De café, guerras y travesías
“Prefiero sufrir con café que no estar consciente”
Se dice que alguna vez Napoleón Bonaparte dijo estas palabras, puede uno imaginar que respondiendo a alguna pregunta acerca de por qué tomaba tanto café, o por qué le gustaba esa sustancia todavía considerada un poco misteriosa por los franceses en su época.
Hay una razón por la cual el café es una de las bebidas más consumidas del mundo, y es que el efecto que la cafeína produce en nuestro sistema nervioso, poniéndolo en alerta y despejándolo de todo impedimento generado por el cansancio, es muy útil para los humanos. Nos saca de la cama los lunes por la mañana, o nos mantiene despiertos hasta altas horas de la noche cuando necesitamos leer esa última página una vez más. Pero así como es usado para estas mundanas tareas, también cumplió y cumple un rol de suprema importancia en el apartado bélico de la historia de nuestra especie.
El café ha jugado un papel importantísimo en las raciones de los soldados en el campo de batalla desde su descubrimiento en el siglo XV, y la negra bebida acompaña a los soldados casi tanto como sus rifles y cigarrillos.
En este escrito, voy a tratar de explicar como el café fue cobrando importancia en las tropas de distintas naciones en el mundo a través de los años.
Los orígenes del café y su historia son muy borrosos e inciertos, llenos de mitos y leyendas, lo cual hace difícil estudiar su cronología sin toparse con contradicciones temporales o varias historias parecidas.
Aun así es conciso decir que su origen esta en Etiopía, en el montañoso noreste de África. Aquí es donde se ven las primeras plantas de Coffea, cuyos frutos eran procesados exponiendo su semilla, para ser transportadas a Yemen por mercantes Somalíes. En estas tierras, las semillas eran tostadas y molidas para preparar la negra y misteriosa bebida conocida como qahwah, café en árabe.
Hay recuentos de habitantes de Etiopía, otras naciones africanas, y de miembros del mundo Islámico utilizando bebidas derivadas de la planta de café en rituales religiosos. Los efectos de la cafeína eran especialmente útiles durante la celebración de Ramadán, donde los musulmanes deben hacer ayunos durante el día y mantenerse despiertos hasta altas horas de la noche. El café ayudaba en ambas tareas, ya que era visto como una bebida para engañar la sensación de hambre y mantenerse alerta.
Viendo estos variados usos para el café en sus tierras natales, es coherente pensar que soldados y milicias autóctonas han de haber usado sus propiedades estimulantes para ayudarlos en la batalla, pero lamentablemente no hay registros verdaderos sobre esto, al menos que alguien con el poder de Google pueda encontrar.
Luego de llegar a Yemen, la gran red comercial del medio oriente comenzó a expandir el café como un incendio forestal, haciendo apariciones en Mecca, Constantinopla (hoy en día Estambul), Baghdad, Damasco, y volviendo de nuevo a su continente natal, África, pero esta vez más al norte, en la ciudad egipcia de El Cairo. Aquí empezaron a aparecer varias casas de café, lugares donde la gente se reunía a disfrutar de una taza, o más bien, un pequeño cuenco, de esta bebida.
Casa de café en la sociedad Otomana.
Terminada su expansión por África y el Oriente Medio, era solo cuestión de tiempo para que el café fuera descubierto, adoptado, y colonizado (como la historia lo demanda) por Europa.
Como he mencionado, la historia del café puede verse muy borrosa, a menudo sin poder poner fechas exactas a distintos sucesos. De todos modos, es seguro decir que el café no llega a Europa de una sola forma, si no de varias:
En la parte mediterránea de Europa, el café llega primero a la isla de Malta en 1565. Esta isla, en ese entonces controlada por la Orden de Malta, es asediada por los turcos en ese año. Durante el asedio, muchos musulmanes turcos son tomados como esclavos por la Orden, y forzados a ganarse la vida preparando el café que acostumbraban tomar. De esta forma, la costumbre se esparce por la isla.
También en la zona del mediterrano, el café llega a la República de Venecia gracias al comercio con Egipto, que ya había adoptado entonces el consumo del café en su capital. El café se volvió en Venecia una bebida muy popular en la élite de su sociedad.
