domingo, 16 de marzo de 2014

La iglesia produjo los primeros Montoneros

El Papa admite la influencia de la Iglesia en la formación de Montoneros
¿Se viene una autocrítica de la Iglesia argentina?

Por Ceferino Reato (*)


El Papa realizó una particular autocrítica sobre el rol de la Iglesia sobre los jóvenes en los '70. | Foto: AFP.

“San José era radical, San José era radical,
y la Virgen socialista, y la virgen socialista,
y tuvieron un hijito, montonero y peronista”.
Canto en los actos de Montoneros en los '70.



El papa Francisco hizo una contribución formidable para comprender cómo fue que tantos jóvenes bien intencionados, altruistas, tomaron la dramática decisión de incorporarse a la guerrilla en los '60 y '70; es decir, estuvieron dispuestos a morir pero también a matar a otras personas, a otros argentinos, por razones políticas.

“Nosotros en América Latina hemos tenido experiencia de un manejo no del todo equilibrado de la utopía, y que en algunos lugares, no en todos, en algún momento nos desbordó. Al menos, en el caso de Argentina, podemos decir ¡Cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía terminaron en la guerrilla de los años '70!", dijo Francisco.

Jorge Mario Bergoglio atribuyó la conversión de tantos jóvenes católicos en guerrilleros a errores de conducción de la propia Iglesia Católica al señalar que hay que “saber manejar la utopía, o sea saber conducir” a los jóvenes.

Las palabras del Papa argentino fueron pronunciadas en un ámbito muy propicio: ante la Comisión Pontifica para América Latina, que está formada por un grupo de cardenales de la región.

El mensaje podría dar lugar a la autocrítica que la Iglesia Católica viene eludiendo sobre su responsabilidad en el surgimiento de la violencia guerrillera de los '70, que debería completarse con la autocrítica del respaldo que otros sectores eclesiásticos, conservadores e integristas, brindaron a la dictadura del general Jorge Rafael Videla y a la represión ilegal.

En mi último libro, ¡Viva la sangre!, dediqué un capítulo y medio a la influencia de sectores de la Iglesia en la formación de Montoneros, la guerrilla de origen peronista. Este libro está ambientado en Córdoba, un lugar clave para comprender la gran tragedia nacional de los setenta.

Entre otras cosas, Córdoba nos permite comprender de dónde surgieron los montoneros, uno de los dos grandes grupos guerrilleros de los '70. Mi conclusión fue que todos los primeros montoneros cordobeses habían sido, primero, militantes católicos. En otras palabras: Montoneros nació en las sacristías y en los colegios, las universidades, las residencias estudiantiles, los campamentos juveniles y las misiones de ayuda social organizadas por la Iglesia. Y eso ocurrió en todo el país.

Ésa fue la influencia de los sectores progresistas de la Iglesia. La responsabilidad de los sectores conservadores es más conocida y aparece con claridad en mi libro anterior, Disposición Final.

En conclusión, la Iglesia estuvo en los dos lados del mostrador de la violencia política. Uno de los signos de nuestra tragedia es que muchos militares y guerrilleros mataron creyendo que de esa manera cumplían con las enseñanzas de Cristo.

Una de las hipótesis de ¡Viva la sangre! es que la demora del Episcopado en realizar una profunda y generosa autocrítica sobre aquellos años sangrientos es el veto recíproco entre los sectores conservadores y progresistas de la Iglesia. Cuando los progresistas impulsan una mirada reflexiva sobre el apoyo a la dictadura, los conservadores les recuerdan la formación en las sacristías de tantos guerrilleros.

Se verá si la llegada al papado de Bergoglio, que es un crítico de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos de la dictadura, servirá para clausurar esos vetos recíprocos.

(*) Editor ejecutivo de la revista Fortuna.

Perfil

sábado, 15 de marzo de 2014

Conquista del desierto: El rol de los caballos

Animales en la Conquista del Desierto


Caballos criollos

El indio se hizo dueño y señor de las pampas, gracias al caballo. El hombre blanco, por lo tanto, debía contar con la cooperación del corcel criollo para poder conquistar esa inmensidad “donde la vista se pierde sin tener donde posar”.

La preponderancia del caballo como medio de comunicación y transporte, así como del empleo de la caballería como principal arma de combate en la lucha de frontera, se explica perfectamente si nos atenemos a las características geográficas del escenario, las condiciones económicas del medio ambiente y el carácter de sus habitantes. No podemos olvidar que la zona por la cual luchaba el hombre blanco era un extenso territorio cubierto de praderas donde habían proliferado los caballos y vacas en estado salvaje, creando así una “industria” de la cual tomaban parte indios y criollos. El gaucho, como el indio de las pampas, era “hombre de a caballo”. Familiarizado con su uso se hizo magnífico jinete desde su infancia. El gaucho era por idiosincrasia un guerrero de caballería, su natural instinto y la aptitud de jinete adquirida en sus faenas rurales hacían de él un centauro que el ejército sabía aprovechar.

