sábado, 1 de enero de 2022

Aztecas: El canibalismo criminal

El canibalismo imperial de los Aztecas, una verdad incómoda para los críticos de la Conquista

Hallazgos arqueológicos de los últimos años demuestran que los relatos de los conquistadores sobre la antropofagia de la civilización que dominó el centro de México del siglo XIV al XVI no eran mera propaganda de guerra

Partes de una torre azteca formada por cráneos producto de sacrificos humanos. Sitio arqueológico del Templo Mayor, en Ciudad de México (Instituto Nacional de Antropología e Historia INAH)

La otra cara de la leyenda negra sobre la colonización de América por los españoles es la idealización del mundo precolombino, pintado como un Edén en el que los indígenas vivían en armonía entre sí y con la naturaleza. La grandeza de la cultura azteca, plasmada en sus monumentales construcciones, o el “socialismo” inca eran elementos de un relato que encubría un dominio implacable de esos imperios sobre otras etnias a las que sojuzgaban, explotaban, saqueaban y, en ciertos casos, devoraban. Literalmente.

“Oí decir que le solían guisar (a Moctezuma) carnes de muchachos de poca edad... (...) mas sé que ciertamente desde que nuestro capitán [Hernán Cortés] le reprendió el sacrificio y comer de carne humana, que desde entonces mandó que no le guisasen tal manjar”. Quien esto escribe es Bernal Díaz del Castillo, conquistador español, que en 1519 a las órdenes de Hernán Cortés participó de la expedición que puso fin al Imperio azteca.

Otros testimonios daban cuenta de la existencia de muros construidos con cráneos en Tenochtitlán. “Fuera del templo, y enfrente de la puerta principal, aunque a más de un tiro de piedra, estaba un osario de cabezas de hombres presos en guerra y sacrificados a cuchillo, el cual era a manera de teatro más largo que ancho, de cal y canto con sus gradas, en que estaban ingeridas entre piedra y piedra calaveras con los dientes hacia fuera”. Ese relato del cronista Francisco López de Gómara, en Historia de las conquistas de Hernán Cortés, recogía el testimonio de Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría, dos hombres de Cortés, sobre la existencia de ese osario.

Muros aztecas de cráneos humanos

Relatos como éste fueron relativizados o descalificados por sospecha de subjetividad y falta de pruebas materiales, hasta que la evidencia arqueológica los confirmó: en 2017, y tras dos años de excavaciones, arqueólogos mexicanos dieron con parte de esos muros construidos con cráneos humanos, en el lugar donde estaba ubicado el Templo Mayor de Tenochtitlán, en pleno centro de la actual capital mexicana. La sorpresa adicional fue que, entre estos ladrillos humanos, había varios pertenecientes a mujeres y a niños.

Hasta entonces, se decía que los sacrificios humanos de los aztecas eran esporádicos, que el canibalismo lo era aún más y que aquella pared de restos humanos, si existió, estaba compuesta sólo por cabezas de guerreros capturados en batalla y que el objetivo de su exposición en un muro era el amedrentamiento.

En los últimos años se ha profundizado la idealización y el panegírico de las culturas “originarias” y en ese contexto se ha caído en condenas extemporáneas a la crueldad de los españoles, reduciendo toda la empresa de colonización a un genocidio y obviando la cultura y las instituciones exportadas a América y, más importante aun, el proceso de mestizaje impulsado desde el primer momento por Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y continuado por su nieto, Carlos I de España. Un mestizaje que dio origen a las actuales nacionalidades hispanoamericanas. Un rasgo casi privativo de la dominación española: si miramos a las colonias poseídas por otros países europeos, veremos que allí el mestizaje fue casi inexistente, porque el personal de la metrópoli vivía aislado de la población local, cuando no se dedicaba a capturar a los nativos para traficarlos como esclavos.

Un impacto en el presente de estas tergiversaciones del pasado fue la renuncia de España a conmemorar, en 2019, los 500 años de la conquista de México por Hernán Cortes; y en realidad, del nacimiento de México. En cambio, el presidente de ese país, Andrés Manuel López Obrador, eligió evocar este año los 5 siglos de la caída de Tenochtitlán, la capital azteca. Amén de su constante y absurda exigencia de que España y la Iglesia pidan perdón por la conquista y la colonización, cuando en realidad la nación mexicana surgió de ese proceso.

Hernán Cortés: la construcción del México actual comienza con su llegada

En esa faena, López Obrador se involucró en un debate con el historiador argentino Marcelo Gullo que acaba de publicar Madre Patria, un libro que desmonta la leyenda negra y es best seller en España. Una de sus principales hipótesis es que Cortés no conquistó México sino que lo liberó de la opresión azteca; con sólo 700 hombres, pudo reunir sin embargo un ejército de 300 mil indios pertenecientes a las etnias oprimidas por el imperio de Moctezuma que se sumaron a su campaña.

El Presidente mexicano criticó esta hipótesis pero debió admitir que “varios pueblos originarios como los totonacas, los tlaxcaltecas, los otomíes, los de Texcoco” y otros “ayudaron a Cortés”, aunque agregó que “este hecho no debe servir para justificar las matanzas llevadas a cabo por los conquistadores ni le resta importancia a la grandeza cultural de los vencidos”. También admitió que la idea “de que Moctezuma era un tirano puede ser cierta”. “Tampoco debe verse a Cortés como un demonio, era simplemente un hombre con poder”, dijo.

Estas admisiones implican que su insistencia en una visión extemporánea e incompleta, por decir lo mínimo, de la conquista y su panegírico de la cultura azteca están más cerca de la impostura que de la convicción.

Su última ocurrencia ha sido la de rebautizar el período colonial como “resistencia indígena”. “Vamos a recordar con dolor y pesar” la conquista por la “tremenda violencia que significó”, dijo el pasado 12 de agosto en referencia a la caída de Tenochtitlán que en realidad fue celebrada por la mayor parte de las etnias que poblaban la zona.

Por otra parte, como advierte Marcelo Gullo, incurre en el error de asimilar la historia de los aztecas con la historia de México ya que éstos eran sólo a una de las muchas etnias que habitaban ese territorio. Y cita al filósofo mexicano José Vasconcelos que afirma que “la historia de México empieza como episodio de la gran Odisea del descubrimiento y ocupación del Nuevo Mundo”.

López Obrador rechazó la tesis de Marcelo Gullo de que Cortés no conquistó México sino que lo liberó de la opresión azteca

“Antes de la llegada de los españoles -dice Vasconcelos-, México no existía como nación; una multitud de tribus separadas por ríos y montañas y por el más profundo abismo de sus trescientos dialectos, habitaba las regiones que hoy forman el territorio patrio. Los aztecas dominaban apenas una zona de la meseta... (...) Ninguna idea nacional emparentaba las castas; todo lo contrario, la más feroz enemistad alimentaba la guerra perpetua, que sólo la conquista española hizo terminar.”

