jueves, 25 de marzo de 2021

Guerra contra la Subversión: Por qué el terrorismo comunista impulsaba la caída de la copera Isabel Martínez

Por qué Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo impulsaron la caída de Isabel Perón

Hace 45 años, el golpe de Estado y la dictadura de Videla fueron recibidos con entusiasmo por la guerrilla en su lucha por la revolución socialista. La trastienda y la estrategia de las guerrillas en la antesala del 24 de marzo de 1976
Por Ceferino Reato || Infobae


Isabel Perón deja la Casa Rosada en helicóptero. En Aeroparque le dijeron que estaba detenida. El golpe de Estado se había llevado a cabo

Aunque hoy sea difícil de creer, los grupos guerrilleros combatieron al gobierno constitucional de la presidenta Isabel Perón y, de esa manera, conscientemente, favorecieron el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, que, hace cuarenta y cinco años, inauguró la dictadura más sangrienta de la historia.

Ésa fue la estrategia tanto de Montoneros -la guerrilla de origen peronista- como del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y también de las diversas siglas armadas de los 70, según explico en mi último libro Los 70, la década que siempre vuelve. En parte por la violencia desatada por esos grupos armados, ya en septiembre de 1975 el gobierno peronista estaba exhausto, al borde del golpe de Estado. Durante varios meses, la caída de Isabelita fue el tema principal en los cafés, la radio y los diarios.

Vistas las cosas desde la perspectiva de las guerrillas, la Revolución estaba al alcance de la mano y la violencia era el instrumento más adecuado para acelerar la llegada al paraíso socialista. En el lenguaje de la época, la violencia era la partera de la historia y el golpe del que tanto se hablaba no haría más que “acelerar las contradicciones” (el enfrentamiento) entre el Ejército y sus mandantes -el imperialismo yanqui y la oligarquía criolla- por un lado, y el pueblo y sus verdaderos representantes, la guerrilla, por el otro.

La Presidenta tampoco se ayudaba mucho. Ya había tenido que aceptar como nuevo jefe del Ejército a un general que no le despertaba ninguna confianza, Jorge Rafael Videla, que dos años antes no quiso representar al Ejército en la comitiva que trajo de regreso al país al general Juan Perón. En realidad, la viuda de Perón comenzó a caer antes, el 11 de julio de 1975, cuando tuvo que desprenderse del hombre fuerte de su gobierno, su secretario privado y ministro de Bienestar Social, José López Rega, El Brujo o Lopecito.

El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó el 23 de diciembre de 1975 el batallón de arsenales del Ejército Domingo Viejobueno, ubicado en la localidad bonaerense de Monte Chingolo

No le quedó otra salida luego del fracaso del drástico plan de ajuste de la economía lanzado a principios de julio, conocido como el “Rodrigazo” por el apellido del efímero ministro Celestino Rodrigo, que respondía al poderoso Lopecito. El plan preveía una devaluación del 160 por ciento para el dólar comercial y del ciento por ciento para el dólar financiero, entre otras medidas. El impacto en el bolsillo de la gente fue dramático: la nafta subió el 172,7 por ciento; el transporte, el ciento por ciento; la leche, el 65 por ciento; los medicamentos, el 70 por ciento, y se licuaron los ahorros en los bancos.

Los sindicatos, encabezados por el metalúrgico Lorenzo Miguel y el textil Casildo Herrera, protestaron con movilizaciones en varias ciudades, que desembocaron en una huelga general de dos días, inédita para una gestión peronista, y fueron a la Plaza de Mayo a pedir la cabeza de López Rega. Resultó una derrota decisiva para ella. Un persistente cuadro de depresión, insomnio, cansancio y disturbios gastrointestinales la mantuvo en la residencia de Olivos durante largos periodos en los que permanecía en la cama. Las reuniones de gabinete se hacían en su dormitorio.

El país parecía a la deriva, sin un vértice que supiera qué hacer.

Lapidario, aunque exacto, fue el cable confidencial del 10 de septiembre de 1975 en el que el embajador Robert Hill informó al gobierno de Estados Unidos que “el poder político real no reside más en la Presidenta. A esta altura, si se queda como Presidenta o no es una cuestión casi de interés académico. Hay un vacío de poder en el centro y no será ella quien lo llene. El problema, sin embargo, es que la señora de Perón puede no darse cuenta de que el juego está terminado”.

Un hombre yace muerto en el suelo tras el ataque de Montoneros al Regimiento de Infantería de Monte 29 en 1975

Curiosamente, la evaluación de Montoneros coincidía con la del embajador Hill, al que vinculaba con la CIA, la central de inteligencia de Estados Unidos, y sus movidas golpistas en la región. También para ellos el gobierno de la viuda de Perón estaba acabado. No solo eso: los montoneros se pusieron contentos con el infortunio de Isabelita porque en aquel momento tenían como “objetivo político principal el deterioro del gobierno de Isabel Martínez”, que, un año después del retorno a la lucha armada -o “a la resistencia”, según ellos—, “se ha cumplido”. ¿Por qué querían que a la viuda del General le fuera mal? Para “impedir que el imperialismo pueda estabilizar su política bajo una cobertura peronista, con la secuela de confusión desorganizada de masas que eso hubiera acarreado”.

Todo eso lo escribieron luego, en un curso de formación lanzado en el exilio en 1977, en homenaje a Julio Roqué, el matador del líder sindical José Ignacio Rucci, en 1973. Matar y morir: el jefe guerrillero había muerto en Haedo, en el Gran Buenos Aires, donde tomó la pastilla de cianuro que ya llevaban encima los montoneros para evitar que los capturaran vivos, y luego de resistir él solo durante varias horas el asedio de un pelotón de la Marina.

Pero el fracaso del gobierno peronista en 1975 no estaba siendo aprovechado por ellos sino por los militares, como admitieron en la cuarta clase de aquel curso teórico y práctico: “No es aún el pueblo organizado el que avanza sobre el poder político sino las Fuerzas Armadas, que, ante el fracaso del gobierno, se conciben como la única fuerza política y militar capaz de aniquilar a la subversión y superar la crisis económica”. Por ese motivo deducían el futuro más probable: “La agudización de la lucha armada y, a nivel de poder del Estado, el avance militar directo”, el golpe de Estado.

En octubre de 1975, Mario Eduardo Firmenich, “Pepe”, y la cúpula guerrillera tenían información calificada y estaban convencidos de que el golpe se daría en marzo de 1976, pero no hicieron nada para impedirlo. Al contrario, el derrocamiento de Isabel Perón era visto con entusiasmo militante; creían dos cosas: que la revolución socialista y la liberación nacional se definirían en un choque militar con las Fuerzas Armadas que sería largo y cruento, una “guerra nacional, popular y prolongada”; y que caído el gobierno de Isabelita, el ajuste económico y la represión militar posteriores al golpe de Estado harían que el pueblo se pusiera del lado de los montoneros, que portaban la ideología correcta, el socialismo, y defendían los intereses de los trabajadores.

¿Por qué los Montoneros quería que a Isabel Perón le fuera mal? Para “impedir que el imperialismo pueda estabilizar su política bajo una cobertura peronista" (AFP)

Además, el 5 de octubre de 1975, cuando debutó el llamado Ejército Montonero en el ataque a un cuartel en Formosa para enfrentar al “ejército opresor, gorila”, hacía casi dos años que Firmenich sostenía que el golpe militar era inevitable y que, si bien la guerrilla no tendría la fuerza suficiente para impedirlo, podría emprender sí una resistencia gloriosa que derivaría luego en una contraofensiva victoriosa.

Firmenich confiaba en una dialéctica -ofensiva militar, resistencia guerrillera y contraofensiva montonera- que sonaba muy bien entre los guerrilleros peronistas convertidos al marxismo. En 1977, un año después del golpe, se encontró por casualidad con el escritor y periodista Gabriel García Márquez en un vuelo, “a diez mil metros de altura y en mitad del océano Atlántico”, según describió el Nobel. Firmenich tenía 28 años y a García Márquez le impresionó como “un gato enorme”, con “una gran lucidez política” aunque “fundamentalmente un guerrero”.

García Márquez aprovechó para hacerle una entrevista en la que Firmenich le dijo: “Desde octubre de 1975, bajo el gobierno de Isabel Perón, nosotros sabíamos que se gestaba un golpe militar para marzo del año siguiente. No tratamos de impedirlo porque al fin y al cabo formaba parte de la lucha interna del movimiento peronista. Pero hicimos nuestros cálculos de guerra y nos preparamos para sufrir mil quinientas bajas en el primer año. Si no eran mayores, estaríamos seguros de haber ganado. Pues bien: no han sido mayores. En cambio, la dictadura está agotada, sin salida, y nosotros tenemos un gran prestigio entre las masas y somos una opción segura para el futuro inmediato. Este año marcará el fin de la campaña ofensiva de la dictadura, y se desarrollarán las condiciones para la contraofensiva final”.

El periodista y ex montonero Juan Gasparini confirmó en su libro Final de cuentas que la cúpula de Montoneros conocía cuándo y cómo sería el golpe porque “el hijo de un alto jefe del Ejército encuadrado en el servicio de inteligencia montonero a cargo del ‘Profesor Neurus’ (el periodista y escritor Rodolfo Walsh) había sacado copia del borrador de la ‘Orden de Batalla 24 de marzo’, guardada en la caja fuerte de su padre”.

El 24 de marzo de 1976 se concretó el Golpe de Estado orquestado por la Junta Militar. Ese día se inauguró la dictadura más sangrienta de la historia argentina

También la guerrilla trotskista guevarista, el Ejército Revolucionario del Pueblo, tenía información precisa sobre cuándo sería el golpe de Estado y lo recibió con entusiasmo: pensaba que permitiría el “comienzo de un proceso de guerra civil abierta que significa un salto cualitativo en el desarrollo de nuestra lucha revolucionaria”, según escribió su líder, Mario Roberto Santucho, la misma mañana del 24 de marzo de 1976.

O como señaló en su autobiografía Enrique Gorriarán Merlo: “Habíamos obtenido la información de que el golpe estaba en plena preparación a través de ‘Chacho’ Perrota, dueño de El Cronista Comercial y miembro del aparato de inteligencia del ERP. El 24 de marzo se produjo el golpe militar; hicimos una evaluación y llegamos a la conclusión de que el advenimiento de una dictadura militar iba a conllevar una exacerbación de la resistencia contra esa dictadura”.

