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jueves, 19 de diciembre de 2024

Espionaje: El caso de la Reina Hatshepsut en el Antiguo Egipto

El caso de la Reina Hatshepsut: Espionaje y expansión en el Antiguo Egipto


  • El caso de la reina Hatshepsut: La reina egipcia Hatshepsut (1479-1458 a.C.) utilizó espías para proteger sus rutas comerciales y expandir su imperio.





Introducción

Hatshepsut, una de las figuras más enigmáticas y poderosas de la historia egipcia, reinó durante el período del Nuevo Reino (1479-1458 a.C.). Su reinado no solo fue notable por su duración y prosperidad, sino también por sus innovadoras estrategias de gobernanza y expansión. Una de estas estrategias implicaba el uso de una red de espías para proteger sus rutas comerciales y expandir su imperio. Esta faceta menos conocida de su gobierno revela la sofisticación y el alcance de su administración.

Contexto Histórico y Político

Hatshepsut ascendió al trono en una época en la que Egipto estaba recuperándose de conflictos internos y consolidando su poder. Aunque inicialmente gobernó como regente para su hijastro, Tutmosis III, eventualmente asumió el título de faraón y gobernó como tal durante más de dos décadas. Su reinado se caracterizó por una gran estabilidad política, económica y social, así como por ambiciosas campañas de construcción y comercio.

La Red de Espías de Hatshepsut

Para proteger sus intereses y asegurar la estabilidad de su reino, Hatshepsut empleó una sofisticada red de espías y agentes. Estos operaban tanto dentro como fuera de Egipto, recolectando información crucial sobre movimientos de tribus nómadas, actividades de estados rivales y condiciones de las rutas comerciales.

La red de espionaje de Hatshepsut no solo se centraba en amenazas militares, sino también en la vigilancia económica y diplomática. Los espías eran responsables de monitorear el comercio y asegurar que los tributos y bienes llegaran a Egipto sin interrupciones. También supervisaban la lealtad de los vasallos y funcionarios en las provincias y territorios bajo el control egipcio.

Protección de las Rutas Comerciales

Una de las mayores preocupaciones de Hatshepsut era la protección de las rutas comerciales. Durante su reinado, Egipto mantuvo rutas comerciales vitales con regiones tan distantes como Punt (probablemente la actual Somalia o Yemen), el Levante y Nubia. Estas rutas eran esenciales para la importación de bienes exóticos, como incienso, mirra, ébano, marfil y oro, que no solo enriquecían a Egipto, sino que también eran cruciales para los rituales religiosos y la legitimidad del faraón.

Los espías de Hatshepsut vigilaban estas rutas comerciales y proporcionaban informes regulares sobre las condiciones del camino, la seguridad y posibles amenazas. También recolectaban información sobre los movimientos de las tribus nómadas y bandidos que podrían intentar saquear las caravanas. Esta información permitía a Hatshepsut tomar decisiones informadas sobre cuándo y cómo enviar expediciones comerciales, así como desplegar fuerzas militares para protegerlas cuando fuera necesario.

La Expedición a Punt

Uno de los logros más notables de Hatshepsut fue la famosa expedición a la tierra de Punt. Esta expedición es detalladamente documentada en los relieves del templo de Deir el-Bahari, mostrando el esplendor y la importancia de este viaje. La expedición trajo de vuelta inmensas riquezas y productos exóticos, consolidando la prosperidad del reinado de Hatshepsut.

La organización y el éxito de esta expedición no habrían sido posibles sin una previa y meticulosa recolección de información. Los espías e informantes desempeñaron un papel crucial al proporcionar datos sobre las condiciones en Punt, las rutas más seguras y los mejores momentos para emprender el viaje. Esta red de inteligencia garantizó que la expedición se llevara a cabo sin contratiempos, fortaleciendo el comercio y las relaciones diplomáticas con Punt.

Expansión del Imperio

Hatshepsut no solo se centró en la protección de las rutas comerciales, sino también en la expansión territorial. Durante su reinado, Egipto extendió su influencia hacia Nubia en el sur y consolidó su poder en el Levante. La red de espías jugó un papel esencial en estas expansiones, proporcionando información sobre la fortaleza militar y las debilidades de los territorios objetivo.

Los espías de Hatshepsut también actuaban como diplomáticos, estableciendo contactos y negociando con líderes locales. Estos agentes recopilaban información sobre las alianzas y rivalidades entre tribus y ciudades-estado, lo que permitía a Hatshepsut diseñar estrategias de conquista o alianzas que fueran más efectivas y menos costosas en términos de recursos y vidas humanas.

Espionaje Interno y Control del Poder

Además de su red de espionaje externo, Hatshepsut empleó espías para mantener el control interno y asegurar su posición en el trono. Como una de las pocas mujeres faraonas, Hatshepsut enfrentó considerable oposición de ciertos sectores de la nobleza y el clero. Para contrarrestar esta oposición, necesitaba estar bien informada sobre los planes y conspiraciones que pudieran amenazar su reinado.

Los espías internos vigilaban a los nobles, generales y sacerdotes, informando a Hatshepsut de cualquier actividad sospechosa. Esta vigilancia constante permitió a Hatshepsut tomar medidas preventivas contra posibles complots y mantener la lealtad de sus seguidores. También le permitió identificar y neutralizar a sus adversarios antes de que pudieran actuar, asegurando así la estabilidad de su gobierno.

Legado de la Red de Espionaje de Hatshepsut

El uso de espías por parte de Hatshepsut no solo protegió su reinado y expandió su imperio, sino que también sentó las bases para las futuras prácticas de inteligencia en Egipto. Su enfoque en la recolección y el análisis de información para la toma de decisiones estratégicas demostró una comprensión avanzada de la política y la seguridad nacional.

El legado de Hatshepsut en el espionaje y la inteligencia se puede ver en la continuidad de estas prácticas en los reinados posteriores. Los faraones que la sucedieron continuaron utilizando redes de espías para proteger sus intereses y mantener el control sobre sus vastos territorios. Aunque Hatshepsut es más recordada por sus impresionantes proyectos de construcción y su próspero reinado, su habilidad para manejar la información y utilizarla estratégicamente es un testimonio de su capacidad como gobernante.

Conclusión

La historia de la red de espionaje de la reina Hatshepsut revela una faceta menos conocida pero crucial de su reinado. A través de una sofisticada red de informantes y espías, Hatshepsut protegió las rutas comerciales vitales, aseguró la expansión de su imperio y mantuvo el control interno. Su enfoque innovador y estratégico en el uso de la inteligencia no solo garantizó la prosperidad y estabilidad de su reinado, sino que también dejó un legado duradero en la historia del espionaje y la administración en el antiguo Egipto.

Estos casos muestran que el espionaje ha sido una herramienta importante en la historia, incluso en la Antigüedad, y que algunas de estas misiones podrían recordar a las aventuras de James Bond.

domingo, 8 de diciembre de 2024

Espionaje: Ramsés II y la batalla de Qadesh

El Espía de Ramsés II: Intriga y Estrategia en la Batalla de Qadesh






Introducción

En la vasta extensión del desierto egipcio, bajo el ardiente sol y entre las majestuosas sombras de los templos, se teje una historia de espionaje y valentía. Durante el reinado de Ramsés II (1279-1213 a.C.), uno de los faraones más célebres del Antiguo Egipto, un espía logró infiltrarse en el poderoso ejército hitita, proporcionando información crucial que permitió a Ramsés alcanzar una victoria decisiva en la Batalla de Qadesh. Esta es la historia de ese espía, un hombre cuyo nombre se ha perdido en el tiempo, pero cuyo legado perdura.

Contexto Histórico

La Batalla de Qadesh, librada alrededor del 1274 a.C., fue uno de los enfrentamientos más grandes de la historia antigua entre los ejércitos del Egipto faraónico y el Imperio Hitita. La ciudad de Qadesh, ubicada en el actual Siria, era un punto estratégico clave, y su control era vital para ambos imperios. Ramsés II, decidido a reafirmar el dominio egipcio en la región, marchó hacia el norte con su ejército, sin saber que los hititas, bajo el mando del rey Muwatalli II, habían preparado una trampa.

La Misión del Espía

En el corazón de Tebas, la capital del Imperio Egipcio, Ramsés II convocó a sus consejeros y generales para discutir la estrategia de la campaña. Entre ellos se encontraba un hombre de confianza, un maestro del disfraz y la infiltración, cuyo nombre y rostro eran conocidos solo por unos pocos. Este hombre, seleccionado por su lealtad y habilidades, fue asignado a una misión crucial: infiltrarse en el ejército hitita y recopilar información sobre sus planes y movimientos.

Disfrazado como un mercader cananeo, el espía emprendió su peligrosa misión. Viajando por rutas comerciales y evitando las patrullas hititas, logró llegar al campamento enemigo. Su conocimiento de los idiomas y costumbres locales le permitió mezclarse sin levantar sospechas. Fingiendo ser un comerciante en busca de oportunidades, se ganó la confianza de varios oficiales hititas, quienes, sin saberlo, compartieron detalles vitales sobre los planes de Muwatalli II.

