la plaza de Viña del Mar, después de las batallas de Concón y Placilla.
El ejército congresista compró armamentos de último modelo, principalmente alemán y británico (con los recursos de los impuestos a las salitreras), y bajo la dirección del teniente coronel alemán Emilio Körner se agruparon 10 000 hombres, entre soldados voluntarios reclutados de las oficinas salitreras y oficiales improvisados entre los jóvenes llegados ocultamente desde distintas zonas del país, tenía en su poder las ricas regiones del norte y la Armada (de tradición inglesa).
Terminada la organización de fuerzas, la junta de Iquique expedicionó al sur, ya que Balmaceda había reunido 32 000 hombres, para rechazar cualquier intento de desembarco, pero divididos en varias fuerzas (Balmaceda se negó a agrupar sus fuerzas).1617 Como Jefe del ejército congresista fue nombrado Estanislao del Canto. El objetivo de los congresistas era derrocar a Balmaceda antes de que este recibiera los blindados recientemente comprados, el Presidente Errázuriz y el Presidente Pinto, que hubieran equiparado el poder naval del presidente con la de los congresistas.
Represión del gobierno de Balmaceda antes de la guerra civil de 1891
La noche del 19 de diciembre de 1890, la policía balmacedista reprime un mitin conservador, el cual culmina con la muerte del joven conservador Isidro Ossa Vicuña, quien es considerado la primera víctima de la guerra civil. Luis Orrego Luco lo describe como un “joven simpático y sin figuración”, “sin brillante talento”, aunque era “por su ardoroso celo ultramontano y por su situación social prominente, una figura de relieve". La Epoca calificó al asesinato como “aleve e infame”, realizado por los “esbirros del Presidente de la República”, mandados en último término por el propio Balmaceda.** La Unión, por su parte, reclamaba contra un asesinato que se producía “sin causa, ni pretexto, ni provocación de ningún género”. Y luego agregaba con fuerza: “Esta primera víctima de la tiranía que se inicia era por todos conceptos digna de ser inmolada en el altar de la patria. ¡Y fue inmolado inerme, por la espalda, a sangre fría por viles agentes de los agentes de la tiranía, al salir de una asamblea pacífica! Es, pues, el reinado del crimen el que comienza”. El General Baquedano se mostro claro y dispuesto contra el gobierno de Balmaceda, especialmente después del asesinato de Isidro Ossa, Entonces el general señaló a su camarada Cornelio Saavedra lo siguiente: “Ya no se puede volver atrás y debemos proceder”, lo que ilustraba una convicción de ir hasta las últimas consecuencias. La reunión habría sido una más de las que se hicieron en el proceso de politización y polarización de la sociedad durante todo el período que precedió a la guerra civil, pero la muerte de Ossa cambió la importancia de la reunión y también de los últimos días del año. Una partida de policías penetró en el Club Conservador, donde se encontraban los opositores, en una actividad que era liderada por Joaquín Walker Martínez y en la que participaban principalmente jóvenes y obreros. Walker encaró a algunos “sospechosos”, quienes eran de la policía enviados al lugar para ejercer vigilancia, capitaneados por Ramón Valdés Calderón, hombre criticado por sus procedimientos, quien había llegado a ser un * factotum y déspota vulgar”, en palabras de Blanchard Chessi. Después de un intercambio de balazos por ambos lados, fueron apresados más de cien participantes en la reunión, pero Isidro Ossa prefirió emprender el retiro del lugar, siendo perseguido por unos guardias montados. Recibió entonces un disparo que lo dejó moribundo manchando de sangre el lugar y también el debate político. Por primera vez se comprobaba que la lucha de los poderes no era sólo una cuestión de palabras, sino que podía llegar en cualquier momento a los hechos más crueles. Walker Martínez señaló al día siguiente que se trató de un “asesinato alevoso perpetrado en medio de toda la fuerza pública”, cuya sangre caía sobre el Presidente de la República y sus ministros.% A juicio de El Ferrocarril, la policía organizó expresamente una partida armada, “haciendo ostentación de un despliegue inútil e imprudente de fuerza como amenaza al libre derecho de reunión”. La Época calificó al asesinato como “aleve e infame”, realizado por los “esbirros del Presidente de la República”, mandados en último término por el propio Balmaceda.** La Unión, por su parte, reclamaba contra un asesinato que se producía “sin causa, ni pretexto, ni provocación de ningún género”. Y luego agregaba con fuerza: por una parte lamentaron la muerte del joven Ossa y por otra atacaron al gobierno que combatían.
