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viernes, 14 de febrero de 2025

Aonikenk: John Evans y los aborígenes encerrados en 1885

1885-1890. John Evans: “Los indios encerrados y con hambre pedían pan, gritaban ‘poco bara chiñor, poco bara chiñor’”

La voz del Chubut




Reservas indígenas en el Departamento Río Senguer. En la actualidad solo perduran las de Quilchamal y Tramaleo

El período 1885-1890 merece un tratamiento diferenciado, ya que durante ese tiempo todas las expediciones y viajeros que recorrieron Chubut (Fontana, Steinfeld-Botello, Moyano, etc) sólo encontraron vestigios de asentamientos de tribus, o individuos que vagaban separados de sus tribus. Es decir que durante ese período Chubut se presenta como un territorio despojado de presencia de los pueblos originarios. Ese vacío humano fue consecuencia de la Conquista del Desierto. Entre 1883 y 1885, las tribus tehuelches que habitaban el sur de Río Negro y Chubut fueron concentradas en Valcheta de modo voluntario o bien llevadas prisioneras.

Una nota publicada en 1937 en la revista Argentina Austral, dice al respecto:

“Cuando el Comandante Lino Oris de Roa, fue a Deseado con el Villarino, comisionado por Winter, para despejar de indios la costa e instalar en Valcheta las tolderías que hallara sobre el litoral, por más de índole mansa que aquellos fuesen, imposibilitando así que las tribus alzadas se respaldasen sobre ellas, el General Villegas se encargó de dar el último golpe al salvaje que aún señoreaba en las cordilleras”. (Argentina Austral, abril 1937)

En ese paraje, situado al sureste de Río Negro, el Ejército argentino estableció un fuerte y lo que hoy en día podría ser interpretado como un “campo de concentración”. Los testimonios de viajeros y exploradores al servicio del Gobierno argentino, como Burmeister, Francisco Moreno y Ramón Lista, hablan del asentamiento simultáneo en el lugar de tropas del ejército y tolderías tehuelches; pero el testimonio del galés John Evans devela que Valcheta no sólo era utilizado como un simple asentamiento donde aborígenes y soldados convivían en armonía. En 1888, Evans y cinco compañeros, viajaron de la colonia galesa del valle del Chubut a Patagones para comprar ganado. En el trayecto entre la colonia y Patagones pasaron por Valcheta. Allí vivió una experiencia que “le marcó el alma duramente”: “El camino que recorríamos era entre toldos de los indios que el Gobierno había recluido en un reformatorio. En esta reducción creo, que se encontraban la mayoría de los indios de la Patagonia, el núcleo más importante estaba en las cercanías de Valcheta; estaban cercados por alambre tejido de gran altura, en ese patio los indios deambulaban, trataban de reconocernos, ellos sabían que éramos galeses del Valle del Chubut, sabían que donde iba un galés seguro que en sus maletas tenía un trozo de pan, algunos aferrados del alambre con sus grandes manos huesudas y resecas por el viento intentaban hacerse entender hablando un poco castellano un poco galés «Poco Bara Chiñor», «Poco Bara Chiñor» (un poco de pan señor) […] Al principio no lo reconocí pero al verlo correr a lo largo del alambre con insistencia gritando BARA BARA, me detuve cuando lo ubiqué. Era mi amigo de la infancia, mi HERMANO DEL DESIERTO, que tanto pan habíamos compartido. Este hecho llenó de angustia y pena mi corazón, me sentía inútil, sentía que no podía hacer nada para aliviarle su hambre, su falta de libertad, su exilio, el destierro eterno luego de haber sido el dueño y señor de extensiones patagónicas y estar reducidos en este pequeño predio. Para poder verlo y teniendo la esperanza de sacarlo le pagué al guarda 50 centavos que mi madre me prestó para comprarme un poncho, el guarda se quedó con el dinero y no me lo entregó, si pude darle algunos allí solucionaron la cuestión. Tiempo más tarde regresé por él, con dinero suficiente dispuesto a sacarlo por cualquier precio, y llevarlo a casa, pero no me pudo esperar, murió de pena al poco tiempo de mi paso por VALCHETA” (Evans, 1999)

El crudo testimonio de Evans lo dice todo: alambrados de gran altura, prisioneros, guardias armados, etc. Esto bien puede ser interpretado como lo que se conoce como un campo de concentración.

La situación, entre otros, afectó a los caciques Sacamata y Maniqueque. En 1883, Sacamata y su gente fueron encontrados por el Coronel Roa a 80 kilómetros de la colonia galesa y luego conducidos a Valcheta. Como Sacamata no opuso resistencia, colaboró conduciendo un arreo de ganado y posteriormente facilitó baqueanos (en su situación no le era posible hacer lo contrario) para que las tropas exploraran el interior del territorio, fue considerado “indio amigo”, al decir de la época.

Según manifestaron los exploradores en sus crónicas, los “indios amigos” residían en sus toldos conviviendo con las tropas, sin ser molestados.

En cambio, Maniqueque y su gente fueron tomados prisioneros en 1883 tras el combate de Apeleg. Maniqueque tuvo la mala suerte de estar acampando en ese valle cuando las tropas se enfrentaron con los manzaneros de Inacayal y Foyel.

Los indígenas capturados en el suroeste del Chubut tras los combates de Apeleg en 1883 y Genoa en 1884, fueron conducidos a pie hasta Valcheta. Los prisioneros caminaron una distancia aproximada de 900 kilómetros.

Otras tribus tehuelches que frecuentaban la región del Senguer, como los de Kánkel y Sapa, se libraron de ser conducidas a Valcheta porque en ese tiempo residían en el territorio de Santa Cruz.

Algunas de las tribus establecidas en Valcheta entre 1885 y 1886 fueron: Sacamata, Pitchalao, Cual, Chico y Maniqueque.

Hacia fines de la década de 1880, exploradores y viajeros volvieron a encontrar a las tribus tehuelches diseminadas por todo el territorio del Chubut, entre ellas a las que habían estado concentradas en Valcheta. De acuerdo a ello, se puede determinar que la reducción-prisión fue desarticulada a fines de esa década.

De no ser por el testimonio de Evans, no se hubiese tenido un panorama completo de lo que en realidad aconteció en Valcheta.

Libro “La colonización del oeste de la Patagonia central”, de Alejandro Aguado.

viernes, 31 de enero de 2025

Patagonia: La estancia Leleque y su acta de donación

Cushamen, 1896. Acta de donación de tierras a la Compañía inglesa Argentine Southern Land Company Ltd

La voz de Chubut




Estancia Leleque, en 1889, cuando fue fundada por la Argentine Southern Land Company Ltd

Hemos podido encontrar en la Escribanía General de la Nación el Acta de Donación original de 1896, por la cual se efectiviza la entrega a la Compañía de Tierras Sud Argentina Limitada. La escritura final tiene fecha en 1897, es decir: diez años después de realizada la primera donación de estas tierras de Eduardo Castro a Asahel P. Bell.

Esto tiene una explicación: hacer la escritura de todos estos latifundios acogiéndose a las posibilidades que les otorgó la Ley de 1891, llamada Ley de Poblamiento N° 2875, que anuló la obligación de colonizar de la ley N° 817, -conocida como ley Avellaneda-, y de la Ley del Hogar, para que los concesionarios pudieran quedarse con las tierras sólo a condición de devolver la cuarta parte al Estado.

De esta manera quedaba sin efecto la cláusula de la necesaria “colonización de estas cesiones”, y abrió así la puerta al acaparamiento de los terratenientes.

Un artilugio legal que el propio Estado puso en letra de Ley, en representación de las clases dominantes, cerrando las puertas de las mejores tierras a cientos de miles de pobladores originarios desarraigados mediante la conquista; y de las masas inmigrantes que venían en busca de trabajo para ellos y sus familias.

Se selló así el pacto oligárquico que cruzaba los intereses de los funcionarios y los empresarios, que en muchos casos se encontraban a ambos lados del mostrador, con objetivos de capitalización y acaparamiento de tierras para avanzar en la explotación de zonas mineras, madereras, ganaderas y comerciales. Por otra parte, muchos de esos funcionarios, civiles y militares, accedieron a buenas tierras mediante la posibilidad que daba la “Ley de Premios Militares N° 1628”, de 1885, destinada a la “compensación” de quienes participaron de la Conquista. Cuando no las ocuparon, estas tierras fueron a parar a la bolsa y rematadas a otros particulares que aprovechaban su capital para acceder a ellas a bajo costo.

El Estado argentino no sólo se encargó de la administración de los nuevos territorios (gobernadores, jueces, policía, etc.), sino que dispuso de las nuevas tierras, expropiadas a los pueblos indígenas a favor de supuestos agentes de colonización, que eran en realidad testaferros que luego cedieron sus derechos a las grandes compañías y empresas de colonización; y de capitales sobre todo ingleses, como la famosa Compañía de Tierras ASLCO (Argentine Southern Land Company Ltd).



Tierras de Argentine Southern Land Company Ltd en Chubut, según el expediente del IAC de 1921

El 14 de agosto de 1899 la compañía ASLCO terminó haciéndose dueña de estas concesiones: un total de trescientas veintidós leguas en el contrafuerte andino, al Noroeste del Territorio del Chubut, Río Negro y sur de Neuquén.

Reproducimos aquí la primera parte de dicha donación:

“Acta de donación”

República Argentina, año 1896.