Montoneros y el ERP cumplieron con creces el objetivo de desgastar al gobierno peronista: protagonizaron una ola de violencia tal que en 1975 que muchos argentinos terminaron pensando que no había otra salida mejor que un golpe de Estado. Claro que no estuvieron solos incubando el huevo de la serpiente; del otro lado mataban los grupos paraestatales como la Triple A, las guardias armadas de varios sindicatos y la policía. Y en el último trimestre de 1975, el gobierno delegó en los militares la lucha contra las guerrillas, sin ningún tipo de control.

Como dijo el periodista y escritor argentino Andrew Graham-Yooll, el 24 de marzo de 1976 “cayó la noche cuando el país ya estaba a oscuras”. Treinta años después, este colega admirable publicó Los muertos de 1975, una lista que “es historia; no se publica con placer ni como logro de investigación, simplemente, horriblemente, como informe de un año trágico”. El resultado es escalofriante porque la nómina está hecha día por día e incluye, siempre que se sepan, el nombre, la edad, el rol, dónde murió y el grupo que lo mató. Ocupa treinta y tres páginas y el número final es de 1.065 víctimas: casi tres asesinatos por día, de izquierda, derecha, centro o sin pertenencia ideológica.

La conclusión de Graham-Yooll, que trabajaba en el Buenos Aires Herald, es una adecuada síntesis de aquellos años violentos: “A la distancia, puede verse en los tres años anteriores al 24 de marzo de 1976 que cada día fue un paso hacia el patíbulo”.


miércoles, 24 de marzo de 2021

Teoria de la guerra: Nacimiento y evolución del pensamiento militar prusiano (Libro)

Entrevista a Jean-Jacques Langendorf; Pensamiento militar prusiano desde Federico el Grande hasta Schlieffen


Jean-Jacques Langendorf es historiador, escritor e investigador del Instituto de Estrategia y Conflictos - Commission Française d'Histoire Militaire. Autor prolífico, ha escrito extensamente sobre la historia militar suiza, pero también sobre temas más inesperados. Jean-Jacques Langendorf publicó The Prussian Military Thought, Studies of Frederick the Great in Schlieffen by Economica en 2012 y tuvo la amabilidad de responder a nuestras preguntas sobre su trabajo.


Entrevista de Adrien Fontanellaz ||  L'autre côté de la colline





Recientemente publicó una suma específicamente sobre el pensamiento militar prusiano. ¿Podrías contarnos más sobre qué te llevó a dedicarte a este proyecto?

Las razones por las que dedicas meses o incluso años de tu vida a un proyecto en particular son complejas En algunos casos, incluido el mío, hay que ir río arriba. No olvidemos nunca las profundas palabras de William Wordsworth: "El niño es el padre del hombre". Mi abuela Fidélia, nacida en el año de Sadowa, me dijo que vio en la frontera de Ajoie cuando era una niña en 1871 a Uhlans patrullando el otro lado de la frontera. Mientras me asusta, la descripción de estos caballos negros, y más negros aún en la nieve, de estos hombres con el curioso schako aplastado en la punta, sosteniendo las riendas en una mano, en la otra una larga lanza que termina en un banderín pequeño en blanco y negro, en colores prusianos (o más bien sin colores). Mucho más tarde comprendí que habían sido los hombres del general von Werder, quienes acababan de empujar a los franceses a la frontera suiza. La guerra siempre ha estado presente en mi vida, ya sea por mi tío Latry, que la había hecho del lado francés en 1917-1918 y que había sido gravemente herido en la Butte de Tahure, o por mi padre, del lado americano en 1942- 1945 que había participado en las campañas del norte de África, Italia, Francia y Alemania. Ambos nunca cuestionaron esta dura experiencia e incluso la celebraron.

Niño, jugué a los soldados, bajo la mirada benevolente de los adultos. Ocupación entonces normal y escandalosa hoy en día. Todavía tengo en mi oído el chillido de esta madre insinuando a su descendencia, durante un día del ejército, la orden de no acercarse a un tanque P 68, "esta máquina de la muerte". . Oh Dios, luché contra esto en mi infancia, aniquilando ejércitos enteros de soldados de plomo, arrasando ciudades hechas de cajas de fósforos, disparando a civiles y rehenes, quemando museos y bibliotecas, etc. Porque, por supuesto, tenía que hacer triunfar mi reino, el Paseo, del que yo era el soberano absoluto. Si trato de recordar las tácticas utilizadas en mi campo de batalla, las veo como muy rudimentarias: ataques frontales con un poderoso apoyo de artillería. Y mucha caballería para mostrar lo más prestigioso de mis soldados en miniatura.

Creí, a la hora de abordar las mediocridades académicas, que la filosofía sería mi destino hasta el día en que un profesor de filosofía, uno real, me dijo que en lugar de devanarme los sesos con Husserl, lo haría mejor. dedicarme al martillo neumático. En ese momento, estando en el Medio Oriente, ya me estaba volcando hacia la arqueología, especialmente la arqueología militar, de las Cruzadas y el Islam. Pero el arte de la guerra en la Edad Media ya no me bastaba y leí todo lo que pude encontrar. Finalmente llegué a Clausewitz y desde allí comencé a desenrollar la madeja prusiana y han pasado casi cincuenta años desde que dejé de hacerlo.
¿Podrías contarnos más sobre este pensamiento militar bajo el reinado de Federico II, a pesar de que las prácticas prusianas fueron escolarizadas en el resto de Europa?

Hasta 1806, hasta la caída de la antigua monarquía prusiana bajo el azote de los ejércitos napoleónicos, Federico II de Prusia gozaría de una inmensa popularidad tanto en Europa como en América. Goethe dice que en Sicilia, en la cabaña de un humilde pescador, vio su retrato en la pared. Ciertamente, fascinó a sus contemporáneos por su autocracia ilustrada, su talento musical y literario, su corte intelectual, sus ocurrencias, su sarcasmo, su cinismo, etc. Pero probablemente era como señor de la guerra lo que más les interesaba. ¿No fue él quien venció a los franceses, los austriacos, los rusos? Mejor que ningún otro en ese momento, entendió que, tácticamente, era el fuego lo decisivo. Por tanto, es necesario que, sobre todo, el ejército se convierta en un "productor de fuego", "una máquina de fuego", y, para que produzca tanto como sea posible, tendrá que ser sometido a la dura escuela de la mecanización. movimientos que te permiten cargar y disparar más rápido.

Al mismo tiempo, para que el rodaje ejerza sus efectos, se practicará a lo largo de líneas, de ahí el nombre de "tácticas lineales" atribuidas al proceso. Para inculcar la profesión en sus soldados - la mayoría de las veces extranjeros reclutados por la fuerza - los suboficiales y oficiales recurren al "simulacro", a la incesante repetición de movimientos de carga, evoluciones, entre otras conversiones y, en su caso, necesario, al castigo corporal. Sin embargo, hay que mencionar una peculiaridad prusiana, el alistamiento de "Kantonisten", es decir, de nacionales prusianos, para servir durante ciertos períodos. Algunos historiadores han querido ver en esta institución los fundamentos de un ejército nacional.

A un nivel menos elemental, lo que los contemporáneos llamaron "la gran táctica" (se diría hoy el nivel operativo) Frédéric recurrió al "Orden oblicuo", es decir, al ataque de un ala de su línea, en el flanco enemigo, la derecha si es posible, que "se niega", es decir que se contrata paulatinamente, ocultándola el mayor tiempo posible. Este proceso está ilustrado por la "maniobra de Leuthen" (1757) contra los austriacos. Al contrario de lo que algunos querían creer, o hacer creer a la gente, esta forma de enfrentarse al enemigo no era sistemática, Frédéric también recurría al pragmatismo táctico cuando ve la posibilidad o surge la necesidad. Con brillantes victorias, pero también sangrientas derrotas (que nos gusta olvidar en Prusia), Federico II ocupará el centro del interés militar. Europa se está reuniendo en Potsdam y en otros lugares para maniobras y desfiles, con asombro de admiración. Escribimos mucho sobre los procedimientos prusianos, los copiamos, los presentamos en el extranjero; a veces, pero rara vez, se les critica en detalle.

No fue hasta finales del siglo XVIII que la marea cambió. GH von Berenhorst (1733-1814), cuyo pensamiento presenté con gran detalle en mi trabajo, primero porque es importante y luego porque es totalmente desconocido en el mundo francófono, se involucrará en una ataque de violencia inaudita contra el "Gran Rey", cuando había sido, durante un tiempo, su ayudante de campo. Le reprocha su ateísmo, su cinismo, su moral disoluta, su desprecio por los humanos en general y por sus soldados en particular. Llega a decir que si el rey hubiera sido asesinado a su lado en el campo de batalla, habría orinado sobre su cadáver. A nivel militar, ataca su forma de liderar la batalla, sus errores tácticos, la subestimación de los elementos psicológicos, el desarrollo de una "máquina" que ignora el peso del azar todopoderoso. , determinante en el curso de una campaña y una batalla. El ejército prusiano antes de 1806, antes de la catástrofe final de Jena-Auerstedt en 1806, no se había detenido, congelado en las tradiciones heredadas del "Gran Rey". Hubo reformas tácticas, se tuvieron en cuenta ciertos elementos heredados de la conducción de la guerra de los ejércitos de la Revolución Francesa, pero de manera demasiado tímida y no lo suficientemente radical, la estructura absolutista del Estado impidiéndole cualquier transformación significativa.

Un elemento particularmente destacado de su trabajo es el fértil suelo intelectual en el que surgirá el pensamiento de Clausewitz. ¿Podría contarnos más, para usar su frase, sobre este bosque enmascarado por el árbol de Clausewitz? ¿Cuáles fueron sus precursores?
Clausewitz no surgió de la nada. Es hijo de lo que se ha llamado "idealismo alemán" o, también en algún momento, "Die deutsche Bewegung". Proviene de esta generación de los años 1775-1785 que también produjo: ETA Hoffmann nació en 1776, La Motte Fouqué en 1777, como Heinrich von Kleist, Achim von Arnim en 1781 como Chamisso. Y solo mencioné a los prusianos allí. Entre 1800 y 1820, la producción intelectual, fundamentalmente filosófica, fue prodigiosa. Fichte cuestiona, entre otras cosas, el lugar del yo en la percepción, Schelling sobre la relación entre el hombre y la naturaleza, Hegel sobre el significado de la historia, Adam Müller sobre la estructura de la política, Schleiermacher sobre el significado del mensaje bíblico. Y al fondo hay dioses tutelares como Goethe, Schiller o Kant. También es el apogeo de Beethoven o, en pintura, de Gaspard-David Friedrich. No es incorrecto hablar de Berlín en ese momento como "Atenas en el Spree".

