1930, la crisis económica mundial de 1929 alentó a personajes oscuros como el Gral. Uriburu a dar un golpe militar y derrocar a Yrigoyen. Fue un golpe sin ningún tipo de organización y planificación futura, solo se centró en la eliminación del sufragio universal para sacar a la UCR del gobierno.
1932-38, asume como presidente el general Justo, liberal y pro Británico. Mantuvo el orden anterior apoyado por la clase terrateniente. Los países centrales evolucionaron a una política más proteccionista, Inglaterra en 1931 tenía una tasa promedio a las importaciones de manufacturas del 21% y EEUU del 48%. La Argentina agro exportadora dejaba una vez más de funcionar, el comercio mundial se desplomó y los precios internacionales cayeron estrepitosamente.
Hasta 1929 prevaleció en el mundo la teoría neo clásica y libre cambio. Luego de la Gran Depresión aparecen las ideas de Keynes con una alternativa que aconsejaba cierta intervención del Estado en la regulación de mercados, sostenimiento de la producción y el empleo.
Según el Informe World Economy, a Millenial Perspective de A. Maddison, en el cual analizó la evolución de la economía mundial luego de la Gran Depresión, países como Alemania, USA y URSS fueron los que más crecieron entre 1929-40 con las siguientes tasas; 35, 22 y 55% respectivamente. En cambio Inglaterra y Australia un 15% cada uno y la Argentina decreció en igual periodo un 5%.
Las tres primeras economías tenían cierta planificación; Alemania nazi a través de una corporación entre el Estado y el Capital, la URSS una economía puramente estatal y USA con el New Deal de Roosevelt, una economía capitalista pero con regulación del Estado y planificación de obras públicas según las ideas de Keynes.
1933, firma del Pacto Roca-Rucciman para garantizar la compra por parte de Inglaterra de carne argentina. Este pacto terminó sacrificando al sector ganadero más atrasado, llamados “criadores”, en beneficio de los propietarios de los mejores campos llamados “invernadores” que exportaban carne de mejor calidad, que iba enfriada y no congelada como los primeros. Este conflicto se verá reflejado en los famosos debates sobre la carne y la denuncia de Lisandro de la Torre.
1933, se lanza el Plan de Acción Económica Nacional ideado por Pinedo y Prebisch proponía:
Devaluación
Control de Cambio
Juntas Reguladoras
Obras Públicas, especial carreteras
Impuestos a los Réditos
Instituto de Movilización de Inversiones Bancarias
Creación del Banco Central
La Unión Industrial apoya con entusiasmo. Hay una visión industrial del gobierno y sectores políticos, lo cual obligó a la Sociedad Rural en dicho año a decir que ellos se habían opuesto al proteccionismo para evitar que ciertas industrias se amparen en aranceles, pero ahora debido a la crisis económica acordamos ayudar en la organización de industrias.
En cambio los tres últimos puntos del Plan despertaron desconfianza y oposición. Finalmente el gobierno de JB Justo no lo implementó en su totalidad, impuso algunas tarifas de protección, creó el BCRA y algunas juntas reguladoras.
1935, se inician censos sistemáticos y específicos por actividad industrial y se constata un impulso de la producción de bienes de consumo no durables. Un nuevo proceso de sustitución de importaciones espontáneo y no planificado se pone en marcha. Recién a partir de 1935 el gobierno comienza a mirar a las industrias de manufactura.
Hasta la 1ra guerra mundial, la riqueza de la región pampeana fue de tal magnitud que direccionó el pensamiento de nuestros gobernantes y políticos a apostar el desarrollo del país en la exportación primaria. La ciudad de Buenos Aires y aledaños se había convertido en una capital casi europea. Llama la atención que a partir de 1920 y en especial con la crisis económica de 1929-30, el mundo inicia un cambio en el paradigma de la economía y nuestra clase dirigente no percibió dicho cambio, a pesar que Buenos Aires estaba en estrecho contacto con Europa.
El periodo hasta 1914 fue una oportunidad perdida ya que fue un período de crecimiento del capital primario, tanto del Estado como de los privados, para poder apostar al desarrollo de industrias. La experiencia europea marcaba que esa era la actividad económica más dinámica. Nuestra clase terrateniente fue reacia a incorporar un nuevo jugador económico que podría disputarle el control político. Ellos podrían haber utilizar sus excedentes rentísticos en apalancar a la industria.
La dirigencia gubernamental en general eran abogados o funcionarios de empresas extranjeras y estaban alineados con la política de la división del trabajo internacional que le era conveniente a Inglaterra y otros países ya industrializados.
Europa que debía importar gran cantidad de alimentos debido a su insuficiente tierra para cultivos o inviernos muy crudos, necesitaba desarrollar sus industrias para exportar y de esta manera no se le convirtiera su balanza comercial en deficitaria.
José Ignacio Warnes: el general con el pecho roto y la causa encendida
José Ignacio Warnes, nacido en Buenos Aires en 1770, provenía de una familia acomodada del virreinato, pero eligió un camino contrario al de sus privilegios: la lucha por la libertad. Desde joven se involucró en la vida militar, integrando el Cuerpo de Blandengues de Montevideo, y combatiendo en las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Con la Revolución de Mayo de 1810, se sumó al bando patriota, alentado por su amistad con Manuel Belgrano, quien lo consideraba de plena confianza y lo integró a su campaña.
