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domingo, 22 de diciembre de 2024

Crisis del Beagle: Asalto blindado argentino por el norte a Santiago

Crisis del Beagle: Asalto blindado sobre Santiago

Por Esteban McLaren



El 22 de diciembre de 1978, conocido como el Día D, se habrían iniciado de manera coordinada a lo largo de las fronteras con Chile diversas acciones militares dentro del marco de la operación Soberanía. Es muy difícil determinar con certeza cuál de todas las acciones planificadas hubiera iniciado propiamente la guerra, pero está claro que habría sido un asalto simultáneo en, al menos, cuatro frentes. El principal habría sido la batalla naval y el desembarco en el canal de Beagle, donde la Infantería de Marina de la Armada de la República Argentina (IMARA) intentaría desembarcar parte de sus tropas en las islas Lennox, Nueva (ya ocupada por tropas del Cuerpo de Infantería de Marina chileno, CIM) y Picton, mientras otras tropas buscarían ocupar el resto de la isla. Este frente será objeto de análisis futuro. Sincronizadamente, habría un avance terrestre en el frente central partiendo desde Mendoza (con una posible segunda línea de avance desde el sur por el paso Puyehue, hoy Cardenal Samoré) con el objetivo final de llegar a la capital nacional, Santiago.

El propósito de este artículo es explorar un escenario de historia alternativa centrado únicamente en el frente de ataque de la ruta Mendoza-Santiago. La guerra nunca ocurrió, pero ¿cómo habría sido si Argentina no hubiera aceptado la mediación papal? Ese será nuestro punto de divergencia con la historia real. Apelemos a la racionalidad y la prospectiva en un ejercicio que siempre será incompleto y cuyo resultado final pertenece a otro espacio-tiempo.

En el conflicto del canal de Beagle de 1978 entre Argentina y Chile, se consideró un ataque directo desde Mendoza hacia la capital chilena, Santiago. Esta decisión táctica y estratégica se justificaba desde varias perspectivas. Primero, el foco principal del conflicto estaba en la región austral, lo que significaba que un ataque desde Mendoza podría servir como una maniobra de distracción para dividir las fuerzas chilenas, debilitando así su capacidad de defensa en el sur.

El acceso directo a Santiago desde Mendoza era otra razón clave. Santiago, siendo el centro neurálgico de Chile tanto política como militarmente, representaba un objetivo crucial. Tomar la capital podría forzar una rápida capitulación chilena debido al impacto estratégico y psicológico que ello conllevaría. Las rutas de acceso a través de los Andes, especialmente el Paso de los Libertadores, conectaban directamente Mendoza con la región metropolitana de Santiago, facilitaban un avance argentino hacia la capital.

Además, Mendoza contaba con importantes recursos logísticos, lo que la convertía en una base de operaciones ideal para un asalto sostenido hacia Santiago. Obviamente "detrás" de Mendoza se hallaba todo el complejo industrial militar asentado en Córdoba, Rosario y Gran Buenos Aires, con fábricas de armas y municiones, aviones ligeros y astilleros así como todo el complejo agro-alimentario nacional. Desde el punto de vista argentino, la estrategia implicaba preparativos logísticos y de inteligencia detallados sobre las defensas chilenas a lo largo del Paso de los Libertadores. Establecer líneas de suministro robustas desde Mendoza era esencial para asegurar un flujo continuo de recursos.

La táctica argentina se centraría en un ataque rápido y coordinado, utilizando tropas de infantería mecanizada y apoyo aéreo para penetrar rápidamente las defensas fronterizas y avanzar hacia Santiago. Se desplegarían las unidades mejor entrenadas para maximizar la eficiencia del ataque y mantener la moral de las tropas alta mediante una comunicación efectiva de los objetivos. Además, se planearían operaciones de distracción en otras partes de la frontera para confundir y dispersar a las fuerzas chilenas.

Por otro lado, una estrategia de defensa de la capital implicaría fortificar el Paso de los Libertadores con artillería y tropas bien posicionadas, utilizando la geografía montañosa a favor para establecer posiciones defensivas estratégicas. Mantener una vigilancia constante y activa en la frontera sería crucial para detectar movimientos argentinos y anticipar sus planes. El anecdotario trasandino comenta de tropas desplegadas en los picos cordilleranos para avisar del traspaso de vuelos argentinos como una suerte de observadores adelantados.



La defensa chilena se organizaría en profundidad, estableciendo varias líneas de defensa escalonadas para retrasar y desgastar a las fuerzas argentinas, mientras se utilizarían fuerzas de reserva para contragolpes y ataques de flanco. Preparar a la población civil de Santiago para la defensa, construyendo barricadas y organizando milicias, sería esencial para mantener la moral alta. Además, se coordinaría la defensa aérea y de artillería para realizar ataques preventivos sobre las columnas argentinas y responder rápidamente a sus movimientos.

Las fuerzas especiales chilenas jugarían un papel crucial, implementando operaciones de sabotaje detrás de las líneas enemigas para interrumpir suministros y comunicaciones, y llevando a cabo ataques precisos contra líderes y centros de comando enemigos. Veamos con más detalles estas acciones que nunca ocurrieron aunque bien cerca se estuvo.

Orden de Batalla Regional (ORBAT) en 1978

Argentina

Ejército:

  • IV Cuerpo de Ejército en Mendoza:
    • 8va Brigada de Infantería de Montaña: Unidades de infantería de montaña entrenadas para combate en terreno montañoso.
    • 2da Brigada Blindada: Unidades blindadas con tanques y vehículos de combate.
    • IV Brigada Aérea: Apoyo aéreo cercano y transporte.
    • VIII Brigada de Infantería de Montaña: Especializada en combate en terreno montañoso, equipada con artillería ligera y morteros.
    • Regimiento de Caballería Blindada 11 "Cazadores de Los Andes": Con tanques AMX-13 y vehículos de transporte blindados.
    • Regimiento de Infantería 16: Con infantería mecanizada lista para un asalto frontal.

Fuerza Aérea:

  • IV Brigada Aérea (El Plumerillo, Mendoza): Aviones de ataque como el A-4 Skyhawk, Mirage III, y aviones de transporte para logística y apoyo aéreo cercano.


Chile

Ejército:

  • III División del Ejército en Valparaíso:
    • 1ra Brigada Acorazada “Coraceros”: Unidades blindadas con tanques y vehículos de combate.
    • 2da Brigada de Infantería: Unidades de infantería regular.
    • Brigada de Operaciones Especiales “Lautaro”: Fuerzas especiales y de montaña entrenadas para operaciones en terreno accidentado.
    • Regimiento de Infantería N°1 "Buin": Ubicado en la región del Aconcagua, equipado con artillería ligera y mediana.
    • Regimiento de Caballería Blindada N°1 "Granaderos": Operando en el valle con tanques ligeros y vehículos de reconocimiento.
    • Baterías de Artillería: Posicionadas en puntos estratégicos para cobertura de fuego.
    • Fuerzas menores de Carabineros

Fuerza Aérea:

  • V Brigada Aérea (Base Aérea Cerro Moreno, Antofagasta, altamente improbable por la distancia) y II Brigada Aérea (Santiago): Aviones de combate como el F-5E Tiger II y cazas Hawker Hunter, además de aviones de transporte y apoyo.
  • Brigada de Aviación del Ejército: Proporcionando apoyo aéreo con helicópteros UH-1 y aviones ligeros de reconocimiento.


Rol de las Fuerzas Aéreas

Argentina:

  • La Fuerza Aérea Argentina intentaría mantener la superioridad aérea sobre el Paso Los Libertadores y sus alrededores para proteger el avance de las tropas terrestres y proporcionar apoyo aéreo cercano.
  • Aviones de ataque como el A-4 Skyhawk y Mirage III realizarían misiones de interdicción y bombardeo contra posiciones chilenas. Sin dudas el primer blanco sería la base aérea en Santiago en un estilo de ABA (Airbase Attack) que imposibilite el poder aéreo chileno para el resto de las operaciones.

Chile:

  • La Fuerza Aérea de Chile defendería su espacio aéreo agresivamente, utilizando aviones F-5E Tiger II y Hawker Hunter para interceptar y atacar aviones argentinos. Probablemente ejemplares más antiguos en condiciones de vuelo sería puestos en línea de combate de nuevo.
  • Las unidades aéreas chilenas también atacarían columnas terrestres argentinas y sus líneas de suministro para ralentizar el avance.


En términos de poder aéreo, ambas bases aéreas se encontraban en relativa paridad de poder y calidad de los aviones aunque la información reciente nos presenta a los F-5 Tiger II con baja operatividad debido al embargo norteamericano que ya llevaba años. El tema de guerra aérea sobre la cordillera por las maniobras muy repentinas de aceleración por las trepadas y profundos picados implicados merece un análisis aparte.

