lunes, 29 de junio de 2015

Guerra Antisubversiva: Zaffaroni, un activo del Proceso

Eugenio Zaffaroni, juez de la dictadura
Las razones por las que el Dr. Eugenio Zaffaroni no debió ser designado como juez de la Corte Suprema.
Por Rodolfo Terragno*


PASADO. Zaffaroni de joven cuando trabajaba como juez durante la última dictadura militar.

En 2003 me opuse en el Senado de la Nación a la designación del doctor Eugenio Zaffaroni como juez de la Corte Suprema. Lo hice por estas razones:
En 1976 Zaffaroni había jurado fidelidad a los “objetivos básicos” de la dictadura y el “estatuto” con la que ésta reemplazó la Constitución. Mal podía ser intérprete de la Constitución (que no otra cosa es un juez de la Corte) quien había formado parte de un atropello a la misma Constitución.
En el sitio web de las Madres de Plaza de Mayo había existido, hasta poco antes, un proyecto de denuncia criminal contra 437 jueces que habían jurado por los “objetivos básicos” y el “estatuto de la dictadura”, y legitimado la represión. Entre esos jueces, figuraba Zaffaroni.
Zaffaroni sostuvo en audiencia pública que su conducta durante la dictadura era parte de una “responsabilidad generacional”, ya que pertenecía a una generación confundida. Era una ofensa a millares de desaparecidos, de torturados, de presos, de exiliados, que no habían tenido la misma confusión que Zaffaroni.
Después de examinar 84 recursos por prisión irregular o desaparición de personas que recibió Zaffaroni en aquellos años, no encontré ningún ejemplo de actividad judicial de su parte que hubiera permitido esclarecer un caso o salvar una vida.
La Conadep había dicho en el libro “Nunca Más”, durante la dictadura, “las más duras represalias cayeron sobre muchos abogados. Las detenciones arbitrarias, los malos tratos, la desaparición y hasta la muerte de los abogados fueron uso corriente en los primeros años del régimen militar”.
Zaffaroni dijo en la audiencia: “Sabíamos que se estaba secuestrando gente. Ahora, cuál era su destino o qué pasaba con la gente secuestrada fue lo que en líneas generales me enteré en el extranjero en 1978”. Era muy grave que un juez conociera hechos de privación ilegal de la libertad y no hiciera nada porque no se imaginaba qué hacían con los secuestrados.
Presenté el libro Derecho Penal Militar, publicado en 1980, donde se justificaba la represión e inclusive “la muerte del delincuente”. En el prólogo de ese libro Zaffaroni había agradecido a los auditores de la Fuerza Aérea y la Marina, por haber tenido “la gentileza de leer los originales” y por “las importantísimas observaciones” que habían hecho. Había sometido su libro a la supervisión de las fuerzas que ejercían inconstitucionalmente el poder.
Cuando uní todos estos elementos, comprendí que no podía responder a mi impulso inicial, que había sido aprobar la designación del doctor Zaffaroni.
* Periodista y escritor.

Perfil

domingo, 28 de junio de 2015

SGM: Los kamikazes que no llegaron al blanco

El kamikaze japonés más torpe de la Segunda Guerra Mundial
Yoshiomi Yanai no pudo estrellarse sobre su objetivo porque no supo ubicarlo en el mapa. Su historia es una de las que cuentan los voluntarios que se ofrecieron para inmolarse por su país.




La leyenda popular los muestra como unos sujetos que se abalanzaban con sus Zeros sobre los enemigos de Japón al grito de ¡Banzai! Sin embargo, la realidad es bien diferente, pues detrás de esa imagen de fanáticos dispuestos a inmolarse por su país que tenían los Kamikaze había historias emotivas, de valor y, en algunos casos, hasta cómicas. Así lo afirma la versión digital de la «CBS», donde se narran las vivencias de varios de estos pilotos nipones que, de una forma o de otra, no se estrellaron sobre sus objetivos y acabaron sobreviviendo a la contienda.

Entre las vivencias más curiosas destacan las de Yoshiomi Yanai, hoy de 93 años. Y es que, este japonés sobrevivió debido a que, en su última misión –aquella en la que debía dar su vida por Japón- no pudo localizar su objetivo y, finalmente, decidió regresar a su base. Tampoco es desdeñable la de su compañero, Hisashi Tezuka, quien está hoy vivo gracias a que escuchó por radio al emperador Hirohito decir que Japón se había rendido… ¡justo antes de estrellarse! Estos dos nipones son unos de los pocos que, a día de hoy, pueden decir que combatieron en la Segunda Guerra Mundial y aún siguen vivos.