Donación. El Gobierno Nacional a la Compañía de Tierras Sud Argentina Limitada. [Escritura número ciento ochenta y ocho].

En la Capital de la República Argentina a veinte y cuatro de abril, de mil ochocientos noventa y seis, hallándose en su despacho el Excelentísimo Señor Presidente de la República, Doctor José Evaristo Uriburu de cuyo conocimiento doy fe; ante mí Escribano General del Gobierno de la Nación y testigos al final firmados, digo:

Que de las actuaciones producidas en el expediente número doscientos treinta y cuatro, y noventa y cuatro, resultaba comprobado:

Primero: Que los señores Eduardo Castro y Compañía fueron concesionarios de una superficie de terreno compuesta de ochenta mil hectáreas para Colonizar en el Territorio del Chubut bajo las condiciones establecidas en la escritura otorgada con fecha veinte y dos de julio de mil ochocientos ochenta y siete por ante mi antecesor Don Félix Romero y al diecinueve vuelto de este mismo Registro de Gobierno, luego a mi cargo la que original he tenido a la folio cuatrocientos vista doy fe:

Segundo: Que Don Eduardo Castro transfirió a favor de su único socio Asahel P. Bell todos los derechos y acciones que tenía a la concesión de que se trata según así también consta de la escritura otorgada con fecha diez y nueve de noviembre de dicho año mil ochocientos ochenta y siete ante el mismo escribano y al folio seiscientos cincuenta de este mismo folio registro la que originalmente también tengo a la vista doy fe:

Tercero: Que con anuencia del Poder Ejecutivo y por cuenta y orden del Señor Bell, el agrimensor Pablo Gorostiaga practicó la mensura, subdivisión y amojonamiento de dichas ochenta mil hectáreas que sometió a la aprobación del Gobierno, quien lo aprobó previo los trámites de estilo por decreto de fecha treinta de septiembre de mil ochocientos noventa y dos.

Cuarto: que resultando de dicha operación un exceso de superficie de cinco mil seiscientas treinta y ocho hectáreas, ochenta y ocho aéreas, ochenta centenares cincuenta y seis decímetros cuadrados, el Poder Ejecutivo concedió dicho exceso al Señor Bell bajo las mismas condiciones en que le acordó las ochenta mil al principio referidas como así también consta de la escritura otorgada por ante mí con fecha ocho de octubre de mil ochocientos noventa y dos y al folio seiscientos veinte y ocho vuelta del registro de Gobierno a mi cargo lo que en testimonio tengo a la vista doy fe.

Quinto: Que sancionada por el honorable Congreso la ley número dos mil ochocientos setenta y cinco (Ley 2875) y promulgada por el Poder Ejecutivo con fecha veinte y uno de Noviembre de 1891, la Compañía de Tierras Sud Argentina en representación del finado Don Asahel P. Bell se acogió a los beneficios que acuerda dicha ley a los concesionarios de tierras para colonias cuyos contratos estuvieran subsistentes. Optando por la compra de la parte que de acuerdo con el artículo seguido de dicha ley debía devolver al Estado el Señor Bell y posteriormente por la devolución de la cuarta parte de la concesión referida.

Sexta: Que por cuerda separada la Compañía de Tierras Sud Argentina inició el expediente número mil ochocientos cuarenta y seis y noventa y cuatro en el cual a fojas una corre el escrito que copio a continuación y en tenor es como sigue: “Buenos Aires, diciembre cuatro de mil ochocientos noventa y cuatro. Exmo. Ministro de Justicia Culto e Instrucción Pública Don José S. Zapata, Señor Ministro: La Compañía de Tierras Sud Argentina en representación de los concesionarios A. P. Bell, Carlos H. Krabe, E. R. Rodger, C. Lockwood, Wilson Bell, J. H. Higgins, J. Best y hermanos, Compañía del Chubut, J. D. Rodger y A. Elderale a su excelencia informa:

Primero: Los diez concesionarios indicados poseen las siguientes concesiones acordadas por el Excelentísimo Gobierno con sujeción a las leyes de la materia:

-A. P. Bell; Fofo Cahuel, ochenta y cinco mil seiscientas treinta y ocho has. (85.638 ha),

-C. H Krabe; Cholila ochenta y ocho mil novecientas treinta y nueve hectáreas (88.939 ha.);

-C. Lockwood, Teca, veinte y cinco mil hectáreas (25.000 ha.),

-Wilson Bell; Nahuel Huapi, ochenta y cuatro mil ciento trece (84.113 ha.),

-J. H. Higgins; Tromeney y Ne Luan, ochenta mil hectáreas. (80.000 ha.),

-J. Best y hermanos; Ruen Luan y Sierra, ochenta mil hectáreas (80.000 ha),

-Compañía del Chubut: Hauslafquen y Renañeu, ochenta mil hectáreas (80.000 ha.),

-J. D. Rodger; Epulafquen y Mari Lafquen, ochenta mil hectáreas (80.000 ha.),

-A. Elderale: Huanuluan y Peleañeu, ochenta mil hectáreas (80.000 ha.).

Fragmento del libro “Lelek Aike, del destierro a la comunidad”, de Liliana E. Pérez

domingo, 26 de enero de 2025

Patagonia: El desarrollo de la Comarca Andina posterior a la Conquista

Comarca Andina: el aislamiento obliga al desarrollo de molinos, agricultura, ganadería y el comercio

La Voz de Chubut



Molino de Antonio Merino, El Bolsón

En El Bolsón, localidad que no contaba con el ferrocarril, el molino de Antonio Merino, abrió en 1926. Trabajó con un molino hidráulico con cilindros de porcelana (no se desgastaban como los de piedra ni se recalentaban como los de acero), con lo que se lograba una mejor calidad de la harina. Llegó a moler de 500 a 800 kilogramos diarios de trigo, cerró en 1947 por culpa de Juan Domingo Perón.

Un poco más al sur funcionaron los molinos de las familias Hube y Don Otto, en El Hoyo, y de Breide, en Epuyén. Concentraban el reducido volumen de trigo de sus respectivas zonas y comercializaban harinas en circuitos locales.

En Cholila, región que recibió desde Chile, a partir de fines del siglo pasado, un aporte inmigratorio que impuso prácticas agrarias, la producción cerealera justificó la instalación del molino, que comercializaba su producción en esa localidad, hacia Chile y hasta El Maitén. Era de la familia de Raúl Cea.

Todos cerraron alrededor de 1947, por varias causas: delimitación de ejidos urbanos más extensos, nuevas leyes de control bromatológico que perjudicaron las harinas locales, ciertas malas administraciones, algún juicio costoso por indemnización a un empleado, problemas climáticos y la llegada de harinas más baratas desde Buenos Aires, distribuidas desde El Maitén, donde estaba la punta de rieles a mediados de la década del 30.

El aislamiento, la falta de caminos transitables, los rigores climáticos acentuaban las distancias. Las necesidades locales y las posibilidades cerealeras favorecieron el desarrollo de la agricultura y por ende, la instalación de molinos rústicos o de tecnología sencilla, con fuerza motriz variada. La producción, en general, alcanzaba a cubrir las demandas. Habiendo excedentes, se extendía la comercialización en la región, incluso a zonas vecinas de Chile. Cuando hubo escasez, aparecieron los conflictos. La llegada del ferrocarril acentuó las contradicciones, ya que llegaban harinas desde el norte y se las traía en carros desde las distintas puntas de rieles. En 1945, Molinos Río de la Plata terminó con este circuito cerealero, por lo que los productores se vieron obligados a diversificar su trabajo rural.

Pero la región no fue exclusivamente agrícola y mucho menos básicamente cerealera. Siempre contó con la producción de ganado. Un vecino relata: “Generalmente venían los compradores y mucho se llevaba a Chile.” “Mi abuelo, por ejemplo, Thomas Austin, llevaba arriba de cinco mil animales a Chile; ése era su trabajo, compraba y vendía…” y “tenía en Cochamó una fábrica de jabón y frigorífico (y) todos los años (arreaba) cinco o seis mil vacunos” con grandes ganancias.

A esta actividad ganadera, crianza y venta de miles de reses a Chile, se agregaban las actividades de granja: cerdos, ovejas, vacas lecheras, abejas huerta y frutales, especialmente manzanos. Uno de los memoriosos dice que en las chacras se producía de todo: “…carne de vaca, capón, cerdo, manteca, hacían el pan, el queso, había leche, trigo, dulces, arvejas, habas, todo lo que la tierra produce.”

También fue intensa la actividad comercial: casas de ramos generales, hoteles, bares, un cine, tiendas, fondas y hasta una sucursal del Banco Nación, radicado en Esquel en 1925. Había pocos automotores y un transporte de pasajeros en coche, casi legendario, mantenido por pioneros de la zona, los Hermanos Paredes. Sin embargo, siendo el transporte de cargas básico los carros y carretones, había herrerías, talleres de reparación y construcción, venta de pastaje y forraje para los caballos, talabarterías y posadas baratas para quienes trabajaban en las tropas.

Por otra parte, la edición 25º aniversario del Diario Esquel, presentaba una larga lista de estancias de la zona, cargada de datos y nombres, y que representaban en 1950 el “orgullo” de la producción de ganado bovino y lanar de la región, actividad que incluía haras y la introducción de animales premiados y muy aptos para nuevas cruzas.