Defensa del Valle del Aconcagua

Contexto y Situación:

En diciembre de 1978, en el marco del conflicto del Beagle entre Argentina y Chile, la tensión estaba en su punto álgido. Las fuerzas argentinas, concentradas en Mendoza, estaban listas para un potencial asalto blindado a través de los Andes, apuntando hacia el valle del Aconcagua, al norte de Santiago de Chile. El objetivo era romper las defensas chilenas y avanzar hacia la capital. En este escenario montañoso y estratégico, ambos ejércitos desplegaron sus fuerzas y prepararon tácticas de defensa en profundidad.


Estrategia y Tácticas Chilenas de Defensa en Profundidad:

Conociendo las capacidades del enemigo y la geografía del terreno, las fuerzas chilenas implementaron una defensa en profundidad para proteger el valle del Aconcagua:

1. Reconocimiento y Vigilancia:

Desde tempranas horas de la mañana, equipos de reconocimiento chilenos patrullaban las alturas, observando cualquier movimiento en los pasos de montaña. Utilizando binoculares y radios, estos soldados vigilaban constantemente los senderos que descendían desde Mendoza, atentos a cualquier señal de actividad enemiga.

  • Patrullas de Reconocimiento: Equipos de reconocimiento fueron desplegados en puntos elevados para vigilar los movimientos argentinos a través de los pasos de montaña.
  • Puestos de Observación: Establecieron puestos de observación a lo largo de las rutas posibles de avance, utilizando comunicación por radio para reportar movimientos enemigos.

2. Fortificaciones y Puntos de Resistencia:

A lo largo del valle, los ingenieros militares habían trabajado sin descanso, aprovechando las formaciones rocosas naturales para construir bunkers y trincheras. En puntos estratégicos, se habían colocado nidos de ametralladoras, listos para repeler cualquier intento de avance. Los soldados del Regimiento de Infantería N°1 "Buin" se apostaron en estas posiciones, preparados para ofrecer una resistencia feroz.

  • Fortificaciones Naturales: Aprovecharon las formaciones rocosas y acantilados naturales para construir defensas y trincheras.
  • Bunkers y Nidos de Ametralladoras: Construyeron bunkers y posiciones fortificadas en puntos clave del valle para maximizar la resistencia y retrasar el avance enemigo.

3. Maniobra y Movilidad:

En áreas accesibles, la caballería blindada del Regimiento de Caballería Blindada N°1 "Granaderos" mantenía sus tanques ligeros y vehículos de reconocimiento en constante alerta, listos para moverse rápidamente y reforzar cualquier punto que fuese atacado. Las unidades de reserva se mantenían móviles, listas para intervenir donde se las necesitase.

  • Unidades de Reserva: Mantuvieron unidades de reserva móvil en las zonas más accesibles del valle para reforzar rápidamente cualquier punto que fuese atacado.
  • Despliegue de Caballería Blindada: La caballería blindada se posicionó en áreas donde podían realizar contraataques rápidos y flanquear a las fuerzas argentinas.

4. Uso de Artillería:

En colinas elevadas, las baterías de artillería estaban bien camufladas. Los artilleros mantenían sus ojos fijos en las posiciones de los observadores avanzados, esperando las coordenadas para iniciar un bombardeo preciso. La coordinación con la infantería era vital para maximizar el impacto de los bombardeos y detener el avance enemigo.

  • Bombardeo Preventivo: Utilizaron artillería para realizar bombardeos preventivos en las rutas de acceso conocidas, dificultando el avance argentino.
  • Coordinación con Infantería: La artillería estaba estrechamente coordinada con las unidades de infantería para proporcionar fuego de cobertura durante los enfrentamientos.

5. Obstáculos y Trampas:

Los ingenieros militares habían sembrado minas en los senderos más probables y preparado deslizamientos de tierra controlados para crear obstáculos adicionales. Cualquier avance argentino encontraría un terreno hostil y lleno de trampas mortales.

  • Minado de Senderos: Colocaron minas y trampas en los senderos y rutas de acceso más probables para retrasar y desorganizar a las tropas blindadas argentinas.
  • Obstáculos Naturales: Utilizaron el terreno para crear obstáculos adicionales, como la voladura de puentes y la creación de deslizamientos de tierra.

Tácticas argentinas para desarmar la defensa en profundidad chilena:

Las fuerzas argentinas, conscientes de la defensa chilena, planificaron su ataque con una combinación de tácticas de reconocimiento, maniobra y poder de fuego.

1. Reconocimiento y Inteligencia:

Patrullas de reconocimiento argentinas, incluyendo exploradores de la VIII Brigada de Infantería de Montaña, se infiltraron en el terreno hostil, identificando puntos débiles y rutas menos defendidas. Utilizando métodos tradicionales de inteligencia, como el interrogatorio de prisioneros y la interceptación de comunicaciones, reunieron información crítica.

  • Patrullas de Reconocimiento: Enviaron patrullas de reconocimiento y exploradores para identificar las posiciones defensivas chilenas y encontrar rutas menos defendidas.
  • Interrogatorio de Prisioneros: Recopilaron inteligencia a través del interrogatorio de prisioneros y la interceptación de comunicaciones.

2. Ataques de Flanqueo y Maniobras:

Al amanecer, las fuerzas especiales argentinas, expertos en combate en terreno montañoso, comenzaron a moverse a través de pasos ocultos, flanqueando las posiciones chilenas. Mientras tanto, las unidades mecanizadas del Regimiento de Caballería Blindada 11 "Cazadores de Los Andes" se preparaban para avanzar rápidamente por rutas identificadas como menos defendidas.

  • Rutas Alternativas: Utilizaron rutas menos defendidas y pasos de montaña ocultos para flanquear las posiciones chilenas.
  • Fuerzas Especiales: Desplegaron fuerzas especiales para realizar incursiones detrás de las líneas enemigas, saboteando sus posiciones y líneas de suministro.

3. Coordinación de Ataques:

A medida que los exploradores confirmaban las posiciones chilenas, la artillería argentina comenzó a bombardear los puntos fortificados. El estruendo de los cañones rompió el silencio del valle, mientras las tropas de infantería se preparaban para avanzar. Los ataques se coordinaron desde múltiples direcciones, buscando abrumar y desorganizar la defensa chilena.

  • Ataques Coordinados: Realizaron ataques coordinados desde múltiples direcciones para abrumar y desorganizar la defensa chilena.
  • Uso de Morteros y Artillería: Emplearon morteros y artillería para bombardear las posiciones fortificadas chilenas antes de avanzar con la infantería.

4. Movilidad Rápida:

Utilizando vehículos ligeros y su conocimiento del terreno, la infantería de montaña argentina avanzó a través del terreno difícil, buscando superar las defensas naturales y artificiales. La rapidez y flexibilidad de estas unidades eran clave para mantener el impulso del ataque.

  • Unidades Mecanizadas: Las unidades mecanizadas se movieron rápidamente a través del terreno difícil, utilizando vehículos ligeros y adaptados al terreno montañoso.
  • Infantería de Montaña: La infantería de montaña avanzó utilizando su conocimiento del terreno para superar las defensas naturales y artificiales.

5. Apoyo Aéreo:

A lo lejos, aviones de ataque ligero A-4 de la Fuerza Aérea Argentina rugieron por el cielo, lanzando bombardeos precisos sobre las posiciones chilenas. Estos ataques aéreos proporcionaron cobertura adicional y desestabilizaron aún más las defensas enemigas.

  • Ataques Aéreos Tácticos: Utilizaron aviones de ataque ligero para bombardear posiciones defensivas y proporcionar apoyo cercano a las tropas en avance.
  • Reconocimiento Aéreo: Los aviones de reconocimiento ayudaron a identificar las posiciones enemigas y ajustar el fuego de artillería.

En diciembre de 1978, la batalla por el valle del Aconcagua entre Argentina y Chile habría sido un enfrentamiento feroz y complicado, donde la defensa en profundidad chilena y las tácticas de asalto argentinas se pondrían a prueba en uno de los terrenos más difíciles del mundo. La combinación de tácticas adaptadas al terreno, reconocimiento efectivo y maniobras inteligentes habría sido clave para determinar el resultado de este potencial conflicto.