El miliciano “arrancado de su rancho”, como el soldado de línea era de ese pueblo que había hecho del caballo su complemento para todo aquello que fuera transporte, trabajo y hasta distracción. Sin él se encontraba perdido. Es como un ave sin alas. Apenas se afirma sobre el recado vuelve a recuperar su perdida prestancia y ese algo especial de su personalidad de magnífico jinete.

Una frase ha quedado en la historia como expresión del sentir gaucho ante la falta de su caballo. Es la que, lejos de su lar nativo, resume toda la desgracia del caudillo: “El Chacho” Peñaloza: “¡En Chile…. y a pie!

Esos hombres que siguieron a San Martín, Las Heras, Lavalle, Güemes, Rauch o Rosas, lo hicieron de a caballo y se sintieron consubstanciados con los regimientos que esos hombres dirigían con la maestría de consumados jinetes. La historia registra como los regimientos de caballería se remontaban hasta con redomones recién sacados de los corrales. Es que el gaucho-soldado era además de buen jinete un domador en potencia. Martín Fierro cantaría:

Yo llevé un moro de número,
sobresaliente el matucho!
Con él gané en Ayacucho
más plata que agua bendita.
Siempre el gaucho necesita
un pingo pa fiarle un pucho.


Y haría resaltar su regreso al hogar, a pie… sin la más preciada compañía del gaucho, como lo diría una copla popular:

Mi mujer y mi caballo
se han ido a Salta.
Mi mujer puede quedarse,
mi caballo me hace falta.


Así como el indio de las pampas se convirtió en el más tenaz de los guerreros y el mayor peligro para las poblaciones civilizadas de América, debido al auxilio que para sus correrías le facilitaba el veloz y resistente caballo pampa, así las fuerzas nacionales debieron recurrir a tan eficaz medio, que les permitiría llegar hasta las propias madrigueras del salvaje, a dar el golpe y volver a su guarnición, “malón blanco” que transitaría por las mismas huellas dejadas por el indio en sus “rastrilladas”, cicatriz enorme de la pampa que mostraba el lugar donde se produjera la herida profunda que malones sucesivos habían efectuado en el corazón de esa pródiga campiña bonaerense, al llevarse miles y miles de reses para los aduares pampas o los mercados chilenos.

Muchos escritores han dedicado brillantes páginas al caballo criollo y al caballo pampa del indio, verdadera joya que sabía correr en cualquier terreno y hasta boleado.

No puede dejarse de recordar que en la lucha contra el indio, fue una de las preocupaciones principales de todos aquellos que debieron contar con sus ejércitos para combatirlos, el tener a mano buenas caballadas, no solamente para llegar hasta las distantes tolderías o perseguirlos, sino para el momento de la pelea, que debía realizarse en caballos entrenados para las rápidas maniobras del combate.

Roca le informaba a Alsina en 1875: “…y contraerse a resolver este solo problema, sin lo cual nada se puede intentar: el medio de tener en todo tiempo buenos caballos”. (1)

En los distintos acontecimientos que se desarrollaron en torno a la línea de fortines, el caballo ha constituido el principal factor de muchas victorias o derrotas.

En los últimos tiempos, cuando las distancias a recorrer eran contadas por leguas, hasta el infante debió ser provisto de caballo, para poder sortear el difícil obstáculo de llanuras, lomadas, montañas, ríos y arroyos. Cuando era atacado, desmontaba y formaba en cuadro, haciendo valer la potencia de fuego de sus fusiles. Por eso el bravo milico supo escuchar esta:

Plegaria del caballo de armas


“No. No hundas las rodajas de tus espuelas, en mis ijares sudorosos. ¿No sientes, acaso, mis tirones pidiéndote más rienda? Quiero llegar al enemigo antes que la punta del acero de tu brava lanza.

Afírmate altanero en la silla, prepara el brazo y deja las riendas que yo no he de volver.

Mis ollares olfatean la muerte; pero soy criollo y voy al choque desafiante con el heroico escuadrón, tengo alas en los cascos, que nunca el enemigo vio de atrás y escucha, valiente soldado expedicionario mi relincho cual grito bronco y guerrero de mi raza.

Nada detiene mi ímpetu. Los caídos por la lanza traicionera que apenas hiere pero desangra, sí empañan sus pupilas con lágrimas ¡Interprétalas soldado! Como desesperación, tristeza, pena, al no haber llegado al encontronazo brutal, al crujir de huesos y dientes, a la lanza rota y al nervudo brazo rojo en sangre y al jinete que cae sobre el jinete y al grito y al insulto y al toque de carga repetido, como al mejor homenaje a ti, mi amo, a mis hermanos moribundos, que también mueren por la Patria”. (2)

En cuanto a la mula, se la proveyó en cantidades, supliendo al caballo en el transporte de los elementos necesarios para la vida de frontera. Siendo Roca comandante de las de Córdoba le informa al ministro Alsina que dispone de 500 mulas para enviarle a la frontera bonaerense, lo que da un alto índice de su utilización, pues se entiende que ese número era el sobrante de sus arrias.

En la zona montañosa de Neuquén su uso se hizo más regular, por la fácil adaptabilidad de este équido al terreno montuoso.

En un telegrama del coronel Racedo a Roca el 13 de enero de 1879 le dice entre otras cosas: “Con 600 mulas más, mi División estará pronta para la gran expedición”.