Warnes participó en batallas fundamentales como Tucumán y Salta, y fue asignado al mando del Regimiento N.º 6. Belgrano le encomendó una misión decisiva: liberar Santa Cruz de la Sierra, una ciudad aislada y dominada por los realistas. Con pocos recursos pero con gran determinación, Warnes cruzó el Chaco Boreal y logró organizar una resistencia popular compuesta por esclavos liberados, indígenas y mestizos. Formó el Batallón de Pardos y Morenos, promovió la igualdad y decretó la libertad de los esclavos sin esperar órdenes. Gobernó con justicia, disciplina y coraje.
Sin respaldo real desde Buenos Aires, Warnes defendió Santa Cruz con convicción. En 1814 triunfó en la batalla de La Florida, derrotando al comandante realista Blanco. Pero su independencia política y militar lo enfrentó con las autoridades porteñas, que enviaron a Santiago Carrera a reemplazarlo. Carrera fue asesinado por el pueblo, que defendía a Warnes.
La situación se agravó cuando el apoyo militar disminuyó y otros líderes patriotas caían uno a uno. En 1816, tras recibir el Acta de la Independencia, Warnes enfrentó a las tropas del traidor cruceño Aguilera en la batalla de El Pari, librada el 21 de noviembre. A pesar de luchar con inferioridad numérica y recursos precarios, resistió con valentía. Murió en combate, destrozado por una bala de cañón. Su cabeza fue exhibida en una pica en la plaza pública. Sin embargo, su muerte no aplacó la resistencia: el pueblo de Santa Cruz continuó luchando en su nombre.
Años después, en 1825, Santa Cruz fue liberada y los restos de Warnes fueron enterrados con honores. Aguilera, el traidor, también fue ejecutado y su cabeza terminó como la de Warnes: en una pica, en un acto de justicia histórica.
Belgrano, profundamente dolido, escribió a la madre de Warnes destacando su heroísmo y calificándolo como un verdadero hijo de la patria. En Bolivia, Warnes es recordado como prócer: una ciudad y una provincia llevan su nombre. En Argentina, su memoria permanece relegada, reducida a una calle de repuestos en Buenos Aires. El reconocimiento oficial como general aún no ha sido formalizado.
Warnes representa a los héroes que pelearon en los márgenes, con barro en los pies y la patria en el corazón. Su legado no es solo el de un combatiente, sino el de un hombre que creyó en la libertad de los más olvidados. Su historia es un llamado a la memoria y a la justicia.
El
10 de junio de 1829, en medio de la crisis política derivada del
fusilamiento de Manuel Dorrego (13 de diciembre de 1828), el gobierno de
Buenos Aires, que tenía jurisdicción sobre todo el territorio del sur
argentino, dispuso la creación de la Comandancia Militar de las Islas Malvinas.
Allí vivían colonos dedicados a la pesca y a la cría de ovejas que
reconocían la soberanía argentina sobre el archipiélago y comerciaban
con los barcos balleneros, especialmente norteamericanos, que explotaban
los recursos del Atlántico Sur.
El recorte contiene la protesta de Estanislao López sobre el ataque norteamericano a las Malvinas el 31 de diciembre de 1831.
Transcripción:
SANTA-FÉ. Marzo 9 de 1832.
Ha sido altamente mortificante al Gobernador que subscribre, la lectura del oficio de 14 del pasado (1) de S. E. del Sr. Gobernador delegado de Buenos Ayres, en que se explican todas las circunstancias ocurridas en el escandaloso atentado cometido el 31 de Diciembre en las Islas Malvinas por el comandante de la corbeta de guerra norte americana Lexintong. Este hecho tan contrario al derecho de las naciones, es tanto más desagradable, cuanto que él ha sido perpetrado por un súbdito de un Gobierno tan perfectamente identificado en principios políticos con los que profesa la República Argentina, y cuyas relaciones de amistad y buena inteligencia era de esperarse que nunca hubieran sufrido alteración alguna; pero a una agresión tan directa a los intereses de la República como no morada ó bien despoblada ha venido por desgracia a recaer, ha correspondido el Gobierno de Santa-Fé dirigiéndose al de Buenos Ayres, asegurándole que la impresión desagradable de un hecho tan inusitado y arbitrario ha sido en él tan profunda y dolorosa, como en los pueblos mismos que lo han experimentado; y que de una manera conforme a la dignidad, honor y decoro de pueblos libres, de costumbres cultas y civilizadas, y de Gobiernos que todos son justamente celosos de la República Argentina.
El Exmo. Gobierno es quien al adoptarlas ha de aceptar con resignación cualquiera de las providencias consoladoras que se hicieran en lo futuro.
Fue
esta actividad de balleneros y loberos la que dio lugar al conflicto
que derivaría en la pérdida del control argentino sobre el archipiélago.
