Mostrando entradas con la etiqueta Guerra Civil. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Guerra Civil. Mostrar todas las entradas

jueves, 24 de abril de 2025

Confederación Argentina: El tan anunciado asesinato de Facundo Quiroga

El crimen de Barranca Yaco: advertencias desoídas, la orden de no dejar a nadie vivo y las súplicas del niño postillón

La historia argentina está colmada de crímenes políticos. Uno de ellos fue el del riojano Facundo Quiroga, un caudillo de fuerte liderazgo en el interior en los tiempos de Rosas, con quien discrepó sobre cuestiones de fondo. Hizo caso omiso a las múltiples advertencias de que sería asesinado, lo que convirtió sus últimos días en una crónica de una muerte anunciada


Facundo Quiroga no creyó o prefirió no tomar en cuenta las advertencias de que lo emboscarían para asesinarlo

El lugar sigue siendo un páramo perdido en el norte cordobés, salvo por el monte de talas y espinillos que mostraba una espesura dominante que ya no es tal. La fatídica partida de Facundo Quiroga, el Tigre de los Llanos, atravesaba raudamente en una galera custodiada por un puñado de hombres ese polvoriento camino conocido como el Camino Real -aún hoy se llama así- una calurosa mañana de verano que anunciaba lluvia, hace ya 190 años.

Había nacido en el pueblo riojano de San Antonio el 27 de noviembre de 1788. Casado con Dolores Fernández Cabeza, tenía cinco hijos. Combatió en las guerras de la independencia y haría fortuna explotando minas de plata y cobre en el noroeste. Enrolado en el bando federal, encontró su talón de Aquiles en el general unitario José María Paz, quien lo derrotaría en los combates de La Tablada primero, en 1829 y Oncativo al año siguiente.

José Santos Ortiz, el infortunado secretario de Quiroga. No quería continuar el viaje. Intentó, sin suerte, convencer al riojano

Hombre de fortuna y afecto al juego, vivía en Buenos Aires, donde Juan Manuel de Rosas lo recibió con los brazos abiertos, aunque pronto comenzaron a discrepar: el riojano era partidario de tener una constitución y de llegar a una organización nacional lo antes posible, algo que el Restaurador no tenía en agenda.

Tenía demasiados enemigos. Los principales eran los hermanos Reinafé, amos y señores de Córdoba. Se había afeitado el bigote y, aún con su pelo ruliento, parecía haberlo despojado de esa imagen de hombre bárbaro y salvaje que muchos se habían formado. Sufría de reuma y le dificultaba montar a caballo.

Cuando en 1834 estalló un conflicto entre los gobernadores de Salta, Pablo Latorre y de Tucumán, Alejandro Heredia, le encomendaron viajar al norte para mediar.

Cuadro que recrea el momento en que es atacado el carruaje donde viajaba Quiroga, quien en ese momento se asomaba por la ventana para ver qué era lo que ocurría

Rosas lo acompañó un tramo y en la Hacienda de Figueroa, en San Andrés de Giles, se despidieron. Cuando el riojano ya había partido, Rosas le mandó con un chasqui una carta en donde exponía sus razones de por qué no era la oportunidad de una normalización institucional.

Al llegar a Santiago del Estero, Quiroga se enteró que Latorre había sido asesinado, y que Heredia había quedado el dueño de la situación. Como ya no se necesitaba de su presencia, emprendió el regreso. En esa provincia, descansando en la casa del gobernador Juan Felipe Ibarra, este le advirtió que en el camino atentarían contra su vida.

Quiroga era un blanco fácil, ya que no llevaba escolta militar. Además de su secretario José Santos Ortiz, iban algunos peones, dos correos y dos postillones. Uno de ellos se llamaba José Luis Basualdo, de 12 años, quien era el hijo del maestro de la posta de Ojo de Agua, la parada anterior a la de Sinsacate. Al muchacho lo hicieron subir a la galera para que fuera aprendiendo el oficio.

Su propio enemigo, Domingo Faustino Sarmiento fue el que había hecho andar la leyenda del origen de su apodo. Dicen que en una oportunidad, el riojano fue perseguido por un yaguareté (tigre verdadero en guaraní), debió treparse a un árbol, fue ayudado por unos paisanos y terminó matando al animal. De ahí el “Tigre de los llanos”.

Los implicados en los asesinatos terminaron ejecutados en la Plaza de la Victoria. En el ambiente flotaba la sospecha de que Rosas algo había tenido que ver con la muerte de Quiroga

Cuando la galera y su mínima escolta estaban a pocas leguas de la posta del Ojo del Agua, un joven salió del monte y le hizo señas desesperadas al postillón para que detuviese la alocada carrera de la media docena de caballos que tiraban del carruaje. El propio Quiroga se asomó y le preguntó qué se le ofrecía. El muchacho pidió hablar con José Santos Ortiz, a quien conocía y que a toda costa quería devolverle un favor que le había hecho. Le advirtió que en el lugar que llaman Barranca Yaco había una partida al mando de Santos Pérez y que le harían fuego por ambos lados del camino, con la indicación de matar primero a los postillones. La orden era que nadie debía salir con vida. El muchacho, que llevaba un caballo para Ortiz, le ofreció huir juntos.

El caudillo le dio las gracias, y le dijo que “no ha nacido todavía el hombre que ha de matar a Facundo Quiroga. A un grito mío, esa partida mañana se pondrá a mis órdenes, y me servirá de escolta hasta Córdoba. Vaya usted, amigo, sin cuidado”.

José Vicente Reinafé, gobernador de Córdoba y apuntado como uno de los instigadores

En la posta Ojo de Agua, la mayoría de la comitiva estaba angustiada, más cuando el maestro de la posta confirmó lo que el muchacho les había advertido. El único que no le dio importancia al asunto fue el riojano, quien se fue a dormir luego de tomar una taza de chocolate, tal como acostumbraba.

A la madrugada, Ortiz lo despertó. Le contó los detalles del plan y le advirtió que, si insistía en continuar el viaje, no lo acompañaría. Esto encolerizó a Quiroga y le respondió que si se iba lo que le pasaría sería mucho más peligroso que lo que pudiera suceder en Barranca Yaco. Ortiz, que había sido el primer gobernador de San Luis, se había sumado para ayudar en la mediación que se había truncado.

Ese lunes 16 de febrero de 1835, cerca de las 11 de la mañana, 9 km antes de llegar a la posta de Sinsacate, donde el camino hacía una curva en el espeso monte de espinillos y talas, una partida de 32 hombres al mando de Santos Pérez le cortó el paso a la galera de Quiroga.

-¿Qué es lo que pasa? ¿Quién manda esta partida? -preguntó Quiroga a viva voz, sacando la cabeza por la ventana. Serían sus últimas palabras. Un certero disparo impactó en su ojo izquierdo. Otro le daría en el cuello.

Santos Pérez subió a la galera y atravesó con su espada varias veces al infortunado Ortiz.

El resto de los hombres se dedicó a matar al resto de los acompañantes. Nadie debía quedar con vida. Todos los cuerpos fueron degollados, incluso el de Facundo.