Una de las manifestaciones más visibles de la restricción a las libertades durante 1891 fue la desaparición de los periódicos contrarios a Balmaceda, que dejaron de circular por disposiciones expresas de las autoridades. Un decreto prohibió de inmediato la circulación de El Independiente, El Estandarte Católico, La Época, La Libertad Electoral, El Día, El Fígaro, El Ají y Las Provincias. Similar situación vivieron los adversarios de la administración en Valparaíso, donde a la clausura de diarios se sumó el encarcelamiento de algunos periodistas. Lo mismo sucedió con el periódico El Sur de Concepción, donde “al amanecer del 10 de enero de 1891 se presentó a las puertas de la imprenta [del diario] un piquete de treinta soldados, quienes derribaron puertas y ventanas a golpe de culatazos”, impidiendo su circulación hasta una vez concluida la guerra. El único medio al que se le permitió libre circulación fue a El Ferrocarril, el cual, sin embargo, decidió compartir la suerte de los demás periódicos y no gozar de privilegios especiales, en medio del grave atentado que había sufrido la libertad de prensa. Varios periodistas y dueños de medios fueron a parar a la cárcel, como se ha mencionado. En la penitenciaría capitalina estaban Carlos Lyon y Moisés Escala, director y redactor de La Unión de Valparaíso, respectivamente; Ramón Briseño, de La Patria; Eusebio Segundo Lillo y Teófilo Durán, de La Libertad Electoral; Carlos Luis Húbner y Ángel Custodio Espejo, colaboradores de diversos periódicos; Emilio Espinosa, de El Puchacay, de La Florida; Lorenzo Monsalve, de El Imperial de Coronel; además del propio José María Solano, de El Heraldo. La razón de la prohibición de los medios de comunicación enemigos del balmacedismo es, evidentemente, la instauración de la dictadura, que tuvo consecuencias variadas en términos de restricción a los derechos personales. Sin embargo, el gobierno tenía otras razones para limitar la libertad de prensa, que resumió muy bien el presidente Balmaceda en la inauguración del Congreso Constituyente: “La licencia de la prensa ha llegado en nuestro tiempo a extremidades a que no se llegó jamás en ningún país de la tierra... La licencia se ha precipitado en la pendiente del escándalo, y ha llegado a ser una de las causas del trastorno que aflige a los chilenos pacíficos y honrados”. pesar de las restricciones, la oposición siguió difundiendo sus ideas a través de la prensa clandestina, que se convirtió quizá en el mayor dolor de cabeza del gobierno. Entre los periódicos principales se pueden mencionar los siguientes: La Horca, La Dictadura, La Venganza, La Justicia, La Libertad, El Heraldo, La Patria, El Constitucional, El Congreso, El Republicano, La Revolución. '** El periódico gobiernista El Recluta menciona también otros además de algunos de los señalados, por ejemplo El Amigo del Pueblo. En esos medios, como reconoce un adversario de Balmaceda, “las verdades” que proclamaban eran “a veces exageradas por la vehemencia de ver a la patria restaurada y a los opresores justamente castigados”. La labor de la prensa clandestina era muy difícil. El peligro de ser detenido, enviado a la cárcel e incluso torturado siempre estuvo presente. “Al calabozo con este bellaco... en la noche cantará”, oyó decir Arturo Alessandri al momento de su detención mientras repartía La Revolución, aunque finalmente no sufrió flagelaciones. Pero el caso más dramático fue, sin duda, el de Álvaro Lamas, redactor del Diario Oficial del verdadero gobierno, quien recibió más de cien azotes, fue dejado en libertad luego de varias semanas, con secuelas que se extendieron de por vida. Domingo Godoy reconoció los tormentos, pero aseguró que se habían aplicado sin conocimiento de las autoridad. La difusión se hacía mediante esos “periodistas clandestinos”, pero también contribuyeron las mujeres, que se convirtieron en el principal respaldo de los revolucionarios en la propagación de sus ideales. A me- diados de año La Nación estimó su deber publicar una lista de mujeres “accionistas, protectoras y propagadoras de pasquines”, que se habría encontrado en una imprenta descubierta por las autoridades. El objetivo del medio de gobierno era denunciar a quienes habían contribuido con las calumnias de esos periódicos clandestinos, “en menoscabo de la sociedad, de la familia, del hogar y de la Patria”. La existencia de esa prensa opositora era el reflejo de la vida en la clandestinidad. El gobierno, por su parte, se preparaba para la legalización de sus actos y se organizaba para darle una continuidad histórica a lo que había sido el proyecto de su administración en los últimos años de Balmaceda en el poder.
Conspiraciones
La acción militar y naval de la junta debía ser secundada por el comité secreto de Santiago, que planeó inutilizar las torpederas del gobierno y la destrucción de puentes para evitar la concentración de las unidades a lo largo del país. Lo primero fue intentado por Ricardo Cumming, industrial de Valparaíso, pero fue delatado por uno de sus cómplices, siendo posteriormente sometido a un Consejo de Guerra que lo condenó a muerte. Su fusilamiento tuvo lugar el 12 de julio de 1891.