El cumplimiento de las condiciones establecidas para su ejercicio legal
fue desconocido por los norteamericanos, por lo que el comandante Luis
Vernet hizo apresar algunos balleneros de esa nacionalidad. Se disparó
enseguida el conflicto diplomático en Buenos Aires abierto por los
reclamos del cónsul Jorge Slacum.
Con
desprecio del derecho argentino sobre el mar austral y sin esperar
respuesta, el cónsul envió a la corbeta de guerra Lexington a Malvinas,
rescató las naves secuestradas, sembró la destrucción en las
instalaciones de Puerto Soledad y capturó a los colonos que fueron
trasladados a Montevideo. Era 31 de diciembre de 1831 y el estatus
jurídico argentino se estaba apenas bosquejando.
Algunas
de las provincias argentinas ya constituían la Confederación prevista
en el Pacto Federal del 4 de enero, pero recién había finalizado la
guerra entre las provincias federales y las que habían respondido al
general Paz en el interior. Juan Manuel de Rosas gobernaba en Buenos
Aires y Estanislao López
alentaba desde Santa Fe a las otras provincias a confederarse, luego de
ser derrotadas por Facundo Quiroga el 4 de noviembre en La Ciudadela.
Procuraba
también López sostener la Comisión Representativa que el mismo pacto
creaba (la que era cuestionada por Rosas), y no renunciaba al proyecto
de constituir el país en el corto plazo. El ataque norteamericano
llegaba en medio de este proceso de acomodamiento interno de fuerzas
entre las provincias. En el momento en que llega la noticia a Buenos
Aires el gobernador Rosas estaba enfermo, siendo reemplazado por Juan
Ramón Balcarce en forma interina, entre el 6 de febrero y el 7 de marzo.
Fue Balcarce, justamente, quien el 14 de febrero de 1832 libró un
oficio a los otros gobernadores informándolos sobre lo ocurrido en
Malvinas.
La condena de López al atropello norteamericano
El
pasado 2 de abril, en medio de la conmemoración de la recuperación
transitoria de Malvinas de 1982, el colega Julio Rodríguez me envió
desde Rosario un documento digitalizado que yo desconocía. Se trata de
la respuesta de Estanislao López al oficio de Balcarce, fechada el 9 de
marzo de 1832 y publicada en la Gaceta Mercantil el jueves 22 del mismo
mes y año.
El gobernador de Santa Fe expresa su más enérgica condena y dice: "Este
hecho tan contrario al derecho de las naciones, es tanto más
desagradable, cuanto que él ha sido perpetrado por un súbdito de un
gobierno tan perfectamente identificado en principios políticos con los
que profesa la República Argentina, y cuyas relaciones de amistad y
buena inteligencia era de esperarse que nunca hubiera sufrido alteración
alguna"
La realidad era otra. Aunque los Estados Unidos e Inglaterra
habían reconocido la independencia argentina, el país no se afianzaba
como Estado y daba ante el mundo una imagen de constante inestabilidad y
desgobierno. El mismo año del ataque norteamericano sobre Malvinas las
provincias se habían enfrentado divididas en dos bloques, y aunque López
reclamó a su término el dictado de una Constitución Nacional no
consiguió el acuerdo de Buenos Aires
También
era ficticia la idea que López se representaba de los Estados Unidos de
América. Si bien a fines de 1823 el entonces presidente James Monroe
había expuesto los principios que parecían respaldar los derechos
soberanos de los países del continente (la llamada Doctrina Monroe,
redactada por el secretario de Estado, John Quincy Adams), al declarar
la célebre fórmula "América para los americanos", la
realidad era diametralmente otra, pues mostraba las apetencias
expansionistas del país, que ya había adquirido Luisiana a los franceses
en 1803 y La Florida a los españoles en 1819.
La protesta de López continuaba diciendo: "Espera
confiadamente el gobierno de Santa Fe que Excmo. de Buenos Aires, a
cuya hábil dirección está confiada la administración de los negocios
extranjeros, obrará en el asunto a que da mérito esta contestación, de
una manera conforme a los principios que establece el derecho de los
pueblos cultos y decoro tan justamente debido a la República Argentina".
Estrictamente
hablando, para marzo de 1832, la República Argentina no existía como un
Estado Nacional. Se estaba conformando en cambio una Confederación,
como un conjunto de estados soberanos unidos por el pacto de 1831 sin
una autoridad superior que las gobernara a todas. En todo caso, el
ataque norteamericano sobre Malvinas afectaba a la soberanía territorial
de Buenos Aires, y como agresión extranjera a uno de los estados
confederados podía poner en marcha los mecanismos solidarios de las
otras provincias conforme al artículo segundo del tratado.
Cuando López escribía su protesta ya estaban confederadas Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos, firmantes del acuerdo original, y se habían sumado Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza, Corrientes y La Rioja.
Pero faltaban Tucumán, San Luis, Salta, Catamarca y San Juan, que lo
fueron haciendo en el transcurso del año. A la adhesión de las
provincias al Pacto Federal se sumaba la delegación de la representación
ante el extranjero que se le confería al gobierno de Buenos Aires.