El hombre que no pudo estrellarse

Yoshiomi Yanai, entonces de 23 años de edad, fue uno de los muchos pilotos que, cuando Japón empezó a perder la guerra y carecía de tropas, rellenó el formulario para ser un piloto suicida a lomos de un Zero. Muchos de ellos eran estudiantes universitarios que habían sido rechazados por las fuerzas aéreas pero que, en el ocaso de la contienda, eran llamados a filas de esta peculiar forma. Fueron, en definitiva, los hombres pertenecientes al «viento divino» (traducción aproximada de «Kamikaze»). Unos 2.500 de los cuales murieron en su misión. Todo ello, a pesar de que solo una de cada cinco impactaba en el lugar correcto.

La historia de Yanai, en su momento de 23 años y hoy con una setentena más, comenzó cuando despegó rumbo a su destino. Por entonces ya había escrito una carta a sus padres en las que les informaba de sus intenciones. «Padre, madre, me voy a matar ahora. Voy a morir con una sonrisa. Yo no era un hijo perfecto, perdonadme por favor por ello. Yo me marcharé el primero y os estaré esperando», explicó en letras bien grandes. Aquel era, presuntamente, el último mensaje que iba a enviarles, aunque posteriormente pudo verles en persona.

Durante el vuelo la suerte le fue esquiva en parte, pues no pudo cumplir con su deber al no hallar el objetivo sobre el que debía estrellarse. Así pues, mientras el resto de los compañeros de su unidad etrminaban con su vida, él se mantuvo en el cielo tratando de orientarse. Así hasta que, hastiado, regresó al aeródromo. Acababa de salvarse, y gracias a su torpeza. «Me siento fatal por mis compañeros, todos los que murieron aquel día», señala en declaraciones recogidas por la cadena británica. Hoy en día, todavía conserva fotografías con sus amigos y compañeros Kamikaze.

Salvado por la radio

Otro de los casos más curiosos recogidos por esta cadena es el de Hisashi Tezuka, de 23 años cuando se alistó. Él destacó sobre el resto por la forma que tuvo de responder al formulario de inscripción. Este contaba con tres opciones: «Deseo apasionadamente unirme», «Deseo unirme» y «No quiero unirme». El japonés tachó todas y escribió «Voy a unirme». Según explica –usando un argumento que afirman tantos otros- no tenía otra opción, pues le movía el patriotismo, el sacrificio y se sentía compungido por las necesidades de su país.

Al ser uno de los hermanos menores de una familia, no tuvo problemas para acceder. No sucedía lo mismo con aquellos que eran primogénitos, sobre los que recaía una gran responsabilidad en Japón y era sumamente considerados. Así pues, tras despedirse de sus padres partió en su caza. «Estaba listo para morir, mi mente estaba totalmente en blanco», explica. Sin embargo, salvó la vida gracias a que antes de estrellarse, escuchó por radio a Hirohito anunciar que la guerra había terminado y Japón había capitulado. Unas palabras sumamente oportunas y que, casi literalmente, le dieron la vida. (ABC – España)

Nuestro Mar

sábado, 27 de junio de 2015

Guerra del Pacífico: El triángulo chileno-peruano

Caliente semifinal Chile Vs. Perú, que no olvidan la disputa territorial del ‘triángulo’

Chile y Perú serán los protagonistas del primer partido semifinal de la Copa América que organiza el país trasandino. En el plano futbolístico será un partido muy duro, parejo y que se espera que sea muy peleado desde la mitad de la cancha. También, será el primer duelo de semifinales de dos entrenadores argentinos: Jorge Sampaoli (Chile) y Ricardo el ‘Tigre’ Gareca (Perú). Los dos supieron imponer un estilo y una forma de juego que se transformaron en un sello indiscutible en esta competencia. Sin embargo, en lo político, los dos países mantienen un antiguo conflicto que se remontan a 1930, cuando una comisión binacional no instaló los hitos demarcatorios acordados en la costa para que éstos no fueran destruidos por la marea, sino unos 260 metros tierra adentro. Tras un fallo de la Corte Internacional de Justicia, se resolvió en parte el problema pero Perú sigue reclamando un pequeño territorio que Chile mantiene dentro de sus fronteras.



