Mostrando entradas con la etiqueta espionaje. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta espionaje. Mostrar todas las entradas

jueves, 19 de diciembre de 2024

Espionaje: El caso de la Reina Hatshepsut en el Antiguo Egipto

El caso de la Reina Hatshepsut: Espionaje y expansión en el Antiguo Egipto


  • El caso de la reina Hatshepsut: La reina egipcia Hatshepsut (1479-1458 a.C.) utilizó espías para proteger sus rutas comerciales y expandir su imperio.





Introducción

Hatshepsut, una de las figuras más enigmáticas y poderosas de la historia egipcia, reinó durante el período del Nuevo Reino (1479-1458 a.C.). Su reinado no solo fue notable por su duración y prosperidad, sino también por sus innovadoras estrategias de gobernanza y expansión. Una de estas estrategias implicaba el uso de una red de espías para proteger sus rutas comerciales y expandir su imperio. Esta faceta menos conocida de su gobierno revela la sofisticación y el alcance de su administración.

Contexto Histórico y Político

Hatshepsut ascendió al trono en una época en la que Egipto estaba recuperándose de conflictos internos y consolidando su poder. Aunque inicialmente gobernó como regente para su hijastro, Tutmosis III, eventualmente asumió el título de faraón y gobernó como tal durante más de dos décadas. Su reinado se caracterizó por una gran estabilidad política, económica y social, así como por ambiciosas campañas de construcción y comercio.

La Red de Espías de Hatshepsut

Para proteger sus intereses y asegurar la estabilidad de su reino, Hatshepsut empleó una sofisticada red de espías y agentes. Estos operaban tanto dentro como fuera de Egipto, recolectando información crucial sobre movimientos de tribus nómadas, actividades de estados rivales y condiciones de las rutas comerciales.

La red de espionaje de Hatshepsut no solo se centraba en amenazas militares, sino también en la vigilancia económica y diplomática. Los espías eran responsables de monitorear el comercio y asegurar que los tributos y bienes llegaran a Egipto sin interrupciones. También supervisaban la lealtad de los vasallos y funcionarios en las provincias y territorios bajo el control egipcio.

Protección de las Rutas Comerciales

Una de las mayores preocupaciones de Hatshepsut era la protección de las rutas comerciales. Durante su reinado, Egipto mantuvo rutas comerciales vitales con regiones tan distantes como Punt (probablemente la actual Somalia o Yemen), el Levante y Nubia. Estas rutas eran esenciales para la importación de bienes exóticos, como incienso, mirra, ébano, marfil y oro, que no solo enriquecían a Egipto, sino que también eran cruciales para los rituales religiosos y la legitimidad del faraón.

Los espías de Hatshepsut vigilaban estas rutas comerciales y proporcionaban informes regulares sobre las condiciones del camino, la seguridad y posibles amenazas. También recolectaban información sobre los movimientos de las tribus nómadas y bandidos que podrían intentar saquear las caravanas. Esta información permitía a Hatshepsut tomar decisiones informadas sobre cuándo y cómo enviar expediciones comerciales, así como desplegar fuerzas militares para protegerlas cuando fuera necesario.

La Expedición a Punt

Uno de los logros más notables de Hatshepsut fue la famosa expedición a la tierra de Punt. Esta expedición es detalladamente documentada en los relieves del templo de Deir el-Bahari, mostrando el esplendor y la importancia de este viaje. La expedición trajo de vuelta inmensas riquezas y productos exóticos, consolidando la prosperidad del reinado de Hatshepsut.

La organización y el éxito de esta expedición no habrían sido posibles sin una previa y meticulosa recolección de información. Los espías e informantes desempeñaron un papel crucial al proporcionar datos sobre las condiciones en Punt, las rutas más seguras y los mejores momentos para emprender el viaje. Esta red de inteligencia garantizó que la expedición se llevara a cabo sin contratiempos, fortaleciendo el comercio y las relaciones diplomáticas con Punt.

Expansión del Imperio

Hatshepsut no solo se centró en la protección de las rutas comerciales, sino también en la expansión territorial. Durante su reinado, Egipto extendió su influencia hacia Nubia en el sur y consolidó su poder en el Levante. La red de espías jugó un papel esencial en estas expansiones, proporcionando información sobre la fortaleza militar y las debilidades de los territorios objetivo.

Los espías de Hatshepsut también actuaban como diplomáticos, estableciendo contactos y negociando con líderes locales. Estos agentes recopilaban información sobre las alianzas y rivalidades entre tribus y ciudades-estado, lo que permitía a Hatshepsut diseñar estrategias de conquista o alianzas que fueran más efectivas y menos costosas en términos de recursos y vidas humanas.

Espionaje Interno y Control del Poder

Además de su red de espionaje externo, Hatshepsut empleó espías para mantener el control interno y asegurar su posición en el trono. Como una de las pocas mujeres faraonas, Hatshepsut enfrentó considerable oposición de ciertos sectores de la nobleza y el clero. Para contrarrestar esta oposición, necesitaba estar bien informada sobre los planes y conspiraciones que pudieran amenazar su reinado.

Los espías internos vigilaban a los nobles, generales y sacerdotes, informando a Hatshepsut de cualquier actividad sospechosa. Esta vigilancia constante permitió a Hatshepsut tomar medidas preventivas contra posibles complots y mantener la lealtad de sus seguidores. También le permitió identificar y neutralizar a sus adversarios antes de que pudieran actuar, asegurando así la estabilidad de su gobierno.

Legado de la Red de Espionaje de Hatshepsut

El uso de espías por parte de Hatshepsut no solo protegió su reinado y expandió su imperio, sino que también sentó las bases para las futuras prácticas de inteligencia en Egipto. Su enfoque en la recolección y el análisis de información para la toma de decisiones estratégicas demostró una comprensión avanzada de la política y la seguridad nacional.

El legado de Hatshepsut en el espionaje y la inteligencia se puede ver en la continuidad de estas prácticas en los reinados posteriores. Los faraones que la sucedieron continuaron utilizando redes de espías para proteger sus intereses y mantener el control sobre sus vastos territorios. Aunque Hatshepsut es más recordada por sus impresionantes proyectos de construcción y su próspero reinado, su habilidad para manejar la información y utilizarla estratégicamente es un testimonio de su capacidad como gobernante.

Conclusión

La historia de la red de espionaje de la reina Hatshepsut revela una faceta menos conocida pero crucial de su reinado. A través de una sofisticada red de informantes y espías, Hatshepsut protegió las rutas comerciales vitales, aseguró la expansión de su imperio y mantuvo el control interno. Su enfoque innovador y estratégico en el uso de la inteligencia no solo garantizó la prosperidad y estabilidad de su reinado, sino que también dejó un legado duradero en la historia del espionaje y la administración en el antiguo Egipto.

Estos casos muestran que el espionaje ha sido una herramienta importante en la historia, incluso en la Antigüedad, y que algunas de estas misiones podrían recordar a las aventuras de James Bond.

domingo, 8 de diciembre de 2024

Espionaje: Ramsés II y la batalla de Qadesh

El Espía de Ramsés II: Intriga y Estrategia en la Batalla de Qadesh






Introducción

En la vasta extensión del desierto egipcio, bajo el ardiente sol y entre las majestuosas sombras de los templos, se teje una historia de espionaje y valentía. Durante el reinado de Ramsés II (1279-1213 a.C.), uno de los faraones más célebres del Antiguo Egipto, un espía logró infiltrarse en el poderoso ejército hitita, proporcionando información crucial que permitió a Ramsés alcanzar una victoria decisiva en la Batalla de Qadesh. Esta es la historia de ese espía, un hombre cuyo nombre se ha perdido en el tiempo, pero cuyo legado perdura.