Importancia del documento
Desde
que José Luis Busaniche publicó en 1927 su libro sobre Estanislao
López, se conocía la carta que este había escrito al gobierno de Buenos
Aires tras la usurpación británica de las islas Malvinas, firmada el 25
de febrero de 1833. Como es sabido fueron dos notas las enviadas por
López en respuesta a la comunicación oficial del gobernador de Buenos Aires. Una dirigida al general Balcarce y otra al encargado de negocios de Santa Fe ante el gobierno porteño, Pedro Pablo Vidal.
Ambos
escritos merecieron estudios de otros historiadores, como Leo Hillar y
Liliana Montenegro. Y más recientemente, Victorio Marzocchi y Francisco
Iturraspe actualizaron información sobre el tema e identificaron las
protestas que otros gobernadores habían formulado ante el atropello
británico. Así supimos que las cartas de López formaban parte de
una reacción más amplia que incluía las de los gobiernos de Corrientes,
Entre Ríos, Santiago del Estero, Salta, San Juan y Catamarca, y que se
extendía al de Bolivia.
En su carta a Vidal, López señalaba, en consecuencia con su prédica a favor de la organización nacional, que:
"(...) este y otros muchos vejámenes varias veces inferidos a la
república tienen esencialmente su origen en la inconstitución en que se
encuentra el país y la figura poco digna que por ello representa".
Esta
tercera carta de López sobre Malvinas que ahora conocemos y que es en
realidad la primera de las escritas entre marzo de 1832 y febrero de
1833, completa la secuencia condenatoria de dos alevosas violaciones de
la soberanía nacional que están a su vez encadenadas. La invasión
inglesa fue instigada por los Estados Unidos, con desprecio de la
Doctrina Monroe de 1823, actitud que se reeditaría en 1982 violando
nuevamente el principio que la sustentaba: "América para los americanos".
(*)
Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de
Estudios Históricos, en el año de su 90° Aniversario (1935-2025).
30 de Julio del año 1826, combate naval de Quilmes. El día anterior Brown, a bordo de la fragata 25 de Mayo, acompañada por tres bergantines, tres goletas, una barca y ocho cañoneras, zarpa de Buenos Aires, y en horas de la noche, en aguas cercanas a Quilmes, se enfrenta con una flota brasileña compuesta por 19 naves. Se produce un corto combate sin consecuencias para bando alguno. El día 30 se reinicia la lucha y Brown iza una señal comunicando a sus tripulaciones: "Es preferible irse a pique que rendir el pabellón". De inmediato se inicia el combate. El Almirante Brown iza su insignia en la fragata 25 de Mayo, cuyo comandante es el bravo Espora. Debe enfrentar a fuerzas navales imperiales que lo aventajan en número de buques y poder de fuego. Luego de una encarnizada lucha en la cual Brown únicamente es apoyado por la goleta Río de la Plata, al mando de Rosales. La actuación de la dotación de la goleta rayó en el heroísmo a punto tal que algunos marineros de la misma (Francisco Caparróz, Reyes Cosio, Luis Badley, Santos Gaona, Félix Acosta y Juan Arrascaeta) al agotarse los saquetes de pólvora, con las piernas de sus pantalones y las mangas de sus blusas y pólvora a granel improvisaron los saquetes faltantes, para seguir disparando el único cañón con el cual estaba artillado aquella goleta. No se sabe el destino final de estos valientes artilleros, como tampoco el de los gavieros (gente de mar) que al pié del velamen sin descanso mantuvieron su nave navegando y combatiendo. La historia no los menciona, únicamente sabemos que Arrascaeta llegó a Condestable (artillero) en la Armada. Brown se ve obligado a abandonar la 25 de Mayo, que es remolcada a Buenos Aires tras sufrir muy graves averías en aquel combate. Continúa la lucha a bordo del bergantín República. Ante el temor de quedar varados por la bajante, las naves brasileñas se retiran, y la Escuadra de Brown, empavesada como en días de gala, llega al puerto de Buenos Aires. Espora fue herido gravemente en este combate.
En secreto, Perón le vendió armas a Pinochet en 1973 por 24 millones de dólares
Dos
decretos confidenciales del fundador del PJ y de Isabel Perón,
recientemente desclasificados, revelan la operación que significó un
fuerte respaldo a la dictadura chilena. Se trata de miles de proyectiles
para fusiles de combate FAL, 2.000 pistolas ametralladoras PAM y 6 mil
pistolas Browning calibre 9 mm.
Por Daniel Santoro para Clarín
Los dictadores Peron y Pinochet se reúnen el 16 de mayo de 1974 en la base aérea de Morón.
Pese
a su elogio a las “formaciones especiales” en alusión a Montoneros y a
su coqueteo con ideas de izquierda, Juan e Isabel Perón como presidentes
de la Argentina vendieron en secreto casi 3,5 millones de dólares en armas y municiones a la sangrienta dictadura del general Augusto Pinochet.
Las entregas de miles de proyectiles para fusiles de combate FAL, 2.000 pistolas ametralladoras PAM y 6 mil pistolas Browning calibre 9 mm fueron autorizadas pro los decretos secretos 382 y de 1973 y 1140 de 1974, que el gobierno de Javier Milei desclasificó recientemente y a los que accedió Clarín. Al dólar actual, la operación fue por unos 24 millones de dólares.
