Julio Argentino Roca, el fundador de la Argentina moderna
Juan Pablo Bustos Thames
Infobae
Julio Argentino Roca, dos veces presidente de los argentinos, falleció el 19 de octubre de 1914
El 19 de octubre pasado se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de Alejo Julio Argentino Roca, el segundo tucumano en ocupar la primera magistratura de la república, el primero en ser reelecto y el ciudadano que más tiempo permaneció frente al Poder Ejecutivo Nacional, al acumular doce años alternados en la Presidencia.
Roca nos legó las bases de la Argentina que conocemos hoy. Ejerció su gestión entre 1880-1886 y 1898-1904. Esperó dos mandatos constitucionales completos para volver a ocupar el sillón de Rivadavia, sin tener que reformar la Constitución Nacional, como sí lo hicieron otros presidentes. Fue el segundo mandatario más joven de la nación. Asumió a los treinta y siete años de edad.
Con 37 años, Roca fue el segundo mandatario más joven de la Argentina
Fue un estadista con todas las letras y el máximo referente de la generación del ochenta, esa camada pujante que fundó el Estado argentino moderno. Como militar, hizo sus primeras armas en los enfrentamientos civiles entre el estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina. Hijo del coronel tucumano José Segundo Roca, héroe de la Guerra de la Independencia, de la Guerra contra el Imperio del Brasil y de las guerras civiles, destacó siempre por su valor en el campo de batalla, donde consiguió todos sus ascensos. El joven Roca se desempeñó en la Guerra con el Paraguay, conflicto en el que perdería a su padre, dos de sus hermanos y dos primos. Hasta hoy se recuerda el temple del joven mayor Julio Argentino Roca, cuando tuvo que obedecer, a regañadientes, la orden de retroceder, luego de un frustrado intento argentino de asaltar las trincheras paraguayas en Curupaytí. La providencia quiso que fuera el único jefe que no resultara herido en la acción y que se viera obligado a retirarse, al paso, a la cabeza de su legendario y disminuido batallón Salta, portando en alto, en una mano, la bandera de su unidad, perforada por la metralla enemiga, y en la otra, las riendas de su caballo, que había cedido para cargar allí a un teniente herido, a quien acababa de salvar la vida.
Julio Argentino Roca impresionó favorablemente a los distintos presidentes que se sucedieron a partir de la organización nacional. Justo José de Urquiza, amigo de su padre, lo admitió en el Colegio de Concepción de Uruguay, que tenía una sección militar, de donde egresaría como cadete de artillería. Bajo sus órdenes, lucharía hasta agotar todos los cartuchos, disparando su batería de dos cañones en la batalla de Pavón, al negarse a retroceder. Cuando su padre cabalgó hasta su puesto de combate para convencerlo de que había que abandonar la batería, porque la acción estaba perdida, Roca se cuadró ante este "oficial superior" y le dijo que no lo haría, porque no había recibido orden de retirada y porque "les había tomado mucho cariño a mis dos cañones; no los quería abandonar".
Generó muy buen concepto en Bartolomé Mitre, a raíz de su valor demostrado en la Guerra del Paraguay; en Domingo Faustino Sarmiento, sorprendido por su eficacia en el manejo político de los conflictos civiles que, sucesivamente, estallaron en el interior, mientras el Ejército Nacional luchaba en el Paraguay. En esa etapa, Roca desplegó su innato don de líder político y desactivó conflictos. Muchos, usando su capacidad de persuasión, sin tener que disparar un tiro. Sarmiento desconfiaba del joven Roca al principio, tanto que le recriminaría a su ministro de Guerra y Marina, Martín de Gainza: "Le he pedido a usted un hombre de energía e inteligencia, a un guerrero probado y no un barbilindo". Sin embargo, en vísperas de concluir su mandato, el Loco Sarmiento, ante cada situación difícil, le decía a Gainza: "Lo quiero a Roca allí". Así fue que Roca se fue granjeando, de a poco y con eficiencia, el apoyo del cascarrabias mandatario sanjuanino.
