sábado, 7 de diciembre de 2013

Historia militar: Un Mark V ruso vuelve a la vida

Tanques reacondicionados



El militarismo puede ser un hobby agradable para unir gente después del trabajo en un lugar como una fábrica de reparación del ferrocarril. Ahora, en vez de entregarse a algo después del trabajo ha hecho que puede ir en su lugar y trabajar en la renovación de unos pocos tanques Mark-V de cien años de viejos.

Los tanques del ejército de Rusia durante la Primera Guerra Mundial y después de que el ejército ruso se ha dividido en dos partes como resultado de la toma de posesión de los Comunistas en 1917 algunos de los tanques quedaron con las unidades que se oponían al régimen comunista, pero no por mucho tiempo - el Ejército Rojo capturó de nuevo a estos monstruos en movimiento y los utilizó durante un tiempo.


Luego, después de la Segunda Guerra Mundial se quedaron oxidándose en algunos pueblos, mientras que algunos entusiastas le prestaron atención en aquellas piezas maravillosas del genio de la de ingeniería del principios del siglo 20 y se decidieron a reparar e instalar como una atracción en la calle de la ciudad para la vista del público en general.





























Fuente

viernes, 6 de diciembre de 2013

Biografías: General Paul Aussaresses, mentor de la guerra sucia

Francia: murió el general Aussaresses, torturador confeso en Argelia

Fue parte de la "escuela francesa" de militares que enseñaron técnicas de tortura y "guerra antisubversiva" a soldados argentinos.



AUSSARESSES. Nunca lamentó haber torturado a presos argelinos.

El general francés retirado Paul Aussaresses, conocido por defender el uso de la tortura por parte de las tropas francesas en Argelia y haber enseñado estas técnicas en América Latina, murió a los 95 años, anunció la asociación de ex paracaidistas Qui Ose Gagne (El que arriesga, gana).

El comunicado no precisa el momento exacto de su muerte, pero señala que Aussaresses "estaba hospitalizado desde hace un tiempo".

Aussaresses fue un héroe durante la resistencia a la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, pero se convirtió en una figura controvertida en Francia cuando en un libro editado en 2001 admitió las torturas y asesinatos de 24 presos argelinos cometidos por lo que él mismo llamaba un "escuadrón de la muerte" durante la guerra de independencia del país norafricano entre 1954 y 1962.

Aussaresses incluso declaró que "nunca lamentó ni tuvo remordimientos por lo ocurrido", alegando que el uso de la tortura fue aprobado al más alto nivel del gobierno francés y era necesario para obtener información. Además, bajo los términos de una ley de amnistía tras el conflicto no podía ser juzgado por crímenes de guerra.

En lugar de ello, fue juzgado y condenado por apología de la tortura, una ofensa que tan sólo le acarreó una multa. Fue despojado de sus rangos militares y de la Legión de Honor, uno de los principales reconocimientos que existen en Francia.

Tras la independencia de Argelia, Ausaresses fue uno de los militares galos que enseñaron las técnicas de "guerra antisubversiva" y "guerra psicológica" de la Batalla de Argel en Fort Bragg, Estados Unidos, y en el Centro de Instrucción de Guerra de la Selva en Manaos, Brasil, donde se formaron militares argentinos.

Entre las lecciones de la "escuelas francesa" que luego fueron aplicadas por los militares durante la última dictadura figuran el concepto de "enemigo interno", escondido en la población, y los métodos de "detención masiva, inteligencia y tortura" y de desaparición de los detenidos, según explicó Ausaresses a la periodista francesa Marie-Monique Robin en su libro y documental "Escuadrones de la muerte: la escuela francesa".

jueves, 5 de diciembre de 2013

Historia: Artigas y la Patria Grande

Artigas
La anécdota la conocí en la Facultad de Ciencias Sociales, en una de esas aulas empapeladas de carteles con siglas de grupos de izquierda impronunciables, una profesora de cadencia arrabalera la narró no sin cierto don histriónico. Hernán Brienza.


La anécdota la conocí en la Facultad de Ciencias Sociales, en una de esas aulas empapeladas de carteles con siglas de grupos de izquierda impronunciables, una profesora de cadencia arrabalera la narró no sin cierto don histriónico. El protagonista es Giuseppe Garibaldi, el héroe romántico nacido en la Niza italiana del siglo XIX, aquel que con sus mil camisas rojas invadió la península a través de Sicilia, le dio su merecido al Vaticano y le ofreció a Vittorio Emanuele II, soberano de la Casa de Saboya, el territorio unificado de Italia. Contaba mi profesora que en una engalanada fiesta de la Corte, después de firmado el Tratado de Turín, entre la casa de Saboya y Francia, por el cual la Niza italiana se convirtió en la Nice francesa, Garibaldi, que tenía más de bersagliere que de cavaliere, les escupió en la cara al rey y a su ministro Cavour: “¡Traidores, yo les construí una nación y ustedes me dejaron sin patria!”. Tenía razón: él, que había llevado adelante la campaña militar de la unificación italiana, ya no era italiano sino francés, porque la Corona había entregado a Francia la ciudad donde él había nacido. Había sido convertido por el desdeñoso rasgueo de una pluma sobre un papel en un apátrida.



En nuestras tierras también tenemos un apátrida célebre. Un rioplatense que ayudó a liberar a su patria y fue despojado de ella. Su nombre es José Gervasio de Artigas y fue, quizás, el revolucionario y demócrata más profundo de los próceres argentinos. Porque, mal que les pese a orientales y occidentales, Artigas fue un argentino hasta el último día de su vida. Y, como ocurrió con Garibaldi, también se quedó sin patria.