La primera venta se concretó el 26 de noviembre de 1973, seis meses antes de la histórica reunión entre Perón y Pinochet en la base de la Fuerza Aérea en Morón.
Y la segunda, en octubre de 1974, cinco meses después de la muerte del líder del justicialismo.
El 1° de Mayo Perón había roto definitivamente con Montoneros -aliados
de la izquierda chilena- a quienes los echó de Plaza de Mayo.
La presidenta María Estela Martínez de Perón recibe el19 de abril de 1975 a Pinochet.
Aunque
el 19 de septiembre de ese año, el presidente provisional Raúl Lastiri
por orden de Perón tras la renuncia de Héctor Cámpora un aliado de
Montoneros, había sido uno de los primeros gobiernos en
reconocer a la dictadura de Pinochet que estaba aislada en el concierto
internacional.
El historiador y analista político Rosendo Fraga explicó a Clarín que esas entregas de armamento fueron “coherentes con la estrategia de Perón
quien había visto que se venían regímenes de derecha en América Latina”
tras los avances de grupos guerrilleros y había comisionado un enviado
especial para tomar contacto con Pinochet.
Fraga se refirió al Acta Secreta N° 8 del 24 se Septiembre de 1973 de la junta militar chilena que habla de la :“Presencia de un representante oficial de Perón en Chile que trae ayuda material y
el respaldo argentino a la Junta”, tal como contó el periodista y
director de la Escuela de Inteligencia de la SIDE, Tata Yofre. Es decir,
a 13 días del golpe, Perón ya había apoyado a la dictadura chilena.
Perón envío 2 mil ametralladora PAM a Pinochet como esta.
En
coincidencia con esa estrategia secreta, en declaraciones al “Il
Giornale D’Italia”, Perón destacó que la caída de Salvador Allende había
cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina”, a la que había ordenado "aplastar".
Para
Fraga el giro de Perón hacia la derecha se vio en la lucha por el
control del palco en Ezeiza tras el regreso del fundador del PJ, el 20
de junio de 1973. En la denominada "Masacre de Ezeiza", el "coronel
Osinde termina controlando el palco en un enfrentamiento con Montoneros"
y esa fue la "primera ruptura de Perón" con esa "formación especial.
Los decretos de ventas de armas a Chile "son una manifestación más de esa postura de Perón", agregó.
Mientras Perón, vestido con uniforme de general, saludaba a Pinochet en la base aérea de Morón, hubo
una marcha en la Plaza Dos Congresos de repudio a la visita del
dictador chileno convocada por la Coordinadora de Movimiento de Ayuda a
Chile (COMACH) de la que participaron los diputados del
Peronismo de Base, como Rodolfo Ortega Peña, entre otros, el presidente
de la Federación Universitaria Argentina, Federico Storani, Jesús Mira
del PC y diversas fuerzas de izquierda.
Pinochet había comenzado una represión ilegal de los seguidores de Allende y de la oposición que dejó un saldo de 3.200 asesinados y 1.162 desaparecidos y sería el modelo que en 1976 seguiría la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional en Argentina.
Storani recordó a Clarín que aquella fue una concentración multitudinaria
y que además estuvieron Miguel Godoy, Secretario General de la FUA y
Hugo Piucil de Río Negro quien luego fue diputado nacional e integrante
de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personales (CONADEP).
El decreto secreto de Perón de 1973 que autoriza la venta de armas a Chile.
Otro
que se sumó a las críticas por la visita fue Miguel Unamuno, entonces
presidente del Concejo Deliberante de la Capital, quien declaró a
Pinochet como persona no grata en la Capital Federal. Y Perón le
contestó así: "vea Unamuno, yo como presidente de la República tengo dos
funciones: las relaciones exteriores y la defensa nacional, mientras
que ustedes, en el Concejo Deliberante, tienen tres: Alumbrado, Barrido y Limpieza”.
El
decreto 382 de Perón autorizaba a la Dirección General de Fabricaciones
Militares (DGFM) a exportar a Carabineros de Chile: entre otros
insumos, 2.000 pistolas ametralladoras PA3 “DM”, 20 millones de
cartuchos calibre 7,62 mm NATO para fusiles de combate FAL y 15.000
granadas lacrimógenas. Carabineros es el símil de la Gendarmería Nacional y
tuvo un papel clave en la represión ilegal de la dictadura de Pinochet,
tras el golpe al presidente Salvador Allende del 11 de septiembre de
1973.
La operación fue realizada bajo condiciones FOB y con entrega en el paso fronterizo de Las Cuevas, Mendoza, y con exenciones aduaneras y fiscales, amparadas por decretos previos.
Perón envio 6 pistolas 9 mm de Fabricaciones Militares como esta a Pinochet.
Los
decretos, que fueron recientemente desclasificados por el Archivo
General de la Nación que dirige Emilio Perina, fueron firmados por Perón
y a tres de sus ministros: Ángel Robledo (Defensa), Alberto Vignes (Relaciones Exteriores) y José Ber Gelbard (Economía). Gelbard lo suscribió a pesar de que tenía vínculos con el Partido Comunista y otros grupos de izquierda.
