jueves, 27 de julio de 2017

Depósito de causas históricas en Bahía Blanca

Un misterioso túnel del tiempo frente a la Plaza Rivadavia

La Nueva

 Un misterioso túnel del tiempo frente a la Plaza Rivadavia. 

Fotos: Pablo Presti-La Nueva.


Juan Pablo Gorbal / jgorbal@lanueva.com

    Buen día, una consulta, ¿ustedes tienen la causa contra Butch Cassidy?

   - No, acá no está, es de la provincia de Chubut.

   Los expedientes que la justicia argentina le abrió al bandido norteamericano más famoso de principios del siglo XX, cuando vivió a orilla del río Blanco, en la cordillerana localidad de Cholila, no quedaron archivados en nuestra ciudad. Ello, pese a que algunos historiadores creen lo contrario.

   “Es la única causa que nos falta”, dice, con cierta ironía, la doctora Norma Raquel Copércido, responsable local del Programa de Relevamiento, Organización y Destrucción de Expedientes (PRODE), que depende de la Suprema Corte de Justicia bonaerense.

   Como apéndice del archivo judicial, el programa tiene un tesoro incalculable. En Sarmiento 36, detrás de una puerta de aluminio blanca que pasa inadvertida para las cientos de personas que caminan a diario frente a la Plaza Rivadavia, se acumula un patrimonio histórico, político y social. Que no solo es bahiense y regional, sino también nacional.



   Después de una oficina, como cualquier otra, emerge un imponente e impecable depósito de 25 metros de largo por 15 de ancho, con estanterías repletas de legajos que invitan a detener el reloj y rebobinarlo hasta el siglo pasado.

   La luz es tenue; el silencio, casi indestructible. Y la temperatura ambiental más fría que templada. Todo se conjuga para retroceder calendarios.

   El PRODE es un espacio que selecciona, preserva y “elimina” los sumarios ya extinguidos -tienen sentencia definitiva o están archivados-, con el fin de mitigar la emergencia edilicia. Pero también es un túnel del tiempo donde se resguardan expedientes que serían una real tentación para cualquier cátedra de Politología, Psicología o Sociología.

   La causa judicial del crimen que inspiró “¿Quién mató a Rosendo?”, uno de los libros más famosos del escritor y periodista Rodolfo Walsh -hecho clave para la política nacional y, en particular, la sindical de los años '60-, descansa en las instalaciones del PRODE Bahía Blanca, pese a que el delito sucedió en Avellaneda.



   “Este programa pasa desapercibido, y no lo digo de manera peyorativa, sino porque casi no tenemos atención al público. Nuestro trabajo es muy interesante y cuidado, a partir del análisis de expedientes importantes desde el punto de vista sociológico. Acá se puede ver, absolutamente, la evolución del delito y cómo cambió la mirada de la justicia”, reconoce Copércido, quien realiza la función junto con los empleados Jessica Cristiano y Juan Manuel Vallejos.

   Una denuncia de 1947, contra la “suba indiscriminada en el precio de los zapatos” es un claro ejemplo de cómo cambiaron las épocas.

   “También podemos ver que entre los '40 y los '50 había muchas causas por prostitución y, a la par, por abortos, de lo cual se infiere una vinculación. En esa fecha, además, se observaba mucho juego clandestino. En décadas posteriores, otros expedientes que llamaban la atención son los que presentaban 'detenidos por vagancia'”, sostiene Copércido.


¿Por qué terminó en Bahía Blanca la causa Rosendo?

La noche del viernes 13 de mayo de 1966, en la confitería La Real de Avellaneda, se produjo un enfrentamiento armado que fue bisagra para la historia sindical de nuestro país, que se disputaba la conducción de la CGT, en medio del debilitamiento del gobierno radical de Arturo Illia.

   Rosendo García, Domingo Blajaquis y Juan Salazar murieron a los tiros. La conmoción del hecho motivó el reconocido libro de Walsh, en alusión a García, que era el más influyente de los tres abatidos.

   La causa judicial se instruyó y cerró en Bahía Blanca y hoy continúa en la ciudad. ¿Por qué? Es que el juez capitalino Néstor Cáceres le tomó declaración indagatoria a uno de los sospechosos, Norberto Imbelloni, y el acusado reconoció que tenía un sumario anterior abierto, por estafa, en este medio. Cáceres se declaró incompetente y le mandó las actuaciones a su par de Bahía, Juan José Llobet Fortuny.

   Justamente Llobet Fortuny no pudo llegar a acreditar la autoría de ninguno de los varios acusados y los sobreseyó.



La causa que inspiró el libro ¿Quién mató a Rosendo?, de Walsh, reposa en Bahía. El revólver y el plano de la confitería donde sucedió un hecho histórico.


   Walsh, en su libro, presentó a Augusto Timoteo Vandor como responsable del homicidio y evaluó que la justicia, la policía y algunos medios procuraron encubrir los acontecimientos.

   La doctora Copércido leyó el libro y la causa judicial y tiene la convicción de que el juez agotó todas las instancias para tratar de llegar a la verdad.

   En el expediente, que tiene 4 cuerpos y lleva el número 43.216, se observan fotos del interior de La Real, de los lugares donde impactaron los proyectiles, del revólver Colt calibre 38 utilizado y de maniquíes vestidos con las ropas de las víctimas, que permiten observar los orificios y la proyección de los disparos.

   También existe un plano con la ubicación de cada uno de los protagonistas, declaraciones testimoniales de rigor y hasta un comunicado del PJ de Avellaneda que advertía sobre el enfrentamiento.

   “Se puede decir que es el expediente más significativo, por la importancia cultural, literaria, política e histórica que tiene”, advierte la abogada.

La “quema de las iglesias” en el 55, también



   El 16 de junio de 1955, luego de que aviones de la Marina y la Aeronáutica bombardearan la Plaza de Mayo, y provocaran una masacre con la intención de derrocar al presidente Juan Domingo Perón, se produjeron ataques masivos a distintos templos religiosos. Sucedió ante la sospecha de que la Iglesia había instigado el Golpe de Estado.

   Esos incidentes también se trasladaron a Bahía y motivaron la formación de una causa judicial, de 6 cuerpos, que hoy también reposa en el PRODE, como documento histórico.

   Los manifestantes, según se consigna, habrían partido desde el edificio cegetista de Mitre y Rodríguez, para dirigirse a la Catedral. De ese lugar habrían retirado bienes para provocar destrucción e incendio. Y consta que uno de los reaccionarios le cortó la manguera a los bomberos para evitar que apagaran el incendio. Hay fotos del lamentable desenlace.

   Luego la horda siguió hasta La Inmaculada, donde se enfrentó con el cura párroco.



La causa de la “quema de las iglesias”, que se originó después del bombardeo a Plaza de Mayo de 1955, tuvo su apéndice en la ciudad. Una imagen contundente de las roturas en la Catedral.


   Los manifestantes, inorgánicos, fueron asociados al peronismo, aunque en la causa local existe un recorte del diario El Atlántico, publicado ese día, con declaraciones previas del entonces presidente, que llamaban a la cautela.

   “Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión sino por la reflexión. Les pido que estén tranquilos, que cada uno vaya a su casa. La lucha tiene que ser entre soldados, yo no quiero que muera un solo hombre más del pueblo, les pido a los compañeros que repriman su propia ira, que se muerdan como me muerdo yo en estos momentos, que no cometan ningún desmán”, figura como declaración textual de Perón.

Un crimen que conmocionó a Bahía en 1976

Motivado por la venganza, Jorge Kraiselburd asesinó a su expareja, Alicia Lía Solana, y a su exsuegra, Sila Peralta Bergna. Fue en abril de 1976, en una casa de la primera cuadra de Yrigoyen, a metros de la Plaza Rivadavia. Alicia había decidido cortar la relación con Jorge y él la había amenazado. Lo delató, al parecer, la caligrafía, porque en las paredes interiores de la casa dejó pintadas con un rotulador.