En un principio la bebida había sido prohibida por los representantes de la iglesia católica porque la consideraban un pecado y una bebida diabólica. Aun así, luego de darle un sorbo para corroborar la decisión de sus subordinados, el papa Clemente VIII aprobó su uso. Esto hizo que su comercio floreciera en Italia, y una de las primeras cafeterías abre en 1683 en Venecia.
Lloyd’s coffee house en Londres.
En la parte norte de Europa, el café llega a Inglaterra por varias rutas. Primero, por el comercio con los turcos otomanos, lo que lleva a la primera casa de café inglesa abriendo sus puertas en 1653. El comercio del café crece a tal nivel que luego Inglaterra puede exportarlo de sus imperios en la India, y también mediante el comercio con las compañías Holandesas, que habían logrado robar las primeras plantas de café vivas desde Turquía, para luego plantarlas en sus dominios en India y poder comercializarlas.
Pero en mi opinión, la historia más interesante de la llegada del café a Europa es mediante el asedio de Viena por parte de los turcos, ya que esta liga al uso del café por las tropas de batalla a la expansión del café.
Una de las primeras apariciones del café siendo transportado y bebido por tropas de combate es durante el asedio de Viena por parte de los Turcos Otomanos en 1683. Es posible imaginar que estos soldados consumían el café de la forma que hoy conocemos como café turco, un concentrado café sin filtrar que se hace simplemente llevando a hervor el café molido y agua.
Es dicho, aunque esto es probablemente mas mito que realidad, que la aparición de las conocidas casas de café Vienesas, tienen origen en el levantamiento del asedio llevado a cabo por los Turcos Otomanos, quienes dejaron en sus campamentos grandes bolsas del grano negro, misterioso entonces para los habitantes de la ciudad. El rey de la mancomunidad Polaco-Lituana, sin saber del uso de estos granos, se los encomienda a un oficial llamado Jerzy Franciszek Kulczycki, quien si conocía de ellos gracias a su tiempo en cautiverio en Turquía y adapta la fuerte bebida turca a los gustos europeos, añadiendo azúcar y leche. La primera casa de café en Viena fue abierta en 1685, pero no por Kulczycki, si no por Johannes Theodat, un mercante Armenio.
Casas de café vienesa.
Diría entonces que esto da a los turcos el gran título de responsables de accidentalmente crear una cultura cafetera que todavía perdura hasta hoy. Es posible pensar que si no hubiesen introducido su forma de preparar el café, que produce una taza bastante concentrada, los europeos nunca se hubiesen volcado en la búsqueda de una taza similar, como termina siendo el espresso.
Debemos el descubrimiento del café a los habitantes de Etiopía y su curiosidad, pero debemos su expansión por el mundo a la crueldad y el voraz comercio de los Turcos Otomanos.
Durante estos años de expansión, es interesante notar que además de la aparición del café como un artículo más para la venta, siempre es acompañado de la apertura de muchas casas de café, lugares donde la gente se juntaba a consumir la bebida, preparada posiblemente por alguien que conocía como hacerlo de forma más adecuada. Siempre el café fue adoptado como una bebida comunal, tanto en los rituales etiopianos como en los desayunos continentales franceses.
La aparición de casas de café en las grandes ciudades causaba estragos en la habilidad de los gobiernos de controlar a su población, ya que estas casas proveían un lugar donde tener un saludable y sobrio discurso político y cultural, sin la lentitud de sinapsis usualmente provocada por la cerveza, la bebida más consumida antes de la aparición del café.
La cerveza era extremadamente popular en la antigüedad, al ser fermentada duraba más tiempo, y era consumida hasta en los desayunos, hasta incluso por los niños. Un ciudadano promedio del norte de Europa consumía cerca de 3 litros por día de cerveza, así que es fácil ver cómo la introducción del café hizo que estas ebrias mentes colectivas puedan empezar a despejarse del alcohol y a tener discusiones sobre las injusticias que sus gobiernos les dictaban.