En el momento en que enfrenten Chile y Perú por el partido que corresponde a las semifinales de la Copa América que organiza el país trasandino justo en el fondo subyace entre ambos países una controversia territorial por un triangulo de 300mts en la frontera de ambos países que Perú le reclama a Chile y que éste último país se niega a ceder.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24).- Chile y Perú se enfrentarán por el partido que corresponde a las semifinales de la Copa América que organiza el país trasandino tras la victoria de estos últimos frente a Bolivia. El choque tiene otro condimento: en el fondo subyace entre ambos países una controversia territorial por un triangulo de 300mts en la frontera de ambos que Perú le reclama a Chile y que éste último país se niega a ceder.

En enero de 2014, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya resolvió una controversia marítima de seis años entre Chile y Perú por unos 22.000 kilómetros cuadrados en disputa y que había puesto en peligro las relaciones bilaterales de ambos países. El tribunal le concedió a Perú parte del mar en una zona donde hasta ese momento Chile ejercía soberanía, al modificar de manera parcial la frontera marítima.

Pero el fallo de la CIJ no terminó con la controversia. Porque en febrero del año pasado empezó la disputa por un pequeño triángulo terrestre fronterizo de apenas 3,7 hectáreas que Chile dijo que aún le pertenecía porque no estaba contemplado en el fallo mientras que Perú insistió con el respecto a lo resuelto por la CIJ.

Los orígenes del conflicto se remontan a 1930, cuando una comisión binacional no instaló los hitos demarcatorios acordados en la costa para que éstos no fueran destruidos por la marea, sino unos 260 metros tierra adentro. De esta forma, la discusión se cierne sobre el ángulo de la línea fronteriza, que a juicio peruano corre más al norte de lo que debería. También, ambos países reconocen como límite fronterizo puntos distintos.

No obstante, volviendo a la competencia deportiva, el seleccionado chileno accedió a la instancia de semifinal luego de eliminar en un polémico partido a Uruguay, el último campeón y equipo más ganador de esta competencia.

El conjunto de la ‘Roja’ llega en mejores condiciones físicas y anímicas para afrontar el encuentro con los incaicos. Sin embargo, en ese partido el arbitraje de Sandro Ricci fue malo y favoreció a Chile, por el caso de Edinson Cavani quién fue objeto de un manoseo que nadie vio y Alexis Sánchez debió ser amonestado sobre el final.

Más allá de estas cuestiones, el DT argentino Jorge Sampaoli supo darle un estilo de juego, sólido, atractivo y con mucha categoría. El equipo trasandino carga con el peso de no haber ganado nunca una Copa América e intentará consagrarse en su propia casa.

Por otro lado, Perú, de otro argentino, Ricardo Gareca no tuvo un buen comienzo de competencia tras caer en el debut con Brasil. Con muchas dificultades, los incaicos fueron edificando juego asociado, vistoso y atractivo permitiéndole acceder a las semifinales aunque sin mucho brillo excepto ante la débil Bolivia.

El enfrentamiento entre chilenos y peruanos será muy duro, se espera mucha pierna fuerte porque los dos no quieren regalar nada dentro del campo y apuestan demasiado a la pelea en el mediocampo.

viernes, 26 de junio de 2015

Guerras napoleónicos: El último veterano de Waterloo

El misterio del último soldado de Waterloo
Esta es Louis-Victor Baillot, el combatiente más antiguo de Waterloo. La fotografía fue tomada un año antes de su muerte.


Por Michael Prodger - The New Statesman



Vivo y testimonio: Louis-Victor Baillot, en la foto en 1897, el último sobreviviente de los miles de personas que entraron en combate en los campos de la muerte en Waterloo

Hay un momento imposible de rastrear en el que el pasado se desliza desde el reino de la memoria en tiempo profundo. Tal vez es alrededor de la marca de 100 años, cuando los que fueron testigos de cualquier evento dado han muerto hace ya mucho tiempo. Sólo de vez en cuando, la tecnología ofrece una manera de ir por la madriguera del conejo, como en el cuento de Alicia. Existe, por ejemplo, una grabación de 1890 del poeta Alfred Lord Tennyson recitando "La carga de la brigada ligera", su respuesta al racconto en el Times de esa trágica maniobra. También hay dos grabaciones, desde 1902 y 1904, del castrato Alessandro Moreschi, un miembro de la Capilla Sixtina durante 30 años y uno de los últimos niños a ser mutilado para forraje coral.