Santos Pérez debió matar a uno de los suyos cuando se negó a degollar al niño Basualdo. Un tal Márquez fue el que asesinaría al infortunado postillón, que a los gritos clamó hasta último momento por su madre.

Como consecuencia de su trabajo, el abogado Marcelo Gamboa fue severamente sancionado por Rosas. (Caras y Caretas)

Luego, se repartieron el contenido del equipaje, llevándose hasta la ropa que traían puesta las víctimas. A los caballos los soltaron y el carruaje, con impactos de bala, lo escondieron en el monte.

Lo que Santos Pérez no percibió fue que desde el monte los estaban observando. Dos correos, José Santos Funes y Agustín Marín que acompañaban a Quiroga, cabalgaban un tanto retrasados. Al escuchar los disparos, se ocultaron y vieron todo. Ellos fueron los que avisaron a la posta de Sinsacate.

En esa tarde lluviosa, el juez de paz local mandó buscar los cuerpos de Quiroga y de Santos Ortiz, y los depositaron en la iglesia, donde esa noche fueron velados. Al día siguiente, el cuerpo del riojano fue llevado a Córdoba y enterrado en la Catedral; y el de su secretario a Mendoza, a pedido de su esposa.

Todas las miradas apuntaron a los hermanos Reinafé -José Vicente, el gobernador de Córdoba; Francisco; José Antonio y Guillermo como los instigadores del crimen.

Días después, Santos Pérez le entregó a Reinafé dos pistolas y un poncho de vicuña, propiedad del ilustre muerto. El propio gobernador, simulando un brindis, había intentado envenenarlo con aguardiente mezclada con cianuro pero logró escapar. Al tiempo, acorralado, sin tener a dónde ir, se entregó.

Luego de que Pedro Nolasco Rodríguez fuera electo gobernador cordobés, la suerte de los hermanos intocables terminó. Salvo Francisco que logró escapar, fueron detenidos junto a la mayoría de los integrantes de la partida que habían actuado en la mortal emboscada.

Rosas envió a Córdoba una partida de caballería para llevar a Buenos Aires a los detenidos y juzgarlos, aún cuando los tribunales porteños no eran competentes, así como los jueces, ya que el crimen se había cometido en otra jurisdicción. Las 1844 fojas de la causa nada dicen de las horas de torturas a los asesinos y las amenazas a su defensor, Marcelo Gamboa, cuando con valentía casi suicida sugirió el nombre de Rosas como uno de los instigadores del crimen.

En Barranca Yaco levantaron nueve cruces en recuerdo de los que allí murieron trágicamente el 16 de febrero de 1835

El 27 de mayo de 1837 se conocieron las sentencias a muerte y el 25 de octubre fueron fusilados los Reinafé junto a Santos Pérez en la Plaza de la Victoria. Los cuerpos de éste último y de José Vicente fueron colgados en la puerta del Cabildo. También se pasó por las armas a la mayoría de los miembros de la partida y otros fueron condenados a prisión.

El pobre Gamboa desató la ira de Rosas. Se lo condenó a no alejarse más de veinte cuadras de la plaza de la Victoria, se le prohibió ejercer de abogado y no podía lucir la divisa punzó. Y que si violase algunos de estos puntos, sería paseado por las calles montado en un burro pintado de celeste, el color característico de los unitarios. Si se le ocurriese dejar el país, sería aprehendido y fusilado. Parientes y amigos lo abandonaron, salvo uno, el padre del general Garmendia. Gamboa falleció en 1861.

Muchas miradas se dirigieron a Rosas, al considerarlo el verdadero ideólogo de la muerte de Quiroga. “…muerte de mala muerte se lo llevó al riojano, y una de las puñaladas lo mentó a Juan Manuel”, escribió Jorge Luis Borges en su poema “El General Quiroga va en coche al muere”.

No sé si será cierto que en las noches sin luna suele aparecer la galera vacía de Quiroga corriendo alocada y desapareciendo en la oscuridad. Los lugareños comentan que, con el viento cálido, se adivinan los lamentos desesperados del postillón de 12 años, que pide por su madre, en medio de ese páramo polvoriento, del monte de talas y espinillo, que todo lo dominaba.


martes, 11 de febrero de 2025

Confederación Argentina: Guerreros de Caseros

Batalla de Caseros


El 3 de febrero de 1852 la Patria Triunfo, el Ejercito Grande al mando del Gral Justo Jose de Urquiza vence a las tropas del tirano cipayo de Juan Manuel de Rosas, logrando asi el fin de la tiranía por mas de 20 años y logrando el comienzo de la Organización Nacional del país.
El cobarde de Juan Manuel de Rosas escaparía del campo de batalla abandonado a sus esclavos; estaba todo arreglado, el tirano se embarcaría en el Buque de guerra Ingles rumbo a su patria, La Inglaterra , donde morirían toda su cipaya vida.


¡Soldados! ¡Hoy hace 40 días que en el Diamante cruzamos las corrientes del río Paraná y ya estabais cerca de la ciudad de Buenos Aires y al frente de vuestros enemigos, donde combatiréis por la libertad y por la gloria!.
¡Soldados! ¡Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois invencibles y si la victoria por un momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a vuestro general en el campo de batalla, porque en el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del ejército aliado, donde debemos todos vencer o morir!.
Este es el deber que os impone en nombre de la Patria vuestro general y amigo.
Justo José de Urquiza

sábado, 14 de diciembre de 2024

Roma: Oficial romano herido en las guerras civiles

Oficial Romano Herido





 El siglo III d. C. fue un período difícil para el Imperio romano, marcado por frecuentes guerras civiles, problemas económicos y mayores presiones externas. Si bien no se trataba de una crisis existencial, el imperio enfrentó una tensión significativa entre el 217 y el 284 d. C. debido a las luchas de poder entre numerosos aspirantes al trono, que afectaron gravemente al ejército y la economía romanos. La inflación devaluó la moneda romana, mientras que las invasiones bárbaras desde el norte y los ataques persas sasánidas desde el este se intensificaron.

La evidencia arqueológica de este período es escasa en comparación con épocas anteriores, lo que dificulta el seguimiento de los movimientos y la organización de las legiones romanas. Sin embargo, la atención médica en el ejército romano era relativamente avanzada, y cada legión y unidad auxiliar tenía su propio personal médico, incluidos médicos entrenados en Grecia y médicos de campo de batalla conocidos como Capsarii. Se han encontrado hospitales sofisticados e instrumentos médicos en los fuertes romanos, lo que indica un enfoque estructurado para tratar heridas y lesiones.

