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jueves, 12 de diciembre de 2024

Pueblos originarios: Los grandiosos Aonikenk

Los Aonikenk: Guardianes de la Patagonia







Gente del Cacique Mulato, abajo a la derecha y con vincha blanca esta Kachorro o Chaleco.



En las vastas y austeras tierras de la Patagonia, una región conocida por sus imponentes paisajes y climas extremos, vivieron los Aonikenk, también conocidos como los Tehuelches meridionales. Este grupo indígena, cuyos orígenes se remontan a tiempos inmemoriales, desarrolló una cultura y un modo de vida estrechamente entrelazados con la naturaleza salvaje que les rodeaba.

El Territorio de los Aonikenk

Los Aonikenk habitaron una extensa área que se extendía desde el río Santa Cruz, en la actual Argentina, hasta el estrecho de Magallanes, en Chile. Este vasto territorio incluía estepas, montañas y zonas costeras, cada una con sus propios desafíos y recursos. A pesar de la dureza del clima y el terreno, los Aonikenk demostraron una notable capacidad de adaptación, moviéndose estacionalmente para aprovechar al máximo lo que cada región podía ofrecer.

La Vida Nómada

La vida de los Aonikenk era un constante movimiento. En los cálidos meses de verano, ascendían a las mesetas altas y montañas, donde cazaban guanacos, su principal fuente de alimento y materia prima. Los guanacos no solo proporcionaban carne, sino también pieles para vestimenta y refugios. El ñandú, otro animal esencial, les daba plumas y huevos, y su caza se realizaba con boleadoras, una herramienta ingeniosa que simboliza la destreza y conocimiento de estos pueblos.

Durante el invierno, cuando los vientos patagónicos azotaban con más fuerza y las temperaturas caían, los Aonikenk descendían a los valles y las zonas costeras. Aquí encontraban refugio y aprovechaban los recursos del mar, pescando y recolectando mariscos, lo cual complementaba su dieta y aseguraba su supervivencia en los meses más duros.

La Organización Social y Familiar

La familia era el pilar fundamental de la sociedad Aonikenk. Las unidades familiares extendidas se unían en bandas más grandes para cazar y recolectar, formando una red social que garantizaba el bienestar de todos sus miembros. Los roles dentro de estas bandas estaban claramente definidos: los hombres se dedicaban a la caza y la protección del grupo, mientras que las mujeres se encargaban de la recolección de plantas, la preparación de alimentos y el cuidado de los niños. Los más jóvenes participaban en las tareas cotidianas, aprendiendo desde temprana edad las habilidades necesarias para la vida adulta.

Los Aonikenk vivían en toldos, estructuras portátiles hechas de pieles de guanaco y armazones de madera. Estos refugios eran ideales para su vida nómada, permitiéndoles desmontarlos y transportarlos fácilmente en sus desplazamientos. A pesar de la simplicidad aparente de sus viviendas, estos toldos eran eficientes para protegerse del clima extremo de la región.

Rituales y Creencias

La espiritualidad y las creencias de los Aonikenk estaban profundamente arraigadas en su entorno natural. Los animales, las montañas y los elementos eran vistos como entidades espirituales, y su mitología reflejaba esta conexión íntima con la naturaleza. Realizaban ceremonias para honrar a los espíritus de los animales cazados, para marcar el paso de la niñez a la adultez y para celebrar los ciclos naturales de su entorno.

 

Introducción

Los Aonikenk, también conocidos como Tehuelches meridionales, fueron un grupo indígena que habitó la región de la Patagonia, específicamente en las zonas de la actual Argentina y Chile. Su cultura, tradiciones y modo de vida estaban íntimamente ligados a la geografía y recursos de la región.

Características Generales

  1. Nombre y Tribus:

    • Nombre: Aonikenk, también llamados Tehuelches meridionales.
    • Subgrupos: No existía una estructura tribal estricta como en otras culturas indígenas, pero se organizaban en bandas o grupos familiares.
  2. Ubicación Aproximada:

    • Territorio: Los Aonikenk ocupaban principalmente la región sur de la Patagonia, desde el río Santa Cruz en Argentina hasta el estrecho de Magallanes. También se extendían hacia el oeste, en la parte sur de Chile.
    • Áreas Clave: Habitaban tanto en las estepas patagónicas como en las regiones montañosas y costeras, adaptándose a los diferentes ecosistemas de la región.

Vida Nómada y Recorridos Anuales

  1. Recorridos Estacionales:

    • Los Aonikenk eran nómadas, moviéndose a lo largo del año en función de la disponibilidad de recursos.
    • Verano: Durante los meses más cálidos, se desplazaban hacia las montañas y mesetas altas, donde cazaban guanacos y recolectaban plantas silvestres.
    • Invierno: En los meses fríos, bajaban hacia las zonas más bajas y protegidas, como valles y áreas costeras, donde las temperaturas eran más moderadas y podían encontrar refugio y recursos alimentarios.
  2. Caza y Recolección:

    • Caza: Principalmente guanacos y ñandúes, utilizando boleadoras y arcos con flechas.
    • Recolección: Frutos silvestres, raíces y plantas medicinales. También pescaban y recolectaban mariscos en las zonas costeras.


Vida Familiar y Organización Social

  1. Estructura Familiar:

    • La unidad básica de la sociedad Aonikenk era el grupo familiar extendido, que incluía a padres, hijos y otros parientes cercanos.
    • Las familias se agrupaban en bandas más grandes para facilitar la caza y la recolección.
  2. Roles y Divisiones de Tareas:

    • Hombres: Principalmente responsables de la caza y la protección del grupo.
    • Mujeres: Encargadas de la recolección de plantas, la preparación de alimentos y el cuidado de los niños.
    • Niños: Participaban en las actividades familiares y aprendían las habilidades necesarias para la vida adulta.
  3. Viviendas:

    • Utilizaban toldos, estructuras hechas con pieles de guanaco y armazones de madera, que podían desmontarse y transportarse fácilmente en sus desplazamientos.
  4. Rituales y Costumbres:

    • Practicaban ceremonias y rituales relacionados con la caza, el paso a la adultez y eventos naturales importantes.
    • La mitología y las creencias espirituales estaban ligadas a la naturaleza y los animales que les rodeaban.

 

De Izquierda a Derecha; Puro, Cacique Mulato y Canario
Edie Daniel Duré Muy buena la foto y mucho mejor al mencionar a los que posan.

 

Conclusión

La historia de los Aonikenk es un testimonio de la resiliencia y la capacidad de adaptación humana. Enfrentando uno de los entornos más inhóspitos del planeta, desarrollaron una cultura que no solo sobrevivió, sino que prosperó en armonía con la naturaleza. Hoy, su legado perdura como un recordatorio de la profunda conexión entre los seres humanos y su entorno, y de la increíble habilidad de las culturas indígenas para vivir en equilibrio con la tierra. Los Aonikenk, guardianes de la Patagonia, nos enseñan sobre la importancia de respetar y entender el mundo natural que nos sustenta.




lunes, 2 de diciembre de 2024

Arqueología: Restos de poblaciones aonikenks en Río Negro

Un asombroso hallazgo milenario en la meseta Somuncurá da pistas sobre los antiguos pobladores de la Patagonia

La voz del Chubut





En el sitio Curapil, arquéologos encontraron grabados sobre piedra. Crédito Emiliano Mange

Científicos de instituciones públicas revelaron los secretos del sitio Curapil, que guarda uno de los pocos conjuntos de grabados sobre piedra. Se encuentra en la meseta de Somuncurá, un territorio de 25 mil kilómetros cuadrados emplazado entre Río Negro y Chubut. El inusual hallazgo revela asombrosos datos sobre las poblaciones que habitaron la región hace miles de años.

El hallazgo estuvo a cargo de un grupo de investigadores de la Universidad Nacional del Centro, la Universidad Nacional de la Plata y del CONICET. Analizaron los motivos de los grabados, y sus contextos, para evaluar la movilidad humana que había en el territorio. Sus conclusiones fueron publicadas recientemente en la revista Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología.

“A este sitio llegamos durante una recorrida por la zona. Entramos a un puesto donde nos comentaron sobre las piezas que tenían en el interior de su campo”, recordó el investigador Luciano Prates.

El área se encuentra emplazada en una zona próxima a un manantial, entre las localidades rionegrinas de Ramos Mexía y Sierra Colorada.

Las primeras expediciones de campo se realizaron en 2011, pero no fue sino hasta 2018 que se pudo completar el registro de arte rupestre. Los científicos lograron identificar 92 imágenes grabadas sobre piedra volcánica, las cuales se encuentran agrupadas en seis sectores, diseminados en un radio de 100 metros.



Se identificaron 92 imágenes grabadas sobre piedra volcánica en Curapil. Crédito Natalia Carden

“Encontramos centenares de grabados. Se trata de un tipo de arte distinto al de las pinturas rupestres. En este caso, las figuras se encuentran percutidas en un morro, al lado de una vertiente de agua”, amplió Prates.

Según se menciona en el artículo científico, los surcos que constituyen estas imágenes varían entre los 0,5 y 2 centímetros de espesor. Además, para su estudio se los clasificó de acuerdo “con su forma geométrica y su semejanza con referentes del mundo real”.

Qué diferencia hay entre grabados y pinturas rupestres

A diferencia de las pinturas rupestres, que son realizadas mediante pigmentos que pueden fecharse, es difícil determinar la edad de los grabados. Al no tener elementos orgánicos y estar compuestos solo de roca, los métodos de fechado actuales son obsoletos para este tipo de arte.

