lunes, 25 de noviembre de 2024
martes, 12 de noviembre de 2024
lunes, 14 de octubre de 2024
jueves, 3 de octubre de 2024
viernes, 6 de septiembre de 2024
Vida civil: La gomina argentina
1914 - LA GOMINA: ¿UN INVENTO ARGENTINO?
El farmacéutico José Antonio Brancato, propietario de una farmacia que estaba ubicada en Florida al 600, comenzó en 1914 a elaborar y vender un producto que servía para mantener asentado el cabello, hecho en base a goma tragacanto, y cuyo nombre de marca era «gomina».
Uno se aplicaba el producto, y se formaba un verdadero casco de cabello. Había que ponerse un poco en las manos, desparramársela sobre el cabello húmedo y peinarse. El cabello quedaba endurecido, pero una vez que se secaba completamente, se cubría de una capa de polvo blanquecino, similar a la caspa. No era nada estético al final del día.
La «Gomina Brancato» se presentaba en un envase de vidrio. Se veía en la peluquería, cuando el peluquero introducía el peine y extraía una cantidad suficiente para peinar a dos clientes.
Cuando no se disponía de los 30 centavos que costaba, los varones solían comprarse en la farmacia un sobre de goma tragacanto, que se disolvía en una cantidad suficiente de agua como para obtener un preparado similar a la Gomina Brancato, pero incoloro. Todo para lograr un mismo resultado, pero más barato.
En 1925, este invento argentino fue introducido en París por un porteño elegante llamado Carlos Arce, frecuentador de cabarets y restaurantes de lujo. Fue así como los primeros tangeros en llegar a la ciudad luz, introdujeron la gomina como un auténtico producto de contrabando, aunque marcando distinción.
Pronto actores y galanes de cine comenzaron a utilizar gomina. Con este producto podían correr, agitarse, meterse al agua, pero con la cabeza… siempre intacta.
Por : Alicia Carmen Vullo - MEMORIAS CURIOSAS ARGENTINAS
viernes, 2 de agosto de 2024
jueves, 11 de julio de 2024
Patagonia: La movilidad de los Aonikenk de la cordillera a la costa
La movilidad de los grupos Aonikenk del interior a la costa
Los grupos de cazadores nómadas del interior del territorio de la actual provincia del Chubut –históricamente Aonikenk- salían sólo ocasionalmente a la costa atlántica.
Ello debido a su gran aridez, con verdadera penuria de aguadas en períodos secos, y el hecho de no ofrecer recursos alimentarios de interés para estos cazadores propiamente continentales. Sólo podían motivar sus viajes los inviernos extremadamente rigurosos, en que las comunidades de guanacos se desplazaban, en masa, hacia el litoral, menos frío, o...la intención de contactar con los pueblos propios de éste, que se desplazaban a lo largo de la costa marina.
De este modo se explican dos cosas, a primera vista confusas. Por un lado, la presencia de individuos (esqueletos) de gran estatura –Aonikenk-, en muchos casos mestizados con los típicos –pequeños- del litoral. Por el otro, la figuración de elementos costeros en las creencias religiosas de los Aonikenk, como los elefantes marinos o la ballena, que habrían de dar origen, por un lado al mito de las sirenas, y por el otro al del Gigante que se tragaba a la gente: es que precisamente el mito se genera en un lugar remoto, solo fugazmente conocido, no colonizado en suma.
De un modo u otro, los movimientos de los grupos del interior, en su salida a la costa atlántica se canalizaban –como de regla- a través de rutas preestablecidas, con su cadena de paraderos en función de aguadas, perennes o potenciales.
Curiosamente, la inversa no fue necesariamente válida, es decir no necesariamente los grupos litorales, en plan de acceder al interior, a la Meseta, lo hicieron por las mismas rutas de los Aonikenk...Es que aquéllos –pueblos innominados o anónimos de la Costa- eran, ha diferencia de éstos- hídricos, se desplazaban en relación con los cuerpos de agua: al abandonar el mar, por los ríos, que a su vez comunicaban con los lagos del interior.
Se alude, claramente, a los ríos Chubut-Chico y los lagos Colhué Huapi y Musters. En efecto, si se echa un vistazo a los elementos rescatados en estos últimos por los arqueólogos –arpones, pesos de redes, cerámica de influencia costera-, se apreciará que funcionaron como un verdadero enclave costero en plena Meseta.
Cuando a comienzos del siglo XVII el descubridor Simón de Alcazaba se encontró con el río Chico –tan cargado de agua para atravesarlo-, tuvo ocasión de contactar con representantes de estos grupos hídricos, anónimos: parte de una familia habitante de una cabaña de ramas, que cazaba a través de un chulengo (cría del guanaco) señuelo y completaba su dieta con semillas de una planta, molidas a mortero.
Los Aonikenk llamaron –según los colonos galeses- “Yamacán” al río Chico, de significado poco claro pero que tal vez aluda al carácter periódico de sus avenidas –que alternarían con períodos de sequía, como de algún modo se mantienen en el presente.
De este modo, los Pueblos del Mar se adentraban al corazón del Chubut por la “Ruta del Yamacán”, todavía casi del todo desconocida para los propios pobladores patagónicos.
Nobübü llamaron, los propios Aonikenk, a un sitio que ha de situarse, grosso modo, en el Puerto Madryn actual. Tampoco conocemos su significado, pero el topónimo da testimonio de la presencia tehuelche en el área, como aquellos de Káwas en la costa oriental y Téntewutr en el istmo, lo dan de sus visitas a la península Valdés. En estos casos, la cruzaba desde el Oeste franco.