La obra de arte Oficial Romano Herido, una pieza conmovedora y evocadora, ofrece una visión del costo humano de la guerra y el costo emocional de quienes lucharon en los conflictos de la antigua Roma. El oficial, representado con una mezcla de dolor y estoicismo, encarna los valores romanos del deber, la lealtad y el sacrificio. Sus heridas, cuidadosamente reproducidas para transmitir la brutalidad de la batalla, sirven como testimonio de las cicatrices físicas y emocionales que llevan los soldados. La atención al detalle de la obra de arte, desde la armadura desgastada del oficial hasta su puño cerrado, transmite una sensación de realismo y autenticidad. El uso del claroscuro en la composición, con el oficial sobre un fondo oscuro, crea una sensación de intimidad y aislamiento, atrayendo la atención del espectador hacia la lucha del individuo. Esta obra de arte no solo muestra la habilidad artística de su creador, sino que también ofrece una ventana al paisaje psicológico y emocional de la guerra romana antigua, invitando al espectador a contemplar los costos personales del conflicto militar.

sábado, 23 de noviembre de 2024

Chile: La guerra civil de 1891

Guerra civil chilena de 1891





La guerra civil chilena de 1891, también conocida como Revolución de 1891, fue un conflicto armado ocurrido en Chile entre los partidarios del Congreso Nacional y los del presidente de la República José Manuel Balmaceda.

Tras una serie de disputas entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, la discusión sobre el presupuesto fiscal de 1891 fue una de las grandes causas del conflicto. Sin embargo, el hecho que desencadenó la guerra fue el cierre del Congreso por parte del presidente Balmaceda. Mientras las fuerzas del Ejército de Chile se dividieron, apoyando a ambos bandos, la Armada se unió a los congresistas. Desde Iquique los revolucionarios iniciaron una serie de campañas con el fin de derrocar a Balmaceda, quien estableció una férrea opresión sobre sus opositores.

Tras las batallas de Concón y Placilla, las fuerzas leales al presidente fueron derrotadas. Balmaceda entregó el poder al general Manuel Baquedano el 28 de agosto, mientras las fuerzas revolucionarias entraban a Santiago, y se refugió en la legación argentina, donde se suicidó el 19 de septiembre de 1891, un día después de que expirara su periodo constitucional como presidente.

La victoria de las fuerzas congresistas marcó un importante hito en la historia de Chile. La sociedad chilena enfrentó una gran división tras el conflicto bélico, que dejó entre 50001​ y 10 0002​ muertos. Las reformas a la Constitución de 1833 terminaron con la llamada República Liberal y se inició el Régimen Parlamentario, que imperó en Chile hasta 1925.

Causas

Las principales causas de esta guerra fueron:

  • Conflicto presidencialismo-parlamentarismo: El mandatario gobernó interpretando la constitución como presidencialista, con lo que se ganó la oposición de los partidos políticos y el Congreso Nacional, que habían desarrollado una lectura parlamentarista de la carta fundamental. Ello le significó múltiples obstáculos a Balmaceda para poder cumplir sus propósitos.3​
  • Intervención electoral: Balmaceda pretendía designar, tal como lo habían hecho sus antecesores, al Congreso y a su sucesor en la presidencia por medio de la intervención electoral; esto, yendo en contra del llamado de los partidos políticos a respetar la libertad electoral.
  • Hegemonía oligárquica en peligro: Balmaceda nombró como Ministros a jóvenes no pertenecientes a la oligarquía tradicional. Este grupo reaccionó al prever la posibilidad de disminuir su poder político y social.[cita requerida]
  • División de las Fuerzas Armadas: Para el desarrollo de la guerra fue fundamental la división de las Fuerzas Armadas, ya que sin este suceso, el bando de Balmaceda no hubiera podido oponer resistencia. El Ejército apoyó al Presidente, y la Armada a la causa congresista.
  • Crecientes niveles de rivalidad política: El respeto a las autoridades de Gobierno y a los opositores, que habían marcado la convivencia anterior, se vio sobrepasado por una prensa virulenta que llegó a incluir en sus ataques a familiares y vidas privadas de los hombres públicos.4​
  • Conflicto con la Iglesia: Por la condición liberal de Balmaceda, y su antiguo apoyo al traspaso del poder eclesiástico al Estado, los clérigos, los políticos y particularmente los jóvenes conservadores mantuvieron una oposición virulenta al Presidente.5​


Estallido del conflicto



La junta revolucionaria de Iquique (de izq. a der.): Waldo Silva, vicepresidente del Senado; Jorge Montt Álvarez, capitán de navío y presidente de la misma; y Ramón Barros Luco, presidente de la Cámara de Diputados.

Tanto el Congreso como el presidente se negaron a ceder,6​ por lo que al llegar el 1 de enero de 1891, Balmaceda estableció por decreto la prórroga de los presupuestos del año anterior. Esto condujo a la crisis institucional. El Congreso Nacional declaró al Presidente fuera de la ley, a lo que Balmaceda respondió instaurando la dictadura, asumiendo todo el poder público necesario para la administración y gobierno del Estado y el mantenimiento del orden interior.7​

Guerra civil chilena de 1891
Parte de historia de Chile (República Liberal)

Batalla de Concón.
Fecha 7 de enero - 31 de agosto de 1891
Lugar Iquique, Valparaíso y Santiago, Chile.
Casus belli Conflicto sobre presupuesto fiscal de 1891 entre el presidente de la República José Manuel Balmaceda y el Congreso Nacional.
Resultado Bandera de Chile Victoria de los congresistas.
Consecuencias
  • Balmaceda entrega el poder a Manuel Baquedano y luego se suicida.
  • Instauración del Régimen Parlamentario y Crisis del Baltimore.
Partes enfrentadas

Balmacedistas
Bandera de Chile
Congresistas
Figuras políticas
José Manuel Balmaceda  Jorge Montt Álvarez
Comandantes
Orozimbo Barbosa
José Miguel Alcérreca
José Velásquez Bórquez
Eulogio Robles Pinochet 
Estanislao del Canto
Emilio Körner
Ismael Valdés Vergara
Arturo Fernández Vial
Adolfo Holley
Fuerzas en combate
Ejército de Chile Armada de Chile
Ejército de Chile
Mineros reclutados


Apoyándose en la mayor parte de la Armada y parte importante del Ejército, el Congreso confió el mando al capitán de navío Jorge Montt Álvarez el 6 de enero de 1891 para defender "la Constitución y las leyes". Para que el movimiento de la Armada no fuera considerado como un simple pronunciamiento, los marinos exigieron la presencia de los Presidentes de ambas Cámaras, lo que hicieron de inmediato Ramón Barros Luco, Presidente de la Cámara de Diputados, y Waldo Silva, Vicepresidente del Senado. El 7 de enero, la escuadra se sublevó contando con los blindados Cochrane y Blanco Encalada, el crucero Esmeralda, la corbeta O'Higgins y la cañonera Magallanes. El monitor Huáscar estaba del lado de los congresistas.

Como la mayoría del Ejército se mantuvo en obediencia al Presidente, la escuadra se dirigió al norte, para tomar la rica zona salitrera, que sería la caja de fondos de la revolución y desde donde reclutaría soldados para formar un ejército. Los dueños de las salitreras no miraban con buenos ojos la política comercial de Balmaceda ni el régimen dictatorial impuesto por este, después de conocer el alzamiento.