Fue durante su trayectoria militar que se consolidó su prestigio
El alter ego de Roca en la Presidencia fue, sin lugar a dudas, su comprovinciano Nicolás Avellaneda. Su asunción como primer mandatario, en 1874, vino acompañada de una seria revuelta, en varios puntos del país. Para sofocar el más grave, en Mendoza, Avellaneda convocó a Roca, quien, merced a una hábil estratagema, venció a los sublevados en una acción donde se produjeron pocas bajas y desbarató a los revolucionarios, entre los que estaba un antiguo superior suyo, a quien Roca facilitó la huida. No bien se enteró de esta victoria, eufórico, desde Buenos Aires, Avellaneda le telegrafió: "Lo saludo, general de los ejércitos de la república, sobre el campo de la victoria". Lo apodó El Zorro, mote que lo acompañaría toda su vida. Así fue como Roca llegó al generalato y Avellaneda empezó a pergeñarlo como sucesor, en la Presidencia.
Fue elegido presidente por abrumadora mayoría en el Colegio Electoral de 1880 (155 votos contra 70). En septiembre de ese año se sancionó la ley por la cual la ciudad de Buenos Aires pasaba a ser, formalmente, capital de la república. Hasta ese entonces, el Gobierno nacional vivía de prestado en la ciudad y se había generado una incómoda cohabitación con el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, que también tenía sede allí. A partir de esta ley, originada por el arribo de Roca al poder, se federalizó la ciudad y dos años después, bajo su mandato, se fundó la ciudad de La Plata, actual capital bonaerense. Se solucionaba, de este modo y definitivamente, "la cuestión de la capital", que tantos conflictos civiles había traído hasta entonces.
Respetó la Constitución Nacional en su faz formal; veló porque se observaran los derechos y las garantías allí consagrados. En especial, respetó, absolutamente, al igual que sus antecesores, la libertad de prensa y de expresión. Aceptaba estoicamente las críticas, las injurias y los agravios como parte del juego democrático y constitucional. Jamás se le pasó por la cabeza acallar a los medios opositores o amordazar a quienes no pensaban como él.
Bajo su mandato se inició un crecimiento económico sostenido de la Argentina, que se prolongaría, con algunas intermitencias, hasta la primera mitad del siglo XX. Inició las obras de los puertos de Ensenada y Buenos Aires, que hasta entonces no tenían infraestructura para recibir pasajeros, ni para el comercio. Desarrolló Puerto Madero y construyó el Hotel de Inmigrantes, donde se alojarían muchos de nuestros antepasados, que llegaron a nuestras costas.
La inmigración se disparó bajo su mandato y Buenos Aires, de ser una aldea semirrural, pasó a ser una importante urbe pujante en el mundo, al compás del crecimiento de las principales ciudades del interior.
Roca tuvo una participación clave en la federalización de Buenos Aires y en la consolidación de nuestras fronteras
Impulsó la ley 1420, de educación laica, gratuita y obligatoria, de todos los niños de 6 a 14 años, por la que instauró un régimen de vanguardia, modelo para toda América Latina. Al poco tiempo, hizo caer bruscamente el analfabetismo en la Argentina, dándole la fama que conserva hasta el día de hoy, la de contar con una población educada, en líneas generales. Ello le otorgó importantes ventajas competitivas en la región. Roca concretó, así, lo que Sarmiento había concebido y no había logrado plasmar en una ley. Hasta hoy todos valoramos la importancia y la trascendencia de esta ley, pero muchos desconocen que su mentor fue Roca. De ser un país semianalfabeto, al finalizar su primer mandato, funcionaban 1.741 escuelas públicas y 611 colegios privados, en todo el país. Había 168.378 alumnos; 133.640 de ellos concurrían a la escuela pública. Se registraban 4.736 docentes.
No voy a desarrollar aquí su gran obra, que consistió en la incorporación efectiva al territorio nacional de toda la Patagonia, y de regiones del Chaco y la Puna. Gracias a él la Argentina duplicó su extensión territorial mediante la incorporación de zonas que hasta entonces eran desérticas, u ocupadas por indígenas nómades o violentamente hostiles a los habitantes del territorio argentino. De este modo, Roca se anticipó a que estas áreas fueran ocupadas por países vecinos, o bien fueran objeto del expansionismo británico (que no le hubiera costado mucho hacerlo, desde su base, en Malvinas), o francés (que hasta tuvieron un autoproclamado y excéntrico "monarca" entre las tribus patagónicas). A Roca le debemos que las actuales provincias de Misiones, Formosa, Chaco, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego sean argentinas, amén de otras extensas zonas fronterizas con Chile, Bolivia y Brasil, ubicadas fuera de ellas.
