lunes, 14 de diciembre de 2015

PGM: Recordando Verdún un siglo después

Batalla de Verdún Recordado Casi 100 años después de su inicio

War History Online



Durante la Primera Guerra Mundial, la batalla de Verdún llevó más de 300.000 vidas de más de 300 días. El área en el bosque francés, donde tuvo lugar la batalla todavía está lleno de los restos de los que lucharon allí hace casi 100 años.

La batalla de Verdún tuvo lugar en 1916 y fue la batalla solo más largo de la historia militar. En el momento en que terminó a favor de los franceses toda la zona (más grande que París) había sido diezmada.



Llegó a ser conocido como "Zona Roja' y una vez que la guerra había terminado fue dejado abandonado y por la naturaleza para crecer sobre la batalla que una vez que había estado allí.

Hoy en día, el suelo del bosque está todavía cubierto de cientos de artefactos explosivos sin detonar, alambre de púas, los venenos y los restos de los soldados que murieron allí. Muchas áreas de bosque han tenido que ser acordonada en forma permanente ya que muchas armas peligrosas mantienen siendo descubiertos por los lugareños y los agricultores locales.



Visitar el bosque de hoy, es difícil decir que la batalla devastadora había tenido lugar allí, a excepción de los restos peligrosos que se encuentran debajo de las hojas muertas en el suelo.

Los grupos de trabajo se envían a las zonas acordonadas en los intentos de limpiar el bosque de proyectiles y armas peligrosas casi 100 años después de la batalla tuvo lugar.




En algunas zonas, los matorrales y árboles nunca han vuelto a crecer debido a los niveles letales de los venenos que se usaron allí.

También está cargado de zanjas y agujeros excavados por los soldados donde podían esconderse de los bombardeos y de defenderse contra el enemigo.



La batalla fue una verdadera prueba de valor para los franceses como los alemanes trataron a sangrar ellos no seca dejando hasta por 10 meses.

La batalla comenzó cuando los alemanes atacaron la ciudad de Verdún, cerca de la frontera con Bélgica. 140.000 soldados alemanes fueron desplegados para el ataque inicial, junto con alrededor de 1.000 armas de devastar la ciudad, informa el Mail Online.



Un soldado francés escribió que toda la ciudad y se había convertido en un volcán, sin salida a causa de los cuerpos de los muertos.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Japón: "El Último Samurái" fue francés

EL ÚLTIMO SAMURÁI, LA VERDADERA HISTORIA
 
JAVIER SANZ — Historias de la Historia


Esta es la verdadera historia en la que está inspirada la película “El último samurái” (2003), protagonizada por Tom Cruise y dirigida por Edward Zwick. Tom Cruise interpreta a Nathan Algren, un soldado del ejército de los EEUU que llega a Japón en la Restauración Meiji, un período de transición que puso fin al Shogunato Tokugawa. Los clanes, señores feudales (daimyos), samuráis y shogunes gobernaron Japón durante años, pero fueron desplazados y relegados por la modernidad y la industria de Occidente. La figura del Emperador existía en dicha época del Shogunato, si bien estaba relegada a un discreto segundo plano. Sería pues, desde la Restauración Meiji hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Emperador cobraría protagonismo.



Aunque aparentemente Japón había estado aislado del mundo durante un largo tiempo, dicho aislamiento (Sakoku) nunca fue completo. El contacto con europeos, tales como portugueses y españoles, ya se había producido años antes a través de misioneros y comerciantes (“namban” o “bárbaros del sur” era el nombre que los japoneses dieron a españoles y portugueses). Otros hechos ocurridos en Asia, como la invasión japonesa de Corea y su fin a manos del almirante Yi Sun Sin con sus barcos tortuga en Noryang o años antes las dos invasiones mongolas de Kublai Khan en las que Japón se salvó gracias a las tempestades y fuertes vientos (de ahí la palabra kamikaze o “viento divino“), demuestran que Japón no estaba tan aislado y que sí estaba en los mapas. Sería el comodoro Perry el que tendría un papel relevante en la apertura de Japón a Occidente con la firma del Tratado de Kanagawa en 1854. Nathan, en realidad, está inspirado en un personaje histórico que vivió en dicha época, pero no era un norteamericano sino el francés Jules Brunet.


Jules Brunet

Brunet nació en Belfort, en el Este de Francia, en 1838. En 1857 se graduó en la Escuela Politécnica de París en la especialidad de artillería. Entre 1862-1867 participó en la segunda intervención francesa de México bajo las órdenes de Napoleón III, donde Brunet destacó por su valentía recibiendo la Légion d’Honneur. Sería en 1867 cuando Brunet llegaría a Yokohama como miembro de la primera misión militar francesa en Japón. Su tarea como miembro de dicha misión era formar e instruir a las fuerzas de élite del Shogún Tokugawa Yoshinobu. Durante dicha misión, Brunet quedó fascinado por las tradiciones y por la cultura japonesa, pero como pasa también en la película era un periodo de inestabilidad política. En 1868 el Emperador Meiji se hizo oficialmente con el poder, poder que había ostentado el Shogún desde hacía 600 años. El Emperador fue respaldado y apoyado por multitud de clanes, pero el Shogún no reconoció al Emperador… y comenzó una guerra civil (Boshin) que enfrentó a la facción aperturista, liderada por el Emperador, contra el Shogún y los partidarios de la tradición.

Las tropas imperiales marcharon a Edo, donde el embajador francés Léon Roches elaboró un plan para defender la ciudad, pero en el último momento el Shogún decidió dejarlo a un lado y sus tropas fueron derrotadas el 29 de marzo de 1868 en la batalla de Koshu-Katsunama. Dos meses más tarde, Edo capitulaba y Yoshinobu se rendía. Unos pocos hombres del Shogún, entre los que se encontraban Brunet y cuatro oficiales franceses, lograron escapar con la ayuda del almirante Enomoto Takeaki, leal al Shogunato Tokugawa, a la isla Ezo al norte de Japón (actual Hokkaidō). El 3 de septiembre de 1868, Edo pasó a denominarse Tokyo y el Emperador Meiji se estableció en la que, desde ese momento, será la capital de Japón. Napoleón III declaró la neutralidad de Francia. Sin embargo, Brunet y los oficiales decidieron abandonar la misión del ejército francés y unirse a Takeaki con la esperanza de reagrupar las tropas y poder contraatacar. Con Jules Brunet al mando, los rebeldes sitiaron y capturaron el fuerte de Goryokaku, en manos de las tropas imperiales. Seguirían otras victorias hasta conquistar Hakodate, donde el 15 de diciembre de 1868 se proclamó la República de Ezo, nombrándose presidente a Enomoto Takeaki. Francia y otras naciones europeas reaccionaron reconociendo la República de Ezo (la única en la historia de Japón).