En este año de aniversario de la batalla de Waterloo (18 de junio de 1815), vale la pena recordar cómo tecnología relativamente nueva conserva una pieza mayor y más resonante de la historia en la forma de una simple fotografía de un anciano sentado en un banco. El hombre es una figura venerable pero poco atractivo; descansa sus manos sobre un bastón, tiene zuecos en los pies, lleva polainas más los pantalones ceñido y tiene dos medallas en su abrigo.

Esta es Louis-Victor Baillot, el combatiente más antiguo de Waterloo. Baillot nació en Percey en Borgoña el 7 de abril de 1793, poco más de dos meses después de que Luis XVI fuese llevado a la guillotina. Murió, a los 104 años, el 3 de febrero de 1898, 15 días antes de la pionera de autos deportivos de Enzo Ferrari naciera. La fotografía fue tomada un año antes de la muerte de Baillot.

Cuando era joven, Baillot fue reclutado en Grande Armée de Napoleón en 1812 y se unió al 3er Batallón de Línea del 105º de Infantería Demi-Brigade. Viajó hasta el Vístula en Polonia, donde su brigada se reunió con los restos del ejército principal, ya que se retiró de la desastrosa campaña de Rusia. Luego pasó a luchar en el sitio de Hamburgo bajo la implacable mariscal Davout. Después de una pausa en el servicio tras el exilio del emperador de Elba, Baillot se reincorporó al ejército en 1815 cuando Napoleón regresó a Francia continental y marchó con su viejo brigada a Bélgica. El 14 de junio Baillot vio a su comandante en jefe en persona por primera y última vez cuando el emperador revista a sus tropas antes de Waterloo.

Cuatro días más tarde Baillot fue derribado por una estocada a la cabeza, a cargo de un soldado de caballería de carga de los grises escoceses. Habría muerto, no tenía la fiambrera que guardaba bajo su sombrero llevado la peor del golpe. Él fue dejado por muerto en el campo de batalla, donde el día siguiente fue recogido y transportado a un barco-prisión de Plymouth como prisionero de guerra. A finales de 1816 Baillot fue repatriado y se descarga como un tísico.

Existe poca evidencia de los restantes ocho décadas de su vida. Se sabe que regresó a su casa de la familia en Auxerre y en algún momento se casó con una mujer llamada Appoline Carlos, con quien tuvo una hija y vive tranquilamente en Carisey, en el Yonne. Las únicas cosas que lo han marcado como uno de los veteranos de Napoleón eran su afición a ver el desfile anual de la guarnición Auxerre, sus dos medallas - la Legión de Honor (otorgados tarde, en 1896) y la Medalla de Santa Helena - y la cicatriz en la cabeza. En el momento de su muerte fue una figura venerada en silencio. Una multitud decente asistió a su funeral y vio como su tumba estaba cubierta con una piedra con el simple leyenda "Le Dernier de Waterloo".

Así que el viejo hombre de la fotografía es digno de una segunda mirada. Esas manos nudosas vez dispararon un mosquete en una de las batallas más célebres de la historia y los ojos entrecerrados vieron Napoleón Bonaparte en su pompa.

Michael Prodger es editor asistente del New Statesman

miércoles, 24 de junio de 2015

Bélgica celebra el 200 aniversario de la batalla de Ligny

Bélgica conmemora el bicentenario de la batalla de Ligny

En Ligny, este pequeño pueblo belga, Napoleón consiguió su última victoria hace 200 años, dos días antes de la debacle de Waterloo, que significó su caída. Con motivo del bicentenario, 1.500 apasionados de la historia participaron en la reconstrucción de la batalla en un campo de 10 hectáreas.

“Cuando Napoleón llegó a Bélgica, durante tres meses intentó reconquistar su imperio. Se preparó para enfrentarse a sus enemigos angloholandeses y prusianos, a los que esperaba vencer por separado. Aquí en Ligny, luchó contra los prusianos y les obligó a retirarse”, dijo Audrey Tilve, enviada especial de Euronews.