En cuanto a la antropofagia -sujeto tabú para la corrección política- Gullo cita al antropólogo estadounidense Marvin Harris, que en Caníbales y Reyes (1977) escribió: “Lo más notable es que los aztecas transformaron el sacrificio humano de un derivado ocasional de la suerte en el campo de batalla en una rutina según la cual no pasaba un día sin que alguien no fuera tendido en los altares de los grandes templos como los de Uitz Uopochtli y Tlaloc. Y los sacrificios también se celebraban en docenas de templos menores que se reducían a lo que podríamos denominar capillas vecinales”.

Harris menciona el hallazgo fortuito de una de estas capillas, “una estructura baja, circular” de unos 6 metros de diámetro”, descubierta cuando se estaba construyendo el subteráneo de la capital mexicana. “Ahora se encuentra, conservada detrás de un cristal, en una de las estaciones más concurridas. Para ilustración de los viajeros, aparece una placa en que sólo se dice que los antiguos mexicanos eran muy religiosos”, acota.

Sobre esto Gullo comenta: “Como lo demuestra el ejemplo de esa simple placa, si hay un pueblo al que se le ha falsificado su propia historia, ese es el pueblo de México. Se les hace creer [que] todos descienden [de los aztecas, y olvidar] que muchos de los que leen esa placa descienden de los pueblos que los aztecas capturaban para realizar sus sacrificios humanos”.

Los primeros muros de cráneos fueron hallados durante la construcción del subterráneo de la ciudad de México, pero no se le informa al público de qué se trata exactamente

Si algo desmiente las virtudes de imperios como el Azteca es justamente la aventura de Hernán Cortés, quien no hubiera podido vencer a Moctezuma sin la cooperación de las etnias sometidas por los mexicas, que vieron en la llegada de los españoles una oportunidad de emancipación.

Uno de los rasgos más crueles de ese dominio azteca eran los sacrificios humanos. No es característica exclusiva de ese pueblo pero sí lo es la modalidad, extensión e intensidad de esta práctica y el hecho de que el fruto de las ofrendas humanas a los dioses iba a parar a la mesa del emperador mexica y de su nobleza.

Las descripciones de estos sacrificios son impactantes de leer. Tan chocantes como las escenas de sacrificios humanos de la película Apocalypto, de Mel Gibson, que le valieron duras críticas de los detractores de la conquista. El film trata de la cultura maya, pero la modalidad era muy similar a la azteca: la extracción del corazón a la víctima todavía viva para ser ofrendado al dios, luego el despeñamiento del infeliz por el borde escarpado de la pirámide, y finalmente el faenado de las “piezas” para su distribución...

Apocalypto, el film de Mel Gibson sobre los mayas, fue considerado demasiado crudo en las escenas de sacrificos humanos, pero la evidencia arqueológica tiende a respaldarlo

“Después que las hubieron muerto y sacados los corazones, llevaban las pasito, rodando por las gradas abajo; llegadas abajo, cortaban las cabezas y espetaban las un palo, y los cuerpos llevaban los a las casas que llamaban calpul, donde los repartían para comer.” Esto escribió fray Bernardino de Sahagún, en Historia general de las cosas de la Nueva España. Sahagún fue el primero en estudiar la cultura azteca. Describió con detalle las ceremonias y el calendario religioso de los aztecas. Muchos prisioneros de guerra eran mantenidos cautivos para ser sacrificados en determinadas fechas.

Sigue Sahagún: “Después de desollados (...) llevaban los cuerpos al calpulco, adonde el dueño del cautivo había hecho su voto o prometimiento; allí le dividían y enviaban a Moctezuma un muslo para que comiese, y lo demás lo repartían por los otros principales o parientes (...). Cocían aquella carne con maíz, y daban a cada uno un pedazo [en] una escudilla o cajete, con su caldo y su maíz cocida”.

Los sacrificios no se limitaban a los adultos: “Estos tristes niños antes que los llevasen a matar aderezábanlos con piedras preciosas -dice Sahagún-, con plumas ricas y con mantas y maxtles muy curiosas y labradas (...); y cuando ya llevaban los niños a los lugares a donde los habían de matar, si iban llorando y echaban muchas lágrimas, alegrábanse los que los veían llorar porque decían que era señal que llovería muy presto”.

La historia de estos “banquetes” quedó por mucho tiempo oculta detrás de la exaltación de las civilizaciones indígenas precolombinas, en contraste con el relato sobre los horrores cometidos por los españoles y un supuesto exterminio deliberado de la población autóctona, leyenda ayer creada y difundida por los enemigos y competidores de la Corona española -que codiciaban sus amplios dominios de ultramar- y hoy reavivada por referentes del populismo latinoamericano que encuentran más fácil enfrentar a los imperios de un tiempo pretérito que cortar los nudos gordianos que frenan el desarrollo de sus países en el presente.

En el sitio Ciencia Unam, de la Universidad Nacional Autónoma de México, en un trabajo titulado “Sacrificios Humanos: Sangre para los Dioses”, se explica que el muro de cráneos hallado por los arqueólogos en Tenochtitlán, llamado huey tzompantli, era “un edificio cívico-religioso donde se colocaban los cráneos de los sacrificados”. Las cabezas eran encajadas en el tezontle, una piedra volcánica de la región. “Huey tzompantli” quiere decir justamente “gran hilera de cráneos”.

En esta foto puede apreciarse la forma que tenía el huey tzompantli. Este es el del Templo Mayor de Tenochtitlan, en Ciudad de México

“En los muros se empotraban las cabezas de guerreros y de esclavos sacrificados, escogidos para las celebraciones -dice el artículo-. Se estima que en la parte excavada hay restos que corresponden a alrededor de 1000 personas, pero según los arqueólogos, eso sería solo la tercera parte del edificio completo”. Pero además se han hallado tzompantli en otras áreas del país, aunque el más grande sería el de Tenochtitlan. .

Se trata de la mayor prueba arqueológica existente hasta ahora sobre la práctica de los sacrificios humanos de los aztecas.

Pero ahora que deben rendirse a la evidencia, muchos especialistas adoptan una mirada benevolente hacia estas prácticas. Un ejemplo es un artículo -”El sacrificio humano entre los mexicas”- de los investigadores Alfredo López Austin y Leonardo López Luján que advierten: “...el sacrificio humano nos resultará ininteligible si no tomamos en cuenta su ubicación y su ensamble como pieza de ese gran rompecabezas que llamamos cosmovisión. Una percepción simplista del sacrificio como fenómeno aislado producirá condenas fáciles, incluso un repudio inmediato al pueblo practicante”.

Advertencias éstas que también podrían aplicarse a la cosmovisión de los españoles, pero bien sabemos que no es el caso. A los conquistadores se los juzga con categorías del presente, sin miramientos.