   La causa, número 51.677, es muy voluminosa: tiene 18 cuerpos y también se archivó, como un caso referente de lo que hoy es la violencia de género, entonces encuadrado como un hecho pasional.

   “Fue trascendente, por la notoriedad del homicida y porque las personas fallecidas también eran muy conocidas en la sociedad. Se trata de una causa trabajada, porque este hombre vivía en los Estados Unidos, tenía un antecedente allá, y habría ingresado de manera clandestina en el país, presuntamente para cometer el delito”, explica Copércido.

   Las notas que dejó escritas en las paredes del escenario del hecho buscaban desviar la atención hacia un crimen dirigido a su exsuegro, a partir de un presunto conflicto gremial. Pero no lo logró.


La causa Kraiselburd sacudió a la ciudad hace 41 años. Las inscripciones que dejó el homicida fueron la clave.


   Los peritos caligráficos cotejaron esa letra y las de sus cartas a mano y no hubo dudas. La justicia le impuso 22 años de prisión.

   Las fotos con los mensajes y los manuscritos comparados figuran en el expediente, así como una abundante prueba documental, testimonial y pericial.

   Salvador Roberto Hospital es otro nombre que inscribió la historia delictiva bahiense. El 14 de agosto de 1981 la justicia le impuso 14 años de prisión por encabezar una asociación ilícita destinada al robo de automotores, una organización con perfil atípico para esos tiempos.

   En la recorrida por Sarmiento 36, La Nueva. también se topó -aunque sin posibilidad de acceso- con la causa (de 7 cuerpos y fuerte repercusión nacional e internacional), contra la maestra puntaltense Patricia Chávez, acusada de mantener relaciones con un alumno de 12 años, en 1997, y finalmente absuelta por no probarse delito, más allá de la existencia del hecho.

   El PRODE es interminable. Su halo de misterio lo hace fascinante. Es un túnel del tiempo que no solo refleja la historia del crimen sino de qué manera fue evolucionando la sociedad. Nada menos.


La doctora Norma Copércido y Jéssica Cristiano, una de sus auxiliares, delante de un archivo de valor incalculable.

En 2011

El PRODE se creó por la emergencia edilicia

   El Programa de Relevamiento, Organización y Destrucción de Expedientes (PRODE) fue creado por la Suprema Corte de Justicia Bonaerense en mayo de 2011, con la idea de fortalecer las medidas para destruir expedientes en los archivos departamentales.

   La intención final era contrarrestar la emergencia edilicia en todo el Poder Judicial y racionalizar espacios, debido al impacto que sufren no solo los Archivos departamentales sino cada uno de los órganos judiciales que debían postergar la remisión de material.

   La función del PRODE es relevar, clasificar, seleccionar y destruir expedientes archivados.

   En el caso de la destrucción, se deben respetar distintos tiempos desde que queda firme la resolución: 5 años en las causas contravencionales; 10, en las correccionales y 15 en las penales.

   Las causas instruidas entre 1972 y 1983, relacionadas con delitos de lesa humanidad, se conservan sin distinción.

   "Desde que yo estoy, en 2013, hemos realizado 5 destrucciones y estamos al día con los objetivos fijados por la Suprema Corte. En septiembre realizaremos la sexta destrucción", afirma Nora Copércido.

   Si algún historiador está interesado en consultar contenidos del PRODE tendrá que presentarse en la sede de la entidad y completar un procedimiento establecido por la Corte.



Fin benéfico

   El papel a desechar del PRODE no se destruye en el lugar, sino que, una vez por año, lo retira una empresa papelera, que se lo paga al Centro de Rehabilitación Luis Braille.

   Es decir que la eliminación de las causas tiene un fin benéfico para la entidad dedicada a los discapacitados visuales, con asiento en Thompson 44.

   El aporte es valioso, teniendo en cuenta las dificultades que tiene el Braille para mantener su estructura, porque se sostiene, básicamente, a través de la venta de papel y cartón en desuso.

   En 2015, el PRODE aportó unos 3.000 kilos de papel, aunque el año pasado triplicó la cesión (llegó a 9 toneladas), al eliminar 1.265 legajos, con 29.074 expedientes.

   Este año, seguramente, será un cargamento similar, ya que también se prevé la "destrucción" de poco más de 1.000 legajos.

   “Es un sostén importante para el Braille”, reconoce la abogada.

miércoles, 26 de julio de 2017

Guerra en exYugoslavia: La masacre de Srebrenica

¿Qué fue la masacre de Srebrenica?
En julio de 1995, las tropas serbias de Bosnia atacaron la zona segura de la ONU alrededor de Srebrenica y ante los ojos de las tropas holandesas de la ONU. Zoran Arbutina, de DW, explica lo que sucedió en la peor atrocidad de Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
DW



El nombre Srebrenica recuerda el peor crimen de guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En julio de 1995, las unidades del ejército serbio bosnio atacaron la ciudad oriental de Bosnia y asesinaron a más de 8.000 musulmanes bosnios, principalmente niños y hombres.
Srebrenica: partido de una región impugnada
Toda la región oriental de Bosnia, que incluye la ciudad de Srebrenica, fue fuertemente disputada desde el inicio de la guerra de Bosnia (1992-1995). Los bosnios musulmanes formaron casi tres cuartas partes de la comunidad en esta región limítrofe con Serbia. Las tropas bosnias serbias, encabezadas por el general Ratko Mladic, trataron de poner a la región bajo control serbio. La idea era expulsar a los musulmanes de la zona usando "limpieza étnica" y establecer a los serbios como la mayoría.



Cuando los líderes serbios de Bosnia anunciaron su inminente intención de atacar y tomar el control del enclave de Srebrenica tras numerosos enfrentamientos militares, las Naciones Unidas (ONU) reaccionaron. Sobre la base de una resolución del Consejo de Seguridad, la ONU estableció una zona protegida que incluía la ciudad de Srebrenica y sus alrededores.
La protección militar fue proporcionada principalmente por los soldados del casco azul del batallón holandés, "Dutchbat". Sin embargo, esta era una unidad relativamente pequeña y mal equipada. Al principio había 600 soldados y al final alrededor de 400. Llevaban armas de fuego ligeras para la autoprotección.

 
Ratko Mladic (izquierda), general militar serbio bosnio, visto con el comandante militar holandés Ton Karremans (segundo desde la derecha), poco antes de la masacre de Srebrenica

Julio 1995: Tropas serbias actúan como holandesas

Cuando las unidades serbias atacaron el área segura de la ONU a principios de julio de 1995, el comandante holandés de los Cascos Azules, Thomas Karremens, pidió apoyo aéreo militar de la OTAN, que no se materializó. El 11 de julio, las tropas serbias bosnias marcharon a la zona segura ya la ciudad de Srebrenica, donde las tropas holandesas no ofrecieron resistencia, entregando todos los puestos de observación y barreras guardadas.
En el vecino pueblo de Potocari, también en la zona de seguridad, se reunieron entre 20.000 y 25.000 bosnios, con la esperanza de encontrar refugio frente a las tropas serbias que avanzaban y la protección proporcionada por los Cascos Azules. Varios miles de bosnios lograron entrar en el recinto militar de la ONU.