“En las pinturas se pueden realizar análisis físicoquímicos de la composición, pero con los grabados no tenemos esa posibilidad. Aunque los motivos de Curapil se encuentran cubiertos de líquenes, y se podría realizar una liquenometría, su alcance temporal es muy corto. Esta técnica solo sirve para objetos históricos de unos pocos cientos de años”, explicó Natalia Carden, doctora en Ciencias Naturales. Sin embargo, a partir de inferencias por otros grabados hallados en Patagonia Norte, se estimó que los motivos de Curapil tendrían entre dos mil y tres mil años de antigüedad.

Tampoco resulta comprensible para los investigadores conocer el significado de las imágenes representadas por las sociedades de aquel momento. El estudio sólo puede circunscribirse a un pormenorizado análisis de los motivos y su comparación con otras áreas arqueológicas.

“No hay información sobre qué pueden significar. Pero hemos podido identificar figuras humanas y animales. En Curapil es muy común ver pisadas de ñandú o puma”, aseveró Carden. En general, predominan las líneas curvas, las pisadas de aves y las circunferencias.

A simple vista, los investigadores determinaron algunas similitudes con motivos de otros sitios distantes a unos 100 kilómetros. Pero se destacan particularidades que darían a entender que no se trataría de los mismos grupos humanos o del mismo tiempo de elaboración.

Qué se sabe de la movilidad de estas poblaciones

Uno de los objetivos de la publicación científica fue desentrañar el movimiento de los grupos entre el piedemonte —zona al pie de la meseta— y el sector alto de Somuncurá. Aunque se cree que las poblaciones ascendían a la altiplanicie para la caza, los vínculos con otros sitios —emplazados en la porción oriental de la meseta— “no son marcados”.

Una de las preguntas que se hicieron es sí esos grupos de cazadores habrían subido a la meseta de Somuncurá, un lugar muy propicio para la caza de guanaco durante el verano. Para comprobarlo pensaron que tenían que encontrar motivos semejantes con otros sitios. Encontraron algunos, pero cuando empezaron a complejizar el análisis, vieron que no eran exactamente los mismos. “Observamos diferencias”, precisó Carden.

Luego, hipotetizó: “Quizás haya habido diferencias entre la gente que habitaba entre el este y el oeste de la meseta, y que hayan expresado en esos motivos aspectos de su identidad mediante esas diferencias”



Uno de los grabados tiene un renacuajo como motivo. Crédito Natalia Carden

Para afianzar la teoría, los investigadores se encuentran trabajando actualmente en áreas del lado oeste de Somuncurá, cerca de las localidades de Prahuaniyeu y El Caín.

Se cree que los lugares como Curapil habrían constituido “puntos de cabecera y terminales de las travesías» debido a la disponibilidad de fuentes de agua, un recurso escaso en la árida planicie. Además, eran sitios estratégicos para cazar guanacos.

Qué particularidad tienen los grabados

A diferencia de las pinturas rupestres, el hallazgo de grabados sobre rocas no suele resultar tan habitual para los científicos. Esto podría deberse a factores de conservación y a la antigüedad de este tipo de arte.

“Los grabados no son tan comunes como las pinturas. Las pinturas, con patrones rectilíneos y colores rojos, son más abundantes y se supone que pertenecen a edades más tardías de la sociedad. Es decir, pensamos que los grabados estarían mostrando un estadío anterior de los cazadores-recolectores”, especificó Carden.

 

Por Daniel Quilodrán para Diario Río Negro

domingo, 27 de octubre de 2024

Patagonia: Las maravillosas aventuras de Mr. Musters

El inglés Musters y los tehuelches


Por Héctor Pérez Morando || Diario Río Negro




Vida muy singular y poco conocida la de George Chaworth Musters. Como para el libro. Inglés de sangre pero nacido en Nápoles, casualmente, «en transcurso de un viaje de sus padres» (13/2/1841). De familia acomodada y huérfano desde pequeño, tal vez los tíos marinos tuvieron que ver en su vida marina -desde los 13 años- y el «Algiers», la escuela. Recibió medallas por su actuación en Crimea. Escritos de Falkner, Darwin, Guinard, Fitz Roy, Viedma, De Angelis y otros fueron los antecedentes documentales para su formidable travesía patagónica que se inició en Punta Arenas, pasando por Gallegos, isla Pavón y finalizó en Carmen de Patagones (abril de 1869-26/5/1870) ¿Cuál fue el motivo principal del viaje? Varias hipótesis se han emitido y hasta la de «una misión especial del almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia» (Balmaceda, Rey 1976). ¿Espía? Tenía permiso de la Marina inglesa. Percibía una renta.

Cualquiera fuera el motivo, la realidad es que dejó un incomparable aporte toponímico y etnográfico principalmente, como nunca había ocurrido hasta poco después de la mitad del siglo pasado, y hasta un «vocabulario parcial de la lengua tsoneca» que incluyó en su libro «At home with the Patagonians. A year»s wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the Río Negro», editado en Londres en 1871 y traducido al castellano en 1911 como «Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el estrecho de Magallanes hasta el Río Negro». «El mapa de Musters es la primera información cartográfica directa del interior de la Patagonia». (Rey Balmaceda, ídem). Es llamativa la adaptación, el mimetismo que logró entre los tehuelches y sus formas de vida. Dio un «paseo» de 2.750 kilómetros y un año de duración, con los consiguientes peligros, y tuvo que afrontar y participar de la vida tehuelche: vestir quillango, usar boleadoras, andar a caballo, alimentarse con carne de guanaco, de avestruz (y huevos), de yegua y raíces. Debió habitar en toldos, dormir a la intemperie, hacer trenzados de cuero y -lo más importante- anotar los acontecimientos de la gran aventura, con mucha precisión y útiles detalles sobre flora, fauna, topografía y costumbres de los tehuelches. Es largo de detallar. Llegó a afirmar que «no merecen seguramente los epítetos de salvajes feroces, salteadores del desierto, etc. Son hijos de la naturaleza, bondadosos, de buen carácter». Y en cuanto a las creencias, «la religión de los tehuelches se distingue de la de los pampas y araucanos porque no hay en ella el más mínimo vestigio de adoración al sol, aunque se saluda la luna nueva con un ademán respetuoso… creen en un espíritu bueno y grande… no tienen ídolos ni objetos de adoración…».

Según parece, dominaba bien el castellano y una partida de soldados en busca de prófugos de Punta Arenas facilitó el primer tramo de su viaje desde allí hasta la isla Pavón, desembocadura del río Santa Cruz, donde por entonces tenía sus dominios Luis Piedra Buena, a quien no pudo entrevistar por haber viajado poco antes. Llevaba una carta de presentación de Jorge M. Dean, de Malvinas, donde había estado. Carbón y oro son existencias de las que se fue informando. Se encontró con Sam Slick, hijo del cacique Casimiro. Hablaron en inglés. A partir de Pavón se iniciaría la parte más destacada de la aventura de Musters, acompañado por la parcialidad aóni-ken que hablaba el aóni-aish, «lengua que sería entonces la aprendida por Musters». Y desde allí, estuvo acompañado nada menos que por los célebres caciques Casimiro y Orkeke, de quienes llegó a ser muy amigo. ¿Qué método empleó el viajero inglés para llegar a ser admitido en los toldos andantes tehuelches y merecer gran respeto y confianza?

 

Lo describe a Orkeke: «Había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre su caballo en pelo o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven… abundante cabello negro… ojos brillantes e inteligentes… era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres… desde el momento que fui huésped de él, su conducta para conmigo fue irreprochable». Y de Casimiro: «Cuando no estaba ebrio, este hombre era vivo e inteligente, astuto y político. Sus extensas vinculaciones con todos los jefes, inclusive Reuque y Callfucurá (sic), le daban mucha influencia. Era también obrero diestro en varias artes indígenas, como la de hacer monturas, pipas, espuelas, lazos y otras prendas. Era muy corpulento, de seis pies cabales de estatura». (Musters, G. Ch., Vida, 1964).



Luego de isla Pavón, los tehuelches -más de doscientos entre hombres, mujeres y niños- y el viajero inglés se dirigieron a la precordillera. Llegaron al paraje Yaiken-Kaimak. Una escena de caza: vio un guanaco y «lo boleé con una boleadora para avestruz» y en ese lugar surgió «una inquietud general»: estar preparados «para el caso de que encontráramos a los tehuelches del norte en guerra con los araucanos o manzaneros». Todos se daban un baño diario en los cursos de agua. Llevaba una brújula -que le regaló a Foyel- y anzuelos para pesca que usó. Los tehuelches no comían pescado. Llegaron los tehuelches del norte -comandados por Hinchel- y se produjo un gran parlamento. «Casimiro había tratado de inducirme a que hiciera de capitanejo… por nuestra parte se desplegó orgullosamente la bandera de Buenos Aires, mientras los del norte hacían flamear una tela blanca». (Musters, ídem).

