Colau prohíbe la misa en el castillo de Montjuïc por los sublevados de 1936
El acto en el foso de Santa Elena se celebraba casi ininterrumpidamente desde 1940
JACINTO ANTÓN - El País
Misa en el foso de Santa Elena en el Castillo de Montjuïc, tras la guerra. / JAUME BIOSCA (ARXIU CENTRE EXCURSIONISTA DE CATALUNYA)
La tradicional misa en al antiguo santuario en el castillo de Montjuïc dedicado a los caídos en la Guerra Civil del autodenominado bando nacional no va a celebrarse este año. El Ayuntamiento de Barcelona que encabeza Ada Colau ha decidido no autorizar el uso de la fortaleza, de la que es titular, para la realización del acto, que se ha llevado a cabo en el foso de Santa Elena casi ininterrumpidamente desde la inauguración allí el 1 de diciembre de 1940 de un espacio monumental de recuerdo de los “héroes y mártires del Glorioso Movimiento Nacional”.
El consistorio aduce que la misa, que pretendía celebrarse el domingo, 19 de julio, y se presentaba como acto por todos los difuntos de la guerra, contravenía la ley de memoria histórica al encubrir en realidad “un acto de exaltación” del alzamiento militar, como ha señalado esta tarde en una rueda de prensa el teniente de alcalde Jaume Asens, que ha recalcado lo muy significativo de la fecha elegida.
Asens ha añadido que diversas asociaciones de víctimas del franquismo, como la de expresos políticos y la de Inmolados por la libertad, habían expresado su queja por la convocatoria de la misa y manifestó que la prohibición —”no autorización” en su lenguaje— responde en buena medida al deseo de “salvaguardar el sentimiento de las víctimas”, El teniente de alcalde ha recordado que uno de los compromisos de campaña de Barcelona en Comú era ser especialmente sensible en temas de memoria histórica y que el Ayuntamiento no podía favorecer un acto como el que se pretendía.
La misa estaba organizada por la asociación Amigos del Castillo, cuya presidenta, Carmen Fuster, fue, según fuentes municipales, destacada participante en el acto de jura de bandera de civiles celebrada el pasado 27 de junio en el Acuartelamiento de El Bruc.El consistorio ha ofrecido la posibilidad de celebrar la misa en otro espacio público municipal en una fecha que no coincida con el aniversario del alzamiento militar en la ciudad.
El comisionado de Memoria, Xavier Doménech, ha admitido que todo el mundo tiene derecho a su memoria y que hay que trabajar la coexistencia en Montjuïc de esas diferentes memorias, pero sin olvidar, puntualizó, los aspectos éticos y el predominio de la memoria democrática.
En el foso de Santa Elena, del que se ha ido retirando toda la iconografía franquista y que desde hace un año está abierto a la ciudadanía, se fusiló durante la Guerra Civil a más de un centenar de presos del bando sublevado. Al poco de acabar la contienda, el 16 de abril de 1939 tuvo lugar ya un primer homenaje a esos ejecutados con asistencia del capitán general Eliseo Álvarez Arenas y el Conde de Montseny, entre otras autoridades. El espacio devino santuario —se enterró una arqueta con tierra “empapada con la sangre redentora de nuestros mártires”— y las misas ocasión multitudinaria de autoafirmación franquista con profuso despliegue de simbología del régimen.
miércoles, 5 de agosto de 2015
martes, 4 de agosto de 2015
Japón: Un samurái negro
Un samurai negro en la corte del Señor más poderoso de Japón
Javier Sanz - Historias de la Historia
A mediados del siglo XVI, las costas de Japón empezaban a ser frecuentadas por barcos portugueses y españoles, que por aquellos tiempos ya surcaban el Pacífico como quien va de Santurce a Bilbao. Además de las sedas y especias de rigor, en estos mercantes solían ir también, como parte del lote, cuadrillas de misioneros, jesuitas en su mayoría, deseosos de recolectar almas frescas para el Señor por aquellas tierras paganas. Y hay que decir que no eran pocos los nobles japoneses que veían con curiosidad, y hasta con buenos ojos, esta nueva religión. Uno de estos aficionados a las novedades extranjeras era Oda Nobunaga, el primero de los tres grandes unificadores del imperio insular, que hacia 1580 se las había arreglado para poner bajo su control medio país y tener atado en corto al otro medio. No era exagerado considerarlo el rey de facto de Japón. Hombre de inquieta inteligencia y miras avanzadas, Nobunaga estaba en buenos términos con los jesuitas y, aunque convertirse al cristianismo no entraba en los planes de un ateo convencido como él, gustaba de recibir de cuando en cuando a los frailes en audiencia para informarse de cómo era el mundo más allá de los confines del archipiélago nipón.
Oda Nobunaga, el gran unificador de Japón
Pero cuentan las crónicas que, un buen día de 1581, la paz que con tanto esfuerzo había logrado imponer Nobunaga en la capital se vio de pronto alterada por la llegada de un pintoresco invitado. Recién llegado a Kyoto, el padre visitador de los jesuitas, Alessando Valignano, traía en su comitiva a alguien cuyo verdadero nombre desconocemos, pero a quien los japoneses no tardarían en bautizar como Yasuke:
Esclavos negros y comerciantes europeos vistos por los artistas de la época
El señor de los Oda, siempre amigo de las novedades, quedó encantado con el descubrimiento, y consiguió que los jesuitas le cedieran a Yasuke para ponerlo a su servicio. Pero Yasuke, un chicarrón espabilado y con don de lenguas, sería algo más que una nueva adquisición para la colección de rarezas de Nobunaga. Las crónicas de la época lo describen así:
Yasuke como héroe de un libro de cuentos infantiles
Nadie sabe cuán lejos podría haber llegado Yasuke en la corte. Al morir Nobunaga en 1582, su pista se desvanece definitivamente entre las brumas de la Historia. Se dice que estuvo presente la fatídica noche en que Nobunaga cayó víctima del ataque a traición de Akechi Mitsuhide, uno sus propios generales. En uno de los episodios más famosos de la historia de Japón, por razones que aún 400 años después siguen sin estar claras, Mitsuhide decidió rebelarse contra su señor y caer por sorpresa sobre el templo de Honnoji, en Kyoto, donde Nobunaga pernoctaba plácidamente protegido por una reducida guarnición antes de reunirse con el grueso de sus tropas y partir a la batalla. Al amanecer, las llamas habían consumido Honnoji hasta los cimientos y el cadáver de Nobunaga desaparecía para siempre entre sus cenizas.
Según dicen, Yasuke habría formado parte de esa pequeña guarnición de leales y se habría batido el cobre como un samurái más tratando de evitar lo inevitable. Entre rescoldos humeantes, las tropas rebeldes dieron con él y lo llevaron ante su general, Mitsuhide, que debió pensar que no merecía la pena añadir su cabeza a la nutrida colección que ya habían acumulado y lo envió al “templo bárbaro” (o sea, la iglesia de los jesuitas en Kyoto) para que los suyos se hicieran cargo de él.
Ilustración moderna de Yasuke escoltando a su señor
Lo más probable es que, bajo la tutela de los frailes, acabara en Goa o en alguna otra de sus misiones en Asia. Quién sabe, hasta puede que el bueno de Yasuke tuviera la suerte de volver a casa y acabar sus días en su Mozambique natal. A buen seguro, habría tenido un buen repertorio de historias con las que asombrar a sus compatriotas a su regreso. Samurái o no, podía jactarse de haber servido en la corte del señor más poderoso de Japón. No está mal para alguien que empezó su viaje cubierto de cadenas en un barco negrero.