Bando leal al Congreso Bando leal al Presidente
Estanislao del Canto Arteaga
Arturo Fernández Vial
Adolfo Holley
Jorge Montt Álvarez
Gregorio Urrutia
Santiago Amengual Balbontín
José Luis Araneda Carrasco
Orozimbo Barbosa Puga
José Antonio Bustamante
José María del Canto Arteaga
Diego Dublé Almeyda
Juan José Latorre Benavente
Óscar Viel y Toro
José Velásquez Bórquez
Juan Williams Rebolledo




El primer enfrentamiento fue el combate de Zapiga, el 21 de enero de 1891 que desencadenó la Campaña del Norte.

Los congresistas capturaron Pisagua, con un ejército que no pasaba todavía de 1200 voluntarios, soldados y marineros, y que era comandado por el coronel Estanislao del Canto. El encuentro con las tropas balmacedistas, conformadas por 900 soldados al mando de Eulogio Robles Pinochet, se realizó en Huara, ubicada entre Pisagua e Iquique el 17 de febrero. Después de cuatro horas de combate las tropas congresistas fueron derrotadas.

La situación crítica de los congresistas cambió con la captura de Iquique (Combate de la Aduana de Iquique) por el capitán de navío Merino Jarpa, quien al mando de 40 marineros logró rechazar el ataque del coronel José María Soto.

Dueños de Iquique y con la simpatías de los trabajadores de la pampa, el Ejército Constitucionalista, como se hacían llamar las fuerzas que representaban al Congreso, incrementaron su número y vencieron a Robles en el combate de Pozo Almonte, siendo asesinado sin piedad aun cuando se encontraba herido.

Las provincias de Tarapacá, Antofagasta y Atacama quedaban al mando de la revolución.


La Junta de Iquique y la dictadura balmacedista


La Junta de Iquique



Junta de Gobierno de Chile durante la guerra civil en Iquique, 1891

Desde el principio, los congresistas tuvieron en Santiago una junta secreta que dirigía la revolución desde tierra. Con la conquista del norte, el 12 de abril de 1891 organizaron la Junta de Gobierno de Iquique, compuesta por el Capitán de Navío Jorge Montt Álvarez, que la presidiría, Waldo Silva, Vicepresidente del Senado y Ramón Barros Luco, Presidente de la Cámara de Diputados como vocales, la que actuaría como órgano de gobierno, en reemplazo del Presidente de la República, con Enrique Valdés como secretario y asesorada por cuatro ministros: Interior y Obras Públicas, que se reservó para Manuel A. Matta; Relaciones Exteriores y Justicia, Culto e Instrucción Pública, a cargo de Isidoro Errázuriz; Hacienda, a cargo de Joaquín Walker Martínez; Guerra y Marina, a cargo del Coronel Adolfo Holley.

Junto con el decreto de creación de la Junta, se dio a conocer públicamente, por primera vez, el acta de deposición de Balmaceda, documento ignorado por la mayoría de los congresistas.

Sus agentes en el extranjero, los financistas y banqueros Augusto Matte y Agustín Ross Edwards, lograron la compra de armas de los últimos modelos en Estados Unidos, superiores a las del ejército de Balmaceda, y pusieron trabas a la entrega de los cruceros "Presidente Pinto" y "Presidente Errázuriz" y el acorazado "Capitán Prat" que desde antes de la revolución se construían en Francia.

El Gobierno balmacedista



José Manuel Balmaceda.

Mientras en el norte se consolidaba el gobierno de la junta, en el resto del país se instalaba una férrea dictadura bajo la dirección del Ministro Domingo Godoy, dispuesto a aplastar la rebelión sin reparar en los medios: las universidades y algunos liceos fueron cerrados, así como los clubes y centros políticos; las cárceles se llenaron de enemigos del régimen; los diarios fueron cerrados, las cortes fueron reemplazadas por tribunales militares; fueron incautadas arbitrariamente las haciendas de los opositores; además de realizarse en campos y ciudades enrolamientos forzosos, destinados a incrementar el ejército del gobierno.

Balmaceda decidió legitimar su gobierno, disolviendo el Congreso y convocando a elecciones parlamentarias, postulando como su sucesor a Claudio Vicuña.

Los atropellos en todo orden cometidos por Godoy, causaron que la mayoría del Congreso recién elegido solicitara la renuncia del ministro de La Moneda. Por ese motivo, se organizó otro ministerio al mando de Julio Bañados Espinoza, quien propuso reformas semejantes a las contenidas en la Constitución de 1833, entre ellas, el establecimiento de un régimen presidencial.

Fuerzas navales comparadas

Las fuerzas congresistas contaban con la Fragata blindada Cochrane y la Blanco Encalada, la corbeta O'Higgins, el Crucero Esmeralda, el Monitor Huáscar y la Cañonera Magallanes. El Presidente José Manuel Balmaceda Fernández sólo contaba con las torpederas que estaban en sus varaderos, protegidas dentro del galpón de la Caleta de Las Torpederas. Otros buques como los cruceros Presidente Errázuriz, Presidente Pinto y el acorazado Capitán Prat se encontraban en construcción en Europa. La Corbeta Abtao regresaba de su viaje al Mediterráneo y el Torpedero Almirante Condell navegaba por el Atlántico.

Hundimiento del "Blanco Encalada"



Ataque al Cochrane con botes torpedos.

La mayor parte de la escuadra estaba en manos de los congresistas; se estaban construyendo en Francia una serie de buques, de los cuales Balmaceda recibió las torpederas Almirante Lynch y Almirante Condell. Estas atacaron por sorpresa en la madrugada del 23 de abril sobre el puerto de Caldera, lanzando sus torpedos sobre el Blanco Encalada, hundiéndolo. A bordo del buque se encontraba Ramón Barros Luco, integrante de la Junta de Iquique, quien logró salvar con vida, y Enrique Valdés Vergara, secretario general de la Escuadra, quien murió junto a otros 11 oficiales y 171 tripulantes, tanto civiles como militares. Este fue el llamado Combate Naval de Caldera. Si bien el hundimiento significó una pérdida importante de armas, municiones y vituallas para las tropas en tierra,10​ no logró romper la superioridad marítima de la Junta de Iquique.

El 15 de mayo de 1891, Ismael Valdés Vergara, hermano de Enrique, fue designado como secretario general de la Escuadra por la Junta de Iquique.

En tiempos posteriores, Barros Luco desmentiría la anécdota que afirmaba que se habría salvado asido de la cola de una vaca, que era parte del ganado en pie que se acostumbraba a llevar a bordo, porque no sabía nadar.


Cazatorpederos Lynch y Condell atacan al Blanco Encalada en Caldera

El Blanco Encalada fue el primer blindado en el mundo en ser hundido por un torpedo autopropulsado disparado desde otro navío.

La ofensiva congresista


El regimiento de Pisagua (3° de línea de las fuerzas congresistas) en la plaza de Viña del Mar, después de las batallas de Concón y Placilla.

El ejército congresista compró armamentos de último modelo, principalmente alemán y británico (con los recursos de los impuestos a las salitreras), y bajo la dirección del teniente coronel alemán Emilio Körner se agruparon 10 000 hombres, entre soldados voluntarios reclutados de las oficinas salitreras y oficiales improvisados entre los jóvenes llegados ocultamente desde distintas zonas del país, tenía en su poder las ricas regiones del norte y la Armada (de tradición inglesa).