La primera marca argentina de Artigas figura en el Plan Revolucionario de Operaciones, de Mariano Moreno, quien, en su capítulo dedicado a la Banda Oriental, recomienda entrar en tratativas con el capitán de blandengues José de Artigas. Pero es el propio jefe oriental el que con su acción política demostró su voluntad por mantener su argentinidad. Entre los años 1810 y 1820 participó política y militarmente dentro del territorio de las por entonces Provincias Unidas, y su protectorado de los pueblos libres abarcó la Banda Oriental, la Mesopotamia, Santa Fe y Córdoba. Su proclama de Mercedes, el 11 de abril de 1811, reconoció la regencia de la Junta de Buenos Aires, y encabezó el éxodo oriental hasta tierras occidentales. Además, la versión original del himno argentino celebraba las victorias de San José y Piedras, libradas bajo la comandancia de Artigas en suelo oriental. En 1812 estableció que la Provincia Oriental formara parte indisoluble de las Provincias Unidas y envió sus diputados a la Asamblea del año XIII con instrucciones precisas: independencia, federalismo, libertad civil y religiosa, forma republicana de gobierno, ubicación del gobierno federal fuera de Buenos Aires. Sus exigencias fueron demasiado para los políticos porteños, que deseaban un maniobrable país-maceta con ellos a la cabeza. Artigas, entonces, se convirtió en enemigo acérrimo de los directoriales –posteriormente unitarios– que hicieron lo posible, lo imposible y lo aberrante para sacarse de encima al líder oriental. Es decir, intentaron sobornarlo con la independencia del Uruguay, pero Artigas se negó dos veces. Finalmente, el director supremo, Juan Martín de Pueyrredón, pactó con los portugueses la entrega de la provincia a cambio de que le sacaran de encima a Artigas.



El líder de los orientales continuó con su derrotero hasta que vencido por el, al menos, irresponsable caudillo entrerriano Francisco “Pancho” Ramírez, se exilió en el Paraguay. Cuando Uruguay se independizó, Artigas exclamó: “Yo ya no tengo Patria”. Y tenía razón: Su patria, las Provincias Unidas del Río de la Plata, había expulsado a la provincia donde él había nacido. Artigas se había convertido en un apátrida que añoraba una nación que ya no existía: la gran federación americana. Antes de morir, en septiembre de 1850, apenas un mes después que José de San Martín, encabezó su testamento: “Yo, José Gervasio de Artigas, argentino, de la Banda Oriental…”. Como en los melodramáticos versos de Carlos Guido y Spano, Artigas había sido “argentino hasta la muerte”.

Hay, en el exilio de Artigas, una fuerza metafórica que alumbra una verdad poética. Quizá, el líder de los orientales haya sido el desterrado perfecto: es un exilado que añora una patria que no existe. Y quizá, de alguna manera, todos los habitantes de las provincias de la Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay formemos parte del mismo ostracismo. Tal vez todos hayamos quedado cautivos en esa imposibilidad de retorno, en esa melancólica certeza de saber que nuestros paisitos son más pequeños y mezquinos que el quimérico desvarío de José Gervasio de Artigas.

Critica Digital

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Guerra del Paraguay: Combate de Paso de Mercedes (1865)

Combate de Paso de Mercedes 

El combate de Paso de Mercedes fue librado el 18 de julio de 1865 por la escuadra brasileña al forzar el paso controlado por las fuerzas invasoras paraguayas en las costas de la provincia de Corrientes.


Antecedentes 
El 11 de junio de 1865, la pequeña flota paraguaya al mando del comodoro Pedro Ignacio Meza fue derrotada por la escuadra del Imperio del Brasil al mando de Francisco Manuel Barroso da Silva en la Batalla del Riachuelo.
El resultado del combate fue estratégicamente decisivo para el de la guerra. Paraguay quedaba bloqueado y sus recursos sólo podían disminuir con el tiempo, los aliados eran libres de abastecer y trasladar libremente sus tropas y la columna paraguaya del Paraná al mando del general Wenceslao Robles veía amenazada su línea de comunicaciones.
Robles detuvo su avance en el río Santa Lucía y tras recibir órdenes de Francisco Solano López inició su repliegue hacia Corrientes.
Por su parte, los brasileños podrían haber avanzado para cortar las comunicaciones de Robles aislandolo en el territorio de la provincia de Corrientes, con lo que las fuerzas paraguayas hubieran quedado divididas en tres cuerpos aislados, pero Barroso prefirió sin embargo permanecer reparando averías menores al sur del Riachuelo.

Paso de Mercedes 
El comandante paraguayo José María Bruguez decidió entonces ubicarse entre la ubicación de la escuadra imperial y la boca del estuario de manera de cortar sus comunicaciones, por lo que movió sus baterías a Punta Mercedes, unos 15 km al norte de Empedrado (Corrientes), a la altura del kilómetro 1157 del río Paraná.
En la posición elegida el río tenía menos de 2 km de ancho y las barrancas, de unos 20 m de altura, le permitían dominar el paso con su artillería. Bruguez contaba con 22 cañones de 4 a 18, y 2 de a 32 que recibió después de la acción del Riachuelo. Estaba apoyado por tres batallones de infantería al mando del mayor Aquino y un escuadrón de caballería, un total de 3000 hombres.
Al tener noticias del movimiento de flanco, Barroso temió verse efectivamente cortado de su base de operaciones y ordenó retroceder río abajo.
Su escuadra estaba compuesta de los vapores Amazonas (buque insignia), Ivahy, Apa, Ipiranga, Majé, Iguatemy, Beberibé, Araguary, Parnahyba, Mearim, Belmonte e Itajaí.
El 18 de julio los brasileños cruzaron el paso soportando un fuerte cañoneo y fuego de fusileria paraguayo. En la acción tuvieron 14 bajas: 2 muertos (uno de ellos el comandante del Beberibé Joaquim Bonifácio de Sant'Ana) y 12 heridos.
Una vez superado el obstáculo, Barroso continuó hasta el km 1120 del Paraná, 20 km al sur del Empedrado, y fondeó en el Chimbolar, donde se le reunió el vapor argentino Guardia Nacional.
Bruguez por su parte, levantó nuevamente sus baterías y se dirigió una vez más río abajo hasta Punta Cuevas, 25 km al sur de la localidad correntina de Bella Vista. Barroso repitió su reacción y allí se produjo el 12 de agosto de 1865 el Combate de Paso de Cuevas.


Bibliografía

  • Caillet-Bois, Teodoro (1944). Historia Naval Argentina. Buenos Aires: Imprenta López.
  • Beverina, Juan (1973). La Guerra del Paraguay (1865-1870). Buenos Aires: Círculo Militar.
  • Theotonio Meirelles Da Silva, Historia Naval Brazileira, BiblioBazaar, LLC, 2008.
  • Mendonça, Mário F. e Vasconcelos, Alberto, Repositório de Nomes dos Navios da Esquadra Brasileira, Río de Janeiro, 1959
  • Andréa, Júlio, A Marinha Brasileira: florões de glórias e de epopéias memoráveis, Río de Janeiro, SDGM, 1955.