Colaboración de R. Ibarzabal
Fuentes: The Chronicle of Lord Nobunaga – Ota Gyuichi; Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women – Gary Leupp; Histoire ecclesiastique des isles et royaumes du Japon – François Solier
Javier Sanz - Historias de la Historia
A mediados del siglo XVI, las costas de Japón empezaban a ser frecuentadas por barcos portugueses y españoles, que por aquellos tiempos ya surcaban el Pacífico como quien va de Santurce a Bilbao. Además de las sedas y especias de rigor, en estos mercantes solían ir también, como parte del lote, cuadrillas de misioneros, jesuitas en su mayoría, deseosos de recolectar almas frescas para el Señor por aquellas tierras paganas. Y hay que decir que no eran pocos los nobles japoneses que veían con curiosidad, y hasta con buenos ojos, esta nueva religión. Uno de estos aficionados a las novedades extranjeras era Oda Nobunaga, el primero de los tres grandes unificadores del imperio insular, que hacia 1580 se las había arreglado para poner bajo su control medio país y tener atado en corto al otro medio. No era exagerado considerarlo el rey de facto de Japón. Hombre de inquieta inteligencia y miras avanzadas, Nobunaga estaba en buenos términos con los jesuitas y, aunque convertirse al cristianismo no entraba en los planes de un ateo convencido como él, gustaba de recibir de cuando en cuando a los frailes en audiencia para informarse de cómo era el mundo más allá de los confines del archipiélago nipón.
Oda Nobunaga, el gran unificador de Japón
Pero cuentan las crónicas que, un buen día de 1581, la paz que con tanto esfuerzo había logrado imponer Nobunaga en la capital se vio de pronto alterada por la llegada de un pintoresco invitado. Recién llegado a Kyoto, el padre visitador de los jesuitas, Alessando Valignano, traía en su comitiva a alguien cuyo verdadero nombre desconocemos, pero a quien los japoneses no tardarían en bautizar como Yasuke:
Habría traído el Padre Alexandre consigo de las Indias un vasallo mauro, tan negro como los etíopes de Guinea, pero nativo de Mozambique, de esos que son llamados propiamente cafres, habitantes del cabo de Buena Esperanza.No sabemos si Yasuke era la primera persona de raza negra que ponía pie en Japón, ya que no era raro encontrar esclavos africanos en los galeones europeos de la época. Pero, por lo que parece, debió de ser el primer negro que veían en la capital nipona, porque las gentes de Kyoto se volvieron locas con él. Una multitud enfervorecida se agolpaba día y noche a las puertas de la residencia de los jesuitas. Hubo hasta trifulcas a pedrada limpia para pillar un buen sitio desde el que divisar el portento. Todos querían ver a aquel misterioso hombre de piel atezada como el carbón. Las autoridades, desbordadas, tuvieron que intervenir para poner orden en aquel desmadre. Y, por aquel entonces, la autoridad en Kyoto era Nobunaga. En cuanto se enteró del revuelo, le faltó tiempo para convocar al gerifalte jesuita a la corte y comprobar en persona la causa de tanta algarabía. Cuando vio a Yasuke aparecer ante sus ojos, se quedó de una pieza. No podía creerse que esa piel, negra zahína, fuese de verdad. De hecho, sospechando que los jesuitas estuvieran tratando de dársela con queso y en realidad no se tratase más que de un tipo pintarrajeado de betún, Nobunaga mandó traer un barreño de agua y, tras ponerlo en pelota picada, hizo que enjabonaran al pobre esclavo a conciencia. Solo después de ver que, lavado tras lavado, aquello no desteñía, Nobunaga se convenció de que no había trampa ni cartón. Efectivamente, tenía ante sí a un fulano negro como noche sin luna.
Esclavos negros y comerciantes europeos vistos por los artistas de la época
El señor de los Oda, siempre amigo de las novedades, quedó encantado con el descubrimiento, y consiguió que los jesuitas le cedieran a Yasuke para ponerlo a su servicio. Pero Yasuke, un chicarrón espabilado y con don de lenguas, sería algo más que una nueva adquisición para la colección de rarezas de Nobunaga. Las crónicas de la época lo describen así:
Aparenta entre 26 o 27 años, grande y oscuro como un buey; tiene la fuerza de diez hombres y buen discernimiento.Según cuentan, se convirtió en un miembro destacado de su séquito, hasta el punto de despertar celos e intrigas en palacio. Las malas leguas decían que Nobunaga, tan satisfecho de sus servicios como estaba, acabaría por nombrarlo señor de algún castillo el día menos pensado. Aunque no hay constancia de ello, hay quien asegura incluso que llegó a armarlo samurái. Este extremo es poco probable pero, conociendo al señor de los Oda y su gusto por las excentricidades, tampoco es del todo descartable (De hecho, algunos cuentos infantiles así lo relatan y dibujan). Si alguien llegó a tener alguna vez un samurái negro a su servicio, ese era Nobunaga,
Yasuke como héroe de un libro de cuentos infantiles
Nadie sabe cuán lejos podría haber llegado Yasuke en la corte. Al morir Nobunaga en 1582, su pista se desvanece definitivamente entre las brumas de la Historia. Se dice que estuvo presente la fatídica noche en que Nobunaga cayó víctima del ataque a traición de Akechi Mitsuhide, uno sus propios generales. En uno de los episodios más famosos de la historia de Japón, por razones que aún 400 años después siguen sin estar claras, Mitsuhide decidió rebelarse contra su señor y caer por sorpresa sobre el templo de Honnoji, en Kyoto, donde Nobunaga pernoctaba plácidamente protegido por una reducida guarnición antes de reunirse con el grueso de sus tropas y partir a la batalla. Al amanecer, las llamas habían consumido Honnoji hasta los cimientos y el cadáver de Nobunaga desaparecía para siempre entre sus cenizas.
Según dicen, Yasuke habría formado parte de esa pequeña guarnición de leales y se habría batido el cobre como un samurái más tratando de evitar lo inevitable. Entre rescoldos humeantes, las tropas rebeldes dieron con él y lo llevaron ante su general, Mitsuhide, que debió pensar que no merecía la pena añadir su cabeza a la nutrida colección que ya habían acumulado y lo envió al “templo bárbaro” (o sea, la iglesia de los jesuitas en Kyoto) para que los suyos se hicieran cargo de él.
Ilustración moderna de Yasuke escoltando a su señor
Lo más probable es que, bajo la tutela de los frailes, acabara en Goa o en alguna otra de sus misiones en Asia. Quién sabe, hasta puede que el bueno de Yasuke tuviera la suerte de volver a casa y acabar sus días en su Mozambique natal. A buen seguro, habría tenido un buen repertorio de historias con las que asombrar a sus compatriotas a su regreso. Samurái o no, podía jactarse de haber servido en la corte del señor más poderoso de Japón. No está mal para alguien que empezó su viaje cubierto de cadenas en un barco negrero.
Colaboración de R. Ibarzabal
Fuentes: The Chronicle of Lord Nobunaga – Ota Gyuichi; Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women – Gary Leupp; Histoire ecclesiastique des isles et royaumes du Japon – François Solier
lunes, 3 de agosto de 2015
Irlanda: Fucking ingleses piden que recuerden a sus tropas de ocupación
Insulta recordar muertes del ejército británico por igual a las víctimas de los eventos de 1916
Niall O'Dowdniallodowd
Irish Central
Tras el Alzamiento de Pascua, los soldados del Ejército británico buscan un coche en el monte de la calle del puente sobre el Gran Canal, en una zona de Dublín que había visto la lucha feroz y prolongada. Foto por: Biblioteca Nacional de Irlanda
Las familias de algunos soldados británicos desde 1916 están pidiendo un monumento en Irlanda para el ejército británico muerto en el conflicto.
31 soldados británicos murieron en los combates y los nietos de uno de ellos, el capitán Frederick Dietrichsen, han pedido un monumento permanente.
El memorial del ejército británico se está convirtiendo en un poco de un movimiento.