Proclamación de la República

En marzo de 1869, cerca de 10.000 hombres del ejército Imperial llegaron a Ezo, donde Brunet, los cuatro oficiales franceses (Fortant, Marlin, Cazeneuve y Bouffier) y unos 3.000 hombres de la República protagonizan una épica resistencia. Finalmente, la superioridad numérica pudo con el entusiasmo de los partidarios del Shogunato y fueron derrotados en mayo de 1869. Cuando cayó el fuerte de Goryokaku, sólo había una guarnición 800 hombres de la República de Ezo frente a 8.000 del ejército Imperial… era el fin de 600 años de Shogunato y de la aventura japonesa de Jules Brunet. Abandonó Japón rumbo a Francia, donde a pesar de ser recibido como un héroe fue juzgado por desobedecer las órdenes de permanecer al margen. Aún así, pudo continuar su carrera miliar alcanzando el rango de general.

A pesar de lo hecho por Brunet, la colaboración franco-japonesa continuó en la Restauración Meiji: otras dos misiones llegaron a Japón en 1872 y 1884 con el objetivo de modernizar el ejército japonés. Dos oficiales franceses fueron los primeros occidentales en ser aceptados en un prestigioso dojo y practicar las artes marciales japonesas. En 1886, al ingeniero Louis Emile-Bertin se le encomendó la construcción de la primera Armada moderna japonesa, llegando a convertirse en íntimo amigo del Emperador. En 1919, ingenieros franceses supervisaron la creación de la primera fuerza de aviación japonesa.

Hoy en día, el nombre de Jules Brunet ha caído casi en el olvido en Francia, pero los japoneses aún recuerdan al soldado francés que luchó junto a los últimos samuráis.

sábado, 12 de diciembre de 2015

El galeón San José y su historia

Tres siglos de leyenda salen a flote
Diez años de vida y 307 de leyenda acompañan al mítico galeón español 'San José'
El hallazgo del galeón ‘San José’ se convierte en un secreto de Estado
WINSTON MANRIQUE SABOGAL - El País




Diez años de vida y 307 de leyenda acompañan al mítico galeón español San José. Su historia es la de uno de los naufragios más importantes del mundo, cargado de tesoros americanos, drama humano y político y lleno de fantasía. Ocurrió en mitad de la guerra de sucesión de la corona española que ostentaba Felipe V. Y fue hundido por culpa de esa batalla de poder europea. El navío bajó a la oscuridad del mar la tarde del viernes 8 de junio de 1708. Otro viernes, el 27 de noviembre, un radar de la armada colombiana detectó el pecio, y el viernes pasado el presidente de Colombia sacó la noticia a la luz.

Tres siglos de historia emergieron. El galeón zarpó de Cartagena de Indias rumbo a Cádiz cargado con unas 200 toneladas de oro (¿11 millones de monedas?), plata, piedras preciosas y múltiples tesoros americanos. Su misión no era la de cualquier otro navío procedente de las Indias para España. Esta vez, el objetivo era crucial: dar oxígeno económico y enriquecer las arcas de la corona española, aliada con Francia, cercada por Inglaterra, Países Bajos, Portugal y Alemania que consideraban que el sucesor de Carlos II debía ser de la Casa de los Habsburgo. Temían otro poder como el que había ostentado Carlos I de España y V de Alemania, en el siglo XVI.

A comienzos del siglo XVIII, el mar Caribe estaba surcado por piratas y salpicado de naves inglesas que impedían la ruta de embarcaciones de las Indias hacia España. Aquel viernes de junio por la tarde el almirante José Fernández de Santillán, (conde de Casa Alegre) y comandante del San José, dio la orden de partir con una flotilla de 20 naves y 600 personas (hombres, mujeres y niños. 400 pasajeros y 200 tripulantes).

Pasadas las coralinas Islas del Rosario, y adentrado en un mar de múltiples colores, el galeón fue atacado y hundido por el capitán del buque inglés Expedition, al mando del comodoro Charles Wager.

Se dice que por cada baúl de tesoros tenía otros dos en piedras, y que solo el capitán Fernández y el comandante de la guarnición de Cartagena sabían el verdadero contenido
El combate empezó al atardecer, 30 cañones de entre 10 y 18 libras, fabricados en bronce con las asas en forma de delfín, propios de la corona española, defendían el navío cuando, de repente, el fuego cruzado fue silenciado por una explosión en el San José…Una columna de llamas y humo se elevó a medida que el galeón buscaba el fondo del mar con su anhelado tesoro dentro: un botín, dicen, de entre cinco mil y diez mil millones de dólares. Un tesoro procedente de lo que hoy es Perú, Ecuador y Colombia. Solo sobrevivieron once personas.

Terminaban diez años de vida de este galeón de guerra, construido en 1698. El San José transportaba la carga de Perú y Ecuador, acumulada de los seis años que llevaba la guerra de sucesión. En Panamá se detuvo en Portobelo, en el mes de mayo de 1708, luego pasó a Cartagena donde terminó de completar la ambicionada remeza.

Pero el 8 de junio, el San José se fue a pique para dar paso a la leyenda. Se dice que por cada baúl de tesoros tenía otros dos en piedras, y que solo el capitán Fernández y el comandante de la guarnición de Cartagena sabían el verdadero contenido.

La historia pasó de generación en generación entre los caribeños colombianos, y entró por el centro del país, río Magdalena arriba, por sus más de 1.500 kilómetros que era por donde irrumpía la civilización. Su historia está en libros y obras de ficción. Incluso, la rescató Gabriel García Márquez como un episodio clave de El amor en los tiempos del cólera, donde las aguas de la realidad y la ficción son una sola.

En los años 80 el San José resucitó cuando una empresa de caza tesoros inició su búsqueda. Después de varios litigios, el gobierno colombiano tomó las riendas del proyecto. Ahora lo ha encontrado sin dar muchos detalles de su contenido, para convertirlo en secreto de estado. “Es uno de los yacimientos más importantes de la historia de la arqueología sumergida”, según el presidente Juan Manuel Santos.

No se sabe aún el estado real del galeón. Si se podrá sacar a flote, o no. Cuentan que está intacto, apoyado en uno de sus costados. Unos cañones sobre el fondo marino y unas vasijas de cerámica es lo único que se ha visto. Dentro estaría el oro, la plata y las piedras preciosas con las cuales se buscaba apuntalar el trono de Felipe V.

viernes, 11 de diciembre de 2015

SGM: El horror de ser judío en Alemania Nazi

El crudo relato de una mujer que sobrevivió a la Alemania nazi y se refugió en Argentina

Cuando Clara Mann tenía 9 años, su familia escapó del gobierno de Hitler. "Nos pusieron una J roja en el pasaporte para que todos supieran que éramos judíos", dice. Hoy, a los 88, recuerda el asedio que tuvo en su colegio, la triste despedida de sus amigas y el volver a empezar en un país lejano.