Pero ya en Potocari, justo frente a los ojos de los soldados holandeses, los serbios comenzaron a separar a los hombres y hombres bosnios de las mujeres y los ancianos. Las mujeres fueron transportadas a Bosniak. Los aproximadamente 8.000 hombres, sin embargo, se convirtieron en víctimas de una ejecución masiva que tuvo lugar en las fábricas abandonadas y bosques cercanos. Fueron enterrados en fosas comunes, algunas de las cuales todavía no han sido descubiertas. El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia en La Haya declaró este genocidio.
Lo que fue particularmente incriminatorio para los soldados holandeses fue que ayudaron con la deportación de más de 300 muchachos y hombres musulmanes que habían buscado refugio de los serbios en el complejo militar holandés. Estos bosnios fueron asesinados posteriormente.

martes, 25 de julio de 2017

Revolución Americana: La grieta desde el inicio

La revolución americana revisada

Una nación dividida, incluso al nacer




The Economist

En marzo de 2016, en un momento desalentador de la campaña electoral (hubo algunos), el presidente republicano de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, instó a una reunión de internos del Congreso para recordar el "hermoso" experimento que creó América. El Sr. Ryan dijo a los jóvenes que es la única nación fundada no en una identidad sino en una idea, a saber: "que la condición de tu nacimiento no determina el resultado de tu vida". Concediendo que la política moderna podría parecer consumida con " Insultos "y" fealdad ", el orador insistió en que esta no era la forma americana. Los Fundadores determinaron que su noble idea sólo podía sostenerse con un debate razonado, no con la fuerza. Sr. Ryan citó el primer de los papeles de Federalist, y el consejo de Alexander Hamilton que en política es "absurdo" hacer convertidos "por el fuego y la espada".
Se inspiraba en una rica tradición retórica. Examinar los libros de historia de la escuela, con nombres como "La libertad o la muerte!", Y la lucha para deshacerse del gobierno británico es santificado como una victoria de los patriotas americanos y los artesanos contra los endurecidos redcoats británicos y los mercenarios extranjeros defendiendo ideales elaborados por Oradores en periquitos. Sin embargo, volver a las fuentes contemporáneas, y lo llamaron lo que también era: una guerra civil brutal.

Esa es la historia impenitente relatada en un nuevo libro, "Cicatrices de la Independencia: el Nacimiento Violento en América" ​​de Holger Hoock, de la Universidad de Pittsburgh. Intrigado por los monumentos a exiliados lealistas y mártires en las iglesias inglesas, el Sr. Hoock cavó en los archivos y los testimonios de testigos presuntamente olvidados. Él concluyó que la amnesia selectiva tomó el asimiento pronto después de la guerra, como los vencedores dijeron su versión de la historia, y los Británicos mostraron su genio para olvidar derrotas. En las primeras décadas de la república, los monumentos de piedra que cargaban a los británicos con "crueldad a sangre fría" se elevaron en los sitios de batalla de Lexington, Massachusetts a Paoli, Pennsylvania. Mientras tanto, los oradores dijeron a los estadounidenses que su revuelta había sido inusualmente civilizada: una reunión pública en 1813 declaró la revolución "sin mancha con una sola mancha de sangre de inhumanidad".

En 1918, con América luchando en una guerra mundial en el lado británico, podría ser arriesgado incluso acusar las fuerzas de George III de la brutalidad. Robert Goldstein, un productor cinematográfico alemán-estadounidense en Los Ángeles, fue juzgado y encarcelado por incitar al "odio de Inglaterra" por "El Espíritu de 76", una épica silenciosa sobre la guerra revolucionaria que representaba a las tropas británicas bayoneando a un bebé y agrediendo a las mujeres . Un tribunal despreciaba el argumento del cineasta de que los soldados que apuñalaban a los niños no eran británicos, sino auxiliares de Hesse.

Con el tiempo la guerra fue reimaginada como un momento de unidad, cuando el Norte estaba ligado en una causa común con el Sur. En 1930, decenas de miles escucharon al Presidente Herbert Hoover celebrar el 150 aniversario de la Batalla de King's Mountain, en Carolina del Sur, donde en sus palabras un "pequeño grupo de Patriotas volvió una invasión peligrosa" que trató de dividir las colonias unidas.

Es verdad que la guerra fue impulsada por ideales que se movían. Los Fundadores se empeñaban en demostrar que su rebelión era en defensa, no desafío, de la ley natural y de los derechos inalienables del hombre. Como comandante del ejército continental, George Washington trató de civilizar a los británicos, castigando duramente a las tropas que robaban a civiles o abusaban de cautivos, por ejemplo. Aun así, esta revolución no fue manchada por manchas de sangre.

El Sr. Hoock, un historiador nacido en Alemania, es desapasionado cuando registra crueldades no sólo por parte de los británicos, sino también por los estadounidenses que lucharon en lados opuestos como leales y patriotas pro independentistas. Para toda la charla de Hoover de invasores que fueron aplastados en la montaña del rey, la batalla era la lucha americana más grande de la guerra, implicando a un solo participante británico, comandante escocés de la milicia. Los civiles también conocían los terrores. Los patriotas formaron "comités de seguridad" para exigir juramentos de lealtad de vecinos sospechosos de simpatía por la Corona. El Sr. Hoock desenterra cuentas detalladas de los lealistas que han sido condenados al ostracismo, alquitranados y emplumados, ahogados con estiércol de cerdo, marcados con GR (para George Rex) y linchados. Las iglesias anglicanas tuvieron ventanas destrozadas y varios sacerdotes fueron asesinados. Los negocios de los lealistas fueron atacados y sus bienes confiscados. Se quemaron los libros. Hermano luchó hermano, y los padres desertaron hijos, entre ellos Benjamín Franklin, un fundador que nunca se reconcilió con su hijo leal, William, el último gobernador colonial de Nueva Jersey. Al final de la guerra, alrededor de uno de cada 40 estadounidenses entró en el exilio permanente, el equivalente de unos 8 millones de personas en la actualidad.

Los británicos trataban a los presos vilmente. Más de la mitad de los estadounidenses detenidos en buques de prisiones británicos anclados en Brooklyn murieron de hambre o enfermedad. Las tensiones raciales prefiguraron las que desgarrarían a América aparte en la guerra civil, décadas más tarde. Los gobernadores coloniales trataron de reclutar esclavos fugitivos a su lado. Cuando los patriotas del sur atraparon a una niña de 15 años que huía de la esclavitud para unirse a los británicos, el libro registra, fue azotada 80 veces; Las brasas calientes entonces fueron vertidas en su parte posterior lacerada, como ejemplo a otras. Los nativos americanos sufrieron cruelmente: Washington ordenó la "devastación" de las naciones iroquesas aliadas con Gran Bretaña.

Ningún picnic del 4 de julio

La crueldad no se detuvo con la paz en 1783. Hamilton, un ex ayudante de Washington y un patriota orgulloso, advirtió contra la violencia política en los Documentos Federalistas por una razón. Tres años antes del documento citado por el Sr. Ryan, Hamilton escribió una carta a sus conciudadanos, expresando su alarma de que los antiguos loyalistas en Nueva York se enfrentaban a la persecución como resultado de "las pequeñas y vengativas mezquinas pasiones egoístas de unos pocos".
La charla del Sr. Ryan tenía un noble objetivo: asegurar a los jóvenes que cuando los demagogos practican la política de identidad o guiñan el ojo de la campaña por la violencia, están traicionando los ideales cerebrales de los Fundadores. Por desgracia, la historia real es más desagradable que eso. Junto con el debate de alta mente, los dolores de parto de una gran nación incluían rabia sectaria y terror político. Aquellos que quieren restaurar la civilidad a la política deben reconocer, honestamente, con ese legado.

lunes, 24 de julio de 2017

Guadalcanal: Basilone diezma batallón japonés en asalto nocturno

El infante de marina John Basilone diezma un regimiento entero japonés en completa oscuridad de la selva de Guadalcanal
Jeff Edwards  | War History Online



Tropas en movimiento en Guadalcanal


A menudo descrito como el punto de inflexión para el Pacífico en la Segunda Guerra Mundial, la Batalla de Guadalcanal representó el momento en que la expansión japonesa en el Pacífico cesaría y los Marines tomarían la ofensiva.