Ilustración del Huey Tzompantli del Templo Mayor en otro códice español de los primeros años de la colonización (Códice Ramírez)

Otro ejemplo de esta benevolencia es el de Fernando Anaya Monroy que en un artículo titulado “La antropofagia entre los antiguos mexicanos” sostiene que “deben puntualizarse los motivos a que obedeció la práctica antropofágica” precolombina. Propone “asomarse” al pasado de su país,”no para juzgarlo sino para comprenderlo”, lo cual está muy bien, de no ser por el doble rasero. Se justifica a los aborígenes tanto como se condena a los españoles.

“Insistimos en que, de acuerdo con los datos de las fuentes, la antropofagia existió entre los antiguos indígenas, pero que su sentido tuvo carácter ritual y no constituyó costumbre diaria y ambiente”, matiza Anaya Monroy. Una verdad a medias, como se verá.

Imagen del Códice Tudela, de los primeros tiempos de la colonización

La antropofagia, sigue diciendo, “sólo simbolizaba la unión del hombre con la divinidad”, y “la carne debía comerse con el sentido de una comunión (con la divinidad)”, agrega.

“Lo religioso fue entonces móvil esencial para practicar la antropofagia entre los antiguos indígenas; en la inteligencia de que los muertos [N. de la R: los de los aztecas, se entiende, los otros eran alimento] no eran objeto de olvido ni desprecio”.

Notable tolerancia hacia la religión azteca por parte de los mismos acusadores de la evangelización española.

“La antropofagia se presenta entonces, entre los antiguos mexicanos, como un hecho que más que juzgarse, debe explicarse y comprenderse, adentrándose en el patrón cultural en que se realizó y sin el prejuicio propio de una visión estrictamente occidental”.

Traducción: los españoles con su mentalidad medieval no entendieron el mundo mágico de los indígenas…

Los sacrificios humanos de los aztecas en el Códice Magliabechiano, México siglo XVI

Pero resulta que esta antropofagia, que según los indigenistas de hoy no existía o era sólo esporádica y ritual, tuvo que ser prohibida por una Ley de Indias (XII del Título 1 del Libro 1), dictada por Carlos V en junio de 1523: “Ordenamos, y mandamos a nuestros Virreyes, Audiencias, y Gobernadores de las Indias, que [...] prohíban expresamente con graves penas a los Indios idólatras y comer carne humana, aunque sea de los prisioneros y muertos en la guerra...”

Ahora bien, el propio Sahagun dice que estos sacrificios humanos se realizaban de modo cotidiano durante los meses de Tlacaxipehuliztili [marzo] y Tepeihuitl, [del 30 de septiembre al 19 de octubre] dedicados respectivamente a los dioses Xipe Tótec y Tláloc, y que las ceremonias incluían la práctica de la antropofagia. Es decir, no eran tan esporádicas.

El antropólogo e historiador francés Christian Duverger, que ha investigado los sacrificios aztecas, escribió: “El canibalismo azteca no fue inventado íntegramente por los españoles para justificar su sangrienta conquista. Tampoco se lo puede disimular tras una coartada mística, pues no es reducible a la antropofagia ritual [...]. ¡No! La antropofagia forma parte de la realidad azteca y su práctica es mucho más corriente y mucho más natural de lo que a veces se suele presentar.”

“Muchos historiadores por delicadeza omiten narrar cómo se producían los sacrificios humanos. Los cultores de la leyenda negra lo omiten adrede y otros no los mencionan simplemente por indoctos”, escribe Gullo. Pero hoy, entre la evidencia científica hallada, dice, hay esqueletos humanos ejecutados por cardiectomía, con marcas de corte en las costillas, y decapitaciones.

Un cautivo español es arrastrado a lo alto de la pirámide por sacerdotes aztecas para ser sacrificado. Ilustración del libro The conquest of México de William Hickling, 1796-1859.

De acuerdo a las estimaciones de algunos historiadores, como el estadounidense William Prescott, el número de las víctimas inmoladas rondaba las veinte mil por año. Y Marvin Harrris precisa que “aunque todos los demás estados arcaicos y no tan arcaicos, practicaban carnicerías y atrocidades masivas ninguno de ellos lo hizo con el pretexto de que los príncipes celestiales tenían el deseo incontrolable de beber sangre humana”.

“La principal fuente de alimento de los dioses aztecas estaba constituida por los prisioneros de guerra -agrega Harris-, que ascendían por los escalones de las pirámides hasta los templos, eran cogidos por cuatro sacerdotes, extendidos boca arriba sobre el altar de piedra y abiertos de un lado a otro del pecho con un cuchillo de obsidiana esgrimido por un quinto sacerdote. Después, el corazón de la víctima -generalmente descripto como todavía palpitante- era arrancado y quemado como ofrenda, El cuerpo bajaba rodando los escalones de la pirámide: que se construían deliberadamente escarpados para cumplir esta función”.

Harris precisa luego cuál era el destino final de los cuerpos: “Como afirma (Michael) Harner (de la New School), en realidad no existe ningún misterio con respecto a lo que ocurría con los cadáveres, ya que todos los relatos de los testigos oculares coinciden en líneas generales: Ias víctimas eran comidas”.

Todavía resta seguramente mucho por investigar y muchos osarios por desenterrar para establecer con mayor precisión la dimensión de esta práctica. Pero llama la atención que aquellos a los que la palabra genocidio les brota con gran facilidad cada vez que se trata de la conquista española no la aplican a los aztecas respecto a los pueblos que sojuzgaban.

Las mismas precauciones metodológicas, conceptuales y, sobre todo, temporales que se sugieren para el estudio de las culturas indígenas deberían valer para el proceso de conquista y colonización española.


miércoles, 29 de diciembre de 2021

Roma: El comercio de granos

El comercio de cereales romano

Weapons and Warfare

   