Clarín


 El horror nazi, en primera persona.
Clara con su viejo pasaporte con una J roja: los nazis ponían esa marca para que todos supieran que eran judíos.

Camila Guisado
Tiene nueve años. La alumbra una lámpara a querosén y, sentada sobre una cama de paja, intenta leer el diccionario alemán-español que le dio su papá. Pasaron casi ocho décadas de aquella noche que Clara Mann recuerda con tanta nitidez como si la volviera a vivir. Hoy, a los 88, en vez de un diccionario sostiene en sus manos el pasaporte alemán que una noche le sellaron en la Aduana Argentina, cuando llegó junto a su familia escapando del nazismo.

"Antes de subirnos al tren en Alemania, nos pusieron una 'J' roja en el pasaporte, para que todos supieran que éramos judíos. A los que viajaban nos separaban entre hombres y mujeres, y nos desnudaban para revisar que no nos lleváramos nada. Así nos tenían dos horas", cuenta desde una silla de plástico en los jardines del Hogar Hirsch, de San Miguel, donde hoy vive, pinta, borda, hace natación y narra la historia de su vida.

"Con mi familia vivíamos en un pueblo alemán que quedaba cerca de la frontera con Francia, donde el nazismo se sufría aún más que en las ciudades grandes. Para terminar de comprender lo que pasaba nos juntábamos de noche en la casa de unos amigos judíos a escuchar una radio francesa, la única que contaba la verdad", relata.



Una foto de su infancia.

El horror que se vivía en Alemania sería, poco después, conocido en todo el mundo. "En 1936, ya con tres años de Hitler en el poder, ingresó a mi colegio un profesor nazi. En mi escuela quedábamos sólo tres alumnos judíos. Este profesor formó una juventud hitleriana y les enseñó a odiarnos simplemente por ser judíos. La mayoría de mis compañeros se unió, sólo unos pocos nos fueron fieles, aunque tampoco podíamos hablar o jugar con ellos porque si nos veían juntos los castigaban. No pude aguantar este hostigamiento y dejé de ir al colegio", cuenta la abuela, reviviendo con palabras a esa niña atemorizada que aún lleva bajo su piel.

"Mis papás decidieron volver a mandarme al colegio de mi pueblo, pero las agresiones contra nosotros eran cada vez peores. Una tarde llegué a mi casa con las manos marcadas porque un profesor me había dado diez golpes en cada una con un señalador", detalla y se acaricia las muñecas, como si todavía llevara esas marcas.

"Mi mamá no quiso que dejara de estudiar, yo tampoco, porque me encanta aprender. Pero cuando los insultos y la persecución empezaron a provenir también de los maestros, decidió hablar con el director. La respuesta que recibió fue más que suficiente para sacarnos de ese colegio. El director le dijo que si volvía a quejarse, iba a tirarla por las escaleras", repasa Clara.

Y agrega mientras despliega un caminito de tela que lleva bordadas sus iniciales y 1938, el año en que llegó a la Argentina: "Mi mamá empezó a enseñarme por su cuenta. Me explicaba cómo escribir, leer, bordar y hacer las tareas de la casa para ayudarla. Bordábamos juntas, hay un lienzo que empezamos en Alemania y terminamos aquí".



En el Hogar de San Miguel donde vive.

"Al problema del colegio se sumó que mi papá ya no vendía nada en su negocio porque la gente no quería comprarles a los judíos. Y empezamos a recibir maltratos de nuestros propios vecinos, que una noche vinieron a mi casa a gritarnos canciones nazis. No nos quedó otra opción que huir, primero hacia París, donde nos esperaban familiares de mi mamá y unos amigos", prosigue con una mirada que revive el dolor de dejar su hogar y las pocas amistades que le quedaban.

Confusión y tristeza. Eso sentía Clara mientras se despedía de sus amigas la noche anterior a subirse al tren que los llevaría desde su pueblo, Steinbach am Glan, a París, donde los ayudarían a embarcarse rumbo a la Argentina. "Teníamos que vernos de noche, nadie podía saber que éramos amigas, porque ellas eran cristianas y yo, judía", afirma.

"Después, tuve que despedirme de nuestros amigos y familiares en Francia, todavía tengo la imagen de ellos saludándonos en la costa", expresa con la voz quebrada y el corazón en aquellas despedidas.

Durante el viaje a Buenos Aires, se enteraron de la Noche de los Cristales Rotos. "Cuando los nazis destrozaron negocios de judíos y sinagogas, agradecíamos haber salido a tiempo y salvarnos, al mismo tiempo que sufríamos por nuestros familiares que fallecieron en campos de concentración", dice y aprieta los labios.

Ya en suelo argentino, la familia Mann fue recibida por otros parientes que habían escapado antes que ellos.

"Cuando llegamos era todo tan nuevo para nosotros. Hablaban un idioma que no entendíamos y con mi hermano intentábamos leer un diccionario de diez tomos que había comprado mi papá para poder hablar algo de español", rememora.

"Vivimos en unos terrenos que nos dio la Asociación Judía de Colonización en Entre Ríos, hasta que vine a Buenos Aires a estudiar Enfermería. Luego fui a la Asociación Filantrópica Israelita, que hoy tiene el Hogar Hirsch, para aprender a cuidar chicos y trabajar de niñera, hasta que conocí a mi marido Enrique en una sinagoga. Con él estuve casada 60 años, hasta que falleció", sostiene y sus ojos, que supieron estar empañados al recordar el pasado, ahora brillan al hablar del amor que siente todavía por su esposo.

Decorada con retratos de sus dos hijos, nietos y bisnietos, en su habitación Clara atesora su historia. Sobre la mesa, tiene una agenda donde anota sus actividades. "En el hogar hago talleres de literatura, pintura y aquagym", destaca mientras busca fotos de su infancia alemana. Conoce exactamente el orden en el que guarda aquellas fotografías que permanecen intactas, como sus recuerdos.

Clarín Zonales

jueves, 10 de diciembre de 2015

Sahara español: El fin del Imperio

Huida del Sáhara. La última traición del Imperio español

El historiador José Luis Rodríguez publica 'Agonía, traición, huida', la historia de cómo los políticos españoles regalaron el Sáhara a Marruecos mientras Franco agonizaba


La Marcha Verde se aproxima a la frontera española.