Conducta de las Tropas Argentinas

Podemos inferir la conducta en combate de las tropas argentinas a partir de su participación en la guerra de las Malvinas, cuatro años después. Las tropas chilenas, por su parte, no habían enfrentado a un enemigo extranjero en un siglo antes del conflicto, y la única escaramuza previa fue en 1965 entre gendarmes y carabineros en Lago del Desierto. Este incidente no demostró una disposición a morir en combate, ya que se rindieron rápidamente, a pesar de haber estado afianzados en el terreno durante semanas, sin aprovechar esa ventaja. Basándonos en la experiencia de las Malvinas:

  • Moral y Motivación: Las tropas argentinas podrían mostrar alta moral y motivación al tener suministro constante y el objetivo de defender el honor nacional, similar a su comportamiento en Malvinas.
  • Tácticas: Las tácticas de ataque frontal vistas en Malvinas podrían repetirse, pero con la diferencia de tener una línea de suministro terrestre constante y apoyo logístico, mejorando su efectividad en el campo.
  • Desempeño: Es probable que muestren mejor coordinación y efectividad operativa debido a la presencia de líneas de suministro y soporte constante, a diferencia del aislamiento en Malvinas. Ahora la provisión estaría más asegurada con los depósito en Mendoza y el interior del país. Asimismo, al igual que en Malvinas, la mayoría de las tropas se rindieron sólo tras agotar munición.


Escenarios probables en el choque de fuerzas

Rutas de Ataque

El ataque desde Mendoza hacia Santiago podría seguir las siguientes rutas principales:

  1. Ruta Nacional 7 (Paso Internacional Los Libertadores):

    • Esta es la principal vía terrestre que conecta Mendoza con Santiago, cruzando la Cordillera de los Andes por el Paso Los Libertadores. Es la ruta más directa pero también la más predecible y, por lo tanto, fortificada.
  2. Ruta Nacional 40 hacia el sur y luego cruzando por el Paso Pehuenche:

    • Una ruta alternativa menos directa pero que podría ofrecer menos resistencia inicial debido a su menor uso comercial y turístico en comparación con Los Libertadores.

 

1. Estancamiento 

Zona de Estancamiento Probable

Valle del Aconcagua:

  • Este valle es un punto crítico antes de llegar a Santiago y sería el lugar donde las fuerzas chilenas probablemente establecerían una línea defensiva fuerte debido a la geografía que permite defensas naturales y al control de las rutas de acceso a la capital.
 

Análisis de un potencial estancamiento en el Valle del Aconcagua

1. Identificación de la Ruta de Ataque

  • Punto de Partida: Las tropas argentinas saldrían desde Mendoza, una ciudad importante con infraestructura militar adecuada para movilizar una ofensiva de gran escala.
  • Ruta de Abastecimiento:
    • Mendoza: Principal centro de logística y abastecimiento.
    • Los Andes: Cruce fronterizo clave. Aquí se acumularían suministros antes de cruzar hacia Chile.
    • Valle del Aconcagua: Primer punto estratégico en territorio chileno donde se establecerían depósitos avanzados para mantener el flujo de suministros.

2. Defensa Chilena en el Valle del Aconcagua

El alto mando chileno al considerar la defensa del Valle del Aconcagua en 1978 se centraría en utilizar el terreno montañoso a favor y establecer una defensa en profundidad. Los recursos disponibles incluirían minas antitanque, artillería, y posiciones de infantería bien fortificadas.

Zonas de Defensa Clave:

  • Mina San José/Las Cuevas: Zona adecuada para la colocación de minas antitanque debido a su terreno angosto y rocoso, dificultando el avance de vehículos blindados (linea Amarilla, debajo).
  • Los Andes: Ubicación ideal para artillería debido a su elevación y vista sobre las rutas de avance. Aquí se podrían emplazar piezas de artillería pesada para atacar formaciones argentinas en movimiento (linea Roja, debajo).
  • Calle Larga: Trincheras y posiciones defensivas de infantería, proporcionando una línea defensiva inicial y conteniendo el avance enemigo lo suficiente para permitir ataques de artillería y preparativos adicionales en retaguardia (linea Roja, debajo).
  • San Felipe: Posición secundaria para artillería y reservas, listo para reforzar las líneas frontales o cubrir la retirada en caso de necesidad (linea Roja, debajo).

 

Mapa Estratégico:

  1. Minas Antitanque: Instaladas en Mina San José y puntos críticos a lo largo del valle.
  2. Artillería: Emplazada en Los Andes y San Felipe.
  3. Trincheras y Fortificaciones: Establecidas en Calle Larga y otros puntos elevados del valle.
  4. Emboscadas y guerrilla: La zona rural, si bien el valle es relativamente ancho y llano, permitiría operaciones de desgaste por parte de tropas y civiles.

El valle del Aconcagua se convertiría en un campo de batalla donde la estrategia y la adaptabilidad de ambas fuerzas se pondrían a prueba. Los soldados chilenos, atrincherados y bien preparados, se enfrentaron con determinación a cada avance argentino. Las minas y trampas ralentizaban el avance, y el fuego de artillería chileno causarían bajas significativas.

Sin embargo, los ataques coordinados y la movilidad argentina podrían romper las líneas defensivas. Los flanqueos y las incursiones detrás de las líneas chilenas desorganizarían a las fuerzas defensoras, obligándolas a retroceder y reagruparse constantemente. La presión sería implacable.





Configurada esta situación, debe remarcarse que éste podría ser el objetivo final de esta fase de ataque. El asalto a Santiago puede caber perfectamente en el concepto de ataque distracción: el asalto a la capital obligaría al Alto Mando chileno a desviar las mejores fuerzas para defensa de la capital. Regimientos, helicópteros, artillería y blindados, los mejores cazas disponibles, se distraerían del frente Sur donde fuerzas militares estarían implicadas en un asalto blindado a Punta Arenas y una operación de desembarco en las islas Picton, Nueva y Lennox. Es decir, esta fase de estancamiento del frente podría ser un objetivo en sí mismo y tendría perfecta lógica. Ahora veremos por qué, avanzar hacia la capital, hubiese sido a todas luces un evento enormemente costoso para atacantes y defensores.

Estrategia Argentina para Romper la Defensa Chilena

Para un general argentino, la clave para superar las defensas chilenas en el Valle del Aconcagua residiría en la combinación de maniobras tácticas y apoyo aéreo.

Acciones probables:

  • Ataques de Artillería y Aérea Preliminares: Bombardeo intensivo de posiciones defensivas en Los Andes y Calle Larga para desestabilizar y debilitar las líneas chilenas.
  • Infiltración y Sabotaje: Unidades de operaciones especiales podrían infiltrarse para desactivar minas antitanque y sabotear posiciones de artillería chilenas antes del avance principal.
  • Ataques de Pinza: Coordinación de ataques en múltiples frentes para diluir las defensas chilenas. Un ataque principal desde el norte del valle y un segundo avance desde el sur para rodear y desbordar las líneas enemigas.
  • Despliegue de Tropas Motorizadas: Aprovechar el terreno abierto tras el valle para un avance rápido hacia Santiago, minimizando el tiempo de respuesta y reagrupamiento de las fuerzas chilenas.


Resumen de esta fase

Defensa Chilena:

  • Minas antitanque en puntos críticos.
  • Artillería en posiciones elevadas.
  • Trincheras en rutas de acceso principales.

Estrategia de Rompimiento Argentina:

  • Bombardeos intensivos iniciales.
  • Infiltración y sabotaje.
  • Ataques coordinados en pinza.
  • Avance rápido de tropas motorizadas.

Esta combinación de tácticas y la adecuada utilización de los recursos disponibles podrían determinar el éxito de la operación argentina y la efectiva defensa chilena durante la crisis del Beagle de 1978.


2. Rompimiento del Frente por Parte de Argentina

Si las fuerzas argentinas lograran romper el frente chileno en el Valle del Aconcagua, avanzarían hacia Santiago tomando las siguientes rutas:

  1. Ruta 5 Norte (Autopista Panamericana):

    • Esta sería la principal vía de entrada a Santiago desde el norte, ofreciendo un acceso directo a la ciudad. Al ser una ruta principal, sería altamente defendida.
  2. Ruta 57 (Los Andes - Santiago):

    • Una alternativa más directa desde Los Andes a Santiago. Esta ruta sería utilizada para aprovechar el impulso de una ruptura rápida y avanzar hacia el corazón de la ciudad.


2.1 Focos de Resistencia Más Duros en Santiago

Dentro de Santiago, los focos de resistencia más duros probablemente serían:

  1. Centro Histórico de Santiago:

    • Concentra muchos edificios gubernamentales y estratégicos, incluyendo La Moneda, el Palacio Presidencial. Este área sería fuertemente defendida por tropas chilenas (Plaza de Armas de Santiago). Ruta 1 debajo, en rojo.
  2. Barrio Independencia y Recoleta:

    • Estas zonas, al norte del centro, serían claves para controlar las rutas de acceso desde el norte y noreste de la ciudad. Ruta 1 debajo, en rojo y amarillo.
  3. Sector Militar de la Escuela Militar Bernardo O'Higgins:

    • Al este de la ciudad, esta área incluye instalaciones militares y de entrenamiento, ofreciendo una base sólida para la defensa. Ruta 2 debajo, línea roja.
  4. Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez:

    • Controlar el aeropuerto sería crucial para cualquier operación militar, tanto para asegurar líneas de suministro como para impedir refuerzos aéreos. Ruta 3 debajo, línea roja.