Contexto Histórico

La Batalla de Qadesh, librada alrededor del 1274 a.C., fue uno de los enfrentamientos más grandes de la historia antigua entre los ejércitos del Egipto faraónico y el Imperio Hitita. La ciudad de Qadesh, ubicada en el actual Siria, era un punto estratégico clave, y su control era vital para ambos imperios. Ramsés II, decidido a reafirmar el dominio egipcio en la región, marchó hacia el norte con su ejército, sin saber que los hititas, bajo el mando del rey Muwatalli II, habían preparado una trampa.

La Misión del Espía

En el corazón de Tebas, la capital del Imperio Egipcio, Ramsés II convocó a sus consejeros y generales para discutir la estrategia de la campaña. Entre ellos se encontraba un hombre de confianza, un maestro del disfraz y la infiltración, cuyo nombre y rostro eran conocidos solo por unos pocos. Este hombre, seleccionado por su lealtad y habilidades, fue asignado a una misión crucial: infiltrarse en el ejército hitita y recopilar información sobre sus planes y movimientos.

Disfrazado como un mercader cananeo, el espía emprendió su peligrosa misión. Viajando por rutas comerciales y evitando las patrullas hititas, logró llegar al campamento enemigo. Su conocimiento de los idiomas y costumbres locales le permitió mezclarse sin levantar sospechas. Fingiendo ser un comerciante en busca de oportunidades, se ganó la confianza de varios oficiales hititas, quienes, sin saberlo, compartieron detalles vitales sobre los planes de Muwatalli II.

En el Corazón del Campamento Hitita

El campamento hitita estaba lleno de actividad y tensión, con soldados entrenando y oficiales planificando estrategias. El espía observaba cuidadosamente, recopilando información sobre la disposición de las tropas, la cantidad de carros de combate y las tácticas previstas. Cada noche, en la soledad de su tienda, escribía sus observaciones en pequeños pergaminos que llevaba escondidos en su túnica.

Una noche, mientras servía vino a un grupo de oficiales, escuchó una conversación que cambiaría el curso de la campaña. Los hititas planeaban una emboscada en Qadesh, esperando atrapar al ejército egipcio en una trampa mortal. El espía sabía que debía regresar con esta información lo antes posible. En una misión llena de peligros, decidió marcharse del campamento hitita antes de que su disfraz fuera descubierto.

El Regreso a Egipto

El camino de regreso a las líneas egipcias fue arduo y peligroso. El espía debía evitar no solo las patrullas hititas, sino también a los bandidos y las tribus hostiles del desierto. Sin embargo, su determinación y habilidad lo mantuvieron a salvo. Después de varios días de viaje, llegó al campamento de Ramsés II y solicitó una audiencia inmediata con el faraón.

Ramsés, siempre vigilante y consciente de la importancia de la inteligencia en la guerra, escuchó atentamente el informe del espía. La noticia de la emboscada hitita lo tomó por sorpresa, pero también le dio la ventaja estratégica que necesitaba. Ramsés convocó a sus generales y rediseñó su plan de batalla en función de la nueva información.

La Batalla de Qadesh

Armado con el conocimiento de los planes hititas, Ramsés II movilizó a su ejército con precisión. Dividió sus fuerzas en cuatro divisiones, nombradas en honor a los dioses egipcios: Amón, Ra, Ptah y Seth. La división de Amón, comandada por el propio Ramsés, marchó directamente hacia Qadesh, fingiendo ignorar la presencia del enemigo.

Cuando los hititas lanzaron su emboscada, la división de Ramsés resistió el ataque inicial con valentía. Utilizando su conocimiento previo de la emboscada, Ramsés mantuvo la moral de sus tropas alta y coordinó un contraataque feroz. Las otras tres divisiones egipcias, previamente ocultas y preparadas, se lanzaron sobre los hititas desde diferentes direcciones, sorprendiendo y desorganizando a las fuerzas de Muwatalli II.

La batalla fue intensa y brutal, con ambos lados sufriendo grandes pérdidas. Sin embargo, gracias a la información proporcionada por el espía, los egipcios lograron evitar la trampa y responder con una fuerza devastadora. Aunque la batalla terminó en un empate táctico, con ambos ejércitos reclamando la victoria, Ramsés II pudo regresar a Egipto con su ejército intacto, consolidando su reputación como un gran estratega y líder militar.

El Legado del Espía

El espía regresó a Tebas como un héroe desconocido. Su valentía y habilidades habían salvado innumerables vidas y habían asegurado la estabilidad del imperio egipcio. Ramsés II, consciente del valor de su servicio, le otorgó recompensas y honores, aunque su identidad permaneció en secreto para la mayoría.

El legado del espía se mantuvo en las historias contadas por generaciones, un recordatorio de la importancia de la inteligencia y la estrategia en tiempos de guerra. La historia de su misión fue inscrita en los templos y monumentos, junto con los grandes logros de Ramsés II, como un testimonio de la astucia y la valentía que definieron el reinado de uno de los faraones más grandes de Egipto.

Conclusión

La historia del espía de Ramsés II es un ejemplo de cómo el valor individual y la inteligencia pueden influir en el curso de la historia. En un mundo de intrigas y peligros, su misión secreta proporcionó a Egipto la ventaja necesaria para enfrentarse a uno de sus mayores desafíos. Aunque su nombre se ha perdido en el tiempo, su legado perdura, recordándonos que, a menudo, los héroes más grandes son aquellos cuyas acciones permanecen en las sombras.

sábado, 9 de noviembre de 2024

Espionaje: Las redes de espionaje romanas

La Red de Espionaje de Cicerón en la Antigua Roma

  • La red de espionaje de Cicerón: En la antigua Roma, Cicerón (106-43 a.C.) utilizó una red de informantes y espías para proteger la República de conspiraciones y amenazas externas.
     

 Marco Tulio Cicerón, una de las figuras más emblemáticas de la historia romana, es conocido por su elocuencia, su filosofía y su papel crucial en la política de la República Romana. Sin embargo, un aspecto menos conocido de su vida es su habilidad para manejar una red de informantes y espías, una faceta que fue vital para proteger la República de conspiraciones y amenazas tanto internas como externas.




Contexto Político y Social

Cicerón vivió en una época de grandes turbulencias políticas y sociales. La República Romana estaba constantemente amenazada por conflictos internos, guerras civiles y la ambición de individuos poderosos que buscaban consolidar su poder personal. Durante su carrera, Cicerón se enfrentó a figuras como Lucio Sergio Catilina, Cayo Julio César y Marco Antonio, todos los cuales representaban, en distintos momentos, serias amenazas para la estabilidad de la República.

La Red de Informantes

La red de espionaje de Cicerón no era una organización formal con jerarquías claras como podríamos imaginar en la actualidad, sino una colección de contactos e informantes distribuidos estratégicamente en diferentes niveles de la sociedad romana. Esta red incluía esclavos, libertos, senadores, comerciantes y soldados, todos los cuales proporcionaban a Cicerón información crucial sobre las actividades y conspiraciones de sus enemigos.

Uno de los métodos más efectivos de Cicerón para obtener información fue a través de su red de clientes y patrones. En la sociedad romana, las relaciones de clientela eran fundamentales; un patrón ofrecía protección y beneficios a sus clientes a cambio de lealtad y apoyo. Cicerón, con su habilidad oratoria y su posición social, mantenía una amplia red de clientes que a menudo le proporcionaban información valiosa.