En tiempos históricos recientes (1865), los Galeses, cuando ya se habían agotado los “pueblos hídricos” –absorbidos por los Aonikenk-, y todavía no habían contactado con éstos, abrieron, como supieron, desde Madryn, su propia ruta al río Chubut Inferior.
Desde Puerto Madryn, es decir desde el Mar, como Alcazaba antes, también a tientas, como los pueblos costeros –muy anteriores-, pero éstos a sabiendas.
Por Rodolfo Casamiquela.
Compartía : Jose Pavoni
sábado, 29 de junio de 2024
viernes, 28 de junio de 2024
Genealogía: La familia Bullrich
La familia Bullrich
Pocos saben que el apellido Bullrich, además de ser uno de las familias más aristocráticas argentinas, es de origen alemán.
Este apellido tan común de escuchar hoy día en estas pampas se remonta hacia el año 1803, cerca de Hannover nace August Bullrich. Era hijo de August Sigmund Bullrich y Frederike Reichel. Viajó al Brasil en tiempos de la guerra con la Provincias Unidas del Río de la Plata, dónde se incorporó al ejército como sargento, siendo tomado prisionero en la batalla de Ituzaingó y conducido a Buenos Aires, donde se radicó, estableciendo un almacén de productos importados. Este se encontraba en la actual esquina de Florida y Bartolomé Mitre, que adquirió en 1835. En marzo de 1842, junto con el alemán Karl Ziegler, también almacenero, estableció una fábrica de cerveza en la entonces plaza del Retiro, en una casa arrendada perteneciente a la familia Azcuénaga. Ambos hicieron grandes reformas en la propiedad que se encontraba en estado de destrucción y luego le vendieron a los señores Adam Fogel y Schmitz la fábrica de cerveza, transfiriéndole todos los derechos del contrato. Esta pequeña fábrica fue la primera en vender cerveza en envases de vidrio y otros de barro, además de tener un complejo sistema de refrigeración para que siempre se venda fresca.
Se casó con Baldomera María Rejas, con quien tuvo diez hijos, entre ellos Adolfo Bullrich, que fuera Intendente de la Ciudad de Buenos Aires. Murió en Buenos Aires el 22 de marzo de 1882.
En la imagen vemos a su hijo, Adolfo Bullrich, quien fuera intendente de la ciudad entre 1898 y 1902. A la edad de 8 años su padre August lo envía a estudiar a Alemania y a su regreso comenzó una exitosa carrera como abogado y comerciante. Fue fundador en 1867 de la casa de remates Adolfo Bullrich y Cía, en donde hoy se encuentra el Shopping Patio Bullrich.
Por: Guillermo Walter - Alemanes y Descendientes en Argentina
viernes, 21 de junio de 2024
Conquista del desierto: Un asado con Antonio
Visitando a Antonio
Visité a Antonio, que me agasajó con un asado de charqui gordo. Tenia muy buen gusto. Hablé con él sobre varios temas. Preguntó, como todos los indios, por Rosas, y me dijo que quería mandar una carta al Chubat. Primero había encargado a Hernández que hablara por él; pero Manzana y todos los otros indios opinaban que debía escribirse. Me mostraron cómo frotan las pieles –cuando ya están secas-- con cuarzos agudos para ablandarlas y suavizarlas. Las mujeres estaban entregadas a la tarea de cargar las pieles de los dos guanacos chicos. Mañana seguiremos viaje. Con trece pieles forman un atado que acondicionan y atan muy bien con tendones de avestruz. Se necesitan trece pieles para un quillango; también se hacen más grandes con quince. Pero también les gustan los quillangos de piel de potro, como el que tiene el cacique, porque se desgarran menos fácilmente al galopar por el monte y trabajar en el campo. Todos estos quillangos no son impermeables. Los de piel de león son mejores, pero tampoco impermeables. Los mejores e impermeables son los de zorrino. El frío se estaba haciendo sentir mucho.
Fragmento tomado de libro "GEORGES CLARAZ VIAJE AL RIO CHUBUT - Aspectos naturalistIcos y etnológicos (1865-1866)"
Ediciones Continente.
Publicación del Grupo - Rodolfo Casamiquela, En los Caminos de la Ciencia Patagónica
Por : Jose Pavoni - TEHUELCHE EL VERDADERO PUEBLO ORIGINARIO DE PAMPA Y PATAGONIA
miércoles, 19 de junio de 2024
Vida prehistórica: Sobreviviendo como cazador-recolector
Vivir cerca de los huesos: un día en la vida de un cazador-recolector
Por Robert Garland || Ancient Origins
Al comienzo de las Historias de Heródoto, el legislador ateniense Solón, uno de los siete sabios de la antigua Grecia, señala a su interlocutor Creso, rey de Lidia, que si una persona vive hasta los 70 años, vivirá 26.250 días -según su Calculando que la duración de un año es de 375 días, y que no hay dos días iguales. Vale la pena tener en cuenta la observación de Solón al intentar imaginar la vida de un cazador-recolector promedio porque lo más probable es que cada día fuera muy similar tanto al anterior como al siguiente. Sin duda, la amenaza constante de ser devorados por un depredador habría aliviado cualquier aburrimiento que pudieran haber experimentado los cazadores-recolectores, aunque también tenían que estar alerta a los cambios en el clima, ya que una tormenta de hielo, por ejemplo, o una niebla podrían causar estragos. Pero la mayoría de los días habrían estado dominados por la búsqueda interminable de comida.