Multiplicó la extensión de las líneas férreas y sancionó la ley 1.565 del Registro Civil. El Estado comenzaba a tomar razón de los principales acontecimientos de relevancia jurídica en la vida de las personas: su nacimiento, su fallecimiento, su matrimonio, que hasta entonces se regían por las inscripciones religiosas.
En su primer Gobierno impulsó la ley 1.130, de 1881, de unificación monetaria. Hasta ese momento, cada provincia emitía su propio papel moneda, fenómeno similar a la emisión de bonos provinciales generalizado desde 1985 hasta 2002.
Las monedas locales dificultaban el comercio interprovincial y significaban verdaderas aduanas locales prohibidas por la Constitución Nacional. Para terminar con este escándalo, obligó a todas las provincias a canjear sus valores por la moneda nacional, que desde entonces se impuso como único medio de pago en todo el país.
Creó los territorios nacionales, que dependían del Gobierno central y estaban localizados en las zonas de fronteras, recientemente incorporadas a la jurisdicción nacional, a fin de organizarlas y protegerlas ante alguna pretensión extranjera.
Julio Argentino Roca ejerció la presidencia del país de 1880 a 1886 y de 1898 a 1904
Firmó el pacto de límites con Chile, en 1881, que aseguró la paz con ese país, ya que se había llegado al borde de una guerra. Con este tratado, el país trasandino reconoció la soberanía nacional en toda la Patagonia argentina. Fue Roca quien consiguió que Chile reconociera, como principio divisor fronterizo, el de las cumbres más elevadas de la Cordillera de los Andes, que dividen las aguas hacia el Atlántico (Argentina) o el Pacífico (Chile). Impulsó las colonias galesas en la Patagonia, que aseguraron la presencia y la ocupación permanente argentina en la región.
Bajo su segundo mandato se sancionó el Código Penal y el de Minería; ambos consagraron importantes avances sociales, todo un adelanto en su época. Inició la ocupación argentina de la Antártida, al establecer la base de las islas Orcadas (1904); y comenzó la explotación petrolera en Comodoro Rivadavia (ciudad que se fundó bajo su Presidencia). Dio inicio así a una importante fuente de la riqueza nacional.
Fue el primero en impulsar las cumbres presidenciales. Bajo su mandato se reunió con el presidente chileno, para alejar definitivamente los vientos de guerra con el vecino país. Y dos veces con el mandatario brasileño, para terminar, de ese modo, con la desconfianza y la clásica rivalidad entre ambos Estados. Restableció las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, interrumpidas a raíz de la sanción de la ley de matrimonio civil y de educación (ambas bajo su primer mandato) e insertó al país como una potencia sudamericana, ampliamente reconocida en el mundo. Estableció relaciones diplomáticas con el Imperio del Japón, inició una histórica amistad que la Argentina mantiene hasta hoy.
En su última gestión, sancionó la ley 3.871 de conversión (1899), por la que asignó a la Caja de Conversión (antecesora del actual Banco Central), creada en 1890, el monopolio para emitir moneda, estableció un patrón de cambio entre el peso y el dólar norteamericano y la libra esterlina. Imponía, además, una férrea disciplina fiscal y monetaria que impedía al Estado gastar más de lo que recaudaba o emitir sin respaldo. Ello hizo que nuestro peso moneda nacional se convirtiera, para 1920, en una divisa reconocida mundialmente y que la Argentina se encontrara entre los diez países más ricos del mundo, merced a esta preclara norma impulsada durante el segundo mandato de El Zorro.
Julio Argentino Roca destaca como uno de los mayores próceres en la conformación de nuestra Argentina y corresponde rescatarlo, reivindicarlo y valorarlo en este nuevo aniversario de su fallecimiento.
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