La Conspiración de Catilina

Uno de los ejemplos más notables del uso de esta red de espionaje fue durante la Conspiración de Catilina en el 63 a.C. Catilina, un senador romano con ambiciones desmedidas, planeaba derrocar el gobierno republicano mediante una serie de levantamientos y asesinatos. Cicerón, que en ese momento era cónsul, utilizó su red de informantes para descubrir y frustrar estos planes.

La información crucial llegó a través de Fulvia, una amante de uno de los conspiradores, quien reveló los detalles del complot a Cicerón. Con esta información, Cicerón pudo interceptar cartas incriminatorias y presentar pruebas ante el Senado, lo que llevó a la detención y ejecución de varios conspiradores y a la huida de Catilina. Este episodio no solo destacó la habilidad de Cicerón para manejar información secreta, sino también su destreza en la política y la oratoria, al convencer al Senado de la gravedad de la amenaza.

Espionaje en Tiempos de Guerra

Durante las guerras civiles que siguieron a la muerte de César, la capacidad de Cicerón para reunir información fue nuevamente puesta a prueba. Tras el asesinato de César en el 44 a.C., Roma se sumió en un caos político, y diferentes facciones luchaban por el control. Cicerón se alineó con el Senado y los republicanos contra Marco Antonio, a quien veía como una amenaza para la libertad de Roma.

A través de su red de espías, Cicerón monitoreó los movimientos de Marco Antonio y sus seguidores. Informantes dentro del ejército y la administración de Antonio le proporcionaron detalles sobre sus planes y estrategias, permitiendo a Cicerón coordinar la resistencia y mantener informados a sus aliados en el Senado.

Métodos y Técnicas

Cicerón utilizaba varios métodos para comunicarse con sus informantes y asegurar la confidencialidad de la información. Las cartas cifradas y los mensajes codificados eran comunes, y Cicerón a menudo empleaba mensajeros de confianza para transportar información sensible. Además, las reuniones clandestinas en lugares seguros eran una práctica habitual para discutir asuntos delicados sin temor a ser espiados.

La astucia de Cicerón también se manifestaba en su habilidad para manipular la información pública. Utilizaba discursos en el Senado y ante el pueblo para lanzar acusaciones y sembrar dudas sobre sus enemigos, a menudo basándose en información obtenida a través de su red de espionaje. Este uso estratégico de la información le permitió influir en la opinión pública y en las decisiones políticas de manera significativa.

Legado y Consecuencias

El legado de Cicerón como maestro de la información y la inteligencia se refleja en la manera en que manejó las amenazas a la República. Su habilidad para recopilar y utilizar información secreta no solo salvó su vida en múltiples ocasiones, sino que también jugó un papel crucial en la preservación temporal de la República frente a sus numerosos enemigos.

Sin embargo, la dependencia de Cicerón en su red de espionaje y su inclinación a confrontar a figuras poderosas también contribuyeron a su caída. En el 43 a.C., como parte del Segundo Triunvirato, Marco Antonio, Octavio y Lépido lo incluyeron en las proscripciones, listas de enemigos del estado que debían ser eliminados. Cicerón fue ejecutado, y su muerte marcó el fin de una era en la política romana.

Conclusión

La red de espionaje de Cicerón es un testimonio de su astucia y habilidad como político y orador. En una época de constantes amenazas y conspiraciones, su capacidad para manejar información y utilizarla estratégicamente fue crucial para su éxito y para la protección de la República Romana. Aunque finalmente pagó con su vida, el legado de Cicerón en la historia de Roma y en el arte de la inteligencia política perdura hasta hoy, recordándonos la importancia de la información y la vigilancia en la preservación de la libertad y la justicia.

miércoles, 7 de agosto de 2024

Engaño: Temístocles engaña a Jerjes en Salamina

El engaño de Temístocles en Salamina






El espionaje en la época helénica, aunque no estaba tan formalmente organizado como en períodos posteriores, seguía siendo un aspecto importante de la guerra y la política. Un caso notable de espionaje en la antigua Grecia involucra a la ciudad-estado de Atenas durante la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.).


Caso: Temístocles y la batalla de Salamina (480 a. C.)

En los anales de la historia, pocas batallas son un testimonio del poder de la astucia y la estrategia como la Batalla de Salamina. Era el año 480 a. C. y las ciudades-estado griegas estaban al borde de la aniquilación a manos del Imperio persa. En el centro de esta historia de intrigas y guerras estaba Temístocles, un general ateniense cuya brillantez cambiaría el rumbo de la historia.

Mientras la flota persa, comandada por el rey Jerjes, avanzaba amenazadoramente hacia las posiciones griegas, Temístocles ideó un plan tan audaz como brillante. Reconociendo la abrumadora superioridad numérica de la armada persa, sabía que solo a través del engaño podrían los griegos esperar lograr la victoria. Por lo tanto, orquestó una jugada maestra de espionaje.

Temístocles eligió a un sirviente de confianza, Sicino, para que fuera el portador de las falsas noticias. Al amparo de la oscuridad, Sicino se dirigió al campamento persa con un mensaje cuidadosamente elaborado. Se acercó al rey persa con una historia de traición, susurrando que Temístocles y los atenienses estaban dispuestos a abandonar a sus aliados griegos y huir. Según Sicino, la flota griega planeaba escapar de Salamina al amparo de la noche.

Jerjes, confiado en su superioridad y ansioso por una victoria decisiva, mordió el anzuelo. Ordenó a su flota que bloqueara el estrecho de Salamina, creyendo que atraparía a los griegos que huían y aplastaría su armada de un solo golpe. Lo que no sabía es que estaba navegando directamente hacia la trampa de Temístocles.

El estrecho angosto de Salamina no era adecuado para los grandes y pesados barcos persas. En estas aguas confinadas, los trirremes griegos, más pequeños y maniobrables, tenían una clara ventaja. Al amanecer, la flota griega, escondida y preparada, lanzó un ataque feroz e inesperado contra la desorganizada armada persa. El mar rugió con el choque de los remos y los gritos de los guerreros mientras los griegos, impulsados por la desesperación y el genio, diezmaban la flota persa.

Esta trascendental victoria no fue simplemente un triunfo de las armas, sino del intelecto y el engaño. El uso estratégico de la desinformación por parte de Temístocles había cambiado el rumbo, mostrando el profundo impacto de la inteligencia y la guerra psicológica en el mundo antiguo.

La batalla de Salamina es un ejemplo clásico de cómo la astucia y la brillantez estratégica pueden alterar el curso de la historia. Mediante el ingenioso engaño orquestado por Temístocles, los griegos pudieron asegurar una victoria crucial, preservando su civilización y dando forma al futuro de la cultura occidental.

lunes, 3 de junio de 2024

Bizancio: Diplomacia y geoestrategia de supervivencia

¡Explore la brillantez estratégica del Imperio Bizantino centrado en Constantinopla! Desde la fundación de Constantino el Grande hasta los desafíos que enfrentó este formidable imperio, profundice en las ventajas geoestratégicas, las tácticas defensivas y la delicadeza diplomática que definieron la supervivencia bizantina. Descubra cómo el Imperio superó las amenazas de los sasánidas, los califatos árabes y los turcos haciendo hincapié en la contención por encima del conflicto abierto, utilizando espías, diplomáticos y guerras no convencionales. Descubra casos legendarios de astucia militar, espionaje y el fascinante choque entre civilizaciones.

lunes, 11 de marzo de 2024

SGM: Los naipes que ayudaron a escapar a POW aliados

Estos naipes ayudaron a los prisioneros de guerra aliados a escapar de los campos nazis

Matt Fratus || Coffee or Die



Las agencias de inteligencia aliadas se asociaron con la US Playing Card Company para producir mapas de escape diseñados como tarjetas con la marca Bicycle. Foto cortesía de Bicycle Card Company.