Buques mercantes romanos



El comercio de cereales no era simplemente una fuente de beneficios para los comerciantes de Roma. En el 5 a. C., Augusto César distribuyó cereales a 320.000 ciudadanos varones; con orgullo registró este hecho en una gran inscripción pública que conmemora sus victorias y logros, porque tener el favor de los romanos era tan importante como ganar victorias en el mar y en tierra. La era del "pan y los circos" estaba comenzando, y cultivar al pueblo romano era un arte que muchos emperadores entendían bien (el pan horneado no se distribuyó de hecho hasta el siglo III d.C., cuando el emperador Aureliano sustituyó el pan por el grano). A finales del siglo I a. C., Roma controlaba varias de las fuentes de cereales más importantes del Mediterráneo, las de Sicilia, Cerdeña y África, que Pompeyo había sido tan cuidadoso en proteger. Un resultado puede haber sido una disminución en el cultivo de cereales en el centro de Italia: a finales del siglo II a.C., el tribuno romano Tiberio Graco ya se quejaba de que Etruria estaba ahora entregada a grandes propiedades donde los terratenientes se beneficiaban de sus rebaños, en lugar de la tierra. . Roma ya no tenía que depender de los caprichos del clima italiano para su suministro de alimentos, pero no era fácil controlar Sicilia y Cerdeña desde lejos, como demostró el conflicto con el comandante rebelde Sexto Pompeyo. Se desarrollaron sistemas de intercambio cada vez más elaborados para asegurarse de que el grano y otros bienes fluyeran hacia Roma. A medida que Augusto transformó la ciudad y se alzaron grandes palacios en la colina Palatina, aumentó la demanda de artículos de lujo: sedas, perfumes, marfil del Océano Índico, finas esculturas griegas, cristalería, orfebrería perseguida del Mediterráneo oriental. Anteriormente, en el 129 a.C., Tolomeo VIII, rey de Egipto, recibió una delegación romana encabezada por Escipión, conquistador de Cartago, y causó una profunda conmoción cuando entretuvo a sus invitados en lujosas fiestas vestido con una túnica transparente hecha de seda (probablemente de China). , a través del cual los romanos podían ver no solo su corpulento cuerpo sino también sus genitales. Pero la austeridad de Escipión ya estaba pasada de moda entre la nobleza romana. Incluso el igualmente austero Catón el Viejo (m. 149 a. C.) solía comprar el 2% de acciones en empresas de transporte marítimo, repartiendo sus inversiones en varios viajes, y envió a un liberto favorito, Quintio, en estos viajes como su agente.

El período desde el establecimiento de Delos como puerto libre (168-167 a. C.) hasta el siglo II d. C. vio un auge en el tráfico marítimo. Como se ha visto, el problema de la piratería disminuyó de forma muy significativa a partir del 69 a. C.: los viajes se volvieron más seguros. Curiosamente, la mayoría de los barcos más grandes (250 toneladas en adelante) datan de los siglos II y I a.C., mientras que la mayoría de los barcos en todos los períodos desplazaron menos de 75 toneladas. Los barcos más grandes, que llevaban guardias armados, podían defenderse mejor de los piratas, incluso si carecían de la velocidad de los barcos más pequeños. A medida que la piratería disminuyó, los barcos más pequeños se hicieron más populares. Estos pequeños barcos habrían podido transportar alrededor de 1.500 ánforas como máximo, mientras que los barcos más grandes podrían transportar 6.000 o más, y no fueron seriamente rivalizados en tamaño hasta finales de la Edad Media. ritmos del comercio: aproximadamente la mitad de los barcos transportaban un solo tipo de carga, ya fuera vino, aceite o cereales. Los productos a granel se movían en cantidades cada vez mayores por el Mediterráneo. Las zonas costeras con acceso a los puertos podían especializarse en determinados productos para los que su suelo era adecuado, dejando el suministro regular de alimentos básicos a los comerciantes visitantes. Su seguridad estaba garantizada por la pax romana, la paz romana que siguió a la supresión de la piratería y la extensión del dominio romano por el Mediterráneo.

El pequeño puerto de Cosa en un promontorio frente a la costa etrusca proporciona una evidencia impresionante del movimiento de mercancías por el Mediterráneo en este momento. Sus talleres produjeron miles de ánforas por iniciativa de una familia noble de la temprana edad imperial, los Sestii, que hicieron de su ciudad un exitoso centro industrial. Se han encontrado ánforas de Cosa en un naufragio en Grand-Congloué, cerca de Marsella: la mayoría de los 1200 frascos estaban sellados con las letras SES, la marca de la familia. Otro naufragio debajo de éste data de 190-180 a. C. y contenía ánforas de Rodas y de otras partes del Egeo, así como enormes cantidades de vajillas del sur de Italia en su camino hacia el sur de la Galia o España. Artículos como estos podían penetrar tierra adentro a grandes distancias, aunque los productos alimenticios a granel tendían a consumirse en las costas o cerca de ellas, debido a la dificultad y el costo de transportarlos tierra adentro, excepto por el río. El transporte por agua era inconmensurablemente más barato que el transporte por tierra, un problema que, como se verá, se enfrentaba incluso a una ciudad tan corta del mar como Roma.



El grano era el alimento básico, en particular el triticum durum, trigo duro, de Sicilia, Cerdeña, África y Egipto (los trigos duros son más secos que blandos, por lo que mantienen mejor), aunque los verdaderos conocedores preferían el siligo, un trigo blando elaborado con espelta desnuda. Una dieta a base de pan solo llenaba los estómagos, y un companaticum ("algo con pan") de queso, pescado o verduras amplió la dieta. Las verduras, a menos que estuvieran en escabeche, no viajaban bien, pero el queso, el aceite y el vino encontraron mercados en todo el Mediterráneo, mientras que el transporte por mar de carne salada estaba reservado en gran parte para el ejército romano. Cada vez más popular fue el garum, la apestosa salsa hecha de tripas de pescado, que se vertía en ánforas y se comercializaba en todo el Mediterráneo. Las excavaciones en Barcelona, ​​cerca de la catedral, han revelado una importante fábrica de garum en medio de los edificios de una ciudad imperial de tamaño mediano. Se necesitaron unos diez días con el viento siguiente para llegar a Alejandría desde Roma, una distancia de 1.000 millas; en un clima desagradable, el viaje de regreso podría durar seis veces más, aunque los transportistas esperarían unas tres semanas. La navegación se desaconsejó enérgicamente desde mediados de noviembre hasta principios de marzo, y se consideró bastante peligrosa desde mediados de septiembre hasta principios de noviembre y desde marzo hasta finales de mayo. Esta "temporada de veda" también se observó en cierto grado durante la Edad Media.

Pablo de Tarso proporciona un relato vívido de un viaje invernal que salió mal en los Hechos de los Apóstoles. Pablo, un prisionero de los romanos, fue colocado a bordo de un barco de grano alejandrino que partía hacia Italia desde Myra, en la costa sur de Anatolia; pero era muy tarde en la temporada de navegación, el barco se retrasó por los vientos, y cuando estuvieron frente a Creta los mares se habían vuelto peligrosos. En lugar de pasar el invierno en Creta, el capitán fue lo suficientemente temerario como para aventurarse en los mares tormentosos, en los que su barco fue lanzado durante una miserable quincena. La tripulación "aligeró el barco y arrojó el trigo al mar". Los marineros lograron conducir hacia la isla de Malta, varando el barco, que, sin embargo, se rompió. Paul dice que los viajeros fueron bien tratados por los "bárbaros" que habitaban la isla; nadie murió, pero Paul y todos los demás quedaron atrapados en Malta durante tres meses. La tradición maltesa asume que Pablo usó este tiempo para convertir a los isleños, pero Pablo escribió sobre los malteses como si fueran crédulos y primitivos: curó al padre enfermo del gobernador y los nativos lo tomaron por un dios. Una vez que las condiciones en el mar mejoraron, otro barco de Alejandría que pasaba el invierno allí se llevó a todos; luego pudo llegar a Siracusa, Reggio en el extremo sur de Italia y, un día fuera de Reggio, al puerto de Puteoli en la bahía de Nápoles, al que probablemente había estado con destino el primer barco de grano todo el tiempo; de allí se dirigió hacia Roma (y, según la tradición cristiana, su eventual decapitación).