«Después de varias arengas, dichas por Hinchel y otros, se resolvió elegir a Casimiro jefe principal de los tehuelches», anotaría Musters. Musters dedujo que «las relaciones entre los tehuelches o tsonecas de la Patagonia y los indios araucanos de Las Manzanas no habían tenido antes, de ninguna manera, un carácter pacífico». El padre de Casimiro había sido muerto por los araucanos, pese a lo cual «la diplomacia de Casimiro lograba conciliar a todas las partes». En ese lugar recibieron una partida del Chubut, «unos setenta u ochenta hombres, con mujeres y criaturas, y ocupaban unos veinte toldos», la mayoría «jóvenes de sangre pampa o pampa tehuelche… unos cuantos tehuelches puros» cuyo jefe se llamaba Jackechan o Juan (Chiquichano), «un indio muy inteligente, que hablaba corrientemente el español, el pampa y el tehuelche». El «Marco Polo de la Patagonia», como lo llamaron algunos autores, continuaba adentrándose en la vida tehuelche: «atoldándose», haciendo boleadoras y tientos, ganándose los alimentos cazando con ellos y como ellos y participando de acontecimientos muy celebrados por aquellos pobladores de la Patagonia: nacimientos, entrada a la pubertad, casamientos, muertes, etc. y hasta para evitar el efecto nocivo de los vientos «volví a aplicarme la pintura» (en el rostro), sin olvidar beber aguardiente, fumar en pipa y usar armas largas y cortas. En Teckel, por enero de 1870, recordaría que «estaba muy al tanto del género de vida y de las costumbres de los tehuelches, que me consideraban casi uno de ellos (en verdad, había llegado a adquirir cierta posición e influencia entre esa gente)». (Musters, ídem).

Llegaron al campamento Carge-kaik (Cuatro Colinas) y recibieron la amistosa visita de un hijo de Quintuhual, con un mensaje del padre. Hubo danza: «Entré con Golwin (Blanco) y dos más en la danza, apareciendo en traje completo de plumas de avestruz y cinturón de campanillas, y debidamente pintado, para gran delicia de los indios. Mi ejecución arrancó grandes aplausos». Tenía razón Musters, parecía uno más de ellos. Bien manejadas las relaciones públicas para entonces… Recibieron mensajes araucanos. Luego visitaron los toldos de Quintuhual y continuando la marcha llegaron a Diplaik (Moreno lo cita como Dipolokainen), donde un mensajero de Foyel les entregó una noticia: el araucano (chileno) Culfucurá -no emplea la denominación mapuche- incitaba a unirse para «hacer la guerra a Buenos Aires». Ni más ni menos que sus depredadores malones a la zona de Bahía Blanca y el gran espacio bonaerense. Se convocó a parlamento y se decidieron por la negativa. Aquellos tehuelches e «indios mansos» defendían y apoyaban a El Carmen (Carmen de Patagones) y allí se dirigirían en busca de «vicios», ración de ganado y demás que les entregaba el gobierno. Orkeke, Casimiro -«el gran cacique del sur»-, los pellejos con aguardiente y la nutrida caravana seguían la rastrillada para el norte (más o menos la actual ruta nacional 40) hasta llegar al campamento de Foyel, con buen recibimiento. Anteriormente -anotó Musters- un incidente le «facilitó la oportunidad de observar la predisposición de los araucanos para esclavizar y maltratar a todo «cristiano» que podían robar o comprar». Luego de otras bien narradas alternativas, emprendieron viaje a «Las Manzanas», los dominios de Cheoeque (sic), es decir el famoso Sayhueque. Se instalaron en Geylun -posiblemente al sur de Paso Flores y cerca de Pilcaniyeu actuales-, donde quedó la mayoría de los nativos y luego de cruzar el Limay y visitar a Inacayal, donde también son bien agasajados, fueron recibidos por el jefe manzanero: «Hombre de aspecto inteligente, como de 35 años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de cuero»… Este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche». En el toldo estaba «la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación Argentina». Tenían temor al «gualicho» y a otras circunstancias diarias.



Hubo fiesta, aguardiente en abundancia -con las armas guardadas-, manzanas frescas, piñones, carne e intercambio de objetos, alimentos y aguardiente. Pudo comprobar que el intercambio -pieles, tejidos, trenzados, caballos, alimentos, etc.- era moneda corriente. Tal como el trueque actual, que va ganando posiciones por la crisis. Hacían carreras de caballos. Se celebró un parlamento con tres temas: «Paz firme y duradera entre los indios presentes», «protección de Patagones» y «considerar el mensaje de Callfucurá (sic) acerca de un malón a Bahía Blanca, y en general la frontera bonaerense», sobre lo cual los tehuelches ya se habían expedido negativamente antes de llegar al lugar. Estaba allí Mariano Linares -de la tribu de ese apellido-, que había llegado de Patagones en misión de paz. Los picunches -anotaría el viajero inglés- eran «una rama de los araucanos bajo el dominio de Cheoeque… viven cerca de los pasos de la cordillera y saquean a todos los viajeros». Hubo otro parlamento en el que se resolvió unánimemente que «Cheoeque protegería la orilla norte del río Negro y cuidaría a Patagones por ese lado, mientras que Casimiro garantizaría el sur». Se ratificó el no malón a Calfucurá, «pidiéndole que limitara sus hostilidades a Bahía Blanca». Todo eso lo vivió el marino y aventurero inglés, como principal partícipe en aquellos conflictos internos, pero cuyos protagonistas maloneros más feroces y ladrones procedían del otro lado de la cordillera. Aunque Calfucurá estaba asentado en «Las Salinas» (La Pampa).

Luego del regreso a Geylun, se preparó el viaje a Patagones. Fueron de la partida Musters, Orkeke, Casimiro, Quintuhual, Crime, Meña y numerosos tehuelches, mujeres y niños. Es la primera vez que la «línea sur» rionegrina -con ligeras variantes en el trazado caminero y ferroviario actual- ve pasar tan numerosa y heterogénea comitiva. La toponimia incorpora y confirma nombres: Margensho (Maquinchao), Trinita (Treneta), Valcheta. Desde Maquinchao, Musters y dos acompañantes decidieron adelantar el viaje a Patagones. Llevaba una carta para el comandante Murga y la misión de preparar el terreno para la visita de los restantes. En cierta parte del trayecto «alegró nuestros ojos la vista del mar». Cruzaron para el río Negro y entonces «Haciendo a un lado la manta india, volví a ponerme el traje de un inglés de la época, saco de cazador, etc.» Había tenido el equipo bien guardado. Cerca de «San Xavier» (Javier) tuvo contacto con los otros hermanos Linares y las estancias de Kincaid, Alexander Fraser y Grenfell. Estos últimos le facilitaron dinero. Durmió en el toldo de Chalupe. En Patagones se entrevistó con Pablo Piedra Buena -hermano de Luis-, el Dr. Humble, la galesa familia de Morris Humphreys y con Murga. Días después llegaron Casimiro, Orkeke y sus tribus. Recorrió la zona y tomó valiosos apuntes. Se embarcó en el vapor «Patagonia» (ex «Montauxk», de Boston) rumbo a Buenos Aires, que encalló en la desembocadura del Negro, y siguió viaje en la goleta «Choelechoel». El «tehuelchizado» -perdón por el neologismo- inglés había recorrido la Patagonia durante poco más de un año -llegó a Patagones el 26/5/1870- y daría a luz el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de un gran valor documental. Anduvo por otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata (commander). Estuvo casado con una peruana descendiente de ingleses y murió en 1879.

Una estación ferroviaria en Río Negro, un lago en Chubut y varias calles llevan su nombre, recordando la gran hazaña del inglés-tehuelche.

jueves, 11 de julio de 2024

Patagonia: La movilidad de los Aonikenk de la cordillera a la costa

La movilidad de los grupos Aonikenk del interior a la costa





Los grupos de cazadores nómadas del interior del territorio de la actual provincia del Chubut –históricamente Aonikenk- salían sólo ocasionalmente a la costa atlántica.
Ello debido a su gran aridez, con verdadera penuria de aguadas en períodos secos, y el hecho de no ofrecer recursos alimentarios de interés para estos cazadores propiamente continentales. Sólo podían motivar sus viajes los inviernos extremadamente rigurosos, en que las comunidades de guanacos se desplazaban, en masa, hacia el litoral, menos frío, o...la intención de contactar con los pueblos propios de éste, que se desplazaban a lo largo de la costa marina.
De este modo se explican dos cosas, a primera vista confusas. Por un lado, la presencia de individuos (esqueletos) de gran estatura –Aonikenk-, en muchos casos mestizados con los típicos –pequeños- del litoral. Por el otro, la figuración de elementos costeros en las creencias religiosas de los Aonikenk, como los elefantes marinos o la ballena, que habrían de dar origen, por un lado al mito de las sirenas, y por el otro al del Gigante que se tragaba a la gente: es que precisamente el mito se genera en un lugar remoto, solo fugazmente conocido, no colonizado en suma.
De un modo u otro, los movimientos de los grupos del interior, en su salida a la costa atlántica se canalizaban –como de regla- a través de rutas preestablecidas, con su cadena de paraderos en función de aguadas, perennes o potenciales.
Curiosamente, la inversa no fue necesariamente válida, es decir no necesariamente los grupos litorales, en plan de acceder al interior, a la Meseta, lo hicieron por las mismas rutas de los Aonikenk...Es que aquéllos –pueblos innominados o anónimos de la Costa- eran, ha diferencia de éstos- hídricos, se desplazaban en relación con los cuerpos de agua: al abandonar el mar, por los ríos, que a su vez comunicaban con los lagos del interior.
Se alude, claramente, a los ríos Chubut-Chico y los lagos Colhué Huapi y Musters. En efecto, si se echa un vistazo a los elementos rescatados en estos últimos por los arqueólogos –arpones, pesos de redes, cerámica de influencia costera-, se apreciará que funcionaron como un verdadero enclave costero en plena Meseta.
Cuando a comienzos del siglo XVII el descubridor Simón de Alcazaba se encontró con el río Chico –tan cargado de agua para atravesarlo-, tuvo ocasión de contactar con representantes de estos grupos hídricos, anónimos: parte de una familia habitante de una cabaña de ramas, que cazaba a través de un chulengo (cría del guanaco) señuelo y completaba su dieta con semillas de una planta, molidas a mortero.
Los Aonikenk llamaron –según los colonos galeses- “Yamacán” al río Chico, de significado poco claro pero que tal vez aluda al carácter periódico de sus avenidas –que alternarían con períodos de sequía, como de algún modo se mantienen en el presente.
De este modo, los Pueblos del Mar se adentraban al corazón del Chubut por la “Ruta del Yamacán”, todavía casi del todo desconocida para los propios pobladores patagónicos.
Nobübü llamaron, los propios Aonikenk, a un sitio que ha de situarse, grosso modo, en el Puerto Madryn actual. Tampoco conocemos su significado, pero el topónimo da testimonio de la presencia tehuelche en el área, como aquellos de Káwas en la costa oriental y Téntewutr en el istmo, lo dan de sus visitas a la península Valdés. En estos casos, la cruzaba desde el Oeste franco.
En tiempos históricos recientes (1865), los Galeses, cuando ya se habían agotado los “pueblos hídricos” –absorbidos por los Aonikenk-, y todavía no habían contactado con éstos, abrieron, como supieron, desde Madryn, su propia ruta al río Chubut Inferior.
Desde Puerto Madryn, es decir desde el Mar, como Alcazaba antes, también a tientas, como los pueblos costeros –muy anteriores-, pero éstos a sabiendas.
Por Rodolfo Casamiquela.
Compartía : Jose Pavoni