En el Corazón del Campamento Hitita

El campamento hitita estaba lleno de actividad y tensión, con soldados entrenando y oficiales planificando estrategias. El espía observaba cuidadosamente, recopilando información sobre la disposición de las tropas, la cantidad de carros de combate y las tácticas previstas. Cada noche, en la soledad de su tienda, escribía sus observaciones en pequeños pergaminos que llevaba escondidos en su túnica.

Una noche, mientras servía vino a un grupo de oficiales, escuchó una conversación que cambiaría el curso de la campaña. Los hititas planeaban una emboscada en Qadesh, esperando atrapar al ejército egipcio en una trampa mortal. El espía sabía que debía regresar con esta información lo antes posible. En una misión llena de peligros, decidió marcharse del campamento hitita antes de que su disfraz fuera descubierto.

El Regreso a Egipto

El camino de regreso a las líneas egipcias fue arduo y peligroso. El espía debía evitar no solo las patrullas hititas, sino también a los bandidos y las tribus hostiles del desierto. Sin embargo, su determinación y habilidad lo mantuvieron a salvo. Después de varios días de viaje, llegó al campamento de Ramsés II y solicitó una audiencia inmediata con el faraón.

Ramsés, siempre vigilante y consciente de la importancia de la inteligencia en la guerra, escuchó atentamente el informe del espía. La noticia de la emboscada hitita lo tomó por sorpresa, pero también le dio la ventaja estratégica que necesitaba. Ramsés convocó a sus generales y rediseñó su plan de batalla en función de la nueva información.

La Batalla de Qadesh

Armado con el conocimiento de los planes hititas, Ramsés II movilizó a su ejército con precisión. Dividió sus fuerzas en cuatro divisiones, nombradas en honor a los dioses egipcios: Amón, Ra, Ptah y Seth. La división de Amón, comandada por el propio Ramsés, marchó directamente hacia Qadesh, fingiendo ignorar la presencia del enemigo.

Cuando los hititas lanzaron su emboscada, la división de Ramsés resistió el ataque inicial con valentía. Utilizando su conocimiento previo de la emboscada, Ramsés mantuvo la moral de sus tropas alta y coordinó un contraataque feroz. Las otras tres divisiones egipcias, previamente ocultas y preparadas, se lanzaron sobre los hititas desde diferentes direcciones, sorprendiendo y desorganizando a las fuerzas de Muwatalli II.

La batalla fue intensa y brutal, con ambos lados sufriendo grandes pérdidas. Sin embargo, gracias a la información proporcionada por el espía, los egipcios lograron evitar la trampa y responder con una fuerza devastadora. Aunque la batalla terminó en un empate táctico, con ambos ejércitos reclamando la victoria, Ramsés II pudo regresar a Egipto con su ejército intacto, consolidando su reputación como un gran estratega y líder militar.

El Legado del Espía

El espía regresó a Tebas como un héroe desconocido. Su valentía y habilidades habían salvado innumerables vidas y habían asegurado la estabilidad del imperio egipcio. Ramsés II, consciente del valor de su servicio, le otorgó recompensas y honores, aunque su identidad permaneció en secreto para la mayoría.

El legado del espía se mantuvo en las historias contadas por generaciones, un recordatorio de la importancia de la inteligencia y la estrategia en tiempos de guerra. La historia de su misión fue inscrita en los templos y monumentos, junto con los grandes logros de Ramsés II, como un testimonio de la astucia y la valentía que definieron el reinado de uno de los faraones más grandes de Egipto.

Conclusión

La historia del espía de Ramsés II es un ejemplo de cómo el valor individual y la inteligencia pueden influir en el curso de la historia. En un mundo de intrigas y peligros, su misión secreta proporcionó a Egipto la ventaja necesaria para enfrentarse a uno de sus mayores desafíos. Aunque su nombre se ha perdido en el tiempo, su legado perdura, recordándonos que, a menudo, los héroes más grandes son aquellos cuyas acciones permanecen en las sombras.

jueves, 31 de agosto de 2023

Roma: Julio César sitiado en Alejandría

César sitiado en Alejandría

Weapons and Warfare

 


“Batalla de Alejandría César dejó atrás su capa púrpura que luego fue capturada por los alejandrinos como trofeo de batalla”



Poco después de la llegada de Cleopatra en octubre del 48 a. C., César se mudó de la villa en los terrenos reales al palacio propiamente dicho. Cada generación de Ptolomeos se había sumado a ese extenso complejo, tan magnífico en su diseño como en sus materiales. “Faraón” significa “la casa más grande” en el antiguo egipcio, y los Ptolomeos se habían pronunciado sobre esto. El palacio incluía más de cien habitaciones para invitados. Caesar contempló los exuberantes terrenos salpicados de fuentes, estatuas y casas de huéspedes; una pasarela abovedada conducía desde el complejo del palacio a su teatro, que se encontraba en un terreno más alto. Ningún monarca helenístico hizo mejor la opulencia que los Ptolomeos, los principales importadores de alfombras persas, de marfil y oro, carey y piel de pantera. Como regla general cualquier superficie que pudiera ser ornamentada era con granate y topacio, con encáustica, con mosaico brillante, con oro Los artesonados estaban tachonados con ágata y lapislázuli, las puertas de cedro con nácar, las puertas cubiertas de oro y plata. Los capiteles corintios brillaban con marfil y oro. El palacio de Cleopatra contaba con la mayor profusión de materiales preciosos conocida en la época.

En la medida en que era posible estar cómodo durante el asedio, Cleopatra y César estaban bien acomodados. Sin embargo, ni la extravagante vajilla ni los lujosos muebles de su reducto restaban valor al hecho de que Cleopatra —prácticamente sola en la ciudad— estaba ansiosa por que un romano se involucrara en los asuntos egipcios. Los estruendos y abucheos afuera, las peleas en la calle, las piedras que zumbaban, recalcaron ese punto. Los combates más intensos tuvieron lugar en el puerto, que los alejandrinos intentaron bloquear. Al principio consiguieron prender fuego a varios cargueros romanos. La flota que Cleopatra había prestado a Pompeyo también había regresado. Ambos bandos competían por el control de esos cincuenta cuatrirremes y quinquerremes, grandes embarcaciones que requerían cuatro y cinco filas de remeros. César no podía permitir que los barcos cayeran en manos enemigas si esperaba ver provisiones o refuerzos, para lo cual había enviado llamadas en todas direcciones. Tampoco podía aspirar a tripularlos. Estaba seriamente superado en número y en desventaja geográfica; desesperado, prendió fuego a los barcos de guerra anclados. La reacción de Cleopatra cuando las llamas se extendieron por las cuerdas y las cubiertas es difícil de imaginar. No podría haber escapado a las penetrantes nubes de humo, agudas con el olor a resina, que flotaban en sus jardines; el palacio estaba iluminado por las llamas, que ardieron hasta bien entrada la noche. Este fue el incendio del astillero que puede haber reclamado una parte de la biblioteca de Alejandría. Tampoco pudo faltar Cleopatra a la batalla campal que precedió a la conflagración, por la que salió toda la ciudad: “Y no había un alma en Alejandría, ya fuera romano o ciudadano, excepto aquellos cuya atención estaba absorta en el trabajo de fortificación o en la lucha, que no se dirigieron a los edificios más altos y tomaron su lugar para ver el espectáculo desde cualquier punto de vista, y con oraciones y votos exigen la victoria para su propio lado de los dioses inmortales.” En medio de una mezcla de gritos y mucha conmoción, los hombres de César se apresuraron a subir a Pharos para apoderarse del gran faro. César les permitió un poco de botín y luego colocó una guarnición en la isla rocosa. En medio de una mezcla de gritos y mucha conmoción, los hombres de César corrieron hacia Faros para apoderarse del gran faro. César les permitió un poco de botín y luego colocó una guarnición en la isla rocosa. En medio de una mezcla de gritos y mucha conmoción, los hombres de César corrieron hacia Faros para apoderarse del gran faro. César les permitió un poco de botín y luego colocó una guarnición en la isla rocosa.

También poco después de la llegada de Cleopatra, César compuso las páginas finales del volumen que hoy conocemos como La Guerra Civil. Habría estado escribiendo sobre esos eventos en algo cercano al tiempo real. Se ha sugerido que rompió donde lo hizo, con la deserción de Arsinoe y el asesinato de Pothinus, por razones literarias o políticas. César no podía disertar fácilmente sobre una república occidental en un palacio oriental. También estaba en ese momento de su narración brevemente en posesión de la sartén por el mango. Igual de probable es que César se encontrara con menos tiempo para escribir, si no abrumado. De hecho, fue el hombre que dictó cartas desde su asiento en el estadio, que produjo un texto en latín mientras viajaba desde la Galia, un largo poema en el camino a España. Sin embargo, el asesinato del eunuco Potino había galvanizado a la oposición. Ya incluía a las mujeres y niños de la ciudad. No tenían necesidad de mamparas de mimbre ni de arietes, felices como estaban de expresarse con hondas y piedras. Rociadas de misiles caseros arrojaron las paredes del palacio. Las batallas estallaron día y noche, mientras Alejandría se llenaba de entusiastas refuerzos y de cabañas de asedio y catapultas de varios tamaños. Se levantaron barricadas de piedra de triple ancho y doce metros por toda la ciudad, transformadas en un campamento armado.