La guerra también encontraría a su filósofo en la persona de Clausewitz, aunque su obra apareció más tarde póstumamente, sin embargo fue meditada y elaborada a partir de 1805 y a partir de una materia prima proporcionada por las guerras. de la Revolución Francesa y la Napoleónica. Pero se trata de tener cuidado y afrontarlo. Hasta alrededor de 1870, Clausewitz permaneció desconocido y casi nunca se leía. Su redescubrimiento se debe, entre otras cosas, a que Moltke, ganador de las guerras contra daneses, austriacos y franceses entre 1864 y 1870 se interesaron por él. En Francia, tras la derrota de 1870, los oficiales investigaron su obra con la esperanza de descubrir los secretos de los procesos y, si es posible, de las victorias prusianas. A partir de ahí, el Vaudois Jomini, que entonces dominaba, será degradado gradualmente para disfrutar, recientemente, de un estallido de interés. Ahora el avance de Clausewitz está resultando triunfante. Está traducido y comentado en todas partes del mundo. En Francia, intelectuales eminentes, lejos de ser soldados o historiadores sino filósofos, le dedicaron obras importantes, como Raymond Aron y René Girard. En última instancia, solo existe Clausewitz y su estatua de "filósofo de la guerra" aplasta todo lo demás. Tenemos la sensación de que su obra es un fenómeno único y excepcional.

Me gusta comparar esta situación con la de la pintura renacentista italiana. Durante varios siglos, se ha resumido, a ojos de conocedores y aficionados, a nombres prestigiosos, como los de Rafael, Miguel Ángel, Botticelli. Pero desde principios del siglo XX, el estadounidense Bernard Berenson (1865-1959) se esforzará por mostrar que estos grandes nombres esconden una abundancia de artistas de alto valor que han caído de la trampa de la historia y que, sin embargo, han inspirado, anunciado, guiado a los grandes nombres clásicos. Lo mismo ocurre con Clausewitz. En mi trabajo sobre el pensamiento militar prusiano, mencioné en detalle a Johann-Jakob Rühle von Lilienstern, Ernest von Pfuel, Constantin von Lossau y algunos otros, todos contemporáneos de Clausewitz y a veces sus amigos, quienes en multitud de puntos anuncian su obra y que Clausewitz repite en ocasiones pero sin citarlas.

Si he dedicado mucho espacio a Georg Heinrich von Berenhorst (Betrachtungen über die Kriegskunst) ya Adam Heinrich Dietrich von Bülow (Geist des neuern Kreissystem, 1799) es por dos razones. Primero, porque el primero, a pesar de su importancia central, es totalmente desconocido en Francia. Y que lo que se ha dicho sobre el segundo es, en la mayoría de los casos, una ignorancia falsa o sucia. Entonces el uno y el otro marcan dos puntos opuestos y extremos de los que Clausewitz buscará escapar. Para Bülow, la guerra tiene un carácter científico, pudiendo las operaciones realizarse según modelos geométricos. Para Berenhorst, por otro lado, la guerra y la batalla son solo lugares de azar, el fuego mezcla los datos y hace imposible cualquier conducción racional de las operaciones. Para Clausewitz, que está entre los dos, es cierto que existe el peso de lo imponderable (fricción para él), pero hay fuerzas (entre otras, las que él llama "morales" (compostura, voluntad, decisión) que actúan. Como contrapeso Al hablar de la “tríada clausewitziana” evocamos a) la relación inseparable entre política y guerra, b) fricciones e imponderables, c) violencia.

Queríamos ver diferentes influencias filosóficas ejercidas sobre Clausewitz, entre otras las de Kant o Hegel. Pero este "determinismo filosófico" ha sido legítimamente cuestionado. Por mi parte, para intentar comprender la dimensión filosófica del proyecto de la autora del “Vom Kriege”, me volví en otra dirección, la que esboza Annah Arendt cuando explica cuál era la naturaleza del proyecto. de su maestro Heidegger que se unió al “Zu den Sachen selbst” de Husserl. Pero este último, que además proviene del medio pietista, solo enfatizó la necesidad de deshacerse de las pesadas estructuras de conocimiento, de la acumulación de este conocimiento, que precisamente nos prohíbe tener acceso a "Sachen selbst ". En un capítulo relaté el pietismo del gran teólogo del idealismo alemán Friedrich Schleiermacher, (1768-1834) quien muestra que la acumulación de interpretaciones teológicas confunde e impide la comprensión del texto sagrado y el hecho religioso. Asimismo, para Clausewitz, la acumulación de todo un conocimiento militar nos impide acceder a la naturaleza misma de la guerra. Aquí es donde estoy trabajando en este momento.
¿Podría volver también a aspectos evocados relativamente pocos del pensamiento de Clausewitz, como sus escritos sobre Vendée o incluso sobre Suiza?
Como Clausewitz estaba intensamente preocupado por la "guerra popular", la guerra, entre otras cosas, ya no la libraban los profesionales sino el pueblo en armas, en forma de partisanos. Estuvo destinado en Le Mans en 1815 con el III Cuerpo de Prusia, lo que le permitió estudiar de cerca la Guerra de Vendée, sin que su interés por ella disminuya nunca. La cuestión es que él sepa, en la perspectiva de la creación de un Landwehr en su país, lo que valen las operaciones de un ejército popular improvisado.

Sin embargo, la importancia para Clausewitz, la experiencia "suiza" fue mucho más importante. Después de la derrota de Jena-Auerstedt en 1808, fue hecho prisionero con el príncipe Augusto de Prusia, de quien era ayudante de campo. Los dos hombres estuvieron primero bajo arresto domiciliario en Francia y luego se mudaron al castillo de Coppet. Allí permanecerán más de dos meses, anfitriones de Mme de Stael. La relación que mantendrá Clausewitz con ella será excelente, mientras que su "jefe" se enamorará perdidamente de Juliette Récamier, a quien su ayudante de campo, en cambio, no puede sentir. Clausewitz viajará por la región, viajará a Yverdon para visitar el instituto Pestalozzi y hablar con este último, cuyos métodos de enseñanza rechaza parcialmente. Se hará amigo de August Wilhelm Schlegel, filósofo estético, crítico, traductor, que está al servicio de la baronesa de Staël y que lo fortalecerá en la idea de la superioridad de la cultura alemana sobre la francesa.

Clausewitz, gran lector de Johannes von Müller, autor de una monumental Historia de Suiza, admira la antigua Confederación y sus tradiciones militares, la idea de un pueblo montañés que toma las armas le fascina y responde a sus preocupaciones. Sin embargo, su sueño de visitar el centro de Suiza no se hizo realidad.
¿Cómo evolucionó posteriormente el pensamiento militar prusiano? De hecho, a menudo se resume como una forma de obsesión por la batalla decisiva que debe decidir una guerra.

Después de las victorias de 1870-71 sobre Francia, la invencibilidad militar prusiana se estableció como un dogma, mientras que los métodos practicados en este ejército se adoptaron en todo el mundo. Los oficiales prusianos continúan trabajando duro, sometiendo a un análisis detenido las victorias de su sistema, que son también las de Moltke, Jefe del Estado Mayor. Por supuesto (o gracias a Dios) se escuchan voces discordantes; entre los más poderosos, el de Colmar von der Goltz que demuestra, entre otras cosas, que la "levée en masse" practicada por Gambetta podría haber constituido una amenaza mortal en 1871 para el ejército prusiano, hasta entonces victorioso.

El jefe del Estado Mayor, el conde von Schlieffen desarrollará una serie de planes, postulando una gigantesca maniobra de envolvente, con violación de la neutralidad belga, que debería poner a Francia de rodillas. Demasiado sistemático, demasiado rígido, fracasará. Por un lado se habrá subestimado la recuperación militar francesa, por otro no se ha tenido suficientemente en cuenta los componentes políticos, entre otros el hecho de que Francia. Gran Bretaña y Rusia son aliados. Pero este fracaso del "primer ejército del mundo" ¿no demuestra que para ganar una guerra hay que haber perdido la anterior?

lunes, 22 de marzo de 2021

Entreguerra: Guerra greco-turca de 1919/20

Guerra greco-turca (1919-1922)

W&W



Carga de infantería griega cerca del río Gediz


Visita de Mustafa Kemal a Çay. De izquierda a derecha: jefe de estado mayor del Frente Occidental Miralay Asim Bey (Gündüz), comandante del Frente Occidental Mirliva Ismet Pasha (İnönü), desconocido, agregado militar de la Rusia soviética K.K. Zvonarev, embajador de la Rusia soviética S.I. Aralov, Mustafa Kemal Pasha, embajador de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán Ibrahim Abilov, comandante del Primer Ejército Mirliva Ali Ihsan Pasha (Sâbis), en la mañana del 31 de marzo de 1922.

La guerra greco-turca fue un conflicto librado en Anatolia entre el Reino de Grecia y la nueva república turca a raíz de la Primera Guerra Mundial. La guerra representó tanto la etapa final de la desintegración del Imperio Otomano como la culminación de la Megali griega [Gran] Idea ”de unir a todos los griegos del Mediterráneo oriental bajo un solo estado griego. Los primeros éxitos griegos parecían ofrecer la perspectiva de un estado griego panhelénico en ambos lados del Egeo, pero los éxitos militares de los revolucionarios turcos de 1921-1922 convirtieron la victoria en una catástrofe, lo que resultó en el colapso de los sueños irredentistas griegos, grandes flujos de refugiados y la destrucción de las comunidades griegas en Anatolia y las comunidades turcas en Grecia. Para el movimiento nacional turco, por otro lado, la guerra representó una fase crucial de su guerra de independencia. Las negociaciones que pusieron fin a la guerra también exigieron intercambios de población organizados por el estado que cambiaron profundamente la composición cultural y étnica de la región.

La política griega había estado increíblemente dividida acerca de entrar en la Primera Guerra Mundial, y Grecia solo se unió oficialmente a la Entente cerca del final de la guerra. Había sido parte de las discusiones entre los aliados sobre la división del Imperio Otomano de la posguerra, ya que las potencias de la Entente buscaban equilibrar sus diversas y competitivas reclamaciones sobre el territorio otomano. El primer ministro Eleftherios Venizelos, el defensor más conocido de la Idea Megali y el principal artífice de la adhesión de Grecia a la Entente, presionó muy duro en la Conferencia de Paz de París por una ocupación militar griega de Anatolia occidental, particularmente de la ciudad de Esmirna. Los británicos pronto llegaron a ver esto como un resultado preferible a la región que caía bajo el control italiano, ya que Lloyd George y otros funcionarios británicos temían que los italianos, a quienes originalmente se les había prometido Esmirna, tenían más probabilidades de llegar a un acuerdo con los turcos. Tanto británicos como franceses esperaban contener o derrotar a los nacionalistas turcos, y esperaban imponer alguna versión de los acuerdos zonales alcanzados entre ellos, Italia y Grecia. Gran Bretaña, en particular, esperaba imponer un acuerdo severo a los otomanos e impedir la victoria de los nacionalistas sin comprometer directamente sus propias fuerzas (Bloxham 2005: 154-155). La "política anglo-griega" de la Entente tenía como objetivo utilizar a los griegos como un ejército sustituto para hacer cumplir su voluntad en Anatolia. El interés de Entente en mantener una presencia en Asia Menor, por lo tanto, encajó con las demandas griegas irredentistas de "liberar" las áreas de Anatolia con grandes minorías griegas, y una fuerza expedicionaria griega desembarcó en Esmirna el 15 de mayo de 1919.