viernes, 21 de junio de 2024

Conquista del desierto: Un asado con Antonio

Visitando a Antonio





Visité a Antonio, que me agasajó con un asado de charqui gordo. Tenia muy buen gusto. Hablé con él sobre varios temas. Preguntó, como todos los indios, por Rosas, y me dijo que quería mandar una carta al Chubat. Primero había encargado a Hernández que hablara por él; pero Manzana y todos los otros indios opinaban que debía escribirse. Me mostraron cómo frotan las pieles –cuando ya están secas-- con cuarzos agudos para ablandarlas y suavizarlas. Las mujeres estaban entregadas a la tarea de cargar las pieles de los dos guanacos chicos. Mañana seguiremos viaje. Con trece pieles forman un atado que acondicionan y atan muy bien con tendones de avestruz. Se necesitan trece pieles para un quillango; también se hacen más grandes con quince. Pero también les gustan los quillangos de piel de potro, como el que tiene el cacique, porque se desgarran menos fácilmente al galopar por el monte y trabajar en el campo. Todos estos quillangos no son impermeables. Los de piel de león son mejores, pero tampoco impermeables. Los mejores e impermeables son los de zorrino. El frío se estaba haciendo sentir mucho.

Fragmento tomado de libro "GEORGES CLARAZ VIAJE AL RIO CHUBUT - Aspectos naturalistIcos y etnológicos (1865-1866)"
Ediciones Continente.

Publicación del Grupo - Rodolfo Casamiquela, En los Caminos de la Ciencia Patagónica

Por : Jose Pavoni - TEHUELCHE EL VERDADERO PUEBLO ORIGINARIO DE PAMPA Y PATAGONIA

lunes, 27 de mayo de 2024

Patagonia: La inmigración galesa y su vida en cooperación con los aonikenks

Aonikenks y gales: Una integración virtuosa





Fotografía: de C. Foresti, c. 1883. La familia Gibbon, en su vivienda en la Colonia 16 de Octubre o Valle Hermoso.  fue el nombre dado por los colonos galeses a la zona de Trevelin.

 

Los primeros colonos galeses llegaron a Chubut en 1865. Al arribar se encontraron con una “tierra infinita y desnuda, tan poco parecida a su Gales natal”.  Su nueva ubicación en la Patagonia los alejó de la población urbana, pero los acercó a la nativa. El primer encuentro tehuelche-galés se produjo el 19 de abril de 1866 en el actual territorio de Rawson.
     Los 153 colonos galeses (56 adultos casados, 33 solteros o viudos, 12 mujeres y 52 niños) llegaron a lo que es hoy la provincia del Chubut tras 64 días de navegación a bordo del "Mimosa", una embarcación a vela de 3 palos que había partido desde el puerto de Liverpool, Inglaterra, el 25 de mayo de 1865.
     El desembarco marca el inicio de uno de los procesos de integración más virtuosos que se tengan registros entre dos pueblos que se desconocían y, a pesar de sus enormes diferencias culturales, de lengua, origen y creencias; galeses y tehuelches pudieron convivir sin situaciones cruentas o de sometimiento, más allá de algunos incidentes.
     La relación con los aborígenes fue crucial para la adaptación de los colonos a su nuevo hogar. Los indígenas les enseñaron a explorar el territorio, a aprovechar el entorno, los instruyeron en la caza de animales silvestres como el guanaco y el ñandú y los abastecieron de carne. Los colonos les proveían a su vez de pan, azúcar, manteca. Además, les enseñaron a las tehuelches a amasar el pan que tanto les gustaba.
     Ambos grupos forjaron un vínculo estable sostenido en el tiempo por el intercambio cultural y comercial. Asimismo, hubo varios casamientos entre miembros de ambas culturas. Durante los siguientes años, tanto los tehuelches como los galeses debieron integrarse a la política centralizadora del Estado Argentino, aún en formación.



     Los galeses fundaron varias ciudades en Chubut: Trelew, Rawson, Dolavon, Gaiman, Sarmiento, Las Plumas entre otras. Según el censo de 2010, había 13.546 habitantes de la Patagonia se reconocen como descendientes de tehuelches mientras que se estima que alrededor de 40.000 son de origen galés.
     La herencia de la cultura galesa atraviesa la geografía de Chubut y es una de sus tradiciones más visibles y disfrutables:
capillas de ladrillos sin cruces a la vista, casas de piedra, construcciones victorianas, coros, un servicio de té interminable y una lengua que se sigue hablando.


Carlos Enrique Arenillas:
Efectivamente surge en este libro también la relación entre galeses y tehuelches, estos últimos eran adoradores de los panes caseros de los galeses dice Munster
Leo Thomas:
La llegada de los galeses es un hito fundamental para reafirmar la soberanía argentina en la Patagonia. Tenían el permiso argentino para establecerse allí. Y reconocían al Gobierno argentino
Erna Verónica Sanchón:
Muy conmovedoras historias de la colonia galesa y su integración y vínculo con los habitantes originarios.... algunas de las historias que se cuentan son apasionantes....❣️
Mariel Clark:
Gracias por la publicación!! Muyyyy interesante
Teresita Rasetto:
Es muy interesante!!!!! Viajé hace poquito a Chubut. Me gustó mucho Gaiman y su historia. Es muy interesante
Néstor Altea:
Conocí Gaiman y sus "casas de té", jamás probé tantas exquisiteces ! Hermoso lugar !
Por: Marcela Cooke - Historia visual de la Argentina de 1830 a 1930
Fuente: Sofía Ehrenhaus
Historia Visual Argentina (HVA)

martes, 30 de abril de 2024

Patagonia: Foto de una familia Aonikenk en 1896

Toldería aonikenk





Toldería aonikenk de 1896 en zona del valle Huemules, al sudoeste del territorio.
 (fotografía de German Koslowsky)
Por: Celso Rey García
(FOTOS ANTIGUAS DEL CHUBUT)

jueves, 11 de abril de 2024

Fortaleza Protectora Argentina: Los habitantes previos de Bahía Blanca

Los 190 De Bahía. DÉCADA DE 1820

¿Quiénes vivían aquí antes de que naciera Bahía Blanca?






Previo a la llega de Ramón Estomba, el sur bonaerense y el norte patagónico estaban habitados por pueblos originarios con una amplia vida sociocultural.  


Los notables hallazgos arqueológicos a muy pocos kilómetros de la ciudad balnearia de Monte Hermoso revelaron que los primeros grupos humanos que poblaron la zona aledaña a la bahía Blanca datan de 7.000 años. Los investigadores pudieron determinar que, ya en esos tiempos, dichos pobladores tenían un contacto fluido con los del centro bonaerense y los del norte patagónico.

Estas bandas pequeñas de cazadores nómadas recorrían grandes distancias a pie y su subsistencia se basaba en la cacería de la fauna regional y de la recolección de vegetales.