Más de 120.000 soldados estadounidenses fueron capturados por fuerzas enemigas durante la Segunda Guerra Mundial. Aproximadamente las tres cuartas partes de ellos fueron internados en docenas de campos de prisioneros de guerra ubicados en toda la Europa controlada por los nazis. Los prisioneros de guerra estadounidenses, algunos de los cuales se referían en broma a sí mismos como " invitados " del Tercer Reich, soportaron penurias extremas detrás del alambre de púas, donde a menudo fueron sometidos a hambre, trabajos forzados y severas palizas .

Según las disposiciones de la Convención de Ginebra de 1929 , todos los prisioneros de guerra debían recibir un trato humano, alojamiento y fácil acceso a alimentos y suministros médicos. Por lo tanto, los nazis permitieron que los prisioneros de guerra recibieran paquetes de ayuda abastecidos y entregados por miembros de la Cruz Roja Estadounidense . Los paquetes de cartón generalmente contenían raciones de alimentos, suministros de primeros auxilios y otros artículos preciados, incluidos naipes.

Un paquete superviviente de tarjetas de mapas de escape en bicicleta desarrollado por la Oficina de Servicios Estratégicos durante la Segunda Guerra Mundial. Foto cortesía del Museo Internacional del Espionaje.

Además de ayudar a los prisioneros de guerra a sobrevivir la vida diaria en los campos, los paquetes de la Cruz Roja brindaron una oportunidad para que las agencias de inteligencia aliadas entregaran información crucial (y potencialmente salvadora) a sus compatriotas en el interior. La Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos y el Ejecutivo de Operaciones Especiales británico idearon un plan inteligente que involucraba los naipes que a menudo se incluían en los paquetes. En asociación con la US Playing Card Company , las dos agencias comenzaron a producir mapas de escape disfrazados de tarjetas con la marca Bicycle. 

Cada tarjeta modificada constaba de dos capas de papel pegadas entre sí. La capa exterior parecía un naipe estándar azul y blanco, como una reina de diamantes o un as de espadas. Pero en la capa interna y oculta estaba inscrita una parte de un mapa meticulosamente detallado. Por ejemplo, una tarjeta puede haber presentado líneas dobles que indican el recorrido de las vías del tren; otro podría haber marcado, digamos, un área oculta cerca del campo de prisioneros de guerra que podría usarse como escondite para pasar la noche; etcétera. Para revelar la información secreta, todo lo que un prisionero de guerra tenía que hacer era sumergir la tarjeta en agua y quitar la capa deteriorada. Como piezas de un rompecabezas, las tarjetas podrían encajarse para formar una ruta de escape integral, que los prisioneros de guerra podrían usar para planificar su fuga. 

Según el Museo Internacional del Espionaje en Washington, DC, las barajas de cartas alteradas contribuyeron directamente a la fuga exitosa de al menos 32 prisioneros de guerra aliados del infame Castillo Colditz “a prueba de fugas” en Alemania. Las escapadas exitosas inspiraron cientos de otros intentos de fuga a lo largo de la guerra.


domingo, 26 de noviembre de 2023

SGM: Operación Tracer, enterrando espías propios en Gibraltar

 

Operation Tracer: La operación militar británica secreta para Gibraltar


Rosemary Giles, War History Online



Crédito de la foto: Archivo de Historia Universal / Grupo de Imágenes Universales / Getty Images

De todas las operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial, ninguna fue menos atractiva que la Operación Tracer, que involucró espías enterrados vivos (literalmente). Esta misión británica tenía como objetivo enterrar a un equipo especial en un búnker de cueva, sellándolos desde el exterior. Esto significaba que no podrían irse.

Los operativos estaban destinados a permanecer bajo tierra durante un año entero. Existía la posibilidad de que pudiera ser por mucho más tiempo, y se les dieron disposiciones para permitir esto. Por extraño y tortuoso que pueda parecer, el razonamiento de la misión era sólido y podría proporcionar a los británicos información importante, incluso si los aliados perdían el control de Gibraltar.

Gibraltar en la Segunda Guerra Mundial

Situado en la parte sur de la Península Ibérica en España, Gibraltar fue un territorio británico de ultramar durante la Segunda Guerra Mundial . Su ubicación proporcionó a los aliados una base naval y aérea directamente cerca del mar Mediterráneo. Si bien era un lugar muy útil para los Aliados, también estaba rodeado por las potencias del Eje y aquellos que simpatizaban con su causa.


El ejército británico usando reflectores durante una práctica de ataque aéreo en Gibraltar, 20 de noviembre de 1942. (Crédito de la foto: Lt. GW Dallinson / Imperial War Museums / Getty Images)

Existía una gran preocupación de que las potencias del Eje obtuvieran el control de Gibraltar, lo que provocaría que los Aliados perdieran su puerto mediterráneo para los barcos en el Atlántico Norte. En un esfuerzo por fortificar el área, los británicos decidieron mejorar el sistema de túneles existente en el área, partes del cual datan del siglo XVIII. Al final de la guerra, había aproximadamente 34 millas de túneles debajo de Gibraltar.

Establecer un puesto de observación encubierto

Los túneles creados durante la guerra también jugaron un papel crucial en las primeras etapas de la Operación Tracer. El contralmirante John Henry Godfrey, director de la División de Inteligencia Naval del Almirantazgo Británico, creó un plan para un puesto de observación encubierto en Gibraltar, diseñado para permanecer funcional, incluso si las potencias del Eje pudieran hacerse con el control.


Vicealmirante. John Henry Godfrey, CBE.
(Crédito de la foto: Capitán Wales Smith / Wikimedia Commons / Dominio público)

Si un grupo como este pudiera permanecer en funcionamiento, significaría que podrían informar los movimientos enemigos a los británicos. Los túneles existentes se utilizaron como parte del nuevo esfuerzo de construcción, específicamente el Refugio de Lord Airey , ubicado bajo tierra cerca de la Batería de Lord Airey . La construcción comenzó en 1941 y se prolongó hasta el año siguiente.

Diseño de la cueva Stay Behind

Lo que se conoció como "Stay Behind Cave" fue creado por trabajadores que en realidad no sabían lo que estaban construyendo. No solo eso, sino que tan pronto como el complejo estuvo terminado, fueron devueltos inmediatamente a Inglaterra para evitar que se filtrara el plan. El complejo incluía una vivienda para los seis hombres, dos áreas de observación, un gran tanque de agua, baños y una sala de radio.

 Niveles inferior (L) y superior (R) de la cueva Stay Behind construida para la Operación Tracer. (Crédito de la foto: Jim Crone / Wikimedia Commons CC BY-SA 3.0)

Los planes estaban muy bien pensados ​​y representaban muchos problemas potenciales. El suelo de la cámara principal se cubrió con baldosas de corcho para reducir el ruido, y las rendijas de observación se ocultaron desde el exterior. Además, la antena para transmisiones inalámbricas podría extenderse al exterior a través de una tubería, según sea necesario. El diseño incluso tuvo en cuenta la muerte de un miembro del equipo, ya que el pasaje de entrada quedó con tierra suelta para que pudiera realizarse un entierro.

Construyendo un equipo dispuesto a ser enterrado bajo tierra

Mientras se diseñaba y construía el puesto, también se estaba formando el equipo especial que eventualmente lo llamaría hogar. Cirujano-Lt. Bruce Cooper fue contratado durante su licencia en tierra en 1941 y se le dijo que, si bien no podía saber lo que estaría haciendo, necesitaba recomendar a otro médico para que lo acompañara. Eligió a Arthur Milner, uno de sus amigos de la facultad de medicina.