Textos del libro “Esquel…del telégrafo al pavimento”, de Jorge Oriola

sábado, 25 de enero de 2025

SGM: George Albert Cameron, el tanquista argentino que combatió a Rommel


“Rata del Desierto”. El rugbier argentino que fue tanquista en la Segunda Guerra Mundial y enfrentó a las tropas del general Rommel

George Albert Cameron, el argentino que como tanquista en la Segunda Guerra Mundial en el ejército británico integró las tropas conocidas como "ratas del desierto"Gza. Alejandro Prina

George Albert Cameron nació en Buenos Aires, pero sus raíces anglosajonas lo llevaron a enlistarse en el ejército británico, donde fue designado como tripulante de tanques de guerra, un puesto en el que vivió todo tipo de aventuras y penurias

Germán Wille || LA NACION


George Albert Cameron
nació en Buenos Aires en 1915. Creció y se crio junto a su familia en la localidad de Hurlingham. Era egresado del colegio St. George de Quilmes, donde también participó con gran desempeño en el equipo de rugby de esa institución, el Old Georgians. Pero un día del año 1941, cuando tenía 26 años, sintió el llamado de sus raíces anglosajonas y marchó hacia Europa para enrolarse en el ejército británico y combatir bajo esa bandera en la Segunda Guerra Mundial.

Si bien fueron miles los argentinos que se embarcaron para participar en la contienda bélica, lo que distingue la experiencia de Cameron es que él luchó como tanquista. Y lo hizo en escenarios clave del conflicto como el norte de África, donde llegó a enfrentar nada menos que a las tropas del general Rommel.

Alejandro Prina, estudioso de la Segunda Guerra Mundial investigó el recorrido como soldado de este argentino y en diálogo con LA NACION cuenta los riesgos, victorias y desventuras que vivió el exalumno del St. George durante sus sacrificados años dentro de un tanque de guerra.



El nombre de Cameron como soldado en la Segunda Guerra Mundial figura en el Hall of Honour del Colegio Saint George, de Quilmes
Gza. Alejandro Prina

George Cameron integró el equipo de rugby de exalumnos del Colegio St. George, el Old GeorgiansGza. Alejandro Prina

“El llamado de la aventura”

–Alejandro, vos que investigaste la historia de Cameron, ¿cómo es que un joven de Hurlingham termina peleando como tanquista en la Segunda Guerra Mundial?

–Cameron nació en Buenos Aires, pero era hijo de un padre escocés y de una madre neocelandesa. Su linaje se mezclaba en la Argentina con mates, asados y amigos. Su papá, Alexander, había llegado a fines del 1800 y fue administrador de estancias en Tierra del Fuego. De hecho, hoy una localidad de esa isla se llama Villa Cameron como reconocimiento a su tarea como pionero. A Albert y sus hermanos les inculcaron mucho la cultura de sus antepasados.

–En ese sentido, también iba a un colegio que tenía que ver con sus raíces.

–Claro, hizo la escuela en el St. George School de Quilmes y también allí desarrolló su pasión por el rugby. Después de egresar, incluso, continuó jugando en el equipo del colegio, el Old Georgians. Dicen que era muy buen jugador y quizás hasta le hubiese gustado vivir del rugby, pero era un deporte amateur.


George Albert Cameron con el uniforme de su regimiento de tanquistas del Royal Armoured Corps (RAC)
Gza. Alejandro Prina

–¿Cómo fue que se sumó a la Guerra?

-En 1941, Cameron estaba hojeando el Buenos Aires Herald y leyó un anuncio que cambiaría su vida: “El Reino Unido acepta voluntarios”, decía el aviso en inglés. Entonces, sin darle muchas vueltas, se dirigió al Consjeo de la Comunicad Británica -en Reconquista al 300- para completar los papeles de enrolamiento.

–¿Qué lo motivó a unirse al ejército en una empresa que podría costarle la vida?

–Creo que el llamado a la guerra en el Viejo Continente era sinónimo de aventura, algo que lo atrajo a él como a otros tantos jóvenes de su edad. También había un sentido patriótico. Por eso, semanas más tarde, se embarcó en el Highland Monarch rumbo a Londres. Era un buque de pasajeros, pero le habían sacado las comodidades para que entraran más personas y se movía como los mil demonios. Las náuseas y los mareos eran permanentes. No fue nada placentero el viaje. A lo que hay que sumarle que estaba el temor de ser atacados por submarinos alemanes, que por esa época andaban rondando el Atlántico. Finalmente, el 19 de noviembre de 1941 él arribó a las costas británicas.

Herido en el norte de África

–¿Cómo llegó a convertirse en tanquista?

–Recién llegado al país, fue asignado al 61° Regimiento de Infantería ubicado en Bovington, condado de Dorset, en Inglaterra. Si bien Cameron había hecho ya el servicio militar en la Argentina, allí recibiría el entrenamiento básico como soldado y unos meses más tarde lo trasladarían al Regimiento 52° de Entrenamiento de Infantería Mecanizada, donde se iba a convertir en tanquista o, como dicen coloquialmente, “Tankie”. En su duro entrenamiento aprendió que ese puesto tiene como pilares la camaradería y el trabajo en equipo. Además, en la ceremonia que oficializó su ingreso al universo de los tanques, internalizó una frase de oro: “Once a tankie, always a tankie”, es decir, una vez que sos tanquista, sos tanquista para toda la vida. Allí es asignado al Segundo Regimiento Real de Tanques, quienes son conocidos coloquialmente como “las ratas del desierto”.



Una imagen de los tanques y uniformes que utilizaba el ejército británico, la división "ratas del desierto", en el norte de África
. Imperial War Museum

–¿Cuál es su primer destino como tanquista?

–A Cameron lo mandan al norte de África para enfrentar allí a los Afrika Korps, las tropas de (Erwin) Rommel, el temible general alemán conocido como “el zorro del desierto”. Las “ratas del desierto” no tenían tanques muy buenos allá, eran tanques ligeros M3 Stuart, obsoletos por el poco blindaje y su armamento. En una de las batallas en las que participa en el norte de Egipto, creemos que en la segunda batalla del Alamein -entre el 23 de octubre hasta el 11 de noviembre de 1942-, Cameron cae herido.

–¿Qué pasó?

–Su tanque fue impactado por artillería enemiga, un ataque que mata a la tripulación del vehículo y a él lo lastiman muy feo en un brazo y la cara. Lo sacan de ahí, él no sabe cómo ni cuánto tiempo pasó. Cuando se recupera para volver al campo de batalla había terminado la guerra en el norte de África y Rommel había sido derrotado.

–¿Quién más iba con él cuando estalló la bomba? ¿Cómo es la tripulación de un tanque?

–Depende del tanque, pero suelen ser cuatro personas. El comandante, el conductor, el radioperador y el artillero. Él era artillero. Estaba cargando el cañón con una munición de 37 mm cuando fue la explosión que lo dejó fuera de combate y acabó con la vida de sus camaradas. Eso es lo poco que le contó el propio Cameron a su hijo.



Cameron enfrentó a los Afrika Korps de Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, en el norte de África
Archivo

George Cameron se muestra sonriente con su uniforme en la Segunda Guerra MundialGza. Alejandro Prina

Tras las huellas de Cameron

Alejandro Prina es un apasionado investigador, divulgador y educador en temas de la Segunda Guerra Mundial. Parte de sus indagaciones sobre hechos, combates y personajes de ese momento histórico están volcadas en su cuenta de Instagram segundaguerramundial_oficial, donde también integra en sus posteos sus habilidades como diseñador gráfico. Además, él es Magíster en Historia Militar recibido en el Iniseg (Instituto Internacional de Estudios en Seguridad Global) y miembro del Grupo de Investigación de Historia Militar de la misma entidad. “Lo que más me gusta de todo es la investigación -dice-, me gusta descubrir estas historias pequeñas de la guerra”.

Como hace cada vez que intenta conocer la biografía de alguien que batalló en aquella contienda, Prina se encarga de buscar las fuentes más directas. Para el caso de George Albert Cameron, este investigador hurgó (siempre con permiso) en los archivos del St. George, donde corroboró, en el Hall of Honour de ese colegio, la participación de este exalumno en la conflagración mundial. Prina también pidió documentación en organismos oficiales relacionados con las Fuerzas Armadas Británicas donde pudo hallar el tracer (recorrido) de este soldado porteño (”aunque no siempre los datos son exactos, especialmente al no tratarse de un oficial”, aclara) y las hojas de ruta de los batallones que integró.

Alejandro Prina es un estudioso y divulgador de hechos y personajes de la Segunda Guerra Mundial y vuelca sus conocimientos en su cuenta de Instagram @segundaguerramundial_oficialGza. Alejandro Prina

Además, en este caso, el investigador contó con el inestimable aporte de los familiares de Cameron, especialmente su hijo Ronald. Ellos suministraron testimonios, fotografías y hasta le mostraron valiosas pertenencias del soldado, como sus medallas de identificación, una cruz que cargaba siempre con él que era de un compañero fallecido y hasta su uniforme. Sin embargo, los familiares del excombatiente argentino aclararon que tenían “baches” en relación al itinerario y actuación de Albert, básicamente porque “él no quería hablar de la guerra”.