El perro fue el fiel amigo, compañero, guardián y “proveedor” en los momentos de soledad, vigilia y hambre que el soldado debía aguantar durante su permanencia en esos fortines. Durante la noche, su fino olfato y oído eran una eficaz ayuda para detectar a los invasores.

Remigio Lupo recuerda que en su paso por la línea de fortines tendida por Alsina encontró en un mísero fortín a dos soldados:

“…Por qué tienen ustedes aquí esta cantidad de perros? –les pregunté al ver una jauría de perros flacos que por allí andaban- Ellos nos conservan la vida, señor. Hay veces que nos faltan las raciones, y entonces comemos los animales que estos nos ayudan a cazar. Desgraciadamente esta escena de dolor la he visto repetida en muchos de los demás fortines…”

Las fotografías de los fortines los muestran en gran cantidad, y de que también acompañaban a su amo hasta en los ataques lo demuestra el perro que encontró, entre el bosque de caldenes de Malal, al cacique Pincén, que se había ocultado ante el ataque de las tropas de Villegas. (3)

Referencias


(1) Olascoaga, Cnl Manuel José – Estudio topográfico de la Pampa y Río Negro – Revista del Suboficial – Buenos Aires (1930).
(2) Com. 6 Destacamento de Montaña – Boletín Histórico – Junín de los Andes (1960).
(3 Schoo Lastra, Dionisio – El indio del desierto – Revista del Suboficial, Vol. 88, 1937.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Raone, Juan Mario – Fortines del desierto – Revista del Suboficial Nº 143.

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

jueves, 13 de marzo de 2014

SGM: El ARA hacia Malvinas

22 DE ENERO DE 1940 UNIDADES DE LA ARMADA ARGENTINA
PONEN PROA A MALVINAS




En el año 1940 se estaba desarrollando la Segunda Guerra Mundial, por entonces la Argentina había adoptado una actitud de neutralidad, sin embargo a fines de 1939 el estuario del Plata había sido escenario del combate entre tres buques ingleses y el acorazado de bolsillo alemán Admiral Graf Spee, en lo que se conoció como la batalla del Rio de la Plata.
Quizás valga la pena recordar que ese buque llevaba el nombre de un Almirante alemán, que luego de derrotar a la Flota inglesa en aguas chilenas en la batalla de Coronel, se había destacado con una División Naval con la intención de destruir la estación radiotelégráfica y otras facilidades militares y logísticas de las islas Malvinas y, en lo posible, de adueñarse de los depósitos de carbón existentes, mineral necesario para alimentar las calderas de sus buques.
Así fue que el 8 de diciembre del año 1914 en horas de la tarde donde se produjo un combate naval en proximidades de Puerto Argentino (Stanley) de resultas del cual fueron hundidos los cruceros alemanes Leipzig, Nuremberg, Scharmhost, Gneiseau y dos buques carboneros de apoyo , por buques ingleses al mando del Vicealmirante Sir Frederick D. Sturtee. Se trataba de los cruceros Kent, Glasgow, Conwall, Inflexible, Invincible y Carnarvon. En la batalla muere el Comandante alemán Almirante Conde Ferdinan Johannes Maria Hubert Graf Von Spee y sus dos únicos hijos varones junto, a mil ochocientos catorce tripulantes, la cantidad de buques empeñados da una idea de la magnitud del combate, sin contar que la cantidad de bajas alemanas fue casi similar a la de la población isleña.
En diciembre de 1939 luego de la batalla del Rio de la Plata los tres buques ingleses participantes, cruceros Exeter, Ajax y Achilles se dirigieron a Malvinas a fin de desembarcar heridos y someterse a variadas reparaciones.
Así fue que, las aguas argentinas, en el inicio de ambos conflictos Mundiales fueron escenario de grandes combates navales, protagonizados por beligerantes de ambos bandos, lo cual desde ya afectaba la actitud neutral de nuestro País, a la vez que refleja la importancia estratégica del archipiélago Malvinas en el Control de las aguas del Atlántico Sur, sea por su posición geográfica como por sus facilidades logísticas.
En ese sentido quién era Presidente de la Nación en 1940, Dr. Ramón Castillo, ordena al Ministro de Marina, Almirante León Scasso, la realización de vuelos de Patrullado Marítimo con el fin de realizar tareas de Control del Mar en aguas jurisdiccionales argentinas. .
Así fue que se formó una División Naval de buques de superficie que apoyaría un vuelo de tres aviones navales, que se destacarían de Bahía Uruguay a Malvinas. Este hecho ocurrió el 22 de enero de 1940, cuando tres aviones Consolidated P2Y-3 A, al mando del entonces Teniente de Navío Dn. Salustiano Mediavilla despegaron de Bahía Uruguay, en cercanías de Puerto Deseado a fin de cumplir con la misión ordenada por el Poder Ejecutivo Nacional.
En este punto del relato creemos que vale la pena mencionar que estos aviones eran “hidros” es decir sólo operaban desde superficies acuáticas, eran de gran alcance y modernos para la época, llevaban incorporados a la Armada Argentina poco más de un lustro. El sólo hecho de operar desde Bahía Uruguay prepuso un esfuerzo logístico para montar las necesarias facilidades para asegurar el éxito con que culminó la tarea.