Desde el palacio, César observó lo que había puesto a Alejandría en el mapa y lo que la hacía tan difícil de gobernar: su gente era inagotable e ilimitadamente ingeniosa. Sus hombres miraban con asombro y resentimiento; el ingenio estaba destinado a ser una especialidad romana, ya que los alejandrinos construyeron torres de asalto de diez pisos con ruedas. Los animales de tiro conducían esos gigantescos artilugios por las avenidas rectas y pavimentadas de la ciudad. Dos cosas en particular asombraron a los romanos. Todo podría lograrse más rápidamente en Alejandría. Y su gente eran hábiles copistas de primer orden. Repetidamente fueron César uno mejor. Como relató más tarde un general romano, “realizaban todo lo que nos veían hacer con tal habilidad que parecía que nuestras tropas habían imitado su trabajo”. El orgullo nacional estaba en juego en ambos lados. Cuando César venció a los marineros alejandrinos en una batalla naval, quedaron destrozados. Posteriormente se lanzaron a la tarea de construir una flota. En el astillero real secreto se encontraban varios barcos viejos, que ya no estaban en condiciones de navegar. Cayeron las columnatas y los techos de los gimnasios, sus vigas mágicamente transformadas en remos. En cuestión de días, se materializaron veintidós cuadrirremes y cinco quinquerremes, junto con varias embarcaciones más pequeñas, tripuladas y listas para el combate. Casi de la noche a la mañana, los egipcios conjuraron una armada dos veces más grande que la de César.* se materializaron veintidós cuatrirremes y cinco quinquerremes, junto con una serie de embarcaciones más pequeñas, tripuladas y listas para el combate. Casi de la noche a la mañana, los egipcios conjuraron una armada dos veces más grande que la de César.* se materializaron veintidós cuatrirremes y cinco quinquerremes, junto con una serie de embarcaciones más pequeñas, tripuladas y listas para el combate. Casi de la noche a la mañana, los egipcios conjuraron una armada dos veces más grande que la de César.*

Los romanos farfullaron repetidamente acerca de las capacidades gemelas alejandrinas para el engaño y la traición, lo que en medio de un conflicto armado seguramente cuenta como un gran elogio. Como para probar el punto, Ganímedes, el extutor de Arsinoe y el nuevo comandante real, puso a sus hombres a trabajar cavando pozos profundos. Drenaron los conductos subterráneos de la ciudad, en los que bombearon agua de mar. Rápidamente el agua del palacio se volvió turbia e imbebible. (Es posible que Ganímedes supiera o no que se trataba de un viejo truco de César, que también había molestado a Pompeyo). Los romanos entraron en pánico. ¿No tenía más sentido retirarse de inmediato? César calmó a sus hombres: el agua dulce no podía estar lejos, ya que las venas de ella se encontraban cerca de los océanos. Uno yacía más allá de los muros del palacio. En cuanto a la retirada, no era una opción. Los legionarios no podían llegar a sus barcos sin que los alejandrinos los masacraran. César ordenó una excavación durante toda la noche, lo que demostró que tenía razón; sus hombres localizaron rápidamente agua dulce. Sin embargo, seguía siendo cierto que, de su lado, los alejandrinos tenían una gran inteligencia y abundantes recursos, así como la más poderosa de las motivaciones: su autonomía estaba en juego. Tenían recuerdos claramente desfavorables de Gabinius, el general que había devuelto a Auletes al trono. Dejar de expulsar a César ahora era convertirse en una provincia de Roma. César solo podía recordar a sus hombres que debían luchar con la misma convicción. así como la más poderosa de las motivaciones: su autonomía estaba en juego. Tenían recuerdos claramente desfavorables de Gabinius, el general que había devuelto a Auletes al trono. Dejar de expulsar a César ahora era convertirse en una provincia de Roma. César solo podía recordar a sus hombres que debían luchar con la misma convicción. así como la más poderosa de las motivaciones: su autonomía estaba en juego. Tenían recuerdos claramente desfavorables de Gabinius, el general que había devuelto a Auletes al trono. Dejar de expulsar a César ahora era convertirse en una provincia de Roma. César solo podía recordar a sus hombres que debían luchar con la misma convicción.

Se encontró completamente a la defensiva, quizás otra razón por la cual el relato de la Guerra de Alejandría que lleva su nombre fue escrito por un oficial superior, basado en conversaciones de posguerra. De hecho, César controlaba el palacio y el faro en el este, pero Aquilas, el comandante de Ptolomeo, dominaba el resto de la ciudad y con él casi todas las posiciones ventajosas. Sus hombres emboscaron persistentemente los suministros romanos. Afortunadamente para César, si había algo con lo que podía contar tanto como con el ingenio alejandrino, era con las luchas internas alejandrinas. El tutor de Arsinoe discutió con Achillas, a quien acusó de traición. La trama siguió a la contratrama, para deleite del ejército, sobornado generosamente y, a su vez, con más generosidad por cada bando. Finalmente, Arsinoe convenció a su tutor para que asesinara al temible Achillas. Cleopatra sabía bien lo que había logrado su hermana Berenice en ausencia de su padre; había cometido un grave error al no poder evitar la fuga de Arsinoe.

Sin embargo, Arsinoe y Ganymedes resultaron no ser los favoritos de la gente. Los alejandrinos lo dejaron claro cuando se acercaron los refuerzos y cuando César, a pesar de un nado forzado en el puerto y una pérdida devastadora de hombres, comenzó a sentir que la guerra se estaba volviendo a su favor. Al palacio llegó una delegación a mediados de enero, poco después del vigésimo segundo cumpleaños de Cleopatra. Presionaron por la liberación del joven Ptolomeo. El pueblo ya había intentado sin éxito liberar a su rey. Ahora afirmaban que habían terminado con su hermana. Anhelaban la paz. Necesitaban a Ptolomeo “para, como afirmaban, poder consultar con él sobre los términos en los que se podría efectuar una tregua”. Claramente se había comportado bien mientras estaba bajo vigilancia. Generalmente no dejaba impresión de fortaleza o liderazgo, aunque la petulancia era algo natural en él. César vio algunas ventajas en su liberación. Si los alejandrinos se rindieran, tendría que prescindir de algún modo de este rey extraño; Ptolomeo claramente nunca más podría gobernar con su hermana. En su ausencia, César tendría mejores motivos para entregar los alejandrinos a Cleopatra. Y si Ptolomeo siguiera luchando (no está claro si la justificación aquí fue de César o se le atribuyó a él más tarde), los romanos estarían llevando a cabo una guerra que era tanto más honorable por ser librada “contra un rey en lugar de contra una banda de soldados”. refugiados y esclavos fugitivos”.

César invitó debidamente al hermano de trece años de Cleopatra a conversar. Lo instó a “pensar en su reino ancestral, a tener piedad de su gloriosa patria, que había sido desfigurada por la deshonra del fuego y la ruina; comenzar por traer de vuelta a su pueblo a sus sentidos, y luego salvarlos; y confiar en el pueblo romano y en sí mismo, César, cuya fe en él fue lo suficientemente firme como para enviarlo a unirse a los enemigos que estaban en armas”. Entonces César despidió al joven. Ptolomeo no hizo ningún movimiento para irse; en su lugar, de nuevo se disolvió en lágrimas. Le rogó a César que no lo despidiera. Su amistad significaba más para él incluso que su trono. Su devoción conmovió a César quien, con los ojos llorosos a su vez, le aseguró que pronto se reunirían. Ante lo cual el joven Ptolomeo partió para abrazar la guerra con una nueva intensidad, uno que confirmó que “las lágrimas que había derramado al hablar con César eran obviamente lágrimas de alegría”. Solo los hombres de César parecían complacidos con este giro de los acontecimientos, que esperaban que pudiera curar a su comandante de sus formas absurdamente indulgentes. La comedia no habría sorprendido a Cleopatra, bien dotada en las artes dramáticas, y posiblemente incluso la mente maestra detrás de esta escena. Es concebible que César liberara a Ptolomeo para sembrar más discordia entre las filas rebeldes. Si lo hizo (la interpretación es generosa), presumiblemente Cleopatra colaboró ​​en la puesta en escena. y posiblemente incluso la mente maestra detrás de esta escena. Es concebible que César liberara a Ptolomeo para sembrar más discordia entre las filas rebeldes. Si lo hizo (la interpretación es generosa), presumiblemente Cleopatra colaboró ​​en la puesta en escena. y posiblemente incluso la mente maestra detrás de esta escena. Es concebible que César liberara a Ptolomeo para sembrar más discordia entre las filas rebeldes. Si lo hizo (la interpretación es generosa), presumiblemente Cleopatra colaboró ​​en la puesta en escena.

Afortunadamente para César y Cleopatra, un gran ejército de refuerzos se apresuró hacia Alejandría. La mejor ayuda provino de un funcionario de alto rango de Judea, que llegó con un contingente de tres mil judíos bien armados. Ptolomeo se dispuso a aplastar esa fuerza casi en el mismo momento en que César se dispuso a unirse a ella; estuvo durante algún tiempo frustrado por la caballería egipcia. Todos convergieron en una feroz batalla al oeste del Nilo, en un lugar a medio camino entre Alejandría y el actual El Cairo. Las bajas fueron grandes en ambos bandos, pero, al asaltar el punto más alto del campamento egipcio en una maniobra sorpresa a primera hora de la mañana, César logró una rápida victoria. Aterrorizados, un gran número de egipcios se arrojaron desde las murallas de su fuerte hacia las trincheras circundantes. Algunos sobrevivieron. Parecía que Ptolomeo no; probablemente fue poco llorado por nadie, incluidos sus asesores. Como su cuerpo nunca se materializó, César se esforzó especialmente en exhibir su armadura dorada, lo cual hizo. Los poderes mágicos y rejuvenecedores del Nilo eran bien conocidos; ya había entregado reinas en costales y niños en cestos. César no quería una resurrección en sus manos, aunque incluso sus esfuerzos meticulosos ahora no evitarían la aparición de un pretendiente de Ptolomeo más tarde.