Las penurias del desierto... y después, la jungla

–Más allá de los combates en el norte de África, sería también difícil pasar los días en esos espacios desérticos

Terrible. Las noches eran frías y los días de un calor abrasador, que era un enemigo constante. Las tormentas de arena, además, eran regulares y lo más difícil era enfrentar la escasez de agua, no solo para tomar sino también para asearse. Si bien Cameron no hablaba mucho de la guerra, una de sus hijas recuerda que Daddy -así lo llamaban- contaba que en el desierto no se veía un solo insecto, pero cuando había heridas abiertas, o se llagaba la piel por la sequedad del ambiente, aparecían moscas por todas partes. Comer también era difícil porque venían nubes de moscas y si una mosca te toca la comida te podías agarrar disentería, que causaba fiebres, diarreas y vómitos.



Una foto de Cameron en su estadía en la India.
Gza. Alejandro Prina


George Cameron falleció en 1973, pero su familia conserva su uniforme de la Segunda Guerra y otros objetos de gran valor histórico y sentimental
. Gza. Alejna

–Y el calor dentro del tanque sería tremendo, ¿no?

Sí, irónicamente para él y sus compañeros el mejor refugio durante la batalla era el más caluroso y pequeño. Imaginate además ahí adentro el olor a pólvora, aceite quemado, nafta y transpiración que se llegaba a concentrar.

–Dijiste que cuando Cameron se recuperó de las heridas la guerra en el norte de África había terminado... ¿Hacia dónde se fueron después las ratas del desierto?

Meses después, Cameron y su regimiento parten en convoy cruzando el Canal de Suez con rumbo a Malasia, pero los desvían y llegan finalmente a la ciudad de Rangún, en Burma (actual Myanmar). Allí arribaron con el objetivo de frenar el avance de los japoneses, enemigos de los aliados, que querían hacerse de los pozos de petróleo de ese país. Otra vez las condiciones climáticas y el terreno fueron un enemigo silencioso para los tanquistas. La jungla densa, la humedad, los pantanos, lugares donde los tanques se atoraban, tenían fallas mecánicas. En cambio, los japoneses se adaptaban al terreno de manera alucinante. Como dato anecdótico, al llegar a Burma, las ratas del desierto se transformaron en las “green rats” (ratas verdes).

–¿Y cómo se dio la contienda en Burma?

El avance japonés fue avasallador. Los hicieron pelota. Era como una guerra de guerrillas, no era a campo abierto. Solían atacar por la noche con una variedad de armas. Tenían desde bombas adhesivas, que era una mina magnetizada que se pegaba al blindaje del tanque, hasta las bombas Tich, que era una bola de vidrio o cerámica que se rompía al impactar contra el tanque y despedía un líquido tóxico que se gasificaba y mataba a los que estaban en el interior del vehículo. En casos extremos, también hacían ataques suicidas: el soldado japonés se sentaban en un hoyo de la carretera sosteniendo una bomba, esperando a que pasara un tanque.



Las medallas de identificación que lelvaba consigo George Cameron en la Segunda Guerra Mundial, junto a la cruz de un compañero fallecido
Gza. Alejandro Prina




Una foto de las "green rats" con la medalla que representa a los tanquistas británicos arriba y los logos de esa compañía abajo
Gza. Alejandro Prina


La retirada hacia la India

–¿Cómo terminó?

-Después de tres meses de lucha agotadora y ya viéndose superados por el enemigo las green rats debieron emprender la retirada. En un momento se vieron obligados a abandonar los tanques, porque tenían que cruzar numerosos ríos. Su objetivo ahora era alcanzar la frontera de la India, con los japoneses pisándoles los talones. Cada soldado llevaba todo el armamento que podía cargar. Hicieron un recorrido de 140 kilómetros hasta llegar a la India. El mal tiempo los ayudó esta vez, ya que cuando andaban por colinas y montañas, las nubes bajas los ocultaron de la Fuerza Aérea Japonesa. En el camino volvieron a sufrir disentería y malaria. En este caso, George también cayó enfermo. Una vez arribados a la India, diezmados y exhaustos, las tropas se instalaron allí para recuperar fuerzas.

–¿Qué pasó después?

Poco más tarde, George y su regimiento fueron enviados a campamentos aliados en Irak, después a Siria, Palestina y finalmente Egipto para reequiparse y realizar ejercicios y entrenamientos con los nuevos suministros y armamentos que fueron recibiendo, entre ellos el famoso tanque norteamericano Sherman y también los Stuart.

–Se preparaban para su próximo objetivo. ¿Cuál era?

-Italia. Desde Alejandría, en Egipto, el Segundo Regimiento Real de Tanques se embarca hacia Taranto (hoy, Tarento), en el sur italiano, donde llegaron el 4 de mayo de 1944. Las tropas de los tanquistas avanzan hacia el norte, conquistando pueblo por pueblo del poder alemán con el objetivo final de liberar Roma. El 3 de septiembre de ese año, George y su unidad llegaron al pequeño pueblo de Tavoletto, que formaba parte de la famosa línea Gótica Alemana, una de las barreras defensivas que iba de una costa a la otra de Italia que trazaron los alemanes para frenar el avance aliado. En este combate, Cameron es herido por una explosión de mortero, pero no debió haber sido muy grave, porque el 6 de ese mismo mes vuelve a estar presente en otra batalla, la de Gemmano.

Italia y el fin de la guerra

–¿En todos lo pueblos que mencionás estaban los nazis?

Sí, generalmente eran paracaidistas de tropas muy especializadas y tropas de montaña que los mandaban y los tipos tenían la misión de defender esa línea Gótica. En Gemmano los alemanes tenían la ventaja de que estaban esperando a los aliados en un lugar estratégico de altura y los aliados subestimaron la situación y dijeron que no había nadie, cuando los esperaban unos 4500 alemanes súper entrenados. En esta cruenta batalla, también conocida como “mini Montecassino” o “la Montecassino del Adriático”, George volvió a ser herido. Pero no algo grave. El 9 de septiembre, finalmente, el pueblo es recuperado por los aliados.

Las tropas de Cameron, aquí un parte con su logo característico, celebraron la rendición de los alemanes en la ciudad italiana de PaduaGza. Alejandro Prina
Las medallas que recibió George Cameron por su participación en distintas contiendas y escenarios de la Segunda Guerra MundialGza. Alejandro P

–¿Cómo siguió la guerra para Cameron?

–Siguieron avanzando hacia el norte. En mayo de 1945, cuando los alemanes se rinden, George y su unidad están en la ciudad de Padua. Ahí es donde se termina la guerra para él.

–¿Entonces regresa a la Argentina?

–En 1946, ya nuevamente en Londres le dan de baja en el ejército con el grado de Sargento y el tanquista argentino regresa a su país.

Una postal del pueblo de Tavoleto en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, uno de los lugares donde Cameron combatió y terminó heridoGza. Alejandro Prina


Una postal actual del pueblo de Tavoleto, donde se ve que poco ha cambiado a lo largo de los añosGza. Alejandro Prina

–¿Qué fue de su vida en la Argentina?

–En 1948 se casó, un año después tuvo a su primera hija, trabajó un tiempo en el London Bank y después en la empresa Alpargatas. Vivió alternativamente en Hurlingham, en el Palomar y se estableció dos veces en Montevideo, Uruguay. Una vez en 1953 y luego en el año 1970, por su trabajo relacionado a una compañía de seguros británica. En la capital de Uruguay vuelve a retomar su pasión por el rugby. Juega en el Club Trouville de esa ciudad, equipo en el que, en 1954, obtuvo los tres lauros posibles en una misma temporada.

No hablaba de la guerra

–¿Hablaba de la guerra con su familia?

No, no quería comentar nada. Tiraba esas anécdotas medio simplonas como las moscas del desierto, pero no hablaba. Lo que sí, te puedo contar una anécdota. Decían que George no faltaba nunca al trabajo. Nunca. Un día vuelve la hija del colegio y le dice: “Silencio que está Daddy en el living. No pases, está tranquilo”. Entonces ella se asoma y lo ve a su papá con una bolsa de hielo en la cara, con gesto de dolor. Después se enteran que él tenía muchos dolores, va al médico y le encuentran muchas esquils de metal producto de la explosión del tanque que le habían quedado en el paladar y el maxilar, y tuvieron que operarlo y sacarle todo. Muchos años después.

George Cameron y su familia luego de la guerra. Gza. Alejandro Prina

Una caricatura del equipo del Club Troville, de Montevideo, campeón de la liga uruguaya; Cameron aparece rodeado por un círculo verdeGza. Alejandro Prina

George Albert Cameron falleció en 1973. En diálogo con Alejandro Prina, Ronnie, uno de los cuatro hijos del extanquista recuerda cuando su padre le regaló una guinda de cuero roja con la que solían practicar rugby juntos. Y también rememoró los días festivos en que su padre lo llevaba ver desfiles de bandas de gaitas escocesas.

–Alejandro, ¿Qué te queda a vos cada vez que recuperás o descubrís una de estas historias como la de Cameron, que desde la Argentina llegó combatir contra las tropas del mismísimo Rommel?

Lo que me queda y el objetivo de lo que hago es que estas personas no queden en el olvido. Quiero investigar a esta gente para rescatarla de olvido. Sobre todo como en el caso de George, que deja un legado de valentía y un ejemplo de los sacrificios realizados por aquellos que sirvieron durante el mayor conflicto bélico de la historia.


viernes, 17 de enero de 2025

Patagonia: El pueblo abandonado de Cajón de Ginebra Grande

El pueblo fantasma




Es increíble, original ¡fantástico! la cantidad de localidades con nombres llamativos que existen en nuestro país. El primero que me asiste es “Venado Tuerto”, en Santa Fe, fácil de suponer el porqué. Es simpático “Salsipuedes”, en Córdoba, pero me parece que el que lleva la delantera es “Cajón de Ginebra Grande” … ¡sí, sí aunque no lo crea! Doy las razones porque, sinceramente, hasta que por curiosidad casualmente encontré la histria, ni idea tenía de su existencia.
“Cajón de Ginebra Grande” es una localidad  del departamento Paso de Indios, Provincia del Chubut. Se encuentra sobre la Ruta Nacional 25 a unos 7 km al oeste, de su casi homónima “Cajón de Ginebra Chico”. El paisaje se distingue por el  cordón montañoso y un  manantial  del departamento “Languiñeo”.