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martes, 3 de diciembre de 2013

Historia argentina: El combate de Costa Brava (1842)

Combate de Costa Brava (1842) 

 

El Combate de Costa Brava fue un enfrentamiento naval librado el 15 y 16 de agosto de 1842 entre la escuadra de la Confederación Argentina al mando de Guillermo Brown y la escuadra riverista al mando del italiano Giuseppe Garibaldi. Se luchó en las cercanías de Esquina, Provincia de Corrientes (Argentina), por dos días en agua y tierra hasta que Garibaldi previendo su derrota hizo volar sus barcos para no entregárselos a Brown y escapó a tierra firme. Los argentinos, al querer perseguirlo para ultimarlo, fueron detenidos por Brown quien exclamó "dejenlo escapar ese gringo es un valiente". Esta es una de las Batallas mas Importantes de Argentina, junto a Batalla de la Vuelta de Obligado y del Quebracho 

El Combate 
El Almirante Brown mandó gente a tierra para que hicieran de sirgadores (remolcar el barco desde la orilla por medio de cuerdas), pues había decidido avanzar a la sirga con cuatro naves que maniobraban ceca de tierra, donde había suficiente profundidad, hacia el enemigo, viendo que era difícil y peligroso atacar a Garibaldi de un modo frontal. A la vez, dispuso que el ala izquierda fondeara al Suroeste del enemigo a distancia de tiro, hostigando y perturbando la reacción enemiga contra el ala derecha con los cañones que pudiera presentar. Por su lado, Garibaldi, que había advertido la maniobra enemiga, mandó su infantería con el Tte. 1º Rodríguez fuera de la estacada para tirotear a los sirgadores y a las tripulaciones. Se dió cuenta Brown y ordenó a Montaña ir a tierra con 100 hombres en tres columnas: una de 20 hombres al mando del Tte Mariano Cordero - del Echagüe- se dirigiría por la ribera; la derecha también de 20 hombres al mando del Tte French y la 3a en el centro con 60 infantes, al mando de Montaña y los Subtenientes Montandón y Castellanos. Montaña no tardó en repeler al enemigo desalojando la orilla de los tiradores emboscados. A partir de ese momento el ala derecha de Brown pudo moverse con mayor libertad y alcanzar la distancia de tiro. 
Veamos ahora a qué distancia media de tiro se hizo el combate. No se ha podido conocer fehacientemente la elevación que podían alcanzar los cañones de Costa Brava. Para esa época en estas latitudes, los cañones a raso podían tirar desde los 350 metros (de a 6) a los 600 metros (de a 4); con una elevación de 8º llegaban hasta los 2.200 metros y con 22º a unos 2.700, con poca diferencia entre un cañon de a 24 y otro de a 12. Por el problema de la puntería, el alcance eficaz quizás era de unos 1.000 metros. Los autores estiman que sin problemas de puntería (no había marejada) el ala izquierda de Brown artillada con cañones de a 12 fondeó al Suroeste a unos 1.500 metros de los orientales para que hubiera efectividad en el hostigamiento. El ala derecha entretanto se acercaba a una distancia similar considerándose que los cuatro buques debían entrar en fuego indefectiblemente con el máximo de cañones. 
Cuando las unidades argentinas entraron a distancia de tiro de las orientales, Garibaldi abrió el fuego soportado estoicamente por el ala derecha, auxiliada a la vez por el ala izquierda que ya debía haber alcanzado la posición asignada. Brown pudo hacer maniobrar a los buques para presentar la banda de babor al enemigo, entrando en combate todos ellos. 
 

1. Buques orientales codados de Este a Oeste: Constitución (al centro), Pereyra y Joven Esteban, con babor al enemigo.
2. Escuadrilla correntina, buque hospital y 4 barquitos.
3. Personal de infantería de Marina oriental en tierra hostigando a los sirgadores argentinos.
4. Buques argentinos: Echagüe, Chacabuco, Americano y 9 de Julio, presentan su babor al enemigo, el 9de Julio abarloado en parte al Americano.
5. Ala izquierda con La Argentina, Republicano y Libertad.
6. Personal de Infantería de Marina argentina limpiando el terreno de tiradores enemigos.
7. Los tres lanchones de Brown que no intervinieron.


Se presentaban así: el Echagüe era el más próximo al enemigo, con su proa sobre la ribera; cerca y al Sur, aprovechando la inclinación de la costa, lo seguía la Chacabuco evitando tener que tirar por arriba de aquél, tercero también cerca y al Sur se colocó el Americano, tomando las mismas precauciones y Brown abarluó a la goleta 9 de Julio y al Americano desde su centro a popa. 
A las 12.00 el fuego se había generalizado, iniciándose el ablandamiento del enemigo con la artillería, sin apresurar abordajes. El combate se frenó cerca de las 16 para que la gente pudiera comer, reanudándose poco después hasta el oscurecer, con ambos bandos tomando disposiciones de seguridad nocturnas y atención de los buques y del personal herido o muerto. 



Giuseppe Garibaldi 



Con la noche vino una pausa que Garibaldi aprovechó para lanzar dos brulotes, uno de los cuales fue interceptado eficazmente y otro mantuvo consecuencias.

También fue inútil un ataque al “Echagüe”, apoyado en la orilla y al amanecer del día 16 se renovó la lucha.

El ardor de las acciones fue motivo de que la escuadrilla Garibaldina consumiera todas sus municiones.

Entonces el líder italiano acoderó los barcos “Constitución” y “Pereyra”, los roció con pólvora y aguardiente y llevó la tripulación a la goleta “Prócida”.

Esto produjo una notable explosión; Garibaldi y su gente se prepararon para huir por tierra. Cuando los tripulantes de la Confederación se disponían a rematar a sus enemigos, un gesto de nobleza de Brown le salvó la vida al italiano. Dijo el Almirante: “Déjenlo que se salve, ese gringo es un valiente”.

El intento fluvial de Rivera fracasó, Brown regresó a Buenos Aires, donde como dice Piccirilli se le tributaron encendidos homenajes. Garibaldi, en otra aventura más, regresó a Montevideo donde lo aguardarían nuevos e importantes sucesos. En tanto, el complemento terrestre del triunfo en Costa Brava fue la batalla de Arroyo Grande, ganada por Oribe al mismo Rivera, el 6 de diciembre de ese año de 1842 (zona próxima a la actual ciudad de Concordia).



