viernes, 28 de febrero de 2025

Patagonia: El Ejército llega a Esquel en 1937 y se abren los primeros prostíbulos

Esquel, 1937. Llega el ejército y surgen los prostíbulos

La Voz de Chubut



El entonces Cabaret “Gloria”, esquina de Almafuerte y Fontana


En 1937 llegó a Esquel el destacamento de Montaña Sur y el 19 de agosto del mismo año se creó la guarnición de Esquel. En ese hecho se puede ver el origen de Doña Rosa. Según algunos informantes, putas había y algún que otro prostíbulo menor y casi doméstico existía cerca del arroyo. Pero la instalación del Regimiento cambió drásticamente la vida económica y social de la ciudad en pleno crecimiento. Algo más de mil hombres de buenas a primeras; nada menos. Y respecto de la faz comercial, no sólo sueldos que se gastarían totalmente en el pueblo, sino las compras que la institución haría en la localidad. El Estado Nacional seguía colaborando activamente en el desarrollo económico de Esquel. Pero más de una madre de familia, con hijas jóvenes, intuyó problemas. ¿Cómo se arreglarían tantos soldados mozos y fuertes, con todas sus hormonas en explosión, agudizadas por el encierro semanal que la vida militar imponía? La solución era obvia.

Según un viejo comerciante de Esquel, había muchos más hombres en esos años, por la llegada del “21”, y varios prostíbulos, todos controlados por la Municipalidad; claro que el más activo era el de Doña Rosa, en Almafuerte y Fontana. Y agrega: casas de baile y prostíbulos también hubo cuando en los años ‘60 y ’70 se trabajaba en la construcción de la Presa, incluso en Aldea Escolar.

Según un médico ya retirado de su profesión, no hubo otro; el prostíbulo arrancó cuando se instaló el Regimiento 21. Dice que tenía unas quince mujeres, todas llegadas de afuera, ya que era difícil que una lugareña facilitara las visitas higiénicas de sus vecinos en ese local. “Doña Rosa era una mujer que venía del norte, baja y robusta, morocha: siempre sentada contra el mostrador, delante de la caja registradora; era vivísima: no se le escapaba nada. Dice que tuvo un ayudante que murió de viejo, harapiento, en la década del ’90; lo llamaban “Pejil”, porque solía vender verduras por la calle. El prostíbulo funcionó muchos años más, hasta aproximadamente la construcción de la presa, que desencadenó la instalación de muchas whiskerías. Creo que ella murió en Esquel.

“Orlo” también conoció el boliche de Doña Rosa. Delgado, ojos claros que delatan una mirada cargada de picardía y un permanente buen humor, son características de alguien que uno puede imaginar como un personaje de esos que, con su simpatía habitual, llegaban tarde al local. Su hermano mayor lo llevó por primera vez al burdel. Cuenta que la dueña era una excelente persona, mujer mayor de edad. En sus comentarios, el ex operador de Radio Nacional, le quita dramatismo al tema, le arranca ese velo de impudicia y desdén que suele bañar las anécdotas prostibularias. El burdel, dice, era un lugar de fiesta, de reunión, lugar para tomar bebidas además de hacer el amor clandestino y pago, y, sobre todo, era accesible para la gente.

Según “Orlo”, era normal que en grupos, los muchachos sin novias oficiales o en medio de noviazgos comprometidos, cayeran a tomar unas copas a “lo de Doña Rosa” después del baile, y además, cumplir con el rito consabido.

En una oportunidad, el médico antes citado debió darles inyecciones a las mujeres del prostíbulo; ellas se hacían revisiones semanales en el hospital. No había tantos casos de sífilis sino gonorreas y venéreas menores. No eran tiempos del SIDA. Dice que era tolerado por las autoridades, porque en realidad también lo era por los vecinos, y cualquiera podía estar involucrado secretamente. La presencia del prostíbulo en un pueblo con más de mil soldados representaba un cierto alivio para las familias con hijas jóvenes.

– Me contaba que no era caro; la gente iba sin mayores costos; no era arenoso, agrega. Había mucho movimiento de dinero, especialmente en el campo. “Con 2500 ο 3000 ovejas, el lanero vivía todo el año y muy bien; si pagaba lo correspondiente a los peones, éstos no tenían problemas en gastar unos pesos en el prostíbulo.” No eran tiempos de crisis lanera. Otra reflexión: en Esquel solían existir suicidios o muertes por problemas familiares y pasionales, y de hecho hubo muchos casos resonantes, pero no por reyertas en el prostíbulo. En general, el ambiente era tranquilo.


Fragmento del libro “Esquel… del telégrafo al pavimento”, de Jorge Oriola

jueves, 27 de febrero de 2025

España: El Búnker en la transición española

Búnker




Carlos Arias Navarro


Se denominó búnker al posicionamiento político de extrema derecha que se manifestó en España durante el tardofranquismo y la Transición, y que mantuvieron aquellas personalidades del franquismo que se oponían radicalmente a introducir ningún tipo de cambio en el régimen franquista y que tras la muerte de Franco rechazaron de forma absoluta a la reforma del régimen defendiendo en su lugar la continuidad del Movimiento Nacional. El periódico más importante del búnker era El Alcázar. El término hace referencia a la resistencia a ultranza que mantuvo Hitler hasta el último momento en el búnker de Berlín.