Según la historia, entre los años 1880 y 1890, eran comunes los viajes entre los valles 16 de Octubre y el inferior del río Chubut. En uno de esos trayectos, con carros cargados para las viviendas que se estaban levantando en el valle de los Andes, cayó un cajón de ginebra. Con los años, si algo ocurría cerca de allí, se decía que había pasado más acá o más allá del “cajón de ginebra”. Un tiempo después ocurrió otro hecho similar: otro cajón de ginebra, más grande, fue a dar al suelo. Así los parajes pasaron a denominarse, el primero, “Cajón de Ginebra Chico”, y el otro “Cajón de Ginebra Grande”. 



La abundante colonia galesa de la región llamaba a la zona “Bocs Gin”, que traducido a nuestro idioma es “Ginebra triste”. En enero de 1897, “Francisco Pietrobelli”, en su recorrido por el territorio del Chubut pasó por este lugar. 11 años después, en 1908, se estableció en la localidad un Almacén de Ramos Generales llamado "Los Mellizos" y, 14 años más tarde, se inauguró la Escuela Nacional N° 64, a la que llegaron asistir unos 20 alumnos de la zona.
Con el paso del tiempo, “Cajón de Ginebra Grande” se fue despoblando y actualmente está casi totalmente deshabitado. Se mantienen las calles y algunas construcciones abandonadas. Es lo que habitualmente llamamos un pueblo fantasma.


miércoles, 2 de octubre de 2024

Argentina: Capitán Colin I. McIntyre, voluntario al servicio del Reino Unido

Soldado Colin I. McIntyre








Colin McIntyre, fallecido a los 85 años, fue el primer editor del servicio de teletexto de la BBC, Ceefax. Cuando los ingenieros de la BBC inventaron un sistema mediante el cual se podía ocultar texto en líneas sobrantes de una señal de televisión, McIntyre dio vida a la idea proporcionando información sobre noticias, clima, viajes, deportes, precios de acciones, guías de programas y demás. Lo que, según sus palabras, comenzó como "una operación de hilo y lacre" se desarrolló de tal manera que atrajo a 22 millones de espectadores por semana y estableció el estándar para los servicios de teletexto en todo el mundo. Ceefax sigue siendo popular en las zonas restantes de Gran Bretaña que aún no han cambiado a la recepción de televisión digital.

McIntyre nació en Buenos Aires, Argentina, donde su padre, que había emigrado de Escocia, dirigía una fábrica de algodón. Fue educado en St George's College en Quilmes y dejó Argentina para ir al Reino Unido a los 18 años para unirse al esfuerzo de la Segunda Guerra Mundial, comisionado en el antiguo regimiento de su padre, la Guardia Negra. No participó en ninguna acción de guerra, pero sirvió con los Lovat Scouts en Grecia en 1946 y con la 6.ª División Aerotransportada en Palestina. Durante este período escribió poesía y algunos de sus poemas fueron publicados en antologías. Cuando dejó el ejército, estudió inglés en la Universidad de Harvard, donde conoció a su futura esposa, Field.

En 1952 McIntyre se unió a la BBC y fue uno de los subeditores jefe más jóvenes de la sala de redacción del Servicio Mundial. Ascendió hasta convertirse en corresponsal de la BBC en la ONU en 1956, cubriendo las crisis de Suez y Hungría. En 1965 se convirtió en director de publicidad de la televisión de la BBC y luego en ejecutivo de promociones de programas, antes de lanzar Ceefax en 1974.

McIntyre trabajó solo al principio, escribiendo y actualizando sólo 24 páginas. Su filosofía era que Ceefax no debería sólo atender al adicto a las noticias, sino que debería adaptarse al "espectador que no consulta sus piscinas hasta el martes, al hombre que quiere información sobre vías navegables o al cinéfilo que quiere los detalles de una lista de reparto". Investigó todos los aspectos del nuevo medio: uso del color, tamaño de fuente, presentación y diseño. Le apasionaba el diseño y lo veía como una parte integral de la comunicación misma.

A sus numerosos visitantes describiría Ceefax como una "radio impresa" o "una bicicleta en la era tecnológica". Luego, su personal la apodó "bicicleta impresa". Sus colegas recuerdan que no era demasiado respetuoso con la burocracia de la BBC. Insistió en reclutar desde afuera y a aquellos cuyo éxito en la entrevista se retrasaba mientras eran examinados por seguridad, les escribía: "Tienes el trabajo, siempre que no seas miembro de las Juventudes Hitlerianas".

Cuando se jubiló anticipadamente en 1982, contaba con 20 empleados. Se fue para escribir Monumentos de guerra: cómo leer un monumento a los caídos (1990), seguido de La Segunda Guerra Mundial en el mar (1990). Había sido un miembro activo del Partido Laborista desde una edad temprana, aunque desertó al SDP y a los demócratas liberales en la década de 1980 antes de regresar al Partido Laborista en 1993. Fundó la Capilla Ceefax del Sindicato Nacional de Periodistas.

A McIntyre le sobreviven Field, sus hijas Wayne, Mithra y Miranda, su hijo Angus, siete nietos y un bisnieto.

• Colin Ian McIntyre, editor, nacido el 27 de enero de 1927; murió el 17 de mayo de 2012

martes, 24 de septiembre de 2024

Patagonia: La bandolera Elena Greenhill

Patagonia: La bandolera inglesa Elena Greenhill






Fotografía poco conocida de una joven "Grinil" a principios del siglo pasado, como siempre bien armada.
Así era apodada la temeraria bandida inglesa Elena Greenhill que asolaba el interior chubutense desde 1908, también en Río Negro y Chile. Sus correrías terminaron trágicamente en 1915, cuando fue abatida a tiros en zona de Gan Gan tras una paciente emboscada del comisario Félix Valenciano y el agente Norberto Ruiz de la policía territorial. El mismo Valenciano -que tiempo después fue uno de los represores de la Patagonia Trágica en Santa Cruz- contaba que toda la noche estuvieron largas horas montados y escondidos en un árbol por donde sabían que iba a pasar y que temblaban no sólo de frío sino de miedo, porque esa indómita mujer inspiraba terror en todas partes, que cuando por fin la divisaron y estuvo a mano le metieron bala a rabiar pero que ella -aún acribillada a balazos- nunca se quiso rendir y respondió furiosamente el fuego hasta que se quedó sin municiones y finalmente por las dudas le aplicaron el tiro de gracia en la cabeza. La brava cuatrera había sido muy famosa tanto por sus osados atracos y su temible puntería con el Winchester como por su valor e imponente personalidad y desdén hacia cualquier autoridad, inusual en esa época. En una ocasión ella sola redujo a dos milicos que pretendían capturarla y los mantuvo un tiempo en servidumbre en su cabaña, entre tantas anécdotas que cimentaron su increíble leyenda.



Alicia Del Carmen Pineda
Que hermosa joven,y que vida llena de misterios y no saber que le pasaría en minuto siguiente,siempre pienso que en vidas pasadas viví algo parecido,practique de pequeña deportes arriesgados sobre hermosos caballo lógico con el acompañamiento de mi viejo quien también me enseñó práctica de armas muy buena fui en eso tantas cosas aprendí a ganarme la vida de pequeña con la caza de liebres mi padre fue el último de los cazadores de puma en toda la zona de Río Turbio/Calafate/Lago Vieda y San Martin/ por contrato de los estancieros había mucha destrucción de animales,el anduvo siempre en eso hasta los 90.tuve una niñez única.
Por: Celso Rey García
(FOTOS ANTIGUAS DEL CHUBUT)



lunes, 27 de mayo de 2024

Patagonia: La inmigración galesa y su vida en cooperación con los aonikenks

Aonikenks y gales: Una integración virtuosa





Fotografía: de C. Foresti, c. 1883. La familia Gibbon, en su vivienda en la Colonia 16 de Octubre o Valle Hermoso.  fue el nombre dado por los colonos galeses a la zona de Trevelin.