Masacre de Lo Cañas
Más de setenta jóvenes de familias acaudaladas se reunieron junto a unos veinte artesanos en el fundo de Lo Cañas, de propiedad de Carlos Walker Martínez, a fin de organizar y preparar el corte del Puente del Maipo. Antes de lograr su objetivo, fueron descubiertos, muriendo la mayoría de ellos en el posterior ataque del Ejército presidencial, siendo los restantes aprehendidos y conducidos a la capital, donde, sometidos a Consejo de Guerra, fueron condenados a muerte y fusilados. Este hecho, después conocido como la matanza de Lo Cañas, fue ampliamente publicitado y provocó una reacción negativa, aumentando el apoyo al Congreso.
Muertos en las trincheras después de la batalla de Placilla.
Batalla de Concón
Las tropas congresistas desembarcaron en Quintero y atravesaron el Aconcagua el 20 y 21 de agosto en número de más de 9000 combatientes, y enfrentando a los 7000 hombres de Balmaceda, que eran comandados por los generales Orozimbo Barbosa y Alcérreca sobre las alturas de Concón. Estos jefes no recibieron los refuerzos venidos de Santiago y Concepción y fueron derrotados el 21 de agosto.
Batalla de Placilla
Gral Orozimbo Barbosa
El ejército congresista dejó Viña del Mar y Concón, enfrentándose en la meseta de la Placilla con el ejército comandado por Barbosa y Alcérreca el 28 de agosto. La batalla fue tan corta como decisiva, las tropas balmacedistas fueron completamente derrotadas, muriendo sus generales en el enfrentamiento.
Muerte de Balmaceda: triunfo de los congresistas
Alegoría de la entrada del Ejército Congresista a Santiago.
Al conocer la noticia de la derrota en Placilla, Balmaceda entregó el mando del poder ejecutivo al general Manuel Baquedano el 29 de agosto y se asiló en la legación argentina ese mismo día.
Baquedano no supo impedir el saqueo y destrozos en las propiedades y viviendas de los partidarios del Presidente. Ello se debió en parte a las acciones de venganza del sector vencedor, pero también se debió al vacío de poder dejado por las autoridades balmacedistas, lo que fue aprovechado por turbas y delincuentes e incluso por robos efectuados por el ejército vencido, al quedar sin jefes responsables.23
El 30 de agosto ingresaron las fuerzas del Congreso a Santiago.
El capítulo final tuvo lugar el 19 de septiembre en la embajada argentina, con el suicidio de José Manuel Balmaceda en la fecha correspondiente al día posterior a la del fin de su mandato presidencial.
Se calcula que en la guerra civil murieron aproximadamente entre 50001 y 10 0002 personas de una población de dos millones y medio de habitantes.
Tras la victoria sobre las fuerzas de Balmaceda, asume el control la Junta de Gobierno de Iquique el 31 de agosto de 1891, que fue trasladada a Santiago. Esta dio lugar a una nueva Junta el 3 de septiembre que convocó a elecciones de Senadores, Diputados, municipales y electores de Presidente, con arreglo a la ley electoral de 1890. Además, repuso en sus cargos a los funcionarios del Poder Judicial destituidos por la "dictadura" de Balmaceda, dio de baja a los miembros de las Fuerzas Armadas que habían servido al régimen caído y reorganizó a los empleados civiles del mismo.
El Almirante Jorge Montt asumió la presidencia el 26 de diciembre, después de las elecciones de octubre.
Eventos posteriores
La derrota del Presidente significó el inicio de un período en la Historia de Chile conocido como la República Parlamentaria, que se extendió entre 1891 y 1924, y en el cual los Presidentes de la República estuvieron fuertemente controlados por el Congreso, que debía aprobar a su gabinete de Ministros.
Se aprobaron leyes de amnistía en diciembre de 1891 (a favor de personal subalterno de las fuerzas armadas), febrero de 1893 (a oficiales superiores), agosto de 1893 (a las víctimas de la Masacre de Lo Cañas), agosto de 1893 (a ambos bandos), diciembre de 1895 (pensiones para el personal de la administración pública que fue expulsado de su puesto).
Los partidarios de Balmaceda fundaron el Partido Liberal Democrático, conocido como el partido balmacedista. Su objetivo era cumplir el programa económico de Balmaceda y reformar la constitución para volver al presidencialismo previo a 1891. Sin embargo, en breve tiempo, cayó en las tácticas del parlamentarismo chileno.
Debido a las tensiones entre el nuevo gobierno y el gobierno de los Estados Unidos, que había apoyado a Balmaceda, se produjo el caso Baltimore.
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