General Sir Richard “Windy” Gale, 22 de agosto de 1958. (Crédito de la foto: John Franks / Keystone / Getty Images)

Junto con los dos médicos, el equipo estaba formado por tres marineros subalternos que operarían las radios y Richard "Windy" Gale, que se desempeñaría como oficial ejecutivo. El equipo fue enviado a Gibraltar, habiendo sido advertido de antemano que podrían permanecer sellados en el puesto de operaciones durante un año o más. Una vez que llegaron, fueron colocados encubiertos como otros militares, preparados para ser trasladados a su ubicación secreta en cualquier momento.

Permanecieron encubiertos durante aproximadamente dos años y medio y nunca fueron necesarios. En 1943, se emitió una orden para bloquear las cuevas antes de que el ejército británico retirara sus fuerzas. Cuando terminó la guerra, el equipo se disolvió y juró mantener el secreto, como muchos otros involucrados en acciones de alto secreto durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando finalmente habló sobre la misión a mediados de la década de 2000, Cooper fue el único miembro sobreviviente del grupo.

Redescubriendo el complejo olvidado

Después de que terminó la guerra, se difundieron rumores sobre una sala secreta de tiempos de guerra en el sistema de túneles de Gibraltar. Muchos lo buscaron, pero no encontraron nada concreto hasta que el Grupo de Espeleología de Gibraltar se embarcó en una búsqueda de dos años y medio para encontrarlo en 1997. Su dedicación los llevó al sistema de túneles de Lord Airey, donde sintieron una extraña ráfaga. de viento procedente de uno de los túneles.

Uno de los muchos túneles construidos debajo de Gibraltar durante la Segunda Guerra Mundial. (Crédito de la foto: Wolfgang Kaehler / LightRocket / Getty Images)

Cuando los exploradores investigaron, encontraron una lámina de hierro colocada sobre una pared de ladrillos. Detrás de los ladrillos había una entrada oculta a la cueva Stay Behind. No fue hasta que Cooper visitó el sitio en 2008 que se confirmó oficialmente como el mítico búnker desaparecido.


miércoles, 19 de julio de 2023

Espionaje: Así paga el Diablo a quienes le sirven...

El espía del FBI que sirvió a los rusos, reveló secretos claves y vive totalmente aislado en una cárcel desde hace 22 años

Robert Hanssen fue el espía soviético que más daño causó a los americanos en el siglo XX. Lo hizo por dinero. Era muy hábil, muy astuto y muy ambicioso. También lo ayudó la suerte. Cayó también por dinero y por una frase del general George Patton. Está preso y aislado desde 2001 en la prisión de máxima seguridad de Colorado. No se sabe nada de él

Robert Hanssen, quien fue el topo más buscado de los Estados Unidos, está preso desde 2001 y no se sabe nada de él (Wikipedia / FBI)

Robert Hanssen fue el espía soviético que más daño causó a los americanos en el siglo XX. Lo hizo por dinero. Era muy hábil, muy astuto y muy ambicioso. También lo ayudó la suerte. Cayó también por dinero y por una frase del general George Patton. Está preso y aislado desde 2001 en la cárcel de máxima seguridad de Colorado. No se sabe nada de él.

Tuvo suerte, muchísima. Fue muy inteligente, habilísimo. Se movió con mucha astucia, casi diabólica. Fue muy audaz, temerario y obstinado. Y fue un traidor. Como agente del FBI, Robert Hanssen usó esas cualidades y otras calidades para ser el espía que mayor daño produjo a la inteligencia civil y militar de los Estados Unidos durante veinte años. El FBI, la CIA y el Departamento de Estado vivieron durante ese lapso expuestos a los caprichos del espía más extraordinario de la agitada vida del espionaje americano.

Hanssen espió en favor de la Unión Soviética primero y, cuando cayó aquel régimen de terror y nació en su lugar la Federación Rusa, espió para la Federación Rusa. No lo hizo por ideología, ni por contribuir a una batalla entre marxismo y liberalismo, o entre comunismo y capitalismo, o por inclinar hacia un lado la balanza de la Guerra Fría a la que la disolución de la URSS había dado un falso certificado de defunción. Hanssen hizo todo por dinero. No lo alentaba otro motivo. Los cálculos más pesimistas dicen que ingresó a sus cuentas más de un millón y medio de dólares, sin contar con otra fortuna nunca bien calculada en oro y diamantes.

Durante veinte años pasó a los rusos secretos de extrema sensibilidad como los nombres de agentes, de agentes dobles, de rusos que trabajaban para los americanos y de americanos que trabajaban para los rusos, él mismo excluido de la lista; dio información sobre operativos especiales sobre zonas sensibles para la seguridad de los Estados Unidos, fue el “topo” más buscado, menos sospechado, más inhallable y más peligroso que anidó en las entrañas del poder americano. ¿Qué tan grave fue todo? Al día siguiente de su captura, el 18 de febrero de 2001, el entonces director del FBI, Louis J. Freeh, dijo: “El FBI le confió algunos de los secretos más sensibles del gobierno de los Estados Unidos, y en lugar de defender esa confianza, abusó de ella y la traicionó.” Eso fue todo: “Algunos de los secretos más sensibles del gobierno de Estados Unidos”. Jamás se va a revelar la dimensión del daño, que se conoce sólo en parte. Es sabido que en el mundo del espionaje, lo primero que muere es la verdad.

Cayó por dos razones. Cayó tarde, tan tarde que el mismo Hanssen preguntó a sus colegas del FBI cuando lo arrestaron: “¿Cómo tardaron tanto?”, La primera de las razones de su caída fue la misma por la que había espiado: dinero. Hartos de albergar un topo en las entrañas y de no tener idea de su identidad ni de cómo frenar el daño que causaban sus filtraciones, Estados Unidos ofreció hasta siete millones de dólares a agentes rusos para que revelaran la identidad del traidor. Hallaron del otro lado un alma sensible que se interesó por el monto de la recompensa. No dio el nombre de Hanssen porque no lo sabía. La gran habilidad del espía fue no revelar jamás su identidad a los rusos. Pero el alma sensible aportó una valija con documentos y cintas grabadas que resultaron decisivos. La segunda razón de la caída de Hanssen fue una frase del ya legendario general americano George Patton, que con su tradicional estilo desbocado y despectivo, solía hablar de los “purple-pissing Japanese”, los japoneses que mean color púrpura. Patton no ayudó a ganar la Segunda Guerra en el Pacífico, pero tenía sus opiniones.

Robert Phillip Hanssen en 1962, mientras cursaba el secundario (Photo by Tim Boyle/Newsmakers, Courtesy of William Howard Taft High School)

Una vez en manos del gobierno al que había traicionado, Hanssen se libró de una muerte para caer en otra. Los fiscales federales acordaron no pedir la pena de muerte para él, a cambio de que se declarara culpable de quince cargos de espionaje y de que echara luz sobre sus actividades a lo lardo de dos décadas. Eso hizo Hanssen el 6 de julio de 2001.

Le cayeron encima quince cadenas perpetuas, una por cada delito, a cumplir en la prisión de máxima seguridad de ADX Florence, conocida como Supermax en Colorado, bajo un régimen de aislamiento casi total, veintitrés horas al día encerrado en una celda de cemento insonoro, con una sola salida diaria de una hora al aire libre, metido en una jaula un poco más grande de su celda, sin ver nada más que el cielo y los muros de la cárcel. Un muerto en vida. Allí está desde hace casi veintidós años. Si sigue vivo para entonces, el próximo 18 de abril cumplirá setenta y nueve años.