Pero llamarla un momento no hace la lucha de seis meses por la justicia de la isla. Porque los japoneses no estaban acostumbrados a perder y no abandonarían la isla rápidamente.
John Basilone

Afortunadamente para los Estados Unidos, hombres como Sargento ametralladorista John Basilone y los Estados Unidos Marine Corps estaban listos para una pelea. Gunny Basilone tiene un lugar de tradición en la historia del Cuerpo de Marines, ya que sus acciones durante la lucha por Guadalcanal le daría la Medalla de Honor mientras establecía el tono para lo que los japoneses podían esperar de los marines estadounidenses.


Siempre buscando una pelea

John Basilone nació en Buffalo, Nueva York en 1916. Sorprendentemente, esta leyenda del Cuerpo de Marines comenzaría su carrera como guerrero con el Ejército de los Estados Unidos. Se alistó en 1934 y sirvió durante varios años en Filipinas. Mientras estaba en Manila, probaría su habilidad para pelear en tiempo de paz a través del boxeo donde ganaría un campeonato.

Después de su tiempo en servicio activo había terminado, John fue dado de alta y trabajó por un tiempo como un conductor de camión. No contento con su nuevo papel en la vida, John ansiaba volver a Manilla y creía que podría llegar más rápido si estuviera en los Marines. John se alistó en el Cuerpo de Marines en 1940 y dentro de 2 años tomaría su lugar en la historia del Cuerpo de Marines.

A pesar de sus motivaciones iniciales para unirse a los Marines, el deseo de John de estar estacionado en Manilla sería interrumpido por el ataque japonés a Pearl Harbor y la entrada de Estados Unidos a la guerra. Para Basilone, su regreso al Pacífico lo llevaría a Guadalcanal con Dog Company, 1er Batallón 7º Marines.

A pesar de no estar totalmente preparado para recuperar la isla de los japoneses, la construcción de un aeródromo japonés en Guadalcanal que podría amenazar a Australia impulsó el tema. Los infantes de marina aterrizaron el 7 de agosto de 1942 y aseguraron el aeródromo parcialmente construido.


Henderson Field

Los Seabees de la Armada comenzarían a terminar el campo de aviación y lo cambiarían el campo de Henderson después de que un piloto marina que fuera matado durante la batalla de Midway. Pero los japoneses no dejarían la isla tan fácilmente y los marines en Guadalcanal estarían en 6 meses de brutales ataques nocturnos y acusaciones de Banzai.


Sería uno de esos ataques a finales de octubre de 1942 que el Sargento de Artillería Basilone y sus secciones de ametralladoras virtualmente aniquilaran a todo un Regimiento Japonés.

Un ataque nocturno

La defensa de Henderson Field era esencial y Basilone mandó dos secciones de ametralladora en las líneas de frente de esa defensa. El 24 de octubre, 3.000 miembros de la División Sendai de Japón lanzarían un ataque principal contra las líneas estadounidenses que duraría dos días.

Los hombres de Basilone tenían buenas posiciones defensivas con campos de fuego bien definidos. Pero el gran número de japoneses que se lanzaban a las líneas empujarían a estas ametralladoras a sus límites mecánicos.

El peor de los ataques vendría en la noche cuando los japoneses emergerían de la selva negra de la echada, lanzarían en el alambre, y cargarían las posiciones americanas. Durante la lucha de la noche, una de las posiciones de la ametralladora de Basilone fue invadida.

John rápidamente cogió una ametralladora y la reposicionó entre la lucha pesada para llenar la brecha en la línea. A medida que el equipo comenzó a correr bajo municiones, Gunny Basilone se atrevería a las líneas de suministro de superar a recuperar más municiones a menudo matando a varios japoneses en el punto en blanco con su gama .45.



Durante los dos días siguientes, sin dormir ni comer, los hombres de Basilone darían testimonio del espíritu de lucha y galantería demostrado por Basilone, a quien atribuyeron por su continua voluntad de luchar.

Si era la reparación de las ametralladoras caídas bajo el fuego pesado o corriendo para despejar un campo de fuego empujando sobre los cuerpos japoneses apilados que obstruían su vista de armas, Basilone representó las mejores tradiciones del Cuerpo de Marines y dio el tono para las victorias de los Marines en todo el Pacífico.

Luchando hasta el final

Cuando la ofensiva japonesa de finales de octubre terminara, un regimiento entero de japoneses sería virtualmente aniquilado por Basilone y sus hombres y los japoneses nunca desafiarían seriamente el campo de Henderson otra vez. Por sus acciones ese día, Gunnery Sargento John Basilone sería galardonado con la Medalla de Honor.

Bienvenido a casa como una celebridad, los marines asignarían a John Basilone el papel de vender bonos de guerra en casa. Extremadamente descontento con su nuevo papel, Basilone abogó por un regreso a la flota. Él rechazó una comisión y se ofrece a convertirse en un entrenador de los Estados Unidos.

Finalmente se le concedió su deseo y se transfirió al I Batallón 27 Marines en preparación para la próxima invasión de Iwo Jima. Una vez arrojado al fuego del combate, Basilone demostraría que no había perdido su ventaja ni su voluntad de luchar.

Con su unidad clavada por los blockhouses pesadamente fortificados, él movió alrededor de las posiciones japonesas y las destruyó sin ayuda con las demoliciones y las granadas. Aún no lo hizo, más tarde ayudó a un tanque de la Marina a través de un campo de minas enemigo antes de ser mortalmente herido por el mortero japonés y el fuego de armas pequeñas.



El sargento John Basilone de la artillería murió el 19 de febrero de 1945 en la roca volcánica de Iwo Jima. Por sus acciones ese día, este ganador de la Medalla de Honor fue galardonado con la Cruz de la Marina.

Fue el único Marine enlistado que recibió la Medalla de Honor y la Cruz de la Marina durante la Segunda Guerra Mundial, valerosamente ganado el respeto de sus hombres, la admiración de todo el Cuerpo de Marines y un lugar bien merecido en la historia de los combatientes de guerra.

domingo, 23 de julio de 2017

Unión Soviética: Propaganda infantil en la entreguerra

La Propaganda Artística de la Literatura Infantil Soviética
En la década de 1920 en Rusia, los niños leían sobre remolacha azucarera, plantas hidroeléctricas y planes quinquenales.

Por Anika Burguess | Atlas Obscura


 Las páginas iniciales de ¿Qué estamos construyendo ?: Un libro con imágenes, un libro sobre la industria, la agricultura y los recursos naturales de Rusia, 1930.


"Tal vez ningún libro infantil del siglo XX borre las fronteras entre el arte y la propaganda de manera tan convincente" como la literatura infantil soviética temprana, dice Andrea Immel, curadora de la Cotsen Children's Library en la Universidad de Princeton. El Cotsen tiene cerca de 1.000 de estos libros, publicados entre 1917 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. La colección demuestra cómo las nuevas ideologías soviéticas fueron comunicadas a la generación más joven, aunque la idea de adoctrinar a los niños con libros coloridos no fuera nueva.

"Si bien es tentador imaginar que la experiencia soviética no tuvo precedentes debido al derrocamiento del zar, es posible encontrar otros momentos históricos en los que los reformadores o radicales creían que la clave para un futuro mejor era proporcionar a los niños libros que comunicaran valores superiores" Dice Immel, citando a John Newbery, conocido como el Padre de la Literatura Infantil. "En la década de 1760, publicó a partir de la convicción de que la sociedad inglesa era corrupta y que una de las mejores maneras de cambiar la tendencia era educar a los niños de manera diferente".