Este es el período en el que los homínidos –es decir, todas las especies humanas extintas que precedieron al homo sapiens actual e incluido– se separaron por primera vez de los gorilas, orangutanes y chimpancés, hace quizás cinco millones de años. Desde entonces hasta alrededor del 8000 a. C., la caza-recolección fue el estilo de vida dominante para todos los homínidos. A partir de esa fecha, el homo sapiens, la única especie superviviente, empezó poco a poco a adaptarse a un estilo de vida sedentario estableciendo comunidades y dejando de llevar una existencia nómada.
Aprendiendo a aprovechar el fuego
La historia, por definición, nunca es estática e incluso en el Paleolítico se estaban produciendo grandes cambios, aunque tendían a ocurrir a un ritmo glacial, sin ánimo de hacer ningún juego de palabras. El avance más importante en el último millón de años de la historia de la humanidad ha sido el aprovechamiento del fuego, un punto plenamente consciente de los griegos, quienes explicaron el fuego como un regalo del titán Prometeo. Aclamado como amigo del hombre, Prometeo robó el fuego del Monte Olimpo, la morada de los dioses, y lo escondió en un tallo de hinojo.
Fue hacia el año 800.000 a.C. cuando el Homo erectus, el hombre erguido, una especie de homínido originario de África que se extinguió poco antes de que el Homo sapiens apareciera en escena, empezó a utilizar el fuego para cocinar los alimentos y mantenerse calientes. ¿Cómo hicieron esto? Ciertamente no aprendiendo a frotar dos palos. Muy probablemente aprovecharon un incendio provocado por la caída de un rayo, que lograron preservar alimentándolo con ramitas y ramas.
sábado, 15 de junio de 2024
Patagonia: El primitivo servicio de carretas entre Río Gallegos y Lago Argentino
"El tiempo de las carretas entre Gallegos y Lago Argentino."
Por: Ibarra Philemon
Archivo Historico Municipal El Calafate
Tiempo de las carretas Entre Gallegos y Lago Argentino. Hubo un tiempo memorable de carretas, carros o chatas, tiradas por bueyes, mulas y caballos, que recorrieron las zigzagueantes huellas del territorio entre 1880 y 1930 aproximadamente. Esas tropas de chatas unieron los pueblos costeros con las estancias que iban formándose para “bajar” los fardos de lana y “subir” víveres y materiales. Este tiempo fue de epopeya por el clima muchas veces adverso y los oficios de artesanos que generó alrededor de los fletes, que luego la tracción a motor, el progreso, lentamente iría dejando atrás y en el olvido. Entre el lago Argentino y Gall Ríquez, Clark y Carrera Muchas estancias grandes o medianas tuvieron sus propias chatas, pero otros establecimientos, sobre todo los pequeños, elegían contratar el servicio de una tropa de chatas. Juan Pablo Ríquez nació en Uruguay, viajó en 1868 a Punta Arenas, Magallanes, donde fue capataz de la estancia “San Gregorio”. En esos primeros años la lana de Santa Cruz se llevaba al puerto de Punta Arenas. Eugenio Fernández -poblador de “Alquinta”- siempre contaba que una vez se le empantanaron los carros en la vega de “San Gregorio” y Ríquez se acercó a conversar con él: “Ponemos todas las yuntas de bueyes y no podemos sacarlas”, dijo Eugenio, y Juan Pablo respondió, “Pero es lo más sencillo, sáquenles las ruedas y cinchen los carros para que salgan como trineos” y así pudieron sacarlas. Era 1890, aproximadamente, cuando Eugenio Fernández entusiasmó a Ríquez para que viajara a Santa Cruz, porque había campos fiscales que estaban disponibles y éste pobló “Las Horquetas”. (Rodolfo Suárez había poblado otra estancia con el mismo nombre). Uno de sus hijos, Juan Emilio Ríquez, tuvo un carro tirado por caballos y en ese tiempo competía con Francisco Díaz, que también bajaba lana. En los campamentos corrían carreras de caballos, porque cada flota tenía un animal preferido. En sociedad con su primo Juan Marcos Clark y Luciano Carrera le bajaban la lana a Roy Watson de “Rincón Grande” hasta Puerto Santa Cruz y después, ya con unas catorce carretas y bueyes, fleteaban la lana de estancia “Anita”, entre otras. En esa época llevaron los materiales para las primeras estancias que se estaban formando. El invierno de 1905, que fue muy malo, los sorprendió por la estancia “El Tranquilo”, quedándose sin bueyes. No les molestó porque allí había siete mil vacunos salvajes y se dedicaron a amansar nuevas yuntas para sus carretas. Más adelante disolvieron la sociedad y cuando Ríquez fue como capataz a la estancia “El Tero”, de los Clark, sus carretas quedaron a cargo de Cárcamo, que trabajaba en “Fuentes del Coyle”. En 1923 Ríquez vendió cinco de las diez carretas que tenía trabajando y le compró el campo a Muñiz en 10.000 pesos y allí nacería “Verdadera Argentina”. Muchos de los fleteros fueron españoles. La vida cotidiana en España consistía en levantarse temprano para ordeñar las vacas, llevarlas al prado a pastar y buscarlas en la noche. Para aprovisionarse, las familias, hacían trueque entre las distintas aldeas e intercambiaban leche por polvo de trigo, uvas, etcétera. Cocinaban con grasa de chancho y cocían los alimentos en cacerolas que colgaban en los fogones de piedra. Las casas tenían el establo para los animales en la