Y en el decreto de Isabel fue suscripto por Gelbard, Vignes y el ministro de Defensa, Adolfo Savino. El decreto 1140 detalla la entrega de 6 mil pistolas Browning calibre 9 mm a Carabineros por 612 mil dólares.
En
simultáneo a la primera venta secreta, Perón permanecía en su
residencia de Vicente López, ausente de la Casa Rosada debido a una
afección bronquial. Los diarios de esos días informaban que su estado de
salud empeoraba gradualmente, y que la vicepresidenta María Estela
Martínez de Perón, junto a José López Rega, el creador de la Alianza Anticomunista Argentina (la triple AAA) para combatir a Montoneros, iban tomando espacios de poder en el gobierno.
El decreto secreto de Isabel Perón que autoriza la venta de armas a Chile.
La
decisión concreta establecida por el decreto fue la autorización de
exportación de armamento y municiones, con intervención de Fabricaciones
Militares, y la orden de dar una facilitación operativa a la Aduana
para que no controlara la carga secreta. Uno de los artículos del
decreto destacaba que no se verificaría el contenido del cargamentoo,
confiando en la declaración de la DGFM, y que se contrataría un seguro
por “riesgos extraordinarios”, seguramente vinculado con el transporte
de cargas explosivos.
Los
considerandos del decreto justifican la operación como parte de una
política de “cooperación regional y fortalecimiento institucional”. Pero
al contrastar el lenguaje técnico del documento con el contexto
represivo chileno —y la pasividad del gobierno de Perón frente a las
denuncias internacionales—, resulta difícil no leer esta exportación
como un apoyo a Pinochet, como interpretó Rosendo Fraga.
El
historiador Eduardo López, académico de la Universidad Diego Portales y
de la Universidad Alberto Hurtado, confirmó la existencia de un acta de
la Junta Militar chilena que señala en 1973 “la presencia de un representante oficial de Perón en Chile que trae ayuda material y el respaldo argentino a la Junta”, explica.
"En
otras sesiones de la Junta, el tema no volvió a tratarse, y no hay
registro de algún encuentro entre el enviado de Perón y alguna autoridad
chilena”, agregó.
López
enfatiza que se trataba de un momento delicado para el régimen de
Pinochet, marcado por el aislamiento diplomático tras el golpe de
Estado. “La dictadura necesitaba encontrar apoyos. Quizás fue más una
acción de respaldo informal y no oficial de Perón hacia la Junta”,
añade. Según su lectura, Perón solía operar mediante gestos ambiguos:
“Era muy amigo de entregar esos apoyos, pero sin oficializarlos”.
La existencia del decreto firmado por Perón y sus ministros era un dato desconocido.
López señala que en Chile no existe registro exacto del tipo de ayuda
material entregada, ni de su recepción efectiva. “De acuerdo a fuentes
más documentadas, apoyo militar concreto nunca existió desde Argentina a
Chile. No se conoce de aquello”, afirma. Incluso obras exhaustivas como
Pinochet: Una biografía de Mario Amorós no mencionan esta exportación.
Sede centrla de Fabricaciones Militares en CABA.
Entonces,
López destaca que “la entrega de material y pertrechos por parte del
gobierno de Perón es una novedad”, aunque advierte que para entonces el
mandatario ya se encontraba gravemente enfermo. “Después de esa
bronquitis, terminó falleciendo. Hay que ordenar bien las fechas: López
Rega y la viuda de Perón ya estaban tomando el control del gobierno. No
descarto que Perón estuviera de acuerdo con la ayuda, pero
operativamente ya no estaba al mando”.
Desde la perspectiva de las relaciones internacionales, López aclara que “en rigor, los países y sus líderes no tienen temas personales: tienen intereses”.
Así, la colaboración entre Perón y Pinochet no necesariamente obedece a
afinidades ideológicas, sino a intereses coincidentes. “Los movimientos
guerrilleros a ambos lados de la cordillera pudieron ser catalizadores de esta cooperación entre dos personalidades que no tenían mucha afinidad” entre sí, finalizó el historiador chileno.
Informe: Raimundo Döll
PUNTEO Información ordenada cronológica o lógicamente
1. La primera venta se concretó el 26 de noviembre de 1973.
Texto Original: “La
primera venta se concretó el 26 de noviembre de 1973, seis meses antes
de la histórica reunión entre Perón y Pinochet en la base de la Fuerza
Aérea en Morón.”
2. El 1° de Mayo Perón había roto definitivamente con Montoneros.
Texto Original: “El
1° de Mayo Perón había roto definitivamente con Montoneros -aliados de
la izquierda chilena- a quienes los echó de Plaza de Mayo.”
3.
El 19 de septiembre de ese año, el presidente provisional Raúl Lastiri
por orden de Perón tras la renuncia de Héctor Cámpora había sido uno de
los primeros gobiernos en reconocer a la dictadura de Pinochet.