El rastreador A.R.A. Bouchard y los torpederos A.R.A. Cervantes, A.R.A Garay, A.R.A. Mendoza y A.R.A. La Rioja sirvieron de apoyo al vuelo en su derrota hacía Malvinas, sin duda una muestra de la capacidad naval de la época en apoyo de la política exterior de la Nación.
La actividad fue ordenada con un alto grado de reserva, de resultas de lo cual las fuentes bibliográficas de consulta no aportan mucha información de esta actividad, que constituye un jalón más en los esfuerzos argentinos en mostrar al Mundo el ejercicio soberano, de nuestro País en las islas Malvinas.
Los aviones se destacaron de la Base Naval de Puerto Belgrano a la Estación Aeronaval Auxiliar Bahía Uruguay, constituida para este cometido el 19 de enero de 1940. En la madrugada del 22 de enero se destacaron a Malvinas, para lo cual contaron con apoyo en su navegación y meteorólogico de los buques mencionados. Se recaló en las islas Malvinas, en el extremo noroeste en el archipiélago de las Sebaldes, el cual fue reconocido realizándose además ejercitaciones con los buques que sirvieron de apoyo durante el traslado.
En el regreso se decidió no acuatizar en Bahía Uruguay y se continuó vuelo a la Base Aeronaval Puerto Belgrano, donde los tres hidroaviones acuatizaron luego de ocho horas de vuelo, sin contratiempo alguno. Esta misión sirvió para ponderar la capacidad operativa de la Armada Argentina de por entonces en tareas de Control del Mar, ante la eventualidad de una escalada del conflicto Mundial en nuestras costas.
El Conflicto de 1982 puso de manifiesto que una de las menores distancias a Malvinas eran desde Puerto Deseado, cosa que nuestros mayores nos había enseñado en este vuelo memorable y poco conocido.
Entre 1940 y 1982 la Armada Argentina realizó otras actividades con Medios aéreos en la zona de Malvinas, principalmente con aviones Albatros y Neptune, lo cual demuestra que nuestras islas eran un escenario de operación posible y donde se fue sumando experiencia que fue materializada en el momento del Conflicto. Así nuestras islas estuvieron presentes en los Planes Navales durante muchas décadas como una posibilidad cierta de operación futura.
Esta actividad del año 1940 sin duda es poco conocida y si bien fue realizada por la Armada Argentina no fue otra cosa que la materialización de la política exterior de la Nación, rol fundamental en el quehacer naval desde la existencia misma de esta Institución que, como otras tantas expresiones del Estado argentino contribuye a preservar los Intereses Marítimos y Fluviales de la Patria.
A poco más de siete décadas de este hecho recordamos el esfuerzo y profesionalismo de estos hombres de mar, que con Medios y tecnología muy diferentes a los de hoy, realizaron una tarea que los puso al límite de su capacidad, venciendo todos los obstáculos que se le presentaron en el camino. Hoy la tecnología ha cambiado y las cosas parecen ser más fáciles, pero sin la vocación de servicio de entonces que iluminaba a los hombres de nuestra Armada, y hoy a sus hombres y mujeres por igual, no sería posible ni trascendente su diario quehacer en pos de preservar los supremos intereses de la Nación argentina
Rafael Luis SGUEGLIA
Presidente
INSTITUTO AERONAVAL



Extraído del Facebook de Oscar Hector Filippi

miércoles, 12 de marzo de 2014

PGM: Insignias, galones y uniformes de la Armada Imperial Alemana

Armada Imperial Alemana 1914-1918 


Arriba: Insignias y Galones de la Marina Alemana de 1914-1918. 



Abajo: Oficiales alemanes de la I Guerra Mundial desfilando

martes, 11 de marzo de 2014

La vida de Vasili Záitsev


Vasili Záitsev: “Mataba a cuatro o cinco alemanes todos los días”
Se publican en España las famosas y polémicas memorias del francotirador de Stalingrado que inspiró ‘Enemigo a las puertas’
Jacinto Antón - El País


Jude Law, como Záitsev en la película Enemigo a las puertas.
“Usa cada bala a conciencia, Vasili”, le decía de niño su padre cuando cazaban lobos en la taiga. A fe que lo hizo en Stalingrado, con otra clase de lobos, estos humanos, pero también grises. “Mataba a cuatro o cinco alemanes todos los días”, escribió. Las tremendas memorias del francotirador Vasili Zátsiev (1915-1991), Héroe de la Unión Soviética, uno de los más famosos en su difícil y atroz oficio, recién publicadas ahora en España por Crítica, nos adentran en la contienda particular que ese tipo de soldados libró durante la II Guerra Mundial, una historia de oscuridad y violencia. Nos llevan al corazón más frío y letal de la batalla –donde se mira agazapado a los ojos del que matas- y nos permiten asomarnos a la personalidad y las tácticas de unos combatientes tan admirados como temidos y denostados, y que siempre han provocado una morbosa fascinación: la mística del francotirador.