planta baja y en el primer piso se distribuían las habitaciones del hogar. Muchos jóvenes emigraron porque allí la vida era difícil, ya que no había posibilidades para prosperar. Luis Núñez Luis Núñez, nació en 1888 en Orense, Galicia y emigró en 1903, a los 15 años, para radicarse en Rosario, Santa Fe, con su hermano mayor Deotino. En 1906 se trasladaron a Río Gallegos donde ya se encontraba el otro hermano, Gerardo. Luis trabajó en el negocio de la firma “Varela y Fernández” donde ahorró el dinero suficiente para comenzar la actividad de fletero junto a su hermano. Transportaban fardos de lana, con carros tirados por caballos, desde las estancias al pueblo para embarcarlos. También llevaban víveres y materiales como chapas, maderas y alambrados, ya que eran los años en que se estaban construyendo muchos de los establecimientos ganaderos del territorio de Santa Cruz y, en 1912, transportaron algunos materiales para la construcción del puente de Güer Aike. En sus viajes abarcaban la zona de Gallegos y alrededores y la del lago Argentino para llegar al puerto de Gallegos y al de Puerto Coyle en su primera época. Luis Núñez llegó a tener 18 carros tirados por unos 20 animales cada uno. Trabajaban aproximadamente 25 hombres. Los carros eran llamados “chatas” y el paradero en Gallegos era el hotel “Los Hornos”, alejado de lo que era el centro del pueblo. Debían cuidar unos 400 caballos, alimentándolos y reponiéndolos después de cada viaje en “Las Nieves”, el campo que Núñez adquirió en 1918, ubicado en la zona de La Esperanza. Luego en la casa que adquirió en calle Zapiola y San Luis (hoy Jofré de Loaiza), en Gallegos tuvo caballeriza y herrería para enllantar los carros. La competencia en el transporte era con Domingo Campos y Willy Carper, entre otros, quienes tenían también su flota de chatas. Al poco tiempo Luis y su hermano Gerardo tuvieron cada uno su propia flota de chatas, aunque a veces trabajaban juntos. La oficina de contratación fue por muchos años el escritorio de Elbourne y Slater y el herrero que arreglaba los carros era Spartero Cerangiolli. El trayecto de Río Gallegos a El Calafate llevaba 20 días y se hacía en etapas de cinco leguas por jornada, acampando y pastoreando en el camino, muchas veces entrando en conflicto con los estancieros que no querían que los animales de las chatas pastorearan en sus campos, significaba un problema trasladar tantos animales. Durante el invierno no había actividad, entonces se arreglaban los aperos de los carros, se realizaban las refacciones para que en la primavera siguiente toda la tropa de chatas estuviera a punto. (Más tarde, en 1918, Luis Núñez fue incorporando camiones ingleses o tractores, como también se los llamaba, de marca Four Wheel Drive y Nash Quad, comprados en Punta Arenas, ambos de ruedas macizas y sin cabina, salvo que se les fabricara alguna). Contaba Luis que la bajada del Lago Argentino (Bajada de Rodiño, luego de Miguez) era muy complicada para descender con las chatas, colocaban seis caballos adelante del carro y unos 18 caballos tirando para atrás, así descendían lentamente la cuesta. Más de una vez se desbarrancó la chata atropellando a los animales, eran carros que cargaban 7.000 kilos. En las subidas, a veces algunos caballos quedaban colgados de las varas del carro debido a la ondulación natural del terreno. En los años que siguieron el transporte ya no tenía tanto auge como al principio, Luis quiso adaptarse a los cambios y optó por poblar un campo. Solicitó tierras para fundar la estancia “Los Luises” en la zona de Lemarchand, convirtiéndose en ganadero y dedicándose a la explotación ovina. Narciso “Gaucho” García Si bien Narciso “Gaucho” García nació en Buenos Aires, sus padres eran españoles. Ellos, Ramón García y Dolores Mastache, lo trajeron a Gallegos de meses. “Gaucho” no amansaba pero era muy de a caballo. Siguió con la tropa de chatas y carros que comenzó su padre. Contaban que un viaje al lago (Argentino) tardaba un mes, haciendo tres leguas por día. Sus cuñados Enrique “Cuti” y “Pacacho” Trevisán trabajaron con él. Una temporada fueron a Punta del Monte (campos de estancia “Sofía”) y cuando estaban saliendo del monte se les dio vuelta un carro y a “Gaucho”, que quedó apretado debajo, se le quebró una muñeca. Así anduvo manejando su carro hasta que después de cinco días llegó a Gallegos donde lo vio el doctor Zumalacárregui. Se convirtió en el primer paciente porque “Zuma” recién había llegado al pueblo. Más adelante “Gaucho” cambió los carros por camiones International y siguió haciendo fletes a las estancias. En 1937 consiguió un campo por la zona de El Cifre que llamó “La Filomena”. Nicolás Ajís Nicolás Ajís llegó a Río Gallegos en el año 1903, contando con tan sólo once años de edad, lo hizo siguiendo el consejo de su tío Emilio Rodiño, propietario del hotel “Español”. Una vez en el pueblo, vivió con sus tíos, a quienes ayudaba en el hotel como mozo y estudió en el Colegio Salesiano, luego de finalizada la escuela, trabajó en el negocio “Varela y Fernández”, donde estuvo junto a José González, quien luego sería el propietario del almacén “La Favorita”. Años más tarde Emilio Rodiño se ausentó por