Sin embargo, señala Immel, hubo una diferencia crucial. "Los soviéticos eran muy conscientes de la necesidad de saltar lo más rápido posible, creando al mismo tiempo una nueva raza de hombres", dice. "De modo que el tremendo poder de fuego artístico que podía ser aprovechado en la Unión Soviética de los años veinte hizo brillantemente el trabajo duro y poco glorioso de la agricultura o la electrificación heroica y patriótica".


80.000 caballos, una historia rimada sobre la central hidroeléctrica Volkhov, 1925.

El alejamiento de llenar libros infantiles con cuentos de hadas no fue un accidente. En su lugar, la literatura para niños se centró en las preocupaciones prácticas y la industria. El libro de 1930 Kak svekla sakharom stala (Cómo la remolacha se convirtió en azúcar) ilustra y describe el proceso de producción de azúcar: "El trabajo está sucediendo noche y día. En 80.000 loshadeĭ (80.000 caballos), la historia de la central hidroeléctrica Volkhov -la primera en Rusia y el nombre de Lenin- se cuenta en rima. Algunos de los libros incluso crearon el trabajo ellos mismos. El título 1930 Shimpanze i martyshka (chimpancé y Marmoset) proporciona instrucciones sobre cómo el lector puede hacer un mono de juguete.


Ilustraciones de cómo la remolacha se convirtió en azúcar, 1930.

Los lectores de estos libros no se limitaban a la Unión Soviética tampoco. Immel se correspondía con un escritor de Calcuta que recuerda con cariño los libros de la editora infantil soviética Raduga. En el archivo Immel descubrió Millionnyĭ Lenin, de Lev Zilov, en el que dos muchachos de la India participan en un levantamiento contra el Raj. Huyen del país y tienen una serie de aventuras que los llevan a la Unión Soviética. Allí, miran un desfile ante la tumba de Lenin y ponen ropa de abrigo (mientras conservan sus turbantes). "Nunca se me había ocurrido que los libros de Raduga hubieran sido traducidos a idiomas del sur de Asia o que el pueblo de Asia Meridional estuviera representado en los libros infantiles soviéticos", dice Immel.


Las páginas finales de The Millionth Lenin, que representan a dos niños de la India que se convierten en soviéticos, 1926.

También hay libros sobre logros gloriosos, como el vuelo sin escalas del piloto Georgiĭ Baĭdukov sobre el Polo Norte a mediados de la década de 1930. Pero para entonces, había habido un cambio político que cambió la manera que los libros de los niños miraron. A lo largo de la década de 1920, la estética de los libros fue diversa e incluyó la influencia de la vanguardia rusa, incluyendo el trabajo de escritores y artistas conocidos. En 1934, el Congreso Soviético de Escritores de toda la Unión declaró que el realismo socialista era el único estilo artístico aceptable. Con los años, algunos escritores y artistas escaparon al exilio. Otros no.


Mochin el heroísmo del pionero, una historia sobre un joven pionero que ayuda al ejército rojo, ilustrado por Vera Ermolaeva, 1931.

En 1931, la artista Vera Ermolaeva ilustró el libro Podvig pionera Mochina (Mochin el heroísmo del pionero). En la historia, un joven pionero -la respuesta más militarista de la Unión Soviética a los Boy Scouts- ayuda al Ejército Rojo en Tayikistán. Pero a finales de la década, Ermolaeva y el autor del libro, Aleksandr Ivanovich Vvedenskiĭ, fueron víctimas de una de las purgas de Stalin.

Los recuerdos de la literatura infantil soviética permanecen hoy. Immel relata la historia de un colega ruso que la visitó y descubrió algunos folletos de Raduga. "Sabía exactamente lo que eran, siendo viejos amigos de su infancia", dice. "Recogió la copia de Barmelai de Kornei Chukovsky, ilustrada por Mstislav Dobuzhinski, y comenzó a recitarla de memoria".

Atlas Obscura ahondó en las posesiones de la literatura soviética de los Cotsen para una selección de títulos para niños de los años 1920 y 1930.

sábado, 22 de julio de 2017

Roma: Un día en la vida de un legionario

Un día en la vida de un legionario romano - Los hombres que hicieron los militares más poderosos en el mundo antiguo

Andrew Knighton - War History Online



Re-enactors retratan a los legionarios romanos - Legio XIIII GMV, Biskupin, Polonia


Los legionarios romanos estaban entre los soldados más despiadadamente eficientes en el mundo antiguo. Pero incluso para estos hombres altamente disciplinados y bien equipados, los ejércitos que conquistaron la mitad de Europa, la vida cotidiana estaba lejos de ser glamorosa.

Levantarse

Gaius se despierta temprano en la habitación que comparte con los otros siete hombres de su escuadra. Parte de un bloque de cuartel largo, es lo suficientemente grande para sus literas. Tienen otra habitación en el bloque, destinada a guardar el equipo, aunque él ha sido tentado a dormir allí en las noches cuando el ronquido de Carausius se hizo demasiado fuerte.

Después de vestirse con su túnica, cinturón y sandalias, Gaius se dirige a una habitación al final del bloque de cuartel. Aquí hay un fuego ardiendo en un hogar, persiguiendo algo del frío miserable de Britannia. Otros madrugadores están haciendo gachas y Gaius se une a ellos. La mayoría de sus comidas son como esta - harina utilizada para hacer avena o pan, con algunos frijoles o verduras por la noche y algo de carne en los buenos días. El ejército marcha en grano.


Legio III Cirenaica de Nueva Inglaterra (Estados Unidos) en una representación del siglo I A.D. de una legión

Cuando todo el mundo está en pie, Gaius ha terminado de comer y comenzó a ponerse su armadura. Luego está en el campo de desfiles para la reunión de la mañana. Tres hombres están desaparecidos, no está mal dada la enfermedad que viene con este horrible clima. Una vez que se han contado e inspeccionado, cada uno se asigna sus tareas diarias.


Formación de testudo. Crédito de imagen

Fatigas


Esta mañana, Gayo tiene deber en la casa de baños. No es el mejor trabajo, pero lejos de lo peor.

Lo peor es el servicio de letrinas. Limpiar las tuberías del bloque de letrinas a las fosas, y luego vaciar las fosas si están llenas, es lo más repugnante que tiene que hacer fuera del campo de batalla. Limpieza y mantenimiento de la casa de baños, aunque a veces como mano de obra intensiva, no es en cualquier lugar tan malo. Se siente bien trabajar con sus manos como lo hizo su padre, reemplazando los azulejos agrietados y las tuberías.

El mejor tipo de deber es "botas" - mantenimiento del equipo. Es bueno tener el tiempo para arreglar su kit y asegurarse de que le servirá bien en el futuro. Gaius tiene mucho orgullo en su equipo - después de todo, es lo único que aquí es verdaderamente suyo. Incluso se le da el equipo de oficiales para mantener no es malo, ya que se pone a sentarse y permanecer activo. Algunos hombres prefieren el deber de guardia, de pie durante horas sin tener que hacer nada, pero para Gaius, que es simplemente aburrido.


Equipo del Legionario Romano.

Formación

El comandante de este campamento es el mayor adiestrador para el entrenamiento que Gaius ha encontrado jamás. A pesar de las súplicas de los senadores, ha estado en muchas bases donde la formación era una rara ruptura con la monotonía de las tareas del campamento y la administración. Aquí, es un evento regular.

Mientras algunos soldados son enviados en patrulla y para lidiar con una disputa legal en la ciudad cercana, Gaius y su escuadrón son conducidos hacia el campo de entrenamiento fuera del campamento. Con sólo la tarde para trabajar, tienen ejercicios de marcha, práctica de jabalina y combate con armas contundentes. Frente a Carausius, Gaius aprovecha la oportunidad para darle a su compañero un buen golpe en la cabeza - castigo por todo ese ronquido. Por las miradas del casco de Carausio, Gayo no es el único.