Las memorias de Vasili Grigórievich Záitsev se centran en la actividad del francotirador en Stalingrado, donde su cuenta particular ascendió a 242 militares alemanes, incluidos 11 francotiradores (abatir a los tiradores del otro bando era una de las prioridades de estos combatientes). Las vicisitudes del certero Záitsev fueron la base de la película Enemigo a las puertas, de Jean Jacques Annaud. Parte de lo que cuenta el francotirador, incluido el largo y épico duelo con el experto tirador alemán enviado a cazarlo que es el núcleo del filme, es muy controvertido y está considerado por historiadores como Antony Beevor pura invención. Eso no impide que las memorias sean una interesantísima descripción de la salvaje, brutal lucha en Stalingrado y que se lean con el corazón en un puño.
Vassili Záitsev, en Stalingrado.


En un pasaje, Záitsev impide a su equipo de tres parejas de francotiradores disparar contra unos oficiales que creyéndose seguros están lavándose junto a una trinchera. “Esos tipos solo son tenientes”, les señala. “Si malgastamos balas con la pescadilla los peces gordos nunca asomarán la cabeza”. Al día siguiente vuelven a la zona de baños. Declinan disparar contra un soldado que se asoma. Y entonces aparecen los que esperaban: un coronel acompañado por un francotirador con un precioso fusil de caza, un mayor con la Cruz de Caballero con Hojas de Roble y otro coronel fumando en una larga y aristocrática boquilla. “Nuestros disparos silbaron. Apuntamos a la cabeza, como exige el manual, y los cuatro nazis cayeron al suelo expirando el último aliento”. En otra ocasión, dispara contra otro oficial que lleva la Cruz de Hierro en el pecho. “Apreté el gatillo y la bala atravesó la medalla del alemán, que salió despedido hacia atrás con los brazos abiertos”.
Záitsev inicia sus memorias explicando su infancia. Su abuelo pertenecía a una larga estirpe de cazadores de los Urales y le regaló su primera escopeta. Al salir a cazar se embadurnaba con aceite de tejón para camuflarse bajo el olor de animal. Matando lobos aprende a rastrear y acechar, lo que le serviría “para luchar contra esos otros depredadores bípedos que llegaron a invadir nuestra patria”. El futuro francotirador no era ningún iletrado. Ingresó en una escuela técnica de construcción, estudió contabilidad y fue inspector de seguros. En 1937 lo llamaron a filas e ingresó como marinero en la flota del Pacífico –siempre lució con orgullo bajo el uniforme la camiseta de franjas blanquiazules, latelniashka-. Deseoso de acción, solicitó el ingreso en una compañía de fusileros y fue a parar a Stalingrado. Llegó como suboficial el 21 de septiembre de 1942: fue como aterrizar en el infierno; en su diario anota que en el aire flotaba el hedor a carne abrasada.
En su primer combate, el bajo y robusto Záitsev de cara ancha –desde luego no se parecía a Jude Law-, llega al cuerpo a cuerpo y, perdidas las bayonetas y las pistolas, mata a su primer alemán estrangulándolo. Es la guerra en toda su crudeza: “Finalmente dejó de forcejear y noté un olor nauseabundo, en el momento de morir se había defecado encima”.
En la defensa de las posiciones en la famosa fábrica Octubre Rojo, Záitsev vive momentos angustiosos, es la Ratenkrieg, la “guerra de ratas”, en los sótanos y alcantarillas de la ciudad en ruinas. A finales de octubre un coronel observa como abate con tres disparos de su rifle estándar de infantería a sendos servidores de una ametralladora. “Consíganle un fusil de francotirador”, ordena –le dan un Moisin Nagant 91/30- y le dice: “Ya lleva tres, siga la cuenta a partir de aquí”. Así empieza su carrera. Le coge gusto: “Me agradaba ser francotirador y gozar de la licencia para elegir a mi presa, a cada disparo es como si pudiera oír la bala atravesando el cráneo del enemigo”. Dispara a larga distancia, 550 metros, y más. La mira telescópica revela detalles del blanco. “Sabes si se ha afeitado, puedes ver la expresión de su rostro, canturrea. Y mientras tu hombre se frota la frente o inclina la cabeza para ponerse bien el casco, buscas el mejor punto para que la bala haga impacto; no tiene ni la menor idea de que le quedan solo unos segundos de vida”. No hay ninguna duda, ni remordimiento. “Era fácil colocar el retículo entre sus ojos. Apreté el gatillo, convulsionó unos segundos y luego se quedó inmóvil”.