1. Avance hacia el centro y núcleos de resistencia

2. Desvío a Escuela Militar

3. Desvío a Aeropuerto


Opciones de conducción de las operaciones

Un comando de operaciones arriesgado y agresivo podría tomar las siguientes decisiones:

  • Ataque Rápido al Centro Histórico:
    • Ordenar un avance directo y rápido hacia el centro de Santiago para capturar La Moneda y otros edificios gubernamentales clave, buscando desmoralizar a las fuerzas chilenas y generar un colapso rápido de la resistencia organizada.
    • Ventaja: Potencial para una victoria rápida y decisiva.
    • Riesgo: Alta probabilidad de encontrarse con defensas concentradas y bien organizadas, lo que podría resultar en grandes bajas y una posible contraofensiva.

 

Una aproximación más racional y meditada podría optar por:

  • Asegurar Perímetros y Flancos:
    • Avanzar de manera más cautelosa, asegurando las áreas periféricas y consolidando las líneas de suministro antes de avanzar hacia el centro de Santiago.
    • Priorizar Objetivos Estratégicos:
      • Tomar control del aeropuerto y rutas principales para asegurar el flujo de suministros y refuerzos.
      • Llevar a cabo operaciones para debilitar la moral chilena y desorganizar su mando y control mediante ataques a objetivos clave pero menos defendidos inicialmente.
    • Ventaja: Reducción de riesgos y posibilidad de avanzar de manera sostenida y organizada.
    • Riesgo: Mayor tiempo de campaña, lo que podría permitir a las fuerzas chilenas reorganizarse y recibir refuerzos.


Consideraciones Estratégicas

  • Fuerza Aérea: Ambos generales necesitarían asegurar la superioridad aérea para proteger sus tropas y líneas de suministro, utilizando ataques aéreos para debilitar las defensas chilenas.
  • Tropas de Montaña: Serían esenciales para asegurar los flancos y proporcionar inteligencia sobre las defensas chilenas, así como para realizar operaciones de infiltración y sabotaje detrás de las líneas enemigas.
  • Logística: Mantener líneas de suministro abiertas y seguras sería crucial para sostener el avance argentino, especialmente en un terreno montañoso y urbano como Santiago.

 

Conclusión

La elección de un ataque desde Mendoza hacia Santiago se justificaría por el impacto potencial de capturar la capital chilena y desviar las defensas enemigas. Como general argentino, se priorizaría un ataque coordinado y rápido, aprovechando la sorpresa y el apoyo logístico. Mientras tanto, un comandante chileno centraría la defensa en fortificar las rutas de acceso, utilizar la geografía a su favor, y mantener la moral y preparación de sus fuerzas y población civil. En definitiva, abocarse a una defensa en profundidad.


Un ataque argentino desde Mendoza hacia Santiago durante la crisis del Beagle habría sido un conflicto complejo y multifacético. La geografía, la preparación de las tropas y el apoyo aéreo habrían jugado roles críticos en el desarrollo del conflicto. El Valle del Aconcagua probablemente habría sido el punto de estancamiento, con ambos lados utilizando sus fuerzas aéreas y tropas de montaña para intentar ganar la ventaja en este terreno desafiante. Si era vencido esta obstáculo, las rutas de ataque a Santiago son evaluadas. La lucha hubiese sido cara en términos de bajas para ambos bandos, tanto militares (ambos) como civiles (chilenos). El daño a la infraestructura chilena sería bajo cualquier parámetro una pesada carga para su economía y normal desarrollo futuro.

La estrategia adoptada por el liderazgo argentino en un avance hacia Santiago dependería del balance entre la agresividad y la prudencia. Un avance rápido y decisivo podría ganar terreno rápidamente pero con mayores riesgos, mientras que un enfoque más metódico y racional podría asegurar una victoria más sostenida aunque más lenta. Las fuerzas aéreas y las tropas de montaña jugarían roles cruciales en ambos enfoques, garantizando el apoyo y la seguridad del avance terrestre. 

 

Continuará...


domingo, 24 de noviembre de 2024

Crisis del Beagle: Los planes secretos del ataque a Temuco

Un general cuenta cómo fueron los preparativos secretos para ir a la guerra por el Canal de Beagle e invadir Chile en 1978

Por aquel entonces, Hugo Domingo Bruera tenía 23 años y era teniente de Infantería. Según los planes, su regimiento iba a ser uno de los primeros en cruzar la frontera durante la invasión
 
 





 
Se esperaba que fuera una guerra sangrienta. El gobierno de Jorge Videla no reconocía el resultado del laudo sobre el Canal de Beagle. Muchos años antes, en 1971, durante los gobiernos de Salvador Allende en Chile y el presidente Alejandro Lanusse en Argentina, se había decidido que la Corte Internacional de La Haya mediara en el conflicto.

El fallo fue emitido a mediados de 1977, y a principios de 1978, la dictadura argentina anunció que desconocía esa decisión. A partir de ahí, las tres fuerzas armadas comenzaron los preparativos. El plan era iniciar con la ocupación de las islas Picton, Nueva y Lennox, que habían sido adjudicadas a Chile. Desde el aire, mar y tierra, la dictadura argentina planeaba una especie de blitzkrieg con la esperanza de que la comunidad internacional ignorara el fallo de La Haya.

Aunque los preparativos eran secretos, todos sabían que decenas de miles de soldados de ambos lados iban a enfrentarse. Esta vez, el cruce de la cordillera no sería un San Martín acudiendo en ayuda de O'Higgins, sino un Videla intentando demoler a un Pinochet.

Las tropas terrestres estaban bajo el mando de Luciano Benjamín Menéndez, alias "El Cachorro", jefe del III Cuerpo de Ejército con base en Córdoba. Allí,los rumores decían que Menéndez mostraba a sus oficiales cómo disparar a la cabeza de un prisionero. Los que mataban quedaban unidos, ya fuera por sumisión, convicción o cualquier otra razón; ese era el estilo de Menéndez. El mismo Pinochet había hablado que habría enorme cantidad de fusilados de ambos bandos.

Hugo Domingo Bruera tenía 23 años, era de Granadero Baigorria, hincha de Central y le gustaba cantar tangos de Gardel. Era alto, fuerte y capaz de andar en mula o cargar los morteros pesados de la sección a su cargo. Era teniente de Infantería; su padre, abogado laboralista y ferviente peronista, lo había llamado Domingo.


Hugo Bruera

Hugo estaba en el regimiento 21, en Las Lajas, bajo la VI Brigada de Montaña de Neuquén, comandada por Mario Benjamín Menéndez, quien años después se rendiría en Malvinas. "El Cachorro" Menéndez visitaba frecuentemente para supervisar los ejercicios de cruce de la cordillera previos a la Navidad. A principios de diciembre de 1978, Menéndez llegó, recorrió a caballo las estribaciones de la cordillera y luego subió a un helicóptero para cruzar a territorio chileno.

Se rumoraba entre los oficiales que Menéndez había orinado desde el aire sobre lo que él consideraba territorio enemigo. Más tarde, frente a un centenar de oficiales, en medio de una arenga, Menéndez pronunció una frase que, 40 años después, aún resuena en los oídos de Bruera:

—¿Y cómo reaccionaron los oficiales? —pregunta Infobae.
—Nadie dijo nada. En esa época todos nos quedábamos callados frente a un general de tan alto rango —responde Bruera, quien había llegado a Las Lajas a principios de 1978.

Las Lajas, un pueblito de unos 500 habitantes, está en un valle y el regimiento en una meseta, a 60 kilómetros de la cordillera y a otra distancia similar de Zapala.
 


En Las Lajas, ni siquiera los rebeldes estaban informados: no llegaba ninguna radio ni mucho menos televisión, hasta las comunicaciones telefónicas eran dificultosas.
-Era un regimiento montado, teníamos gran cantidad de mulas. Yo era el jefe de la sección Morteros Pesados. Tenía más mulas que soldados. Teníamos un puesto de avanzada en Pino Hachado –cuenta.
Se trata de uno de los cruces cordilleranos más importantes del sur, a casi 2.000 metros de altura y un punto donde, en caso de estallar el conflicto, sería escenario de combate.