Sorprendentemente, el gobierno romano no creó una flota mercante estatal similar a las flotas de la república medieval veneciana; la mayoría de los comerciantes que llevaban grano a Roma eran comerciantes privados, incluso cuando transportaban grano desde las propiedades del emperador en Egipto y en otros lugares. Alrededor del año 200 d. C., los barcos de granos tenían un desplazamiento promedio de 340 a 400 toneladas, lo que les permitía transportar 50.000 modii o medidas de grano (1 tonelada equivale a unos 150 modii); algunos barcos alcanzaban las 1.000 toneladas, pero también, como se ha visto, innumerables embarcaciones más pequeñas surcaban las aguas. Roma probablemente requirió alrededor de 40 millones de medidas cada año, por lo que se necesitaron 800 cargamentos de tamaño promedio para llegar a Roma entre la primavera y el otoño. En el siglo I d.C., Josefo afirmó que África proporcionaba suficiente grano para ocho meses del año y Egipto suficiente para cuatro meses. Todo esto fue más que suficiente para cubrir las 12.000.000 de medidas necesarias para la distribución gratuita de cereales a 200.000 ciudadanos varones. El norte de África central había estado abasteciendo a Roma desde el final de la Segunda Guerra Púnica, y el corto y rápido viaje a Italia era intrínsecamente más seguro que el largo trayecto desde Alejandría.

martes, 28 de diciembre de 2021

SGM: El ataque a Pearl Harbor y los cinco días de incertidumbre

Dramática incertidumbre tras el bombardeo en Hawái

Süddeutsche Zeitung



América bajo ataque: El ataque japonés del 7 de diciembre de 1941 convirtió la guerra en Europa en una guerra mundial. (Foto: AP / AP)


Brendan Simms y Charlie Ladermann describen el ataque japonés a Pearl Harbor hace 80 años. Su tesis: No fue de ninguna manera automático que Estados Unidos y la Alemania nazi estuvieran en guerra poco después.


Para millones de personas en Europa, la Unión Soviética y el norte de África, la situación mundial en el tercer año de la guerra ya era potencialmente mortal, y cientos de miles de judíos polacos y soviéticos ya estaban muertos cuando aviones japoneses atacaron la base naval estadounidense. en Pearl Harbor en Hawái el 7 de diciembre de 1941. Hundieron o destruyeron gran parte de la Flota del Pacífico estadounidense; 2.335 soldados estadounidenses murieron y más de 1.000 resultaron gravemente heridos: un desastre militar. El mismo día, Estados Unidos declaró la guerra a Japón mientras las tropas del Imperio, los bombarderos de combate y los buques de guerra amenazaban el sudeste asiático y las posesiones británicas allí.

En un libro cautivador, los historiadores Brendan Simms y Charlie Laderman, que enseñan en Cambridge y King's College en Londres, analizan los días entre el ataque japonés y la declaración de guerra de Hitler a los Estados Unidos el 11 de diciembre. Ellos caracterizan estos cinco días como, por un lado, como "angustiosos como pocos otros" en la primera mitad del siglo XX, pero por otro lado también como los "menos comprendidos". La opinión predominante es que nada podría haber seguido al ataque japonés más que una guerra global que estalló unos días después.

Los dos historiadores cuestionan muchas certezas

Pero, ¿era realmente de esperar al día siguiente de Pearl Harbor que Estados Unidos también emprendería la lucha contra Japón contra el Reich alemán (ambos países formaron el "eje" con Italia, el pacto de las tres potencias de 1940)? ¿Estaba tan debilitada la resistencia persistente de esos políticos estadounidenses aislacionistas y antiintervencionistas a la entrada de su país en guerra a través de Pearl Harbor que no cabía duda sobre el contraataque de Estados Unidos, también en Occidente, contra el peligroso agresor y enemigo? de democracia, Alemania, como esperaba el primer ministro británico Winston Churchill desde el verano de 1940 a más tardar. El mismo Churchill debería estar más adelante en su " historiade la Segunda Guerra Mundial "escribe que lo había sabido la noche después del ataque japonés:" Estados Unidos está activamente involucrado en la guerra y comprometido con la vida o la muerte. ¡Aún ganamos! "



Aún no socios en la lucha contra Hitler: el presidente estadounidense Roosevelt y el primer ministro británico Churchill en su reunión en el Atlántico en agosto de 1941. (Foto: Scherl / Süddeutsche Zeitung Foto)


Sin embargo, si Churchill realmente lo sintió de esa manera, eso fue solo una ilusión, al menos en relación con Alemania, como los dos historiadores pueden demostrar en su meticuloso estudio durante cinco días en nueve zonas horarias. Lo que vino a continuación fue una época de dramática incertidumbre. Porque el ataque japonés no significó, como asumió Goebbels, completamente sorprendido ministro de Propaganda y socio íntimo de Hitler, que Alemania, por su parte, ahora tuviera que declarar la guerra a Estados Unidos. Solo en el caso de un ataque de Estados Unidos a Japón, Alemania habría tenido que apoyar a Japón declarando la guerra, según el pacto de las tres potencias. Y las señales de Washington en los primeros días después de Pearl Harbor parecían todo menos favorables a los deseos de Churchill.
Winston Churchill estaba feliz demasiado pronto, pero tenía razón

Porque el Ejército y la Armada de los EE. UU. detuvieron todas las entregas de armamento de acuerdo con la ley de préstamos y arrendamientos la noche después del ataque, a fin de tener suficientes armas y material para ellos mismos. Eso afectó a la Unión Soviética, pero sobre todo a los británicos. Y de ninguna manera los ciudadanos estadounidenses querían la guerra contra Alemania de inmediato. La ira estadounidense estaba dirigida contra Japón; una declaración de guerra inmediata al Tercer Reich habría sido "políticamente muy arriesgada", escriben Simms y Laderman, a pesar de los esfuerzos sostenidos de Franklin D. Roosevelt para convencer a sus compatriotas, no pocos de los cuales eran aislacionistas. Ideología de "Estados Unidos primero" para convencer de la peligrosidad de Hitler. Solo después de su declaración de guerra a EE. UU. la opinión fue clara en el país.

¿Cómo decidirá Estados Unidos? ¿Están Churchill y el Imperio abandonados a su suerte en Occidente mientras los japoneses hunden los acorazados británicos en el Pacífico frente a la península de Malaca? ¿Y qué conclusiones saca Hitler del ataque japonés? Preguntas como estas surgen al leer el libro muy bien traducido de Simms y Laderman, quienes escribieron una dramática "narrativa global sin parar" utilizando principalmente archivos oficiales estadounidenses y alemanes y correspondencia diplomática, de diarios, memorias y artículos de periódicos. Es extremadamente emocionante, aunque se conoce el desenlace de la historia. Pero no los muchos imponderables políticos del lado estadounidense, que, si uno sigue a los dos autores, no necesariamente lo convirtió enque Estados Unidos finalmente se unió a la coalición anti-Hitler.