DANIEL ARJONA - El Confidencial


Aquella tarde de octubre de 1975 el gobernador general del Sáhara Español, Federico Gómez de Salazar, recibió un sobre anónimo en su residencia. Al abrirlo con despreocupación encontró cuatro plumas en su interior, símbolo universal de cobardía militar desde la publicación, a finales del siglo XIX, de la novela 'Las cuatro plumas', de A.E.W. Mason. Con el rostro demudado, y según los testigos, el general sólo logró exclamar: “¿Por qué a mí?”
Era “un mensaje tan malévolo como injusto”, afirma José Luis Rodríguez Jiménez, historiador y autor de ‘Agonía, traición, huida. El final del Sáhara español’ (Crítica, 2015), el libro en el que narra los últimos estertores del Imperio español en África cuarenta años después de la Marcha Verde. A fin de cuentas, Gómez Salazar evacuaba los territorios españoles por orden de unos políticos incapaces de reaccionar pendientes de la agonía del dictador.


Tropas nómadas. Fondo Antonio Bustamante

La huida atolondrada del Sáhara español nunca fue explicada, tuvo desagradables consecuencias económicas, diplomáticas y militares para nuestro país, afectó dramáticamente a los saharauis que vivían en aquel territorio y todavía soporta hoy un pesado manto de silencio que veta el acceso de sus principales documentos y archivos a los historiadores. "Es una situación anómala por varias razones", explica Rodríguez a El Confidencial."De entrada porque para los archivos españoles sigue rigiendo una ley de la dictadura, la Ley de Secretos Oficiales de 1968 que ningún gobierno democrático se ha atrevido a cambiar. Y así lo ocurrido en el Sáhara o Guinea permanece como Materia Reservada cuarenta años después. Yo pedí permiso para consultar el archivo de Presidencia con el fin de consultar las actas de los consejos de ministros y me lo denegaron".
El Gobierno tiene miedo de molestar a Marruecos y por eso no permite el acceso a los archivos
¿Qué intereses dificultan la investigación de aquellos lejanos hechos? "Numerosos", responde Rodríguez: "Primero, el Gobierno actual tiene miedo de molestar a Marruecos. Segundo, también temen que salga a la luz lo tremendamente mal que lo hizo el ejecutivo de entonces y en qué situación deja hoy a nuestro país: España se comprometió a descolonizar y nunca lo hizo. Y en tercer lugar se me ocurre que, de la dictadura a la democracia, las sagas continúan y los hijos y nietos de aquellos que tomaron las decisiones entonces detentan en la actualidad responsabilidades políticas y militares. Y prefieren que no se hable del asunto".


Vista aérea de los cuarteles de Smara

El 6 de noviembre de 1975, 350.000 marroquíes concentrados en Tarfaya iniciaron, en coches y a pie a través del pedregoso desierto, la Marcha Verde en dirección a El Aaiún, capital de la provincia colonial española donde los milicianos saharauis del Frente Polisario comenzaban a movilizarse para resistir. Entres ambos, las desorientadas tropas españolas incapaces de manejar la inteligente maniobra "pacífica" ideada por el monarca Hasán II para lograr su retirada definitiva. ¿La guerra anduvo cerca?
El conflicto bélico fue la excusa de una parte de los políticos franquistas para largarse del Sáhara
"Que pudiera haber un conflicto bélico fue la excusa de una parte de los políticos franquistas para largarse de allí. Marruecos había situado en el 75 divisiones militrares en la frontera norte de la colonia española. Pero lo cierto es que hubiera sido muy raro que el país norteafricano atacase debido a su manifiesta inferioridad militar, palpable en tierra y abismal en mar y aire. Hasan II no era tonto, al contrario. Era un diplomático muy hábil que jugó la carta de la voluntad marroquí de apropiarse el Sáhara, de no cejar en el empeño contando con que los españoles estaban a otra cosa".


Recibimiento en el aeropuerto de El Aaiún a las autoridades españolas

Nada resultó obvio en todo aquel desastre. José Luis Rodríguez relata el papelón de los diplomáticos españoles en Naciones Unidas que trabajaron por una desconolización que legara el territorio a manos saharauis hasta el último momento, hasta que sonó el teléfono y desde España les ordenaron que no insistieran más en el tema. Las élites políticas españolas barrían así a toda prisa los problemas exteriores para centrarse en el misterioso horizonte que estaba a punto de abrirse a la muerte de Franco.
Y España no sólamente no descolonizó sino que entregó el territorio y lo perdió todo. "Fue una doble dejación de responsabilidad", denuncia Rodríguez: "de la diplomacia y de la economía. Porque España había metido mucho dinero en el Sáhara en los años 60 y 70, en sanidad, educación, carreteras, minas, etc. Cuando los ingleses se marchaban de un país firmaban siempre convenios de colaboración con ese país que les beneficiaban. Nosotros se lo regalamos todo a Marruecos".


Clase de árabe en el Colegio Menor de la Sección Femenina

'Agonía, traición, huida' no sólo brinda gran historia, también ofrece al lector todo un botín de experiencias personales de los protagonistas que vivieron aquellos meses finales de 1975. El 6 de noviembre, cuando la "marabunta" -como la bautizaron los españoles- de hombres, mujeres y niños acampaba en el desierto con sus banderas rojas tras penetrar más de tres kilómetros en tierrras saharauis, el soldado médico Cornella escribe a su familia. Relata cómo la muchedumbre abraza a los soldados españoles y reza a Alá, y se muestra alborozado de vivir y fotografiar tamaña "aventura". "La cosa va bien",  escribe. Pero una sorpresiva posdata cierra su misiva:
"Última hora. Los de la Agrupación de Tropas Nómadas han embarcado este mediodía hacia Canarias. La retirada ha empezado".

miércoles, 9 de diciembre de 2015

SGM: Los crímenes de la Luftwaffe en la invasión a Polonia

 
Pintado en la estructura de un Ju 52 alemán reza: "Gente, combustible, bombas o pan - llevamos la muerte de Polonia." El Blitzkrieg del 1ro. de Septiembre de 1939 claramente mostró que esto no fue un simple slogan de propaganda... (Foto: Wojna obronna Polski 1939, KAW 1979. )

Polonia 1939 - Diario de las atrocidades de la Luftwaffe 

Escrito por Dariusz Tyminski y Grzegorz Slizewski . 



Al contrario de los mitos difundidos en los cuentos populares de la PGM, no todos los pilotos de caza de la SGM fueron "honorables Caballeros del Aire". Entre las muchas razones de esto estuvo la naturaleza human, la disciplina de los pilotos o la falta de ella, y lo "impersonal" de la guerra mecanizada. Los pilotos de un poderoso avión fueron en esencia removidos de ver a un piloto enemigo siendo cortado a la mitad por armas de gran calibre o explotando por balas de cañón. Los pilotos bombarderos raramente podían ver la masacre que provocan cuando su carga alcanzaba sus blancos. 