“Cayeron 20.000 hombres. 20.000 hombres en seis horas de batalla; uno por segundo. Durante ese tiempo Napoléon reprimió a tres unidades prusianas, aunque no las derrotó”, comentó el historiador Patrick Maes.

Procedentes de toda Europa, algunos incluso de Australia, Estados Unidos o Rusia, los figurantes cuidaron hasta el más mínimo detalle para revivir la confrontación, empezando por el propio Napoleón:

“Es un placer revivir esta parte de la historia. Conmemoramos el segundo centenario de la batalla. En la actualidad vivimos en armonía, todos somos amigos. Y precisamente esta es una buena manera de recordar estos hechos históricos”.

El próximo fin de semana, la mayoría de ellos participarán en la reconstrucción de Waterloo. Entonces serán 5.200 en el campo de batalla.

EuroNews

martes, 23 de junio de 2015

Entreguerra: Eduardo VIII, un rey nazi

El Rey Edward era aparentemente pro-nazi y quería una Inglaterra bombardeada


Edward pasa revista de un escuadrón de la SS. (Archivo Federal Alemán)

Escrito por Karina Urbach - Quartz

El rey Eduardo VIII se vio obligado a abdicar en 1936, y pronto tomó el título de duque de Windsor. Él siempre ha sido conocido por sus simpatías pro-nazis. Sin embargo, el alcance de su traición nunca podría estar completamente verificado debido al carácter secreto de los Archivos Reales.
Los Archivos Reales siempre han asegurado que las cartas de parientes alemanes de la familia real en el período previo a la Segunda Guerra Mundial permanecen cerradas. Naturalmente, como la censura ha provocado un sinfín de teorías de la conspiración.
Pero en los últimos ocho años he acumulado evidencia condenatoria por tamizado a través de 30 archivos de todo el mundo que están abiertos. Los informes de inteligencia y documentos alemanes, españoles y rusos muestran los miembros de la familia real británica eran de hecho mucho más cerca de la Alemania nazi que ha sido previamente reconocido. Presento este en su totalidad en mi nuevo libro intermediarios para Hitler.

Una de las claves de esta red anglo-alemán es Charles Edward Duque de Coburg (1884-1954). En un programa de Channel 4 sobre él en 2007, llamé Coburg "un nazi que salió con la suya", pero no tenía ni idea acerca de la magnitud de sus crímenes en el momento.
Coburg fue parte de un grupo más amplio de de intermediarios-privado individuos que se utilizaron para las negociaciones secretas de Hitler. Mi investigación sobre la obra de Coburg arroja luz nueva y contundente sobre el duque de Windsor, un pariente y confidente de Coburg.

Duque de Coburg

Coburg fue un nieto de la reina Victoria destinado a una vida privilegiada y espectacular. Pero la experiencia de la Primera Guerra Mundial le cambiaron. Después de que Alemania perdió la guerra, se volvió hacia la derecha radical. En la década de 1920 se involucró con un grupo terrorista alemán que trató de derrocar a la República Alemana elegido democráticamente. Los miembros del grupo han participado en varios asesinatos políticos en la década de 1920. Aunque no apretar el gatillo a sí mismo, Coburg financiado estos asesinatos.
Tras el fallido Putsch de Hitler de 1923, Coburg escondió varios partidarios de Hitler en la carrera en sus castillos. Hitler no se olvidaría de este gran favor y más tarde recompensado Coburg haciéndole un general. Pero también lo necesitaba para algo más reservado. En 1933 el Führer era corto de contactos internacionales y no confiaba en su propia cancillería.
Por lo tanto, utilizar los miembros de la aristocracia alemana para misiones secretas a Gran Bretaña, Italia, Hungría y Suecia. Coburg fue particularmente útil en Londres desde 1935 hasta 1939 y fue recibido en Gran Bretaña debido a su hermana Alice condesa de trabajo incansable de Athlone. Ella era la cuñada de la reina María y luchó por la aceptación de Coburg. Esto dio lugar a él no sólo ser recibido en salones británicos, pero lo más importante, por la familia real, entre ellos el duque de Windsor.