Con su caballería, César se apresuró a Alejandría, para recibir el tipo de bienvenida que sin duda había esperado meses antes: “Toda la población de la ciudad arrojó sus armas, abandonó sus defensas, asumió el atuendo con el que los suplicantes comúnmente anhelan el perdón de sus amos, y después de sacar todos los objetos sagrados con cuyo respeto religioso solían apelar a sus monarcas disgustados o enojados, fueron al encuentro de César cuando se acercaba y se rindieron a él”. Graciosamente aceptó la rendición y consoló al populacho. Cleopatra habría estado extasiada; La derrota de César habría sido la de ella también. Es de suponer que recibió un aviso previo, pero en cualquier caso habría escuchado los estridentes vítores cuando César se acercó a caballo. Sus legiones lo recibieron en el palacio con fuertes aplausos. Era el 27 de marzo; el alivio debe haber sido extremo. Los hombres de César le habían prestado más de una década de servicio y, al llegar a Alejandría, creían que la guerra civil había terminado. De ninguna manera habían contado con esta última hazaña, poco entendida. Tampoco estaban solos en su consternación. Roma no había tenido noticias de César desde diciembre. ¿Qué lo retenía en Egipto, cuando todo estaba fuera de lugar en casa? Fuera cual fuera el motivo de la demora, el silencio era inquietante. Debe haber comenzado a parecer que Egipto había reclamado a César como lo había hecho con Pompeyo y, como algunos argumentarían, de una manera completamente diferente, finalmente lo haría. ¿Qué lo retenía en Egipto, cuando todo estaba fuera de lugar en casa? Fuera cual fuera el motivo de la demora, el silencio era inquietante. Debe haber comenzado a parecer que Egipto había reclamado a César como lo había hecho con Pompeyo y, como algunos argumentarían, de una manera completamente diferente, finalmente lo haría. ¿Qué lo retenía en Egipto, cuando todo estaba fuera de lugar en casa? Fuera cual fuera el motivo de la demora, el silencio era inquietante. Debe haber comenzado a parecer que Egipto había reclamado a César como lo había hecho con Pompeyo y, como algunos argumentarían, de una manera completamente diferente, finalmente lo haría.

domingo, 2 de abril de 2023

Fortalezas del Antiguo Egipto

Fortalezas del Antiguo Egipto

Weapons and Warfare



Buhen

Este fue un sitio entre la segunda y la primera catarata del Nilo cerca de WADI HALFA, establecido como un puesto de avanzada ya en la Segunda Dinastía (2770-2649 a. C.). Esta era estuvo marcada por fortificaciones y sirvió como límite de Egipto y NUBIA (Sudán moderno) en ciertas épocas. Los faraones del Nuevo Reino (1550-1070 a. C.) construyeron extensamente en Buhen. También se descubrió una FORTALEZA del Reino Medio (2040-1640 a. C.) en el sitio, con muros exteriores para la defensa, bastiones y dos templos interiores, siguiendo el patrón normal para tales estructuras militares en Egipto. HATSHEPSUT, la Reina-Faraón (r. 1473–1458 a. C.), construyó un templo en la parte sur de Buhen, con un santuario de cinco cámaras, rodeado por una columnata. TUTHMOSIS III (r. 1479–1425 AEC) renovó el templo, encerrando un complejo y agregando pórticos.

La fortaleza real de Buhen era una estructura elaborada, construida en parte de roca con adiciones de ladrillo. El fuerte estaba apartado del río, dando paso a una pendiente rocosa. Estos muros sostenían contrafuertes externos, que fueron diseñados para girar hacia el sur y el este hacia el Nilo. Se agregó una zanja para la defensa, excavada en la roca y con lados profundos que se inclinaban considerablemente y se allanaron para disuadir los intentos de escalar. Una puerta de entrada en el muro sur se abría a un complejo militar interior, que también contenía los templos originales. A AMENHOTEP II (r. 1427-1391 a. C.) se le atribuye un santuario erigido allí.

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La defensa de Egipto y sus soldados tomó varias formas, incluidas las obras de construcción defensivas (como fortalezas, muros y puestos fronterizos), el uso de escudos personales por parte de los soldados y, posiblemente, a través de maniobras políticas de los gobernantes de Egipto. Uno de los proyectos defensivos más grandes del antiguo Egipto fue la construcción de fortalezas fronterizas. Hubo varios ejemplos de estos construidos a lo largo de la historia del Egipto dinástico por orden de varios faraones. Uno de los faraones más famosos, Ramsés II, ordenó la construcción de una línea de tales fortalezas a lo largo de la costa noroeste de Egipto en un intento por evitar nuevas infiltraciones en sus tierras por parte de los 'Pueblos del Mar'.

Como se discutió anteriormente, antes del Nuevo Reino, Egipto generalmente tenía una política de defensa de sus fronteras existentes en lugar de mirar hacia afuera a la expansión geográfica y política del estado. Como resultado de esta perspectiva particular, Egipto no tenía un ejército permanente, sino que dependía casi exclusivamente de las milicias provinciales y el servicio militar obligatorio cuando estaba amenazado de invasión. Un ejemplo de esto tuvo lugar en la Sexta Dinastía (durante el reinado de Pepi I) cuando un intento de invasión de los 'habitantes de la arena' o 'Shasu' amenazó sus fronteras orientales. La fuerza levantada por Pepi I estaba dirigida por Weni, un funcionario judicial sin experiencia previa en liderazgo militar. Con los números de su lado, se superó la falta de experiencia de Weni, lo que condujo a un resultado exitoso para Egipto. Debido a esto, Weni fue nombrado comandante del ejército para al menos cuatro operaciones más contra los 'habitantes de la arena'. Parecería que Pepi I estaba perfectamente contento con dejar las actividades de su ejército en maniobras defensivas y no tenía ningún deseo, y quizás ningún recurso, de expandir las fronteras de Egipto en ese momento. Entonces, ¿las actitudes militares/defensivas del Reino Antiguo influyeron en la construcción de fortalezas? Ciertamente, las fortalezas no parecen haber sido diseñadas específicamente para invasiones externas. Entonces, ¿las actitudes militares/defensivas del Reino Antiguo influyeron en la construcción de fortalezas? Ciertamente, las fortalezas no parecen haber sido diseñadas específicamente para invasiones externas. Entonces, ¿las actitudes militares/defensivas del Reino Antiguo influyeron en la construcción de fortalezas? Ciertamente, las fortalezas no parecen haber sido diseñadas específicamente para invasiones externas.

Los antiguos egipcios construyeron fortalezas (en lugar de ciudades fortificadas) para proteger y controlar las vulnerables fronteras norte y sur de Egipto. Estas estructuras, principalmente de adobe, podrían albergar hasta unos pocos cientos de tropas (ocasionalmente compuestas por soldados nubios, filisteos o libios), sirviendo hasta por seis años a la vez. Según los Papiros de Semna (informes que fueron enviados por el comandante de la fortaleza de Semna al cuartel militar de Tebas durante el reinado de Amenemhat III), estas tropas debían realizar patrullas de vigilancia y reconocimiento de las áreas circundantes a intervalos regulares. Hubo ejemplos de fortalezas (llamadas las Murallas del Príncipe) que se construyeron en el delta oriental durante el reinado de Amenemhat I (1991-1962 aC), que fueron diseñadas para defender la ruta costera desde el Levante. Esto fue aproximadamente al mismo tiempo que se construyó una fortaleza en Wadi Natrun, que fue diseñada para defender la región occidental del Delta contra los invasores libios. Estos sitios se mantuvieron y mejoraron durante el Imperio Nuevo, quizás como una forma de evitar la reinvasión de los hicsos, que habían gobernado esta zona de Egipto en el Segundo Período Intermedio entre el Reino Medio y el Reino Nuevo.

La fortaleza de adobe de Buhen, en la Baja Nubia (en la Segunda Catarata, 156 millas río arriba de Asuán), es una de las estructuras más conocidas e impresionantes. Buhen fue una de las fortalezas más elaboradas del antiguo Egipto y unió todas las fortalezas de la Segunda Catarata bajo su mando en la época del Nuevo Reino. Inicialmente fundado en la Segunda Dinastía, el sitio se estableció desde el principio como un centro comercial, y se hizo conocido por la fundición de cobre en las Dinastías Cuarta y Quinta. Fue durante el Reino Medio cuando la fortaleza se amplió y reforzó para convertirse en una fortaleza fronteriza, una de las once existentes en la zona. Estas mejoras tomaron la forma de murallas de adobe añadidas al muro occidental exterior de 4 m de espesor, que a su vez incorporaba cinco grandes torres. También había una gran torre central que servía de entrada principal (formada por dos vanos con puertas dobles de madera) y un puente levadizo. La fortaleza interior se construyó a lo largo de un plano cuadrado más regular y tenía torres en cada esquina junto con baluartes que estaban a intervalos de 5 metros.