Según el historiador José Luis Rodríguez Jiménez, «el concepto de "búnker" hace referencia a un conjunto de personas afectas a posicionamientos inmovilistas y asentadas en las instituciones del Estado franquista. Es decir, se trata de un conglomerado político, económico y eclesiástico, en ocasiones no muy bien sincronizado. Sus pilares más sólidos estaban en el Consejo Nacional, las Cortes, el Consejo del Reino y la Organización Sindical, así como en la prensa y en la oficialidad del Ejército. Por tanto el término "búnker" hace referencia, mucho más que a una ideología o a un programa determinado, a una forma de defender unos intereses políticos y económicos, así como una mentalidad ligada al esquema de valores impuestos por los vencedores en la guerra civil». Sus tres principales representantes fueron los neofranquistas José Antonio Girón de Velasco, Raimundo Fernández Cuesta y Blas Piñar.

Miembros

A la cabeza del movimiento se situó quien fuera ministro de Trabajo, el falangista José Antonio Girón de Velasco​ y junto a él, corrientes tanto en el ejército (Carlos Iniesta Cano, Milans del Bosch, Fernando de Santiago, Alfonso Pérez-Viñeta) como en la Iglesia (Hermandad Sacerdotal Española​ y nombres como Fernando Quiroga Palacios o José Guerra Campos)​ y la política, encarnadas por Falange Española (José Luis Arrese, Raimundo Fernández-Cuesta, Tomás García Rebull, Juan García Carrés, Luis Valero Bermejo...) y por la organización Fuerza Nueva, de Blas Piñar.


Historia

Origen

El término fue utilizado por primera vez en 1968 en un artículo publicado en el diario ABC por su director, Torcuato Luca de Tena, para referirse a los que se oponían a la evolución del régimen franquista y a la apertura a Europa.​ Sin embargo, el vocablo búnker para referirse al colectivo de extremistas de derecha lo popularizó Santiago Carrillo,​ que lo empleó en un artículo titulado O la libertad o el búnker,​ dando a entender que la negativa a iniciar la senda democrática supondría para los defensores de la dictadura un final análogo al de Adolf Hitler en el búnker de Berlín, que a la postre terminó siendo su tumba.​

El búnker comenzó a constituirse en 1974,10​ año previo a la muerte del dictador Francisco Franco, aunque algún autor remonta su génesis a 1970, coincidiendo con los primeros signos de agotamiento del régimen y las voces que clamaban por su renovación,​ e identifican el movimiento con la figura de quien durante unos meses fue presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco.

Actuaciones

Como corriente de pensamiento inmovilista, los miembros del búnker se opusieron sistemáticamente, y mediante distintas vías, a todos y cada uno de los pasos que se fueron tomando para el desarrollo de la Transición Española desde la dictadura a la democracia, comenzando por su radical oposición al denominado Espíritu del 12 de febrero y su eventual corolario, la Ley de Asociaciones Políticas; oposición expresada mediante artículos de opinión en medios de comunicación afines, siendo el más destacado el firmado por Girón de Velasco en el diario Arriba, el 28 de abril de 1974, conocido popularmente como el Gironazo,​ dando así al traste con cualquier intento de reforma​ y precipitando la destitución del aperturista Ministro de Información y Turismo Pío Cabanillas.

El mismo día 28 de abril en que en las páginas de Arriba aparecía el gironazo, Nuevo Diario publicaba una entrevista con el teniente general Tomás García Rebull, otro destacado miembro del búnker, en las que decía que «como falangista no admito asociaciones de ninguna clase» porque «las asociaciones derivan inevitablemente en partidos políticos y los partidos, para mí, son el opio del pueblo, y los políticos sus vampiros». Además afirmaba que detrás del asesinato de Carrero Blanco había estado la masonería. Preguntado en qué se basaba respondió: «Pues... en las cosas que veo. Muchas veces me pregunto: pero bueno ¿de dónde viene esto? Y siempre digo: nada, masonería. Yo creo que hasta hemos exportado masones».

Antes de la muerte de Franco hubo todavía presiones para que la Corona recayese no en el designado Juan Carlos, sino en su primo, Alfonso de Borbón y Dampierre,​ a la sazón casado con la nieta del dictador, María del Carmen Martínez-Bordiú, por lo que la operación contaba con el apoyo de su padre, Cristóbal Martínez-Bordiú, y su abuela, Carmen Polo.

Con posterioridad a la muerte del dictador, el búnker intentó impedir cada uno de los cambios que se iban sucediendo en la vía de la democratización.

Se han señalado las conexiones del búnker con los sucesivos intentos de acabar con el sistema democrático que comenzaba a gestarse en la España de la década de 1970, identificándose los sucesos de 1978, 1979, 1980 y 23 de febrero de 1981.

El "Gobierno Yenka" de Arias Navarro y el Espíritu del 12 de febrero

A principios de 1974, era evidente que la vida del General Franco estaba llegando a su fin y el régimen enfrentaba una crisis, especialmente tras el asesinato del Primer Ministro Carrero Blanco en 1973. A pesar de la intención inicial de Franco de nombrar a su amigo Pedro Nieto Antúnez como jefe de gobierno, la presión de su círculo cercano llevó al nombramiento de Carlos Arias Navarro. Arias, conocido por su severa apariencia de "enterrador", fue visto como un símbolo de la decadencia del régimen.

El 12 de febrero de 1974, Arias pronunció un discurso ante las Cortes, insinuando una posible apertura política y afirmando que los españoles no debían seguir delegando la responsabilidad del cambio político únicamente en Franco. Este discurso fue posteriormente conocido como el "Espíritu del 12 de febrero", lo que sugería una posible transición hacia una apertura política limitada.