 

Los primeros colonos galeses llegaron a Chubut en 1865. Al arribar se encontraron con una “tierra infinita y desnuda, tan poco parecida a su Gales natal”.  Su nueva ubicación en la Patagonia los alejó de la población urbana, pero los acercó a la nativa. El primer encuentro tehuelche-galés se produjo el 19 de abril de 1866 en el actual territorio de Rawson.
     Los 153 colonos galeses (56 adultos casados, 33 solteros o viudos, 12 mujeres y 52 niños) llegaron a lo que es hoy la provincia del Chubut tras 64 días de navegación a bordo del "Mimosa", una embarcación a vela de 3 palos que había partido desde el puerto de Liverpool, Inglaterra, el 25 de mayo de 1865.
     El desembarco marca el inicio de uno de los procesos de integración más virtuosos que se tengan registros entre dos pueblos que se desconocían y, a pesar de sus enormes diferencias culturales, de lengua, origen y creencias; galeses y tehuelches pudieron convivir sin situaciones cruentas o de sometimiento, más allá de algunos incidentes.
     La relación con los aborígenes fue crucial para la adaptación de los colonos a su nuevo hogar. Los indígenas les enseñaron a explorar el territorio, a aprovechar el entorno, los instruyeron en la caza de animales silvestres como el guanaco y el ñandú y los abastecieron de carne. Los colonos les proveían a su vez de pan, azúcar, manteca. Además, les enseñaron a las tehuelches a amasar el pan que tanto les gustaba.
     Ambos grupos forjaron un vínculo estable sostenido en el tiempo por el intercambio cultural y comercial. Asimismo, hubo varios casamientos entre miembros de ambas culturas. Durante los siguientes años, tanto los tehuelches como los galeses debieron integrarse a la política centralizadora del Estado Argentino, aún en formación.



     Los galeses fundaron varias ciudades en Chubut: Trelew, Rawson, Dolavon, Gaiman, Sarmiento, Las Plumas entre otras. Según el censo de 2010, había 13.546 habitantes de la Patagonia se reconocen como descendientes de tehuelches mientras que se estima que alrededor de 40.000 son de origen galés.
     La herencia de la cultura galesa atraviesa la geografía de Chubut y es una de sus tradiciones más visibles y disfrutables:
capillas de ladrillos sin cruces a la vista, casas de piedra, construcciones victorianas, coros, un servicio de té interminable y una lengua que se sigue hablando.


Carlos Enrique Arenillas:
Efectivamente surge en este libro también la relación entre galeses y tehuelches, estos últimos eran adoradores de los panes caseros de los galeses dice Munster
Leo Thomas:
La llegada de los galeses es un hito fundamental para reafirmar la soberanía argentina en la Patagonia. Tenían el permiso argentino para establecerse allí. Y reconocían al Gobierno argentino
Erna Verónica Sanchón:
Muy conmovedoras historias de la colonia galesa y su integración y vínculo con los habitantes originarios.... algunas de las historias que se cuentan son apasionantes....❣️
Mariel Clark:
Gracias por la publicación!! Muyyyy interesante
Teresita Rasetto:
Es muy interesante!!!!! Viajé hace poquito a Chubut. Me gustó mucho Gaiman y su historia. Es muy interesante
Néstor Altea:
Conocí Gaiman y sus "casas de té", jamás probé tantas exquisiteces ! Hermoso lugar !
Por: Marcela Cooke - Historia visual de la Argentina de 1830 a 1930
Fuente: Sofía Ehrenhaus
Historia Visual Argentina (HVA)

sábado, 6 de enero de 2024

Bahía Blanca: La Vitícola, la fallida colonia irlandesa

La Vitícola, la historia de una promesa que terminó en tragedia


A fines del siglo 19 llegaron a Bahía 700 irlandeses para formar una colonia y trabajar en viñedos. Pero nada de eso pasó y muchos murieron.


WIPS Digital







El paraje La Vitícola está a 25 kilómetros del casco urbano de Bahía y es parte de nuestro distrito.

Ubicado sobre la ruta nacional 33, cuenta con una estación de trenes estilo inglés que está abandonada, el boliche y la escuela ya no funcionan, y el destacamento policial.

Lleva ese nombre porque alrededor del año 1880 la empresa La Vitícola S.A desarrolló en ese sector una zona de viñedos.

Sin embargo, la historia no termina ahí, sino que tiene un episodio trágico como fue la muerte de centenares de irlandeses.



A fines del siglo XIX el país estaba en crecimiento y se necesitaba mano de obra para poder colonizar áreas libres de aborígenes. Creada la Ley de Centro Agrícolas, empezaron a llegar inmigrantes del norte de Europa para quienes se iban a fundar colonias en proximidades a las estaciones.

El norteamericano David Gartland, representante de la compañía, pretendía levantar tres centro vitivinícolas en Bahía y convenció a unos 700 irlandeses de venir a instalarse, con la promesa de otorgarles 40 hectáreas de campo, a pagar con muchas facilidades y durante 15 años.

A su vez, el sacerdote católico nacido en Dublin, Mathew Gaughren, les describió el lugar, camino a Sierra de la Ventana, como “hermoso”, con “una serie de ondulaciones en la tierra, no demasiado grandes como para llamarlas colinas” en el cual “a lo lejos pueden verse los picos de las montañas de Curamalá” y “una tierra muy fértil”.



Lo cierto es que llegaron a nuestra ciudad el 6 de febrero de 1889 y descubrieron que no había ningún desarrollo parecido a una colonia. Y con el paso de los meses, lo único que atinaron a hacer es armar tiendas de campaña bajo árboles o zanjas, con un clima hostil, de mucho frío en invierno y viento constante todo el año.

Según investigaciones, jamás se construyó nada y un centenar de menores murieron, casi con seguridad por las malas condiciones del agua y otros problemas con la alimentación, que les provocaba diarrea y otras enfermedades.

“En marzo de 1891, los últimos, poco más de 500, dejaron el lugar para volver a Buenos Aires. En la colonia quedaron la estación del ferrocarril y más de 100 muertos, en su mayoría niños irlandeses quienes yacen en un lugar ignoto, no lejos de la ciudad viva”, decía un artículo titulado “Un centenar de irlandesitos en La Vitícola”, escrito por licenciado Santiago Boland, una de las personas que más estudió el tema.

Según sus sospechas, se trató de una maniobra de la La Vitícola S.A para aprovechar la Ley de Centros Agrícolas y conseguir plata del Banco Hipotecario sindemasiada documentación.


miércoles, 13 de diciembre de 2023

Argentina: La inmigración británica

 

Inmigrantes británicos. Mucho más que ferrocarriles: la huella que dejaron los ingleses en nuestro país

Alumnos del Barker College frente al Barker Memorial Hall, Lomas de Zamora. 1924.Archivo Colegio Barker.

Las relaciones del Reino Unido con el Río de la Plata comenzaron en el siglo XVIII amparadas en un intenso vínculo comercial. Una vez instalados aquí, los ingleses fundaron colegios, clubes, empresas, y dejaron su huella en nuestro país.

Bruno Cariglino

Claro está que la inmigración británica en la Argentina no fue tan numerosa como la de otros orígenes, pero fue probablemente esta una de las comunidades más influyentes, y es por esta razón que nos ha dejado un legado innegable, que merece ser conocido y valorado.

Según Bartolomé Mitre, no hubo ningún acontecimiento trascendental en la epopeya patria en el que no haya intervenido, como actor o testigo, algún británico. Y si bien a veces pareciera ser este un tema tabú, sobre todo después de la Guerra de Malvinas, existe una extensa bibliografía al respecto. El solo repaso de una lista de nuestros líderes históricos nos permite distinguir, entre ellos, a numerosos argentinos descendientes de británicos, como Pueyrredon, Lavalle, Pellegrini, Farrell, Perón, Alfonsín, e incluso el revolucionario Ernesto “Che” Guevara. En el ámbito de la cultura, podemos encontrar a Jorge Luis Borges, Alberto Williams, María Elena Walsh o Gustavo Cerati, entre otros. También a intelectuales como Eduardo Wilde o Belisario Roldán, a científicos como el perito Francisco P. Moreno y a destacados médicos como Juan Pedro Garrahan y Cecilia Grierson.

Segunda estación de Temperley, construida en 1888.Archivo General de la Nación. INV: 45679

Pero por sobre todo no debemos olvidar, como rescata Maxine Hanon –importante investigadora de la historia de esta comunidad–, el rol de anónimos inmigrantes británicos que, con no más que su inteligencia y laboriosidad, hicieron su aporte a nuestra nación influyendo en nuestros hábitos, como maestros, sastres, carpinteros, constructores, ovejeros y otros.

En la colonia

Aunque el sistema económico colonial español era, en teoría, hermético y no permitía el comercio con otras naciones ni la radicación de extranjeros, a partir del siglo XVIII algunas autorizaciones excepcionales de ingreso de profesionales y artesanos británicos a los que se consideraba útiles, y a las que se sumó el negocio del contrabando, posibilitaron el comienzo de una relación entre estas tierras y Gran Bretaña que cobraría un creciente protagonismo en años posteriores.

Está claro que fue el comercio el principal motor de este incipiente vínculo. En rigor, la búsqueda por parte de Gran Bretaña de nuevos mercados donde vender los productos de su Revolución Industrial (que resultaban imposibles de ingresar en la Europa dominada por Napoleón) motivó las Invasiones Inglesas a Buenos Aires en 1806 y 1807 y también la toma de Montevideo. Si bien es sabido que esos intentos fracasaron, envalentonaron a los criollos en la búsqueda de su emancipación al descubrir que podían defenderse sin la ayuda de España, a la vez que los impulsaron a considerar ideas como la libertad y el comercio libre que exitosamente les dejó la propaganda británica.

Estancia Adela, Chascomús. ca. 1870.James Niven. Colección Carlos Niven. Gentileza Ediciones de la Antorcha.

Pero las invasiones no solo dejaron propaganda: por un lado, quedaron en estas tierras una buena cantidad de británicos que, primero como prisioneros, permanecieron aquí, donde entablaron una excelente relación con los criollos. Algunos se establecieron en el interior, y al respecto debemos hacer una mención especial a un grupo de ellos que ayudó a conformar las milicias de británicos residentes en Cuyo que acompañaron a San Martín, conocidas con el nombre de Cazadores Ingleses.