Brendan Simms, Charlie Laderman: Cinco días en diciembre. Desde Pearl Harbor hasta la declaración de guerra de Hitler a Estados Unidos. Cómo se decidió el destino del mundo en 1941. Traducido del inglés por Klaus-Dieter Schmidt. DVA, Munich 2021. 640 páginas, 32 euros.



En una biografía de Hitler publicada recientemente, Brendan Simms asumió una especie de fijación por la admirada "angloamericana" dominada por una "raza superior", lo que al menos puede verse como una interpretación interesante. Con este pensamiento competitivo, él y Laderman también explican la aparentemente loca declaración de guerra de Hitler contra Estados Unidos; Hitler estaba convencido de que el enfrentamiento sería "tarde o temprano inevitable", y el discurso de Hitler en el Reichstag el 11 de diciembre fue la culminación de un largo duelo verbal con Roosevelt desde 1937. A diferencia de 1917, esta vez Alemania no debería esperar el ataque, sino "atacar abiertamente primero". Para muchos contemporáneos quedó inmediatamente claro que éste era el mayor error estratégico de Hitler.

En su libro, que es tan erudito como estimulante, Simms y Laderman muestran que Hitler sabía exactamente en lo que se estaba metiendo contra los a menudo superiores Estados Unidos. Solo a fines de 1941 vio la oportunidad, con los fuertes japoneses a su lado, de crear un bloque de eje que no pudiera ganar pero resistir. Afortunadamente, estaba equivocado.



lunes, 27 de diciembre de 2021

Guerra del Rif: Cae el general Silvestre en Annual

Morir matando: la caída del General Silvestre en Annual

La llegada de los héroes de Igueriben heridos, agotados y deshechos terminó por quebrar para siempre la moral de las tropas


El general Manuel Fernández Silvestre junto con otros oficiales del Ejército Español en las proximidades de Melilla en febrero de 1921. Archivo militar de Guadalajara

Luis E. Togores || La Razón



Alas 19:30 horas del 21 de julio, informa Silvestre al ministro de Guerra que Annual está completamente rodeado, pidiendo que la escuadra bombardee los poblados de los Beni Urriagel y Bocoya. Silvestre reúne a sus oficiales: «Señores, el enemigo vendrá muy pronto sobre el campamento; es numeroso, está bien dirigido y, como todos hemos visto, emplea eficientemente procedimientos de asedio por lo que siendo consciente de lo arriesgado que es una retirada, la más complicada que puede hacer un ejército, seguramente con más del 50% de bajas», les informa de que a pesar de todo ha tomado la decisión de retirarse hacia Dar Drius. El coronel Manella defiende seguir en Annual y morir matando.

El 22, a las 04:55 de la madrugada, Silvestre informa al ministro de que se retira. Enfrente tiene entre 8.000 y 10.000 harqueños que doblan en número a sus tropas. Los regulares empiezan a desertar. Sus oficiales, pistola en mano, vigilan a sus soldados para pegarle un tiro al primero que se pase. Comienza el ataque sobre Annual. El caos se apoderó de las tropas. La policía indígena desertó, lo que agravó la situación en las filas españolas. Las columnas comienzan a evacuar la posición. Silvestre decide permanecer en la extrema retaguardia haciendo frente al enemigo hasta que hayan salido todos sus hombres. De Silvestre se pueden criticar muchas cosas menos su valor. Pistola en mano combate acompañado del moro amigo KIaddur Namar. Según algunos testigos murió combatiendo en primera línea, herido en una pierna, cae acuchillado por un joven rifeño de Tesamán que no sabe quién es su enemigo. Algunos testigos dirán que «Silvestre colocó su pistola y se disparó un tiro en la barbilla» antes que caer prisionero.

Contra el primero que pase

La retirada es lenta y muy sangrienta. El coronel Manella y el sargento que mandaba las escoltas de Silvestre mueren combatiendo codo con codo. Las bajas son enormes. La guarnición de la posición C sale de estampida mientras que la guarnición de la posición B, una compañía del Ceriñola y un destacamento de artillería, se hacen matar defendiendo su puesto: los rifeños llevaron la noche anterior a un corneta del San Fernando para que tocase la contraseña y así poder entrar en el puesto, pero el corneta tocó fuego y los atacantes sufrieron muchas bajas.

La cabeza de la columna logra llegar a donde les esperan los jinetes de Alcántara mientras que en la cola de la columna el capitán Sabaté intenta mantener algo de orden. Primo de Rivera en Izumar intenta parar a punta de pistola la oleada de soldados que huyen despavoridos, pero le resulta imposible. Algunos oficiales logran organizar alguna resistencia, pero pronto las tropas vuelve a desbandarse. Los de San Fernando retroceden combatiendo ordenadamente gracias al temple de su teniente coronel Pérez Ortiz y de sus oficiales.

Una vez que los de Alcántara son rebasados, Primo de Rivera retira a su unidad hacia Ben Tieb para seguir protegiendo el repliegue hasta llegar a Dar Drius. El general Navarro ha llegado a Monte Arruit. Ya conoce la suerte que ha corrido Silvestre. Ahora es el responsable militar de todo lo que ocurra. Da la orden de que las tropas sigan retrocediendo. Vuelve a Dar Drius a donde van retirándose las pequeñas guarniciones desperdigadas por el territorio acosadas por los moros. Primo de Rivera recibe la orden de Navarro de salir a proteger su retirada; tres pequeñas columnas intentan llegar por campo abierto desde Ain Kert, Carramidar y Chaif desangrándose en campo abierto. Arenga Primo a sus hombres; «¡Jinetes el Alcántara, vamos a ver cómo vengamos la muerte de nuestros hermanos!». Cargan dos veces y el enemigo sin trabar contacto se desbanda. En Ceuta, ya se prepara el envió de legionarios y regulares para Melilla. La Legión comienza su marcha forzada a Melilla. El 23 en «Telegrama del Rif» anunciaba: «De un momento a otro llegaran refuerzos».

domingo, 26 de diciembre de 2021

Roto para descosido: Cuba y la guerra civil angoleña

En la Guerra Civil de Angola, Angola tenía un aliado poco probable en Cuba

Will Samson, War History Online




Mural de Castro y Agostinho Neto de Angola en Angola, 1987. (Crédito de la foto: Laurent MAOUS / Gamma-Rapho a través de Getty Images)

Cuando Angola se vio envuelta en una serie de guerras civiles que duraron décadas, el último país al que uno podría esperar unirse podría ser Cuba. Pero eso es exactamente lo que sucedió. De 1975 a 1991, las fuerzas cubanas se entrenaron y lucharon junto a una facción en la Guerra Civil de Angola. Su participación en el área hizo que las fuerzas cubanas se enfrentaran a facciones dentro de Angola, pero también a la Sudáfrica del apartheid.