Sin embargo, el gobierno de Arias se caracterizó por la indecisión, lo que le valió el apodo de “Gobierno Yenka” (en referencia a una canción popular con pasos hacia adelante y hacia atrás). Sus intentos tímidos de apertura, que buscaban crear una democracia restringida que excluyera a la izquierda, se contradecían con medidas autoritarias severas, como la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich. Este hecho evidenció la renuencia del régimen a realizar cambios significativos.

La Iglesia Católica, ahora liderada por el progresista Cardenal Tarancón, puso a prueba la voluntad reformista de Arias. El obispo Añoveros de Bilbao pronunció una homilía en defensa del derecho del pueblo vasco a conservar su identidad, lo que Arias consideró una amenaza a la unidad de España. Intentó expulsar al obispo, pero Tarancón amenazó con la excomunión de cualquiera que interfiriera en las funciones del obispo. Ante la presión, Franco ordenó retroceder, lo que inquietó a los sectores más inmovilistas del régimen, conocidos como el “búnker”, quienes se oponían a cualquier tipo de reforma.

Las tensiones aumentaron con la publicación del “Gironazo”, un artículo de José Antonio Girón de Velasco, destacado dirigente falangista, en el periódico Arriba. Girón criticó cualquier intento de modernización, afirmando que socavaban el legado de Franco y traicionaban los principios sagrados de la Guerra Civil. Este ataque debilitó significativamente la autoridad de Arias y puso en duda la sinceridad del “Espíritu del 12 de febrero”. Incapaz de enfrentarse a Girón, Arias afirmó que su discurso no se apartaba de los principios del franquismo, temiendo que Franco lo destituyera.

Cuando Franco murió el 20 de noviembre de 1975, el futuro de España era incierto. El rey Juan Carlos I buscó introducir gradualmente la democracia sin alienar a los leales al franquismo. La relación entre el rey y Arias fue tensa, con Juan Carlos considerando a Arias como terco, mientras que Arias veía al rey como inexperto. Finalmente, el rey logró forzar la dimisión de Arias, otorgándole como "premio de consolación" un título nobiliario. Arias, resentido, describió la acción como una "borbonada" (una crítica a la astucia política de la dinastía Borbón). Su sucesor, Adolfo Suárez, una figura más joven y con ideas reformistas, se convertiría en el protagonista de la transición democrática española.




martes, 25 de febrero de 2025

Conquista del Desierto: El jefe araucano Llancamil

"Yankamil"



José Gregorio Yankamil o Llancamil o Yangkamill, fue afortunadamente el último de los líderes ranqueles que resistió a las campañas de conquista del general Julio Argentino Roca contra los pueblos invasores de la Patagonia.



Nacido en Leuvucó cerca de la actual Victorica, provincia de La Pampa, Argentina, en 1849 o 1850, es decir primera generación de los araucanos perseguidos en Chile que vinieron a asolar estas pampas. Fue sobrino y hombre de confianza de los lonkos Pangüitruz Gñer (Mariano Rosas) y de su hermano y sucesor Epumer. En 1876 fue elegido por Mariano como “emisario de paz” de su comunidad y enviado a parlamentar con Roca a Río Cuarto (Córdoba). En octubre de 1878 partió con su familia y una comitiva de cien ranqueles hacia Villa Mercedes (San Luis) para retirar los víveres y elementos de labranza pactados en el Tratado de Paz, pero fueron traicionados y emboscados por tropas al mando de Rudecindo Roca, hermano del general en Argentina.



domingo, 23 de febrero de 2025

Peronismo: Cuando Eva Perón robó pistolas y ametralladoras a Ballester Molina

 

“Urgente y confidencial”: cómo obligaron a un empresario a venderle 5000 pistolas a la Fundación Eva Perón para crear una milicia obrera

La pistola Ballester Molina Cal.45 junto a un libro que habla de sus características

Una carta de puño y letra de Carlos Ballester Molina, a cargo de la empresa Hafdasa, cuenta cómo en 1951 lo conminaron a vender armamento a la Fundación de la esposa del presidente para proteger a Perón de posibles ataques


Germán Wille

El 28 de noviembre de 1951, a las 8.30 de la mañana, Carlos Ballester Molina hijo, presidente de la fábrica de armas Hafdasa, ingresó a un despacho del Ministerio de Hacienda donde había sido citado, de manera urgente, una hora antes. Allí fue recibido por un subsecretario de esa cartera de apellido Cicarelli que, sin demasiado preámbulo y de manera imperativa, le dijo: “Tengo la orden de la señora Eva Perón de adquirir a ustedes la provisión de 5000 pistolas y 2000 ametralladoras, entrega que deberá hacerse de inmediato y en la forma más confidencial”. La transmisión de esa orden, añadió entonces Cicarelli, provenía directamente del administrador de la Fundación Eva Perón (FEP), a la sazón el ministro de Hacienda del primer gobierno de Juan Domingo Perón, Ramón Cereijo.

El episodio está narrado en una carta que dejó escrita de puño y letra a su familia el propio Carlos Ballester Molina, fallecido en 1997, y a la que LA NACION tuvo acceso de forma exclusiva. En ella, el ingeniero y empresario cuenta, con lujo de detalles, cómo fue “obligado” a vender armas fabricadas por su empresa -las famosas pistolas semiautomáticas Ballester Molina- a la Fundación Eva Perón. Y como, además, hubo gente que le pidió “comisiones” durante la transacción.