Su historia rezuma mugre, como siempre que hay traición; tiene un costado apasionante, como siempre que alguien camina en la cuerda floja y Hanssen lo hizo durante veinte años; y traza un bosquejo a carbonilla del mundo del espionaje que, de alguna manera imprecisa y confusa, nos pone a todos en una dulce libertad condicional. Lo que sigue es para los interesados en la materia. No es por desmerecer, pero James Bond queda a la altura de un garbanzo.

Hanssen nació el 18 de abril de 1944 en Chicago, en una familia luterana que compartía sangre danesa, polaca y alemana. El papá era oficial de policía, muy severo con los hijos a quienes quería, a través del menosprecio y el dolor emocional, formar como personas duras para enfrentar la vida. Eran valores de los años 40 que llevaban a los padres a decirles a sus hijos que no servirían para nada. Hanssen, para honrar el método pedagógico de su padre, fue un buen alumno del Knox College de Galesburg, Illinois. Estudió química y ruso, oh, ruso, y se inscribió en la Facultad de Odontología de la Northwestern University. De inmediato entendió que la odontología no era lo suyo, igual fue un buen alumno, y dio un giro a su vida: empezó a estudiar administración de empresas.

La Northwestern University le permitió conocer a Bernardette, “Bonnie” Wauck, con quien se casó en 1968 y que sería la madre de sus seis hijos. Bernardette provenía de una familia católica y Hanssen se convirtió al catolicismo y, como converso, fue un practicante ferviente de misa diaria, que en su momento se uniría al Opus Dei. Graduado y con un Master en administración de empresas, trabajó muy poco en un estudio contable y se unió a la policía de Chicago como un “oficial de escritorio”, encargado del delicado departamento de Asuntos Internos: policías que investigan a policías. Allí estuvo dos años, hasta que decidió unirse al FBI.

Juró como agente el 12 de enero de 1976. Y fue allí donde empezó su camino de alta traición. “Hanssen hizo un juramento de apoyar y defender la Constitución de los Estados Unidos contra todos los enemigos, extranjeros y nacionales y de tener verdadera fe y lealtad a esa Constitución, pero decidió violar ese juramento, dijo con inocultable dolor y algo de humillación el entonces director del FBI cuando Hanssen fue capturado en 2001. Después de dos años en la oficina del FBI en Gary, Indiana, Hanssen fue designado como agente de campo en New York y, al año siguiente, 1979, fue destinado al armado de una base de datos sobre la inteligencia soviética destinado a enriquecer los legajos del FBI sobre agentes extranjeros.

Ese fue el año, y ese fue el sitio, en el que Hanssen empezó a espiar para los rusos. Osado, se acercó a la GRU, la agencia de la inteligencia militar soviética, y ofreció sus servicios a cambio de dinero. Nunca adujo un motivo ideológico, político o moral. Pero a lo largo de ese primer ciclo como espía pasó a la URSS una muy importante cantidad de información clasificada, incluidas escuchas telefónicas del FBI y una lista de la oficina federal sobre presuntos agentes de la inteligencia soviética que trabajaban para los americanos.

Sus filtraciones permitieron a los soviéticos atrapar a Dmitri Poliakov, un militar del Ejército Rojo, llegó al grado de general, que durante veinte años había dado información a la CIA: hasta jubilarse en 1980, Poliakov había entregado secretos militares soviéticos a la inteligencia estadounidense. Pese a la filtración hecha por Hanssen, los rusos no arrestaron a su traidor hasta 1985, cuando un agente americano que trabajaba para ellos, Aldrich Ames, volvió a señalar a Poliakov como espía. La URSS detuvo entonces a Poliakov en 1986 y lo ejecutó dos años después.

La URSS detuvo entonces Poliakov en 1986 y lo ejecutó dos años después (Wikipedia)

En la escena actuaba ya la figura que iba a servir de involuntaria protección de Hanssen. La CIA y el FBI adjudicaron a Ames la delación de Poliakov y el rol que años antes había tenido Hanssen, su auténtico denunciante, quedó tapado, ignorado, desconocido hasta su confesión en 2001. En 1981, Hanssen fue enviado a la central del FBI en Washington para que ejerciera sus dotes de administrador de empresas en la oficina de presupuestos de la agencia federal, lo que le dio acceso a muchas de las actividades secretas de la oficina, en especial a las de vigilancia electrónica y escuchas telefónicas: se convirtió en un experto en computación; mientras, instaló a su familia en los suburbios de Washington, en Vienna, estado de Virginia, separada apenas de la capital por el río Potomac.

En 1983 Hanssen decidió ser algo más activo en el espionaje a favor de la URSS. Fue cuando fue transferido a la “Unidad Analítica Soviética” del FBI, que era el departamento responsable directo de estudiar, identificar y capturar a espías y agentes de inteligencia soviéticos que operaran en los Estados Unidos. Hanssen tenía a su cargo evaluar a los agentes que se ofrecían de manera voluntaria a dar información a la CIA y al FBI, para determinar si eran confiables o si eran agentes dobles “plantados” por la KGB. Para que se entienda bien: para detectar, capturar, evaluar y manejar a los agentes soviéticos en Estados Unidos, el FBI puso a uno de sus mejores agentes… que espiaba para la URSS. Precioso. Mozart le hubiese puesto música.

Los desastres que desencadenó Hanssen en ese puesto clave no fueron nunca revelados. Sí descubiertos y, en su mayoría, confesados por Hanssen en 2001, pero nunca admitidos ni por la CIA ni por el FBI, donde el espía ascendía y era cada vez más prestigioso. En 1985 fue transferido de nuevo a New York a cargo de la contrainteligencia contra la URSS. Fue entonces cuando decidió convertirse, de lleno, en un agente doble al servicio de los soviéticos. El 1 de octubre de 1985 envió una carta anónima a la KGB en la que ofrecía sus servicios: pedía cien mil dólares en efectivo. En esa carta, Hanssen dio los nombres de tres agentes rusos en Estados Unidos que en secreto, trabajaban para el FBI: Boris Yuzhin, Valery Martynov y Serguei Motorin. Gracias a la carta de Hanssen, los soviéticos detuvieron a Martynov y a Motorin y los ejecutaron de inmediato. Yuzhin fue encarcelado durante seis años y canjeado luego por otro espía ruso.

La suerte había besado otra vez las manos de Hanssen. Los tres agentes rusos habían sido mencionados ya por Aldrich Ames, el otro “topo” americano al servicio de la URSS pero que estaba enquistado en la CIA. De manera que la “culpa” de la filtración fue adjudicada a Ames y no a Hanssen. Desde esa carta reveladora, Hanssen rara vez volvió a interrumpir sus actividades de espionaje en favor de la GRU, la KGB y, en la Rusia post comunista, con su SVR, el servicio de inteligencia exterior.

Aldrich Ames. (Photo by Jeffrey Markowitz/Sygma via Getty Images)

En 1987 Hanssen estaba de regreso en Washington, para elevar un estudio de todas las penetraciones de agentes de la KGB en el FBI, que procuraba saber si había otro topo, además de Aldrich, en el seno de la oficina federal. Sí lo había, era Hanssen, y le habían encargado a él que lo averiguara. El espía no sólo evitó hablar de él mismo en ese informe, sino que le pasó a los soviéticos la lista de sus agentes que habían contactado al FBI con la intención de cambiar de bando. De paso, Hanssen rastreó la base de datos del FBI para saber si había alguna sospecha sobre él. Estaba limpio. Nunca sospecharon de él.