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Congreso Nacional de Historia

lunes, 2 de diciembre de 2013

Primera invasión al Líbano: Batalla del castillo Beaufort (1982)

Batalla del Beaufort (1982) 

La batalla del castillo Beaufort se libró entre las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) y la Organización de Liberación Palestina (OLP), el 6 de junio de 1982, en el Castillo de Beaufort, en Líbano. Fue uno de los primeros enfrentamientos de la Guerra del Líbano de 1982, y resultó en la captura del castillo por parte de las FDI. 


Castillo de Beaufort en 1982 


Trasfondo 
Situado a 717 metros sobre el nivel del mar, el Castillo de Beaufort comanda grandes partes de la Alta Galilea y el sur del Líbano. [1] [2] Puede ser utilizado para dirigir la artillería, e incluso Siria había enviado observadores de artillería allí. Israel bombardeó la fortaleza varias veces, pero nunca pudo realmente entrar en ella. Para Israel, se había convertido en un símbolo del poder palestino en la región. Para los palestinos, que sirvió como un recuerdo de la victoria de Saladino sobre los cruzados en 1192 y de su propia resistencia contra Israel, [3] y la OLP se utiliza como el colofón de folletos. [1] 
Dos semanas antes de que comenzara la guerra, Yasser Arafat visitó el castillo, se sentó con sus defensores y les aseguró que en treinta y seis horas de lucha, la OLP podría conseguir un alto el fuego. El comandante del sector protestó, insistiendo en que no había manera de que podría resistir un ataque israelí durante tanto tiempo. [4] 


Ubicación del castillo de Beaufort 

Los preparativos para el ataque 
Personal del Comando del Norte había estado planeando para capturar el Beaufort por un largo tiempo antes de la guerra, designando a la misión al grupo Sayeret Golani, la unidad de comando de la Brigada Golani. La unidad estudió el castillo y entrenó tácticas para conquistarlo. [1] 
Sin embargo, el camino de la invasión avanzaba hizo la captura de los Beaufort innecesaria. La captura habrían sido necesarias si las FDI decidieron cruzar el río Litani, a través del Puente Hardele, justo debajo de la fortaleza. Pero dado que el ejército israelí en vez decidido utilizar el puente Akie, que se encuentra mucho más al oeste, los israelíes podrían haber procedido a Nabatiye sin ser afectados por el Beaufort. Desde que las tropas estacionadas en la OLP y alrededor del castillo no estaban disparando a los asentamientos israelíes cuando comenzó la guerra, no había necesidad urgente para neutralizarlos. El Estado Mayor General emitió una orden de posponer la operación, pero el comando no pudo alcanzar la Sayeret. [5] 
El ex comandante de la Sayeret, Giora (GUNI) Harnik habían sido dados de baja de las FDI sólo una semana antes, pero inesperadamente fue llamado de vuelta. Dado que el comandante de la unidad, Moshe Kaplinsky, se informó que había sido herido en el camino, Harnik fue enviado como reemplazo. Se dirigió allí tan rápido que su APC volcó, aunque él y los demás pasajeros resultaron ilesos. Su regreso sorpresivo fue una inyección de moral para los hombres la unidad. [6] Su segundo fue Mordechai (Moti) Goldman. [7] 
La unidad consistió de 23 hombres, y la compañía de ingenieros de apoyo de sesenta y cinco hombres. [8] Zeev Schiff y Ehud Yaari informe que quince palestinos fueron colocados en el Beaufort en el comienzo de la guerra. [9] Algunos de ellos pueden haber escapado a antes de la batalla comenzó. [8] 


Castillo de Beaufort, Agosto de 2007, ahora mostrando una bandera amarilla de Hezbollah 

La batalla 
En un primer momento, un ataque a la luz del día estaba previsto, pero a medida que la guerra iba en pos de lo previsto, un ataque nocturno se convirtió en la opción preferida. La columna comenzó a moverse a las 4:00 PM. Mientras caía la noche, Harnik ordenó a sus conductores encender sus luces cuando se acercaron al castillo para llegar más rápido, y luego les ordenó desembarcar a los vehículos blindados y prepararse para un asalto a pie. Fueron a tomar el puesto de avanzada del norte y sus trincheras, mientras que la empresa de ingeniería de apoyo tomaría el puesto de avanzada del sur. [8] [6] 
Mayor Giora Harnik

Al llegar al primer guión de la línea asfaltada se encontró con un intenso fuego de ametralladora que mató a dos soldados e hirió a cuatro más. Unos momentos más tarde, Mordechai Goldman, un oficial israelí y diputado personal de Harnik y otros siete hombres comenzaron un segundo asalto. Goldman y otros dos llegaron a la trinchera principal, se encontraron con un palestino y lo mataron. Los otros dos soldados trataron de saltar por encima de la zanja, pero fueron reducidos. Goldman se trasladó más a lo largo de la zanja, lanzaron una granada contra él y luego saltaron y mataron al combatiente palestino. Dado que su cargador estaba casi vacío por entonces, tomaron el AK-47 de los palestinos muertos. Luego salieron de la zanja y corrieron junto a ella. Mataron a otro palestino, antes de ser acompañados por Harnik y otros dos soldados. Harnik y Goldman entonces encontraron a un palestino en solitario, atrincherado en una posición concreta. Los palestinos lograron matar a Harnik con una bala en el pecho antes de que Goldman lanzara una carga explosiva en su posición, matando al combatiente palestino y destruyendo la posición. Otro soldado fue muerto por el momento la compañía de ingenierios entró en acción. [10] [6] [2] La mayoría de los palestinos restantes fueron asesinados cuando las tropas israelíes aseguraron la montaña. 
Tanto por las condiciones climáticas y siguieron disparando cerca la evacuación médica se retrasó hasta poco antes del amanecer. Sólo entonces, la cifra de muertos - seis hombres, entre ellos el comandante de la unidad - se hicieron evidentes. Después de ello, los soldados salieron y se subieron para tomar el tejado de la fortaleza, que resultó estar vacío. Varios palestinos pueden haber escapado durante la noche. A las 6:30 AM, el control israelí sobre el castillo estaba asegurado. [6] 