Al mando del Alto Comisionado Aristidis Stergiadis, la fuerza griega aseguró rápidamente Esmirna y las áreas circundantes. Mientras que la población griega, una minoría sustancial (y según los cálculos griegos una mayoría) en Esmirna, dio la bienvenida a la fuerza expedicionaria como libertadores, gran parte de la población musulmana reaccionó con miedo y repulsión. La muerte de casi 400 ciudadanos turcos de Esmirna en los desembarcos iniciales no auguraba nada bueno para la próxima campaña. De hecho, los desembarcos griegos sirvieron como uno de los principales catalizadores del emergente movimiento nacionalista turco bajo Mustafa Kemal, y muchos turcos creían que los griegos tenían la intención de exterminarlos o expulsarlos por completo de Anatolia occidental. No obstante, la respuesta turca fue inicialmente débil (con otros ejércitos aliados ocupando simultáneamente Constantinopla y otras áreas de Anatolia), y las fuerzas griegas pronto empujaron hacia el exterior desde Esmirna en una ofensiva que había tomado Ushak, Panderma, Bursa y Adrianópolis a fines de julio. 1919. La guerra irregular entre los turcos y el ejército griego y entre los turcos y los griegos de Anatolia continuó durante 1919 y 1920, y la dureza de la ocupación griega contribuyó mucho a reforzar la causa nacionalista. En la Conferencia de Londres de febrero-marzo de 1921, un intento aliado de mediar en el conflicto de Anatolia, ni los griegos ni los turcos estaban dispuestos a comprometerse, ya que los primeros ya se habían comprometido demasiado con la causa y los segundos vieron el conflicto. con los griegos como una lucha por su propia existencia.



Más de un año después de los primeros desembarcos griegos, el débil gobierno del sultán Mehmed VI se sintió obligado el 10 de agosto de 1920 a firmar el Tratado de Sevres con la Entente. Los sueños de Venizelos y otros defensores de la Idea Megali parecían estar a punto de realizarse. Los seguidores de Venizelos “hablaron excitadamente de haber creado una Grecia de los dos continentes y de los cinco mares, siendo los dos continentes Europa y Asia y los cinco mares el Mediterráneo, el Egeo, el Jónico, el Mar de Mármara y el Mar Negro (Clogg 2002: 95). La aspiración de crear la Gran Grecia, que había provocado un desastre militar en la anterior Guerra Greco-Turca de 1897, parecía como si estuviera a punto de cumplirse. Sin embargo, dos meses después, el rey Alejandro murió, y la elección que siguió en noviembre se convirtió en una fea batalla entre los partidarios de Venizelos y los realistas que apoyaron el regreso del rey exiliado Constantino (que había sido expulsado durante el Cisma Nacional de 1914-1917). . Para asombro de Venizelos, así como de muchos observadores extranjeros, el principal arquitecto de la "Gran Grecia" fue derrotado rotundamente, incapaz de mantener ni siquiera su propio escaño en el parlamento. Este resultado fue una clara señal de la hostilidad de gran parte de la población griega hacia la guerra continua después de casi ocho años de constante movilización. Los anti-venizelistas formaron ahora un gobierno mayoritario, pero a pesar de sus críticas anteriores al esfuerzo de guerra en Asia Menor, pronto quedó claro que no tenían intención de retirarse de Anatolia. De hecho, se sintieron lo suficientemente fuertes como para lanzar una nueva ofensiva en enero de 1921, y tanto la escala como la violencia de la guerra greco-turca se intensificaron dramáticamente en 1921 y 1922.



Las fuerzas griegas avanzaron hacia Eskisehir, pero los revolucionarios nacionalistas turcos detuvieron su avance en la Primera Batalla de Inönü (9-11 de enero de 1921). La defensa de Inönü por parte del ejército turco fue una de las primeras victorias militares de los nacionalistas, e hizo mucho para reforzar la legitimidad de los revolucionarios y en parte condujo a negociaciones con los soviéticos, lo que resultó en el Tratado de Moscú el 16 de marzo de 1921. Este acuerdo aseguró la frontera oriental de Turquía y permitió a los nacionalistas concentrar sus fuerzas en los invasores griegos. Las fuerzas turcas detuvieron a los griegos nuevamente en la Segunda Batalla de Inönü (26-31 de marzo de 1921). Los griegos lanzaron otra ofensiva ese verano, esta vez tomando Eskisehir el 17 de julio y llegando al río Sakarya. Este impulso puso a los griegos a 80 km de la sede de los nacionalistas en Ankara, pero no pudieron avanzar más. Tanto el liderazgo efectivo de Kemal como las extremas dificultades de abastecer a un ejército extendido en un frente tan amplio en el interior de Anatolia significaron una victoria para los turcos en la batalla del río Sakarya (23 de agosto-13 de septiembre de 1921). Después de mantener la línea en el río Sakarya hasta septiembre, los griegos se sintieron obligados a retirarse a una línea defensiva al este de Eskisehir y Afyonkarahisar antes del inicio del invierno.

Los ejércitos de Kemal consolidaron su control sobre gran parte de Anatolia a lo largo de 1922. Kemal ya había conseguido la retirada francesa de Cilicia el 20 de octubre de 1921, e Italia también había renunciado a sus ambiciones territoriales. Incluso los británicos se volvieron cada vez más tibios hacia el compromiso continuo con la ocupación griega, y para fines de 1921 no enviaban armas ni apoyo financiero a sus antiguos aliados griegos. La creciente fuerza de los nacionalistas turcos combinada con el compromiso desmoronado de las grandes potencias dejó a los griegos en una posición muy vulnerable. El 26 de agosto, Kemal se sintió lo suficientemente fuerte como para lanzar una gran ofensiva contra las líneas griegas, tomando rápidamente Afyonkarahisar y Bursa. El ejército nacionalista luego hizo retroceder a los griegos a lo largo de la línea ferroviaria hasta Esmirna. En este punto, el ejército griego se involucró en una política de tierra quemada mientras se retiraba, destruyendo pueblos enteros y participando en frecuentes masacres. Su retirada pronto se convirtió en un impulso desesperado por escapar del cerco y la aniquilación. Los nacionalistas turcos que avanzaban también mataron a un gran número de cristianos de Anatolia, creando un flujo masivo de refugiados hacia Esmirna. Las fuerzas griegas comenzaron su evacuación el 8 de septiembre, y los turcos finalmente lanzaron su ataque contra Esmirna el 9 de septiembre de 1922. Durante y después del asalto, los turcos mataron a un gran número de civiles armenios y griegos, visto como una quinta columna que había traído Griegos en Anatolia. Clogg (2002: 97) afirma que unos 30.000 cristianos griegos y armenios fueron masacrados cuando el ejército turco y los civiles turcos arrasaron la ciudad. Si bien existe un debate sobre quién provocó los incendios, el sector griego de Esmirna fue quemado hasta los cimientos, y los soldados griegos y civiles cristianos de Anatolia se concentraron en la costa en un intento por escapar de los restos en llamas de la ciudad. La frenética evacuación de Esmirna, en lo sucesivo conocida como Izmir, y los eventos que siguieron terminaron efectivamente tanto con la Idea panhelénica de Megali como con la presencia de más de dos milenios de los pueblos griegos en Asia Menor.



La debacle militar en Anatolia fue seguida por negociaciones del tratado en Lausana, Suiza. Allí, los aliados abandonaron las divisiones zonales de Asia Menor previstas por el ahora desaparecido Tratado de Sevres. El Tratado de Lausana (24 de julio de 1923) reconoció las fronteras actuales de Turquía (de hecho, como señala Bloxham (2005: 166), es el único asentamiento de posguerra que ha sobrevivido hasta el día de hoy) y trató de asentar las fronteras "demográficas". cuestiones que resultaron de la victoria turca. La caótica y asesina limpieza étnica popular de 1921 y 1922 iba a ser reemplazada por un intercambio de poblaciones patrocinado por el estado. Según la estimación de Naimark (2001: 54), el tratado tenía como objetivo reubicar a unos 350.000 "turcos" y entre 1,2 y 1,5 millones de "griegos", ambos grupos definidos por su religión más que por su identidad lingüística o cultural, en un intento de crear grupos étnicamente homogéneos. Estados nacionales. Como señala Hirschon (2003: 9), este intercambio obligatorio de población marcó un hito en la historia del Mediterráneo oriental. Causó un gran sufrimiento a los dislocados, pero pareció crear las condiciones para unas relaciones más estables entre Grecia y Turquía en el período de entreguerras. La guerra fue nada menos que una catástrofe para los griegos, y su derrota envenenó la política de posguerra durante décadas. Para los creadores de la nueva República Turca, por otro lado, la guerra sirvió como la lucha fundamental de su Guerra de Independencia. El Tratado de Lausana puede haber ayudado a asegurar mejores relaciones entre Grecia y Turquía, pero como argumenta Mazower (1999: 41-75), también sirvió como un precedente ominoso para los regímenes posteriores que buscaron resolver “problemas étnicos” mediante traslados forzosos de población.

domingo, 21 de marzo de 2021

Guerras napoleónicas: La retirada de Moscú hacia Smolensk (2/2)

Retirada de Napoleón desde Moscú desde Smolensk

Parte I || Parte II
W&W


Yvon, Adolphe; El mariscal Ney apoyando a la retaguardia durante la retirada de Moscú; Galería de Arte de Manchester; http://www.artuk.org/artworks/marshal-ney-supporting-the-rear-guard-during-the-retreat-from-moscow-206465

A pesar de la desmoralización general, todavía había un núcleo de hombres disciplinados en la mayoría de las unidades, y muchos regimientos encontraron refuerzos en Smolensk, en forma de escalones enviados desde depósitos en Francia, Alemania o Italia. El regimiento de Pelet, por ejemplo, se había reducido a seiscientos hombres, pero encontró a un par de cientos de uniformados y armados esperándolos. El cuarto de la línea de Raymond de Fezensac se redujo a trescientos, pero se le unieron doscientos hombres nuevos. El único problema con estos hombres era que no habían pasado por el mismo proceso de temple que sus compañeros y no estaban preparados para afrontar las condiciones. El sexto Chasseurs à Cheval recibió 250 reclutas de su depósito en el norte de Italia, pero el impacto en su sistema fue tal que ninguno de ellos estaba vivo una semana después.