Se encuentra bien documentado que algunos pilotos aliados e incluso algunos ases dispararon a pilotos del Eje incluso cuando éstos se encontraban descendiendo indefensos en un paracaídas y del otro lado también, pilotos del Eje disparando a pilotos aliados. Algunos pilotos polacos buscaron una cruel venganza luego de Septiembre de 1939. El piloto de la Brigada de Persecución (123. Eskadra), Soldado Eugeniusz Nowakiewicz combatió en la campaña de Francia de 1940 en la sección polaca del Groupe de Chasse II/7, liderado por el Tte. Wladyslaw Goettel. El 4 de Junio de 1940, en el área de Besancou, Nowakiewicz atacó exitosamente a un He 111 y luego del derribo disparó sobre la tripulación alemana sobreviviente. El 15 de Junio de 1940, en el área de Caumont-Toinville, Nowakiewicz otra vez atacó a un bombardero enemigo, un Do 17 esta vez. Dos tripulantes alemanes se lanzaron en paracaídas, pero el piloto polaco mató a uno de ellos en el aire y el segundo fue "compartido" con pilotos franceses luego que el tripulante tocara tierra. 

En una instancia posterior, un as americano de ascendencia polaca de la Novena Fuerza Aérea derribó a un as alemán en un Me 262 de la Luftwaffe destruyendo su jet. Cuando el piloto americano aterrizó el jefe del escuadrón destruyó el film de su foto-ametralladora. En una reunión previa a un vuelo, el comandante de escuadrón preguntó al piloto (su familia había sido aniquilada por alemanes) por qué lo había hecho. El piloto explicó que esos pilotos eran experten, la creme de la creme de la Luftwaffe. Y si no eran asesinados, ellos simplemente reaparecerían al otro día en otro caza, para matar más pilotos americanos. 

El tono para la guerra total contra civiles indefensos y personal militar fue claramente delineado ... 

1 Septiembre 1939, 4:50 - 5:30 a.m., ciudad de Wielun. Esa mañana, pese a la completa ausencia de instalaciones militares en la ciudad, y con las cercanas tropas polacas de la 28va División de Infantería situadas al sudoeste de Wielun, los bombarderos alemanes del I./KG76 (4. Luftflotte), comandados por el Oblt. Walter Sigel, brutalmente bombardeó el centro de la ciudad. Luego de arrojar las bombas, los pilotos de la Luftwaffe dispararon sobre los temerosos civiles que escapaban. Tres olas de bombardeo, totalizando 120 aviones tomaron parte en el ataque, lanzando más de 70 toneladas de bombas. El efecto del raid fue el asesinato de más de 1200 civiles, provocando heridas a miles más (la población de la ciudad era de cerca de 16,000 habitantes), y la destrucción del 70% de los edificios de la ciudad. 

Están aquellos que argumentan que los miembros de la Luftwaffe llevaron los códigos de comportamiento profesional militar a aquellos utilizados por los "Caballeros del Aire" de la PGM. Sin embargo, cualquier de dichos argumentos contradice las experiencias de muchos pilotos polacos, cuyas experiencias personales son descritas a continuación. 

Como ejemplo, el 1 de Septiembre de 1939, en el área de Modlin, cerca de las 16:30 , pilotos de la Brigada de Persecución polaca encontraron a un grupo de cuarenta bombarderos alemanes escoltados por veintes cazas Bf 109 y Bf 110. Durante el combate, el Tte. Aleksander Gabszewicz fue forzado a tirarse en paracaídas. Mientras colgaba de su paracaídas, Gabszewicz fue ametrallado por un Bf 110. El Tte. Segundo Tadeusz Sawicz, quien volaba en las cercanías, atacó al avión alemán y otro piloto polaco, Wladyslaw Kiedrzynski voló haciendo espiral alrededor del indefenso Gabszewicz hasta que éste llegó al suelo. 

En la misma batalla, pilotos del 123. Fighter Eskadrille, volando obsoletos cazas PZL P.7a, fueron sorprendidos por Bf 110's del I/LG1 (comandante Mayor Grabmann había sido herido esa mañana, por lo que la unidad estaba al comando del para ese momento Hauptmann Schleif). El Cap. Mieczyslaw Olszewski, comandante del 123, fue rápidamente derribado y muerto, su P.7 se estrelló cerca de Legionow. Otros tres pilotos fueron derribados, y se lanzaron en paracaídas: Tte.Seg. Stanislaw Czternastek, Tte.Seg. Feliks Szyszka y el cadete Antoni Danek. Sólo Czternastek llegó a salvo a tierra: Szyszka y Danek fueron atacados en el aire. Ametrallado por un caza alemán, Danek aterrizó sin heridas. Szyszka no tuvo tanta suerte, sufrió 16 heridas. Fue transportado por civiles a un hospital. Durante el combate del 1 de Septiembre de 1939, I.(Z)/LG 1 escoltó a los He 111s del KG 27 y LG 1 contra el aeropuerto de Varsovia. Los Bf 110s reclamaron cazas 5 PZL derribados - 3 por el Hauptmann Fritz Schleif, uno por el Suboficial Sturm y otro por el Suboficial Lauffs. 

2 de Septiembre de 1939, cerca de las 16:00, área de Lodz. Ocho cazas PZL del III/6 Escuadrón se encuentran contra 23 Bf 110's del I./ZG76. En la batalla, el Tte.Seg. Jan Dzwonek fue derribado. Colgando de su paracaídas, fue atacado dos veces por un Bf 110. Aparentemente, el pilot de la Luftwaffe se encontraba tan ocupado atacando al indefenso de Dzwonek, que el Soldado Jan Malinowski, volando un obsoleto caza P.7, derribó al avión alemán sin problemas.   

3 de Septiembre de 1939, cerca de 10:00 AM seis PZL P-11c de la 112. Eskadra Mysliwska (Escuadrilla de Caza), liderada por el comandante del III/1 Dywizjon (Escuadrón) Cap. Zdzislaw Krasnodebski despegó para repeler a cazas Bf 110. En un duro combate sobre la ciudad de Wyszkow, Krasnodebski fue forzado a tirarse en paracaídas. El piloto alemán que lo derribó, apuntó sus armas para rematar a la víctima, acertándole a Krasnodebski mientras lentamente planeaba en su paracaídas. Pero el Tte. Arsen Cebrzynski observó este repase macabro y el piloto de la Luftwaffe pronto se convirtió a su vez en víctima. El Tte. Barents, un veterano de la "Legión Condor", se arrojó en paracaídas sin problemas, y se convirtió en un POW. 

Ese mismo día, el 3 de Septiembre de 1939, la 26ta. Obserwation Escadrille fue evacuada de Malachowo al aeródromo de Balice. El Soldado Franciszek Ciepinski, volando un desarmado RWD-8 sobre el río Wisla, fue atacado por tres Bf 109s. Logró maniobrar para estrellar/aterrizar el dañado avión sobre la vera del río, saltó del cockpit, encontrándose ahora él mismo siendo blanco de los cazas. Los alemanes querían más que una mera victoria aérea y empezaron a cazar al piloto con repases de ametrallamiento. Antes que Ciepinski pudiera alcanzar la seguridad de un bosque fue herido en un pierna. 