En el relato de Záitsev, los soviéticos son invariablemente nobles y heroicos y los alemanes crueles: ejecutan a los heridos con lanzallamas o arrojándolos a los perros. El francotirador ve a los nazis como “serpientes”, que se retuercen mientras las aprieta en su puño.
Las memorias están trufadas de consejos para los francotiradores –nuestro hombre se convirtió en instructor-. Un manantial o una fuente son buenos lugares para matar enemigos. Hay que cambiar de posición tras el disparo para impedir que te localicen. El tirador no necesita más de dos segundos para apuntar y disparar, pero los preparativos requieren horas y hasta días de observación y camuflaje. Hay que hacerse invisible. La paciencia lo es todo. Los francotiradores –que en contra del estereotipo no luchan solos, sino en parejas o incluso en grupo- usan señuelos y maniquíes para cazar a los rivales.
El grandioso duelo que aparece en Enemigo a las puertas ocupa todo un capítulo del libro. El autor explica que un soldado alemán prisionero les reveló que el alto mando, preocupado ante el creciente número de bajas, había enviado “a un tal mayor Konings” (Koenig en otras versiones), “director de la escuela de francotiradores de la Wehrmacht en las afueras de Berlín”, con el propósito exclusivo de abatir “al gran conejo ruso” (Zátsiev significa conejo).
El “superfrancotirador” alemán (Ed Harris en la película) y el ruso juegan una partida mortal. Zátsiev lo caza al final con un par de artimañas. Luego lo saca a rastras de su escondite, agarra su fusil y su documentación y se los entrega al comandante de su división. La supuesta mira de ese supuesto (y fracasado) as alemán se exhibe en el museo de las fuerzas armadas de Moscú.
“Nunca hubo un francotirador alemán llamado mayor Konings”, me recalca Beevor, que trató ampliamente el tema en su canónico Stalingrado. Ni en fuentes oficiales alemanas ni rusas. “Investigué todos los informes de francotiradores en Stalingrado que existen en los archivos del Ministerio de Defensa en Podolsk (TsAMO) y por tanto puedo decir con toda seguridad que el épico ‘duelo de francotiradores’ entre los ases alemán y ruso nunca ocurrió. Si hubiera tenido lugar habría sido reportado en su momento dado que era exactamente la historia que querían en Moscú para propaganda. Definitivamente, fue inventada después de la batalla”.
Beevor recuerda que Annaud lo invitó a ver su película “con la vana esperanza de que no fuera demasiado crítico; yo le había advertido claramente antes de cual era mi posición. Él había comprado los derechos del libro de William Craig, del mismo título que el filme, y Craig había creído en la historia propagandística del largo duelo con el francotirador y las pretensiones fantasiosas de Tania Chernova (Racher Weisz en la película) de que ella también había sido francotiradora y la amante de Zátsiev. Pobre viejo Zátsiev, reescribieron su vida convirtiéndola en leyenda, fue completamente manipulado por los oficiales de la GlavPURKKA, el brazo político del Ejército Rojo, y cayó en la depresión después de la guerra, dándose a la bebida”.
En realidad, señala el historiador, las hazañas de Zátsiev fueron muy exageradas y él ni siquiera fue el mejor francotirador soviético en Stalingrado; lo fue el sargento Anatoli Chejov (impropio apellido para alguien dado a tan violenta ocupación), otro “estajanovista de la guerra urbana”, al que el gran Vasili Grossman entrevistó e incluso acompañó en una misión en Mamaiev Kurgan, una de las zonas calientes de la batalla, para observar cómo actuaba. A diferencia de Zátsiev –a quien también conoció Grossman-, Chejov, que usaba una especie de silenciador, no miraba a las caras sino a los uniformes. Su primer día mató a nueve alemanes, el segundo a 17, en ocho días, a 40. En total eliminó en Stalingrado a 256 enemigos. En 1943, en Kursk, perdió ambas piernas. Ni él ni Zátziev fueron los mejores francotiradores rusos: Iván Sidorenko ostenta el récord con 500 muertos y le siguen otros cinco que pasan de los 400. Una mujer francotiradora, la comandante Lyudmila Pavlichenko, contabilizó 309. Tras la guerra se reconvirtió en historiadora.
Grossman no dejó noticia de ningún duelo épico, pero sí de un breve combate singular entre Zátsiev y un francotirador alemán, que duró… 15 minutos. El episodio, opina Beevor, fue el que probablemente se hinchó hasta convertirse en la saga épica de un prolongado duelo entre Zátsiev y el ilocalizable comandante Konings que pretendía hallar al ruso y matarlo.
Al final de sus memorias, Zátsiev explica las heridas que sufrió en las postrimerías de la batalla de Stalingrado. Perdió la vista a causa de la metralla de un proyectil de un lanzacohetes alemán Newerberfer y sufrió un viacrucis hasta recuperarla. No se le dejó volver al frente para evitar que cayera un valioso icono patriótico y se dedicó a formar francotiradores. Sus textos sobre la materia aún se estudian en las escuelas militares rusas. Al acabar la guerra, con el rango de capitán, fue desmovilizado y trabajó en una factoría textil en Kiev sin dejar nunca de recordar sus días de combate. Murió solo diez días antes de la disolución de la URSS y sus restos reposan en la colina Mamaiev, su coto de caza, desde donde el fantasma del viejo tirador quizá sigue acechando presas entre las desvanecidas ruinas de la antigua Stalingrado.

lunes, 10 de marzo de 2014

Médicos y heridos en el combate de San Lorenzo


Médicos y heridos del combate de San Lorenzo
La popularidad en tiempos de los próceres
Por Daniel Balmaceda  | Para LA NACIÓN

 

Foto: Ilustración: Isabel Aquino
La asistencia a los heridos del combate de San Lorenzo (al amanecer del 3 de febrero de 1813) estuvo a cargo del sacerdote Julián Navarro -párroco de Rosario-, asistido por los voluntariosos franciscanos del convento de San Carlos. Por la noche arribó el cirujano de San Nicolás, José Ribes, valenciano de 65 años, confinado en la hacienda de Juana Benegas por considerárselo sospechoso de mantener trato con los realistas. Luego sería indultado.