Vista desde la parte más alta del castillo 

Secuelas 
Durante el día, el Jefe de Estado Mayor (Ramatkal), Rafael Eitan, visitó a las tropas y se quedó asombrado al enterarse de la cifra de muertos. Más tarde ese día, el Primer Ministro Menachem Begin y el ministro de Defensa Ariel Sharon llegó, acompañado de periodistas y fotógrafos. Ellos no sabían acerca de las pérdidas, ya que Sharon no consultó antes de declarar que la batalla estaba ganada sin bajas en el lado israelí. [11] Mostrando interés en la resistencia palestina, comienza preguntó: "¿Tenían ametralladoras?", Una pregunta que más tarde se convirtió en un símbolo de lo mal informados los dirigentes israelíes era de los acontecimientos en el frente durante la guerra. [12] [13] 
Harnik fue otorgado en forma póstuma la cita comandante de la división. [14] El comandante de la Brigada Golani confesó más tarde que, en retrospectiva, no hubiera atacado a los Beaufort. [15] Una investigación se llevó a cabo después de la guerra de por qué la orden de posponer la operación falló en llegar a su destino, pero dicha investigación no produjo resultados concluyentes. [9] 

Referencias 

1. Schiff and Yaari (1984), p. 124 
2. Solley, George C. (1987-05-10). The Israeli Experience In Lebanon, 1982-1985. Marine Corps Command and Staff College. Retrieved 2008-05-07. 
3. Fisk (2001), p. 54 
4. Schiff and Yaari (1984), pp. 95-96 
5. Schiff and Yaari (1984), pp. 124-125 
6. "Battle description". Golani.co.il. (Hebrew) 
7. Schiff and Yaari (1984), pp. 126-127 
8. Schiff and Yaari (1984), p. 127 
9. Schiff and Yaari (1984), p. 125 
10. Schiff and Yaari (1984), pp. 128-129 
11. Schiff and Yaari (1984), pp. 129-131 
12. Rabad, Ahiyah (2005-05-24). "Lebanon Lexicon". Ynet. Retrieved 2008-05-07.(Hebrew) 
13. Einav, Hagai (2002-10-29). "Tamir's last battle". nrg. Retrieved 2008-05-07.(Hebrew) 
14. "Harnik, Guni". izkor.gov.il. Retrieved 2008-05-10. (Hebrew) 
15. Schiff and Yaari (1984), p. 129 

Wikipedia

domingo, 1 de diciembre de 2013

SGM: El rescate del Duce

El rescate del Duce

El capitán Otto Skorzeny, treinta y cinco años, jefe de una compañía de comandos de las Waffen SS adiestradas para operaciones especiales, tomaba café tranquilamente en un restaurante berlinés a mediodía del 26 de julio de 1943. En cierto momento, se levantó para llamar por teléfono a su oficina por si había algún asunto urgente. (Este relato se basa en una entrevista realizada por el autor, David Solar, a Otto Skorzeny en 1973, en las memorias del propio Skorzeny -Vive peligrosamente- y en la biografía de Mussolini de Christopher Hibbert.)"-Le estamos buscando por todo Berlín desde hace dos horas- dijo nerviosamente su secretaria-. Le llaman desde el cuartel general del Führer con urgencia. Un avión le está esperando en el aeropuerto.En el cuartel general se encontró con otros cinco oficiales, convocados de forma tan inesperada como él. Poco después se presentó Hitler, les pasó revista, habló unos minutos con cada uno de ellos y, finalmente, ordenó que se quedase Skorzeny.-Tengo para usted una misión de suma importancia -me dijo el Führer-: Mussolini, mi amigo y nuestro fiel aliado, fue ayer traicionado por su propio rey. Luego me contó cómo habían ocurrido las cosas y la suma importancia que tenía el rescate del Duce, tanto por la amistad que le unía con el jefe italiano como por la transcendencia que para la victoria final del Eje tenía la supervivencia del fascismo. Estoy seguro de que usted lo conseguirá, Skorzeny -me dijo el Führer antes de despedirme.Aunque habían pasado treinta años, Skorzeny se emocionaba visiblemente al recordar aquellos hechos.-Skorzeny, ¿por qué le eligieron? al fin y al cabo era usted un simple capitán recién ascendido.-No lo sé. Quizá por ser austriaco como Hitler, quizá porque había estado varias veces en Italia o, quizá, porque el Führer vio en mi la voluntad de hacer lo que me pidiera... En realidad, aún no lo sé.Tras una noche de preparativos, Skorzeny logró que 50 de sus hombres estuvieran listos para viajar a Italia al día siguiente.