Terminada la organización de fuerzas, la junta de Iquique expedicionó al sur, ya que Balmaceda había reunido 32 000 hombres, para rechazar cualquier intento de desembarco, pero divididos en varias fuerzas (Balmaceda se negó a agrupar sus fuerzas).16​17​ Como Jefe del ejército congresista fue nombrado Estanislao del Canto. El objetivo de los congresistas era derrocar a Balmaceda antes de que este recibiera los blindados recientemente comprados, el Presidente Errázuriz y el Presidente Pinto, que hubieran equiparado el poder naval del presidente con la de los congresistas.

Represión del gobierno de Balmaceda antes de la guerra civil de 1891

La noche del 19 de diciembre de 1890, la policía balmacedista reprime un mitin conservador, el cual culmina con la muerte del joven conservador Isidro Ossa Vicuña, quien es considerado la primera víctima de la guerra civil. Luis Orrego Luco lo describe como un “joven simpático y sin figuración”, “sin brillante talento”, aunque era “por su ardoroso celo ultramontano y por su situación social prominente, una figura de relieve". La Epoca calificó al asesinato como “aleve e infame”, realizado por los “esbirros del Presidente de la República”, mandados en último término por el propio Balmaceda.** La Unión, por su parte, reclamaba contra un asesinato que se producía “sin causa, ni pretexto, ni provocación de ningún género”. Y luego agregaba con fuerza: “Esta primera víctima de la tiranía que se inicia era por todos conceptos digna de ser inmolada en el altar de la patria. ¡Y fue inmolado inerme, por la espalda, a sangre fría por viles agentes de los agentes de la tiranía, al salir de una asamblea pacífica! Es, pues, el reinado del crimen el que comienza”. El General Baquedano se mostro claro y dispuesto contra el gobierno de Balmaceda, especialmente después del asesinato de Isidro Ossa, Entonces el general señaló a su camarada Cornelio Saavedra lo siguiente: “Ya no se puede volver atrás y debemos proceder”, lo que ilustraba una convicción de ir hasta las últimas consecuencias. La reunión habría sido una más de las que se hicieron en el proceso de politización y polarización de la sociedad durante todo el período que precedió a la guerra civil, pero la muerte de Ossa cambió la importancia de la reunión y también de los últimos días del año. Una partida de policías penetró en el Club Conservador, donde se encontraban los opositores, en una actividad que era liderada por Joaquín Walker Martínez y en la que participaban principalmente jóvenes y obreros. Walker encaró a algunos “sospechosos”, quienes eran de la policía enviados al lugar para ejercer vigilancia, capitaneados por Ramón Valdés Calderón, hombre criticado por sus procedimientos, quien había llegado a ser un * factotum y déspota vulgar”, en palabras de Blanchard Chessi. Después de un intercambio de balazos por ambos lados, fueron apresados más de cien participantes en la reunión, pero Isidro Ossa prefirió emprender el retiro del lugar, siendo perseguido por unos guardias montados. Recibió entonces un disparo que lo dejó moribundo manchando de sangre el lugar y también el debate político. Por primera vez se comprobaba que la lucha de los poderes no era sólo una cuestión de palabras, sino que podía llegar en cualquier momento a los hechos más crueles. Walker Martínez señaló al día siguiente que se trató de un “asesinato alevoso perpetrado en medio de toda la fuerza pública”, cuya sangre caía sobre el Presidente de la República y sus ministros.% A juicio de El Ferrocarril, la policía organizó expresamente una partida armada, “haciendo ostentación de un despliegue inútil e imprudente de fuerza como amenaza al libre derecho de reunión”. La Época calificó al asesinato como “aleve e infame”, realizado por los “esbirros del Presidente de la República”, mandados en último término por el propio Balmaceda.** La Unión, por su parte, reclamaba contra un asesinato que se producía “sin causa, ni pretexto, ni provocación de ningún género”. Y luego agregaba con fuerza: por una parte lamentaron la muerte del joven Ossa y por otra atacaron al gobierno que combatían.

Una de las manifestaciones más visibles de la restricción a las libertades durante 1891 fue la desaparición de los periódicos contrarios a Balmaceda, que dejaron de circular por disposiciones expresas de las autoridades. Un decreto prohibió de inmediato la circulación de El Independiente, El Estandarte Católico, La Época, La Libertad Electoral, El Día, El Fígaro, El Ají y Las Provincias. Similar situación vivieron los adversarios de la administración en Valparaíso, donde a la clausura de diarios se sumó el encarcelamiento de algunos periodistas. Lo mismo sucedió con el periódico El Sur de Concepción, donde “al amanecer del 10 de enero de 1891 se presentó a las puertas de la imprenta [del diario] un piquete de treinta soldados, quienes derribaron puertas y ventanas a golpe de culatazos”, impidiendo su circulación hasta una vez concluida la guerra. El único medio al que se le permitió libre circulación fue a El Ferrocarril, el cual, sin embargo, decidió compartir la suerte de los demás periódicos y no gozar de privilegios especiales, en medio del grave atentado que había sufrido la libertad de prensa. Varios periodistas y dueños de medios fueron a parar a la cárcel, como se ha mencionado. En la penitenciaría capitalina estaban Carlos Lyon y Moisés Escala, director y redactor de La Unión de Valparaíso, respectivamente; Ramón Briseño, de La Patria; Eusebio Segundo Lillo y Teófilo Durán, de La Libertad Electoral; Carlos Luis Húbner y Ángel Custodio Espejo, colaboradores de diversos periódicos; Emilio Espinosa, de El Puchacay, de La Florida; Lorenzo Monsalve, de El Imperial de Coronel; además del propio José María Solano, de El Heraldo. La razón de la prohibición de los medios de comunicación enemigos del balmacedismo es, evidentemente, la instauración de la dictadura, que tuvo consecuencias variadas en términos de restricción a los derechos personales. Sin embargo, el gobierno tenía otras razones para limitar la libertad de prensa, que resumió muy bien el presidente Balmaceda en la inauguración del Congreso Constituyente: “La licencia de la prensa ha llegado en nuestro tiempo a extremidades a que no se llegó jamás en ningún país de la tierra... La licencia se ha precipitado en la pendiente del escándalo, y ha llegado a ser una de las causas del trastorno que aflige a los chilenos pacíficos y honrados”. pesar de las restricciones, la oposición siguió difundiendo sus ideas a través de la prensa clandestina, que se convirtió quizá en el mayor dolor de cabeza del gobierno. Entre los periódicos principales se pueden mencionar los siguientes: La Horca, La Dictadura, La Venganza, La Justicia, La Libertad, El Heraldo, La Patria, El Constitucional, El Congreso, El Republicano, La Revolución. '** El periódico gobiernista El Recluta menciona también otros además de algunos de los señalados, por ejemplo El Amigo del Pueblo. En esos medios, como reconoce un adversario de Balmaceda, “las verdades” que proclamaban eran “a veces exageradas por la vehemencia de ver a la patria restaurada y a los opresores justamente castigados”. La labor de la prensa clandestina era muy difícil. El peligro de ser detenido, enviado a la cárcel e incluso torturado siempre estuvo presente. “Al calabozo con este bellaco... en la noche cantará”, oyó decir Arturo Alessandri al momento de su detención mientras repartía La Revolución, aunque finalmente no sufrió flagelaciones. Pero el caso más dramático fue, sin duda, el de Álvaro Lamas, redactor del Diario Oficial del verdadero gobierno, quien recibió más de cien azotes, fue dejado en libertad luego de varias semanas, con secuelas que se extendieron de por vida. Domingo Godoy reconoció los tormentos, pero aseguró que se habían aplicado sin conocimiento de las autoridad. La difusión se hacía mediante esos “periodistas clandestinos”, pero también contribuyeron las mujeres, que se convirtieron en el principal respaldo de los revolucionarios en la propagación de sus ideales. A me- diados de año La Nación estimó su deber publicar una lista de mujeres “accionistas, protectoras y propagadoras de pasquines”, que se habría encontrado en una imprenta descubierta por las autoridades. El objetivo del medio de gobierno era denunciar a quienes habían contribuido con las calumnias de esos periódicos clandestinos, “en menoscabo de la sociedad, de la familia, del hogar y de la Patria”. La existencia de esa prensa opositora era el reflejo de la vida en la clandestinidad. El gobierno, por su parte, se preparaba para la legalización de sus actos y se organizaba para darle una continuidad histórica a lo que había sido el proyecto de su administración en los últimos años de Balmaceda en el poder.