Si bien las fortalezas siempre jugaron un papel defensivo hasta cierto punto, existen muchas interpretaciones sobre su papel central, tanto en términos de función como de simbolismo. Shaw es de la opinión de que estas fortalezas nubias no fueron diseñadas para la defensa fronteriza sino, de hecho, para proteger el monopolio de Egipto sobre bienes comerciales exóticos (como el oro y el marfil) que se traían a Egipto a través de Nubia.412 Los arqueólogos generalmente creen que fortalezas como Buhen se diseñaron por motivos de propaganda, con elaboradas almenas, bastiones y zanjas. Como Buhen se construyó en un terreno llano con una planta cuadrada, se habría visto muy impresionante pero, posiblemente, habría sido difícil defenderlo de manera efectiva ya que carecía de cualquier ventaja, como estar construido en la cima de una colina u otra tierra elevada. Ciertamente por el Nuevo Reino,

Dejando a un lado los argumentos sobre su papel exacto, la importancia de las fortalezas no puede ignorarse y la construcción de nuevas fortalezas (o más bien fuertes y murallas) continúa durante mucho tiempo en todo el Nuevo Reino y más allá. Algunos de los más notables incluyen la serie de fuertes a lo largo de la costa mediterránea del delta que fueron encargados por Ramsés II y los fuertes en Qasr Ibrim y Qasr Qarun que fueron construidos por los gobernantes romanos en el período greco-romano de la historia de Egipto. Durante períodos de gran agitación (como el Tercer Período Intermedio y el Período Tardío) hubo un aumento en la construcción de fortificaciones. El rey kushita Piye incluso se jactó en su estela en Gebel Barkal de su derrota de los egipcios en el 734 a. C., lo que incluye una mención del Medio Egipto y sus diecinueve asentamientos fortificados junto con varias ciudades amuralladas en el delta egipcio.

La fortaleza de Mirgissa

fortalezas egipcias

Descubren la fortaleza antigua más grande de Egipto

jueves, 23 de marzo de 2023

Egipto Antiguo: La supervivencia del más apto

Egipto: La supervivencia del más apto

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Los sucesores del rey persa Darío mostraron mucho menos interés en su satrapía egipcia. Dejaron incluso de hablar de boquilla sobre las tradiciones de la realeza y la religión egipcias. La actividad comercial comenzó a declinar y el control político se aflojó a medida que los persas centraron su atención cada vez más en sus problemáticas provincias occidentales y los "estados terroristas" de Atenas y Esparta. En este contexto de debilidad política y malestar económico, la relación de los egipcios con sus amos extranjeros comenzó a agriarse. Un año antes de la muerte de Darío I, estalló la primera revuelta en el delta. El siguiente gran rey, Jerjes I (486–465), tardó dos años en sofocar el levantamiento. Para evitar que se repitiera, purgó a los egipcios de los puestos de autoridad, pero no pudo detener la podredumbre. Mientras Jerjes y sus funcionarios estaban preocupados por luchar contra los griegos en las épicas batallas de las Termópilas y Salamina, los miembros de las antiguas familias provinciales del Bajo Egipto comenzaron a soñar con recuperar el poder; algunos incluso llegaron a reclamar títulos reales. Después de menos de medio siglo, el dominio persa comenzaba a desmoronarse.


El asesinato de Jerjes I en el verano de 465 proporcionó la oportunidad y el estímulo para una segunda revuelta egipcia. Esta vez, fue dirigida por Irethoreru, un carismático príncipe de Sais que seguía la tradición familiar, y la revuelta no fue tan fácil de sofocar. En un año, había ganado seguidores en todo el delta y más allá; incluso los escribas del gobierno en el Oasis de Kharga fecharon los contratos legales en el "año dos de Irethoreru, príncipe de los rebeldes". Solo en el extremo sureste del país, en las canteras de Wadi Hammamat, los funcionarios locales aún reconocían la autoridad del gobernante persa. Sintiendo la popularidad de su causa, Irethoreru apeló al gran enemigo de los persas, Atenas, en busca de apoyo militar. Todavía dolidos por la cruel destrucción de sus lugares sagrados por parte del ejército de Xerxes dos décadas antes, los atenienses estaban encantados de ayudar. Enviaron una flota de batalla a la costa egipcia, y las fuerzas greco-egipcias combinadas lograron hacer retroceder al ejército persa a sus cuarteles en Menfis y mantenerlos inmovilizados allí durante muchos meses. Pero los persas no iban a renunciar tan fácilmente a su provincia más rica. Eventualmente, por pura fuerza numérica, escaparon de Menfis y comenzaron a recuperar el país, región por región. Después de una lucha que duró casi una década, Irethoreru finalmente fue capturado y crucificado como una advertencia sombría para otros posibles insurgentes. Pero los persas no iban a renunciar tan fácilmente a su provincia más rica. Eventualmente, por pura fuerza numérica, escaparon de Menfis y comenzaron a recuperar el país, región por región. Después de una lucha que duró casi una década, Irethoreru finalmente fue capturado y crucificado como una advertencia sombría para otros posibles insurgentes. Pero los persas no iban a renunciar tan fácilmente a su provincia más rica. Eventualmente, por pura fuerza numérica, escaparon de Menfis y comenzaron a recuperar el país, región por región. Después de una lucha que duró casi una década, Irethoreru finalmente fue capturado y crucificado como una advertencia sombría para otros posibles insurgentes.

Los egipcios, sin embargo, habían disfrutado de su breve sabor a la libertad y no pasó mucho tiempo antes de que estallara otra rebelión, una vez más bajo el liderazgo de Saite y una vez más con el apoyo de Atenas. Solo el tratado de paz de 449 entre Persia y Atenas detuvo temporalmente la participación griega en los asuntos internos de Egipto y permitió la reanudación del libre comercio y los viajes entre las dos potencias mediterráneas. (Uno de los beneficiarios de la nueva dispensación fue Heródoto, quien visitó Egipto en algún momento de la década de 440). Sin embargo, el descontento egipcio no se evaporó. La perspectiva de otro gran levantamiento parecía segura.

En 410, la lucha civil estalló en todo el país, con casi la anarquía y la violencia intercomunitaria estallando en el sur profundo. Por instigación de los sacerdotes egipcios de Khnum, en la isla de Abu, matones atacaron el vecino templo judío de Yahvé. Los perpetradores fueron arrestados y encarcelados, pero, aun así, era una señal de que la sociedad egipcia estaba convulsa. En el delta, una nueva generación de príncipes tomó la bandera de la independencia, encabezada por el nieto del primer líder rebelde de cuarenta años antes. Psamtek-Amenirdis de Sais recibió su nombre de su abuelo, pero también llevaba el orgulloso nombre del fundador de la dinastía Saite, y estaba decidido a restaurar la fortuna de la familia. Lanzó una guerra de guerrillas de bajo nivel en el delta contra los señores supremos persas de Egipto, utilizando su conocimiento local detallado para desgastar a sus oponentes. Por seis años,

Finalmente llegó el punto de inflexión. En 525, Cambises aprovechó al máximo la muerte del faraón para emprender su toma de Egipto. Ahora los egipcios le devolvieron el cumplido. Cuando la noticia llegó al delta a principios de 404 de que el gran rey Darío II había muerto, Amenirdis se proclamó monarca de inmediato. Fue solo un gesto, pero tuvo el efecto deseado de galvanizar el apoyo en todo Egipto. A fines del 402, el hecho de su realeza fue reconocido desde las orillas del Mediterráneo hasta la primera catarata. Algunos vacilantes en las provincias continuaron fechando documentos oficiales del reinado del gran rey Artajerjes II, cubriendo sus apuestas, pero los persas tenían sus propios problemas. Un ejército de reconquista, reunido en Fenicia para invadir Egipto y restaurar el orden en la satrapía rebelde, tuvo que ser desviado en el último momento para hacer frente a otra secesión en Chipre. Habiéndose evitado así un ataque persa, se podría haber esperado que Amenirdis diera la bienvenida al almirante chipriota renegado cuando buscó refugio en Egipto. Pero en lugar de desplegar la alfombra roja para un compañero luchador por la libertad, Amenirdis hizo que el almirante fuera asesinado de inmediato. Fue una demostración característica del doble trato de Saite.

A pesar de tal crueldad, Amenirdis no disfrutó mucho tiempo de su trono recién ganado. Al tomar el poder a través de la astucia y la fuerza bruta, había despojado cualquier mística restante del cargo de faraón, revelando la realeza por lo que se había convertido (o, detrás del pesado velo del decoro y la propaganda, siempre había sido): el poder político preeminente. trofeo. Los descendientes de otras poderosas familias delta pronto tomaron nota. En octubre de 399, un señor de la guerra rival de la ciudad de Djedet dio su propio golpe, derrocando a Amenirdis y proclamando una nueva dinastía.