Secretos reales

Coburg fue invitado por primera vez en enero 1932 a Sandringham para ver George V y la reina María durante sus vacaciones de Navidad. A pesar de la guerra, la reina María tuvo renovados contactos con sus parientes alemanes ya en 1918. Esta ocasión y visitas posteriores no fueron enumerados en la Circular de tenis, ya que normalmente habrían sido.
Fue sólo recurriendo a informes de inteligencia y archivos extranjeros que yo era capaz de reconstruir que el duque de Coburgo y el duque de Windsor soñaban con una alianza anglo-alemana. Windsor ayudó Coburg hacia este objetivo en varias ocasiones diferentes.
Los servicios de inteligencia soviéticos estaban convencidos del duque de Windsor de la traición cuando estalló la guerra. Es probable que no tenían un informante en su bastón. En 1940 se informó de que se estaba llevando a cabo negociaciones con Hitler para formar un nuevo gobierno Inglés y concluir una paz con Alemania depende de una alianza militar contra la URSS.
Aún más evidencia de la traición de Windsor estaba oculto en archivos españoles. Al igual que su pariente Coburg, el duque de Windsor era antisemita. En junio de 1940 Don Javier Bermejillo, un diplomático español y viejo amigo de Windsor-lo había conocido desde la década de 1920, informó de una conversación que había tenido con el duque a sus superiores.
Bermejillo informó de que el duque de Windsor culpó a "los Judios, los Rojos, y el Ministerio de Asuntos Exteriores para la guerra". Windsor añadió que le gustaría poner Anthony Eden y otros políticos británicos "contra una pared." Bermejillo declarado que Windsor ya había hecho comentarios similares sobre los Rojos y los Judios a él mucho antes de que se convirtió en rey en 1936. En otra conversación en 25 de junio 1940, Bermejillo informó que Windsor destacó si uno bombardearon Inglaterra efectivamente esto podría traer la paz. Bermejillo concluyó que el duque de Windsor parecía mucho a la esperanza de que esto ocurriría: "Quiere la paz a cualquier precio." Este informe fue a Franco y luego pasó a manos de los alemanes. El bombardeo de Gran Bretaña comenzó el 10 de julio.
Después de la guerra Coburg y el duque de Windsor nunca se reunieron de nuevo. Windsor continuó su vida de jet-set, y Coburg murió en Alemania en 1954. Él nunca se enteró de que su amado Führer quería lo asesinó. En abril de 1945 descifradores de códigos en Bletchley Park se encontraron con un telegrama de Hitler, diciendo: ". El Führer concede importancia al duque de Coburgo, en ningún caso de caer en manos del enemigo" Este fue uno de los famosos de Hitler "Nero órdenes", una indirecta sentencia de muerte.
Los secretos de Hitler y Coburgo compartieron parecían ser tan importantes que necesitan ser escondido de la vista pública. Se necesita más transparencia en los Archivos Reales de modo que las investigaciones históricas como esta pueden realizarse plenamente, no envuelto en secreto. The Conversation

lunes, 22 de junio de 2015

Peronismo: Cuando el Perón ordenó quemar iglesias

Perón no fue Nerón
La especialista en historia de la Iglesia Católica en la Argentina reconstruye los hechos tras el bombardeo de la Plaza. 

Por Miranda Lida - Perfil



Destrozos. El altar del convento de Santo Domingo, y el de la iglesia de San Francisco, luego del ataque. Y una imagen del interior de la Curia, junto a la Catedral. | Gentileza Diario La Nación

Fue tal vez uno de los episodios más indescifrables de la historia argentina. En una sola noche, el 16 de junio de 1955, fueron incendiadas más de una docena de iglesias que, más allá de su significación religiosa, componían un lujoso patrimonio arquitectónico, artístico y archivístico, puesto que los templos más dañados fueron a la sazón los de mayor valor histórico y cultural de Buenos Aires, ubicados en el radio céntrico de la ciudad. Ese mismo día, un fallido bombardeo opositor intentó arrasar con la Casa de Gobierno y con el presidente Juan Domingo Perón, y dejó cientos de muertos y heridos. La quema de iglesias fue la represalia. No fue un incendio aislado ni un desborde ocasional; por sus dimensiones, su sincronización y sus implicancias, rápidamente encontró impacto internacional en los principales diarios del mundo.