 
-La segunda mitad de 1978 fue de muchos ejercicios militares. Teníamos una mística bastante fuerte porque ese lugar, tan solitario, hace que uno se sienta orgulloso de defender un paso de frontera. La mística te sostiene. Aunque los conscriptos que llegaban de Buenos Aires, Córdoba y Tucumán sufrían el frío –dice Bruera, que llegó a general de Brigada y pasó a retiro hace unos años.
El jefe del regimiento empezó a revistar las tropas con más frecuencia desde mitad de 1978 y llegado diciembre los rumores de malestar con Chile eran fuertes. Bruera estaba centrado en su misión: con los morteros pesados debían pasar por encima de las avanzadas de infantería para neutralizar la eventual defensa chilena. Dormían a la intemperie para familiarizarse con lo que les esperaba.
-En las marchas dormíamos al aire libre. Se ataban las mulas y los caballos. Hacíamos la cama con el capote abajo, el pellón de la montura y la bolsa de dormir arriba. De almohada el casco –dice.
Las bromas estaban a tono con la locura de las guerras. Una noche, mientras dormía en el cuartel, a Bruera le pusieron un grabador Geloso al lado de la oreja. Se sobresaltó con una música que hoy recuerda como la de las proclamas de los golpes de Estado. En ese momento, creyó que era el inicio de las operaciones.
-Salté de la cama, me puse el casco y agarré el equipo. Salí corriendo hacia la mulera para buscar a los soldados y a los animales –dice.
Apenas se encontró con las carcajadas de los bromistas.
 

Perder el caballo

Bruera había logrado tener un caballito de montaña para desplazarse.
-Le puse Pajarito, por lo rápido que andaba. Me lo había dado un indio que era soldado en mi sección. Era de la tribu de Namuncurá, hijo del cacique en ese momento. El animal estaba acostumbrado a pasar a Chile con la veranada, llevando ovejas o chivos, algo que habitualmente hacían los indios por su destreza en ese territorio. El caballito se me escapó y se fue para Chile. Tuve que pedirle a Crisóstomo, un baqueano de la sección, conocedor de la zona, que se vistiera de paisano y pasara al otro lado de la frontera. La pista que podía seguir era el surco que abría la soga que, al estar desatada, dejaba alguna huella en el camino. Crisóstomo sabía dónde pastaba el ganado y me trajo a Pajarito de vuelta –cuenta, y agrega que los baqueanos llevaban chupilca en la cantimplora: una mezcla de vino con harina tostada y azúcar, muy bueno para levantar la temperatura del cuerpo.
En la montaña no estábamos quietos. La preparación y los ejercicios seguían a diario. Hacíamos los cálculos para el lanzamiento de los morteros. También teníamos que tratar de suplir la falta de provisiones que no llegaban. Teníamos que llevar a pastorear las mulas, montarlas, entrenándolas para desplazarse en la montaña.
Habíamos cavado como para contar con unas cuevas donde se guardaban las municiones. Tengo una foto con una flor silvestre que pusimos en una de esas cuevas. Si había un rato libre, Bruera siempre tenía la guitarra presta para acompañar su repertorio gardeliano.
 

Casamiento postergado

-Yo tenía agendado mi casamiento para el 29 de diciembre y diez días antes me dijeron que suspendiera la ceremonia porque no sabían qué iba a pasar. Yo tenía que avisarle a mi futura esposa, que vivía en un pueblito de La Pampa que tenía la misma escasez de teléfonos que sufría Las Lajas. Desde una cabina, como no se escuchaba nada, fue la operadora quien le dijo a mi novia se suspendía el casamiento: "Suspende porque es militar y no le puede decir más, pero quédese tranquila", fueron sus palabras.
Muy cerca de Navidad les llegó la orden de operaciones. Se desplazaron los sesenta kilómetros que los separaban de la cordillera.

-El desplazamiento era difícil. Teníamos que ir a pie, de noche, llevando las mulas del cabestro. Llovía, había viento, se puso frío. Cuando llegamos a un monte pequeño paré la tropa para que durmiera y esperé a un soldado que se le había roto el soporte del mortero. Yo salí a buscarlo y muy rápidamente di con él -cuenta.


Los preparativos de invasión

Lo que hasta acá parece una descripción dura pero bucólica debe cotejarse con los propósitos de la Junta Militar, que había hecho contactos tanto con Perú como con Bolivia (donde también había dictaduras militares) para instarlos a tomar parte en el ataque a Chile. De los planes no quedó documentación escrita pero sí fueron reconstruidos los pasos a seguir.
A principios de diciembre había partido una nutrida flota naval. El día D era el 22 de diciembre a las ocho de la noche, donde la infantería de marina ocuparía las cinco islas adjudicadas a Chile en el laudo. Unas horas después, en la Patagonia comenzaba a actuar el Ejército y de inmediato los aviones de la Aeronáutica atacarían la aviación chilena. El Cachorro Menéndez, con las tropas aerotransportadas del III Cuerpo de Ejército, invadiría cercanías de Santiago de Chile. También entrarían en combate unidades del II y el V Cuerpo. Para el 23 de diciembre, la supremacía argentina sería aplastante. El costo en vidas humanas iba a ser inmenso.

Guerra postergada

Las olas de 12 metros, los vientos huracanados y el frío de la noche del 21 de diciembre frustraron el desembarco de los infantes de marina. Tampoco los helicópteros podían despegar de las cubiertas de los barcos. Ni los buzos podían ir en gomones hacia sus objetivos. La tormenta evitó el primer paso de la guerra. A su vez, los militares chilenos, que tenían órdenes de responder la ocupación, no recibieron instrucciones para atacar a los buques argentinos que estaban en su mar territorial.
Pero, como siempre, las guerras se ganan o se pierden en los escritorios. Ambas dictaduras habían aceptado que el Vaticano intercediera en el conflicto. Y fue el ya veterano cardenal Antonio Samoré quién hablaba por teléfono con Pinochet y Videla para frenar el conflicto. Su llegada a Montevideo se produjo justo el día de Navidad de 1978 y allí ambas dictaduras aceptaron firmar un acta que evitaba la guerra. Siempre quedará para los admiradores de los escenarios contrafácticos pensar qué hubiera pasado si el clima del 21 de diciembre en el Beagle hubiera sido agradable.

Dos días de respiro

Los soldados y oficiales que estaban en operaciones no sabían nada más que las instrucciones que recibían. Bruera apenas supo que Samoré había llegado a esta lejana región del planeta.

-Antes de fin de año nos dieron dos días para ir en camiones hasta el regimiento sin desarmar las posiciones de la cordillera. Ahí podíamos bañarnos y cambiar la ropa. Yo usé esos dos días para subirme a mi Fiat 600 y recorrer los 900 kilómetros que me separaban del pueblito donde vivía mi novia. Ahí pude decirle personalmente lo que no había podido contarle por teléfono. Volví enseguida, fui al puesto en la cordillera. Año nuevo los pasé con la tropa.

Guardamos la posición hasta fin de enero y luego nos desmovilizaron y volvimos al regimiento.
-¿Y el casamiento? –preguntan los cronistas.
-Fue en Rosario, el 2 de febrero de 1979. Pero sin luna de miel. Me volví a ir en el Fiat 600 y dos días después lo cargué para llevar todo a Las Lajas. Mi esposa se venía a vivir allá –cuenta.


Cara a cara con un militar chileno

Treinta años después Argentina y Chile conmemoraron la paz. El acto se hizo en Santa Cruz, en el paso Monte Aymond, donde fueron las dos presidentas de entonces, Cristina Kirchner y Michele Bachelet. Bruera fue con la comitiva oficial, ya no como teniente de morteros sino como secretario general del Ejército.

-Del Ejército chileno fueron varios jefes. Nosotros llevamos una sección de soldados de Río Gallegos para que luego de la ceremonia oficial pasáramos del lado chileno y hacer un desfile conjunto. Como sorpresa hubo una invitación a comer en un restorán de Puerto Natales. Ahí celebramos no haber entrado en combate. Yo canté algún tango y de repente estaba hablando con el general Hernán Mardones de Chile, a quien no conocía. Pero nos contamos en qué lugar estaba cada uno. Yo, en Pino Hachado y él cerca de Temuco, dos localidades que están a la misma latitud, enfrentadas. Entonces los dos dijimos "si se armaba la guerra nos matábamos".

 


Cuarenta años después

A mediados de 2018, tras casi cuatro décadas de aquel momento infame para los pueblos de Chile y Argentina, el regimiento de Las Lajas se juntó en Villa María, Córdoba, para compartir anécdotas, asado y vino. Por supuesto, Bruera sacó la guitarra y cantó Palermo, me tenés seco y enfermo…

-Bruera, ¿y de la dictadura de entonces? –preguntan los cronistas.
-Yo tenía el concepto claro de que la dictadura era un flagelo.