En el verano, podrían pasar días enteros de entrenamiento. Luego habrá marchas al campo, simulacros de batallas e incluso algún trabajo de construcción, practicando la construcción de un campamento fortificado en territorio hostil. Para hoy, sin embargo, es la materia regular.

Hay entrenamientos auxiliares cerca, y Gaius toma un momento para mirar. Su caballería galopa de un lado a otro de una pista, lanzando jabalinas contra objetivos de paja a caballo. Los arqueros y honderos entonces se acercan para disparar a esos mismos objetivos. Gayo se alegra de ser un legionario, no un auxiliar. El sueldo, el equipo y hasta el estado de su trabajo son mucho mejores.

Desfiles y Ceremonias

Hoy hay un raro regalo - la ceremonia anual que honra la memoria del divino Julio César. Casi todo el mundo en el campamento se reúne cerca del final del día, buglers llamando a la atención en el desfile. Cientos de hombres armados con brillantes armaduras, armas a sus costados y escudos en la mano, de pie recta y orgullosa.

El comandante, un senador del clan juliano, habla extensamente sobre la grandeza de César, cómo salvó a Roma de la corrupción y la barbarie. Gaius ya lo ha oído todo antes, pero está feliz de soportarlo para lo que viene después.

Por fin, un enorme toro es conducido hacia el centro del campo del desfile. Aunque los sacrificios se hacen para docenas de festivales cada año, éste es el uno donde su comandante no ahorra ningún costo. Mientras los centuriones mantienen a la bestia en su lugar, el comandante corta la garganta del toro, orando mientras lo hace. Entonces todos oran juntos.

Media hora más tarde, el toro se está asando sobre una chimenea, el delicioso olor llenando el campamento. Gaius espera ansiosamente con sus compañeros. Ha sido un largo y duro día de trabajo. Él está esperando esto.


Desfile de reenactores modernos con réplicas de varios estándares legionarios. De izquierda a derecha: signum (tipo punta de lanza), con cuatro discos; Signum (palma de palma), con seis discos; Imago del emperador gobernante; Legionario aquila; Vexillum de comandante (legatus) de Legio XXX Ulpia Victrix, con nombre bordado y emblema (Capricornio) de legión. Crédito de imagen

La vida en la marcha

Un mes más tarde, la legión está en marcha.

De alguna manera, la vida es ahora muy diferente. Gaius pasa gran parte del día marchando, usando los tacones de latón de sus sandalias. Lleva consigo toda su armadura, armas y herramientas para construir el campamento, así como una bolsa de harina.

Cada tarde construyen una muralla alrededor de un lugar de campamento diferente, luego hacen su comida de esas bolsas de harina. Tarde o temprano, puede haber una batalla o un pueblo para quemar, pero sobre todo la vida es sólo la marcha.


Reenactores retratando legionarios romanos de la Legión XV Apollinaris.

De alguna manera, es lo mismo que en la base. Él comparte una tienda con los mismos siete hombres. Él marcha con ellos, habla con ellos, entrena con ellos. Si se les da alimentación o guardia, entonces lo hacen juntos. Todavía hay pozos de letrina que se deben cavar y equipo que se va a reparar.

En el campamento o en la campaña, la vida de la legión es igualmente desalentadora para Gayo.

Fuentes:

viernes, 21 de julio de 2017

Guerra de la Independencia: Belgrano y la batalla de las langostas

La batalla de las langostas




Vea usted: teníamos todo para perder aquel día, pero igual nos moríamos de ganas por salir a degollar. Todavía no había amanecido, y el general iba y venía dando órdenes en lo oscuro.
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Cualquiera de nosotros, la simple soldadesca de aquella jornada, sabía que nuestro jefe no tenía ni puta idea sobre táctica y estrategia militar.
Que era hombre de libros y de leyes, pero que había aceptado obediente el reto de conducir el Ejército del Norte y pararles el carro a los godos.
También sabíamos, de oídas, que al enemigo lo manejaba con rienda corta un americano traidor: Pío Tristán, nacido en Arequipa e instruido en España; nos venía pisando los talones con 3000 milicos imperiales y habíamos tenido que vaciar y quemar Jujuy para dejarles tierra arrasada. Muy triste, vea usted. Fue en los primeros días de agosto de 1812.
Y el general les ordenó a los pobladores que tomaran lo que pudieran y destruyeran todo lo demás. Le digo la verdad: el que se retobaba podía ser fusilado sin más trámite. No había muchas alternativas.
Ayudamos a arrear el ganado y a quemar las cosechas. Yo mismo lo vi con estos mismos ojos, señor: al final cuando no quedaba nada ni nadie Belgrano salió a caballo de la ciudad y se puso a la cabeza de la columna.
Íbamos en silencio, con sabor amargo, y tuvimos que cruzar tiros cuando una avanzada de los españoles jodió a nuestra retaguardia a orillas del río Las Piedras. El general mandó a la caballería, a los cazadores, los pardos y los morenos.
Meta bala y aceros. Y al final, a los godos no les daban las piernas para correr, señor, se lo juro.
Sospechábamos que nos habían atacado con muy poco, pero nosotros veníamos de capa caída: darles esa leña y salir victoriosos fue un golpe de orgullo.
Voy a decirle la verdad: cuando Belgrano se hizo cargo éramos un grupo de hombres desmoralizados, mal armados y mal entretenidos. Y al llegar a Tucumán no crea que habíamos mejorado mucho, aunque marchábamos con la moral en alto.
Ahí lo tiene a ese doctorcito de voz aflautada: nos acostumbró a la disciplina y al rigor, y nos insufló ánimo, confianza y dignidad. Aunque en las filas no nos chupábamos el dedo, señor.
Pío Tristán nos perseguía con legiones profesionales, sabía mucho más de la guerra y caería sobre nosotros de un momento a otro.
Nos enteramos por un cocinero que incluso el gobierno de Buenos Aires le había dado la orden a Belgrano de no presentar batalla y seguir hasta Córdoba. Pero el general había resuelto desobedecer y hacerse fuerte en Tucumán.
Adelantó oficial y tropas con la misión de que avisaran al pueblo que ya entraban para conquistar el apoyo de las familias más importantes y también para reclutar a todo hombre que pudiera empuñar un arma.
Había pocos fusiles, y casi no teníamos sables ni bayonetas, así que cuatrocientos gauchos con lanzas y boleadoras pusieron mucho celo en aprender los rudimentos básicos de la caballería.
Nosotros los mirábamos con desconfianza, para qué le voy a mentir. “¿Y estos pobres gauchos qué van a hacer cuando los godos se nos vengan encima?”. La teníamos difícil, no sé si se da cuenta.
Y estuvimos algunos días fortificando la ciudad, armando la defensa, cavando fosos y trincheras, y haciendo ejercicios.
“Voy a presentar batalla fuera del pueblo y en caso desgraciado me encerraré en la plaza para concluir con honor”, les dijo Belgrano a sus asistentes.
La noticia corrió como reguero de pólvora. No tiene usted idea lo que es aguardar la muerte, noche tras noche, hasta el momento de la verdad.
Le viene a uno un sabor metálico a la boca, se le clava un puñal invisible en el vientre y se le suben, con perdón, los cojones a la garganta.
Uno no piensa mucho en esas horas previas. Sólo desea que empiece la acción de una vez por todas y que pase nomás lo que tenga que pasar.
El general finalmente nos puso en movimiento en la madrugada del 24. Avanzamos en silencio absoluto hasta un bajío llamado Campo de las Carreras y ahí estábamos juntando orina y con ganas de salir a degollar cuando apareció el sol y comprobamos que los tres mil imperiales nos tenían a tiro de cañón.
Miré por primera vez a Belgrano en ese instante crucial, señor, y lo vi pálido y decidido. Hacía tres días nomás le había enseñado a la infantería a desplegar tres columnas por izquierda mientras la pobre artillería se ubicaba en los huecos.
Era la única evolución que habían ejercitado en la ciudad. Pero los infantes lo hicieron a la perfección, como si no fueran bisoños sino veteranos.
El general ordenó entonces que avanzara la caballería y que tocaran paso de ataque: los infantes escucharon aquel toque y calaron bayoneta.
Y antes o después, no lo recuerdo, dispuso Belgrano que nuestra artillería abriera fuego. Varias hileras de maturrangos se vinieron abajo. Volaban pedazos de cuerpos por el aire y se escuchaban los alaridos de dolor.
No puedo contarle con exactitud todos esos movimientos porque fueron muy confusos. Sepa nomás que los godos nos doblaban en número, pero que igualmente les arrollamos el ala izquierda y el centro.
Y que su ala derecha nos perforó a los gritos y a los sablazos. Tronaban los cañones y levantaba escalofríos el crepitar de la fusilería. Todo se volvió un caos.
Nos matábamos, señor mío, con furia ciega y no se imagina usted lo que fue la entrada en combate de los gauchos. Cargaron a la atropellada, lanzas enastadas con cuchillos y ponchos coloridos, pegando gritos y golpeando ruidosamente los guardamontes.
Parecían demonios salidos del infierno: atropellaron a los godos, los atravesaron como si fueran mantequilla, los pasaron por encima, llegaron hasta la retaguardia, acuchillaron a diestra y siniestra, y se dedicaron a saquear los carros del enemigo.
Eran brutos esos gauchos. Brutos y valientes, pero aquel saqueo los distrajo y los dispersó. Diga que los vientos estaban ese día de nuestra parte. Y esto que le refiero no es sólo una figura, señor.
Es la pura realidad. Vea usted: en medio de la reyerta se arma un ventarrón violento que sacude los árboles y levanta una nube de polvo. Y no me lo va a creer pero antes de que llegara el viento denso vino una manga de langostas.
De pronto se oscureció el cielo, señor. Miles y miles de langostas les pegaban de frente a los españoles y a los altoperuanos que les hacían la corte.
Los paisanos más o menos sabían de qué se trataba, pero los extranjeros no entendían muy bien qué estaba ocurriendo. Dios, que es criollo, los ametrallaba a langostazos. Parecía una granizada de disparos en medio de una polvareda enceguecedora.
Le juro que no le miento. Un apocalipsis de insectos, viento y agua misteriosa, porque también empezó a llover. Nuestros enemigos creían que éramos muchos más que ellos y que teníamos el apoyo de Belcebú.
Muchos corrían de espanto hacia los bosques. Y con tanto batifondo, sabe qué, apenas nos dimos cuenta de que nuestra derecha estaba siendo derrotada y que armaban un gran martillo para atacarnos por ese flanco.
Nosotros, que estábamos un poco deshechos, nos encontramos entonces en el medio del terreno y haciendo prisioneros a cuatro manos.
Unos y otros nos habíamos perdido de vista, y el general cabalgaba preguntando cosas y barruntando que las líneas estaban cortadas.
Se cruzaba con dispersos de todas las direcciones y los interrogaba para entender si la batalla estaba ganada o perdida. Y todos le respondíamos lo mismo: “Hemos vencido al enemigo que teníamos al frente”.
Belgrano permanecía grave como si nos hubiéramos vuelto locos o si le estuviéramos metiendo el perro. Ya no se oía ni un tiro, y mientras nuestro jefe regresaba a la ciudad, Tristán trataba de rearmarse en el sur.
La tierra estaba llena de sangre y de cadáveres, y de cañones abandonados. Pero el peligro seguía siendo tanto que muchos patriotas debieron replegarse sobre la plaza, ocupar las trincheras y prepararse para resistir hasta la muerte.
Creyendo aquel miserable godo que era dueño de la situación intimó una rendición y advirtió que incendiaría la ciudad si no se entregaban.
Nuestra gente le respondió que pasarían a cuchillo a los cuatrocientos prisioneros. Ya sabían adentro que Belgrano venía reuniendo a la caballería.
Pasamos la noche juntando fuerzas, cazando godos, despenando agónicos y pertrechándonos en los arrabales. No tengo palabras para narrarle cómo fueron aquellas tensas horas. Una batalla que no termina es un verdadero suplicio, señor. Anhelábamos de nuevo que saliera el sol para que fuera lo que Dios quisiera. Era preferible morir a seguir esperando.
Al romper el sol, el general había juntado a 500 leales. No se oían ni los pájaros aquella madrugada del 25 de septiembre, y el jefe mandó entrar por el sur y formar frente a la línea del enemigo. Estábamos cara a cara y a campo traviesa.
Eramos parejos y, después de tanta matanza, ahora el asunto estaba realmente para cualquiera. Fue Belgrano quien esta vez intimó una rendición. Les proponía a los realistas la paz en nombre de la fraternidad americana.
Tristán le contestó que prefería la muerte a la vergüenza. Presuntuoso hijo de la gran puta, nos rechinaban los dientes de la bronca. “Han de estar nerviosos -dijo mi teniente-. Cuando un gallo cacarea es que tiene miedo.”
Miramos a Belgrano esperando la orden de carga, pero el doctorcito tenía un ataque de prudencia. Tal vez pensara que no estaba garantizada una victoria, y que no podía arriesgarse todo en un entrevero.
En esos aprontes y dudas estuvimos todo el santo día, maldiciéndolo por lo bajo y agarrados a nuestras armas. Por la noche los españoles se dieron a la fuga. Habían perdido 61 oficiales.
Dejaban atrás más de seiscientos prisioneros, 400 fusiles, siete piezas de artillería, tres banderas y dos estandartes. Y lo principal: 450 muertos. Nosotros habíamos perdido 80 hombres y teníamos 200 heridos.
Belgrano ordenó que los siguiéramos y les picáramos la retaguardia. Los realistas iban fatigados, con hambre y sed, y en busca de un refugio. Y nosotros los perseguíamos dándoles sable y lanza, y escopeteando a los más rezagados.
No le cuento las aventuras que vivimos en esas horas, entre asaltos y degüellos, entrando y saliendo, ganando y perdiendo, porque se me seca la boca de sólo recordarlo, señor mío.
Regresamos a Tucumán con sesenta prisioneros más y muchos compañeros nuestros rescatados de las garras de los altoperuanos.
Eramos, en ese momento, la gloriosa división de la vanguardia, y al ingresar a la ciudad, polvorientos y cansados, vimos que el pueblo tucumano marchaba en procesión y nos sumamos silenciosamente a ella.
Allí iba el mismísimo general Belgrano, que era hombre devoto, junto a Nuestra Señora de las Mercedes y camino al Campo de las Carreras, donde los gauchos, los infantes, los dragones, los pardos y los morenos, los artilleros y las langostas habíamos batido al Ejército Grande.
Créame, señor, que yo estaba allí también cuando el general hizo detener a quienes llevaban a la Virgen en andas. Y cuando, ante el gentío, se desprendió de su bastón de mando y se lo colocó a Nuestra Señora en sus manos.
Un tucumano comedido comentó, en un murmullo, que la había nombrado Generala del Ejército, y que Tucumán era “el sepulcro de la tiranía”. La procesión siguió su curso, pero nosotros estábamos acojonados por ese gesto de humildad.
Había desobedecido al gobierno y se había salido con la suya contra un ejército profesional que lo doblaba en número y experiencia, pero el general no era vulnerable a esos detalles, ni al orgullo ni a la gloria.
No se creía la pericia del triunfo. Le anotaba todo el crédito de la hazaña a esa Virgen protectora, y no tenía ni siquiera la precaución de disimularlo ante el gentío.
Nosotros tampoco sabíamos, la verdad, que habíamos salvado la revolución americana, ni que el cielo había guiado el juicio de nuestro estratega ni que Dios había mandado aquellos vientos y aquellas langostas.
Recuerde: éramos la simple soldadesca y no creíamos en milagros. Veníamos de merendar godos y altoperuanos por la planicie y todo lo que queríamos en ese momento era un vaso de vino y un lugar fresco a la sombra.
Pero mirábamos a ese jefe inexperto y frágil y lo veíamos como a un gigante.
Y lo más gracioso, vea usted, es que a pesar del cuero curtido y el corazón duro de cualquier soldado viejo, a muchos de nosotros empezaron a corrernos las lágrimas por el morro. Porque Belgrano era exactamente eso. Un gigante, señor. Un gigante.
Relato extraído del libro Las mujeres más solas del mundo de Jorge Fernández Díaz.