un tiempo y pobló un campo en la zona de Deseado al que bautizó “La Rosa” y regresó a Gallegos para vender el hotel. Nicolás también adquirió una chata tirada por caballos y se dedicó a los fletes, llevando mercadería a las estancias y bajando la lana al pueblo; él tenía su tropilla pastando en los campos que luego pediría al Gobierno Nacional. Más adelante junto a su esposa se harían cargo del hotel “Cerro Fortaleza” hasta convertirse en estancieros poblando “La Leonor”. Domingo Campos En 1900 llegaron al país los hermanos Bonifacio y Domingo Campos, provenientes de Castasueiro, La Coruña. El primero se radicó en Buenos Aires y abrió una librería. Domingo trabajó en la farmacia de un familiar, pero como no le gustaba la ciudad, con dieciséis años se trasladó al sur. En 1904 llegó a Río Gallegos y trabajó en carpintería y en el arreglo de chatas. Domingo empezó fabricando chatas y carros para también dedicarse al transporte. Adquirió un campo que llamó “Puesto Travesía” donde alcanzó a tener dos mil yeguarizos, ya que su tropa tenía entre diez y doce chatas. En esta actividad la reposición de animales era fundamental, por eso la importancia de su cría. En esos años llegaban a transportar cincuenta mil kilos de mercaderías. Cada chata contaba con dieciocho caballos, pero cuando tenían que cruzar el río Turbio o subir una cuesta, ponían los cadeneros y llegaban a emplear veinticuatro caballos por carro, entonces debían llevar una tropilla y al tropillero que también iba amansando y cada vez que llegaban a un lugar para acampar, eran unos doscientos caballos que se movían de un lado al otro. Cruzar el río Turbio era dificultoso, contaban que muchas veces con la correntada se daban vuelta las chatas. En ese tiempo no había seguros para el caso que se perdiera la mercadería y el trato era de palabra. Estos viajes cubrían la zona de Río Turbio, Calafate y Cancha Carrera. En un mismo viaje fleteaban víveres para varias estancias, que se llevaban una sola vez y para todo el año. El viaje al lago llevaba dieciséis días. En Gallegos paraban en el hotel “Los Hornos”, generalmente los fardos de lana quedaban en el predio de alguna barraca o bien en la misma playa, luego buscaban la mercadería en los negocios y a los pocos días volvían a salir al campo. En Gallegos y en “Puesto Travesía” se hacían las reparaciones de los carros y muchas veces también en el camino. Las chatas de Suárez eran tiradas por caballos y burros; las de Núñez por caballos y mulas y las de Campos solamente por caballos, al igual que las de Berberena de Lago Argentino El personal que manejaba las chatas no siempre era de lo mejor, los había peligrosos, aunque también muy fieles, por eso que en esos años la gente acostumbraba a movilizarse armada. Un viejo criminal apodado “Sombrero verde” trabajó con Domingo después de haber salido de la cárcel. Más adelante Domingo también se convertiría en estanciero. Francisco “Quico” García Francisco “Quico” García nació en 1892 en Vega del Ciego, Asturias, su familia se dedicaba a la labranza y cría de animales. Estudió con el cura del pueblo y a los catorce años ya trabajaba en las minas de carbón Duro Felgueras. Para evitar el servicio militar, a los veintidós años, respondió en 1912 al llamado de su hermano Constantino García que ya estaba radicado en Santa Cruz donde era alambrador y arriero. Francisco acompañó a su hermano en las tareas rurales junto a otros tantos asturianos. Con los años Constantino pobló la estancia “La Asturiana”, cerca de Esperanza. Francisco continuó alambrando y arreando, durante sus primeros años de hombre americano hasta que lo sorprendió la huelga rural de 1921 en la estancia “La Nevada” en la zona de Puerto Santa Cruz. A salvo, después de esos sucesos, adquirió una chata para bajar la lana de las estancias a los puertos, actividad que se hacía durante los meses de diciembre, enero, febrero y marzo de cada año, principalmente a Puerto Santa Cruz. Utilizaba tropas de caballos, tenía muchos estancieros como clientes y es interesante saber que los hoteles a lo largo de los caminos, estaban ubicados según las paradas de las chatas, que podían avanzar dos leguas por día y es por eso que surgieron El Calafate, Río Bote, El Cerrito, Esperanza, Fortaleza, Laguna Benito, Horquetas, Güer Aike y el manantial de Killik Aike Sur, hasta llegar finalmente a Gallegos. En ese entonces las chatas constituyeron una actividad muy importante, y cuando las tenían que reparar iban a las herrerías de Gaydoch, de Spartero Cerangiolli y a la de Núñez, los carreteros paraban en los hoteles de campo de la calle Zapiola y Francisco se hospedaba en “El Tropezón”, de los Sierpe, y dejaba la caballada descansando en los grandes patios. Francisco usaba pantalones breeches y antes de calzarse las botas, para resguardarse del frío, sobre las medias se fajaba las piernas con unas largas tiras de arpillera o lana. En el camino siempre llevaba su rifle para cazar, especialmente avestruces. Aprendió a preparar la picana, un nuevo plato que incorporó a su dieta. En 1929 Francisco García se modernizó y compró en La Anónima un camión Dodge. En el lago Argentino En la zona del lago Argentino todo el