Para marcar este nuevo comienzo, Nayfaurud de Djedet conscientemente adoptó el nombre de Horus de Psamtek I, el fundador más reciente de una dinastía que había liberado a Egipto del dominio extranjero. Pero ahí terminó la comparación. Siempre cauteloso con las represalias persas, el breve reinado de Nayfaurud (399–393) estuvo marcado por una febril actividad defensiva. Su política exterior más significativa fue cimentar una alianza con Esparta, enviando grano y madera para ayudar al rey espartano Agesilao en su expedición persa.

En 393, cuando Agar, la heredera de Nayfaurud, se convirtió en rey, un hijo nativo sucedió a su padre en el trono de Egipto por primera vez en cinco generaciones. A pesar de tener un nombre que significaba “el árabe”, Agar estaba orgullosa de su identidad egipcia y estaba decidida a cumplir con las obligaciones tradicionales de la monarquía. Un epíteto favorito al comienzo de su reinado era “el que satisface a los dioses”. Pero la piedad por sí sola no podía garantizar la seguridad. Después de apenas un año de gobierno, la rivalidad interna entre las principales familias de Egipto golpeó de nuevo. Esta vez, fue el turno de Agar de ser depuesta, cuando un competidor usurpó tanto el trono como los monumentos de la incipiente dinastía.

A medida que el tiovivo de la política faraónica seguía girando, pasaron solo otros doce meses antes de que Agar recuperara su trono, proclamando con orgullo que estaba “repitiendo [su] aparición” como rey. Pero fue un alarde hueco. La monarquía se había hundido a un mínimo histórico. Desprovisto de respeto y despojado de mística, no era más que una pálida imitación de pasadas glorias faraónicas. Hagar logró aferrarse al poder durante otra década, pero su hijo ineficaz (un segundo Nayfaurud) duró apenas dieciséis semanas. En octubre de 380, un general del ejército de Tjebnetjer tomó el trono. Representó a la tercera familia delta en gobernar Egipto en solo dos décadas.

Sin embargo, Nakhtnebef (380-362) fue un hombre en un molde diferente al de sus predecesores inmediatos. Había sido testigo de primera mano de la reciente y amarga lucha entre los señores de la guerra en competencia, incluido "el desastre del rey que vino antes", y entendió mejor que la mayoría la vulnerabilidad del trono. Como militar, sabía que el poder militar era un requisito previo para el poder político. Por lo tanto, su prioridad número uno, con el país viviendo bajo la constante amenaza de la invasión persa, era ser un "rey poderoso que guarda Egipto, un muro de cobre que protege a Egipto". Pero también se dio cuenta de que la fuerza por sí sola no era suficiente. La realeza egipcia siempre había funcionado mejor a nivel psicológico. No en vano, Nakhtnebef se describió a sí mismo como un gobernante “que corta los corazones de los traidores”. Si la monarquía fuera a ser restaurada a una posición de respeto, necesitaría proyectar una imagen tradicional e intransigente al país en general. Entonces, de la mano de las maniobras políticas habituales (como asignar todos los puestos más influyentes en el gobierno a sus familiares y simpatizantes de confianza), Nakhtnebef se embarcó en el programa de construcción de templos más ambicioso que el país había visto en ochocientos años. Quería demostrar de forma inequívoca que era un faraón al estilo tradicional. En la misma línea, uno de sus primeros actos como rey fue asignar una décima parte de los ingresos reales recaudados en Naukratis, de los derechos de aduana sobre las importaciones fluviales y los impuestos recaudados sobre los productos fabricados localmente, al templo de Neith en Sais. Eso logró el doble objetivo de aplacar a sus rivales Saite mientras promocionaba sus propias credenciales como un rey piadoso. Siguieron otras dotaciones, sobre todo al templo de Horus en Edfu. Nada podría ser más apropiado que la encarnación terrenal del dios para dar generosamente al principal centro de culto de su patrón.

Nakhtnebef no estaba simplemente interesado en comprar crédito en el cielo. También reconoció que los templos controlaban gran parte de la riqueza temporal del país, las tierras agrícolas, los derechos mineros, los talleres artesanales y los acuerdos comerciales, y que invertir en ellos era la forma más segura de impulsar la economía nacional. Este, a su vez, fue el método más rápido y efectivo para generar ingresos excedentes con los que fortalecer la capacidad defensiva de Egipto, en forma de mercenarios griegos contratados. Así que aplacar a los dioses y construir el ejército eran dos caras de la misma moneda. Sin embargo, fue un acto de equilibrio complicado. Ordeñe los templos con demasiada avidez, y es posible que se molesten por ser utilizados como fuentes de ingresos.

Un estudioso sabio de la historia de su país, Nakhtnebef se movió para evitar la lucha dinástica de las últimas décadas al resucitar la antigua práctica de la corregencia, nombrando a su heredero Djedher (365–360) como soberano conjunto para asegurar una transición de poder sin problemas. Sin embargo, la mayor amenaza para el trono de Djedher no provenía de los rivales internos, sino de sus propias políticas domésticas y exteriores arrogantes. Sin compartir la cautela de su padre, comenzó su único reinado partiendo para apoderarse de Palestina y Fenicia de los persas. Tal vez deseaba recuperar las glorias del pasado imperial de Egipto, o tal vez sintió la necesidad de llevar la guerra al enemigo para justificar el continuo control del poder por parte de su dinastía. De cualquier manera, fue una decisión precipitada y tonta. Aunque Persia estaba distraída por una revuelta de sátrapas en Asia Menor, difícilmente podía esperarse que contemplara la pérdida de sus posesiones en el Cercano Oriente con ecuanimidad. Además, los vastos recursos que necesitaba Egipto para emprender una gran campaña militar corrían el riesgo de ejercer una presión insoportable sobre la todavía frágil economía del país. Djedher necesitaba urgentemente lingotes para contratar mercenarios griegos y estaba convencido de que un impuesto sobre las ganancias inesperadas en los templos era la forma más fácil de llenar las arcas del gobierno. Por lo tanto, junto con un impuesto sobre los edificios, un impuesto de capitación, un impuesto sobre la compra de productos básicos y cuotas adicionales sobre el envío, Djedher se movió para secuestrar la propiedad del templo. Habría sido difícil concebir un conjunto de políticas más impopular. Para empeorar las cosas, los mercenarios espartanos contratados con todos estos ingresos fiscales —mil tropas de hoplitas y treinta asesores militares— llegaron con su propio oficial, el antiguo aliado de Egipto, Agesilao. A la edad de ochenta y cuatro años, era un veterano en todos los sentidos de la palabra, y no estaba dispuesto a que le quitaran el mando de un cuerpo de mercenarios. Solo el mando de todo el ejército lo satisfaría. Para Djedher, eso significaba dejar de lado a otro aliado griego, el ateniense Chabrias, que había sido contratado por primera vez por Agar en la década de 380 para supervisar la política de defensa egipcia. Con Chabrias puesto a cargo de la marina, Agesilaos ganó el control de las fuerzas terrestres. Pero la presencia de tres egos tan grandes en la parte superior de la cadena de mando amenazaba con desestabilizar toda la operación. Con el resentimiento en el país en general por los impuestos punitivos, una atmósfera de sospecha y paranoia invadió la expedición desde el principio.

El relato más vívido de los acontecimientos que rodearon la desafortunada campaña 360 de Djedher lo proporciona un testigo presencial, un médico serpiente del delta central llamado Wennefer. Nacido a menos de diez millas de la capital dinástica de Tjebnetjer, Wennefer era el tipo de seguidor fiel favorecido por Nakhtnebef y su régimen. Después de un entrenamiento temprano en el templo local, Wennefer se especializó en medicina y magia, y fue en este contexto que llamó la atención de Djedher. Cuando el rey decidió lanzar su campaña contra Persia, Wennefer se encargó de llevar el diario oficial de guerra. Las palabras tenían una gran potencia mágica en el antiguo Egipto, por lo que este era un papel muy delicado para el cual un mago consumado y archienemigo era la elección obvia. Sin embargo, tan pronto como Wennefer partió con el rey y el ejército en su marcha hacia Asia, se entregó una carta al regente de Menfis en la que se implicaba a Wennefer en un complot. Fue arrestado, atado con cadenas de cobre y llevado de regreso a Egipto para ser interrogado en presencia del regente. Como cualquier funcionario exitoso en el Egipto del siglo IV, Wennefer era experto en librarse de situaciones comprometidas. A través de algunas maniobras astutas, salió de su terrible experiencia como un leal confidente del regente. Se le dio protección oficial y se colmó de regalos. Wennefer era experto en librarse de situaciones comprometedoras. A través de algunas maniobras astutas, salió de su terrible experiencia como un leal confidente del regente. Se le dio protección oficial y se colmó de regalos. Wennefer era experto en librarse de situaciones comprometedoras. A través de algunas maniobras astutas, salió de su terrible experiencia como un leal confidente del regente. Se le dio protección oficial y se colmó de regalos.

Mientras tanto, antes de que se disparara un tiro, la mayor parte del ejército había comenzado a abandonar a Djedher en favor de uno de sus jóvenes oficiales, nada menos que el príncipe Nakhthorheb, sobrino del propio Djedher e hijo del regente de Menfis. Agesilaos el espartano se deleitaba en su papel de hacedor de reyes y se unió al príncipe, acompañándolo de regreso a Egipto en triunfo, luchando contra un retador y finalmente viéndolo instalado como faraón. Por sus esfuerzos, recibió la suma principesca de 230 talentos de plata, suficiente para financiar a cinco mil mercenarios durante un año, y se dirigió a su hogar en Esparta.