Los tehuelches

Algo así como 6.500 años después, en 1520, el navegante Fernando de Magallanes descubrió la bahía Blanca. No desembarcó, pero en mayo de ese año arribó a la actual bahía de San Julián. El relato del cronista Antonio Pigafetta, embarcado en la expedición, decía “… un hombre de figura gigantesca se presentó ante nosotros.(…) era tan grande que nuestra cabeza apenas llegaba a su cintura…”.
Magallanes los llamó Patagones, lo que dio nombre a toda la región: “Patagonia”. Más allá del mito fantasioso de los “Gigantes Patagónicos”, estas personas verdaderamente tenían gran fortaleza física y una altura promedio de 1,75 a 1,80 metros; era común que alcanzasen los 2 metros, muy por encima de la estatura promedio de los europeos de aquel entonces.
Conformaban un complejo étnico de un biotipo llamado “pámpido”, que ocupaba desde la Patagonia hasta el Sur de Santa Fe, Córdoba y San Luis. Sus parcialidades se diferenciaban por nombres y características distintivas; los del norte patagónico y la llanura pampeana, incluida el área bahiense, se denominaban así mismos Guenaken (o más precisamente Gúnün a künna).
Más tarde, en el siglo XVIII, los cronistas españoles recogieron en el ámbito bonaerense, para este mismo pueblo, los términos chehuelcho, tegüelcho, tuelche o chewül-che, que era la deformación en lengua araucana o mapuche del término “gente indómita” y, con el tiempo, se los llamó por el gentilicio de “Pampas”.
Cazaban guanacos, usaban arcos y flechas, boleadoras, lanzas cortas y cuchillos. Vestían sus capas de cuero (quillangos) y habitaban en toldos que desmontaban cuando se mudaban de un paraje a otro en sus muy largas travesías a pie.
Los españoles introdujeron en el territorio -desde la primera fundación de Buenos Aires, en 1536- caballos y vacunos, que tuvieron una multiplicación descomunal en el muy propicio hábitat de la llanura pampeana. Los tehuelches no tardaron en convertirse en jinetes excepcionales y su cultura en ecuestre.
Paralelamente, hacia 1670, empezaron a incursionar en el territorio cisandino los Aucas, aborígenes trasandinos que llegaban atraídos por el ganado cimarrón de la llanura; por supuesto generaron más hostilidades que intercambios con los tehuelches. En 1779, en el sudoeste bonaerense, los españoles fundaron sobre el Río Negro, el enclave de Nuestra Señora del Carmen de Patagones. Aún con fluctuaciones y picos de violencia, la relación con los tehuelches y el establecimiento fue relativamente buena.


Inmigrantes trasandinos

El éxodo de grandes contingentes trasandinos para asentarse en el actual territorio argentino, se registró recién en 1819, cuando ya las Provincias Unidas del Río de la Plata eran independientes de España y el Ejército Republicano Chileno libraba en el sur la llamada “Guerra a Muerte” para eliminar la resistencia de los seguidores del Rey.
Justamente los primeros en arribar a la llanura herbácea, escapando a la derrota y buscando dónde subsistir, fueron los voroga, extracción de etnia araucana (mapuche) alineada con el bando realista. Llegaron entre 6.000 y 7.000 personas, incluidos 2.000 guerreros. Pronto se enfrentaron por los recursos con las tribus Guenaken del espacio interserrano, Sierra de la Ventana y el Río Negro. Paulatinamente se ubicaron entre Guaminí y las Salinas Grandes.
Para mayor crispación en el territorio, luego de la anarquía de 1820, el nuevo gobernador bonaerense, Martín Rodríguez, intentó forzar un avance al sur de la frontera del río Salado. Sin entender la situación aborigen con el arribo de los trasandinos y, a contramano del consejo de estancieros bonaerenses como Ramos Mejía y Rosas de no atacar a los Tehuelches, Rodríguez propició tres campañas militares que exacerbaron la resistencia Guenaken. En su tercera expedición en 1824 falló el primer intento de fundar un establecimiento en la bahía Blanca.
En 1825, ante una inminente guerra con el imperio del Brasil, el gobierno de Juan Gregorio de Las Heras reinició las negociaciones de paz con los Pampas. Los caciques influyentes del centro y sur bonaerense y del norte patagónico se avinieron a concertar la paz, urgidos por encontrar la ayuda gubernamental para frenar el avance continuo de “indios chilenos” (como ellos les decían), e incluso autorizaron la instalación de tres nuevos Fuertes, uno en la bahía Blanca.
Mientras tanto el éxodo trasandino no se detenía. Entre 1826 y 1827, la banda de guerrilleros realistas de los hermanos Pincheira también llegaba a la región pampeana escapando del Ejército chileno. Se asentó en el paraje Chadileo, cercano a la desembocadura del río Salado en el Colorado, desde donde asolaron toda la región y especialmente masacraron a las agrupaciones pampas.
En persecución de los guerrilleros realistas pincheirinos, también arribaron desde Chile más de 1.000 aborígenes republicanos y 30 efectivos del Ejército chileno, liderados por el ilustre cacique Venancio Coñuepán. Este contingente se integró al Ejército Argentino y tuvo un accionar destacado bajo el mando del coronel Ramón Estomba durante la campaña fundadora de Bahía Blanca, en 1828.



Por: César Puliafito / Especial para "La Nueva."

sábado, 9 de marzo de 2024

Argentinos: Los Aoníkenk, verdaderos pueblos originarios de las pampas y mesetas

Los pueblos (etnias) indígenas del ámbito pampeano-patagónico



Por Rodolfo Casamiquela.




Es el nombre dado por el navegante Magallanes, al tocar el puerto de San Julián, en la hoy provincia de Santa Cruz, a los indígenas cazadores del interior, que allí pudo contactar, es decir nuestros actuales Tehuelches Meridionales –y, dado que San Julián está al Norte del río Santa Cruz, Tehuelches Meridionales Boreales, aunque, por cierto, lo generalizó impensadamente a los Australes desde que llamó al estrecho que hoy lleva su nombre, “Estrecho de los Patagones”.
Como ha demostrado la moderna investigación literaria, el nombre no tiene nada que ver, como se aceptara durante mucho tiempo, con el tamaño de los pies de los Tehuelches –que era moderado en relación con el tamaño de su cuerpo- sino que tuvo origen en un personaje, el “Gigante Patagón”, de las “Novelas de Caballería” de la época. Se trataba de un ser monstruoso, además de agigantado, pero el navegante encontró algunas analogías, no sólo entre su figura y la de aquellos enormes indígenas con que trataba sino en la forma en que, mediante un ardid, logró capturar a algunos de ellos. En fin, en el libro –único ejemplar conservado- en que se narra la aventura, protagonizada por un caballero-héroe denominado Esplandián, se utiliza la voz “Patagones”, en plural, como equivalente de “Salvajes”.

Por : Jose Pavoni - TEHUELCHE EL VERDADERO PUEBLO ORIGINARIO DE PAMPA Y PATAGONIA.

domingo, 6 de agosto de 2023

Bahía Blanca: La tierra del diablo

Bahía Blanca fue llamada "tierra del diablo"

La leyenda habla de una supuesta maldición que prometió enjaular a Bahía Blanca en un manto de extremos climáticos por siguientes mil años.



miércoles, 26 de julio de 2023

Aonikenk: Nuestros paisanos de la Patagonia

Tehuelches, los primeros pueblos originarios en habitar la Patagonia

Río Negro



El 21 de octubre del 1520 Hernando de Magallanes llega al estrecho que une los océanos Atlántico y Pacífico y que en la actualidad lleva su nombre, convirtiéndose en el primer europeo en observar y tomar contacto con tehuelches.

Los historiadores afirman que Magallanes se sorprendió por la talla de estos hombres y además los bautizó como “Patagones” en razón que llevaban sus pies protegidos con un envoltorio  en pieles de guanacos, otorgándole por ello enormes dimensiones.

Agregan las informaciones al respecto que en ese entonces la población tehuelche sumaba alrededor de 3.000 habitantes, entre ellos pocos más de 500 guerreros que utilizaban lanzas y rifles.

Quien también dejó sus consideraciones sobre los habitantes encontrados al llegar a nuestro territorio, fue Antonio de Pigafetta, quien era el cronista del viaje de Fernando de Magallanes. Al describir a los tehuelches fue categórico y hay quienes dicen que exageró un poco, ya que afirmaba que “eran tan altos que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura.”

De todos modos, las exageraciones de Pigafetta coinciden bastante con lo afirmado también por el explorador e investigador y naturalista Alcides Charles D’Orbigny, como por un buen número de visitantes que llegaron en el siglo siguiente, quienes coincidieron en adjudicarles una estatura promedio de 1, metro 85 centímetros.

A todo esto, hay que destacar las coincidencias de los exploradores que en buen número llegaron posteriormente a estas tierras habitadas y dominadas por los tehuelches. Por ejemplo, que sus creencias espirituales o religiosas, las describen como oscuras, como que el espíritu maligno “El Walichu” que admiten interviene en todo.

Otras coincidencias, según los exploradores, se vinculan con su carácter hospitalario, dulce, cariñoso y  servicial y según el explorador Ramón Lista, que vivió en sus toldos, afirma que el viajero no peligra entre ellos y añade que durante su estada, recibió muestras de respetuoso cariño.

Entre otras coincidencias respecto a los gustos y personalidad de los tehuelches, mencionan que disfrutan el baile, las apuestas y la embriaguez y al baile afirman que esta actividad esta presente en numerosos actos de la vida.

En cuanto a la alimentación, las coincidencias se orientan a que prefieren comer carne “gorda” o con abundante grasa y consumen aguardiente en abundancia.  En cuanto a la actividad de las mujeres destacan que son hacendosas, cuidan con esmero a los niños, preparan los alimentos y trabajan las pieles para vestirse y armar sus toldos.

Despierta cierta curiosidad que algunas costumbres o acciones que practicaban los tehuelches, se mantienen vigentes en la actualidad por la mayoría de los componentes de las comunidades en general.  Por ejemplo, cuando alguien de la tribu deseaba formar pareja con una joven se vestía con sus mejores galas, entrevistaba a sus padres y el resto de la familia y ofrecía diversos regalos en calidad de dote.

Entre las ofrendas figuraban caballos, perros, prendas y algunos enseres y si la joven y la familia aceptaban los regalos el casamiento se acordaba o se confirmaba y al dia siguiente, la pareja ya  compartía el mismo toldo previa fiesta, donde se bailaba y se tomaba aguardiente  hasta embriagarse.