flete de la lana pasaba por el Mitre. El uruguayo Alejandrino Núñez tenía seis carros (de dos ruedas) tirados por caballos, y dos chatas (dos ruedas chicas adelante y dos grandes atrás). Manuel Díaz tenía su flota de carros tirados por bueyes, llevaba la lana en carro hasta Río Gallegos y regresaba con los víveres, demorando en cada viaje cerca de treinta días. También hacía viajes para otras estancias, como “Alta Vista” y “Cerro Buenos Aires” de Stipicic. El vivía en “Chorrillo Malo” que era de su hermano. Horacio Posadas fleteaba por los alrededores, aunque no bajaba a Gallegos; Sixto Boillos tuvo carretas con bueyes y también fleteaban los chilenos Juan Gómez y Gregorio Mansilla. Quien tenía tropa de carros o chatas se la pasaba bajando lana y acarreando leña y víveres para la zona del lago y el Cerrito. Cecilio Freile tenía el hotel Mitre y, además, dos carretas que manejaban Clorindo Ulloa y Francisco Baeza. El les encargaba que en Gallegos retiraran de “La Anónima” o “La Mercantil” veinte bolsas de azúcar de setenta kilos; cajones de fideos surtidos y bordalesas de vino (200 litros) para todo el año, además de yerba, harina y legumbres. El flete demoraba alrededor de quince días de ida y otros tantos de vuelta, si no rompían nada en el camino. En invierno la zona quedaba aislada, pero nadie se hacía mayor problema porque estaban provistos con todo lo que fuera víveres hasta la primavera. Entre Santa Cruz y San Julián A los diecisiete años Nicolás Cozzetti fue campañista y ovejero en la estancia “Monte León”, adonde amansaba y aprendió las tareas de campo. En 1916 volvió de la milicia, estuvo viviendo poco tiempo en Puerto Deseado hasta que se inició con los fletes. Consiguió una carreta y dos carros tirados por caballos, con los que viajaba a las estancias de la zona norte del río Santa Cruz, como “Laurita” y “La Blanca”, en la Pampa Alta. En la temporada de verano trabajaba con los carros, bajando lana y subiendo víveres y materiales. Cuando llegaba la época en que se terminaban los viajes, dejaba su caballada en campos de “La Luchita”, “Cien bis” y “Bi Aike”. Quedaba durante el invierno como ovejero en “La Luchita” hasta la temporada siguiente. Más adelante Nicolás adquirió “Mank Aike”.
Acerca De Las Fotos:
- “Quico” García en una de sus chatas, Puerto Santa Cruz, 1922.
- Las chatas de Núñez en calle Zapiola, Río Gallegos, 1915.
- La tropa de chatas de Campos cargadas de postes y leña, sección “Laguna 4 Salada” de “Fuentes del Coyle”, 1915.
- Otra imagen de “Quico” García y sus chatas en Santa Cruz.
- Otra imagen de una de las chatas de Castro.
- Juan Emilio Ríquez.
Por: Pablo Beecher En La Opinión Austral
Los primeros transportes, específicamente en nuestra zona del Lago, cuya historia he desarrollado varias veces e incluso una Muestra hace años que debió ser permanente, las menciones a algunos de nuestros pioneros, Freile, el papá de el Nuno Mancilla, Díaz, Ulloa, Baeza, etc. Hay varios que no se nombran pero suele pasar, Cuadrado, Gutierrez, asimismo mi bisabuelo Almonacid o mi tío abuelo Zuñiga entre muchos.
miércoles, 12 de junio de 2024
Argentina: Gaucho declarando
Año 1936
Declaración en la puerta de casa.
Buenos Aires, República Argentina.
AR-AGN-AGN01-AGAS-Ddf-rg-2589-140958. Buenos Aires. Argentina. (AGN│Archivo General de la Nación)
jueves, 30 de mayo de 2024
Patagonia Argentina: Las historias del Parador La Leona
Parador La Leona, un lugar histórico a la vera de la Ruta 40
El Parador La Leona es un clásico de la Patagonia, ubicado a la vera de la Ruta 40, entre El Chaltén y El Calafate. Este sitio fue hogar del Perito Moreno. También fue hospedaje transitorio de famosos ladrones internacionales, y un sector donde sucedieron importantes hechos históricos que le dieron fama a nivel mundial. Es por ello que La Leona fue declarado Patrimonio Histórico y Cultural de Santa Cruz. En su lecho, guarda más 110 años de pura historia patagónica.
Parador La Leona, un lugar marcado por la historia de la Patagonia
La región patagónica es tan amplia e inhóspita que aún guarda estos rincones únicos en el mundo, ubicados en medio de la mismísima estepa. Donde solo el rugir del viento rompe el silencio y donde los vestigios del paso del tiempo dejaron huellas imborrables.
El Parador La Leona fue construido en 1894 por una familia de inmigrantes dinamarqueses, los Jensen. Años más tarde fue declarada por el gobierno de Santa Cruz como Patrimonio Histórico y Cultural de la provincia.
Parador La Leona, la anécdota casi mortal detrás de su nombre
En diálogo exclusivo con Patagonia Andina, Ángel Moya, el cocinero del Parador, que trabaja allí desde hace más de 15 años, indicó que “el nombre viene de un hecho histórico en el que casi pierde la vida el Perito Moreno. Mientras estaba en la zona, en 1877 fue atacado, y casi muere, por una hembra de puma. Acá en la región se le llama “leona”, esto le dio origen al nombre del río que pasa por aquí y después a este parador”.
Un paso obligado de personajes históricos
Con el correr de los años, este lugar ubicado en latitudes inhóspitas, fue el sitio elegido por numerosas personalidades que marcaron un hito en la historia de la Patagonia austral.