6 de Septiembre de 1939, atardecer. Un solitario PZL P.23 "Karas" del 34. Reconn Escadrille despegó en patrulla, en el área de Warta-Sieradz-Zdunska Wola. La tripulación consistía de: Tte. Edmund Gorecki (observador), Soldado Marian Pingot (piloto) y Soldado Jan Wilkowski (artillero). Durante su vuelta a la base, sobre la villa de Borecznia cerca de la ciudad de Kolo, ellos volaban a 1500 metros de altitud. Repentinamente fueron atacados por cuatro Bf 109's. El "Karas" empezó a arder. El soldado Pingot fue muerto en el avión, pero el Tte. Gorecki continuó volando hasta que estuvo por debajo de los 1000 metros. Cuando se tiró en paracaídas los "Messers" abrieron fuego y lo mataron en el aire. El soldado Wilkowski atestiguó este acto, y dado que se lanzó sólo en el último momento, a sólo 300 metros, salió vivo aunque con las piernas severamente dañadas. 

11 de Septiembre de 1939. La 53ra Observer Escadrille movilizada del área de Kaluszyn a Brzesc, sobre el río Bug. En formación volaban dos aviones "Czapla" y un solitario RWD-8. Cerca de cinco kilómetros al oeste de Biala Podlaska los tres aviones fueron atacados por aviones bimotores de la Luftwaffe. El RWD-8 se vino abajo y su tripulación, Tte.Seg. Stanislaw Hudowicz y el Tte. Seg. Oskar Sobol fueron muertos. Un avión "Czapla", pilotado por el Tte. Stanislaw Waszkiewicz fue forzado a aterrizar y luego dos veces bombardeado (!) y ametrallado en tierra. 

13 de Septiembre de 1939, el pueblo de Frampol, con un a población de 3000, y sin blancos industriales o militares, ni defensores del ejército polaco, fue prácticamente aniquilada por un bombardeo de práctica de la Luftwaffe. En la opinión del analista de la Luftwaffe, Harry Hohnewald: "Frampol fue elegida como un objeto experimental, porque los bombardeo de práctica, volando a baja velocidad, no eran amenazados por artillería antiaérea. Del mismo modo, la municipalidad centralmente ubicada en el pueblo la convertía en un punto de orientación ideal para las tripulaciones. Observamos la posibilidad de orientación gracias a signos visibles, y también el tamaño de la villa, que garantizaba que las bombas cayeran de todos modos sobre Frampol. Por un lado, esto haría que la prueba se notarán los efectos de la prueba, por otro lado, confirmaría la eficiencia de las bombas utilizadas." (extracto del libro de Wolfgang Schreyer, "Eyes on the sky.") 


 
Pequeña ciudad de Frampol antes (izquierda) y después (derecha) de un bombardeo de práctica de la Luftwaffe. Las fotos son probablemente documentos de la Luftwaffe. 


Fotos de Frampol recientes. La reconstruyeron aunque el diseño de las calles fue cambiado.

 



WW Aces Stories (c)
Traducción: Walter Uriarte
http://www.frampol.lubelskie.pl 

martes, 8 de diciembre de 2015

Historia militar: Fuchida dirige el ataque a Pearl Harbor

YO DIRIGÍ EL ASALTO A PEARL HARBOR

 por el Capitán Mitsuo Fuchida

(de la Antigua Armada Imperial Japonesa)
 

 

«Ha sido usted designado para mandar la fuerza aérea en caso de ataque a Pearl Harbor». 
Sin poder evitarlo, me quedé sin aliento. Estábamos a fines de Septiembre de 1941 y, si continuaba aumentando la tirantez de la situación internacional, el plan de ataque debía ejecutarse en Diciembre. Si la fuerza había de estar debidamente preparada para aquella importantísima misión, no quedaba tiempo que perder. Después de someter al personal al adiestramiento más riguroso, los aeroplanos fueron llevados a sus respectivos portaaviones hacia mediados de Noviembre. 

Aichi D3a Val: 
 

Nakajima 5n Kate: 
 

Mitsubishi a6m Zero: 
 


Para no llamar la atención, los portaaviones salieron uno a uno y por diferentes rutas, rumbo a las Islas Kuriles. El 26 de Noviembre, a las seis de la mañana, nuestra escuadra de ataque, integrada por 28 navíos (entre ellos seis portaaviones), zarpó de dichas islas. El vicealmirante Nagumo, jefe supremo de las fuerzas de ataque a Pearl Harbor, llevaba las instrucciones siguientes: «En caso de que tengan éxito las negociaciones en curso con los Estados Unidos, las fuerzas a su mando regresarán inmediatamente a la patria». Pero las dotaciones de los buques, ignorantes de aquellas instrucciones, gritaron «¡Banzai!» al echar una mirada, que podía ser la última, a las costas japonesas. El entusiasmo y el belicoso ánimo de aquellos hombres saltaban a la vista. Me era imposible, no obstante, desechar la duda íntima de que el Japón tuviese la necesaria confianza en sí mismo para llevar a cabo una guerra. 
Con el propósito de quedar fuera del alcance de las patrullas aéreas estadounidenses, algunas de las cuales tenían al parecer 1.000 kilómetros de radio de acción, seguimos la ruta entre las Aleutas y la Isla de Midway. Enviamos tres submarinos para que nos hicieran saber si había barcos mercantes a la vista, con el objeto de cambiar de rumbo y evitar su encuentro. Nos manteníamos en constante alerta contra submarinos estadounidenses. Aún cuando los radiotransmisores de la escuadra guardaban estricto silencio, escuchábamos las emisoras de Tokio y Honolulu para saber si daban alguna noticia sobre estallido de la guerra. Desde el 27 al 30 de Noviembre se celebró diariamente en Tokio una conferencia de enlace entre el gobierno y el alto mando, para tratar la propuesta hecha el día 26 por los Estados Unidos. Los conferenciantes llegaron a la conclusión de que, si bien dicha propuesta era un ultimátum destinado a subyugar al Japón y hacer inevitable la guerra, había que continuar haciendo esfuerzos en favor de la paz «hasta el último momento». La decisión de ir a la guerra se tomó, en una conferencia imperial, el 1º de Diciembre. El día 2 el estado mayor dio la siguiente orden: «El día X será el 8 de Diciembre» (7 de Diciembre en Hawai y los Estados Unidos). La suerte estaba echada. Nos dirigimos a toda prisa hacia Pearl Harbor. ¿Por qué se escogió aquel domingo para el día X? Porque, según nuestros informes, la escuadra estadounidense solía regresar a Pearl Harbor todos los fines de semana, después de los períodos de adiestramiento en el mar, y también porque se quería coordinar el ataque con las operaciones sobre la Península de Malaca (incursiones aéreas y desembarcos) proyectadas para aquel día. 
Los informes del espionaje sobre la situación y movimientos de la escuadra estadounidense nos llegaban desde Tokio. Uno del 7 de Diciembre (6 de Diciembre en Hawai) decía: «No hay globos en Pearl Harbor ni se han tendido redes protectoras contra torpedos en torno a los acorazados. Todos los acorazados están en el puerto. La radio enemiga no indica que sobrevuelen patrullas de vigilancia aérea en la zona hawaiana. El portaaviones “Lexington” salió ayer del puerto. Se cree que también el “Enterprise” está en maniobras en alta mar». Aproximadamente a la misma hora recibimos un mensaje del almirante Yamamoto: «De esta batalla dependen el triunfo o la ruina del Imperio. Que todos pongan el máximo empeño en cumplir con su deber». Nos encontrábamos a 230 millas al Norte de Oahu, isla en que está Pearl Harbor, poco antes del amanecer del 7 de Diciembre (hora de Hawai), cuando los portaaviones viraron en redondo y pusieron proa al viento norte. Ya ondeaba en lo alto de cada mástil la bandera de combate. Las cubiertas de vuelo vibraron con el ruido de los motores que se estaban acabando de calentar. Luego, con una lámpara verde que describía un círculo, se dio la orden: «¡Despegar!» Los bramidos del motor del primer caza fueron en aumento y, súbitamente, el avión despegó sin tropiezos. 