 


A principios de junio de 2010, Bruera fue desplazado de su cargo y enviado a Perú. Una nota de Mariano Obarrio, cronista en Casa Rosada por La Nación, señalaba: "Bruera es peronista y siempre jugó muy bien para inculcar los derechos humanos en el Ejército", como si a alguien le interesara ese tema.

 
Esta nota fue escrita por el ex-terrorista montonero Eduardo Anguita y Daniel Cecchini

lunes, 26 de agosto de 2024

PGM: El programa Hindenburg

El programa Hindenburg

Weapons and Warfare





Los nombramientos del mariscal de campo Paul von Hindenburg al mando del ejército alemán y de su jefe de Estado Mayor, Erich Ludendorff, como primer intendente general de la fuerza el 29 de agosto de 1916 abrieron una nueva fase de la guerra de las potencias centrales. Los dos soldados habían alcanzado la cúspide de su profesión gracias a sus habilidades marciales, bastante suerte y una gran dosis de intriga. Gracias a sus victorias en el frente oriental y a una imagen pública cuidadosamente cultivada, gozaron de la fe del pueblo. En un momento en que el káiser Guillermo II había desaparecido de la vista pública y la mayoría de las instituciones del Reich estaban perdiendo credibilidad, esto les dio una inmensa influencia. El programa del dúo era la victoria, sin importar el costo. El esfuerzo bélico de Alemania bajo su mando estuvo marcado por una nueva crueldad. Para ambos hombres, la necesidad militar prevaleció sobre cualquier escrúpulo humanitario. Como admitió francamente Ludendorff, recordando el período de la Tercera OHL (Oberste Heeresleitung), el Alto Mando del Ejército alemán, "en todas las medidas que tomamos, las exigencias de la guerra por sí solas resultaron ser el factor decisivo".

El mariscal de campo Paul von Hindenburg, que tenía sesenta y ocho años cuando se convirtió en jefe del Estado Mayor, era en 1916 la personalidad más venerada en el mundo de habla alemana. Para la mayoría de los habitantes del Reich, era el hombre que por sí solo había salvado en agosto de 1914 protegió al país de los estragos de las hordas del zar. Con la victoria en Tannenberg, se había convertido de la noche a la mañana en un tesoro nacional. La inmortalización de su persona en la enorme figura de un clavo de Berlín en 1915 fue una señal imponente de cuán completamente había usurpado al Kaiser como símbolo del esfuerzo bélico de Alemania. Se depositó una enorme fe en este hombre: "Nuestro Hindenburg", se repetía el público alemán en tiempos de crisis, "lo solucionará". Su nombre, que evocaba visiones de un castillo medieval, con sus robustos muros inamovibles contra todos los ataques, se adaptaba a su corpulencia física. Medía un metro ochenta y cinco y era un hombre muy alto, con una cabeza cuadrada como un bloque de mampostería montado sobre anchos hombros. Parecía como si nada pudiera sacudirlo, una impresión amplificada por su legendaria calma y resolución. También fue exagerada por la propaganda; Hindenburg se esmeró mucho en su imagen pública. Artistas y escultores de renombre fueron invitados a su sede para promocionar su fama y mantuvo estrechas relaciones con la prensa. Era indudablemente vanidoso, pero también era muy consciente del poder que le conferían sus seguidores populares. No era un simple símbolo o cifra, sino un general altamente político, seguro de lo que deseaba lograr pero contento de dejar los detalles a subordinados competentes. El capital político obtenido de su culto a la personalidad le dio una oportunidad única de imponer un cambio radical en la forma en que libraba la guerra no sólo el ejército alemán sino toda la sociedad.

Erich Ludendorff, primer intendente general y mano derecha de Hindenburg, tenía una personalidad muy diferente. Era un maestro de las minucias y un adicto al trabajo compulsivo. Mientras que su jefe podía ser una buena compañía y encantar a los visitantes del cuartel general del ejército de campaña con modales relajados y un ingenio seco, Ludendorff era frío, muy nervioso y absolutamente carente de sentido del humor. Desde que se unió a una institución de cadetes a la tierna edad de trece años en 1877, había hecho del ejército su vida y había luchado contra las desventajas de sus raíces burguesas para convertirse en uno de los oficiales del Estado Mayor más respetados, si no queridos, de la fuerza. Su preocupación por aprovechar la mano de obra alemana para las necesidades militares se había expresado tempranamente en 1912-13, cuando junto con Moltke (el entonces Jefe del Estado Mayor) había presionado para que se aumentara enormemente el tamaño del ejército. En aquel momento, bajo la influencia de Ludendorff, Moltke había insistido en que "nuestra posición política y geográfica hace necesario preparar todas las fuerzas disponibles para una lucha que determinará la existencia o no existencia del Reich alemán". En el verano de 1916, mientras la batalla se libraba en todos los frentes, el mismo pensamiento obsesionó a Ludendorff. El enorme desembolso de hombres y material por parte de la Entente durante la ofensiva del Somme le había dejado claro con "claridad despiadada" la urgente necesidad de una removilización drástica. El nuevo Primer Intendente General no respetaba la división habitual entre esferas "políticas" y "militares" dentro del gobierno del Reich, que era irremediablemente inadaptada a las condiciones globales de una agotadora guerra de resistencia. Con el Kaiser incapaz de coordinarse y el gobierno civil bajo ataque de la derecha y cada vez más desacreditado por la escasez de alimentos, el ejército, con su prestigio aún intacto, era la institución con mayores posibilidades de proporcionar cierta unidad a un esfuerzo bélico fragmentado. Sin embargo, la estrecha experiencia militar de Ludendorff y sus instintos ultraconservadores no le habían permitido comprender la complejidad de la sociedad alemana ni negociar sus intereses en competencia. Lo que emerge de sus memorias, además de arrogancia, patente exculpación y obstinada ceguera ante la gran responsabilidad que tenía en la derrota de su nación, no es una sensación de poder, sino más bien una frustración incomprensible por cómo los planes de la Tercera OHL fueron frustrados en todo momento. por las realidades políticas.

Característicamente, el nuevo programa de OHL para la removilización alemana tenía como punto de partida el ejército. Para contrarrestar la superioridad material del enemigo, sería necesario mejorar la fuerza. Ludendorff se había encontrado con las tropas de asalto de élite en septiembre de 1916. Impresionado, un mes después ordenó el establecimiento de batallones similares dentro de cada ejército, y en diciembre se emitieron nuevas instrucciones tácticas para la guerra defensiva basadas en sus técnicas y en el análisis de las campañas recientes. Para los veteranos del Somme y Verdún, estas instrucciones tenían poca novedad; Las lecciones aprendidas habían circulado por toda la fuerza durante los combates, y muchas unidades ya habían adoptado técnicas de combate en grupos pequeños por necesidad, ya que al final de las batallas se habían perdido o destruido líneas resistentes construidas expresamente, dejando a las tropas dispersas en bombardeos. defensas del agujero. Sin embargo, para afrontar los nuevos desafíos, la fuerza requería no sólo la institucionalización del creciente énfasis en el trabajo en equipo y la iniciativa individual, sino también un amplio rearme. La Tercera OHL quería triplicar la producción de artillería y ametralladoras. Se duplicaría el número de morteros de trinchera, armas que daban a los grupos de combate su propio apoyo cercano. Con el recuerdo aún fresco de los angustiosos gritos pidiendo más proyectiles desde las formaciones de primera línea en el Somme, también se decidió duplicar la producción de municiones. Todo esto debía lograrse en mayo de 1917, cuando se podía esperar una nueva ofensiva de la Entente. Para alcanzar estos objetivos y su visión militar, los nuevos líderes del ejército alemán tuvieron que intervenir fuertemente en la industria y la sociedad de su país. La consiguiente campaña industrial y propagandística fue bautizada como "Programa Hindenburg".

La Tercera OHL no perdió tiempo en impulsar la movilización total de las fuerzas alemanas para el esfuerzo bélico. Ya el 31 de agosto de 1916, el coronel Max Bauer, el experto en adquisiciones de armas que trabajaba estrechamente con Ludendorff, había redactado un memorando para el Ministerio de Guerra en el que se describía la situación desventajosa de material y mano de obra del ejército del Reich y se destacaba que "los hombres...". . . "Debemos ser cada vez más sustituidos por máquinas". Dos semanas después, la Tercera OHL envió propuestas concretas a la canciller Bethmann Hollweg. Para acelerar la producción, Ludendorff y Hindenburg consideraban esencial la reforma administrativa: la gestión de la economía de guerra tendría que estar centralizada. Más fundamentalmente, como los industriales habían recalcado a los nuevos líderes, cualquier aumento en la producción de armamentos dependería de que se incorporaran trabajadores a las fábricas de armas. El ejército estaba dispuesto a despedir a trabajadores calificados para ayudar con la campaña de armamento. Sin embargo, también sería necesario encontrar y movilizar nuevas fuentes de mano de obra.