jueves, 20 de julio de 2017

Biografía: Muere una decodificadora británica

Jane Fawcett, decodificadora británica que ayudó a hundir al Bismarck, muere a los 95 años
George Winston | War History Online



Jane Fawcett falleció el 21 de mayo de 2016, en su casa en Oxford, Inglaterra. Tenía 95 años.

Fawcett era una joven mujer de la sociedad londinense cuando empezó a trabajar en Bletchley Park, la sede de los esfuerzos británicos en la Segunda Guerra Mundial. Se le atribuye la identificación del mensaje que condujo al hundimiento del acorazado alemán Bismark.

Después de la guerra, ella continuó su carrera como cantante y, más tarde, trabajó en la preservación del patrimonio. Su legado duradero, sin embargo, es como el decodificador británico de ojos vivos de la guerra.
El buque de guerra más potente de Alemania en 1941 fue el Bismark. En mayo de ese año, se convirtió en un objetivo principal de los aliados después de hundir uno de los buques más poderosos de la marina británica, el battlecruiser Hood. Gran parte de la flota británica se dedicó a encontrar y destruir el Bismark, que se pensaba que se había retirado al Atlántico Norte en las cercanías de Noruega.

Fawcett, que era Jane Hughes entonces, tenía 20 años y trabajaba en Bletchley Park, la finca en Buckinghamshire, al norte de Londres, donde se ubicaba el Código de Gobierno y Cypher School.

Miles de mujeres jóvenes trabajaron allí durante la guerra. Muchos eran como Fawcett, reclutados de los estratos superiores de la sociedad británica. Realizaron una variedad de tareas, ayudando sobre todo a los miembros masculinos del equipo que luchaban para descodificar las misivas militares alemanas escritas por las máquinas del código tales como el dispositivo de Enigma.

La máquina Enigma generaba nuevos códigos a diario y, si bien los Aliados habían logrado cierto éxito en su descodificación, seguía siendo un trabajo laborioso y los resultados eran impredecibles, requiriendo una cadena de trabajadores vigilantes. Fawcett trabajó en la cabaña 6, que se centró en romper códigos del ejército alemán y de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana.

En el libro de 2015 de Michael Smith, The Debs of Bletchley Park and other stories, describe su puesto. Trabajó en un Typex que fue modificado para replicar una máquina Enigma. Cuando se rompió el código diario, ella u otra mujer en la sala de decodificación recibirían las claves y escribirían los mensajes codificados.

El Typex imprimirá el mensaje decodificado y Fawcett y su compañero de trabajo verificarían entonces si el mensaje era legible en alemán. Había aprendido el idioma durante su estancia en Suiza. Los mensajes alemanes fueron luego pasados ​​a Hut 3, donde se incluirían en informes de inteligencia.

El 25 de mayo de 1941, fue informada con los demás sobre el Bismark. "Todos sabíamos que la flota estaba en el Atlántico tratando de localizarla, porque ella era la más importante de las alemanas, el último acorazado y tenía mejores armas y así sucesivamente que cualquier otra persona, y ella ya había hundido a la Capucha". La Sra. Fawcett recordó en el libro. "Así que era de vital importancia para encontrar dónde estaba y tratar de deshacerse de ella."

Apenas sobre una hora en su cambio, Fawcett mecanografió hacia fuera un mensaje de la máquina principal de la enigma de Luftwaffe. Reconoció que el mensaje decodificado era una respuesta a un general alemán que había preguntado por la salud de su hijo que estaba en el Bismark. La respuesta indicó que el Bismark había sido dañado y estaba en camino al puerto de Brest, en Bretaña, Francia, para la reparación.

El mensaje fue decisivo para encontrar el Bismark. Fue descubierto por un hidroavión, atacado por los bombarderos del torpedo del portaaviones, y pululado por los acorazados y los cruceros de la marina de guerra real. Fue hundido en el Atlántico al oeste de Brest el 27 de mayo.

Janet Carolin Hughes nació el 4 de marzo de 1921, muy probablemente en Cambridge, donde vivía su abuela paterna, aunque su familia vivía en Londres. Su padre, George Ravensworth Hughes, era abogado en el gremio de la Compañía Goldsmiths. Su madre, antes Peggy Graham, hizo un trabajo caritativo como una visita a la cárcel.

La joven Jane soñaba con convertirse en bailarina de ballet y se entrenó durante un año en Sadler's Wells. A los 17 años, estaba decidida a ser demasiado alta para la compañía; Sus padres la enviaron a Suiza como un consuelo. Pasó seis meses estudiando alemán. Su madre la llamó de vuelta para la temporada debutante, decidiendo que era hora de que ella saliera en sociedad.

Resentida de tener que regresar a Londres, en 1940 se presentó a trabajar en Bletchley después de oír de un amigo que ya estaba trabajando allí. Ella firmó la Ley de Secretos Oficiales, la cual la obligó a guardar su trabajo para sí misma, y ​​fue asignada a Hut 6. Ella le dijo a sus padres que ella se había unido al Ministerio de Relaciones Exteriores apoyando intereses británicos en el extranjero, a pesar de estar a sólo 50 millas de su casa.

"Fue un alojamiento muy malo", recordó en The Debs of Bletchley Park. "Muy frío en el invierno y muy caliente en el verano. No hay aislamiento de ningún tipo excepto cortinas opacas. Teníamos horribles mesas de caballete, que eran muy vacilante, y sillas plegables, que también eran muy vacilante, muy difícil. Había iluminación muy pobre; Sola bombillas colgando abajo del techo. Así que estábamos realmente en semidesquedad, lo que espero es lo que las autoridades querían, una mejor seguridad ".

Después de la guerra, se formó como cantante en la Royal Academy of Music. Ella recorrió como recital y cantante de la ópera a través de los años 60. Ella se unió a la Sociedad Victoriana, que se formó para proteger los edificios de la era victoriana. Una vez ganó una famosa batalla contra los ferrocarriles británicos para salvar la estación de tren St. Pancras en Londres y el Midland Grand Hotel al lado. También enseñó la preservación del edificio en la Escuela de Arquitectura de la Asociación de Arquitectura.

Ella encontró a su marido, Edward Fawcett (llamado Ted), en un almuerzo arreglado para los oficiales navales jóvenes así que podrían encontrar a mujeres jóvenes. Los dos se casaron justo después de la guerra. El Sr. Fawcett trabajó como director de publicidad para el National Trust, una organización benéfica británica que trabaja para conservar y proteger los sitios históricos. Murió en 2013.

A Jane Fawcett le sobreviven su hijo, James Fawcett, su hija Carolin Comberti y cinco nietos.