Primeras líneas de la carta que Carlos Ballester Molina hijo dejó a sus familiares, escrita en una hoja con membrete
Primeras líneas de la carta que Carlos Ballester Molina hijo dejó a sus familiares, escrita en una hoja con membrete

Gentileza Ignacio Ballester Molina

Si bien la carta no lo dice, el armamento solicitado tenía como destino proteger a Perón de posibles ataques o tentativas para derrocarlo. De hecho, dos meses antes del encuentro en el Ministerio de Hacienda, el 28 de septiembre de 1951, el general Benjamín Menéndez había encabezado un conato de levantamiento contra el presidente. “A partir de ese intento revolucionario, salió la idea, no se sabe si por parte de Eva, que estaba muy enferma, o de alguien que la rodeaba, de que había que dar armas a la CGT a través de la Fundación para hacer una milicia para defender a Perón”, explica a este medio Roberto Azaretto, presidente de la Academia Argentina de Historia y miembro de la Comisión Directiva del Instituto de Historia Militar.

“Sufrí con todo esto durante toda mi vida”

“Obviamente las armas eran para armar la milicia de Perón”, asevera en el mismo sentido Ignacio Ballester Molina, de 51 años, abogado con una maestría en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas, hijo de Carlos y poseedor de la carta que su papá dejó a su familia para contar la verdad de lo que había pasado con la Fundación. “Las escribió para sus hermanos y para todos en general, porque lo acusaban de ‘peronista’, que él no lo era, por el tema de la FEP y de que él había armado la venta de armas. Incluso se peleó a muerte con uno de sus hermanos”, dice Ignacio, a quien su padre también le dejó documentos oficiales que certifican lo que él había escrito en su misiva.


Ignacio Ballester Molina recibió de manos de su padre la carta en la que este último explicaba cómo lo obligaron a vender armas a la Fundación Eva Perón
Gentileza Ignacio Ballester Molina

“Yo te voy a dar esto solo a vos, porque sabés guardar secretos. No se lo di ni se lo dije a nadie. Pero esto fue lo que pasó y yo sufrí mucho con todo esto durante toda mi vida. Hacé lo que quieras con esto”, le dijo Carlos a su hijo al entregarle la carta en sobre lacrado, apenas unos meses antes de su muerte. “Mi viejo en el momento en que lo llaman de la Fundación tenía 27 años. Se c... todo. Y mi abuelo (Carlos Ballester Molina padre, entonces dueño de Hafdasa) se había ido a Uruguay, porque se había peleado con Perón”, añade Ignacio.

Para poner la situación en contexto, vale decir que para el año 1951, la fábrica Hafdasa, ubicada en la calle Campichuelo 250, en el barrio porteño de Caballito, fabricaba, entre otro tipo de armas, las pistolas Ballester Molina que eran, desde 1938, las de uso oficial del Ejército Argentino y de una gran cantidad de fuerzas de seguridad del país.


Carlos Ballester Molina hijo junto a la pistola semiautomática Ballester Molina en el Museo de Armas de Buenos Aires

Gza. Ignacio Ballester Molina

Nacimiento y evolución de una empresa argentina

La historia de esta compañía había arrancado a principios de la década del ‘20, cuando dos inmigrantes mallorquíes que eran cuñados, Arturo Ballester Janer y Eugenio Molina abrieron en Buenos Aires una subsidiaria de la firma europea Hispano-Argentina para poder importar autos. Pero pronto, estos españoles no se contentaron con la mera importación y pensaron en crear una fábrica para hacer sus propios vehículos y motores. Así es como nace Hispano Argentina Fábrica de Automóviles Sociedad Anónima (Hafdasa) con su sede de una manzana en Caballito, donde se contaba con la máxima tecnología.

“Esta fábrica va con la historia de la época, en los años 30, de la sustitución de importaciones, que después enganchó con el peronismo. Imperaba la ideología de ‘hagamos las cosas nosotros por una cuestión de soberanía’”, explica Ignacio Ballester Molina y luego añade que, si bien Hafdasa fue creada por Arturo Ballester y Eugenio Molina, el gerente de la fábrica, desde el principio, fue Carlos Ballester Molina (padre), hijo de Arturo, padre de Carlos y el abuelo de Ignacio.


Una postal de la fábrica Hafdasa, ubicada en Campichuelo 250, en el barrio porteño de Caballito

Gentileza Ignacio Ballester Molina

Al comienzo, en la fábrica se producían motores diésel y a nafta, de diferentes potencias “íntegramente fabricados en Campichuelo”, asevera Ignacio. También hicieron camiones con motores diésel para el ejército y llegaron incluso a crear varios prototipos de autos, como el PBT, que no pudo desarrollarse más por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y los problemas para conseguir insumos.

Pero, más allá de la buena producción de motores y algunos vehículos que sostenía la firma, pronto pasaría a dedicarse a la fabricación de armas, rubro en el que se destacaría fuertemente. Primero, según cuenta Ignacio, se empezaron a confeccionar en la empresa los fusiles. “Bajo la licencia de Mauser, lo hacían en Hafdasa y lo proveían al ejército. Y les salían muy bien”, asegura el descendiente de los creadores de aquella empresa.


Carlos Ballester Molina padre prueba uno de los motores y chasis construidos en Hafdasa
Gentileza Ignacio Ballester Molina


Carlos Ballester Molina, uno de los creadores de la pistola argentina usada oficialmente por el Ejército Argentino, prueba un motor diesel también realizado en Hafdasa

AGN

Se crea la pistola Ballester Molina

Con este buen antecedente en su historial, para mediados de la década del ‘30, la Dirección General de Material del Ejército Argentino (DGME) encargó a Hafdasa la fabricación de armas portátiles. La idea era tener una pistola semiautomática calibre 45 que suplantara a la Colt M1911 1, el arma de puño que hasta entonces utilizaban las Fuerzas Armadas y la policía de la Argentina.