Otto Skorzeny 
 

Al mediodía del 27 de julio, Skorzeny llegaba a Roma y pocas horas después lo hacían sus hombres.Días después encontraba la primera pista: Mussolini había sido metido en una ambulancia en el palacio real y conducido al cuartel de los carabinieri de Via Quintino Sella, Skorzeny había iniciado los preparativos para el rescate, cuando supo que el prisionero había sido sacado del cuartel el mismo día de su llegada a Roma.Mussolini fue conducido a la isla de Ponza, adonde llegó el 28 de julio. Skorzeny consiguió enterarse del nuevo lugar de reclusión el 12 de agosto y, de nuevo, hubo de suspender los preparativos al tener noticia de que el preso había sido trasladado.Continuó la búsqueda y a finales de agosto uno de los oficiales de Skorzeny, el teniente Wagner, logró enterarse en una taberna de la isla de Santa Magdalena de que había llegado a la isla un personaje importante y misterioso. Tenía que ser Mussolini.El 27 de agosto, los comandos de Skorzeny estaban dispuestos a asaltar el lugar de reclusión. Mas, cuando faltaban minutos para entrar en acción se dio la contraorden. El capitán alemán supo que esa misma mañana los guardianes italianos, sospechando que se preparaba el rescate del Duce, le sacaron de la isla en un hidroavión de la Cruz Roja.Los alemanes estuvieron desconcertados durante una semana, hasta que hallaron de nuevo la pista en un accidente sufrido por ofíciales italianos en una zona de los Abruzzos, donde aparentemente, nada tenían que hacer.Posteriores investigaciones les revelaron que el funicular que unía el valle con la elevada cumbre del Gran Sasso, donde se levantaba un hotel, había sido cortado al tráfico normal y estaba vigilado por una compañía de soldados.
"Llegué el convencimiento - dice Skorzeny del rescate del Duce-, de que allí estaba Mussolini y comencé a estudiar el rescate. Era imposible un asalto al funicular, porque habría lucha y los guardias del Duce tendrían tiempo de asesinarlo. Tampoco podría emplear escaladores, tardarían tanto tiempo en alcanzar la cumbre que los italianos observarían las cordadas y dispondrían de tiempo para organizarse y rechazarnos. Teníamos que actuar desde el aire y con planeadores: los paracaidistas quedarían demasiado dispersos y permitirían la reacción italiana".Los comandos de Skorzeny en Roma sumaban ya unos 200, pero necesitaba fuerzas, pues dividió la operación en dos fases: los comandos llegarían hasta una pequeña explanada, sobre la que se erigía el hotel, por medio de planeadores. Mientras, fuerzas de la Wehrmacht reducirían a los soldados que guardaban el funicular e impedirían comunicar la noticia a Roma."El 12 de septiembre llegué con un grupo de 108 hombres al aeropuerto de Prática de Mare. Recuerdo que era la madrugada de un domingo. Allí deberían llegar los planeadores poco después, pero enseguida nos anunciaron que se retrasarían varias horas, hasta el mediodía. Tampoco había llegado el general italiano, cargado de condecoraciones, que precisábamos para aumentar la confusión entre los guardianes. Por fin, y para rizar el rizo de la dificultad y la angustia, cuando ya todo estaba dispuesto, varios bombarderos británicos atacaron el aeropuerto, sin que, por fortuna, dañasen nuestro material. Había llegado la hora H.-¿Skorzeny, pensó usted en renunciar durante esos días de búsqueda, dificultades, frustraciones?- Ni por un segundo. Renunciar hubiera significado un fracaso irreparable. Había que intentarlo.-¿Valoró usted la misión en todo su alcance político y bélico o estaba agradando al Führer y saciando su sed de aventuras? -Probablemente había algo de todo. Primero, desde luego, lo hacía porque el Führer me lo había ordenado y porque tuvo fe en mí; pero también era plenamente consciente del efecto que tendría la liberación de Mussolini en la marcha de la guerra. Efectivamente, la República de Saló, fundada por Mussolini después de su liberación, nos ayudó mucho a mantenernos en el norte de Italia y numerosas divisiones italianas lucharon con gran valor a nuestro lado hasta el final de la guerra". Minutos antes de las dos de la tarde, los planeadores fueron soltados por los aviones que les habían remolcado hasta el Gran Sasso y comenzaron a picar hacia la explanada del hotel.La tierra se acercaba a toda velocidad. Los comandos empezaron a distinguir claramente a los italianos que guardaban a Mussolini, y el campo sobre el que iban a aterrizar, que no era llano, como habían supuesto, sino empinado y lleno de piedras y agujeros."Un sudor frío me corrió por la espalda. Calculé mis posibilidades y me pregunté; ¿resistirá el planeador la presión del aire? ¿aguantará el choque contra el suelo o se hará pedazos y saldremos todos despedidos como muñecos?... Ya no podía dar marcha atrás. El bramido del aire se intensificaba conforme nos acercábamos al objetivo. Vi cómo el teniente Meier -que pilotaba el planeador- abría el paracaídas que debía frenar el aterrizaje. Y, de pronto, topamos brutalmente con la tierra, en medio de un ruido ensordecedor." 

El Gran Sasso 
 
El Gran Sasso d'Italia (2.912 msmn) es un macizo de los Apeninos, situado en los Abruzos, en la frontera entre la provincia de Teramo y L'Aquila. La montaña es el pico más alto de todos los Apeninos y uno de las más altas de Italia.


Los comandos enviados al asalto del Gran Sasso abandonaron rápidamente los restos del planeador. Estaban a 15 metros de un lateral del hotel. El general italiano gritó a los sorprendidos centinelas que no disparasen; Skorzeny, seguido de ocho hombres, penetró por una pequeña puerta lateral gritando: "Mani in alto, mani in alto".Allí había una emisora de radio, que destruyeron sin que el sorprendido operador pudiera dar la alarma. Pero la habitación no tenía acceso al hotel y salieron de nuevo a la calle."Había allí una especie de terraza a la que subí con ayuda de mis hombres. A mis espaldas escuchaba el ruido de los planeadores que seguían llegando y estrellándose contra aquel maldito campo.Varios soldados italianos salían en aquellos momentos a la terraza con dos ametralladoras. No les dejamos emplearlas. Las retiramos a patadas, mientras les arrinconábamos con nuestras armas. Miré hacia arriba; allí, asomado a una ventana del primer piso, estaba Mussolini. Le grité que se retirara. Penetré rápidamente en el hotel. Los italianos se agolpaban confusos en los pasillos y, la mayoría, tiraban las armas al vernos aparecer. Subí las escaleras de tres en tres y calculé la posición del cuarto donde había visto al Duce. Derribé la puerta de una patada y entré en la habitación, abarcándola con mi pistola ametralladora. Allí, junto a dos oficiales italianos que no tenían armas en la mano, estaba Mussolini. Había llegado a tiempo. !Mi Duce, el Führer me envía para libertaros! ¡Sois libre!, le dije emocionado y aún con la respiración entrecortada. Tenga en cuenta -dice al entrevistador- que desde nuestro aterrizaje a este momento habían transcurrido menos de diez minutos. El Duce me respondió, abrazándome:-Sabía que mí amigo Adolf Hitler no me abandonaría.Después de su liberación, Mussolini narró aquellos hechos."Todo fue vertiginoso. Cuando quisimos darnos cuenta de la llegada de los planeadores de los alemanes éstos ya franqueaban la entrada del hotel. Ante mi apareció un gigante rubio que sudaba mucho. Entre la llegada del primer planeador y la entrada en mi habitación no habrían pasado ni cuatro minutos".-Skorzeny, ¿qué le pareció a usted Mussolini?"-Yo recordaba a Mussolini de un viaje que siendo muy joven hice por Italia. Le vi pronunciando un discurso rodeado por sus camisas negras. Por eso me conmovió aquel hombre envejecido que encontramos en el Gran Sasso. En aquel momento me pareció un hombre acabado. Sin embargo, cuando volábamos en avión hacia Viena se fue reponiendo y comenzó a hablarme con entusiasmo juvenil de sus proyectos, de la fundación de la república de Italia, cosa que debiera haber hecho -según él- al concluir la campaña de Abisinia". Pero la misión no había terminado. Quedaba conducir a Mussolini hasta Roma para que pudiera tomar un avión y viajar a Alemania. La operación debía hacerse con suma rapidez antes que el gobierno de Badoglio se enterase de la liberación. El viaje por carretera era impensable, dado lo escaso de las fuerzas alemanas. Había que salir por aire. Tal como se pensó al planificar el asalto, minutos después logró aterrizar en la explanada del hotel una avioneta biplaza, Cigueña, pilotada por uno de los ases de la aviación alemana, el capitán Gerlach, que expuso a Skorzeny las dificultades para salir de allí, por lo desigual y corto del terreno que terminaba sobre un precipicio. Italianos y alemanes colaboraron para despejar el terreno de los restos de los planeadores y de algunas piedras. Los tres hombres se apretujaron en la ligera avioneta, que recorrió el desigual terreno sin despegarse del suelo.De pronto, el precipicio. Se me encogió el corazón. Un fuerte golpe con una piedra rompió una de las ruedas delanteras del tren de aterrizaje. El avión comenzó a caer como una piedra. Cuando ya creí que nos estrellaríamos, Gerlach logró enderezarlo y hacerlo volar. Pero aún el piloto debería demostrarnos otra vez su maestría a la llegada a Roma, cuando aterrizamos casi suavemente sobre una rueda delantera y la de cola. El aeropuerto estaba tomado por nuestras fuerzas, de modo que no fue difícil meter a Mussolini en un He-111 sin que nadie se apercibiera de la identidad de nuestro pasajero. Cuando los italianos se enteraron, nosotros estábamos llegando a Austria. La aventura de aquel 12 de septiembre tuvo una indudable transcendencia en el curso de la guerra. Poco después, Mussolini ponía en marcha la República de Saló, que mantendría el norte de Italia, la zona más poblada, rica e industrializada del país, al lado de Alemania hasta el último día de la contienda. 