Escribiendo en el Irish Times el editor político Sábado Stephen Collins aprueba esto. Él escribió: "El programa conmemorativo para 2016 anche Reconoce la escala de bajas civiles en Pascua 1916, y no elude de reconocer que el ejército y la policía bajas británicas son anche digno de recuerdo."
Pero, ¿son todos iguales?
Si el zapato estuviese en el otro pie sería los británicos igualmente debieran recordar los bombarderos del IRA que se suicidaron al plantar bombas durante los disturbios o el gobierno irlandés se perdonaría a los asesinos de Garda Jerry McCabe como parte de un reconocimiento de que todos los participantes y las víctimas eran iguales de alguna manera ?
¿Hay que saludar a los hombres que James Connolly atado a una silla de ruedas, le vendaron los ojos y lo ejecutado?
¿O los hombres del regimiento South Staffordshire, que como comentarista John Dorney ha escrito, bayoneta a la muerte de 15 civiles inocentes?
"Enfurecido con las pérdidas que habían sufrido, en la noche del viernes por la noche y la madrugada del sábado, las tropas irrumpieron en las casas de los lugareños y fusilados o bayonetas 15 hombres quienes civiles que acusaban de ser rebeldes. Ellos mataron a tres hombres en 170 Dueños de la calle Norte Cuyo muertos cuerpos se encontró que tenían heridas de bayoneta, luego irrumpieron en el número 172 y mataron a dos hombres. En el número 174 de dos opiniones más fueron asesinados a tiros. Dos opiniones más hombres civiles murieron en el número 177 en 27 North King Street y otros cuatro hombres, que trabajaron allí en el Dairy Louth fueron encontrados muertos en un sótano y un hombre más fue asesinado en el número 91. El decimoquinto fue muerto a tiros en la contigua Coleraine la calle por las tropas británicas ".
Estas masacres fueron cualquier realizan de forma rutinaria por el Tans Negro y en años posteriores y que también sufrió grandes bajas en la Guerra de la Independencia. ¿Vamos a escuchar las llamadas para conmemorar caído también su igual?
Nos guste o no a los británicos estaban en Irlanda como conquistadores, no aceptado por la gente nativa. El ejército británico en 1916 defendía una posesión imperialista y estaba dispuesto a matar y mutilar masacre Los que se opusieron el dominio británico.
En la nueva Irlanda son estos agresores que deben ser considerados a la par con los revolucionarios irlandeses y los ciudadanos irlandeses que murieron?
Yo creo que no. La teoría Kumbaya de la historia sólo nos lleva hasta el momento.
Es una mala idea ya que el Sinn Féin TD Peadar Toibin escribió en Twitter: "Los soldados británicos que imponen la opresión a través de la violencia ¿No deberían ser conmemorado por igual con los voluntarios irlandeses en busca de libertad."
Amen a eso.
Niall O'Dowdniallodowd
Irish Central
Tras el Alzamiento de Pascua, los soldados del Ejército británico buscan un coche en el monte de la calle del puente sobre el Gran Canal, en una zona de Dublín que había visto la lucha feroz y prolongada. Foto por: Biblioteca Nacional de Irlanda
Las familias de algunos soldados británicos desde 1916 están pidiendo un monumento en Irlanda para el ejército británico muerto en el conflicto.
31 soldados británicos murieron en los combates y los nietos de uno de ellos, el capitán Frederick Dietrichsen, han pedido un monumento permanente.
El memorial del ejército británico se está convirtiendo en un poco de un movimiento.
Escribiendo en el Irish Times el editor político Sábado Stephen Collins aprueba esto. Él escribió: "El programa conmemorativo para 2016 anche Reconoce la escala de bajas civiles en Pascua 1916, y no elude de reconocer que el ejército y la policía bajas británicas son anche digno de recuerdo."
Pero, ¿son todos iguales?
Si el zapato estuviese en el otro pie sería los británicos igualmente debieran recordar los bombarderos del IRA que se suicidaron al plantar bombas durante los disturbios o el gobierno irlandés se perdonaría a los asesinos de Garda Jerry McCabe como parte de un reconocimiento de que todos los participantes y las víctimas eran iguales de alguna manera ?
¿Hay que saludar a los hombres que James Connolly atado a una silla de ruedas, le vendaron los ojos y lo ejecutado?
¿O los hombres del regimiento South Staffordshire, que como comentarista John Dorney ha escrito, bayoneta a la muerte de 15 civiles inocentes?
"Enfurecido con las pérdidas que habían sufrido, en la noche del viernes por la noche y la madrugada del sábado, las tropas irrumpieron en las casas de los lugareños y fusilados o bayonetas 15 hombres quienes civiles que acusaban de ser rebeldes. Ellos mataron a tres hombres en 170 Dueños de la calle Norte Cuyo muertos cuerpos se encontró que tenían heridas de bayoneta, luego irrumpieron en el número 172 y mataron a dos hombres. En el número 174 de dos opiniones más fueron asesinados a tiros. Dos opiniones más hombres civiles murieron en el número 177 en 27 North King Street y otros cuatro hombres, que trabajaron allí en el Dairy Louth fueron encontrados muertos en un sótano y un hombre más fue asesinado en el número 91. El decimoquinto fue muerto a tiros en la contigua Coleraine la calle por las tropas británicas ".
Estas masacres fueron cualquier realizan de forma rutinaria por el Tans Negro y en años posteriores y que también sufrió grandes bajas en la Guerra de la Independencia. ¿Vamos a escuchar las llamadas para conmemorar caído también su igual?
Nos guste o no a los británicos estaban en Irlanda como conquistadores, no aceptado por la gente nativa. El ejército británico en 1916 defendía una posesión imperialista y estaba dispuesto a matar y mutilar masacre Los que se opusieron el dominio británico.
En la nueva Irlanda son estos agresores que deben ser considerados a la par con los revolucionarios irlandeses y los ciudadanos irlandeses que murieron?
Yo creo que no. La teoría Kumbaya de la historia sólo nos lleva hasta el momento.
Es una mala idea ya que el Sinn Féin TD Peadar Toibin escribió en Twitter: "Los soldados británicos que imponen la opresión a través de la violencia ¿No deberían ser conmemorado por igual con los voluntarios irlandeses en busca de libertad."
Amen a eso.
domingo, 2 de agosto de 2015
Argentina: El accidente de Retiro
La explosión del cuartel del Retiro
Una accidente hizo volar en 1864 el polvorín del ejército cerca de la actual Plaza San Martín. Cuentan que hubo 50 muertos.
Los cuarteles de Retiro a mediados del siglo XIX.
Eduardo Parise - Clarín
Cuando ocurrió la explosión en Retiro, la nefasta Guerra de la Triple Alianza llevaba menos de un mes de comenzada. Y aunque la Argentina todavía era neutral (recién iba a participar militarmente desde abril de 1865), su influencia política en el conflicto ya era visible. De todas maneras, aquel hecho que conmovió a Buenos Aires el 9 de diciembre de 1864 no estaba vinculado con ese enfrentamiento: siempre se lo consideró un accidente. La historia habla de cincuenta muertos y muchos daños, no sólo en el cuartel sino también en los edificios de los alrededores que, por fortuna, todavía no eran muchos.
El cuartel estaba en lo que hoy son las cercanías del monumento al General José de San Martín, cuya imagen ecuestre había sido inaugurada en 1862. Los registros dicen que la explosión ocurrió quince minutos después de las 7 de una calurosa mañana porteña. Fue justo cuando los soldados de dos compañías del Regimiento de Artillería volvían al cuartel después de realizar trabajo de campo en el llamado “hueco de las cabecitas” (actual plaza Vicente López), un área por entonces bastante despoblada. Cuentan que en ese momento estalló el polvorín del cuartel y literalmente voló toda el ala derecha del edificio. Los soldados quedaron tapados por los escombros.