En una de las paredes del salón cuelgan fotos enmarcadas en madera, de personas con expresiones hoscas, frías y distantes. Una instantánea de una ficha de arresto es iluminada por la luz tenue de una lámpara.
Corría el año 1905, un día como cualquier otro arribaron al Parador La Leona tres gringos: dos hombres y una mujer. Como a cualquier huésped, los dueños del lugar los acogieron sin saber que se trataba de un legendario tridente de delincuentes intensamente buscados por la policía.
Butch Cassidy, Sundance Kid y Ethel Place se hospedaron en La Leona por casi un mes y siguieron viaje hacia la frontera con Chile. Tiempo más tarde, ante la presencia de una comisión policial que le mostrara diversas fotografías, el dueño reconoció a sus distinguidos huéspedes, quienes, luego de robar el Banco de Londres y Tarapacá en Río Gallegos, habían efectuado una parada técnica en su huida.
Un lugar con estilo far west
Otro famoso bandolero que dejó su huella en La Leona fue el uruguayo Asensio Brunel. Montando su caballo sin riendas, vestido con pieles de puma y alimentándose exclusivamente de lengua cruda de yegua, sus aventuras adquirieron ribetes de leyenda. Este ermitaño, mezcla de Robin Hood y Billy The Kid, habría muerto a manos de varios colonos en un tiroteo digno de las mejores películas del Lejano Oeste. Pero, el lugar y la forma exacta en que finalizó sus andanzas siguen siendo un misterio.
Personas ilustres que pasaron por la Estancia
En otra de las viejas paredes del salón de La Leona cuelgan más retazos de historia enmarcada. Recortes de diario de la época, fotos en sepia y algunas placas recuerdan el paso de célebres personajes.
Los más famosos y temerarios escaladores del mundo han estado en La Leona antes de emprender sus intrépidas ascensiones a los cerros. Muchos de ellos pasaron sus últimas horas de vida dentro de la Estancia, ya que murieron intentando hacer cumbre en el Fitz Roy o el Saint-Exupery, como así también a los Hielos Continentales.
Entre las historias más relevantes se destaca la célebre expedición francesa liderada por Lionnel Terray quien, junto con expertos escaladores, el 2 de febrero de 1952 se convirtieron en las primeras personas en ver al mundo, desde la cumbre del Fitz Roy.
Del prócer de la escalada al reconocido director de cine estadounidense
Casimiro Ferrari, italiano de nacimiento y patagónico por adopción, fue un verdadero prócer de la escalada. En enero de 1974 fue el primer andinista en conquistar el Cerro Torre, cuyas paredes de granito y hielo están consideradas aún hoy entre las más extenuantes y peligrosas del mundo y, según lo definiera el gran Lionnel Terray: “Es la más espectacular convulsión geológica que la corteza terrestre haya lanzado hacia el cielo”.
Enamorado de la magnificencia del paisaje que lo rodeaba, Casimiro se estableció definitivamente hasta su fallecimiento en el año 2001 en la Estancia Punta del Lago.
Una visita inesperada
En su paso por la Patagonia, Francis Ford Coppola, el reconocido director de cine estadounidense que dirigió, entre otras, la saga de “El Padrino” visitó el Parador y quedó maravillado. Según dicen, de tanto en tanto, el consagrado director visita el lugar y se queda varias noches.
El museo de la estancia
Si bien el lugar completo ya es un museo en sí mismo, dentro del salón comercial hay un cuarto con diversos objetos, materiales y herramientas que dan una idea aún más acabada respecto a cómo era la vida hace más de cien años atrás.
Dentro del habitáculo se pueden observar artefactos usados por los pobladores e indígenas, fotos en blanco y negro de aquel entonces, restos fósiles de dinosaurios y árboles, así como también distintos tipos de rocas.
El cocinero del Parador, Ángel, recordó que “años atrás, ese salón era usado como un aula donde se les enseñaba a leer y a escribir a los chicos de la región que no podían concurrir a la escuela”.
Una pulpería moderna
En este hermoso salón central se encuentra una sutil mixtura de modernidad con vestigios de historia. La familia Petersen, junto con el alemán Alfred Brodersen, adquirieron el establecimiento en 1910 y edificaron una pulpería y almacén de ramos generales, los cuales hoy funcionan como el bar y la confitería del Parador.
La primera habilitación comercial data del año 1916 y la misma fue otorgada en Buenos Aires, ya que la actual provincia de Santa Cruz era en esa época un Territorio Nacional y todos los trámites administrativos debían realizarse indefectiblemente en la Capital Federal.
Una parada obligada para viajar en el tiempo
El Parador La Leona es un lugar situado en medio de la estepa patagónica, que con su rústico semblante mantiene la esencia pura de esta región aún inhóspita del país. Este mítico refugio conserva, desde hace más de 110 años, la legendaria y fascinante historia de la zona.
Es como un túnel del tiempo que invita a descubrir, entre poderosas ráfagas de viento y planicies desiertas, los insondables secretos de la Patagonia Argentina.
Este artículo fue hecho gracias al esfuerzo de trabajo de un periodista profesional. Por favor, reconocelos citando la fuente al compartir esta nota.