El rescatado 
 

Fuente: 
http://www.artehistoria.jcyl.es 



sábado, 30 de noviembre de 2013

SGM: Los globos bombarderos japoneses

Los globos bombarderos japoneses 

por el General W.H. Wilbur 



La corriente de aire, que circula desde Japón hasta la costa Oeste de Canadá y Estados Unidos a una altitud que oscila entre los 9.000 y los 11.000 metros, fue descubierta por el profesor Nakayama, del Observatorio Meteorológico de Takao, en la Isla de Formosa, en 1932. 
Diez años después, el doctor Fujiwara, meteorólogo japonés, sugirió que esa corriente de aire fuese aprovechada para lanzar globos provistos de bombas. 
El bombardeo de Tokio, dirigido por el General James H. Doolittle el 18 de Abril de 1942, lastimó vivamente el orgullo de los japoneses. Ansiosos de encontrar un medio de ejercer represalias, concibieron la primera campaña transoceánica, con globos de dirección automática, que registra la historia. Invirtieron dos años en su preparación, pero en los seis meses que siguieron al 1º de Noviembre de 1944 soltaron 9.000 globos de gas, ingeniosamente construídos y preparados para lanzar bombas incendiarias y de fragmentación en los bosques, granjas y ciudades de Norteamérica. A estos globos se los conocía con el nombre de «Fu-Go». 
 
Estas nuevas armas tenían diez metros de diámetro aproximadamente y estaban destinadas a sobrevolar el Océano Pacífico a una altura de 9.000 a 11.000 metros, donde las corrientes de aire dominantes marchan hacia América a una velocidad de 150 a 300 kilómetros por hora. Aún cuando una vez puestos en libertad, nadie ejercía acción sobre estos globos (ni siquiera por radio), se calcula moderadamente que entre 900 a 1.000 llegaron a las costas del continente americano. Aparecieron a lo largo de todo el Oeste desde Alaska hasta México; casi 200, más o menos completos, fueron hallados en el Noroeste del Pacífico y el Oeste de Canadá; fragmentos de 75 más fueron recogidos en otros lugares o «pescados» en aguas costeras del Pacífico, y los fogonazos advertidos en el cielo indicaron a los observadores que, por lo menos, otros 100 estallaron en el aire. 
Se han hecho esfuerzos para quitar importancia a este ataque. Pero lo cierto es que señaló un progreso significativo en el arte de la guerra. Por primera vez se lanzaron a través del mar proyectiles desprovistos de dirección humana y realmente capaces de causar grandes daños. Afortunadamente, las nieves de invierno eliminaron el riesgo de incendios forestales. Si el asalto de los globos hubiera continuado hasta la temporada veraniega, en la cual los vastos bosques del Oeste estadounidense estuvieron como yesca; si los japoneses hubiesen mantenido un promedio de 100 lanzamientos por día, como hicieron en Marzo de 1945; si hubieran equipado los globos con centenares de bombas incendiarias, en vez de hacerlo con unas pocas de gran tamaño; o si los hubieran cargado con agentes bacteriológicos (con los que experimentaba el médico Shiro Ishii en la Unidad 731); tal vez habrían causado estragos. 
Los japoneses hicieron los primeros ensayos con globos en cantidad durante la primavera de 1944, lanzando al aire 200. Ninguno llegó a las costas estadounidenses. Los globos que cruzaron con éxito el océano fueron soltados el 1º de Noviembre de 1944, y el día 4 del mismo mes recibí el primer informe sobre ellos. Aquel día un barco patrulla de la Armada encontró flotando en el mar un gran trozo de tela desgarrada. Un marinero intentó subirlo a bordo, pero descubrió que tenía sujeta una masa pesada. Como no pudo subir el conjunto, cortó la tela, de modo que el mecanismo y los explosivos se hundieron. Sólo rescató la envoltura; pero como tenía marcas japonesas, nos bastó para hacernos sospechar que el enemigo había introducido en la lucha algún elemento misterioso. Desde el principio nos dimos cuenta de las posibilidades de la nueva campaña. En consecuencia, requerimos inmediatamente la ayuda de todos los organismos gubernamentales. Avisamos a la Armada y a la Oficina Federal de Investigaciones (F.B.I.). Advertimos a los guardas forestales que necesitábamos informes de los aterrizajes de globos y de toda fracción de globo o tren de aterrizaje que fuese hallado. 
Después del descubrimiento de la primera envoltura, tuvimos que esperar dos semanas antes de rescatar del océano los restos de un segundo globo. Poco después otro, quemado y parcialmente destruído, cayó tierra adentro en Montana. Para mediados de Diciembre y a base de muchos datos fragmentarios, los técnicos habían descubierto los principios fundamentales del arma, y se había diseñado el aspecto exterior de la misma. Más tarde, nos sentimos orgullosos al comprobar que nuestra «imitación imaginaria» resultó exacta en todo lo esencial. 
Se enviaron fragmentos al Laboratorio naval de Investigaciones de Washington y al Instituto de Tecnología de California. Se descubrió que la envoltura estaba fabricada con varias capas de papel pergamino grueso, pegadas unas a otras con cola vegetal y, además, esta cubierta era más eficaz para retener el gas hidrógeno que las mejores telas cauchutadas para globos hechas en Norteamérica. 
Lo expertos que examinaron la arena de los sacos de lastre dieron los nombres de cinco lugares de Japón de los cuales podía proceder la misma. Se encomendó a la Fuerza Aérea que averiguase lo que ocurría en aquellos lugares. Pronto tuvimos un informe, con fotografías, de uno de esos lugares. Esas fotografías mostraban una fábrica alrededor de la cual había varias esferas de color gris perla, al parecer globos de gas que se estaban inflando para emprender el vuelo a América. 
Poco después descubrimos uno de los globos grises en las proximidades de una ciudad del Oeste estadounidense. El piloto del avión de la Fuerza Aérea que fue enviado para hacer que el globo descendiera intacto, lo hizo avanzar hacia campo abierto a impulso de ráfagas de aire producidas con la hélice de su avión. Estos golpes de aire ladearon el tren de aterrizaje, de modo que se aflojó la llave del hidrógeno y se escapó el gas, haciendo que el globo se posara suavemente en tierra. Por fortuna, el mecanismo automático de autodestrucción no funcionó. Todo se encontró en perfecto estado. 
Algún tiempo más tarde, supimos que la construcción de una de estas armas costaba cerca de 800 dólares. Cada globo llevaba aproximadamente 30 sacos de arena de tres kilogramos, los cuales iba dejando caer uno a uno por medio de un dispositivo de trinquete conectado con un altímetro barométrico (utilizados en aviación, son básicamente barómetros con la escala convertida a metros o pies de altitud, que fluctúan con el cambio de la presión atmosférica a diferentes alturas) que lo hacía funcionar cada vez que el globo descendía más abajo de 9.300 metros. Otro control automático abría una válvula para dejar escapar hidrógeno cuando el globo de gas se elevaba a más de 11.000 metros. Cada globo llevaba tres o cuatro bombas, una de las cuales por lo menos era incendiaria. Las otras eran bombas de fragmentación de 15 kilogramos y estaban destinadas a causar daños a las personas. Ambos tipos de bombas eran gobernadas por un mecanismo de lanzamiento dispuesto para funcionar después que todos los sacos de lastre hubiesen caído porque, según la teoría japonesa, ya entonces el globo debería estar volando sobre el continente americano. 
 