Quizás sea menos sorprendente si se considera que este conflicto ocurrió en el apogeo de la Guerra Fría. Tanto Estados Unidos como la URSS estaban ansiosos por reclamar el dominio ideológico, y una forma de hacerlo era a través de guerras por poderes. Cada una de las superpotencias respaldó a elementos del conflicto angoleño, pero ninguna asumió un papel tan directo como Cuba, que envió miles de soldados al sur de África para participar en la “lucha revolucionaria”.

Una revolución en Portugal, guerras civiles en África


Revolución de los claveles, soldados con claveles en Portugal, 1974.
Crédito de la foto: Jean-Claude FRANCOLON / Gamma-Rapho a través de Getty Images

En 1974, la Revolución de los Claveles en Portugal derrocó al régimen del Estado Novo que había gobernado el país desde 1933. El nuevo gobierno entabló inmediatamente negociaciones con los movimientos de liberación africanos que habían estado luchando contra Portugal durante años. En un año, Portugal acordó retirar tropas de sus colonias africanas, incluidas Santo Tomé y Príncipe, Timor Oriental, Cabo Verde, Mozambique y Angola.

Las antiguas colonias portuguesas lucharon desde el principio, tanto por presiones internas como externas. Timor Oriental sería invadido por Indonesia y Mozambique cayó en una guerra civil después de un breve período de estabilidad. Ambas naciones aún se están recuperando de las secuelas de su dominio colonial. Pero ningún país sufrió tanto como Angola, cuya guerra civil se prolongó con algunas interrupciones durante décadas, entre 1975 y 2002.

Con la repentina retirada de las tropas portuguesas de Angola, el país se convirtió rápidamente en un conflicto civil armado. Este conflicto incluiría facciones políticas internas, pero también involucraría a Cuba, Sudáfrica, la Unión Soviética y Estados Unidos.

La Guerra Civil de Angola: una batalla por poderes en la Guerra Fría


Habitantes de Luanda esperan en un camión en el mercado, el 4 de septiembre de 1975 durante la Guerra Civil de Angola. Crédito de la foto: Michel CLEMENT / AFP a través de Getty Images, coloreada

La Guerra Civil de Angola involucró a tres facciones principales: el MPLA, el FNLA y la UNITA. El MPLA fue apoyado por la intelectualidad urbana de Angola y obtuvo un apoyo masivo de la URSS y Cuba. Mientras tanto, el FNLA, una rama nacionalista del MPLA, obtuvo el apoyo de Estados Unidos en la guerra civil. Finalmente, UNITA, que era un grupo escindido del FNLA, obtuvo apoyo en la guerra civil tanto de Estados Unidos como del apartheid de Sudáfrica.

Esta complicada mezcla de intereses nacionales y extranjeros se complica aún más por el hecho de que las tres facciones habían luchado entre sí y con las fuerzas portuguesas durante la guerra de independencia de 13 años contra Portugal. Además, mientras las facciones estaban unidas en su lucha anticolonial, estaban divididas por líneas étnicas e ideológicas.

Para cuando Portugal finalmente cedió y Angola había ganado su independencia, el MPLA ya tenía fuertes lazos con Cuba, que había proporcionado entrenamiento y apoyo durante la lucha anticolonial. La estrecha relación entre los dos países llevó a Cuba a comenzar a enviar soldados cuando parecía que el MPLA lo necesitaba.

Durante la lucha anticolonial, Cuba solo había ofrecido capacitación y material, pero a medida que el conflicto se degradó en una guerra civil, Cuba vio la oportunidad de ganarse un aliado en África. Anteriormente habían enviado médicos y oficiales militares a Guinea-Bissau para ayudar en la lucha contra Portugal. Basándose en ese precedente, Cuba decidió comenzar a enviar oficiales militares para apoyar al MPLA en enero de 1975.

El MPLA había esperado recibir más ayuda, pero no recibió ninguna, ni de Cuba ni de la URSS. A medida que aumentaban las tensiones en Angola, con Zaire y Sudáfrica interviniendo contra el izquierdista MPLA, Cuba intentó avergonzar a la URSS para que proporcionara más ayuda enviando 500 voluntarios a unirse a la lucha en agosto de 1975.


Un Bristol Britannia, fotografiado en 1964. (Crédito de la foto: Adrian Pingstone / Wikimedia Commons, dominio público)

Según The Global Cold War de Odd Arne Westad, las tensiones entre los soviéticos y Cuba habían aumentado desde la crisis de los misiles cubanos, ya que el liderazgo cubano no creía que la URSS estuviera comprometida con la revolución internacional. Por otro lado, los soviéticos parecían pensar que Cuba era demasiado entusiasta e imprudente.

Pronto siguieron más tropas de Cuba, incluyendo médicos y oficiales para ayudar a organizar las fuerzas armadas del MPLA. A medida que los viejos aviones Bristol Britannia de Cuba traían un número cada vez mayor de tropas a Angola, se convirtió en un motivo de orgullo para el pequeño país que estuvieran más dispuestos a ayudar que la URSS. De hecho, el apoyo de Cuba a Angola tomó por sorpresa a la URSS, según muchos informes.

Una lucha prolongada


Un grupo de soldados cubanos que ayudan al ejército regular angoleño y al régimen marxista del MPLA respaldado por los soviéticos en Luanda, patrullan el 29 de febrero de 1988 cerca de Cuito Cuanavale, al sur de Angola, donde luchan contra el movimiento nacionalista antimarxista y respaldado por Occidente. (Crédito de la foto: PASCAL GUYOT / AFP a través de Getty Images))

La Guerra Civil de Angola no se iba a ganar únicamente con las armas. Demasiadas fuerzas externas se alinearon con los beligerantes y la guerra se prolongaría durante muchos años. Debido a la participación de Estados Unidos y el apartheid de Sudáfrica por un lado, y por otro lado, la URSS y Cuba, la Guerra Civil de Angola fue mucho más grande que solo Angola.

Según The Global Cold War, a finales de los años setenta, el MPLA tenía el control de la mayor parte de Angola, y las principales fuerzas anti-MPLA estaban dispersas y no quedaban bastiones dentro de Angola. Mientras tanto, la relación de Sudáfrica con Estados Unidos se vio afectada por su incapacidad para controlar la región y crear estabilidad, que fue una de las razones por las que la política exterior de Estados Unidos se puso del lado del estado del apartheid.

Sin embargo, cualquier autocomplacencia por parte de la Unión Soviética o del liderazgo cubano duró poco. Los soviéticos abandonaron el país, pero Cuba no pudo ceder el control de la defensa de Angola, y el MPLA se involucró rápidamente en una lucha larga y prolongada contra la facción UNITA. UNITA libró una guerra insurgente en el sur, con ayuda de Sudáfrica, y parecía que el conflicto nunca terminaría.