Por otro lado, debemos tener en cuenta otro aspecto que no es menor, y es que, tras la toma de Montevideo, los británicos lograron inundar su mercado de productos manufacturados que no tardaron en infiltrarse en Buenos Aires, y despertaron el apetito de los porteños. Esto contribuyó a que en los años siguientes se afianzara –tras algunas idas y vueltas y gracias a la existencia de permisos transitorios y al contrabando– el ingreso de mercaderías británicas al puerto porteño y la radicación de comerciantes de dicho origen, los que se agruparon en el por entonces llamado Comité de Comerciantes Británicos.

Mrs Evans, directora de enfermeras del Hospital Británico.Archiva General del a Nación. AR-AGN-AGAS01-DDF-RG-2266-114658

A partir de la Revolución de Mayo

A partir de 1810, las restricciones coloniales cesaron y el comercio entre nuestras tierras y Gran Bretaña comenzó a crecer con otra fuerza. El mencionado Comité de Comerciantes Británicos se convirtió en la British Commercial Rooms, la primera institución británico-argentina, que abrió en 1815 una biblioteca –la British Subscription Library– y hacia 1821 una estafeta postal propia, y que décadas más tarde devendría en la creación del Club de Residentes Extranjeros. Hacia 1817 ya dominaba el comercio exterior de nuestro país. Para tener una cabal idea de la creciente importancia de la relación comercial entre ambos países, vale mencionar que entre 1821 y 1823 arribaron a Buenos Aires el doble de barcos mercantes con bandera británica que de cualquier otro origen.

Mientras se acentuaba la radicación de comerciantes de dicha nacionalidad en nuestro país, en las islas británicas se iba corriendo rápidamente la voz y pronto comenzaron a llegar carpinteros, herreros, sastres, relojeros, periodistas, médicos, maestros, e incluso militares y marinos, que en poco tiempo predominaron en la joven Armada argentina.

Atuendo típico escocés en un desfile. 1931.Archivo General de la Nación . DDF-RG-2991-145753

En 1824 sucedieron dos hechos trascendentales en la historia de la comunidad argentino-británica: se estableció en Buenos Aires el primer cónsul oficial del Gobierno británico, Woodbine Parish, con el auspicio del ministro de Asuntos Exteriores George Canning, y tras la derrota de las tropas españolas en Ayacucho, la corona británica reconoció formalmente la independencia de los nuevos estados sudamericanos.

Se completan estos importantes sucesos en 1825 con la firma del tratado de amistad, comercio y navegación entre Argentina y Gran Bretaña, que dejó asentado el reconocimiento de nuestra independencia, estableció definitivamente la libertad de culto en nuestro país –permitiendo a los inmigrantes construir sus templos y cementerios–, les otorgó a los residentes derechos y garantías con los que antes no contaban, e impulsó diversos proyectos de inmigración, comercio, minería y agricultura que venían gestándose desde tiempo antes.

Tras la toma de Montevideo, los británicos lograron inundar su mercado de productos manufacturados que no tardaron en infiltrarse en Buenos Aires, y despertaron el apetito de los porteños.

Es así como, en este contexto, entre 1825 y 1826 se sucedió la primera y única inmigración organizada de británicos en la Argentina, que se conforma de los proyectos de colonias agrícolas de Beaumont en Entre Ríos y San Pedro, los inmigrantes llegados en los barcos de la Agricultural Company of the River Plate, la colonia agrícola de Santa Catalina-Monte Grande en Lomas de Zamora­ –proyectada por los hermanos John y William Parish Robertson–, los emprendimientos mineros de la Famatina Mining Company y la River Plate Mining Association, y numerosos inmigrantes y aventureros que vinieron por su cuenta, a los que se sumaron los profesionales contratados por el Gobierno argentino para la realización de obras públicas.

De los proyectos de colonias agrícolas, el único que prosperó varios años fue el de Santa Catalina-Monte Grande, al cual se incorporaron luego muchos inmigrantes de los proyectos que habían fracasado, y el resto se estableció en Buenos Aires, en algunas estancias de dueños británicos, e incluso otros se embarcaron en la escuadra del almirante Brown.

"Torre de los Ingleses". Proyectada por el Arq Ambrose Macdonald Poynter y construida por Gardom y Hopkins. Fue el regalo que la Comunidad Británica le hizo a la Argentina en el Centenario.Gentileza Marcelo Caradonna. FACBA

La colonia de Santa Catalina estaba formada no solo por granjeros –entre los que se encontraba William Grierson, abuelo de la primera médica argentina Cecilia Grierson–, sino también por el arquitecto y pintor Richard Adams –reconocido posteriormente por obras como la Iglesia Anglicana St. Johnʼs y la demolida Iglesia Presbiteriana de San Andrés y por sus pinturas de Buenos Aires–, el prestigioso botánico y paisajista John Tweedie –quien proyectó en este sitio el primer bosque implantado del país, cercó potreros productivos con talas nativos y, posteriormente, se convirtió en un explorador y difusor a nivel mundial de la flora nativa argentina–, un médico, una institutriz, herreros, carpinteros, albañiles y personas de otros oficios. La mayoría de los colonos provenían de Escocia (por eso se construyó allí la primera capilla presbiteriana del país), pero vale aclarar que el arquitecto y los trabajadores de la construcción eran londinenses.

La importancia del comercio fue tanta que, en 1889, la Argentina absorbió entre el 40 y el 50% de sus inversiones fuera del Reino Unido, por lo que se convirtió en el país no anglófono más vinculado económica y financieramente con Gran Bretaña.

Esta colonia se dispersó hacia 1830 y la mayoría de sus miembros se establecieron en Buenos Aires, Lomas de Zamora, Quilmes (actual Florencio Varela), el antiguo Monte Chingolo (hoy cercanías de Ministro Rivadavia), San Vicente y Chascomús. La mayoría de ellos se convirtieron en prósperos estancieros. Pero Santa Catalina, la primera colonia agraria y de inmigrantes de la Argentina, fue un hito en la historia del agro nacional por los adelantos tecnológicos que incorporó. Allí se produjo, por ejemplo, la primera manteca en panes del país. Probablemente por estos antecedentes, el sitio fue elegido en 1868 por la Sociedad Rural Argentina y el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires para instalar la primera institución de enseñanza agraria de la Argentina, donde años después se recibieron los primeros ingenieros agrónomos y veterinarios del país. Por todos estos motivos, las 700 hectáreas aún rurales de Santa Catalina en pleno conurbano bonaerense se declararon Lugar Histórico Nacional.

Las instituciones y la consolidación de la comunidad

Entre 1820 y 1830, ya existían en Buenos Aires diversas entidades educativas, religiosas, deportivas, de salud, bancarias y periodísticas de la comunidad argentino-británica, que fueron predecesoras de muchas de las que todavía existen.

Ya en 1821 se había instalado el pequeño cementerio protestante del Socorro, el cual fue reemplazado en 1833 por el de Victoria (actual Plaza 1º de Mayo), que a finales de siglo fue desmantelado al cederse una sección de Chacarita para cementerio protestante.v

Con motivo de la visita de lso príncipes Eduardo y Jorge, en 1931, el ACA colocó una gran pacarta dándoels la bienvenida sobre la calle Florida.Archivo General de la Nación. AR-AGN-AGAS01-DDF-RG-68-10072

En cuanto a las iglesias, en 1825 abrió la primera capilla anglicana –reemplazada en 1831 por la actual St. Johnʼs–; en 1829, la presbiteriana escocesa –St. Andrewʼs se inauguró en 1835–, y en 1842, la metodista, relacionada con la comunidad norteamericana.

Gracias a la tarea del educador y pastor bautista escocés James Thompson, llegado en 1818 para difundir el sistema lancasteriano de enseñanza pública, y posteriormente de John Armstrong, en 1825 se concreta la fundación de la Sociedad Bíblica Argentina. Pero recién a finales de siglo, el rol en la educación argentina de otro británico, el pastor y filántropo inglés William C. Morris, tendrá un nivel diferente de reconocimiento por su destacable labor.

En 1826 se fundaron la Buenos Ayres British and Foreign Society, el British Packet, and Argentine News (primer medio de prensa de la colectividad, que más tarde sería seguido por The Standard y Buenos Aires Herald) y el Buenos Aires Race Club. En 1827 fue el turno de la British Friendly Society –luego Hospital Británico, fundado en 1844– y de la British Philanthropic Society, que devino en el siglo XX en The League of the Empire y The British Society in the Argentine Republic. Algunas de estas instituciones son las antecesoras del actual ABCC (Consejo de la Comunidad Argentino Británica).

Iglesia Presbiteriana Escocesa de San Andrés. Estaba en Piedras 55. Fue demolida cuando se iniciaron las obras de la Avenida de Mayo.Samuel Rimathé. Colección César Gotta.

En la década de 1830 se fundaron el Buenos Aires Cricket Club (pionero en el deporte argentino), la Union Subscription Library and Reading Room, el Committee of British Merchants, el Permanent Committee of British Subjects, la Escuela Escocesa San Andrés, la British Episcopal School y la Escuela de Primeras Letras de la Iglesia Metodista. Paralelamente, Charles Darwin recorría extensamente el país, tomando nota y dando difusión no solo a la naturaleza argentina, sino también a diferentes aspectos de la vida local.