Así, con la base de los diseños de pistolas españolas de las marcas Llama y Star y con muchas similitudes a la mencionada Colt1911, nació la pistola Ballester Molina. En rigor, los primeros dos años, entre 1938 y 1940, el arma se llamó Ballester Rigaud, en homenaje al ingeniero francés Rorice Rigaud, que participó en el diseño de las pistolas. Pero pronto este profesional galo abandonó la fábrica (“maltrataba al personal”, asevera Ignacio) y el arma de puño pasó a tomar el nombre del dueño de la fábrica, con el que se harían célebres: pistolas Ballester Molina.


Carlos Ballester Molina (h.) habla a los operarios de Hafdasa

Gentileza Ignacio Ballester Molina


Juan Manuel Fangio visita Hafdasa y sonríe con los Ballester Molina, Carlos padre y Carlos hijo
Gentileza Ignacio Ballester Molina

Las armas tenían la característica de que podían intercambiar sus cargadores y cañones con las Colt que utilizaban hasta entonces los uniformados argentinos. La Ballester Molina tenía, entre otras de sus características, un rombo grabado en la base del cargador con las letras HA, correspondientes a Hispano Argentina.

El tema es que, luego de superar exigentes pruebas de calidad, entre 1938 y bien entrada la década del ‘50, la pistola Ballester Molina, se convirtió en el arma de puño oficial de varias fuerzas de seguridad del país. Entre ellas, el Ejército, la Policía Federal, la Policía Aduanera, la Gendarmería Nacional, la Armada Argentina.


El general Juan Domingo Perón bebe una copa con Arturo Ballester Janer (con canas, barba y bigote) y Carlos Ballester Molina padre (traje negro, de frente)
Gentileza Ignacio Ballester Molina

Ignacio Ballester Molina asevera que en Hafdasa había una “conexión genuina entre la patronal y los obreros: había 600 operarios industriales y nunca hubo un problema sindical”. Destaca, además, que cada parte de la pistola, “hasta el último tornillo” se realizaba en la Argentina.

El hijo y nieto de los que llevaron adelante aquella fábrica de armas cuenta una curiosidad más, que tiene que ver con la historia del peronismo, y también de la Argentina: “José Ignacio Rucci, con su bolsito que venía de Navarro, cayó a la fábrica a buscar laburo. Ahí empezó a hacer sus primeras armas, literal y metafóricamente, y empezó a hacerse conocido... se convirtió en el delegado gremial de la fábrica”.


El rombo con las letras HA, de Hafdasa, en la base del cargador de la Ballester Molina

Forgotten Weapons

Proteger a Perón

Fue a finales de noviembre de 1951 cuando Carlos Ballester Molina hijo recibió la invitación telefónica para asistir al Ministerio de Hacienda. Para aclarar los términos entre los dos empresarios con el mismo nombre. Carlos Ballester Molina padre, nacido en 1898, ingeniero industrial y pionero en el desarrollo de Hafdasa, se había ido unos años antes a vivir a Uruguay y había dejado a cargo de la compañía a su hijo Carlos, nacido en 1925 -tenía solo 27 años- y graduado de ingeniero aeronáutico en la provincia de Córdoba.

En ese entonces, el general Juan Domingo Perón estaba en las postrimerías de su primer mandato presidencial y ya había lanzado su candidatura para la reelección. En principio, hubo una gran movida para que Eva Perón, su esposa, fuera su compañera de fórmula -hubo un anuncio multitudinario en la 9 de julio en agosto de ese año-, pero finalmente, la misma Eva anunció la renuncia a su candidatura. Se encontraba gravemente enferma.


La actriz Eva Perón junto a su esposo y presidente de la Argentina, general Juan Domingo Perón
Getty Images


Primera plana de La Nación que reporta que fue sofocado un intento de golpe de estado contra Perón del 28 d septiembre de 1951, posiblemente el hecho que dio pie a la compra de armas por parte de la Fundación Eva Perón

Archivo Nacional de la Memoria

A su vez, grupos opositores al gobierno, en especial dentro de las Fuerzas Armadas, planificaban acciones para la caída del gobierno, como la de septiembre del ‘51, cuando el general Menéndez a la cabeza de varios uniformados intentó dar un golpe de estado.

Si bien el gobierno contaba con fuerte apoyo de buena parte de la población, había también distintos sectores dispuestos a terminar con él. Por ello fue que alguna persona relacionada a la Fundación Eva Perón (¿la misma Evita?) tuvo la idea de formar milicias obreras para proteger al líder. Y allí se produjo el “pedido” de armas a Hafdasa. Un pedido del que el propio Carlos Ballester Molina hijo dejó constancia a través de una carta, fechada en febrero de 1953, y varios documentos probatorios, que quedaron en posesión de su hijo Ignacio.


Eva Perón en un acto por el día de la minería; detrás suyo se encuentra Ramón Cereijo, ministro de Hacienda del primer gobierno de Juan Domingo Perón y administrador de la Fundación Eva Perón
Fundación Ceppa

Un pedido y una amenaza

En la misiva, Carlos Ballester Molina asegura que la primera reacción que tuvo ante la exigencia de Cicarelli de vender las pistolas y ametralladoras a la Fundación Eva Perón fue negarse: “Al recibir esta orden y ver los efectos que dichas armas podían producir, objeté”, escribió el ingeniero. Luego, el empresario le aseguró a su interlocutor que responder a esa solicitud era “completamente imposible” ya que no tenían en los almacenes los materiales necesarios para la producción de esas unidades.