Murad IV, sultán del Imperio Otomano (1612–1640)
Tanto fue así que el café fue prohibido en muchísimas culturas distintas. Un buen ejemplo es el del sultán Murad IV, del Imperio Turco Otomano, quien había asumido el trono a los 11 años de edad, y para los 20 ya había ordenado la ejecución de más de 500 soldados, así que sabemos un poco sobre su temperamento. Durante una de sus andanzas por su pueblo, donde salía disfrazado para escuchar las cosas que se hablaban sobre él y su gobierno entre su gente, entró a una casa de café, donde escuchó “gente despierta y sobria discutiendo sobre los asuntos del imperio, y culpando a la administración”. Poco después de esto Murad prohibió rotundamente el café, hundiendo barcos con este cargamento, ejecutando gente que era encontrada consumiéndolo, y principalmente prohibiendo la existencia de las casas de café.
Durante los años de vida de Murad, Estambul permaneció “tan desolada de café como los corazones de los ignorantes”, dicen historiadores Islámicos. Murad moriría de envenenamiento por alcohol, otra de las sustancias que había prohibido. Luego de su muerte, las casas de café volvieron a florecer en Estambul.
Las casas de café, como bien advirtió Murad, le daban al pueblo la habilidad de reunirse y discutir sobriamente sobre las decisiones que sus gobiernos tomaban por ellos. La revolución francesa fue gestada en una cafetería. Pronto, sus salones se convirtieron casi en un parlamento del pueblo, lo que las voces de las casas de café querían, era lo que triunfaba.
Saliendo de Europa, pero no sin su control, el café se esparció por el mundo, llegando a Asia y América luego de la adopción de la costumbre en los europeos. Estos necesitaban producir el café en cantidades más grandes que lo que les proveía la India.
En Asia el café tardó en ser adoptado, más que nada por la afinidad de sus pueblos por el té, y también por otras restricciones gubernamentales.
Pero en América, no tardó en hacerse una de las plantas más importantes en ser sembradas y cosechadas en sus tierras. Lamentablemente, esto no fue posible sin la gran cuota de crueldad y esclavitud que es común de las intervenciones europeas en América durante esos tiempos.
En primer lugar, la planta de café llega a las islas del Caribe. Es importante notar que probablemente el café ya era consumido en América por los colonos, pero lo difícil era transportar plantas vivas que aguantaran todo el viaje, para que puedan ser plantadas cuando llegaran a tierra firme. Es difícil apuntar con exactitud a quién fue el primer imperio conquistador en introducir la planta de café a América y plantarlo en sus colonias, pero se sabe que fueron o los Holandeses, en Surinam (1718), o los franceses, en sus colonias de Saint-Domingue (ahora República Dominicana y Haití) y Martinica, otra isla francesa en el caribe.
Pero quizás de estas 3 apariciones, la más interesante es la de la isla de Martinique, donde fue Gabriel de Clieu quien logró llevar plantas de café albergadas en viveros franceses, a América en 1720. Durante el viaje, el agua era muy estrictamente racionada entre los tripulantes, lo cual hacía difícil cumplir con las tareas de riego que los plantines de café requieren. Se dice que de Clieu sacrificó parte de su ración para poder regar a las plantas, así logrando cruzar el Atlántico con ellas.
Gabriel De Clieu cuidando de uno de los plantines de Coffea.
Después de su llegada a América, el sembrado de café prospero por todo Centro América y América latina, creando un caos de esclavitud, crueldad, e imperialismo de manual por todo el continente. Mucha de la mano de obra usada para el sembrado y cosecha del café era mano de obra esclava, traída de África en el caso de las colonias francesas, y en ocasiones poblaciones indígenas enteras, como fue el caso de Guatemala.
El país que más prosperó gracias al comercio del café fue Brasil, que hasta hoy en día es el productor de café más grande del mundo.
Pasados los años, llegando a fines del siglo XVIII, el café ya era consumido en cantidades por todo el mundo. No tardó nada de tiempo en abrir su camino desde las casas y cafeterías de las ciudades, hacia las raciones militares de los soldados en todos los países de la tierra, y a ser preparado en los descansos entre batallas, o hasta durante los combates.
En Estados Unidos, luego del motín del té en Boston, los americanos comenzaron a consumir más y más café. Uno de los primeros bocetos de la declaración de independencia es leído en la taberna de la ciudad, llamada Cafetería de los Mercantes (Merchant’s Coffee House), en Filadelfia.
Décadas más tarde, con el comienzo de la Guerra Civil estadounidense, el café vuelve a cobrar un papel importantísimo en la historia del país, pero más importante, en el día a día de sus soldados en las trincheras.