Por el contrario, Djedher, caído en desgracia, desertado y depuesto, tomó la única opción disponible y huyó a los brazos de los persas, el mismo enemigo contra el que se había estado preparando. Wennefer fue enviado de inmediato a la cabeza de un grupo de trabajo naval para peinar Asia y rastrear al traidor. Djedher finalmente se ubicó en Susa, y los persas estaban muy contentos de deshacerse de su invitado no deseado. Wennefer lo llevó a casa encadenado y un rey agradecido lo colmó de regalos. En una época de inestabilidad política, valía la pena estar del lado ganador.

miércoles, 1 de marzo de 2023

Antiguo Egipto: El rol de los nubios

Nubios en el ejército del Antiguo Egipto

W&W


 

Desde un tiempo relativamente temprano, los egipcios y los nubios interactuaron pacíficamente entre sí en el comercio, ya que los vecinos egipcios tenían partes de Nubia y algunos incluso se casaron entre sí. Los reyes egipcios quedaron impresionados con las habilidades marciales de los nubios y, a menudo, usaban contingentes de arqueros nubios en sus ejércitos como mercenarios. Los mercenarios nubios trabajaban y vivían en Egipto y, a veces, se casaban con egipcias. Hay varios ejemplos de estelas funerarias (piedras de ofrenda) del Primer Período Intermedio de Egipto (ca. 2150-2050 a. C.) que representan a mercenarios nubios con sus esposas egipcias. Los mercenarios nubios están vestidos con ropa tradicional egipcia, pero el color de la piel y la fisonomía los muestran claramente como nubios.

Hay evidencia de tropas mercenarias en todos los períodos de la historia egipcia desde el Primer Período Intermedio en adelante, y es razonable suponer que desempeñaron un papel incluso antes. Los primeros mercenarios mejor documentados son las tropas nubias atestiguadas en Gebelein y el Medio Egipto.

De los miembros de la tribu nubia que servían a los egipcios, los más favorecidos eran los medjay. Fueron empleados como exploradores y escaramuzadores del Reino Antiguo y ocupan un lugar destacado en la campaña de Kamose. Los Medjay pueden ser idénticos a un grupo conocido como el pueblo 'Pan-Grave', del cual se han encontrado evidencias arqueológicas en el Alto Egipto. Sus cementerios no se extienden más al norte que el límite del territorio tebano durante el período de los hicsos, por lo que probablemente figuraron principalmente en las fuerzas del Alto Egipto. Se originaron en los desiertos al este del Nilo, en la Baja Nubia. Los entierros contienen armas y varias baratijas de fabricación egipcia, cuya presencia podría indicar su empleo como mercenarios por parte de los egipcios. Hallazgos de armas demuestran que eran arqueros.

Los soldados modelo de una tumba en Asyut comprendían un cuerpo de lanceros egipcios y uno de arqueros nubios. Estos últimos están organizados de la misma manera que los egipcios, lo que sugiere que algunos auxiliares pueden haber sido entrenados en las líneas egipcias como tropas de orden cerrado.



Además de los medjay, otras tropas extranjeras empleadas por los egipcios eran nubios de las tribus de Irtjet, Yam, Wawat y Kaau.

La sociedad militar del Nuevo Reino y de sus vecinos operaba dentro de un sistema diferente al anterior. La serie de cambios adicionales tanto en armas ofensivas como defensivas se puede ver en las espadas (en sus diversas manifestaciones), lanzas y chalecos antibalas. Anteriormente, el arma principal era el arco y la flecha, destinados al combate a larga distancia, además de una preponderancia de armas para el combate cuerpo a cuerpo. Al noreste de Palestina y Siria había muchas ciudades fortificadas. Los efectos de este cambio impactarían en la maquinaria de guerra egipcia cuando decidiera avanzar hacia el sur de Palestina. Los propios soldados seguían siendo egipcios, aunque los "mercenarios" nubios también se conocen desde finales del Antiguo Reino. (Dinastía VI) y el Primer Periodo Intermedio. Los soldados mercenarios ciertamente tenían un alto estatus: Las esposas y los sirvientes egipcios están documentados para los mercenarios nubios en Gebelein en el Primer Período Intermedio. Pero el núcleo del estado nativo de Tebas en la dinastía XVII era egipcio, y gracias a su fuerza se produjeron guerras exitosas, aunque prolongadas, contra los hicsos.

En el relato satírico fechado en el reinado de Ramsés II mencionado anteriormente, P. Anastasi I, se presentan detalles útiles sobre el aprovisionamiento militar de un grupo de tamaño moderado de 5.000 soldados. Queda abierto si esta cuenta refleja es realista o no. No obstante, el número puede ser equivalente a una división egipcia en el Nuevo Reino. El problema, aunque artificial, no es fantasioso. Los arqueros comprenden 1.900 hombres y los "mercenarios" de Sherden suman un total de 520. También hay 1.600 tropas de Qehek y Meshewsh, ambos libios a sueldo del estado egipcio. Finalmente, 880 nubios están presentes. (Nuevamente, no se puede ignorar la presencia de estos no nativos en la paga egipcia). Aunque este relato es considerablemente posterior a mediados de la Dinastía XVIII, se puede intentar un análisis aritmético aproximado sobre los suministros.



Se puede plantear la hipótesis de un intento de determinar la ingesta calórica real de los panes recurriendo a un segundo papiro administrativo. En un relato de horneado de Seti I, los nubios, una vez más en el ejército egipcio, reciben panes. Debido a que las Cartas de Amarna brindan evidencia explícita de que algunos nubios eran soldados del faraón, esta conclusión parece razonable. Cada uno de los 85 recibe un pan grande cada uno, que se preparó con una proporción de horneado de 15. Esto significa que, en un estándar, todos esos panes siguieron un patrón establecido en el que los panes deben dividirse por 15 para determinar el cantidad de grano en litros.

En el archivo de Amarna escuchamos de vez en cuando de tropas nubias en el ejército egipcio. La carta No. 117 de Byblos indica que Amunhotep III había enviado previamente soldados nubios hacia el norte a esa ciudad.

Nubia

Nubia se dividió en dos partes; La Baja Nubia o Wawat, que se extiende desde Elefantina hasta la segunda catarata, y la Alta Nubia o Kush, que se extiende más allá. El valle del Nilo en Wawat era angosto y albergaba una pequeña población. El desierto y los matorrales al este y al oeste estaban habitados por pastores nómadas. El valle del Nilo en Kush se ensancha en el tramo de Dongola y podría soportar una población más grande. Era posible que un poderoso reino se desarrollara aquí. Un reino de Kush surgió varias veces en esta área y representó una seria amenaza para Egipto.

Los egipcios hicieron campaña en Nubia ya en la I Dinastía y comenzaron a explotar sus materias primas en el Reino Antiguo. Los habitantes del llamado 'grupo A' en este momento eran culturalmente similares a los egipcios predinásticos. Sin embargo, para la VI Dinastía, la situación había cambiado y apareció el 'grupo C'. Pueden equipararse con las tribus y reinos registrados por Weni y Harkhuf; El lrtjet, Medjay, Wawat. Ñame, Setju y Kaau. La evidencia de las inscripciones de la tumba del funcionario fronterizo, Harkhuf, de finales del Imperio Antiguo, en Asuán, cuenta cómo se utilizó al ejército para acompañar las expediciones comerciales a Nubia y también que bandas de tropas mercenarias nubias regresaron a Egipto. Harkhuf pudo llegar a Yam partiendo de Asuán o la región de Abydos (a través de los oasis occidentales), por lo que debe haber estado al suroeste (un viaje tomó 8 meses). En una expedición, Harkhuf descubrió que el rey de Yam había ido a la guerra con los libios de Tjemehu. Este rey también proporcionó a Harkhuf una escolta de tropas para complementar a sus egipcios cuando pasaban por el territorio de una confederación de las tribus Irtjet, Setju y Wawat.

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jueves, 22 de diciembre de 2022

Antiguo Egipto: La armada del faraón

La armada egipcia

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Un gran relieve muestra a la armada egipcia luchando contra los Pueblos del Mar durante el reinado de Ramsés II.

Aunque los barcos son un factor común de la vida cotidiana egipcia, navegar en mar abierto es otro asunto, pero para el joven aventurero una carrera en la marina puede ser atractiva. Egipto mantiene varios escuadrones de barcos veloces para patrullar el Mediterráneo oriental. Los marineros, sin embargo, rara vez pelean, lo que hacen las tropas terrestres que llevan a bordo, a veces hasta 250 hombres.

Los barcos se pueden navegar y remar, lo que les da una ventaja sobre la mayoría de los enemigos, que solo navegan, y un poderoso tiro con arco gana muchas batallas sin necesidad de combate cuerpo a cuerpo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la marina se utiliza para transportar tropas a donde se necesitan: en la costa de Canaán o río arriba hasta Nubia, cuando es necesario desmantelar los barcos y transportarlos por las cataratas.

 


La expedición a Punt Queen

Hatshepsut encargó una aventura comercial a la lejana y legendaria Tierra de Punt, probablemente situada en la costa de Somalia, África Oriental. La flota navegó desde Tebas, río abajo por el Nilo casi hasta la actual Suez, cruzó por un canal hasta el Mar Rojo y luego emprendió el largo viaje hacia el sur.