La primera logia masónica inglesa de la Argentina, llamada Excelsior, se consagró en 1853 y fue más tarde seguida por otras, algunas de las cuales siguen existiendo. Dos años después se comenzó la construcción de la Aduana de Taylor, parte de cuyas ruinas hoy integran el Museo del Bicentenario, proyecto del arquitecto inglés Edward Taylor, quien había llegado en 1825 y se había sumado a la colonia Santa Catalina.

Además de los ferrocarriles, los ingleses hicieron inversiones en puertos; en compañías de tranvías, de electricidad, gas, aguas corrientes; en frigoríficos; en actividades industriales, agropecuarias, forestales, comerciales, financieras, aseguradoras y de importación.

Para cerrar el tema institucional, no debemos olvidar mencionar a aquellas entidades nacionales que si bien no fueron creadas para agrupar a personas de la comunidad británica, contaron con ellas entre sus miembros relevantes o fundadores, por ejemplo, el Banco de la Provincia de Buenos Aires, el primero de Hispanoamérica, fundado en 1822 como Banco de Descuentos; la Sociedad El Camoatí (primera Bolsa de Comercio de Buenos Aires, en 1846); la Sociedad Rural Argentina (1866), o la Sociedad Argentina Protectora de Animales (1879).

Décadas de apogeo

Hacia mediados del siglo XIX, las nuevas tecnologías habían permitido en Gran Bretaña la producción de bienes que debían ser ubicados en el extranjero, a la vez que surgía allí cada vez más la necesidad de importar materias primas que la Argentina podía proveer.

En este contexto, se dio en nuestro país la llegada del ferrocarril en 1857 y la posterior apertura de los diversos ramales en las décadas siguientes, a lo que se sumaron inversiones de capitales británicos en puertos; en compañías de tranvías, de electricidad, gas, aguas corrientes; en frigoríficos; en actividades industriales, agropecuarias, forestales, comerciales, financieras, aseguradoras y de importación (de maquinarias agrícolas y materiales de construcción, por ejemplo), entre otros rubros fundamentales para esta etapa de la historia argentina.

Alumnado del Temperley British School (actual colegio William Shakespeare), fundado en 1922. Foto ca. 1930.Gentileza Colegio William Shakespeare

De esta forma se consolidaba aquello que se venía gestando desde las décadas anteriores, y a partir de 1880 nuestro país se convertía en el país no anglófono más vinculado económica y financieramente con Gran Bretaña. Para dar una idea de esto, podríamos mencionar que, en 1889, la Argentina absorbió entre el 40 y el 50% de las inversiones británicas hechas fuera del Reino Unido, mientras se transformaba en su mayor proveedor de materias primas, incluso por sobre sus propias colonias.

Lomas de Zamora y Quilmes fueron los enclaves preferidos de la comunidad. Entre 1865 y 1925 fundaron allí tres iglesias protestantes, un cementerio, varias logias e industrias, tres colegios, y cinco clubes deportivos y un club social que siguen en funcionamiento.

Así se dio una nueva oleada inmigratoria desde las islas británicas hacia nuestro país. En esta ocasión fue principalmente de obreros especializados, técnicos y profesionales, a la vez que, de la mano del ferrocarril, se expandían las actividades de la comunidad argentino-británica hacia los suburbios de Buenos Aires y el interior del país. Y donde los nuevos inmigrantes se afincaban, se fundaban nuevas instituciones religiosas, educativas, deportivas y sociales, muchas de las cuales todavía subsisten y son bien reconocidas. A modo de ejemplo podríamos mencionar el caso de Lomas de Zamora, que por entonces era el suburbio de Buenos Aires favorito de la comunidad, seguido por Quilmes. Entre 1865 y 1925 la comunidad fundó allí tres iglesias protestantes, un cementerio, varias logias, varias industrias, tres colegios, cinco clubes deportivos y un club social que siguen en pleno funcionamiento, más un anexo del Hospital Británico, varias instituciones que cerraron o se transformaron con los años y hasta un partido político municipal. En menor medida, esto se repitió en otros suburbios, ciudades y pueblos, como Flores, Belgrano, Rosario, Bahía Blanca, Río Gallegos, etcétera. Y de la mano de estos inmigrantes y de sus instituciones, se generaron importantes cambios en los modos de vida y en los paisajes de estos sitios, que terminaron asimilándose con los criollos.

La influencia británica en el desarrollo de la Patagonia

Debemos hacer dos menciones importantes sobre la inmigración británica en la Patagonia por el legado significativo que han tenido en su cultura y economía. La primera se refiere a la colonia galesa establecida en la provincia de Chubut. La segunda mención es sobre los emprendimientos ovejeros de inmigrantes británicos en Santa Cruz y Tierra del Fuego, que dejaron su huella en la cultura local, en la arquitectura y en la gastronomía. Una figura fundamental fue Thomas Bridges, quien se instaló junto a su grupo en convivencia con los pueblos originarios de Tierra del Fuego en 1871, e izó la bandera argentina en 1884 al fundar el Gobierno argentino la ciudad de Ushuaia, un hecho clave en momentos en que no estaban claros los límites con Chile. Su hijo, Lucas Bridges, relata en el libro El último confín de la Tierra la vida de su familia con los onas y los yámanas, y cómo fue que pasaron de ser misioneros a consolidados ovejeros. Su estancia Harberton (declarada Monumento Histórico Nacional) no fue la única de su tipo, y la introducción de las ovejas por parte de estos emprendedores colonos británicos en este sector del país, además del coraje y la perseverancia de los pastores y esquiladores escoceses que llegaron para trabajar en ellas, transformó la economía y la cultura patagónicas.

El legado británico en la cultura argentina actual

Las marcas del aporte británico en nuestro país se encuentran sin mucho escarbar en nombres de sitios, en la arquitectura y en los paisajes urbanos y rurales argentinos, así como en instituciones y costumbres que son parte de nuestra vida cotidiana, incluidos los clubes deportivos y los colegios, estos últimos, probablemente, los mayores responsables de que la Argentina sea el país de América Latina con mejor nivel de inglés.

Banco Británico de la América del Sud, en la esquina de Reconquista y Bartolmé Mitre. Había allí otras dos entidades del mismo origien: el Banco de Londres y Brasil y el de Londres y América del Sur.Archivo General de la Nación

El concepto de “paisaje cultural”, cada vez más en boga, nos puede hacer pensar en aquellos entornos moldeados por el ferrocarril, con sus suburbios residenciales a la inglesa en las afueras de Buenos Aires, sus chalets con jardines arbolados, sus clubes, colegios, iglesias, y costumbres; también las colonias y los talleres ferroviarios. Las estancias patagónicas, con sus nombres ingleses, su arquitectura, sus jardines, sus ovejas. También varias estancias de la llanura pampeana, como la del Espartillar y Adela, en Chascomús, o La Caledonia en Cañuelas, donde se dice que se inventó el dulce de leche. Su nombre es tan escocés como el de su propietario, John Miller, uno de los tantos británicos que hicieron aportes cruciales al progreso del agro nacional, empezando por el desarrollo de la industria láctea y la agricultura en Santa Catalina.

Si bien la inmigración británica no fue tan numerosa, su presencia ha dejado una huella en el paisaje cultural: las estancias patagónicas con sus nombres ingleses y sus ovejas, las estaciones de ferrocarril, los chalets con jardines cuidados, los clubes y los colegios son parte de él.

Y si hay algo que los argentinos hemos sabido sostener con pasión y profesionalismo es la excelencia en los deportes, la gran mayoría fueron introducidos en nuestro país por los inmigrantes británicos: el fútbol (inevitable mencionar las figuras de Alexander Watson Hutton y los hermanos Thomas y James Hogg), el rugby, el hockey, el tenis, el polo, el yachting, el turf, el cricket, el golf... Entre los históricos clubes argentinos fundados por británicos, podemos mencionar el Buenos Aires Lawn Tennis, Alumni Athletic, Belgrano Athletic, Lomas Athletic, Quilmes Athletic, Banfield, Hurlingham, Newellʼs Old Boys, Buenos Aires Rowing, Tigre Boat, Gazcón Lawn Tennis, y muchos más, sin enumerar todos los relacionados con los ferrocarriles y con las asociaciones como la AFA.

Partido de criquet en Puerto Madero. 1929.Archivo General dela Nación. AR-AGN-AGAS01-DDF-RG-1459-151484

Es necesario nombrar también a los ingenieros y arquitectos que construyeron los edificios e infraestructura de las ciudades donde vivimos: Bateman, Bevans, Adams, Taylor, Bassett-Smith, Chambers, Merry, Conder, Farmer, Follett, Medhurst-Thomas, Smith, Collcutt, y tantos otros, sin contar a descendientes de británicos, como Arnoldo Jacobs o Amancio Williams. Todos ellos ayudaron a enriquecer nuestro patrimonio cultural actual y a conformar el ambiente de sitios que nos identifican como argentinos y que son tan diversos como la Av. de Mayo y la Av. Alvear en Buenos Aires, ciudades como Rosario o Mar del Plata, suburbios como Lomas de Zamora, Quilmes, San Isidro o Hurlingham, colonias ferroviarias como las de Remedios de Escalada en Buenos Aires o Darwin y Río Colorado en Río Negro, y hasta enclaves remotos como el antiguo Hotel Puente del Inca en Mendoza.

Campeonato de tenis femenino. Lawn Tennis Club. 1910.Archivo General de la Nación. AGN-AGAS01-DDF-RG-INV 37436