La pérdida de hasta 60.000 hombres y posiblemente hasta 20.000 seguidores del campo desde que abandonaron Moscú podría, teóricamente, haber sido una ventaja para Napoleón. Caulaincourt era uno de los que creían que si se habían arrojado un par de cientos de cañones al Dnieper, junto con los carros que transportaban los trofeos desde Moscú, y todos los heridos quedaban en Smolensk con asistentes médicos y suministros, liberando a miles de caballos, el una fuerza más delgada pero más móvil de unos 40.000 hombres podría haber operado de una manera más agresiva y alimentarse más fácilmente. Culpó a Napoleón por no hacer un balance de la situación. "Nunca una retirada ha estado menos ordenada", se quejó.

Sin duda, es cierto que la falta de voluntad de Napoleón para perder la cara le impidió tomar medidas drásticas y lanzarse hacia Minsk y Vilna. Pospuso cada decisión de retroceder más hasta el último momento. "En ese largo retiro de Rusia estuvo tan inseguro e indeciso el último día como el primero", escribió Caulaincourt. Como resultado, incluso el personal no pudo organizar adecuadamente la marcha.

Pero el verdadero problema que viciaba cualquier intento de reorganizar la Grande Armée era que en cada parada a lo largo de la línea de retirada recogía tropas frescas, que a menudo eran más una carga que una ventaja, así como comisarios, colaboradores locales, heridos y enfermos. que había quedado atrás en el avance, y toda la chusma que había estado infestando el área bajo ocupación francesa. Cuando la Grande Armée se retiró, empujó todo este peso muerto por delante y tuvo que marchar a través de ella, perdiendo recursos y ganando caos en el proceso.

Napoleón todavía albergaba esperanzas de detener la retirada en Orsha o, en su defecto, a lo largo de la línea del río Berezina. Después de cuatro días en Smolensk, envió a los restos del cuerpo de Junot y Poniatowski por delante, y abandonó la ciudad él mismo al día siguiente, 14 de noviembre, precedido por Mortier con la Guardia Joven y seguido por la Guardia Vieja. El príncipe Eugène, Davout y Ney debían seguirlos a intervalos de un día.

El camino fue difícil, a través de una nieve profunda que se volvió resbaladiza cuando se compactaba con el ruido de pies y cascos. Había muchas pendientes en el camino probando a hombres y caballos, y una serie de puentes sobre pequeños barrancos provocando atascos. En la noche del primer día fuera de Smolensk, el coronel Boulart con parte de la artillería de la Guardia se atascó en un puente al que siguió una fuerte subida. Había el habitual atasco de personas, caballos y vehículos, todos compitiendo por la precedencia, y de vez en cuando los cosacos se acercaban y provocaban pánico. Los rusos ahora habían colocado armas ligeras en los trineos, lo que significaba que podían subir, disparar y alejar antes de que los franceses tuvieran tiempo de desatar el cañón y devolver el fuego. Boulart se dio cuenta de que si no tomaba una acción decisiva, su batería se desintegraría en medio del atasco. Por lo tanto, se forzó un paso para sí mismo, volcando vehículos civiles o empujándolos fuera de la carretera. Hizo que sus hombres cavaran bajo la nieve a ambos lados del camino hasta que encontraran tierra y la rociaran sobre la superficie helada del camino que subía por la pendiente, que también rompió con picos. Le tomó toda la noche hacer que su cañón cruzara el puente y subiera la pendiente. "Me caí pesadamente al menos veinte veces mientras subía y bajaba esa pendiente, pero, sostenido como estaba por la determinación de tener éxito, no dejé que esto me obstaculizara", escribió.

Mientras Boulart luchaba con sus armas, Napoleón, que se había detenido en Korytnia para pasar la noche, llamó a Caulaincourt junto a su cama y volvió a hablar de la necesidad de que regresara a París lo antes posible. Acababa de enterarse de que Miloradovich había cortado el camino delante de él cerca de Krasny. No podía descartar la posibilidad de ser capturado, y su encuentro cercano con los cosacos fuera de Maloyaroslavets lo había puesto nervioso. Para armarse contra capturar le pidió al Dr. Yvan que le preparara una dosis de veneno, que de ahora en adelante usaba en una pequeña bolsita de seda negra alrededor del cuello.

A la mañana siguiente, el 15 de noviembre, Napoleón se abrió camino hasta Krasny, donde se detuvo para permitir que los que estaban detrás de él lo alcanzaran. Pero Miloradovich había cerrado el camino una vez más detrás de él, y cuando los italianos del príncipe Eugenio, que ahora no eran mucho más de cuatro mil hombres, llegaron marchando por él la tarde siguiente, a su vez se encontraron aislados. Unas filas masivas de infantería rusa apoyadas por cañones bloquearon el camino frente a ellos, mientras la caballería y los cosacos flotaban en sus flancos. Miloradovich envió a un oficial bajo una bandera blanca para informar al príncipe Eugène que tenía 20.000 hombres y que Kutuzov estaba cerca con el resto del ejército ruso. "Vuelve pronto de donde viniste y dile al que te envió que si tiene 20.000 hombres, ¡somos 80.000!", Fue la respuesta. El príncipe Eugenio soltó las diez armas que le quedaban, formó su cuerpo en una densa columna y siguió adelante.

Los rusos, que vieron cuán pocos eran, los convocaron una vez más a la rendición. Cuando esto fue rechazado, abrieron fuego y se produjo una lucha feroz y sangrienta. "Luchamos hasta el anochecer sin ceder terreno", recordó un oficial francés, "pero cayó justo a tiempo; una hora más de luz del día y probablemente nos hubiéramos vencido ''. Sin embargo, los rusos todavía estaban entre ellos y Krasny, y los aplastarían fácilmente al día siguiente. Dadas las circunstancias, el príncipe Eugène no veía otra salida que aceptar el plan de un coronel polaco adjunto a su estado mayor. Cuando cayó la noche, formó a los hombres que le quedaban en una fila compacta y, dejando atrás todos los impedimentos innecesarios, se salió de la carretera, se internó en el bosque y atravesó el campo alrededor del lado del ejército ruso. Cuando fue desafiado por los centinelas rusos, el coronel polaco que marchaba a la cabeza de la columna respondió descaradamente en ruso que estaban en una misión secreta especial por orden de Su Alteza Serena, el Mariscal de Campo el Príncipe Kutuzov. Increíblemente, la estratagema funcionó, y en las primeras horas, justo cuando Miloradovich se estaba preparando para rematarlo, el 4º Cuerpo marchó hacia Krasny a sus espaldas.



Napoleón se sintió aliviado al ver a su hijastro, pero ahora se encontraba en una especie de dilema. Debería esperar a Davout y Ney, en caso de que ellos también tuvieran dificultades para atravesar la barricada de Miloradovich, pero él mismo estaba en peligro de quedarse varado, ya que Kutuzov había aparecido un par de millas al sur de Krasny y podía cortar fácilmente. el camino entre él y Orsha. Para ganar tiempo, decidió salir él mismo al frente de su Guardia.

Caminando delante de sus granaderos, Napoleón los condujo fuera de Krasny de vuelta a la carretera de Smolensk y luego los giró para enfrentarse a las tropas rusas que se habían concentrado en una larga formación al sur de la carretera. "Avanzando con paso firme, como el día de un gran desfile, se colocó en medio del campo de batalla, enfrentando las baterías enemigas", en palabras del sargento Bourgogne. Lo superaban enormemente en número, pero su porte, que se mantuvo tranquilo bajo el fuego mientras los proyectiles rusos golpeaban a los hombres a su alrededor, parece haber impresionado no solo a sus propios hombres, sino también al enemigo. Miloradovich se apartó de la carretera, dejándola abierta para que Davout pudiera pasar. Y Kutuzov resistió las súplicas de Toll, Konovnitsin, Bennigsen y Wilson, quienes pudieron ver que los rusos estaban en posición de rodear a Napoleón y abrumarlo con el peso de los números, poniendo fin a la guerra en ese momento.

Napoleón se alarmó al descubrir que Davout se había apresurado hacia el oeste sin esperar a Ney, que todavía estaba algo atrás. Pero él mismo no podía permitirse el lujo de esperar más, ya que Kutuzov ya había girado el ala y había amenazado su línea de retirada hacia Orsha. Dejó a Mortier y a la Guardia Joven para retener a Krasny y cubrir la retirada de Davout, y él mismo atravesó la ciudad y salió a la carretera de Orsha, a la cabeza de la Guardia Vieja.

No pasó mucho tiempo antes de que se enfrentara a una horda de civiles y desertores que se habían adelantado y, al encontrar la carretera cortada por los rusos, regresó presa del pánico. Napoleón los estabilizó, pero no antes de que hubieran causado el caos en las filas y entre los carros que seguían al personal, con el resultado de que algunos se salieron del camino y se hundieron en la nieve profunda que cubría el terreno pantanoso a ambos lados.

Cuando los franceses reanudaron su marcha, quedaron atrapados en un mortífero fuego de enfilado de los cañones rusos. La última caballería de Latour-Maubourg luchó por mantener a raya a los cosacos y la caballería rusa, mientras la densa columna de hombres y vehículos avanzaba por la abarrotada carretera. El coronel Boulart, que se las había arreglado para conservar todas sus armas hasta el momento, también tuvo un trabajo terrible para que pasaran por aquí. Los civiles y los hombres que habían abandonado las filas se interponían en el camino y sus vehículos que derrapaban obstruían el camino. Boulart despejó un poco de terreno al costado de la carretera y, uno por uno, condujo a sus equipos de armas alrededor de trabar. Pero el caos aumentó a medida que la artillería rusa estaba bombardeando el cuello de botella, y cuando regresó por su último arma, le resultó imposible moverla entre los proyectiles que explotaban, por lo que se disparó y la abandonó. Mientras luchaba por liberarse de la masa de civiles con su último equipo, vio un espectáculo desgarrador. 'Una joven, fugitiva de Moscú, bien vestida y de aspecto llamativo, había logrado liberarse del combate y avanzaba con gran dificultad en el burro en el que montaba, cuando llegó una bala de cañón y rompió la mandíbula del pobre animal. ,' el escribio. "No puedo expresar el sentimiento de tristeza que me llevé cuando dejé a esa infortunada mujer, que con el tiempo se convertiría en presa y posiblemente en víctima de los cosacos".