Otra particularidad de esta etnia, que destaca la mayoría de los exploradores de la época, era el apego al baile y el juego como entretenimiento en el que se realizaban apuestas de todo tipo.

Por ejemplo, estas contemplaban los más diversos objetos que disponían como caballos, perros, prendas de distinto tipo que ellos mismos confeccionaban y hasta sus propias armas.

Debemos destacar por otra parte que hemos tomado como referencia, como lo adelantamos al principio, el año 1520, cuando Hernando de Magallanes llega al continente y se encuentra con los tehuelches cuyo cacique principal o de mayor importancia era “Papón” a quien secundaban otros, a los que identificaron como “Orkeke”, “Gumelco”, “Antonio “Patricio”, “Vera” y “Ucamani”, todos ellos de menor jerarquía.

Los grupos comandados por estos ocupaban desde el río Chubut al Estrecho de Magallanes e incursionaban también en territorio chileno hasta Punta Arenas, donde llegaban para negociar el producto de sus cacerías, tanto en carnes, como pieles y demás elementos que cambiaban por yerba, tabaco y aguardiente en los negocios ya existentes de ingleses y franceses.

Para finalizar, señalemos que al morir, los tehuelches eran sepultados vestidos con sus prendas y. además, mataban sus perros y caballos los que también eran sepultados junto al muerto, al igual que sus armas, ya que según sus  creencias podrían serles necesarios en su otra vida.

Texto: Eduardo Reyes, escritor y periodista de Viedma

Las Grutas – Río Negro

 

miércoles, 29 de marzo de 2023

Biografía: George Chaworth Musters, el Marco Polo de la Patagonia

George Chaworth Musters

Revisionistas



George Chaworth Musters (1841-1879)

Nació en Nápoles (Italia), el 13 de febrero de 1841, en el transcurso de un viaje de sus padres, John George Musters, oficial del regimiento 10 de Húsares, y de Emily Hammond, correspondiéndole la nacionalidad británica por el derecho de sangre (jus sanguinis). Huérfano a los pocos años, lo educó John Hammond, su tío materno, quien fue uno de los marinos del almirante Fitz Roy que en 1832 viajó en el Beagle. Siendo niño, Musters seguramente habrá escuchado de su tío los relatos de ese poco conocido y misterioso territorio llamado Patagonia.

Se educó en la Isla de Wright y en Sandgate. Luego siguió la carrera naval en la academia de Mr. Burney, en Gosport. En 1854, ingresó al servicio a bordo del buque insignia “Algiers” con el que se dirigió al Mar Negro. Su actuación fue meritoria, pues, cuando sólo tenía quince años, recibió la medalla de Crimea.

En octubre de 1858, fue transferido al “Gordon”, después al “Chesapeake” y al “Marlborough”. En 1861, se lo ascendió a oficial de navegación, y luego prestó servicios en el yate real “Victoria and Albert”, siendo promovido al grado de teniente.

Trasladado al “Stromboli” de servicio en la costa sudatlántica de América, permaneció Musters hasta su desarme en Portsmouth, en junio de 1866. A este período corresponde una curiosa aventura suya, al salir con un compañero al Cerro Pan de Azúcar en Río de Janeiro para colocar en su cima una bandera británica, que permaneció en el lugar varios años. También durante esa etapa de su vida, adquirió tierras e inició la cría de ovejas cerca de Montevideo. Conoció el Río de la Plata y el Paraná.

Musters no se reintegró a la marina inglesa luego del desarme del “Stromboli”, y en abril de 1869, se encontraba en las Islas Malvinas de camino para Buenos Aires.

Su tío Robert Hammond había formado parte de la tripulación del “Beagle” que con Fitz-Roy navegó por la América del Sur. Eso y tal vez otras lecturas afines -Darwin por caso- animan a pensar en su decisión exploratoria por la Patagonia. Así es que da inicio a su famosa travesía para lo cual se trasladó a Punta Arenas. De allí marchó a la Isla Pavón en la desembocadura del río Santa Cruz, donde Luis Piedrabuena tenía su factoría, y trató de unirse a la caravana tehuelche que marchaba hacia el norte.

Dice Raúl Rey Balmaceda “La aventura tuvo comienzo en momentos difíciles para nuestro país. En abril de 1869, en efecto, se desarrollaba la guerra fratricida con el Paraguay, por lo que el gobierno de Buenos Aires se había visto obligado a pactar con los indígenas meridionales y a otorgarles grados y raciones con el fin de mantener la estabilidad de la línea de fortines. Regía los destinos del país don Domingo Faustino Sarmiento, y en ese mismo año de 1869 se realizó el primer censo nacional”.

Musters se convirtió en un tehuelche más, vistió sus ropas y aprendió la lengua de sus acompañantes. El itinerario total de este “Marco Polo de la Patagonia” como lo ha llamado Teodoro Caillet Bois, alcanzó a dos mil setecientos cincuenta kilómetros.

La comitiva se puso en movimiento en agosto de 1869, y atravesó el territorio de Santa Cruz del Atlántico a la Cordillera a la altura del Río Chico. Tomó luego hacia el norte, y a fines de setiembre entró a Chubut, siendo la permanencia en sus límites de ciento cincuenta y cinco jornadas.

Muster hizo 34 campamentos en esa provincia, y con la caravana indígena recorrió hermosos lugares. Llegó a Carmen de Patagones (1), el 26 de mayo de 1870, dirigiéndose de inmediato a Buenos Aires.

La aventura finalizó un año signado por el levantamiento de López Jordán, la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires, el ataque indígena a Bahía Blanca, la realización de la excursión de Mansilla a los indios ranqueles y la llegada de Thomas Bridges a Ushuaia”.

Aquí, el diario “The Standard” dio a conocer un resumen de su aventura, el 7 de agosto de ese año. Luego partió a Inglaterra, donde se encontraba a mediados de diciembre, pues el 13 de dicho mes leyó una comunicación ante la Royal Geographical Society.

En junio de 1871, el viajero inglés pasó a situación de retiro con el grado de capitán de fragata. En ese mismo año, publicó la edición de su At home with the Patagonians. A year´s wanderings over introdden ground from the strait of Magellan to the Río Negro (Vida entre los patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas desde el Estrecho de Magallanes hasta el Río Negro), y dado su éxito apareció la segunda edición en 1873, que no difiere de la anterior. En él, resumió las observaciones recogidas durante su viaje. Como apéndice de su obra, Musters hizo conocer también un mapa, que tiene el singular mérito de ser la primera información cartográfica directa de la Patagonia.

Viajó poco después a la isla Vancouver y a la costa pacífica de América del Norte, y tuvo interesantes aventuras entre los indios de la Columbia británica.

En 1872, se habría encontrado en Inglaterra, en oportunidad de ser distinguido por la Royal Geographical Society con un reloj de oro provisto de adecuada inscripción rememorando su hazaña.

Hacia 1873, intentó cruzar nuevamente la Patagonia, partiendo desde Valparaíso. Muy poco se conoce de este viaje, aunque es posible que haya pesado en su ánimo la invitación que le formulara Shayhueque “el Señor de las Manzanas”. Parece ser que exploró la provincia chilena de Valdivia. De regreso de su viaje a Araucaria relató sus aventuras al marino chileno Simpson, diciéndole que al no poder atravesar la cordillera por el lado de Valdivia, varió su itinerario por Patagones.

Llevado por su sed insaciable de aventuras marchó con dos comerciantes que traficaban con los indios, pero al llegar al otro lado fue inmediatamente descubierto por un cacique debido a la intervención que había tenido en un rudo combate entre los tehuelches y los pampas al que puso fin con su revólver, decidiendo la acción. Apoderados de todos sus efectos y armas, sin esperar que repartiese sus regalos, fue reducido a prisión. El cacique convocó a los demás jerarcas vecinos para juzgarlo, y a la tarde, cuando estuvieron reunidos, comenzó como ceremonia previa, una bacanal con el aguardiente que Musters les había llevado, emborrachándose con ellos. A medianoche logró escapar a caballo, caminando dos días con sus noches hasta Valdivia.

De regreso a Inglaterra en junio de 1873, se casó con Herminia Williams, de Sucre (Bolivia), y se dirigió con ella al país del altiplano.

Por entonces, apareció la traducción alemana de su obra con el mismo título Unter den patagoniern. Wanderugen auf unbetretenem boden von der Magalhães-Straße bis zum Río Negro (Jena, 1873)

Durante su permanencia en Bolivia, desde febrero de 1874 a setiembre de 1876, Musters recorrió extensas regiones en compañía del ingeniero de minas John B. Michin.

De vuelta a Inglaterra, a fines de 1876, Musters vivió en casa de un hermano en Wiverton (Nottinghamshire). Los tres últimos meses de su vida transcurrieron en Londres, pues se preparaba para desempeñar sus nuevas funciones de cónsul en Mozambique, para las que había sido designado por el Foreign Office, el 23 de setiembre de 1878.

Musters escribió otro libro en el que narró sus aventuras de 1873, bajo el rótulo de Journey in Araucania (Londres, 1878).

Pocos días antes de su partida para Africa, y como consecuencia de la operación de un absceso, falleció el 25 de enero de 1879, a los 38 años de edad. El “Times”, en su edición del 29 de enero, decía que “Con su muerte el país ha perdido un servidor fiel y capaz, y la ciencia un empeñoso explorador”. Era alto, delgado, rubio y de fisonomía agradable. De modales finos, demostraba penetración e inteligencia.