SAN FRANCISCO. Otra iglesia atacada. La Iglesia rechazó en su momento fondos del gobierno peronista para reparar los templos. | Cedoc


Que un presidente “tolerara” actos de vandalismo, o se mostrara falto de reflejos para evitar que el fuego se extendiera ha sido juzgado demencial, inverosímil o, lisa y llanamente, inexplicable. ¿Fue un rapto de ira de un dictador enceguecido por el poder? ¿Fue consecuencia de un anticlericalismo que siempre había estado ahí, pero estuvo larvado en los primeros años de gobierno? ¿O hubo un afán premeditado de llevar las cosas al extremo?

Apenas extinguidas las llamas, la relación de Perón con la Iglesia Católica fue examinada con lupa en muchos libros periodísticos y testimoniales que intentaron explicar el porqué de algo que parecía no tener lógica alguna. Fue notorio el apoyo que la Iglesia Católica le dio a Perón en los tramos iniciales de su gobierno. ¿Cómo explicar un viraje tan radical? ¿El peronismo minimizó los riesgos, no midió las consecuencias o subestimó al catolicismo?

Los hechos. En noviembre de 1954, Perón lanzó una serie de acusaciones contra la Iglesia en la que –decía– había antiperonistas que se infiltraban en las organizaciones peronistas. No era la primera vez que fustigaba a los opositores. Pero ese año había sido fundado el Partido Demócrata Cristiano y el catolicismo intentaba recobrar presencia social, gracias a los festejos del centenario del dogma de la Inmaculada Concepción. Perón quiso aminorar el impacto de las denuncias, y confió en que los roces con la Iglesia no pasarían a mayores: “No tenemos nada de qué preocuparnos. No creo que vaya a ocurrir nada más, y en caso de que ocurra, tenemos el poder para terminar con esto”, según publicó The New York Times. La jerarquía eclesiástica, por su parte, reaccionó con prudencia y coincidió con Perón en su afán de minimizar la confrontación en ciernes.


CARDENALES. Copello y Caggiano hicieron gestiones para evitar la violencia. | Cedoc


Pero las aguas no se aquietaron: el Estado dispuso la supresión de la enseñanza religiosa obligatoria, el divorcio, la equiparación de hijos legítimos e ilegítimos, entre otras medidas que echarían más leña al fuego. Mientras tanto, el catolicismo sacó gente a la calle, en movilizaciones de aspecto cada vez más masivo. El éxito de convocatoria tomó a muchos por sorpresa, desde la celebración de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre en 1954, hasta Corpus Christi, en junio del siguiente año. En la Argentina peronista era difícil tolerar movilizaciones multitudinarias que no fueran oficialistas. El gobierno respondió con la prohibición de las manifestaciones, decisión que poco ayudó a descomprimir un conflicto cuyo de­senlace estaba lejos de ser previsible. Y censuró a la prensa que dio cobertura al evento. La clausura del diario católico El Pueblo, en diciembre de 1954, no amilanó a los más militantes. Por el contrario, los radicalizó: les dio impulso para lanzarse a la publicación clandestina de miles de panfletos de factura casera, que ayudarían a preparar el clima de conspiración. Se mofaban de Perón en registros y géneros de lo más populares –coplas, tonadillas, tangos y consignas– y reflejaban hasta qué punto el humor prevaleciente había verificado un gran vuelco.

Las jerarquías de la Iglesia, mientras tanto, se lanzaron a la publicación de sucesivas cartas dirigidas al gobierno, en primer lugar, pero también a los fieles y a la sociedad argentina, que fueron leídas en las iglesias y publicadas en diferentes medios de comunicación –lo poco que quedaba de prensa antiperonista–. El episcopado se abroqueló en defensa de sus derechos lesionados; denunció la “persecución” religiosa, la prohibición de actos públicos y la censura, a la vez que defendió las instituciones católicas amenazadas y elevó ruegos por la concordia entre autoridades civiles y religiosas. Entre enero y julio de 1955 se sucedieron cuatro cartas al gobierno, y una más que insistía a la Acción Católica y al laicado en la necesidad de mantenerse en calma. Entre bambalinas, no faltaron entrevistas entre los dos cardenales argentinos, Santiago Copello y Antonio Caggiano, y Perón. Mientras monseñores como Manuel Tato y Ramón Novoa, dos figuras de mucha visibilidad en las movilizaciones católicas, terminaban en el exilio, y otros tantos sacerdotes pasaban una o más noches en prisión, las más altas jerarquías apostaron por la conciliación.