En un esfuerzo por hacer retroceder los cañones rusos, la infantería realizó una serie de agotadores ataques de bayoneta a través de la nieve profunda, en la que murieron cientos. Los granaderos holandeses del coronel Tyndal, a quienes Napoleón solía llamar "la gloria de Holanda", perdieron 464 hombres de quinientos. La Guardia Joven fue prácticamente sacrificada en el proceso de cubrir la retirada. Los rusos se mantuvieron alejados del tiro de mosquete y simplemente los bombardearon, pero en palabras del general Roguet, "mataron sin vencer ... durante tres horas estas tropas recibieron la muerte sin hacer el menor movimiento para evitarlo y sin poder devolverlo".

Afortunadamente para los franceses, Kutuzov se negó a reforzar las tropas que bloqueaban el camino una vez que escuchó que era el propio Napoleón quien marchaba por él. Muchos en el lado ruso sintieron una profunda renuencia a enfrentarse a él, y prefirieron quedarse pasmados. "Como en los días anteriores, el Emperador marchó a la cabeza de sus Granaderos", recordó uno de los pocos jinetes que quedaban en su escolta. `` Los proyectiles que volaban estallaban a su alrededor sin que él pareciera darse cuenta ''. Pero este heroico día terminó con una nota menos solemne cuando llegaron a Ladi a última hora de la tarde. La aproximación a la ciudad fue por una empinada pendiente helada. Era absolutamente imposible caminar hacia abajo, por lo que Napoleón, sus mariscales y su vieja guardia no tuvieron otra opción que deslizarse hacia abajo.

El Emperador adoptó un tono más serio al día siguiente en Dubrovna, donde reunió a su Guardia y se dirigió a las densas filas de pieles de oso. "Granaderos de mi Guardia", tronó, "están presenciando la desintegración del ejército; por una deplorable inevitabilidad, la mayoría de los soldados han desechado sus armas. Si imita este ejemplo desastroso, se perderá toda esperanza. Se te ha confiado la salvación del ejército y sé que justificarás la buena opinión que tengo de ti. No sólo los oficiales deben mantener una estricta disciplina, sino que los soldados también deben vigilar y castigar ellos mismos a los que abandonen las filas. Los granaderos respondieron levantando sus pieles de oso con sus bayonetas y vitoreando.

Mortier pronunció un discurso similar al que quedó de la Guardia Joven, que respondió con gritos de '¡Vive l'Empereur!' Un poco más atrás en el orden de marcha, el general Gérard aplicó métodos más sumarios cuando un granadero del 12 de la Línea abandonó las filas anunciando que no volvería a luchar. Se acercó al hombre, sacó la pistola de la funda de la silla y, amartillándola, anunció que se volaría los sesos si no regresaba a su lugar de inmediato. Cuando el soldado se negó a obedecer, el general le disparó. Luego pronunció un discurso, diciéndoles a los hombres que no eran tropas de guarnición sino soldados del gran Napoleón y que, en consecuencia, se esperaba mucho de ellos. Respondieron con gritos de '¡Vive l'Empereur! ¡Vive le Général Gérard! "

Más tarde, ese mismo día, 19 de noviembre, Napoleón llegó a Orsha, donde esperaba poder reunir los restos de su ejército. La ciudad estaba razonablemente bien provista de provisiones y armas. «Unos días de descanso y buena comida, y sobre todo algunos caballos y artillería pronto nos arreglarán», le había escrito a Maret desde Dubrovna el día anterior. Emitió una proclama dando puntos de reunión para cada cuerpo, advirtiendo que cualquier soldado que se encontrara en posesión de un caballo se lo llevaría para el uso de la artillería, que cualquier exceso de equipaje sería quemado y que los soldados que hubieran abandonado sus unidades ser castigado. Él mismo tomó posición en el puente sobre el Dnieper que conduce a la ciudad, ordenó que se quemaran los vehículos privados sobrantes y que los soldados no autorizados abandonaran sus monturas. Luego colocó gendarmes allí para continuar en su lugar y dirigir a los hombres entrantes a sus respectivos cuerpos e informarles que serían alimentados solo si se reunían con los colores.

Ver a los hombres entrar en la ciudad solo puede haber aumentado la ansiedad de Napoleón por Ney, que parecía irremediablemente perdido. Esa noche se paseó por la habitación que había ocupado en el antiguo convento de los jesuitas, maldiciendo a Davout por no haber esperado a Ney y declarando que daría cada uno de los trescientos millones de francos que tenía en las bóvedas de las Tullerías para recuperar al mariscal. Su ansiedad fue compartida por todo el ejército, que tenía en alta estima al valiente y directo Ney. "Su reincorporación al ejército desde más allá de Krasny parecía imposible, pero si había un hombre que podía lograr lo imposible, todos estaban de acuerdo, era Ney", registró Caulaincourt. "Se desplegaron mapas, todo el mundo los examinó detenidamente, señalando la ruta por la que tendría que marchar si el coraje por sí solo no pudiera abrir el camino".

Ney había sido el último en marchar fuera de Smolensk, en medio de escenas desgarradoras, la mañana del 17 de noviembre. Napoleón le había ordenado volar las fortificaciones de la ciudad, y su desafortunado ayudante de campo Auguste Breton se encargó de preparar los cargos y luego visitar los hospitales para informar a los internos de que los franceses se iban. "Ya las salas, los pasillos y las escaleras estaban llenas de muertos y moribundos", registró. `` Fue un espectáculo de horror cuyo recuerdo me hace estremecer ''. El doctor Larrey había colocado grandes carteles en tres idiomas pidiendo que los heridos fueran tratados con compasión, pero ni él ni ellos se hacían ilusiones. Muchos de ellos se arrastraron hacia la carretera, suplicando en nombre de la humanidad que los llevaran, aterrorizados ante la perspectiva de quedar a merced de los cosacos.




El cuerpo de Ney contaba ahora con unos seis mil hombres en armas, y lo seguían al menos el doble de rezagados y civiles. Marchó por un camino sembrado con los habituales rastros de retirada, pero más allá de Korytnia a la mañana siguiente se encontró cruzando lo que era evidentemente el escenario de una batalla reciente. Y esa tarde, 18 de noviembre, él mismo se encontró cara a cara con Miloradovich, quien, al no haber podido capturar al príncipe Eugène y luego a Davout, estaba decidido a no perder su tercera oportunidad.

Envió a un oficial con bandera de tregua pidiendo a Ney que se rindiera, a lo que este último respondió que un mariscal de Francia nunca se rindió. Ney luego reunió sus fuerzas, abrió con los seis cañones que le quedaban y lanzó un audaz asalto frontal contra las posiciones rusas. Se llevó a cabo con tal ímpetu que casi logró invadir los cañones rusos que bloqueaban el paso, pero las filas francesas fueron atacadas con disparos de cartucho y una contracarga de la caballería y la infantería rusas los hizo retroceder. Para no desanimarse, Ney montó un segundo ataque y sus columnas avanzaron con notable determinación bajo una lluvia de disparos de cartucho. Fue "un combate de gigantes" en palabras del general Wilson. "Cayeron filas enteras, sólo para ser reemplazadas por las siguientes que vendrían a morir en el mismo lugar", según un oficial ruso. "Bravo, bravo, Messieurs les Français", exclamó Miloradovich a un oficial capturado. —Acaba de atacar, con asombroso vigor, un cuerpo entero con un puñado de hombres. Es imposible mostrar mayor valentía ".

Pero en poco tiempo, los franceses fueron derrotados una vez más. El coronel Pelet, que estaba en la primera fila con su 48º de la línea, fue herido tres veces y vio a su regimiento diezmado. El vecino 18 de la Línea se redujo de seiscientos hombres a cinco o seis oficiales y veinticinco o treinta hombres, y perdió su águila en el ataque. El cuarto de Fezensac perdió dos tercios de sus efectivos. Woldemar von Löwenstern, que había estado observando los procedimientos desde las posiciones rusas, galopó de regreso al cuartel general de Kutuzov y anunció que Ney sería su prisionero esa noche.

Pero este hijo de cuarenta y tres años de un fabricante de barriles de Lorena no fue tan fácil de explicar. Ney, susceptible y testarudo, se enfureció cuando se dio cuenta de que Napoleón lo había dejado solo. —Ese b ... nos ha abandonado; nos sacrificó para salvarse a sí mismo; ¿Qué podemos hacer? ¿Qué será de nosotros? ¡Todo está jodido! ', Gritó. Pero se necesitaría más que eso para quebrantar su lealtad a Napoleón. Y si no era el más inteligente de los mariscales de Napoleón, era ingenioso y ciertamente uno de los más valientes. Después de una discusión con sus generales, decidió intentar darles un resbalón a los rusos cruzando el Dnieper, que fluía más o menos paralelo a la carretera a cierta distancia, y luego dirigiéndose hacia Orsha por su otra orilla, pasando por alto Miloradovich y poniendo el río entre él y los rusos.

Mientras fingía acomodarse para pasar la noche, Ney envió a un oficial polaco a reconocer las orillas del Dnieper en busca de un lugar para cruzar. Se encontró un lugar, y esa noche, después de haber avivado con cuidado suficientes fogatas de vivac para dar la impresión de que todo el cuerpo estaba acampando allí, Ney condujo al resto de su fuerza, no mucho más que un par de miles de hombres, frente a Smolensk. - Camino de Orsha y hacia el bosque al norte de él. Fue una marcha agotadora y difícil, sobre todo porque todavía arrastraba sus últimas armas y tantos vagones de suministros como podía a través de la nieve profunda. "Ninguno de nosotros sabía qué sería de nosotros", recordó Raymond de Fezensac. Pero la presencia del mariscal Ney fue suficiente para tranquilizarnos. Sin saber lo que pretende que tenía que hacer o lo que era capaz de hacer, sabíamos que haría algo. Su confianza en sí mismo estaba a la par con su coraje. Cuanto mayor era el peligro, más fuerte era su determinación, y una vez que había tomado su decisión, nunca dudó de su resultado exitoso. Así fue como en ese momento su rostro no delataba ni indecisión ni ansiedad; todos los ojos estaban puestos en él, pero nadie se atrevió a interrogarlo ".




Pronto se perdieron y desorientaron, pero Ney vio un barranco que supuso era el lecho de un arroyo. Cavando en la nieve encontraron hielo, y cuando lo rompieron vieron desde la dirección del flujo en qué dirección debían seguirlo. Finalmente llegaron al Dnieper, que estaba cubierto con una capa de hielo lo suficientemente gruesa como para soportar el peso de hombres y caballos separados, pero no para soportar grandes grupos o cañones tirados por equipos de caballos.