Texto Original: “Aunque
el 19 de septiembre de ese año, el presidente provisional Raúl Lastiri
por orden de Perón tras la renuncia de Héctor Cámpora un aliado de
Montoneros, había sido uno de los primeros gobiernos en reconocer a la
dictadura de Pinochet que estaba aislada en el concierto internacional.”
4. El 20 de junio de 1973 se produjo la Masacre de Ezeiza, la primera ruptura de Perón con Montoneros.
Texto Original: “En
coincidencia con esa estrategia secreta, en declaraciones al “Il
Giornale D’Italia”, Perón destacó que la caída de Salvador Allende había
cerrado “la única válvula de escape para la guerrilla argentina”, a la
que había ordenado 'aplastar'. Para Fraga el giro de Perón hacia la
derecha se vio en la lucha por el control del palco en Ezeiza tras el
regreso del fundador del PJ, el 20 de junio de 1973. En la denominada
'Masacre de Ezeiza', el 'coronel Osinde termina controlando el palco en
un enfrentamiento con Montoneros' y esa fue la 'primera ruptura de
Perón' con esa 'formación especial.”
5. La segunda venta se concretó en octubre de 1974, cinco meses después de la muerte de Perón.
Texto Original: “Y la segunda, en octubre de 1974, cinco meses después de la muerte del líder del justicialismo.”
DESTACADOS Textuales, testimonios y declaraciones
Acta Secreta N° 8: Presencia de un representante oficial de Perón en Chile que trae ayuda material y el respaldo argentino a la Junta
Perón: vea
Unamuno, yo como presidente de la República tengo dos funciones: las
relaciones exteriores y la defensa nacional, mientras que ustedes, en el
Concejo Deliberante, tienen tres: Alumbrado, Barrido y Limpieza
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La Ciudad de Buenos Aires retratada por el fotógrafo suizo Samuel Rimathé hacia finales del año 1890, en una Buenos Aires aún convulsionada por los hechos de la Revolución del Parque en julio de ese año.
El “Abrazo de Maipú” entre José de San Martín y Bernardo O’Higgins, luego de la victoria e la batalla de Maipú.
La independencia de Chile: una gesta compartida con el Río de la Plata, y un posterior repliegue
La independencia de Chile, formalmente alcanzada en 1818, no fue un proceso puramente interno ni aislado del contexto regional. Muy por el contrario, fue parte de un esfuerzo conjunto en el marco más amplio de las guerras de independencia sudamericanas, y no podría haber tenido éxito sin la intervención decisiva de las fuerzas provenientes del Río de la Plata. Sin el Ejército de los Andes, organizado, financiado y conducido desde Mendoza por José de San Martín, es muy poco probable que los patriotas chilenos hubieran podido derrotar por sí solos al ejército realista.
El proceso independentista chileno se inicia en 1810, al igual que en otras regiones del continente, tras conocerse la noticia de que Napoleón había depuesto al rey español Fernando VII. En Santiago, una junta de gobierno reemplazó al gobernador realista y comenzó a implementar reformas, abriendo los puertos al libre comercio y desplazando a las autoridades coloniales. Sin embargo, esta primera etapa del proceso se vio empañada por profundos conflictos internos entre los sectores radicales, encabezados por José Miguel Carrera, y los moderados, liderados por Bernardo O’Higgins. Entre 1811 y 1814, esta lucha fratricida debilitó enormemente al movimiento patriota.
Los realistas aprovecharon esta división y, desde el Virreinato del Perú, lanzaron una ofensiva contundente. El punto culminante de esa reacción monárquica fue la batalla de Rancagua en octubre de 1814, donde las fuerzas patriotas fueron completamente derrotadas. Las tropas realistas retomaron Santiago y reinstauraron el control colonial. O’Higgins y otros patriotas chilenos se vieron obligados a cruzar los Andes y refugiarse en Mendoza, donde encontraron apoyo en el entonces gobernador de Cuyo, José de San Martín.
San Martín tenía un objetivo estratégico claro: liberar el Perú, centro neurálgico del poder realista en Sudamérica. Para llegar a Lima, comprendió que primero debía asegurar el control de Chile, que ofrecía una salida al Pacífico y una base de operaciones clave. Con ese fin, y con el aval del gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, comenzó a preparar un ejército profesional y disciplinado en territorio cuyano. Este ejército, conocido como el Ejército de los Andes, estaba compuesto por soldados provenientes mayoritariamente del actual territorio argentino, además de exiliados chilenos.
Batalla de Maipú, pintada en 1837
En enero de 1817, alrededor de cinco mil hombres emprendieron la arriesgada travesía de los Andes, en una campaña que pasaría a la historia no solo por su audacia militar, sino también por su coordinación logística y su significado político. La victoria en la batalla de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, permitió la entrada triunfal de las tropas patriotas en Santiago. Aunque aún quedaban focos de resistencia realista, la ofensiva ya era irreversible.