 
Con cada grupo de globos portadores de bombas, los japoneses lanzaban uno que enviaba señales de radio y servía para ir indicando los progresos de la flota a través del océano. Después de haber rescatado unos cuantos globos, llegamos a la conclusión de que el riesgo de las bombas explosivas no era grande, pero las incendiarias si constituirían una grave amenaza durante la temporada de los eventuales incendios forestales (de Julio a fines de Septiembre) en la costa del Oeste. Necesitábamos la madera de aquellos bosques y, por consiguiente, organizamos tropas especiales de paracaidistas que pudiesen cooperar rápidamente con los guardabosques y los servicios civiles de incendios forestales. En el mejor de los casos, sin embargo, estas defensas hubiesen sido muy débiles. 


Entretanto, y para hacer frente a la posibilidad de que los globos fuesen utilizados para sembrar plagas en las plantas por medio de esporas; bacterias y parásitos de pestes en los animales o tal vez agentes bacteriológicos como ántrax o botulismo para los humanos, alistamos en el programa de defensa a funcionarios de sanidad, médicos, veterinarios y autoridades universitarias en agricultura. Se adiestraron escuadras de descontaminación. Se establecieron depósitos de desinfectantes, ropas y máscaras en lugares estratégicos. Se pidió con insistencia a agricultores y ganaderos que diesen cuenta de las primeras señales de cualquier enfermedad extraña que atacase a sus sembrados o a su ganado. 
Para impedir que los japoneses conociesen el grado de éxito alcanzado por su campaña, la prensa y la radio de los Estados Unidos y de Canadá aceptaron una censura voluntaria que resultó uno de los prodigios de la guerra. Pero, al mismo tiempo, esta censura nos dificultaba el prevenir adecuadamente a la población. En Oregon un grupo de niños, que iba en gira campestre, encontraron un globo, lo remolcaron y sus bombas estallaron: una mujer y cinco niños murieron. 
¿Cómo podíamos prevenir a millones de niños contra un azar semejante y evitar que cualquier información llegase a conocimiento de los japoneses que la esperaban ansiosamente? Conseguimos ambos resultados por la magnífica cooperación de las autoridades docentes, los maestros, los jefes de policía y los padres. 
 
Como los japoneses querían asegurarse del eficaz arribo a América de los globos, comenzaron a utilizar seda engomada en vez de papel pergamino para la envoltura de los mismos, pues al parecer creían que la seda engomada era mejor material para contener el gas hidrógeno. Pero ocurrió exactamente lo contrario. Sólo tres globos de seda llegaron a los Estados Unidos. 
Súbitamente, a fines de Abril, cesó la invasión de los globos. ¿Había sido suspendido el ataque por considerárselo un fracaso? ¿O se trataba de una calma engañosa antes de un asalto mayor? Pasaron semanas y meses: el ataque jamás se repitió. 
Aclaré el misterio tres años después, cuando visité Japón, y tuve ocasión de conferenciar con el general Sueyoshi Kusaba, a cuyo cargo había corrido la campaña de los globos. Me dijo que en total se habían soltado 9.000 globos y que los japoneses calculaban que, por lo menos, el 10% llegarían a los Estados Unidos y Canadá. En Japón se tuvo noticia del aterrizaje inicial en Montana. Pero, desde entonces, el silencio de la prensa y la radio norteamericana y canadiense fue absoluto. Como solamente tenían conocimiento de un único aterrizaje en el continente americano, el Estado Mayor comenzó a amonestar a Kusaba. Le dijeron muchas veces que su campaña era un fracaso y que estaba derrochando los recursos, cada vez más reducidos, del país. 

 

Por fin, en los últimos días de Abril, el general Kusaba recibió orden de suspender totalmente las operaciones. Las palabras del Estado Mayor fueron las siguientes: «Sus globos no llegaron a América. Si hubiesen llegado, los periódicos hablarían de ello. Los norteamericanos no podrían estarse callados tanto tiempo». 


Fuente: Historias Secretas de la Última Guerra.