Por su parte, el gobernador de Santa Fe, Antonio Luis Beruti (sí, el compañero de French), convocó al cirujano santafecino Manuel Rodríguez y Sarmiento. La noche del 3 golpearon la puerta de su casa y le comunicaron  que debía viajar de urgencia a curar heridos. Se buscó el medio más veloz que lo transportara. Sin dudas, nada había más rápido que buenos caballos que galoparan con ritmo y firmeza. Sin embargo, el médico era muy obeso. Demasiado, incluso, para la resistencia equina, ya que pesaba como un Rodríguez más un Sarmiento. Por lo tanto, marchó -o marcharon- en carretilla, que era un carro con capacidad para dos personas (o una de grandes dimensiones) arrastrada por un caballo, que cubriría el trayecto con buenos promedios, siempre y cuando se realizaran varios cambios de cabalgadura.

Para completar el cuadro de médicos que permitió salvar 10 de las 20 vidas que estaban en peligro, debemos mencionar a dos bonaerenses: el padre betlemita Bernardo de Copacabana (curaba en San Telmo) y Francisco Cosme Argerich, quien salió disparado con dos criados el día 5, cuando se recibió la noticia en Buenos Aires. Gracias a la investigación que realizó Francisco Cignoli -uno de los grandes historiadores de la labor médica en campos de batalla- podemos saber que el gobierno rentó un transporte para el doctor. Cuenta Cignoli que Argerich hizo el viaje "en un coche alquilado a doña María, viuda de Belmonte, a razón de ocho pesos diarios". Como partió el 5 de febrero y regresó el 6 de marzo, debería haber cobrado 240 pesos. Sin embargo, "la dueña del vehículo al gestionar después el pago de la cuenta respectiva, 'teniendo en cuenta que fue para un objeto tan digno', se conformó con que se le mandara abonar veinte pesos por semana", aclara Cignoli.

El malherido de mayor rango fue el capitán Justo Bermúdez. Tenía dos lesiones graves, una física y otra moral. Además del balazo en la rodilla que obligó a que Argerich le amputara la pierna, estaba dolido por su impericia al mando de la columna que debía complementar el ataque de San Martín. Recordemos que mientras el comandante avanzó derecho al enemigo, Bermúdez debía dar un rodeo para encerrarlos. Pero tardó demasiado y comprometió la victoria.

Tal vez, y esto es una suposición personal, entró en un estado de melancolía por la amputación. Lo concreto es que 11 días después del combate todos dormían en el improvisado hospital dispuesto en el comedor del convento y Bermúdez -casado con María Dominga Rosas y padre de una recién nacida- se aflojó el torniquete a propósito. Murió desangrado.

domingo, 9 de marzo de 2014

El ataque a la Guarnición de Ejército Azul en 1974

El país todavía no ha recuperado la concordia
Por Coronel (R) Horacio Guglielmone  | Para LA NACION

 
A 40 años de lo ocurrido en la noche del sábado 19 al 20 de enero de 1974, cuando el autodenominado Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó el cuartel de la Guarnición de Ejército Azul (provincia de Buenos Aires), es oportuno el recuerdo, el reconocimiento y la reflexión, en el contexto de aquellos años.

Esa noche, siendo las 23.40, el ERP atacó el citado cuartel con unos 240 efectivos, conducidos por Enrique Haroldo Gorriarán Merlo (el 23 de enero de 1989 también dirigió el sangriento ataque al cuartel de La Tablada) y con el objetivo principal de robar armamento, munición y explosivos para incrementar el poder de combate de la organización. En el cuartel, esa noche, había sólo unos 60 hombres, por tratarse de un sábado y estar en período de licencias anuales y cambios de destino.



Pese a tener a su favor factores determinantes, como son la sorpresa y la significativa superioridad de efectivos, el ataque fue un rotundo fracaso, ya que no pudieron robar absolutamente nada, por no lograr llegar a ningún depósito o a la Sala de Armas. Por el contrario, en su huida abandonaron una notable cantidad de armamento, munición y equipo, además de sufrir las bajas de 25 atacantes. Lo que sí lograron fue asesinar al entonces soldado conscripto Daniel Osvaldo González, que se desempeñaba como centinela en el puesto de guardia N° 4; al jefe de la guarnición, coronel Camilo Arturo Gay, que murió en combate al ser interceptado cuando se dirigía al cuartel para conducir la defensa, y a su esposa, Nilda Irma Cazaux, a la que mantenían como rehén, junto a sus dos hijos de 14 y 21 años, a un amigo de este último, que estaba de visita, y a un suboficial.