Por: Patagonia Andina
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26 MARZO, 2023
Tito Miguel Mura Guastella
Despues de un largo viaje de Asuncion PARAGUAY camino a Ushuaia y Puerto Almansa llegue a este hotel y me parecia de haber encontrado El Paraiso en la tierra. Saludos desde Bologna Italia
Francisco Farinaccio
Tito Miguel Mura Guastella En los años 50 un grupo de alpinistas italianos recorrió la zona. En mayo de 2005 en Taormina una casa de Fotos y antigüedades exhibía un mural del Fitz Roy y toda la cadena- “No se vende, la tomo mi padre cuando viajo a Patagonia” me dijo el dueño
Tito Miguel Mura Guastella
Francisco Farinaccio yo fui a El Chalten aquella vez y seguramente Alli ya no podre volver por culpa de mis piernas que ya me fallan. Creo que deberian poner algun tipo de trasporte ( bastaria un tranvia electrico) para llegar a ese lugar tan hermoso
Miriam Marta Moretti
Estuve en octubre, es un bello lugar.
Karina Juarez
Hermosa experiencia en ese parador! También las exquisiteces, como las tortas fritas!
Ali Villavicencio
Que lindo lugar a orillas del río camino desde El Calafate al Chaltén. Lleno de historia 🤩
Claudia Rosa Mazzotta
Conozco este maravilloso lugar desde el año 1975 cuando se cruzaba el río con una balsa!!!
Kinita Fernandez
Estuve ace cinco años, ice la Ruta 40, soy Española y en el grupo era la única extranjera y me trataron de maravilla gracias a todos los compañeros y en especial al coordinador Andrés Ribadeo de Mar del Plata.
Patagonia Andina
Kinita Fernandez Que hermosa experiencia 😃
Rosa Griselda Amarilla
Doy fé de eso! Compartí con esa maravillosa mujer un viaje espectacular
viernes, 17 de mayo de 2024
Argentina-URSS: Lolita y Gagarin
'Lolita Torres y el cosmonauta'
En 1954 se estrena en Argentina la película La edad del amor, cuya protagonista era una cantante devenida en actriz llamada Beatriz Mariana Torres Iriarte, más conocida como Lolita Torres.
Las copias de este filme deambularon por varios países de habla hispana e increíblemente por la Unión Soviética. Si alguien tuvo la desdicha de ver una película soviética de los años ‘50 comprenderá porque La edad del amor fue un éxito.
Las películas soviéticas eran tragedias donde reinaba una depresión masturbatoria. Una estepa nevada, un triste trabajador cansado, un niño hambriento y mujeres grises que no tenían un solo motivo para reír. Ahí cayó Lolita, pateando puertas, cantando contenta, siempre feliz, con dos hileras de dientes y querida por todos.
El pueblo ruso la amó de inmediato, por ello se estrenaron todas sus películas y se comercializaron todos sus discos. Las mujeres les decían ‘Lolita’ a sus hijas y los jóvenes soviéticos soñaban con una mujer así.
Uno de sus más grandes admiradores era un joven piloto militar de Oremburgo llamado Yuri Gagarin. Cuando este se convirtió en el primer hombre en ver la tierra desde el espacio y por ende en una celebridad, Lolita supo de su existencia, pero no estaba preparada para lo que pasó luego de su proeza.
En 1962 es invitada a la embajada de la Unión Soviética en Buenos Aires, allí le hacen entrega de una carta de puño y letra del mismísimo Yuri. En la misiva le expresaba toda su admiración y le solicitaba una foto autografiada. Lolita sorprendida y honrada le envía la foto solicitada y le pide lo mismo, una foto del gran héroe.
La respuesta de Yuri hizo temblar las piernas de Beatriz, ‘–querida Lolita, no soy ningún héroe, soy su fan número uno’. Yuri tenía la necesidad de contarle algo que ella y el mundo ignoraban. En una segunda carta le cuenta que durante el entrenamiento que lo convirtió en cosmonauta, pasaba horas escuchando sus canciones hasta memorizarlas. Cuando en 1961 realizó el histórico vuelo que lo convirtió en el primer hombre en el espacio, esas canciones explotaban en su corazón y no pudo evitar tararearlas. Por esto aseguraba que Lolita era la primera cantante en llegar al espacio.
Al año siguiente, Beatriz Mariana Torres Iriarte fue invitada al Festival de Cine de Moscú. El día de apertura, mientras respondía preguntas, se sacaba fotos y comía algún que otro canapé, ve entrar al salón a un hombre muy elegante que le parecía familiar. Yuri esquivó a todos los que querían saludarlo, abriendo un surco en el piso del salón, avanzó hasta donde estaba Lolita. Sin registrar que a su lado estaba su flamante pareja Julio César Caccia, tomó la mano de Lolita, inclinó levemente su cabeza y le dijo en perfecto castellano ‘–es un honor’. Lolita petrificada apenas pudo balbucear unas palabras, cuando el encuentro terminó, sin pensar lo que hacía, le dijo a su segundo esposo ‘–Es un churro bárbaro’.
Esta nota forma parte del capítulo 'Macedonias y Miscelaneas' incluido en el libro Pequeñas Piezas de la Historia '
Por: Pequeñas piezas de la historia
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sábado, 23 de marzo de 2024
Argentina: Roca y Mitre juntos en 1900
El general Julio Argentino Roca, presidente de la Nación, Norberto Quirno Costa, vicepresidente, y el general Bartolomé Mitre se fotografían junto a Manuel Campos Sales, presidente del Brasil, y el diputado brasileño Correia a bordo del acorazado “Riachuelo” en el Puerto de Buenos Aires, antes que la delegación brasileña retornará a su país, 1 de noviembre de 1900.