San Martín rehusó asumir el poder político en Chile y lo dejó en manos de O’Higgins, quien fue nombrado Director Supremo. Mientras tanto, el Ejército de los Andes continuó preparándose para el enfrentamiento definitivo. Éste se produjo el 5 de abril de 1818 en la batalla de Maipú, donde las fuerzas patriotas vencieron rotundamente al ejército realista. La victoria aseguró la independencia de Chile. El “abrazo de Maipú” entre San Martín y O’Higgins se convirtió en un símbolo de unidad y fraternidad entre los pueblos del Río de la Plata y Chile.
Generales José de San Martín (izquierda) y Bernardo O’Higgins (derecha) durante el cruce de los Andes.
Es importante destacar que esta independencia no hubiera sido posible sin el accionar decisivo del Ejército de los Andes, formado y sostenido desde el territorio de las Provincias Unidas. No solo proveyeron la conducción militar y los soldados, sino también los recursos económicos, la logística, el armamento y el proyecto político que articulaba estas campañas en una estrategia continental.
Una vez consolidada su independencia, sin embargo, Chile adoptó una posición marcadamente más cauta —algunos dirían pasiva— frente a la continuación de la lucha por la libertad en el resto de Sudamérica. Si bien fue desde territorio chileno, y con el respaldo de su naciente marina comandada por el británico Lord Cochrane, que San Martín organizó la expedición al Perú, la colaboración de las autoridades chilenas fue limitada. Chile, concentrado en su organización interna y en consolidar su soberanía, no participó activamente con tropas ni recursos significativos en la campaña peruana.
Esto contrastó con el papel continuo que jugaron las Provincias Unidas del Río de la Plata, donde pese a sus propias divisiones internas, sectores importantes siguieron comprometidos con la causa de la independencia continental. El aislamiento relativo de Chile frente a esta lucha mayor se interpretó en algunos círculos como una forma de retraimiento, que marcó una diferencia sustancial respecto al espíritu integrador que había caracterizado los años de 1817 y 1818.
Batalla de Maipú
Desde el punto de vista militar, la batalla de Maipú fue un punto de inflexión. San Martín, al observar fallas en el despliegue de los realistas, anticipó la victoria. El combate comenzó a las 11 de la mañana, con un bombardeo de artillería patriota sobre el flanco izquierdo enemigo. La caballería al mando de Escalada capturó la artillería realista y la volvió contra ellos. Si bien el regimiento de Burgos logró infligir bajas significativas al ala izquierda patriota —formada en parte por esclavos liberados—, una carga decisiva de los granaderos de Hilarión de la Quintana quebró esa resistencia. Rodeados y superados, los realistas comenzaron a dispersarse. Muchos fueron abatidos durante la retirada.
El grueso de las fuerzas realistas quedó atrapado entre las unidades comandadas por Las Heras, Alvarado y Zapiola. El comandante realista Osorio huyó con un puñado de jinetes hacia Talcahuano. El resto del ejército realista fue aniquilado o capturado. En total, murieron alrededor de 2.000 soldados realistas y otros tantos fueron hechos prisioneros. Todo su parque de armas, artillería, pertrechos y suministros pasó a manos patriotas.
O’Higgins, herido aún de un combate anterior, llegó en los últimos momentos de la batalla y proclamó: “¡Gloria al salvador de Chile!”, en referencia a San Martín. Ese gesto fue un reconocimiento implícito de que la libertad de Chile había sido conquistada, en gran parte, por manos extranjeras, aunque hermanas en el proyecto emancipador.
En suma, la independencia chilena fue fruto de una gesta regional, no local. Sin la ayuda fundamental de las Provincias Unidas del Río de la Plata, difícilmente se habría conseguido. Sin embargo, tras su emancipación, Chile optó por un camino más introspectivo, contribuyendo solo de forma marginal a las campañas posteriores que culminarían con la independencia de Perú y el resto del continente.
"El «Corned-beef» de ahí enfrente es famoso en todo el sector. Llega a ser, de vez en cuando, la razón principal de uno de esos súbitos ataques que efectuamos a menudo, pues nuestra alimentación es, generalmente, mala; siempre estamos hambrientos. En conjunto hemos requisado cinco latas. Ellos sí que van bien pertrechados. Es una delicia su alimentación comparada con la nuestra, pobres hambrientos que debemos tragar mermelada de nabos. La carne circula en abundancia en el otro lado, sólo necesitan tomarla. Haie ha pescado, además, una barra de pan francés y se la ha puesto en el cinturón como una pala. Uno de los extremos está sanguinolento, pero no importa, ya lo cortaremos. Es una suerte que ahora tengamos comida abundante; todavía precisaremos nuestras fuerzas. Comer hasta satisfacerse es algo tan valioso como un buen refugio. Es por esta razón que pensamos tanto en la alimentación; nos puede salvar la vida. Tjaden ha robado dos cantimploras llenas de coñac. Corren de mano en mano."
Sin Novedad en el Frente Título original: Im Westen Nichts Neues Autor: Erich Maria Remarque El "Corned-Beef" era un producto alimenticio producido en frigoríficos de la República oriental del Uruguay y en la República Argentina.
No he investigado si se producía en otros países y si serían de la misma calidad o los mismos ingredientes.
En la imagen, Corned-Beef producido en la empresa fundada en Colonia Liebig, Provincia de Entre Ríos (Arg).