Después del primer momento de angustiosa sorpresa, llegó la asistencia. Entre una nube de polvo flotando en el aire soldados de la Legión Militar y del Segundo Batallón de línea empezaron a remover aquellas piedras. La intención era rescatar sobrevivientes. Además, mucha gente llegó para asistir a los habitantes de la zona vecina. Es que en todas las viviendas de los alrededores no sólo habían estallado los vidrios: puertas y ventanas también habían sido arrancadas de cuajo y mucha mampostería había quedado hecha pedazos. Se recuerda que el cura párroco de la cercana iglesia del Socorro corrió hasta el lugar para asistir espiritualmente a las víctimas que habían salvado sus vidas por milagro.
Años más tarde, el edificio había sido reconstruido para seguir funcionando como cuartel. Algunas versiones dicen que en un tiempo antes de la explosión se habían realizado trabajos bajo la dirección del arquitecto Edward Taylor, el mismo de la Aduana Nueva que estaba junto a la Casa Rosada. Sin embargo, otros investigadores lo desmienten. Lo que sí confirman es que recién en 1883 se agregaron torres con almenas en los extremos del edificio original del siglo XVIII. Además, se construyeron dependencias en un primer piso y se modificó el portón central, levantando una torre cuadrada que le otorgaba al sitio una imagen más militar.
Pero para ese tiempo la Ciudad ya perfilaba cambios importantes y el área en donde estaba el cuartel empezaba a transformarse en residencia de muchas familias que, en 1871, habían dejado el Sur por la epidemia de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires. Eso motivó que empezara a pensarse en el desplazamiento de las instalaciones militares hacia otros lugares. En 1878, cuando se cumplía el centenario del nacimiento de San Martín, la plaza cambió de nombre, dejando atrás el de Plaza de Marte por el actual que recuerda al prócer.
La demolición total del cuartel se realizó en 1891. La idea era que ese terreno lo ocupara el famoso Pabellón Argentino que había estado en la Exposición Universal realizada en 1889 en París, para celebrar el centenario de la Revolución Francesa.
Aquel Pabellón, totalmente desarmado, ya había sido embarcado hacia Buenos Aires. Luego estaría en Retiro hasta 1933, cuando lamentablemente se lo desguazó y se vendió como chatarra. El Cuartel de Artillería, igual que el Pabellón de París, quedó en el recuerdo. Pero no fueron las únicas construcciones de la zona de Retiro que se convirtieron en leyenda. En ese lugar, en 1800, se había edificado la segunda y última plaza de toros que tuvo Buenos Aires.
La tarea de construirla se la había encargado el virrey Gabriel Miguel de Avilés y del Fierro a don Martín Boneo y Villalonga, una suerte de “intendente” porteño de aquellos años. La demolieron en 1819. Pero esa es otra historia.
Una accidente hizo volar en 1864 el polvorín del ejército cerca de la actual Plaza San Martín. Cuentan que hubo 50 muertos.
Los cuarteles de Retiro a mediados del siglo XIX.
Eduardo Parise - Clarín
Cuando ocurrió la explosión en Retiro, la nefasta Guerra de la Triple Alianza llevaba menos de un mes de comenzada. Y aunque la Argentina todavía era neutral (recién iba a participar militarmente desde abril de 1865), su influencia política en el conflicto ya era visible. De todas maneras, aquel hecho que conmovió a Buenos Aires el 9 de diciembre de 1864 no estaba vinculado con ese enfrentamiento: siempre se lo consideró un accidente. La historia habla de cincuenta muertos y muchos daños, no sólo en el cuartel sino también en los edificios de los alrededores que, por fortuna, todavía no eran muchos.
El cuartel estaba en lo que hoy son las cercanías del monumento al General José de San Martín, cuya imagen ecuestre había sido inaugurada en 1862. Los registros dicen que la explosión ocurrió quince minutos después de las 7 de una calurosa mañana porteña. Fue justo cuando los soldados de dos compañías del Regimiento de Artillería volvían al cuartel después de realizar trabajo de campo en el llamado “hueco de las cabecitas” (actual plaza Vicente López), un área por entonces bastante despoblada. Cuentan que en ese momento estalló el polvorín del cuartel y literalmente voló toda el ala derecha del edificio. Los soldados quedaron tapados por los escombros.
Después del primer momento de angustiosa sorpresa, llegó la asistencia. Entre una nube de polvo flotando en el aire soldados de la Legión Militar y del Segundo Batallón de línea empezaron a remover aquellas piedras. La intención era rescatar sobrevivientes. Además, mucha gente llegó para asistir a los habitantes de la zona vecina. Es que en todas las viviendas de los alrededores no sólo habían estallado los vidrios: puertas y ventanas también habían sido arrancadas de cuajo y mucha mampostería había quedado hecha pedazos. Se recuerda que el cura párroco de la cercana iglesia del Socorro corrió hasta el lugar para asistir espiritualmente a las víctimas que habían salvado sus vidas por milagro.
Años más tarde, el edificio había sido reconstruido para seguir funcionando como cuartel. Algunas versiones dicen que en un tiempo antes de la explosión se habían realizado trabajos bajo la dirección del arquitecto Edward Taylor, el mismo de la Aduana Nueva que estaba junto a la Casa Rosada. Sin embargo, otros investigadores lo desmienten. Lo que sí confirman es que recién en 1883 se agregaron torres con almenas en los extremos del edificio original del siglo XVIII. Además, se construyeron dependencias en un primer piso y se modificó el portón central, levantando una torre cuadrada que le otorgaba al sitio una imagen más militar.
Pero para ese tiempo la Ciudad ya perfilaba cambios importantes y el área en donde estaba el cuartel empezaba a transformarse en residencia de muchas familias que, en 1871, habían dejado el Sur por la epidemia de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires. Eso motivó que empezara a pensarse en el desplazamiento de las instalaciones militares hacia otros lugares. En 1878, cuando se cumplía el centenario del nacimiento de San Martín, la plaza cambió de nombre, dejando atrás el de Plaza de Marte por el actual que recuerda al prócer.
La demolición total del cuartel se realizó en 1891. La idea era que ese terreno lo ocupara el famoso Pabellón Argentino que había estado en la Exposición Universal realizada en 1889 en París, para celebrar el centenario de la Revolución Francesa.
Aquel Pabellón, totalmente desarmado, ya había sido embarcado hacia Buenos Aires. Luego estaría en Retiro hasta 1933, cuando lamentablemente se lo desguazó y se vendió como chatarra. El Cuartel de Artillería, igual que el Pabellón de París, quedó en el recuerdo. Pero no fueron las únicas construcciones de la zona de Retiro que se convirtieron en leyenda. En ese lugar, en 1800, se había edificado la segunda y última plaza de toros que tuvo Buenos Aires.
La tarea de construirla se la había encargado el virrey Gabriel Miguel de Avilés y del Fierro a don Martín Boneo y Villalonga, una suerte de “intendente” porteño de aquellos años. La demolieron en 1819. Pero esa es otra historia.
sábado, 1 de agosto de 2015
viernes, 31 de julio de 2015
San Martín: Las necrológicas francesas
Así informaron en Francia la muerte de José de San Martín
Claudia Peiró - Infobae
Por: Claudia Peiró cpeiro@infobae.com
El 21 de agosto de 1850, un diario de Boulogne-sur-mer publicó una necrológica que sorprende por lo completa y detallada. Escrita por un amigo francés, es una minibiografía exenta de algunas deformaciones de que fue objeto luego la trayectoria del Libertador
Adolph Gérard era el propietario de la casa que San Martín habitó en Boulogne-sur-mer durante poco más de un año y medio y en la cual murió. El general alquilaba un piso del edificio de la Grande Rue 105 –hoy propiedad de la República Argentina– en cuya planta baja residía el propio Gérard, abogado, periodista y por entonces director de la biblioteca de esa ciudad marítima del noroeste de Francia.