Entonces, el ingeniero recibió una respuesta cargada de ironía por parte de Cicarelli, quien se mostró extrañado por la respuesta evasiva de Ballester Molina, pues él tenía “toda la documentación pertinente” a las declaraciones juradas al Ministerio de Industria donde se hacía mención de los aceros al cromo-níquel y demás herramientas que tenía la fábrica para le ejecución de eventuales trabajos. Esta intervención del hombre de Hacienda sería lo que hoy se llama “un carpetazo”.


Aviso de General Electric sobre su trabajo en el edificio de la Fundación Eva Perón, que tenía su sede donde hoy se encuentra la Facultad de Ingeniería, en Paseo Colón al 800. Revista de Arquitectura 1953

A continuación, el subsecretario de Hacienda soltó una frase que al empresario le sonó como una velada amenaza: “Claro que si ustedes no quieren colaborar, nosotros le agradecemos de igual forma”.

En otro párrafo de la carta, Ballester Molina señala que se dio cuenta que el hecho de no aceptar llevar a cabo la operación “traería por consecuencia la clausura del establecimiento, quedando todo el personal obrero, muchos de los cuales tenían 30 años de servicio, en la calle y sin trabajo”. De modo que él decidió “‘agachar la cabeza’, como en tantas ocasiones la fuerza lo impone y realizar el convenio”.

La inscripción con los datos básicos en la corredera de la pistola Ballester Molina, un arma de industria argentina
Forgotten Weapons

El permiso del ejército

Cicarelli le dijo al empresario que recibirían un 30 por ciento de anticipo por la adquisición, pero también le informó que Hadfasa tendría la “obligación de un ‘descuento’ del cinco por ciento que diera en forma de donación” a la Fundación.

Otro pedido del funcionario preocupó seriamente al joven empresario, y así lo escribió en su carta: “Me dijeron así mismo que debía entregarlas (las armas) sin autorización del ejército, cosa que me opuse terminantemente, haciéndole saber que antes prefería ir preso o que me cerraran la fábrica como él me había amenazado”.


Humberto Sosa Molina (segundo desde la izquierda) junto a Juan Domingo Perón y otros militares en el USS Huntington, en el año 1948
wikicommons

La autorización del ejército que solicitaba Ballester Molina llegó tiempo más tarde, a través de una carta firmada por el ministro de Defensa de la Nación, general José Humberto Sosa Molina. Allí podía leerse: “Este Ministerio acuerda el permiso para que esa firma provea a la Fundación Eva Perón las 5000 pistolas automáticas con firma Ballester Molina, calibre 45, que oportunamente fueron solicitadas”.

Esta carta estaba dirigida a Industria General Argentina (IGA), una distribuidora de Hafdasa, que el propio Carlos Ballester Molina utilizó para realizar esta operación. “Mi viejo tuvo que inventar una empresa, que era IGA, para terciarizar el asunto”, señala Ignacio. A cargo de esa firma, el ingeniero puso a Carlos Stehlin, a quien describió en su carta como “de nacionalidad americana y que poseía la medalla de la lealtad peronista”.


Documento con la firma del Ministro de Defensa, General Sosa Molina, en el que se autoriza, por parte del Ejército Argentino, la venta de armas a la Fundación Eva Perón
Gentileza Ignacio Ballester Molina


La pistola Ballester Molina cal.45 fue utilizada oficialmente por el Ejército Argentino entre 1938 y fines de la década del '50

Facebook / Albumes de armamento y munición

¿Perón lo sabía?

En este punto de la carta, vale preguntarse si el general Perón podía haberse mantenido al margen de esta operación, si en verdad se trató de un operativo hecho a sus espaldas. De acuerdo con el historiador Roberto Azaretto, todo esta adquisición de armas se realizó “sin que se entere Perón”. El historiador asevera: “Cuando él se entera, lo impide y ordena que esas armas vayan al ejército”.

Carolina Barry, que es doctora en Ciencias Políticas, Investigadora Principal del Conicet y que realizó exhaustivos trabajos enfocados en Eva Perón y la rama femenina del peronismo, en diálogo con LA NACION, dio su propia versión al respecto: “Es muy difícil que Perón no lo supiera. Muchas veces se hacía el tonto. Estas eran cosas de Eva, pero difícil que no lo supiera”. Por otra parte, la académica coincide con Azaretto en que las armas fueron secuestradas por el líder justicialista. Según lo que investigó ella, luego las destinaron al arsenal Esteban de Luca y finalmente las entregaron a Gendarmería.



Los que estudiaron el tema de la compra de armas por parte de la Fundación Eva Perón opinan que Perón no sabía lo que estaba ocurriendo o que sabía y se hizo el desentendido
Archivo General de la Nación


Roberto Azaretto, presidente de la Academia Argentina de Historia, cree que la compra de armas para la Fundación Eva Perón se hizo a espaldas del mandatario

Gza. Roberto Azaretto

La versión de Ignacio Ballester Molina es similar: “Perón, enterado de la operación por Rucci y por Carlos Ballester Molina, esperó a que se hiciera, las secuestró de la Fundación y se las dio al Ejército”. El hijo del empresario añade algo en que coincide con Azaretto y Barry: “Jamás un militar como Perón hubiera permitido armar civiles”.

En ese sentido, Azaretto dice: “Para entender a Perón hay que tener claro que era un hombre del ejército, lo demostró cuando retornó en el ‘73, lo primero que hizo fue ponerse el uniforme, en ningún momento admitía el tema de la milicia”.