Conspiraciones

La acción militar y naval de la junta debía ser secundada por el comité secreto de Santiago, que planeó inutilizar las torpederas del gobierno y la destrucción de puentes para evitar la concentración de las unidades a lo largo del país. Lo primero fue intentado por Ricardo Cumming, industrial de Valparaíso, pero fue delatado por uno de sus cómplices, siendo posteriormente sometido a un Consejo de Guerra que lo condenó a muerte. Su fusilamiento tuvo lugar el 12 de julio de 1891.

Masacre de Lo Cañas

Más de setenta jóvenes de familias acaudaladas se reunieron junto a unos veinte artesanos en el fundo de Lo Cañas, de propiedad de Carlos Walker Martínez, a fin de organizar y preparar el corte del Puente del Maipo. Antes de lograr su objetivo, fueron descubiertos, muriendo la mayoría de ellos en el posterior ataque del Ejército presidencial, siendo los restantes aprehendidos y conducidos a la capital, donde, sometidos a Consejo de Guerra, fueron condenados a muerte y fusilados. Este hecho, después conocido como la matanza de Lo Cañas, fue ampliamente publicitado y provocó una reacción negativa, aumentando el apoyo al Congreso.


Muertos en las trincheras después de la batalla de Placilla.

Batalla de Concón

Las tropas congresistas desembarcaron en Quintero y atravesaron el Aconcagua el 20 y 21 de agosto en número de más de 9000 combatientes, y enfrentando a los 7000 hombres de Balmaceda, que eran comandados por los generales Orozimbo Barbosa y Alcérreca sobre las alturas de Concón. Estos jefes no recibieron los refuerzos venidos de Santiago y Concepción y fueron derrotados el 21 de agosto.

Batalla de Placilla



Gral Orozimbo Barbosa

El ejército congresista dejó Viña del Mar y Concón, enfrentándose en la meseta de la Placilla con el ejército comandado por Barbosa y Alcérreca el 28 de agosto. La batalla fue tan corta como decisiva, las tropas balmacedistas fueron completamente derrotadas, muriendo sus generales en el enfrentamiento.
Muerte de Balmaceda: triunfo de los congresistas


Alegoría de la entrada del Ejército Congresista a Santiago.

Al conocer la noticia de la derrota en Placilla, Balmaceda entregó el mando del poder ejecutivo al general Manuel Baquedano el 29 de agosto y se asiló en la legación argentina ese mismo día.

Baquedano no supo impedir el saqueo y destrozos en las propiedades y viviendas de los partidarios del Presidente. Ello se debió en parte a las acciones de venganza del sector vencedor, pero también se debió al vacío de poder dejado por las autoridades balmacedistas, lo que fue aprovechado por turbas y delincuentes e incluso por robos efectuados por el ejército vencido, al quedar sin jefes responsables.23​

El 30 de agosto ingresaron las fuerzas del Congreso a Santiago.

El capítulo final tuvo lugar el 19 de septiembre en la embajada argentina, con el suicidio de José Manuel Balmaceda en la fecha correspondiente al día posterior a la del fin de su mandato presidencial.

Se calcula que en la guerra civil murieron aproximadamente entre 50001 y 10 0002 personas de una población de dos millones y medio de habitantes.

Tras la victoria sobre las fuerzas de Balmaceda, asume el control la Junta de Gobierno de Iquique el 31 de agosto de 1891, que fue trasladada a Santiago. Esta dio lugar a una nueva Junta el 3 de septiembre que convocó a elecciones de Senadores, Diputados, municipales y electores de Presidente, con arreglo a la ley electoral de 1890. Además, repuso en sus cargos a los funcionarios del Poder Judicial destituidos por la "dictadura" de Balmaceda, dio de baja a los miembros de las Fuerzas Armadas que habían servido al régimen caído y reorganizó a los empleados civiles del mismo.

El Almirante Jorge Montt asumió la presidencia el 26 de diciembre, después de las elecciones de octubre.

Eventos posteriores

La derrota del Presidente significó el inicio de un período en la Historia de Chile conocido como la República Parlamentaria, que se extendió entre 1891 y 1924, y en el cual los Presidentes de la República estuvieron fuertemente controlados por el Congreso, que debía aprobar a su gabinete de Ministros.

Se aprobaron leyes de amnistía en diciembre de 1891 (a favor de personal subalterno de las fuerzas armadas), febrero de 1893 (a oficiales superiores), agosto de 1893 (a las víctimas de la Masacre de Lo Cañas), agosto de 1893 (a ambos bandos), diciembre de 1895 (pensiones para el personal de la administración pública que fue expulsado de su puesto).

Los partidarios de Balmaceda fundaron el Partido Liberal Democrático, conocido como el partido balmacedista. Su objetivo era cumplir el programa económico de Balmaceda y reformar la constitución para volver al presidencialismo previo a 1891. Sin embargo, en breve tiempo, cayó en las tácticas del parlamentarismo chileno.

Debido a las tensiones entre el nuevo gobierno y el gobierno de los Estados Unidos, que había apoyado a Balmaceda, se produjo el caso Baltimore.


miércoles, 20 de noviembre de 2024

GCE: Un resumen del conflicto

Resumen de la Guerra Civil Española



El 17 de julio de 1936 empezó la Guerra Civil Española.

Cuando el 18 se extiende por la Península, la II República cuenta con las grandes ciudades, la industria, el oro y más material militar.

Entonces, ¿Cómo es posible que perdiera la guerra?