Gérard cultivó la amistad de San Martín en ese período y cuando éste murió auxilió a su hija y yerno en todos los trámites relativos a su sepelio. Días después, el 21 de agosto, publicó un extenso artículo en el diario local sobre la vida y la trayectoria político-militar de su ilustre inquilino.
Considerando que no se había escrito aún la historia de la Independencia Sudamericana y de sus protagonistas, y teniendo en cuenta también la inmediatez de esta publicación –hecha a tan sólo cuatro días de la muerte del general– cabe suponer que la fuente de los detallados conocimientos de que hace gala Adolph Gérard en su texto sobre la vida de San Martín era el mismo protagonista. De ahí su incalculable valor. Y por eso también la sorpresa ante la escasa atención que le prestaron posteriormente los estudiosos de la vida de San Martín a este texto, en el cual hay referencias a aspectos de su trayectoria que luego fueron reinterpretados, polemizados o silenciados por biógrafos supuestamente más “rigurosos” y documentados. Un caso es el de la famosa entrevista de Guayaquil. Gérard refiere lo allí discutido –no habla de secreto– y da por cierta –citando un párrafo– una famosa carta de San Martín a Bolívar –posterior a su célebre encuentro– que hizo correr ríos de tinta a los historiadores en una interminable polémica sobre su autenticidad.
“Aunque cinco años mayor que su rival de gloria, (San Martín) le ofreció (a Bolívar) su ejército –dice Gérard sobre la entrevista que tuvo lugar en Guayaquil el 22 de julio de 1822–, le prometió combatir bajo sus órdenes, lo conjuró a ir juntos al Perú y a terminar allí la guerra con brillo, para asegurar a las desdichadas poblaciones de esas regiones el descanso que tanto necesitaban. Con vanos pretextos, Bolívar se negó. Su pensamiento no es, parece, difícil de penetrar: quería anexar el Perú a Colombia, como había anexado el territorio de Guayaquil. Para eso, debía concluir solo la conquista. Aceptar la ayuda de San Martín era fortalecer a un adversario de sus ambiciones. Bolívar sacrificó por lo tanto sin hesitar su deber a sus intereses”.
Y sobre la que se conoce como “carta de Lafond” por el nombre del autor francés que primero la publicó completa, agrega Gérard: “De Lima misma, y con fecha del 29 de agosto, había anunciado a Bolívar sus designios en una carta mantenida secreta hasta estos últimos años, y que es como un testamento político (…): ‘He convocado, le decía, para el 20 de septiembre, el primer congreso del Perú; al día siguiente de su instalación, me embarcaré para Chile, con la certeza de que mi presencia es el único obstáculo que le impide venir al Perú con el ejército que usted comanda… No dudo de que después de mi partida el gobierno que se establecerá reclamará vuestra activa cooperación, y pienso que usted no se negará a una tan justa demanda’”.
Otro detalle interesante en el artículo del Impartial de Boulogne-sur-mer es la síntesis que hace Gérard del pensamiento político de San Martín, en términos que iluminan la futilidad de la discusión sobre el monarquismo del Libertador; no porque lo niegue, sino porque lo explica, al ponerlo en contexto: “Partidario exaltado de la independencia de las naciones, sobre las formas propiamente dichas de gobierno no tenía ninguna idea sistemática. Recomendaba sin cesar, al contrario, el respeto de las tradiciones y de las costumbres, y no concebía nada menos culpable que esas impaciencias de reformadores que, so pretexto de corregir los abusos, trastornan en un día el estado político y religioso de su país: ‘Todo progreso, decía, es hijo del tiempo’. (…) Con cada año que pasa, con cada perturbación que padece, la América se acerca más aún a esas ideas que eran el fondo de su política: la libertad es el más preciado de los bienes, pero no hay que prodigarla a los pueblos nuevos. La libertad debe estar en relación con la civilización. ¿No la iguala? Es la esclavitud. ¿La supera? Es la anarquía”.
Gérard nos deja también una descripción del aspecto y carácter de San Martín por aquel entonces. Cabe señalar que, dos años antes de su muerte, en 1848, su hija Mercedes lo convenció de posar para un daguerrotipo, por entonces toda una novedad. Esa es por lo tanto la única “fotografía” que tenemos de él: aquella en la cual está sentado y luce el cabello encanecido. Permite calibrar cuáles de los tantos retratos pintados de él son los más fidedignos.
Así describía Gérard a su inquilino: “El señor de San Martín era un bello anciano, de una alta estatura que ni la edad, ni las fatigas, ni los dolores físicos habían podido curvar. Sus rasgos eran expresivos y simpáticos; su mirada penetrante y viva; sus modales llenos de afabilidad; su instrucción, una de las más extendidas; sabía y hablaba con igual facilidad el francés, el inglés y el italiano, y había leído todo lo que se puede leer. Su conversación fácilmente jovial era una de las más atractivas que se podían escuchar. Su benevolencia no tenía límites. Tenía por el obrero una verdadera simpatía; pero lo quería laborioso y sobrio; y jamás hombre alguno hizo menos concesiones que él a esa popularidad despreciable que se vuelve aduladora de los vicios de los pueblos. ¡A todos decía la verdad!”.
Del relato de Gérard, emerge además una imagen diferente del ostracismo de San Martín, presentado por muchos de sus biógrafos como un período de oscuridad y silencio. Aunque, “menos conocido en Europa que Bolívar, porque buscó menos que él los elogios de sus contemporáneos”, dice Gérard, no era un exiliado ignoto: “En sus últimos tiempos, en ocasión de los asuntos del Plata [el bloqueo anglo-francés del Río de la Plata en tiempos de Rosas], nuestro Gobierno se apoyó en su opinión para aconsejar la prudencia y la moderación en nuestras relaciones con Buenos Aires; y una carta suya, leída en la tribuna por nuestro Ministro de Asuntos Extranjeros, contribuyó mucho a calmar en la Asamblea nacional los ardores bélicos que el éxito no habría coronado sino al precio de sacrificios que no debemos hacer por una causa tan débil como la que se debatía en las aguas del Plata”.
Este hecho –la lectura de una carta de José de San Martín en el parlamento francés en la cual el general les advertía de que no podrían doblegar al pueblo argentino– muestra no sólo que su presencia en Francia no era ignorada por las autoridades de ese país sino que él se mantuvo siempre atento a lo que sucedía en su Patria e intervino cada vez que pudo con los medios a su alcance en defensa de la independencia que había conquistado.
Claudia Peiró - Infobae
Por: Claudia Peiró cpeiro@infobae.com
El 21 de agosto de 1850, un diario de Boulogne-sur-mer publicó una necrológica que sorprende por lo completa y detallada. Escrita por un amigo francés, es una minibiografía exenta de algunas deformaciones de que fue objeto luego la trayectoria del Libertador
Adolph Gérard era el propietario de la casa que San Martín habitó en Boulogne-sur-mer durante poco más de un año y medio y en la cual murió. El general alquilaba un piso del edificio de la Grande Rue 105 –hoy propiedad de la República Argentina– en cuya planta baja residía el propio Gérard, abogado, periodista y por entonces director de la biblioteca de esa ciudad marítima del noroeste de Francia.
Gérard cultivó la amistad de San Martín en ese período y cuando éste murió auxilió a su hija y yerno en todos los trámites relativos a su sepelio. Días después, el 21 de agosto, publicó un extenso artículo en el diario local sobre la vida y la trayectoria político-militar de su ilustre inquilino.