En 1911, apareció la versión castellana con el título Vida entre Patagones, a cargo de la Universidad Nacional de La Plata, pero el mérito de esta edición disminuye por el poco cuidado aplicado a la tarea, siendo más cuidada y prolija la realizada por ediciones Solar-Hachette, en 1964, en la Colección “El Pasado Argentino”.

Varios puntos de la geografía patagónica llevan su nombre.

Referencia

(1) Los indios tehuelches realizaban esta expedición anualmente para vender sus productos (plumas de ñandú y pieles de guanaco) en Carmen de Patagones, obteniendo a cambio yeguas, vacas, ponchos, yerba mate y tabaco otorgados por el gobierno de Buenos Aires.

Fuente
  • Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1975)
  • Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
  • Musters, George Chaworth – Vida entre los Patagones – Ediciones Solar/Hachette, Buenos Aires (1964).

domingo, 7 de agosto de 2022

Argentina: Los caballos de los conquistadores criados por aonikenks que terminaron en Sierra de la Ventana

El trascendental origen histórico de los Caballos Cimarrones del Parque Tornquist

Sierra de la Ventana



La existencia de los caballos salvajes en el Parque Provincial Ernesto Tornquist de Sierra de la Ventana es de conocimiento de muchos, pero muy pocos saben de su impacto negativo en el ecosistema, y a su vez de su origen vinculado a un trascendental acontecimiento histórico internacional en materia equina.

Estos hermosos cimarrones, transitan sus días entre los pastizales y las rocas de las serranías. Son varias manadas compuestas por aproximadamente 300 caballos y aunque no hay datos registrados u oficiales sobre su procedencia, la historia cuenta que tienen su origen en una manada de lobunos que Emilio Solanet le regalara a Martin Tornquist.

Pero en la actualidad, una nueva intervención sobre ellos se asoma en el horizonte, según pudo trascender en distintos medios regionales, en donde el biólogo Alberto Scorolli alerta sobre una situación preocupante debido al número de ejemplares que ha alcanzado a albergar la Reserva Natural del Parque Tornquist, donde se tiene por objetivo la preservación del pastizal pampeano serrano.

El problema radica en que los caballos se alimentan del pastizal y con los vasos en sus patas lo destruyen, además de que nunca fueron manejados y esto derivó en que interfieran seriamente con el cumplimiento de los objetivos del área.

Así entonces es que existe la posibilidad de que se repita una remonta como la que hubo en el año 2007, en la que cientos de animales que fueron destinados al ejército y a campos privados, terminaran finalmente en frigoríficos, según nos cuenta Rosana Silvera, presidenta de la Asociación Civil Cimarrón Equino, a quien entrevistamos para ahondar en más información.

Silvera sostiene que se creó la asociación ante la “necesidad imperiosa de defender las manadas de caballos salvajes de la Argentina». Nos relata que “en la actualidad los caballos salvajes de Argentina son únicos en el mundo, sus características particulares no se parecen a otros caballos salvajes del planeta, aunque tiene algunas ‘similitudes’ con el Mustang Americano, y están siendo mermados por leyes que no contemplan su valor histórico».

 

Ya en otras publicaciones de Sierrasdelaventana.com.ar hemos difundido las virtudes del pastizal, y la esencial importancia de su cuidado y preservación, pero realizamos esta nota, sin ánimo de entrar en la discusión de “Los caballos o el Pastizal”, con el objetivo de echar luz y conocimiento sobre la existencia de estos ejemplares únicos que pueblan las sierras del sudoeste bonaerense, que son patrimonio del pueblo argentino por estar directamente vinculados a “Gato y Mancha” (quienes marcaron un hito en la historia nacional equina), además de ser la única manada de Latinoamérica de caballos criollos en estado salvaje y una de las pocas que existen en el mundo.

El origen de los caballos salvajes

Todo comienza con Emilio Solanet, quien fuera un médico veterinario, productor agropecuario, profesor universitario y dirigente político, que lo más importante o quizá su labor más patriótica fuera la recuperación y perfeccionamiento de la raza Criollo Argentino.

En 1912 trae a la Estancia El Cardal de Ayacucho desde Chubut “un lote de 84 yeguarizos entre yeguas y algunos padrillos comprados al cacique Tehuelche Liempichún en la localidad de Alto Río Senguer provincia del Chubut, descendientes de aquellos caballos españoles llegados con los conquistadores que más tarde fueron adaptándose al suelo argentino.

Una hazaña histórica

Pocos años después, el profesor suizo Aimé Tschiffel quería demostrar la fortaleza de los rústicos y nada estilizados caballos criollos, entonces logró ponerse en contacto con Emilio Solanet y convencerlo de su proyecto de unir a caballo Buenos Aires y Nueva York , y que le regalara para ellos dos caballos: Mancha y Gato.

Ambos caballos crecieron en la patagonia acostumbrados a las condiciones más hostiles. Mancha de pelaje overo y Gato de pelaje gateado tenían 15 y 16 años respectivamente cuando comenzaron la travesía el 23 de abril del año 1925.

 

La travesía de Aimé junto a Gato y Mancha duro 1221 días (casi 3 años y medio) y recorrieron más de 21 mil kms, conquistando el récord mundial de distancia y también el de altura, al alcanzar 5900 msnm en el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata (Bolivia). El viaje se desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 km por día, con -18° C (bajo cero) de temperatura mínima y con 52° C de temperatura máxima.

El 20 de Septiembre del año 1928, Aimé montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo que quedarse en la Ciudad de México al ser lastimado por la coz de una mula), logró la hazaña de llegar a la Quinta Avenida de la Ciudad de New York, y sobre su pecho, en moño blanco y celeste, bien ganados como una condecoración. Y por ello el estado nacional designó el día 20 de septiembre como el «Día Nacional del Caballo».

 

La llegada al campo “La Blanqueada” (Parque Tornquist)

De esos mismos equinos comprados al Cacique Tehuelche por Solanet, que en su momento le regalara Gato y Mancha a Tschiffel, le obsequiaría a su amigo Martin Tornquist dos padrillos para utilizarlos como reproductores, quien por aquel entonces tenía el campo “La Blanqueada”. Donado ese campo en el año 1936 al estado para la creación del Parque Provincial del Abra de la Ventana (caballos incluidos) es como acabaron aquellos caballos tehuelches en el Parque Tornquist. Así comenzó la historia de los caballos salvajes de la ventana.

Las nuevas fronteras de la libertad

Para el año 1942, cuando el Parque Provincial Ernesto Tornquist era administrado por el Ingeniero Honorio Irazabal, ya contaba dentro de sus 4876 hectáreas con un pequeño lote de yeguas chúcaras y un par de caballos de silla que se empleaban para recorrer el parque.

Es bien sabido que los campos serranos, en virtud de sus desniveles y por hallarse surcados por infinidad de arroyuelos, en épocas de fuertes precipitaciones se transforman en torrentes avasallante. Así es como las alambradas que delimitan los diversos potreros, ven destruido sus “miriñaques” (así se denomina al alambrado tejido de orilla a orilla que impide el paso de los animales cuando el lecho del arroyo se seca), y si el personal no acude con urgencia a efectuar la correspondiente reparación, los caballos pueden transponer los límites de su potrero y se internan en otros.

Esto fue precisamente lo que ocurrió durante las grandes crecientes que tuvieron lugar en El Abra en abril de 1944, y que tuvieron consecuencias catastróficas en la zona serrana e inundación en el pueblo de Sierra de la Ventana, donde lluvias torrenciales que sobrepasaron los 300 mm en 48 horas, justamente en un jueves y viernes de semana santa, dejaron un trágico saldo de 50 personas muertas y daños materiales por millones de pesos, incluyendo la destrucción total de los miriñaques, quedando los campos totalmente abiertos.

 


Probablemente por la carencia de personal, los caballos salvajes no fueron vueltos a sus predios de origen. El nuevo hábitat les ofreció amplias posibilidades para multiplicarse en un ambiente desértico y totalmente salvaje. El contacto con la naturaleza silvestre los hizo cerriles, y con el transcurso del tiempo se adaptaron al medio, convirtiéndose en indómitos habitantes de las sierras. Los sementales más fuertes formaron sus manadas y hoy los vemos dueños de sectores serranos donde impera la ley del más fuerte.

 


Desde entonces, los caballos salvajes parientes de los inmortales “Gato” y “Mancha”, constituyen un magnífico colofón del conjunto natural con que la región ha sido dotada, pero con una creciente preocupación tanto por ellos como por las especies autóctonas y endémicas que conviven en conflicto directo, por la falta de una intervención y manejo acorde al valor que ambos revisten. Mientras tanto, en las escarpadas sierras continúan desafiando altaneros y valientes a quienes pretenden despojarlos de su territorio.

Para finalizar este especial de Sierrasdelaventana.com.ar te invito a dejar abajo tus comentarios, sugerencias u opiniones al respecto, y compartir la nota con tus allegados.



martes, 3 de mayo de 2022

Patagonia: La expedición de Musters

A 130 años de su muerte: George Chaworth Musters, viajero patagónico

Río Negro






¿Fue espía inglés? Varias opiniones y análisis de su largo viaje desde Punta Arenas (Chile) hasta Carmen de Patagones involucran a respetados autores hasta llegar a "considerar que era un verdadero deportista y explorador en el sentido más amplio de la palabra"; "sólo podemos aventurar una hipótesis acerca de la existencia de una misión especial del Almirantazgo británico para el reconocimiento del interior de la Patagonia y, lo que parecería más verosímil, de tanteo del espíritu de los indígenas con respecto a la Corona insular" (sic, Rey Balmaceda, R. C., 1976).