La principal innovación administrativa introducida por la Tercera OHL con fines de removilización económica fue la Oficina Suprema de Guerra (Kriegsamt), a cuyo frente estaba instalado el afable experto en ferrocarriles del sur de Alemania, el general Wilhelm Groener. El nuevo organismo nació el 1 de noviembre de 1916. En parte, fue producto de luchas internas burocráticas. Ludendorff y Hindenburg miraban con desdén al Ministerio de Guerra, cuyas agencias habían sido responsables de la adquisición de armas y municiones. Aunque la Oficina Suprema de Guerra estaba situada dentro del Ministerio de Guerra, Groener en la práctica respondía ante Ludendorff. No obstante, la reorganización fue también un intento genuino de acercarse a una economía dirigida que funcione. La nueva oficina estaba, en sus niveles superiores, organizada según líneas militares para la toma de decisiones decisivas, mientras que en la parte inferior operaba una estructura burocrática más convencional, con seis departamentos principales. Las responsabilidades del Ministerio de Guerra en materia de adquisición de mano de obra, armas y prendas de vestir, así como de la Sección de Materias Primas de Guerra, la Sección de Alimentos y las importaciones y exportaciones, pasaron todas a su competencia. Eminentes científicos, expertos económicos e industriales componían su personal técnico, a quien se le encomendaba la tarea de planificar y asesorar a su jefe. La capacidad de la Oficina Suprema de Guerra para coordinar la economía del Reich se vio enormemente facilitada por el nuevo derecho a dar órdenes a los generales al mando adjuntos prusianos en los distritos militares locales. Este derecho fue conferido al Ministerio de Guerra y transferido por un nuevo Ministro de Guerra, instalado a instancias de la Tercera OHL, a la Oficina Suprema de Guerra. La asignación de mano de obra y material al ejército y la industria finalmente podría planificarse y centralizarse racionalmente, en lugar de depender del capricho de comandantes militares regionales sin formación económica y sujetos a presiones locales.

Sin embargo, la Oficina Suprema de Guerra no era la institución coordinadora que Ludendorff y Groener habían deseado. El nuevo Ministro de Guerra, Hermann von Stein, era el hombre de Ludendorff, pero cuando se enfrentó al demasiado poderoso cargo de Groener dentro de su propio Ministerio, sus instintos territoriales burocráticos se encendieron y resistió todos los intentos de controlar los poderes de los generales al mando adjuntos. También hubo conflictos con las autoridades civiles, en particular con la Oficina del Interior de Prusia, que defendía sus propias jurisdicciones administrativas. Baviera, Sajonia y Württemberg se negaron a subordinar sus instituciones a cualquier organismo administrativo prusiano y, en consecuencia, establecieron sus propias oficinas de guerra paralelas dentro de sus ministerios de guerra. Además, la Oficina Suprema de Guerra no era en sí misma un modelo de eficiencia. Su extraña estructura mitad militar y mitad burocrática condujo a mucha duplicación de esfuerzos y confusión. Tan grande fue la avalancha de directivas contrapuestas emitidas por sus jefes de personal y jefes de departamento que Groener consideró necesario en un momento imponer una pausa de dos semanas. Sin embargo, incluso si la Oficina de Guerra hubiera estado organizada racionalmente y no hubiera estado en el centro de las luchas internas burocráticas, nunca podría haber patrocinado un resurgimiento industrial capaz de cumplir los fantásticos objetivos de la Tercera OHL.

El Programa Hindenburg estaba condenado al fracaso por la naturaleza totalmente arbitraria de sus objetivos. Ludendorff y otros subrayarían más tarde la motivación parcialmente propagandística del plan; la orden de duplicar o, en algunos casos, triplicar la producción de armas ciertamente añadió dramatismo al inicio de la Tercera OHL. Sin embargo, como reflexionó Groener, no era forma de gestionar una economía de guerra. El Ministerio de Guerra, cuyos esfuerzos por conseguir municiones eran desdeñados por la Tercera OHL, había utilizado sensatamente la producción de pólvora explosiva como base para su planificación armamentista. Después de la primera escasez del otoño de 1914, había establecido un programa incremental para aumentar la fabricación de pólvora, en un primer momento hasta 3.500 toneladas. El objetivo se había elevado en febrero de 1915 a 6.000 toneladas por mes, producción que finalmente se alcanzó en julio de 1916. La batalla de Somme impulsó al Ministerio de Guerra a aumentar aún más su objetivo, a una cantidad mensual de 10.000 toneladas de pólvora, que debía alcanzarse en mayo. 1917. En aras de 2.000 toneladas extra y de algunos titulares de prensa llamativos, la Tercera OHL destrozó estos planes cuidadosamente calibrados. El resultado fue, como era de esperar, un desastre. El Programa Hindenburg, a diferencia del plan del Ministerio de Guerra, necesitaba crear nueva capacidad para cumplir sus objetivos y, en consecuencia, desvió materiales y mano de obra escasos para la construcción de fábricas, algunas de las cuales no pudieron completarse. El programa exigió demasiado tanto los ferrocarriles del Reich como su suministro de carbón. Combinado con un clima helado que cubrió los canales, el programa contribuyó sustancialmente a la escasez y la miseria de la población alemana durante el "invierno del nabo". También agravó los problemas de los civiles al alimentar la inflación: la Tercera OHL recortó las exportaciones de acero que generaban divisas y, en un intento de incentivar una mayor producción, abandonó la cuidadosa administración del Ministerio de Guerra y ofreció generosas ganancias a los fabricantes de armamento. Proliferó el papel moneda en circulación. Sorprendentemente, la pólvora y las armas no estaban vinculadas en su programa, por lo que si se hubieran alcanzado los objetivos, habría habido un desajuste. Sin embargo, la interrupción significó que la producción nunca estuvo cerca de concretarse. En realidad, la producción de acero fue menor en febrero de 1917 que seis meses antes. La fabricación de pólvora también sufrió. Hasta octubre de 1917 Alemania no produjo 10.000 toneladas de pólvora en un mes. A OHL le habría ido mejor si hubiera seguido el ritmo del plan del Ministerio de Guerra.

La característica más significativa del Programa Hindenburg fue sin duda su aspiración de cambiar la base moral del esfuerzo bélico de Alemania. Se necesitaba desesperadamente mano de obra. Incluso bajo el plan de armamento del Ministerio de Guerra, había un déficit de entre 300.000 y 400.000 trabajadores. El impulso de la Tercera OHL planteó la necesidad de contar con entre dos y tres millones de hombres más. El ejército liberó del frente a 125.000 trabajadores cualificados. Se llevó a cabo una eliminación despiadada de industrias que no producían directamente para el esfuerzo bélico, desviando su mano de obra hacia el sector armamentista. En 1917 se cerraron a gran escala fábricas pequeñas y menos eficientes para redirigir tanto la mano de obra como los recursos escasos. En Prusia, las 75.012 plantas registradas en 1913 se habían reducido a 53.583 en 1918. Sin embargo, en el centro del plan de Ludendorff y Bauer estaba el deseo de obtener un control total sobre la fuerza laboral. Hasta entonces, los Burgfrieden habían guiado la política laboral de las autoridades nacionales. El gobierno y los comandantes generales adjuntos se habían ganado, a cambio de concesiones menores, la cooperación voluntaria de los socialistas y los sindicatos. Ahora se adoptarían métodos mucho más coercitivos. En carta dirigida a la Canciller el 13 de septiembre, la Tercera OHL propuso, entre otras medidas, ampliar el límite superior del servicio militar de los cuarenta y cinco a los cincuenta años (aumento implementado por los austrohúngaros ya a principios de 1915). , y que debería introducirse una nueva ley sobre desempeño en la guerra que permita transferir a los trabajadores a fábricas de armamento y hacer que el trabajo en la guerra sea obligatorio, incluso para las mujeres. Se argumentó que todos los departamentos universitarios, excepto el de medicina, deberían cerrarse. El alcance del radicalismo de los nuevos líderes del ejército quedó mejor resumido en la escalofriante advertencia de Hindenburg de organizarse sobre la base de que "el que no trabaja no comerá".