 


Cada vez que un avión se lanzaba al aire, la gente lo vitoreaba ruidosamente. A los quince minutos, 183 aeronaves bajo mi mando habían despegado de los seis portaaviones y se formaban en el cielo, sin otra orientación que las luces de señales de los aviones guía. Había 49 bombarderos (yo volaba en uno de ellos); a mi derecha y un poco más abajo, 40 aviones torpederos; a mi izquierda y unos 200 metros más arriba, 51 bombarderos de picada; la fuerza protectora de la formación estaba constituida por 43 aviones caza. A las 7,00 hs. calculé que debíamos llegar a Oahu en menos de una hora; pero como volábamos sobre espesas nubes, no podíamos ver la superficie del agua y, por lo tanto, nos era imposible comprobar la desviación. Busqué en la radio la emisora de Honolulu y no tardé en oír la música. Volví la antena y encontré la dirección exacta de donde provenía la emisión, lo cual me permitió rectificar el rumbo. Nos habíamos desviado cinco grados. Luego escuché el parte meteorológico de Honolulu: «Cielo parcialmente nublado, con la mayor parte de las nubes sobre las montañas. Visibilidad, buena. Viento Norte, diez nudos». ¡La fortuna nos sonreía! No era posible haber imaginado condiciones más favorables. Las nubes tendrían boquetes por los cuales podríamos ver la isla. 
A eso de las 7,30 hs. las nubes se rasgaron de pronto y divisamos la larga línea de la costa. Nos encontrábamos sobre la punta de Oahu. Había llegado la hora de desplegarnos. El informe de uno de los dos aviones de reconocimiento que se habían adelantado, nos comunicó la posición de diez acorazados, un crucero pesado y diez cruceros ligeros. Cuando nos dirigíamos hacia nuestros objetivos, se despejó el cielo, y empecé a examinar con los prismáticos nuestros probables blancos. Allí estaban, en efecto, los buques. «Comunique a todos los aviones –ordené a mi radiotelegrafista- que empiecen el ataque». 

 