Los hombres empezaron a cruzar, dejando espacios entre ellos, pinchando el hielo en el frente con sus culatas de mosquete mientras este gemía siniestramente. “Nos deslizamos con cuidado uno detrás del otro, temerosos de ser engullidos por el hielo, que hacía crujidos a cada paso que dábamos; nos movíamos entre la vida y la muerte ”, en palabras del general Freytag. Al llegar a la otra orilla, se toparon con una pendiente empinada y resbaladiza. Freytag se tambaleó impotente hasta que el propio Ney lo vio y, cortando un árbol joven con su sable, estiró una rama de ayuda y tiró de él.

Algunos hombres montados y luego algunos carros ligeros cruzaron, animando a otros a intentarlo, pero debilitando el hielo en el proceso. Más carros se aventuraron en él, incluidos algunos que transportaban a hombres heridos, pero estos se hundieron a través del hielo con repugnantes grietas. `` A su alrededor se podía ver a hombres desafortunados que habían caído a través del hielo con sus caballos y estaban metidos hasta los hombros en el agua, suplicando a sus camaradas ayuda que estos no podían prestar sin exponerse a compartir su desdichado destino '', recuerda Freytag. ; "Sus gritos y gemidos desgarraron nuestros corazones, que ya estaban fuertemente afectados por nuestro propio peligro".

Todos los cañones y unos trescientos hombres se quedaron atrás en la orilla sur, pero Ney se superó con el resto y pronto encontró una aldea desolada, bien provista de alimentos, en la que se instalaron para descansar. Al día siguiente partieron a través del país en dirección oeste. No pasó mucho tiempo antes de que Platov, que había estado siguiendo la retirada francesa a lo largo de la orilla norte del río, los localizara y comenzara a cerrarse. Ney condujo a sus hombres a un bosque, donde formaron una especie de fortaleza a la que se atrevieron los cosacos. no aventurarse. Platov no pudo hacer más que bombardearlos con sus ligeras piezas de campo montadas en corredores de trineo, pero esto produjo poco efecto.

Al anochecer, Ney se marchó de nuevo. Caminaron penosamente a través de la nieve hasta las rodillas, acechados por cosacos que a veces tenían un campo de fuego lo suficientemente despejado para bombardearlos. "Un sargento cayó a mi lado, su pierna destrozada por un disparo de carabina", escribió Fezensac. "Soy un hombre perdido, toma mi mochila, puede que te resulte útil", gritó. Alguien le quitó la mochila y nos marchamos en silencio ''. Incluso los más valientes empezaron a hablar de darse por vencidos, pero Ney los mantuvo. "¡Aquellos que superen esto demostrarán que tienen sus p-s colgadas con alambre de acero!", Anunció en un momento.

Inseguro de su orientación, Ney envió a un oficial polaco por delante. El hombre finalmente tropezó con piquetes del cuerpo del príncipe Eugène en las afueras de Orsha, y tan pronto como se le informó de la aproximación de Ney, el propio príncipe Eugène salió a su encuentro. Finalmente, la fuerza de Ney, ahora no mucho más que mil hombres en las etapas finales de agotamiento mientras tropezaban en la noche, escuchó el grito de bienvenida de '¿Qui vive?', Al que respondieron rugiendo: '¡Francia!' Momentos después, Ney. y el príncipe Eugenio se abrazaron y sus hombres se abrazaron con alegría y alivio.

viernes, 19 de marzo de 2021

Guerra antisubversiva: La infiltración en el ERP y el fracaso del asalto al cuartel de Monte Chingolo (1/2)

La intrigante historia de cómo infiltraron al ERP e hicieron fracasar el copamiento guerrillero al cuartel de Monte Chingolo en 1975

En vísperas de Navidad, la subversión decidió atacar el Batallón Depósito de Arsenales 601 “Domingo Viejobueno”, ubicado en el sur del conurbano bonaerense. En la primera entrega de esa historia que dió inicio al fin de esa organización guerrillera, cómo fueron infiltrados por un peronista afín al Ejercito, clave para el fracaso total de esa operación
Por Juan Bautista "Tata" Yofre || Infobae



El jueves 2 de octubre de 1975, el servicio meteorológico marcó una temperatura máxima de 15º, sin embargo la edición de “Gente” salió a la venta llevando en la tapa a la joven y natural Graciela Alfano en bikini. Adentro, como adelantando el verano, lucían junto con la Alfano, Adriana Aguire, Angelika y Adriana Constantini. El mismo día el doctor Manuel Guillermo Arauz Castex juró ante Ítalo Argentino Luder, convirtiéndose en el cuarto canciller de este gobierno justicialista. El debate pasaba por si la señora de Perón debía o no retornar al poder –estaba de licencia- y si ello afianzaba o debilitaba el sistema institucional. La especulación en torno a una eventual “intervención militar” estaba en letras de molde.

“Pienso que el desgobierno ha colmado la paciencia de los argentinos y ese desgobierno se ha venido aceptando fundamentalmente por el culto a la personalidad de la señora presidente, y que su partido llama verticalismo”, declaró Oscar Alende, el líder del Partido Intransigente, el 3 de octubre de 1975.

“Si las cosas siguen así, no llegamos al ’77”, pronosticó Victorio Calabró, el gobernador de Buenos Aires, provocando un escándalo mayúsculo. Las 62 Organizaciones lo acusan de “claudicación doctrinaria”. El domingo 5 de octubre de 1975, Montoneros realizó un feroz ataque al Regimiento 29 de Infantería, en Formosa. Por primera y última vez, intentó ocupar un cuartel del Ejército. El estratega del “Operativo Primicia” fue Raúl Clemente Yaguer, más conocido como “Roque” o “Mario”, pero el que lo comandó fue “El Jote” o “Sebastián” Mario Lorenzo Konkurat.

El 8 de octubre de 1975, el presidente (interino) Ítalo Argentino Luder promovió la formación del Consejo de Defensa Nacional, como una forma de frenar la violencia terrorista. A pesar de la tibia oposición de algunos de sus ministros, se creó el Consejo durante una reunión de gabinete en la que se trató la dimensión de la cuestión subversiva. Al finalizar, Luder le deslizó a un amigo: “Hay tres formas de llevar adelante la guerra antisubversiva. Una, con poca eficiencia y poco costo político; otra, mediana eficiencia y mediano costo político y la tercera mucha eficiencia y mucho costo político. ¿Qué decidimos? Muy simple, la tercera: alta eficiencia y alto costo político.” Se ordenó “aniquilar” (destruir, suprimir, exterminar) y no el término “neutralizar” (hacer neutral una situación, frenar, paralizar al enemigo). Así se dictaron los decretos 2770, 2771 y 2772 de 1975.

El miércoles 15 de octubre, una cadena de atentados terroristas estremeció varias zonas del país, especialmente en Buenos Aires y Rosario, mientras los panaderos declaraban un paro de 48 horas en todo el país. De la ola de violencia no se salvo ni Julio F. Penna: como le había sucedido un año antes, el cuidador de caballos volvió a ser secuestrado. También fue secuestrado Jorge Lebedev, prosecretario de la revista “Claudia”, de la editorial Abril. Y el desarrollismo de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio advirtió un “estado de colapso”.

En esos días, María Estela “Isabel” Martínez de Perón tomaba una temporada de descanso en el hotel de la Fuerza Aérea en Ascochinga, Córdoba, y una parte de la dirigencia política pensaba que no volvería a la Casa Rosada. Pero, contrariamente, retornó a su cargo para presidir la concentración popular en la Plaza de Mayo en conmemoración al Día de la Lealtad. El 17 de octubre de 1975 el senador nacional Ítalo Argentino Luder, que presidía interinamente el país, volvió al Senado a pesar de que muchos imaginaban que quedaría como Presidente hasta el fin del mandato de “Isabel” Perón.

Un observador privilegiado como Robert Hill, embajador de los Estados Unidos, informó, respecto de Isabel Perón, al Departamento de Estado: “Su autoridad y posición está tan socavada que no puede tomar las riendas del poder. La manera en que deje estas riendas, de buena voluntad, tendrá mucho que ver con quién la reemplazará. En caso de que retorne el 17 de octubre a retomar la presidencia y se dedique a gobernar, poco después tendría lugar un golpe militar, posiblemente hacia fin de año.

Mientras Hill dictaba el informe, todavía no habían trascendido los comentarios de la prolongada reunión que la presidenta mantuvo el mediodía del jueves 16 con Ítalo Luder, Antonio Cafiero, Ángel Robledo, Julio González, Pedro Eladio Vázquez, Lorenzo Miguel y Casildo Herreras. Durante la cumbre, Isabel de Perón elogió “cálidamente” al ex ministro José López Rega y resaltó el “patriotismo y la lealtad” de los doctores Julio González y Pedro Eladio Vázquez, y del ex ministro del Interior coronel (RE) Vicente Damasco. Los detalles fueron conocidos por el líder radical Ricardo Balbín, quien consideró reservadamente que su partido debería asumir una actitud implacablemente opositora. Las más altas autoridades partidarias consideraban que el proceso político había ingresado en su “etapa más crítica” y que la estabilidad institucional hacía necesaria “un renunciamiento patriótico” de la presidenta (palabras pronunciadas por el ex presidente Arturo Illia).

El 18 de octubre, al día siguiente del discurso de Isabel Perón en la Plaza de Mayo, en Tucumán, el Ejército ocupó el Campamento Los Sosa del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El 23 de octubre de 1975, el teniente coronel Pedro Armando Coria firmó el Informe de Inteligencia Especial N° 17/75 para los más altos niveles del Ejército. El “Asunto” que originó el trabajo detallaba el “estudio de la documentación capturada en el Campamento Los Sosa”. En términos más profanos, era el resultado de un análisis de toda la documentación que la jefatura de la Compañía de Monte del PRT-ERP había dejado en su huida del lugar. Había de todo, desde informes que delataban algún tipo de infiltración dentro del propio Ejército; contactos en diferentes ámbitos “en todo nivel”, hasta informaciones que manifestaban fuentes dentro del Poder Ejecutivo. Era sabido que la inteligencia del PRT-ERP era una de las mejores. El campamento Los Sosa estaba ubicado sobre las márgenes del río Los Sosa, cerca del Ingenio Santa Lucía y Famaillá, en el lugar más caliente de la zona de operaciones. A diferencia de los “dormideros”, Los Sosa era un campamento estable, en el que por momentos residía la conducción de la Compañía de Monte del ERP.