A principios de la década de 1980, Estados Unidos y sus aliados estaban dispuestos a negociar para poner fin a la participación de Cuba y la URSS en Angola. Al negociar con el MPLA, se habló de estabilizar la región liberando a Namibia del control sudafricano, creando así una zona de amortiguamiento entre Angola y Sudáfrica. Pero esas conversaciones fueron solo eso, charlas, hasta el final de la administración Reagan.


Castro recibe al angoleño José Eduardo Dos Santos en La Habana, 1988 (Crédito de la foto: RAFAEL PEREZ / AFP a través de Getty Images)

Las negociaciones solo ganaron terreno realmente cuando una fuerza masiva de tropas angoleñas y cubanas derrotaron a las fuerzas alineadas con Sudáfrica en Cuito Cuanavale, y Sudáfrica comenzó a preocuparse de que avanzaran hacia Sudáfrica propiamente dicha.

En respuesta a la posición de línea dura de Sudáfrica en las negociaciones, Jorge Risquet, líder de la delegación cubana, argumentó: “Sudáfrica está actuando como si fuera un ejército victorioso, en lugar de lo que realmente es: un agresor derrotado que se retira… Sur África debe enfrentar el hecho de que no obtendrá en la mesa de negociaciones lo que no pudo lograr en el campo de batalla ”.

Las negociaciones se prolongaron, al igual que la guerra, pero finalmente, en diciembre de 1988, Cuba, Angola y Sudáfrica llegaron a un acuerdo. Firmaron el Acuerdo de las Tres Potencias, que otorgó a Namibia la independencia de Sudáfrica y creó una zona de amortiguación entre las dos naciones en guerra. Los acuerdos tripartitos también especificaron un calendario para la retirada de Cuba de Angola, que estaría completo para 1991.

Dos comunistas: El presidente sudafricano Nelson Mandela (derecha) saluda al líder cubano Fidel Castro cuando llega a la inauguración de la XII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados en Durban el 2 de septiembre de 1998.
Crédito de la foto: ODD ANDERSEN / AFP a través de Getty Images

Cuando Nelson Mandela fue liberado de prisión, una de sus primeras visitas al extranjero fue a Cuba, para agradecer al pueblo cubano por su papel en las luchas de liberación africana, acreditando la participación cubana en África con la liberación de Angola, Namibia y, finalmente, Sudáfrica. sí mismo.

En total, en el transcurso de su participación, más de 300.000 soldados cubanos sirvieron de alguna forma en Angola, en comparación con 11.000 soldados y asesores soviéticos y aproximadamente 70.000 miembros del MPLA. Es inútil adivinar cómo podría haberse desarrollado el conflicto en el área sin la presencia de Cuba, pero la pequeña nación insular ciertamente tuvo un impacto mayor de lo esperado.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Guerra Antisubversiva: Los túneles del ERP en Córdoba

Los túneles de la guerrilla



Operación rescate. Un túnel debía llegar hasta la cárcel de barrio San Martín. (Martín Baez)




En 1975, el ERP cavó un túnel para liberar a presos políticos de la cárcel de barrio San Martín. Por rumores de otros túneles, se destruyó patrimonio subterráneo.
Redacción LAVOZ


"Sabíamos que se venía el golpe, y la vida iba a ser muy difícil para los compañeros detenidos –dice Carlos "Palo" Ortiz, exmiembro del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)–. Teníamos que liberarlos antes".

Por eso el ERP ideó un operativo de rescate inspirado en la increíble fuga de los tupamaros en Punta Carretas (1971, Uruguay), donde 111 militantes fueron liberados sin dispararse ni un solo tiro. Utilizarían el mismo método que los tupamaros: excavarían un gran túnel hasta abrir un boquete en el suelo de la Penitenciaría de barrio San Martín.

"El ERP estaba conformado en su mayoría por obreros, y por eso muchos compañeros manejaban técnicas de construcción bajo tierra", explica Ortiz.

En febrero del '75 comenzó el Operativo Córdoba. La estudiante Patricia Colombetti (19 años, compañera sentimental de "Palo" en aquel momento) alquiló una vivienda cerca de la cárcel. Ella era la cara visible en el barrio. En el interior, cuadrillas de militantes fueron cavando, sin descanso, un túnel que bajaba seis metros y luego avanzaba otros 35, hasta desembocar en un gran desagüe pluvial en el que, por debajo de la calle Tambo Nuevo, se podía recorrer una cuadra y llegar a la vereda misma de la Penitenciaría.



Sólo faltaba terminar el último tramo: un nuevo túnel que uniera la cañería con el Pabellón 6, donde unos 50 presos políticos estaban detenidos.

"En ese momento yo estaba militando en Santa Fe, pero sé que incluso un tupamaro fue a Córdoba para ayudar con la construcción de ese túnel", agrega Ortiz.

Lo hicieron a pico y pala, valiéndose de carretillas y zorras para retirar la tierra sobrante. Estaban cerca de lograrlo. Pero en la mañana del 21 de abril de 1975, unos 260 uniformados tendieron un cerco en barrio San Martín. Tenían el dato y comenzaron a requisar casa por casa, hasta que llegaron a Tomás Guido 1429.

Al verse rodeados, los ocupantes de la casa huyeron por el túnel y salieron en una boca de tormenta en Martín García al 1400, donde militares armados los recibieron a balazos. Cinco militantes del ERP fueron abatidos; entre ellos estaba Patricia, la compañera de "Palo" Ortiz.

Cuando los militares encontraron la obra de ingeniería subterránea que el ERP había realizado aprovechando la tubería de desagüe preexistente, sospecharon que podrían repetir las maniobras para liberar a presos políticos detenidos en las celdas del Cabildo, por entonces sede de la Jefatura de Policía. Y como conocían las historias sobre los túneles jesuíticos, comenzó entonces lo que el arqueólogo Alfonso Uribe califica como "una de las mayores destrucciones del patrimonio subterráneo" de Córdoba.

"Los militares sabían que un túnel hidráulico llegaba hasta el Cabildo, y por eso obligaron a las órdenes religiosas y a particulares a cerrar esos espacios subterráneos. Muchas veces lo hicieron ellos mismos: partiéndolos, agregándoles cemento o tapiando, directamente", explica Uribe.

En agosto de 1975, tras recibir denuncias que afirmaban que de noche, cuando mermaba el tránsito del Centro, podían escucharse golpes subterráneos frente al convento de Santa Catalina (sobre Obispo Trejo al lado del bar El Ruedo, a una cuadra del Cabildo). Gendarmes "cavaron una zanja de varios metros frente al convento, y luego vertieron cemento", según recuerda un testigo ocasional, el doctor Antuco Grasso, por entonces médico de las monjas de esa orden.