Lo primero, repasemos. La República al inicio de la guerra tenía las grandes ciudades del país incluida la Capital, Madrid así como el 72% del territorio y el 63% de la población.

También tenía en su poder 300 tn. de oro y 3.300 tn. de plata del Banco de España.




La República también tenía las mayores zonas industriales del país como Cataluña, el País Vasco y Asturias.

Las minas de carbón y hierro, la metalúrgica, la mayoría de los cultivos de regadío y TODAS fábricas de armas estaban bajo control republicano.




Por otra parte en el plano militar contaba con la mitad del ejército, el 81% de los aviones y una gran parte de los barcos de la Armada

Entonces ¿Qué pasó?




1. El pacto de no intervención → Desde el inicio, Francia y especialmente Reino Unido mantuvieron una postura neutral en el conflicto español para evitar enfrentarse directamente a Alemania e Italia.

Sólo la URSS se prestó a vender armas y enviar asesores a la República.



Sin embargo la ayuda militar de la URSS ni de lejos se acercaba a la que Italia, Alemania y en menor medida Portugal, prestaron a Franco.  

Entre Alemania, Italia y Portugal enviaron casi 90.000 soldados mientras que la Unión Soviética apenas 2.000. Entre Alemania e Italia.



2. Dinero → Si hay algo que gana guerras, eso es el dinero.

Es cierto que la República poseía las reservas de oro y plata, pero fue el bando sublevado el que consiguió  ingentes cantidades de créditos en Alemania e Italia y de las grandes fortunas españolas.




3. Un líder → Desde muy pronto y gracias a las muertes de San Jurjo, Primo de Rivera y Mola, el bando sublevado cerró filas en torno a Franco.

Mientras, la República no consiguió a nadie que asumiera un liderazgo claro y constante durante toda la guerra.




4. La indisciplina  → La desconfianza de Frente Popular hacia los militares llevó a la República a casi desmantelar el ejército.

Pasaría casi un año hasta que el Partido Comunista y los asesores soviéticos, organizaron definitivamente el Ejército Regular de La República.




Sin embargo para entonces los sublevados ya no eran una fuerza frágil sino que ya estaban organizados y contaban con la ayuda internacional, el dinero, las armas, más territorio y todo lo necesario para aplastar a la República.

Por otro lado, ambos bandos tenían fuerzas irregulares. Sin embargo mientras que las republicanas como las anarquistas eran autónomas, las sublevadas como la falange y los requetés, siempre estuvieron bajo el control militar.




5. La unión de la izquierda → mientras que las derechas estaban unidas y eran disciplinadas, las izquierdas eran un desastre.

Anarquistas, comunistas y el POUM hacían cada uno la guerra por su cuenta. Incluso algunos priorizaban la revolución a ganar la guerra.




De esta forma fueron comunes los problemas de orden público, la no cooperación en los frentes e incluso los enfrentamientos entre las distintas facciones que culminaron en las Jornadas de Mayo de 1937.

En estos sucesos se enfrentaban los grupos anarquistas y trotskistas (partidarios de la Revolución Permanente), por un lado, y el Gobierno de la República, la Generalidad de Cataluña y algunos grupos políticos, por otro lado.



Y sí has llegado hasta aquí es tu turno ¿Crees que hubo algún motivo más por el cual la Segunda República perdió la guerra?

sábado, 16 de noviembre de 2024

Guerras civiles argentinas: Combate de las Vizcacheras

Batalla de Las Vizcacheras


 
Monumento a Arbolito (Nicasio Maciel) en la ciudad de Rauch. Plaza Mitre.


A principios de 1829 el consejo de ministros del general Lavalle inventó el sistema de las “clasificaciones”, o sea la lista de todos los adversarios conocidos de esa situación, y esto con el objeto de asegurar o desterrar a los federales más conspicuos, como lo verificó con Tomás Manuel, Nicolás y Juan José Anchorena, con García Zúñiga, Arana, Terrero, Dolz, Maza, Rosas, etc. etc. (1)

Entretanto la reacción armada estallaba en casi toda la República.  La Legislatura de Córdoba le confirió al gobernador Bustos “facultades extraordinarias”, y éste se aprestó a defenderse del ataque que se le anunciaba y era fácil prever.  El general Quiroga declaró públicamente que se dirigía a restaurar las autoridades de Buenos Aires, y levantó una fuerte división en Cuyo.  El gobernador Ibarra se dio la mano con el de Tucumán y formaron otro cuerpo de ejército para defenderse ambos.  El general López, gobernador de Santa Fe, le declaró al general Lavalle que no le reconocía como gobernador de Buenos Aires y que cortaba con él toda relación de provincia a provincia. (2)  En la campaña sur de Buenos Aires fuertes grupos de milicianos armados, buscaban su incorporación en los puntos que a jefes de su devoción indicaba Rosas desde Santa Fe,

El general Lavalle no tenía, como Rivadavia, ni la reputación de un político que sólo sabía actuar dentro del derecho y de la ley, ni la égida de un congreso como el de 1826 que hiciera triunfar en principio los ideales de la minoría, conteniendo –en brillante tregua para la libertad del pensamiento-, el empuje incontrastable de los pueblos y caudillos semibárbaros.  No; que por ser exclusivamente un soldado cuadrado lo habían reconocido como jefe visible los unitarios que circunscribían su política a abrir camino con el sable a la Constitución de 1826.  Con él conseguían lo que no consiguieron con Rivadavia; que ése era la primera personalidad entre ellos; la que descolló por su gran iniciativa, y la que por su virtud a todos se impuso en el momento solemne de su caída.  El órgano oficial de los unitarios de 1828 condensaba esa política escribiendo: “… Al argumento de que si son pocos los federales es falta de generosidad perseguirlos, y si son muchos, es peligroso irritarlos, nosotros decimos que, sean muchos o pocos, no es tiempo de emplear la dulzura, sino el palo… sangre y fuego en el campo de batalla, energía y firmeza en los papeles públicos… Palo, porque sólo el palo reduce a los que hacen causa común con los salvajes.  Palo, y de no los principios se quedan escritos y la Reública sin Constitución” (3)  Nadie en la República se hacía ilusiones a este respecto; y por esto la reacción contra los unitarios de 1828, -aun prescindiendo del fusilamiento del gobernador Manuel Dorrego- se manifestó más radical y más violenta que la que se había limitado a hacer el vacío a los poderes nacionales de 1826.

La lucha sobrevino desde luego.  El coronel Juan Manuel de Rosas, del campo de Navarro se había dirigido a Santa Fe e impuesto al gobernador López de la situación de Buenos Aires, asegurándole que el general Lavalle estaba reducido en la ciudad, y que toda la campaña le era hostil.  López pensó, y con razón, que lo primero que haría Lavalle sería irse sobre Santa Fe; y calculando que Rosas podría ser un poderoso antemural en Buenos Aires por su influencia decisiva en las campañas, de lo cual tenía pruebas recientes, reunió sus milicias, nombró a Rosas mayor general de su ejército y abrió su campaña contra Lavalle invadiendo a Buenos Aires por el norte.  “…Quedé obligado a usar de la autoridad de que estaba investido, -escribía Rosas, desde su retiro de Southampton, recordando esos sucesos- y me puse a las órdenes del señor general López, general en jefe nombrado por la Convención Nacional, para operar contra el ejército de línea amotinado”. (4)

Lavalle envió al general José María Paz, al frente de la segunda división del ejército republicano, para que sofocase en las provincias del interior la resistencia de los jefes arriba mencionados; y mientras éste iniciaba su cruzada en Córdoba, él se dirigía con 1.500 veteranos al encuentro de López y de Rosas, quienes engrosaban su ejército con grupos numerosos de milicianos armados.