Los escribas registraron en detalle el progreso de la expedición en una serie de relieves pintados, incluido el alto y delgado jefe de Punt, Perehu, y su deforme esposa Ety. Estos se conservan en el gran monumento funerario de la reina en Deir el-Bahari, en el oeste de Tebas. La expedición regresó a salvo con sus ricos cargamentos de ébano, marfil, oro, electrum, maderas aromáticas para la fabricación de perfumes, cosméticos y pieles de pantera, no para mencionar monos, perros y nativos de Punt.

martes, 22 de noviembre de 2022

Egipto Antiguo: La expedición de la reina Hatshepsut al sur del reino



El misterioso viaje de la reina Hatshepsut al país de Punt: ¿expedición de guerra o visita comercial?

Ancient Origins

Las murallas del gran templo de Karnak nos cuentan la historia de una expedición de imponentes navíos a la misteriosa tierra conocida como Punt. La flota de la reina Hatshepsut navegó hasta allí por razones que hoy desconocemos. Las interpretaciones habituales se pueden resumir en que Hatshepsut tenía la intención de obtener algún botín de su expedición a Punt, aunque este viaje podría también deberse a algún otro motivo.

Hatshepsut fue una famosa reina de la dinastía XVIII de Egipto. Vivió unas de las épocas más magníficas de la historia de Egipto, por aquel entonces una nación poderosa cuya tesorería en los palacios reales se encontraba repleta de oro. Se desconoce cuándo inició Hatshepsut sus preparativos para viajar a Punt, aunque probablemente se tratara de una travesía bastante costosa.

 

El camino hasta Punt

La reina faraón ordenó la construcción de numerosos barcos en los astilleros que había a orillas del Nilo, navíos que fueron transportados por tierra hasta los puertos del Mar Rojo. Algunos investigadores creen que Hatshepsut quería atacar Punt, aunque esta afirmación plantea otros interrogantes.

Para empezar, se desconoce en nuestros días la localización exacta de Punt, aunque es posible que se encontrara en el territorio de la actual Etiopía. Algunos indicios sugieren que Punt no estaba lejos de Egipto. Por ejemplo, un funcionario de la Dinastía VI (Imperio Antiguo) afirmaba haber visitado Punt y Biblos en once ocasiones. Esto implicaría que Punt probablemente estuviese ubicado cerca de Biblos. Por otro lado, disponemos de información de la Dinastía V en la que se da testimonio de que el faraón Sahure volvió de Punt con 80.000 medidas de mirra. Existen muchos otros registros históricos del comercio entre egipcios y puntianos a lo largo del período del Imperio Medio.

El Mar Rojo y sus rutas comerciales habituales por tierra y mar desde el antiguo Egipto. (Public Domain)

Parece que las expediciones comerciales a Punt eran algo muy habitual para los faraones egipcios. ¿Por qué querría entonces Hatshepsut atacar y saquear una nación que había sido tradicionalmente el país en el que los egipcios compraban preciosas mercancías?

Durante la Dinastía XVIII, el faraón Tutmosis III conquistó Punt en el primer año de su reinado. Ese mismo año también ocupó los territorios de Palestina, Nubia y la Tercera Catarata (cerca de Napata). Todas estas tierras se encontraban cerca de Egipto, por lo que Punt no debería ser una excepción. En las inscripciones descubiertas en Deir el-Bahari, el nombre de Punt aparece escrito como parte de Egipto, no como un país extranjero.

A una mujer le encanta ir de compras

Punt era famoso por ser un paraíso para todo aquél a quien le encantaran las mercancías de lujo. Los relieves de Karnak nos muestran las mercancías que trajo Hatshepsut a su regreso de Punt. Había animales, alimentos, piedras preciosas y otros tesoros. Los historiadores creen que Punt era la sede de un oráculo por el que la reina faraón sentía especial devoción. Sin embargo, la traducción de las inscripciones del relieve no es clara, y puede interpretarse de dos maneras:

No tiene enemigos entre los del sur
ni antagonistas entre los del norte.
Los cielos y toda tierra extranjera creada por los dioses le rinden pleitesía
Vienen a ella con temor en su corazón, sus jefes inclinan la cabeza,
con tributos a sus espaldas. Los presentan junto a sus hijos,
para que ella les conceda el aliento de la vida,
por la grandeza del poder de su padre Amón,
que puso a todos los países a sus pies, 
al propio rey, el rey del Alto y el Bajo Egipto Maatkare.
La majestad del palacio suplicó a las escalinatas del Señor de los dioses
y se oyeron instrucciones desde el Gran Trono, un oráculo del propio dios:
Explora las rutas de Punt, abre los caminos que conducen a las terrazas de mirra,
y encabeza una expedición por tierra y por mar para traer exóticas mercancías de la Tierra de Dios,
a este dios que creó su belleza.

Algunos historiadores aún creen que Hatshepsut viajó a Punt para conquistarla de nuevo, o para robar sus valiosas mercancías y saquear su capital. Sin embargo, parece más razonable llegar a la conclusión de que su visita fue de naturaleza pacífica. El nombre del faraón, a quien se llama ‘Maatkare’ en las antiguas inscripciones, no suena al de un invasor.

En este relieve podemos observar los árboles de incienso y mirra traídos por Hatshepsut a su regreso de Punt. (CC BY-SA 3.0)

¿Expedición de saqueo o visita amistosa?

Más adelante, en la misma inscripción descubrimos las razones de la visita de Hatshepsut a Punt. El texto sugiere que se ha concedido tradicionalmente demasiada importancia a las hipótesis de una guerra o una invasión. Dice el faraón en el texto:

Te he concedido Punt en toda su extensión, incluidas las tierras de los dioses
la Tierra de Dios en la que nadie ha entrado, y las terrazas de mirra desconocidas para los egipcios.
De las que se oyeron rumores, de los relatos de los ancestros. Se trajeron mercancías exóticas,
se trajeron de allá para tus padres, reyes del Bajo Egipto,
de una tierra a la otra, desde la época de nuestros ancestros hasta que reinaron los reyes del pasado,
a cambio del pago por su precio. Nadie podrá seguir a tus exploradores,
pues haré que tu expedición entre allí tras haberles guiado yo por tierra y por mar,
revelándoles los caminos inexplorados después de que yo haya entrado en las terrazas de mirra.

Más adelante, la inscripción habla de las mercancías que los egipcios embarcaron en sus naves. Se intuye asimismo que los egipcios no conocían demasiado bien el país de Punt. ¿Suena realmente a una invasión? En absoluto. Parece más probable que el viaje de Hatshepsut a Punt estuviese motivado por un interés en la adquisición de determinadas mercancías. Se desconoce, no obstante, si la reina obtuvo los artículos que necesitaba como conquistadora del país de Punt o si, como muchos de sus ancestros, veía en Punt lo que hoy sería una especie de gigantesco centro comercial.

Expedición egipcia a Punt durante el reinado de Hatshepsut. (CC BY-SA 3.0)

La verdad saldrá a la luz

La inscripción narra asimismo la felicidad del pueblo de Punt al ver llegar a los egipcios, y cómo ofrecen a sus visitantes gran cantidad de valiosas mercancías. Asimismo se menciona que los reyes de Punt se sintieron muy complacidos ante la visita de Hatshepsut. Nada parece indicar que la reina faraón agrediera en modo alguno al reino de Punt.

Los barcos, descritos a menudo como barcos de guerra, no presentan señales de haber sido aparejados más que como transportes. Parece que muchos de los antiguos análisis estaban basados en una premisa equivocada. Es prácticamente imposible que Hatshepsut viajara a Punt para conquistarlo, más bien parece, casi con toda seguridad, que buscara satisfacer su vanidad con los tesoros de aquel misterioso reino.

Árbol ante el templo de Hatshepsut. Se cuenta de este árbol que fue traído a Egipto desde Punt por la reina faraón en la expedición de la que hablan las inscripciones de los muros del templo de Karnak. (CC BY-SA 3.0)

Imagen de portada: Estatua de piedra de Hatshepsut (CC BY-SA 2.0) y soldados egipcios integrantes de la expedición de Hatshepsut a la Tierra de Punt, tal y como aparecen representados en el templo de la reina faraón construido en Deir el-Bahari. (CC BY 2.0)

Autor: Natalia Klimczak

Este artículo fue publicado originalmente en www.ancient-origins.net y ha sido traducido con permiso.

 

 

Fuentes:

Joyce Tyldesley, ‘Hatchepsut: The Female Pharaoh’,1996.

Kara Cooney, ‘The Woman Who Would Be King’, 2014.

‘Punt expedition of Queen Hatshepsut’, disponible en:
https://mjn.host.cs.st-andrews.ac.uk/egyptian/texts/corpus/pdf/HatshepsutPunt.pdf

‘Queen Hatasu, and her expedition to the land of Punt’, disponible en:
https://digital.library.upenn.edu/women/edwards/pharaohs/pharaohs-8.html

Hatshepsut's Expedition to Punt: Its Purpose and Commemoration by Emmet Sweeney, disponible en:
https://www.hope-of-israel.org/expeditionpunt.html

jueves, 20 de octubre de 2022

Imperio Asirio: La anexión del Levante

 El Levante: La Anexión Asiria