George Chaworth Musters nació casualmente en Italia (13/2/1841) pero de padres ingleses de clase acomodada y quedó huérfano a temprana edad. Tíos marinos influyeron en su mirada al mar desde pequeño y tuvo al velero "Algiers" como escuela inicial; escaló grados en la Marina inglesa. Su tío Robert Hammond había formado parte de la tripulación del "Beagle" que con Fitz-Roy navegó por la América del Sur. Eso y tal vez otras lecturas afines -Darwin por caso- animan a pensar en su decisión exploratoria por la Patagonia. Omitimos detalles dada la índole de esta nota, pero el salto marítimo en nuestro sur fue de Malvinas a Punta Arenas, donde comenzó la gran aventura terrestre que duró más de un año y que obliga a análisis profundos. Aun así, éstos parecieran no convencer sobre el propósito principal del peligroso paseo acompañado en gran parte por caciques tehuelches y sus tolderos que narró en "At home with the patagonians. A year's wanderings over untrodden ground from the straits of Magellan to the Río Negro", editado en Londres en 1871 y traducido al castellano en 1911 como "Vida entre los patagones".

De su escrito surge que en marzo de 1869, estando en Malvinas (Stanley), obtuvo una carta de recomendación del gobernador británico Jorge M. Dean para Luis Piedra Buena -a quien consideraba su amigo, instalado en isla Pavón, en la desembocadura del río Santa Cruz-, que podría facilitar su misión y trato con los tehuelches: "Los informes que me habían dado sobre el carácter tehuelche y sobre la deleitosa diversión de la caza del guanaco... me hicieron ansiar más que nunca la realización de ese plan y, como conocía medianamente el español, lengua que muchos de los indios saben bien, me parecía posible cruzar sin peligro el país en compañía de algunas de las partidas errantes de indígenas". "Armado así de credenciales, y pertrechado con una manta de piel de guanaco, un lazo y una boleadora, aproveché el ofrecimiento de un pasaje hasta el estrecho que me hizo un amigo que se dirigía a la costa occidental". A caballo y acompañado llegó a la isla Pavón, donde Piedra Buena no se encontraba.

Fueron apareciendo en escena el cacique Casimiro, padre de San Slick y Orkeke: "Mucho me impresionó el porte grave y solemne de éste. Ante su estatura de seis pies cabales y su proporcionada musculatura, nadie habría sospechado que el hombre había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre su caballo en pelo, o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven. Su abundante cabello negro estaba levemente veteado de gris, y sus ojos brillantes e inteligentes, su nariz aguileña y sus labios delgados y firmes eran muy diferentes de lo que, según la idea corriente, son las facciones patagónicas; una frente achatada afeaba un poco la expresión de su rostro, que, sin embargo, era seria y meditativa, y a veces notablemente intelectual... Aunque era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres, era víctima, como todos los indios, de los parásitos" (sic). Escribió que una noche le dijo: "¡Musters, los piojos no duermen nunca!". Sin duda, descripción con especial relieve del famoso cacique.



En Pavón se inició la parte más interesante del recorrido acompañado por los caciques, sus familias y otros aborígenes de la parcialidad aóni-ken que hablaban el aóni-aish "lengua que sería entonces la aprendida por Musters". La amistad entre ellos se fue incorporando y el marino inglés llegó a compartir toldos itinerantes, describiendo a Casimiro en otra estampa de su libro: "Cuando no estaba ebrio, este hombre era vivo e inteligente, astuto y político. Sus extensas vinculaciones con todos los jefes, inclusive Reuque y Callfucurá, le daban mucha influencia. Era también obrero diestro en varias artes indígenas, como la de hacer monturas, pipas, espuelas, lazos y otras prendas. Era muy corpulento, de seis pies cabales de estatura".

Luego de Pavón, la caravana de más de doscientos hombres, mujeres y niños apuntó a la cordillera y en el paraje Yaiken-Kaimak se hizo presente la caza: vio un guanaco y "lo boleé con una boleadora para avestruz". El inglés se iba mimetizando en el quehacer tehuelche y hasta se bañaba diariamente en un arroyo cercano. En aquel campamento surgió una inquietud nada tranquilizante: prepararse "para el caso de que encontráramos a los tehuelches del norte en guerra con los araucanos manzaneros". Se hicieron presentes tehuelches del norte con Hinchel a la cabeza y se celebró un gran parlamento: "Casimiro había tratado de inducirme a que hiciera de capitanejo... por nuestra parte se desplegó orgullosamente la bandera de Buenos Aires, mientras los del norte hacían flamear una bandera blanca". Hubo variadas arengas y finalmente "se resolvió elegir a Casimiro jefe principal de los tehuelches", lo que hizo a Musters deducir "que las relaciones entre los tehuelches y tsonecas de la Patagonia y los indios araucanos de Las Manzanas no habían tenido antes, de ninguna manera, un carácter pacífico", teniendo en cuenta -por caso- que el padre de Casimiro había sido muerto por los araucanos. Allí se les incorporaron "unos setenta u ochenta hombres, con mujeres y criaturas", la mayoría "jóvenes de sangre pampa o pampa tehuelche" cuyo jefe se llamaba Jackechan o Juan (Chiquichano), "un indio muy inteligente que hablaba corrientemente el español, el pampa y el tehuelche".



Musters escribió después en su libro que en el largo viaje participaba de los acontecimientos aborígenes, como nacimientos, la entrada en la pubertad de las niñas con una ceremonia especial, uniones matrimoniales (para decirlo de alguna manera), ritos funerarios, religión, caza, bebidas, fumar, etcétera, y en Teckel (enero de 1870) "estaba muy al tanto del género de vida y las costumbres de los tehuelches, que me consideraban uno de ellos". Luego, en el campamento de Carge-kaik recibieron la visita del hijo de Quintuhual, hubo festejo y Musters se vistió con "traje completo de plumas de avestruz y cinturón de campanillas y debidamente pintado" para delicia de los nativos. Visitaron los toldos de Quintuhual y en Diplaik se enteraron de los propósitos de Calfucurá, que los incitaba a unirse para "hacer la guerra a Buenos Aires", entendida como malones a Bahía Blanca, lo que no fue aceptado.

Más tarde tuvo lugar la visita al paraje Geylun y, cruzando el Limay, el encuentro con Inacayal y Sayhueque (Cheoeque escribió Musters) ya en "Las Manzanas": "Hombre de aspecto inteligente, como de 35 años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de potro... este cacique tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche". En el toldo lucía "la bandera de Casimiro, esto es, la bandera de la Confederación Argentina". Hubo una gran fiesta y abundante aguardiente, pero con las armas guardadas, y en otro parlamento se ratificaron el no malonero de Calfucurá y la defensa de Patagones.

Reiniciaron el viaje. Meta: Patagones; fueron recorriendo lo que hoy es la Línea Sur rionegrina. Musters, Orkeke, Casimiro, Quintuhual, Crime, Meña y otros tehuelches. La toponimia incorporó a Margensho (Maquinchao), Trinita (Treneta) y Valcheta. Desde la actual Maquinchao, el marino inglés con dos acompañantes se despidió de la larga comitiva adelantando la llegada a Patagones. Llevaba carta para el comandante Murga, jefe del fuerte. Cruzaron el río Negro y "haciendo a un lado la manta india, volví a ponerme el traje de un inglés de la época, saco de cazador". Cerca de San Xavier (Javier) tuvo contacto con los hermanos Linares, "indios mansos", y con los estancieros Kincaid, Alexander Fraser y Grenfell.

Llegado a Patagones se entrevistó con Pablo Piedra Buena, hermano de Luis; el doctor Jorge Humble y la familia galesa de Morris Humphreys -todo bien narrado y detallado en su escrito- y mantuvo una especial entrevista con el comandante Julián Murga. Recibió a Casimiro, Orkeke y sus tribus. Recorrió la zona y escribió valiosos pormenores de El Carmen. Tomó pasaje en el vapor "Patagonia" -completando su propósito- y como encalló en la "barra" siguió con la goleta "Choelechoel". Llegó a Patagones el 26 de mayo de 1870 tras recorrer más de 2.700 kilómetros y después dio "a luz el más famoso escrito etnográfico, topográfico y de otros temas para su tiempo. Una hazaña que no fue repetida y de gran valor documental. Anduvo por otras partes del mundo y concretó varias publicaciones más. La aventura patagónica fue premiada con un reloj de oro por la Royal Geographical Society. Se retiró de la Marina británica con el grado de capitán de fragata" y se casó con descendiente de ingleses.

Vivió varios años en Bolivia y falleció el 25 de enero de 1879, hace 130 años. Varios puntos de la geografía patagónica llevan su nombre.



HÉCTOR PÉREZ MORANDO (*)

(*) Periodista. Investigador de historia patagónica

Bibliografía y fuentes principales: Musters, G. C.: "Vida", trad. (1964); Rey Balmaceda, E. C.: "Geografía histórica" (1976); Daus F. A.: "Prólogo" (1976). Fontana, L. J.: Rev. A. A. "Recordando" (1887). Pérez Morando, H.: "El inglés", R. N. (2000). Ygobone, A. D.: "Viajeros" (1977) y "Paladines" (1950). Llarás Samitier, A.: "Historia", A. A. (1953). Archivo del diario "Río Negro", Biblioteca Patagónica y otros.