El general Estanislao López, con ser que inició su carrera en el Regimiento de Granaderos a Caballo y se batió heroicamente en San Lorenzo a las órdenes de San martín, no era un militar de las condiciones del general Lavalle; pero podía competir dignamente con éste, y aun superarlo en la clase de guerra que se propuso hacerle.  Era la guerra del viejo y astuto caudillo, que no empeñaba combates serios, pero que fatigaba continuamente a su adversario, presentándole por todos lados grupos de caballería bien montada, mientras él se apoderaba de los recursos, y conseguía llevarlo más o menos debilitado hacia un punto donde le caía entonces con todas sus fuerzas.  Los veteranos de Lavalle se veían por primera vez impotentes ante la pericia y astucia de esos dos jefes de milicias que obtenían en las dilatadas llanuras la ventaja singular de destruir su ejército regular, sin aceptar combates, sin presentarlos tampoco y dueños de los recursos y de los arbitrios de que aquél no podía echar mano.

Con todo, Lavalle comprendió la táctica especial de sus adversarios.  Ayudado de algunos hacendados adictos pudo montar sus soldados en caballos selectos y obligar a López y a Rosas a los combates de Las Palmitas y de Las Vizcacheras



Muerte del coronel Federico Rauch en Las Vizcacheras – 28 de marzo de 1829

Las Vizcacheras

En el combate que tuvo lugar en Las Vizcacheras el 28 de marzo de 1829 se enfrentaron un contingente federal de aproximadamente 600 hombres y otro unitario, de número similar.  A Las Vizcacheras hay que situarla en ese marco.  Las tropas leales a Lavalle –el fusilador de Dorrego- eran comandadas por Rauch, quien marchaba al frente de sus Húsares de Plata y contaba con otras unidades.  Del lado federal participó Prudencio Arnold, quien más tarde llegó al grado de coronel.  Cuenta en su libro “Un soldado argentino”, que Rauch les venía pisando los talones, con la ventaja de comandar tropas veteranas de la guerra del Brasil.  Los federales llegaron a Las Vizcacheras casi al mismo tiempo que un nutrido contingente de pu kona, que combatirían a su lado.  Dice Arnold: “en tales circunstancias el enemigo se avistó.  Sin tiempo que perder, formamos nuestra línea de combate de la manera siguiente: los escuadrones Sosa y Lorea formaron nuestra ala derecha, llevando de flanqueadores a los indios de Nicasio; los escuadrones Miranda y Blandengues el ala izquierda y como flanqueadores a los indios de Mariano; el escuadrón González y milicianos de la Guardia del Monte al centro, donde yo formé”. Arnold no brinda más datos sobre los lonko que guiaban a los peñi salvo que Nicasio llevaba como apellido cristiano Maciel, “valiente cacique que murió después de Caseros”.

Rotas las hostilidades, Rauch arrolló el centro de los federales y se empeñó a fondo –siempre según el relato de su adversario- sin percibir que sus dos alas eran derrotadas. Se distrajo y comenzó a saborear su triunfo pero pronto se vio rodeado de efectivos a los que supuso suyos.  Hay que recordar que por entonces, los federales sólo se diferenciaban de los unitarios por un cintillo que llevaban en sus sombreros, el que decía “Viva la federación”.  Anotó su rival: “cuando estuvo dentro de nosotros, reconoció que eran sus enemigos apercibiéndose recién del peligro que lo rodeaba. Trató de escapar defendiéndose con bizarría; pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose por los pajonales, hasta que el cabo de Blandengues, Manuel Andrada le boleó el caballo y el indio Nicasio lo ultimó… Así acabó su existencia el coronel Rauch, víctima de su propia torpeza militar”.  A raíz de su acción, Andrada fue ascendido a alférez.
 

Parte de la batalla

Informe del coronel Anacleto Medina al señor Inspector General coronel Blas Pico: “Chascomús, Marzo 29 de 1829 – El coronel que suscribe pone en conocimiento del Señor Inspector General, jefe del estado mayor, que habiéndose reunido en el punto de Siasgo al señor coronel Rauch, en virtud de órdenes que tenía, marchó toda la fuerza en persecución de los bandidos que habían invadido el pueblo de Monte, y ayer a las 2 de la tarde fueron alcanzados, como cuatro leguas de la estancia de los Cerrillos, del otro lado del Salado, en el lugar llamado de las Vizcachas.  Una y otra división se encontraron, y, cargándose, resultó flanqueada la nuestra por los indios, que ocupaban los dos costados del enemigo.  Después del choque, cedió nuestra tropa a la superioridad que, en doble número, tenía aquél, y se dispersó a distintos rumbos; ignorando el que firma cuál habrá seguido el comandante general del Norte.  Se me ha incorporado parte del regimiento de húsares con todos sus jefes, hallándose heridos el comandante Melián, el ayudante Schefer y el teniente Castro del regimiento 4.  El señor coronel D. Nicolás Medina se infiere que es muerto; y no será posible detallar la pérdida que habrá resultado, por no saber si se ha reunido por otro rumbo a otro jefe.  La pérdida del enemigo debe ser bastante.  Me he replegado a este punto con 72 húsares y 48 coraceros del 4. En él pienso permanecer, y defender esta población, que tengo probabilidad de que va a ser atacada, y se halla en gran compromiso el vecindario que se declaró por el orden.

El que suscribe saluda al Señor Inspector con su acostumbrada consideración.  Anacleto Medina”.

Referencias


  1. Véase Memorias póstumas del general Paz, Tomo II, página 345.  El general Paz era ministro de la guerra bajo ese gobierno del general Lavalle.
  2. Las notas de esta referencia se publicaron en Córdoba y posteriormente en El Archivo Americano.  Véase el Buenos Aires cautiva y La nación Argentina decapitada a nombre y por orden del nuevo Catalina Juan Lavalle (1829), que redacta en Santa Fe el padre Castañeda.
  3. Carta del 22 de setiembre de 1869 (duplicado en el archivo de Adolfo Saldías).
  4. Carta del 22 de setiembre de 1869 (duplicado en el archivo de Adolfo Saldías).

 

Fuente


  • Benencia, Julio Arturo – Partes de batallas de las Guerras Civiles (1822-1840) – Acad. Nacional de la Historia – Buenos Aires (1976).
  • Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
  • Moyano, Adrián – El ajusticiamiento del Coronel Rauch en Las Vizcacheras.
  • Portal www.revisionistas.com.ar


Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina – Ed. El Ateneo – Buenos Aires (1951).