Destrozos. El altar del convento de Santo Domingo, y el de la iglesia de San Francisco, luego del ataque. Y una imagen del interior de la Curia, junto a la Catedral. | Cedoc

No fue suficiente para frenar las consecuencias de tamaño vendaval. Una vez consumados los incendios, el gobierno salió a ofrecer cuantiosas sumas destinadas a la reconstrucción de las iglesias: procuraba dejar a la jerarquía eclesiástica neutralizada. Sin embargo, las instituciones católicas lo rechazaron. A esa altura no había gesto de concordia por parte de Perón que fuera capaz de mitigar los ánimos. La influyente revista Criterio, dirigida por monseñor Gustavo Franceschi, una de las pocas publicaciones católicas que quedaban en pie, se alegró de que la Iglesia no aceptara tales dádivas. Así, las iglesias históricas, de ornamentación fastuosa hasta 1955, fueron reconstruidas en su mayor parte con austeridad, en sintonía con los tiempos que se avecinaban, en vísperas del Concilio Vaticano Segundo.

A pesar de que el cardenal Copello bregaba por la paz social, la Acción Católica no vaciló en continuar movilizándose en las calles. Al encontrar casi todas las iglesias cerradas a su paso, sus militantes se dedicaron a entonar cánticos antiperonistas, un gesto muy mal recibido por la prensa gubernamental. En los meses que mediaron entre junio y septiembre de 1955, fecha de la autodenominada Revolución Libertadora, que derrocó a Perón, no faltaron incidentes callejeros provocados por los católicos. Así, las llamas de los templos del 16 de junio hicieron crepitar al peronismo todo.

Las interpretaciones. La búsqueda de una explicación ha estado siempre entrelazada con la de sus responsables. Es difícil separar ambos planos.

Al primero que se apuntó fue, naturalmente, al propio Perón. No es posible demostrar que el presidente haya encendido la mecha, pero sí tal vez que tuvo una conducta errática con la Iglesia, que osciló entre la sumisión filial y la provocación, ambas sobreactuadas, a tal punto que en alguna ocasión pretendió enseñarles los Evangelios a sacerdotes que creía carentes de humildad cristiana.

La Iglesia Católica, por su parte, fue también fluctuante y se enfrentó a sus propias contradicciones. Estar cerca del poder trae grandes beneficios, pero también puede tener altos costos. La jerarquía eclesiástica que ingresaba a la década de 1950 había heredado un férreo espíritu militante e integrista, pero a la vez se encontraba presionada por la necesidad de adaptarse a los cambios de una sociedad en plena modernización. En los años 30, con la celebración del XXXII Congreso Eucarístico Internacional, se había puesto a la vanguardia de la movilización de masas en la Argentina, pero pese a ello el 17 de octubre de 1945 la tomó por sorpresa. Vaciló, pues, entre seguir el ritmo de los cambios o resistirse a ellos, y esa indecisión condicionó su recepción del peronismo.

Pero quizá la mejor explicación haya que buscarla por fuera de ambos polos y sus respectivas responsabilidades, personales o colectivas. La sociedad argentina convivió con una intensa polarización política entre 1945 y 1946, cuando Perón ganó las elecciones presidenciales. En la primera mitad de la década de 1950, la polarización había alcanzado ribetes violentos, como puso en evidencia el incendio del Jockey Club y diferentes casas asociadas a los partidos políticos opositores. Fuego, llamas, turbios incidentes, como la quema de la Bandera que habría ocurrido en el Corpus Christi de 1955... La noche del 16 de junio, el fuego no sólo produjo daños de enormes costos políticos sino, más grave aún, dejó en evidencia la soledad política de un Perón sin reflejos: no los tuvo para evitar el bombardeo del mediodía, así como tampoco para detener la destrucción de los templos por la noche. Perón no se regodeó con las llamas cual un nuevo Nerón ante el incendio de Roma. Por el contrario, el fuego lo encontró impotente, en las antípodas de la imagen heroica del 17 de octubre de 1945.

*Historiadora y autora de Monseñor Miguel de Andrea (1870-1960). Obispo y hombre de mundo (Edhasa, 2013).