Hay poca evidencia de que, si la Tercera OHL se hubiera salido con la suya, el desempeño económico de Alemania habría mejorado. Austria también fue incluida en el Programa Hindenburg; El artículo 4 de su Ley de Guerra de 1912 permitía el reclutamiento de todas las personas sanas que no estuvieran en el ejército, y el artículo 6 retenía a los trabajadores en su lugar de trabajo. Sin embargo, a pesar de esta legislación coercitiva y aunque se pagaron 454 millones de coronas para construir o ampliar fábricas, la producción de armas austriaca de hecho disminuyó en la segunda mitad de 1917. En el Reich, los líderes civiles se oponían totalmente a los planes de la OHL de movilización civil obligatoria. . El Secretario de Estado del Interior, Karl Helfferich, objetó que los intentos de obligar a las mujeres a trabajar eran superfluos, ya que ya había más mujeres buscando empleo de las que se ofrecían. Temía con razón que cualquier intento de introducir la coacción sería ruinoso para la "colaboración voluntaria y entusiasta" que los trabajadores habían demostrado en gran medida durante el Burgfrieden. El Ministerio de Guerra también se mostró hostil, dudaba de que elevar la edad del servicio militar a cincuenta años supusiera una gran diferencia y destacó que la convicción interna, no la coerción, debe motivar a los trabajadores. La respuesta de Ludendorff fue simplemente plantear sus demandas y argumentar que todos los hombres de quince a sesenta años tuvieran una obligación militar. Lo más notable y problemático fue la insistencia de la Tercera OHL en que las medidas debían aprobarse como ley y, por tanto, legitimarse ante el Reichstag. El gobierno prusiano, muy consciente de que los diputados estaban rebeldes como resultado de la ineptitud de la gestión oficial de alimentos y de los abusos de los generales adjuntos de la Ley de Sitio, y consciente de lo controvertidas que serían las disposiciones de la ley, consideró esto como un grave error. . Sin embargo, Hindenburg y Ludendorff ignoraron ciegamente todas las reservas. "El Reichstag", afirmaron, "no negará la aprobación de este proyecto de ley cuando quede claro que la guerra no se puede ganar sin la ayuda de tal ley".

Lo que se convirtió en el Proyecto de Ley del Servicio Auxiliar Patriótico fue redactado por Groener, cuya Oficina Suprema de Guerra controlaría y asignaría la mano de obra cautiva de la nación. Groener era un hombre razonable. A diferencia de Hindenburg y Ludendorff, había trabajado en el frente interno y conocía las terribles condiciones allí. Estaba dispuesto a llegar a un compromiso con los representantes del proletariado, reconociendo que "nunca podremos ganar esta guerra luchando contra los trabajadores". Su borrador tuvo en cuenta las críticas civiles. La extensión del servicio militar a los jóvenes de quince a sesenta años se había transformado en una nueva obligación, el Servicio Auxiliar Patriótico, que comprendía trabajos bélicos de todo tipo, en oficinas gubernamentales y en la agricultura, así como en la industria bélica. Sólo los hombres estaban sujetos a este nuevo deber; Se abandonó la exigencia de Hindenburg de que las mujeres también estuvieran obligadas. De acuerdo con los deseos de la Tercera OHL, el proyecto de ley era breve y general, pero implícito en su declaración de que "por orden del Ministro de Guerra" los hombres de entre quince y sesenta años podrían "ser llamados a realizar el Servicio Auxiliar Patriótico" estaba la radical nuevo poder para transferir mano de obra y restringir su libre circulación. Aunque Ludendorff presionó para una implementación inmediata, aprobar tal cambio a través del Reichstag requirió amplias consultas. Las autoridades civiles no estaban dispuestas a renunciar a todo el control y añadieron cláusulas que otorgaban al Bundesrat, la cámara que representa a los estados federados de Alemania, el control de los decretos emitidos por la Oficina Suprema de la Guerra en la aplicación de la ley y el derecho a revocarla. Los ministros también rechazaron una disposición sobre entrenamiento militar obligatorio para adolescentes mayores de quince años y elevaron el límite inferior de obligación para el Servicio Auxiliar Patriótico a diecisiete años. Después de reuniones con industriales y representantes sindicales, también se agregaron directrices que detallan cómo debería implementarse el proyecto de ley. Para tranquilizar a la izquierda, se incluían disposiciones para la creación de comités de arbitraje con representación de los trabajadores, que mediarían cuando un empleado deseaba dejar su trabajo pero su empleador no le otorgaba un "certificado de salida". La intención era aprobar el proyecto de ley en el Bundesrat y luego llevarlo al Comité Directivo del Reichstag, donde los representantes del partido regatearían con Groener y Helfferich sobre su contenido a puerta cerrada. Una vez que se alcanzara un acuerdo, se esperaba que el proyecto de ley recibiera en poco tiempo una aceptación atronadora en el Reichstag, enviando un poderoso mensaje de unidad y voluntad para continuar la lucha y colocando el esfuerzo bélico de Alemania sobre una base nueva, más eficiente y controlada.

Hindenburg y Ludendorff se llevaron una dura sorpresa. Los diputados socialdemócratas, de centro y progresistas del Reichstag y su Comité Directivo no compartían la visión de la Tercera OHL de una economía dirigida sobornada y no estaban dispuestos a depositar una confianza incondicional en manos de los militares o del gobierno. El proyecto de ley fuertemente revisado, aceptado por el parlamento el 2 de diciembre y promulgado por el Kaiser tres días después, era muy diferente de las intenciones de los generales. En contraste con el borrador inicial, conciso y general de Groener, el extenso texto estaba lleno de concesiones a los trabajadores y sus instituciones; Ludendorff denunció más tarde "la forma en que se aprobó el proyecto de ley" como "equivalente a un fracaso". El descontento Helfferich se quejó de manera similar de que "casi se podría decir que los socialdemócratas, los polacos, los alsacianos y los secretarios sindicales hicieron la ley". Para los soldados y estadistas conservadores era profundamente preocupante que el Reichstag hubiera forzado la exigencia de crear un comité especial de quince de sus miembros para supervisar la aplicación de la Ley de Servicios Auxiliares, y más aún que las normas generales necesitaran su aprobación. consentir. Muchos industriales, deseosos de tener una fuerza laboral cautiva a su disposición, facilitando la planificación y socavando la capacidad de los empleados para negociar salarios más altos, se sintieron consternados al descubrir que se imponían comités de trabajadores y agencias de conciliación a cualquier fábrica con más de cincuenta empleados. Los sindicatos se habían acercado más a lograr un objetivo de larga data de obligar a los empleadores a reconocerlos y negociar con ellos. Quizás lo peor de todo es que el objetivo principal de reducir la movilidad de los trabajadores, una condición previa para la gestión centralizada de los recursos humanos, se había visto frustrado en gran medida. La izquierda había detectado el potencial de enormes beneficios para los industriales y había insistido en que los trabajadores también deberían tener la oportunidad de mejorar su suerte. En consecuencia, aunque teóricamente los trabajadores de guerra estaban fijos en su empleo, se reconoció explícitamente que la perspectiva de "una mejora adecuada de las condiciones de trabajo" era una justificación válida para cambiar de trabajo.

El intento de la Tercera OHL de removilizar a Alemania sobre una nueva base de coerción y control fue, por tanto, un rotundo fracaso. Ludendorff mostró una gran ingenuidad al imaginar que una ley que limitara las libertades laborales sería aceptada sin exigir compensación. Repudió la Ley final del Servicio Auxiliar Patriótico por considerarla "no sólo insuficiente, sino positivamente dañina"; fue, argumentó egoístamente, una manifestación de la debilidad de las autoridades civiles y la avaricia de la izquierda política lo que finalmente le costó la victoria al Reich. Sin embargo, el verdadero problema para Ludendorff fue que se había visto frustrado y las fuerzas de la democracia y el socialismo habían recibido un impulso. La supervisión de la ley por parte del comité del Reichstag, la cooperación entre el SPD y los partidos burgueses centristas y la imposición de comités de arbitraje en los que los trabajadores juzgaban junto a los empleadores fueron profundamente perturbadores para los conservadores. Sus afirmaciones, respaldadas por algunos historiadores, de que la Ley de Servicios Auxiliares socavaron el esfuerzo bélico generalmente carecen de una base firme en evidencia. El aumento de las huelgas en 1917 fue una respuesta al deterioro de las circunstancias sociales más que a las condiciones de empleo alteradas bajo la nueva ley, y la queja de que la ley aumentó la rotación laboral parece dudosa. Por el contrario, la ley tuvo un gran éxito en liberar mano de obra militar al sustituir trabajadores aptos por hombres responsables del servicio auxiliar. Fundamentalmente, las concesiones hechas también mantuvieron a los sindicatos comprometidos con el régimen imperial y aseguraron su cooperación; un logro invaluable, especialmente teniendo en cuenta la tumultuosidad de 1917. Intentar militarizar la fuerza laboral independientemente de todos los demás intereses habría llevado inevitablemente al desastre. En una guerra que sólo podía librarse con el consentimiento del pueblo, el compromiso y las concesiones de la Ley del Servicio Auxiliar Patriótico eran la mejor esperanza de Alemania para resistir.