Considerando que no se había escrito aún la historia de la Independencia Sudamericana y de sus protagonistas, y teniendo en cuenta también la inmediatez de esta publicación –hecha a tan sólo cuatro días de la muerte del general– cabe suponer que la fuente de los detallados conocimientos de que hace gala Adolph Gérard en su texto sobre la vida de San Martín era el mismo protagonista. De ahí su incalculable valor. Y por eso también la sorpresa ante la escasa atención que le prestaron posteriormente los estudiosos de la vida de San Martín a este texto, en el cual hay referencias a aspectos de su trayectoria que luego fueron reinterpretados, polemizados o silenciados por biógrafos supuestamente más “rigurosos” y documentados. Un caso es el de la famosa entrevista de Guayaquil. Gérard refiere lo allí discutido –no habla de secreto– y da por cierta –citando un párrafo– una famosa carta de San Martín a Bolívar –posterior a su célebre encuentro– que hizo correr ríos de tinta a los historiadores en una interminable polémica sobre su autenticidad.
“Aunque cinco años mayor que su rival de gloria, (San Martín) le ofreció (a Bolívar) su ejército –dice Gérard sobre la entrevista que tuvo lugar en Guayaquil el 22 de julio de 1822–, le prometió combatir bajo sus órdenes, lo conjuró a ir juntos al Perú y a terminar allí la guerra con brillo, para asegurar a las desdichadas poblaciones de esas regiones el descanso que tanto necesitaban. Con vanos pretextos, Bolívar se negó. Su pensamiento no es, parece, difícil de penetrar: quería anexar el Perú a Colombia, como había anexado el territorio de Guayaquil. Para eso, debía concluir solo la conquista. Aceptar la ayuda de San Martín era fortalecer a un adversario de sus ambiciones. Bolívar sacrificó por lo tanto sin hesitar su deber a sus intereses”.
Y sobre la que se conoce como “carta de Lafond” por el nombre del autor francés que primero la publicó completa, agrega Gérard: “De Lima misma, y con fecha del 29 de agosto, había anunciado a Bolívar sus designios en una carta mantenida secreta hasta estos últimos años, y que es como un testamento político (…): ‘He convocado, le decía, para el 20 de septiembre, el primer congreso del Perú; al día siguiente de su instalación, me embarcaré para Chile, con la certeza de que mi presencia es el único obstáculo que le impide venir al Perú con el ejército que usted comanda… No dudo de que después de mi partida el gobierno que se establecerá reclamará vuestra activa cooperación, y pienso que usted no se negará a una tan justa demanda’”.
Otro detalle interesante en el artículo del Impartial de Boulogne-sur-mer es la síntesis que hace Gérard del pensamiento político de San Martín, en términos que iluminan la futilidad de la discusión sobre el monarquismo del Libertador; no porque lo niegue, sino porque lo explica, al ponerlo en contexto: “Partidario exaltado de la independencia de las naciones, sobre las formas propiamente dichas de gobierno no tenía ninguna idea sistemática. Recomendaba sin cesar, al contrario, el respeto de las tradiciones y de las costumbres, y no concebía nada menos culpable que esas impaciencias de reformadores que, so pretexto de corregir los abusos, trastornan en un día el estado político y religioso de su país: ‘Todo progreso, decía, es hijo del tiempo’. (…) Con cada año que pasa, con cada perturbación que padece, la América se acerca más aún a esas ideas que eran el fondo de su política: la libertad es el más preciado de los bienes, pero no hay que prodigarla a los pueblos nuevos. La libertad debe estar en relación con la civilización. ¿No la iguala? Es la esclavitud. ¿La supera? Es la anarquía”.
Gérard nos deja también una descripción del aspecto y carácter de San Martín por aquel entonces. Cabe señalar que, dos años antes de su muerte, en 1848, su hija Mercedes lo convenció de posar para un daguerrotipo, por entonces toda una novedad. Esa es por lo tanto la única “fotografía” que tenemos de él: aquella en la cual está sentado y luce el cabello encanecido. Permite calibrar cuáles de los tantos retratos pintados de él son los más fidedignos.
Así describía Gérard a su inquilino: “El señor de San Martín era un bello anciano, de una alta estatura que ni la edad, ni las fatigas, ni los dolores físicos habían podido curvar. Sus rasgos eran expresivos y simpáticos; su mirada penetrante y viva; sus modales llenos de afabilidad; su instrucción, una de las más extendidas; sabía y hablaba con igual facilidad el francés, el inglés y el italiano, y había leído todo lo que se puede leer. Su conversación fácilmente jovial era una de las más atractivas que se podían escuchar. Su benevolencia no tenía límites. Tenía por el obrero una verdadera simpatía; pero lo quería laborioso y sobrio; y jamás hombre alguno hizo menos concesiones que él a esa popularidad despreciable que se vuelve aduladora de los vicios de los pueblos. ¡A todos decía la verdad!”.
Del relato de Gérard, emerge además una imagen diferente del ostracismo de San Martín, presentado por muchos de sus biógrafos como un período de oscuridad y silencio. Aunque, “menos conocido en Europa que Bolívar, porque buscó menos que él los elogios de sus contemporáneos”, dice Gérard, no era un exiliado ignoto: “En sus últimos tiempos, en ocasión de los asuntos del Plata [el bloqueo anglo-francés del Río de la Plata en tiempos de Rosas], nuestro Gobierno se apoyó en su opinión para aconsejar la prudencia y la moderación en nuestras relaciones con Buenos Aires; y una carta suya, leída en la tribuna por nuestro Ministro de Asuntos Extranjeros, contribuyó mucho a calmar en la Asamblea nacional los ardores bélicos que el éxito no habría coronado sino al precio de sacrificios que no debemos hacer por una causa tan débil como la que se debatía en las aguas del Plata”.
Este hecho –la lectura de una carta de José de San Martín en el parlamento francés en la cual el general les advertía de que no podrían doblegar al pueblo argentino– muestra no sólo que su presencia en Francia no era ignorada por las autoridades de ese país sino que él se mantuvo siempre atento a lo que sucedía en su Patria e intervino cada vez que pudo con los medios a su alcance en defensa de la independencia que había conquistado.
jueves, 30 de julio de 2015
Hitler: Alemania vuelve a publicar Mein Kampf
Mein Kampf se vuelve a publicar, y esas son buenas noticias para Alemania
Al permitir que la prohibición lapso de décadas de antigüedad, Alemania democrática se desempatanando además de un libro una vez considerado peligroso.
Jacob Heilbrunn - The Atlantic
La autobiografía de Hitler y otros escritos nazis se apoderaron de parte de un AP 1960 Berlín occidental redada policial
Fue ampliamente observó durante los contratiempos más recientes derrames novelista Gunter Grass sobre Israel de ser una amenaza para la paz mundial que una división surgió en Alemania. Por un lado estaban las élites intelectuales y políticas que condenaron sus comentarios. Por otro lado estaba el público, que tendía a simpatizar con la hierba y se quejan de un "garrote" ser ejercido para silenciar el debate sobre el pasado alemán.
Ahora, Alemania está tomando un nuevo paso hacia lo que se denomina la "normalización". El estado de Baviera ha anunciado que en 2015 publicará Mein Kampf de Hitler, que apareció por primera vez en 1925. Se publicó un segundo volumen en 1926. El libro fue escrito en la prisión de Landsberg, donde Hitler fue encarcelado después de su golpe de Estado fallido en 1923.
Hitler, se podría decir, se hizo en Baviera. Salió de Austria y sirve en el Reichwehr lugar del ejército austríaco, que se vio obligado oficialmente a unirse. Después de la Primera Guerra Mundial, Hitler comenzó su ascenso en Baviera, donde lanzó el golpe Beer Hall y donde fue adulado por un número de aristócratas locales, entre ellos el Bechstein, que le ayudó a financiar y el Partido Nazi. Baviera era un hervidero de movimientos de derecha en la era de la posguerra, que Hitler soldado en el partido nazi. Su talento, que nadie había logrado en Alemania, era unificar los diversos grupos disidentes en una organización poderosa. Sí Múnich era conocido como el "Haupstadt der Bewegung" - capital del movimiento. Así Baviera tiene mucho que contemplar y rue cuando se mira hacia atrás en el pasado.