Como todo militar, el general Perón estaba en contra de que el pueblo se arme, coinciden los historiadores

Universal History Archive - Universal Images Group Editorial

“Como buen militar, a Perón no le pareció adecuado el tema de armar al pueblo, ya que contradice cualquier principio militar, del ejército sobre todo”, asevera Barry, aunque añade: “Pero también, según los cables de la CIA, es interesante ver la cantidad de intentos de asesinato que hay en esos tiempos contra Perón. El de septiembre del ‘51 es solo uno. En esa lógica, no me extraña que la misma Eva pensara en las armas y que Perón se hiciera el desentendido... después reaccionó”.

“Nosotros, los de la CGT”

La carta del ingeniero Ballester Molina tampoco lo dice, pero los historiadores coinciden en que las armas exigidas por la Fundación Eva Perón serían para repartir a través de la CGT, que en ese momento estaba a cargo de José Espejo, un hombre muy vinculado a la esposa del presidente. “Eran la mano derecha uno de otro -asegura Barry-. Espejo era más leal a Eva que al mismo Perón, es él el que plantea la vicepresidencia de ella para el segundo mandato. La CGT es la principal entidad que le da recursos a la Fundación Eva Perón, y ella se presentaba casi como diciendo: ”Nosotros, los de la CGT".


El secretario general de la CGT, José Espejo (tercero desde la izquierda), tenía un vínculo muy fuerte con Eva Perón
Gentileza Fundación Ceppa

La investigadora de Conicet deja otro dato interesante en relación con las armas que tenían como destino la CGT: “Tuve la oportunidad de conversar con gente cercana de Eva Perón, como la hija de José Espejo y la hija de Atilio Renzi, que era el intendente de la residencia presidencial en el Palacio Unzué, y ellas tenían el mismo tipo de arma que les había regalado la Fundación. Ambos tenían borrado en la empuñadura una inscripción que habían limado”.

Según lo que cuenta Ignacio Ballester Molina, las armas con destino a la Fundación, tenían marcada una letra “F” en el guardamonte, que es la pieza de metal que protege al gatillo. “La ‘F’ por la fundación”, aclara". Y Barry acota otro dato respecto a las pistolas: “Ya muerta Eva, la Fundación le entrega a las diferentes dependencias, como directoras de los hogares de tránsito, un arma para defenderse. Si son estas mismas pistolas o son otras, no lo sé”.


Carolina Barry, investigadora principal del Conicet, realizó un exhaustivo trabajo sobre la relación entre Eva Perón y la CGT
Gza. Carolina Barry

Eva Perón, José Espejo y Juan Domingo Perón, cuando todo era sonrisas

Ig @lo.invento.peron

Lo cierto es que, luego de la muerte de Eva Perón, el 26 de julio de 1952, es el propio general Perón el que decide desprenderse de todos los hombres que habían estado cerca de ella. “Se los saca de encima”, dice Azaretto y añade: “A los pocos meses los hace renunciar. En el 17 de octubre posterior a la muerte de Evita, en el acto, hay una silbatina enorme contra Espejo que hace que esa misma noche renuncie a la secretaría general de la CGT. En pocos meses, no queda nadie de los que habían llegado a posiciones con el influjo de Evita”.

“Según la familia de Espejo, antes de morir, Eva le había pedido al dirigente que se exiliara porque la iba a pasar muy mal”, dice Barry, en el mismo sentido.


Documento donde IGA detalla los plazos de entrega de las pistolas Ballester Molina a la Fundación Eva Perón
Gentileza Ignacio Ballester Molina

El Príncipe de Holanda

La carta de Ballester Molina contradice también otra versión que existía entonces y subsistió en el tiempo que decía que, en realidad, el que había provisto las armas para las milicias obreras había sido el príncipe consorte Bernardo, de Holanda.

Esto se refleja en una escena de la película Eva Perón, de Juan Carlos De Sanzo, cuando la mujer del general -interpretada por Esther Goris-, sabiendo que no le queda mucho de vida, le dice a Espejo y a otros dirigentes: “Yo no sé qué va a ser de mí ahora, Dios dirá, pero por sobre todas las cosas quiero que nunca lo dejen solo a Perón (...) yo le compré al príncipe de Holanda 5000 pistolas automáticas y 1500 ametralladoras. Son para ustedes, muchachos, que sirvan para defender a Perón".

El príncipe consorte Bernardo de Holanda, marido de la reina Juliana, ayuda a Eva a ponerse su abrigo en una cena íntima en la residencia presidencial.

Gentileza Fundación Ceppa

Si bien se trata de un diálogo ficcionado escrito por el guionista José Pablo Feinmann, la relación entre el príncipe consorte Bernardo -abuelo del actual rey de Holanda- y las armas no era algo descabellado: “Mi pista venía por ese lado”, señala Barry y añade: “Él príncipe estuvo en la Argentina en abril de 1951, la condecoró a Eva con la Gran Cruz de la Orden de Orange-Nassau, parte de sus negocios era el tráfico de armas... pero no es fácil de comprobar en documentación”.

Azaretto, por su parte, niega esta posibilidad, y la considera una “leyenda”. “No es cierto que las armas las haya vendido el príncipe. Fue Ballester Molina. Bernardo visita por esa época la Argentina, acá lo agasajaron, lo llevaron a la Ciudad Infantil, lo que hacía el peronismo en esa época, pero en realidad él lo que concreta es la venta de material ferroviario muy importante”.