Tal vez si el FBI hubiese investigado más, o mejor, la carrera del espía se hubiera detenido antes. En 1981, su mujer, Bernardette, lo había descubierto en el sótano de la casa mientras escribía una carta a los soviéticos. Hanssen le dijo que en efecto, había cobrado treinta mil dólares por pasar información al enemigo, pero que lo que en realidad filtraba era “desinformación” de inteligencia para confundirlos. La mujer le creyó, o dijo creerle, e insistió en que su marido, católico converso, se confesase. Un sacerdote lo escuchó y le aconsejó que repartiese ese dinero “sucio” en obras de caridad. Por esos senderos bíblicos andaba la seguridad del planeta.

Si el FBI hubiese investigado lo que Hanssen llamó su “ambiciosa necesidad de dinero”, tal vez hubieran hallado la punta de un hilo para tirar de él. En 1990, el cuñado de Hanssen, Mark Wauck, también agente del FBI, pidió a sus superiores que investigaran a Hanssen: la mujer de Wauck, Jeanne, había visto una gran pila de dinero en una cómoda de la casa de Hanssen y se lo había comentado a su marido Mark, que sabía que el FBI andaba a la caza y pesca de un traidor y pensó que Hanssen podía serlo. De nuevo, Aldrich Ames salvó a Hanssen: lo detuvieron en 1994 y le atribuyeron casi todas las fugas de información de la agencia.

La detención del espía Aldrich Ames. (Photo by Jeffrey Markowitz/Sygma via Getty Images)

Si el FBI hubiese investigado la privacidad de su agente estrella, hubiese descubierto algunas conductas extrañas. Por ejemplo, sin que su mujer lo supiese, Hanssen grababa en secreto las relaciones sexuales entre los dos y compartía las cintas de video con un amigo cercano, Jack Hoschouer, un coronel del ejército, retirado, a quien le habilitó incluso la entrada a un ático para que tuviese una idea más cercana y real a sus actividades sexuales.

Hanssen también describía sus relaciones, con todos los detalles, en salas de chat de Internet. Y frecuentaba junto a su vecino coronel y mirón, algunos clubes de strippers, conocidas bajo el eufemismo de “bailarinas exóticas”. En uno de esos antros conoció a Priscila Sue Galey, con quien entabló una relación de varios años, la llevó a conocer las instalaciones del FBI en Quántico, viajaron juntos a Hong Kong y le obsequió, además de joyas y dinero, un Mercedes Benz usado, eso sí. La bailarina exótica diría luego que, aunque le ofreció varias veces a Hanssen mantener relaciones sexuales, él se había negado; y que el noviazgo, amorío idilio o lo que fuese había terminado cuando ella recayó en la droga y la prostitución.

¿Adónde miraban el FBI y la CIA? Ese es otro secreto jamás revelado. Ya en 1987 Hanssen había cometido una “grave violación a la seguridad”, según el gobierno de Estados Unidos, al revelarle información secreta a un desertor soviético durante un interrogatorio. Sus compañeros lo denunciaron, pero el FBI no inició ninguna investigación. En 1989, sin que sospecharan de él, Hanssen había entregado a los soviéticos casi todo la información disponible sobre MASINT (Mesurement and Signal Intelligence), que reunía toda la inteligencia obtenida por medios electrónicos como radares, hidrófonos subacuáticos, satélites espías e interceptores de señales.

Ese mismo año reveló a los soviéticos una historia muy simpática. Cuando la URSS empezó a construir el edificio de su nueva embajada en Washington, los americanos cavaron un túnel debajo de la construcción, donde estaría instalado el cuarto de codificación de los rusos. Nunca lo usaron por miedo a ser descubiertos y generar un escándalo diplomático. Al menos, Estados Unidos dijo no haber usado nunca ese túnel. Hanssen le contó todo a los soviéticos de forma mucho más detallada y recibió en pago cincuenta y cinco mil dólares al mes siguiente. También filtró a la URSS, dos veces, el nombre de los dobles agentes estadounidenses.

El espía había alertado a los rusos de que los norteamericanos habían construido un túnel debajo de la embajada de Rusia en Washington. (Photo by Brendan Smialowski/Getty Images)

¿Cómo cobraba Hanssen sus servicios? Y sobre todo, ¿Cómo pasaba la información a los soviéticos? A través de los llamados “puntos muertos”. Son sitios elegidos por las partes para dejar una señal de contacto y hacer saber al otro que hay información a dar, o pago a entregar. El FBI afirma que los rusos jamás supieron quién era el agente que les informaba y que usabaRamón Garcíacomo nombre falso. Uno de los superiores de Hanssen dijo que el tipo era “diabólicamente brillante”, que se había negado a usar los puntos de entrega sugeridos por su agente de contacto en Washington, Víctor Cherkasin, y qué él mismo seleccionaba los sitios, en general, parques públicos, donde Hanssen dejaba alguna marca visible y un código: una raya de tiza en un buzón, una tela adhesiva en algún poste o señal de tránsito, nada que se notara demasiado. El código, también era de Hanssen: 01/06 quería decir que habría una entrega el 6 de enero a la una de la mañana; 07/12, remitía al y de Julio a las 12: casi siempre coincidía el número del mes y la hora.

Te puede interesar: “Silver”, el quíntuple agente de la Segunda Guerra Mundial: el espía que cobró 6 millones de dólares por engañar a cinco países

La revelación del túnel bajo la embajada rusa en Washington alertó y desesperó al FBI, que había culpado a Ames de las fugas de información. Ames estaba destinado en Roma cuando los rusos supieron del incidente y no pudo haber dado esa información. Eso implicaba que había otro topo en el FBI y había que hallarlo. No fue un buen momento para intensificar la búsqueda porque en 1989 cayó el Muro de Berlín, en 1991 dejó de existir al URSS y Hanssen decidió interrumpir sus servicios hasta saber quiénes serían sus nuevos amos.

Mientras, se puso a espiar a sus propios compañeros: invadió las computadores de otros agentes para, dijo, demostrar la falta de seguridad en el sistema informático del FBI. Lo que buscaba en realidad era información sobre su expediente personal: quería saber si lo vigilaban. En 1994 pidió ser trasladado al flamante Centro Nacional de Contrainteligencia, pero desistió cuando supo que debía someterse al veredicto del polígrafo, el detector de mentiras. En 1997 fue denunciado por un ex topo convicto del FBI, Edwin Earl Pitts, porque Hanssen había irrumpido en la computadora de otro agente. El FBI no inició ninguna investigación.

Retrato de Robert Hanssen, quien un día decidió convertirse en un agente doble al servicio de los soviéticos (Photo courtesy of FBI/Newsmakers)

Cuando Hanssen decidió retomar a pleno su trabajo de espía, se conectó en 1999 con el Servicio de Inteligencia Exterior de la Federación: el SVR. Pero en 2000 envió a los rusos una última carta en la que preanunciaba su retiro de todo, del FBI y del espionaje. Sólo que ahora el FBI estaba más que decidido a capturar al escurridizo traidor. Descartado Ames de haber tomado parte de todas las filtraciones de inteligencia, la agencia federal creó una lista de todos los agentes relacionados con las fugas de seguridad y le dieron nombre al sospechoso: “Graysuit”, Traje gris”. No tuvieron mucho éxito, cazaron a otros agentes dobles, pero no al topo principal.