Las “conclusiones generales de los documentos capturados” manifestaba que en un “Informe de la Reunión del Comité Ejecutivo (del PRT-ERP) del 6 y 7 de octubre de 1975”, en el que se hizo un análisis de la situación nacional e internacional y de todos los “frentes”, se mencionaba “el serio compromiso de integrar en su seno temporariamente a miembros provenientes de otras organizaciones para que adquieran experiencia y que ya se han producido contactos. Que se envió un representante a Colombia.” También habla del envío de representantes a Bolivia, Uruguay para tomar contactos, e informa del ingreso de un peruano para entrenarse “por dos meses… habiéndose resuelto su incorporación a la Regional Córdoba” y que la organización argentina “encararía la organización del PRTP” (Partido Revolucionario de los Trabajadores Peruano). “Se hace mención que un argentino residente en EE.UU está desarrollando actividad proselitista en el mencionado país.” También en otras “Conclusiones del Documento N° 1”, correspondiente al 06 y 07 de octubre” de 1975, se “menciona que la acción en Formosa ‘fue objetivamente una acción conjunta de ERP y Montoneros’” (ataque el Regimiento de Infantería 29). Advierte “que cada día que pasa le resulta cada vez más difícil al Comandante General del Ejército (Videla ) frenar a sus bases (y) que existiría intención de ciertos sectores de las FFAA, luego de tomar el poder, de realizar un baño de sangre purificador.”

Por sobre lo que se publicaba en los diarios, en la penumbra, se libraba una guerra de Inteligencia y cada hecho era evaluado de acuerdo a sus resultados. El domingo 7 de diciembre de 1975, en un sincronizado operativo, que algún día merecería conocerse con exactitud, un comando del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) capturó al “comandante Pedro” Juan Eliseo Ledesma, jefe del estado mayor del ERP y organizador de un gran ataque que la organización terrorista planeaba realizar al Batallón Depósito de Arsenales 601 “Domingo Viejobueno”, ubicado en la provincia de Buenos Aires. Frente al golpe militar que se predecía el PRT-ERP opinaba que: “nadie puede ya dudarlo. La guerra civil revolucionaria se ha generalizado en la Argentina” y ellos decían contar “con la simpatía y el apoyo cada vez más activo de las masas obreras y populares” y para eso necesitaban armas de todo tipo. Ledesma fue llevado a un centro de detención y ferozmente torturado pero no habló. Junto con “Pedro” también cayeron los miembros más importantes del aparato logístico.

En ese submundo de la guerra de inteligencia, al que muy pocos tenían injerencia, también se conoció que el lunes 8 de diciembre de 1975, cayeron detenidos los cuatro hijos de “Roby” Santucho, el jefe máximo del PRT-ERP, junto con Ofelia Ruiz, esposa de Oscar Asdrúbal “Chicho” Santucho (muerto en Tucumán el 8 de octubre de 1975), y sus cuatro hijos, más un hijo del “Turco” Elías Abdón, alias “Teniente Martín”. Abdón había caído en las mismas horas que “Pedro” Ledesma. Era el responsable de la logística del Estado Mayor del ERP para el ataque en Monte Chingolo. Junto con él fueron detenidos otros integrantes del comando (en total 19).

Dentro del Ejército hubo un debate sobre el destino del grupo Santucho. Se decidió liberarlos. La forma y el modo de hacerlo lo decidió un oficial. “Apúrese”, le dijo el coronel Alberto Valin (jefe del batallón de inteligencia) a un subordinado interesado en salvarlos. “Nosotros no matamos chicos” le dijeron a Ofelia Ruiz. Retirados de un centro de detención, fueron dejados en un hotel del barrio de Flores. Tomó intervención la policía y finalmente después de muchos meses terminaron en Cuba. Fue otro golpe para Mario Roberto Santucho. El viernes 19 de diciembre cayó “Coty” Santucho, una sobrina del jefe del PRT-ERP, en las vísperas del ataque en Monte Chingolo. Fue detenida en un departamento junto con otros compañeros que, presuntamente, fueron denunciados por los vecinos a la policía.

La trayectoria de Juan Eliseo Ledesma, “Pedro”, dentro del PRT-ERP se remontaba a los tiempos de la fundación del ERP (1970). Había sido captado por Mario Roberto Santucho durante uno de los conflictos gremiales que tuvo la empresa Fiat con sus obreros en Córdoba. En 1971, intervino durante un ayuno por una “navidad sin presos políticos” que realizaron los obreros de FIAT, planteándoles a los dirigentes clasistas de SITRAC-SITRAM la necesidad de la guerra revolucionaria. El 19 de noviembre de 1974, el Buró Político del PRT nombra “oficialmente” el comandante en jefe del ERP, y le otorgó el grado correspondiente a Mario Roberto Santucho (sin nombre de guerra, aunque firmaba “Roby” o “Carlos”), y también designa “oficialmente”, con el grado de capitán, a “Pedro” Juan Eliseo Ledesma como jefe del estado mayor central.

En 1973, Ledesma interviene en la planificación del ataque al Batallón Depósito de Arsenales 121, como jefe del Estado Mayor, reforzando a la compañía “Combate de San Lorenzo” que tuvo su bautismo de fuego con efectivos de las otras 3 compañías urbanas. A fines de noviembre de 1975, se comienza a planificar el ataque al Batallón Depósito de Arsenales 601 (Monte Chingolo) y se resuelve crear el batallón urbano “José de San Martín”. Es designado jefe del mismo, sin perjuicio de continuar como jefe del estado mayor. A principios de diciembre, cuando estaba organizando el ataque en Monte Chingolo, cae en una emboscada pero Santucho expresa su confianza en que Ledesma no dará conocer el proyecto del ERP y sigue adelante con el plan de ataque. Pero esto obliga a Santucho a designar como reemplazante a Benito Urteaga, “capitán Mariano”, un hombre que lo acompañaba desde la fundación del PRT.

Lo que no sabía Santucho fue que en sus ropas, Ledesma llevaba sin nombres, diferentes croquis que permitieron al servicio de inteligencia de Ejército reconstruir todos los bloqueos proyectados sobre el Riachuelo que, completada con la información que proporcionaban 3 infiltrados, hizo posible detectar como objetivo de ataque al Batallón Depósito de Arsenales 601 y seguir el desarrollo del plan terrorista hasta el día del ataque. Mientras los jefes del ERP se sorprendían en esas horas por las caídas de varios de sus miembros, en las sombras trabajaba “El Oso”, Jesús Ranier Abrahamson.

Durante la guerra que comenzó abiertamente en 1970 en la Argentina, las organizaciones terroristas fueron motivo de interés para los servicios de inteligencia. En particular del Servicio de Inteligencia del Ejército. Desde antes de 1973, el PRT-ERP había sido infiltrado desde diversos lugares. Hecho que originó su lento desmoronamiento hasta 1977. El agente Jesús Ranier fue uno de los mejores, sino el mejor: había militado en las Fuerzas Armadas Peronistas “17 de Octubre” (FAP 17). Era un peronista que se integró a lo que se denominó la “resistencia peronista”, entre 1956 y 1973. Durante esta etapa, conoció a elementos de la Central de Operaciones de la Resistencia (COR) que era liderada por el general (R ) Miguel Iñiguez. En 1973, se generó en las FAP un estado deliberativo: unos consideraban que el triunfo de Perón daba por terminado el camino de la resistencia armada y otros que no.

Frente a este debate, “El Oso” Jesús Ranier, decide separarse de las FAP. Pero, aprovecha sus contactos con los elementos del COR: el general Miguel Iñiguez, ya como jefe de la Policía Federal los impulsaba a volver a la legalidad y al servicio de Perón. Sin embargo, Ranier estaba seguro que el PRT-ERP, por antiperonista, iba a continuar con el proyecto de guerra civil prolongada. Cuando se tocó esta cuestión, Jesús Ranier, expresó que como militante peronista, debía combatir contra el ERP. A la vez, comentó que integrantes del PRT - ERP lo habían invitado a incorporarse a la organización. Es así como militantes de COR le indican que lo prudente es aceptar esa invitación, pero con previo contacto con el servicio de inteligencia del Ejército. Ranier aprueba la idea. Se lo empieza a capacitar sobre la manera de comportarse dentro de la organización y, teniendo en cuenta su experiencia anterior en las FAP, logró incorporarse como combatiente del ERP. Entró al área logística, comenzó a reparar armamento y a cumplir órdenes de traslado de los materiales para las operaciones militares. Poco a poco, fue accediendo a los depósitos clandestinos donde el ERP guardaba el producto de sus robos en los ataques a personal de seguridad y dependencias policiales.

Para estas actividades, el ERP le proveyó numerosos contactos con otros integrantes, a efectos de completar sus tareas (traslado, mantenimiento, provisión o retiro de armas). Es así como sus informes al Ejército contenían los datos de citas que concretaba, aún cuando él mismo ignorara la identidad de los que debía entrevistar. El servicio de inteligencia conocía, por ejemplo, que haría contacto con “Juan”, sin más datos. Pero había una certeza: ese “Juan” era del ERP. Incluso, en algunas oportunidades viajó al interior transportando armamento que debía entregar para un operativo o, al revés, retirar armamento que había sido utilizado o recién robado. Con el tiempo, se ganó la confianza de los jefes logísticos del ERP, y así llegó a su mayor nivel informativo, cuando permitió detectar el asalto proyectado contra el Batallón Depósito de Arsenales 601 (Monte Chingolo). El fracaso del asalto no sólo se debió a su importante intervención. Trabajaron dos infiltrados más. Esto permitió entrecruzar las informaciones y lograr la reconstrucción del plan de ataque terrorista, siguiendo sus actividades. Además de los agentes infiltrados, el Ejército fue advertido por el gobernador de la provincia, el dirigente sindical Victorio Calabró, que algo serio preparaba la guerrilla en la zona Sur.

En la próxima entrega: Los informes previos al ataque guerrillero del “Oso” Ranier; el asalto al Batallón en Monte Chingolo; la reacción de la dirigencia política, la repercusión dentro del ERP por el rotundo fracaso y, tras una investigación interna, la caída del agente infiltrado.

El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó el 23 de diciembre de 1975 el batallón de arsenales del Ejército Domingo Viejobueno, ubicado en la localidad bonaerense de Monte Chingolo
Isabel Perón durante el acto del 17 de octubre de 1975. A su lado el senador Ítalo Luder
Estrella Roja, el órgano de difusión del ERP
Mario Santucho y a su lado Benito Urteaga y Enrique Gorriarán Merlo
Foto sacada a Ranier en el momento de ser enjuiciado por el PRT-ERP