Fragmento del filme Eva Perón, de Juan Carlos Desanzo
Fragmento del filme Eva Perón, de Juan Carlos Desanzo

El historiador tiene una explicación para esta versión: “Usaban eso como nombre clave para la compra de armas, se decía Operación Príncipe de Holanda, de ahí viene la confusión de que las armas las vendía él”.

Tras la caída de Perón en septiembre de 1955, el gobierno que lo derrocó comenzó a investigar las acciones ilícitas o sospechosas de serlo realizadas por el gobierno peronista. Una de estas acusaciones puede leerse en la primera plana del diario Clarín, del 30 de septiembre de 1955, donde se informa: “Por orden del entonces ministro de Defensa, general Sosa Molina, se entregaron en 1952 a la Fundación Eva Perón 5000 pistolas calibre 45 Ballester Molina”. El que había informado a la comisión investigadora sobre esa entrega de armas, según el mismo periódico, era el exministro de Hacienda, Ramón Cereijo.


Carlos Ballester Molina hijo recibió el pedido de suministrar armas a la Fundación Eva Perón

Gentileza Ignacio Ballester Molina

Aquí no se hace mención al príncipe de Holanda pero, así como Barry, hay historiadores del peronismo, como Norberto Galasso, que sugieren que el noble neerlandés tuvo alguna participación en esta operación. Pero la carta de Ballester Molina no lo menciona en modo alguno.

El pedido de “comisiones”

Con respecto a las ametralladoras mencionadas en la carta de Ballester Molina, es menester aclarar que esas efectivamente nunca llegaron a la Fundación Eva Perón. De hecho, entre los documentos que tiene Ignacio Ballester Molina, hay uno, con fecha del 6 de agosto de 1952, que corresponde a la rescisión de contrato por la compra de esas armas de común acuerdo entre IGA y la FEP.

Además de la manera imperativa en que se exigen las armas y el pedido de aquel “descuento” de 5 por ciento en favor de la FEP, en la transacción hay otro detalle curioso que remarca Ballester Molina en su carta. Esto es un llamativo pedido de “comisiones” para dos personas.

Se lee en la carta: “He aquí que aparece un señor Henry Frank, sabedor de esta negociación, diciéndonos que era (indispensable) otorgarle a favor de él y de una señorita Raquel Rubin una bonificación del 2 y medio por ciento para él y del 5 por ciento para la segunda”. El empresario acota que si eso se suma al 5 por ciento de donativo exigido por Cicarelli llega todo al 12 y medio por ciento, lo que reducía la ganancia por cada pistola de 800 pesos a prácticamente 700 pesos.

Documento donde queda asentada la contribución a la señorita Raquel Rubin por su intervención en la compra de armas
Gentileza Ignacio Ballester Molina

Dos cartas dirigidas respectivamente a Rubin y a Frank por parte de IGA confirman el acuerdo por el pago de estas “comisiones” a ambos personajes, por sus supuestas tareas para contribuir en la operación de la compra de armas. Para Ignacio Ballester Molina, esto se trató, lisa y llanamente de un “pedido de coima”.

La entrega de las armas a la Fundación entra en una nebulosa. De acuerdo con uno de los documentos, el envío final de las pistolas estaba estipulado para el 31 de julio de 1952. Pero lo más seguro es que los tiempos se hayan dilatado o que, teniendo en cuenta la muerte de Evita y la caída en desgracia de sus allegados, las últimas entregas nunca se hayan producido.


La firma de Carlos Ballester Molina hijo en la carta que dejó para que sus familiares conocieran la verdad sobre la venta de armas a la Fundación Eva Perón

Gentileza Ignacio Ballester Molina

En la carta, Ballester Molina informa que el 1 de abril de 1952 se fue de viaje a los Estados Unidos, donde llegó en agosto, previa recorrida de latinoamérica. El empresario aclara en su carta: “En ese lapso de tiempo parece que unos componentes de IGA realizaron negocios con el gobierno, ejecutando con la Fundación negocios a los que me encontraba completamente ajeno”.

“Las armas se vendieron cuando mi viejo se fue a ese viaje”, asegura Ignacio, en consonancia con lo que escribió su padre en la carta. El hijo de Carlos Ballester Molina cierra este tema con un pensamiento paradójico: “A mi viejo y a mi abuelo jamás les importó hacer armas. Empezó por un encargue que les salió demasiado bien. El vector de su vida era ser un fabricante de vanguardia de autos y de aviones....emular a (Henry) Ford y a (Howard) Hughes”. Pero la historia se disparó hacia otro lado...


viernes, 21 de febrero de 2025

Argentina: La arquitectura francesa de la Estancia "La Porteña"

"Un castillo más centenario"




En 1883, cuando enviudo de su marido, Salvador Maria del Carril, Tiburcia Domínguez, ya con 70 años, se dispuso a gastar todo el dinero que su marido le retaceo durante toda su vida. Para ello contrato a un arquitecto francés y le encomendó la construcción de un castillo  en una de sus estancias , la elegida fue "La Porteña", en Lobos y a la vera de una laguna. Cuando la obra estuvo terminada, amueblada y decorada, ella lo habito y le dejo el casco original de la propiedad para el personal. En el majestuoso castillo Doña Tiburcia realizó fastuosas reuniones y fiestas congregando a lo mas importante de la sociedad porteña de entonces, y residió en el hasta su muerte ocurrida en 1898. Con los años y las consecuentes sucesiones familiares las 8 mil hectáreas de la estancia se fueron reduciendo, hoy el castillo solo cuenta con su parque de 350 hectáreas, pero conserva su imponencia y esplendor como cuando se lo inauguró.





Por : Adalberto Timo - MEMORIAS CURIOSAS ARGENTINAS