Luego cayó en la sospecha un agente de la CIA, Brian Kelly, que ya había sido sospechoso de otra filtración y al que le adjudicaban haber revelado lo del túnel bajo la embajada rusa, una vez descartado Ames. En noviembre de 1998, después de intervenir sus comunicaciones y de vigilarlo de cerca, acaso con cautela, la CIA y el FBI le tendieron una sutil trampa a Kelly. Le mandaron a la casa a un tipo con brutal acento ruso que le advirtió que el FBI y la CIA lo habían descubierto, que ya sabían que era un espía y que mañana mismo se presentara a tal estación de subterráneo de Washington para poder escapar al exterior. Pero, en vez de ir a la estación de subte, Kelly le informó el incidente a sus jefes. Igual, durante los dos días siguientes lo acusaron de ser un espía, el FBI interrogó a su mujer, a sus dos hermanas y a sus tres hijos. Los Kelly lo negaron todo y el agente fue derivado a una “licencia administrativa”, donde quedó por casi dos años, hasta que arrestaron a Hannsen.

El FBI y la CIA sospecharon, y acertaron, que Kelly no era el topo. Aún con licencia administrativa, congelamiento total en todo caso, nuevas filtraciones llegaron a los rusos a lo largo del año siguiente. No solo Kelly no era el topo, sino que el topo seguía activo, eficaz y desafiante. El FBI descartó toda ortodoxia y decidieron “comprar” la identidad del espía. Buscaron en sus archivos almas sensibles, digamos, con ansias de venderse. Encontraron a un ex agente de la KGB, devenido empresario, su identidad jamás fue revelada, invitado por una compañía americana tapadera del FBI, para animarlo a iniciar un negocio.

El negocio era ofrecerle mucho dinero a cambio de la identidad del traidor. El ruso dijo que sí, que si bien no sabía su nombre real, tenía en su poder parte del archivo de la KGB y del SVR sobre el espía, que había podido sacar de manera clandestina de la sede central de la inteligencia rusa. Ahora está muy de moda llevarse papeles secretos a casa, pero se ve que la costumbre tiene sus años.

Lo que tenía el ruso era oro en polvo. Los papeles abarcaban la correspondencia del topo con la KGB entre 1985 y 1991; incluía una cinta grabada del famoso “Ramón García” con los agentes soviéticos. El FBI decidió pagar por ese oro en polvo siete millones de dólares, importe que serviría para establecer al ruso delator del delator y a su familia, en los Estados Unidos y con una nueva identidad.

La casa de Robert Phillip Hanssen de Chicago, donde había vivido (Photo by Tim Boyle/Newsmakers)

En noviembre de 2000 el FBI tenía al topo cercado. Faltaba averiguar un dato: ¿quién era? Los agentes del FBI que buscaban al topo pudieron escuchar la cinta que incluía el paquete de documentos entregado por el ruso. Era una conversación grabada el 21 de julio de1986 entre el espía y sus controles soviéticos. Todos en el FBI esperaron oír la voz de Kelly, que seguía siendo sospechoso pese a todo. Pero no, la voz no era la de Kelly, que por fin quedó descartado.

A Michael Waguespack, uno de los trescientos agentes que buscaban al espía, la voz le sonó familiar. Pero no podía recordar quién era. En la correspondencia leída y analizada una y otra vez, una nota del topo mencionaba una conocida frase del general George Patton durante la Segunda Guerra Mundial. Patton había dicho muchas veces de “purple-pissing Japanese”, los japoneses que mean de color púrpura, en alusión a una difundida y supuesta sífilis entre las tropas imperiales destacadas en el Pacífico. Fue al leer esa frase que el agente del FBI Bob King recordó a Robert Hanssen que también, en diferente contexto, la había pronunciado muchas veces. Faltaba un chequeo. Hicieron escuchar otra vez la cinta al agente Waguespack y le preguntaron: “¿Es la voz de Hanssen?” Era la voz de Hanssen.

La voz y el nombre de Hanssen encajaban con otros muchos datos: sitios, fechas, casos, filtraciones, y habilitaba a un examen más detenido de los materiales que tenían a disposición. Los papeles originales que Hanssen había entregado a la KGB habían estado envueltos en una bolsa de residuos que fue peinada para hallar huellas digitales. Había varias, pero dos, eran las de Hanssen.

El FBI hizo algo muy p articular: lo colocó bajo estricta vigilancia, lo destinó de regreso a la sede del FBI para controlarlo más de cerca y lo ascendió: lo nombró jefe de seguridad informática del FBI. También le designo un joven asistente, Eric O’Neill que, más que joven asistente, era un sabueso que no perdió pisada en los días que siguieron. Descubrieron que Hanssen se había vuelto a comunicar con los rusos, y lo dejaron venir. El “asistente” O’Neill logró hacerse con el tesoro de Hanssen, una Palm II, la prehistoria de las tablets, de la que transfirió toda la información que almacenaba el espía. Ahora el FBI tenía hasta pruebas documentales.

El parque Foxstone, donde estaba punto de entrega y fue detenido Hanssen (Photo courtesy of FBI/Newsmakers)

Hanssen sospechó. No era tonto, solo ambicioso y traidor. Algo no andaba bien con el FBI. A principios de febrero pidió a un amigo que le diera trabajo en su empresa de tecnología informática. En la última carta que le escribió a los rusos, interceptada por el FBI, les decía que había sido ascendido “a no hacer nada”, que estaba “lejos del acceso a la información valiosa” y, en sentido figurado, que creía que “algo había despertado al tigre durmiente”. Nada figurado: el tigre estaba despierto y con la boca abierta sobre la yugular de Hanssen que, pese a todo, arriesgó una última entrega de documentos, un último cobro de miles de dólares, antes del adiós. Por los buenos viejos tiempos.

El 18 de febrero de 2001, después de dejar en el aeropuerto Dulles a su amigo mirón, el coronel Jack Hoschouer, a su manera un espía de otros objetivos, Hanssen manejó hasta el parque Foxstone, de Virginia, y colocó un pedazo de cinta adhesiva de color blanco sobre una señal de estacionamiento, nada llamativo, todo muy discreto. La cinta blanca indicaba a los agentes rusos que había nueva información en el consabido punto de entrega. Después, hizo lo de siempre, tomó una bolsa de basura, sellada, repleta de información secreta y sensible, y la pegó a la parte inferior de un puente peatonal de madera, que cruzaba un arroyo del parque.

En ese momento, el FBI le cayó encima y Hanssen supo que sus días como espía habían terminado. Fue entonces que lanzó su pregunta sin respuesta: “¿Cómo tardaron tanto…?” El FBI esperó dos días, a la espera de que un ruso se acercara a la bolsa de basura pegada en la parte baja del puente. Pero no apareció nadie. O bien los rusos presintieron que algo andaba mal con su espía, o bien intuyeron que Hanssen había sido arrestado, o bien otro topo del les avisó que ni por asomo se aparecieran por el Foxstone Park. El 20 de febrero, el FBI anunció la detención de Hanssen.

Robert Hansser fue apresado por 20 años de filtraciones y castigado con 15 cadenas perpetuas (Wikipedia / FBI)

Al día siguiente, La página del FBI reveló parte de las andanzas del espía, parte de su enorme responsabilidad en veinte años de filtraciones, aunque sin admitirla del todo y cómo fue que había sido capturado. Luego, el director del FBI, Louis Freeh, también hizo una especie de mea culpa y señaló el carácter de alta traición que había tenido Hanssen.

Fue lo último que, de modo oficial, los gobiernos de Estados Unidos dijeron sobre Hanssen, antes de encerrarlo en esa tumba de cemento que es la prisión federal de Colorado ADX Florence, Supermax.

Desde entonces, de Hanssen no se sabe más nada.