Es su decisión de publicar la autobiografía de Hitler una señal de que Alemania es un retroceso? De ningún modo. Mein Kampf ha sido prohibido en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, y el sistema de justicia Bavrian recientemente impedido el editor Inglés Peter McGee de publicar extractos de ella en Munich. Pero la prohibición, hay que decir, ya no tiene mucho sentido. El libro puede ser fácilmente adquiridos en el extranjero o en Internet. Al anunciar la publicación del libro, el ministro de Finanzas de Baviera Markus Soeder dice que quiere contribuir a la "desmitificación" de la misma. En 2015, los derechos de autor del estado de Baviera al libro expirará. La idea es publicar una versión académica que ayudará a detener su atractivo para los editores comerciales.
El propio Hitler seguramente sería disgustado al saber que su libro fue, en efecto, ser quitado los colmillos aún más por una Alemania democrática, que está tratando en una manera tranquila y clínica. La verdad es que el libro en sí es un fárrago unedfying de los diversos libros antisemitas que Hitler, un autodidacta incansable, había leído en los últimos años, un tema que Timoteo Ryback cubre en su libro biblioteca privada de Hitler. El título en sí cristalizó la visión del mundo de Hitler de una lucha darwinista social de poder y supervivencia, un mensaje que resonó en la Alemania de posguerra humillados por el Tratado de Versalles y apaleado por la crisis económica. En los años 1920 y 1930, el libro era una sensación rotura violenta e hizo Hitler ricos. Si va a dar mucho que hablar o incluso vender muchas copias de hoy, sin embargo, puede ser preguntado.
Más importante para el futuro de Alemania y de Europa es como una nueva canciller alemana, Angela Merkel, responderá a la crisis económica que una vez más asalta el continente. Como Alemania se adhiere a sus convocatorias de austeridad fiscal, los partidos políticos de derecha en Grecia y Francia están en movimiento. Sería irónico si Alemania, en su afán por evitar la inflación de los años de Weimar, acabó creando las circunstancias para el resurgimiento de la derecha política en otros países europeos mediante la adhesión demasiado rígida a las políticas monetarias restrictivas.
Al permitir que la prohibición lapso de décadas de antigüedad, Alemania democrática se desempatanando además de un libro una vez considerado peligroso.
Jacob Heilbrunn - The Atlantic
La autobiografía de Hitler y otros escritos nazis se apoderaron de parte de un AP 1960 Berlín occidental redada policial
Fue ampliamente observó durante los contratiempos más recientes derrames novelista Gunter Grass sobre Israel de ser una amenaza para la paz mundial que una división surgió en Alemania. Por un lado estaban las élites intelectuales y políticas que condenaron sus comentarios. Por otro lado estaba el público, que tendía a simpatizar con la hierba y se quejan de un "garrote" ser ejercido para silenciar el debate sobre el pasado alemán.
Ahora, Alemania está tomando un nuevo paso hacia lo que se denomina la "normalización". El estado de Baviera ha anunciado que en 2015 publicará Mein Kampf de Hitler, que apareció por primera vez en 1925. Se publicó un segundo volumen en 1926. El libro fue escrito en la prisión de Landsberg, donde Hitler fue encarcelado después de su golpe de Estado fallido en 1923.
Hitler, se podría decir, se hizo en Baviera. Salió de Austria y sirve en el Reichwehr lugar del ejército austríaco, que se vio obligado oficialmente a unirse. Después de la Primera Guerra Mundial, Hitler comenzó su ascenso en Baviera, donde lanzó el golpe Beer Hall y donde fue adulado por un número de aristócratas locales, entre ellos el Bechstein, que le ayudó a financiar y el Partido Nazi. Baviera era un hervidero de movimientos de derecha en la era de la posguerra, que Hitler soldado en el partido nazi. Su talento, que nadie había logrado en Alemania, era unificar los diversos grupos disidentes en una organización poderosa. Sí Múnich era conocido como el "Haupstadt der Bewegung" - capital del movimiento. Así Baviera tiene mucho que contemplar y rue cuando se mira hacia atrás en el pasado.
Es su decisión de publicar la autobiografía de Hitler una señal de que Alemania es un retroceso? De ningún modo. Mein Kampf ha sido prohibido en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, y el sistema de justicia Bavrian recientemente impedido el editor Inglés Peter McGee de publicar extractos de ella en Munich. Pero la prohibición, hay que decir, ya no tiene mucho sentido. El libro puede ser fácilmente adquiridos en el extranjero o en Internet. Al anunciar la publicación del libro, el ministro de Finanzas de Baviera Markus Soeder dice que quiere contribuir a la "desmitificación" de la misma. En 2015, los derechos de autor del estado de Baviera al libro expirará. La idea es publicar una versión académica que ayudará a detener su atractivo para los editores comerciales.
El propio Hitler seguramente sería disgustado al saber que su libro fue, en efecto, ser quitado los colmillos aún más por una Alemania democrática, que está tratando en una manera tranquila y clínica. La verdad es que el libro en sí es un fárrago unedfying de los diversos libros antisemitas que Hitler, un autodidacta incansable, había leído en los últimos años, un tema que Timoteo Ryback cubre en su libro biblioteca privada de Hitler. El título en sí cristalizó la visión del mundo de Hitler de una lucha darwinista social de poder y supervivencia, un mensaje que resonó en la Alemania de posguerra humillados por el Tratado de Versalles y apaleado por la crisis económica. En los años 1920 y 1930, el libro era una sensación rotura violenta e hizo Hitler ricos. Si va a dar mucho que hablar o incluso vender muchas copias de hoy, sin embargo, puede ser preguntado.
Más importante para el futuro de Alemania y de Europa es como una nueva canciller alemana, Angela Merkel, responderá a la crisis económica que una vez más asalta el continente. Como Alemania se adhiere a sus convocatorias de austeridad fiscal, los partidos políticos de derecha en Grecia y Francia están en movimiento. Sería irónico si Alemania, en su afán por evitar la inflación de los años de Weimar, acabó creando las circunstancias para el resurgimiento de la derecha política en otros países europeos mediante la adhesión demasiado rígida a las políticas monetarias restrictivas.
miércoles, 29 de julio de 2015
Conquista del desierto: Una visión más compleja y comprehensiva
La “conquista del desierto” analizada a partir de diferentes tipos de fuentes
Estudios realizados por un investigador del CONICET destacan aspectos poco conocidos de este complejo proceso histórico de nuestra nación.
Campaña del desierto
Julio Vezub estudia diferentes fuentes, documentos, testimonios y registros para poder reconstruir hechos ligados a las campañas. Foto: gentileza investigador.
Fotografías tomadas en 1882 y 1883 por técnicos e ingenieros topógrafos que acompañaban a las tropas, la confrontación de esas imágenes con los mismos paisajes en la actualidad, cartografía, partes militares y la correspondencia escrita por los propios caciques indígenas le permitieron al historiador Julio Vezub, investigador adjunto del CONICET en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT), poder construir una visión más completa de la historia, de los protagonistas y de los sucesos vinculados a las campañas.
Vezub sostiene que el cruce entre diferentes tipos de fuentes posibilita conocer una dimensión mucho más cotidiana de los enfrentamientos y de la experiencia social que significó la guerra sobre un entramado de relaciones preexistentes. “Los movimientos sobre el territorio resultaron exitosos para el ejército porque combinaron la represión con la subordinación de mediadores y jefes indígenas, que facilitaron el avance y el acceso de las tropas nacionales en un contexto de violencia como nunca antes se había vivido. Esta realidad cuestiona la idea de la conquista como un evento único, al modo de una campaña napoleónica, para dar una visión más fragmentaria de una serie de acontecimientos bélicos que se registran antes y después de las expediciones encabezadas por Roca”, dice.