Eran las 7,49 hs. Las primeras bombas cayeron en el aeródromo de Hickam, donde estaban formados los grandes bombarderos. Los siguientes lugares alcanzados por nuestros proyectiles fueron la Isla de Ford y el aeródromo de Wheeler. Al poco rato comenzaron a elevarse, de las tres bases, enormes masas de humo negro. Mi grupo de bombarderos se mantuvo al Este de Oahu, más allá de la punta meridional de la isla. En el cielo no se veían más que aviones japoneses. Los buques del puerto parecían dormidos todavía. La radio de Honolulu continuaba transmitiendo su programa con toda normalidad. ¡Habíamos logrado sorprenderlos! Consciente de la ansiedad de nuestro estado mayor, di orden de enviar a la escuadra el siguiente mensaje: «Hemos conseguido ataque por sorpresa. Ruego envíen este parte a Tokio». Pronto empecé a ver surtidores de agua alrededor de los buques. Nuestros aviones torpederos estaban en funciones. Ya era tiempo de que entraran en acción los bombarderos. Ordené, por lo tanto, a mi piloto que hiciese una pronunciada inclinación lateral, lo cual era la señal de ataque. Mis diez escuadrillas quedaron formadas en una sola columna con intervalos de 200 metros: una formación espléndida. Cuando mi grupo inició el bombardeo, las baterías antiaéreas de los buques y de la costa, revivieron repentinamente. Surgieron, acá y allá, grandes vellones grises oscuros que se fueron multiplicando hasta nublar el cielo. Los proyectiles estallaban tan cerca de nuestros aviones que éstos se estremecían. Me asombró la celeridad del contraataque, que no tardó en producirse, cinco minutos después de haber caído la primera bomba. La reacción japonesa no habría sido tan rápida; el carácter japonés es adecuado para la ofensiva, pero no se adapta tan pronto a la defensiva. 
Mi grupo se dirigió al «Nevada», que estaba anclado al extremo Norte de la fila de acorazados, al Este de la Isla de Ford. Ya estábamos por soltar las bombas cuando nos metimos entre las nubes. El piloto de nuestro bombardero guía, empezó a mover las manos de atrás hacia delante, para indicarnos que teníamos que pasar sin descargar las bombas. Entonces volamos en círculo sobre Honolulu en espera de otra oportunidad. Entretanto, otros grupos iniciaron maniobras de ataque, pero algunos tuvieron que hacer hasta tres intentos antes de conseguir lanzar las bombas. De pronto hubo una explosión colosal en la fila de los acorazados. Una enorme columna de humo rojizo se elevó unos 300 metros y una violenta sacudida llegó en ondas hasta nuestro avión. Debía de haber saltado un polvorín. El ataque estaba en su apogeo; el humo de los incendios y de las explosiones cubría casi todo el cielo sobre Pearl Harbor. Examinando la fila de acorazados con los prismáticos, vi que la gran explosión había ocurrido en el «Arizona». Estaba envuelto en llamas, y como el humo que despedía ocultaba al «Nevada», que era el blanco de mi grupo, busqué otro buque al cual atacar. El «Tennesee» estaba ya ardiendo, pero después de él se hallaba el «Maryland». Di orden de hacer a este último buque objeto de nuestra puntería y volvimos a meternos en la cortina de fuego antiaéreo. Cuando nuestro bombardero guía dejó caer su carga, pilotos, observadores y radiotelegrafistas de los otros aparatos gritaron a un mismo tiempo: «¡Descarguen!»...y soltamos todas nuestras bombas. Me tiré inmediatamente al suelo para observar por la mirilla. Cuatro bombas en perfecta formación se hundían en el espacio. Fueron haciéndose más y más pequeñas y por fin desaparecieron, a tiempo que se percibían unos destellos blancos. Vistas desde gran altura, las bombas que no aciertan al blanco son mucho más visibles que los impactos directos, porque forman en el agua grandes ondas concéntricas fácilmente perceptibles. Al observar dos de aquellos círculos y dos pequeños destellos, grité: «¡Dos impactos!» Quedé plenamente convencido de que habíamos causado considerables daños. Ordené el retorno a los portaaviones de los bombarderos que habían completado sus ataques, pero yo continué volando sobre Pearl Harbor, tanto para controlar como para dirigir operaciones que todavía estaban en curso. 
Pearl Harbor y sus alrededores eran la viva estampa del caos. El «Utah» había zozobrado. El «West Virginia» y el «Oklahoma», con los flancos medio volados por los torpedos, escoraban pesadamente en un inmenso charco de aceite. El «Arizona» se inclinaba marcadamente a un lado, envuelto en llamas. El «Maryland» y el «Tennesee» ardían. El «Pensylvania», varado en dique seco, estaba ileso. Durante el ataque, muchos de nuestros pilotos pudieron observar, los valerosos esfuerzos de los aviadores estadounidenses para lanzarse al aire con sus aviones. Aunque eran muy inferiores en número, no vacilaron en entablar desigual combate con nuestras fuerzas. Los resultados que obtuvieron fueron insignificantes, pero su valor suscitó nuestro respeto y admiración. Los aeroplanos de la primera oleada de ataque tardaron como una hora en cumplir su misión. Cuando emprendieron el regreso a los portaaviones (después de haber perdido tres cazas, un bombardero de picada y cinco aviones torpederos, ya se iniciaba la segunda oleada con 171 aviones. Para entonces, las nubes y el humo cubrían de tal modo el cielo, que los aviones localizaban con dificultad sus objetivos. Para complicar aún más sus problemas, el fuego antiaéreo de los buques y de tierra era ya muy intenso. El segundo ataque alcanzó un mayor radio de acción, hizo blanco en los acorazados menos damnificados y en los cruceros y destructores que habían resultado indemnes. También este ataque duró una hora, pero a causa del creciente fuego enemigo tuvimos más bajas: seis cazas y catorce bombarderos de picada. 
Cuando las fuerzas del segundo ataque iniciaron el retorno a los portaaviones, volé sobre Pearl Harbor una vez más para observar los resultados y tomar fotografías. Conté cuatro acorazados definitivamente hundidos y tres seriamente averiados. Otro parecía estarlo ligeramente y los daños causados a los buques de otros tipos eran considerables. La base de hidroaviones de la Isla Ford era una hoguera y también los aeródromos, principalmente el de Wheeler. No era posible determinar en detalle los daños causados a los aeródromos, pues lo impedía la densa capa de humo que los cubría, pero no cabía duda de que habíamos destruido buena parte de la fuerza aérea de la isla. En las tres horas en que mi avión estuvo volando por aquella zona, no tropezamos con ningún avión enemigo. Quedaban, sin embargo, varios hangares intactos, y nada tendría de particular que en alguno de ellos hubiera todavía aparatos utilizables. 
Mi avión fue uno de los últimos en reintegrarse a la escuadra. Cuando llegué, ya se estaban formando en las cubiertas de vuelo los aviones reabastecidos y preparados para una tercera oleada de ataque. En seguida me llamaron al puente. Mientras esperaban mi informe, los miembros del estado mayor del vicealmirante Nagumo habían estado discutiendo acaloradamente si convenía o no lanzar otro ataque. 
Les informé lo siguiente: «cuatro acorazados están definitivamente hundidos. Hemos causado gravísimos quebrantos en aeródromos y bases aéreas, pero hay todavía muchos objetivos que deben ser atacados». 
Recomendé con insistencia el tercer ataque, pero el vicealmirante Nagumo, tomando una decisión que ha sido desde entonces objeto de muchas críticas por los expertos navales, optó por retirarse. Inmediatamente se izaron las banderas de señales y nuestros buques salieron rumbo al Norte a toda marcha. 
 



fuente: Historias Secretas de la Última Guerra (United States Naval Proceedings)

lunes, 7 de diciembre de 2015

Arqueología: Encuentran galeón millonario en Colombia

España actuará “en defensa del patrimonio” con el galeón ‘San José’
Lassalle dice que el Gobierno pedirá a Colombia información sobre la ley aplicada
El hallazgo del barco se convierte en un secreto de Estado
García Márquez y el galeón en 'El amor en los tiempos del cólera'
JESÚS RUIZ MANTILLA - El País



Cerámicas en el fondo del mar pertenecientes al galeón 'San José'. / EFE / MINISTERIO DE CULTURA DE COLOMBIA

El secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, se encontraba desde el sábado en Cuba, donde se enteró del hallazgo de la nave San José. Tras una jornada de análisis de la situación, Lassalle ha declarado que desde el Ejecutivo de Mariano Rajoy abordarán con prudencia el hecho, dada la relación especial que mantiene España con Colombia. Pero el triunfalismo mostrado ayer por el presidente Juan Manuel Santos ha hecho que desde Cultura vean con preocupación la aplicación de la ley colombiana de 2013 de protección de patrimonio sumergido. Se trata de una norma que Lassalle había tenido ocasión de discutir previamente a la noticia en algún punto —a ojos de España, "preocupante"— con la titular colombiana de Cultura, Mariana Garcés.

Lassalle resaltó desde La Habana que "el Gobierno español va a solicitar al colombiano una información precisa acerca de la aplicación de la legislación de su país en la que fundamenta y justifica la intervención sobre un pecio español". Luego analizarán los datos para, según él, "decidir qué actuaciones" se adoptarán "con arreglo a defender lo que entendemos que es el patrimonio subacuático y el respeto a las convenciones de la Unesco a las que nuestro país se comprometió hace muchos años".

Según esas convenciones fue posible la recuperación de un patrimonio tan importante como el de la fragata Mercedes durante el pleito mantenido con la empresa estadounidense Odissey. Cautela, insistió Lassalle, pero también "una clara defensa de nuestro patrimonio subacuático y la reserva a adoptar todas las medidas que el Gobierno español considere adecuadas para mantener la defensa y salvaguarda del mismo".

El presidente Santos dijo ayer que el galeón San José, encontrado el pasado 27 de noviembre en el mar Caribe, es "patrimonio de todos los colombianos". El barco, con sus cuantioso tesoros, fue hundido por la Armada británica en 1708, en el marco de la Guerra de Sucesión.