El jefe del Grupo de Artillería Blindado 1, teniente coronel Jorge Roberto Ibarzábal, fue secuestrado y asesinado luego de un torturador cautiverio de 10 meses, el 19 de noviembre de 1974, cuando en un control de tránsito fue interceptado, en la localidad de Francisco Solano, el vehículo en el que era trasladado de una de las llamadas "cárceles del pueblo" a otra. Ibarzábal fue encontrado en la caja de la pick-up Rastrojero interceptada, dentro de un armario metálico de 1,65 m por 0,65 m por 0,45 m, donde fue acribillado con tres disparos de revólver calibre 3,57 magnum, para evitar que fuera rescatado.

Ante los hechos acaecidos en Azul, el entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, el 20 de enero de 1974 dirigió un mensaje al país, por la cadena de emisoras de radio y televisión, en el que, entre otras cosas, dijo: "No es por casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones. Es indudable que ello obedece a una impunidad en la que la desaprensión e incapacidad lo hacen posible, o lo que sería aún peor, si mediara, como se sospecha, una tolerancia culposa. (....) Pido, asimismo, a todas las fuerzas políticas y al pueblo en general que tomen partido activo en la defensa de la República, que es la afectada en las actuales circunstancias. Ya no se trata de contiendas políticas parciales, sino de poner coto a la acción disolvente y criminal que atenta contra la existencia misma de la Patria y sus instituciones, que es preciso destruir antes de que nuestra debilidad produzca males que puedan llegar a ser irreparables en el futuro. (...) El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una Patria justa, libre y soberana, lo que nos obliga perentoriamente a movilizarnos en su defensa y empeñarnos decididamente en la lucha a que dé lugar".

Asimismo, el 23 de enero Perón dirigió una carta a los jefes, oficiales, suboficiales y soldados de la guarnición Azul, en la que nos decía, entre otras cosas, lo siguiente: "El objetivo perseguido por estos grupos minoritarios es el pueblo argentino, y para ello llevan a cabo una agresión integral. Por ello, sepan ustedes que en esta lucha no están solos, sino que es todo el pueblo que está empeñado en exterminar este mal y será el accionar de todos el que impedirá que ocurran más agresiones y secuestros. (.) La decisión soberana de las grandes mayorías nacionales de protagonizar una revolución en paz y el repudio unánime de la ciudadanía harán que el reducido número de sicópatas que va quedando, sea exterminado uno a uno para bien de la República. (.) Quiera Dios que el heroico desempeño de todos ustedes nos sirva siempre de ejemplo".

Este mensaje al país, el 20 de enero de 1974, marca un hito en la citada guerra, porque Perón identifica el accionar de estas organizaciones como una agresión a la Nación toda y llama a sus habitantes a contribuir a su aniquilamiento. Luego, en la carta dirigida a los oficiales, suboficiales y Soldados de la Guarnición Azul, habla de exterminarlos. Son éstos los duros términos que usa, pues eran momentos de definición, decisivos para la vida de la República. Asimismo, sin nombrarlo, hace un cargo directo al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dr. Oscar Raúl Bidegain, lo que lleva a la renuncia de éste, el 24 de enero de 1974.

Han pasado 40 años y la Argentina sigue anclada en los años 70. Qué paradoja la que vemos: hoy, más de 1600 civiles e integrantes de las Fuerzas Armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias son sometidos, por un gobierno que se dice "peronista", a parodias de juicios cuyo final de condena se conoce de antemano. Paralelamente, nada se dice y todo se niega respecto de las víctimas del terrorismo. Simultáneamente, quienes integraron o apoyaron a organizaciones terroristas para imponer un régimen totalitario al mejor estilo castrista son homenajeados y se les pagan suculentas indemnizaciones y pensiones que en mucho superan a la jubilación de los ancianos que trabajaron y aportaron toda su vida. Y todo esto ocurre con la complicidad de los distintos partidos políticos y del Poder Judicial, que no son capaces de oponerse a tamañas barbaridades.

Basta ver la reciente votación, prácticamente unánime, en el Congreso, de la ley que otorga pensiones de por vida a los llamados "presos políticos" de los 70, para poner en evidencia la citada complicidad. Si el Poder Legislativo, el Poder Judicial y los más altos dirigentes de los distintos ámbitos del quehacer nacional no comienzan a trabajar de inmediato por la restitución de las instituciones de la República y la concordia entre los argentinos, se dejará avanzar la germinación de nuevos conflictos motorizados por la ilegalidad, la injusticia, la mentira y la corrupción evidentes.

Pero hay una luz en el camino, y es la que se vio en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2012, cuando la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia presentó un coloquio denominado "Concordia Política" (editorial de LA NACION del 13 de mayo de 2012), en el que oficiales del Ejército retirados e integrantes de organizaciones armadas, así como víctimas de esa guerra, que piensan en el bien común y en el futuro de nuestra Nación, antes que en el interés personal, y conocedores de la verdad sobre aquella guerra, por haberla vivido muy de cerca, dieron y siguen dando a la sociedad sus sinceros e impactantes testimonios y opiniones.

Los integrantes del Congreso de la Nación, como representantes de la ciudadanía, deberían escucharlos. Dios guarde a la Argentina, nuestra querida patria.

El autor participó de la defensa del cuartel de la Guarnición Azul con el grado de subteniente, cuando tenía 21 años.