Las fotografías capturadas en 1882 y 1883 en el contexto de las campañas militares por los ingenieros Carlos Encina y Edgardo Moreno fueron contrastadas en la actualidad con los parajes en las que se tomaron para poder entender las modificaciones en la configuración del paisaje, los cambios ambientales, los usos sociales del territorio, los recursos y las modalidades de explotación.
Por orden del presidente Julio Argentino Roca, Encina y Moreno condujeron una expedición científica y se adentraron en lo que se denominaba en aquel entonces el “Territorio del Triángulo” delimitado por los ríos Neuquén, Limay y la cordillera de los Andes. Tomaron fotos, medidas de terreno e intervinieron en el espacio social a controlar. Publicaron el álbum “Vistas fotográficas del territorio Nacional del Limay y Neuquén”. Algo más de un siglo después y con esa fuente en mano, Vezub recorrió en Neuquén las mismas rutas y caminos que transitaron los ingenieros para comprender la lógica existente detrás de los enfrentamientos.
“Encina y Moreno iban junto a las tropas cumplían un rol de reconocimiento del territorio para su posterior mensura y para el ingreso de esas tierras en un régimen de propiedad privada. No se avanzaba hacia cualquier lugar ni por cualquier camino. Los expedicionarios no se aventuraban en territorio desconocido. Iban allí donde sabían que había agua y pasturas. Fue una guerra por los recursos, por la captación y control de poblaciones, y por la captura de ganado”, explica el historiador.
Algunas fuentes además permiten conocer a diferentes actores sociales que no han sido completamente representados en los libros clásicos que se han escrito sobre la conquista ni en los partes de campaña que elaboraban los oficiales del ejército. Las fotografías, por ejemplo, retratan la presencia de mujeres tanto en los fortines como en las tolderías. La correspondencia escrita por los propios caciques permite recrear el rol trascendente de los mediadores indígenas.
Los jefes militares indígenas contaban con sus pequeños aparatos burocráticos letrados para comunicarse con otros caciques, con otras autoridades hispano criollas para entablar negociaciones comerciales o acuerdos políticos de distinta naturaleza. La carta escrita era un canal que vehiculizaba las relaciones y la sociabilidad político económica desde décadas antes de las campañas.
Los mediadores y baqueanos aparecen en los partes militares como personajes minimizados pero las cartas destacan su figura. “Estos actores no solo tenían un conocimiento de los recursos y del paisaje sino también de los distintos grupos y de los protocolos sociales que había que respetar, los peajes, la política de regalos y agasajos. La ocupación del territorio nacional del Neuquén por ejemplo, hubiera durado mucho más tiempo de no haber sido por ellos”, asegura el historiador.
El conocimiento novedoso que empieza a surgir a partir del cruce entre diferentes fuentes hace evidente la necesidad de profundizar los estudios sobre la denominada “conquista del desierto”. Para Vezub “esta merma histórica puede deberse a que la última dictadura militar y la historiografía nacionalista se han apropiado de este evento como capital simbólico propio y eso dificultó cualquier reflexión más intensa de ese proceso además del repudio”.
CONICET
Estudios realizados por un investigador del CONICET destacan aspectos poco conocidos de este complejo proceso histórico de nuestra nación.
Campaña del desierto
Julio Vezub estudia diferentes fuentes, documentos, testimonios y registros para poder reconstruir hechos ligados a las campañas. Foto: gentileza investigador.
Fotografías tomadas en 1882 y 1883 por técnicos e ingenieros topógrafos que acompañaban a las tropas, la confrontación de esas imágenes con los mismos paisajes en la actualidad, cartografía, partes militares y la correspondencia escrita por los propios caciques indígenas le permitieron al historiador Julio Vezub, investigador adjunto del CONICET en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT), poder construir una visión más completa de la historia, de los protagonistas y de los sucesos vinculados a las campañas.
Vezub sostiene que el cruce entre diferentes tipos de fuentes posibilita conocer una dimensión mucho más cotidiana de los enfrentamientos y de la experiencia social que significó la guerra sobre un entramado de relaciones preexistentes. “Los movimientos sobre el territorio resultaron exitosos para el ejército porque combinaron la represión con la subordinación de mediadores y jefes indígenas, que facilitaron el avance y el acceso de las tropas nacionales en un contexto de violencia como nunca antes se había vivido. Esta realidad cuestiona la idea de la conquista como un evento único, al modo de una campaña napoleónica, para dar una visión más fragmentaria de una serie de acontecimientos bélicos que se registran antes y después de las expediciones encabezadas por Roca”, dice.
Las fotografías capturadas en 1882 y 1883 en el contexto de las campañas militares por los ingenieros Carlos Encina y Edgardo Moreno fueron contrastadas en la actualidad con los parajes en las que se tomaron para poder entender las modificaciones en la configuración del paisaje, los cambios ambientales, los usos sociales del territorio, los recursos y las modalidades de explotación.
Por orden del presidente Julio Argentino Roca, Encina y Moreno condujeron una expedición científica y se adentraron en lo que se denominaba en aquel entonces el “Territorio del Triángulo” delimitado por los ríos Neuquén, Limay y la cordillera de los Andes. Tomaron fotos, medidas de terreno e intervinieron en el espacio social a controlar. Publicaron el álbum “Vistas fotográficas del territorio Nacional del Limay y Neuquén”. Algo más de un siglo después y con esa fuente en mano, Vezub recorrió en Neuquén las mismas rutas y caminos que transitaron los ingenieros para comprender la lógica existente detrás de los enfrentamientos.
“Encina y Moreno iban junto a las tropas cumplían un rol de reconocimiento del territorio para su posterior mensura y para el ingreso de esas tierras en un régimen de propiedad privada. No se avanzaba hacia cualquier lugar ni por cualquier camino. Los expedicionarios no se aventuraban en territorio desconocido. Iban allí donde sabían que había agua y pasturas. Fue una guerra por los recursos, por la captación y control de poblaciones, y por la captura de ganado”, explica el historiador.
Algunas fuentes además permiten conocer a diferentes actores sociales que no han sido completamente representados en los libros clásicos que se han escrito sobre la conquista ni en los partes de campaña que elaboraban los oficiales del ejército. Las fotografías, por ejemplo, retratan la presencia de mujeres tanto en los fortines como en las tolderías. La correspondencia escrita por los propios caciques permite recrear el rol trascendente de los mediadores indígenas.
Los jefes militares indígenas contaban con sus pequeños aparatos burocráticos letrados para comunicarse con otros caciques, con otras autoridades hispano criollas para entablar negociaciones comerciales o acuerdos políticos de distinta naturaleza. La carta escrita era un canal que vehiculizaba las relaciones y la sociabilidad político económica desde décadas antes de las campañas.
Los mediadores y baqueanos aparecen en los partes militares como personajes minimizados pero las cartas destacan su figura. “Estos actores no solo tenían un conocimiento de los recursos y del paisaje sino también de los distintos grupos y de los protocolos sociales que había que respetar, los peajes, la política de regalos y agasajos. La ocupación del territorio nacional del Neuquén por ejemplo, hubiera durado mucho más tiempo de no haber sido por ellos”, asegura el historiador.
El conocimiento novedoso que empieza a surgir a partir del cruce entre diferentes fuentes hace evidente la necesidad de profundizar los estudios sobre la denominada “conquista del desierto”. Para Vezub “esta merma histórica puede deberse a que la última dictadura militar y la historiografía nacionalista se han apropiado de este evento como capital simbólico propio y eso dificultó cualquier reflexión más intensa de ese proceso además del repudio”.
CONICET
Suscribirse a:
Entradas (Atom)